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TERCIOPELO



Editorial Por

Analía Yaker Valle Directora editorial

Retomamos nuestra travesía y este 2013 inicia con un constante atractivo misterioso. El Antiguo Egipto está marcado a fuego en nuestras mentes como un lugar exótico, rodeado del mayor desierto; un oasis bendecido por el desborde del río Nilo. Lugar de majestuosas pirámides, y construcciones que han logrado sobrevivir el paso del tiempo y el accionar humano. Un pueblo que ya desde hace milenios atrás poseía un marcado gusto por la decoración del cuerpo, ya sea mediante la joyería o el maquillaje.Y de donde surgieron míticos íconos de belleza como Nefertiti o Cleopatra. A lo largo de la historia de la humanidad la cultura del antiguo Egipto ha influenciado las formas de vestir y la apariencia de Occidente.Ya sea mediante el característico delineado de ojos a base de kohol, pigmento que aún hoy en día se utiliza en cosmética, o, incluso, con el uso de imágenes antes sagradas para el pueblo egipcio, y, actualmente convertidos en populares diseños utilizados para tatuajes tanto por hombres como mujeres, siendo el ojo de Horus posiblemente el más comúnmente visto. Esta civilización surgió a las orillas del Nilo en las riberas del cauce medio y bajo. A lo largo de sus más de 3 mil años de historia, se dividió en Imperio Antiguo, Imperio Medio e Imperio Nuevo. Egipto se sitúa en África nororiental y limita con Libia, Sudan, el mar Rojo y el mar Mediterráneo. Poseedores de una estructura arquitectónica destacada, sabemos que sus construcciones más emblemáticas son las pirámides, tumbas reservadas para los más importantes personajes de la sociedad. Cada una, una obra maestra de ingeniería y misterio, fueron objetivo ineludible de cuanto explorador o cazafortunas existiera. Han sido numerosas las expediciones que se llevaron a cabo y cada una de ellas, descubrió algo más sobre aquella antigua civilización. Desde los viajes encomendados por Napoleón a principios del siglo XIX, hasta el hallazgo de la Tumba de Tutankamón en 1922, lo que hizo surgir una fascinación por todo lo egipcio que rápidamente se vio trasladada a la vestimenta femenina, a los accesorios y, por supuesto, al maquillaje de la época. Esa influencia resurge periódicamente, al punto que el diseñador John Galliano, en su presentación de Alta Costura del año 2004, basará toda su colección en la iconografía egipcia, creando piezas de vestir de una calidad histórica y artística innegable. ¿Qué tendrán estas civilizaciones que logran perdurar en el tiempo? Los palacios, las estatuas, las características tan particulares de la representación de su sociedad en forma de murales, jeroglíficos, la manera en la que representaban el cuerpo humano...miles de vidas reales que quedaron para siempre plasmadas en las pirámides y en las paredes de sus templos... Karnak, Luxor, Giza...lugares que parecen casi mágicos, cargados de una fuerza especial...quizás esa fuerza que hizo que en esta era de super-tecnología moderna, lo antiguo nos siga atrayendo y maravillando.

Continuemos, entonces, haciendo historia.

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STAFF DE TERCIOPELO Directora Editorial Analía Yaker Valle Editora Agustina Fornasier Jefe de arte y diseño gráfico Dacio Luna Álvarez Columnistas Bárbara Brizzi Delia Etcheverry Rosa Iglesias Susana Speroni Colaboran Guadalupe Kleimann Sabrina Mazzalupo ISSN: 2250 - 7477

Se prohíbe la reproducción total o parcial del material publicado

Edición Febrero 2013

Sumario 3 Crónicas 6 En pantalla 8 Cosas que pasan

11 Historias entretejidas 14 Ayer y hoy 16 Por el mundo 18 Vestuario escénico

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Crónicas Por Rosa Iglesias

Redescubrimiento del antiguo Egipto

Desde la caída de Roma hasta el siglo XVIII, el “antiguo Egipto”, era poco más que un mito. Recién después de la campaña de Napoleón, en 1798, comenzó a ser motivo de estudio histórico. Por primera vez, los científicos comenzaron a investigar monumentos, tumbas y frescos. Los primeros cuarenta años del siglo XIX fueron años de revelaciones. En Francia se publicó la gran “Description de L'Egipte”; Belzoni descubrió la entrada a la pirámide de Kefrén y el templo de Ramses II, excavado en la roca de Abu Simbel; Champollion descifró la clave de los jeroglíficos y los Museos más importantes del mundo realizaron costosas expediciones que, en muchos casos, bajo el paraguas del estudio y la investigación, expoliaron las ruinas de esta civilización. Antigüedades egipcias fueron llevadas por centenares a París y a Londres. El antiguo Egipto era literalmente redescubierto, y esto estimuló la imaginación del público.

Diversos artistas pintaron, dibujaron monumentos y recrearon costumbres, confiriéndole, a todo esto, una aureola romántica que aún hoy perdura. Los viajeros también registraron sus sensaciones por escrito, traspasadas por profundas emociones, dificultades, sabiduría, sorpresa y amor. Se produjo, entonces, una asimilación del antiguo Egipto a la aventura de los viajes, a lo exótico y a lo soñado que tuvo enorme influencia en el imaginario occidental, que se tradujo en la moda, la decoración, la arquitectura y el arte en recurrentes reinterpretaciones. Nos interesa detenernos, un momento, en esas primeras, imaginativas e idealizadas, interpretaciones de la moda y las costumbres egipcias,

durante el siglo XIX. La novela “La princesa egipcia” del egiptólogo alemán Georg Ebers (1837-1898), por ejemplo, enormemente popular en su momento, difundió la imagen de una mujer egipcia, muy femenina, propia del estereotipo europeo de mediados del 1800, sin rasgos predominantemente orientales, con una exótica vestimenta que nada tenía que ver con la indumentaria egipcia antigua. La egipcia de Ebers, sirvió de inspiración a Hans Makart. Suya es La muerte de Cleopatra que muestra una profunda idealización del personaje histórico bañada en ese mismo espíritu decimonónico.

La muerte de Cleopatra, Hans Makart

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Terciopelo Otro artista, quizá el más conocido difusor del tema, que aparece en la obra de Ebers, es Lawrence Alma Tadema, que fue llamado por su biógrafo “el pintor de la perspectiva victoriana del Egipto antiguo” .

El hallazgo de Moises (deatalle). Lienzo de Alma Tadema (1836-1912)

Edwin Long (1829-1891), dejó también pinturas de Egipto y del Oriente Lejano, que presenta a las egipcias como damiselas de mirada lánguida y características físicas similares a las de las europeas de su época. Estas pretendidas reconstrucciones históricas, contribuyeron a mantener, hasta 1922, año del descubrimiento de la tumba de Tut-ank- Amon por Lord Carnavon y H.Carter, al mundo del Egipto antiguo en un estadio mítico y onírico inalcanzable. A partir de la difusión masiva de los objetos obtenidos en el hallazgo, la verdadera estética egipcia penetró en la moda occidental, dejando testimonios precisos en prendas y accesorios indumentarios de los años '20. Uno de ellos, se guarda en la colección del Museo Nacional de la Historia del Traje de Buenos Aires.

Prendedor estilo egipcio. C 1920. Colección Museo del Traje

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En pantalla Por Bárbara Brizzi

Pantalla con arena Egipto, con E de enigma, con E de exótico. Decimos Egipto y nuestra imaginación se llena de arena, pirámides, momias, leyendas, personajes ambiciosos, científicos, mujeres de ojos negros perfectamente delineados, hombres con el torso lampiño y desnudo y mirada intensa. Fascinación, encantamiento (no sólo de serpientes), atracción, sugestión, magnetismo...todas sensaciones que remiten a este lugar mágico e hipnótico. Los directores de cine, por supuesto, no fueron ajenos a esta seducción y trataron temas referidos a Egipto y sus personajes con mayor o menor fortuna y en diversos géneros. Hagamos un poco de historia... Evidentemente el tema atrajo a cineastas desde los inicios del cine. Ya en 1917 Theda Bara, una de las primeras vamps de Hollywood y para quien los estudios cinematográficos habían creado un pasado que la ubicaba como hija de un artista francés y su concubina egipcia, protagonizó Cleopatra donde hizo valer sus encantos de “bailarina exótica”. Sería faraónico enumerar todos los films que refirieron a esta figura paradigmática o a hechos y personajes más o menos verosímiles, así que trataremos de ir recorriendo un itinerario, haciendo pie en algunos ejemplos elegidos de forma un tanto aleatoria. Otra Cleopatra digna de mencionarse, en su estilo, fue la compuesta por Claudette

Colbert en el film homónimo de 1934, dirigido por Cecil B. De Mille, donde lucía vestimentas bastante reveladoras, creadas por el vestuarista Travis Banton. En general, todas las producciones que evocan Egipto y sus personajes, han sido muy costosas y elaboradas ya que recrear los palacios, templos y alrededores involucró la imaginación de escenógrafos y creadores de atmósferas. Nótese que hemos usado el término “imaginación” y esto no es casual ya que, en general y sobre todo, hablando de vestuarios, la imaginación ha volado y mucho, sobre las arenas del desierto. Sólo detenerse en la citada Claudette Colbert y reparar que en una de sus apariciones luce un hermosísimo pero anacrónico vestido de lamé, más a la moda de los '30 que en las cortes faraónicas, sirve como muestra de que los vestuaristas, por afamados que fueran, no pudieron sustraerse a envolver a las actrices del momento en atuendos más cargados de detalles “a la moda” que de rigor histórico. Ni Sofía Loren se salvó de encarnar a la reina en Dos Noches con Cleopatra, una olvidable

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producción de 1953.

No podemos soslayar en este muestrario de reinas del Nilo, a la compuesta por Elizabeth Taylor en la superproducción de más de tres horas de duración dirigida por Joseph Mankiewics en 1963. El presupuesto se había ido de todo límite llegando a los 44 millones de dólares, convirtiéndose en la película más cara de la historia hasta ese momento. El vestuario adolecía de los mismos problemas que cualquiera de los anteriores, donde la protagonista parecía más enfundada en los vestidos de corpiños armados que imponía la moda del momento de la filmación que en los sutiles calasiris correspondientes a la moda de la época de la soberana. Sí debemos agradecer a los maquilladores la recreación de los delineados tipo “cola de pescado” y las sombras azules y verdes que dieron marco a los espléndidos ojos de la diva y que hicieron que esta moda se impusiera durante la década 1960.

saqueadores de tumbas que hacían que las antiguas profecías se volvieran realidad, se pasearon por las pantalla con suerte diversa. Hasta Indiana Jones tuvo su aventura egipcia en Los Cazadores del Arca Perdida dirigida por Steven Spilberg en 1981 que revivió la vigencia del cine de aventuras haciendo que otros directores se animaran al género y aparecieran las taquilleras y divertidas La Momia (1999) y El Regreso de la Momia (2001), ambas dirigidas por Stephen Somers y protagonizadas por Brendan Fraser y Rachel Weisz, donde no faltaban invasiones de escarabajos, faraones que volvían de ultratumba, bellas mujeres, extraños libro y mapas que esperan ser descifrados. Ni Woody Allen pudo escapar a la tentación y dirigió La Rosa Púrpura del Cairo (1985) donde el protagonista, un explorador dedicado a excavaciones en Egipto se escapaba de la pantalla para seducir a su admiradora en plena crisis del '30. También la novela de Agatha Christie Muerte en el Nilo, fue llevada a la pantalla con un estelar elenco en 1978 y así el misterio, los crímenes y las situaciones dudosas se vistieron con bermudas color caqui, chaquetas cazadoras, salacots, conjuntos de hilo fresco y blusas etéreas como todos soñamos vestir el día esperado en que lleguemos a Egipto.

Muchos otros personajes, reales y ficticios fueron abordados por el cine con desnivelada fortuna. Tal el caso de Sinuhé el Egipcio, de 1954, dirigida por Michael Curtiz donde, Victor Mature como Horemheb, paseaba sus robustas piernas, apenas cubiertas por la supuesta pampanilla que más parecía una minifalda que la envolvente vestimenta original. Las momias también hicieron las delicias de los amantes del género de terror. Así, Boris Karloff en 1932 volvía de la muerte para aterrorizar a cuanto ser vivo se cruzara a su paso lento y arrastrado. Venganzas por profanaciones, maldiciones ancestrales,

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Cosas que pasan Por Lic. Susana Speroni

Nefertiti, la gran esposa real Paradigma de belleza y misterio sin resolver. Cautivante personalidad es la que presenta esta mujer que vivió, amó y protagonizó un período único en la historia del país milenario en un momento convulsionado y de grandes cambios. Estamos en Egipto en el período del Imperio Nuevo y dentro de la XVIII Dinastía. Su popularidad destaca entre otras dos grandes mujeres egipcias: Hatshepsut, hija de Tutmosis I, la primera mujer en asumir el rango de reina-faraón divino en el año 1511 a. C. y Cleopatra, de ascendencia griega ptoloméica, la última gobernante a finales del siglo I a. C.

forma vertiginosa. Los templos se construían sin techos para que el sol bendijera los rituales. Desde el punto de vista de la creación pictórica, el faraón ordenó a sus artistas que plasmaran el mundo tal y como era, de allí el naturalismo impreso en las representaciones, entre las que se incluye la imagen de Nefertiti.

Su vida es un misterio. Incluso para muchos no nació en Egipto. Está ligada a nuestro mundo contemporáneo por el ideal de belleza que encarna a través de su imagen esculpida; pieza icónica del arte mundial, conocida también como La Mona Lisa de Amarna, elaborada por el Escultor Real, Tutmose.

Siglos pasaron y un pequeño valle fue el sitio elegido en el siglo XVIII de nuestra era para que una tribu beduina fundara un asentamiento que llamarían Tell el-Amarna, y a la luz de fogatas relataran la historia, por ellos conocida, diciendo que 3 mil años allí habían vivido un rey y una reina en su gran capital de oro puro.

La historia nos cuenta que en el año 1364 a. C. un joven Amenofis , adorador del dios Aton, accede al trono de Egipto acompañado por su esposa, Nefertiti, cuyo nombre significa “Bondad de Atón, la bella ha llegado”. Durante los cuatro primeros años de su reinado en Tebas realiza grandes obras en Karnak con templos dedicados a esta deidad, y, en 1360 a. C., cambia su nombre por el de Akenaton “el servidor de Aton” y quiebra milenios de tradición, al introducir su revolución religiosa, eliminando el poderoso clero existente dedicado al dios Amon . En el 1359 a. C. funda la ciudad de Akenaton que posteriormente sería renombrada Amarna. Ésta crece en

Hacia el año 1336 a. C. se pierde todo rastro de la vida de Nefertiti, y el culto a Aton iniciado por su esposo será anulado en su totalidad al ascender Tutankamon al trono.

Ya en el siglo XIX, Alexander von Humboldt, viajero y hombre de ciencias, logró que el rey de Prusia se interesara y financiara una misión llevada a cabo por el arqueólogo alemán Karl Richard Lepsius en 1842. Él y su equipo de trabajo fueron recompensados cuando pudieron recomponer gracias a las piedras labradas, el siguiente fragmento en referencia a Nefertiti: “...la beldad y majestad con la corona de plumas se la aclama, rebosando de alegría cuando se escucha su voz, soberana del encanto, … , la mujer cuya esencia regocija al señor de los dos países (el Bajo y Alto Egipto), su rey amado y su

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gran esposa real, la dueña de ambos países, favorita de la fortuna, hermosa es la beldad del sol, la belleza que nos llega de allí...Así viva eternamente...” En 1891 el arqueólogo británico Sir William Mathew Flinders Petrie y su equipo confirman que Tell – el Amarna fue la ciudad real de Akenaton y Nefertiti. El 6 de diciembre de 1912, el egiptólogo y arquitecto alemán Ludwig Borchardt, que trabajaba denodadamente en Amarna, al explorar la cuadrícula P47 da con las ruinas de lo que parecía ser un taller de escultor de importancia; una tapa de marfil confirmará que se trata de Tutmose. Y el mismo día, después de numerosos trabajos de limpieza, encontrará el busto de piedra caliza coloreado, haciendo resurgir la imagen y belleza de Nefertiti. Su rostro transmite serenidad, es armonioso. La pieza mide apenas 50cm, mira de frente, con facciones perfectas, con gesto dulcificado por una sonrisa apenas insinuada y labios sensuales, cejas simétricas, los ojos delineados por kohl. La piel trabajada con colores perfectamente armonizados. Se observan accesorios como el tocado y el collar valona del que destacan los tonos turquesas. La eterna belleza de Nefertiti se exhibe en el Neues Museum de Berlín, Alemania.

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Historias entretejidas Por Delia H. Etcheverry

El lino. La fibra sagrada del antiguo Egipto

Egipto está situado al nordeste del continente africano. El río Nilo que lo recorre de sur a norte a través de desiertos, desemboca en el Mar Mediterráneo, y va dejando a su paso tierras fértiles. Hasta nuestros días, casi la totalidad de la población egipcia se concentra en las orillas del Nilo. Siendo la lluvia un fenómeno excepcional, a lo largo de la historia sólo el desbordamiento anual del Nilo hacía posible sacar adelante los cultivos. El calendario estaba íntimamente relacionado con el ciclo agrícola, y éste a su vez en consonancia con el régimen del Nilo. El limo fértil depositado en sus orillas tras las inundaciones anuales, permitió a los egipcios practicar una forma de agricultura menos laboriosa, haciendo posible dedicar más tiempo y recursos al desarrollo cultural, tecnológico y artístico. Estas características geográficas influyeron en forma decisiva en la civilización egipcia. El lino, en sus variedades Linum usitatissimus y Linum humile, fue introducido en Egipto en el Neolítico desde el Asia Central. Hay evidencias de su cultivo desde el quinto milenio a.C. pero se comenzó a producir intensamente en el valle del Nilo hacia el 3.100 a.C. El lino egipcio se hizo famoso en el mundo antiguo por su calidad, convirtiéndose en la fibra textil nacional y en un producto muy cotizado en los intercambios comerciales.

Debido a sus tonalidades blanquecinas y al origen vegetal, a las fibras de lino se las asociaba con la pureza, y las telas confeccionadas con ellas eran las únicas que se podían usar en los recintos sagrados, donde se exigía la mayor delicadeza en el tejido. Por el contrario a la lana que se la consideraba impura a pesar de su suavidad, debido a la grasitud que sólo se quitaba lavándola con orina fermentada rica en amoníaco, y por lo tanto imposible de guardar en templos y enterratorios. La producción de lino estuvo controlada por el estado desde la época faraónica. El lino para tejer fue desarrollado en la primera dinastía (3.100 a 2.900 a.C.) obteniéndose distintas variedades. Ya en la tercera dinastía (2.700 a 2.630 a.C.) existía el cargo de Director del Lino del Rey, quien determinaba la cantidad de producto destinado a la corona. Las tierras usadas para el cultivo del lino eran las que no resultaban provechosas para las cosechas alimenticias, a las que siempre se reservaban los mejores suelos, que eran las áreas adyacentes al río. Su industria produjo tejidos muy finos, casi transparentes, llamados byssus, y constituía la base de la vestimenta de estatuas de

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Cosecha del lino

dioses, reyes, sacerdotes, altos funcionarios y difuntos. En muchas tumbas se han encontrado entre las ofrendas semillas de lino. También había telas más resistentes usadas para el ornato de edificios, vestidos que protegían de los calientes veranos del desierto, faldillas, taparrabos, edredones, toallas, tejidos para las lámparas de aceite, cuerdas para los barcos, etc. Los textiles tuvieron también un papel central en la preparación para la vida de ultratumba. Para envolver el cuerpo momificado, los embalsamadores necesitaban varios metros de vendas de lino minuciosamente plegadas y entrecruzadas de manera que formasen un intrincado dibujo. También solían utilizar prendas de vestir y telas desechadas procedentes del ajuar doméstico del difunto, que cortaban en tiras. El cuerpo de los muertos no sólo era vendado, sino que iniciaba el viaje ataviado con la ropa que había llevado en vida.

Una de las cualidades más importantes de esta fibra es su resistencia y fortaleza que permite someterla a fuertes tensiones, lo que la hizo adecuada para formar la urdimbre de los tejidos, aunque también se la usaba para la trama. De esto, al paso del tiempo, dan prueba las prendas de lino del Antiguo Egipto que han sobrevivido durante miles de años en las tumbas de los faraones. La calidad del lino variaba en función de la época de la cosecha. Cuando se lo recogía verde, se obtenían hilos muy finos con los que se confeccionaban los bissus. Las fibras de los tallos amarillos proporcionaban tejidos más sólidos, en tanto que las fibras más resistentes, provenientes de las ramas más maduras, se empleaban en la confección de cuerdas y esterillas. La calidad del tejido y el uso del lino dependían de la clase social a la que se pertenecía: el lino más fino y cercano a la gasa era

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para uso exclusivo de los ricos, mientras que el resto de la las inscripciones sepulcrales de localidades como población debía conformarse con los textiles más toscos y Tebas y Al Minia. La ciudad de Sais era la sede de peor acabados. los mejores talleres de transformación del lino en tejido y la diosa Neith era la patrona de los La preparación de las fibras y el hilado formaban parte de tejedores. los trabajos domésticos. La reconstrucción de las técnicas puede llevarse a cabo mediante la observación de las En cuanto a la lana, las ovejas fueron pinturas dinásticas. Una vez que los haces de lino se domesticadas en el Neolítico y posiblemente eran secaban al sol, se peinaban los tallos para desprender los utilizadas a pequeña escala en el Egipto faraónico granos y se ponían a macerar en agua caliente para separar para producir tejidos bastos utilizados para la las fibras, que luego se cardaban y se disponían para hilar, indumentaria del pueblo y envoltorios para estando aún húmedas. Mediante un proceso manual, se protegerse del frío, aunque por su carácter más estiraban las fibras para obtener cabos largos y finos. Los endeble hayan desaparecido como resto cabos se devanaban en ovillos, y para formar hebras de arqueológico. La producción de lana como dos o más cabos se sometía a las fibras a una torsión, con material textil en Egipto comenzó con los griegos lo que se hacían más resistentes. Esta operación podía en la época Ptolemaica (305 a.C. - 30 a.C.) y llevarse a cabo sin instrumentos o por medio de un huso. necesitó un largo proceso de asimilación dentro de la población. Posiblemente fue favorecido por las En el antiguo Egipto el lino no se teñía, posiblemente mujeres griegas, que al instalarse en Egipto, debido a que esta fibra no absorbe los tintes con facilidad. enseñaron a sus sirvientas egipcias a trabajar con Para obtener el tono blanquecino o amarillo pálido las el material, y difundieron su uso. A partir de los telas se lavaban y blanqueaban, exponiéndolas a la luz del primeros siglos de la era cristiana se empezaron a sol al menos durante ocho semanas. permitir las prendas de lana en templos y Las grandes familias tenían sus propios talleres, en los enterratorios. Pero esa ya es otra historia… que hacían ropa para todos sus miembros y vendían los excedentes; además empresas privadas y comerciales establecidas junto a templos y palacios, según lo atestiguan Nedjmet

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Ayer y hoy Por Agustina Fornasier

De Cleopatra a John Galliano

Desierto. Faraones. Pirámides. El Nilo. Hatshepsut. Keops. Kefrén. Micerinos. Piedra Rosetta. Isis. Osiris. Horus. Nefertiti. Ra… Podríamos seguir enumerando personajes, construcciones fabulosas o hechos que nos remiten a Egipto y la lista se volvería interminable. Quien más, quien menos, todos tenemos una idea de quiénes fueron, qué hicieron o cómo vivieron los egipcios. Difícil de descifrarlos, nos han sorprendido desde siempre...

propio de este país.

Ya vimos, en artículos anteriores, que la historia es cíclica y que en la moda, lo pasado, lejos de ser pisado, se convierte en inspiración para muchos diseñadores que hoy ocupan la escena mundial. John Galliano es uno de ellos. Gibraltareño de nacimiento pero de nacionalidad británica, desde sus inicios ha Tierra lejana, por revolucionado kilómetros y por la Alta Costura; historia. Una incluso se civilización de más de graduó de la 5 mil años que llegó prestigiosa St. hasta nuestra era y nos Martin's School dejó un legado of Arts, con el invaluable: sus diseño de una pirámides, sus colección jeroglíficos, sus inspirada en la tumbas. Una sociedad Revolución rígida, cerrada, sin Francesa. guerras y, por lo tanto, Givenchy y sin comunicación con Christian Dior otras culturas que fueron las permitieran cambios grandes marcas muy marcados. que confiaron Colección John Galliano en su arte y Por supuesto, Egipto también nos dejó su indumentaria. trabajó para Hoy podemos hablar de vestidos que se llamaban ésta última Colección John Galliano Calasiris, de Shentis, de collares con piedras preciosas desde 1997 que eran conocidos como Valonas, de maquillajes como hasta 2011. En el año 2004, este particular el Kohl, de sandalias sin talón y de telas como la muselina diseñador presentó en París su colección y el lino, muy apropiadas para el clima cálido y seco

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Colección John Galliano

Primavera-Verano inspirada íntegramente en el Antiguo Egipto. ¿Qué vestigios de aquella civilización encontramos en ese desfile? Tal vez el lujo; los vestidos plisados; las telas doradas; la profusión en los adornos con piedras preciosas; el maquillaje, la opulencia. Una fantástica y creativa recreación de ese mundo de faraones y maravillas. Metros y metros de tela para envolver esas figuras alargadas, con el dorado y los bordados como premisa fundamental. Aquel kohl que embellecía y profundizaba las miradas, pero que también protegía de la arena. La iconografía de Horus, las siluetas rememorando los antiguos sarcófagos, los diseños extravagantes, todos los símbolos más significativos de la cultura egipcia estuvieron presentes. El muy lejano pasado de regreso en el siglo XXI.

John Galliano para Dior. Colección Alta Costura Primavera 2004

Esta colección nos permitió –y nos permite – viajar en el tiempo y encontrarnos con detalles de aquel entonces diseñados y construidos con materiales actuales. Volver, gracias a la imaginación y el estímulo de Galliano, a una época que sólo podemos leer o visualizar en imágenes de algún libro de arte o de historia. La moda nos permite eso; el ir y venir constante. Resignificar culturas, tomar prestados viejos modelos y costumbres y crear un nuevo mundo de fantasía, de ensueño e ilusión. “Mi trabajo es hacer soñar a la gente”, dijo alguna vez John Galliano. Continuemos soñando, entonces…

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Por el Mundo Por Analía Yaker Valle

Museo Victoria and Albert ~ Londres

Egipto en museos

Hay muchos museos en el mundo que cuenten en su patrimonio con grandes colecciones de piezas del Antiguo Egipto. Por supuesto el primero a tener en cuenta es el Museo Egipcio de El Cairo, con más de 136 mil objetos de diferentes épocas de la historia egipcia. Se encuentra en el centro de El Cairo, en la plaza Tahrir. Fue inaugurado por el arquitecto francés Marcel Dourgnon, y fue inaugurado en 1902

El British Museum (Londres, Inglaterra) posee piezas arquitectónicas y estatuas, sarcófagos con inscripciones jeroglíficas, mobiliario, joyería, hasta papiros. Bajo la custodia del Área del Antiguo Egipto y Sudán, su colección abarca desde el período Neolítico (cerca del 10.000 a. C) al siglo XII. En el caso del Museo Metropolitano de Nueva York, su colección está agrupada bajo el nombre de Egyptian Art (Arte egipcio), con 26.000 objetos en custodia, desde el Paleolítico al período romano. Gran parte de las piezas se han obtenido del trabajo arqueológico en Egipto, iniciado en el año 1906. También en esa ciudad, pero en las afueras de la isla de Manhattan, el Brooklyn Museum, también posee una colección de objetos relacionados con el Antiguo Egipto, el período clásico y el Cercano Oriente.

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Y si de grandes museos del mundo se habla, no podemos dejar de mencionar el Louvre en París. En este caso el período que abarca se extiende, aproximadamente, desde el 4000 a. C. al siglo IV de nuestra era.

Túnica plisada. Exhibición Moda y Belleza en el Antiguo Egipto, Museu Egipci. Barcelona. Junio 2012

Jean- François Champollion, nacido en 1790, gran lingüista especializado en la Antigüedad, quien resolviera el enigma de la escritura egipcia en 1822, fue quien convenció al rey Carlos X para que adquiriera tres de las más grandes colecciones existentes en la época (año 1826), Durand, Salt y Drovetti, para de esta forma, promover la cultura egipcia y combatir los prejuicios de eruditos

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contemporáneos. Por decreto real del 15 de mayo de 1826, Champoillion fue designado como curador del nuevo departamento del Louvre, inaugurado el 15 de diciembre de 1827. También fue el responsable de la creación del Museo delle Antichità Egizie , (Museo del Antiguo Egipto), en Turín, Italia. Como el Museo del Cairo, éste es uno de los pocos cuya misión está dedicada íntegramente a la cultura y arte egipcio. En sus exhibiciones cuenta con 6.500 objetos para ser admirados y en Reserva otros 26.000 piezas más. Bajo la asesoría del personal especializado de este Museo, en el año 2012, el Museu Egipci de Barcelona presentó la exhibición Moda i Bellesa a l'antic Egipte (Moda y Belleza en el antiguo Egipto). Un recorrido que abarcaba 3000 mil años de historia, poniendo de manifiesto que los conceptos sobre la estética y el vestir, no tienen nada de nuevo. Exhibición que tuve la oportunidad de visitar, contaba entre las piezas exhibidas con ejemplares de utensilios para higiene personal, para aplicar maquillaje, joyería, vasijas para ungüentos, y piezas de vestimenta que evidenciaban las maravillosas técnicas de plisado y bordados en cuentas y abalorios. Incluso calzado, sandalias para ser más específica, realizadas en hojas de palma, con el mismo formato que utilizan conocidas marcas para las ojotas de verano. La conformación de esta exposición contó con el aporte de piezas y el trabajo en conjunto del propio Museu Egipci de Barcelona y: el Musée des Beaux-Arts de Lyon, el Museo Civico Archeologico di Bologna y el Museo Egizio di Firenze.

Vestido 2649 -2134 a. C - Exhibición Moda y Belleza en el Antiguo Egipto, Museu Egipci. Barcelona. Junio 2012

Museo de El Cairo: Museo Nacional de Egipto, plus.google.com The British Museum: www.britishmuseum.org Museo del Louvre: http://www.louvre.fr Museo Metropolitano de Nueva York: www.metmuseum.org The Brooklyn Museum: www.brooklynmuseum.org Museo delle Antichità Egizie: www.museoegizio.it Museu Egipci de Barcelona: http://www.museuegipci.com

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En las tablas por Alejandra Espector

Reinterpretando Egipto: Amneris, princesa egipcia

Dependiendo del género de espectáculo y del concepto del director, el vestuario puede ser una reconstrucción fiel de la época y sociedad que se está representando o hacerlo parcialmente a través de ciertos elementos significativos. Generalmente el grado de verosimilitud va a ser mucho mayor en el cine que en el teatro y en la ópera, géneros que permiten un tratamiento retórico y poético más amplio. El antiguo Egipto, por su exotismo y misterio, ha sido una gran fuente de inspiración constante en el cine y teatro a través del tiempo. Han sido también múltiples las versiones de los personajes femeninos de la época que se nos han mostrado, con su mayor o menor rigurosidad histórica, desde la icónica Cleopatra de Elizabeth Taylor en la película homónima del año 1963, hasta el personaje de Anck-Su-Namun en la película La momia de 1999. Pero justamente para poder mostrar el proceso en sí mismo que implica una reinterpretación escénica del Egipto antiguo a través del vestuario y su creación visual, es interesante referirnos específicamente al lenguaje teatral, con todas las licencias poéticas que nos permite tomar en el diseño sin perder la esencia de la época misma. Vamos a analizar entonces el vestuario de un personaje relevante dentro del género operístico, Amneris de la ópera Aída de Verdi en su versión escénica de 1988 en la Metropolitan Opera House. Amneris fue interpretada por la cantante Olga Borodina y el diseño de vestuario fue de la diseñadora Dada Saligeri.

Aída La ópera es una espectacular y trágica historia de pasión, celos, intriga y muerte, contextualizada en el lujoso y fascinante imperio egipcio faraónico y romántico. Hay distintas versiones respecto a la génesis de esta ópera pero la más conocida es en la que Giuseppe Verdi recibe del Jedive de Egipto, Ismail Pachá, (vasallo del emperador turco), el encargo de componer una ópera, ambientada en el exótico Antiguo Egipto, para que el estreno formara parte de la apertura

del Canal de Suez. Sin embargo, la inauguración tuvo lugar el 17 de noviembre de 1869 y la ópera no estaba aún terminada por lo que tuvo que representarse Rigoletto. Los autores del libreto fueron Antonio Ghislanzoni y Camille du Locle, en estrecha colaboración con el propio Verdi, basándose en el drama homónimo de Auguste Mariette Bey, famoso egiptólogo de la época, quien aportó su gran conocimiento del tema, ya que fue el fundador del Museo Boulaq que precede al Museo Egipcio de El Cairo; por lo que Aída a a resultar una ópera grandiosa no sólo por la música y el escenario sino también por el vestuario y accesorios tal como correspondían a los hallazgos arqueológicos del propio Mariette en sus excavaciones. Además, Mariette tenía mucha experiencia en la construcción de ambientaciones espectaculares, ya que había sido responsable del pabellón de Egipto en la Exposición Universal de París, un edificio, similar a un decorado, que emulaba la grandeza y el colorido de un idealizado templo faraónico. Aída fue estrenada, sin la presencia de su autor, en el Teatro de la Ópera del Cairo, en diciembre de 1871. Se dice que la representación fue tan grandiosa, que la corona que ceñía Amneris era de oro macizo y las armas de Radamés, de plata. Recién en febrero de 1872 se estrenó, con la presencia de su autor, en el Teatro de la Scala de Milán. La acción transcurre en el Egipto faraónico, en Menfis y Tebas y narra la historia de amor entre Aída, una princesa etíope esclava, y Radamés, comandante del ejército egipcio. A este amor se va a oponer Amneris, hija del faraón, enamorada también de Radamés. Aunque la ópera no se centra realmente en un período concreto de la historia del Antiguo Egipto, ni narra hechos documentados o acontecidos en la

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Antigüedad, se vincula con el reinado de Ramsés III, faraón de la Dinastía XX del Imperio Nuevo, que sufrió complots, graves conflictos bélicos contra pueblos invasores y el creciente poderío del sacerdocio.

El personaje de Amneris Es una princesa egipcia, hija del Faraón, muy bella y soberbia, que desea casarse con Radamés, general del ejército. Radamés ama a Aída, princesa etíope, pero esclava de Amneris. El conflicto que surge en el interior de Amneris, personaje muy complejo psicológicamente, tiene su origen en ese turbulento amor despechado, ya que en principio se ve atormentada por los celos y el dolor al descubrir lo que siente como una traición, y luego se desespera por sus actos de venganza que concluyen con la condena a muerte que ella misma provoca contra su amado.

El vestuario de Amneris Dentro de las cambios de vestuario del personaje tomaremos la caracterización base y su cambio posterior, teniendo en cuenta que no analizaremos en este caso la evolución dramática del personaje ni el concepto de la reggie sino sólo el proceso de resignificación en el diseño.

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El comienzo de toda reinterpretación escénica es la búsqueda de la documentación de la época y los referentes visuales que respondan a nuestro personaje. Las representaciones de las reinas y princesas del Imperio Nuevo, sobretodo Nefertari, Nefertiti y Meritaten nos proveen de referentes visuales para el diseño. En el Imperio Nuevo se incorporaron cambios en la indumentaria femenina. Es el auge de las transparencias y los plisados, marcando el cuerpo y logrando una silueta de cintura estrecha y caderas y muslos curvilíneos. El kalasiris que vemos en las representaciones de Nefertari es el que se extiende hasta los pies, cubre a modo de capa un hombro y deja al descubierto el otro hombro y el brazo opuesto.(1). Sin embargo el kalasiris utilizado como referente básico para el vestuario de Amneris va a ser una

variante anterior, manteniendo las transparencias y el plisado como elementos significativos, no así la adherencia y agregando superposiciones.(2) Por sobre una primera prenda tipo túnica sin mangas de tejido lánguido, suave y translúcido se superpone una variante con un cuerpo más rígido, armado, y una sobrefalda abierta por delante, recordando otra variante del kalasiris, donde se ubica la ornamentación, que remite por las formas y los colores a los referentes egipcios genéricos. Así como también para el segundo cambio se agrega una prenda única reinterpretando el efecto de las variantes 3 y 4.

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Se mantiene entonces la forma de la prenda original pero se agregan capas superpuestas que van armando una nueva silueta similar en sugerencia pero con mucho más volumen y rigidez en el torso que se destaca como un cuerpo de vestido muy ornamentado y que le otorga mucha más presencia y fuerza visual rompiendo con la imagen egipcia más lánguida y suave original. En el segundo cambio se unifican las otras variantes de kalasiris en una prenda única con efecto de capa que también por la materialidad y el corte, sugiere pero a la vez le confiere una presencia mucho más dominante y fuerte. Sin perder la referencia del kalasiris egipcio original ( materialidad, translucidez, plisado, caída, etc) y la imagen adecuada, el vestuario se complejiza de manera tal que aporta una nueva dimensión dramática en el personaje de Amneris.Tanto la paleta de color utilizada como las formas ornamentales tienen como referentes los colores turquesas y dorados, y el tipo de elementos decorativos, utilizados sobre todo en la joyería y la decoración. La turquesa se encuentra en la joyería desde èpocas muy tempranas, junto a piedras semipreciosas como el lapizlázuli y la cornalina. Toda la ornamentación, pectoral, collar y brazaletes de Amneris están basados en las piezas encontradas pertenecientes al reinado de Tutankamón, utilizando simplificaciones y variantes dentro del diseño. Las joyas estaban realizadas en oro y piedras semipreciosas, incorporando formas y diseños de la naturaleza, animales y vegetales. Los motivos se simplifican en el vestuario de Amneris tanto como para que se lean visualmente como egipcios pero sin la complejidad original, aunque sobredimensionados, aplicándose a las telas para generar una textura visual importante, que se distinga en la escena. Lo mismo respecto a los accesorios, que se basan en la documentación egipcia, pero están simplificados y tomadas sólo ciertas formas relevantes como constantes para generar una unidad y armonía visual en la imagen general de Amneris.

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Por último el vestuario se completa con la caracterización: peluca y tocados. El Imperio Nuevo egipcio es el momento de mayor complejidad y elaboración en éstos. Las pelucas se vuelven más voluminosas, largas y sumamente pesadas, con intrincados trenzados, torsiones y rosetas de oro, abalorios, y canutillos directamente entretejidos en el pelo.

párpados con sombra verde elaborada a partir de malaquita machacada. Estos rasgos, el delineado grueso negro de los ojos muy marcados y la sombra profunda verdosa y azulada, son los que se van a acentuar en la caracterización de Amneris junto con las cejas y los labios, para cerrar la imagen de princesa egipcia junto con la peluca y tocados.

La peluca de Amneris está basada en este tipo de peluca tripartita y compleja trabajándose los canutillos dorados y se complementa con dos tocados reales para cada cambio. En el primero, usa casquete diseñado a partir de la diadema ureus con rosetas al que le agrega gemas, y, en el segundo, una resignificación del tocado Nejbet ó tocado de buitre, consistente en una cofia fijada estrachamente a la cabeza, formada por el cuerpo del buitre cuyas dos alas caen a ambos lados del rostro del portador, mientras que la cabeza del ave queda sobre la frente. A partir de la Quinta Dinastía se comenzó a usar como símbolo de la realeza femenina subrayando su aspecto divino. Las reinas también usaban la diadema con el ureus ( cobra real) y combinaciones más complejas entre el tocado de buitre y el ureus simple o doble. En ambos casos el efecto deseado es complementar junto con el traje la presencia majestuosa, real y autoritaria del personaje. En cuanto al maquillaje era característico el uso del mesdernet (kohl), el delineado negro, cuyo objetivo era avivar la mirada pero también cumplía una función terapéutica. Se trazaba un delineado negro grueso con forma de “cola de golondrina” y se pintaban los

El resultado visual no se trata de una reconstrucción historicista ni de una búsqueda de verosimilitud cinematográfica sino de una reinterpretación del personaje en el contexto escénico y teatral. Los elementos de base siguen siendo documentos de época, referentes visuales de personajes similares, rasgos significativos en materialidades, en tipólogías de prendas, en formas, texturas, ornamentaciones, colores, etc., pero en el proceso de diseño se transforman, se modifican, aplicando variantes visuales adecuadas al personaje y a la imagen del mismo que se quiere transmitir, en este caso Amneris es un personaje fuerte, imponente, dominante, con una presencia constante e importante en escena. Amneris evoca a una princesa egipcia pero a través de la mirada romántica, dramática y trágica de la historia que protagoniza. Es ese personaje complejo, despechado que el espectador percibe, reconoce, identifica, como parte integrante de ese Egipto fantástico y único, como mundo particular y autónomo, imaginario y ficcional en el que transcurre su drama. La reinterpretación de una época nos permite sugerirla, evocarla y expresarla poéticamente creando un mundo soñado y el vestuario escénico es un recurso visual y dramático fundamental en ese proceso.

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