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ENTREVISTA MERLÈS MARTÍNEZ
from Revista TRAIL n.89
MERLÈS MARTÍNEZ “Sin el ganado, la montaña no sería la misma”
Texto: Eliseu T. Climent Fotografía: Quim Farrero
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“Nenes!” (niñas, en catalán). Las anima a seguir monte arriba. Son tranquilas, despreocupadas, comen de las ramas más altas de los arbustos, cuando no mordisquean las cintas de mi mochila durante esta entrevista de campo; se encaran entre ellas a golpe de cuerno, una suerte de danza guerrera a escala. Son sus niñas, las cabras. Creó el rebaño hace tres años junto con David, su socio, compañero de universidad. Con él defiende la ganadería extensiva y ecológica, lucha contra el abandono del territorio y la amenaza del fuego, y a su vez reivindica el papel de la mujer en el mundo rural. Merlès comparte dos velocidades en la montaña: la lenta, casi inerte, del pastoreo y la intensa del trail. Es gracias a gente como ella que los caminos se mantienen abiertos, que la presencia de la montaña es la que es. Una suerte para los que gozamos del espacio natural durante las pocas horas libres que nos regala el trabajo.
Merlès Martínez (Begues, Barcelona, 1988) es un concentrado de energía que se opone al pensamiento imperante. Activista de lo verde, de la ruralidad como solución a un presente enfermo, neurótico y acelerado, esta ingeniera agrónoma lucha día a día con sus cabras por un mundo mejor. En su cuerpo se funden dos realidades que equilibran su balanza interior: el tradicional oficio de pastora y la necesidad del trail como desconexión.
¿Qué tal te llevas con tus cabras?. ¿Con mis niñas? Mantengo una relación muy humana. De hecho, con David, mi socio, siempre decimos que somos los peores ganaderos de la historia porque las tratamos como si fueran mascotas. Pero también queremos tratarlas así para cambiar la visión del ganadero tradicional de que los animales son pura materia prima. No es así: los animales tienen alma. Está demostrado que a nuestra manera los animales viven menos estresados y encuentran en nosotros una ayuda. La prueba está en que cuando una cabra se pone de parto viene a buscarte porque siente que le está sucediendo algo anormal. Otra prueba es que podemos curarlas relajadamente porque confían en nosotros.
¿Qué carácter tiene este animal? La cabra es tranquila y agradecida. Su manera de expresar el buen rollo es acercarse y restregarse, pedirte mimos. Obviamente, no es tan expresiva como un perro.
Las cabras, como las personas, no son todas iguales. Una vez un pastor me dijo que un pastor reconoce a cada animal de su ganado. Cuando compré las cabras las veía a todas iguales, pero al final empiezas a encontrarles sus diferencias.
¿Tu preferida? Trezza. Desde que llegó la encontré muy afectuosa.
¿Cómo se te ocurrió montar un proyecto de ganadería extensiva? Siempre me han gustado los animales y siempre me ha motivado trabajar en contacto con ellos, aunque no vengo de familia de ganaderos. Me planteé la posibilidad de estudiar veterinaria, pero no me veía encerrada en una clínica; quería estar en la naturaleza, al aire libre. Estudié ingeniería agrícola. La carrera me sirvió para descubrir lo que no quería hacer, porque estos estudios están enfocados al modelo de ganadería intensiva industrial. Después de finalizar la carrera en 2012 y haber cursado un máster, hice un curso en la Escuela de Pastores del Pallars, en Rialp (Lérida). A raíz de este curso, salió a concurso la finca municipal de Can Mimó, en Vacarisses (Barcelona), dentro del proyecto Life Montserrat de prevención de incendios. Nos presentamos y lo ganamos. Lo más complicado de tener ganado es acceder a la tierra donde pastorear. En Can Mimó contamos con una extensión de 120 hectáreas; también tenemos permiso para pastorear en la finca contigua.
Es decir, no hay libre circulación de ganado... ¡Exacto!
El tiempo del pastoreo es lento, casi imperceptible, completamente opuesto al ritmo del correr, acelerado. Sí, efectivamente. A veces me preguntan cuántos kilómetros hago con las cabras. Hago muy pocos, igual tres o cuatro, lentamente,
durante cuatro o cinco horas. Pero estás aquí en la naturaleza con ellas: observas cómo comen, cómo se mueven; el tiempo va pasando pero tú no eres consciente de ese transcurrir. Es un momento en que te abstraes de todo. El tiempo del correr sí que es más acelerado, aunque también tienes momentos de desconexión, al menos tal como yo me lo tomo. Me funciona bien este equilibrio entre un tiempo lento, con mis cabras, y un tiempo explosivo, más concentrado, como el del trail. Y más, cuando corres en carrera que, a pesar de frenarte, ya sabes que cuando te pones un dorsal la cosa cambia. Es el momento de darlo todo. Son las dos facetas que se complementan en mí y me vienen bien por lo nerviosa que soy.
Me gusta mucho estar sola y creo que es la razón por la que me engancha el correr por montaña. Me gusta estar sola y a su vez no me siento sola. Por ejemplo, el hecho de estar con las cabras y en contacto con la naturaleza hace que no te sientas sola. Hay mucha vida alrededor de ti.
¿Tu vinculación con la montaña te viene por tu vena pastora? No. Ya de pequeña mis padres me apuntaron a un grupo de montaña con monitores. Siempre me ha gustado mucho salir al monte y antes de dedicarme a este proyecto había hecho algo de alpinismo, escalada, andar... Y más tarde empecé correr. Cuando descubrí el trail representó para mí una vía de escape, sobre todo durante los seis años que estuve viviendo en Badalona. Era el momento de desconexión después de estar todo el día encerrada trabajando.
Badalona forma parte del área metropolitana de Barcelona. ¿Qué hacía una chica como tú en un lugar como ese? Fui por mi pareja y allí encontré trabajo. Pero tenía claro que yo quería irme a vivir a la montaña. Mi idea inicial era instalarme en la comarca del Ripollès, en el Pirineo de Gerona, por tratarse de una región de montaña bien conectada. Al surgir la oferta de la finca donde nos encontramos, opté por esta porque aquí podía desarrollar mi propio proyecto.
¿Cómo te dio por el trail? De joven jugaba a baloncesto en un equipo del pueblo. Un día se diluyó y las componentes que tenían más ganas de seguir manteniéndose en forma se decantaron por el gimnasio. Fue un momento que coincidió con mi carrera universitaria; me tiraba muchas horas en la biblioteca y necesitaba salir al aire libre, desconectar y no meterme en un gimnasio. Un día me calcé unas zapatillas y salí. Aquella primera vez morí en el intento: hice tres kilómetros al límite. Cada vez sentía que aquél era mi entorno y mi actividad; salía sola; correr me permitía ordenar las ideas, desconectar. Me fue enganchando; empecé a participar en algunas carreras, y todavía te me enganché más... Todo empezó en 2011.
Asfalto hice poco. De hecho, mi primera carrera fue de trail. En asfalto, corrí algunas populares, y llegué a ir a la Behovia. Fue aquí donde decidí que ya tenía bastante, que no quería más asfalto, que no era lo mío, que no me interesaba ir a hacer tiempo.
Cuando pasas mucho tiempo con el rebaño viviendo el monte en soledad, debe resultar chocante meterte en la vorágine de una carrera. Sí, la verdad es que el contraste es enorme. Las carreras son una manera de ir en grupo. De todas formas, de las carreras que he hecho muchas las he escogido porque era una oportunidad para conocer zonas y lugares nuevos, y poder volver sola para seguir descubriéndolos. Por ejemplo, uno de ellos es el Rocacorba, cerca de Gerona. Y también me enamoré de Vallter gracias a la Entrevalls.
¿En qué distancia te sientes más cómoda? En distancias cada vez más cortas, porque en estos momentos no tengo tiempo para entrenar. Mi distancia óptima es la maratón. El año pasado hice la Ultra Trail Barcelona. Fue mi primera y última ultratrail. Me pasó factura a nivel físico y mental, y cuando fui a hacer la Saldes XTrail, todavía no me había recuperado: acabé abandonando en el kilómetro seis, y que conste que no soy de abandonar, pero tampoco de correr por correr. Si corro es para pasármelo bien no para demostrar nada.
Ahora, con el poco tiempo libre de que dispongo, he decidido que pasaré a hacer medias maratones. Antes me marcaba una al mes, pero ahora no me obligo. También me gusta correr las Punk Trails; hay un ambiente deportivo, festivo y social al mismo tiempo.
¿Y otros deportes? Hago algo de bicicleta de carretera, con moderación, y natación, que me va muy bien para reforzar la espalda.
¿Tu lesión favorita? El tobillo es mi cruz. Se me dobla a la mínima. Sé que cada dos o tres meses caerá una lesión.
Nenes!!! Va!!!
El trail no ha dejado de crecer. ¿Has percibido una evolución en el ambiente?
Cuando empecé, al menos en el ámbito en que me encontraba, éramos como una familia; siempre éramos los mismos los que nos encontrábamos en las carreras. Mi percepción es que no era tan competitivo como ahora. Strava y las redes sociales han hecho mucho daño, en este sentido. Antes era más como una fiesta y ahora tengo la sensación de que mucha gente se obsesiona por los tiempos. Incluso, después de la carrera, la gente desaparece y no es tan comunicativa como antes.
¿Actualmente cómo te lo montas para salir durante la semana? Uf, difícil. A veces, lo planificas todo para salir después de poner la cena a las cabras. Llega el momento y suceden imprevistos que te echan los planes por tierra. Básicamente salgo por aquí cuando encierro a las cabras, o por Esparreguera, que es donde vivo actualmente. Voy mucho sobre la marcha. Y los kilómetros ni los cuento: si un día solo puedo hacer cinco, pues bienvenidos sean, y si otro hago 20, pues ya tengo 20 más. En este momento, me tomo el trail más como desconexión que como deporte.
¿Porque el ganado estresa? No. Sacar a las cabras es una tarea, como ves, bastante relajante. Lo que estresa es la situación en la que se encuentra actualmente la ganadería, con toda la presión y los trámites burocráticos que implica mantener una pequeña explotación como la nuestra... Es decir, la complicación burocrática es la misma para una explotación ganadera industrial que para nosotros, los pequeños, con la diferencia de que nosotros no tenemos a nadie que nos lleve el papeleo ni solucione las travas administrativas.
Nenes!!!
¿Quieres decir que el modelo de referencia para la administración es la ganadería intensiva? Totalmente. Los pequeños productores tenemos que empezar a plantarnos para que nos consideren de manera diferente a los grandes.
Una lástima, porque la salvación del mundo rural y de las montañas pasa en gran parte por la dinamización del sector primario. Efectivamente. Hay que poner en valor el sector primario. Al final, el mercado y el modelo imperante han relegado el sector primario a la cola del pelotón y no se pone en valor el trabajo que hacemos.
tiendo en segundas residencias y decorados para actividades deportivas, de ocio y turismo. El problema no es que la gente quiera ir a la montaña, sino que no se respete el entorno ni a la gente que vivimos de ella. Esta falta de respeto se percibe más en zonas de montaña que sufren la afluencia masiva de gente, como por ejemplo, donde es tradición ir en época de recolección de setas. La montaña no es de todos, o una parte sí, pero al menos pedimos que se nos respete a quienes vivimos de ella. Cuando saco a las cabras al monte, estoy haciendo una labor para todos, no solo para mí. Mantener la montaña limpia es crucial a la hora de controlar y prevenir incendios. Cuando llegamos nosotros a esta granja, este monte llevaba 40 años abandonado, con lo que era un verdadero polvorín en caso de incendio.
¿Qué futuro prevés en un escenario donde la masificación es un fenómeno real? La masificación de la montaña va a más y parece imparable, pero siempre insisto en que la clave es la educación, tanto en cuanto al respeto por la montaña como por la gente que trabaja y vive de ella. Es fundamental que la gente conozca y dé valor a los proyectos del entorno rural que se desarrollan en el territorio y lo favorecen. La ganadería extensiva, como la de pasto, es importante para, a parte de la prevención de incendios, el mantenimiento y la limpieza de caminos, cosa que va muy bien al turismo rural y de montaña. Si la gente quiere seguir disfrutan-
do de la montaña, tiene que ver que el ganado es indispensable. Sin las vacas, el Pirineo no será el mismo: contribuyen a mejorar la biodiversidad, a regular las zonas de pastos de alta montaña... Si el ganado desapareciese, las montañas no serían como lo conocemos hoy. Si la gente de ciudad quiere seguir teniendo hobbies en la montaña, los ganados han de estar presentes. Hay que conseguir crear el vínculo entre el campo y la ciudad; el urbanita tiene que saber que si goza de la montaña tal como la conoce, en parte, es gracias al ganado.
Por lo tanto, sí que es compatible el sector primario con el sector servicios y turismo. Con respeto, sí. Yo soy la primera que quiero que la gente salga a la montaña. Algo que la gente tiene que tener claro es que la montaña es no es ni un circo ni un parque temático, y que ni los pastores ni los agricultores somos los figurantes. Me cabrea cuando bromean diciéndome que soy Heidi con sus cabras.
¿El deportista de montaña, como el corredor, tiene esa sensibilidad que reclamas? De todo hay. Hay gente que corre porque a parte de gustarle este deporte busca estar en contacto con la naturaleza. Este es el típico perfil que siempre respetará el entorno, que no tirará un gel al suelo. Está el tipo que se obsesiona por los tiempos, más competidor, que no considera tanto el entorno como el rendimiento propio. Este es menos sensible a lo que le rodea. Ya me gustaría que todo practicante de deportes de montaña respetara el entorno y tuviese conciencia de la fragilidad de este terreno, que es también su terreno de juego. Si estás haciendo algo que te encanta, qué menos que respetar el espacio donde lo practicas. Digo yo...
El oficio de pastor se ha asociado históricamente al género masculino. La mujer ha sido un ser invisible. La mujer siempre ha estado muy presente en el mundo rural, pero se la ha invisibilizado. Ha cuidado del ganado en la masía, cultivado el huerto, criado a los hijos, se ha encargado de la logística doméstica... Con nuestra labor queremos reivindicar que la mujer ha tenido una función importante en este mundo. Nosotras podemos hacer las mismas tareas que los hombres. Es posible que no podamos cargar con 50 kilos de peso de una, pues lo haremos en dos veces.
Hay quien incluso ha cuestionado mi resistencia en montaña para recorrer los dos kilómetros de distancia que hay desde la granja hasta el límite donde pastan las cabras. Este comentario no se lo hacen a mi socio. En este sentido, hay mucho trabajo por hacer, porque el mundo rural es muy machista. Por suerte, la gente joven del sector ya no es así...
En el mundo rural ha habido una falta de relevo generacional. La falta de relevo generacional es fruto del desprestigio que ha sufrido el campo. Existe un vacío entre el agricultor mayor y los jóvenes. Esa franja de gente que estaría hoy entre los 40 y 60 años prácticamente se encuentra vacía. Ahora parece que se está valorizando el sector, resurgiendo, tanto con jóvenes que descienden de familias rurales como de nuevas incorporaciones que no proceden de entornos rurales, entre las que me incluyo. Se está produciendo una renovación del mundo rural y de la mentalidad que conlleva.
La renovación de la imagen y mentalidad del mundo rural juega a favor de esta valorización del sector por parte de la sociedad. Hoy el campo ya no es un espacio de personas aisladas con su ganado o su agricultura. Los jóvenes agricultores y ganaderos se agrupan en proyectos cooperativos y acciones conjuntas muy interesantes, porque un individuo solo tiene menos fuerza ante la administración que un grupo.
¿Cómo vas de vacaciones? No he hecho desde 2018. Me escapo algún fin de semana, a lo sumo. Los animales esclavizan más que la agricultura. Yo no dejaría a mis cabras con alguien que no conozco.
¿Cómo te imaginas a ti misma en el futuro? Espero que dentro de 15 años todavía esté al pie del cañón. Mi idea es jubilarme aquí, gestionando bien esta montaña y produciendo quesos de la leche de mis cabras.
Un libro: Tierra de Mujeres, de María Sánchez
Una película: No me va el cine
Música: Después de años de escuchar heavy, ahora música más tranquila, como Txarango