culturas
N° 67 Suplemento de
artes y letras
TRIBUNA DE SALAMANCA, Domingo, 26 de marzo de 2006
El presente nace en
GRECIA 4
Bernardo Souvirón viaja hacia el pasado para descubrir las claves de la sociedad occidental. Hablamos con él de mujeres, mitos guerreros y divulgación.
ILUSTRACIÓN: ELSA GARCÍA SÁNCHEZ
3 EL DÍA DEL TEATRO
7 JOHNNY CASH
Mañana se celebra en todo el mundo una jornada que nos recuerda la pujanza de este milenario arte de la palabra.
Ha vuelto a la actualidad por una película un tanto superficial, pero su leyenda se encuentra arraigada por la integridad de su música.
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TRIBUNA DE SALAMANCA, Domingo, 26 de marzo de 2006
esta semana al suplemento uno de esos buenos ejemplos de divulgación cienttíficaraemos bien entendida. La industria editorial está apostando por un modelo de acercamiento al pasado basado en la novelización más superficial, en un cóctel de intriga, ficción y verdades históricas mezcladas con flagrantes inexactitudes. En medio de esa borrasca de superventas Alianza Editorial acaba de publicar Hijos de Homero, un ensayo de Bernardo Souvirón que se aleja del mode-
lo comercial pero que entretiene mucho más. Buscando entre las fuentes de la Grecia que se comprende entre los años 2000 y 500 antes de Cristo, podemos hacer una lectura del presente, de cómo los mitos arraigaron y siguen vivos. Un libro más que recomendable. Justo donde termina el ensayo de Souvirón comienza el teatro, en la época clásica griega. Mañana se celebra en todo el mundo el Día Internacional del Teatro, un arte que ha cambiado mucho desde entonces, pero que lucha
por mantener su capacidad para ser un instrumento de reflexión social. Esta semana tenemos música: Belle and Sebastian ha dejado de ser un enigmático colectivo para presentarse con la cara al descubierto y su último disco parece contagiado con los días luminosos que afrontamos en esta primavera. También repasamos la trayectoria de Johnny Cash, una leyenda a la que el ‘biopic’ En la cuerda floja no le hace justicia, pero para eso estamos nosotros.
Antonio Marcos culturastribuna@yahoo.es
1‘LoELdelCINE DE ‘JIM-BOX’ cine español’ se ha convertido ya en un ítem imprescindible en algunos foros de opinión. Unifican, desprestigian y atacan a toda película española. Roza el absurdo la cantidad de oprobios que ha recibido Jim-Box por ganar el Notodofilm, el festival de cine comprimido, con su pieza H5N1, como si hacer una pequeña película con tu cámara de vídeo te convirtiera en un esquilmador de las arcas nacionales. Nuestro querido Refo conoce bien el cine de Jim-Box y en su blog (refoworld.blogspot.com) hace un análisis de su obra: «‘Jim-Box’ es un talento que llegó al cine por el ‘surf’. Así lo cuenta él. Se compró una cámara para grabar las olas y luego se aficionó a grabar cortos. Muestras inmediatas de lucidez cinematográfica, apuestas arriesgadas rodadas al momento, con la magia y la inocencia de todo aquel que empieza. Es la gran virtud de ‘Jim-Box’. Esa energía desbordante, su contagiosa ilusión y una imaginación innegable para transformar cualquier instante de decaimiento en una odisea de diversión. Es auténtico, ajeno a la superficialidad y la impostura a la que estamos acostumbrados en el mundillo del cine. Él mismo es como una ola que te arrastra y te convierte en devoto de su optimista visión de las cosas. Su cine, con la definición que su precursor ha dado en llamar ‘guerrilla film’ es la apoteosis de la inmediatez creativa, del rodaje instantáneo y del montaje certero para que sus cortos funcionen mucho más allá de la calidad del producto».
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EL COMPLICADO OFICIO DE LA EDICIÓN Según datos del Instituto Nacional de Estadística, el año pasado se publicaron en España 53.155 nuevos títulos, un cinco por ciento más que el año anterior. La media de ejemplares por título fue de 4.426, que refleja un incremento del veinticinco por ciento. Con estos números –se publican 144 libros diarios, una cifra que no puede ser absorbida por ninguna librería–, con la competencia de los grandes grupos de comunicación, que además de su labor editorial ‘regalan’ libros con sus periódicos, pueden imaginar que montar una pequeña editorial se convierte en una aventura. Cerca tenemos el ejemplo de Tropismos,
que en poco tiempo va consiguiendo hacerse un hueco basándose en la calidad de su catálogo. Ahora podemos seguir paso a paso la creación de una nueva editorial. Alejandro Martínez, después de trabajar en algunas ‘majors’ ha decidido intentarlo y lo cuenta en su blog ‘Andanzas’: «Ha llegado el momento de darme de bruces contra la realidad. Puede que haya hecho los mejores libros del mundo, pero si no están bien distribuidos no ‘existen’. Estoy buscando una buena distribuidora y, en mi posición, es algo bastante complejo; no puede ser ni demasiado grande, ni demasiado pequeña. Si es demasiado grande, no contaré para ellos y no me ‘cuidarán’, mis libros no serán bien tratados. Si es demasiado pequeña, los libros no podrán llegar adonde deben llegar para ser reconocidos, para existir».
3La proliferación CRÍTICA Y CENTROS DE ARTE de museos y centros de arte es un signo de nuestros días, inmersos en ese modelo de la industria cultural-turística de moda. En Politikak.org se hacen eco de un artículo de Arturo F. Rodríguez sobre un reciente congreso sobre el tema en el País Vasco: «Si como parece, por lo que hemos visto en los últimos años, ha habido y habrá recursos materiales suficientes para que sigan proliferando este tipo de estructuras, se antoja lógico pensar que es ahora el trabajo de mediación el que va a determinar sobremanera la trayectoria y la efectividad social (y por tanto cultural) de estos equipamientos y de sus presupuestos (también conceptuales). Se trataría así de hacer fuerte la correa de transmisión de la cultura con el público receptor, más allá de la visión utilitaria de la misma, que ha sido precisamente la que ha determinado la creación de estos centros». En ‘Contraindicaciones’ podemos leer a José Luis Brea abriendo nuevos horizontes cibernéticos para la crítica de arte: «El acto participativo de una escritura crítica en todo momento recusable, disentible, para la que cualquier enunciación no se ejerce sino como una entre muchas posibles, perfila un mapa desjerarquizado del juicio y el valor interpretativo, que se expande a la manera de un tiempo que sabe que sólo en la multiplicidad de las interpretaciones y su entrecruce, en la diversidad de los paradigmas y su contraste, puede reposar algún restante efecto de verdad».
En el blog ‘Papel Continuo’ podemos encontrar enlazadas dos historietas de Joe Sacco sobre Irak. Conocido por su labor como periodista gráfico en zonas de conflicto, la obra del norteamericano ha dejado ya volúmenes como Palestina o Gorazde, zona protegida. Su manera de enfocar las historias suele dejar de lado la versión oficial y se centra en rescatar testimonios de los protagonistas pasivos de la guerra, esa sociedad civil que sólo aparece en los grandes medios como cifras marcadas en la casilla de ‘efectos colaterales’
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Un rayo de esperanza Víctor Hugo Rascón Banda odos los días deberían ser Días Mundiales del Teatro, ya que en los últimos veinte siglos la llama del teatro ha permanecido encendida en cada rincón del mundo. Se ha anunciado desde siempre la muerte del teatro, especialmente después del surgimiento del cine, la televisión y los nuevos medios. La tecnología ha invadido la escena y aplastado la dimensión humana; hemos experimentado un teatro visual que ha rechazado la palabra, cercano a una pintura en movimiento. Se han realizado obras sin palabras, sin luz, y hasta sin actores, con maniquíes solamente o marionetas instaladas con juegos de luces. La tecnología ha tratado de transformar el teatro en fuegos artificiales o en un espectáculo de feria. Hoy asistimos al regreso del actor frente al espectador. Hoy somos testigos del regreso de la palabra sobre el escenario. El teatro ha renunciado a la comunicación de masas y ha reconocido sus propios límites, impuestos por la presencia de dos seres frente a frente que se comunican sentimientos, emociones, sueños y esperanzas. El arte escénico deja de contar historias para intercambiar ideas. El teatro emociona, ilumina, molesta, perturba, exalta, revela, provoca, transgrede. Es una conversación compartida con la sociedad. El teatro es la primera de las artes en confrontarse con la nada, con las sombras y el silencio para que surjan la palabra, el movimiento, las luces y la vida. El teatro es materia viva que se consume al mismo tiempo que se crea, pero que siempre renace de las cenizas. Es una forma de comunicación mágica en la que cada persona da y recibe algo que la transforma. El teatro refleja la angustia existencial del hombre y penetra en el misterio de la condición humana. A través del teatro no se expresan sólo los creadores sino la sociedad contemporánea. El teatro tiene enemigos visibles: la falta de educación artística en la niñez, que nos impide descubrirlo y disfrutarlo, la pobreza que invade el mundo, que aleja a los espectadores de los lugares de espectáculo; la indiferencia y el desprecio de los gobernantes que tendrían que promoverlo. En el teatro los dioses y los hombres se han comunicado, pero ahora el hombre le habla a otros hombres. Por eso el teatro debe ser más grande y mejor que la vida misma. El teatro es un acto de fe en el valor de una verdad prudente en un mundo enloquecido. Es un acto de fe en la humanidad, responsable de su propio destino. Es necesario vivir el teatro para comprender lo que nos sucede, para transmitir el dolor que flota en el aire, pero también para vislumbrar una destello de esperanza en medio del caos y la pesadilla cotidianos. ¡Vivan los oficiantes del rito teatral! ¡Viva el teatro!
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DÍA INTERNACIONAL DEL TEATRO
Que nunca cierre el telón Mañana se celebra el Día Internacional del Teatro, una festividad que anualmente nos recuerda la importancia de este arte. En Salamanca se ha organizado un acto en el que intervienen compañías salmantinas. s primavera! Llegan los días luminosos y largos, las flores y ese acucioso cosquilleo en el cuerpo. Para el teatro ésta es también la estación de reverdecer: es época de estrenos, aluvión de festivales y celebraciones. Y es que nos gustan las conmemoraciones, los aniversarios, los días con una dedicatoria especial… Esta semana ha sido el Día Internacional del Teatro para Niños y el Día Internacional del Títere, el 20 y el 21 de marzo respectivamente. Mañana, lunes 27 de marzo, es la fiesta mayor, pues en todo el mundo se festeja el Día Internacional del Teatro. Esta celebración la convoca el Instituto Internacional del Teatro –ONG bajo la tutela de la UNESCO– desde 1961, invitando cada año a un teatrista de renombre internacional a escribir un mensaje que circula por todo el mundo entre periódicos, revistas, cartas, faxes y ahora Internet. El autor del mensaje del 2006 es Víctor Hugo Rascón Banda, dramaturgo mexicano, premiado en España en la última y reciente edición de los Premios Max. Del gremio titiritero llega también una misiva, firmada por el germano-sueco Michael Meschke, director y pedagogo a quien la historia del teatro de títeres en el siglo XX le sitúa en una plaza de vanguardia.
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Ambos mensajes expresan una profunda y obstinada fe teatral y reivindican este arte por político y por comprometido, por constituir un incontestable bien social. Dice Meschke: «En este año 2006, la humanidad corre hacia una polarización cada vez mayor de los distintos fundamentalismos, tanto al Este como al Oeste, a la izquierda como a la derecha. El método: mancillar lo que es más querido para el otro, ya sea el Islam, la libertad de expresión, la dignidad humana, u otros valores esenciales. » La marioneta en todo esto parece muy risible. Hace reír, pero no en el sentido tradicional, animando a su público, sino más bien por su impotencia. Sin embargo, esta impotencia es la verdadera fuerza de la marioneta, porque forma parte de ése, ‘a pesar de todo’, sin el que la humanidad habría perecido hace mucho tiempo. » Los tiempos cambian. El titiritero, que antaño quería salvar al mundo, ahora se da por satisfecho si puede vivir de su trabajo. Por lo tanto seamos modestos, sin que ello signifique ceder al derrotismo: hagamos actuar a nuestras marionetas porque es lo que nosotros sabemos hacer, porque queremos el privilegio de tener como trabajo lo que más nos gusta y porque esto, continúa y continuará recompensándonos con las emociones que provocamos en tantos corazones». Sí, ‘a pesar de todo’, los titiriteros y los teatristas seguimos de pie, edificando el Teatro, los Teatros, soñándolos, pensándolos, escribiéndolos, estudiándolos, haciéndolos de todas las formas y maneras, «para volar y para tomar tierra, para contemplar el mundo desde lo alto y desde lo profundo, para otear, para penetrar, para entender, para sentir, para estar y para ser», creyendo que el espectador vendrá a ver-
Los mensajes del Día del Teatro y Día del Títere expresan una profunda y obstinada fe teatral y reivindican este arte por político y por comprometido por constituir un incontestable bien social
nos porque nos necesita. Mañana, el Día Mundial del Teatro ha de ser el oficial pretexto para pensar con más fuerza en todos los que forman parte de este gran gremio: actores y actrices, directores, dramaturgos, poetas, diseñadores, escenográfos, compositores, coreógrafos, técnicos, investigadores, críticos, mecenas en vía de extinción, productores, patrocinadores, ilusionistas, bailarines, titiriteros, demiurgos… Y festejar ha ser también recordar, no olvidar†a aquellos artistas como Lorca o Meyerhold, fusilados por la barbarie, o los numerosos teatros cerrados por las dictaduras, o los teatristas en China o Myanmar que siguen en prisión, o Leo Bassi amenazado este mismo mes en Madrid y en Toledo, objeto de la alarmante censura que perdura, aún hoy, en la España democrática. Pensemos. Pensemos fuerte en ellos y en todos para que nunca se cierre el telón. Yanisbel Victoria Martínez
Víctor Hugo Rascón Banda (México, 1948) ha escrito el texto que mañana se leereá en todos los teatros del mundo con motivo del Día Internacional del Teatro.
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na de las principales tesis del libro –que abarca desde el 2000 al 500 a. d. C.– consiste en demostrar que en Creta había una civilización pacífica y femenina –gobernada por mujeres– y los pueblos indoeuropeos imponen una cultura guerrera y masculina, primero con las armas y más tarde con los mitos, recogidos por Homero.
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¿Cómo hacía Creta para mantener una cultura pacífica en un mundo tan cambiante? Hay una teoría, digamos tradicional, que habla de la talasocracia cretense: tenían el control de las rutas marítimas y se defendían más de piratas que de ataques más organizados. Esa supuesta flota habría impedido la llegada de atacantes. No sé si esto es así o no, pero son los pueblos nómadas, estos indoeuropeos que en Grecia se llaman micénicos o celtas en la península ibérica los que traen en sí mismos la necesidad de la guerra frente a un pueblo asentado y pacífico. Es uno de los ‘leif motivs’ de la Historia, el enfrentamiento entre nómadas e instalados. La guerra tiene en ese tiempo un componente grande de ese tipo. Haciendo un ejercicio de imaginación, ¿cómo hubiera sido el mundo si hubiera prevalecido aquella forma de convivencia? Habría que usar la imaginación en un sentido literal, la imaginación mítica. Desde luego, hubiera sido muy distinto. Hay quien sostiene que la guerra ha sido el motor del desarrollo, del progreso. Siempre he creído que esto no es así: en el segundo milenio antes de Cristo los palacios cretenses tienen agua caliente, calefacción, tratamiento de aguas residuales. Si eso no es progreso material… para mí está claro que la guerra no forma parte de la vida de esa gente. No hay ningún dato, ni arqueológico ni documental posterior. La guerra es consecuencia de esos pueblos que intentan instalarse y después de que la guerra se pone como base, el hombre, que es más efectivo en ese aspecto, adquiere una preponderancia muy grande. No sé cómo hubiera sido el mundo, pero seguro que nos hubiéramos dedicado más a ver crecer, no sé, las cosechas de una parte y nuestros hijos de otra, que a ver crecer nuestras cuentas bancarias. Y con la guerra llega la esclavitud, conformándose un modelo de dominación que parece no habernos abandonado nunca. Sí. El libro habla del alba de Occidente, pero desde luego que estamos metidos todavía en esa línea. La guerra conlleva una serie de factores y uno de ellos es la esclavitud, que puede presentarse bajo formas distintas. Creo incluso que los sistemas democráticos, incluido el que lo inventa, que es Atenas, tienen una especie de vi-
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Hijos de Homero (Alianza Editorial) bucea en el pasado para comprender el presente y demuestra cómo en la Grecia antigua nacieron nuestras ideas sobre el mundo. Bernardo Souvirón investiga las fuentes literarias y las ofrece con todo el rigor, sin perder por ello la atención del lector. Un libro jugoso sobre un período decisivo de la Historia escrito por un gran divulgador.
Ilustraciones: Elsa García Sánchez
BERNARDO SOUVIRÓN
«Las democracias necesitan explotar para sobrevivir»
Bernardo Souvirón, en la isla de Santorini
Las democracias, incluida la de Atenas, necesitan la explotación de colonias para sobrevivir y no están dispuestas a conceder a otros los derechos que ellos tienen
rus interno y es que necesitan la explotación de colonias para poder sobrevivir. Le pasó a Atenas, a Roma –aunque no era realmente una democracia–, al Imperio Británico y ahora a Estados Unidos. Para mantener la democracia interna, las democracias siempre se han comportado de una manera agresiva e imperialista de fronteras hacia afuera. Y no están dispuestas a conceder a otros los derechos que ellos tienen, aunque, evidentemente, se los venden. El pretexto de un ataque para restaurar la democracia o instaurarla oculta la búsqueda de la materia prima necesaria para su supervivencia tecnológica. Y ésta se encuentra en lo que algunos han llamado colonias o, como los romanos y en un sentido más literal, provincias: lugar de vencidos, que es lo que significa literalmente la palabra. Estamos en esa línea todavía. Los esclavos son necesarios para mantener la producción. Pueden parecer más o menos esclavos, pero lo son. Sin es-
clavitud sería impensable hoy día que las multinacionales de ropa deportiva pudieran existir. El mecanismo es más o menos el mismo que entonces. Esa ocultación, ese vender los conceptos, enlaza con otro punto clave de su libro: cómo los micénicos utilizaron los mitos para hacer desaparecer la cultura anterior. Los mitos son el patrimonio de la gente común. No es necesario estudiarlos, se te meten en la cabeza sin darte cuenta. Nosotros seguimos teniéndolos. Roma atacaba y conquistaba con el pretexto de civilizar, de convertir en ciudadanos a los bárbaros. Y para ello hacía lo contrario de lo que se esperaba de esa ‘civilización’: el ejército tenía que comportarse como un bárbaro para imponerla. Pero sí tenía ese componente civilizador, y lo vemos en puentes, carreteras, teatros y bibliotecas. ¿Dónde se encontraría ese rastro del comportamiento civilizador de las democracias actuales? Desde luego no en Vietnam, ni en el Congo, ni en el propio Sahara. El éxito romano fue que al cabo de dos generaciones, la gente empezaba a darse cuenta de que quizá vivían mejor que antes. Vender democracia, por ejemplo en Irak, es una cuestión de prioridades. La democracia es el final de un proceso, no el comienzo de nada. La gente tiene que tener recursos materiales básicos y, sobre todo, paz. Decir que se quiere instaurar la democracia allí no deja de ser una mentira, o algo peor, un sofisma: una mentira que parece verdad. Ha estudiado cómo esos mitos hi-
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cieron desaparecer a la mujer de la vida pública. Los micénicos aprenden mucho. Conquistaron, pero al cabo de un tiempo comprendieron la superioridad de la civilización conquistada. La tarea mítica que emprendieron les define como gente inteligente en términos generales. Se dieron cuenta de que para conquistar realmente hace falta algo más que armas y ejércitos. Para ganar la posguerra, lo importante son los mecanismos que hagan que al cabo de unas generaciones la gente se haya olvidado de lo que había y se centre en lo que hay, y que al cabo de otras generaciones, considere que eso que hay es lo natural. Los micénicos lo hicieron, especialmente con la mujer. Nunca entendí la saña con la mujer de todos los mitos, no ya griegos, sino mediterráneos, como Adán y Eva. Consideran a la mujer como algo verdaderamente peligroso. Y al final, llegas a la conclusión de que esa es la clave de su éxito, silenciar que en otro momento las mujeres gobernaban. Me recuerda un poco a El planeta de los simios, esos secretos que hay que guardar, que nadie se plantee la posibilidad de que un ser humano pueda gobernar sobre los simios porque sí se da cuenta de que eso ya ha existido... pues pasa lo que está pasando ahora, que las mujeres han decidido en muchas partes del planeta pasar a la acción. Y la verdad es que les está costando sangre porque los hombres todavía no se han percatado de que las mujeres no forman parte de su ajuar. Los griegos siguieron recurriendo a los mitos, incluso en la época clásica, cuando eran plenamente conscientes de su individualidad. La poesía de Homero fue una bomba, la televisión del momento, por decirlo así. En la época clásica ya no sirve porque se asocia a los héroes y no a los ciudadanos. Pero entonces, en Atenas, se inventa el teatro y toma el relevo en la trasmisión de los mitos. El teatro griego es un concepto de espectáculo basado en que es la palabra la que crea imágenes. La trampa de los creadores de imágenes actuales es que las crean ellos y el pueblo sólo las contempla. Ahí esta el germen de su ineficacia, porque no dejan
Decir que se quiere instaurar la democracia en Irak no deja de ser una mentira, o algo peor, un sofisma: una mentira que parece verdad
que la gente le dé vueltas a las cosas. En Atenas hay dos grandes festivales al año y para presentarse hay una condición: que el argumento sea un mito, que es un marco que todo el pueblo conoce. Y siguen circulando esos mitos negativos sobre la mujer: Antígona, la mujer que se rebela; Medea, que refleja la irracionalidad plenamente humana... Tanto en los textos como en las estatuas se ve cómo las figuras van perdierdo esa sonrisa a medida que el ser humano se va enfrentando a los misterios de la libertad. La poesía lírica es el refugio de esa nueva esfera del individuo que hasta entonces no había tenido un lugar para expresarse. Arquíloco, Safo... lo hacen con grandiosidad incluso. Las estatuas también reflejan ese rostro melancólico y preocupado, como los poemas de Simónides, de estar permanentemente arrugado ante los dioses. No hemos hablado todavía de Homero, el poeta que plasmó esos nuevos mitos en la Ilíada y la Odisea. ¿Qué significa para usted? Yo no soy de los que pierdo el tiempo en saber si Homero existió o no, o si fue un poeta o varios quienes crearon esas obras. Lo que realmente es un misterio es cómo pudo escribir así siendo el primer escritor de Occidente, con esa poesía oral asombrosa y esa fidelidad absoluta al mundo que describe. Todo se ha descubierto gracias a él, se puede ver ese mundo a través de su poesía. No sólo Troya y la Ilíada, sino también la Odisea, que tiende a considerarse fantasiosa. Él es hijo de su época y quiza ofrece explicaciones míticas a fenómenos sobre los que todavía no puede dar una explicación racional. Es un autentico genio, de una envergadura brutal. Negar su existencia me parece un problema secundario. Probablemente trabajó como Fidias: al escultor no le puedes pedir que haga él mismo hasta el último trocito del friso del Partenón, pero él era el encargado de hacerlo y a su genio se debe el resultado.
Cuando leo esas historias de hombres míticos, los imagino sin embargo como poco más que unos pastores con unas cuantas cabras. ¿Estoy en lo cierto? Estás en lo cierto. Para el viajero o el aficionado a la arqueología que no esté un poco avezado, cuando contempla Troya o Micenas, todo le parece muy pequeño. Vivimos de tradiciones y de traducciones. Cuando traducimos ‘basileus’ como rey, exageramos. Cuando traducimos ‘megaron’ por palacio, exageramos. Un megaron es un patio con cuatro habitaciones al lado. Todas las leyendas con el paso del tiempo tienden a exagerarse. Creo que era un mundo relativamente pequeño donde estos señores que iban a la guerra eran señores que tenían ganado y tierras, que era lo que les diferenciaba del resto de la gente del pueblo. Por eso funcionaban con un embrión asambleario, porque estos señores eran todos muy parecidos. El mundo griego era muy colorido, ¿verdad? Tenemos una idea complemente falsa. De las obras de Sófocles sólo nos queda el texto, el esqueleto, perdemos la música... Con las estatuas y los edificios pasa igual. El tiempo los ha despojado del colorido y queda el mármol, que da una sensación de pureza, de que es demasiado perfecto. Equilibrio, racionalidad, perfec-
gama que les hace vivir en una comunión real con su tierra que yo no he visto en ningún otro sitio. Y nunca he visto tanto nostálgico, que es una palabra homérica. Se parecen bastante a los gallegos en eso. Aman su tierra y cuando dicen que la aman, no es sólo una palabra.
ción. Es una impresión falsa. Las estatuas estaban vivas, con piedras preciosas y marfil en los ojos. Los griegos, como cualquier otro pueblo, tenían un componente que no tenía nada que ver con la razón. El libro se plantea también como un viaje personal y uno suele viajar con ideas preconcebidas. ¿Qué es lo que nunca le ha decepcionado de Grecia? En la Grecia moderna la gente conserva una relación con su tierra y con su mar. Es una cosa que realmente me ha impresionado siempre y cada vez me impresiona más. Vivimos en un país en el que el desprecio por la costa es enorme, nadie duda en cargársela con tal de ganar dinero. Los griegos mantienen un vínculo ancestral con esas costas que, al menos hasta ahora, les impide profanarlas. Hay una especie de amal-
La divulgación es necesaria y exige un esfuerzo por las dos partes para que haya trasmisión. El peligro es simplificar, engañar, como si la gente fuera idiota
¿Se es de Atenas o de Esparta igual que de los Rolling o los Beatles? Creo que sí. Con Esparta la naturaleza ha sido espacialmente cruel, con los terremotos… y luego ese carácter que les hacía no tener ningún ornato que les pareciera superficial. Esparta representa las sombras del conglomerado, los que tiran para atrás de la cuerda. Atenas, con todos sus defectos, que los tuvo, representa los que tiraron para adelante, hasta límites que todavía hoy nos siguen dejando pasmados. Me siento muy vinculado a Atenas, que es una ciudad con una historia que la retrata muy bien. Esa ciudad que era un villorrio a principios del siglo XX, que tuvo que acoger a los millones de refugiados griegos de Asia Menor, que creció convulsionada por la propia historia de Grecia… Reconozco que en muchos sentidos es una ciudad fea, caótica, pero me atrapa, me siento mucho más ateniense que espartano. El libro es también un ejemplo de divulgación, algo que también hace en la radio. ¿Podemos interesarnos por hechos muy lejanos si nos los cuentan bien? Estoy convencido de eso. Sin que divulgar signifique simplificar ni engañar a nadie. Lo tengo claro desde que vi un programa de Carl Sagan sobre la Biblioteca de Alejandría. Me impresionó porque defendía la tesis de que independientemente de quién la incendió, de si estaban detrás o no los cristianos, fue incendiada en el fondo por la ignorancia, porque la gente no tenía ni idea de lo que se hacía dentro de los muros de la biblioteca. Alejandría, Bagdad, Sarajevo, es necesario que la gente sepa qué se hace ahí, para que ninguna biblioteca vuelva a arder jamás. En el fondo es lo que intento hacer. En la radio se me ha confirmado algo que había pensado siempre: Hay comunicación cuando uno cuenta las cosas con rigor pero con afán de que la gente lo entienda, buscando el equilibrio entre el esfuerzo que haces tú por hacerte entender y el esfuerzo que debe hacer la gente por entenderte. Si no hay ese esfuerzo por parte de los dos lados no hay trasmisión de nada. El gran error es simplificar. Para que la gente entienda Troya, la película, vamos a cargarnos todo como si pensáramos de entrada que la gente es idiota. Estoy convencido que la divulgación es necesaria y que al final, en la divulgación rigurosa de la ciencia y el conocimiento es donde está el secreto de la perpetuación de la especie humana, si no acabaremos por desaparecer.
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he life pursuit (Rough tradeSinnamon, 2006), séptimo disco de Belle and Sebastian, reúne todas esas sensaciones, que se agazapan tras la alegría contagiosa, el optimismo del soul más refinado y gotas de glam-rock. La identidad de los miembros del grupo ya no es una incógnita, participan en sesiones de fotos promocionales y conceden entrevistas. Stuart Murdoch, cantante y verdadero espíritu de la banda, protagoniza el vídeo del primer single del disco, ‘Funny little frog’, con una imagen que recuerda más a una estrella de rock de masas –de Brett Anderson a David Gahan– que al ídolo ‘indie’ de jóvenes atormentados que había sido hasta ahora. Pese a todo, mantienen su genialidad con momentos insuperables como ‘Act of the apostle’ y ese aura de grupo ‘cool’ que se hace irresistible desde la primera escucha y que acaba de arrebatar cuando uno se precipita dentro de sus historias cotidianas. Relatos contados, casi susurrados, como secretos que se presentan con sus necesarias dosis de incorrección e ironía, dos elementos inherentes a la ruptura de una promesa. Una cuenta atrás en el tiempo nos conduce, en primer lugar, a Los Ángeles, al estudio donde se está cocinando Dear catastrophe waitress (Rough trade-Sinnamon, 2003); detrás de la ‘pecera’, el productor Trevor Horn, cuyo nombre se relaciona con Tom Jones, Tina Turner, Rod Stewart... ¿Cómo se ha puesto el septeto de Glasgow en sus manos? El primer paso hacia el cambio: ¡adiós tristeza, buenos días felicidad! La noticia de que el ‘manipulador’ del dúo t.A.T.u iba a dar forma al sexto disco del grupo conmocionó a sus fans. La duda se despejó con bocados deliciosos como ‘Wrapped up in books’ o ‘If she wants me’, que servían de nexo de unión entre la etapa más oscura del grupo (sin olvidar que estamos hablando de un grupo de pop ‘emocional’, claro) y la que entonces inauguraban. Sus conciertos multitudinarios fueron el reflejo de que algo se movía dentro del grupo, en España dejaron una muestra de su vitalidad en marzo de 2004, que se refrendó con temas como ‘Step into my office, baby’, que auguraban tiempos mucho más luminosos. Una nueva mira al pasado hasta la banda sonora Storytelling (Jeepster, 2002), para la película homónima de Todd Solondz, un trabajo de encargo que prometía enfrentar la sofisticación pop con la violencia ‘freak’ del realizador y que quedó casi inédita en el montaje final. De forma paralela, el grupo acometió la grabación de Fold your hands child, you walk like a peasant (Jeepster, 2000), título inspirado en una inscripción
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Se sucedieron las actuaciones en bibliotecas o pequeñas iglesias, que también llegaron a utilizar como estudio de grabación, un lugar perfecto para alumbrar perlas como ‘It could have been a brilliant career’ y ‘Sleep the clock around’. Del verde al rojo, como en la trilogía de Kievsloski, aquí los colores de las portadas también sirven para identificar el contenido. If you’re feeling sinister (Jeepster, 1996) está compuesto por canciones de magia y pérdida que casan el desengaño de Nick Drake con la lírica de las postales sobre el fin de la inocencia de Hanif Kureishi. ‘Like Dylan in the movies’ («no mirés atrás, como hace Dylan») se convierte en un verdadero himno para una nueva generación de seguidores de la música ‘indie’. Belle and Sebastian abandonan el anonimato, aunque siguen siendo el tipo de grupo que recomendaría el dueño de una tienda como la que imaginaron Nick Horby y Stephen Frears en Alta fidelidad a sus clientes más fieles. Sus canciones son distinguidas y sofisticadas, giran alrededor de melodías impresionantes aunque siempre dentro de su aparente sencillez como ‘The star of the track field’. Un trabajo grande, quizá el más completo del grupo, que dio lugar a innumerables imitaciones. La primera estación del camino, de fondo suena ‘The state I am in’, de Tigermilk (Electric honey, 1996), una de las canciones con las que debutó el grupo. El nombre lo tomaron prestado de Cécile Aubry (Belle et Sébastian), la escritora responsable de las aventuras del pastor de los pirineos Belle y su dueño Sébastian que hacían las delicias de los niños
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Al fin, los días soleados Sol débil aunque intenso, ambiente primaveral y verde en los campos. Es hora de jugar al fútbol y disfrutar de la luz. Belle and Sebastian parecen contagiados por este espíritu en su nuevo disco. La identidad de este colectivo ya no es una incógnita, pero mantiene su aura ‘cool’ y sus momentos mágicos. que el grupo descubre en un cuarto de baño. El mundo gira rápido y ellos no se lo quieren perder; sin abandonar Escocia y asumiendo la producción del disco, se pasan por Philadelphia para rescatar el sonido soul y las grandes orquestaciones que barnizan temas como ‘Waiting for the moon to rise’ o ‘The wrong girl’. Sin embargo, los cimientos de lo que la prensa denominaba el ‘mejor colectivo de músicos’ no parecían muy esta-
bles, la vida privada del grupo influía demasiado en el trabajo, sobre todo tras los abandonos de la violinista Isobel Campbell y de Stuart David, uno de los miembros fundadores. Pero gracias a este estado catártico vieron la luz algunos temas sublimes como ‘I fought in a war’, su particular ‘puente sobre aguas turbulentas’. El verde invade la imagen de un San Sebastián moderno, atravesado por una lanza en el costa-
BELLE AND SEBASTIAN The life pursuit Rough trade-Sinnamon, 2006
do en The boy with the arab strap (Jeepster, 1998). Glasgow se encuentra en constante ebullición gracias a Mogwai, Teenage Fanclub, Primal Scream o The Delgados convirtiéndose en Londres y Seattle, al mismo tiempo. Belle and Sebastian representan la vertiente artística de esta explosión de creatividad musical –que se ha prolongado hasta la actualidad–, una imagen reforzada por el halo de misterio del que se rodearon.
franceses en los setenta y que también tuvieron un gran éxito en su adaptación televisiva. Desde 1996, estos dos personajes pasaron a identificarse con un grupo de música que con sólo mil copias en vinilo de su primer trabajo –aunque luego ha conocido varias reediciones– lograron el estatus de banda de culto. De nuevo, al principio, a 2006, el grupo anuncia su presencia en Barcelona y Madrid, los día 14 y el 15 de julio, seguro que ahora emulan a The Posies y cantan «es grande estar de aquí, de nuevo». El sol brilla con fuerza esta vez, son más accesibles y han perdido su halo de misterio, sin embargo, su capacidad para emocionar permanece intacta. Fernando Bernal
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Su estilo «fuerte como un tren y afilado como una cuchilla», se volvió al final de su carrera crudo y descarnado
A la izquierda, Cash en 1965. Sobre estas líneas, en la prisión de Folsom en 1969
JOHNNY CASH
Leyenda forjada en negro La película En la cuerda floja ha devuelto al músico americano a la actualidad. Canciones sinceras, voz grave, minimalismo instrumental, rostro pétreo y actitud honesta abonan su leyenda. n uno de los escasos diálogos de la película Alta Fidelidad no basado directamente en el texto homónimo de Nick Hornby que le dio origen, el protagonista, un compulsivo consumidor de música pop, habla de sus inquietudes literarias: «No soy el tío más listo del mundo, aunque tampoco el más tonto. He leído La insoportable levedad del ser, y también El amor en los tiempos del cólera... Aunque reconozco que mi libro preferido es Johnny Cash. Biografía de Johnny Cash, por Johnny Cash”. Que semejante declaración de principios aparezca en una cinta caracterizada por su carácter mitómano y reverencial hacia la música popular dice mucho del respeto que el artista norteamericano fallecido en 2003 ha inspirado siempre en el mundo del rock. Músicos tan dispares, en estilo y generación, como Ray Davies, Bob Dylan, Bruce Springsteen, Bono o Chris Martin han reivin-
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dicado en numerosas ocasiones la obra de un cantante y compositor de nuevo de actualidad gracias al estreno del biopic En la cuerda floja y a la publicación, aprovechando el tirón mediático, de discos recopilatorios y textos biográficos. Aunque la película dirigida por James Mangold se deja ver y permite conocer a los no iniciados algunas de las claves de la turbulenta vida de Cash, su visión del músico se antoja superficial e incapaz de mostrar todas las aristas de una obra artística y una personalidad tan inmensas como complejas. Siguiendo los mismos rasgos esquemáticos de otros títulos similares como Gran bola de fuego, La Bamba o Ray, En la cuerda floja se presenta como un viaje hacia la leyenda con paradas en el cielo y en el infierno. Interpretada de forma correcta por Joaquin Phoenix y Reese Whiterspoon, el filme narra la conversión en icono juvenil de Cash gracias al sonido de bases country y rockabilly de canciones como ‘I walk the line’, ‘Folsom prison blues’ o ‘Get rhythm’. Especialmente emotivas en ese camino hacia la gloria resultan las imágenes que recrean las giras que compartía junto a pioneros como Roy Orbison, Jerry Lee Lewis, Carl Perkins o Elvis Presley en un ambiente de camaradería que hoy resultaría impensable en un mundo tan egocéntrico y competitivo como el del rock. Sin re-
flexiones sobre el proceso creativo ni sobre las claves del éxito, la película vierte una tópica mirada sobre el ascenso al estrellato de Cash, fijándose exclusivamente en su adicción al speed, que le convirtió en un tipo salvaje e iracundo y estuvo a punto de echar al traste su carrera a finales de la década de los sesenta, y en su historia de amor con June Carter, una de las integrantes de la mítica saga country The Carter Family. Pero el ‘hombre de negro’ era algo más, mucho más, que un
adicto a las pastillas empeñado en seducir a una mujer. Criado en el ultraconservador ambiente de las plantaciones de algodón en plena Gran Depresión, Johnny Cash supo combinar sus orígenes y su fundamentalismo cristiano con una mirada complaciente hacia la América profunda. Lejos de negarles el perdón, el músico norteamericano se convirtió en portavoz de las minorías y los ‘fuera de la ley’. Sus canciones, que nunca dejaron de clamar contra la injusticia social, el racismo o las guerras, narraban, con la misma autenticidad que las películas de John Ford, historias de mineros, convictos, trabajadores del ferrocarril, indios y vaqueros. Sus dos conciertos en las prisiones de Folsom y de San Quintín, convertidos con el paso de los años en acontecimientos míticos, no fueron tanto un guiño a los presos de quien tuvo que pasar una temporada entre rejas por transportar droga dentro de su guitarra como el lógico comportamiento de un artista comprometido capaz de enfrentarse al Ku Kux Klan y a la ortodoxa ideología sureña por de-
Aunque la película dirigida por James Mangold se deja ver, su visión del músico se antoja superficial e incapaz de mostrar todas las aristas de su obra y su personalidad
fender sus convicciones. Nada de eso se ve en el biopic, que tampoco muestra la reverencial admiración con la que Nashville, la capital de la industria del country, acogió al cantante después de los días de excesos. Junto a artistas como Kris Kristofferson o Willie Nelson, Cash abanderó la escena de la música tradicional americana de las décadas de los sesenta y los setenta. En gira constante, con su propio show en televisión y siempre acompañado por su inseparable esposa, forjó la leyenda que llegó a ser gracias a unas canciones sinceras marcadas por la gravedad de su voz y por el minimalismo instrumental y gracias, sobre todo, a una actitud honesta reforzada por la credibilidad que transmitían su rostro pétreo, la inmensidad física de su figura y su sempiterno atuendo oscuro. Ese afán por ser fiel a sí mismo fue el que le llevó, por ejemplo, a alzarse y acallar las escandalizadas voces que crucificaron a Bob Dylan tras electrificar su música. Al contrario que otros padres del rock, que siguen aún en activo exprimiendo el mismo repertorio que les llevó al éxito hace cincuenta años, Johnny Cash supo reinventarse en el momento preciso y, cumplidos ya los sesenta y relegado a la categoría de mito viviente del que sólo se demandan recopilatorios y homenajes, logró dar una vuelta de tuerca a un cancionero hasta entonces demasiado apegado al country, el rockabilly y el folk americano. Acompañado del productor Rick Rubin, grabó entre la década de los noventa y los primeros años del nuevo milenio la tetralogía American (American recordings, Unchained, Solitary man y The man comes around). Su estilo, conocido antaño por su jovialidad y por ser «fuerte como un tren y afilado como una cuchilla», se volvió crudo y descarnado. Con una instrumentación austera dependiente casi por completo de su guitarra acústica, un sonido desnudo y apenas tratado y una voz cada vez más rota, el ‘hombre de negro’ compuso nuevos temas, retocó algunos de sus títulos clásicos e hizo suyas canciones de artistas con los que aparentemente tenía poco que ver, como U2, Soundgarden, Depeche Mode, Nick Cave o Nine Inch Nails. Tan desgarrados como solemnes, los cuatro discos forman un epílogo testimonial ineludible para comprender la grandeza de un gigante genuinamente americano. Javier Sánchez Zapatero
8 culturas LIBROS
TRIBUNA DE SALAMANCA, Domingo, 26 de marzo de 2006
RESCATADOS
Deseo y muerte
Al otro lado de la calle Jon McGregor debuta con un estilo realista en la novela más urbana de los últimos tiempos
MEMPO GIARDINELLI Luna caliente 1º edición, 1983 156 pp.
Reeditada recientemente en España por Ediciones B, Luna caliente supuso en 1983 uno de los mayores éxitos editoriales del argentino Mempo Giardinelli. A medio camino entre Lolita y los clásicos de la novela criminal de James M. Cain (El cartero siempre llama dos veces o Pacto de sangre, base del guión de Perdición), la obra narra la historia de un joven y prometedor abogado argentino que, al volver a su país después de terminar sus estudios en Francia, se ve envuelto en una obsesiva y apasionada relación con una adolescente, hija de un viejo amigo de la familia, que le lleva a cometer un crimen y a iniciar una huida tan llena de obstáculos como de remordimientos y deseos. Ambientada en una atmósfera ensoñadora en la que realidad y fantasía se entremezclan sin dejar lugar a las verdades absolutas, la trama de la novela avanza a golpe de sorpresas, atrapando al público con golpes inesperados y revelaciones inauditas que hacen que sea prácticamente imposible no sumergirse por completo en la historia y leerla de un tirón. Sin caer en efectismos ni trucos de folletín, el autor logra mantener la tensión durante toda la narración. En permanente encrucijada, el lector se divide entre la duda de no saber la verdad y la angustia que le transmite el personaje principal, que se debate entre el sentimiento de culpa, el miedo al castigo y la atracción turbadora por la joven protagonista. Lejos de limitar el alcance de la obra al mantenimiento de la intriga, a la lúbrica relación entre los dos jóvenes amantes y a la poderosa y brutal capacidad de transformación del deseo, Giardinelli, dotado de una prosa rítmica y fluida, sitúa la trama en el opresivo y brutal ambiente de la dictadura militar argentina de 1977. La novela logra así trascender un esquema narrativo estereotipado para ejecutar su capacidad de denuncia. Esta mirada crítica se efectúa a través de la aparición en la novela de personajes de las fuerzas de seguridad de la época que, encargados de imponer miedo y de hacer de cada individuo un sospechoso en potencia, ejemplifican a la perfección el ambiente hostil y temeroso que imponen todas las dictaduras. Dice el escritor mexicano Paco Ignacio Taibo II que la novela negra latinoamericana, el denominado neopolicial, es una literatura «de crímenes muy jodidos, en la que lo que importa no son tanto los crímenes como el contexto». Así lo muestra Luna caliente, en cuya narración es imposible disociar la conducta irracional del protagonista con el violento clima que le rodea. Guiado por fuerzas superiores, en forma de deseo sexual o ansias de poder, el individuo se convierte en una simple marioneta a merced de sus más básicas pulsiones. Que son, al fin y al cabo, las que hacen girar a la Tierra. Javier Sánchez Zapatero
ay un tipo que vigila la calle, que la estudia o al menos que estudia sus pormenores, fragmentos, trozos de fragmentos. Desde la ventana, armado con una polaroid, dispara hacia imágenes seleccionando algún dato que debe encontrar relevante, pero que se nos presenta como el color de unas zapatillas o el hábito de brincar el primer paso al salir de casa. Es decir, este ‘voyeur’ escruta lo cotidiano, lo real. Es alguien que encuentra un sentimiento, que en ningún momento se nos define y por tanto se nos antoja ambiguo, en la fijación de detalles. Se trata de uno de los personajes que pueblan la calle donde transcurre esta novela con la que debuta Jon McGregor, quien armado con la cámara del lenguaje, en vez de con una cámara de fotos, utiliza idéntico recurso para montar la redacción de su novela. Moroso, lento, con un ritmo suave, sin estridencias, pero conservando la potencia precisa para hipnotizar al lector, McGregor va desplegando, con un cuidado plateresco, un relato de honda raíz realista. Los seres que pueblan esta calle, que descubrimos en un amanecer puramente urbano, hablan por teléfono, reciben noticias sobre sus enfermedades, se quejan de la basura que se acumula en el patio trasero, recuerdan su regreso de la guerra, cambian de hogar, juegan al críquet en las aceras o conducen un coche. El resultado es un mosaico paralelo al que va configurando el tipo de la polaroid, que parece buscar la respuesta a la misma pregunta que McGregor y que otro de sus personajes: «Todos los correos que recibo estos días empiezan con lo siento pero he estado muy ocupado, y no entiendo cómo podemos estar tan ocupados y no tener nada que contarnos». Así pues, lo que tendríamos que contarnos es cómo estamos muy ocupados. ¿Serán estas las cosas que importan? Seguramente no. De ahí que la narración alargue el tiempo, que a cada segundo puedan corresponder minutos de lectura, combinando va-
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JON MCGREGOR Si nadie habla de las cosas que importan Traducción de Libertad Aguilera y Gabriel Dols Salamandra, 2006 285 pp. / 18 euros
rias reacciones, situaciones, datos, visiones. Porque el tema no es que las cosas suceden, sino que las cosas, posiblemente las cosas que importan, son las que nos están sucediendo. Y esas son la vida cotidiana, el puzzle que conforman los seres que pueblan la ciudad, las personas que coinciden, que se rozan o se encuentran, pero que no se conocen. En este sentido, Si nadie habla… es la novela más urbana que se ha escrito en los últimos tiempos, pues respeta la principal condición de la ciudad: que la gente no se conoce. Por eso este testigo de la ciudad reconoce que ve trozos de vida diaria y que no acaba de encajar esas partes en un contexto de vidas personales, sino en el acontecer cotidiano de una calle en decadencia, un barrio que fue aristocrático hará cerca de cien años. Existe, sin embargo, una trama. Y su seguimiento será el juego que McGregor propone al lector atento. Para desvelar esa faceta redonda, que de sentido al azar en que todo esto sucede, al conflicto de un espacio temporal único, en donde todas las piezas encajan para que la historia tenga un principio y un fin (que no desvelaremos), que coincidirán en el tiempo, McGregor inventa una segunda voz, la de una muchacha independizada desde hace poco tiempo, que acaba de recibir la noticia de su embarazo. Y el padre es, como no podía plantearse de otra manera, un desconocido. Será ella la que irá desvelando los nombres de la gente que irán apareciendo, caracterizados por sus estampas, en el resto de la narración. Al mismo tiempo, será la voz meditativa, la que reflexione, por ejemplo, sobre las relaciones entre padres e hijos. Algo que de verdad importa, aquellas que pueden llevar a preguntarnos, como sucede tras leer esta sorprendente novela, «si es posible sentir nostalgia por algo antes de que esté en el pasado». Ricardo Martínez Llorca
Novela cultivada en maceta Bonsái es la exacta, sinóptica y hondamente triste primera novela del chileno Alejandro Zambra ecuerda la contraportada de este libro que «Borges aconsejaba escribir como si se estuviera redactando el resumen de una obra ya escrita». Y aquí tenemos uno de ALEJANDRO los pilares del estilo ZAMBRA de esta novela-bonBonsái sái: un estilo telegráAnagrama, 2006 fico, en el que no so95 pp. / 9,50 euros bra una palabra, y en el que falta mucho: la novela toma su fuerza de los silencios, de importantes huecos que tenemos que rellenar. El punto central del libro, la separación de los protagonistas, es algo que no se relata en ningún momento. A los mismos personajes apenas los vemos, apenas sabemos nada de ellos, y cuando aparece alguna descripción (no, descripción no aparece ninguna, apenas una nota que podría parecer descriptiva: la repentina fealdad de Emilia, cuando Anita la encuentra en Madrid, o el diminuto tamaño del piso en que vive entonces) tiene siempre un importante valor narrativo. Por eso mismo esta novela tiene algo de esqueleto: no solo falta lo accesorio sino que falta también lo fundamental, al lector le dan las costillas y
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él tiene que poner la carne. Difícilmente se podrá encontrar una novela más adelgazada que esta. Si su estilo telegráfico proviene de Borges, se trata de un Borges cruzado con Salinger. En El arte de la ficción, David Lodge describe de esta manera el skaz: «tipo de narración en primera persona más próxima a la palabra hablada que a la escrita. El narrador es un personaje que se refiere a sí mismo diciendo yo y al lector llamándole tú. Usa el vocabulario y la sintaxis característicos del lenguaje coloquial, y da la impresión no de un relato cuidadosamente construido y pulido, sino de una charla espontánea. Más que leer, escuchamos ... No hace falta decir que esto es un espejismo, producto de un esfuerzo muy calculado y una minuciosa reescritura ... Pero es un espejismo capaz de crear un poderoso efecto de autenticidad y sinceridad». De la unión de dos estilos tan diferentes surge el Bonsái de Alejandro Zambra: el narrador utiliza un lenguaje coloquial, aunque no la primera persona ni la segunda. A menudo duda, se corrige, dice cosas como «pongamos que», y con frecuencia reconoce que está inventando la historia que cuenta. Pero más que perder por ello verosimilitud, la novela la gana mediante estos recursos. Cuando el escritor le dice al lector «esto es mentira», es fácil que el lector se
quede con la idea de que es verdad. Y todo en esta novela da una fuerte sensación de verdad. En todo momento, el efecto sabiamente conseguido en el lector es hacerle desconfiar de ese carácter ficticio. Este es el primer párrafo de la novela: «Al final ella muere y él se queda solo, aunque en realidad se había quedado solo varios años antes de la muerte de ella, de Emilia. Pongamos que ella se llama o se llamaba Emilia y que él se llama, se llamaba y se sigue llamando Julio. Julio y Emilia. Al final Emilia muere y Julio no muere. El resto es literatura». Como el bonsái, que es la miniatura de un árbol, pero que no crece en la maceta sino a base de innumerables cuidados, esta miniatura de novela ha sido escrita con el esmero y la exactitud de alguien que parece complacerse en suprimir todo lo posible, un escritor que en vez de lápiz tiene en las manos unas tijeritas de podar bonsáis. Alejandro Zambra nació en Santiago de Chile en 1975, y tiene bastante relación con nuestro país, donde ha colaborado en ‘Turia’ y ‘Babelia’ (Bonsái transcurre entre Santiago y Madrid). Ha publicado los libros de poesía Bahía inútil y Mudanza. Es profesor de literatura de la Universidad Diego Portales. Bonsái es su exacta, sinóptica y hondamente triste primera novela. Garcimuñoz