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Índice
I Geronte
El centro comercial es el nuevo núcleo de la vida social, el homo-conumidorum es el estado actual de nuestra evolución humana. Al interior hay tiendas de todo tipo de artículos, con anuncios de oferta muy iluminados, con esa luz quemada que todo lo ciega y escaleras eléctricas que suben y bajan enfurecidas en un trajinar permanente, saturadas de clientes que van y vienen, merodean los aparadores, comentan las características de los productos y siempre buscan la mejor calidad al precio más barato. La marabunta devora la publicidad y compite por ostentar el último grito de la moda en frivolidad suntuaria, éste es el pleonasmo de nuestra realidad actual.
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Soledad es una señora de 69 años, 1.60 metros de estatura, menudita pero en pie y derecha, bien alimentada, peinado del siglo pasado con pelo cano, arrugada, mucho maquillaje, con dentadura postiza y anteojos; se encuentra sentada en una de las pocas bancas de los pasillos del centro comercial, mirando a un punto fijo del horizonte. De pronto, piensa en voz alta visiblemente desconcertada.
-Soledad: Estoy segura que debe de haber alguna confusión, sería inaceptable e inverosímil que a mí me esté pasando esto; después de haber dedicado toooooda mi vida al hogar y a ser una buena madre, una buena esposa una buena…. En fin.
Manuel, un hombre también mayor de aproximadamente 65 años, encorvado, piernas muy flacas, frente muuuy amplia, los pocos pelos canos de los lados largos, arrugado, con manchas en la piel, sin dientes y en andadera; se ve mucho mayor de la edad que tiene. Inicia el recorrido lento de izquierda a derecha para incorporarse al cuadro. Camina haciendo pausas para mirar a sus lados a alguna chica atractiva o reírse de algún gordo.
Soledad se pone de pie y titubea al mirar hacia la puerta de salida.
-Soledad: Creo que lo más prudente es regresar a casa, no tengo necesidad ni ánimo de sopor tar una situación como ésta. Un retraso de 10, 15, incluso de 30 minutos se entiende, pero 4 horas es verdaderamente imposible de justificar.
Manuel continúa su andar pausado en andadera, haciendo una pausa para secar el sudor de la amplia frente con un pañuelo que saca de su bolsillo. Lo hace con las dificultades que implican los primeros síntomas del Mal de Parkinson.
-Soledad: Aunque, pensándolo bien, en casa no hay nadie y bueno, aquí al menos hay mucha gente, tal vez haga alguna bonita amistad.
Manuel finalmente llega a la banca donde se encuentra la señora Soledad, se arregla el cuello, verifica su aliento y galantemente sonríe.
-Manuel: Hola guapa, no te había visto por aquí… ¿eres nueva?
Soledad vuelve a tomar asiento un poco nerviosa y responde esquiva.
-Soledad: ¿Nueva? No sé a qué se refiere con “nueva”, pero no, sólo estoy esperando a mi familia que está de shopping y en breve nos iremos a casa; y usted me disculpa, pero creo que no tenemos el gusto.
Manuel, siempre sarcástico, responde relajado.
-Manuel: Correcto, así que es su primera vez. La entiendo, pero le puede pasar a cualquiera y no es para que este molesta; además, enojada se pone trompuda y trompuda se ve más sexy, así que le recomiendo tomar aire y sobre todo, tomarlo con filosofía… (Ríe coquetamente). Pero en algo tiene usted razón, he sido un maleducado, permítame presentarme; mi nombre es Ma nuel González y soy de los buenos, así que no hay porqué ser tan arisca. Yo vengo de vez en cuando a esta misma banca a ver pasear a las familias, ¡diablos! a veces me gustaría tener una, pero luego conozco a personas como usted y se me pasa. ¡Sin ofender!
-Soledad: “Como yo”, ¿a qué se refiere con “como yo”? ¿Qué está insinuando? Le advierto que no se propase.
-Manuel: De ninguna manera mi ángel novato. No sé cuánta verdad esté dispuesta usted a soportar esta tarde, pero a las cosas por su nombre.
-Soledad: Y más o menos o aproximadamente, ¿de qué chingados está usted hablando? Digo, para saber si fumamos lo mismo.
-Manuel: Jajajaja. Me encantan las chicas con sentido del humor, pero bien, ya que insiste, déjeme describirle su situación. Usted viene con su familia cada domingo a este centro comercial, ¿cierto?
Soledad asienta la cabeza con obviedad.
-Soledad: Veo que dios le otorgó el don de la sagacidad mental. ¿Y como cuánto tiempo ivirtió para llegar a tan brillante conclusión?… me imagino que vino madurando sus conjeturas durante el trayecto de la puerta hasta aquí, que por cierto hizo como tres días en su vehículo último modelo
-Manuel: Óigame dulce ángel novato, no abuse de mis atenciones y permítame continuar. Verá, para que usted “no camine” y no “se canse” (ademán sarcástico), un buen día la pusieron en esta banca a tomarse un respiro mientras el resto de la familia realizaba sus compras. ¿o me equivoco?
-Soledad: Pues sí, y es muy considerado por parte de mis hijos y nietos ya que a mi edad no puedo sostenerles ese frenético paso de tienda en tienda, como si se fuera a agotar la mercancía. Y eso, ¿qué tiene de extraordinario?
-Manuel: ¿Eso? Nada, al principio, pero después la dejaron no sólo unos minutos sino unahora completa, luego fueron dos horas y hoy simplemente la vinieron a dejar y ni siquiera se quedaron en la plaza a comprar, se fueron. Tal vez regresen poco antes de que empiecen a cerrar, claro si es que regresan… a doña Jovita la dejaron dos días hasta que…Soledad interrumpe abruptamente a Manuel.
-Soledad: ¿Está usted insinuando que me vinieron a dejar aquí, deliberadamente, para no tener que cargar conmigo durante las actividades dominicales? Usted sí que es un viejo con demencia senil, mire que pensar semejante atrocidad…
Soledad se interrumpe a sí misma y hace una pausa prolongada y reflexiva. Se miran a los ojos compartiendo esa terrible verdad.
Soledad se interrumpe a sí misma y hace una pausa prolongada y reflexiva. Se miran a los ojos compartiendo esa terrible verdad.
-Soledad: Pues no se me hubiera ocurrido, pero sí, en efecto, cada día quieren pasar menos tiempo conmigo. Como que les estorbo y a veces no saben dónde dejarme, como si fuera un bebé o una maleta de ropa vieja.
Soledad se entristece y baja la cabeza.
-Manuel: Pero no es para ponerse así angelito…
-Soledad: ¡No me llamo angelito! ¡Me llamo Soledad Márquez de Legorreta! ¡Y no me parece justo que después de haber criado a estos malagradecidos me hagan esto! Los cuidé como una leona, los alimenté, los llevé a la escuela, les lamí las heridas… ¿Para qué? Para que me abandonaran por vieja.
Se hace un silencio.
Aparece en cuadro una mujer hablando estupideces por celular y empujando una anciana dormida que va en una silla de ruedas, la deja junto a la banca, se despide a señas de Manuel y Soledad y se marcha. Manuel y Soledad solo miran dicha acción. Esther tiene 67 años y está en fase terminal de cáncer, mide 1.45 mts, postrada en silla de ruedas, peluca en la mano y pañoleta en la cabeza calva por las quimioterapias, tanque de oxígeno y manguera en las fosas nasales.
-Manuel: Ella es Esther, no hagas ruido porque es muy intensa ésta señora. Creo que ha de ser… feminista o de alguna otra secta peor. Todo el día está criticando al sistema y habla de cosas que no entiendo. ¡No me gusta!
-Soledad: ¡Por dios Manuel! guarda un poco de respeto, esta mujer se ve muy mal, ¡no se nos vaya a morir aquí!
-Manuel: Uuuuuy, no…. Esther es hierba mala que nunca muere. Ha superado las enfermedades más terribles de este planeta… la vienen a dejar aquí diario tres o cuatro horas, mientras su hija entra al casino a jugar máquinas tragamonedas y tomar martinis.
-Soledad: Bueno, entonces, ¿me estás diciendo que es generalizado que a los viejos no nos quieran dedicar tiempo? ¿Después de que nosotros dedicamos tooodo nuestro tiempo, corazón y vida a los hijos? No puedo creerlo, es como una pesadilla. No sé en qué momento me hice vieja, a veces pienso que fue ayer cuando pidió mi mano el arquitecto Legorreta… uuuy que fiesta tan hermosa dimos y que viaje por el Nilo en nuestra luna de miel… parece que fue ayer… ¡Ay, como extraño a mi viejito!, ¿por qué se habrá muerto el primero? Me siento tan triste sola.
Adolfo se incorpora a la charla de manera muy natural. Tiene73 años, usa bastón, es regordete y tiene el pelo blanco; arrugado y sudoroso, enfundado en un traje color café de burócrata de los años 70 y usa anteojos.
-Adolfo: Hola pandilla, ¿de qué versa la tertulia vespertina de este cálido domingo?
-Manuel: Ya lo sabes Adolfo, hablamos sobre las viejas victorias y las antiguas glorias, ¿de qué más hablaríamos?
-Adolfo: Bueno, no sé, para variarle deberíamos hablar también de las frustraciones. Esta mañana estaba pensando que en algún momento de la vida se invirtió la pirámide de valores en el mundo. Es decir, en la antigüedad, en muchas culturas y civilizaciones, los viejos eran la voz más respetada, la experiencia era valorada por todos e incluso, muchas de las decisiones colectivas pasaban por la aprobación de los viejos.
-Soledad: Pues será en tus tiempos porque ahora somos un cero a la izquierda. Ni siquiera nos preguntan nuestra opinión sobre cosas que nos atañen a nosotros mismos.
-Adolfo: Es cierto, y ahora la cultura dominante es lo joven. Los anuncios, los actores, tooodo es “cool” si es fresco y juvenil. Me siento como un yogurt caducado en el refrigerador, que no lo quieres tomar ni tirar, que lo dejas allí a ver en qué momento desaparece solo.
-Soledad: Es verdad, tengo amigas que han descubierto muertas en sus departamentos ¡y no es hasta que apestan cuando se dan cuenta! y eso es porque pasan días y a veces semanas sin ser visitados por sus familias, ¡qué horror!
-Adolfo: ¿Saben lo que somos? (pregunta murmurando)
Esta mañana me sentí mal del estómago y fui al médico, y me dijo que tenía que canalizarme a un geriatra. ¿Por qué? Pregunté yo. Y el mozalbete me respondió en tono burlón: pues porque usted es un geronte.
-Manuel: ¡Apaaa la chingada! ¿Y qué clase de enfermedad es esa? ¿Geronte? Me imagino como que te empiezas a transformar en una mezcla de rinoceronte y gerente de supermercado…
-Soledad: A mí me suena más bien como a una especie de costal de historias que no sirven para nada y te guardan en el tapanco o donde no te veas hasta que te mueras, más por obligación que por convicción.
Se hace un silencio incómodo y como de ultratumba irrumpe la voz rasposa de Esther desde su silla de ruedas:
-Esther: ¡Viejos brutos!
Los tres (Soledad, Manuel y Adolfo) voltean simultáneamente a ver a Esther.
-Esther: “Geronte” viene del griego “Anciano”. ¿Pues a qué pinche escuela fueron? Por eso todo lo relacionado con los viejos decrépitos como ustedes lleva ese componente: geriatría, por ejemplo son los médicos especializados en las enfermedades de los ancianos. Como yo, que ya estoy muerta pero nadie me ha avisado, por eso sigo aquí, nomás chingando, pero aquí sigo.
-Adolfo: Bueno, ahora sí me queda claro el concepto.
-Manuel: Sí, bueno, yo ya sabía.
-Soledad: Okeeeey.
Esther se anima e inicia un agitado discurso…
-Esther: ¡Gerontes del mundo uníos! Les convoco a luchar para derrocar este régimen de pretensiones, frivolidades y pendejadas que nos imponen por todos lados. ¡Emancipémonos del opresor y hagamos valer nuestro pliego petitorio!
Primero.- Que sean escuchadas nuestras opiniones y nuestras historias para orientar las decisiones de las nuevas generaciones de la familia. Los otros tres ancianos le responden en coro: ¡Sííí!
Segundo.- Que no se nos deje solos, ni en la casa ni en un asilo y cuanti menos en un pinche lugar tan horrendo como un centro comercial. Es peligroso y el abandono es la muerte lenta más cruel que existe. Los otros tres ancianos le responden en coro: ¡Sííí!
Tercero.- Tenemos derecho a pasear a donde nosotros queramos, ¡no a donde les dé su pinche gana! Escuchar nuestra música y ver nuestras películas y programas en la tele. Los otros tres ancianos le responden en coro: ¡Sííí!
Cuarto.- No podemos obligar a nadie a besarnos y a abrazarnos, sólo exigimos reciprocidad. ¡Queremos los mismos besos y abrazos que le dimos a nuestros hijos!… tan sólo las veces que se cayeron o lastimaron. Los otros tres ancianos le responden en coro: ¡Sííí!
Quinto.- Y finalmente, tenemos derecho a la salud, a un hogar y a una familia que nos cuide y nos procure. Los otros tres ancianos le responden en coro: ¡Sííí!
-Esther: ¡Gerontes¡ ¡Marchemos a la libertad¡ No hay razón para quedarnos aquí a morir de tristeza, nuevas experiencias nos llaman…!Avancen¡
Los otros tres comentan al final de la arenga:
-Adolfo: Me gusta.
-Manuel: ¡Sííí! ¡Y una píldora de viagra por semana!
-Soledad: Okey, espero que el gobierno nos persiga por rebelión o sedición.
Esther se desinfla y cae nuevamente en reposo. Acto seguido, los cuatro gerontes se escapan del centro comercial y los vemos caminando por la calle.
-Soledad: No sé si es buena idea escapar del centro comercial, puede ser peligroso andar solos por las calles y no haber avisado a nuestras familias.
-Manuel: Bueno, Adolfo, tu puedes decir que andabas con Jaime…
-Adolfo: ¿Con cuál Jaime?
-Manuel: pues con Alzz Jaime… jajajaja.
-Esther despierta: A que simpático eres, pinche viejo ridículo. Atención, gerontes, es importante que en esta acción directa de emancipación, nos dirijamos a nuestro búnker de guerra, un cuartel de operaciones… y yo sé de un magnífico lugar que se va a adaptar muy bien a nuestros planes.
-Manuel: Buenísimo, nuestra bandera puede ser un dibujo libertario, síííí, un híbrido entre rinoceronte y gerente de centro comercial: La banda terrorista de los GERONTES… porque, supongo que vamos a hacer algunas travesuras, ¿o no?
Los tres (Soledad, Esther y Adolfo) voltean simultáneamente a ver a Manuel con cara de reproche. Manuel: Bueno ya, yo sólo pensé que deberíamos tener identidad propia.
Los cuatro siguen caminando pero deciden hacer una pausa por el cansancio de dos calles caminadas y llegan al primer plano del escenario.
-Adolfo: Ya caminamos dos cuadras, sugiero hacer una pausa para recuperar el aliento.
-Esther: Animoooo chicos, no hay tiempo para desmayos, ya estamos cerca de la tierra prometida. Les aseguro que en el búnker podrán tomar el aliento que quieran. La revolución de los gerontes no puede ponerse en duda por síntomas de debilidad o cansancio.
-Soledad (ya en tono emocionado): Ésta locura me recuerda la última vez que fui plenamente feliz: Fue cuando se graduaron mis hijos, imagínense…
Recibiéndose de licenciados; que orgullo, me sentía como mama gallina, orgullosa y agradecida con dios de haberme permitido dar una buena crianza a mis retoños Es increíble como la felicidad de otros puede llegar a ser tu felicidad propia, creo que es el gesto de amor más grande que dios nos da. Y ahora, que me han dejado sola, tengo miedo de enfermarme, de no tener a quien cuidar, de morir sin decir cómo me siento. Cuando tengo suerte me encargan a los nietos para que ellos vayan a hacer sus cosas.
-Adolfo: (contagiado por la alegre nostalgia de Soledad) Es verdad, ver a los hijos superarse y dar un pasito delante de lo que uno hizo en la vida es realmente un momento de realización personal. Darles una familia, sustento, los medios y los recursos para que logren sus objetivos, te hacen mejor persona… aunque, pensándolo bien, yo no tuve oportunidad de conocer a mis hijos.
-Manuel: ¡A chinga! ¿Cómo que no los conociste? Bueno, ¡yo tampoco!
-Adolfo: Me refiero a que he trabajado como burro todos los días de mi vida, desde jovencito, primero para ayudar a mis padres y luego para sacar adelante a mis hijos, tuve que tragarme mil humillaciones para poder conservar un empleo de mierda y garantizar el sustento en mi casa. ¿Y saben qué? Cuando me iba a trabajar mis hijos estaban dormidos, y cuando regresaba de trabajar ya estaban dormidos… ¡dormidos! ¡vi crecer a mis hijos dormidos! Todos estos años fueron como si mi esposa me contara la película de la vida de mis hijos, sus problemas, sus logros, sus caídas y sus felicidades… nada de eso lo vi con mis propios ojos, por estar… “tra-ba-jan-do”. Maldita sea mi suerte.
-Esther: Yo ni siquiera recuerdo haber hecho algo que verdaderamente le guste a mis padres, eso sí, recuerdo la fecha exacta de cuando murieron, pero salvo las coreografías predeterminadas de navidad y cumpleaños, jamás se me ocurrió preguntarles qué era lo que realmente les gustaba y lo peor es lo cíclico de la vida, ahora mi hija no me lo pregunta; es como si simplemente estuviéramos esperando a que yo me muera. A veces eso me vuelve loca, paso más tiempo en el sol o frente a un televisor que con la gente que dice que me quiere.
Se hace un silencio.
-Manuel: No, pues sí esta feo su caso…Bueno, yo no nunca conocí a mis padres, me abandonaron desde pequeño.
Creo que por eso no sé qué es extrañar a nadie y por eso jamás consolidé una familia. Me arrepiento mucho de no haber estudiado, tal vez eso me hubiera hecho sentar cabeza, pero nadie estaba allí para orientarme y ahora nadie me espera en casa, no soy necesario ni útil para nadie. Ahora, como nunca, me da miedo andar solo por las calles, los cabrones de los chamacos del barrio me ponen apodos y me quitan mis cosas cuando me ven pasar. Una vez me robaron mi andadera y la colgaron de un árbol. Tardé horas en que alguien me ayudara a bajarla, no me podía ir a casa ni quedarme allí.
-Esther: Hace unos días vi un documental de la vida salvaje en África y resulta que los búfalos cuando son muy viejos, son expulsados de la manada, porque la atrasan en su marcha y eso pone en riesgo a los demás. Pero a diferencia de otros animales ancianos, los búfalos se agrupan en una nueva manada de viejos y con su marchar lento y pausado siguen su camino en búsqueda del agua, como cada año. Juntos se defienden de los depredadores, incluso los leones temen a las manadas de búfalos viejos pues les hacen frente.
-Soledad: Ah, pues justo eso somos nosotros, una manada de viejos locos buscando un bunker para hacer la revolución. Por cierto, ¿en qué consiste la revolución?
-Manuel: ¿Cierto, como qué cosas vamos a planear en el búnker? Y que no en vez de búfalos éramos una cruza de rinoceronte con gerente de…
Los otros tres lo miran ya hartos de su mal chiste.
-Manuel: Buenooo ya, eran unas dudas que tenía.
-Esther: Ya casi llegamos a territorio rebelde mis queridos soldados. Lo mejor está por venir, la reivindicación de nuestros derechos y sobre todo el ejercicio pleno de nuestras más locas fantasías. Adolfo: Disculpen, ¿y más o menos como cuánto tiempo nos va a tomar hacer la revolución? Digo, es que mañana yo trabajo y la verdad me da sueño muy temprano, no quiero sonar como aguafiestas pero es sólo para planificar la tarde.
-Soledad: No sé si dentro de nuestras nuevas actividades se pudiera incluir el derecho a decidir qué comprar con nuestra pensión, ya sé que las medicinas cuestan eso y mucho más.
¿No sería mejor medicina sentirnos llenos de alegría teniendo la posibilidad de ser nosotros quienes invitemos a nuestros hijos y nietos a comer al menos un día, que es para lo que alcanza? A mí no me gusta que me traten como un bebé; me dicen dónde sentarme, qué pedir de comer y como mi hijo mayor paga todo no se me permite opinar sobre el postre. Incluso un día me mandaron poner un babero, es tan humillante.
-Manuel: No lo sé, eso hay que debatirlo, por qué no mejor que nos den de comer en la boquita unas enfermeras como de 40 años de buen ver, digamos, procedentes de la Escuela de Medicina de Ucrania.
-Esther: Realmente la revolución se puede hacer en segundos: miren, metes un poco de conciencia social en el vaso de la licuadora, agregas valor, muuucho valor de no perder lo que tienes, amor al prójimo… lo bates por dos minutos ¡y listo, te lo tomas y la revolución está hecha!… Ojalá fuera tan fácil.
¡Carajo! Vine de mi estado natal a esta puta gran ciudad a buscar una mejor calidad de vida, a buscar un sueño ¿y qué fue lo que encontré? Un matrimonio fallido, fui abandonada y tuve que criar sola a mi hija que ahora resulta que me mantiene, claro, cuando no está de borracha en el casino o hablando por el celular. Me siento tan sola desde hace años, que me volví a casar con mi amigo inseparable, el cigarro; y ahora, con el enfisema pulmonar y el cáncer.
¡Esperen! Al fin llegamos, ¡se los dije! aquí estaremos mucho mejor. Les recuerdo que se muestren con seguridad como si fuéramos dueños de nuestras acciones y decisiones. ¿Está claro? Sin titubeos y sin muestras de debilidad, vamos a tener una sesión de trabajo memorable. ¡Avancen agraristas!
Los cuatro llegan a una cantina y se instalan en una mesa, al tiempo que son recibidos y atendidos por un joven mesero.
-Esther: Se los dije, en este búnker podremos discutir los detalles de nuestra rebelión sin temor a que nadie nos moleste o nos sabotee.
-Mesero: Bienvenidos, mi nombre es Sergio y voy a tener el placer de atenderlos. A sus órdenes, ¿qué gustan ordenar?
-Manuel: Primero les voy a pedir que saquen todos sus credenciales de elector, porque no se vende licor a menores de edad, jajajaja.
-Esther: Manuel, en serio, ¿cómo le haces?
-Manuel: … Mmmm… ¿para qué?
-Esther: Para decir tantas estupideces por segundo.
Manuel se queda serio, mientras Soledad y Adolfo celebran el chiste.
-Esther (se dirige al mesero): Por favor, una botella de tequila blanco, cuatro caballitos, limón, sal y cacahuates. ¿Peroooo sabes cómo me gusta el tequila?
-Mesero: No señora, ¿cómo?
-Esther: En chinga mi´jito, en chinga.
-Mesero: Sí señora, de inmediato, con mucho gusto.
-Manuel: Ah cabrón. No, pues la revolución va a tener que esperar un rato…
-Adolfo: Muy buena decisión, ya era hora de que alguien tomara una iniciativa como ésta, después de 20 años sin beber, creo que ya es justo. Además a esta edad, para soportar a los demás o pedo o loco, pues mejor pedo.
-Soledad: Ay, si me disculpan, yo preferiría un coñac, la verdad el tequila me marea muy rápido y me raspa la garganta. No sé si les conté que en mi boda, servimos coñac para todos, incluso…
Regresa el mesero con el servicio, interrumpiendo a Soledad.
-Mesero: Tequila, caballitos, limones, sal y cacahuates, servidos. Buen provecho, si desean algo de comer sigo al pendiente, con su permiso.
-Manuel: No sé a ustedes, pero a mí me encanta esto de hacer la revolución, es como la tarde perfecta.
-Soledad: Pues ya que lo dices, sí, yo desde 1977 no me tomaba un trago, me acuerdo porque fue en un concierto de Led Zepellin…
Esther interrumpe pegando al vaso con una cuchara.
-Esther: Camaradas, Gerontes, brindo por la liberación de nuestro gremio y por la lucha en pos de nuestras demandas.
Los otros tres responden en coro: ¡Salud!
-Manuel: Ya en puntos pedos, debo de aceptar que a mí me da miedo la muerte, pero más que la muerte, me da pavor no dejar dinero ni para mi propio funeral, pero más pánico me da el hecho de que nadie asistirá a mi entierro.
-Adolfo: Bueno, yo nunca lo había podido decir, ¿pero no está raro vivir en un país donde hay dos marchas diarias al día y no son capaces de organizar una acción conjunta para derrocar al gobierno? ¿No está raro que un policía gane más que un maestro? ¿No está raro que seamos el segundo país del mundo que más tributa al vaticano?
-Soledad: ¿Por qué todos los consumistas de los centros comerciales alimentan las transnacionales que matan de hambre a nuestros productores? ¿Por qué un auto nuevo es lo que más causa felicidad a las personas? Pasa el mesero y sirve otra ronda.
-Esther: Vivimos en un país que recluta a sus jóvenes en el narco o en el ejército, igual van todos al panteón. Y ahora tenemos niños matando niños en las escuelas... Pero por todo esto anteriormente expuesto, GERONTES, brindo por el pinche susto que se van a llevar nuestros hijos y la bronca que será encontrarnos (ríe a carcajadas).
Los otros tres responden en coro: ¡Salud!
-Esther: Gerontes, brindo por el mesero que nos trata como si trajéramos para pagar (ríe a carcajadas).
Los otros tres responden en coro: ¡Salud! (ríen todos a carcajadas).
-Adolfo: Hace rato que dijo 1977, yo hace esos mismo años que no bailo; doña Soledad, con todo respeto, ¿me permite una pieza?
-Soledad: Pues ya encarrerado el gato, que chingue a su madre el ratón (dice ya visiblemente ebria).
Ambos se levantan a la rockola a poner una pieza y se bailan un danzón. Al fondo, Manuel y Esther siguen hablando. Durante la pieza de baile regresan comentando:
-Adolfo: Un acto tan simple como bailar, llena de tanta alegría el corazón, que debería ser considerado también un derecho humano, ¿no lo cree doña Soledad?
-Soledad: No tengo duda, cuando me da ganas de bailar y con mi marido muerto, no tengo con quién hacerlo y a mis hijos les da pena, nunca están de humor. Muy seguido me voy a la cama pensando: que grandioso hubiera sido este día si hubiera bailado aunque sea una sola pieza.
Termina la música y regresan a la mesa en donde está hablando Manuel, también ya visiblemente alcoholizado.
-Manuel: Me pregunto qué habrá sido de mis hijos, renuncié a ellos y ahora no sé qué hacer. No pude saber lo que es: abrazar y acompañar a una mujer en la sala de partos y poder presenciar el milagro de la vida, el instante mismo en donde se corta el cordón umbilical, seguida por una profunda bocanada de aire. La primera respiración de mis hijos me la perdí por andar buscando aventuras. No supe lo que es enseñar a caminar a mi niño, me imagino cómo han de apretar los dedos índices mientras lo guías hacia adelante… No lo vi caerse y menos lo pude ayudar a incorporarse, ni cuando caminó ni cuando corrió ni cuando patinó ni cuando aprendió a andar en bicicleta. No le mostré cómo amarrarse las agujetas ni a defenderse de los agresores. No supe cuándo se masturbó por primera vez ni cuándo dio su primer beso, menos cuándo dejó la virginidad.
Ni siquiera sé si le gustan los hombres o las mujeres. Es por eso que no me viene a ver, porque yo jamás vi por él. Tal vez me merezco ser un viejo solo y moribundo. Dediqué más horas en la pinche cantina y con los amigos que en construir una verdadera familia. ¿Y ahora? ¿Dónde están ellos? ¿Dónde están todos esos hijos de puta que me dijeron que la libertad era no atarse a nada? Me arrepiento tanto, que a veces no quisiera levantarme de la cama, quisiera quedarme allí, simplemente acostado, esperando a la muerte. Soy un árbol torcido, y es verdad, como dice el refrán, jamás se puede enderezar el tronco cuando naces torcido. Aun así, yo tomé mis decisiones, nadie más y sin elementos y sin patrones de conducta, simplemente la cagué y luego la volví a cagar y no me he cansado de cagarla año tras año. Incluso debería de dar clases de cómo cagarla en la vida eficientemente. ¡Salud!
-Esther: Qué te puedo decir Manuel, yo sí fui a la escuela, mis padres me dieron todo, educación privada, carro y de nada me puedo quejar. Pero a mitad de la maestría, con un trabajo bueno y bien pagado, amigas, amigos una vida social envidiable… como pasas a creer ¡qué voy y me caso con un pendejo! No medio pendejo, un pendejo completo, un pendejazo, digámosle un señor pendejo. Desde el primer día que nos casamos fue borrachera tras borrachera, yo traté de seguirle el paso como para armonizar, pero a las pocas semanas no pude. Le siguieron las viejas, una tras otra: Rubí, Pamela, Paola, puta madre parecía que les atraía que mi marido fuera casado. Me dio mucho coraje ser yo la estúpida del cuento y poco a poco me fui aislando, construí un mundo paralelo, alterno a la realidad que me dolía, primero con cursos, pinche Manuel, tomé cursos de cuanta madre te puedas imaginar, creo que sé hasta hacer nudos de marinero y brownie de frambuesa. El muy cabrón cada cruda me decía que era la última vez, que íbamos a estar bien, pero así se me fue la vida, esperando a que el cambiara, y eso nunca ocurrió. El grandísimo hijo de puta, desde el principio sembró mentira, cosechó mentira, llevó de comer mentiras a la mesa de la casa y cagó mentiras todos los putos días que estuvimos casados mientras me decía lo contrario. Hasta que me encontré con los compañeros del Partido, eran como una familia de apestados disfuncionales, empezamos con los foros, las redes civiles, las pintas, las marchas y los mítines. Empecé a leer tanta mierda comunista que cuando me di cuenta ya no sólo odiaba a mi marido, sino a la familia, al gobierno, a la sociedad y cuanta persona que no pensara como yo. Pero sabes qué pinche Manuel…
-Manuel: Balbuceando. “Dime, dime Esthercita”
-Esther: ¿Te estas durmiendo pendejo o eres narcoléptico?
-Adolfo/Soledad: Por dios Esther no diga eso, que palabrotas.
-Esther: No sean brutos me refiero a la enfermedad en la que te quedas dormido y todos creen que ya estás muerto. Pero qué bueno que me acordé, porque aquí justo me sobra un churrito para compartir… No se me espanten ¿eh? ¡Es con fines terapéuticos!
Esther prende un carrujo de marihuana.
-Manuel: Sí, fúmale bien para que nos sigas terapeando con eso de la revolución.
-Esther: Ya no me interrumpas pinche cruza de rinoceronte con perro flaco, ¿o con qué chingados habías dicho? El punto es que yo odié profundamente a mi marido, por haberme echado a perder la vida tan miserablemente, después de tanto fumar me dio cáncer y tengo dos días de vivir de la caridad y la lástima de mi familia (fuma su yerbita). Ojalá nunca hubiera nacido, ojalá nunca me hubiera casado con ese pendejo, ojalá no hubiera nacido en este pinche país tercermundista. Pero ahora entiendo, gracias a esta plantita verduzca, que no era a mi marido a quien odiaba tanto, ni al régimen neoliberal ni a las transnacionales. Me odiaba a mí misma por no haber tenido el valor de escapar, de volar y hacer lo que siempre quise hacer. Debí ir a un safari al Ngorongoro, debí comer tripas a las orillas del Río Duero, debí masticar coca en Bolivia, debí cogerme al maestro de física y al hermano de mi mejor amiga, debí…
¡PERO NO LO HICE! Y NO POR CULPA DEL PENDEJO DE MI MARIDO, SINO POR NO PODER ROMPER LAS PINCHES CADENAS SOCIALES QUE TE INDICAN EL ROL QUE DEBES INTERPRETAR EN ESTA TRAGICOMEDIA LLAMADA VIDA…
Esther tose fuerte y feo, mientras Manuel, Soledad y Adolfo se quedan inmóviles; luego estallan en angustia.
-Soledad: ¿Esther, qué te pasa? Nos estas espantando, ¿te sientes bien?
-Adolfo: ¡Mesero!, ¡Mesero!
-Esther: Este día fue la revolución de los gerontes. Muchas gracias chicos.
Esther da un último aliento y muere.
-Mesero: ¿Qué está pasando?
-Adolfo: ¡Llame de inmediato a una ambulancia!
El mesero sale de cuadro corriendo.
-Soledad: ¿Esther? Por favor no te vayas a morir, ¿y la revolución? ¡Debemos continuar nuestras demandas! ¿Y las reivindicaciones?
Soledad estalla en llanto; Manuel sigue acostado en la mesa, ebrio.
-Adolfo: Aguanta Esther, alguien vendrá a ayudarnos… ¿Alguien vendrá?
Se congela el cuadro. (Música Opus 34 vocalice de Rachmaninoff para Chelo) Llegan dos paramédicos y le toman signos vitales.
Paramédico: Ya es tarde, ha muerto. ¿Alguien puede avisar a sus familiares?
Colofon
1.- Geronte significa “anciano en griego”. En México hay poco más de 12 millones de adultos mayores de 65 años y se espera que en 2050 la pirámide poblacional se invierta, en donde habremos más viejos que jóvenes.
2.- El 72% de los adultos mayores en nuestro país no cuentan con alguna pensión o ingreso económico propio, lo cual los coloca como dependientes de sus familias.
3.- Dos de cada 3 adultos mayores NO son derechohabientes ni son protegidos por algún sistema de salud especializado.
4.- En la última encuesta sobre violencia familiar el 84% de los adultos mayores manifestaron ser objetos de algún tipo de maltrato por parte de sus propios parientes. 5.- En la misma encuesta, el 87% refirió sufrir violencia psicológica, el 96% violencia física y el 98% abandono o negligencia.
6.- La soledad que sufren nuestros abuelos es causa de depresión lo cual constituye la muerte más dolorosa de todas.
Si tienes la fortuna de tenerlos con vida: ¿cuándo fue la última vez que dedicaste tiempo de calidad a tus viejos?