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REPORTAJE / Carlos San Martín, médico sexólogo


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C
arlos San Martín es coordinador del Centro Interdisciplinar de Psicología y Salud CIPSA, de Santander, donde este médico-sexólogo clínico, trabaja desde hace casi treinta años. Se doctoró en medicina en EEUU y dirige actualmente el Máster en Sexología Médica de la Universidad Europea del Atlántico. Su amplia trayectoria profesional le aporta no solo capacidad y experiencia en la visión de la diversidad de casos de personas que han acudido a su consulta donde atiende a pacientes que necesitan una ayuda sexológica y mental. San Martín es además, Vicepresidente de la Academia Española de Sexología y Medicina Sexual de España. Institución que vela por los derechos de los llamados popularmente como ‘los diferentes’, sexual y socialmente hablando, pues muchos de ellos en décadas anteriores al siglo XX, eran no solo marginados, sino expulsados de sus hogares por los propios familiares que los consideraban enfermos mentales y así estaban catalogados en la mayoría de los estudios universitarios, los Centros Médicos de cada distrito, comarca o municipio donde había un médico que los diagnosticaba, postergándolos en la historia clínica correspondiente como enfermos mentales. Cuando en realidad eran personas con mentalidad y sexualidad diferenciadas del resto de la comunidad. Es más, en varios casos su biología era y es diferente, y nacer con esas ‘anomalías y particularidades’ trastocaba a las familias que no dejaban que la persona o familiar decidiera por sí mismo en la edad juvenil e incluso madura. Es en estos estadíos, cuando la personalidad del diferente está a punto de completar su ciclo hormonal a la vez que se forma y adquiere sus propias experiencias vitales, se transformaba en un traumatismo psicológico.
Hasta la década de 1980, las orientaciones e identidades sexuales diferentes a lo heteronormativo, se


Hasta la década de 1980, las orientaciones e identidades sexuales diferentes a lo heteronormativo, se diagnosticaban como enfermedad mental
diagnosticaban como enfermedad mental, siendo incluso respaldados por instituciones y leyes USA a las que en el mundo Occidental seguían, como rabinos custodios de la Biblia o mulás con El Corán. Con el transcurso de los años y las investigaciones, la comunidad médica llegó a la conclusión de que las diferentes expresiones, sentimientos e incluso biologías de los llamados pacientes o trastornados mentales, eran fruto de una sexualidad y biología diversa que no se debían a un trastorno psíquico. Esa diferencia entre cuerpo y sexo, era la que socialmente estaba mal vista por la sociedad. Finalmente, el Manual de Diagnóstico de Psiquiatría Americana, algo así como el Vademécum para los sanitarios de todo el mundo que, erróneamente, respaldaba a los médicos que detectaban las supuestas enfermedades mentales relacionadas con el sexo, era una apoyatura más en el mismo sentido del diagnóstico como enfermo mental. Las diferentes Academias Médicas acordaron eliminar tanto las supuestas enfermedades sexuales, como su diagnóstico clínico, tal como se acordaron en décadas anteriores en que esas ‘anomalías’ se fijaron como enfermedades mentales y sus ‘pacientes’ entraban en una fase de marginación y hasta rechazo social. Las concepciones médicas en aquellos años del siglo XX estaban muy influidas por las creencias


religiosas. A ‘los diferentes’ les habían imbuido, tanto en la familia como la Escuela pública, sobre sus diferencias respecto de los considerados ‘normales’, que ya partían estigmatizados. Dicho Manual confeccionado en EE.UU, fue libro de cabecera de cientos de miles de médicos hasta que los académicos decidieron retirar del citado Manual el concepto de enfermedad o patología mental en el que se fijaba el camino para diagnosticar y aplicar la correspondiente terapia farmacológica, psiquiátrica o ambas. Todas dirigidas según los supuestos diagnósticos clínicos aplicados a las personas que no tenían el mismo rol de comportamiento social y sexual que el resto de la comunidad en la que todos ellos estaban censados. Por ello, estas personas sufrían la marginación y el rechazo social, haciéndoles pasar por la vergüenza pública, a menudo alentada por los pastores luteranos de las diferentes sectas o los rabinos y sacerdotes cristianos que predican la creencia judeo-cristiana de la que deriva el catolicismo e incluso partes de El Corán. Esto es debido a que los tres monoteísmos comparten al mismo patriarca: Ibrahim /Abraham.

PAÍSES CONTRARIOS A DIFERENCIAR EL GÉNERO SEGÚN EL SEXO
Según San Martín, “en España han comenzado a surgir algunos datos desalentado-
res respecto al camino ya trazado con las diferentes Leyes de protección a la Comunidad LGTBI+ de las que nosotros, los sexólogos, intentamos ser sus valedores y por ello exigimos el respeto a los seres humanos dentro de su diversidad sexual. Los Derechos de las personas están reconocidos en el Texto de los Derechos Humanos de la ONU y los órganos institucionales para la Salud Sexual como la Asociación Mundial para la Salud Sexual (WAS), que aprobó en 1993 en la ciudad de Valencia, la Declaración Universal de los Derechos Sexuales, plenamente vigente. España ha
sido pionera en reconocer y establecer esos Derechos tanto en la forma como en el fondo. Y lo son porque protegen a las personas que se diferencian no solo sexualmente del resto, sino que disponen de otras formas de amar y relacionare con sus parejas. Dicho papel parece sencillo (leamos a los griegos y romanos con sus correspondientes parejas homosexuales que incluso llevaban a la batalla para compartir la misma suerte), pero en la actualidad no lo es tanto. Y no lo es porque los mitos de las creencias religiosas aún tienen mucho peso entre los incultos y fanáticos religiosos. Hay diecisiete países en el Planeta donde la homosexualidad tiene pena de muerte, especialmente en las naciones árabes seguidoras y más fanáticas del Alcorán”.
Durante la exploración del centro y Sur de América los españoles fueron testigos de la actitud de los misioneros fanáticos que condenaban el ‘Pecado nefando’, conocido también como sodomía, muy practicado por los varones indígenas americanos. Si eran vistos en tales prácticas sodomíticas, se les condenaba a morir bien despedazados por los grandes perros


alanos que llevaban los conquistadores españoles o por el fuego inquisitorial.
San Martin reflexiona de la siguiente manera: “Siendo lo anterior un horror practicado en siglos pasados, debe decirse que hoy al menos cuarenta naciones persiguen y encarcelan a los homosexuales, porque sus autoridades entienden que van contra las correspondientes Leyes y Ordenanzas nacionales y locales. Estados como Rusia y Turquía, son un claro ejemplo y entre las naciones de la UE-27, caso de Hungría, Polonia y Rumanía, la homofobia y la transfobia se están instalando, blanqueando y promoviendo por los propios gobiernos.
De esa forma dichas naciones contravienen los Derechos humanos fijados como protectores de las personas que deben ser respetadas como seres humanos según los Derechos señalados anteriormente y salvaguardados por la ONU. Derechos que, aun conviviendo con naciones de la UE-27, transgredan dichas leyes y jurisprudencia, acordadas por la mayoría de las naciones de la UE-27. Actos jurídicos que, en los países adheridos posteriormente, sus mandatarios juraron o prometieron acatarlas y aplicarlas”.
A juicio de San Martín, el Gobierno de la UE-27, es decir la Comisión Europea, “debería tomar decisiones drásticas con aquellos miembros que no solo rechazan de facto a estas personas, que únicamente representan la diversidad existente en torno al amor y la sexualidad, tienen emociones diferentes tanto en el amar, el sentir, en sus expresiones y manifestaciones públicas, etc. Aspectos que expresan de forma diferente al convencionalismo “heteronormativo” y a quienes nuestras democracias deben garantizar sus derechos a amar, emocionarse y expresarse libremente. Lamentablemente España aún no está libre de esas bandas encapuchadas y cobardes que hacen del odio su bandera y generan la realidad preocupante de un aumento de la homofobia en una parte de la actual UE-27.
Para el doctor San Martín, “esa es una de las tragedias que han soportado quienes se han mostrado desiguales ante los que se consideraban sus iguales, sobre la base cultural de que todo el mundo debe ser incluido en las mismas normativas jurídicas y sociales que, en su gran mayoría, fueron debatidas y acordadas por los varones heterosexuales.”

LA EDUCACIÓN, CLAVE PARA DESTERRAR LA HOMOFOBIA San Martín sostiene que lo que falta es educación instructiva, tanto entre los profesores como en el alumnado, porque a su juicio, “debemos instruir a nuestros educadores para trasladarles que las sociedades son diversas y la diversidad enriquece nuestras sociedades”. Hay que educar en la normalización y el respeto hacia todas las formas de amar y expresar la sexuali-


En España han comenzado a surgir algunos datos desalentadores respecto al camino ya trazado con las diferentes Leyes de protección a la Comunidad LGTBI+ de las que nosotros, los sexólogos, intentamos ser sus valedores y por ello exigimos el respeto a los seres humanos dentro de su diversidad sexual

dad, como dimensión básica de la personalidad. Hay que educar en el respeto a todos los derechos de las personas y ese derecho a vivir su propia sexualidad y amar en consonancia con ella, es suficiente para respetar las emociones y sentimientos de todas las personas.
Hasta fechas recientes fueron discriminadas e incluso se les prohibía el matrimonio, tanto eclesiástico como civil, pues ni siquiera en la avanzada y tan elogiada Constitución de 1978, se recogió un derecho tan básico para este grupo social. Un colectivo que, en muchas ocasiones se vio obligado a ocultar sus deseos hacia otra persona del mismo sexo, casándose e incluso teniendo hijos. Con estas argucias se ocultaban, martirizando sus deseos íntimos en una especie de férrea censura. En ella, sus íntimos deseos de amor y sexualidad, estuvieron prohibidos y aún menos practicarlos con otra persona de su mismo género”.
San Martín nos insiste que “la clave para erradicar la homofobia y la transfobia es la Educación. Tanto en los colegios de Primaria como en los Institutos de Secundaria reglados para que todos pudieran tener un educación equiparable a partir de la cual buscar y

encontrar su camino, sin tutelajes religiosos coercitivos para tener una sexualidad plena, responsable y sin censuras en sus relaciones íntimas”. Y prosigue el sexólogo, “es que, como venimos diciendo, hay personas que poseen sentimientos contrapuestos a la llamada ‘normalidad social’. Personas que aman de forma distinta a lo que se considera ‘normal’ por el resto de la comunidad. Una ‘normalidad’ impuesta a lo largo de siglos por las instituciones religiosas y políticas”.
En estas condiciones de brutalidad y prohibiciones eclesiales que durante centurias funcionaron como verdaderas teocracias socio-políticas, estos colectivos de diferentes adscripciones sexuales estuvieron apartados y marginados cuando no sometidos a controles políticos, policiales y religiosos a fin de que observaran los preceptos religiosos y sociales y políticos, impuestos e instituidos por los varones y parlamentarios de sus respectivas naciones, sin tener en cuenta o pasándolos por alto a estos grupos de personas, en sus legislaciones y Ordenanzas. Homosexuales, lesbianas y transexuales se han visto obligadas a llevar una vida contraria a sus deseos.
Para el doctor San Martín, director además del Observatorio Nacional de Salud Sexual, “los derechos sexuales han avanzado mucho en España teniendo en cuenta que durante cuatro décadas estuvimos dominados por las creencias de la religión judeo-cristiana. Hoy somos uno de los países más tolerantes del mundo y no debemos dejar de serlo porque entre otras cosas, la tolerancia, el respeto y la empatía hacia ‘el diferente’ lleva implícito el rechazo a la regresión que algunos políticos preconizan intentando volver a una sociedad retrógrada. Pretenden destruir todo lo logrado y volver a someternos a una castrante religión católica, que sin duda cortaría todo lo que hemos avanzado como sociedad integradora y libre”.
