TERCIOPELO Romanticismo 1840-1880
N°3 Septiembre 2012 ISSN: 2250 - 7477
La romántica belleza…
Suspiros de Celuloide
Bajo el signo del Romanticismo
Los chales de Cachemira
¿Hoy como ayer?
Museo Victoria and Albert
L
“...
levaba un vestido de damasco negro, un abrigo de la misma
tela y un sombrero de crespón blanco. Sus guantes blancos dejaban ver la finura de su mano que jugaba con el mango de marfil chinesco de una sombrilla, y su botita de seda dibujaba su pequeño y bien formado pie. Cuando se pasaba por su lado se percibía cierta penetrante fragancia de juventud que exhalaba todo su traje... Al día siguiente a la hora acostumbrada Marius sacó de su armario su frac nuevo, su pantalón nuevo su sombrero nuevo y botas nuevas...calzose guantes, lujo prodigioso, y se fue... Aquel día la mirada de Cosette volvió loco a Marius, y la mirada de Marius puso temblorosa a Cosette...” Los Miserables, Victor Hugo, 1862
Editorial Por
Analía Yaker Valle Directora editorial
El fuego de la pasión...la lucha por los ideales...la permanente necesidad del ser humano de que el mundo como lo conocemos cambie, o hacerlo cambiar... El periodo que abarcan las décadas contenidas bajo lo que conocemos hoy como Romanticismo, a mediados del siglo XIX, fue una constante manifestación de ese fuego interno que produce revoluciones, y, desde las artes, obras memorables, eternas y que sin importar el paso del tiempo, siguen conmoviéndonos cada vez que leemos, oímos o vemos alguna de esas piezas creadas por espíritus románticos inquietos. Entre 1840 y 1880 se produjo la reacción contra el Racionalismo y el Clasicismo, y se le dio prioridad a los sentimientos. En toda Europa, en los Estados Unidos y por supuesto en Argentina también, desde las bellas artes, la música y la literatura se exaltaba la búsqueda de la libertad auténtica, las emociones, las pasiones. Así es como vemos en pinturas, en representaciones teatrales, y en las posteriores cinematográficas a esos jóvenes revolucionarios vestidos con frac, levita o jacquet, que retomaban los ideales de igualdad, libertad y fraternidad de la Revolución Francesa (1789), reunidos en cafés literarios, cuestionando el orden establecido y planeando las futuras revoluciones que cambiarían al mundo. A damas cubiertas por cientos de volados con aspecto delicado casi débil transcurrir la vida como la fuerza que moviliza grandes amores, que inevitablemente derivan en fatídicos finales. Aquellas sublimes heroínas que debían soportar el terriblemente ajustado corset, moverse con armados de faldas de gran tamaño, y vestidos vaporosos que un siglo después se convertirían en el sueño de toda niña. En un mismo periodo confluyen nombres como Victor Hugo, Emily Dickinson, Goethe, Charlotte Bronte, Mary Shelly, Lord Byron en literatura y, José Mármol y Estaban Echverría en Argentina. Beethoven, Paganini, Rossini, Schubert, Chopin, Strauss, entre muchos otros que compusieron obras musicales con maestría inigualable. William Turner, Madrazo, Delacroix y otros plasmando en lienzo imágenes tan poderosas como La libertad guiando al pueblo iniciando el cambio en las artes que irían contra la formal Academia y que ya, casi sobre finales del siglo XIX, darían lugar a Manet, Monet, Cezanne, Degas, Renoir y al Impresionismo, con sus rápidas y ágiles pinceladas plenas de color para justamente capturar, en un intento casi fotográfico, la impresión del lugar y por sobre todo del momento, único e irrepetible. Todos tenemos (y necesitamos) nuestra cuota de romanticismo ya sea en la lucha por un mundo mejor; o seguir impulsos irracionales, jugarse por algo, como decimos por este lado del mundo; o en pequeños actos que nos sacudan de la inercia rutinaria y cambien nuestra historia de forma permanente ...o aunque sea por un rato.
Continuemos, entonces, haciendo historia.
STAFF DE TERCIOPELO Directora Editorial Analía Yaker Valle Editora Agustina Fornasier Jefe de arte y diseño gráfico Dacio Luna Álvarez Columnistas Bárbara Brizzi Delia Etcheverry Rosa Iglesias Susana Speroni
ISSN: 2250 - 7477
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Edición Septiembre2012
Sumario 1 Historia Social de la Moda 3 Cine 5 Anécdotas 6 Entretejidos
8 Foto del mes 9 Comparaciones de moda 10 Museos del mundo
Historia social de la moda Por Rosa Iglesias
La romántica belleza… Promediado el siglo XIX, la influencia del romanticismo alemán reforzada por el liberalismo e individualismo incipiente que postula la unidad física y psicológica del individuo, dará paso a una corriente naturalista que propone que la belleza radica, precisamente, en esa individualidad alejándose de cánones ideales y ficticios. Cada hombre o mujer es único, por lo tanto, cada rostro es único, revelador de un yo secreto que, justamente en aquel mundo Eugenia de Montijo. victoriano, se trataba de disimular. En estos años, la burguesía liberal se esforzaba en domesticar sus pasiones, contener su expresividad y presentar un rostro de aspecto virtuoso alejado de los excesos del siglo anterior (el Barroco, el Rococó y la corte de María Antonieta). La mujer victoriana, en general marginada de casi todos los temas importantes de los que se ocupa su marido (como antes lo había hecho su padre, y luego lo harán sus hijos varones), relegada a los temas domésticos y a la lectura de novelas por entregas, se acicala pero con el recato que las costumbres imponen a las mujeres, sin mostrar ningún rasgo de ostentación. Esta mujer del New Rococó, graciosa y blanda, toda femineidad, de hombros redondeados y espalda mullida, brazos rollizos y manos carnosas, evita cruzar las piernas, apoyarse en los respaldos de las sillas y hacer gestos con las manos. La rotundidad de la silueta había triunfado. Esta era la imagen que se quería lograr, la del éxito social y de la maternidad que había producido el correspondiente lote de herederos. Una imagen que retrata el deber del “bienestar”, el de su marido y sus hijos, también rotundos, satisfechos y opulentos. Es la época de las enormes crinolinas y los vestidos de volantes que, sin duda, contribuyó a poner de moda la española Eugenia de Montijo, que lució un vestido de enorme falda, con 103 volantes, el
día de su boda con Napoleón III, el 30 de enero de 1853, ampliamente difundida en revistas como “La Moda Elegante” o “El Correo de Ultramar”. Por otro lado, en el discurso que Napoleón pronunció poco antes de la boda, dijo: “Prefiero casarme con una mujer a la que amo y respeto, que con una desconocida con la que una alianza podría tener ventajas…” Acontecimientos como este encajaban de maravillas en la cosmovisión “sentimental” y en el imaginario de la joven burguesa que soñaba ser “amparada” por un príncipe, aunque Napoleón III no encajara con su ideal de belleza varonil. Pero, contemporáneamente y en contraposición con tanto espíritu satisfecho, irrumpe la corriente romántica que exalta
Condesa de Vilches. Federico Madrazo. C. 1853 - Museo del Prado, Madrid
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las emociones del corazón, el arrebato pasional y las lágrimas. Probablemente, como una aspiración de liberación, las mujeres jóvenes, más propensas a la lectura, se inclinan por la idea de que el amor perfecto es el que no se concreta en la “felicidad” del matrimonio, y que la vida justifica vivirse si finalmente se pierde por amor… El doloroso y eterno amor de Romeo al despertarse junto a Julieta muerta y seguirla en la misma muerte, al igual que el desesperado y arrebatado amor de Heathcliff por Cathy moribunda, en Cumbres Borrascosas, la novela de Emily Bronté, estallaron en el espíritu femenino como la ilusión más preciada en todos los aspectos. Esto termina generando una cosmética destinada a magnificar esa fantasía
estética: la enfermedad. Se pone de moda, entonces, mostrar un semblante abatido y pálido, como una moribunda o tener la tez plomiza o las mejillas hundidas, porque esto da “un aire distinguido, artístico”. Para adelgazar las mujeres toman vinagre, comen muchos limones, permanecen leyendo por la noche hasta muy tarde para provocarse ojeras. El rostro, blanquísimo, se adorna marcándose de azul las venas. Para conseguir un rostro anémico o tísico, las mujeres se empolvan de amarillo anaranjado y se oscurecen los ojos.
Marie Duplessis. Quien inspira el personaje de La dama de las camelias.
Alejandro Dumas (h), en “La dama de las camelias” dice de su protagonista, Armando Duval que “pasea con su amante amarilla como un limón”, refiriéndose a Margarita Gauthier, que está muriendo de tisis. Alfred de Musset, halla en la palidez “la quintaesencia del éxtasis·”. Este modelo de belleza es seguido tanto por mujeres como por hombres de la elite artística. En el ambiente de la gente de letras se persigue esta languidez, considerada elegante y finísima, cuyos accesos de tos y fiebre denotan genialidad y talento. Vemos así cómo la asociación del artista con la enfermedad surge por oposición al modelo de belleza burgués, símbolo de realización personal y enriquecimiento, alejado de los ideales románticos.
Retrato Emily Bronte.
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Cine Por Bárbara Brizzi
Suspiros de Celuloide ¡Cuantas veces habremos salido del cine diciendo entre suspiros: qué romántico! Palabra tan usada pero, ¿a qué nos referimos? Generalmente, a que en la película hubo, por lo menos, una historia de amor, correspondido o no; escenas con besos y, seguramente, bastante sufrimiento. Las hay ambientadas en todas las épocas y circunstancias pero hoy nos vamos a ocupar de las La dama de las camelias. películas ambientadas en la época del más alto romanticismo (1840-1880). Mujeres que languidecen en los brazos de su amado, hombres torturados por amor, cuerpos frágiles y abatidos por enfermedades irreversibles... Romance como sinónimo de amor. Amor como sinónimo de sufrimiento... Algunos novelistas están íntimamente ligados a este período y a estas circunstancias. Sin dudas Alejandro Dumas (h) y su “Dama de las camelias”, publicada en 1848, debe encabezar esta lista. Su novela fue llevada al cine en 1937 dirigida por George Cukor y protagonizada por Greta Garbo y Robert Taylor. Ambientada en la época en que fue escrita, “La Garbo”, en la piel de Margarita Gauthier, se enamora de Armand Duval (Robert Taylor), iniciando una relación que jamás podría llegar a buen término. Ella, una cortesana que se mueve en los altos círculos parisinos, él un joven de mundo en cuya familia nunca podría entrar ella. Tópico romántico por excelencia al que se le suma (por supuesto) una tuberculosis incurable para ella. ¡Qué romántico! Basada en esta novela Giuseppe Verdi compuso la ópera La Traviata (1853) que fue llevada al cine por Franco Zeffirelli con Teresa Stratas y Plácido Domingo en los papeles estelares y cuyo vestuario mereció una nominación al Oscar.
Una vuelta de tuerca al tema lo dio Buz Luhrman en su “Moulin Rouge!” (2001). Allí Nicole Kidman en el papel de Satine, una bailarina de aquel templo de la diversión parisina de principios del siglo XX, se enamora, por supuesto, del hombre equivocado y ambos pasean los vaivenes de su amor al ritmo de temas de Madonna, Sting o Marilyn Monroe revisitados. Ella muere de tuberculosis...
Las ”Mujercitas“ que salieron de la imaginación de Louisa May Alcott en 1868 fueron llevadas al cine en tres oportunidades; en 1933 teniendo como director a George Cukor y como protagonista a Katherine Hepburn; en 1949 dirigida por Mervyn Le Roy con June Alyson y Elizabeth Taylor y en 1994 con la dirección de Gillian Armstrong con Winona Ryder en el papel principal. Con la Guerra Civil norteamericana como telón de fondo, las mujercitas del título iban creciendo enfundadas en sus corsés y envueltas en las crinolinas que daban volumen a sus faldas. Por supuesto, no faltaba el romance y la consabida enfermedad de una de ellas que empalidecía proporcionalmente al avance de la trama.
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La misma Guerra Civil también “cobijó” el romance de Rhett Butler y Scarlet O'Hara, inolvidables personajes encarnados por Clark Gable y Vivien Leigh en “Lo que el viento se llevó” (1939). Ella, con sus merengados vestidos y su cintura de 40 cm. obnubilaba a todos los jóvenes sureños sin poder decidirse entre Rhett, el galán por excelencia y Ashley, el tierno muchacho de familia, mientras Melanie (Olivia de Havilland) languidecía enferma, sin perder su bonomía. De las hermanas Bronte fueron llevadas a la pantalla dos obras románticas por excelencia: “Cumbres Borrascosas” (1939), dirigida por William Wyler con Merle Oberon y Laurence Olivier que, como hermanos adoptivos se debatían entre la afinidad de caracteres, la amistad y el amor. Las complicaciones familiares la llevan a ella: Cathy, a casarse con otro aunque confiesa estar enamorada de él, Heathcliff. Nadie que haya visto esta película antológica podrá dejar de recordar a ambos llamándose en forma desesperada mientras la tormenta arrecia en las “cumbres borrascosas”. De Charlotte Bronte llegó a la pantalla “Jane Eyre” en dos versiones: una de 1944 dirigida por Robert Stevenson y protagonizada por Joan Fontaine y Orson Welles y la otra, de 1996 dirigida por Franco Zeffirelli y protagonizada por Charlotte Gainsbourg y William Hurt. La trama ubica a la protagonista cuando era niña y vivía en un orfanato donde la maltratan. Al convertirse en una joven, decide emplearse como institutriz en la mansión de un rico viudo, con quien, por supuesto, surge un romance incontrolable aunque él es muy parco y reservado. Cuando llega el momento de casarse se descubre que la esposa de él no había muerto sino que estaba loca y encerrada en la mansión. Jane decide irse para luego regresar y encontrarse con que la mansión se incendió, la esposa de su amado se suicidó y él está ciego. Pero, el amor triunfa y los protagonistas de tan romántica historia finalmente, se casan. Podríamos seguir hilvanando y deshilvanando historias ya que, evidentemente, muchas se han escrito y muchas también, se han llevado al cine con gran éxito. En una línea similar podríamos hablar de “La edad de la inocencia” (1993), “El puente” (1992), “La heredera” (1949 y 1997), “Anna Karenina” (1935, 1985 y 2012) y muchísimas otras pero sólo nos detendremos en una más porque, basada en un personaje netamente romántico su historia recorre todos los tópicos requeridos para tal género: “Canción Inolvidable” de 1945, dirigida por Charles Vidor y protagonizada por Cornel Wilde y Merle Oberon y que retrata ni más ni menos que la vida de Chopin y su tormentoso romance con George Sand. Historia redonda si las hay: música incomparable, un hombre atormentado, movido por el patriotismo y enfermo de tuberculosis, una mujer de armas tomar (que se viste de hombre) y París como fondo. ¿Será que como escribió Leopoldo Marechal “En el número dos está la pena”?
Lo que el viento se llevó.
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Anécdotas Por Lic. Susana Speroni
Bajo el signo del Romanticismo Aromas primaverales, colorido y suavidad presente en flores maravillosas, brillo de sedas, liviandad de tules, encajes imperiales, acordes con ritmo de vals... en esta atmósfera vibrante transcurrirá el paso de una mujer modélica de esta época. Cuento, poema, sinfonía, vida signada por un devenir creciente que pagó su tributo al destino enfrentando la dura realidad de este valle de lágrimas: Eugenia de Montijo. Figura prototípica del Romanticismo donde las Eugenia de Montijo pasiones, los cambios del corazón, las dulzuras de lo bien querido se mezclan con las tristezas y penurias de los avatares de la existencia. Eugenia de Guzmán, Condesa de Teba, granadina de nacimiento llega a París en 1849 acompañada por su madre la Condesa viuda de Montijo. Cuentan que poseía un traje azul pálido con amplísimas faldas que resaltaba su esbelto talle y, que sus ojos claros y su tez impecable acentuaban sus cabellos color oro viejo. En la ciudad luz es donde hiere el corazón, desde el primer encuentro, del Príncipe Luis Napoleón Bonaparte, futuro Napoleón III, Emperador de Francia. La batalla por su conquista había comenzado. De allí en más deslumbra al Emperador y causa envidia y desdén en los personajes de la corte. Siempre bella, siempre elegante, digna, inteligente y seductora. El gran acontecimiento se produce con el casamiento civil el 30 de enero de 1853 donde Eugenia luce un vestido de raso color rosa y perlas alrededor de su cuello, conjunto que destacaba la cremosidad de su piel. Al día siguiente, en la gran ceremonia en la Catedral de Notre Dame lució un traje de novia realizado por Madame Vignon, creación de satén blanco adornado con pequeños brillantes y volantes de encaje inglés que terminaba en una cola de terciopelo de cuatro metros. Se acompañaba con un velo de punto de Inglaterra. Félix, el más afamado de los peluqueros de París fue el encargado de fijar sobre la cabeza adornada con jazmines, la diadema de brillantes y zafiros. Esta diadema fue la que, en el mismo recinto, ajustara Napoleón I sobre la cabeza de Josefina cuando la ceremonia de su
coronación. Portaba un abanico de encaje y marfil, obra del maestro abaniquero Jean Pierre Duvelleroy. En el ramo de desposada, oculto entre sus tules, Eugenia descubrió un regalo de su esposo: un relicario en forma de colgante de zafiros y perlas conteniendo un trozo de la Vera Cruz, que perteneció a Carlomagno y que era de su madre Hortensia de Beauharnais. Con la marcha “El Profeta” de Giacomo Meyerbeer, los novios hicieron su entrada en la Catedral. En las memorias de una contemporánea, la señora de Carette, dama de palacio de la Emperatriz, nos relata con gracia que en la primera época del Imperio las grandes cantidades de tela de los atuendos de moda, eran armadas por debajo, mediante jaulas de acero armadas con varillas metálicas y telas bastas de lienzo y, los armados de faldas conocidos como crinolinas eran de lana y crin de caballo. Fueron circulares en un principio y la dimensión que cobraron hacía que tres señoras no pudieran estar juntas en un salón mediano. Un dato anecdótico lo constituye el hecho que la firma Peugeot, empresa familiar creada en 1810, se dedicaba al rubro textil y a la metalurgia. En 1852 fabricaba elementos y piezas metálicas laminadas de 3 mm de ancho para ensamblar. Con ellas se fabricaban los aros para las crinolinas y en 1866 produjo hilos de acero y ballenas para corsés llegando a realizar cerca de 6000 piezas al día. El uso de las crinolinas se acentuó con la llegada a París del creador de la Alta Costura, el inglés Charles Frederich Worth en la década de 1860. Él hace estos armados de falda más ovalados. Es nombrado proveedor imperial y favorece a la Emperatriz con fabulosas telas de satén y grandes tules en color blanco que tanto amaba Eugenia y que el modisto usaba preferentemente para crearle sus trajes de noche. Cautivante fue su colección y mención aparte merece el conjunto de joyas que tuvo, que contenía piezas como: collares, pendientes, brazaletes, anillos, un cinturón con diamantes, perlas, rubíes, zafiros y esmeraldas y un peine de marfil adornado con brillantes entre otras maravillas. Entre tules, encajes, risas y lágrimas, la Emperatriz seguirá su existencia hasta 1870 ya que en la Batalla de Sedan en la guerra Franco-Prusiana es derrotado Napoléon III, marchando al exilio a Inglaterra donde, enfermo, fallece en 1871. Ella, de ahí en más siempre de negro, terminará sus días en Madrid el 11 de julio de 1920 a los 94 años de edad.
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Entretejidos Por Delia H. Etcheverry
Los chales de Cachemira El chal de Cachemira fue uno de los artículos más usados en Europa
pelaje restregando su cuerpo contra las rocas y arbustos; de allí, los
durante la etapa del Romanticismo. Sin embargo los primeros chales
habitantes de estas regiones recogen los vellones una vez al año.
ingresaron hacia 1770 llevados por viajeros, exploradores, personal militar
La lana usada para los chales es la que está debajo del pelo exterior
y miembros de la Compañía Británica de las Indias Orientales, que
y que sirve como capa protectora ante el extremo frío de las
apreciaron su belleza y abrigo. En 1798 el chal es introducido en París por
alturas.
Napoleón Bonaparte tras su expedición a Egipto; fue entregado como
La fabricación de un chal en Cachemira es un proceso de muchos
obsequio a la emperatriz Josefina y ella hizo que se pusiera de moda
pasos, con un preciso esquema de división del trabajo. Los chales
dentro de la corte francesa. La historia cuenta que ella llegó a tener más de
allí realizados podían estar tejidos totalmente en telar, o tejidos y
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luego bordados. Para economizar tiempo también se realizaban por
En 1810 Napoleón le regaló a María Luisa de Austria, su nueva novia, 17
partes y luego se unían. De todas formas siempre fue un producto
chales de aquella región. El chal pasó a ser un símbolo de estatus y debido
caro, ya que su proceso llevaba mucho tiempo; a veces entre el
a su éxito, prendas de lana similares se comenzaron a fabricar
pedido y la entrega en
masivamente, principalmente en Francia, en las ciudades de París y Lyon;
Europa pasaba un año o
en Austria, Viena; en Inglaterra, Norwich; y en Escocia, Edimburgo,
más, según la complejidad
Glasgow y en la localidad de Paisley. Los europeos lo imitaron tejiéndolo
del diseño.
o estampándolo, y por la similitud con los auténticos vinieron a llamarse
En cambio, en Europa la
también Cachemir.
introducción del telar
Cachemira geográficamente se ubica al norte del subcontinente indio; es
Jacquard en 1820, abarató
un valle muy fértil, rodeado por la cordillera del Himalaya, que junto a
los costos, reduciendo la
lagos y ríos crea un entorno de gran belleza natural. Es considerado uno
mano de obra y por sobre
de los lugares más hermosos del planeta. La palabra Chal deriva del persa “Shal”, que significa “tela de lana fina tejida”. Para el tejido de estos chales sumamente finos y livianos, se utiliza la fibra de una cabra salvaje (Capra Hircus Laniger) que habita en las montañas del Tibet, en la vertiente sur del Himalaya, en Ladakh, e incluso en la lejana Mongolia, lugares de gran altitud y de muy bajas temperaturas. El cachemir presenta un rizado natural que permite ser hilado para producir tejidos finos; los pequeños espacios de aire entre las fibras lo hacen cálido y liviano, con una capacidad aislante hasta tres veces superior a la lana de oveja. Durante el verano las cabras se quitan parte del
Diseño Boteh. todo agilizando la producción del tejido.
La característica propia que persiste dentro de todos los chales es el motivo tradicional de la hoja de palma llamada Buta o Boteh, de estilo Indo-Mogol. Los persas la asociaron con la palmera datilera de su región, considerada el “árbol de la vida”, representando un símbolo de prosperidad y abundancia. Esencial para la
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supervivencia de su pueblo, esta palmera les proporcionaba comida, vino,
Los avances técnicos hicieron posible hilar hebras muy
paja para sus casas, madera, papel y cuerdas. También en la India se usaba
finamente, permitiendo tejerlos cada vez más livianos, con
este motivo, ya que para la religión hindú tenía un simbolismo similar, y
diseños de extremo virtuosismo. El descubrimiento de tinturas
estaba relacionado con el fruto del mango.
de anilinas en 1856 también transformó la paleta del tintorero y por tanto las hebras empleadas en la fabricación de chales.
Agentes franceses y británicos llevaron a sus países libros de patrones de tejedores indios para copiar. Paisley, en Escocia, fue uno de los principales centros de fabricación de estos chales de imitación. Fue así como el diseño del boteh vino a ser conocido en toda Europa como “motivo de Paisley”. Fue tal su aceptación, que en la actualidad es muy común encontrarlo en la decoración en distintos artículos.
Entre 1850 y 1860 la crinolina voluminosa era proyectada hacia atrás, y el chal pasó a ser rectangular, de unos cuatro metros de largo, siendo posible envolverse enteramente en él. La exuberancia de las faldas que definió la moda romántica de mediados del siglo XIX fue sustituida luego por el juego de drapeados y recogidos, desplazando el volumen de la falda a la parte posterior. En 1870 se pone de moda el uso del polisón, que era un armazón atado a la cintura que servía para abultar los vestidos hacia atrás; esto lleva a la declinación del chal, ya que el mismo no presentaba una buena caída y resultaba incómodo.
Evolución del chal en Europa
Por otra parte, ya se había convertido en un accesorio muy masivo y económico, dejando de ser símbolo de estatus, y perdiendosé por lo tanto el interés por su uso. Muchas de esas
Hacia 1810 los chales eran angostos; el centro era plano o tenía un pequeño
telas se transformarán en casacas amplias, más acordes con el
diseño repetitivo de pimpollos, ramitas y semillas; los bordes presentaban
uso del polisón. En los albores del siglo XX el chal de
pequeñas flores ondulantes y el típico motivo de piñas de tres o cuatro
Cachemira es abandonado, como accesorio de indumentaria,
colores.
después de cien años de gloria; fue reutilizado en interiores
La época de esplendor comenzó hacia 1830, acompañando a faldas
burgueses de fines del siglo XIX en puertas, sobre el piano o
amplias y a las mangas de “pierna de carnero” que incrementaron el
como cubrecama.
ancho de los hombros femeninos.
Actualmente en Cachemira se los sigue produciendo para una
Esta moda hacía propicio cubrirse
clientela selecta, de igual manera que en siglos pasados, ya que
con chales cuadrados plegados en
los conocimientos se han ido transmitiendo a través de
diagonal. Por lo tanto no es de
generaciones. Lamentablemente el número de artesanos ha
sorprender que los grandes chales de
decaído considerablemente debido a que no es un trabajo bien
este período tuvieran esa forma, de
remunerado. El típico diseño de Cachemira continúa hasta hoy
aproximadamente 1,65m por 1,65m.
día en la decoración de telas estampadas con las
En el interior el diseño del Boteh se
características palmas de Boteh o Paisley.
hace más estilizado y cubre totalmente al paño de tela. La mitad del siglo trajo notables cambios en la fabricación de chales.
Will you go out with me, Fido? (¿Sales conmigo, Fido?) Alfred Stevens, 1859.
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Foto del mes C. 1860 – 1870 Photographie Artistique – Paul Coutem – Photographe Colección MNHT
C. 1860 – 1870 A Bate y C Montevideo, Uruguay Colección MNHT
C. 1870 - 1880 Colección MNHT
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Comparaciones de moda Por Agustina Fornasier
¿Hoy como ayer? Mirar el pasado y recorrer la historia nos ayuda a entender por qué y cómo llegamos a ser lo que somos. Uno va desandando épocas y desmenuzando hechos tratando de comprender los cambios, las crisis, los vaivenes. Porque eso es lo que sucede con la historia. Va y viene. Como pasa en la vida, en el arte, en la música, en el Corsé de 1865 teatro y, claro está, en la moda. Más de un siglo transcurrió entre el Romanticismo y nuestros días, y a lo largo de este tiempo, la mujer conquistó lugares que durante mucho tiempo le estuvieron vedados. El surgimiento de los movimientos feministas y las Guerras Mundiales permitieron que el sexo femenino irrumpiera en un mundo que estaba manejado y destinado exclusivamente por y para los hombres. Visto con nuestros ojos tan posmodernos, el siglo XIX se antoja lejano, cronológica y culturalmente, sobre todo en lo referido al rol que la mujer ocupaba en la sociedad de aquel entonces. Hoy nos cuesta imaginar a aquellas señoras vestidas con esos corsés que afinaban la cintura hasta límites insalubres y con faldas con crinolinas que dificultaban el andar. No debe haber sido fácil vestir de esa manera, pero no tenían libertad de elegir otras prendas. Sin embargo, todo vuelve. En la moda, quizá, se evidencia más que en otras áreas. Gracias a la inspiración, a la fantasía y al espíritu creativo de algunos diseñadores, hoy encontramos ciertos resabios de una indumentaria que parecía haber quedado en el pasado. Durante gran parte del siglo XIX, ellas vieron limitada su movilidad, física y social. Fue un tiempo en que las cinturas de las mujeres llegaron a medir 40 centímetros y los armazones de alambres que se colocaban debajo de las faldas, hasta imposibilitaban el acercamiento de los hombres. Los años ‘20 representaron la primera gran transformación femenina cuando se acortaron sus vestidos, eliminaron el corsé, se maquillaron y fumaron libremente. Atrevidas. Indecentes. Sin vergüenza. Cuando desembarcaron los años '60, ellas, otra vez, revolucionaron la escena mundial con minifaldas y bikinis. Desde entonces, el ascenso de las mujeres en la vida social, política y cultural fue vertiginoso. Es por eso que es difícil observar, hoy, vestidos y trajes que encierran una forma de vida tan opuesta a la realidad actual. Algunas o muchas de nosotras alguna vez nos hemos puesto un corsé, emballenado y tan ajustado como nuestro cuerpo permitía. Si no lo hicieron, no se los recomiendo. Es incómodo. Es
opresivo. Casi asfixiante. Pero más allá de opiniones subjetivas y sensaciones personales, la época que nos toca transitar -¡enhorabuena!permite la diversidad. Y la rigidez del Romanticismo, sobre todo en las costumbres y en la moda, quedó en el pasado. Verónica De la Canal y María Pryor son dos diseñadoras argentinas que retomaron las siluetas del Romanticismo. Nuevamente los corsés, nuevamente las crinolinas. Pero es otro tiempo, es otro espacio, es otra mujer. Así, entonces, lo antiguo puede jugar con lo moderno. Y el pasado revive en el presente. El ayer y el ahora se encuentran, se divierten, se complementan. Inspiradas, también, en los cuentos de hadas, reinas y princesas, De la Canal y Pryor crearon un estilo único y personal, destinado a mujeres que rompen moldes. Corsés trabajados con encajes, puntillas y bordados. Faldas con volantes, volados y varias capas de tules que evocan las tan remotas crinolinas. En el ámbito internacional, encontramos en John Galliano otro de los grandes exponentes del romanticismo moderno. Fue el diseñador estrella de la firma Christian Dior entre 1997 y 2011. Y no es casualidad. Fue Dior quien Diseño de Maria Pryor en la década del '50, inmediatamente posterior a la Segunda Guerra Mundial, recreara el siglo XIX con sus faldas acampanadas y sus cinturas de avispa. Hablamos de Alta Costura y de vestidos para usar en ocasiones especiales: fiestas, casamientos, cumpleaños de quince. Resulta más difícil encontrar estos detalles en la ropa de todos los días. Tras mucho años de lucha por la igualdad –lucha que aún continúa- hoy las mujeres trabajamos, caminamos la ciudad, viajamos en subte y en colectivo, corremos para llegar a tiempo. Todas actividades incompatibles con trajes pesados, faldas exageradamente amplias y corsés que paralizan, reprimen, entorpecen y aprisionan.
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Museos del Mundo Por Analía Yaker Valle
Museo Victoria and Albert ~ Londres El museo se estableció en 1852 tras el éxito de la Gran Exhibición desarrollada el año anterior. El principio bajo el cual se fundó fue brindar acceso a las obras de arte, para educar a la gente trabajadora e inspirar a los diseñadores y fabricantes británicos. Las ganancias de la Exhibición de 1851 se usaron para crear el Museo de los Fabricantes, como fuera conocido inicialmente, y se compraron objetos para crear la base de sus colecciones. En 1857 fue rebautizado con el nombre de South Kensington Museum. Las colecciones crecieron rápidamente al establecerse la política de adquirir los mejores ejemplos de trabajos en Metales, Mobiliario, Textiles y otras formas de Artes Decorativas de todas las épocas. También se sumaron ejemplares de Bellas Artes como pinturas, dibujos, estampas y esculturas, apuntando a estructurar un relato más completo de la historia del arte y el diseño. En 1899, la reina Victoria colocó la piedra fundamental para el nuevo edificio diseñado para otorgarle al museo una gran fachada y entrada principal. Entonces fue renombrado Victoria and Albert Museum en conmemoración del apoyo que brindara el príncipe Alberto (esposo de la reina Victoria). Las colecciones de cerámica, vidrio, textiles, vestimenta, metales, joyería, mobiliario, escultura, pinturas, estampas y fotografía abarcan culturas de Europa, Norteamérica, Asia y el Norte de África que datan desde tiempos ancestrales al presente. La colección nacional de Textiles y Vestimenta cubre un periodo de más de 2000 años y un gran rango geográfico con particular énfasis en Europa.
Tiene piezas que representan, la gran mayoría, técnicas de confección desde tejido, estampado y bordado sobre textiles, realización de encajes, tapicería y alfombras. Éstas se clasifican según técnica, país de origen y fecha de producción. Mención especial merecen los ejemplares de las primeras sedas del Cercano Oriente, encajes, tapices europeos y los bordados religiosos ingleses del medioevo. Ambas colecciones (textiles y vestimenta) poseen ejemplares que fueron adquiridos desde la fundación del museo, si bien, por varios años, las piezas de indumentaria que se agregaban a la colección tenían como elemento determinante el textil con el que estuviera realizado. Actualmente es reconocida la enorme importancia que la moda posee y la colección del Museo Victoria y Alberto es internacionalmente famosa. Ésta contiene piezas que abarcan desde el siglo XVII a hoy, con énfasis sobre aquellos diseños de mayor influencia de los grandes centros de moda europeos.
El Museo Victoria y Albert está ubicado en Cromwell Road, SW7 2RL, Londres, Inglaterra Web: http://www.vam.ac.uk/
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