III EL ASESINATO DEL PADRE
P
ero si la lucha contra el dragón significa incesto con la madre, ¿qué significa el asesinato del padre, particularmente en vista del hecho de que habíamos descrito la lucha contra el dragón y el incesto con la madre como prepatriarcales, esto es, no vinculados con sociedad patriarcal alguna ni a una familia patriarcal? Si el dragón no simboliza, tal como pensaron Freud y el Jung de los inicios, el temor al padre que obstaculiza el camino hacia la madre, sino la madre misma en todo su horror, entonces debemos explicar por qué la lucha del héroe está conectada con el asesinato del padre. Los peligros del inconsciente, su aspecto desgarrador, destructor, devorador y castrador, confrontan al héroe bajo la forma de monstruos, prodigios, bestias, gigantes y seres similares a los cuales debe conquistar. Un análisis de estas figuras muestra que, al igual que el uróboros, estos seres son bisexuales, ya que poseen cualidades simbólicas femeninas y masculinas. Por consiguiente, el héroe tiene en contra a ambos Primeros Padres y debe vencer tanto a la parte masculina del uróboros como a la femenina. Reducir todas estas figuras a la figura de un padre es una violación arbitraria y dogmática de los hechos. La situación del héroe presupone “relaciones parentales” mucho más complicadas de lo que permitiría la simplificación de la novela familiar freudiana. El tipo de héroe representado, por ejemplo, por Heracles, quien recibe la ayuda de su padre y es perseguido por la malvada madrastra, no puede interpretarse siguiendo el mismo esquema que se utiliza para el mito de Edipo. Antes de que podamos interpretar el asesinato del padre es indispensable realizar una aclaración fundamental con respecto al principio del padre. La estructura del “padre”, ya sea personal o transpersonal, tiene dos lados al igual que sucede con la madre: positivo y negativo. En mitología, junto al lado creativo, positivo, del padre, se encuentra el lado destructivo, negativo, del mismo padre, y ambas imágenes de padre están tan vivas en el alma del hombre moderno como lo estuvieron en las proyecciones de la mitología. Hay, sin embargo, entre la relación del Yo con el padre y la imagen del padre, y entre la relación del Yo con la madre y la imagen de la madre, una diferencia cuyo significado para las psicologías masculina y femenina no debe subestimarse. En relación con el Yo, la imagen de la madre posee dos facetas, una productiva y otra destructiva, pero, por encima de esto, esta imagen preserva cierta inmutabilidad y eternidad. Aunque si bien tiene dos lados y puede asumir muchas formas, para el Yo y la conciencia siempre permanece como el mundo de los orígenes, el mundo del inconsciente. En general, por lo tanto, la madre representa el lado instintivo de la vida, que, comparado con las posiciones cambiantes del Yo y la conciencia, prueba ser constante y relativamente inalterable, ya sea buena o mala, servicial y productiva, o destructora y terrible. Mientras que el Yo y la conciencia del hombre han cambiado en muy alto grado a lo largo de los últimos seis mil años, el inconsciente, la Madre, es una estructura
141