culturas
N° 64 Suplemento de
artes y letras
TRIBUNA DE SALAMANCA, Domingo, 5 de marzo de 2006
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El Aleph reedita dos libros de uno de los más grandes escritores checos: un conjunto de relatos y su novela Trenes rigurosamente vigilados.
BOHUMIL
HRABAL 4 HAMMETT
6 ANTON CORBIJN
Un libro de relatos y el borrador de El hombre delgado nos acercan al proceso creativo del fundador de la novela negra.
Se publica una recopilación de la obra audiovisual del fotógrafo cuyos retratos parecen robarle el alma a los músicos.
Foto: Jan Burgan
N°64
2 culturas
TRIBUNA DE SALAMANCA, Domingo, 5 de marzo de 2006
e dedicamos esta semana la portada a BoHrabal, aunque ya hace casi diez lañoshumil que murió en Praga al caer de una ventana de hospital mientras daba de comer a las palomas. Vuelve a la actualidad porque El Aleph acaba de reeditar dos de sus libros y porque Jiri Menzel –que ganó el Oscar en 1967 por su Trenes rigurosamente vigilados– está a punto de adaptar esa novela tan austrohúngara que es Yo, que he servido al rey de Inglaterra. Pero a Hrabal podríamos ha-
berle dedicado la portada cualquier día, porque nos parece un escritor magnífico, de esos que en vez de lectores hacen auténticos conversos. Poseedor de una furiosa manera de escribir, sabía esconder bajo cualquier signo de optimismo la pena por una vida oprimida. Les recomendamos estos dos libros y cualquiera suyo que puedan encontrar. Nos acercamos también a Dashiell Hammett, del que Seix Barral edita una colección de relatos y el borrador de su célebre novela El hombre del-
gado. En cierto modo, supone acercarse al proceso creativo del escritor que fundó el género negro tal y como lo entendemos hoy. Leer sus novelas, con ese estilo tan desnudo, nos ayuda a depurar palabras superfluas de nuestro lenguaje. Lejos de la literatura se mueve Anton Corbijn, uno de los fotógrafos de referencia del mundo del rock: la imagen que tenemos de muchos músicos proviene de una foto suya. Ahora podemos ver reunidos todos sus vídeos y trabajo audiovisual.
Antonio Marcos culturastribuna@yahoo.es
1AINARA LA GIRA AMERICANA DE Copio y pego. «Este mes, Ainara LeGardon se embarcará en una gira que la llevará a diferentes clubes de Estados Unidos, entre ellos el CBGB. Precisamente será ésta la primera sala en la que desembarque. Situado en la parte Este de Manhattan, se trata de uno de los clubes más legendarios del planeta, que desafortunadamente verá cerradas sus puertas a finales de octubre tras 27 años dando cobertura a todo tipo de música underground. El concierto de Ainara se enmarcará dentro del ciclo llamado ‘NY Singer/Songwriter Sessions’, que se celebra cada martes en el íntimo escenario de la planta baja del CBGB. Otras salas por las que pasará Ainara son Vox Pop (una original librería/cafetería/sala de conciertos de Brooklyn), Fat Baby, Niagara (el club regentado por Jesse Malin, en pleno Lower East Side de Manhattan) y Baggot Inn (en el Greenwich Village). En algunos de ellos Ainara se hará acompañar de amigos como Jason Victor (Steve Wynn & The Miracle 3, Willard Grant Conspiracy) y The Wretched en formato acústico». A la vuelta pasará por Francia, Alicante, Madrid, Vigo y A Coruña.
2Después CAMBIOS EN EL SDLM de la instructiva exposición de Marisol Farré sobre cómo los movimientos de cámara y la planificación afectan al contenido de las historias que cuenta el cine, el Seminario Discurso, Legitimación y Memoria se toma un par de semanas de descanso por ausencias en el programa previsto. Las comparecencias de José Luis Cuerda, prevista para este jueves, se retrasa hasta mayo; y la del poeta Felipe Núñez se pospone a finales de marzo. La actividad continuará el 30 de marzo con el semiólogo Gonzalo Abril, alguien que tiene muchas cosas que contar y además las cuenta muy bien. Seguiremos informando.
3PRINCIPIOS VIVIENDA OBRERA A DE SIGLO (XX) «Una casa es mucho más que un mero amasijo de ladrillos, cemento y vigas: es un espacio físico e ideológico que refleja
fielmente la época y la sociedad que la construye. La vida política española marcada por el final de la Restauración, la Dictadura de Primo de Rivera, la IIª República y el tremendo colapso que supuso la guerra civil en todos los sentidos, dejó en mayor o menor medida sus huellas en este hecho en el que se implicaron todo tipo de personas, mentalidades y propuestas concretas que denunciaron las deplorables condiciones en que se desarrollaba la vida cotidiana». Bajo este enfoque se expone hasta abril en ese gélido e inhóspito edificio que es el Palacio del Obispo, una muestra sobre la vivienda obrera en los años veinte y treinta del pasado siglo. Uno de los aspectos más interesantes que se refleja en la exposición es la pugna entre los que abogaban por el estilo regionalista y quienes querían introducir el racionalismo que triunfaba en Europa. La idea es excelente, aunque el diseño de la exposición resulta farragoso y poco visual: sale mucho más a cuenta leer el catálogo tranquilamente en casa. Quizá dentro de un siglo se exponga en otra cita similar esa campaña tan ‘guay’ que el Ministerio de Vivienda acaba de lanzar para que los jóvenes encuentren su primera solución habitacional: visiten Kelifinder.com y pásmense.
Prieto
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J(E M)'ACUSE, UN MANIFIESTO «Me acuso de tener conciencia de formar parte de un diálogo permanente con una inmensa herencia cultural precedente; de creer que toda obra de arte deriva de otras previas que forma con ellas un tejido, una red, así como con sus contemporáneas y con aquellas otras por venir. Me acuso de creer que los lenguajes que habitamos y somos conforman un patrimonio público –de imágenes, palabras y todo tipo de signos–; de creer que cada ‘obra’ es fruto, y provisional, de un proceso que no podemos dejar de considerar colectivo, en tanto que se trata de lecturas, de diferentes actualizaciones de un código común». Lo escribe el artista Rogelio López Cuenca en un monográfico de la revista ‘Exit Express’ titulado: ‘Derechos de autor: el negocio de la cultura’ como respuesta a la presión de las sociedades de gestión de la propiedad intelectual. Mientras, la SGAE aumenta su campo de acción con nuevos cánones.
Arriba, la exposición sobre vivienda obrera; sobre estas líneas, anuncio del periódico ‘Diagonal’ que cumple un año también en la Red. Además, obras de Otto Dix (1891-1969), vistas en mess.net
CÓMIC
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NOVEDADES
PHOEBE GLOECKNER
Historias de la mala vida Underground parece una palabra concebida para definir Vida de una niña, obra en la que la autora relata episodios autobiográficos. Gloeckner pertenece a un grupo de mujeres que se abre paso en el cómic. exo, drogas y… abusos, maltratos, sordidez. La palabra underground adquiere sus connotaciones más truculentas en los relatos autobiográficos de Phoebe Gloeckner, editados por La Cúpula bajo el título de Vida de una niña. La desarmante (y patética) sinceridad de Robert Crumb en el prólogo a la obra («Perdóname, Phoebe, por contarle al mundo –y a ti– como te deseaba»), abre la puerta a toda una erupción de confesiones gráficas tan crudas, tan desnudas y directas, que pueden llegar a levantar ampollas emocionales en los lectores más susceptibles. En las páginas de Vida de una niña, Gloeckner desata, ante nuestra mirada atónita, todo su ejército de demonios interiores, y lo hace con una sinceridad casi dolorosa. Si dejamos de lado nuestras reticencias ante lo políticamente incorrecto y los prejuicios apriorísticos, Historia de una niña se convierte en una lectura absolutamente reveladora de un contexto social y un momento histórico; se trata, obviamente, de un buen analgésico contra los mensajes edulcorados del ‘American way of life’ de los años 50 y 60, pero, Vida de una niña, es, sobre todo, un mazazo directo hacia el rostro de la idealizada bonhomía hippy y sus derivaciones ilusorias. El estilo de la obra, ecléctico y cambiante según el instante vital recogido, no abandona, sin embargo, las raíces estilísticas del underground: una caricatura grotesca, apoyada por un uso abundante de la mancha y un rayado espeso e irregular. Una base gráfica instalada en cierto ‘feismo’, que resulta ser un envoltorio más que adecuado para la virulencia de las historias que desarrolla la autora. Cuyo impacto visual, sin duda, se ve subrayado por el uso extremadamente explícito de la anatomía por parte de Gloeckner, quien durante mucho tiempo se ha dedicado profesionalmente a la ilustración médica. Por todo ello, Vida de una niña, por un lado nos devuelve sabores conocidos, los de los ejercicios trasgesores de los primeros y revolucionarios autores underground, los Crumb, Shelton, Moscoso o Clay Wilson. Pero Phoebe Gloeckner (una autora muy poco prolífica, todo sea dicho) nos conduce también hacia un escenario mucho menos reconocido: el de las autoras que plantaron la semilla de un cómic underground hecho por mujeres, en un momento en que las artistas de comics (o quizá deberíamos decir, ‘comix’) decidieron situarse al lado de sus compañeros de viaje. Nos referimos al grupo de dibujantes que pusieron en marcha proyectos como la revista ‘Wimmen’s Comix’ a principios de los 70, gente como Trina Robbins, Roberta Gregory (recientemente publicada en España, por Alecta/Recerca), Carol Lay o Aline Kominsky (la pareja actual de Robert Crumb). Un grupo en el que
culturas 3 Kyle Bake: Amargo bucolismo El prolífico Kyle Bake, autor de la muy renombrada Por qué odio a Saturno, reapareció en nuestras librerias a finales del año pasado de la mano de Planeta, con su igualmente elogiado trabajo You Are Here; para muchos el mejor cómic que ha hecho nunca. You Are Here mantiene bastantes de las señas de identidad que salpican la obra del americano: un desarrollo brillante e ingenioso de los diálogos (a veces en la fron-
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podríamos situar también a una jovencísima Gloeckner con sus primeras historias cortas (en torno a 1976) y que habría de marcar definitivamente al conjunto de creadoras que, años más tarde (a comienzos de los 90, sobre todo), dieron el espaldarazo definitivo al cómic hecho por mujeres desde una impronta autoconfesional (con unas raices underground, en muchos casos). De este modo, como demandaba Scott McCloudd en La revolución de los cómics, parece que las voces femeninas se han instalado en el mundo del cómic, convencidas de poder romper todos los prejuicios y barreras que se les pongan por delante. Ahí están para demostrarlo las Julie Doucet, Marjan Satrapi, Jessica Abel y, por supuesto, Phoebe Gloeckner. Que sus obras se estén publicando regularmente en nuestro país es una muy buena noticia y una señal de buena salud artística y editorial, qué duda cabe.
tera de la autocomplacencia), la trasgresión del componente verbal comicográfico (con el uso de acotaciones teatrales y la reubicación de diálogos y onomatopeyas en la base de las viñetas) y un montaje cuasi cinematográfico de planos y secuencias. También el estilo gráfico de Baker (bajo la impronta omnipresente del Photoshop) se alimenta de referentes cinematográficos (y televisivos), en concreto de los personajes y escenarios que popularizaron las películas animadas de la factoría Disney. Un ‘homenaje’ que viene acompañado (como en otros trabajos suyos) de una fuerte carga paródica y de una trasgresión intergenérica evidente. Así, la imagen edulcorada que desprende el primer acercamiente a You Are Here, se traduce, a la vista de su argumento, la evolución de sus personajes y la ausencia de concesiones ante el modelo feliz del cine hollywoodiense, en una obra más cercana a Sed de mal que a Blancanieves. Desde la primera escena, casi nada responde a su apariencia inicial: ni Noel (su protagonista) es el típico héroe buenazo cascarrabias, ni Helen es la heroína pánfila y simplona que aparenta, ni la historia trascurre en los términos esperados (cuánto menos su final). You Are Here es, en definitiva, un cómic no apto para paladares sensibles, pero muy recomendable para aquellos que disfruten de los sabores picantes envueltos en papel de caramelo. Alta cocina, en todo caso.
Rubén Varillas
Rubén Varillas
Las voces femeninas se han instalado en el mundo del cómic, convencidas de poder romper todos los prejuicios y barreras que se les pongan por delante. Gloeckner es un excelente ejemplo
PHOEBE GLOECKNER Vida de una niña La Cúpula, 2006 144 pp. / 8,95 euros
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Dashiell Hammett Seix Barral ha editado dos obras para acercarse al proceso creativo del fundador de la novela negra clásica. En sus relatos y borradores demuestra que para escribir bien sobran los adjetivos y las esdrújulas. ntes de alcanzar la fama como novelista gracias a obras como Cosecha Roja, El halcón maltés o La llave de cristal y desembarcar como guionista en el mundo de oropel de Hollywood (del que, como su colega Raymond Chandler, saldría bastante escaldado), Dashiell Hammett había hecho casi de todo. A los trece años trabajaba ya como chico de los recados en el ferrocarril de Baltimore. Probó también suerte en el mundo de la publicidad y, tras pasar por diferentes empleos, ingresó en la Agencia Nacional de Detectives Pinkerton como investigador privado, ocupación que dejaría en 1915 para participar como voluntario en la I Guerra Mundial. Su trabajo de ‘sabueso’ durante ocho años condicionó su posterior trayectoria profesional, ya que aprovechó la experiencia para configurar su obra narrativa trasladando a su mundo literario los ambientes y personajes que conoció al ejercer su profesión. Así, por ejemplo, la trama de Cosecha Roja parece estar basada en los sucesos que le ocurrieron al propio Hammett cuando tuvo que disolver una huelga en Montana. Su paso por la agencia de detectives no sólo influyó en su condición artística, sino que además le llevó a convertirse en activista socialista, lo que le valió una condena a prisión en plena caza de brujas. El asco y el rechazo que sentía ante la corrupción política y las irregularidades policiales con que hubo de convivir mientras desarrollaba su labor investigadora fueron el germen que transformaron al autor en defensor de los derechos y las libertades civiles, además de en el más fiel cronista del ambiente de violencia y crisis subyacente a los felices años veinte. Antes de que ese ácido retrato de la sociedad norteamericana de la época cristalizase en las páginas de sus novelas, Hammett fraguó las claves de su narrativa en las páginas de los pulp-magazines, revistas baratas y de gran tirada impresas en papel de pulpa de madera. Los diecinueve rela-
DASHIELL HAMMETT Sólo te ahorcan una vez El primer hombre delgado Seix Barral, 2005
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Arriba, Dashiell Hammett. Abajo, una de sus últimas fotos, con su familia
Manual de estilo
tos que integran la antología Sólo te ahorcan una vez, editados originalmente en publicaciones de este tipo como ‘Black Mask’, ‘True Detective Stories’ o ‘Sunset Magazine’, permiten observar ya muchas de las características que le llevarían al éxito e incluso
cen los personajes, sin que en ningún momento el autor Hammett descubra ninguno demuestra de sus estados emocionales. De ahí que actitud y estilo, el negro resulte un esos valores género tan cinemaliterarios tan tográfico y que los difíciles de definir diálogos, cáusticos y concisos, adquieran como de poseer tanta importancia en la narración. Plaproyectar algunas de sus futuros gados de expresiones coloquiales argumentos novelescos. Directos y muestras de argot, son buena y realistas, construidos bajo un muestra del registro coloquial objetivismo absoluto que pres- que domina todos los relatos, en cinde casi por completo de ele- los que, a pesar de todo lo que se mentos descriptivos y calificati- ha dicho sobre la pretendida desvos, toda su trama es descubierta preocupación formal de la novela por el lector por lo que dicen y ha- negra, resultan mucho más con-
sistentes el lenguaje y la forma de construir personajes que los propios argumentos. Se podría aplicar a la obra de Hammett lo mismo que Chandler decía de las historias de Sherlock Holmes: «su éxito reside en un buen personaje y en unas líneas formidables de diálogo». Y en tener actitud y estilo, esos valores literarios tan difíciles de definir como de poseer. Narrados con ritmo trepidante, sin apenas lugar para los ‘tiempos muertos’ de la acción, los cuentos recopilados sirven al escritor para posar su ojo crítico sobre un mundo con olor a pólvora, alcohol, tabaco y perfume de mujer. En varios de los relatos, los encargados de introducir al lector en esos ambientes corruptos y degradados son los dos personajes a los que la novelística de Dashiell Hammett y las posteriores adaptaciones cinematográficas darían fama universal: Sam Spade y el innominado agente de la Continental, dos detectives duros, inteligentes, cínicos y observadores con madera de antihéroes que configurarían el modelo de investigador prototípico del género negro. Ambos se las verán con ‘femmes’ fatales, mafiosos de baja estofa, corruptos promotores de boxeo, policías violentos y con la mezquindad e hipocresía moral que escondían las aparentemente felices familias americanas medias. La recuperación de estos relatos, recomendada no sólo para los amantes del género sino para cualquiera que quiera comprobar que escribir buena literatura no tiene nada que ver con amontonar adjetivos y palabras esdrújulas, coincide con la publicación, también en Seix Barral, de El primer hombre delgado, primer borrador, inédito hasta ahora en español, de la obra editada en 1931 con el título de El hombre delgado. Llevada al cine varias veces, fue la última novela publicada por Hammett, que, embarcado en una tumultuosa relación, repleta de escándalos y alcohol, con la guionista Lillian Hellman, sólo volvió a escribir relatos cortos. Javier Sánchez Zapatero
LIBROS
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Subyace en los textos de Anuncio una casa..., aunque de manera complejísima para las elucubraciones del lector, un trasfondo político, de protesta, de angustia
BOHUMIL HRABAL
Soñar con la contravida ara descubrir que Bohumil Hrabal es «un escritor soberbio», como reza la frase de Julian Barnes con que se pretende publicitar este libro, basta con haber leído Yo, que he servido al rey de Inglaterra, y, sobre todo, esa obra maestra que se titula Trenes rigurosamente vigilados, una de las mejores novelas breves de la historia, y posiblemente la más hermosa, que El Aleph recupera al tiempo que reedita este Anuncio una casa…, un conjunto de relatos dormidos en la trastienda de su catálogo desde hace casi veinte años. Resulta casi conmovedor volver a leer ambos textos a un tiempo, reconociendo así las señas de identidad de su autor, un hombre marcado por la Segunda Guerra Mundial, y por las consecuencias que ésta tuvo en una posguerra gris, apelmazada por el oscurantismo al que estuvo sometida Checoslovaquia. De ahí que la belleza triste, amorosa e ingenua al tiempo que rebelde que se esconde en Trenes rigurosamente vigilados, donde la voz de un joven descubre y trata con el enemigo bélico en un mundo de adultos falsificados, se transforme en un inconformismo barroco, onírico, que destila olor a óxido y aguas sucias en este conjunto de relatos que parecen ambientados en las décadas de los cincuenta y sesenta, y que terminará siendo,
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La editorial El Aleph acaba de reeditar dos obras del gran Bohumil Hrabal: un libro de relatos bajo los que se esconde la angustia, y una de las mejores novelas breves de la historia, Trenes rigurosamente vigilados.
por otra parte, algo muy diferente a un libro de cuentos. Pero para descubrirlo es necesario llegar hasta el final. Todos los relatos comparten una ironía alejadísima de las ganas de hacer sonreír, una libertad próxima al absurdo inventivo, una inverosimilitud que nos acerca a las consecuencias del Apocalipsis, un mundo resumido en un teatro desnortado, una tristeza desesperada, una claustrofobia directa y rarísima, la misma que puede sentir un hombre encerrado dentro de su propio cráneo, y también contienen
la exageración de la locura, algo que el lector se esforzará por desentrañar entre la marea de disparates confiando en que exista la razón de la demencia tras tanta palabra, tras algo que de tan imposible calificaría como magia de no ser porque este concepto encierra algo de hermosura. Al mismo tiempo, cada una de las siete piezas sería un trozo de vida sesgado, sin principio ni fin, rompiendo así los moldes que las academias dictan que deben regir en un cuento, exponiéndonos cosas y sucesos cuyo único nexo entre ellas, aparentemente, es
Yo, que he servido... BOHUMIL HRABAL Anuncio una casa donde ya no quiero vivir Trenes rigurosamente vigilados El Aleph, 2006
Bohumil Hrabal (Brno, 1914Praga, 1997) murió tras caer por una ventana el hospital mientras daba de comer a las palomas. Sus lectores esbozaron una sonrisa triste al conocer la causa del fallecimiento. Su obra está llena de personajes que viven al límite, arrastran su pasado entre litros de cerveza y momentos poéticos. Jiri Menzel prepara ya la adaptación al cine de Yo, que he servido al rey de Inglaterra, después de ganar un Oscar en 1967 por Trenes rigurosamente vigilados. Un año después, su obra fue prohibida en Checoslovaquia.
que ocurren una detrás de otra. Subyace en los textos, aunque de manera complejísima para las elucubraciones del lector, un trasfondo político, de protesta, de angustia, unas bocanadas a la búsqueda de aire fresco al remover todos estos restos de lo que un día fue útil para la vida, en un ejercicio de extrañamiento complejísimo: «Y acto seguido se abrieron camino hasta las entrañas del vagón y echaban a la vagoneta vacía una bomba para orín, una aventadora, trozos de las viejas trilladoras, picadoras abrasadas por el autógeno, rastras y sembradoras despedazadas por autógeno, una picadora de trébol, una báscula decimal y piezas de arado». Las enunciaciones de esta índole, bien por enumeración, bien por diálogos en cascada, bien por la cadena de sucesos que puede llegar a parecer un flujo de conciencia onírico: «Luego puede uno derrumbarse en la colada ardiente en honor al amor, acero con adición de sí mismo y de tu imagen en mí, imagen que impone un diminuto rostro infantil empañado por una risa tonta, porque una chica judía escupía cuchillas y yo me corté las manos». En fin, todo esto que sería absurdo de no ser porque uno sabe que existe mucho simbolismo, como por ejemplo en la imagen constante de las mujeres presidiarias, terminará cobrando relevancia en un final que unifica todos los relatos y que no desvelaremos, pero que responde a la pregunta ¿por qué vivir? Ricardo Martínez Llorca
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la época y realizar fotografías que rompían con el concepto al uso del retrato documental. Tras este período de aprendizaje en su país, se presentó en Londres, en unos años en los que el rock derivaba entre el underground punk y el estallido de la nueva ola, mezcla de techno y pop de vanguardia. Los editores de NME (‘New Musical Express’) comenzaron a encargarle portadas –una de ellas, la mítica imagen del cantante David Gahan, desenfocado en primer plano, y el resto de Depeche Mode riendo, en el fondo– y reportajes de conciertos; de este modo consiguió entrar en contacto
A la izquierda, autorretratos de Corbijn ‘al estilo’ Mercury y Zappa, y portada de su DVD. Arriba, Miles Davis
ANTON CORBIJN
Música para la vista ‘Directors Labels’ es un sello que se dedica a recopilar la obra de los más interesantes artistas visuales que se desenvuelven en torno a la música. Anton Corbijn no podía faltar en su colección. Repasamos el trabajo y las claves del imaginario del autor de algunas de las fotografías más célebres del rock. l sello Director Labels lleva un par de años editando, de forma lujosa y muy cuidada, el trabajo de algunos de los directores de clips musicales más influyentes de la última década. Primero fue el turno de Chris Cunningham Spike Jonze y Michel Gondry, artistas del vídeo y la imagen, cuya obra ha despertado la
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atención de museos y salas de exposiciones y en el caso de los dos últimos su radio de acción ha llegado también a la pantalla grande. En la segunda hornada, a finales del pasado año, llegaron los trabajos –algo más desconocidos para el espectador medio– de Mark Romanek, Stéphane Sendnaoui, Jonathan Glazer y, final-
mente, Anton Corbijn. El director holandés es una personalidad fundamental para entender la evolución del lenguaje de los vídeos musicales, desde el año 1987 hasta la actualidad, además de influir en el concepto de narrativa audiovisual gracias a la confianza de las grandes estrellas del rock (Metallica, U2, Depeche Mode, etc…), pero
también a la propuestas creativas de otros inquietos artistas como Nick Cave o Kurt Cobain. Los cerca de 200 minutos que componen The work of director. Anton Corbijn (Directors Label, 2005) comprenden 28 vídeos musicales, promocionales para distintas cadenas de televisión, diseños para actuaciones en directo de varios grupos y un documental, compuesto por anécdotas y curiosidades de casi veinte años de carrera, muy útil para recomponer el particular maridaje entre rock e imágenes que guía el trabajo de este director. En el año 1972, Corbijn, el hijo de un pastor protestante de un pequeño pueblo cerca de Rotterdam, decidió seguir a las bandas holandesas más populares de
con otros artistas y trabar amistad, en Manchester, con Ian Curtis, cantante y líder de Joy Division, para el que realizó una famosa colección de retratos. La explosión de la cultura audiovisual en esa época le llevó a experimentar con una cámara de vídeo, primero con el grupo alemán Propaganda, para el que dirigió ‘Dr. Mabuse’ (1984), un trabajo experimental que se acerca a los parámetros de la vídeo creación. El primer éxito de Anton Corbijn llegó con ‘Seven seas’ (1984), junto a Echo and the Bunnymen; el grupo de Ian McCulloch quería apoyar su música densa y precursora del nuevo romanticismo, con una imagen transgresora. El director holandés captó el mensaje y disfrazó al grupo de animales de peluche, entre lo estrafalario y lo gótico, jugando con las texturas, la saturación de los tonos y el grano de la película. El elemento animal ejerce como algo fuera de contexto que busca impactar en el espectador. Esta irrupción de lo ‘extraño’ dentro de la lógica narrativa se convirtió en una constante en su obra con el uso de disfraces (‘Liar’, de Henry Rollins), criaturas míticas (una sirena en ‘Electrical storm’, de U2), monstruos (‘Walking in my shoes’, de Depeche Mode) u objetos anacrónicos (‘Heart shaped box’, de Nirvana), que funcionan como puntos de reflexión y conforman el universo físico propio del director. Narrativamente, el trabajo de Anton Corbijn destaca por el inteligente uso del montaje como herramienta para crear asociaciones de ideas entre la música, la letra y las imágenes. El montaje le permite manipular la realidad y transformar la sucesión de acontecimientos a su antojo, como en ‘Goddness on the highway’, de Mercury Rev, uno de sus trabajos más cinematográficos donde, al estilo de Michael Haneke, decide ar-
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‘indie’ americano, como en ‘Mama said’, de Metallica; proponer una nueva estilización de la nouvelle vague, en ‘Behind the wheel’, de Depeche Mode; o rendir homenaje al western, al estilo de Sergio Leone, con ‘All these thing that I’ve done’, de The Killers. Sin embargo, por encima de cualquier director o corriente, Anton Corbijn siempre ha reconocido su devoción por «las dos tes de Europa, Tati y Tarkovsky». La obra de Corbijn merece un último nivel de análisis, aquel que se fija, exclusivamente, en las historias que vemos en pantalla. Cuando se piensa en qué cuenta el
culturas 7 Rock sin enchufes MÚSICA
Narrativamente, el trabajo de Anton Corbijn destaca por el inteligente uso del montaje como herramienta para crear asociaciones de ideas entre la música, la letra y las imágenes
bitrariamente hacer avanzar o retroceder el tiempo en el que se encuentran sus personajes. Esta forma de trabajo asume parte de su sentido de los elementos fílmicos utilizados por Anton Corbijn, que apuesta por primeros planos, ángulos forzados y la profundidad de campo. Este último recurso permite al espectador bucear en lo que pasa más allá de la pantalla y al director priorizar la acción ‘de fondo’ hasta el punto de asumir tanto protagonismo que aparece en un primer plano, como en ‘Straight to you’, de Nick Cave and the Bad Seeds, quizá su trabajo más cercano al lenguaje del teatro. En 1988, cuando ya habían pasado algunos años desde el suicidio de Ian Curtis, Corbijn aceptó el encargo de realizar ‘Atmosphere’, el vídeo póstumo de Joy Division. Su transcendencia es, en primer lugar, de índole emocional, puesto que significaba reconstruir la personalidad de un amigo de la única manera posible en aquel momento, a través de su imagen estática recogida en retratos de gran formato. Pero también fija algunos de los criterios estéticos de su producción posterior, puesto que ‘Atmosphere’ contiene el ritmo y la planificación propia del director, además de suponer su primera ‘vampirización’ de un estilo o corriente cinematográfica. En este caso, Corbijn se acerca a los postulados del expresionismo alemán y la huella de Lang y Murnau asoma detrás de muchas de las imágenes. A lo largo de su carrera también tendrá tiempo para acercarse al
director en sus clips nos encontramos con que el artista no se limita a ilustrar con imágenes el hilo narrativo de la canción; él prefiere proponer nuevas lecturas a la historia o bien fabular a partir de los elementos que los músicos establecen como punto de partida. Una tercera vía consiste en utilizar los vídeos como vehículo para dejar traslucir elementos biográficos. A veces habla de la superación de miedos infantiles hacia la muerte o la prohibición de disfrutar del sexo con total libertad, derivados de su férrea educación religiosa; también aborda la figura del padre, como elemento de autoridad con el que, tras una etapa de conflicto, ahora se busca una reconciliación, como aparece en una de las tramas paralelas de ‘One’ para U2; otras veces, es la búsqueda de un hogar real donde poder descansar cuando se evapora la juventud, como hace el agotado rey de ‘Enjoy the silence’, de Depeche Mode, que recorre colinas y mares con su silla plegable en busca del sitio de su recreo. Todo esto se puede disfrutar en The work of director. Anton Corbijn, un documento que ejerce de almanaque de los veinte últimos años de música y también como clase magistral de uno de los creadores de imágenes más interesantes de la actualidad, no sólo en el campo del videoclip sino también de la creación audiovisual. Se trata de un director que establece vínculos con los músicos que van más allá de lo profesional, lo que permite un nivel de compromiso y entendimiento que hace de cada clip una muestra de dos talentos que se complementan. Anton Corbijn es un director cuya carrera ha estado siempre guiada por «el amor al rock» y esa pasión brota ante el espectador a través de sus estilizados planos y en cada uno de sus retratos, esos que parecen conseguir robar el alma de las grandes estrellas del rock. Fernando Bernal
Luis Hevia
costumbrados como estamos a las carreras efímeras y a las glorias pasajeras, sorprende encontrarse con la vitalidad de una banda que dio sus primeros pasos en 1974, cuando eso del rock and roll era aún una incógnita con nombre extranjero y tintes diabólicos para gran parte de los españoles. Sorprende más aún que los Burning sigan fieles al ideario que les vio nacer en madrileño barrio de La Elipa y que, más de treinta años después de la publicación de su primer single, digan que su último trabajo discográfico se ha hecho «por amor al rock and roll y a los Stones». Si musicalmente ésas han sido sus señas de identidad, estéticamente el grupo siempre se ha distinguido por mantener una actitud macarra, chulesca y juerguista. Su tendencia a la autodestrucción y a deambular por el lado más salvaje de la vida no fue nunca una pose, sino la lógica consecuencia de sentir la música y su trilogía de excesos como una forma de vida. Las muertes de Toño Martín (1987) y Pepe Risi (1997), dos de los fundadores de la banda, tras varios años enganchados a la heroína dan fe de ello. Del mismo modo, su cancionero habla sin tapujos y de una forma directa y sincera, heredada del realismo urbano, de drogas, barrios marginales, delincuencia juvenil... aunque también de desamor, mujeres fatales y largas noches de fiesta. Con esta temática, genuinamente rockera, adaptada al castizo universo madrileño y con Chuck Berry, The Rolling Stones y el Lou Reed más duro como referentes musicales, la banda consiguió cierta popularidad con su segundo trabajo, El fin de la década (Belter, 1979), gracias a temas como
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BURNING Dulces dieciséis Peermusic, 2006
La arrogancia chulesca de la voz de Johnny es sustituida por una melancolía que dota al disco de un tono crepuscular y nostálgico que demuestra que, cuando quieren, no hay nadie más tierno que los tipos duros
‘Las chicas del drugstore’, ‘Mueve tus caderas’ y, sobre todo, ‘¿Qué hace una chica como tú en un sitio como éste?’. Su cumbre comercial, sin embargo, llegaría doce años más tarde, después de una época dura, en la que las adicciones hicieron estragos en el seno del grupo,
que sólo pudo ser sostenido por la fidelidad de un escaso pero entregado público y por su tenacidad en seguir siendo ‘rock and roll stars’. Así, consiguieron en 1991 el disco de oro con el recopilatorio En directo (BMG Ariola, 1991), en el que colaboraron amigos y admiradores como Loquillo, Antonio Vega, Rosendo o Joaquín Sabina. Con Johnny Cifuentes asumiendo los galones de liderazgo absoluto tras la muerte de Risi y relegados de nuevo al rol de grupo de culto por la indiferencia y la sordera del público estatal, los Burning han continuado durante los últimos años una carrera que, sin el apoyo de discográficas ni de medios de comunicación y condenada al malditismo, ha seguido destilando obras de intenso rock que nada tienen que envidiar al repertorio que les hizo llenar plazas de toros y campos de fútbol. El último jalón de esa trayectoria, Dulces dieciséis (Peermusic, 2005), combina la revisión en formato acústico de varias de sus piezas más conocidas y coreadas con la de algunas de las canciones que marcan el presente de la banda, como ‘Jack Gasolina’ u ‘Ojos de ladrón’. Los temas del disco, seleccionados por sus seguidores a través de la web oficial del grupo (burningmadrid.com), no pierden fuerza ni intensidad a pesar de prescindir de los ropajes eléctricos con que fueron concebidos. Mientras, la arrogancia chulesca de la voz de Johnny es sustituida por una melancolía que dota al disco de un tono crepuscular y nostálgico que demuestra que, cuando quieren, no hay nadie más tierno que los tipos duros. J. Sánchez Zapatero
8 culturas LIBROS Salvaje diversión
TRIBUNA DE SALAMANCA, Domingo, 5 de marzo de 2006
Un problema con ‘yo’ Biografía del hambre, de Amélie Nothomb, parece escrito para no salir nunca de un cajón
CHARLIE WILLIAMS Gente muerta La Factoría de Ideas, 2005 343 pp. / 18,95 euros
Violencia irracional y humor negro se dan la mano en Gente muerta, la primera obra del británico Charlie Williams. Royston Blake, portero de un local de copas de una pequeña localidad inglesa en la que impera la ley del más fuerte, intenta recuperar su reputación de ‘tipo duro’, perdida tras recibir un par de humillaciones públicas. Para ello, prepara un ajuste de cuentas contra quien ha osado convertirle en el hazmerreír del pueblo que le devolverá el respeto de sus paisanos. Pero, tras una caótica concatenación de errores, el protagonista de la novela se ve envuelto en una absurda espiral de violencia que parece no tener fin. Lo que en principio parece un simple desmadre involuntario provocado por un tipo normal al que «se le escapan las cosas de las manos» termina por convertirse en una situación demencial en la que ser convencional y pacífico se vuelve anormal. Como si de un personaje de Jim Thompson se tratase, Blake se ve arrastrado por un instinto animal que le lleva a comportarse como un psicópata desquiciado sin sentido de la responsabilidad. No hay ética, ni mucho menos arrepentimiento, en su deambular, que, caótico de por sí, se muestra en ciertos momentos de la trama innecesariamente complicado. Sólo hay un ansia de sangre que el protagonista y narrador de la historia se empeña en justificar aludiendo a la necesidad de sus acciones. Utilizando con maestría un narrador no fiable que interpreta todo de forma demente y que sólo va desvelando toda la verdad de la historia a medida que ésta avanza, el autor muestra un panorama en el que todos los personajes esconden un perturbado dentro y en el que los impulsos del mal vencen frente a cualquier tipo de redención. Uno de los grandes valores de la novela sea la creación de Mangel, un pueblo donde ser hortera es sinónimo de ser poderoso y donde la brutalidad es el único modo de imponer autoridad del que, tal y como se repite a lo largo de toda la obra, «nadie puede escapar». Presentado con tanto costumbrismo como crítica social, el escenario resulta ser tan amoral como los personajes que por él pululan. Llena de ritmo y tensión, Gente muerta es una de esas novelas que arrastran con magnetismo al lector y se dejan leer de un tirón. Tremendamente divertida y brutal, su gancho narrativo y su sentido del humor no deben dejar pasar por alto la reflexión existencialista que, sin intenciones moralistas ni crítica de valores, encierra la obra, en la que la muerte vale tanto como la vida y los individuos aparecen presentados como fuerzas anónimas e indefensas incapaces de reprimir sus ansias de violencia en un ambiente de irracionalidad colectiva. Javier Sánchez Zapatero
ay libros, demasiados, que, como esta Biografía del hambre, no son necesarios. Y eso pese a que queda bien claro, en cada renglón de la lectura, por qué lo escribió quien lo escribió. Para ajustar cuentas, claro. Por eso este volumen encierra la autobiografía meramente interior de su autora, la autobiografía de los primeros años de su vida, los que son decisivos. Dada la esencia de los capítulos que le tocó vivir, de haber tenido otra intención el libro nos habría hablado acerca del desarraigo, del amor, de los límites físicos de la libertad, de la rebelión del cuerpo, de la autonomía del pensamiento o de las ilusiones. Sin embargo, Nothomb opta por encerrarse en sí misma, por hablar del ‘yo’. A pesar de no ocultar los malos tiempos para un niño, se muestra satisfecha de sí misma durante alguna de sus sesiones nocturnas de escritura, sentada en su cama, con media docena de almohadas a modo de respaldo. Y así pierde la oportunidad de salir de cierto rumiarse a sí misma, para tratar de lo que importa. Ella, que tantas experiencias deslumbrantes parece haber vivido. Así pues, cualquiera diría que este texto está escrito para ser guardado en el cajón de un escritorio, y no para ser divulgado. Al menos no en su formato actual. Basta con echar un vistazo a ciertos párrafos, a la exposición de algunas ideas, a una redacción corriente –que no puede atribuirse al traductor, Sergi Pámies–, para darse cuenta de qué es lo que sobra: «Aquella situación era ridícula y lo sufría en mi dignidad infantil», adolece de falta de expresividad; «Fue por aquella época cuando decidí no crear nunca una leprosería. Resulta admirable la constancia con la cual me mantuve fiel a esa decisión», demuestra un problema de narcisismo a la hora de catalogar qué es importante transmitir de lo que uno ha vivido. También se le puede echar un vistazo al capítulo en que trata el método con que seducir a su madre, para concluir que el relato peca de no saber qué es lo que es nece-
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AMÉLIE NOTHOMB Biografía del hambre Trad. de Sergi Pámies Anagrama, 2006 206 pp. / 14,50 euros
sario ir conociendo de uno mismo para explicarse quién es, cómo se ha construido. Se me viene a la cabeza, en este momento, el magnífico libro de Albert Camus, El primer hombre, como expresión ejemplar de esta idea. Aunque lo que en Camus era melancolía, aquí es un regreso sin culpa, y con ambición apenas demostrada en los capítulos dedicados a la pérdida de la inocencia en Bangla Desh, donde sí demuestra tener algo que contar, y también en la lucidez con que va integrando sus lecturas en su aprendizaje, o en el momento en que decide, luchando consigo misma, poner fin a su anorexia, porque elige la vida. Y esa vida, la de una niña, marcada por el nomadismo –su padre fue cónsul y embajador en Japón, China, Nueva York y Bangla Desh–, el alcoholismo infantil o arranques de potomanía y ataques de asma, podría habernos resultado complaciente, embriagadora, atrevida, nostálgica o cualquier otro sentimiento, de no ser por la consagración hiperbólica con que se dedica a sí misma. Es cierto que no sin motivo: al fin y al cabo, no ha dejado de ser una persona diferente allí donde caía. El problema es cómo integrar ese concepto de ser especial en la personalidad y luego regurgitarlo en una novela autobiográfica. A mi juicio, Nothomb se ha apresurado, puede que todavía no haya digerido aquello a lo que pretende dar salida. De ahí que durante ciento ochenta de las doscientas páginas del libro, uno traduzca que ella infiere de esos episodios que ser diferente es ser inconfundible, tal vez mejor. Una lástima que caiga en esta forma de catalogar y organizar su mundo interior tras un fantástico inicio, en el que muestra un interés antropológico al escrutar la fascinación por la abundancia. Y también porque consigue enderezar el rumbo en las últimas páginas. Esperemos que siga escribiendo para que así siga mejorando. Ricardo Martínez Llorca
Siguiendo a ‘La Golondrina’ Enriqueta Antolín utiliza en su viajera Final feliz recursos próximos a la novela histórica na vez más Enriqueta Antolín se adentra en la narrativa a través del mundo femenino, aunque armonizándolo en este caso ENRIQUETA con recursos próxiANTOLÍN mos a la novela hisFinal feliz tórica. Las páginas Alfaguara, 2005 de Final feliz refle210 pp. / 14,95 euros jan el mundo de los tiempos actuales, pero recuperan el ambiente de comienzos de 1908. «Noventa y cuatro años y algunos meses más tarde, una mujer que tampoco está obligada a dar explicaciones, llega a la estación madrileña de Chamartín…» (p. 44). El pretexto literario es sencillo en apariencia: Mariate, una mujer moderna, que ha sufrido un fracaso sentimental reciente, se dispone a iniciar un viaje en tren. Su objetivo es doble: alejarse de las tribulaciones sentimentales que ha sufrido en Madrid al separarse de Adrián y, sobre todo, recuperar las andanzas biográficas de Tomás Whitehouse, su bisabuelo. Una foto misteriosa que la familia conserva, con la palabra ‘La Golondrina’, le sirve de acicate; quiere rastrear las huellas humanas
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de su bisabuelo, uno de los ingenieros que proyectó el ferrocarril de vía estrecha del norte de España. El viaje es por tanto una indagación histórica y una experiencia personal. Mariate va anotando en su diario las experiencias personales y al mismo tiempo la autora va describiendo lo que fue la vida de Tomas Whitehouse en el pasado y lo que es la vida presente de Mariate. De esta forma, la novela avanza desde una triple perspectiva, conseguida en muchos pasajes a través de fundidos literarios que reflejan la actitud de la protagonista y su bisabuelo ante el mismo escenario. La diversa interpretación de la realidad explica la alternancia estilística. El estilo coloquial, espontáneo, bastante desgarrado en que manifiesta sus impresiones la protagonista, contrasta con el estilo clásico de la autora. La novela presenta una clara condición itinerante. Los paisajes gallegos y del norte de España serán la referencia espacial en la que se plasman las impresiones de Mariate (bastante liberal y espontánea en sus relaciones amorosas con diversos tipos a los que va conociendo) y el descubrimiento de la vida de su abuelo. Paulatinamente Mariate y, a través de ella, el lector, va conociendo el apasionado amor que su abuelo vivió con ‘La Golon-
drina’, una bella mujer cubana. La experiencia viajera e investigadora de la protagonista va complementándose con detalles de actualidad, que en muchos casos no parecen aportar un gran atractivo. Sirven de referencia al lector, pero añaden muy poco a lo narrado. El viaje en el tren de FEVE y el viaje sentimental de Tomás Whitehouse llegan a un final paralelo, pero lejano entre sí. El bisabuelo de la narradora termina sus andanzas en París, mientras que ella retorna a su punto de partida madrileño. Nada intuimos de lo que será su vida en el futuro, pero… «Mariate se siente tan satisfecha de haber conseguido las riendas de la vida de sus tortolitos que, sin pararse a pensarlo, toma también las riendas de la suya» (p.209). Pero es sintomático que abra el cuaderno de música que Adrián, su ex marido, le regaló y en el que muestra sus titubeos literarios en ese momento. No se decide por ninguna de las expresiones que se le ocurren, pero… «Mañana empieza la primavera», sonríe. Y cierra el cuaderno. Se cierra al mismo tiempo una novela de indudables aciertos estilísticos, pero en la que no faltan pasajes de dudosa calidad literaria por el desarrollo que reciben. Nicolás Miñambres