culturas
N° 73 Suplemento de
artes y letras
TRIBUNA DE SALAMANCA, Domingo, 7 de mayo de 2006
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Repasamos la trayectoria del huidizo autor de V de Vendetta, quien ha renegado de la adaptación cinematográfica de su obra.
ALAN MOORE MOO 3 DETECTIVES
6 VÍCTOR JARA
Àlex Martín y Javier Sánchez escriben sobre la segunda edición del Congreso de Novela y Cine Negro, que se celebra esta semana.
Mario Martín (en la foto) y Carlos Barroso pusieron en marcha hace treinta años una librería constituida en lugar de encuentro y creación.
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TRIBUNA DE SALAMANCA, Domingo, 7 de mayo de 2006
os autores literarios rara vez suelen mossu conformidad con las adaptaciones lquetrar hace el cine de su obra. El paso de la página a la imagen puede ser doloroso y muchas veces ni siquiera la implicación del propio escritor en la elaboración del guión le deja satisfecho. Hollywood ha versioneado V de Vendetta, el cómic creado por Alan Moore a principios de los ochenta. Y éste ha dicho, sencillamente, que la película es «basura». Claro que esto también vino a decir Juan Marsé del
último Premio Planeta y luego se ha vendido como rosquillas. Moore es un personaje huidizo, que vive alejado del mundanal ruido y al que no le ha convencido la explotación de aquella historia sobre un activista-terrorista con máscara de payaso en un contexto antiutópico. Les haya gustado o no, hoy repasamos la obra de Moore, un autor que contribuyó decisivamente a la revitalización del género de superhéroes. Nuestros amigos Àlex Martín Escribà y Javier Sánchez Zapatero nos intro-
ducen en la segunda edición del Congreso de Novela y Cine Negro, que ellos mismos organizan en la Universidad con empeño y rigor. Pasamos también por la librería Víctor Jara, que acaba de cumplir treinta años de fidelidad a un modelo de negocio que propicia el encuentro, la charla y el intercambio de conocimiento en torno a los libros. Revisamos también la obra de algunas artistas o directoras de cine que luchan contra la homogeneización audiovisual.
Antonio Marcos culturastribuna@yahoo.es
1 LIBROS Y TEATRO Cuando nos acabamos de reponer del Día del Libro, llega la Feria del Libro. Puede parecer una perogrullada, pero la Feria en Salamanca es básicamente un Día del Libro que dura siete días: la mayor parte de las casetas pertenecen a las librerías de la ciudad, que aprovechan la ocasión para obtener visibilidad y aumentar las ventas. Una ocasión, por cierto, que les cuesta carísima en concepto de alquiler y que, seguramente, les permite apenas cubrir gastos. Y eso si no llueve. El programa tiene normalmente más grupos de teatro que escritores. En el oficial estarán Gustavo Martín Garzo, Lorenzo Silva, Belén Gopegui, Daniel Cassany y Vicente Verdú, presentando, firmando y conferenciando. Además, y ésta es una de las novedades de este año, se celebra una mesa redonda sobre la edición independiente –editoriales pequeñas ajenas a los grandes grupos– coordinada por Javier Rioyo con la presencia de los sellos El Funambulista, Asteroide, Alpha Decay y Cuatro. El programa teatral se nutre de Titirimundi –ya les detallamos bastante la semana pasada y podrán seguirlo a diario en el periódico– y cuenta con el estreno del último espectáculo de Zanguango Teatro, Desahucio, una de las más asentadas y exitosas compañías salmantinas. ¿A qué responde la escasez de escritores en la Feria? Como no hay presencia de editoriales, no hay escritores. Las librerías bastante tienen con cubrir como pueden los gastos de alquiler y montaje. Sólo en el Congreso de Novela y Cine Negro, que empieza el martes, habrá tantos autores en Salamanca como los programados oficialmente por la Feria. Pero bueno, tampoco se hacen ferias de calzado en todas partes y no pasa nada. Aquí la feria buena es la de la construcción.
2Nos VLADIMIR SPIVAKOV sopla algún amigo que controla de música clásica que va a estar bien el concierto de la Orquesta Nacional Filarmónica Rusa, dirigida por Vladimir Spivakov, con Alexander Guindin como piano solista. Se trata de una orquesta de reciente creación, nacida para recuperar el poderío que
siempre demostraron los soviéticos en esto de la interpretación. Tocarán piezas de Tchaikovsky, Rachmaninov y varias obras de Shostakovich, del que se celebra el centenario de su nacimiento. Lo organiza la Obra Social de Caja Duero y será el martes en el CAEM.
3Impactante UN ARCHIVO RECUPERADO la intervención de Florencio Maíllo en el SDLM (Seminario Discurso Legitimación y Memoria) del pasado jueves. A través del hallazgo fortuito de un archivo fotográfico destinado a la basura, Maíllo ha reconstruido documentalmente la historia de un momento decisivo para el desarrollo de la comarca de la Sierra de Francia, el del comienzo de la emigración a principios de los años sesenta. Los pueblos se vaciaron, se abandonaros los cultivos y sus habitantes volvieron con coches con matrículas de Suiza para montar pequeños negocios o comprar pisos en la capital. Un trabajo que demuestra, a partir de objetos humildes como lo son las fotografías familiares, que se puede realizar una investigación profunda si se sabe cómo y dónde mirar. Será su tesis doctoral y la leerá a finales de junio. Esperamos verla convertida pronto en un libro imprescindible para el conocimiento de nuestra provincia.
4 LAS WIKINOVELAS A las blogonovelas –narraciones de ficción en forma de diario– se añade una nueva tendencia literaria, las novelas colectivas. En ‘Periodistas 21’: «Las wikinovelas son el formato más transparente y abierto de literatura participativa, la creación colectiva para desarrollar un sólo texto con todas las tramas, personajes y rutas que elijan sus autores.La diferencia con las blogonovelas es radical: el yo frente al nosotros. En unas manda el autor, en otras la narración se construye con la participación. La obra deja de ser radicalmente propia para ser nuestra, como las viejas narraciones orales, se iban contando y las palabras, los mitos, las imágenes de los otros se pegaban y abrigaban las viejas historias o desnudaban algunas de sus características».
Arriba, logotipos de Zanguango, que estrena en la Feria del Libro su último espectáculo. De izquierda a derecha, Gustavo Martín Garzo, Belén Gopegui y Lorenzo Silva, tres de los autores que figuran en el programa oficial de la Feria
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Queridos detectives Después de la gran acogida de su primera edición, regresa a la Universidad el Congreso de Novela y Cine Negro, un encuentro que contará con destacadas presencias del género y que se centra este año en la figura del detective. Desde el martes, en la Filmoteca. a astucia de Sherlock Holmes fue tal que consiguió evitar la muerte incluso a manos de su propio creador. Frustrado por la imposibilidad de orientar su carrera artística hacia su verdadera vocación, el género histórico, y totalmente eclipsado por su propio personaje, Arthur Conan Doyle llegó a sentirse tan molesto con el éxito de su criatura literaria que decidió eliminarlo en el relato El problema final a través de una caída mortal, junto a su acérrimo enemigo Moriarty, por las cataratas de Reichenbach. La muerte de Holmes, ya instalado en la categoría de mito popular, impactó de tal forma a sus miles de seguidores que las calles de Londres comenzaron a llenarse de jóvenes con crespones negros en los sombreros. La familia real británica expresó públicamente su consternación y ‘The Strand Magazine’, el periódico donde se publicaban sus relatos, perdió con su muerte más de 20.000 suscriptores, quedando al borde de la ruina. Encabezada por la anciana madre de Conan Doyle, lectora empedernida de las aventuras del personaje de Baker Street, la presión para que el investigador resucitara fue tal que al escritor no le quedó más remedio que ceder ante el clamor popular –y ante las compensaciones económicas que Holmes y su compañero Watson le daban, bastante más suculentas que las que su ansiada carrera como novelista histórico le podía ofrecer– y volver a dar vida al detective en La casa vacía. Nadie ha vuelto a intentar desde entonces matar a Sherlock Holmes, porque nadie es tan osado como para pensar que podrá acabar con quien ha dejado de vivir en las páginas de los libros para instalarse en el imaginario colectivo popular, ese lugar en el que lo artístico comienza a fundirse con lo mítico y en el que los personajes, como bien aprendió Conan Doyle, dejan de ser de sus creadores para ser patrimonio de todos. Allí habitan también Hercule Poirot, un sibarita de maneras amaneradas cuyas «pequeñas células grises» no paran de trabajar; Philip Marlowe, un sabueso de cigarro perpetuo que esconde sensibilidad y romanticismo bajo una coraza cínica y solitaria; Nero Wolfe, un tipo orondo permanentemente encerrado en su jardín de rarísimas orquídeas; o Pepe Carvalho, un exquisito gourmet que prepara con mimo sus platos mientras quema libros clásicos y espera que llegue la revolución definitiva. Allí habitan cientos de detectives, desde
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Cartel de la segunda edición del congreso
El detective ha dejado de vivir en las páginas de los libros para instalarse en el imaginario colectivo popular, ese lugar en el que lo artístico comienza a fundirse con lo mítico y en el que los personajes, como bien aprendió Conan Doyle, dejan de ser de sus creadores para ser patrimonio de todos el primigenio August Dupin hasta el novísimo Jack Taylor pasando por el cáustico Sam Spade, el elegante Dick Tracy o el imberbe Flanagan. Gestados en los párrafos de una novela, en las viñetas de un cómic o en los fotogramas de una película (casi siempre en blanco y negro y bajo una inmensa capa de humo), los detectives nunca morirán porque pertenecen para siempre a sus lectores y espectadores, que han aprendido con ellos que nunca se han de pisar las motas de polvo de la escena del asesinato, que el único crimen perfecto es el que aún no se ha cometido, que a veces bastan dos frases ingeniosas para desarmar a una mujer de bandera, que la podredumbre moral apenas entiende de clases sociales, que los límites entre el bien y el mal no están tan claros como algunos quieren hacer creer y que, a pesar de sus averiguaciones y de sus intentos por hacer que la
justicia sea algo más que lo que dictan unas leyes sin corazón, el mundo no dejará nunca de ser un lugar cruel. Precisamente porque aún están vivos, el II Congreso de Novela y Cine Negro de la Universidad de Salamanca quiere recordar, homenajear, ensalzar y estudiar a estos tipos solitarios y descreídos que caminarán siempre por calles solitarias, aparentando intentar desentrañar cuál de todas las coartadas era falsa, pero pensado realmente en cuál de todas las sospechosas tenía las piernas más largas. Por eso veremos sus películas, leeremos sus libros, comentaremos sus aventuras con expertos y creadores y brindaremos con whisky para que su futuro, que ya es el nuestro, dure muchos años más. Àlex Martín Escribà y Javier Sánchez Zapatero. Coordinadores del congreso
Unamuno con pistola La Universidad ha perdido peso específico en la vida de este país. Esa es una realidad bastante dolorosa que de un tiempo a esta parte se intenta paliar. Un diagnóstico de urgencia nos alerta de que una de las razones por las que se ha producido semejante proceso es la constatación de que la Universidad ha vuelto la espalda a la realidad social, se ha anquilosado, ha abdicado de ser punta de lanza de las novedades. Y las novedades se producen, cada vez a mayor velocidad, en un mundo que tiene prisa por cambiar, por innovar, por avanzar. Es posible que no transitemos en la correcta dirección, pero no nos estamos quietos ni un momento; ése es el signo de los tiempos que no tiene visos de variar. Por eso me parece de perlas que una universidad de la solera de Salamanca se atreva a programar un Congreso de Novela y Cine Negro dedicado a la figura del detective en particular y al género criminal en general. Los puristas se escandalizarán. ¿Qué pintan las pistolas y los detectives entre estos muros que amparan la tradición y el saber? Pues bueno, quien eso pregunte demostrará no tan sólo ser purista sino un poco ignorante también. El género negro cuenta ya con una nómina de autores y obras que han prestigiado las letras de casi todos los países modernos. Tildarlo de mero entretenimiento es dejar fuera su valor literario formal, su trasfondo crítico y social, su capacidad para la creación de personajes memorables y su innegable fuerza como testimonio del presente. Suelo poner un ejemplo que ayuda a comprender. El género criminal sería a la literatura general lo que el jazz es a la música clásica. Las novelas negras tienen quizá menos ambición, menos solemnidad y no pretenden abarcar todos los matices de lo humano. Sin embargo, ¿habría alguien capaz de negar que el jazz es algo vivo, armónico, intelectual e incluso preciosista; la real música clásica de la actualidad? Pues no seamos cicateros con la literatura de crímenes y démosle el lugar que se ha ganado. Yo creo que si Unamuno fuera hoy en día rector apoyaría estos encuentros como un enriquecimiento. Creo incluso que aceptaría hacerse una foto para un cartel anunciador donde aparecería sobrio, elegante con su cuidada barba blanca y quizá una pistola colocada estratégicamente bajo la levita. Alicia Giménez Barlett. Escritora, autora de la serie de novelas de Petra Delicado
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Mucho antes de reinventar el género de superhéroes con Watchmen, el huidizo Alan Moore había creado una tragedia socio-política sobre el mundo de los primeros ochenta. Llevada al cine por los Wachowski, la obra sigue muy viva. ace algo menos de un año nos dedicábamos en estas páginas a sobrevolar por encima de la obra de Frank Miller, con motivo de la adaptación al cine de su cómic Sin City. A tenor de nuestros antecedentes, algún lector se temerá un acercamiento similar a la figura de Alan Moore (en un arrebato de suspicacia maledicente perfectamente comprensible), con la excusa de la adaptación a la gran pantalla de su obra V de Vendetta. Sería éste un ejercicio de oportunismo reprochable, un quite en el que, no obstante, estamos dispuestos a caer con una superheroica vergüenza torera. Lo reconocemos, es oportunismo y, además, alevoso: primero porque en ‘Culturas’ nunca hemos necesitado excusas cinéfilas para hablar de un buen cómic de actualidad (y V de Vendetta lo es, si nos atenemos a la fantástica reedición que Planeta publicó en 2005), y, en segundo lugar, porque la presencia de Alan Moore, constante, prolífica, alargada, debiera haber atraído nuestra atención mucho antes. En fin, excusillas a la mar, despleguemos ahora nuestras letras y condensemos las ideas, porque es mucho lo que se puede decir del ‘genio’ de Northampton. Alan Moore, guionista, inglés de pura espiga de cebada (su padre trabajaba en una cervecera), ha estado rodeado siempre de cierto halo de misteriosa extravagancia bañada en fuentes góticas. Vive en paradero desconocido aislado del mundanal ruido isleño, en un estado de alergia constante a todo lo que suene a intromisión crítico-periodística; cultiva una imagen personal más propia de un druida celta que de un artista serio y reconocido, y nunca ha negado cierta filiación hacia la truculencia, el ocultismo y las experiencias paranormales. Las expectativas casi nunca se resuelven a la vista de evidencias superficiales y, aunque gran parte de la obra de Moore refleja tangencialmente estas peculiaridades vitales que hemos mencionado, lo cierto es que su papel en la evolución del cómic tiene más puntos en contacto con el citado Frank Miller de lo que podría deducirse por sus veleidades góticas.
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ALAN MOORE
Un gótico en la corte Se celebra a Moore por haber renovado, junto a otros, el género de los superhéroes; por haberlo actualizado hacia un estadio adulto. Su obra clave en este sentido fue Watchmen (1986), cuya labor gráfica recayó en los lápices sobrios, casi pétreos, del también británico Dave Gibbons. Aunque Moore insista en dejar claras sus renuencias ante la que considera una obra imperfecta (¿la eterna insatisfación del creador?), su revisitación del universo de los superhéroes en clave desmitificadora, se sumó a la onda expansiva de El señor de la noche, de Miller, para dinamitar las bases tradicionales de un género en declive. En Watchmen, unos hombres y mujeres ‘normales’, muy superado el ecuador de sus vidas y desengañados con la sociedad que les rodea, se ven forzados por las circunstancias a retomar sus antiguas ocupaciones, se ven obligados a vestir nuevamente sus anti-
guos trajes de superhéroes; causa y consecuencia de su escepticismo vital. Lógicamente, no es lo mismo sentirse superhombre desde el jovial optimismo de un joven lleno de proyectos filantrópicos, que desde el nihilismo decadente de un madurito cascarrabias. No desvelamos más, si ansían emociones fuertes, les remitimos a las fuentes originales, sin falta. La reflexión, ¿por qué emplear superhéroes para hablar de temas trascendentales cuando puedo hacerlo sin ellos?, ha pasado por la cabeza de más de un dibujante y guionista al servicio de Marvel o DC, sin embargo, pocos se han atrevido a poner en práctica un exorcismo laboral para luchar contra sus demonios editoriales. Alan Moore lo hizo en 1988 cuando creo su propio sello editorial, Mad Love, en un órdago decidido contra el ‘mainstream’. A partir de ese instante, Moore da rienda suelta a su creatividad ar-
Se celebra a Moore por haber renovado el género de los superhéroes, por haberlo actualizado hacia un estadio adulto
CÓMIC
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Arriba, portada y páginas de V de Vendetta, escrita en 1982 por Alan Moore y dibujada por David Lloyd, un trabajo gráfico soberbio. Abajo, el autor inglés y portada de La liga de los hombres extraordinarios
e de las viñetas tística: ese mismo año comienza a guionizar la serie From Hell. Su revisión de las andanzas charcuteras de Jack the Ripper (conocido por estos lares como Jack ‘El Destripador’), llevó a Moore a firmar uno de esos cómics calificados por la crítica y los lectores con el membrete de ‘imprescindible’. La suma del talento gráfico de Eddie Campbell (con un dibujo a medio camino entre la litografía decimonónica y la fantasmagoría manierista) y el guión perfeccionista hasta la obsesión de Moore (apoyado por una labor de investigación ingente y un interés indisimulado por el dato documental), hicieron de From Hell una obra de referencia no sólo para los amantes de la ficción comicográfica, sino para todos aquellos que creyeron ver en ella las respuestas definitivas al número uno entre los crímenes en serie sin resolver. Lamentablemente, en 2001, las luminarias del cinematógrafo de-
cidieron comenzar con su acoso y derribo a la obra del guionista inglés, y eligieron a los hermanos Hughes para dar el primer martillazo gracias a la cuestionable adaptación de From Hell al cine. No existe adaptación a la vista, gracias a Dios, para Un pequeño asesinato, la obra que Moore escribió en 1990 para el gran dibujante argentino Oscar Zárate; probablemente su obra más críptica, simbólica y onírica. Una historia que apoyada en los pinceles expresionistas de Zárate, discurre entre la irrealidad onírica de una pesadilla introspectiva y el cuento biográfico de terror contemporáneo (la Inglaterra posindustrial de la segunda mitad del siglo veinte) con trasfondo moral. Ajena a estas sutilezas, una vez más, la meca del cine vio un filón en The League of Extraordinary Gentlemen, el cómic que Moore había empezado a publicar en 1999. La adaptación cinematográ-
fica fue perpetrada por Stephen Norrington (La liga de los hombres extraordinarios, en España) en 2003. El cómic de Moore, aún siendo muy superior a su equivalente ‘hollywoodiense’, y pese a los muchos halagos que ha concitado, resulta en nuestra opinión una obra inferior a las hasta aquí citadas. El estólido dibujo de Kevin O’Neill y sus aires victorianos, no salvan una obra cuyo mayor mérito reside, de nuevo, en las altas dosis de mala leche y en la loable incorrección política con que Moore perfila a sus personajes; un pastiche de protagonistas literarios, mitológicos e históricos, en todo grado superiores a la misma historia y su elaboración técnica. Sin embargo, mucho antes de dar lustre a La cosa del Pantano, reinventar a Batman (La broma asesina) y escribir Watchmen, From Hell, Un pequeño asesinato o The League of Extraordinary Gentlemen, Moore ya se había he-
cho un hueco a empujones entre los ‘autores a seguir’ del noveno arte, gracias a la obra que ha impulsado estas páginas perezosas: V de Vendetta. Se trata de un trabajo mayor creado al alimón por Alan Moore y el dibujante David Lloyd en 1982. Entre ambos, conciben una ‘fábula política’ que planteaba una hipótesis histórica de profundo calado: estamos en la Inglaterra de 1881; después de una derrota electoral no aceptada por los conservadores, estalla un conflicto nuclear que lleva a Inglaterra hacia un periodo de fascismo. En este contexto, surge la figura de V, un luchador-justiciero para unos, un terrorista para otros, que siguiendo una inspiración política claramente anclada en las teorías anarquistas, pretende cambiar el orden político a base de acciones armadas. La obra está salpicada de referencia literarias (desde Shakespeare a Ray Bradbury), intenciones ideológicas (el desprecio del tándem artístico por la política conservadora de Margaret Thatcher) y condicionantes sociopolíticos del momento en que se gestó la obra (afianzamento de la carrera de armamento nuclear, bipolarización mundial, etc.), pero en el fondo, V de Vendetta debe
ser analizada como una gran tragedia socio-política de ficción, que elevó al cómic hacia esferas de reflexión artística y temática prácticamente desconocidas. El soberbio trabajo gráfico de David Lloyd (esas imágenes casi en negativo, el empleo de contornos difusos invadidos por masas de colores apagados, aguados), ilustran una pesadilla repleta de referencias intertextuales, textos elaborados (autocomplacientes en ocasiones –uno de los pecadillos de Moore–) y personajes complejos y ambigüos, ricos en matices. ¿Habrán sido los Wachowski capaces de hacer justicia al trabajo de Moore y Lloyd? ¿Encontraremos a los creadores del brillante Matrix o los firmantes de sus vergonzantes secuelas? ¿Tendrá razón el señor Moore cuando afirma que la adaptación de V de Vendetta es «basura»? Vayan y vean por ustedes mismos, escuchen al único que conoce las respuestas: «…ni los jefes ni los actores saben si el espectáculo ha acabado o no, y mirando de soslayo guardan cola, pero la máscara helada sólo sonríe». Rubén Varillas
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La fachada de la librería se ha convertido en una seña de indentidad de la calle Meléndez. Abajo, Mario Martín Prieto
LIBRERÍA VÍCTOR JARA
La epopeya del librero t
Todo comenzó con noventa mil pesetas y el alquiler de una antigua tienda de papel pintado. Dos jóvenes –Mario Martín y Carlos Barroso– trasladaron a Salamanca el modelo de librería europea: un lugar de encuentro, de intercambio, donde el libro se mima y el ambiente propicia la charla y el conocimiento sosegado. La librería cumple treinta años entregando una nueva edición de su premio de poesía. Perelétegui
reinta años no son nada. Ni veinte que dice el tango, porque son casi veinte los que llevo frecuentando la dulce compañía de Mario Martín y Carlos Barroso, Víctor Jara y Portonaris, y que no me desampare ni de noche ni de día. A mí el peso de la efeméride no me cayó en las celebraciones de la Feria del Libro, ni en los actos públicos... a mí estos años compartidos fueron como la pátina del polvo que atesora un libro cerrado, algo tenue y entrañable que invita a la apertura. Era el veintinueve de marzo y estábamos Ángeles Pérez López y yo contemplando la grabación del programa literario ‘El cuarto de atrás’ en el que Charo Ruano entrevistaba sagaz y certera a una Elena Poniatowska mecida por las oleadas de volúmenes. El cuarto de atrás existe, es el rincón oculto y secreto de la librería Víctor Jara en el que Ruano graba sus entregadas entrevistas, un espacio preñado de recuerdos, libros sin abrir, objetos de papelería prestos a escribir que me recordaron que llevo veinte años de treinta deslizándome golosa, fascinada y detenida por los escalones, los anaqueles, los recovecos de esta librería clara que Mario
Martín y Carlos Barroso han convertido en su casa y en la nuestra. Sin embargo, nosotras las otras seguimos siendo las mismas. Ángeles continúa escribiendo magnífica poesía, Ruano sigue ejerciendo su voz crítica y lírica y los otros, Mario y Carlos se la viven alimentando de libros y proyectos a los que no hemos podido jamás prescindir de su afecto. Y veinte años no es nada. La vida es eterna en cinco minutos, en los pocos que compartimos con Elena, Catalina Lina Luna, las Salamancas de Amarú, Carlos con su humor rápido, inteligente y cáustico, el poeta cantor chileno y hasta el decimonónico pétreo de Meléndez Valdés donde ha estado siempre situada esta librería. Víctor Jara cumple años y lo celebra regalando un premio, el quinto ya, que nos habla de poesía nueva y sugerente. Pocos imaginaban que la publicación en 1984 de un libro titulado magistralmente Hicimos de la noche un largo poema de Charo Ruano llegaría en la ciudad letrada y sin embargo inconstante, a consolidar un premio iberoamericano de poesía que se inició en el 2001 con La próxima semana con ropa ya
de invierno de Patrocinio Gil Sánchez y que le entrega el regalo de cumpleaños esta vez a Macarena Trigo con Todos los poemas perdidos de Eleonora que Mariana encontró no sabe donde. A esta colección bella llamada ‘Mar Adentro’ le gustan los títulos que asemejan poemas. Títulos que nos mecen. En los inicios vehementes, en los prodigiosos comienzos, dos estudiantes a punto de acabar la carrera, dedicados a vender libros y a trabajar en verano en Estocolmo, comprueban en el extranjero el auge de las librerías café y su apoyo a los refugiados políticos latinoamericanos con los que tan solidarios se sentían ambos españoles. Librerías como lugar de encuentro, europeos remansos de aguas librescas donde el tiempo se detenía y se acogía al autor. Eran los años airados del 75 y propuestas novedosas como Fuentelaja en Madrid o Antonio Machado en Sevilla no existían en una Salamanca en la que Víctor Jara apareció con vocación latinoamericana, solidaria y un punto subversiva. Un espacio alternativo que seguía el modelo europeo donde vender libros, trazar encuentros literarios y humanos,
LIBROS
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presentar pintura y alimentar letras bajo la advocación del cantor chileno cuya foto con los niños y la guitarra sería un logotipo incómodo en tiempos aún inciertos. Te recuerdo Amanda. El proyecto utópico de Mario y Carlos arrancó con 90.000 pesetas, una ilusión de locos y el apoyo del dueño del local en el que instalaron su empeño, un viejo militante de izquierdas, Timoteo Coca, quien les facilitó el alquiler de una antigua tienda de papel pintado. Así, con la aquiescencia generosa de su casero y la paciencia de dos familias que contemplaron durante cinco años los inicios de un negocio del que no se rendían beneficios aparentes y que precisaba de su ayuda y de sus avales, Víctor Jara se convirtió en el espacio que ahora conocemos. Más tarde, el primer piso de una pensión situada enfrente del local inicial que ha ocupado la casa entera reptando por las paredes, serpiente multicolor. Y fue precisamente una serpiente de la mitología africana que representa el infinito, la que dio nombre a la editorial surgida en 1984 del espacio libresco: Amarú, iniciada con un libro de poemas de Charo Ruano, colaboradora entregada de la librería que ahora usa como plató. Para Mario Martín, «Amarú surgió con la intención de crear una mínima infraestructura editorial que se ocupara de las obras de creación literaria y de las obras de investigación surgidas en torno al mundo cultural y universitario salmantino», un sello que ha recorrido rutas, paseos, fotografías... que se ha ocupado de todo tipo de ciencias del comportamiento y que, tempranamente, apostó por la ecología, un sello capaz de arriesgarse con títulos infantiles de caras ilustraciones, de crear un premio de poesía consolidado y fiel al espíritu iberoamericano de sus comienzos, apostar por atreverse. Si hay algo que admiro de estos dos hombres son sus tenaces fidelidades y la capacidad que describió perfectamente Mario Martín hablándome de pasión y negocio: «Se trata de ser oportunos sin buscar la oportunidad ni el oportunismo». Si hay algo que admiro de alguien es que viva de y por sus ideales, con actitud íntegra. Quien vende libros ha de saber de ellos, amarlos y dedicarles el tiempo que precisen. El librero era un conocedor dispuesto a la búsqueda, al conocimiento y a la tertulia con el cliente. Dotado de paciencia y de curiosidad, Carlos Barroso conoce los recovecos y durante veinte años ha rastreado todo aquello que le he pedido. Es por antonomasia el librero. En 1984 no sólo aparece Amarú Ediciones, el éxito de Víctor Jara configura otro espacio, Portonaris. El nombre de la librería alude a la primera familia impresora de Salamanca, los impresores reales de la Universidad, originarios de Italia y venidos de
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Sólo cabe celebrar los treinta años de un proyecto que nos enseñó otra forma de vivir el libro, de apostar por la creación y de mantener la hermandad a despecho de los tiempos
Francia que tenían su otra gran sede en la Medina del Campo de la lana y los Reyes Católicos. De nuevo la librería se entiende como un espacio no sólo mercantil, dedicado a la venta del libro como objeto, se trata de un lugar para la observación, el conocimiento, el encuentro y el intercambio. Un lugar privilegiado donde el libro se ofrece al lector y el espacio del comercio resulta breve, disimulado. Desde que frecuento estas dos librerías, me enternece el poco, el mísero espacio que se dedican Carlos y Mario, a ellos y a sus ordenadores, su numérica trastienda... en ambas el sitio es para el comprador lector que vagabundea por los anaqueles, recorre las baldas, tiene los libros a su alcance, ofrecidos a la vista, la portada expuesta y no sólo el lomo apretado que acariciar y extraer. La primera vez que entré en Víctor Jara lo hice con música de escaleras antiguas que rechinaban de contento, dinero en el bolsillo, luz, estanterías de madera clara, parquet que cruje, comprador que lee detenidamente en medio de la música clásica o la charla sosegada. Con ellos todo ha sido siempre afable y demorado, luminoso y generoso. Ahora que hacemos de la celebración un largo encuentro, ahora que los nuevos títulos de Amarú se vuelven infinito y vivimos también tiempos airados en los que reivindicamos la figura de Víctor Jara y añoramos los proyectos alternativos en un mundo en el que la especulación y la prisa nos crispan los pocos deseos y las mínimas lealtades, sólo cabe celebrar los treinta años de un proyecto que nos enseñó otra forma de vivir el libro, de apostar por la creación y de mantener la hermandad a despecho de los tiempos. Y lo hago con una gratitud inmensa, una admiración ilimitada y una imagen nueva, la de mi hija de dos años sentada en el suelo de Portonaris, con un libro de la mano, desafiando al tiempo, mecida por las rimas infantiles de Charo Ruano. Para ella, naturalmente, la vida es eterna en cinco minutos. Charo Alonso
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De pueblos y naciones David Day explica en un recomendable libro las conquistas y sus justificaciones ste libro se subtitula Una nueva historia del mundo moderno. Pero tiene poco que ver con lo que solemos entender por un libro de historia. Para empezar, no sigue un orden cronológico. Más bien dentro de lo que consideramos ensayo histórico, este libro nos dejará, después de leído, una idea diferente sobre el conjunto de la historia humana. Poco importa que los ejemplos con los que David Day ilustra su tesis pertenezcan en exclusiva al mundo de los últimos cinco siglos: estamos seguros de que podrían hallarse igual entre los cinco anteriores, o en cualquier otro periodo de la Historia. Resumida, la tesis puede parecer casi banal: la historia del mundo es la historia de la conquista de unos pueblos por otros, hasta tal punto que ningún pueblo permanece en ningún lugar para siempre. David Day se entrega a la tarea de explicar cómo los pueblos llevan a cabo la conquista de otros territorios y cómo la justifican. Day agrupa las diferentes justificaciones de esa apropiación en capítulos. Cada uno de los capítulos se refiere a un tipo de justificación: reclamaciones legales (desde el mero hecho de clavar una bandera, de llevarse unas muestras de fauna, flora, etc. a la coronación de un nuevo rey), el trazado de mapas de los nuevos territorios, el hecho de dar un nombre a los nuevos lugares (como los nombres españoles y católicos que repartieron los conquistadores por América, aunque Day se detiene en un ejemplo aún más llamativo por los motivos que sabrá el que lea el libro: el de Virginia), la suplantación de los salvajes (Day da cuenta de cómo lo que hasta ese momento habían sido nobles salvajes que vivían en una especie de paraíso, por ejemplo en Australia, pasan a ser una espe-
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DAVID DAY Conquista Trad. de Ferrán Esteve y Encarna Belmonte Crítica, 2006 341 pp. / 23,90 euros
Después de leer este libro, uno puede pensar que tal vez la nación no sea más que un espejismo social que nos ha costado ya demasiados millones de muertes
cie de bestias cuando una potencia prepara la invasión), el derecho de conquista (Hitler, tal vez menos hipócrita que otros, dijo llanamente que «el éxito justificaba la conquista»), la defensa del territorio conquistado (mediante la erección de fuertes y fortalezas, o de cualquier cosa que sirva para repeler al enemigo), las historias fundacionales, que otorgan un incuestionable derecho (así, por ejemplo, si los judíos ocupan Palestina es por
deseo de Dios, pero hay muchas otras historias que ligan a los pueblos a un lugar determinado: Constantinopla se fundó por la señal de dos águilas, como un águila también marcó el lugar en que los mexicas debían fundar Tenochtitlán), el cultivo del suelo (tanto en Estados Unidos como en Australia, cultivar un terreno era la manera que los colonos tenían de asegurarse su posesión), el genocidio (práctica muy común que, sin embargo, nunca ha conseguido ser total), y la repoblación. Si bien está escrito en un lenguaje neutro, que no reconoce buenos y malos, Conquista muestra su simpatía por las poblaciones suplantadas, expoliadas, asesinadas y expulsadas del lugar en que vivían. A modo de venganza, vemos ahora cómo, acuzados por el hambre, algunos supervivientes llegan a los lugares de los que fueron expulsados, como los hispanos a EEUU, o a las metrópolis que les desposeyeron de su propia tierra, como esos inmigrantes africanos que repueblan Europa, en parte debido al descenso poblacional de la propia Europa. Mientras que los nacionalistas creen que el mundo está constituido por naciones que ocupan una patria histórica, la verdad es que ninguna sociedad ha ocupado siempre la tierra que considera suya. Tal vez la nación no sea más que un espejismo social que nos ha costado ya demasiados millones de muertes. Ésta es una de las cosas que uno puede pensar al terminar de leer un libro que no dudo en recomendar. David Day es además autor de una historia de Australia, Claiming a Continent, y de un libro sobre la Segunda Gerra Mundial, Menzies and Churchill at War. Garcimuñoz
8 culturas CINE / ARTE
TRIBUNA DE SALAMANCA, Domingo, 7 de mayo de 2006
A la izquierda, obra de la italiana Alina Marazzi. Sobre estas líneas y abajo, fotografías de Rineke Dijkstra
Documentales de autor(a) Escapando a la uniformización de las pantallas, surge con fuerza un discurso cinematográfico y artístico protagonizado por mujeres como Alina Marazzi y Rineke Dijkstra. n la actualidad resulta complicado escapar a la dinámica del productivo ‘star system’ hollywoodiano y acceder a obras cinematográficas de calidad desde nuestro país. Raros son los casos en los que se programan ciclos de proyecciones cuyos contenidos no estén guiados por el interés de la entidad patrocinadora de turno o por la habitual necesidad de abarcar un amplio público homegeneizado por el consumo de realizaciones de baja calidad, alto presupuesto y una larga lista de conocidos protagonistas (empezando por los actores y actrices sin olvidar a productores y directores, todos ellos elevados al Olimpo de las deidades contemporáneas). A pesar del monopolio en la distribución, la precaria situación que nos encontramos como espectadores no refleja la realidad de una producción riquísima en determinadas geografías, variada en sus matices creativos y dispuesta a enfrentarse a convenciones y lugares
e
comunes tristemente compartidos sin cuestionamiento. La ingente producción cinematográfica de los países que escapan a las barreras que conforma Occidente (mucho se ha hablado últimamente de Boollywood, del cine iraní o de las experiencias de los países de la ex Yugoslavia) son una muestra clara de las posibilidades abiertas al séptimo arte, necesitado de huir de encorsetamientos que viene arrastrando en las últimas décadas y de los que pocos han podido escapar. Sin embargo, hay algo más allá de este valioso y prometedor cine de la ‘periferia’ fuera de los circuitos establecidos, como se demuestra con lo que desde el Primer Mundo está realizando otro grupo descentralizado como es el de las mujeres (a pesar de todos los planes de integración, igualdad y apoyo su mera existencia confirma la enorme desigualdad todavía existente entre los sexos) con la firme intención de hacer oír su voz y obtener visibilidad a través de imágenes llenas de fuerza, sensibilidad y mucha más crudeza de la que, estereotipos de género, se creía capacitado al sexo débil. Si nos proponemos encontrar algo de Arte (llamado) Contemporáneo que tenga interés y sea crítico hecho desde Occidente caemos en la cuenta de que buena parte de éste ha sido realizado por mujeres guiadas por un cierto espíritu combativo. En el videoarte, en los espacios más tradicionales del arte moderno como son las salas de ex-
Son artistas que intentan luchar contra la ignorancia, la desmemoria, el desinterés por lo que se encuentra en los márgenes y en lo desconocido, por lo que se escapa de una cultura totalizadora y narcotizante
posiciones y los museos, en la ‘artesanía’ que está siendo nuevamente valorada, en otras expresiones como la música, el teatro o la literatura… cada vez son más las mujeres que se toman como referencia, a las que se les otorga una voz y que demuestran su gran potencial. En lo cinematográfico tenemos una muestra de la enorme calidad y fuerza de un trabajo comprometido en lo social, en lo artístico y, ante todo, en lo vital con el conjunto de documentales sobre vidas de mujeres de las que son sus indudables protagonistas como realizadoras, narradoras o vehiculadoras de la diégesis tradicional. La incesante discusión de estos años sobre el término documental, su replanteamiento y el hecho de la apertura del mismo, englobando las más diversas acepciones, demuestra lo fructífero del campo de trabajo que ha sido magníficamente aprovechado por las artistas femeninas. La pregunta es la siguiente; ¿a qué se deben tantas obras sobre, de y ‘para’ mujeres? Urge construir una historia que no ha sido escrita y el medio documental permite las primeras incursiones gracias a la labor de productoras como ARTE mantenidas por políticas de países como el alemán, el inglés o el francés que, por tradición y sensibilidad, han pro-
movido la realización de obras de no ficción en las que lo artístico ha seguido teniendo cabida cuando el fagocitador mundo del mercantilismo cinematográfico a nivel universal ha ido impidiendo muestras ficcionales similares. El problema de la escasa difusión, lo complicado que resulta acerarse a sus propuestas, la elitista etiqueta de ‘piezas de museo o dirigidas a estudiosos especializados’ de éstas levantan un muro ante figuras tan inquietantes y provocadoras como la italiana Alina Marazzi o la danesa Rineke Dijkstra, entre muchas otras, que apenas gozan de difusión fuera de sus fronteras. La paradoja es la siguiente: son artistas que intentan luchar contra la ignorancia, la desmemoria, el desinterés por lo que se encuentra en los márgenes y en lo desconocido, por lo que se escapa de una cultura totalizadora y narcotizante. Y, sin embargo, permanecen desconocidas u ocultas por obras menores pero sencillas. Un denominador común de todas ellas es el servirse del relato (auto)biográfico puesto que lo consideran un espacio especialmente adecuado para expresarse como mujeres. Quizás sólo se trate de un primer paso que, sin embargo, es más imprescindible que necesario visto la escasísima presencia de mujeres como realizadoras en las salas de cine comercial (en nuestro país quizá Isabel Coixet sea el único caso, aislado, de este cine hecho por mujeres con una sensibilidad que se opone a la tendencia hispánica habitual). Acercarse a sus obras, que no son sino sus vidas y sus recuerdos, es un inestimable ejercicio de memoria en estos tiempos inhumanamente uniformizadores. Beatriz Leal Riesco