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REPORTAJE / Museo del ferrocarril

Museo del

Una joya injustamente olvidada en el centro de Santander

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Patético mensaje de la Asociación Cántabra de Amigos del Ferrocarril, tras ser inventariado su material por el Gobierno: “No podemos seguir así. Cedemos gratis todo a una institución que sepa preservar lo que hay por el bien de Cantabria”

La historia de Santander y Cantabria está ligada al ferrocarril, y a la historia hay que tenerla un respeto. Más de tres siglos dan fe de la necesidad de establecer buenos caminos que dieran salida a los productos de la Meseta castellana a Europa y las Américas y recibieran el trasiego de los productos de ultramar al centro peninsular y al consumo nacional. El puerto de Santander era el punto neurálgico. Sortear los obstáculos geográficos no era fácil. Primero lo intentó el Canal de Castilla; sin embargo, esta gran obra de ingeniería se solapó con los albores del ferrocarril y quedó obsoleta: un tren con

veinte vagones podía transportar 120 toneladas de mercancías en un tiempo de 8 a 10 horas, mientras que un conjunto idéntico de veinte carros tardaba de 2 a 3 días para transportar 16,5 toneladas.

Pero la construcción del ferrocarril entre Alar del Rey y Reinosa no solo significó la gran obra de la ingeniería ferroviaria española, sino la quiebra de la Compañía del Ferro-Carril Ysabel II. Entre Bárcena y Reinosa -35 kilómetros de subida- hubo que salvar un desnivel de 562 metros. De ellos, nada menos que 245 metros de desnivel se tuvieron que solventar en solo 15 kilómetros de recorrido, los que suben desde

Pesquera (kilómetro 440 de la línea) a Reinosa (kilómetro 425). Fue un alarde de ingeniería.

Estas cosas conviene recordarlas hoy, cuando se habla de las “dificultades” de llevar un tren de velocidad alta desde Aguilar de Campoo a Santander. Y el tren forma parte también de la historia de Cantabria, pues ahí tenemos siempre a punto de debate el Ferrocarril Santander-Mediterráneo, otra idea para nada irracional que pretendía atravesar transversalmente la Península, entre Santander y Valencia. La idea partió en los inicios del siglo XX por parte de dos compañías, la Compañía del Ferrocarril Central de Aragón, propietaria de la línea Calatayud-Valencia, y la Compañía del Ferrocarril Santander-Mediterráneo, que construiría el tramo Calatayud-Santander. El proyecto nunca llegaría a completarse, aunque estuvieron operativo 367 kilómetros entre 1930 y 1985; y se paralizó con el llamado “plan de estabilización” del franquismo de 1959. Como restos del naufragio nos queda el Túnel de la Engaña, en Vega de Pas, de casi 7 kilómetros de longitud, hasta fechas recientes el de mayor longitud ferroviaria española, abandonado a su suerte… y a un olvido institucional imperdonable.

Como restos del naufragio nos queda el Túnel de la Engaña, en Vega de Pas, de casi 7 kilómetros de longitud, hasta fechas recientes el de mayor longitud ferroviaria española, abandonado a su suerte… y a un olvido institucional imperdonable.

Podríamos añadir a este resumen de urgencia otras historias no menos relevantes -por ejemplo, la del ferrocarril Astillero-Ontaneda- y un presente que no presagia nada bueno desde que se aprobó la nefasta fusión entre FEVE y Renfe, de manera que nuestras líneas cantábricas de vía estrecha, antaño incluso puntuales, son hoy un horror … y una humillación en términos comparativos. Compárese la SantanderOviedo, Santander-Bilbao y los ramales que salen de nuestra plaza de las Estaciones, con la pujanza de las líneas de vía estrecha gestionadas ahí al lado por el Gobierno vasco. En lo limítrofe está la distinción de criterio….

Para empeorar el panorama, una joya injustamente olvidada, que se mantiene en orden de marcha gracias exclusivamente a la voluntad y generosidad de un puñado de amantes del ferrocarril que conforman la Asociación Cántabra de Amigos del

Ferrocarril, duerme una especie de sueño de los justos junto a los andenes de las estaciones término santanderinas.

Se trata del Museo del Ferrocarril de Cantabria, que en apenas 650 metros de superficie cerrada -no le dan más- es un libro abierto donde se concentra esta historia del ferrocarril de Cantabria, infinidad de actividades, y un material de gran valor que es imprescindible preservar. Menos mal que una reciente resolución del Gobierno de Cantabria (BOC de 20 de agosto) ha incluido la colección de vehículos ferroviarios del Museo en el Inventario General del Patrimonio Cultural de Cantabria como bien inventariado, razonando que “esta colección de vehículos ferroviarios sita en el museo está compuesta por varios elementos de material rodante que tuvieron, en su momento, una importancia relevante para la actividad industrial de la región, y que, en la actualidad, suponen un punto de referencia para el patrimonio industrial ferroviario de Cantabria que merece ser conservado por el conocimiento que, a su través, permite alcanzar sobre la historia ferroviaria e industrial cántabra”.

En el museo se pueden admirar, entre otras, varias locomotoras de vapor construidas para transporte de mineral; dos locomotoras eléctricas “Siemens” de maniobras para transporte de material minero;

tractores de maniobras; una locomotora minera y dos eléctricas, un remolque de tranvía, etc. Y nada menos que dos joyas más: una locomotora quitanieves 300.120.3 destinada a mantener abiertos los puertos de montaña durante el invierno, y una composición completa -motor/remolque- de las inolvidables unidades eléctricas de la serie 438 (la 438.053.8) las llamadas “suizas”.

Las locomotoras quitanieves, de aspecto majestuoso y ocho en total, llegaron a España gracias a los acuerdos con los Estados Unidos de 1953, y a Cantabria llegó la más grande y potente de todas, para prestar servicio en el Pozazal, en la línea SantanderAlar del Rey, y en otros ramales. Observarla de cerca significa comprender que, en efecto, hubo un tiempo en que la nieve era noticia… Por su parte, la unidad eléctrica, que se conserva en su estado original, es uno de los pocos elementos preservados en España de un conjunto de potentes locomotoras eléctricas adquiridas por Renfe a finales de los años cincuenta del pasado siglo para circular por las redes de tensión a 3.000 voltios, y atender la demanda de lo que ya entonces comenzaban a definirse como “líneas de cercanías”, para dar solución al transporte de viajeros entre las grandes ciudades y sus periferias. Fabricadas originalmente en Suiza, de ahí viene su

denominación coloquial. Fueron unas composiciones “revolucionarias” para su época y fiables, podían alcanzar los 140 kilómetros por hora (en España se limitó su velocidad a 110) y estuvieron operativas hasta final de los años setenta. La que se conserva perfectamente preservada en el museo consta de coche motor y coche remolque con cabina (la serie 438).

El museo alberga también multitud de colecciones de elementos ferroviarios (señales, enclavamientos, teléfonos, una inmensa maqueta con trenes en funcionamiento, vídeos, cartelería, una sala de lecturas, etc.), su entrada es libre, y es una pena que en una Cantabria autonómica/federal tengamos que escuchar estas palabras del presidente de la asociación, Cristian Suárez López: “Este es un trabajo desinteresado y constante de unos pocos amantes del ferrocarril y de su historia. No nos quejamos de que nos

Se mantiene en orden de marcha gracias exclusivamente a la voluntad y generosidad de un puñado de amantes del ferrocarril que conforman la Asociación Cántabra de Amigos del Ferrocarril, duerme una especie de sueño de los justos junto a los andenes de las estaciones término santanderinas.

lleve tiempo y tiempo esta labor, que hayamos dejado el material restaurado y como nuevo con ayudas mínimas. Pero no podemos seguir así. ADIF nos tiene arrendados solo 600 metros. En esta superficie mínima no cabe un museo como el que se merece Cantabria. Por parte de la Asociación estamos dispuestos a ceder gratis todo a una institución que sepa preservar e incrementar nuestra labor. La historia del ferrocarril de Cantabria y de España no se puede perder”. ¿Será posible hacer oídos sordos a un regalo así? Por favor, instituciones cántabras -que hay muchas-: no perdamos de nuevo el tren de la historia, y nunca mejor dicho. LuIs RoMAsANTA MARquINEz

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