CAPÍTULO VIII
HERMENÉUTICA Y PSICOLOGÍA ANALÍTICA1
1. Hermenéutica y Psicología Analítica. Explicar y comprender.
¿Pero cómo puedo explicar, cómo os lo puedo explicar a vosotros? Entenderéis aún menos después de que lo haya explicado. Todo lo que podría esperar de haceros comprender, son solo acontecimientos, no lo que ha sucedido. Y las personas a las que nunca les ha sucedido nada, no pueden comprender que los acontecimientos no tienen importancia. T. S. Eliot. Harry, en The family reunion.
E
ste famoso fragmento de Reunión de familia, de Eliot, sugiere a la perfección el tema que será abordado en este capítulo, es decir, la difícil y problemática conjunción entre el “explicar” y el “comprender” en la psicología y, a mayor razón, en el curso de una “relación dialógica”. En efecto, la hermenéutica y la psicología analítica tienen en común la continua e inextinguible reflexión acerca del sujeto que “interroga”; sin embargo, la psicología analítica, y en especial modo la psicoterapia dialógica, vienen a añadir aún más problemas a la interrogación. Porque, lejos de huir de la hermenéutica, ambas la engarzan y entrecruzan con la asunción completa de la “vitalidad” de un otro (tan sujeto como aquel que al inicio interrogaba), quien asimismo explica, comprende e interroga, y con idéntica problematicidad. Es decir, la psicología analítica y la hermenéutica comparten el mismo presupuesto problematizante: el sujeto que interroga. Pero el campo de la psicoterapia, dada la intersubjetividad real propuesta y aceptada por la psicoterapia junguiana, y admitido que el terapeuta se halla en una posición a la vez interrogante e interrogada2, le ofrece a la hermenéutica un ulterior grado de complejidad en base a la reflexión sobre el arte del preguntar, sobre el hecho interpretador que a los otros dos campos (a la psicología y a la hermenéutica) les es atinente. Esto es, le ofrece la presencia viva de dos sujetos que se interrogan y que son interrogados, sin un texto que los vincule, pero con la misma finalidad que ya existía en la hermenéutica: la búsqueda de sentido; búsqueda que, en la psicoterapia, se desarrolla a través del diálogo cruzado de la expresión y la comprensión entre cada uno de los sujetos hermenéuticos que forman la relación. De cualquier forma, en primer lugar convendría aclarar los nexos entre hermenéutica y psicología analítica desde un plano de similitud general y epistemológica, y pasar solo posteriormente a la posible razón dialógica propuesta por la psicoterapia junguiana. La historia de la hermenéutica presenta, en sus muchos ámbitos, periodos e intereses, una relación constante con la reflexión en torno a las dificultades que se encuentran desde el momento de “interpretar” señales provenientes del exterior (y aun a veces del interior), hasta el descubrimiento de su sentido profundo, de su significado. Es decir, el horizonte hermenéutico se extiende, de lado a lado, de arriba abajo, sobre el inconmensurable territorio del dilema -ontológico y epistemológico a la vez- que acompaña al hombre en el acto o proceso de elucidación de los significados que se “esconden” tras las señales recogidas de su alrededor o de su interior.
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Hermenéutica y psicología analítica
La hermenéutica es un arte que, a pesar de gozar desde antiguo de una téchne, de una técnica de interpretación, se interroga una y otra vez, inextinguiblemente, sobre la puesta en marcha de esa téchne, sobre su validez y sobre su alcance específico. Puede decirse, así, que la hermenéutica es la suma de las técnicas que permiten una cierta interpretación, más la reflexión e interrogación ontológica sobre la interpretación dada. Por eso mismo hemos dicho que la hermenéutica ocupa el espacio del dilema (de la tensión) que acompaña al hombre a la hora de extraer significados de las cosas. Por otro lado, si no fuese necesaria esa reflexión acerca del modo en que interpretamos las cosas, eso querría decir que la interpretación resulta automática y unívoca respecto de la aparición de la señal que la produce. Y la historia muestra, desde el principio, que esas deducciones literales y unívocas no casan en absoluto con la naturaleza del hombre, el cual, en su necesidad de indagar e interrogarse sobre las cosas, acaba por hallar significados siempre novedosos desde las mismas señales. De esa capacidad y necesidad del hombre, de esa curiosidad y libertad inalienables, surgió el arte de la hermenéutica, con el fin de iluminar el recorrido y sentido por el que transitaban sus actos de interpretación. Es difícil trazar una panorámica sobre la presencia de la hermenéutica en la historia. Al ser un aspecto de la filosofía cuyos límites acaban difuminándose debido al enorme territorio de su interrogar, encontraremos la hermenéutica allí donde el hombre se haya interrogado “críticamente” sobre sus actos de interpretación. Así, siguiendo a Vattimo3, la hallaremos en algunos textos de Platón relacionados con la dificultad que presentan ciertos objetos capaces de impregnar el sentido con impresiones opuestas, o con el “arte interpretativa” practicada por los que explican los oráculos. También la encontramos en Aristóteles, quien, en un conocido texto sobre los sueños, nos dice: El hombre que vale para interpretar las representaciones es [...] aquel que es capaz de reconocer las fragmentaciones y las deformaciones de las imágenes4. Según empezamos a ver, al “intérprete” se le solicitan cualidades de discernimiento alrededor de las fragmentaciones y deformaciones con que pudieran venir expuestas las imágenes. Paradójicamente, pues, el verdadero intérprete es aquel que no interpreta directamente, puesto que su tarea consiste en elaborar una reflexión acerca del verdadero sentido que pudiera hallarse tras la apariencia de la imagen deformada merecedora de una interpretación. Así, “interpretar” significa, antes que nada, interrogarse sobre un campo de posibilidades, reflexionar críticamente sobre la perspectiva con que miramos las cosas; puesto que dicha perspectiva, en clave de prejuicios o de falta de ellos, respectivamente obstaculiza o facilita nuestro reconocimiento de esas mismas cosas. La hermenéutica, desde esos comienzos, pronto se adentró por los senderos de la exégesis bíblica. En el Medioevo, santo Tomás y san Agustín se ocuparon por igual de las Sagradas Escrituras, y trataron de elucidar el significado conducido por las palabras de la tradición. Desde ahí, la hermenéutica pasó a ocuparse de los textos, y, huyendo del literalismo unívoco basado en la vinculación cerrada palabra-significado, puso atención en las lecturas figuradas. Más adelante, esa búsqueda de los significados “alusivos”, “alegóricos” o “simbólicos” de los textos encontró un impulso extraordinario en dos frentes. Por un lado, hay que citar, según nos lo recuerda Trevi5, el enorme esfuerzo hermenéutico realizado en el Talmud y también por las corrientes místicas hebraicas tales como la cábala y el jasidismo. Por el otro lado, citaremos las especulaciones humanistas de pensadores como Pico della Mirandola y Marsilio Ficino, quienes se dirigieron con idéntica fuerza hacia el “alumbrar” 174