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La gran pérdida de Gutenberg

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Gatos que Hablan

Gatos que Hablan

David Inagán Bastidas jinagan@unal.edu.co

Soy David Inagán, tengo 20 años de edad y provengo del sur de Colombia, de la ciudad sorpresa, San Juan de Pasto.

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Desde pequeño he sentido una gran conexión con el mundo de los sonidos y los colores. En parte creo que es por la extensa riqueza cultural de mi región. Pero, lo que me une mucho más con este mundo es el sentimiento de libertad, de hacer lo que me gusta y me apasiona, de conectar mi corazón con mi mente y mi cuerpo para crear.

Llegué a Bogotá, lejos de mi familia, de mis amigos, con mis sueños en la maleta, unas ganas enormes de trabajar y compartir mis ideas con los demás y, de esta manera, poder representar con orgullo a mi gente y su cultura.

Sé, y tengo la certeza, que de la mano de la Universidad Nacional de Colombia, esto será así.

Creo que mi historia comienza cuando desde muy pequeño soñaba con crear cosas con mis propias manos, objetos e ideas que de alguna u otra forma le sirvieran a esta sociedad. Mi padre y muchos de los miembros de la familia se desempeñaron en las labores de la orfebrería y la acuñación de monedas, las cuales pude aprender con el paso de los años, relacionándome con todos los artefactos y técnicas necesarias para esta labor. Y así, mis ojos contemplaron, entre todas estas herramientas y saberes, el sigiloso paso de 30 veranos.

Era el año 1434 cuando me mudé de Maguncia, mi ciudad natal, hacia otra bella ciudad que tiene Alemania, Estrasburgo, lugar en donde sus ciudadanos, en poco tiempo lograron convencerse de mi gran habilidad técnica y de mi fuerte espíritu empresarial, que como ya mencioné, tuve bastante tiempo para desarrollar.

Tras un par de años en la labor, logré afinar mis conocimientos, hice investigaciones y muchos intentos, tanto fallidos como exitosos pueda haber, para, al final, poder descubrir una maravillosa y delicada técnica que me permitiría pulir piedras preciosas de una manera mucho mejor y eficiente a la que antes se empleaba. Y así, pude firmar un contrato con Andreas Dritzehn, Hans Riffe y Andreas Heilmann para fabricar espejos para los peregrinos que llegaban a la región. Los espejos se portaban en algún lugar del sombrero, en la túnica o en los bastones, y servían

Tipos móviles en una caja tipográfica listos para usarse en la imprenta

Johannes Gutenberg. para captar y reflejar los destellos de luz que las reliquias e imágenes sagradas reflejaban, pues se tenía la creencia que de esa manera se transmitía su bendición. Esto tuvo una fuerte demanda en el mercado, pues eran trabajos religiosos, los más requeridos, por lo que tuve que tener una mayor destreza en el manejo de la técnica. Así pude mejorar en el proceso de las fundiciones y en el control del metal a la par que en mi mente se engendraban nuevas ideas, nuevos aires de invención que representarían después el inicio de una efusiva y satisfactoria búsqueda; una búsqueda de lo que hoy considero mi mayor logro y tesoro.

Durante muchos años antes de esto, el continente europeo no conocía otra forma de reproducción de textos que no fuese la de transcribirlos a mano, es más, ese trabajo era desempeñado única y exclusivamente por monjes y escribas propios de la iglesia, lo que dificultaba aún más el aprendizaje de la gente común, por una parte, y la reproducción a gran escala por otra. Todo esto se traducía en un avance lento de la sociedad, los libros tardaban años en estar listos para poder cumplir su función.

No obstante, a finales del anterior siglo, llegaron al continente ciertas técnicas y materiales novedosos de oriente, los cuales nos permitieron tener mejoras en el sistema de reproducción de textos, ilustraciones y demás elementos que lo requerían. La transición del pergamino hacia un material más económico y manejable; el papel, junto con la llegada de la técnica del grabado sobre madera, o como la conocemos, xilografía, permitieron imprimir un gran número de imágenes sobre tela o sobre el novedoso papel a partir de una única plancha. Esto se conocía como impresión de bloque y consistía en grabar, con la técnica del tallado, una ilustración o textos sobre un bloque de madera y luego poner tinta sobre el relieve y plasmarlo sobre el material. Sin embargo, el desgaste de la madera con el transcurrir del tiempo y la forma de uso, no permitían un mayor alcance, además de que era muy difícil el tallar porque sí cometías un error, por mínimo que fuese, tenías que repetir desde el principio todo el tallado.

Pude aprender sobre este arte, el arte de la impresión, y también sobre sus defectos, ¿Cómo hacer que los errores se pudiesen borrar o que, por lo menos, estos no afectaran todo el conjunto de letras talladas en la tabla? y además, ¿cómo logar que este proceso fuese mucho más rápido y sencillo? eran las dos grandes preguntas que me hacía a cada hora, pues si debía existir una manera que fuese mucho más fácil y cómoda para hacer esto y que los errores se pudiesen borrar, mover o reemplazar. Y así fue, esa palabra, ese verbo, mover, me dió la clave para que lo descubriera.

No sé cómo no lo descubrí antes, siendo tan obvio, pues las palabras son conjuntos de letras, éstas últimas son individuales, no dependen la una de la otra, entonces no tenía que tallar todo un párrafo en una pieza de madera, sino formar pequeñas piezas con cada letra y luego juntarlas en palabras, frases, y párrafos.

Con mis habilidades desarrolladas recientemente pude construir un artefacto que me permitió crear cada una de las letras del alfabeto, cada signo de puntuación y cada carácter que conformaba un párrafo,

en piezas fundidas en metal para que evidentemente, fuesen más resistentes al desgaste y al tiempo. Los hice con moldes de madera, tallaba cada elemento en los moldes para luego poder verter el metal fundido en ellos y después, con mis demás instrumentos, pulirlos de tal manera que su forma fuese exacta a como se escribía a mano o a la de los moldes de madera anteriores. Esto, por fin le daba respuesta a la primera pregunta y fue el insumo necesario para responder a la segunda.

Con cada minuto que pasaba en el taller, construyendo algo nuevo con mis propias manos, como lo había soñado desde pequeño, sentía que, en lo que resultaría al final, podría ver el transcurrir de mi vida, el sentido de la misma, pues para esto trabajé desde mi infancia durante horas, días, años, toda mi vida, para ver nacer, a lo que hoy considero, como una hija, mi hija.

Mantuve en secreto a mi creación por un tiempo hasta que estuviese completamente desarrollada y así se los hice entender a mis ayudantes. “no enseñéis a nadie la prensa” (Luzón, 2017). Lo hice para prevenir que posibles imitadores quisieran arrebatármela, pero Dritzehn, Riffe y Heilmann lograron enterarse e insistieron en una sociedad para el desarrollo de mi pequeña, a la cual accedí de buena manera, en primer lugar, porque ya me habían demostrado que podía confiar en ellos y en segundo lugar porque eran quienes me facilitaban los recursos económicos suficientes, recursos que, para mí, eran difíciles de conseguir. Y así fue como en 1438 firmamos un contrato para sellar nuestra sociedad (Ruiza, M., Fernández, T., y Tamaro, E., 2004).

Todo iba marchando bien, yo pude continuar con mi trabajo y ellos aportaban la cantidad de 125 florines para el desarrollo del mismo, sin embargo, en Diciembre de ese mismo año, el señor Andreas Dritzehn falleció repentinamente y sus familiares quisieron que se les incluyese en la sociedad o que se les diese una compensación económica, a lo cual me negué, ya que por una parte, no estaba estipulado en los términos del contrato y por otra, no conocía a dichos familiares como para entregarles mi confianza y mi proyecto. No obstante, ellos decidieron llevar el caso frente a un tribunal, pero éste falló en su contra. Desafortunadamente para mí, el caso y lo que yo estaba haciendo, dejó de ser un secreto.

Pasaron 12 años de trabajos y de muchos acontecimientos en el taller, mi sociedad con Riffe y Hielman había terminado de la mejor manera y decidí regresar a mi ciudad natal, Maguncia, en donde conocí, a quien más tarde sería el causante de mi mayor tormento, Johann Fust, un acaudalado burgués de la región.

En Maguncia, quise mejorar aún más a mi creación, por lo que pude convencer al señor Johann Fust para obtener un préstamo por 800 florines dejándole como garantía mis herramientas de trabajo. En un principio, todo marchaba tan a la perfección que a raíz de otro préstamo que me concedió el señor Fust, pudimos formar una sociedad y con ella un nuevo taller. El negocio montado por nosotros dos se llamaba Das Werk der Bücher, y constituyó la primera imprenta tipográfica en sentido moderno (Ruiza, M., Fernández, T., y Tamaro, E., 2004). En este taller pudo acompañarme un excelentísimo calígrafo,

Una de las biblias de Gutenberg en pergamino con su contenido completo. Biblioteca del congreso de los Estados Unidos, Washintong D.C., EE.UU.

Las biblias de Gutenberg fueron alrededor de 180 ejemplares; 45 en pergamino y 135 en papel. Actualmente, solo hay cuatro ejemplares en pergamino completos.

En 1793, la iglesia franciscana en donde se encontraba supultado Gutenberg sufrió un ataque junto con la ciudad, desapareciendo los restos del inventor. Hoy en día, en el lugar existe una calle nombrada “Peter Schöffer”.

Museo Gutenberg, Maguncia, Alemania.

que había estudiado en la ciudad de Paris; Peter Schöffer. Juntos dimos grandes avances y vimos crecer más a mi pequeña hija, de una manera no muy rápida pero segura. Cosa que no le gustó tanto a Fust, pues quería ver el resultado de su inversión de una manera mucho más rápida.

En 1455, mi creación por fin estaba completamente desarrollada, mi pequeña pudo darse a conocer al mundo, y con ella mi primera obra maestra.

Supe que se conoció en la región como la célebre Biblia de 42 líneas, así llamada por ser éste el número más frecuente de líneas por columna en cada una de sus 1.280 páginas. Era la versión latina de las Escrituras de San Jerónimo, y se precisó fundir casi cinco millones de tipos, editándose 120 ejemplares en papel y 20 en pergamino inicialmente (Ruiza, M., Fernández, T., y Tamaro, E., 2004).

Sin embargo, ese mismo año, Johann Fust interpuso una demanda en mi contra por incumplimiento con los términos del contrato. El día del fallo fue el peor día de mi vida, pues se me otorgó una multa de 2000 florines, no tenia cómo pagarlos, así que a causa de ello lo perdí todo, mi taller y casi todas mis herramientas, pero lo más difícil de todo esto, fue que también perdí lo más valioso para mí, perdí a mi pequeña.

Ya han pasado unos años desde aquel entonces, supe que Fust y Schöffer se convirtieron en los nuevos dueños del taller, este último al parecer ganó algo más; puesto que se casó con una de las hijas de Fust, quizás aquello tuvo algo que ver con las declaraciones en mi contra que dió Schöffer el día del fallo, quién sabe. Pasé años muy duros, tuve que salir y refugiarme de más acreedores y más tribunales hasta llegar a parar aquí, con los religiosos de la fundación de San Víctor. Me pregunto si aquí termina todo para mí, con el dolor que me acongoja la pérdida de mi pequeña, mi prensa con tipos móviles, cuánto daría por verla crecer, cerca de mí.

Referencias

• Fernandez, L. A. (2017) Gutenberg: el inventor que cambió al mundo. National

Geographic, España. Recuperado de https://historia.nationalgeographic. com.es/a/gutenberg-inventor-que-cambio-mundo_11140/1 • Ruiza, M., Fernández, T. y Tamaro, E. (2004). Johannes Gutenberg. Biografía. Biografías y Vidas. La enciclopedia biográfica en línea. Barcelona,

España. Recuperado de https://www.biografiasyvidas.com/monografia/ gutenberg/

Imágenes

• Autor anónimo. Tipos móviles en una caja tipográfica, listos para usarse en la imprenta. Pixnio, sitio web. Recuperada de: https://pixnio.com/es/ objetos/texto-letra-tipografia-imprenta-maquina. • Autor anónimo. Retrato de Johannes Gutenberg. Wikipedia, sitio web.

Recuperada de: https://es.wikipedia.org/wiki/Johannes_Gutenberg#/ media/Archivo:Gutenberg.jpg • Analia llorente. Fotografia de Biblia de Gutenberg en exposición en la Biblioteca del Congreso de los Estados unidos, Washington D.C.,

EE.UU. Recuperada de: https://soybibliotecario.blogspot.com/2020/02/ biblia-gutenberg-curiosidades.html • Rafael Gómez (2013). Fotografia exterior del museo de Gutenberg,

Maguncia, Alemania. micamara.es, sitio web. Recuperada de: https:// micamara.es/maguncia/

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