CAPÍTULO VII
LA TEORIA GENERAL DE LOS COMPLEJOS1
1. Crisis en la visión Ilustrada del hombre.
L
a Teoría General de los Complejos de Jung se instaura sobre la gran crisis de los conceptos de unidad e identidad que, hacia finales del Siglo XIX, viene a revolucionar la visión que de sí mismo tiene el hombre. Con el nacimiento de las psicologías, pues, por fuerza nacería en paralelo una perspectiva de la psique derivada de la crisis descrita. De pronto, todas las certezas auspiciadas por el impulso científico y aunador de la Ilustración se toparon con la imposibilidad de conducirse dentro del discurso “humano”. Y si la unidad y centralidad de la conciencia -del Yo incluso- quedaban en entredicho, la primera cuestión para las psicologías era cómo abrazar con decisión la complejidad y multiplicidad de todo lo humano que había surgido al amparo de la nueva visión del hombre: cómo comprender, incluso y tal como veremos por la cita de Jung, aquellas expectativas religiosas que tantas veces lo caracterizaban: La psique está lejos de constituirse como una unidad, sino que es más bien un entremezclado bullente de impulsos, inhibiciones, afectos contrastantes, cuyo estado conflictual es para muchos tan insoportable que llegan a esperarse la redención celebrada por la teología. Redención, ¿de qué? De un estado psíquico extremadamente precario. La unidad de la conciencia, o de la llamada personalidad, no es una realidad, sino solo un pio deseo2. De esa manera, la psicología -y muy especialmente la psicología de Jung- habría de encaminarse hacia una idea compleja de la psique, cuya inabarcable totalidad solo dejaba un tenue rastro a través del estudio de la funcionalidad y el dinamismo psíquico; es decir, a través de una psicodinámica que, buscando dar razón de las antinomias fundamentales del hombre, de su inextricable entramado existencial, a la vez procuraba ser capaz, por lo tanto, de reunir en su andamiento funcional la parte más singular de la experiencia del hombre y la relación de este con la materia y el mundo. En palabras del mismo Jung: La singularidad de la psique es una dimensión que nunca se realiza por completo, sino que está siempre en devenir y es, a la vez, fundamento indispensable de toda conciencia. Los “estratos” más profundos de la psique, mientras más profundos y oscuros sean, más pierden a su vez en términos de singularidad individual. “Debajo”, a medida que se acercan a los sistemas funcionales autónomos, dichos estratos asumen un carácter cada vez más colectivo; hasta el punto de que en la materialidad del cuerpo, y precisamente en los cuerpos químicos, devienen universales y a su vez se extinguen. En definitiva, el carbono es carbono. Por ello, en el fondo, la psique es mundo3.
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2. Definiciones: el complejo a tonalidad afectiva. En la Teoría General de los Complejos (TGC), el complejo resulta ser la más pequeña estructura psíquica concebible. Esto es, no podemos imaginar nada real, nada que actúe de alguna manera, si no forma parte del complejo. Si el complejo es un conglomerado de representaciones coloreadas por un tono afectivo determinado, esto quiere decir que los elementos atómicos que lo componen, por ejemplo, una o varias representaciones, no existirán por sí solos -salvo que lo hagan en modo virtual- a menos que estén ligados a un tono afectivo. El complejo, la molécula funcional psíquica, es, así, la más pequeña unidad psíquica capaz de alcanzar la conciencia. Eso sucede de manera autónoma; con lo cual, al existir gran número de complejos (el paterno, el materno, el masculino, el femenino, activo, pasivo, apolíneo, dionisiaco, heroico, espiritual, el complejo del Yo, por citar algunos ejemplos), y dado que cada uno de ellos es capaz, pues, de alcanzar la conciencia con autonomía, es que de ello se deriva entonces la aserción de la TGC, esto es, que no existe una sola conciencia, sino una pluralidad de conciencias complejuales conectadas entre sí de manera sistemática. Algunas de las cuales se van a mostrar incompatibles con otras, por lo que así operarán en el orden inconsciente. Pero, por el momento, y antes de profundizar en terrenos de complicadas implicaciones, vale la pena intentar aferrar el complejo a tonalidad afectiva4: plantearse qué es, de qué manera determina la psique, cuál es su relación con el complejo ideo-afectivo y hacia dónde se dirige. En el momento de comenzar Jung el estudio sistemático de los complejos5, Breuer y Freud (en Estudios sobre la histeria), así como también algunos exponentes del lenguaje científico -Herbert y Mach-, ya habían dirigido su atención a la temática de los complejos. Desde el principio, la palabra “complejo”, por oposición a “simple”, designaba el origen compuesto de cierta realidad o, en el caso de la psique, el origen compuesto y complejo de la patología mental. Ya en el plano de la psiquiatría y la psicología, el complejo designaba la raíz no descomponible de la situación patológica. Si en clave de hipótesis, y dado el ánimo descriptivo imperante desde la Ilustración, por una parte cabía la posibilidad de imaginar una partición de la psique en funciones y elementos bien determinados, es decir, si era viable imaginar una topografía que en cierta manera recordara el impulso de la descripción anatómica; por otra parte aparecía el complejo como explicación causal, para tratar fehacientemente la matriz psicopatológica, por lo menos como una combinación de elementos o funciones de esa misma topografía. Es decir, la psique era “topográfica” solo en clave virtual y estática, pero se convertía en funcional y compleja apenas se hablara de dinamismo o de ausencia de dinamismo como etiología de la perturbación mental. El hecho o dato psíquico es, de este modo, un conglomerado, el resultado no descomponible de una interacción de elementos o de funciones. Así era el aparato de las transformaciones psíquicas ideado por Bernheim. De esa naturaleza serían los aparatos del psicoanálisis, de la psicología analítica y de buena parte de la fenomenología y de la psiquiatría existencial. El concepto de complejo arranca y se formaliza para dar voz a ese dinamismo psíquico sin caer en las redes de una topografía de corte anatómico. Sobre ese concepto anidaría el de afectividad, ese otro concepto que planeaba sobre la psiquiatría y la psicología con igual ímpetu. Desde los pioneros de la psiquiatría clínica, Kraepelin y Griesinger, pasando por Bleuler, Freud 156