culturas
N° 78 Suplemento de
artes y letras
TRIBUNA DE SALAMANCA, Domingo, 11 de junio de 2006
5 El Festival de las Artes entra en su última semana con el estreno en España de lo nuevo del director catalán, una obra irrepresentable en la que se encuentran todos los rasgos de su estilo.
Calixto Bieito imagina a Ibsen
PEER GYNT 3 KIKO VENENO
8 ANTONIO LÓPEZ
Nos visita esta noche un músico arraigado en el cancionero popular por hacer poesía de lo sencillo y mantener una carrera coherente.
Pintor hiperrealista en tiempos de abstracciones, el último Premio Velázquez ha encontrado su sitio en la perseverancia y los detalles.
N°78
2 culturas
TRIBUNA DE SALAMANCA, Domingo, 11 de junio de 2006
os encontramos en el ecuador del Festival de las Artes y aprovechamos para han cer un repaso de lo visto y un sondeo de lo que todavía está por llegar. El lado lúdico y más popular de este evento funciona: juventud en las Conchas, multitudes en los espectáculos de calle, interés por los conciertos... Quizá donde haya que evaluar finalmente la línea del festival, la parte por la que alcanzará su sitio en el panorama europeo, sea la programación de sala, de teatro. Ahí es don-
de todos los encuentros de este tipo, en lo que representan y en lo que producen. Por ahora, aquí sólo se exhibe. Lo que hemos visto se caracteriza por una preponderancia de lo formal, el collage como forma de construir la escena, acaparando imágenes y lenguajes de lo audiovisual. Ha habido propuestas muy sugerentes y en esta semana llegarán algunas más, con el estreno nacional de lo último de Calixto Bieito y tres espectáculos de danza. En la música, nos acercamos a Kiko Veneno,
un autor que ha creado canciones inolvidables inspiradas en una poesía de lo sencillo y en una carrera coherente. Y va para treinta años. Habrá también una muestra del pujante hip hop brasileño y Amparanoia cerrará la cita. Repasamos también la figura del pintor Antonio López, que acaba de recibir el Premio Velázquez por toda su trayectoria. Y muchos libros, ahora que se acerca el verano: Natalia Ginzburg, Lola Beccaria, Carlo Lucarelli y Peter Stamm.
Antonio Marcos culturastribuna@yahoo.es
1 LA GENERACIÓN QUE VIENE No aparece en las encuestas del Centro de Investigaciones Sociológicas, pero si atendiéramos a ciertos medios, la situación de nuestro cine debería de ser una de las principales preocupaciones de los españoles. Lo de siempre. Pues prepárense porque viene una nueva generación de cineastas que va a dar mucho que hablar. Habrá que ponerle un nombre en algún momento, pero quizá les caracteriza que nacieron con el vídeo, se han educado en lo audiovisual, saben vender su producto en los medios de comunicación, no connotan negativamente el concepto de entretenimiento y tienen su obra más que testada porque ellos mismos la cuelgan en el Emule. Algunos de ellos estuvieron el martes en El Moderno. Koldo Serra estrenará después del verano, previo paso por el festival de San Sebastián, The Backwoods (Bosque de sombras), una historia con escopetas de caza en la País Vasco con un toque a Deliberance. Será la ‘opera prima’ con más recursos económicos que se haya visto en nuestro cine y su reparto lo encabeza Gary Oldman. Nacho Vigalondo empieza en un par de semanas el rodaje de Los Cronocrímenes, producida por los hermanos Scott. Junto al escritor Borja Crespo y al autor de cómic Miguel Ángel Martín, fueron dejando caer anécdotas que, juntas, definen por qué el cine está como está. Parece que productores con ánimo de riesgo hay, pero que quienes marcan el listón económico e incluso estético son las televisiones, que las discográficas quieren videoclips como de Chris Cunnimgham a tres mil euros, que hay actores internacionales que tienen más presupuesto para teléfono de lo que se paga por el guión de la película que ruedan, y cómo se iniciaron en una pasión que poco a poco se ha convertido en su vida.
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FESTIVAL DEL ARTE Como no podía ser menos, la exposición de Joan Fontcuberta La sirena del Tormes está causando cierto revuelo. No ha llegado a los extremos de Francia, donde incluso algunos sectores de la comunidad científica se le echaron encima, pero es evidente que su obra no deja indiferente. Aquí nos apasiona ese género cinematográfico del
mockumentary y la búsqueda en los límites de la representación, o quizá habría que decir, la ironía sobre los límites, porque estos se traspasan a todas horas en horario de máxima audiencia. Con su trayectoria, Fontcuberta demuestra que domina el género a la perfección y consigue una obra con un sólido peso conceptual y una extraña belleza. Tiene una magnífica web (fontcuberta.com) donde se puede apreciar toda su carrera artística. También ha sido revelador la cantidad de espectadores que acudió a la primera de las sesiones de performance en el DA2. Se incumplió el horario previsto en el programa y hubo quien no pudo ver a Ulrike Rosenbach, pero Marcel-lí Antúnez congregó a una multitud en el patio para ofrecer una especie de repaso curricular de su trayectoria en imágenes y una charla con tono didáctico sobre las hibridaciones humanas, robóticas y químicas con unos magníficos dibujos e ilustraciones de fondo. Lo que no se acaba de entender es el trabajo de decoración de Las Conchas para las sesiones electrónicas. Regulero. Algunos se preguntarán también cómo han podido subir tanto las cervezas de un año para otro. Y resultaron bastante decepcionantes las Dirty Princess, la verdad.
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EL MUNDIAL Esto de los espectáculos culturales nos va a quitar tiempo y espacio para el único espectáculo que no necesita apellido. El Mundial es el Mundial de fútbol, punto. Los alemanes han organizado esto de tal forma que casi ha habido más exposiciones, conciertos y congresos que partidos. Hasta ahora, que ya llega el fútbol y se olvida todo. Ya saben que Brasil, que ha convertido este juego en su seña de identidad , es la favorita de las favoritas porque es la que más jugadores tiene en los anuncios de Nike. Sepan que hay un montón de jugadores checos que se van a retirar después del Mundial porque ya son muy mayores, que Holanda lleva una selección muy joven, que Irán tiene mejor equipo de lo que parece y que hay un montón de periodistas deportivos que nos descubrirán muchas más anécdotas culturales irrelevantes mientras esperan los resultados de España para ver si tienen que criticar o alabar. Yo no me lo pierdo.
De arriba a abajo: Joan Fontcuberta, autor de la exposición La sirena del Tormes; Nacho Vigalondo, en primer plano, junto a Crespo, Miguel Ángel Martín, Eli y Refo; Marcel-lí Antúnez, durante su performance del martes en el DA2 / Fotos: Formigo y Prieto
MÚSICA
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Kiko Veneno Arte de la calle
Hip hop brasileño y ‘buen rollito’
Bob Dylan. En ‘Contigo’ o ‘Mi morena’, dos de los cortes de su último disco, vuelve a desplegar su capacidad para hacer estribillos de esos que no se olvidan y para hacer de la sencillez un arte. Quizá en esa capacidad para hacer poesía de lo simple radica la grandeza de Kiko Veneno, y quizá por ello es el suyo uno de los cancioneros que más y mejor han penetrado en el imaginario colectivo popular, porque, en el fondo, la música –como la poesía, que en definitiva viene a ser muchas veces lo mismo– no es de quien la escribe, sino de quien la siente y la necesita, como él bien sabe: «Hay que desdramatizar el trabajo de hacer música. Ni duele, ni es traumático ni es grandioso. Las canciones están en el ambiente; sólo hay que entrar y cogerlas. Son algo tuyo que no es del todo tuyo. Componer es como jugar al fútbol, un arte de la calle, como Zidane y Maradona. Para mí, la gente que se inventa canciones de carnaval o de borrachera tiene tanto mérito como el que hizo ‘Let it be’».
La presencia de Brasil como país invitado apenas ha tenido presencia en la programación teatral, pero sí se ha dejado notar en la de conciertos. El de Arto Lindsay resultó algo frío –quizá su música hubiera lucido más resguardada en un escenario más acogedor que el de la Plaza– y ahora llega Marcelo D2, uno de los máximos exponentes del hip hop brasileño. Componente del grupo Planet Hemp, Marcelo comienza su carrera en solitario en 1998 con su disco Eu Tiro é Onda, donde perfila su característica fusión entre hip hop y samba, aunando dos ritmos populares que poco a poco van encontrándose. Brasil ya estaba maduro para esta mezcla de ritmos cuando en 2003 lanza su gran éxito, À Procura da Batida Perfeita, trabajo con el que consigue variados y relevantes premios que confirman que marchaba en el camino correcto. Su último disco, de este mismo año, es Meu Samba eh Assim, que continúa en ese estilo nacido de la calle pero tocado con la dulzura de la samba. La carrera de Planet Hemp estuvo en buena parte lastrada por el carácter reivindicativo y político del grupo. Bajo la acusación de fomentar con sus canciones el consumo de drogas –se pronunciaron a favor de la legalización de la marihuana–, se les prohibió tocar en algunas ciudades brasileñas. En medio de esa polémica les llegó una nominación para los Grammy Latinos, que supuso un respaldo para su imagen. Como hemos podido ver en la película Fala tu, del ciclo de cine brasileño programado por el Festival, el hip hop es un movimiento muy al alza en Brasil. Raperos como Férrez acaban de dar su salto al mundo de la literatura con Manual práctico del odio y en las favelas se encuentra en este tipo de música su vía de escape y de crítica para atacar un estado de las cosas que no convence a nadie. Uno de sus máximos representantes llega el viernes a la Plaza. Amparo Sánchez, Amparanoia, cerrará el festival en la noche del sábado. Impulsora del ‘buen rollito’, Amparo tiene una larga carrera a sus espaldas, con canciones que concilian cierta inquietud social y el baile, con fusiones de diversas músicas latinas. Antes de todo eso, se fogueó en los conciertos en pequeño formato –en El Savor actuó en numerosas ocasiones– y desde ahí ha trabajado la dimensión más popular de la música. Para el concierto de Salamanca llega acompañada de la formación Zuco 103. Con toque brasileño también llegan Medio Cabalo al Corrillo, el jueves, una banda reciente que se inspira en los clásicos como Veloso y Djavan. En el jazz se inscriben José María Carlés –que en esta ocasión capitanea un trío– y Stromboli, una joven formación castellano y leonesa que parte del jazz para llegar al funk. Dentro del programa de las Conchas se encuentra el salmantino DJJD (martes), las madrileñas Le Chic (jueves)–ubicadas en uno de los ‘books’ de más relevancia internacional–, DJ Quantic (miércoles), Kraak & Smaak (viernes) y DJ Yoda, que cerrarán el sábado, de madrugada, la edición del festival.
Javier Sánchez Zapatero
J. Revuelta
Han pasado casi treinta años desde los tiempos de los reverenciados Veneno. Kiko sigue ahí, componiendo canciones que exaltan la poesía de lo sencillo y calan inmediatamente en la memoria popular. Esta noche actúa en la Plaza Mayor. ecía hace años el crítico musical Diego A. Manrique que ‘Volando voy’ debería ser el himno nacional de España. Metidos en plena vorágine mundialista como estamos, ahora que vuelven las eternas discusiones sobre el porqué del eterno fracaso de la selección en la infranqueable barrera de cuartos de final, uno se plantea si a los chicos de Luis Aragonés no les irían mejor las cosas si tocaran palmas y cantaran durante la presentación oficial de los partidos en lugar de mirar al cielo con aire solemne y marcial como hacen ahora. Y es que la música de Kiko Veneno tiene casi todo lo que falta al juego del equipo nacional. Es inteligente, original y, sobre todo, tremendamente fresca. Insufla tanta vitalidad como las cervezas con limón en los calurosos días de verano, como los rayos de luz tras la tormenta. Letras irónicas, melodías pegadizas y ritmos alegres son las señas de identidad de una carrera que, a punto de cumplir los treinta años, se muestra tan brillante y original como el primer día. Porque, a pesar de que fue entre 1992 y 1995 cuando obtuvo el fervor popular gracias a Échate un cantecito –una colección de himnos tarareados por todo el mundo hispánico– y a Está muy bien eso del cariño, la trayectoria de este catalán de nacimiento y andaluz de corazón ha visto ya casi de todo, desde los inicios anárquicos y desvergonzados de Veneno a su reciente deserción de la industria del disco –argumentado que «los ejecutivos son como empresarios de churrería que ni aman la música ni la entienden»– pasando por su etapa televisiva caracterizado como Frankenstein en ‘La bola de cristal’. El carácter inquieto que denota su dilatada carrera, el mismo que le llevó a recorrer con poco más de veinte años Andalucía en un carromato de cómicos, unido a la coincidencia de dar en la efervescente Sevilla de finales de los sesenta –por allí andaban Smash, Triana y todos los flamencos– con los hermanos Amador, le hizo convertirse en uno de los músicos que más decisivamente contribuyeron en el encuentro entre el flamenco y el rock, dos artes populares que hasta entonces, cuando nada se sabía ni de fusión ni de mestizaje, habían avanzando por caminos bien distintos. Desde los ahora respetadísimos y en su tiempo ninguneados trabajos con Veneno –cuyo primer disco ha sido elegido recientemente como el mejor del rock español por las revistas especializadas ‘EfeEme’ y ‘RockdeLux’– hasta su último álbum, El hombre invisible, la fidelidad a sus parámetros sonoros se ha visto acompañada con una integridad poco habitual en un mundo tan endiosado como el de la música. Cuidando de las canciones como si de un artesano se tratase, nada se ha perdido con los años del poderío compositivo del autor que escribió ‘Volando voy’ para Camarón, que dio a conocer por toda España a los superhéroes de barrio o que salió airoso de la osadía de pasar por filtros rumberos a
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Letras irónicas, melodías pegadizas y ritmos alegres son las señas de identidad de una carrera que, a punto de cumplir los treinta años, se muestra tan brillante y original como el primer día
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A la izquierda, El silencio, de Pippo Delbono. A la derecha, un momento de la representación de Nico and the Navigators / Formigo y Perelétegui
Entre lo formal y la emoción Repasamos los espectáculos de sala de la primera semana del festival: tendencia al collage en lo formal y búsqueda de emociones que no siempre llegan. a programación de sala del Festival de las Artes deja en su primera semana sensaciones contrapuestas. Por el lado positivo, parece que se va creando un cierto ambiente muy propio de festival: el público es numeroso y al salir del teatro se interroga por lo que ha visto, en opiniones que van desde no entender absolutamente nada al entusiasmo, pasando por la valoración de formas de expresión –llamémoslas ‘vanguardistas’ por ajustarnos a una definición por exclusión– que no se ven habitualmente por estas tierras. En lo negativo, sigue dando la sensación de que se rinde culto al número y que la asistencia por invitación maquilla los resultados de taquilla. Sólo así se explica el jaleo con los móviles y las deserciones a la media hora que hemos vivido en algunas representaciones, algo que no hace más que perjudicar al espectador que de verdad se interesa por estos espectáculos. En todo caso, y aunque el Festival no ha ofrecido datos oficiales, la base social ha crecido res-
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Mezcla de textos, decorados virtuales y actores reales en Super Vision / Ladoire
pecto al año pasado. O lo que es lo mismo, esto empieza a parecer lo que quiere ser y en lo que, a fin de cuentas, debe convertirse todo festival: un espacio de descubrimiento de lo que difícilmente alcanza los circuitos comerciales. Hemos podido ver espectáculos bien distintos, pero se aprecian algunos puntos en común: se observa una preeminencia de lo formal, del cómo se hacen los espectáculos, con gran tendencia hacia el collage, y la imparable introducción ya no sólo de los medios audiovisuales dentro de la escena, sino también un contagio de sus lenguajes. Totalmente formal fue La Tempestad que propuso la compañía 4D Art, y, paradójicamente, su hallazgo es a la
vez su punto débil. La compañía utiliza ‘personajes virtuales’ –grabaciones de actores que se proyectan con apariencia corpórea– y fondos filmados para hacer transcurrir dos acciones a un tiempo. Muy bien los actores, buena la coordinación técnica, pero entre tanto artificio se diluye lo que de verdad importa cuando de Shakespeare se trata: ver cómo palpita lo humano en las situaciones que el dramaturgo propone. En dos ediciones del Festival hemos visto dos Shakespeare y, de momento, el trono sigue en manos de aquel Ricardo III de Álex Rigola del pasado año. El cascarrabias Pippo Delbono dio una lección de ego con El Silencio. Después de discutir con
los fotógrafos y hacer retrasar la función diez minutos sin explicación aparente, presentó un montaje de intención poética con resultado dispar. Escenas que él mismo introduce, papel en mano, rompiendo las barreras de la representación que hacen una especie de barrido por la Italia del siglo XX. Con una banda sonora de canciones que puntúan la acción, escenas aisladas con mayor o menos fuerza visual, es intenso, evocador y verdadero en sus mejores momentos –esos personajes vestidos de fiesta bailando en corro, el padre comiendo en silencio– y parece intrascendente y obvio en otros. Nico and the Navigators propuso un intimista juego de apa-
riencias en el que se aprecia la fragilidad humana bajo una apariencia minimalista, basada en el trabajo de los actores y en una puesta en escena fría y visualmente hermosa. Quizá la enorme sala del CAEM no era el lugar más adecuado para entrar en ese juego de gestos, miradas cómplices y cambios de matiz. The Builders Association trajeron con Super Vision otra mezcla entre escena y nuevas tecnologías. Su discurso se basa en el choque entre la identidad del individuo y el acopio de datos que hacen las corporaciones, en la frialdad de las relaciones cibernéticas. Un padre que construye a su hijo una personalidad ficticia para explotarla económicamente y asentarse en un bienestar material, un viajero bajo sospecha por su aspecto y su origen que se enfrenta a una kafkiana red de datos manejados por dispares aduaneros, una joven tecnócrata que charla por webcam con su abuela pero a la que en realidad no escucha. Emociones que se filtran entre lo electrónico, que cuestionan el discurso de progreso tecnológico en la comunicación, con una novedosa puesta en escena que mezcla de una manera inteligente lo virtual y lo real. De apariencia fría en un primer momento por su agradecible carencia de subrayados, es quizá el mejor espectáculo que hemos podido ver hasta el momento. Queda toda una semana por delante para descubrir nuevas propuestas. Antonio Marcos
TEATRO
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La obra fue escrita sin una voluntad clara de llevarla a la escena. Este hecho concedió a Ibsen una tremenda libertad en el momento de la escritura de la pieza e ignoró las fronteras del tiempo y el espacio, de la realidad y la fantasía Joel Joan, agarrado por el cuello en una escena del Peer Gynt de la Compañía Romea
El hombre que dividía las plateas El director Calixto Bieito no fomenta la polémica, pero intenta que no afecte a su libertad creativa. Desde ese postulado afronta Peer Gynt, un irrepresentable poema dramático de Ibsen. Con él comienza la semana. as hemerotecas están llenas de titulares que comienzan «Pitos y aplausos para Bieito en...» y siguen algunas de las obras teatrales, zarzuelas y óperas que el más internacional de los directores españoles ha llevado a escena en los últimos años. Sin embargo, las crónicas que llegaron desde Noruega tras el estreno de este Peer Gynt son entusiastas: ovación cerrada con el público en pie para los actores de la compañía Romea y para el director, y una complicidad que les llevó a cantar el himno del Barça en el entreacto. Les debió de convencer esta visión del personaje creado por Ibsen –del que se celebra el centenario de su muerte– que es para los noruegos algo así como nuestro Quijote, un personaje clave de su literatura. Si hay algo que no parece asustar a Bieito es el riesgo. Sus adaptaciones de clásicos del repertorio teatral y operístico llevan implícita una lectura del presente y
Imagen de La Sirenita, de la compañía italiana Lenz Rifrazioni
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tenemos el presente que tenemos. El director no le vuelve la cara a la violencia y a todo aquello que alguien podría calificar como obsceno y que solemos pasar por alto en la televisión o en el cine mientras en el teatro nos choca, se nos evidencia con toda su desagradable fuerza. Es una parte de su estilo, la seña reconocible que le ha llevado a ser reclamado y admirado en Europa y a la vez silbado por algunos públicos. En Salamanca creo que lo último suyo fue la Ópera de cuatro cuartos, de Brecht, que sirvió de inauguración al hoy CAEM, un montaje que no tuvo una gran acogida. La adaptación de Peer Gynt también era una apuesta de ries-
go. Encargada por el Festival de Bergen –ciudad donde Ibsen residió gran parte de su vida– en su centenario, la obra resulta sumamente compleja: cuarenta escenas, más de cien personajes y un personaje principal al que suelen interpretar tres actores porque va envejeciendo. Bieito ha reducido la acción a tres partes y Joel Joan se convierte en el omnipresente Gynt, acompañado en el reparto por Roser Camí como Solveig. «La obra fue escrita sin una voluntad clara de llevarla a la escena. Este hecho concedió a Ibsen una tremenda libertad en el momento de la escritura de la pieza. No sólo se movió libremente entre el tiempo y el espacio, si-
no que ignoró otras fronteras, las fronteras entre la realidad y la fantasía, entre lo consciente y lo inconsciente», afirma el director. «Vivir es luchar contra los trolls en el corazón y en el alma. Escribir es juzgarse a uno mismo», dijo Enrik Ibsen. Viaje iniciático que desemboca en una mirada ácida sobre la estrechez de miras de las pequeñas comunidades o naciones, lucha interior entre la bondad y el lado oscuro que el hombre alberga dentro de sí, Peer Gynt es la obra cumbre de Ibsen y Bieito la ha abordado con las premisas de la libertad y la imaginación. La obra se representa mañana en el Liceo, en catalán con subtítulos en español.
La actividad escénica de la última semana del festival está marcada por la aparición de la danza. El miércoles llega desde Brasil –país invitado del Festival este año– el Grupo de Rua de Niterói, encabezado por el coreógrafo Bruno Beltrão, con un búsqueda basada en la fusión de los territorios de la danza contemporánea y los del hip hop. El viernes, la islandesa Erna Omarsdottir, coreógrafa que ha colaborado con Björk, y Damien Jalet presentan Ofaett, un espectáculo en el que ambos bailarines se metamorfosean hasta fundirse en un solo cuerpo. El sábado, el Festival acoge el preestreno absoluto de la continuación de Cartas desde Tentland, en el que seis mujeres iraníes interpretaban y bailaban esas cartas escritas por ellas. Prohibido en su país tras el reciente cambio de clima político, la coreógrafa alemana Helena Waldmann ha ideado una segunda parte –Return to sender (Devolver al remitente)– en la que esas mujeres bailan sin salir de unas simbólicas tiendas de campaña, en una imagen del papel de la mujer en el mundo islámico. Al margen de la danza, el otro espectáculo teatral que nos depara el programa es La Sirenita, de la compañía italiana Lenz Rifrazioni, un cuento infantil destinado al público adulto, una historia de amor «excesiva y lacerante», de la mano de unas sirenas que nos reclaman hacia lo desconocido. A. Marcos
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NOVEDADES
Llega Robert Anton Wilson ROBERT ANTON WILSON La tierra trema Trad. de Julieta Lionetti Poliedro, 2006 384 pp. / 22 euros
La historia del mundo es la historia de los Illuminati, una secta antigua, poderosa y oscura que nos ha acompañado a través de los siglos. Es el ‘Colegio invisible’ de la sabiduría, y sus adversarios, los destructores, vuelven a manifestarse una y otra vez. En el Nápoles de 1764, Sigismundo, un joven aristócrata, tropieza con un fragmento de ese gran diseño. Un asesinato despiadado durante la misa de Pascua y su pasión por la hermosa hija de su enemigo, provocan que el joven descubra el misterio de los Rossi, antiguos asesinos de la MAFIA, y los planes secretos de la temida Inquisición. En su viaje iniciático, de descubrimiento, Sigismundo encontrará en su camino al Mozart niño, al doctor Frankenstein, al famoso Casanova, amante, mago y espía, y al misterioso asesino de ojos color violeta que lo llama ‘hermano’. La historia de Sigismundo y su época es tu propia historia, la de ahora mismo: la de una conspiración tan vasta e inabarcable como el misterio mismo del tiempo. Rodrigo Fresán escribe: «Mucho más cerca del V de Thomas Pynchon, del Jonathan Strange y Mr. Norrell de Susana Clarke, y de las recientes novelas de Neal Cryptonomicon Stephenson que de las listas de best sellers asfixiadas por falsas reliquias sagradas, La Tierra trema y la venida de Robert Anton Wilson es una excelente noticia para todos aquellos que disfrutan de ficciones conspirativas y de misterios históricos».
Un Lazarillo ilustrado ANÓNIMO La vida de Lazarillo de Tormes y de sus fortunas y adversidades Ilustrado por Javier Fernández de Molina De la Luna Libros, 2006 221 pp. / 42 euros
Los clásicos nunca pasan, por eso son clásicos. El Lazarillo sin duda es uno de ellos, el gran exponente de un tipo de literatura netamente castellana. De la Luna Libros ofrece una cuidadísima edición ilustrada por el excelente pintor Javier Fernández de Molina. Con una reproducción de la edición arqueológica del ‘Lazarillo de Bancarrota’ y su posterior ‘traducción’ al castellano actual, la editorial pretende acercar el texto a todos los públicos. Los más de cien magníficos dibujos de Javier Fernández de Molina ilustran de manera magistral esta lujosaa edición.
Vita brevis Natalia Ginzburg narra escuetamente la biografía de Antón Chéjov y confirma que la vida es un misterio esde que empecé a escribir y publicar estas reseñas, hace algo más de un año, he ido constatando que el estilo del autor del libro que reseño me contagia siempre. Cuanto mejor es el libro, mejor es la reseña; si el libro reseñado está escrito con buen estilo, también lo está lo que escribo yo, y viceversa. Si el autor es parco en palabras, me vuelve parco a mí; y si es alegre, alegre. Algo así parece haberle ocurrido a la italiana Natalia Ginzburg, al menos tal como este pequeño volumen aparece traducido al castellano, labor de la que se ha encargado, encomiablemente, Celia Filipetto, que ha logrado un elegante estilo hecho de frases breves, sencillas y con esa leve pátina de tristeza que apreciamos en el propio Chéjov, sea quien sea el traductor. No obstante, y como ocurre a menudo, el texto de Filipetto empeora hacia la mitad. La brevedad del texto hace despertar la imaginación del lector. Ginzgurg, por ejemplo, nos pone al corriente de la extraña personalidad del padre de Chéjov, y cómo esta personalidad fue determinante en la vida de Chéjov. Páginas después, anota: «En el mes de octubre recibió en Yalta la noticia de la muerte de su padre». Y pasa a otro tema, dejando que el lector rellene un enorme espacio vacío. Un breve episodio me ha desconcertado especialmente. Sabido es que el teatro contemporáneo nace con las representaciones de Chéjov por Stanislavski. En la página 65 leemos: «Cuando había asistido a los ensayos en Moscú, se había reído de muchos aspectos de la dirección que le habían parecido absurdos. Stanislavski tenía la costumbre de introducir el tictac de los relojes, el sonido de timbres y sonajeros, incluso el canto de los grillos. Quería que se oyeran los ladridos de perros auténticos para dar la sensación de realidad. Chéjov encontraba absurdos todos esos ruidos. Y lo que más absurdo le parecía eran los ladridos de perros auténticos. Había dicho: ‘Es como si en la cara de una persona pintada en un cuadro se
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NATALIA GINZBURG Antón Chéjov Traducción de Celia Filipetto El Acantilado, 2006 85 pp. / 9 euros
aplicara una auténtica nariz’». Hoy día asimilamos el teatro-cine de Chéjov a las versiones de Marco Bellocchio y Louis Malle. ¿Qué le hubieran parecido a él? Y ¿qué significa lo que le hubieran parecido: que esas versiones, y con ellas nuestra idea de Chéjov, están equivocadas, o que el propio Chéjov no había llegado a entender su propia obra? Escrita visiblemente al hilo de la correspondencia de Chéjov, esta biografía mínima que parece escrita a contracorriente de las biografías de mil páginas que inundan nuestras librerías, gustará sobre todo a los poco aficionados a las biografías. Una vida siempre será un misterio incluso para la persona que la ha vivido, mucho más para el resto de los seres humanos. Antón Chéjov, de Natalia Ginzburg, no pretende disimular esto. Lo que nos ofrece es tan solo una pequeña cantidad de datos. Sabemos, por ejemplo, que conoció a Tolstoi, y que, a tenor de la correspondencia de ambos, se admiraron mutuamente. Pero no sabemos nada más de su relación. Chéjov se nos presenta como un filántropo que se gasta incluso el dinero que no tiene en fundar escuelas y hospitales para los desheredados, que como médico no cobra a la mayor parte de sus pacientes, pero que al mismo tiempo dispone de la vida y la felicidad de su hermana con un egoísmo espantoso. Lo dicho: cualquier vida ajena no puede ser para los demás otra cosa que un misterio. Natalia Ginzburg nació en Palermo en 1916, vivió en Turín y Roma, y murió en esta última ciudad en 1991. Su primer marido, del que tomó el apellido, murió en la cárcel durante la Segunda Guerra Mundial. Ella fue diputada de izquierdas. Escribió ensayo (Las pequeñas virtudes), teatro (inédito en español, que yo sepa), y narrativa (Palabras de la noche, Ciudad y casa, Léxico familiar y Querido Miguel, llevado al cine por Mario Monicelli). Garcimuñoz
Un apretado ovillo de lana Lola Beccaria evoca símbolos de una infancia envuelta en misterio en Mariposas en la nieve l ovillo de lana es la metáfora que usa la narradora en el primer capítulo de esta novela, preámbulo en el que justifica el porqué de esta narración en primera perLOLA BECCARIA sona. La experiencia Mariposas en la nieve vivida la ha convertiAnagrama, 2006 do en «un largo hilillo que se enreda en 172 pp. / 14,5 euros cualquier esquina» . El capítulo segundo (de la misma brevedad de los de toda la obra, excepto el último) anticipa el trasfondo argumental, pero con una pregunta sorprendente: ¿Cómo nos verán las mariposas? La preocupación de la narradora está en explicar una experiencia vivida que para ella constituye un misterio. «Esta es la historia –confiesa– de cómo conocí a una mariposa y me animó a soñar que, tal vez, sin saberlo, todos llevemos una mariposa dentro». Pianista de profesión, la protagonista se ve comprometida a dar un concierto de piano fuera de Madrid, a donde vuelve esa misma tarde. El retorno, conduciendo su coche, se convierte inesperadamente en una pesadilla. Se ha perdido, va sin combustible y, desorientada, aparece en un pueblo desconocido para ella. Se trata de Raspajo
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de la Sierra, pueblo curiosamente en el que está fechada la novela, el 23 de enero de 2006. El pueblo se convierte en un espacio desconcertante, especialmente por la situación de los niños, sucios desarrapados, tristes… unidos de forma curiosa a sus padres: «Cada mujer llevaba una niña cosida al forro de su abrigo, y cada hombre un niño». Pero la novelista anticipa el sentido de la narración. Cuando la protagonista hace un comentario sobre los niños, un camarero le contesta «–¿Niños? Aquí no hay niños, señora». Este estado de sorpresa y desconcierto se transformará con la aparición milagrosa de una niña, limpia, impecablemente vestida, que se acerca a la pianista. La niña se convierte en la salvación y, sobre todo, en el elemento que le explica a la mujer algo decisivo: «Intuí con más fuerza que mi vista a Raspajo no era casual». La niña se convierte en motivo de fascinación. Su candidez, pero también su inteligencia, se transforman para la pianista en una especie de voz de la conciencia y, sobre todo, en el símbolo de la infancia perdida, de la nostalgia de su recuerdo. No es extraña la reflexión de la narradora: «pensé que era el amor más puro que había sentido jamás». La relación sentimental acaba en un curioso comentario infantil respecto a la mujer adulta: «– Subida a esa silla eras como una mariposa». La intensificación de ese cariño explica la marcha de
ambas. Huyen hacia su mundo, después de sortear una inquietante en el pueblo. La alegoría narrativa se disipa de repente; la niña desaparece misteriosa e inesperadamente del vehículo. El último capítulo, de extensión muy superior a los demás, viene a ser la segunda parte de la novela. En él explica la clave de lo sucedido: se trata de un sueño inquietante, procedimiento narrativo que devalúa la originalidad de lo narrado. Pero el sueño lleva a la protagonista a intentar recuperar la infancia, al tiempo que recupera la relación con su hermana. Afloran los recuerdos y, en especial, la experiencia de las mariposas disecadas, de hondas connotaciones en la infancia. El recuerdo del sueño y el concierto de piano para unos amigos transforman a la protagonista. En la nieve que empieza a caer cree descubrir «unas alas temblorosas, coloridas, volando ligeras y despreocupadas, como si la nieve no consiguiera tocarlas ni hacerles ningún daño cae hace más plástico su recuerdo. Unas alas que invitan a soñar». La protagonista es otra. Sabe que todo es un cuento, pero, en la última línea confiesa: «Sé que a ella le gustaría». Se remata así una novela plena de símbolos, con un inteligente aprovechamiento de las variadas connotaciones de la infancia, casi siempre un misterio lejano. Nicolás Miñambres
LIBROS
TRIBUNA DE SALAMANCA, Domingo, 11 de junio de 2006
culturas 7 NOVEDADES
Sentido del deber Tropismos compila la trilogía negra que Carlo Lucarelli ambienta en la Italia posterior a la II Guerra Mundial ocutor y guionista de radio, articulista en diversos periódicos y presentador de exitosos programas de televisión, Carlo Lucarelli es una de las más destacadas figuras de la nueva generación de escritores italianos. Autor de una extensa obra narrativa en la que destacan títulos como Almost blue, Guernica (ambientada en la Guerra Civil Española) o La isla del ángel caído, escribió durante la década de 1990 tres novelas cortas protagonizadas por un mismo personaje, el comisario De Luca, publicadas ahora de forma conjunta en España por la editorial Tropismos. A pesar de que sus tramas son cerradas y pueden ser leídas independientemente sin problemas, Carta blanca, El verano turbio y Via delle oche ganan enteros al ser concebidas como trilogía unitaria y lineal, pues permiten observar la evolución de su personaje principal y, sobre todo, de la convulsa situación de Italia durante la década de 1940. Ambientadas entre 1945 y 1948, las obras muestran el final de la II Guerra Mundial, la época de la depuración de los cargos fascistas y los vaivenes sociales y políticos del país trasalpino en los años de la regeneración democrática. Todos estos cambios afectan directamente al comisario, cuyo pasado al servicio de la policía política fascista dificultará enormemente su reinserción en la vida normal después del final de la guerra, llegando a tener que recluirse durante una temporada en la clandestinidad. Personaje de ésos que difícilmente se olvidan, De Luca es un policía dedicado exclusivamente a su trabajo. De hecho, apenas hay en las tres novelas referencias a su vida personal. Meticuloso y tremendamente astuto, el comisario afronta con empeño y rigor la resolución de los casos. La búsqueda de la verdad aparece en las novelas que forman la trilogía dificultada no sólo por las misteriosas circunstancias de los delitos, sino también por las presiones de sus superiores, aficionados a orientar sus investigaciones hacia una interpretación oficial no siempre coin-
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CARLO LUCARELLI El comisario De Luca Tradducción de Carmen Llerena Tropismos, 2006 322 pp. / 18,5 euros
cidente con la real. Los condicionamientos a los que la labor policial está sometida exponen el cambiante panorama político italiano de la época, oscilante entre el decadente poder fascista de 1945 –más pendiente de ser evacuado ante la inminente invasión aliada que de gobernar– y la llegada de un régimen republicano en el que tienen cabida partisanos, comunistas y excombatientes contra Mussolini. Con las heridas de la guerra sin cicatrizar, con demasiado odio aún latente entre las diversas facciones del país, el comisario De Luca se verá obligado a hacer prevalecer su fe en la justicia por encima de la corrupción de las altas esferas. El sentido del deber del protagonista, superior a cualquier interés político, se convierte así en su principal seña de identidad y en su única defensa para superar las acusaciones sobre su pasado de camisa negra. Además de mostrar un personaje de raza bien trazado, El comisario De Luca ofrece un interesante fresco de la Italia de mediados de siglo. Centradas en la ciudad de Bolonia, las tres novelas cortas muestran la adaptación de los diferentes estratos sociales a la nueva situación acaecida tras la II Guerra Mundial. En Via delle oche, la última de las obras incluidas en la compilación, ese retrato es aderezado con la constante inclusión en el texto de titulares de periódicos que dejan ver a una población italiana cada vez menos preocupada por la tensión generada por las consecuencias del conflicto bélico. El agobiante ambiente policial que aparece al comienzo de la trilogía se va diluyendo para ser sustituido por una situación más calmada que, sin dejar de mostrar la violencia derivada del conflicto interno del país, muestra las ganas de la sociedad por olvidar cuanto antes los traumas del pasado para poder disfrutar plenamente del día a día. Testigo privilegiado de ese cambio, el comisario permanece impasible, empeñado en hacer justicia y en cumplir aquel viejo lema de serial radiofónico que rezaba que «el criminal nunca gana». Javier Sánchez Zapatero
Un europeo de visita El Acantilado continúa la edición de la obra de Peter Stamm con un gran libro de relatos erteneciente a la última hornada de buenos escritores herederos de la literatura alemana, una de las pocas lenguas que siguen conservando buen hacer entre los PETER STAMM autores que prediEn jardines ajenos can con ella, Peter Trad. de Mª Esperanza Stamm regresa a las Romero mesas de novedades El Acantilado, 2006 tras las gratas sor149 pp. / 14 euros presas que supusieron sus obras anteriores, Agnes, Lluvia de hielo y Paisaje aproximado, todas ellas publicadas, también, por El Acantilado. En este caso el volumen recoge once relatos en los que el autor se muestra como un visitante que escoge a gente, y después pretende reconocerlos con breves y sencillas pinceladas tras las que, tal vez, se oculte algún diagnóstico psicológico que baile entre la patología y lo razonable. En un primer vistazo, al lector se le ocurrirá pensar que se encuentra ante otro epígono de la literatura norteamericana breve, pues el uso de frases cortas, la fluidez de la lectura, la facilidad de la narración que nos traslada de una línea a otra, de un párrafo al siguiente y de una página a la consecutiva sin que devorar el libro nos
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canse, nos remite a escritores tan conocidos que no merece la pena mencionarlos. Sin embargo, hay otro nivel de lectura, el de una elaboración más compleja, el que puede crear una persona más sabia gracias a la conciencia cosmopolita, que nos habla del mejor espíritu de la Europa de librepensadores, e incluso de poetas. En este sentido, el de un compromiso intelectual, Stamm deja atrás a esa gente de Estados Unidos que a causa de dedicarse tanto a una literatura que no se fija en las demás, termina por fatigarnos con cierto aire provinciano, en un sentido peyorativo del término. Pensemos que existe, al igual que en los cuadros de Hopper, un cierto aire de soledad de los protagonistas, pero también una cierta ilusión por vivir, la certeza, en el fondo de sus convicciones, de que va a suceder algo que tal vez pueda llamarse vida, o en último término será el final de la vida. En cualquier caso, algo que significa vivir. Además, no se elude el desafío social, la lucha de clases que aparece muy difuminada, en último término, tras las actuaciones de unos personajes de muy variadas situaciones socioeconómicas. Actitudes narrativas como ésta son las que distinguen a un gran narrador de un autor de panfletos. De alguna manera, este volumen es también una lucha contra la endogamia literaria, como se refleja en los múltiples orígenes de
los seres que por aquí desfilan, o en los variados escenarios, en la concepción del mundo como un mapa global sobre el que cualquiera puede desplazarse, descubrir y descubrirse, respetando la idiosincrasia de las regiones y la presencia que unifica a las mismas, que es la del hombre. Es posible que ninguno de los cuentos sea una obra maestra, ni ‘La visita’, que nos presenta a una anciana aguardando la compañía de lo que fue su familia, en trance de decidir, suavemente, que sólo queda esperar a la convicción de que ya es hora de despedirse, ni ‘La pared en llamas’, donde un vagabundo recogido por una troupe de acróbatas del motor conoce a una chica y vive su última tragedia en una descripción hermosísima. Puede que tampoco lo sea el deseo de tener sensaciones que invade a la mujer que cuida el jardín de su vecina en el cuento que da título al libro, ni el ensimismamiento que padece el hombre de ‘Toda la noche’ durante una nevada, ni las extrañas formas de conocerse hombre y mujer en ‘Como una niña, como un ángel’ o ‘Fado’, que de alguna manera acaban culminando en el penúltimo relato, ‘El experimento’, donde por primera vez asistimos a la posibilidad de que los seres se toquen. Lo dicho, puede que no sean obras maestras, pero sin duda es literatura de la buena. Ricardo Martínez Llorca
Viaje interior con K2 al fondo PATI BLASCO Andando la vida Premio Desnivel Desnivel, 2006 144 pp. / 12 euros
«¿Algún día esas dos mujeres tan distintas que hay dentro de mí, la mariposa y la tortuga, se pondrán de acuerdo?». Con esta pregunta lanzada en la primera página de su diario, Julia comienza su andadura hacia el K2 que no es sólo un viaje de montaña con aventuras, escaladas, glaciares, paisajes, sudor y nuevas experiencias... Es un viaje íntimo al pasado, que poco a poco nos va descubriendo a la protagonista, su entorno, anhelos, miedos, sueños. Corren los primeros años del tercer milenio, las generaciones de relevo buscan la ilusión entre derechos y deberes, entre el trabajo y la realización personal. Una joven fotógrafa que ama la escalada, Julia Salas, emprende su propio camino acompañada de una variopinta y entrañable familia y amistades, que entre viajes y peripecias la ayudan a explorar todos los rincones de su alma. Sin embargo un hecho trastocará su mundo, empujándola a buscar respuestas y a intentar recuperar una parte de sí misma que quizá había olvidado. Pati Blasco, una de las mejores escaladoras españolas, fue redactora de la revista ‘Escalar’ y actualmente es guionista y productora de Avista.
El mito de Goncharova MARINA TSVIETÁIEVA Natalina Goncharova. Retrato de una pintora Trad. de Selma Ancira Minúscula, 2006 160 pp. / 14 euros
El origen de estas páginas es, sin duda, el nombre que compartieron dos mujeres. Se llamó Natalia Goncharova la legendaria esposa de Pushkin y también, con un siglo de diferencia, la pintora vanguardista rusa que vivió entre 1881 y 1962. Natalia Goncharova es un texto marcado por la fascinación que Tsvietáieva sentía por el mito: el mito de la creación, el mito del héroe, el mito de la belleza fatal y, finalmente, el mito trágico del poeta Alexandr Pushkin. Si bien es una reflexión sobre la infancia de la pintora (que Tsvietáieva relaciona con su propia niñez a través de coincidencias y correspondencias), en él se emprende un viaje más lejano, hasta la cuna, la ‘prehistoria’ de Goncharova. Y más lejano aún, porque en esta obra aparecida en 1929, cuya prosa tiene mucho de poesía, la autora se pierde entre las ramas del árbol genealógico de Natalia Goncharova y asombra con recuerdos, cadencias y colores.
8 culturas ARTE
TRIBUNA DE SALAMANCA, Domingo, 11 de junio de 2006
ANTONIO LÓPEZ
Paisajes de Velázquez El pintor manchego acaba de recibir el reconocimiento a toda una carrera con el Premio Velázquez. El estudio de la luz, el cuidado de los detalles, el poder de los objetos y su tozuda trayectoria hacen que lo merezca. n Velázquez el paisaje asoma tras las figuras extendiéndose hasta un infinito de cielo de azul Madrid. En Antonio López, el paisaje cobra protagonismo y se extiende, mancha de aceite infinita de luz Madrid, en un primer plano abigarrado de colores y movimientos. El último cuadro entregado de este pintor manchego, solitario como un quijote de pinceles enhiestos como lanzas, es una visión gigantesca del sur de la gran ciudad que pintó desde que en 1997, la comunidad de Madrid, como una corte de Austrias, le encargara un retrato de su mejor monarca. Arriba en el parque de bomberos, el pintor hiperrealista premio Velázquez 2006, ha retratado la ciudad en una imagen infinita en la que se confunden los cielos con el mosaico caleidoscópico de la gran ciudad envuelta en la luz certera de un Madrid que no admite sombras. Desde su atalaya, el pintor siente el vértigo de la inmensidad, el vacío erguido de los edificios, el movimiento en sordina. Desde su fortaleza, el pintor solitario planea sobre la ciudad, la adsorbe, la asimila, la retrata y la devuelve a sus instituciones, tomad todos de ella, esta es la colmena que habitáis y os habita. Antonio López aprendió el valor de la distancia de tierras inacabables en su Mancha natal, donde el horizonte se extiende hasta el infinito mezclándose ambos en una tenue línea de bochorno. Nacido en Tomelloso en 1936, fue iniciado en la pintura por uno de sus tíos al que opuso siempre un deseo de ir más allá del figurativismo. Los años en San Fernando, sus pocos viajes, su matrimonio con la pintora María Moreno, su vida dedicada al trabajo, su falta de estridencias, su docencia le convirtieron en una personalidad alejada de todo colectivismo. Era figurativo en un mundo de abstractos, era hiperrealista en una época de cambios. Sus cuadros, minuciosos, magnificaban el detalle con tal precisión que sus imágenes aparecían congeladas
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Carme Riera, autora de El verano del inglés
en el tiempo. Inusual en el cuidado, inusual en la dedicación, el sitio de Antonio López fue haciéndose con la misma perseverancia con la que pasa el tiempo sobre los objetos. Objetos que retrata con caricia cotidiana y titula con simplicidad franciscana: la bañera, el aparador, mis padres... los objetos de todos los días que pinta López me recuerdan la con-
tundencia hermosa y sencilla de aquellas pequeñas cosas que, durante años, siglos, usaron los abuelos, legaron a los hijos y arrinconamos los nietos. Objetos vividos y vívidos, que forman parte de nuestro paisaje interior y que cumplen sin estridencias, eternos, su papel de acompañantes de un cuerpo que se aja con el tiempo.
Escultor, los paisajes y los cuerpos de Antonio López tienen una grandeza y una sencillez tan real que laten. En Valladolid, los Reyes de bronce, casi amenazadores en su tamaño y realismo, contemplan el patio del museo asentados sobre un banco y no sobre un trono. Sus cuerpos pesan, son densos, la carne cae, está viva, es certera, ha dejado la fir-
En ese hiperrealismo fotográfico de Antonio López, sus maravillosos frontales, sus objetos, sus cuerpos llenos de volumen, está la abstracción de la vida entera meza, el bebé sí, el bebé es terso, nuevo, lleno de promesa. Está presto a estrenar la vida, la luz y el paisaje cotidiano. La minucia del artesano, cuando alguien quiso captar el movimiento del crecimiento de un cuadro no pudo ser otro que Víctor Erice. El maestro pintaba un membrillo, el cineasta, rodó cada cambio de luz y cada pincelada, en 1992 El sol del membrillo se convirtió en un experimento nuevo, una única visión sobre la luz. La luz que descubre las líneas de cuerpos y objetos. La luz como protagonista del paisaje, por eso Antonio López, cuando le entregó el último cuadro ‘Madrid desde Vallecas’ a la Comunidad, dijo que había pretendido reflejar «Madrid permanentemente bañada por la luz y siempre en movimiento». A mí me enseñaron en literatura medieval que la luz de la meseta convierte a los hombres en héroes sin otorgarles la magia. A la cruda luz de la tierra sin bosques, no caben las fantasías brumosas, el Cid sangra y suda, polvo, sudor y hierro, por eso Don Quijote está sucio y es humano y entre las tolvaneras acaba viendo la verdad tras la locura. Real como un sueño de siesta, la ciudad que pintó a ras de suelo Antonio López siempre está viva, es lúcida y afilada, es colorida y movida. Tragando el humo de coches y pisadas, el pintor no se recluye, el pintor pinta la Gran Vía y después, se encierra en su estudio a retratar el objeto con el que vive, la mujer con la que yace, el cuerpo que le sustenta, puros lugares comunes. Solo, construye día a día una existencia constante. Entregarle la luz del Velázquez, fuera de toda discusión sobre lo abstracto es un acto de justicia pictórica, porque en ese hiperrealismo fotográfico de Antonio López, sus maravillosos frontales, sus objetos, sus cuerpos llenos de volumen, está la abstracción de la vida entera. La capacidad de entendimiento de la realidad que sólo tienen los grandes, y la luz, la luz interna que sólo tiene la piel de una infanta de Velázquez, cielos de Madrid, azul infinito habitado por los hombres. Charo Alonso