Pola 4

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POLA no. 4

enero 2017

La desobediencia en la provincia Erick Vázquez

La primera gran migración del psicoanálisis describe el trayecto de Freud de Viena a Inglaterra en 1938 por las condiciones adversas del nazismo. Se trataba de un viaje para salvar la vida, y también de una toma de posición por parte del psicoanálisis y del totalitarismo en una mutua hostilidad que en delante habría de definirles con respecto al órgano del oído, es decir, con respecto a la obediencia. Esta migración es muy literalmente un desplazamiento que, como el de Hannah Arendt de Alemania hacia París y luego a Nueva York, definía además de una supervivencia la delineación de una ética. El totalitarismo del nacionalsocialismo no podría tolerar la inmoral propagación de la diversidad de los deseos y el psicoanálisis; en principio, no podría florecer en el medio de una política social declaradamente agresiva a toda expresión de la individualidad ante un programa cultural de Estado. Las cosas cambiaron: el nazismo, por lo menos en su discurso estricto y en poderío militar, fue derrotado, por su parte el psicoanálisis se institucionalizó y estuvo ya preparado para presentar una cara dogmática ante el sistema1. Jacques Lacan apareció para dictar sus extravagantes seminarios en lo que Milan Kundera describió como el evento al que ningún conocido intelectual de Francia, o para el caso de Europa, podía faltar. La historia de cómo llegó y floreció de ahí a la Argentina puede llenar varios tomos desde que se trata en la actualidad de la capital mundial de este movimiento y en particular del psicoanálisis lacaniano (caso curioso que nos obliga a preguntarnos cómo es que esta escuela no sólo logró sobrevivir sino prosperar en las condiciones de una dictadura militar). Tanto para nuestro país como para nuestra ciudad es indiscutible la importancia de esta migración porque de Argentina llegaron como un incendio a la Ciudad de México y de ahí a Monterrey ideas extraordinarias como la sesión de tiempo variable, como la cuestión del deseo del analista, un discurso enrarecido que ante los ajenos no ha dejado de tener el aire de un misterioso culto. El caso es que Monterrey, con su cándido y cruel rostro conservador hasta el desenfreno, junto a su hermana ciudad de Saltillo, presenciaron el espectáculo extraordinario, totalmente inaudito, de seminarios de psicoanálisis lacaniano a los que asistían participantes por los cientos. ¿Cómo fue que tuvo lugar esa reacción que para efectos de convocatoria psicoanalítica podríamos calificar sin duda de masiva? Tengo una pequeña hipótesis: que las condiciones de una moral in1 Primera sesión del Seminario de Jacques Lacan, 18 de noviembre de 1953, en la traducción de V. Kastel y mía para el presente número.

dustrial y sexual en el Monterrey del 1985 al 2005 replicaban exactamente las de la Viena de fin de siglo; la noción de buenas costumbres sumada a una burguesía en franca decadencia, el paso decisivo de un nuevo orden económico más que claro con el cierre de la fundidora. Y después, ahora, todo este furor por el psicoanalista francés —como se le denomina usualmente no sin cierto aire de desprecio—, así como sucedió que entonces se llenaron salones rentados con decenas y decenas de sillas, repentinamente se desvaneció, ¿por qué? Lo que el caro lector puede tener como certeza es que este número de Pola es una consecuencia directa de ese desvanecimiento, y es ahora, cuando por todos lados presenciamos emergente el rostro horrendo de una clamorosa servidumbre voluntaria, que preguntamos de nuevo de qué manera se sigue hablando.

Melissa García Aguirre, Arte acción, autorretrato, 2016. Gorra en venta en la red.


Seminario del Doctor Lacan 18 de noviembre 1953 ---------------

Sentido del estudio de los textos y de su enseñanza

La búsqueda del sentido ha sido practicada ya, por ejemplo, por algunos maestros budistas, con la técnica Zen. El maestro interrumpe el silencio con lo que sea, un sarcasmo, un golpe del pie. Pertenece a los estudiantes buscar por sí solos la respuesta a sus propias preguntas en el estudio de los textos; el maestro no enseña ex cátedra una ciencia acabada, pero da esta respuesta cuando los alumnos están a punto de encontrarla. Esta enseñanza es un rechazo de todo sistema; descubre un pensar1 en curso de movimiento que, sin embargo, está preparado para el sistema ya que está obligado a presentar una cara dogmática. El pensar de Freud está de lo más perpetuamente abierto a la revisión. Es un error reducirlo a palabras gastadas; “inconsciente”, “superego”. Con Freud, cada noción posee vida propia, esto es lo que llamamos precisamente la dialéctica: tal cosa tiene un contrario, etc... Ahora bien, algunas de esas nociones eran para Freud, en un momento dado, necesarias: aportaban una respuesta a una pregunta formulada en términos anteriores. No es suficiente hacer historia en el sentido de la historia del pensamiento, y decir que Freud apareció en un siglo cientificista. Con “La ciencia de los sueños”, algo de una esencia diferente, de una densidad psicológica concreta es reintroducido, a saber el sentido; desde el punto de vista científico, Freud pareció unirse ahí al pensamiento más arcaico; leer algo en los sueños. Luego FREUD regresa a la explicación causal. Pero cuando uno interpreta un sueño, estamos de lleno dentro del sentido, en algo fundamental del sujeto, en su subjetividad, sus deseos, su relación con su entorno, a los otros, a la propia vida. Nuestra tarea es la reintroducción al registro del sentido, registro que hay que reintegrar al nivel que le es propio. BRUCKE, LUDWIG, HELMHOTZ, DU BOIS-REYMOND habían constituido una suerte de juramento de fe: todo se remite a fuerzas físicas, las de la atracción y de la repulsión. Cuando uno se hace de premisas, no hay ninguna razón para abandonarlas. Si FREUD lo hizo, es porque se propuso otras: se atrevió a darle importancia a lo que le acontecía, por ejemplo, a las antinomias de su infancia, a sus problemas neuróticos, a sus propios sueños. Es ahí que Freud es para todos nosotros un hombre situado en medio de todas las contingencias más humanas: la muerte, la mujer, el padre. Esto constituye un regreso a las fuentes y merece apenas el título de ciencia. Es como el buen cocinero que sabe cortar bien el animal, separar la articulación con la menor resistencia. Para cada estructura, admitimos un modo de conceptualización que le es propio. Entramos, sin embargo, así en la vía de las complicaciones y preferimos regresar a la noción monista más sencilla de deducción del mundo. Sin embargo, hay que caer en cuenta que no diseccionamos con el cuchillo sino con conceptos: el concepto responde por un orden de realidad que le es original. Los conceptos no surgen de la experiencia humana, si así fuese estarían bien hechos. Las primeras denominaciones están hechas a partir de las palabras; son instrumentos para delinear las cosas. Entonces, toda ciencia se queda un largo tiempo en la noche, enredada en el lenguaje.

LAVOISIER, por ejemplo al mismo tiempo que su flogisto2 aporta el buen concepto, el


oxígeno. Hay primero un lenguaje humano, completamente formado para nosotros, del que nos servimos, como de un muy mal instrumento. De vez en cuando, se realizan inversiones, del flogisto al oxígeno. Hace falta siempre introducir símbolos, matemáticos u otros en el lenguaje corriente; hace falta explicar lo que se va a hacer. Estamos entonces al nivel de un cierto intercambio humano, el del terapeuta, donde Freud se encuentra a pesar de su denegación. Como JONES lo mostró, FREUD se impuso al inicio la ascesis3 de no expandirse en el dominio especulativo hacia donde su propia naturaleza lo cargaba considerablemente; se sometió a la disciplina de los hechos, del laboratorio; se alejó del mal lenguaje4. Pero consideremos la noción del sujeto: cuando la introducimos, se introduce uno mismo; el hombre que les habla es un hombre como los demás; se sirve del mal lenguaje. Desde el origen FREUD sabe que no hará progresos en el análisis de las neurosis si no se analiza a sí mismo. La importancia creciente atribuida a la “contra-transferencia” significa el reconocimiento del hecho que somos dos en el análisis (no solamente dos): fenomenológicamente es una estructura y solamente por la misma algunos fenómenos son aislables, separables. Es la estructura de la subjetividad que da a los hombres esa idea que son ellos mismos comprensibles. Ser neurótico puede servir para devenir un buen psicoanalista: al inicio, esto sirvió a FREUD. Como el señor JOURDAIN con su prosa, nosotros hacemos sentido, contra-sentido, sinsentido. Entonces había aún que encontrar líneas de estructura. JUNG también redescubre maravillado en los símbolos de los sueños y los símbolos religiosos algunos arquetipos propios a la especie humana: esto también es una estructura. FREUD introdujo otras cosas, el determinismo propio a ese nivel de la estructura. De ahí la ambigüedad que re-encontramos por todos lados en su obra; por ejemplo, ¿el sueño es deseo o reconocimiento del deseo?, o también, el ego es a la vez como un huevo vacío diferenciado en su superficie del contacto del mundo de la percepción que, cada vez que nos lo encontramos, dice: “no”, o “mí/yo” (moi/je)5; es el mismo que dice:“alguien/la gente/nosotros” (on6), que habla de los otros, que se expresa bajo sus diferentes registros: vamos a seguir las técnicas de un arte del diálogo; como el buen cocinero, sabemos cuáles articulaciones, cuáles resistencias encontramos. El superego es también una ley desprovista de sentido, pero en relación con problemas del lenguaje. Si hablo, digo: “tú tomarás a la derecha”, para permitirle afinar su lenguaje con el mío; pienso en lo que ocurre en su cabeza al momento en el que le hablo; este esfuerzo de afinación es la comunicación propia del lenguaje. Este “tú” es tan fundamental que interviene antes de la conciencia. La censura, por ejemplo, es intencional, juega antes de la conciencia, funciona vigilante. “Tú” no es una señal, es más bien una referencia al otro, es orden y amor. Igualmente, “el ideal del mí” es un organismo de defensa perpetuado por el “yo/mí” para prolongar la satisfacción del sujeto; es también la función más deprimente, en el sentido psiquiátrico del término. El “id” no es reductible a un objetivo puro en particular, a las pulsiones del sujeto; jamás un análisis ha concluido sobre tal tipo de agresividad o erotismo; el punto extremo del reconocimiento existencial es un cierto punto en la dialéctica del progreso del análisis: “tú eres esto”, ideal jamás alcanzado al fin del análisis. No es xxxxxxxx, tampoco la maestría completa de sí, la ausencia de pasión; el ideal de permitir al sujeto ser capaz de sostener el diálogo analítico, no hablar ni demasiado pronto o demasiado tarde; es a esto a lo que apunta un análisis didáctico. La introducción de un orden de determinaciones en la existencia humana, en el dominio del sentido, se llama la razón. El descubrimiento de FREUD es el redescubrimiento, sobre un terreno en baldío, de la razón.


NOTAS Se sugiere que la traducción sea estructuralmente literal. Hemos intentado mantener la estructura como intento de mantener rastro de la trasmisión oral. Este intento fue el de asemejar la tarea de la traducción a la oportunidad de una relectura, particularmente relevante en el contexto de la gestión del patrimonio cultural de Jacques Lacan. Para más información al respeto, leer más delante la entrevista con el Doctor Manuel Contreras Ramos. La traducción está basada en la versión que utiliza la escuela lacaniana, disponible en línea: http:// ecole-lacanienne.net/wp-content/uploads/2016/04/1953.11.18.pdf. Un cálido agradecimiento a Manuel Contreras Ramos por compartir el link de esta versión y por su tiempo. 1. Hemos preferido “el pensar” y no “el pensamiento” para traducir “la pensée”. “El pensar” sería el movimiento y la vitalidad del pensamiento de alguien, mientras “el pensamiento” representaría los lineamientos generales de su pensar. 2 “Réflexions sur le phlogistique, pour servir de suite à la théorie de la combustion et de la calcination, (Reflexiones sobre el flogisto, para formar parte de la teoría de la combustión y la calcinación) publicadas en 1777, es una obra de Antoine Lavoisier. En estas reflexiones, Lavoisier demuestra la inconsistencia de la teoría del flogisto, desarrollada por Georg Ernst Stahl para explicar los fenómenos de combustión. El ‘flogisto’ era, según Stahl, la sustancia liberada por cualquier sólido bajo la acción del fuego, lo que explica la pérdida de masa de un cuerpo después de la combustión. Sin embargo, en la década de 1760, Lavoisier hizo experimentos con plomo, azufre y estaño, y encontró que la masa del residuo de uno de estos cuerpos después de la calcinación era mayor que el cuerpo inicial, invalidando así la teoría del flogisto. En efecto, el peso de flogisto habría sido negativo en el caso de los metales, lo que no tiene sentido. Esta demostración allanó el camino para la revolución química. En uno de sus experimentos Lavoisier colocó una pequeña cantidad de mercurio sobre un sólido flotando sobre agua y lo cerró bajo una campana de vidrio y provocó la combustión del mercurio. Según la teoría del flogisto, el cuerpo flotante debería estar menos sumergido tras la combustión y el volumen de aire dentro de la campana debería aumentar como efecto de la asimilación del flogisto. El resultado del experimento contradijo los resultados esperados según esta teoría. Lavoisier interpretó correctamente la combustión eliminando el flogisto en su explicación. Las sustancias que se queman se combinan con el oxígeno del aire, por lo que ganan peso. El aire que está en contacto con la sustancia que se quema pierde oxígeno y, por tanto, también volumen. Con Lavoisier la ciencia de la química abandonó progresivamente la teoría del flogisto y se apuntó a la teoría de la combustión basada en el oxígeno”. (https://es.wikipedia.org/wiki/ Teor%C3%ADa_del_flogisto.) 3. “La ascesis es una disciplina en la que la voluntad se impone y tiende hacia un ideal de perfección moral tanto de creación artística como intelectual”. (http://www.cnrtl.fr/definition/ascèse) 4. Literalmente mauvais language o lenguaje mal formulado. 5. Virginie Kastel: En castellano, le moi enunciado por Freud y Lacan es generalmente entendido como “el yo”. Sin embargo su literal traducción sería “el mí”. En gramática, je es el yo deíctico y moi, el yo pronominal. Es de interés recordar que cuando se traduce el ensayo de Freud, “Das Ich und das Es,” no se decidió poner en la versión francesa “Le je” mientras hubiese sido posible. No soy tan versada en el tema, pero me parece que se prefirió moi, pensando en la intraducibilidad del Das Es en francés, ya que no existe el género neutro para los sustantivos. Tampoco en castellano, y sin embargo, el oído prefirió el yo. Por todas estas razones, propongo intentar simular la categoría rara del “mí” en esta versión, junto al yo. Erick Vázquez: La solución de Kastel de traducir moi por “mí” levantará algunas cejas. Yo mismo tengo la frente con algunas arrugas, pero la importancia que ella arroja sobre este punto no es exagerada. La partícula y pronombre personal Je del francés tiene la función de aportar a la frase y sobre todo a la acción verbal el lugar de la primera persona, el moi por su lado es un pronombre personal que tiene una función reflexiva sobre la persona de una índole pasiva con respecto a la acción de los verbos sobre el sujeto. En inglés acaso está más claro por la distinción entre el I y el me, que en español no tenemos más que como formas compuestas del pronombre preposicional (ante mí, para mí, hacia mí, etc). 6. La forma impersonal de “nosotros” que tampoco existe en castellano. En ciertos casos, le on es un nosotros indefinido. Cuando no significa nosotros, encuentra su equivalente en frases tal como “Llaman a la puerta” / “Se debe respetar las señales”.

Página siguiente: Luis Frías, Edge of the World, detalle, 28 x 38 cm, 2016.



Walden: Cine, literatura y psicoanálisis por Brenda Trejo

No guardan extraordinaria diferencia los fotogramas y las palabras: registros sonoros y lumínicos de los objetos del mundo. Lo misterioso es explicar la importancia que tiene la luz. Es posible con la metáfora que propone Jonas Mekas cuando afirma que el cine es luz. El cine, como la memoria, se hace con las imágenes del mundo. Pero también con las palabras que son, indudablemente, imágenes acústicas. En 1947, durante la ocupación alemana en Lituania, el cineasta escribe en su diario escenas de la guerra, la soledad de una habitación, el panorama de una ciudad vista desde el parapeto de un edificio y, entre otras, el sonido que hace la porcelana al caer. Hay cartas y pequeños relatos. Entre las hojas del diario, también, guarda fotografías de su niñez y de sus amigos, todavía en su país, felices. Mi única conexión con la vida —escribe Jonas Mekas— son estos garabatos. Más tarde transformaría sus propias palabras escritas a imágenes en una de sus películas más entrañables: Walden: diaries, notes and sketches. Para Mekas, las palabras ordenan la vida de las personas como la luz lo hace en el cine.

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Los objetos no emiten luz propia sino que la reflejan. Y así las palabras. Sin embargo, ambos lo hacen del modo que les es propio. Bajo estas condiciones participa la memoria en su acto de apropiarse del mundo. Coleccionamos imágenes y justo como sucede con una cámara análoga, su revelado tendrá la impresión de la casualidad. Quizá por esto es tan sencillo para Jonas Mekas relacionar la cámara con la memoria. Todas las palabras y las imágenes son, invariablemente, aperturas y registros personales. La evocación de una historia cuando se usan las palabras ocurre en formato semejante. Se barajean los recuerdos como si de un álbum de fotografías se tratara. Pero si las palabras son parecidas a las fotografías no es en su fijeza pues, se me ocurre, la velocidad a la que se refiere Barthes: una fotografía repite mecánicamente lo que jamás podrá repetirse. Con esta velocidad fotográfica repetimos nuestra historia personal. Cuando vi Walden... tras la lectura de los diarios de Mekas, pude decir que detrás de las

palabras hay imágenes y al revés. La clave es el relato. La manera en la que está estructurada una historia narrada. En una clase sobre Puig, Ricardo Piglia considera que las historias tienen estructuras circulares. El relato —escribe— se ordena a partir de ciertos esquemas fijos. En Walden..., la forma en que se narra una historia: la escena de las ramas de un árbol agitadas por un viento implacable. Corte. Una habitación vacía. Corte. Las manos arrugadas de un hombre. Corte. Fondo azul con letras blancas que anuncian un cambio de ciudad. La historia de esta película es la vida cotidiana de un hombre narrada por él mismo con su cámara. Lo interesante es el acomodo de los fotogramas desde una lógica de la memoria. Uno después de otro muestra escenas de un momento que alguna vez tuvo actualidad y ha quedado registrado en formas diversas para su repetición. Hay, por ejemplo, otros fotogramas que muestran personas caminando lento por las calles de una ciudad. Caminata que se repite durante la película con diferentes personas y calles. Aquí, hay una misma historia con diferentes elementos narrativos. Este es un documental sobre los fotogramas interiores de alguien que salió de su país a caminar por las calles de otro país que no siente suyo, como quizá nos podría pasar a todos alguna vez en nuestra vida.

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Para Mekas, la luz va ordenando al mundo. Para el psicoanálisis, las palabras van ordenando la vida interior de las personas en un relato que, como bien simpatiza Piglia con Freud, es una continuidad a partir de esquemas invariables. Pero hay algo interesante y es que el psicoanálisis guarda inmediata relación con la literatura y el cine, aunque me parece más acentuada con la literatura por el uso de las palabras: el relato existe en dos sentidos de una persona: en su interior y en su exterior dividiéndose en una velada línea donde no es preciso el comienzo y el fin. Este es el espacio de la ficción. La literatura contiene las historias del mundo narradas por un individuo que habla y escribe desde su propia ficción. El psicoanálisis propone la experiencia subjetiva de relatar la historia personal a alguien interesado en escucharla.


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Virginia Woolf sabría lo valioso de las palabras interiores para usarlas como forma narrativa. El monólogo interior que sirve —como también comparte esta idea el psicoanálisis— para explorar cómo se forma ese mundo externo en la conciencia personal. Porque ese espacio exterior condiciona, pero es también condicionado por el escaparate de experiencias privadas. Me acuerdo de esta frase de Emil Cioran: las experiencias subjetivas más profundas son así mismo las más universales, por la simple razón de que alcanzan el fondo original de la vida. Tal vez sería un desmesurado asentimiento si creyéramos alcanzar el fondo original de la vida pues siempre existirá en nosotros alguna copia inusitada.

Aquí hay un mecanismo fotográfico tanto como lo hay de lenguaje. Incluso, un mecanismo de texturas: quitar el velo. En ese mismo ensayo, Freud afirma que una de las posibles coincidencias entre el poeta y el niño es la fantasía. En un mundo ya bien conocido, el poeta y el niño recurren a la creación de una falla de alto grado lógico imposible de explicar con nuestros acostumbrados principios de este mismo mundo. El psicoanalista es un explorador de los límites sensoriales como lo es también un niño y un poeta.

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El psicoanálisis y la literatura tienen también lógicas compartidas con el género fantástico desde mi perspectiva y la de Tzvetan Todorov. Se me ocurren al menos dos:

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Leer poemas es parecido a encender luces en las palabras. Este acto genera una manera de mirar: a cierta distancia una palabra podría iluminar un territorio insospechado. Para encontrarlo, hace falta, sin embargo, andar entre dos espacios paralelos, según estos versos de Jonas Mekas:

again and again, to reach, reach for the untold sense and purpose to my existence

Si Freud hubiera leído a Jonas Mekas, habría coincidido con sus versos: the untold sense and purpose to my existence. En su ensayo El poeta y los sueños diurnos, no deja de preguntarse de dónde el poeta extrae sus imágenes y sus palabras. La palabra dónde es importante. Freud sospecha que existe un lugar. Mientras leemos un poema estamos en medio del espacio imaginario y el de realidad. Para orientarse en estos espacios es preciso asumirlos personales. Esta implicación se convierte en la búsqueda de una revelación en ciertos poetas y psicoanalistas.

1. Hay un héroe en la historia que tiene superioridad sobre el lector y sobre las leyes de la naturaleza. Esta es la estructura del mito. El psicoanálisis construyó un sistema de análisis que propone escuchar un mito personal que, sin embargo, tiene una estructura básica y compartida. Existe una tensión entre el héroe y seres que lo superan: los muertos, los dioses, los oráculos. Ellos siempre intentarán revelarle algo que está oculto. Algo que pertenece a otro lado de su mundo. Un mensaje incomprensible para él, pero que todos parecen entender. 2. El héroe en el mito pedirá conocer el verdadero mensaje que no comprende. Acude al oráculo y a los dioses asumiendo que poseen ese saber sobre lo verdadero y si a su vez él lo poseyera, tendría en su vida una certeza. Esta es otra versión de alguien que acude al psicoanalista. En el género fantástico la verosimilitud posee relativa importancia. El relato verosímil y el relato en el que todo está permitido son sus estructuras constitutivas. Un hecho insólito y disparatado tiene una organización lógica para ser narrado. Así piensa el psicoanálisis la vida interior de una persona. Incluso, quien acude al psicoanalista se somete, como el héroe, a esa regla irracional para él, que le pide decir lo absurdo, lo sinsentido, lo que tiene lógica de un cuento de Nathaniel Hawthorne. Lógica que también comparte la obra de Jonas Mekas, o como se diría a sí mismo, la obra de un desplazado. Un movimiento hacia un lugar inusual.


Conversación con Manuel Contreras Ramos: La cuestión de la traducción de la obra de Lacan y la transmisión del psicoanálisis lacaniano en Monterrey.

Erick Vázquez: Me gustaría que empezáramos por ti, por cómo el psicoanálisis se acerca a ti y después si el psicoanálisis cuando llega a ti ya es lacaniano, o cómo se instauró la escuela lacaniana en Monterrey. Manuel Contreras: Creo que hay que hacer una aclaración antes: ¿a qué le llamas escuela lacaniana? Erick : La escuela que conozco, que me marca, es la que le llamaban una escuela que no es una escuela, de un psicoanálisis que no es psicoanálisis, que es cuando empiezan a organizar seminarios. Fue hace mucho, bueno tú, María Inés Pérez, que traían a gente de la Ciudad de México, de Argentina, y que eran seminarios abiertos donde la gente entraba y preguntaba y opinaba, y era una especie de desarrollo muy orgánico donde se trabajaban cosas que se me hacían muy interesantes, temas de la realidad local o nacional. Manuel: No recuerdo exactamente ese giro, pero, bueno, mi pregunta tiene que ver con una cuestión aclaratoria. Es decir, la escuela lacaniana de psicoanálisis, que es la traducción del verdadero nombre, porque es un nombre propio y por tanto intraducible, hasta la fecha sigue siendo école lacanienne de psychanalyse. Se funda en 1984, y no fue en Argentina sino en París. Desde antes de la fundación de la école lacanienne, o elp, algunos de los que fueron después miembros fundadores de ella, habían tomado contacto con un grupo de personas que estudiaban la obra de Lacan en la Ciudad de México, una cosa así medio fortuita, digamos. Uno de los que después fueron fundadores (Albert Fontaine), tenía vínculos familiares en México y en un viaje que hizo a nuestro país preguntó quiénes estaban estudiando a Lacan en México y dio así con un grupo de cuatro psicoanalistas que se reunían periódicamente para estudiar a Lacan. Los cuatro eran exiliados, y eran originarios de Argentina. Erick: ¿Por la dictadura? Manuel: No sé exactamente si los motivos fueron políticos, pero el caso es que estaban en México. El grupo estaba configurado por Marcelo Pasternac, Miguel Felipe Sosa, Estela Maldonado y Hélida Peretti, dos mujeres que, pasado el tiempo, regresaron a Argentina. Los otros dos, Marcelo y Miguel Felipe Sosa, se quedaron en México. Entonces, eso dio lugar a que este grupo estableciera un vínculo intelectual con el grupo que, a su vez, estaba en Francia, del cual les voy a platicar un poquito ahorita. Así, surgió entre todos ellos un trabajo común en referencia a la transmisión del psicoanálisis. Se efectuaron varios seminarios en la Ciudad de México, dictados por Jean Allouch, Philippe Julien, Erik Porge, Guy le Gaufey, etc. Los seminarios se llevaban a cabo anualmente: venía alguien de Francia y dictaba un seminario en la Ciudad de México. Ahora, viene la parte que creo concierne a este trabajo que están haciendo ustedes dos. Algunos de ellos se

habían dado a la tarea dificilísima de establecer los seminarios de Lacan y empezaron por uno en particular: el seminario sobre la transferencia. Entonces, ¿qué hicieron? Se reunieron e hicieron un trabajo muy acucioso, y empezaron a publicarlo en entregas como las novelas del siglo XIX… Erick: ¿Lo publicaron en revistas? Manuel: En mimeógrafo. Iban publicando las sesiones y había suscriptores. Entonces, ese grupo se autonombró Stécriture precisamente por la alusión al estenógrafo. Estaban escribiendo los seminarios. Pero ya para entonces, y esto ocurrió antes de la muerte de Lacan, se había publicado un seminario por la editorial Du Seuil, y ese seminario lo había establecido el yerno de Lacan, Jacques-Alain Miller. Entonces, Lacan le había dado de alguna manera, no muy explícita, los derechos a él, pero a la muerte de Lacan, justo cuando el grupo Stécriture empieza a publicar los seminarios de Lacan por entregas, hubo una demanda judicial por parte de Jacques-Alain Miller porque él sentía que solo él tenía los derechos sobre la publicación de los seminarios. Stécriture era un grupo parisino, y me resisto un poco a llamarle un grupo. Bueno, se habían reunido tres, cuatro, cinco, a hacer un trabajo de establecimiento. Tiene que ver con el enorme problema que todavía ustedes mismos están arrastrando [se ríe Erick], digamos… la obra de Lacan, la mayor parte de la obra de Lacan, no fue escrita sino que se transmitió a través de seminarios orales. Hay varios artículos de Lacan, que efectivamente él mismo escribió, y esto está recopilado desde 1975 en dos tomos que se llaman Escritos (Les écrits) de Lacan. Ahí él recopiló la mayor parte de lo que había escrito. Por eso se llaman Escritos. El resto de su obra, que es lo más amplio y voluminoso, él no lo escribió sino que lo dictaba en seminarios. Si quieren, más adelante, hablamos de esos seminarios porque ustedes están traduciendo uno en particular. Bueno, entonces, el juicio, en Francia, sobre si efectivamente había un derecho sobre eso fue muy interesante: ¿cómo te apropias de algo que no fue escrito? ¿Cómo tienes derecho sobre algo que no fue escrito? Erick: Sí, y en particular con Lacan, que sostiene que no hay propiedad intelectual. Manuel: Sí. Entonces, sin embargo, la justicia francesa falló y dijo “efectivamente: Ninguna editorial puede publicar los seminarios de Lacan, salvo los que decida el yerno, Miller”. Entonces todas las otras versiones (nosotros las llamamos literatura negra, porque es una literatura que no se puede “publicar”) se publican, pues, circulan de mano en mano, pero no es posible comprar un libro con otra versión que no sea la establecida por Jacques-Alain Miller. Y esto dio lugar que cuando se iniciaron las traducciones al castellano, también Jacques-Alain Miller designara a una traductora, Diana Rabinovich, y a la firma editorial Paidós, de


Argentina, para hacerse cargo de la publicación de la obra lacaniana en castellano. Pero uno como lector puede contrastar una versión y otra porque efectivamente todo esto que mencionaba como dificultades en el establecimiento de una versión es un problema que se acrecienta en la traducción. Un pequeño ejemplo: me parece que el primer seminario que se publicó en castellano fue el que ustedes están traduciendo, Los escritos técnicos, y luego Las psicosis, y después, no recuerdo, me parece que vino Encore y ahí surgió todo un problema desde el título mismo, por que la polisemia de “encore”, por la homofonía en francés, se pierde totalmente en castellano. Encore es un seminario que versa sobre el goce femenino. Virginie: ¿Y cómo le pusieron? Manuel: Aún…. que sí alude de cierta manera a lo que Lacan plantea, pero que tambien podría ser traducido como “otra vez”, y homófonamente, como Lacan lo dice, como “en corps”, ya que el seminario versa sobre el cuerpo. El problema del establecimiento de un texto es que tú eliges (y más en la traducción) los vocablos a usar. El traductor se ve forzado a elegir un vocablo y, si no dejas una nota al lado en donde diga: “otra posible interpretación, otra posible forma de entender este vocablo es de tal manera”, pues lo empobreces. Lo empobreces y puedes, incluso, como tú decías, cambiar el sentido y lo puedes incluso desviar, hacer un shift hacia otra cosa. Entonces he ahí la enorme dificultad, ¿sí? Entonces en el establecimiento de Jacques-Alain Miller no hay tales especificaciones. Son mínimas las notas al pie o en el margen. No hay notas. El seminario que hizo Stécriture sobre la transferencia está lleno de notas. Ese es el primer gran problema. Segundo problema: hay una traducción inevitable y previa dentro del francés mismo, es decir, Lacan está hablando y al principio su hablar era recogido por apuntes de las escuchas. Después, con el tiempo (porque fueron 25 años de seminarios), empezó a haber un estenógrafo (como en los juicios que veíamos antes en las películas de Estados Unidos), que era una escribiente que ni idea tenía del psicoanálisis, ni de lo que estaba planteando Lacan; entonces muchas veces, ella ponía lo que le parecía haber escuchado. Más tarde se grabaron y a pesar de estar grabadas surgen dificultades para entender lo que Lacan quiso decir; agréguenle a las dificultades en la escucha, la “lingustería” lacaniana, porque él usaba muchos neologismos. En fin, la tarea es imposible. Entonces el trabajo acucioso de este grupo original los hizo ver que afiliarse a la versión lacaniana del yerno era empobrecer tremendamente el aporte de la doctrina lacaniana. Y entonces eso da lugar a que se funde una escuela comprometida entre otras cosas, con la transmisión del psicoanálisis lacaniano. Aquí hay otra larga historia, pero la cuestión es lo que nos concierne a nosotros, que es el momento de la llegada a Monterrey, del lacanismo… Lacan muere en el 1981. Un poco antes, había disuelto la escuela que él había fundado, École Freudienne de París. Esa escuela la fundó a raíz de que fue (como él decía) “excomulgado” de la International Psychoanalitic Association (IPA), que es la institución analítica fundada por Sigmund Freud. Esa excomunión se produjo después de un largo litigio de 10 años con la IPA. Llegó un momento donde la sociedad francesa de psicoanálisis, que era la filial de la IPA en Francia, empezó a tener muchos problemas en su interior, desacuerdos teóricos, y entonces, la IPA que se había burocratizado mucho en cuanto a la transmisión del psicoanálisis empezó a tener conflictos con un grupo que encabezaba Lacan, y entonces ese grupo decide intentar replicar lo que ya había ocurrido en Londres, en esta ocasión, en París. ¿Qué había pasado en Londres? A la llegada

de Freud y su hija Anna a fines de los 30 como consecuencia del exilio, hubo muchos conflictos entre Melanie Klein, que daba rumbo al psicoanálisis en Inglaterra, y Anna Freud, que no coincidía en cuanto a su apreciación del psicoanálisis, entonces, ¿qué pasó? Se crearon dos sociedades en la misma ciudad, cosa que se ha replicado desde hace algún tiempo en la Ciudad de México, incluso aquí en Monterrey ahorita está en curso esto también: la posibilidad de que haya dos sociedades, ambas afiliadas a la IPA. Entonces, Lacan intenta fundar una nueva sociedad filial de la IPA y ese intento dura 10 años. Al término de los 10 años, más o menos en el 63, la IPA dice: “No, no, Lacan no puede: no puede formar analistas”. Es decir que puede ser miembro adherente, pero no puede tener seminarios; y eso dio lugar a una ruptura. ¿Qué hace Lacan después de eso? Funda su escuela con un anhelo en la mente, con un anhelo de fundar una sociedad que no replicara la cuestión del amo. Una sociedad sin amo. Sin didactas ni jerarquías, sin burocracia. Entonces esa escuela es la école Freudienne de París. Pero, en 1980, un año antes de morir y en un acto un tanto sorpresivo, él decide disolverla. Hay muchas cosas que se pueden decir acerca de eso, muchas; de cómo a pesar de su anhelo él no había podido desalojarse del lugar de amo, de “maître”. Entonces disuelve. Muere y entonces el yerno funda una nueva escuela, la École de la Cause Freudienne (La escuela de la causa freudiana), que en cierta manera es cuando se está llevando a cabo el litigio por los derechos de autor del que hablábamos antes. Entonces 1984-85, ese grupo de gente que había estado ya excluida totalmente de la posibilidad de publicar los seminarios, por ley, ellos seguían trabajando. Algunos de entre ellos dan lugar a una publicación que fue muy importante. En 1984, se publica La solution du passage à l’acte: le double crime des soeurs Papin, lo publican bajo un seudónimo, Francis Dupré, y un año después fundan junto con los cuatro de México que habían ya tomado contacto con ellos, la école lacanienne de psychanalyse. Esa escuela tiene una estructura ubicua, no hay sede, justamente por la presencia de los cuatro que estaban en México, ni tampoco tiene jerarquías, sólo hay una categoría de miembros. Favorece la interlocución entre ellos y rescata la esencia del anhelo de Lacan. Entonces, ¿qué pasa aquí? Bueno, aquí coincidimos. Yo llego a Monterrey un poco antes de que todo esto ocurra, pero de alguna manera vinculado con algunos de los que poco después protagonizarían esa historia. Yo llego en 1978. Virginie: ¿De dónde venías? Manuel: De la Ciudad de México, y en la Ciudad de México desde mi residencia de psiquiatría, yo había establecido contacto para estudiar los casos de Freud porque la psiquiatría no me daba ninguna explicación para entender el delirio de los pacientes hospitalizados. Era simplemente el diagnóstico y el medicamento. Entonces un grupo de gente que estábamos en formación, interesados pues, nos contactamos con Néstor Braunstein, que estaba recién llegado de Argentina. Fue por el 1975. Y formamos un grupo de estudio de los casos de Freud. Néstor, era un freudiano, sin embargo, después llega a México Marcelo Pasternac; él había estado en París, tenía ya mucha inquietud con respeto a Lacan y leía francés perfecto. Entonces él se aboca, junto con Braunstein, a estudiar a Lacan más a fondo y comienza a hacer sus primeras traducciones, y él forma a su vez un grupo en el cual yo me incluí, y entonces empezamos a estudiar a Lacan. Muy pegados a la clínica, y a la clínica de las psicosis, en el hospital. Yo trabajaba en un hospital psiquiátrico, ahí veía pacientes y supervisaba con Marcelo. Y entonces cuando yo llego a Monterrey, ya vengo mordido por eso, y coincido más o menos al mismo tiempo con María Inés Pérez que, a su vez, venía ya iniciada


de Argentina, cuanto menos en la curiosidad respecto a Lacan. Entonces, empezamos a formar un grupo de estudio aquí; era un intento de cártel (forma de transmisión surgida al interior de la école freudienne) y conseguimos a dos más que se atrevieron, una mujer de origen belga, Annie Blaise que nos ayudó muchísimo porque era francoparlante y muy interesada en la lingüística y por otro lado, Cristina González, que coordinaba la escuela de Psicología en la recién fundada Universidad de Monterrey, que se interesó también. Entonces, nos reuníamos semana a semana a estudiar. Así empezó. Claro que manteníamos contacto con los psicoanalistas de México cada vez que teníamos oportunidad; bueno después me incluí en la Escuela de Psicología de la Universidad Autónoma de Nuevo León como maestro de licenciatura y luego, por azares, coincidió ese momento con la fundación de la maestría en psicología clínica de su escuela de graduados, y entonces participamos en el programa fundador de la maestría.

Erick ¿Esa corrección de Marcelo está editada? M: Sí, la misma editorial Siglo XXI la incorpora. Y aparte hay un libro publicado por Epeele, editorial de la elp, de Marcelo, donde señala todas las erratas de las traducciones de los Escritos. Bueno, pero en relación a la traducción de Tomás Segovia… ¿por qué pedirle tanto a un poeta? Hay algunas cosas por cierto, con acierto, de un poeta, pues como quiera él estaba más abierto a la metáfora, a la metonimia, a la lingüística de la que se valía Lacan para explorar su simbólico. Erick: Y entonces, cuando ya diseñan la maestría de la carrera de Psicología, ¿es el momento donde se cristaliza un esfuerzo? Manuel: De alguna manera sí. Erick: Porque empiezan a formarse a través de una institución…

Erick: ¿Que es donde estaban tú…? Manuel: El coordinador era Teófilo de la Garza, pero él nos integró inmediatamente a María Inés y a mí y entonces formamos parte de la planta docente; y luego Arturo Hernández Luna, que era un psiquiatría formado en Francia, y que ahora vive allá, que estuvo aquí un tiempo, también lo incluimos, y en fin, cada vez que había oportunidad organizábamos cursos con los analistas del D.F. María Inés también se hizo maestra de tiempo completo en la UDEM. Entra a la planta docente y le toca en suerte que coincide eso con los primeros diez años de la UDEM y la UDEM decide hacer una serie de eventos: ella organiza un congreso y yo colaboro con ella en la organización del congreso, y cada vez que había una oportunidad de este tipo, nosotros jalábamos gente de México. Así vino Marcelo, vino Juan Carlos Pla, Gloria Beneditto, gente de México con la que habíamos estado trabajando y manteníamos cierta comunicación. Por otro lado, seguíamos asistiendo a los seminarios en la Ciudad de México. Tuvimos la fortuna de que Miguel Felipe Sosa se interesara en venir a coordinar un seminario a lo largo de varios años. Erick: ¿Y con cuáles textos trabajaban? Manuel: El primer texto que estudiamos fue “Función y campo de la palabra,” el famoso discurso de Roma de Lacan, que es justamente donde él plantea el trabajo sobre la lengua en psicoanálisis como algo que no se puede renunciar. Este discurso lo pronuncia en 1953 en Roma, en un congreso de analistas de lenguas romances, justamente en el momento en el que se está iniciando su litigio con la IPA. Entonces él marca su derrotero y se dice ahora que es el inicio de su incursión en el simbólico. Erick: Y cuando trabajaban los seminarios, ¿trabajaban los establecidos…? Manuel: Nosotros empezamos a trabajar aquí sobre los Escritos, “Función y campo de la palabra” está en los Escritos. Más tarde conseguimos seminarios en literatura negra, traducidos en Buenos Aires. Los Escritos fueron traducidos también con muchos problemas, casi fue una empresa heroica de parte de Tomás Segovia, contratado para tal efecto por la editorial Siglo XXI cuya colección de psicología dirigía Armando Suarez, otro interesado en la transmisión del psicoanálisis. Segovia es un poeta español, a su vez migrante con la guerra española. Entonces se va a París y su traducción es la primera traducción al castellano. Después esa traducción es corregida por Marcelo Pasternac. Tenía muchos errores, pero sigue siendo...

Manuel: Sí, más bien respaldados por una institución; fíjate, qué curioso… Para entonces, la école lacanienne no existía. La maestría se funda, si mal no recuerdo en el 80, me parece. Y después... la elp en el 85. Entonces, todo esto es un movimiento así, autogestivo, pero hay que decir también que era un movimiento fecundo, y al mismo tiempo en ebullición. En la misma Escuela de Psicología, las generaciones de psicólogos de entonces estaban muy ávidos de explorar todos estos campos: el campo lacaniano, en fin, pero no nada más el lacaniano. Ellos estaban muy ávidos de establecer vínculos con el círculo psicoanalítico mexicano. Estaban vinculados con el círculo vienés, y entonces estaba toda la cuestión de la cultura, de la sociología. En ese movimiento, yo al menos no participé. Quizás eso te aclare algo, por eso me llamó la atención lo que decías. La presencia de la obra lacaniana en la maestría en clínica de la Facultad de Psicología fue el producto de la gestión de una generación o dos de psicólogos interesados en el psicoanálisis. Entonces, en lo que sí definitivamente, yo, de alguna manera, me afilié a ellos o coincidíamos, es otra cuestión. En 1975 o 76, en la Ciudad de México en la Facultad de Ciencias Políticas, hubo una especie de coloquio que fue muy importante porque fue un coloquio sobre la antipsiquiatría. En ese coloquio vino Marie Langer, vino Thomas Szasz, no vino Cooper, pero vino Franco Basaglia, estaba todo este movimiento de esa época que fue importante. Yo asistí, era residente de psiquiatría. Inconforme con la práctica psiquiátrica, me inquietó muchísimo, nos inquietó. Ese movimiento dio lugar a varios textos. Y entonces, los muchachos de la Facultad de Psicología también tomaron contacto, no sé si contribuí o no, pero sí, simpatizaba mucho con eso. Entonces, ellos trajeron a Franco Basaglia aquí a Monterrey. María Inés y yo intentamos traer a Thomas Szasz, no se pudo, en el 1978 en el Congreso de los 10 años de la UDEM. Pero ellos traían su propio vuelo. Después vino Félix Guattari, lacaniano ya, traído por los muchachos. Néstor Braunstein vino muchas veces. En fin, era un momento de mucha ebullición. ¿Qué quedó de eso? No sé, te puedo decir que de alguna manera después nosotros nos afiliamos, nos hicimos miembros de la école lacanienne, y la trasmisión ha continuado. María Inés, por su lado, [y yo] hemos hecho seminarios y organizado otras actividades como coloquios, etc. Pero aquel movimiento de la Facultad de Psicología dio lugar a otra escuela donde está Rodolfo Álvarez Del Castillo, afiliado al círculo psicoanalítico mexicano; era la época del freudo-marxismo, esa es la línea que ellos más o menos continuaron. Erick: Pero lo que resta del círculo, todo está muy claro. Ahí


están. Yo creo que tienen unas oficinas o algo así. Y la escuela lacaniana a lo mejor ya no estoy enterado, yo no sé qué pasó. No sé si tuvo que ver con, por ejemplo, en la Facultad de Psicología, empezó a imperar, con mayor claridad administrativa por lo menos, el conductismo y que se separaron un poco… Manuel: No, yo pienso que lo que pasó en la universidad en general, y no me refiero a la UANL, me refiero a la Universidad en general, vino con esto de la globalización, y ha tenido muchos efectos; empezó la “certificacionitis”, que a final de cuentas es un intento bastante exitoso de homogeneizar, y cada vez que eso ocurre, que algo se homogeneiza, el psicoanálisis sale por la otra puerta; porque el psicoanálisis se funda en un compromiso con la singularidad; si estás pensando en el sujeto, no puedes pluralizar eso, entonces siempre es una experiencia singular y en ese mismo sentido modesta. La práctica analítica es una práctica modesta, porque es de uno por uno, y de uno a uno. Entonces la Universidad, con una tendencia cada vez mayor hacia lo universal, tiende a la homogeneización, a la reproducción de un discurso sin fracturas. Entonces, cada vez había menos cabida, para los psicoanalistas, pero a todos nos pasó. Con la homogenización la libertad de cátedra se reduce enormemente, y entonces llegó un momento en que eran tantos los requisitos, y los trámites, y las exigencias de que los programas fueran totalmente reproducibles como un disco, como un CD, que la producción de saber quedó muy reducida.. Para nosotros no fue un movimiento; simplemente nos orientamos más, en cierta forma como drifting hacia la trasmisión más en el estilo de la escuela lacaniana, que es: “Bueno, yo tengo algo que decir, convoco a quien quiera interesarse en eso que tengo que decir”: ¿Cómo convocó?. A través de un argumento donde planteo de lo que quiero hablar y les doy mis fuentes para que también se documenten. Y entonces se va produciendo saber, pero es una transmisión donde no hay evaluaciones. Eso fue lo que ocurrió. Y creo que en el caso de María Inés fue lo mismo. De cuando en cuando, sí, siempre hay invitaciones a presentar libros, a participar en coloquios, formas de transmisión paralelas a la oficial universitaria. Erick: ¿Qué queremos hacer? Nosotros empezamos a trabajar por el gusto, como siempre, y entonces le empecé a platicar a Virginie de las cosas que a mí me impresionaban mucho. Sí estoy de acuerdo, la transmisión es imposible, y tiene que ser a un nivel modesto. Pero me impresionaba mucho, entonces de pronto, que aquí en Monterrey, yo iba a un seminario y que había 250 personas. A veces se me hacía una locura, porque creo que un seminario de 25 personas es considerado muy exitoso. Manuel: Por ejemplo, ¿a cuál te refieres? Erick: Me acuerdo uno donde estaba muy interesante porque invitaron a unos abogados. El tema era alrededor de un crimen, 97-98, que fue en la Biblioteca Central Magna. Vino un montón de gente. Se trató el cuerpo en Egon Schiele [pintor y grabador austriaco]. Manuel: ¡Ah, claro! Ese fue un trabajo muy interesante. Si me preguntas por qué, tampoco lo sé. Simplemente abrimos algo y hubo mucho interés. Pero no sé si nada más con lo lacaniano. Ha habido cosas muy sorpresivas. Por ejemplo, organicé un coloquio apoyado en la Alianza Francesa; resulta que la Alianza había recibido un paquete de películas para que circularan por el mundo. Entonces, en ese momento el director de la Alianza, Claude Guillamondeguy me dijo: “Tengo aquí unas películas que me gustaría mucho que vieras”, y una de ellas era Lacan en

Louvain, una grabación que ahora es muy popular en YouTube, pero entonces era una joya. A raíz de eso, nos dimos a la tarea de ponerle subtítulos. De ahí a mí me nació una inquietud de hacer un coloquio de ese momento de Lacan. Entonces le pusimos al coloquio La psychanalyse à la tournée du siècle (El psicoanálisis a la vuelta del siglo), porque esto fue 96-97, y las cosas se fueron dando de una manera muy azarosa. Yo digo a quién voy a invitar y cómo lo voy a hacer. Entonces este hombre, el director de la Alianza, dijo: “Yo consigo los boletos de avión. ¿Entonces dónde?”. A mí se me ocurrió ir al entonces Museo Monterrey. A mí me habían invitado anteriormente a comentar algo sobre Remedios Varo. Entonces sentía que tenían conmigo un cierto compromiso. Resulta que voy con Jorge García Murillo, que era entonces el director del museo, y me dice: “Yo estuve en esa conferencia, claro que sí, ¡va!”. Ya teníamos una instalación, entonces invité a Guy le Gaufey y vino a hablar de La era del simbólico, así le puso como título. Y ese trabajo lo publicó después la revista Deslinde de la Facultad de Filosofía de la Universidad. Hubo mil asistentes. O sea, entonces ¿quién convocó? No sé si fue el museo, no sé, se presentaron 8 trabajos muy buenos. Fue tal el éxito que repetimos dos años después, esta vez con mucha gente que vivía en México, Lucía Rangel, María Inés Pérez, Juana Inés Ayala, y vino Danielle Arnoux de París. En fin, fue una experiencia interesante, aunque me resulta muy difícil evaluar los efectos de esos eventos multitudinarios en relación a la transmisión del psicoanálisis.

Lamer-se

Melissa García Aguirre Tú. Comenzó con once palabras. Habla, habla todo lo que quieras. Tú eres la que tiene la lengua. Reverberación. Habla... Tú eres quien tiene la lengua. No desaparece. Tú eres la que tiene la lengua. Palabra plena, l e n g u a. La casa. Cuerpa lingual situada al interior de una cavidad que se abre y se cierra. Cavidad abierta y cerrada. Como casa o refugio. Como cueva o abertura. Como puerta o entrada, o salida. La lengua opera fundando y funda operando. Se expande y se contrae, se invierte y revierte. Se habita a sí misma, es su propia casa. La grieta. Me lo dijo, adquirí la lengua ¿por qué no la había adquirido antes? Pensándolo bien ¿es la lengua algo que se adquiere, algo que se da o algo por lo que se pugna? ¿Por haber vivido tantos años sin ella es que le abuso con frecuencia? Mi lengua siempre está en guerra, quizás por ello está llena de grietas, grietas como sexos, como vacíos frescos o heredados. Está llena de huellas, de memoria, en sí es una huella innegable, una huella de huellas. Tan eterna como efímera, presente. Mi lengua no es «la lengua», ni «la lengua» es la mía.


Ego, ju-ego y álter ego Elia Martínez Rodarte

el terso aroma de tu ternura la humedad de tu mano pensar que te pienso mirando el mar en un balcón que fue pensado para aquellos que piensan mirando el mar tu boca mi casa mi cara nariz enterrada en tu pecho flotar como la palabra nefebilata con sus vocales arrísonas como tus ojos tiburones que se hunden en mí cuando te hundes en mí tu verga y yo tu sangre y yo domar la lumbre y el acelerante: al ardiente mostro que se persigue la cola. no me cabes no me cabe todo en la memoria adormecer la memoria para pausar la mano y su electricidad en la piel que anhela piel. por eso estoy aquí .....

venas y más venas, venas para mis dedos, textura de venas en los dildos como reales venas: tan verdaderas las vergas plásticas con tanta vena y más vena, viene en venudo y venuda, venas y sangre, venas azul-sangre, venas venudo sangre dura y morada y vena es poder. ..... los peces abren la boca frente al espejo para tocarse a sí mismos y a su propia idea los besos como los peces son hermanos de signo y ondulan el nombre de la boca junta la lengua ida como animal pelágico ajeno a la luz del sol, sólo son besos efímeros como aire, cabalgantes y combatientes, acuosos siempre porque de las bocas parten los ríos... es la voz de tu lengua la que alcanza los decibeles imposibles, vibrantes en la saturación profunda bajo la luna que nos trastoca en el deseo en forma de monstruos comandados por ella: y entonces vas y orinas en la esquina en donde crecen mandrágoras que se esparcen por el suelo que no dejas que otros mamíferos masculinos traspasen con el rigor de ninguna malteada y también meas en los sillones en donde hemos cogido, en la esquina de la sombra, en la pared desnuda de luz, en la puerta sin quicio, en la ventana sin cortina...

Pola es un periódico esporádico y gratuito impreso en Monterrey, financiado por Tresnubes ediciones. Pola No4 estuvo a cargo de Erick Vázquez y Virginie Kastel. Diseño de V. Kastel. En esta ocasión el tiraje es de 1 000 ejemplares.


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