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VI.- Bola de nieve (para cine

VI Bola de Nieve

Martín tiene siete años de edad y cursa segundo grado de primaria, esa mañana se despertó en punto de las 6:00 am para ir a la escuela como todos los días, se bañó, se puso el uniforme y bajó a desayunar con sus padres; ya en la mesa, se sirvió cereal y al verter la leche, derramó la mitad fuera del plato, de forma prácticamente inmediata, su padre lo golpeó en la cabeza con la mano abierta y cuando su madre trató de impedir que recibiera otro zape, recibió insultos e improperios por parte de su esposo. Al llegar a la escuela Martín no podía concentrarse en lo que decía la maestra, hasta que llegó la hora del recreo y pudo salir a despejarse y tomar un poco de aire; ya en el patio, sentados en una banca, a uno de los compañeros se le cayó un trozo de paleta de hielo al morderla, Martín se paró de inmediato para propinarle un zape y sin haberlo razonado, insultó al resto que reían omisos. Años después Martín pasó a la secundaria y ya protagonizaba riñas contra estudiantes de otras escuelas; los viernes a la salida se juntaban en el parque de la esquina para fumar y tomar cervezas. En una ocasión a uno de sus compañeros se le resbaló el envase rompiéndose al caer, Martín le pegó en la cabeza, después lo pateó y lo insultó en el piso, alrededor se escuchaban las carcajadas como un sonido ambiental y habitual, ahora incluidas las de dos patrulleros que pasaban por el lugar.

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A los diecisiete años, Martín fue expulsado de la preparatoria debido a que organizó y participó durante una golpiza campal en las canchas de basketball; cuando fueron citados en la dirección de la escuela para notificarles su baja inmediata, la primera reacción de Martín fue darle un zape a su compañero de al lado y salirse de la escuela sin que hubiera terminado la reunión. Ya en la calle se instaló en el parque en el que se juntaban los viernes y conoció a otros chicos del barrio que no estudiaban ni trabajaban.

Los días de quincena la pandilla del parque se organizaba para ir al centro, para identificar y seguir a estudiantes que trajeran laptop, i-pod, tableta o celular de buena marca. El modus operandi consistía en llegar tres personas a abrazar a la víctima como si fuera un cuarto amigo y entre la confusión y el juego despojarlo de sus pertenencias: este método era muy eficaz para ellos pues ante los ojos de la demás gente, tan sólo parecían cuatro jóvenes retozando. Al pasar el tiempo, cierta tarde, una de las víctimas intentó oponer resistencia al asalto golpeando a uno de los tres secuaces, como acto reflejo, Martín sacó de entre sus ropas una navaja y se la hundió en el abdomen al asaltado, quien calló de rodillas desangrándose, antes de emprender la huida, Martín le propinó un zape e insultó al desafortunado muchacho que quedó tendido en la calle. Al cumplir veinticinco, Martín ya había experimentado también con armas de fuego para realizar robos de autos con violencia. Al llegar el mes de diciembre organizó a tres de sus cómplices para cometer su primer secuestro, la víctima era el hijo del dueño de la carnicería del barrio, a quien esperaron una noche, lo golpearon, lo subieron a una camioneta y lo llevaron a una casa de segu

ridad previamente definida en el oriente de la ciudad. Ya en cautiverio la víctima suplicaba por su vida y aseguraba que su padre pagaría cualquier rescate, en respuesta, Martín le pegaba en múltiples ocasiones en la cabeza y no paraba de insultarlo. Finalmente se pagó el rescate, aunque el joven en cautiverio ya había sido asesinado.

La reputación de Martín llegó hasta los oídos del jefe del cártel de drogas de la región, quien lo mando traer para ofrecerle trabajo de planta como sicario, en donde su primer trabajo consistió en eliminar a su propio primo. Una vez superado el ritual de ingreso a la delincuencia organizada se le dio la orden de escoltar un cargamento de droga del aeropuerto a la colonia, durante el traslado fueron interceptados por la policía federal, generándose una balacera a mitad de la avenida; mientras repelía el fuego, Martín entendió que esa noche dormiría en la cárcel o en el panteón.

El padre de Martín despertó de un sobresalto, sudando frío, se lavó la cara y bajó a desayunar, le dio un beso de buenos días a su esposa, en la mesa estaba su pequeño hijo Martín poniendo cereal en el plato y al servir la leche derramó la mitad en la mesa, cariñoso se acercó a él y le explicó cómo se debía abrir el envase de leche y cómo se debía servir poco a poco para que no se derramara, instante en el cual le salvó la vida.

Sobre este asunto me permití rodar un cortometraje que puede usted consultar en youtube colocando en el buscador: La Ley de Dios cortometraje de Pablo de Antuñano.

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