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culturas

N° 87 Suplemento de

artes y letras

TRIBUNA DE SALAMANCA, Domingo, 15 de octubre de 2006

Laurence Fishburne en una de las fotografías de la serie ‘Crying Men’, de Sam Taylor-Wood, expuesta en Explorafoto

ARTE espectáculo

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¿Dónde está el aura de la obra de arte contemporáneo? ¿Qué lleva a los turistas a los nuevos museos? Se impone un arte que tiene cada vez más en cuenta conceptos como espectáculo, evento, juego, diversión.

3 G. DEL TORO

4 PERICOLI

El Laberinto del Fauno vuelve a poner de relieve la capacidad del mexicano para hacer cine comercial sin renunciar a su sello de autor.

El ilustrador publica un libro donde reflexiona sobre el rostro y el retrato, acompañado de ilustraciones sobre grandes escritores.


N°87

2  culturas

TRIBUNA DE SALAMANCA, Domingo, 15 de octubre de 2006

oboganes en las turbinas de la Tate Modern, sesiones de dj’s y grabaciones de tprogramas de radio en el Musac, Brad Pitt y Angelina Jolie conviviendo en Explorafoto... En este número nos hacemos algunas preguntas acerca del camino hacia la espectacularización del arte contemporáneo. En un momento en el que las propias obras no poseen ese aura que hace desfilar delante de ellas a los miles de turistas para los que, en el fondo, se construyen los nuevos centros de

arte, las estrategias buscan una presencia en los medios y en el inconsciente masivo basándose en el espectáculo, lo lúdico, lo divertido. ¿Tendencia pasajera o próxima dictadura excluyente? En este número nos acercamos a la obra de uno de los pocos cineastas que consiguen conciliar las exigencias de las películas comerciales con su sello de autor. Guillermo del Toro vuelve a demostrarlo en El laberinto del fauno, recién estrenada en nuestras cartele-

ras. Tenemos más fotografía con un artículo suscitado al ver la polémica obra de Jill Greenberg, la americana que hace llorar a los niños. Les acercamos el trabajo el escritor e ilustrador Tullio Pericoli, que en un libro reflexiona acerca del rostro y el retrato, una disciplina en la que se ha acercado a alguno de los grandes escritores. Y traemos también a Andreu Martín, uno de los clásicos del género negro español, que está de actualidad por una nueva novela y una reedición.

Antonio Marcos culturastribuna@yahoo.es

1AlláELporQUE DESORDENA noviembre de 2004, en uno de nuestros primeros números, el poeta Tomás Sánchez Santiago le decía a Víctor M. Díez en una entrevista con motivo de una lectura del primero en la ciudad: «El libro aparece y desaparece. Una vez hechas sus ceremonias de visibilidad, el libro desaparece y ahí empieza su verdadera vida, que siempre es oculta y de raíz. Por tanto, cuanto más tarde en aparecer, más libre me siento de esa contradicción. Y quizás por eso lo alimento de forma inconsciente». En aquel momento, su libro El que desordena, que acaba de aparecer en la magnífica editorial DVD, recorría esos laberintos del mundo de la edición. Por fin es un hecho y Sánchez Santiago leerá sus poemas el martes en la Facultad de Filología. Copio de la contraportada: «Mediante una tensión expresiva sin concesiones, El que desordena parece reunir una actitud y un lenguaje en una misma convocatoria, a favor de la continua indagación que propone acomodarse en la disconformidad como lugar natural del poeta. Así, aposentado en la extrañeza o en el sigilo –los dos núcleos en que el libro se configura–, Tomás Sánchez Santiago vuelve a reivindicar algo que ha sido eje central de su secreta escritura: la convicción de que más allá de las asechanzas sociales y de las decorativas catalogaciones de la literatura el sitio del poeta ha de ser siempre otra parte, unas afueras atormentadas e inocentes donde la mirada busca ‘cómo pegar / una última llamada / a la insubordinación’». Una grata visita.

2Seguro QUIÉN TE LO IBA A DECIR... que han escuchado esta frase, el último latiguillo de un David Bisbal que dicen que ha madurado en su meteórica carrera de cantante postlatino de masas. De su último disco había vendido más de trescientos mil ejemplares en la primera semana, así que parece que tendremos adrenalina rizada para rato. Quien no tiene ninguna duda de la perdurabilidad del ‘icono Bisbal’ es Michel Houellebecq, el penúltimo ‘enfant terrible’ de las letras francesas. Su libro La posibilidad de una isla es una curiosa fábula de humanos en busca de la eterna juventud primero y de la inmortalidad después,

conseguida gracias a los experimentos genéticos de la secta elohimita. El futuro según Houellebecq, un par de milenios hacia adelante, es un paisaje desierto y reseco después de la práctica extinción de la especie humana, limitada a algunos salvajes que han retrocedido a las formas de vida prehistóricas. Los poshumanos ocupan fortalezas individuales, se comunican vía Internet y ni sienten ni padecen. Uno de ellos, en una excursión por fuera de su feudo, pasa por lo que fue el aeropuerto de Barajas. ¿Qué encuentra allí? Un inmenso retrato de David Bisbal. Como estatua de la Libertad en El planeta de los simios. Quién se lo iba a decir...

3Les ILUSTRADORES presentamos algunas ilustraciones de la abulense Raquel Aparicio, uno de los últimos fichajes de la agencia Pencil Ilustradores, en cuya web se pueden hacer una idea de los distintos estilos y técnicas que emplean los ilustradores de hoy. «Constantemente está buscando cómo expandir su lenguaje gráfico. Le encanta experimentar con todo tipo de técnicas, considerando los materiales muy importantes en la configuración/caracterización de sus personajes. La tinta, el collage, la infografía, la foto-ilustración son algunos de los recursos que utiliza. Su estudio acoge a todos los huerfanitos que se encuentra en la basura. Juntos planean qué hacer para su nueva ilustración. Después de merendar, si se han portado bien, los acuesta en el escáner». Raquel Aparicio publica en revistas como ‘Elle’, ‘Ragazza’ y ‘Quo’.

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GOOGLE Y EL DOCUMENTAL Hace unas semanas, ‘Elástico’ escribía sobre la proliferación de documentales en la red de vídeo de Google, ante la limitación de Youtube para archivos de larga duración. Youtube quedaba para videoclips, películas caseras y virales varios mientras que el Google Vídeo permitía ver algunas de las mejores piezas de documental político que corren por esos festivales y que casi nunca se estrenan. ¿Qué pasara ahora con la compra de Youtube a manos del próximo Gran Hermano de la red? Pueden ver ejemplos de estas películas en ‘Elástico’.

Arriba, ilustraciones de Raquel Aparicio, cuyo trabajo puede apreciarse en pencililustradores.com. Abajo, Tomás Sánchez Santiago y su útlimo libro


CINE

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GUILLERMO DEL TORO

La artesanía de lo fantástico El laberinto del fauno vuelve a demostrar la capacidad del cineasta mexicano para marcar sus obsesiones como autor en productos que acepta el cine de masas. rocedente del cómic, de los efectos especiales y la televisión (la serie Hora Marcada, de la que también surgió Alfonso Cuarón), el cineasta mexicano Guillermo del Toro es, con sólo seis películas, uno de los referentes más importantes del género terrorífico dentro del cine contemporáneo, debido a la precisa maestría con la que el director ha utilizado en todos sus largometrajes los dispositivos genéricos afines a un universo propio donde el vampirismo, la magia ocultista, la anatomía malsana, la entomología, los fantasmas, la licantropía y la superhéroes desamparados contribuyen a una imaginería y un estilo que se remite a los insondables hábitos y tradiciones del cine y la literatura de terror. Sus fábulas, inspiradas en Borges, Arthur Machen, Algernon Blackwood, Lovecraft o William H. Hodgson, establecen sus pilares en el acto sobrenatural que irrumpe de forma axiomática en la vida cotidiana de sus personajes, desglosando un significado oculto y continuo que representa los terrores y fobias más primitivas y ancestrales de la concepción humana, como el miedo a la muerte y el temor a lo desconocido. A lo largo de su filmografía, el cineasta azteca se ha caracterizado por saber conciliar el cine de autor que se ajusta a los cánones de la artesanía con la del cine de espectáculo ‘mainstream’ e industrial, sin renunciar a su propia visión a través de sus construcciones metódicas, de su capacidad de fascinación a la hora de trasladar a imagen guiones que bien podrían ser cuentos tradicionales. En su celebrada obra debut Cronos, Del Toro ya innovó en esa estudio del vampirismo postmoderno, sin dejar a un lado su revisionismo clásico con un armazón argumental a modo de cuento de horror gótico, con un predominio existencialista que después ha ido diseminándose en su posterior carrera, como una constante en la que imperan símbolos y metáforas, desenterrando la figura del vampiro como la búsqueda de ne-

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Arriba, Guillermo del Toro. Abajo, fotograma de El laberinto del fauno

fastas consecuencias por parte del hombre a la hora de quebrantar la lógica de la naturaleza humana amparada en la alquimia transmitida por mitos como Gerbert d´Aullirac o Fulcanelli. Sin embargo, el elemento infantil, en el cine de Del Toro, es trascendental, ya que casi todos sus filmes giran en torno a los niños o al infantilismo que rodea a sus personajes. La niñez es presentada como perspectiva inocente a la soledad y la pequeñez de lo humano en un universo infinito y amoral, siniestro y adverso, bien sea como alegoría del temor al mundo adulto o como metáfora de lo inverosímil, de aquello angustiosamente ajeno a las preocupaciones y cavilaciones más trascendentales. La figura infantil se manifiesta como catalizador de los miedos hu-

manos, que no vienen transferidos por el morboso encuentro con cadáveres o ánimas, sino por la conciencia de una extraña situación en el mundo. Guillermo del Toro ofrece esta idea en todas sus películas muy sutilmente, donde las maldiciones que padecen los personajes derivan de un acto realizado por la acción humana, como castigo por alterar el orden natural del universo. Tras su salto a Hollywood con Mimic, experiencia de aprendizaje en una industria coartadora que obstaculizó un frustrado intento de rendir homenaje a cintas de serie B como Deadly Mantis o The Black Scorpion, la cinta, basada en un relato ‘pulp’ de Donald A. Wolheim, fue una interesante revisitación al mito de Prometeo, en el

que el hombre (científicos, en este caso) pretende demostrar su potencial y orgullo en la experimentación con unos insectos que acaban por enfrentarse, en forma de mutación, contra la sociedad. La libertad de producción y creativa la recuperaría con El Espinazo del Diablo, película producida en España que otorgaría una inolvidable experiencia de espectros, de sonidos de ultratumba y venganzas paranormales en un atípico filme con tintes de ‘western’ intimista escondido en un belicismo incomprendido bajo los emboscados pasillos de un tétrico orfanato abandonado en medio de la nada. Es cuando se observa la exquisitez visual del realizador y la sorprendente adaptación con la que es capaz de ajustarse al presupuesto de una producción humilde sin perder la línea de estilo ni de dirección en su ambición estética, aportando todo tipo de simbolismos que registran la estilizada silueta de sus protagonistas y los que les rodean, como la eterna imagen de ese niño ceroso, empalidecido por la muerte y humedecido por los restos de un precoz asesinato del que brota un fino hilo de sangre. Blade II, fue el trámite consciente para demostrar que era capaz de dirigir Hellboy, pero a pesar del encargo, el sello de Del Toro se percibe en la destreza con la que resuelve esta incursión en el gótico modernista,

aprovechando el ‘exploit’ del Noveno Arte que impregna cada secuencia de esta irregular pero personal visión del vampiro negro recreado anteriormente por Stephen Norrington, donde concibe el vampirismo como un virus científico de laboratorio que instituye la drogadicción como creadora de monstruos ‘lovecraftianos’, conjugando esta directriz con la maestría con la que maneja las secuencias de acción, coreografiadas y planificadas con la que capta la estética del cómic. Un planteamiento que dio sus frutos en Hellboy, aproximación al mito de Mignola en un producto menos ortodoxo de lo esperado, virtud que desglosaba el potencial avasallador y cinematográfico de Guillermo del Toro, el mejor exponente de ‘autor’ moderno dentro del género fantaterrorífico. Su último filme, El laberinto del Fauno es su vuelta al mundo infantil exhibido como catalizador de los miedos humanos donde en un mundo de fronteras divergentes: donde el bien y mal, las luces y las sombras, el amor y el odio pero, sobre todo, la fantasía y la realidad, subrayan otra fábula imborrable. Una forma de entender la vida mediante la fabulación que confirma a Del Toro como uno de los más grandes narradores del cine moderno con exponentes del género de magia y fantasía. Miguel Á. Refoyo 


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TULLIO PERICOLI

Espejo del alma El ilustrador y escritor italiano reflexiona sobre el rostro y el retrato en un precioso libro i no me equivoco (pero puedo estar dando injustificadamente por supuesto que a todo el mundo le ha pasado lo mismo que a mí), Pericoli es conocido en España desde que ‘Babelia’ empezó a publicar algunos de sus retratos de escritores. De estos trabajos yo había concebido la idea de un artista algo naif y al mismo tiempo inquietante, un esteticista cuyas obras eran siempre agradables de ver y un intérprete que quizá se excedía en la explicación. Ignoro si este libro surge del centenario del nacimiento (1906) de Samuel Beckett, o si ha sido sencillamente aprovechado para conmemorar tal ocasión. El caso es que incluye, en sus páginas finales, diez retratos del escritor, elaborados a partir de fotografías y sobre todo de lecturas. Tullio Pericoli explica que retrata a partir de lo que sabe del personaje. Ante las fotografías, se pregunta qué hay en ese rostro de lo que ha leído del autor. Sin duda, las páginas escritas por alguien son el mejor retrato posible de su personalidad. El mejor, pero no precisamente el más sintético. Mientras Pericoli contempla esas fotografías de su rostro, con el bagaje de sus lecturas detrás, se va preguntando dónde, en qué rasgos de su rostro, está lo que ha leído: «Si miro el rostro

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de Beckett y lo conozco como autor, busco en él sus escritos: busco en su cara lo que conozco de él. Comparo su historia con lo que veo». Este método es algo forzado, y lleva a un resultado que con frecuencia es, como apunté antes, demasiado explicativo. Mientras contempla esas fotos, Tullio Pericoli empieza a dibujar, afanándose por encontrar el gesto, el rasgo definitorio. Luego pule el retrato sucesivas veces, dibujando en papel transparente sobre el dibujo anterior. Pero lo mejor de estas deliciosas páginas son las meditaciones sobre dos temas estrechamente relacionados, aunque diferentes: el rostro y el retrato. Como parecen ignorar quienes se someten a operaciones de cirugía estética, la belleza del rostro reside en lo que tiene de relato autobiográfico. Las arrugas narran nuestra vida y, en especial, (como apunta sorprendentemente Pericoli) nuestras simulaciones, pues los gestos simulados, al ser más forzados, implican mayor esfuerzo de los músculos y por ese motivo se quedan más marcados en el rostro. Por eso, como todo fotógrafo sabe, es más expresivo un rostro cuantas más arrugas tiene. Pocas cosas existen en el mundo tan interesantes como un ros-

tro. Si el lector no lo ha comprendido antes, lo hará al leer este libro. Pericoli cita a Conrad: «Lindgard observaba con gran interés. Le atraía aquel no sé qué inaprensible. Una línea, un surco, acaso la forma de los ojos, el pliegue de los párpados, la curva de las mejillas, aquel pequeño rasgo que no es igual en dos caras en todo el mundo, que en cualquier rostro es la base de la expresión, como si, siendo todo lo demás herencia, misterio o azar, solo él hubiese sido plasmado conscientemente por el ánimo interior». Pintor, diseñador y escritor italiano, Tullio Pericoli reside en Milán. Ha expuesto dentro y fuera de Italia; y ha trabajado como escenógrafo para la Opernhaus de Zurich y la Scala de Milán. Sus dibujos han aparecido en los más importantes diarios y revistas internacionales (en España en ‘El País’, al menos). Algunos de sus libros son Woody, Freud und andere (1988), Atraverso il disegno (1991), Die Tafel des Königs (1993) y Terre (2000). Que yo sepa, en España solo Siruela había publicado anteriormente un libro suyo, Retratos (2004). El alma del rostro es un precioso volumen editado en la encantadora Biblioteca de Ensayo Minor de Siruela. Sus párrafos se leen

Retratos de James Joyce y dos de Samuel Beckett

TULLIO PERICOLI El alma del rostro Trad. de María Condor Siruela, 2006 90 pp. / 10 euros

con reverencia, pues son pensamientos hondos, certeros y originales. Incluye un prólogo de Salvatore Silvano Nigro, unos pequeños retratos de Eco, Joyce, Dostoyevski y Stevenson, además de los diez de Beckett, y está muy bien traducido por María Condor. Lo recomiendo vivamente. Garcimuñoz 


ARTE

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Obras de Steven Klein (izquierda), Sam Taylor-Wood sobre actores de cine llorando. Abajo, la sala de turbinas de la Tate Modern convertida en un parque de atracciones

Arte y lógica del espectáculo Proponemos algunas preguntas sin demasiadas respuestas ante la creciente presencia de lo espectacular en el arte contemporáneo y sus contradicciones. A la búsqueda del aura perdida. qué es lo que tienen en común los toboganes de Carsten Höller en la sala de turbinas de la Tate Modern, el apadrinamiento de Alaska y su troupe ochentera por parte del Musac, la exposición de Steven Klein en Explorafoto o la firma de Frank Gehry en el Guggenheim de Bilbao? Podría decirse que un objetivo: llamar la atención. Y tras de esa atención, un deseo: provocar colas de visitantes, entrar en la agenda de los touroperadores, atraer el interés del maná del turismo cultural sobre el que cada vez está más asentada la cultura. Se puede detectar una contradicción en esta estrategia: los nuevos centros de arte contemporáneo trabajan para atraer públicos masivos exhibiendo algo que no forma parte del imaginario masivo.

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Por reciente, por convulsa, por poliforme, por indeterminada, por escasamente difundida, la producción contemporánea necesita un acompañamiento espectacular, un envoltorio, para conseguir un objetivo tan prosaico como inevitable tal y como están las cosas. Ese celofán dota a la obra de un aura que por sí sola no tiene. La pasada semana, el escritor Julio Llamazares –en un artículo demasiado demagógico para mi gusto– se rasgaba las vestiduras por la imagen exterior que proyecta el Musac –Museo de Arte Contemporáneo de Castilla y León, ubicado en León–, que en su inauguración del curso programó la asistencia de Alaska y de la Terremoto de Alcorcón. ¿Iba algún medio generalista a hablar de Muntean & Rosenblum o Julie Mehretu, autores de las bien recibidas por la crítica exposiciones inauguradas? ¿Por qué en el festival Explorafoto la exposición con más repercusión ha sido la de Steven Klein con Brad Pitt y Angelina Jolie simulando una convivencia? La Terremoto es un icono para un público con fuerte capacidad económica y marcada sensibilidad para el arte y el coleccionismo. Pitt y Jolie son iconos mundiales y una mina para la prensa más o menos rosa. El Mu-

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El arte contemporáneo se debate en un complicado equilibrio entre la notoriedad pública y el ejercicio crítico

sac estrenó una película sobre Zidane y unos meses atrás los telediarios nos bombardearon con una exposición que mostraba a Beckham durmiendo la siesta. Si no tenemos un icono sancionado por el paso del tiempo, la Historia y la exclusividad –una Gioconda o unas Meninas–, valgan los iconos de la música, el deporte o el cine. No todo el arte es así ni todos los centros trabajan con los mismos parámetros, evidentemente. Pero se detecta un ansia por alcanzar la mayor difusión: en el fondo, hay una competencia atroz entre los centros de arte que puede acabar afectando a lo que se expone e incluso a lo que se crea. Atribuimos al arte contemporáneo el valor de ser un elemento crítico, quizá el más poderoso, de los valores que conforman la sociedad. Pero, al entrar en la dinámica del espectáculo, ¿estas obras son complacientes o pretenden cuestionar ese estatus de inmovilidad al que nos dirigen los ‘mass media’? Si nos atenemos a la repercusión, el sistema engulle esta vertiente artística con verdadero placer. Al margen de los escasos medios especializados, el arte de hoy salta a la agenda mediática por dos motivos: por un contenido reconocible o

por una forma extravagante. Las caras de los presentadores parecen subrayar la pregunta que el espectador medio se hace: ¿pero esto es arte? Un arte condenado a una infancia perpetua que tendríamos que haber abandonado hace décadas. El ejercicio se convierte en un equilibro difícil. Por un lado, el ansia de notoriedad y de presencia. Por otro, la sostenibilidad de un sistema simbólico, de representación de nosotros mismos que necesitamos para entendernos. Si la esfera política invierte en imagen y la quiere ya, los directores y comisarios buscan propuestas que provoquen una presencia mediática, ¿acabarán los artistas por plegarse a una práctica débil y complaciente con el mercado? ¿Destruirá la lógica del espectáculo el mundo artístico como ha terminado ya con deportes como el ciclismo, a fuerza de ‘obligar’ a los ciclistas a rellenar farmacológicamente la franja que separa su capacidad con lo que exige la máxima audiencia? ¿Se convertirá en una dictadura en la que lo no divertido o vendible termine por no tener sitio alguno? Demasiadas preguntas que se irán contestando con el tiempo. Antonio Marcos 


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El misterio del conflicto Maine MARIO GOLDEROS Conspiración Maine Nowtilus, 2006 424 pp. / 16,95 euros

 Un joven oficial lleva un mensaje confidencial para el presidente Sagasta, pero es interceptado. En La Habana, el acorazado Maine estalla un día antes de terminar su misión pacífica. El ex agente Hércules Guzmán Fox y el agente del S.S.P, George Lincoln, comienzan una trepidante carrera contrarreloj para descubrir la verdad, descifrando mensajes secretos y huyendo constantemente para salvar sus vidas. Un rompecabezas que deberán resolver antes de que se declare la guerra. En su carrera se mezclarán organizaciones secretas, personajes históricos como Roosevetl o Unamuno y secretos guardados con celo durante siglos. Así arranca la segunda obra más votada por los lectores en el concurso de Casa del Libro a mejor novela del verano. Estamos ante un frenético thriller de secretos oficiales, conspiraciones tenebrosas, luchas de poder, mentiras, claros oscuros en los bajos fondos de La Habana y en los enmoquetados salones de Washington; narrado con un ritmo frenético , y con un rigor histórico que deja en pañales a otras obras.

La historia nunca contada KI LONGFELLOW El secreto de María Magdalena La Factoría de Ideas, 2006 413 pp. / 19,95 euros

 La autora de uno de los libros más polémicos de la temporada, Ki Longfellow, se atreve con una narración asombrosamente fiel de una de las figuras más controvertidas del cristianismo, y apoyada en el descubrimiento en 1945 de los pergaminos de Nag Hammadi. En estos textos, se revelan los pasos nunca contados de aquella que, supuestamente, acompañó a Jesucristo en sus últimos días. El secreto de María Magdalena es uno de los lanzamientos del año en Estados Unidos. Sus derechos de edición se han vendido a más de diez países y la polémica de su contenido ha llamado la atención de Hollywood, que prepara ya una película. El libro ha sido editado por la Factoría de Ideas. De pecadora arrepentida a líder de los primeros cristianos, de prostituta a ‘conocedora del Todo’, María Magdalena fue relegada a un papel secundario en la Iglesia hace más de mil setecientos años. Una buena elección para revisar un mito histórico.

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El triunfo de Orfeo El autor de El Perfume entrega un pequeño ensayo sobre la fusión del amor y la muerte n una prodigiosa interpretación del mito de Orfeo, Patrick Süskind rinde cuentas ideológicas acerca del verdadero amor. Espero no estropearle a nadie la lectura de este dulce ensayo al iniciar la reseña comentando el final (si bien no me dispongo a resumirlo), donde se encuentra lo mejor del parecer del escritor germano. Recurriendo a la comparación, una de las más socorridas y mejores estrategias de análisis, contrapone en qué consistía el amor de Orfeo, y que dio lugar a su triunfo y su fracaso, de una pureza muy superior al episodio bíblico cotejado. Y es que éste episodio es el referido a la resurrección de Lázaro, donde Cristo se muestra como un individuo cuyas «manifestaciones están salpicadas de órdenes, amenazas y el reiterante y apodíctico ‘pero yo os digo’. Así hablan en todos los tiempos los que no aman ni quieren salvar a un solo hombre, sino a toda la Humanidad». Por el contrario, «la historia de Orfeo nos conmueve hasta hoy porque es la historia de un fracaso. Falló el maravilloso intento de reconciliar los dos poderes de la existencia humana, el amor y la muerte». Para quien desconozca el mito de Orfeo, cabe mencionar que fue a través de la música, es decir, de la belleza, como consiguió rescatar a Eurídice del reino de los muertos, y que algo que podría interpretarse como vanidad fue lo que provocó un gesto suyo que la devolvió al mundo subterráneo. Sin duda, Süskind toma partido por esta versión del amor de entre todas las que va apuntando, pues el personaje de Orfeo lucha por devolver vida, en tanto que las versiones más románticas del amor, las pasionales, terminan con un suicidio tópico y vacuo, con una muerte voluntaria que no aporta nada a nadie. Como ya se habrá adivinado, el término amor que utiliza Süskind se refiere tan solo al de contenido erótico. La verdad es que cualquier otra acepción se ha desgastado de tanto utilizarla, y en este caso se utiliza por no encontrar un término que acote mejor el

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PATRICK SÜSKIND Sobre el amor y la muerte Traducción de Miguel Sáenz Seix Barral, 2006 69 pp. / 16 euros

sentido del ensayo. De hecho, en algún momento de la lectura se puede llegar a pensar que resulta una reflexión un tanto anacrónica. Eso sucede en tanto que Süskind menciona a Sócrates, a Stendhal, al Wilde que escribió Salomé, a Novalis, a Goethe, a Wagner, además de algún verso del libreto de La flauta mágica, e incluso, sin saber muy bien cómo, encuentra motivos para mencionar a Baudelaire. A todos ellos los interpreta como buen lector; y como buen habitante del planeta Tierra, también interpreta actos como la última pasión homoerótica de un envejecido Thomas Mann cuyo sexo apenas tiene nada que decir, o la cobardía de un Kleist autocompasivo que se sabe incapaz de suicidarse en solitario. A los episodios históricos añade alguna anécdota de lo cotidiano, de esas de las que uno es espectador inevitable y a las que conviene recibir con el sentido del humor bien engrasado, como hace Süskind. Partiendo de ese abono, y de calificativos convencionales aplicados al término amor –a saber: importante, misterioso y personal–, sin andar con rodeos a la hora de afrontar su vertiente platónica, sin eludir los tópicos que lo vinculan a experiencias de índole religiosa –de ahí la terminología con que se expresa la gente cuando se refiere al amor– o el lugar común según el cual el auténtico amor se encuentra más cómodo en el campo de lo apolíneo, de la belleza; sin dejar de considerar como atontados a los que practican el amor adolescente (en el sentido más peyorativo del término), reconociendo que el campo de reflexión es el instinto erótico, Süskind no llega a ninguna conclusión nueva, dado que nueva no es la magnífica enseñanza que nos legó el mito de Orfeo, esa que fusiona el amor verdadero con la aceptación de la muerte. Esa que está muy bien recordar de vez en cuando. Ricardo Martínez Llorca 

Los avatares de la enseñanza Frank McCourt se enfrenta a las crecientes dificultades del aprendizaje literario n declaraciones recientes McCourt (el autor de éxitos tan conocidos como Las cenizas de Ángela o Lo es) confesaba: «Los chicos están FRANK MCCOURT hambrientos de verEl profesor dad en un mundo en Maeva, 2006 el que todos mienten». Y este parece Trad. de Alejandro Pareja ser el objetivo hu294 pp. / 18 euros mano y profesional que McCourt persigue sin denuedo en su actividad académica. Los treinta años como profesor quedan reflejados en estas páginas, que pretenden completar Lo es, su obra anterior, en la que contaba cómo se hizo profesor. No es fácil conseguir que una obra sobre la enseñanza de la Lengua en Estados Unidos (sería lo mismo en cualquier país del mundo) alcance semejantes cotas de interés. Con todo, no hay que olvidarlo: profesores, padres y alumnos, especialmente los dos primeros, reciben un curioso tratamiento en la obra. Planteada en teoría como una obra autobiográfica (difícil de admitir si se tiene en cuenta el detallismo con que están recreadas muchas situaciones), McCourt refleja lo que ha sido su experiencia pro-

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fesional a lo largo de treinta años, pero sobre todo, el espíritu con el que él se ha acercado al difícil mundo de los adolescentes americanos. No hay duda de que estas páginas son una apasionada defensa de la necesidad de acercarse a los alumnos por el único camino posible: el de la confianza, el afecto y la comunicación. Un planteamiento tan aparentemente sencillo supone enfrentarse con elementos adversos y ofrecer alternativas no exentas de riesgo. Elementos adversos son la administración, los cargos directivos, los profesores veteranos y el estamento de los padres. El riesgo nace siempre de la dificultad de acercamiento a los adolescentes, sobre todo cuando éstos proceden de familias ‘destruidas’ y carecen de objetivos vitales. La solución de estas dificultades viene a ser el contenido de la obra. McCourt (que pasa por la experiencia negativa de la enseñanza universitaria y la de su intento de elaborar la tesis en el Trinity Collage de Dublín) presenta las diversas situaciones con los chicos, delicadas en muchos casos, y la forma en que va consiguiendo adentrarlos en el misterioso disfrute del texto literario. Aparte del comienzo de la novela (con un llamativo comienzo in medias res citado como reclamo en la contraportada de la obra) resulta sorprendente la forma en que el profe-

sor aprovecha la vida diaria para llevar a sus alumnos a la literatura; de hacer literatura con la vida diaria, en una palabra. Escenas como el análisis de la oración gramatical con el bolígrafo como sujeto, la antología de las excusas presentadas para justificar la ausencia a clase, la lectura y comentario de recetas de cocina… son detalles pedagógicos de inesperada expresividad. Es un modelo de comentario de texto literario perfecto la lectura conjunta del poema ‘El vals de mi papá’, fuente de curiosas observaciones por parte de los alumnos y rematadas por una confesión de tranquilidad: «No tenéis por qué reaccionar a todos los estímulos». En la obra no faltan las confesiones de titubeos, temores y fracasos por parte del narrador, ni serias y sinceras autocríticas. Por ello, cuando la profesora suplente le pida un consejo, McCourt no lo dudará: «Descubre lo que te gusta, y céntrate en ello». Tal y como les dice como despedida a sus alumnos: «– No creo que nadie alcance la libertad completa, pero lo que intento hacer con vosotros es conseguir que el miedo se refugie en un rincón». Una bella evocación de la enseñanza, a la que sólo es achacable la existencia de ciertos estereotipos y algunas expresiones traducidas de forma incorrecta. Nicolás Miñambres 


LIBROS

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ANDREU MARTÍN

El asesino dentro de sí Su última novela escrita a cuatro manos con Carles Quílez y la reedición de su Por amor al arte confirman a Andreu Martín como uno de los escritores más sólidos y prolíficos del género negro español. onsolidado como uno de los más prolíficos escritores del panorama literario estatal –al que ha aportado ya más de cincuenta novelas, enmarcadas en un amplio espectro que va de la literatura juvenil a la narrativa erótica– Andreu Martín saltó a la fama a principios de la década de los ochenta al ser uno de los representantes del ‘boom’ de la novela negra española, reprimida y prácticamente inexistente durante los casi cuarenta años de dictadura. Junto a Manuel Vázquez Montalbán, Juan Madrid, Francisco González Ledesma o Julián Ibáñez, el autor barcelonés se constituyó en defensor de un nuevo modelo literario que combinaba las influencias de maestros del género como Chandler, Hammett o Himes con una mirada crítica y desencantada hacia los cambios políticos y sociales que se llevaban a cabo en la España de la Transición. Frente a la interpretación histórica efectuada desde el poder, que impuso el olvido como única forma de superar el pasado y propagó hasta la saciedad el éxito del modelo reformista, la novela negra vertebró un discurso contracultural opuesto al mensaje oficialista. En el caso de Martín, esa ‘poética del desengaño’ se desarrolló gracias a la creación de una obra que mostraba, con extraordinaria crudeza, cómo el cambio que se produjo en la política fue incapaz de aplicarse al resto de esferas públicas y cómo la violencia institucionalizada que la dictadura había impuesto en las estructuras policiales y en diversos estratos sociales resultó imposible de reprimir. Sus descripciones, duras y descarnadas, de los ambientes más sórdidos y deprimidos de las ciudades –casi siempre de Barcelona, escenario habitual de sus novelas– reflejaban una cosmovisión que concebía el mundo como una jungla en la que sólo la delincuencia y la marginalidad garantizaban la supervivencia. Esa constante presencia social de la violencia ha impregnado toda la obra del escritor catalán, que alcanza en títulos como Prótesis o Barcelona connection sus mejores cotas.

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Andreu Martín

Piel de policía, su última creación –escrita a cuatro manos con el periodista Carles Quílez– vuelve a tratar el tema de la pervivencia en los Cuerpos de Seguridad de elementos fascistas convencidos de su capacidad de coaccionar a la ciudadanía mediante la constante amenaza al revisar un episodio de corrupción policial y crimen de Estado ambientado en la década de 1980. Con la realidad histórica como materia prima, la novela se dedica a establecer desde la ficción –aunque sin perder nunca de vista su origen fidedigno, minuciosamente documentado– un oscuro pasaje que bien pudiera estar relacionado con la pri-

mera acción de los GAL. Los problemas de convivencia en las comisarías entre adeptos a la dictadura incapaces de adaptarse a las nuevas normas democráticas y nuevos agentes idealistas que, esperanzados con el cambio de modelo político, abogaban por una policía cercana, respetuosa y de servicio público, sirven de base a la pareja de escritores para mostrar la pervivencia de algunos de los vicios del antiguo régimen. Lacruz, uno de esos jóvenes soñadores, descubre ciertas irregularidades en una investigación y comienza a indagar en los malos hábitos profesionales de algunos de sus compañeros, topándose con

ANDREU MARTÍN Y CARLES QUÍLEZ Piel de policía Roca, 2006 299 pp. / 18 euros

ANDREU MARTÍN Por amor al arte La Factoría de Ideas, 2006 319 pp. / 18,95 euros

una red de corrupción y criminalidad organizada relacionada con la ultraderecha española y con ciertos departamentos estatales. Su descubrimiento será el germen de una traumática y salvaje experiencia que le llevará a dejar el Cuerpo, abandonar sus ideales y retirarse a trabajar en una cochambrosa taberna. Después de varios años de vuelta de todo, dedicado a servir y beber whiskys y convertido en un personaje patético cada vez más alejado de lo que un día llegó a ser, recibe una inesperada visita que le hace darse de bruces con un pasado que creía ya olvidado. La novela se estructura así como un flash-back que lleva al protagonista a rememorar las causas de su miseria y al lector a entender su situación. Ese viaje al pasado lleva implícito un deseo de venganza contra quien Lacruz cree responsable de todo lo ocurrido que hace reducir todo el argumento de la novela –en la que hay lugar para el rito iniciático, la denuncia social, la trama policiaca e incluso el amor– a una relación de odio salvaje y autodestructivo entre dos personajes que simbolizan dos formas muy distintas de ser y entender la vida. La obsesiva preocupación por la violencia, constituida con los años en uno de los tópicos de la narrativa de Martín, es perceptible también en Por amor al arte, que, a pesar de ser una de sus primeras obras, vuelve a estar de actualidad gracias a una reedición que, debidamente revisada, supone una gran noticia para los amantes del género negro al permitirles entrar en contacto con un texto ya descatalogado y sólo localizable hasta ahora en librerías de viejo. Estructurada con maestría a través de múltiples saltos temporales que permiten que el lector sepa siempre más que los personajes, la novela narra una compleja trama en la que se han de investigar el robo de tres Picassos y el asesinato de dos hermosas jóvenes suecas. Esa excusa argumental sirve al escritor para diseccionar de forma crítica y mordaz el mundo del arte moderno y sus relaciones, en pos del escándalo y el impacto, con el sexo y el crimen. Directas y descarnadas, Piel de policía y Por amor al arte suponen un jalón más en la larga y heterogénea trayectoria de un autor que ha conseguido convertirse en uno de los más ácidos cronistas de la sociedad actual. Lejos de recurrir a inverosímiles tramas conspirativas para mostrar sus miedos y amenazas, Martín conseguir atemorizar a sus lectores desde el convencimiento de que, como en la legendaria novela de Jim Thompson, el verdadero asesino es el que habita en nuestro interior. Javier Sánchez Zapatero 


8  culturas

TRIBUNA DE SALAMANCA, Domingo, 15 de octubre de 2006

JILL GREENBERG

Dolor retocado ¿Búsqueda de la belleza o patético intento de llamar la atención con propuestas originales? Las polémicas fotos de niños de la norteamericana, a examen crítico. engo una hija de casi tres años y la obsesiva certeza de que hay que defender la libertad de expresión por encima de todo: amenazas rusas de muerte, histerias islámicas, sensibilidades diversas... eso no significa en modo alguno que defienda ciertas manifestaciones ‘artísticas’ tan cuestionables como el hecho de ser príncipe de los ingleses y disfrazarse de nazi en una fiesta o realizar un trabajo tan espeluznante como el de la fotógrafa norteamericana Jill Greenberg cuyo proyecto titulado ‘End times’ nos sitúa de nuevo en la polémica de las fronteras del arte y los valores de la máscara. La fotografía ha dejado de ser el género de la verdad. Los trabajos que pueden verse en el festival de fotografía que cubre las paredes de Salamanca este otoño de máscaras nos recuerdan que la imagen es tan engañosa como el deseo. Los juegos sobre la familia real inglesa o la familia ideal norteamericana no son más que puestas en escena de una mentira plasmada en el negativo de la verdad. Cuando Jill Greenberg, reputada fotógrafa comercial, decide hacer un crítica a la política de su presidente, recurrencia nada

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original en los tiempos que corren de decadencia imperialista, se limita a tomar modelos infantiles no mayores de tres años, desnudarles el torso, colocarles frente a un paredón azul, iluminarles de una forma tan irreal que parece agresiva y disparar el obturador una vez que les ha arrebatado el caramelo que previamente les entregó. El resultado son una serie dolorosa de primeros planos de niños desgarrados que gritan, lloran y se convierten en máscaras que la fotógrafa retoca digitalmente acentuando lágrimas y pieles tensas. Con títulos presuntamente políticos o apocalípticos, las imágenes parecen evocar el

‘dolor’ provocado por esta política sangrante de los Estados Unidos, imágenes que han sido abiertamente censuradas por un público estupefacto que, sin embargo, ha comprado cada una de las casi treinta fotos por un valor de más de cuatro mil quinientos dólares. Distorsionados, desgarrados, los niños nos muestran una expresión tan irreal de dolor –la iluminación violenta, los colores artificiales y la proximidad del primer plano les convierte en objetos– que podemos olvidar lo que subyace tras la propuesta de la artista: no dejan de ser niños a los que se les ha hecho deliberada-

mente daño. Cualquier persona, sin ser necesariamente madre, sabe que estas expresiones de dolor intenso son tan cotidianas como la alegría desbordada, pero también sabemos que están provocadas por una situación irremediable. Puedo intuir lo que le provoca dolor a mi hija y evitarlo en la manera de lo posible sin hacer un drama de sus arrebatos de dramatismo desgarrado pero, de ninguna manera, soy capaz de provocarlos deliberadamente, y menos con un propósito llamémoslo ‘artístico’. Recuerdo el titulo de una de las películas de Ibáñez Serrador que aterrorizaban mi infancia como si fuera un mantra irrevocable ¿Quién puede matar a un niño? ¿Quién tiene tanta fuerza como para abstraerse del dolor ajeno y fotografiar la mirada desolada de una victima infantil? Algunas de las imágenes más impactantes del pasado siglo son retratos dolorosos de niños sufrientes que concentran en su rostro y sus ojos la injusticia que provocan los mayores. Hacer del dolor un recurso deliberado no deja de ser cuestionable, y a mi juicio, algo contrario a la ética. La polémica suscitada por las fotos de Greenberg ha conseguido ponerla en el punto de mira de la vanguardia artística, ávida de propuestas novedosas, sin embargo, también nos ha situado en los márgenes de la utilización estética de modelos reales. Tan reales que una de las niñas llorosas es su propia hija. Cuando la fotógrafa norteamericana Sally Mann expuso sus fotografías bajo el título de ‘Inmediatly family’ en los años noventa, también provocó una airada protesta ante las imágenes de la infancia de sus tres hijos desnudos y libres en medio de una naturaleza desatada de calor y humedad. En ella los niños aparecían bellos como elfos, bañándose en el Missippi, cubiertos de sangre, ocupando una cama meada, heridos

de zarzas y borrachos de flores. Mann, madre y observadora, se limitó a plasmar con su cámara la vida cotidiana de unas vacaciones envueltas en la malsana canícula de los pantanos. Nunca hirió o dañó a sus hijos en virtud de algo denominado ‘arte’, se convirtió en la reportera diaria de días de liberad y calor, resbaladizos de sudor y densos de sangre. Días de vacaciones que suscitaron todo tipo de críticas, críticas que reconocían el trabajo impecable de una artista que nunca dejó de retratar a su familia con cercanía, respeto y veracidad. No era ella la que arañaba con zarzas las manos del niño, era el niño el que, tras el juego, le mostraba los estigmas a su madre. La fascinación por la sangre es tal, que mi hija se contempla las rodillas arañadas con reverencia para pedir después a gritos desgarradores una tirita. La madre sabe muy bien dónde está el límite del drama, un drama que nunca debe ser provocado de forma deliberada por el adulto. Hay un sadismo cierto en hacer llorar a un niño así porque sí, un sadismo que nunca puede ser disfrazado con propuestas supuestamente artísticas y mucho menos, políticas o cuestionadoras del terrible mundo en el que vivimos. Un mundo tan estúpido en el que somos capaces de ver belleza donde a mi entender no hay más que un intento patético de mostrar propuestas originales. Probablemente mi opinión sea tan cuestionable como estos fundamentalistas cristianos que amenazan a Greenberg con la condenación eterna a través de un blog. Probablemente sea la maternidad la que me hace suscribir la frase de Pio Baroja, misántropo donde los haya que jamás tuvo hijos: «Si para salvar al mundo tengo que hacer llorar a un niño, prefiero que se pierda el mundo». O que se hable menos de mi trabajo. Charo Alonso 


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