Sobre Spectio de Rocío Cerón

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Sobre Spectio de Rocío Cerón Brenda Ríos Gabriela Galindo Melissa García Aguirre Luis Eduardo García Virginie Kastel y una entrevista con Mónica Maristain



"...Rocío Cerón, con Spectio, provocará su más indómita imaginación", Élmer Mendoza, extraído del texto "¿Quién le teme a las mujeres?" El Universal, 05 de marzo de 2020



Spectio, Rocío Cerón

Serenidad y tregua Por Brenda Ríos Existe un viaje. Uno que es difícil de lograr porque no se sabe cuándo comienza y cuándo acaba. Es un viaje hacia un paisaje tan abstracto que podemos tenerlo enfrente y no reconocerlo. O, lo que sería peor, confundirlo con algo más. Una piedra es un vaso. Una ventana es una cama. Una naranja es una mujer que en este instante toma el sol en una arena blanca, blanca y calcinante. En una lección de idioma hay un ejercicio que amaba hacer porque ponía en juego todo el sentido de la lógica: pan-mantequilla, vaso-leche, barco-mar, árbol-bosque. Ese ejercicio es tan válido para probar la manera en que conectamos conceptos que se incluye en muchos exámenes psicométricos. Uno de los mejores reactivos que tuve que marcar era “Siento que el diablo me persigue” y las casillas incluían: “siempre, a veces, nunca”. De ahí el examen desarrolla la relación entre pájaro-nido, madera-árbol y demás sustantivos que deben estar ligados a otros por una lógica establecida por hábito, por lenguaje y por destino natural. Un tomate es un tomate porque es un tomate. A rose is a rose is a rose y así sucesivamente. ¿Y si un tomate es una nave espacial y las semillas son marcianos hechos pequeños para observar primero la tierra donde crecen y luego la ensalada verde donde irán a parar? Una papa es una papa pero mira, en Perú hay 5000 especies distintas del mismo tubérculo. ¡5000! 5000 posibilidades de un solo objeto duro, terroso y que, con agua hirviendo por mi-


nutos, cambia de textura y se vuelve suave, generoso. Entonces una papa no es una papa, es la historia de un país y de la supervivencia de modos de cultivo, de cierta agua, de cierto clima, de ciertas manos y ojos hechos para distinguirlas, separarlas, nombrarlas. Nada tiene sentido. Pero sí lo tiene. Pensemos un poco. Y si uno acaso pusiera papa-casa-incendio-estallido-fuego-lengua-estómago-dedo meñique. O mejor así: país-hombre-perro-mujer-ave-cielo-fortaleza. La escena poética es ésta: una mujer entra al mar. Pero la mujer no entra, la mujer lleva piedras en las bolsas de un pantalón que no sabíamos que tenía. La mujer se entierra en el agua. Voluntariamente. Flota un instante y cae por su peso y por las piedras. Ella es su túmulo y su peso. Rocío Cerón logra en Spectio algo que resulta un atrevimiento: la incomprensión. No quiere ser transparente ni busca la claridad. Su poesía es una habitación con cortinas negras, como si la durmiente tuviera migrañas y sólo así concibiera el sueño. La luz no lo es todo. Pero la oscuridad no es total y es en esos matices de negros/grises/fisuras apenas iluminadas con luz suave donde me quiero detener. Cerón es la Derrida de

la poesía mexicana: no es leerla lo que cuesta sino comprender que su lenguaje no está hecho de una sola cosa. La palabra no es suficiente, se necesita la voz, el tacto, lo sonoro, el ruido de la calle. Su obra es una ceremonia oscura, un rito estridente o una voz apenas audible. Lo que busca es hacer un cuerpo. Y hacer de ese cuerpo algo visible, audible, con ojos por todas partes. Un cuerpo-sonido-hembra-deseo-ruinas-piedras-cera que se derrite en un cirio antiguo. A lo que ella nombra literatura expandida yo le llamaría literatura de análisis espectral. Un analizador de espectro se define así: un equipo de medición electrónica que permite visualizar en una pantalla los componentes espectrales de frecuencias de las señales presentes en la entrada, pudiendo ser ésta cualquier tipo de ondas eléctricas, acústicas u ópticas. Esto, palabras más, palabras menos, es Spectio: un equipo que busca medir ondas sonoras, visuales, hechas de electricidad. Cerón es una pionera de la poesía que no es poesía o que es más que mera poesía en el término tradicional (entendida


la tradición como el conjunto de normas y convenciones al respecto de un sistema de escritura). Una poesía juego, sube y baja, columpio, resbaladilla. Es un objeto cerrado, pero no una caja: es poliédrico. Un conjunto de experimentos visuales, geométricos, un juego de luces y una voz que baja y sube los decibeles. Se sabe que ama la experimentación, la alquimia misma, y logra una arquitectura de la forma y el lenguaje. Improvisa como músico, se equivoca y vuelve a empezar. No tiene la disciplina de un artista dedicado sino de un deportista olímpico. Ensaya, repite, repite, repite, tropieza, vuelve a empezar. De eso se trata. Un cuerpo es entonces una oreja inmensa. Una lengua inmensa. Una mano, una vagina, un vientre y un receptor de onda corta; un cuerpo es vitrina, espejo y estanque con peces japoneses. Todo eso es un cuerpo. Algo vivo, que tiene un sonido y un pulso. Movimiento. Tierra. Agua. Estamos hechos de materia. No podemos entonces evitar ser seres enteramente físicos: qué hay dentro de la cabeza, se pregunta Cerón. ¿Cómo aprendemos a formar recuerdos? ¿Qué son las neuronas? Las imágenes, ¿cómo se forman dentro de uno? ¿El árbol que vemos es el mismo que ve el otro? ¿El color del suéter es rojo o carmesí o rojo sangre? ¿El vino, la sal, las uvas, el pastel de crema sabe exactamente igual para mí que para alguien más?

Describir es nombrar. Y es acotar el mundo. A veces el mundo mide 45 metros en un departamento. A veces el mundo es un jardín extenso con árboles frutales. Qué hace eso en nosotros con relación al espacio, la vida interior, los conceptos que tenemos de las cosas. Ésas son las inquietudes que me planteo ante un libro-idea-cosa tangible color gris-claro-blanco degradado con cuadros negros como marcos que se repiten en la portada y, hasta abajo, casi como si se les hubiera olvidado, el nombre de la autora. Cerón tenía, desde siempre, quiero pensar, una curiosidad exclamativa, de niña nueva, de persona nueva o de extraterrestre, que es casi igual. Sus burbujas sonoras son un poco un reflejo de un planeta que existe en concordancia con lo que hay dentro de esa cabeza: serenidad, espera, ruido blanco, serenidad de nuevo, pasos que se oyen al final de un corredor, voces, árboles, todo y nada; lo abstracto y lo concreto, y una ligereza especial/espacial/hecha de pétalos/ escamas de diente de león. Todo está hecho de partículas, todo, todo, todo. Porque el lenguaje, aun si no alcanza a nombrar, se esfuerza y se estira


y llega a 45 grados, a 360 grados. Es inflamable, es etéreo, es algo que vuela de modo hermoso hasta que la escopeta acierta el tiro y el lenguaje cae, herido en algún bosque, y el perro corre y lo toma por el hocico, orgulloso el perro y el amo, y la escopeta cierta. Lo que Cerón logra en Spectio es una deconstrucción de lo que se ve y lo que toca. Los que tienen oídos comprenderán que un libro también es un altavoz, un claxon, un arma, un cuerpo abierto. Un libro es deseo de penetrar y ser penetrado. Tocar al otro. Lamer al otro. Estar ahí, nada más, a veces ni siquiera tiene que decir algo. La comprensión está sobrevalorada y querer comunicar es algo sobrevalorado. La poesía es ese pajarito en la orilla de la playa, tímida pero terca, que quiere y no quiere mojarse.

un color, en un tono de luz, no en el cuadro entero porque el ojo no atina a abarcarlo. Medimos las cosas con los ojos, las manos. Cerón insiste: va más allá. Oye, camina, no pienses, oye de nuevo, regresa; la mente debe ser algo que se sumerja en la alberca sin saber nadar.

El reto está en dejarse llevar. No querer entenderlo todo. Flotar, detenerse en algo, una imagen, una palabra. No entender. No “entrar” a lo que la mente reconoce o cree reconocer. Leer a Cerón es sentarse en la banca del mu- Publicado en la Revista de la Universeo y ponerse a mirar el cuadro sin sidad de México, febrero de 2020. verlo por completo, concentrarse en



Spectio o de la que observa Por Gabriela Galindo

Cuenta Carl Jung que, para escribir el prólogo del I Ching, sien-

do que la cultura china y su lengua no eran, en lo más mínimo, su especialidad, decidió que el propio libro le fuese dictando qué decir. Así que tomó unas monedas, las lanzó al aire repetidas veces y dejó que el gran Libro de las Mutaciones hablara por sí mismo. A manera de remedo de esta técnica, dado que solo soy una humilde lectora, pero no poeta, tomé el libro de Rocío y comencé abrir páginas al azar, dejando que mis ojos se detuvieran en algún verso y de cada verso tomé unas palabras; del conjunto de palabras seleccionadas, salió este texto. Así que, antes de leerlo, debo confesar que, mucho de lo que aquí digo es lo que ya está dicho — y de mucho mejor manera— en este nuevo libro de Rocío Cerón, titulado Spectio. Spectio no solo es observar, es el derecho que tenemos a la obsevación. Es el manifiesto de una Observante, que espía, espera, mira y contempla; la observante va dejando marcas con palabras que hasta en sus silencios suenan y nos conduce a un mundo habitado por personajes que se miran a sí mismos y miran a los otros. Es la mirada lo que hace al mundo y, como decía Platón, sólo la belleza se muestra refulgente en la medida en que es captada por la vista.


Spectio son paisajes sonoros llenos de piedras, hierbas, techos, pisos, paredes y ventanas. Y grietas, muchas grietas; cada grieta es como una herida. Spectio es un libro lleno de heridas, heridas que han sanado y heridas abiertas. Nos deja sentir esa herida de la orfandad fosforescente, esa herida visible del abandono, de la pérdida. Por momentos es casi posible escuchar a tramos los quejidos escondidos tras los cantos, como ese río que lame heridas, o esa luz sin sombra que se vislumbra en un gran estruendo de voces. Escuchamos el lamento en la volcánica mano que sostiene un cardo herido. Pero no todo es llanto, Cerón nos hace viajar por espacios que igualmente pueden ser bosques y praderas. O edificios y paisajes de concreto que contienen muros que nos detienen para no desbordarnos, y detienen a los otros para protegernos de nuestros temores y recelos. O de pronto, nos hace detenernos en un pequeño parque donde tímidamente se asoma una ardilla; pero estos espacios, siempre serán íntimos, detenidos en momentos, sugestivamente personales, que construyen los andamiajes y las nervaduras del placer. Su poesía es una disolución entre la voz de la poeta y la voz de los otros, o de algunos de sus otros que son también ella misma. Es un solo ser, que es a la vez uno y muchos distintos, es la voz de la niña que ya no es y sigue siendo. Cerón convierte a la mirada en un acto subversivo que no sólo nos acerca al mundo para reconocerlo y discernirlo, sino que lo despedaza y lo suspende en el tiempo; cerrar los ojos no ayuda a levantar el derrumbe, Rocío hace de lo visible un campo imaginario donde lo antes no visto, es ahora visible dentro de la gran paradoja de la ceguera del verbo y la palabra será la materia con la que figura y desfigura la naturaleza de las cosas. Spectio son bosques de eucaliptos y aquitecturas urbanas; y también es el cuerpo, siempre el cuerpo; es la carne y los huesos,


huesos rotos, pulverizados, desplazados, es la sangre y es la piel. Todo es sensualidad en ese cuerpo que se siente en la intimidad de la luz. La voz poética de Cerón va formando articulaciones verbales, como si las palabras fueran los huesos del esqueleto de nuestras emociones. Las imágenes que acompañan los versos, son como breves respiros, que ayudan a marcar el ritmo de la lectura: formas geométricas, colores, líneas, caras, pero sobre todo, texturas; desde la textura de las piedras, de la hierba, y de la luz, hasta la arruga de la ropa al colocarla en una silla. El mundo es como un gran monumento tatuado y Rocío nos lleva a la observación detallada de cada uno de estos pequeños tatuajes de la tierra. En lo íntimo de la piedra todo es luz y todo es sombra, son sueños y ruinas; y son las ruinas de lo que hemos construido, Cerón nos hace un guiño a través del vidrio manchado, entre el amarillo, el rosa y el verde de las páginas y a lo lejos escuchamos la risa disonante del loco. Spectio es tan pausado como acelerado. Por momentos parece que nos conduce hasta la punta de un risco de infinitos paísajes; nos guía lentamente hasta al borde del verso y, de pronto, estando en el límite del precipicio, nos empuja al vértigo del vacío de la palabra para dejarnos caer hacia lo más profundo de nosotros mismos. La poesía es un reflejo de lo que somos y el reflejo está contenido en una caja infinita es una gigante Matruska que nos contiene a todos y a todo; y contiene también toda su poesía. La poesía de Cerón es un gran verso que contiene otro verso más pequeño, que a su vez contiene otro y éste a otro; así, hasta llegar a la palabra, como ese pequeñísimo elemento que a su vez conforma todo su universo poético. Parecería como que en la palabra está


contenido el mundo entero, y en la palabra, está la posibilidad de imaginarlo. Cuando yo era niña, mi hermana y yo jugábamos a repetir una palabra durante varios minutos hasta que la palabra comenzaba a perder su sentido y se convertía en un juego sonoro que nos mataba de risa, por horas nos carcajeábamos con palabras como jerga, ombligo o bolillo. Sucede pues que, cuando una palabra pierde su sentido semántico y se vuelve in-signicante, es arrancada de su referente y adquiere tonalidades nuevas, distintas; y cuando se “oye” con todo y sus silencios, con sus colores y con sus figuras, entonces se nos abren las puertas de la totalidad de nuestros sentidos. Las palabras se convierten en móviles de percepción en sí mismas, como pequeños trozos del mundo que nos permiten atisbar sentidos ocultos contenidos en la propia palabra. Eso hace Rocío cuando la escuchamos en esa repetición rítmica, atonal, sugerida en todos sus textos, cada verso, y casi cada poema, puede ser leído y releído ininterrumpidamente como una especie de mantra del lenguaje Repetición de usos y costumbres. Repetición de pasos… repetición del encuadre. Repetición de uno mismo, del otro y del mundo. Nos repetimos para no ser los mismos, nos repetimos para cambiar. Y así, Cerón le cambia el sentido a las palabras, a las frases, al mundo… repitiéndolas. No importa si son escritas, habladas o cantadas, Walter Benajmin atinadamente nos dijo que todo en el universo se comunica con palabras, porque todo en él se expresa, porque todo en él habla. Todas las cosas poseen un lenguaje y hablan un lenguaje. Así, todo lo existente, todo lo que es, se dice a través de la palabra. La palabra de Cerón es fuego y es agua y es viento, su palabra


es la tierra que permanece y se permuta hasta el infinito. Arde todo arde, el fuego no es creado, siempre fue y siempre será, como ese principio de constante cambio que experimenta el cosmos. Rocío hace de la palabra la materia con la que va delineando las formas de su universo poético y la forma es también la esencia, es el alma de las cosas. Cerón observa, escucha y habla, dejando huellas de emociones desnudas, desatadas, a través de metáforas, jugando a expresar la estructura inasible de lo real. Spectio es una invitación a pasear por caminos imaginarios, delicadamente íntimos, donde todo es silencio, salvo el suspiro de la cueva.



"SPECTIO" poesía siliente de la observante: Rocío Cerón Por Melissa García Aguirre Nos tensamos en el acto de elegir lo que miramos disolverse. Si alguna vez durante la infancia entraron a una tienda de telas y se metieron a jugar en esos pasadizos ondeantes, quiero decirles que esa es la sensación inicial al leer este libro. Ir pasando entre filtros lisos, gruesos, delgados. Sentir que cambias de era o territorio entre los tejidos. Placentero como pensar que puedes regresar al vientre materno y jugar a volver a salir y jugar a volver a entrar, pero sin el dolor, porque ya lo pasamos o eso creemos. En Spectio, Rocío Cerón devela transparencias que nos ubican entre adentros y afueras: alumbramientos. Nuestro cuerpo se mueve así, dice la observante, en un fenómeno que está siempre reiniciando. Cada vez que giramos el ángulo se modifica, el ojo y la lengua enfrentan una nueva pugna: distinguir otra vez la figura del fondo, otra vez un objeto en el panorama, otra vez la mirada y el lenguaje juegan a reconciliarse.


Cuál es el tiempo de estas muertes-nacimientos, su ritmo, se pregunta Cerón en Spectio. Ni la naturaleza, ni las imágenes que hemos construído a través de la historia responden por completo. Pero Rocío persigue ángulos como pistas. Goza en cada doblez que identifica en el espacio y donde ve un línea recta es ella quien flexiona el paisaje, la que invierte el punto de fuga. Cerón no ignora la colisión que se enfrenta al final de TODAS las derivas, los incendios. Pone los ojos en las formas intermedias de las brasas antes de extinguirse y las convierte en nomenclaturas. Secuencias de cristales para poner entre los sentidos y el mundo, entre la vista y el gusto. Su mirada es tan análitca y erótica como política, porque ella observa y habla con toda la cuerpa: los dientes, la cadera, la sangre. Acusa a la tiranía de causar ceguera y se resiste construyendo túneles de lentes para conectar con los otros, plantas, minerales, animales, para estimular el movimiento, re-nombrarnos. La historia de las cosas es la historia de los ojos: las lenguas y las razas, una historia en silencio que sin embargo tiene un ritmo, visible entre sedimentos.



Nueve notas a partir de «Spectio» (2020), de Rocío Cerón Por Luis Eduardo García

1. En 2006, Jean-Luc Nancy dio una conferencia en la Academia de Bellas Artes de Brera, en Milán. En ella, habló acerca de la actualidad del arte, haciendo énfasis en su capacidad de “abrir el mundo”. ¿Y qué cosa es este “abrir el mundo”? A resumidas cuentas, añadir posibilidades de sentido a una realidad bombardeada todo el tiempo con significaciones dadas. Últimamente, al leer la poesía escrita en nuestros días, vienen mucho a mi mente estas palabras de Nancy. Y es que buena parte de la producción poética que consigue hacerse un hueco en las publicaciones y editoriales actuales, al menos en México, parece estar más preocupada en conservar ciertas formas que tuvieron su auge hace sesenta o setenta años, que en moverse a la par del lenguaje (que jamás se detiene). Entonces me pregunto si no sería buena idea dirigir las palabras de Nancy hacia la escritura poética. Es decir, pensar la poesía no como máquina productora de significaciones dadas, sino como potencia capaz de abrir el mundo.


2. Además del ensayo de Nancy, hay otro texto que no deja de rondar por mi cabeza como una abeja persistente desde hace algún tiempo. Me refiero a “El rechazo al cierre”, de Lyn Hejinian. En él, la poeta norteamericana distingue entre dos tipos de poema contemporáneo: el abierto y el cerrado. El poema cerrado es aquel que plantea deliberadamente una lectura unívoca, sin ambigüedades, disponiendo sus recursos de modo que no queda espacio para los desvíos. Es un texto que, podría decirse, da la espalda a la mutabilidad del mundo y del lenguaje; que busca no corresponder al movimiento de ambos. Por otro lado, el poema abierto va precisamente en contra de la univocidad, de lo delimitado; lo que busca es crear huecos en los que lo no controlado tenga lugar; sembrar ambigüedades en lugar de segarlas. Es un tipo de poema que ilustra el dinamismo y la maleabilidad del lenguaje actual. Los poemas de Spectio pertenecen justamente a esta última clase. Se trata de textos que, más allá de sus particulares intereses, dicen algo sobre la apertura y la multiplicidad. No nos hablan de certezas, no definen. No hay una vía correcta para su lectura. Parte de su fuerza proviene de su capacidad para abrir diversos caminos y brechas, en los cuales podemos perdernos. Cito: Deviene arena vacío desnudo gris Irlanda raíces meseta insecto rostro sin sentido hierba rojo cadmio mirada prismática red vertical de gozo boca azul turquí leche derramada soplo negro brea abertura legajos follaje espeso proa ruido movimiento lento humo cerusa cabeza inclinada sobre hombro. Fin de la cita.


3. Los budistas theravada de Sri Lanka tienen una ceremonia a la que llaman netra pinkama o «ceremonia del ojo», que destaca en forma radical su creencia en los ojos como puntos focales de concentración de energía. Durante este ritual hacen una estatua completa de Buda, pero no pintan los ojos hasta el final. Cuando realizan este último paso es como si trajeran la estatua a la vida. Momentos antes la efigie era como cualquier otra: un bulto material inerte con la forma de una figura humana. Pero tan pronto como se le dan los últimos toques a los ojos comienza a ser tratada con reverencia. Los ojos la han consagrado. (Francisco González Crussí. Traducción de Liliana Andrade Llanas) 4. Spectio es, en buena medida, un libro sobre la mirada, sobre el acto de ver. Mezcla de juego de enfoques y desenfoques, de catálogo de objetos, de bitácora de la construcción de la subjetividad a partir de lo mirado, es, en suma, una ceremonia del ojo. 5. Nunca miramos solo una cosa; siempre miramos la relación entre las cosas y nosotros mismos. Nuestra visión está en continua actividad, en continuo movimiento, aprendiendo continuamente las cosas que se encuentran en un círculo cuyo centro es ella misma, constituyendo lo que está presente para nosotros tal cual somos. (John Berger. Traducción de Justo G. Beramendi)


6. Y por momentos, la sensación de que Spectio busca dar cuenta de la desaparición, de lo que se pierde. Mirar entre resquicios lo pasajero, escribe Rocío. ¿Y qué es lo pasajero? Todo. El torrente entero de lo percibido. 7. En la página 55, un verso que es un golpe en la cabeza: Compartir el miedo como moneda de cambio. Cercano en carácter al legendario lunes: bodegas vacías, la rata deviene moneda corriente, de Zbigniew Herbert, el verso de Rocío dice más del punto en el que nos encontramos ahora como colectividad, que muchos poemas deliberadamente políticos que aseguran no tener palabras para el dolor, de una forma sospechosamente parecida a la del que habla para decir que está callado. 7b. De una mano a otra, de un bolsillo a otro. Nos impregnamos de su olor, nos acompaña. 8. Uno de los textos cierra con estas palabras: Lenguaje sentimental acribillado. Pienso en las advertencias que preceden a los avances de las películas: Desnudos ocasionales, uso de drogas, violencia moderada. El tráiler de Spectio tendría que decir: Lenguaje sentimental acribillado. De ese modo nadie podría decir que le vieron la cara. 8b.


No hay entre las páginas de Spectio un lirismo sentimental, un lirismo al uso. Lo que hay son restos, retazos líricos aislados. El lirismo como como astilla incrustada en otra cosa. Es por eso, justamente, que funciona. Ya no es posible, creo yo, un lirismo como organizador absoluto de la fuerza de un poema. Existieron las vanguardias, existió John Cage. También los L=A=N=G=U=A=G=E poets, Juan Luis Martínez, Susana Thénon. El mundo arde. No es posible. La lírica es necesaria, por supuesto. Y lo seguirá siendo. Prescindir de ella sería cerrar el horizonte a la emoción. No es ese el camino. Hay que buscar en Armantrout, en Christensen, en Elvira Hernández, en Rafael Espinosa. Poetas que saben dosificar la emoción, repartirla como brillos breves que se convierten en picos de intensidad, vadeando así lo meramente emocional. 8c. Eso sucede también con la escritura de Rocío. El lenguaje sentimental es acribillado, sí, pero un pulso lírico se enciende por lapsos cortos como una luciérnaga o un foquito chino. Nos endulza un poco los labios y después desaparece. 9. Spectio es un libro complejo y actual, que nos recuerda que la poesía está también para retarnos y para confundirnos. Para que el lenguaje nos muestre sus posibilidades.

Publicado en la revista Vallejo & Co, el 14 de marzo de 2020.



MIRAR A LOS AUSPICIOS Por Virginie Kastel

Nos dice la definición que Spectio -que es una palabra latín- significa: (el derecho a) mirar a los auspicios, los auspicios siendo las señales que, en el comienzo de una actividad, nos dejan presagiar su resultado. El presagio de los auspicios es una de las actividades del aparato de la visión, del campo de acción y de interpretación de lo óptico, o de la sublimación del mismo. Por otro lado, lo que se busca al poner atención sobre las señales es encontrarse con los signos. Lo muy interesante de este movimiento y esta interacción, es que al prestar atención a los signos, uno necesariamente sale de sí para asomarse sobre lo exterior, al mismo tiempo que conecta o hace palpable la unión con el exterior, quizá mejor dicho crea un no-plano de diferenciación entre lo anterior y lo siguiente. Esto tiene una implicación sobre la temporalidad que se crea. Si los planos son in-

diferenciados las temporalidades también. Es decir, puede convivir una imagen del futuro con una del pasado porque el signo es un boleto de entrada a una experiencia que abarca una temporalidad en capas, por así decirlo. Eso parece un poco abstracto, pero si han leído el libro, creo que saben ya a donde quiero llegar. Quiero insinuar que Spectio no solo es el resultado de un trabajo en el que mirar nos conduce a ver, sino que nos muestra “cómo” sucede la lectura de los signos: desde una entrega a lo invisible y a lo vivido, más precisamente a lo inminente de lo invisible. Si lo pensamos, mirar a los auspicios es cazar un indicio que es tan imperceptible como inminente, que está en un suceso entre el devenir y el acontecer, y que precisamente está siendo captado por la palabra. Y ahí, podemos interrogarnos si es que la palabra anticipa la expe-


riencia o la verbaliza interpretándola. Y supongo que esta pregunta es tan ontológica como el habla y el lenguaje en si mismos. Y eso también me parece importante mencionar porque la poesía de Rocío Cerón nos obliga a escuchar su eco, nos muestra que la palabra viene de una escucha. No sé si se pueda decir que en la poesía la escucha se sitúa siempre un paso previo a la vista, pero digamos que en este libro sí mientras que la vista está en el centro de su problemática, y por lo mismo deviene sustancia en tanto es tratada como materia y no como herramienta, fin o medio.

El libro de Rocío no sería lo que es sin la visión de su diseñadora, Verónica Enenkel, porque ella tradujo cada sensación de la letra al formato del libro. Y es por esta razón que leeré unas palabras que Verónica escribió acerca de su aportación: Al leer los poemas de Rocío las imágenes que me alcanzaban eran las de acercamientos de algo que resonaba a naturaleza, materia, construcciones (desde una perspectiva muy personal pensaba en una bosque visto con una lupa); formas descritas desde su detalle y no su totalidad. En sus descripciones se dejaban ver los colores de aquellos. La mirada de Rocío era para mí una cámara, que iba acercándose Por otro lado, en un libro de arte, se cada vez más, hasta microscópicamente trata de encontrar la forma que preci- a estos objetos, para después volcarse sa el contenido que lo traduce. No es en los colores y texturas depositados una lectura, no es una interpretación, en texto; por eso la neutralidad de la es una traducción. ¿Por qué es una portada y las figuras abstractas que traducción? Porque es un pasaje a otro significan un acercamiento cada vez lenguaje. Es una equivalencia con los más profundo. mismos medios pero con otro soporte. Si digo esta palabra, entonces esta Al plantear una realidad material, palabra tendrá una imagen y un papel, miramos al objeto más de cerca, no y una tipografía que mejor la comusolamente a la gama de colores que nica. Esto es muy importante para mí, eligió Vero que son pasteles y terrenaporque es lo que se desarrolla cuando les, sino también cómo aparece en la hago publicaciones, y con este comen- relación entre las imágenes y el texto tario quiero hacer ver que el papel del la relación entre materia y modernidiseñador es decisivo en un libro en dad, arquitectura y estructura, paisaje el que dialoga la imagen con el texto. y tiempo, origen y fin (que me pare-


cen claros en la última parte del libro en la que sentada en casa Barragán, Roció se presta tanto a la inmersión como al automatismo y lleva al situacionismo de su libro a un apogeo espiritual de hojas sueltas y de poemas frases que precisamente ponen en un plano de equivalencia (lo que yo llamo traducción) al espacio y a la presencia de la memoria en el presente que es la definición exacta de la nostalgia y que recurre toda la obra de Barragán. Ahora afirmaré que Rocío es una poeta de la lectura. Me parece que lee todo el tiempo. Aclaro que para fijarse en los signos hay que ser lector. Es así que Spectio es el transcurso del tiempo de una vida que busca caminar sobre sus pasos, que atraviesa paisajes apocalípticos y devastados, que en otros momentos captura fragmentos de la historia personal en la que hay amor, encuentro, fusión, desencuentro, deseo, lectura. Mucha lectura. El mismo libro comienza con la resonancia de la propia palabra que hace su camino a la verbalización, aglutinándose sobre las

cosas, al nombramiento de un “tú” que irrumpe la descripción, de la presencia del cuerpo y del pliegue, de la historia, de un todo que es arqueología y nombra Egipto y el Renacimiento, para llegar a mirar transcurrir la luz del espacio de un arquitecto devoto. Spectio es un libro tan complejo y maduro que es hasta problemático sintetizar porque pide la expansión y el desarrollo al análisis. Arborescencia, Miiundasïkantani 25 nomenclaturas para nombrar un paisaje, incisiones, materialidades subversivas, intervalos en el espectro visual 8 movimientos de una cavidad), observante. El programa en capítulos de Spectio es ensayístico y abarcador, su vocablo lo refleja y su intensión de sumergirse en lo inminente y lo invisible hace que Spectio termina entrando en la conciencia por el eco de la poesía que es sonoro y más lejano que el punto de vista que es visual, y entonces es más profunda la premonición del acontecer. Y creo que esa premonición del acontecer como amenaza material es realmente el corazón de la obra de Rocío Cerón.


Rocío Cerón en entrevista con Mónica Maristain


Guadalajara, Jalisco, 5 de diciembre (MaremotoM). ¿Cuántas palabras caben en Spectio? Por lo pronto es el nuevo libro de Rocío Cerón, publicado por Tresnubes ediciones y la Universidad Autónoma de Nuevo León, un trabajo que busca y encuentra el espectro de un paisaje, el espectro propio, el espectro de una existencia marcada más allá del ruido. ¿Cabe el poema en un poema? ¿Estos son haikus? ¿La poeta es quien es testigo y al mismo tiempo protagonista de una gota en el vacío? Muchas preguntas rodean a este libro que Melissa García Aguirre define así: “En Spectio, Rocío Cerón devela transparencias que nos ubican entre adentros y afueras: alumbramientos. Nuestro cuerpo se mueve así, dice la observante, en un fenómeno que está siempre reiniciando. Cada vez que giramos el ángulo se modifica, el ojo y la lengua enfrentan una nueva pugna: distinguir otra vez la figura del fondo, otra vez un objeto en el panorama, otra vez la mirada y el lenguaje juegan a reconciliarse.” “Arborescencia, Miiundasïkantani25 nomenclaturas para nombrar un paisaje, incisiones, materialidades subversivas, intervalos en el espectrovisual, 8 movimientos de una cavidad, observante. El programa en capítulos de Spectio es ensayístico y abarcador, su vocablo lo refleja y su intención de sumergirse en lo inminente y lo invisible hace que entre en la conciencia por el eco de la poesía–eco sonoro, más lejano que la perspectiva visual–, entonces


es más profunda la premonición del acontecer. Y creo que esa premonición del acontecer como amenaza material es realmente el corazón de la obra de Rocío Cerón.”, ha escrito Virginie Kastel. Nos hemos encontrado con la poeta de Spectio y de libros como Diorama en la Feria Internacional del Libro en Guadalajara, para hacerle preguntas y hablar sobre este trabajo maravilloso. –Spectio tiene la primera parte un poco visual, luego va al poema. –Por lo menos en algunas series, porque son como series, que están reunidas bajo el nombre de espectro. Muchos están escritos como poemas, pero Miiundasïkantani es un trabajo encomendado al espacio de la sala de arte público de Siqueiros y en ese caso puede ser. En el caso de Barragán, corresponde a la residencia que hice durante nueve meses a la casa de Luis Barragán, como una forma de escribir de estar en la casa y el espacio para entender el ejercicio de la observación. Y de la escucha, porque lo que me pasó en el acto de la escritura, iba escuchando, una observación retiniana, donde el ojo y el oído estaban en una comunicación mutua. –Si no te conozco, no tengo ninguna referencia tuya, me encantan los versos en los que vas volcando palabra por palabra… –Es así absolutamente. Me gusta mucho pensar en la trama y en la urdimbre de los tapices afganos, como esta


capacidad que tiene el verso y el poema de ir urdiendo entre distintos significados y distintos niveles. En mi caso, en Spectio, hay muchas capas, como una suerte de Matruska, pasando también por los espacios de silencio que hay entre las formas, se parece mucho a esta idea que hay entre la palabra y los vacíos y los silencios en la Torá. En la residencia que tuve en la casa pude percibir un sentimiento de humildad que Barragán tenía frente a su propia mortandad, estos poemas tienen eso: esa capacidad de encuadrar el oído para escuchar el paso mínimo del agua y el despliegue minúsculo de unas hojas o una planta hasta escuchar el gran ruido del mundo. –La poeta aquí es testigo, pareciera ser que no hay sentimientos autobiográficos, ¿es así? –Sí y solamente las cursivas son las partes más emotivas. Tienen que ver con un interlocutor. Hay una parte que dice: “Por ti daría hasta la última gota de mi cuerpo”, que es hablarle a alguien más, que es quien atestigua la mirada del observado. Es como una poética del susurro que habla de esa parte emotiva que también existe en el libro. –Hablas de la forma de un paisaje… –Delineas un paisaje, me gusta mucho esa pintura y el tránsito del ojo a ver una pintura por ejemplo de Turner. ¿Qué esconde en realidad los paisajes? Los paisajes de Turner o de Velasco también son paisajes interiores. Algo que me gusta mucho. Lo que mira el paisaje de la naturaleza es el paisaje interior. Mientras estaba en la casa de Barragán me parecía estar dentro de un cuadro de De


Chirico, claro, con esa cosa mexicana de Barragán, como que esta cosa modular, compartimentada, llena de luz, donde cada objeto te contaba su historia y en su conjunto hacía una especie de narrativa espacio-temporal. La casa palpita todavía en la estética de Barragán. Hay otros poemas que hablan de la Casa Universitaria del libro de Nuevo León, que se levantó como una pieza pentagonal para las personas que vivían ahí, porque la casa fue construida por un masón. ¿Cómo ese observante dialoga con las capas de la historia? –Cuando dices paisajes y poemas cortos, un piensa enseguida en Japón, pero tus poemas no son haikus. –No, no son haikus. Son más poemas en prosa, que funcionan de manera simultánea. Creo que el poeta es capaz de desarrollar momentos simultáneos más que secuenciales. La novela es secuencial, el poema puede jugar a la simultaneidad. Entre el ruido de un auto y el Cristo que está en el estudio de Barragán, entre los oscuros entrepisos de la casa Universitaria del libro, existe algo que palpita, que no sabes bien qué es, pero que en el libro se va dibujando. Spectio es el derecho a mirar los augurios. –¿Dónde estás tú en el medio de Spectio? –Yo creo que sucede en Tiento, que es un libro que empieza con la muerte del padre en Belgrado. Aunque no es realidad que mi madre haya cruzado toda América y no somos de Belgrado. Es como hacer que lo autobiográfico esté junto con lo poético y lo ficcional entretejido y que


se convierta en algo, lo que me permite jugar las descolocaciones con lo que escribo y siento que el lector está totalmente reflejado. Tiento es la muerte de mi padre, es profundamente autobiográfico también. –Spectio de todas maneras me da a una persona que ya ha resuelto algunas cuestiones y voy a jugar a ver qué me dice el poema –Sí, claro, ver sobre todo qué me dice el lenguaje. Uno tiene las mismas obsesiones y en el fondo la vida es como “un verde veneno”. Cualquier cosa que hagas te puede matar. La vida misma mata y se renueva. Hay algún instante de momento amoroso, pero son tres versos. –¿Spectio tiene más formas que el poema? –Sí, por supuesto. Spectio tiene una presentación transmedial con Mario del Río, un guitarrista de metal, hemos hecho algunas cosas en Nudo Vórtexy los visuales de Rubén Gil, un artista que trabaja en la parte digital, hacemos un combo sónico y visual. Pero también lo hago yo solo, la voz en directo, los paisajes sonoros y ha sido increíble.

Publicada en Maremoto, el 5 de diciembre de 2019.


Fotografía de la portada: Mara Arteaga Diseño de la compilación: Virginie Kastel © 2020, los autores sus textos © 2020, Mara Arteaga, su fotografía © 2020, Tresnubes SAPI de CV © 2020, Universidad Autónoma de Nuevo León Ninguna parte de esta obra, incluidos el diseño de la cubierta e interiores, podrá ser reproducida, almacenada, comunicada públicamente o distribuida en cualquier forma o medio conocido o por conocerse, si no cuenta de manera previa y expresa con la autorización del legítimo titular de los derechos sobre la misma.

UANL Rogelio G. Garza Rivera Rector Santos Guzmán López Secretario General Celso José Garza Acuña Secretario de Extensión y Cultura Antonio Ramos Revillas Director de Editorial Universitaria Padre Mier No. 909 poniente, esquina con Vallarta



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