Relatos de la cuarentena 11

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Relatos de la cuarentena

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Tania Mar tínez Suárez Alexis Pantoja Demetrio Navarro de Ángel Laura Guienisha Medina Arias Carolina López Debany Romo García Jesús Jaramillo Norma Vázquez Sotelo Kathia Alejandra Hernández Cardona Ana Gabriela Vázquez Jorge García Escamilla Aideé Coronado Cer vantes Natalia Orellán Ethel Betsaida Ramos Torres Diana Laura Jardon Galindo Gloria Cárdenas Rusvelt Nivia Castellanos Patricia Rodríguez Belmares Citlalli Anahí Heredia Nájera María del Rosario Morán Arely Briones Andrea Zárate Alexandra Canto M. German Rodriguez R. L. Balcazar Claudia Novillo Andrés Camilo Rodríguez Yunda Sara S.R. Serrano


Bitácora 100 ideas sueltas de una cuarentena posmoderna/100 días de aislamiento Coronavirus 19 Pachuca de Soto, Hidalgo, México, marzo-junio 2020, fragmento Tania Martínez Suárez

1. El coronavirus es algo lejano, apenas noto el tema mientras desayuno y leo las noticias internacionales. 6. Se presenta el primer caso de un infectado de coronavirus en México. El presidente pide que la población lleve a cabo una cuarentena para que el virus no tenga efectos catastróficos. Se determina que comenzará el lunes próximo al aviso: 23 de marzo del 2020. 11. Un grupo de Whatsapp al que me agregan informa que mi hija no deberá presentar más al preescolar, envían también fotografías de las actividades que debemos realizar con los niños en el período de aislamiento. 15. Debo salir con mi hija al supermercado, no quiere salir de la casa. Sentadas en las escaleras la reconforto y le digo que vamos a estar seguras, que yo la cuidaré y estaremos de regreso rápidamente, accede a salir y disfrutamos un poco de sol sobre nuestras caras y de las flores que evidencian la primavera que ha llegado. 16. Me piden que asista a mi trabajo, tomo el transporte público, somos pocos quienes viajamos en las entrañas de un suburbano, nos miramos de reojo y si alguien osa toser el silencio ya de por sí manifiesto nos ahoga en la duda de la infección involuntaria. 17. Uno debe romper sus dogmas, incluso aquellos que no sabe que tiene. Yo creía


que la vida nunca se detenía, me habría gustado de hecho que esta parálisis me hubiera arropado cuando falleció mi madre porque me enojé con el mundo entero que no detuvo su paso cuando yo estaba desecha. 18. Mi México mágico, clasista y con grandes brechas de desigualdad social, para muchos la cuarentena es un privilegio, para muchos el hambre arrecia y eso que no llevamos ni dos semanas en cuarentena. 21. En una panadería de Michoacán inventan un nuevo producto, el conchavirus. Es una concha pintada con los colores azulados y verdes que caracterizan a la imagen del virus, dice la dueña que sus hijos estaban preocupados por la baja de las ventas en su negocio y ella les dijo que esto era una señal: -¡Si se trata de una PANdemia debe ser buena para el negocio!. Así nació la conchavirus. 24. La cantante Britney Spears pidió mediante sus redes sociales que se haga una redistribución de la riqueza del mundo para aminorar los estragos de la emergencia sanitaria. Los usuarios de Internet no tardaron hacer viral la publicación y en compararla con Karl Marx quien es considerado el padre de la doctrina económica y política del comunismo. ¿Y bien? ¿El orden mundial? 25. Somos analfabetas digitales, el uso de Internet no está circunscrito a las redes sociales, la sociedad informacional en la que se supone habitamos no es tal, a marchas forzadas vamos haciendo uso de la tecnología para trabajar, estudiar y encontrar algo de normalidad. 28. Marzo 26, las cifras oficiales son 8 defunciones y 585 infectados. Me doy cuenta que la pandemia trae consigo un nuevo lenguaje, ahora todos hablamos de: “estadísticas, crestas y valles, aplanar la curva epidemiológica, mitigar los contagios…” la última vez que esto pasó fue en los momentos más álgidos de la ridículamente llamada “guerra contra el narcotráfico” como entonces también este fenómeno será un parteaguas. 35. El cocinar me ayuda, mi hija y yo nos distraemos al preparar los alimentos. En condiciones normales cocinar es “cocinar en chinga” porque siempre vamos apurados, pero ahora podemos tomar nuestro tiempo y comer en familia, es reconfortante. 36. Me gustaría hacer ejercicio, voy a incorporar algunas actividades de acondicionamiento físico a mi rutina, espero que pueda conformarlo como un hábito. 39. El gobierno federal anuncio el día de hoy que la cuarentena se extiende en


un nuevo período comprendido entre el 30 de marzo y el 30 de abril del presente año. También la Secretaria de Educación Pública comunicó que por el momento hasta ese día se retoman las clases. 40. La ansiedad se asoma de nuevo. 41. Es un momento muy fuerte para mí cuando llega mi esposo a casa después del trabajo, se quita la ropa casi entrando y la ponemos en la lavadora y de inmediato va a lavarse las manos y el rostro. Debe hacer todo eso antes de poder saludarnos, cumpliendo este nuevo ritual. 43. Mi mascota está singularmente contenta: nos ve durante todo el día, ahí va siguiéndonos por toda la casa y moviendo la cola como si quisiera bailar. Cuando estamos platicando en la sala cruza las patas delanteras y emite un sonido parecido a una objeción, Kafka suele estar en desacuerdo con casi cualquier cosa que digamos. 44. Pienso mucho en mis compañeros de trabajo, extraño llegar al edificio y saludar a los vigilantes, extraño tomar el café con mis compañeras y las largas pláticas con mi jefa, extraño el trayecto que hago de regreso a casa. 47. Me cuesta trabajo saber qué día es. Debo reafirmarlo por lo menos dos veces, es cansado, pero necesario, ahora que llevo 50 días de confinamiento. 51. Estoy tomando otro taller, es de Haiku,; ha sido una verdadera sorpresa, es formidable y apabullante el poder de síntesis de la escritura oriental, estoy fascinada. 59. Escucho cantar a las aves, su sonido es distinto… más fuerte, algunos días llegan al patio de la casa, puedo verlos durante mucho tiempo, parece no importarles que los mire. 60. Hay momentos muy buenos en el día, como cuando mi esposo se despide de mí… cierro los ojos y espero a que se acerque, me gusta sentir como poco a poco se aproxima. En otras circunstancias no hay tiempo para eso, el beso de las mañanas tiene que viajar en el viento mientras agito mi mano a lo lejos si se nos hace tarde. 62. Se prevé que el regreso a la educación escolar básica sea el primero de junio por lo que todavía me quedan más de 6 semanas entre títeres de calcetines viejos, recortes, cuentos infantiles dos horas al día, manualidades, colores que anidan en la ropa blanca y no en la bata para pintar, pinceles


que desaparecen en el universo infinito de una habitación que nunca estará completamente aseada; sí, más días de escuela en casa. 63. Mi padre va a cumplir años el próximo fin de semana, duele mucho no verlo en esa fecha. 65. Hay miedo en la mirada de las personas. ¿Cómo saber si quien está a tu lado podría contagiarte? Aún así recibo algunas discretas sonrisas de desconocidos que encuentro en mi camino: nunca antes me habían parecido tan hermosas. 67. Mi período menstrual dura más días y es más doloroso. 69. La virtualidad que acompaña a la distancia se ha convertido en la infinita posibilidad de cosas que hacer, lástima que deba luchar con la finitud del ánimo o la concentración de las personas. 73. El pueblo mexicano tan afecto a las telenovelas ha convertido la conferencia de las 19 horas en el objeto de su deseo, el galán de la historia: Dr. Hugo López Gatell. Aparece puntualmente ante su público para explicar una y otra vez lo que la prensa nacional no acaba de entender, ya que las preguntas son repetitivas y hay quien hasta le cuestionó. ¿Qué previsiones se debe tomar con el Covid cuando llueve? Él solo pudo responder lo obvio : ¡Use paraguas! Ojalá el estereotipo cambie y en lo subsecuente se cuenten en las novelas televisadas historias más interesantes. Quizá simplemente estoy pidiendo demasiado. 75. El cantautor Óscar Chávez muere a causa de Covid-19, el mundo entero está de luto. 76. Pienso mucho en la gente que va al día, nadie tiene el futuro resuelto, es cierto, pero hay millones de mexicanos que de por si estaban en la miseria, apenas lograban sobrevivir… ¿Qué destino aguarda? 79. No podría sobrevivir a esto sin música, libros, vino tinto, café y mi estudio, eso pienso mientras recuerdo que hay personas que sobrevivieron a guerras mundiales, que han sido víctimas de abusos sistemáticos y grotescos para exterminarlos. Pienso en las verdaderas batallas que se libran todos los días para subsistir, pienso que hay gente en la frontera norte de nuestro país que fue en busca del sueño americano pero debió despertar a una realidad imperiosa, se vio sin un peso en la bolsa, sin destino al cual ir y sin origen a donde volver; ahora viven en agujeros que cavaron con sus manos.


83. Hay escases general de cerveza, esa es otra preocupación nacional. 90. Cosas tan sencillas como una caminata tranquila parecen inalcanzables. 91. El último día de mayo se dio por terminada la etapa de contingencia sanitaria en el país. Ahora estamos en un sistema de semáforo de cuatro colores: rojo, naranja, amarillo y verde. Prácticamente todo México está en el color rojo aún, se espera que en la medida de lo posible se mantenga el confinamiento pero no es obligatorio salvo que los gobiernos estatales así lo consideren, es el caso de Hidalgo, pese a las restricciones de movilidad la presencia de las personas en la calle más allá de la necesidad o las actividades esenciales no ha cesado, por lo que se espera que hasta el 30 de junio, si y solo si el panorama mejora podamos reintegrarnos a esa tan abstracta “nueva normalidad”. 97. Se habla ya del momento de volver a las actividades, de regresar al trabajo; me entusiasma profundamente, justamente en la misma proporción que me atemoriza. 99. Soy buena amiga de mis plantas, no he olvidado regarlas y hasta converso con ellas, también lo hago conmigo, es habitual que al caminar por alguna calle entable un diálogo en mi mente donde me cuestiono y respondo tirando preguntas como en un juego de ajedrez que nunca gano, me juzgo mucho, me exijo mucho y me felicito poco por todo lo que hago bien; espero que eso cambie, he sido más amable conmigo estos meses, quiero que eso permanezca porque más allá de una casa soy yo el cuerpo que habito. 100. Han pasado ya 100 días desde que comencé con el aislamiento, he tratado de prepararme psicológicamente para lo que venga, pero la verdad es que solamente tengo un gran sentimiento de indefensión. Tengo ahora más claro que nunca que somos efímeros, que la vida es frágil y que igual que comienza puede terminar en cualquier instante.


FotografĂ­a de Alexis Pantoja


FotografĂ­a de Demetrio Navarro de Ă ngel


Latente Laura Guienisha Medina Arias

Ahí sigues como el gato desbaratando cada hilera a su paso. Aún sigues latente, aún sin asomarte a la ventana sombría del alma... De pronto quisiera que desaparecieras con el alba, que el aire alborotado te llevara de la mano para luego con los rayos del sol desaparecer en un parpadeo certero, agotando toda posibilidad de retorno. Aún sigues latente Como una intermitente luz que se propaga en el denso bosque; alzando la voz para que estemos seguros de que permanecerás y no piensas bajar la guardia. Pero he de decirte que aún en tu afán de querer establecerte; aún en tus muestras solemnes de ingratitud quedarás justo en el olvido y llegará el momento en el que esa será tu más bella guarida, pues dicho sea que tu paso por la tierra está dejando grandes y profundas heridas; no se duda en el momento en que termine tu andar; porque lo bueno prospera y lo malo termina, Dios quiera que en esta guerra venza el amor, reine la salud y prospere La Paz.


Fotografía de Carolina López


Libres en cautiverio Carolina López

Pareciera que el país entero se detuvo desde la primera muerte por Covid en México aquel 18 de marzo y ni que decir a nivel mundial. En mi ciudad se respiraba la desesperación, algunos tenían la creencia de que el gobierno atentaba contra nuestros derechos, mientras los desamparados no tienen tiempo de tener miedo. “No nos dejan hacer nada” a la par de las noticias como: “Se reportan saqueos, robos, desabasto, ciudadanos de compras, parejas dando un paseo, detenidos por no portar cubrebocas” las personas siendo ellas mismas, decidiendo con libertad cruzar la línea de lo correcto. Luego de un par de meses en cuarentena dentro de mi habitación sentía una especie de cautiverio, harta de la histeria colectiva y del latente pensamiento contagiado también por los medios amarillistas tales como “no se puede hacer nada,” “si haces tal cosa te contagias y te mueres” tomé mi taza de té y salí al porche, analizando un poco me di cuenta de que con toda la libertad del mundo podía decidir dejar de escucharlos. Entré y fui por mi laptop, me informé de todas las precauciones que se deben tomar, de la situación de los hospitales, de estadísticas y reglamentos oficiales, pero nada más. Libremente pude decidir en ser resiliente… ojalá la ciudad supiera que tiene la libertad de hacerlo, de practicarlo… 1 de julio de 2020 Estaba convencida de que el fin de semana podría volver a los parques de mi ciudad a respirar un poco de aire fresco, todos los medios apuntaban a una nueva etapa de resguardo, un retroceso por el repunte pandémico y mientras las personas se siguen consumiendo, yo solo observo.


Lo que me cuenta la luna Debany Romo García

¡Niña, mira hacia el cielo! Querida, deja que te abrace, que te consuele, pues un beso mío te dará la paz. Ya no tengas miedo, los fantasmas del pasado se han ido, los he visto retirarse mientras giraba la mirada hacia ti. La exquisita esencia del presente está aquí. Levántate, ve hacia la cocina y prepárate un té, que esta noche viajaré a la profundidad de tus sueños para contarte un secreto, allí te encontrarás conmigo y todo estará bien. Sé que todo esto acelera tu mente y tu corazón, la risa de los que amas, la montaña que admirabas cada mañana, las aves que veías volar, el viento que acariciaba tu rostro cada tarde de regreso a casa…todo se ha ido poco a poco ¿y qué te queda?, ¿el silencio atrapado en cuatro paredes?, ¿un vacío que pareciera no tener final? De momento podría ser eso, pero no es así. Tú me entiendes, tan solo ve que buen equipo hacemos las estrellas y yo en medio de la oscuridad. Déjame decirte que esta prisión termina pronto para ti y para todos si se concentran en la belleza desmesurada de lo efímero de la vida, en el amor inagotable e infinito que cada uno de ustedes lleva dentro y puede compartir con los demás. Pero mientras eso no suceda, niña, la marea seguirá subiendo y arrastrando a más y más para cumplir con el ciclo de la vida, los seguirá enseñando a través del dolor ajeno que el lobo solitario no sobrevive, y de alguna forma tocará a todo aquel que no esté dispuesto a dejar de alimentar su ego y reconocer el poder de una naturaleza con la que constantemente pretenden acabar. ¡Ja! Escucha a esta vieja sabia que lleva años en el universo viendo como lo siguen intentando. Bueno, te dejo porque ya casi me toca descansar y darle paso al sol.


Realismo Jesús Jaramillo (Venezuela) Colecciono las fotografías de sus manos barnizadas, puras, repletas de finura. El último día que la tuve entre mis brazos ha quedado tan lejano como la Tierra de Andrómeda y ya olvidé su olor, su rostro, la dirección de sus pies al caminar, el mentón dulce y las mejillas anchas: olvidé que la conocí. Su esencia, moviéndose en el sistema como la sal en el océano, entre olas, colisiones de olas y batallas marinas vespertinas, me persigue y la enfrasco en sus manos. Son mi único recuerdo y mi mayor pista. El mundo ha colapsado hasta sus confines: las masas abarrotan las calles por el ansia del hambre, de sangre, de paz. Las máscaras cubren las máscaras que ocultan nuestro verdadero rostro, y entonces todo ha sido borrado: nuestro dominio propio, el amor mutuo, la esperanza. Más hoy, recorriendo los raíles subterráneos, deseo ver la luz y descubrir la verdad. El sol lentamente sumerge al metro en su maravilla efervescente, y mis pasos encontraron el asfalto, suspirando. La vida no había cambiado. Las personas, más felices que nunca, cubrían la ciudad en su totalidad, y no había dudas. Fue una mentira blanca, tan blanca como los mismos copos de nieve, tan suave que era imposible ignorar. La perdí a ella gracias a una enfermedad que nunca existió.


Norma Vázquez Sotelo

Aislamiento Sin protección el cuarzo sin los libros apilados el escritorio sin figuras proyectadas la lámpara sin mi imagen sonriente el cuadro sin las aves diurnas el canto sin las flores de ajo el jarrón se quedó sin teflón la sartén despierto es una pesadilla


Norma Vázquez Sotelo

Una realidad que es cruda en vigilia imágenes de películas que no había visto sueño en pausas las aves no consiguen domir hablo sola ya están marcadas en mis pies desnudos mis sandalias tal vez sea el encierro en cuarentena me cayó la vejez descubro pequeñas arrugas que ayer no existían ya está cansado de verme pasar el espejo


Quisera ser pájaro para mirarte y susurrar un canto que alivie

la esper

volar tan alto y murmurar a tus oídos que aquí se te extraña quisiera ser pájaro para cruzar los mares que hay entre nosotros pero la eter quisiera ser pájaro pero las alas las tienes tú de la noche a la mañana trascendiste a la luz

déjame que te cuente qué ha pasado la pluma se ha quedado sin tinta y las hojas de mi cuaderno ya no son blancas son ocre tu veladora sigue encendida tu ausencia está clavada en el silenc apenas puedo creerlo cuando me sorprenda la nueva realidad ¿resurgirá tu voz en los pasillos?


Norma VĂĄzquez Sotelo Poema al Dr. JesĂşs Coria Profesor de la UAEM

anza desmoronada

a

nidad no se alcanza

cio de tu aula


Norma Vázquez Sotelo

Vinieron por ellos hombres con batas blancas y máscaras ocultando sus rostros nadie lo cree no han vuelto ya no salen a regar el jardín oscurece más temprano a través de sus ventanas en ocasiones oigo llantos voces que los llaman pero ellos no responden dicen que quizá nunca regresen que se encuentran en otra dimensión nadie lo cree pero no vuelven los meten en túneles, les conectan vida desde ese momento las plegarias no se les acompaña se van solos ausencia de abrazos ya no se oyen risas ni sueños nada


Norma Vázquez Sotelo

Y cuando todos nos abracemos retornarán las miradas extraviadas la mía, la tuya envueltas en una sola voz renacerán tus palabras las mías sin miedos, sin ataduras sin ese veneno microscópico

la del viejo loco de mi calle

nuestros labios serán libres

que solo entendieron los que han muerto

¿mil, díez mil, cien mil? ¿cuántos se fueron sin saber que no llegaría el verano y que la primavera se convertiría en invierno?

Página siguiente: Fotografía de Kathia Alejandra Hernández Cardona




La tormenta Ana Gabriela Vázquez

Desde la noche anterior se había visionado la primera tormenta del año. A diferencia de mi abuelo, que podía saber a qué hora llovería con solo ver la forma de las nubes, nunca he sido de las que saben mucho del clima, por eso me pareció tan extraño que en pleno abril (?)/ mayo (?) se soltaran tales ventarrones a media madrugada, haciendo retumbar los cristales de las ventanas y balancearse peligrosamente las macetas colgantes del balcón. Al despertar, el día seguía siendo raro; hubo que cerrar todas las puertas y las ventanas, a pesar del calor, para evitar que todo saliera volando de su lugar y se armara un torbellino de hojas y cuadros a la mitad de la sala. A esa altura del año, ya todo me resultaba sospechoso y había que cuidarse de cualquier suceso en el mundo que pudiera desatar otro posible fin del mundo, porque no fuera a ser que un chino en el polo opuesto quisiera probar una sopa de murciélago y eso nos obligara a todos a aislarnos por completo bajo amenaza de muerte. Esos vientos, como todo, resultaban sospechosos, ni qué decir de las repentinas nubes negras que aparecieron desde la primera hora de la mañana después de tantos días incandescentemente soleados. De rato en rato me asomaba al balcón para ver el progreso de la tormenta y me decía “es solo una falsa alarma” o “¿no debería llover así hasta comenzar el verano?”, nunca muy segura de mis pensamientos; o recordaba todas aquellas películas apocalípticas en las que el cielo se torna misteriosamente extraño justo antes de develar la llegada de los extraterrestres y, bueno, después de todo lo que ha pasado en el año en verdad no me sorprendería un contacto de otro planeta. A fin de cuentas hacía una semana que el pentágono había confirmado la existencia de los ovnis, según el encabezado de una noticia dudosa en Internet que por supuesto no me molesté en leer. El punto es que después de tanto, ya nada parecía demasiado descabellado.


Cuando comenzaron a tronar las nubes, ya entrada la tarde, me pregunté si debería ponerme algo bonito para el fin del mundo, para que así no me agarrara la muerte vestida solo con la bata de mi pijama, pero me pareció que era demasiado drama para cuando a nadie le importara nada. Entonces se soltaron las primeras gotas gordas, con violencia, y hubo que recoger con rapidez todas las cosas del balcón que pudieran estropearse y cerrar puertas y ventanas. Esos primeros minutos, la lluvia amenazaba con ser ruda y duradera, pero antes de que lograra terminar con la tarea de cerrar las últimas ventanas, la tormenta se había reducido a un callado chipichipi que cesó del todo en solo un momento. Aguardé el retorno de la tormenta toda la noche, añorando que con eso variaran un poco los días de este encierro; pero al amanecer me percaté de que la tormenta no había regresado. Vi el sol resplandeciente de nuevo sobre el asfalto y los árboles, y me sentí defraudada. Ahora había que esperar de nuevo a la siguiente amenaza del fin del mundo.


Solo al aire libre, Fotografía de Jorge García Escamilla


F

rente a una pantalla me encuentro. Siento como si tuviera unas esposas que me atan de mis muñecas al celular. Sin una llave que me pueda liberar para seguir volando y contemplando la naturaleza o caminar por las calles sin preocupación. No puedo despegar. Antes utilizaba pendientes, ahora los llevo en la cabeza en cada minuto que pasa. Estalla mi mente y el tiempo se vuelve un enemigo, al venir y pisarme los pies mientras yo intento correr. Clases sin contacto, nadie conoce qué hay detrás de ese rectángulo negro, nadie conoce que en este momento estoy con las ventanas de mi alma abiertas y de ellas escurren gotas de lluvia de la tormenta que hubo minutos atrás. Percibo como la tecnología quiere inhalar mi alma. Todos comentamos “presente” pero en realidad no hay una presencia, porque ahora mismo mis ideas colapsan y comienza a ir a otros escenarios que aún ni existen.

Aideé Coronado Cervantes


FotografĂ­a de Demetrio


o Navarro de Ă ngel


La ventana Natalia Orellán

Tras días encerrada en mi cuarto perdí un poco la noción del tiempo. Decidí abrir las cortinas y la ventana para dejar entrar el sol y orear la recámara, que había adquirido un aroma extraño. Afuera no hay mucho que ver, vivo en una calle muy angosta, y desde mi cuarto solo se percibe la ventana de la casa de al lado. Algo extrañada noté que el vecino tenía las cortinas abiertas, nunca desde que vivo aquí, las había visto así. Con curiosidad y un poco de miedo, comencé a mirar dentro. El vecino me aterra, siempre he pensado que está loco. Parece un vampiro, pálido y ojeroso. No sale mucho, más que para comprar alcohol. Sé que mi familia y yo, no le simpatizamos, porque en algunas de sus borracheras no ha podido evitar comentárnoslo (se sale a la calle a gritarnos que nos va a golpear), luego a la mañana siguiente, nos pide disculpas muy apenado, y se excusa diciendo que el alcohol lo hace querer buscar peleas, pero que él en realidad no es así. Tengo un sueño recurrente en el que él se mete a mi casa, sube las escaleras, entra a mi cuarto, se mete al baño, lo utiliza y no le baja. Aunque mis pesadillas cuando sueño despierta son más aterradoras. Comencé a ver los objetos que tenía en su recámara con mayor atención. Sobre la mesa se amontonaban tantas conchas de mar que no pude contarlas,


luego noté que se expandían por todo el cuarto. Pude distinguir en el piso un dibujo de una estrella dentro de un círculo, en cada una de las esquinas había una velita apagada. Me recordó a cualquier película de terror mala, y me enojé de pura costumbre, por pensar que el final sería aburrido, hasta que recordé era la vida real. Me entró un escalofrio. El cuarto estaba muy oscuro, solo se distinguía una débil luz rosa neón que iluminaba una planta medio muerta. Al lado de esa planta me sorprendió ver una silueta. Era alguien que lloraba, supuse que era el vecino porque vive solo, estaba sentado desnudo abrazando sus piernas, en sus manos sostenía algo. Por mi miopía no alcanzaba a ver qué era, entrecerré los ojos, y saqué mi cabeza lo más que pude. Mejoró algo, logré ver que el vecino estaba todo sucio, como lleno de ceniza, y lo que agarraba con mucho fervor entre sus manos, se movía, me pareció ver que era como un gusano, pero grande y gordo, y con cara de humano. El susto me golpeó con tanta fuerza que me obligó a dejar de mirar. Comencé a dudar si lo que vi no había sido una alucinación mía, influenciada por la oscuridad. Fui por mis binoculares. Antes de volver a mirar la escena, pensé que sería prudente cerrar las cortinas. Me acosté en el piso y las jalé lentamente hasta que el cuarto quedó completamente a oscuras, después coloqué los binoculares suavemente cubriéndolos con la tela, cuando miré nuevamente, el vecino estaba parado frente a su ventana, viéndome. Supe que había estado esperándome ahí parado con gesto enfurecido, firme, me miró y abruptamente cerró la cortina.


La nueva (a)normalidad de vivir sin interacción física Ethel Betsaida Ramos Torres

Se ha hablado mucho de cómo a partir del confinamiento ocasionado por la pandemia los hábitats naturales se han visto regenerados y los animales han comenzado a repoblar espacios en los que actualmente solo había presencia humana. En mi caso personal no sé si se pueda hablar del mismo efecto, pero lo cierto es que desde que comenzó la cuarentena y mi encierro ha sido casi absoluto, he convivido más con grillos que con personas. Casi a diario uno de ellos se cuela al interior del departamento donde vivo desde el pequeño jardín que se encuentra afuera. La creencia popular dice que estos insectos traen abundancia a tu hogar, y ya sea cierto esto o no, yo prefiero tratarlos siempre con respecto y amablemente les indico la salida para que vuelvan al jardín. En medio de esta crisis es mejor tener aliados que te puedan dar la ilusión de esperanza entre tanta incertidumbre que nos invade. Esa es una de las constantes con las que he vivido durante esta cuarentena. Otra ha sido pensar en cómo el aislamiento social nos ha obligado a replantearnos la manera en que nos relacionamos de manera presencial pues, ya sea en un espacio interior o exterior, la convivencia con otras personas se ha convertido en una potencial amenaza para la vida. Respecto a esto, me parece importante enfatizar la relevancia que tiene la interacción en el espacio público, pues este es el lugar en el que las personas ponen en práctica sus capacidades de enunciación y de percepción, las cuales se conforman mediante la disposición del tiempo y el espacio1. Cuando los cuerpos se colocan en el espacio público no solo son videntes de lo que acontece, sino que también se hacen visibles para aquellos cuerpos con quienes interactúan y por los que, a través de su mirada, se construyen. Justo en esa visibilidad radica la importancia de ocupar el espacio público, pues cada perso1 Henri Bergson enuncia, respecto a la relación y percepción de los seres vivos con su entorno, la siguiente ley: “la percepción dispone del espacio en la exacta proporción en que la acción dispone del tiempo.” [Henry Bergson, Materia y memoria. Ensayo sobre la relación del cuerpo con el espíritu, (Buenos Aires: Cactus, 2013) 47.]


na con su presencia manifiesta sus necesidades y sus condiciones de vida dentro la estructura social. Este tema es uno de los retos que las y los ciudadanos habremos de enfrentar dentro de la nueva normalidad pues, tal como señala Judith Butler, “si el cuerpo fuera por definición activo –siempre autoconstituyente, nunca constituido–, entonces no habría necesidad de luchar por las condiciones que le permitan al cuerpo su libre actividad en nombre de la justicia social y económica.”2 Sin embargo, las personas nos constituimos a través de las interacciones en el entorno social, donde “el otro solo existe a través de la construcción que se hace de él”.3 Esta interacción en el espacio público es un factor indispensable a la hora de generar un impacto capaz de remover las condiciones sociales que resulta necesario cambiar. Actualmente los pronósticos indican que, una vez que la propagación del coronavirus disminuya y todos podamos regresar a las calles, el aislamiento se trasladará con nosotros, las distancias entre cuerpos se convertirán en una regla cívica y las interacciones con amigos y compañeros se hará a través de una mica trasparente que nos recordará que el contacto cuerpo a cuerpo debe evitarse a toda costa. Este conflicto, entre otros tantos que enfrentamos hoy en día, representa la necesidad de reescribir nuevos contratos sociales donde la interacción física y la colectividad no pierdan relevancia, y donde los lazos de convivencia no se desdibujen ni se trasladen al espacio virtual como única vía. Por el momento, en lo que llegan las respuestas a nuestras incertidumbres, seguiré escuchando el canto de los grillos y a las voces que, de forma escrita o audiovisual, se hacen presentes a la distancia.

2 Judith Butler, “Nosotros, el pueblo. Apuntes sobre la libertad de reunión” en ¿Qué es un pueblo?, Alain Badiou et al. (Buenos Aires: Eterna Cadencia, 2014), 66. 3 Jacques Derrida, “Huella y archivo. Imagen y arte. Diálogo” en Artes de lo visible (1979-2004), (Pontevedra: Ellago ediciones, 2013), 104.


Jaula y tapabocas, FotografĂ­a


a de Jorge GarcĂ­a Escamilla


Era un jueves 9 de marzo de 2020 que llegué a la oficina

muy cansada, estresada, enojada y con una gripe que apenas empezaba. Tan pronto subí las escaleras me encontré con un gerente en la oficina que me dijo “Te van a mandar a tu casa por la gripe que tienes por momentos”. Me dio alegría, había ido a la oficina por compromiso pero realmente no me sentía bien y quería descansar. Primero prendí la computadora y tan pronto terminé de revisar mis correos y saludar a mi jefe. Fui a la enfermería para que la doctora me recetara algo que me ayudara con la gripe y efectivamente me mandó a trabajar en mi casa. Estuve jueves y viernes en mi casa y desde ahí me enteré que todos los compañeros a partir del lunes iban a hacer home office por el virus. Yo ya no regresé a la oficina. Cuando supe eso sentí mucha alegría, realmente estaba muy agotada de tener que ir a la oficina. Me llenó de alegría el saber que iba a pasar mis días trabajando desde casa. Personal de recursos humanos me llamaba para saber cómo me encontraba de salud ya que me había ido por una gripe. Me sentí contenta honestamente por ese gesto de atención tan bonito ya que hace un año me dio influenza y a nadie le importó. Muchos compañeros se alejaron de mí por miedo a enfermarse y bueno en el seguro me dieron incapacidad. Las únicas personas que obviamente estuvieron conmigo en esos momentos fueron mis padres y por supuesto mi hermana y su esposo. Trabajando desde mi casa me siento más libre, muy motivada para hacer mi trabajo. Ya no siento que alguien está vigilando todo lo que hago o lo que digo, las veces que en las que voy al baño, el tiempo que me tardo en desayunar o en comer. En mi casa puedo ser más yo y no tener que fingir tanto y siento que tengo más creatividad.


Lo único que lamento es que más pasan los días, más son las noticias sobre el virus. Veo el miedo que mi mamá y mi hermana tienen, verlas tan asustadas de cierta forma me contagió de su miedo, también el ver que algunas personas conocidas actualmente están sin trabajo o los cierres de empresas. Todo esto honestamente sí me hace preocuparme y de cierta forma reflexionar y agradecer por lo que tengo, agradecer porque al día de hoy tengo vida, tengo salud y tengo trabajo y agradecerle a la editorial por darme la oportunidad de escribir mi relato y aunque no lo publiquen por lo menos saber que alguien me va a escuchar. Diana Laura Jardon Galindo


NO QUIERO QUE LLORES Gloria Cárdenas

Cuando pienso en lo que pasa afuera e imagino lo que pueda pasar, te imagino fuerte, te imagino viva consciente de la realidad. Te imagino doliente, respirando cada día y dejándolos pasar. Te imagino luchando (como yo), con sube y bajas de emoción... de risa y de soledad, de baile y de silencio, de canto y de llanto. Sé que desde dentro de este encierro, algo nos conecta más allá de lo que podamos entender. Sé, que así como te imagino fuerte, luchando, también te veo doliente, llorando, a veces en silencio, por dentro y a veces por fuera también. No quiero que llores… y ya no quiero llorar.


FotografĂ­a de Demetrio Navarro de Ă ngel



GRÁVIDA MODERNIDAD Rusvelt Nivia Castellanos Estas realidades suceden otoñales; reaparecen por entre pesimismos los individuos, ellos vagan con los rostros desgastados, sin saber para donde dirigir sus vidas, llenas de pánico, preocupadamente incurren en lo sombrío. Como seres desconocidos, se adentran en un laberinto ruinoso, realizando distintas vueltas extraviadas, presencian el caos de la fealdad, solamente recorren sus caminos de tenebrosidad, allá donde experimentan lo grotesco con el dolor, pesarosos devanean entre sus pesadillas. Menos desiguales, persisten en la sordidez, ellos sufren como unos obnubilados, declinando hasta lo muy inmundo, recaen bajo sus tinieblas espectrales, saturados de enfermedades y en obcecaciones, penan mareados con sus mentes errabundas.

Fotografía de Demetrio Navarro de Ángel


CIEGOS EN L AS TINIEBL AS Rusvelt Nivia Castellanos

Sé a los fanáticos obnubilados, confieso que ellos están trasnochados y juntos como una pandemia, deambulan dispersos por entre la porquería, todos sucios, van con su vulgaridad. Como mayoría, ellos circulan detrás de las quimeras; salen temprano a buscar codicias ordinarias, se meten en medio de desfiles grotescos; ni nadie puede frenarlos en sus excesos, hurtan, tragan y vician allí hasta saciarse; realizan una comedia de día. La fascinación por desorden los nubla. De repente, unos entre otros, trasbocan sus fuertes burlas; presumen tener en su poder la fama, pero a trasluz ella los acosa y subyuga; ahoga sus realidades de pesadillas y por necesidad ofenden para aplacarse; la altivez consigue encandilarlos. Así conozco a estos sujetos ensombrecidos, siempre se refugian atrás de los espejos, para cubrir sus propios espantos, menos con el tiempo, cuando surgen sus vidas ante la nueva lumbre, ellos quedan volcados contra los callejones, hundidos en el sufrimiento y la penalidad.


FotografĂ­a de Demetrio Navarro de Ă ngel


GRAN CAOS Rusvelt Nivia Castellanos

El barrio se halla grisáceo; los moradores allá habitan como sonámbulos, juntos suelen trabarse mucho hacia la decrepitud. Yerran ellos en medio de bloques de cemento. La quietud del día los envuelve en sopor; así que se entregan a la inanición descarada y pasa una brisa de hojas secas como si nada. Las casas iguales perduran desvencijadas, casi en su totalidad con las ventanas rotas, entre adentros los jóvenes existen mareados. A mayor decepción las familias son dispares, los introvertidos cogen hacia el encierro, las madres eligen la sala para ver repeticiones. Esta comunidad a destanto tropieza; ella desviada se enreda en sus propias telarañas, quedando varada por lo demasiado que ignora. Disminuida a rastras lleva virus su gente. Es el querer estar siempre anémicos y lo peor viene a ser que esto corrompe, hasta el pánico que llegamos a reproducirnos con liviandad, para decaer luego en la muerte.


Dibujo de Patricia RodrĂ­guez Belmares


H

e perdido la noción del tiempo. Me encuentro atrapada en un interminable sábado. He dejado de escuchar voces, mis manos tiemblan cada vez más, dejé de tener uñas que morder por lo que mis brazos se encuentran llenos de marcas y moretones, permanezco debajo de suaves sábanas calientes. No he cambiado mi pijama en días, mis pequeños senos se sienten libres por primera vez sin sentirme incómoda ante la sociedad, donde únicamente las cuatro paredes de mi cuarto son testigos de la inmensa felicidad de mi privacidad. Siempre me gustó estar sola, tranquila, con un limpio aire que respirar, sin necesidad del que dirán. Aunque realmente nunca me importó, no he hecho más que pensar y no pensar. Me llegué a encontrar y perder, entre largos y finos cabellos negros que fueron cortados a mano propia. Dejé de vivir por un momento y sufrí al mismo tiempo, cada vez son más pesados los días, al punto de no poder ni moverme. ¿Qué se sentirá tener fuerza de voluntad? ¿Depresión? ¿Ansiedad? ¿Realmente es lo que tengo? Si es así, no sé si la maldigo o bendigo, puesto que me han hecho sentir mal y mejor al saber que en algún momento se acabará. Me he perdido tantas veces que he trazado un camino el cual recorro siempre sola y sin necesidad de descansar, me siento mal por todo lo que dejé atrás, un amor, una amistad, una familia, me confundo a mí misma


todos los días, pero no me da miedo si es correcto o no, no tengo un objetivo, un futuro y menos un sueño, confío en que llegara en algún momento y lo sabré cuando me toque el alma. Me he ahogado mil y una veces en esa tina de baño vacía donde únicamente cabe mi existencia, un cascarón sin vida una vez más encontrando un motivo, flotando entre el inmenso mar de lágrimas que se creó tras llenar mis sueños con decepción. Se necesita más que un "tú puedes" para poder salir, mi moral se fue al igual que mi esperanza de triunfar en algo en que solo me detengo, solo veo las horas pasar y como otros aprovechan su vida mientras yo encerrada me hundo en miseria, miseria que acepto y amo, pero que algún día terminará con mi vida.

Citlalli Anahí Heredia Nájera


PAREDES María del Rosario Morán

ADENTRO

Como si se tratara de un mundo surrealista, tengo la sensación de que el tiempo se derrite lentamente ante mí, mientras observo detenidamente el gigantesco reloj colgado en una de las cuatro paredes del espacio recientemente acondicionado para trabajar en casa. En un parpadeo, los días se convirtieron en noches y las noches se alargaron tanto que se volvieron prácticamente iguales, causándome tanta confusión que si no fuera por los ruidos que hace mi estómago avisándome que es hora de comer, no sabría cual es la diferencia entre ellos. Han pasado ya algunos meses y entre limpiar, desinfectar e ir al supermercado, empiezo a sentir una sensación de hastío que lentamente va calando hasta los huesos y que no hace otra cosa que recordarme a cada instante que hay que adaptarse a “la nueva realidad” lo antes posible, como si eso fuera tan fácil de digerir.

AFUERA

A través de la ventana el mundo parece totalmente distinto. Envuelta en un espectáculo lleno de color, formas y sonidos se encuentra la naturaleza, cuya serenidad calma mi espíritu y mis pensamientos, dándome la sensación de que todo estará bien. De cualquier forma, es inútil querer controlar todo, tal vez por eso lo mejor sería rendirse a la idea de aceptar “la nueva reali-


dad” tal como es, con todas sus contradicciones, defectos y limitaciones, y enfocarme en lo único que verdaderamente tengo control y que es mi actitud ante ella. El mundo ha cambiado y tal vez deberíamos hacer lo mismo. Al final es decisión personal elegir hacia cual pared voltear a ver.


En la orilla de mi mente estaban jugando los recuerdos Arely Briones

Todos los días desde hace un par de meses me la había pasado lamentándome de las ausencias que no deja escapar el olvido y de cuantas de ellas escapaban audaces de sus garras para después pasar ante mí haciéndome recordar su paso que ahora ya no tenía ningún significado. Los recuerdos de esas ausencias jugaban incesantes en la orilla de mi mente sin temor a dejarse llevar por las olas aun sabiendo que todos resbalaban en la orilla al llegar la noche y que el oleaje los alejaba impidiendo su regreso a la orilla. Sin miedo se dejaban envolver como si ese fuera su propósito. Allá van, un recuerdo detrás de otro, alejándose de la orilla, siendo arrastrados por las olas a lo más profundo del mar y volviendo cada noche a la misma orilla para hacerme verlos alejarse otra vez, hacerme vivirlos y sentirlos otra vez con la misma intensidad que la primera vez que aparecieron como si, para ellos, la primera vez no hubiera existido antes de ese instante. - ¡Deténganse! -grité, pero no escuchaban. Como niños pequeños al escucharme querer detenerlos hacían lo contrario, se iban y volvían y yo no podía hacer nada más que lamentarme por creer estarlos perdiendo una vez y para siempre a pesar de que volvían. Clavados mis pies en la arena, los vi repetir tal acto una y otra vez, día tras día. Los vi jugar, los


vi acercarse a la orilla, los vi resbalarse, los vi caer y alejarse entre las olas a lo más profundo del mar. Entre más pasaba el tiempo y entre más aumentaban sus repeticiones, más fui perdiendo el interés. Los recuerdos me veían desconcertados mientras yo solo estaba sentada encima de la arena admirando la inmensidad del mar y su belleza. De vez en cuando volvía la mirada a ellos, pero, así como volvía no pasaba ni un segundo y entonces la apartaba. Un día ninguno regresó.


MIL DESPEDIDAS Y UN NUEVO COMIENZO Andrea Zárate 20 de julio de 2020 Hay veces en las que de repente, sin ningún anuncio previo, empiezo a enojarme, a subir mi temperatura interior unos cuantos grados, a tener el curioso deseo de golpear algo, de gritar a todo pulmón y obtener de nuevo la paz, a veces este sentimiento lo tengo bajo control y otras me dejo llevar por el impulso. Esta vez fue diferente en prácticamente todos los sentidos, pues en vez de sentir un incremento de temperatura, sentía el vacío de esta, en vez de querer golpear algo solo ansiaba acurrucarme en la almohada, en lugar de querer gritar con todas las ganas deseaba abrazar a alguien y nunca soltarme, a cambio de sentir palpitar el coraje solo sentía un hueco que parecía llenarse con cada gota que bajaba de mi cara. Probablemente nunca llegaría a conocer la causa del momento, pues no todo tiene una simple explicación, capaz lloraba solo porque quería hacerlo, sin embargo, dentro del desconocimiento acerca de la causa, sentía un instinto en el que la razón de mi llanto no derivaba del deseo sino del simple hecho de necesitarlo. Quizás malinterpreté la situación completamente desde el principio, creyendo que el simple pero poderoso hecho de escribir en letras lo que mi corazón dictaba sería suficiente tela para cubrir la realidad alrededor mío; quizás, el sentimiento por primera vez en mi vida ganó a la razón y decidió arriesgar mi mente y cuerpo a descubrir aquello que había tapado porque asimilarlo y apreciar la verdad que lo decoraba era algo tan difícil de digerir, quizás hallar una manera alterna de desahogo no era tan trágico como parecía ser y quizás, solo quizás, el enfrentamiento de la verdad, derivada del deseo del sentimiento, era en realidad la única manera de desprenderse de ella.


He de admitirlo, hay momentos en el día en que me enfoco en el ayer, en los comportamientos que pude haber modificado, en los sentimientos que pude haber vivido al máximo y sin embargo recaían en la famosa expresión “la próxima vez será”, en los arrepentimientos que quedarán forjados en mi historia, en los momentos que pudieron ser parte de mis recuerdos y que, sin embargo, quedaron encapsulados en el “hubiera”. Era apenas ayer, que contemplaba un día no distinto a los anteriores, que podía sentir el aire pasear por mi cuerpo sin remordimiento ni miedo, que podía abrazar a mis amigos, saludarlos e incluso alterarles el pelo sin descubrir que eso solo sería parte del mundo de recuerdos, que podía salir a comer, jugar e incluso ver películas sin analizar cada detalle, que las fiestas y los XV eran un mundo al que apenas entraba y sin conocimiento alguno debía abandonar repentinamente, en el que mi mundo abarcaba todo y no solo el interior de una vivienda y en el que la comunicación más viable iba más allá de las pantallas. Extraño mi anterior vida cada vez que despierto y cada noche que me acuesto a dormir, extraño toda mi rutina diaria, aunque en el pasado solía quejarme de ella, extraño la calidez del sol acariciando mi piel, perseguir la luna con la mirada camino a la casa de mis abuelos y apreciar las estrellas desde un cielo pulcro y oscuro. Extraño mi pasado de una manera inimaginable, pero no por eso estoy dispuesta a sacrificar la vida que me concede el presente. Por eso, he decidido dejar a lado cada remordimiento que surge de cada arrepentimiento y a su vez darle espacio al aprendizaje de cada uno de ellos, seguir las dictaduras del corazón con más frecuencia y darle un merecido descanso a la razón, conjugar el “hubiera” con “lo voy a hacer”. Terminar de comprender que la próxima vez nunca es algo seguro y por lo tanto se debe vivir cada momento al máximo, descifrar el valor de cada cosa y persona alrededor evitando así más arrepentimientos, aprender a ignorar lo que la vida nos quita y empezar a darle espacio a las bendiciones que aporta diariamente, vivir cada momento, obstáculo, logro y meta pues cada uno forma parte del camino hacia el éxito, ser mi admiradora y mi mejor contrincante, crecer sin


límites ni bajo las líneas que la sociedad dibuja para mi vida, ser la mejor versión de mí misma y principalmente disfrutar de la vida en cada versión que se presente de ella. Seguramente si, por alguna inusual razón, tuviera enfrente de mí al COVID-19, en este instante, le gritaría, sacudiría y repelaría todo lo que me ha hecho, pero al cabo de un prolongado tiempo, como suele pasar, recobraría la paz, lo miraría a los ojos y comenzaría a agradecerle por todas experiencias que parecían imperceptibles en mi lista de deseos pero, sin embargo, merecían ser resaltadas y protagonizarla, por todos esos logros que parecían ser solo parte de ciertos sueños e incluso tras esto, llegaría a estrecharle la mano, pues solo cuando generó en mi vida la perspectiva de quitarme todo fue cuando realmente pude entender lo valioso de cada segundo, de cada latido, de cada sonrisa y de cada lágrima. A veces, en medio de mi tiempo libre, veo el mundo de afuera desde otra perspectiva, y mientras lo hago lo siento nuevo, como si nunca hubiera sido parte de él. He llegado a pensar que quizás esa sea la verdadera razón de mis lágrimas, quizás el simple hecho de no reconocerlo y no tener la oportunidad de conocerlo una vez más me tiene vacía, quizás el presentimiento de que cuando salga hacia él aprecié como ya solo es una mínima parte de lo que quedaba en mis recuerdos, quizás el hecho de que ya no es ni será lo mismo, que ha cambiado y que ahora habitaré una realidad tan distanciada a la anterior. Pero, quizás es por eso que dentro de un momento me siento en paz, porque después de haber enfrentado la primera mitad de la historia, automáticamente comienza a rebelarse la otra, una que indica sin indicio de error ni falta de exactitud que el cambio no solo ha tenido lugar en el mundo sino también en mí, ya no soy la niña del ayer, soy la del hoy y capaz la del mañana, ya no soy esa niña que era parte del mundo, sino la niña en la que el mundo es parte de ella. De modo que, cuando esto llegue a su fin y vuelva a sentir tu calor acariciando mi piel, continuar persiguiendo tu luna con la mirada y disfrutar el brillo de las estrellas desde tu cielo, es que te observaré con estos ojos que a pesar de poseer el mismo


color ahora contienen una mirada diferente; conversaré contigo con esta boca que aunque tiene la misma comisura ahora tiene algo distinto que decir; te saludaré con estas manos que aunque poseen la misma textura ahora perciben distinto; oleré tus flores con esta nariz que aunque sigue teniendo su perfil ahora distingue diferente; correré en tu pasto con estos pies que a pesar de tener la misma figura ahora tienen un rumbo diferente, saborearé tus frutos con esta lengua que aunque contiene su misma esencia ha cambiado de gusto y disfrutaré de tu atardecer con este corazón que aunque late igual ahora dispone de nuevos motivos. Embarcaremos juntos con lo que ya conocemos del otro y navegaremos hasta conocernos al derecho y al revés nuevamente. Nuestro viaje de descubrimiento aguarda por nosotros, mientras que nuestro cambio de 180 grados apenas comienza. Estimado COVID-19, has decidido dejarme una marca en el corazón y he decidido que en lugar de desprenderme de ella y desecharla, se convierta en un trofeo que me recuerde las pequeñas victorias que he vivido durante tu estadía y aquella que en algún momento guardo la esperanza que ocurrirá. He optado por sincerarme, por eso en este día te reprocho mis salidas, mi graduación, mi segundo hogar, mis XV, mis clases, mis fuentes de libertad, mis lugares concurridos, y asimismo te agradezco mi seguridad, mi familia, mi pasión, mi madurez, mi confianza, mi orgullo y mi crecimiento. No te he de negar que sigues siendo parte de mis peores sueños, que tu mención me provoca escalofríos y unos cuantos pucheros, pero ¿sabes qué? He aprendido a vivir con eso, no me esconderé ni esconderé mis sentimientos; el destino me ha traído contigo y a cambio he decidido aceptarte; tú eres mi nueva realidad y ahora más que nunca estoy lista para vivirla.


Collage de Alexandra Canto


Distanciamiento social M. German Rodriguez R.

Marcos no podría haber elegido peor momento para enamorarse de Sofía, ni siquiera aunque lo intentara. ¿Quién lo mandaba a verla por primera vez, en aquella fiesta el catorce de marzo del año maldito en el que vive? ¿Quién lo mandaba a hablarle, aun contra todo pronóstico de lo que hacía en aquellos eventos, por mero aburrimiento o por cansancio? ¿Quién decidía que no lo rechazara a la primera, que lo escuchara, que pudieran tener una conversación en la que intercambiaron números para seguir hablando? ¿Quién lo mandaba a esa cita acordada, eternamente postergada, desde que todo empezó? ¿Qué hará ahora, que sabe que esto va para largo y que teme por su vida y la de ella, a quien apenas conoce? ¿De qué le hablara mañana, ya que la conversación continúa por celular, aun con la posibilidad de verse el uno al otro, a pesar de la distancia? ¿Qué sucederá cuando se vean, de que hablarán, sabiendo que ambos tienen sus vidas en pausa por tiempo indeterminado? Estas preguntas invaden su mente, día tras día, hora tras hora, mientras ve como el tiempo pasa y la realidad no mejora. Habla con ella, pero ambos extrañan ver a otros en persona, y darse la oportunidad de conocerse de verdad el uno al otro. Y solo le queda, aferrarse a esa memoria del último día de normalidad, mientras espera como los demás, al final de la tormenta.


Primera hora M. German Rodriguez R.

Despierta muy temprano, y sale de camino al lugar donde debe estar. En el que está desde hace años, y en el que seguirá por un poco menos. No le preocupa que sea una hora en la que la mayoría de la gente duerme, desde que todo comenzó no sabe de qué se trata eso. Sube al transporte público, y ve como algunos lo evitan. El ambo blanco intimida, por supuesto, a todos los que no lo usan. El aprendió a sacarse el miedo del mismo casi desde que lo conoció; desde pequeño siempre quiso ser doctor. No se arrepiente en lo más mínimo de ello, aunque muchos dicen no querer serlo en estos momentos. Se sienta en un asiento que una señora con tapaboca le cede. Que en una mirada de aprobación silenciosa le da un reconocimiento que se agradece, aunque a veces sepa a poco. Aunque tenga que estar en varios lugares a la vez para poder hacer el mínimo. Quizás el fin del mundo termine por hacer que se les reconozca como es debido. Eso ocupa su mente hasta llegar a la estación en la que baja siempre, ahora más vacía que de costumbre, que lo recibe con un murmullo de lo que alguna vez fue un estruendoso sonido. Su mente no puedo o no quiere acostumbrarse a eso, por ello se repite que será temporal, y probablemente lo sea. Los libros de historia que supieron acompañar a aquellos con dibujos de partes de cuerpo así lo dicen. Camina en silencio, tranquilo, hasta llegar al lugar donde trabaja, que lo recibe repleto de personas y de gente muy preocupada, a quien debe dar tranquilidad por cosas que ni él puede comprender del todo, aun con su experiencia y experticia. Se pone entonces el barbijo quirúrgico, pues es hora de trabajar.


Despierto L. Balcazar

Despierto encarnado entre las alas de un jilguero que vuela raudo entre las hojas de los fresnos que, olvidados, crujen con el viento y reposan en silencio, inmutables para las aves que allí forman sus nidos, únicos testigos de la sinfonía que producen sus trinos. Siento el aire danzar entre mis plumas por primera vez en muchas lunas y, podría jurar que estaba al borde de olvidar cómo aprovecharlo pues, he volado a base de aleteos mientras trato de esquivar la espesa bruma que me apresa en solitario. Tras un rato volando, logro divisar la rama gruesa donde reposa mi sitio de descanso y sin pensarlo demasiado me precipito en picada buscando refugio antes de que el día se dé por terminado. Un último suspiro y cedo ante el cansancio. Despierto encerrado entre paredes de ladrillo rojo y rodeado por el humo de un cigarro extinto y, como primera acción, desenvaino otro y lo enciendo para fumarlo acompañado de mi botella de vino tinto. Corro las cortinas para ver el funeral del día que da paso al nacimiento de la madre clara, la cual me observa en compañía de sus hijos; pero, la cobardía que me atañe al sentir su vista me lleva a cerrarlas nuevamente para hundirme en la penumbra que una ascua moribunda rompe iluminando el humo. La lejana algarabía fallece, cede el ruido al canto del grillo y otras alimañas que me cantan en un idioma el cual no entiendo pero que mi pluma sigue en su propio tempo, creando un vals funesto que dura lo mismo al giro de una luna. Otra noche en la que la dama de plata me busca y no me encuentra gracias a mi huida de Morfeo, otra noche en la que la soledad me abruma y en la que mis paredes rojas son lo único que veo. El sol renace tras el bosque de los fresnos y revela el asecho de mi sueño esquivo así que, apago el cigarrillo y cedo al frío abrazo de seda donde yace mi cuerpo tratando de dormir antes de que las endemoniadas aves me lo impidan con su trino. Así, una vez rendido, vuelvo a despertar entre las alas de un jilguero.


En casa cerrada, Fo


otografía de Jorge García Escamilla


CONFINAMIENTO Claudia Novillo

¿Puedes decirme en dónde estás confinado? ¡Quiero hundirte allí, hasta que la oscuridad aparezca! Vives entre piruetas de temores que te persiguen, y que tocan los reinos de posible salvación… Ese lugar, es cual agujero de gusano … Allí el aire te falta, No puedes huir estás atrapado, ¡el confinamiento se te pegará al alma!, y volverá ceniza todos tus sueños, ¡te arrastrará hasta la desolación! tu existencia pende de un hilo… cuidado que él puede perforar tu pecho … Y que quizás un rayo de esperanza te libere del confinamiento…


LOS VIRUS SON INSACIABLES Claudia Novillo Los virus son como el llanto de los huérfanos, son llagas llenas de pus, como el delirio, son culpables de las muertes del amanecer. Están hechos de otros virus engañosos… causando síntomas letales, son malévolos entran por la respiración… ¡No puedes fiarte de ellos! ¡Causan mucho dolor! No hay vacuna para ellos, ¡somos sus esclavos sin querer!


EL COVID 19 Claudia Novillo Soy el Covid-19… y te enfermo con la boca, con los ojos y te dejo los pulmones putrefactos. Como virus soy un enigma y una realidad, No estoy vivo, pero tampoco estoy muerto, Soy el Covid-19, te enfermo como si fuera un cuchillo, y te asesino y me aferro a tu organismo, ¡acuchillo el aire que respiras! Te encadeno a tus cenizas… Y te voy destruyendo como un aluvión, Aún estás a tiempo…sálvate, ¡Tú posees la fuerza para lograrlo! Sé resiliente en estos tiempos virulentos…


FotografĂ­a de Demetrio Navarro de Ă ngel


Enemigo perfecto Demetrio Navarro del Ángel

La vida como la conocía habría de cambiar en unos cuantos días, pero Israel desconocía todo esto, se encontraba absorto en su micro mundo, imbuido por la cotidianeidad en la que deambulaba sin percatarse del radical giro que se avecinaba. En cierto modo creía en ese idealismo de sueños, ilusiones, y metas por cumplir. Era relativamente joven, bastante agraciado pero muy desafortunado en cuestiones amorosas. Salía cada noche a los bares de moda, para distraerse, matar el tiempo y la soledad que lo horadaba con la firmeza de una gota de agua. Cualquier dama que lo acompañara sería solamente para una entrega carnal, mañana al salir el sol se disiparían como sombras aquellos encuentros furtivos, no representaban más que una experiencia más, y eso se los aclaraba desde los primeros minutos de la conversación y coqueteo. Las semanas transcurrieron con esa parsimonia con la que suelen incrustarse. Vivía en México, y aquella pandemia de la que se hablaba se encontraba al otro lado del mundo. –¿Quién podría preocuparse por esa tontería? –se decía así mismo que era una reverenda estupidez. Después callaba a su conciencia como solía hacerlo, cuando algo le incomodaba. Aquella notificación que había recibido el miércoles dieciocho de marzo, indicaba que dejarían de laborar en las oficinas de aquella empresa y que todos quedarían confinados. Era una orden de los altos mandos. Era un giro drástico que tampoco alcanzaba a dimensionar con certeza, no le quedó más remedio que obedecer y llevar los elementos de trabajo que requería a su casa para desarrollar su trabajo como diseñador gráfico.


Las primeras semanas transcurrieron con cierta normalidad, hasta que poco a poco las calles se fueron volviendo desiertas; el aislamiento fue una realidad que paralizaba el encuentro con los demás. El miedo desnudaba la furia animal en cada uno de aquellos seres confinados, la otredad fue vista como una huella que te destrozaría. La oscuridad reptaba en el vacío de su casa. Después de realizar la rutina de su home office, la soledad era vapuleaba con la hipócrita sensación de las redes sociales y aplicaciones insulsas del momento; sentirse acompañado, auténtico y narcotizar la conciencia eran necesidades apremiantes. En la madrugada escuchó que las ramas del árbol rasgaban las paredes de su casa. Ya no era un niño, sin embargo Israel sintió un mudo escalofrío que hizo sobresaltar su corazón, dio unos pasos descalzos, encendió la exangüe luz del pasillo con las cuencas desorbitadas vio la sentencia de su reflejo que sonreía con malicia desde el espejo de cuerpo entero. Era una figura deshidratada, tenía una mirada maléfica, boca retorcida y un rostro repugnante. Paralizado como si estuviera en un trance no alcanzaba a comprender lo que estaba sucediendo. Aquel ser adquirió vida propia, salió del espejo y lo atrapó con la destreza de un pescador, para depositarlo en aquella dimensión. Siempre escuchó decir que era una provocación el quedarse mirando fijamente su reflejo en los espejos, pero lo había hecho una y otra vez durante los últimos cuarenta días y un poco más. Y por supuesto lo consideró también una estupidez de los adultos. El confinamiento resultó letal, había devorado a Israel con una suavidad extraordinaria.


Desagregación, Pintura de Andrés Camilo Rodríguez Yunda


No tengo a dónde huir Sara S.R. Serrano Recuerdo que antes de la cuarentena usaba despertador, ahora me levanto un par de veces antes de que empiecen a cantar los pájaros. He notado que los sonidos cotidianos han disminuido y se han vuelto más perceptibles otros; cabe decir que no vivo en una zona muy silenciosa, lo que me permite apreciar más los sonidos de la naturaleza. Lo primero que hice al despertar fue ver mi celular para estar segura de que todo estuviera bien. Abrí los ojos y tratando de no perder la noción del tiempo ni el ritmo de respiración intenté meditar. Es mi tercera semana tratando de formar el hábito; aunque debo confesar que me está costando mucho trabajo construir un momento de paz en mi mente. He traído en la cabeza durante varios días la idea de cómo nos estamos empezando a relacionar con los demás a través de las plataformas de comunicación; y de qué forma esto va a repercutir en la sociedad con la nueva forma de vida digital que se está creando. El contacto físico siempre ha sido parte de nuestras necesidades humanas, lo utilizamos para generar vínculos con las demás personas. Aunque me surge la curiosidad de pensar que si al estarnos acoplando a este nuevo mundo digital, ¿olvidaremos después los afectos, la compañía física y la presencia? Pareciera que algunos estamos invirtiendo más tiempo en esta forma de relacionarnos y esto de vivir sola hace que se extrañen más los abrazos.


En este aislamiento, he tratado de seguir un horario para no perder la noción del tiempo ni descuidar los compromisos. Pero siempre algo termina desviándose, he pasado semanas durmiendo entre dos a tres horas diarias; a veces porque no puedo pensar tranquila con mi soledad, me pregunto si esto también les pasará a todos o solo a mí… Sin ver la hora ya sabía que mi teléfono tendría mensajes, correos y llamadas perdidas qué responder. Entonces, prendí la computadora y empecé a trabajar si no lo hacía en ese momento, sabía que los compromisos se seguirán acumulando y así sin que me diera cuenta, ya habían pasado siete horas. Desde hace unos meses, se ha aprovechado la comunicación que es mucho más accesible gracias al Internet; sin embargo, siento que por eso se cree que también es un deber estar conectado todo el tiempo para responder lo más pronto posible. Me puedo imaginar lo mágico que ha de haber sido años atrás cuando se le escribía una carta a alguien. Estoy segura de que era un momento especial, pues se sabía que tardaría un tiempo en llegar a la otra persona y se pensaba muy bien lo que se mandaba; aunque por otro lado, las noticias urgentes no llegaban al instante oportuno. Decidí parar porque ya tenía hambre. Me gusta preparar la comida porque los gastos me salen mejor, cambio de espacio y descanso de estar tanto tiempo en la pantalla. Últimamente me ha gustado hacerlo en silencio, tanta videollamada me ha cansado hasta de usar audífonos. Extraño los sonidos de la naturaleza y también estar cerca de ella... La comida es una de las actividades que más he disfrutado, la combinación de sabores y texturas dentro de mi boca hacen que olvide que he estado tantos días en el mismo lugar. Como si los sabores hicieran que estuviera conectada a otros lugares.


¡Un momento!, hablando de conectados, no he revisado mi teléfono. ¡Lo sabía! se me olvidó conectarme hace 30 min a la junta, no respondí 2 llamadas y ya tengo más de mil mensajes en Whatsapp. Seguro ya me perdí el meme que mandaron en el grupo de Crossfit, los videos de los remedios caseros para el coronavirus en el grupo de la familia y la campaña estratégica del grupo de negocios. Los primeros días me sentía culpable por llegar 15 min tarde y no comentar el meme, el video o contestar 5 min después a la campaña. Como si el tiempo hubiera perdido armonía con lo que era antes. Me pregunto si esto en algún momento se detiene. Ahora, aunque solo han pasado algunos meses pareciera como si todo hubiera sido un recuerdo. Me imagino dentro de mí una balanza, en donde por un lado extraño los abrazos y por el otro quiero estar con mi mente en soledad. Estos días sin nombre y sin horarios han hecho que sienta que ya no sea dueña de mi tiempo. A veces me gusta imaginar que esta pandemia se presentó en el momento y escenario adecuado para cada persona, y que para sobrevivir a este proceso, además de tomar las debidas precauciones con respecto a la enfermedad, ha sido necesario el conocimiento personal, pues creo que es a partir de reconocer las propias necesidades que se puede encontrar un poco de tranquilidad dentro de este caos. Ni quiero ver el reloj pero por mis pies fríos, estoy segura que ya son más de las 3 de la mañana y aún me falta tanto que terminar. Por lo menos, ya no hay tanto ruido porque en las noches siempre pasan varias personas con altavoces vendiendo algo. Todos los días pasa el del pan, el de los churros, los helados y el de los esquites. Bueno, basta de plática y reflexión ha sido un día muy cansado, solo sé que tengo tanto sueño que podría evitar la cena. Solo me falta redactar este documento, subir un


video y ya me voy a dormir. Además mañana puedo prepararme un gran desayuno. Dejé la computadora trabajando toda la noche porque sabía que no iba a aguantar una hora más en lo que se subía el video. Me puse la pijama y vi la leche que había en el refrigerador, no tenía ganas de servirla en un vaso así que le di tres grandes tragos y sabía que estaba lista para dormir. Abro los ojos y todo empieza de nuevo los pájaros todavía no cantan, seguro me desperté antes, veo el celular para ver que todo esté bien y solo he dormido dos horas otra vez. No sé qué día es, no tengo a dónde huir...



Diseño y edición: Virginie Kastel Relatos de la cuarentena XI, Primera edición, 2020 © 2020, los autores © 2020, Tresnubes SAPI de CV © 2020, Universidad Autónoma de Nuevo León UANL Rogelio G. Garza Rivera Rector Santos Guzmán López Secretario General Celso José Garza Acuña Secretario de Extensión y Cultura Antonio Ramos Revillas Director de Editorial Universitaria Padre Mier No. 909 poniente, esquina con Vallarta Centro, Monterrey, Nuevo León, México, C.P 64000 http://editorialuniversitaria.uanl.mx/ editorial.uanl@uanl.mx TRESNUBES EDICIONES Reforma 427, San Pedro Garza García, C.P 62400 https://www.kichink.com/stores/tresnubes tresnubesediciones@gmail.com


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