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Cabezas parlantes

Sábado 12 de noviembre de 2011

Segundo y último sábado del Festival (snif): hoy se anuncian los premios y nadie quiere quedarse sin decir lo suyo. En las páginas que siguen, hablan Naomi Kawase, Joe Dante y Willem Dafoe, tres de los grandes protagonistas –los caballeros, incluso, de cuerpo presente– del Festival que empieza a terminarse.

Además: Recomendaciones - Actividades especiales - Recuerdos de un cinéfilo marplatense - Matías Bize - The Rebellion of Red Maria - Cine y Música para Todos - Organizaciones sociales - Imágenes compartidas


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Cine Bristol: recuerdos de un cinéfilo marplatense

La vida de los Bizes

por Marcelo Gobello

La cuestión es como el tema del huevo y la gallina: Mar del Plata ¿es una ciudad cinéfila por el Festival Internacional de Cine o el Festival Internacional de Cine nació acá por ese motivo? Confieso de antemano no saber la respuesta correcta –ya que comencé a ir al cine en la época de los primeros festivales– pero me inclino a pensar que la gran cantidad de salas existentes ya a mediados de la década del cincuenta, y su bullente actividad, ayudaron a que la ciudad tuviera la gratísima posibilidad de albergar un festival clase A. Lo que sí me animo a asegurar es que los marplatenses amamos profundamente al cine –creo que está en nuestro ADN– y por ende al Festival. Y justamente ahora que otra verdadera fiesta (¿o qué otra cosa subyace, hasta etimológicamente, en la palabra festival?) del cine está culminando, y que brillantes decisiones como la creación de un nuevo consorcio organizador hacen que los locales lo sintamos (¡si cabe!) más nuestro todavía, creo que es un buen momento para mirar un poco hacia atrás. Mirar para atrás pero no para un ejercicio estéril de la nostalgia, sino para recordar cómo –y por sobre todo dónde– nos volvimos cinéfilos, amantes del cine, de las películas. Porque esa sana característica, la de la “cinefilia”, trata de la esencia de todo lo que estamos viviendo, más allá de lo profesional y hasta de lo estético. Antes de ser funcionarios, productores, periodistas, directores, actores, técnicos, público o críticos, estamos en esto porque amamos al cine, amamos las películas. Mi amor nació y creció en dos salas entrañables donde viví los mejores momentos de mi niñez, adolescencia y primera juventud: los cines Bristol

(a doscientos metros de mi casa) y el Belgrano (que quedaba “lejos”, por la calle del mismo nombre, tres cuadras pasando la avenida Independencia). Allí, en esas sesiones de continuado de tres películas tres, varias generaciones transitamos por un mundo nuevo y excitante que hoy es objeto de retrospectivas y homenajes. Una tarde en el Bristol (ubicado en la por entonces todavía existente galería del mismo nombre, con resabios de la Belle Époque) podía sorprenderte con Sergio Leone o Sam Peckinpah, con Mario Monicelli o John Huston, con Dario Argento o Roger Corman. Mar del Plata era una ciudad plagada de cines, tanto es así que en la misma manzana del Bristol existían dos salitas pequeñas llamadas Íntimo y Variedades. La zona del microcentro obviamente era la más nutrida: el Neptuno y el Lido por la calle Santa Fe casi Rivadavia, el Regina a la vuelta por la calle San Martín con sus películas francesas y cine europeo en general, y unos metros más adelante el pequeño cine Mignon donde vi por primera vez Woodstock (y también La hora 25); llegando a la calle Córdoba, el Ambassador, donde asistí a estrenos tan disímiles como El extraño de pelo largo (con la presencia de Liliana Caldini sobre el escenario en el final) o (un par de años después) Atrapado sin salida. No me olvido de los que aún están sobre Luro y Corrientes (donde vi incendiarse al viejo Nogaró): los imponentes Atlas y América, lugar de estrenos memorables como Anochecer de un día agitado o La novicia rebelde. Ya alejándonos un poco del microcentro destacaban las salas de la avenida Independencia, el coqueto Ópera donde aluciné con Los demonios de Ken Russell, el Ocean Rex, y el más alejado San Martín (casi Garay), o los de la zona de Luro y las calles Salta (Gran Mar) y Jujuy (Atlantic). Todos estos lugares de recuerdos imborrables donde se me mezclan If con Un muchacho como yo, Paris, Texas con ET y El padrino con El peleador callejero. También había posibilidades de ir a los barrios y disfrutar de las míticas

sesiones infantiles en el Don Bosco, o tomarse un colectivo hasta la zona del puerto y visitar el Normandie. Todas estas vivencias “peliculeras” se fueron viendo resaltadas y ampliadas con las oportunidades que nos daba –y nos da– el Festival Internacional año a año (más allá de su tristísima e interminable interrupción de más de dos décadas). Para los más jóvenes fueron casi sagradas las charlas con viejos periodistas como Duhalde y sus recuerdos de Errol Flynn y Edward G. Robinson en la ciudad, o las docenas de veces que hicimos que Alberto Andrizzi (el padre del joven director Mauro Andrizzi) nos relatara cómo entrevistó a Maria Callas y Passolini, cuando vinieron a presentar Medea en un repleto Auditorium donde había espectadores hasta en los tradicionales “hongos” del techo de la sala. ¡Cómo olvidar la emoción de estrechar la mano de Ugo Tognazzi en la entrada del Hotel Hermitage, en el verano del ‘70 (recuerdo que le comentó a mi madre, que es italiana, que venía a ver si tenía la oportunidad de llevarse un premio ya que el anterior, compartido por la performance como actores de ambos en Los monstruos, se lo había quedado Gassman)! O encontrarse a Catherine Deneuve comprando cds en una disquería del centro, poder darle un beso a la chica Bond de mis sueños, Honor Blackman (la Pussy Galore de Goldfinger) o acompañar a Vilmos Zsigmond a dar una charla magistral en el Museo del Mar, donde yo trabajaba por entonces… Ver caminando por la costa a Alberto Sordi o a Alain Delon, poder hacerle preguntas y entrevistas a Roger Corman o Kenneth Anger, son vivencias y recuerdos inolvidables que los cinéfilos locales atesoraremos por siempre, fruto de nuestro querido Festival. El Festival Internacional de Cine de Mar del Plata es una parte muy importante de nuestra identidad cultural y una parte muy importante de la vida de los muchísimos marplatenses que amamos al cine profundamente. Lo sentimos tan nuestro como a los lobos de la rambla, y lo que más nos llena de orgullo es que también sentimos que está aquí para quedarse, por siempre jamás.

El director chileno Matías Bize presenta La vida de los peces dentro de la sección Noches Especiales, además de desempeñarse como jurado de la Competencia Internacional. De todo ello nos habla a pocas horas del anuncio de los premios. En relación a La vida de los peces, ¿por qué decidiste hacer esta película? La idea era explorar en la historia de una segunda oportunidad, de una pareja que se reencuentra una noche diez años después de separarse y ver qué les sucede. Todo ocurre en una sola locación –una fiesta en una casa– y en un solo tiempo, para poder profundizar en la historia y dejar afuera todos los elementos accesorios a ella. Es lo que yo quería contar, mis películas son muy personales, si bien no son 100% autobiográficas, sí reflejan muchas cosas de mi mundo. Presentás a los personajes con muchos planos cortos. ¿Por qué? Sí, eso lo mantengo en toda la película, los planos muy cerrados son porque yo quería que el espectador se sintiera como viendo la película a través de los ojos del personaje, estando muy cerca. Esto de sacar lo accesorio tiene que ver tanto con el desarrollo de la historia como con la construcción de cada plano. ¿Te parece que la repercusión internacional del film significa un salto para vos como director? Yo siento que he tenido un crecimiento con cada película –ésta es la cuarta–, y cada una me gusta más que la anterior. Siento que he crecido como director y afortunadamente he tenido cada vez más reconocimiento, se han ido proyectando cada vez en más países, no sólo en festivales sino también a nivel comercial. Haber ganado el Goya también es muy importante para mí; estoy contento porque siento que aprendo, y espero seguir haciéndolo, con cada trabajo. ¿Tenés algún nuevo proyecto preparado? No todavía. La vida de los peces ha sido un camino larguísimo. Para mí una película tiene que salir de un proceso interno… así trabajo yo, no es

que tenga cinco proyectos para empezar pero ya tengo muchas ganas. Ahora que La vida de los peces me demanda menos tiempo, tengo ganas de enfocarme en un nuevo guión, pero me tomo mi tiempo. Hoy es la última proyección de la película ¿Qué respuesta tuviste o esperás tener del público? Por ahora las proyecciones fueron muy buenas. Estoy muy contento porque las salas estuvieron llenas y la gente participó mucho después de cada función. Al salir de la sala la gente me habla, me cuenta que se emocionaron o que se conmovieron, y para mí como director eso es lo mejor que me puede pasar. Yo sólo me preocupo por hacer una historia y cada espectador la lee en relación a sí mismo. Con respecto a tu tarea como jurado, ¿qué te parece la selección del Festival para la Competencia Internacional? Me parece buenísima la selección. He visto solamente buenas películas, va a ser una decisión difícil pero partiendo de la base de que me han gustado mucho. Va a estar reñida. Nunca habías estado en Mar del Plata. ¿Cuál es tu visión acerca del Festival? Me encanta, primero porque está en una ciudad que es muy linda. Me parece que la organización ha sido perfecta. Hay mucha gente en las salas, están completas siempre y eso hace que el Festival funcione. La vida de los peces HOY, 16:00, PAS 1


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Joe Dante habla sobre Roger Corman

Al maestro con cariño

La base: hoy y mañana dan Corman’s World: Exploits of a Hollywood Rebel. La elaboración: hablar de Corman con Joe Dante. El resultado: Dante está frente a nuestro enviado nada especial (pero sí espacial: ocupa un espacio de los cinco designados para dialogar con el imposiblemente más querido, desde que camina por nuestro cuadrante, Joe Dante).

Bah, seamos sinceros: sentado, contra su idea de furia en el cine (es decir, a la derecha) del redactor en cuestión, Dante dejó de ser esa entelequia clase B para hacerse amigo, contador de historias, receptor de los vitoreos y, como cualquier cristiano en la playa, dueño de arena en sus zapatos. Pero nuestro querido Diario ya demostró pasión y pecados (algunos impresos, otros no) por Dante, Joe: ahora queríamos bajarlo del pedestal, queríamos escucharlo hablar sobre otro a quien queremos más que a la vieja: Roger Corman. ¿Cómo que quién? Roger William Corman (1926) es, le explicamos a los no devotos de la Santa Clase B, la deidad más celebrada de la historia del cine. ¿Tanto? Miren, así de simple nos los va a decir Dante himself, a quien Corman ayudó a patear la puerta del cine hasta

hacerla añicos: “Si Roger Corman no hubiera existido, la industria de las películas no hubiera sido ni remotamente la misma.” Epa. ¿Tanto dice, señor? Y, obvio, Dante, que conoció a Corman ya productor (alejado de sus años mozos, los ‘50, donde fue Gremlin de la ciencia ficción y el relato decimonónico) se ríe como si hablara de su comadre y a uno, extra en esto de la historia del cine, se le cae la baba: “Sin Corman, el cine norteamericano no sería tal. Los nombres de la gente que trabajó con Corman y que a su vez han influenciado a la industria son demasiados como para hacer un listado. Y no hablo sólo de los obvios y famosos: Coppola, Scorsese, Cameron y todos esos tipos, sino de los cientos que estaban detrás de escena, y que son hoy la columna vertebral de la industria.”

O sea, como si no alcanzara con esa pierna de Coppola-Scorsese-Cameron, Dante va y demuestra cómo cientos de hormigas –algunas arte termita, otras meros peones de la plotation de turno– salieron del hormiguero Corman. Y después recuerda sus días en el set de Piraña (1978), donde Corman puso la firma y el soporte: “Lo conocí cuando manejaba un estudio. Él mantenía la vista en los costos, siempre vigilando constantemente la plata y cuánta de ella quedaba. Corman tenía esa tendencia a crear obstáculos. La tiene todavía. Si uno puede sortearlos, puede hacer una película con él.” Es más, el fanático de Dante promedio siempre asocia a Corman con aquel bombástico y mercachifle personaje de John Goodman en Matinee, oda Dante a Corman y a su teatral forma de hacer,

pensar, vender y refritar –a mucha honra– el cine. Pero Dante, antes de quedarse con otro triunfo personal, prefiere ser sincero y suspender el print de la leyenda: “No iría tan lejos como para decir que Roger era tan expansivo. Es un tipazo, un buen tipo. La gente se sorprende, cuando lo conocen, de escuchar lo calma y suavemente que habla, ya que todos los imaginan gritando con voz ronca, verborrágicamente y con un habano en la boca. Pero es muy articulado. Es una artista que se toma en serio a sí mismo, pero antes que eso, es un negociante, un hombre de negocios, que se toma en serio a sí mismo.” Corman’s World: Exploits of a Hollywood Rebel HOY, 1:00, PAS 1; DO 13, 23:00, PAS 2

Desde Grecia, con locura Hace algunos días, nuestro compinche Diego Trerotola publicó en el suplemento Soy de Página/12 este maravilloso artículo sobre The Rebellion of Red Maria, la película de Costas Zapas incluida en la programación del foco Grecia: Filmar en tiempos de crisis. Y al productor del film le gustó tanto que la tradujo al griego y la reprodujo en internet. Si quieren aprender idiomas, prueben googleando “Aπó την Ελλάδα, με τρέλα”.

Sin duda, uno de los escenarios fundamentales de la reciente crisis económica mundial fue la crónica de la caída anunciada de Grecia, con una política gubernamental de falsificación de datos de la deuda, la necesidad de préstamos externos impagables y otras formas de desesperación que abismaron una serie de conflictos sociales

para reclamar algo de justicia frente a una conducta estatal de hipocresía sustentada en años de malas praxis. Un lugar común dicta que las personas se reinventan en las crisis profundas, y ese mismo fue el caso de Costas Zapas, ateniense que empezó el nuevo milenio como escritor, publicando su primera novela en 2001, pero siguió su carrera como cineasta hasta lograr no sólo que sus películas recorrieran importantes festivales de cine, sino también que la compañía de Lars von Trier decidiese producir en 2008 el cierre de su “Trilogía de la familia”. Para seguir su lógica de reinvención, la cuarta película de Zapas, realizada tras las crisis de los últimos dos años en Grecia, se vuelve una suerte de protesta punk, desde un microcosmos expansivo, de la situación política del país. Este cuarto opus es la veta más explosiva de la flamante Nueva Ola del cine griego, y estalla para recuperar parte del poder políticamente desestabilizador que tenía el movimiento queer que germinó en la crisis del sida del período reaganeano

en Estados Unidos. Todo el amor y la furia que tuvieron lxs cineastas que salieron a filmar el lado B de la sexualidad no hegemónica a principios de los ‘90, parece resucitar de una manera paradójica en The Rebellion of Red Maria, porque la película tiene todo el aspecto de ser un delirio improvisado, un registro de un informal devenir del éxtasis físico de sus dos personajes centrales. La María Roja del título, una travesti à la Copi, con abanico, perlas y capelina, que levanta al Boy, anónimo chongo lumpen y exhibicionista, de esos reos que insistentemente escupen y se soban el paquete como gesto falocéntrico literal de teatralidad callejera. Este dúo, protagonista excluyente, es una suerte de dupla criminal que ejecuta algunos rituales erotómanos aberrantes, como una venganza serial contra toda ideología opresora, algo muy cercano del post porno del último Bruce LaBruce con su cine zombie, con la lubricación gore incluida. Por ejemplo, el dúo se carga a cuchillazos un paramilitar con una esvástica tatuada en el tobillo, que

había apaleado con un garrote al Boy, pero también roban a espectadores típicos de pub gay que ejecutan su voyeurismo moral, testigos apáticos del espectáculo de lo raro, contemplando con esa distancia asquerosa para marcar su ajenidad. En una Grecia en bancarrota, la película es un viaje a las locaciones despobladas menos pintorescas de la Atenas actual: un puerto de containers monstruosos, subterráneos pasillos mugrosos, teteras anónimas, sótanos como pubs de modernidad de cartón piedra. Todo cruzado por la violencia de la desesperanza de los protagonistas, en busca de sustento, desplazados por la economía, tanto la del circuito glbt oficial como de un refugio en cualquier forma cultural asimilado al sistema de la Eurozona neoliberal. Hay bastante de grito primario ininterrumpido, subrayado con el nervio de una cámara en mano que no encuentra centro para sus desencuadres. Hay un poster de Lenin en la pared del departamento asfixiante de María Roja, donde pronto la bandera del líder ruso

se homologa al color de la sangre derramada. Hay escenas de sexo bestial, de una animalidad descontrolada en clave de pornografía amateur, donde aunque la película parece patentar ansia de salvajismo errante sin rumbo, también muestra su grito desesperado de pertenecer a una cierta tradición del cine queer rupturista, donde debería incluirse al orgiástico banquete de Jack Smith, el erotismo recio de Russ Meyer, la escatología cómica y tribal del primer John Waters, la performance informalista de las superestrellas warholianas, la marginalidad aventurera de Gregg Araki, especialmente de su ópera prima, The Living End (1991), con la que comparte el espíritu subversivo, políticamente molesto del abuso de la violencia y del sexo. Puede que The Rebellion of Red Maria no tenga toda la onda de este catálogo de anarquistas queer, pero como gota de una Nueva Ola puede derivar en tsunami. The Rebellion of Red Maria HOY, 22:00, CIN 1


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Habla Willem Dafoe

El buen salvaje

Nació William y se lo cambió legalmente a Willem para que no le dijeran Billy. O sea, transeúntes de La Feliz, ni se les ocurra dirigirse con ese diminutivo a Willem Dafoe (1955, Wisconsin). Sí, es así, Dafoe (por las dudas) camina entre nosotros. “De Jesús al Duende Verde” dijimos en alguna presentación del Festival, y ese espectro, por brutal, no deja de ser felizmente cierto. Pero, antes que el cine le gane la pulseada al nominal, vale aprender, en palabras capturadas de Dafoe, que “el nombre Willem, finalmente, terminó siendo una patada en las bolas. La gente no sabe cómo pronunciarlo. Eso da vergüenza. He pensado muchísimas veces en cambiármelo otra vez a William. Odio la idea de un actor que tiene un nombre profesional, pero no me queda otra porque demasiada gente ya me conoce como Willem.” Dafoe. Un homenaje a Dafoe implica reconocer uno de los mentones más felizmente cinematográficos de la historia del cine. Recuérdenlo salvaje en, obviamente, el Corazón salvaje lyncheano. O ultracamp, chillón y salvajemente merchandising cuando fue Duende Verde en El hombre araña de Raimi. O western sobre ruedas en Calles de fuego, una de sus primeras y más intensas maldades. O uno de los chiches melancólicos e inexplicables de Wes Anderson (tanto su marino celoso en La vida acuá-

tica como su voz de roedor vestido a lo Jean Paul Gaultier en El fantástico Mr. Fox). O hasta su vía crucis en el Anticristo de Lars Von Trier. A propósito, Dafoe recuerda que aceptó la oferta de la persona non-grata en Cannes “gracias a una apuesta con su esposa. Von Trier es divertido, hay una parte de él que es puritana y amable, y hasta familiar. Su esposa pensó que nunca me animaría a hacer la película, que sería demasiado, que estaría arriesgando demasiado mi carrera.” Ok, la lista es gigante y corta. Ok, entonces: hemos establecido –ojalá– la importancia de llamarse Dafoe. O, mejor dicho, lo cancherísimo de llamarse Dafoe. Dafoe funciona en la cinefilia como uno de esos comodines salvajes, de tremenda intensidad. Pero, magistralmente, maradonianamente, Dafoe no deja que esa potencia lo domine: la tensa de una forma magistral, jugando con esa misma tensión, yendo y viniendo entre un abismo y una actuación terrenal, sincera, humana. Como, por ejemplo, sus villanos de historieta (sean el Bobby Peru lyncheano o el Green Goblin): himnos camp que al mismo se aferran, desesperadamente, a cierta materia concreta. Lo dijo el mismo Dafoe: “Lo bueno de ser actor es que cada vez que trabajo en una película, que elijo un papel, me reinvento. Mientras más grande sea la distancia entre el

registro de una película y la siguiente, más interesante es el desafío que implica sumergirse en ese papel. De ahí mi ir y venir entre películas grandes, mainstream, y producciones más bien pequeñas, o al menos no tan gigantes. Soy un tipo práctico cuando hay que hacer un personaje. Eso sí, antes que nada soy actor de teatro, y busco solucionar problemas en vez de crearlos cuando me enfrento a un nuevo papel.” Hasta el mismo Dafoe reconoce su veta camp: “Cuando envejecés te das cuenta que debe haber, esencial y necesariamente, un balance entre ponerse seriote y cagarse un poco de risa de uno mismo. La gente suele mofarse de aquellos que llegan demasiado alto, suelen asociarlos (y así hundirlos) con la pretensión. Pero, a veces, no está nada mal volar un poco alto.” Parte del Homenaje que le brinda el Festival –así como de la sección Noches Especiales– es la proyección de A Woman, dirigida por Giada Colagrande (su señora esposa, que está aquí con él), donde interpreta a un novelista. Sostiene Dafoe acerca del trabajo de Colagrande en el film que será proyectado: “Lo que me gusta de su estilo, lo que realmente me acerca a su forma de trabajo, es que es dueña de algo muy poco frecuente en estos días: una gran ambigüedad narrativa. Además, hay otro aspecto fundamental: ambos compartimos el mismo interés por una actuación no naturalista”. Pero la cosa no se acaba cuando se enciendan las luces de la sala: a las 12 en punto, en el marco de las Charlas con Maestros, el programador Pablo Conde conversará con él para demostrar, con conocimiento de causa, por qué Dafoe es una de las grandes y felices bestias salvajes que el cine, aun sin haber sabido domesticar, disfruta salvajemente. Charlas con Maestros - Willem Dafoe HOY, 12:00, Salón Plaza - NH Gran Hotel Provincial A Woman HOY, 13:30, CIN 1; DO 13, 17:45, PAS 3

El arte de la luz de Naomi Kawase A los 42 años y con una prolífica filmografía de una quincena de títulos (que van desde desgarradores documentales hasta emotivos videos caseros sobre su intimidad, pasando por ambiciosas películas de ficción donde habla de los ancestros, de la tradición, del poder de la naturaleza, del budismo, de los ancianos, de la maternidad y de cómo lidiar con la pérdida), la directora de Hanezu, programada en la sección Autores, es dueña de una mirada de una sensibilidad, una belleza y un lirismo poco comunes en el arte contemporáneo. A continuación, unas preguntas a la maestra nipona a cargo de nuestro generoso colega Diego Batlle, publicadas originalmente en su sitio OtrosCines.com. ¿Cómo fue evolucionando su cine desde los primeros documentales familiares hasta el cine de ficción? Se fue dando de forma natural. Al principio fue un proceso de autodescubrimiento y exorcismo para luego convertirse en un medio de expresión. No fue fácil exponer mi intimidad con la intensidad con que lo he hecho en los últimos años, pero hoy no podría trabajar de otra manera. Empecé a filmar a los 18 años, hoy tengo 42: soy otra persona. El cine ya es parte esencial de mi vida. Siento una gran responsabilidad porque son pocas las mujeres asiáticas reconocidas en el mundo. Puede sonar naif, pero creo en cierta capacidad curativa del cine y del arte en general. Quiero que con mis películas la gente tenga una experiencia enriquecedora. El arte da luz a nuestras vidas. ¿Cómo se hace cine hoy en un país devastado como Japón? Es muy duro, todavía seguimos

lidiando con la destrucción y la radioactividad que dejaron el terremoto y el tsunami. Estuvimos trabajando con otros 20 directores –incluido el argentino Ariel Rotter– en un proyecto dedicado a homenajear a las víctimas de Fukushima y a aliviar la situación de los sobrevivientes. En ese sentido, creo que los artistas de todo el mundo pudimos dar una buena mano. ¿Se siente muy dependiente del dinero francés y de los festivales para la continuidad de su carrera? Mi carrera no hubiese trascendido sin el apoyo de los productores franceses y los premios en Cannes. El cine que yo hago casi no tiene financiación en Japón, porque allí el gobierno no invierte en la producción y en el sector privado lo único que hoy interesa son las transposiciones del manga. En Francia me respetan, saben qué tipo de películas hago y me dan libertad absoluta. Acabo de terminar un documental sobre mi abuela –que fue quien me crió– con dinero del canal Arte. De todas maneras, más allá de que amo Cannes, los festivales que más disfruto son los más pequeños, como uno al que fui en San Petersburgo y otro cerca de Praga, porque son ciudades bellísimas y una puede tener un contacto directo con el público. ¿Por qué decidió crear un festival en su ciudad natal de Nara? Yo logré reconocimiento mundial retratando pequeñas historias de Nara y sentía que tenía que hacer una retribución regalándole a esa pequeña ciudad –donde ya casi no se ve cine de autor– un festival con hermosos films de todo el mundo. En 2010 ganó Alamar, del mexicano Pedro González-Rubio, y el premio consistía en que fuera a rodar una película en Nara. Lo hizo en abril último, durante dos semanas, apenas un mes después del tsunami. Ahora está editando en Madrid. Se trata de una obra muy sensible titulada Dios humo, sobre otra tragedia natural de la que en 2012 se cumplirán 800 años. Hoy me siento fascinada y muy cercana a la gente de habla hispana. Hanezu HOY, 13:00, CIN 2


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Himizu

Algunas notas sobre lo español en el cine argentino tras la Guerra Civil

(Sion Sono)

El Centro Cultural de España en Buenos Aires presentó ayer, en el marco del Festival, el libro-catálogo fruto del proyecto Imágenes compartidas, una iniciativa inédita que investiga y analiza las relaciones entre las cinematografías argentina y española desde los años ’30 hasta la actualidad. A continuación, en forma exclusiva y gracias a la generosidad de sus editores, reproducimos un fragmento del capítulo “Desde un observador distante”, de Casimiro Torreiro Gómez.

Las muy fecundas relaciones entre las cinematografías española y argentina, huérfanas de una historia de conjunto que sepa articular algo más que parciales intuiciones maquinadas desde ambas orillas (como ocurre, por lo demás, con muchos otros capítulos escritos por extranjeros, a lo largo y ancho de la historia del cine, en los cines nacionales: baste recordar el copioso episodio de las producciones ítalo-españolas, o el filón de films húngaros rodados en Roma durante el fascismo, por poner solo un par de ejemplos), tiene un capítulo importante en los años que van de la Guerra Civil española hasta la eclosión, en ambos países, de los llamados “Nuevos Cines”. No será el objeto de estas líneas agotar ese período en su totalidad; pero sí el fijar algunas sospechas, ciertas sorpresas que la visión de algunos de esos films puede deparar al historiador contemporáneo. Arrancar el recorrido de nuestro interés en los años de la sangrienta contienda civil española no es baladí: de hecho, lo español está prácticamente ausente del cine argentino hasta entonces (como no sea la presencia esporádica de algún profesional de origen hispano, pero formado en Argentina: a guisa de ejemplo, el director Luis Bayón Herrera, con amplia trayectoria previa en el mundo de la revista porteña), y en buena parte, cabe la sospecha de que el impacto emocional que produjo la guerra no solo en las amplias colonias de inmigrantes españoles en América, sino en las jóvenes opiniones públicas nacionales latinoamericanas, haya creado un interés hasta entonces inusual por todo lo que proviniera de España. Empezando por los propios exilados y su cultura, y siguiendo por el hecho, nada despreciable aunque rara vez se piense en ello desde la península, que la propia Guerra Civil fue un filón de interés para la explotación de episodios y temas bélicos y heroicos relacionados con la propia contienda (más presente en el cine fascista italiano que en los latinoa-

mericanos o en el estadounidense). Hasta 1938, es inútil rastrear, por ejemplo, adaptaciones literarias de obras españolas en el cine argentino: sencillamente no existen. A partir de entonces, y con la llegada como exiliados de numerosos profesionales del cine y del teatro españoles a Buenos Aires, se asiste al progresivo interés de los productores argentinos por los recién llegados. El momento es bueno para ambos: el grueso de ese exilio se produce alrededor de los años (1938-1939) en que comenzó el prestigio de los escritores para la pantalla en el cine argentino, provocado también por un salto de calidad e inversión ciertamente notables en toda la industria cinematográfica argentina. Al gran estudio de la familia Mentasti, Argentina Sono Film (que construye en 1937 sus platós de rodaje en Martínez) hay que añadir, en la época, empresas como San Miguel (tan importante para nuestro interés, como veremos); Lumiton, con platós propios de rodaje desde 1932; Pampa (también con estudios propios desde 1937) o Establecimientos Filmadores Argentinos (EFA), que dio a las pantallas sus primeros productos en 1938. A estas productoras hay que añadir los Estudios Baires, también con platós propios, aunque de efímera vida productiva, puesto que su actividad se circunscribe al período 1941-1942. El por tantos conceptos pionero de la historiografía cinematográfica latinoamericana, Domingo Di Núbila, lo resume diciendo que el cine argentino dio el paso “del proceso artesanal al automático en los laboratorios; del estrecho ámbito doméstico al gran escenario continental; del presupuesto de treinta mil pesos por película hasta el promedio de doscientos mil; del primitivismo a la calidad”. Y se consolidó hasta mediados de los cuarenta, cuando los productores se percataron de que comenzaban a perder los mercados latinoamericanos, por la competencia de un cine que, como el mexicano, apelaba a los grandes géneros

populares (musical, melodrama, acción; pero también el cómico, en ocasiones menos exportable) para hacerse con un lugar al sol, al tiempo que sus mejores relaciones con los EE.UU. se traducían en un mayor flujo de película virgen (el gran problema de toda cinematografía nacional en la época: en el caso de la española fue sencillamente catastrófico), del que carecía Argentina, y que limitaba seriamente el número de films a realizar. No es aquí el lugar ni el momento de abordar una historia industrial del cine rioplatense, por lo demás fecundamente estudiada. Pero sí de recordar que, hacia mediados de la década de los cuarenta, y en medio de la penuria por la escasez de película virgen (aunque también con una legislación, aprobada en 1944, que por primera vez regula el cine nacional), comienza lo que muchos historiadores argentinos consideran un período de “declinación artística”, resultado de la errónea concepción de los productores quienes, para competir mejor por la primacía en el mercado latinoamericano, no parecen encontrar otra alternativa que apostar por un cine de qualité, basado en adaptaciones literarias foráneas, grandes repartos actorales y ambientaciones vagamente hollywoodenses. Un cine burgués del que las clases populares, hasta entonces activamente involucradas en el devenir del cine argentino, probablemente se sintieron alejadas. Esta “orientación internacional”, al decir de César Maranghello (que tuvo su correlato, además, en una férrea censura, la impuesta por el peronismo, en el poder desde 1946), tuvo como consecuencia peculiar un “desencuentro con lo nacional, atribuible en parte a la escasez de nuevos argumentistas”. Por paradójico que parezca (o tal vez no tanto), dentro de la amplísima nómina de autores extranjeros adaptados se pueden encontrar numerosos ejemplos españoles; y también, la

por Shane McNeil

reiteración, en los créditos de guión, de nombres de profesionales hispanos, generalmente exiliados republicanos. Sin pretender ser exhaustivos, conviene no obstante consignar que entre 1938 y 1959, es decir, en el arco temporal de poco más de un par de décadas, y sin contar películas realizadas por directores españoles en régimen de coproducción, u otras en las que aparecen personajes españoles viviendo en la Argentina, hasta 52 películas producidas en Buenos Aires adaptan obras de actores españoles o se hacen eco de biografías más o menos reales, más o menos imaginarias, de ciudadanos hispanos. Tan alto número incluye a todo tipo de autores, desde comediógrafos populares, como Carlos Arniches o Pedro Muñoz Seca, hasta novelistas cuasi-existencialistas del calibre de Carmen Laforet, cuya novela de exordio, Nada, sería adaptada en 1956 por Leopoldo Torre Nilsson en su interesante Graciela (menos de una década después de que lo hiciera, por cierto, el siempre sorprendente Edgar Neville en España), y desdeña curiosamente adscripciones ideológicas. Así, el exilado republicano Alejandro Casona puede adaptar perfectamente al falangista Miguel Mihura en El extraño caso de la mujer asesinada (1949), según El caso de la mujer asesinadita, o el no menos republicano Eduardo Borràs puede hacer lo propio con otro represaliado por el franquismo, Antonio Buero Vallejo (En la ardiente oscuridad, 1959, de Daniel Tinayre). Se impone la lógica del espectáculo, y por encima de partidismos y de la gravedad de lo vivido en la guerra, se abre paso la necesidad de la supervivencia profesional… o de la supervivencia a secas.

Con Himizu, Sono está tratando de plantear una idea. Una idea muy válida. En la escena de apertura, en la cual sobrevuelan los escombros que quedaron luego del terremoto y el subsiguiente tsunami que Japón sufrió este año, Sono lo dice de una manera directa: todo ha cambiado. Se trata de un territorio conocido para un país que está acostumbrado a reconstruirse: primero del terremoto de principios del siglo XX, y luego del terror atómico de Hiroshima y Nagasaki. Pero Sono expresa su idea de reconstrucción de una manera que puede sorprender en el contexto de una nación que suele tener un carácter estoico. La película muestra a Yuichi Sumida asumiendo como principal responsabilidad luego del desastre la tarea de administrar el cobertizo para botes de su familia. Una casta compuesta de parientes y amigos llegará para ponerse bajo su tutela y habitar el terreno, bajo la forma de una provisoria ciudad de carpas. Un día, unos acreedores vendrán a reclamarle a Sumida una deuda, haciéndolo reaccionar de una manera muy particular. Sumida decide descargar su furia, alternativamente, con su padre, con Keiko Chazawa, y con la sociedad en su conjunto. Y esa furia rápidamente se descontrola, volviéndolo incapaz de diferenciar entre la vigilancia parapolicial, la venganza y el más puro delito. Luego de su gran arremetida final, lo único que queda en pie es su relación con Keiko. Los dos tienen formas muy extremas de lidiar con el amor, la esperanza y la posibilidad de tener o no un futuro juntos (o un futuro a secas). Himizu es, en gran medida, una película sobre hacer lo que hay que hacer para llegar a un fin al que se debe llegar. Y el camino que toma Sono puede resultar cruel y violento, incluso

excesivo (sobre todo teniendo en cuenta su carácter tan deliberado y la enorme cantidad de violencia que emplea para sus objetivos), pero logra llegar a una conclusión muy clara con un mensaje muy definitivo: Japón no puede rendirse. No ahora. Sono decidió usar Himizu para transmitir bien ese mensaje. Y usó todas las armas que tenía a su alcance.

HOY, 17:45, PAS 3


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Activismo Cosas para hacer: un festival es mucho más que la suma de sus películas. Presentación de FILMAR Presentación de la asociación Fomento de la Industria Local de Medios Audiovisuales y sus Realizadores –a cargo de Diego Campessi, Fernando Maraude y José Martínez Suárez– y entrega de los premios FILMAR 2011 a la Mejor Realización Audiovisual Marplatense y a la Trayectoria de Ernesto Parise. Hoy, 11:00, Salón Plaza - NH Gran Hotel Provincial Charlas con Maestros Willem Dafoe Difícil de encasillar, Dafoe es uno de esos actores que llenan la pantalla con su sola presencia, talentosa, imponente, extrema. Tenerlo entre nosotros es una excelente excusa para hablar sobre su forma de ver la actuación, el cine y, por qué no, la vida. Otra charla definitivamente imperdible, con uno de los mejores actores de los últimos tiempos, moderada por Pablo Conde. Hoy, 12:00, Punto Cine (Bristol Restó, acceso foyer Teatro Auditorium) Escuela de espectadores - 5 críticos para 5 películas: El año del tigre, de Sebastián Lelio Última entrega de los encuentros

entre críticos y realizadores, protagonizado por Leila González y el realizador chileno del film en Competencia Internacional El año del tigre, Sebastián Lelio. Hoy, 12:30, Sala Nachman - Teatro Auditorium Mesa de directores argentinos participantes en la Competencia Internacional Uno de nuestros programadores, Marcelo Alderete, moderará esta mesa redonda integrada por los directores nacionales que participan en la Competencia Internacional: Milagros Mumenthaler (Abrir puertas y ventanas), Paula Markovitch (El premio) y Sergio Mazza (Graba). Hoy, 15:00, Sala Nachman - Teatro Auditorium Cierre del Encuentro Nacional de Comunicación Audiovisual Con la participación de Alicia Kirchner, Ministra de Desarrollo Social de la Nación, Juan Manuel Abal Medina, Secretario de Comunicación Pública, Martín García, Presidente de Télam y Liliana Mazure, Presidenta del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales. Hoy, 15:30, Salón Plaza - NH Gran Hotel Provincial

La Linterna Mágica - ¡Si hubiera sabido! Gabriela Portner, May Parola, Lorena Mecqui, Gustavo Vera y Adrián Jaimes presentarán esta imperdible proyección de un programa de cortometrajes internacionales para todo público y su charla debate posterior. Hoy, 18:00 Salón Plaza - NH Gran Hotel Provincial Archivo Fotográfico de la Memoria Último día de la muestra con 44 imágenes de archivo de Télam que registran instantáneas históricas desde marzo de 1976 hasta la actualidad, en el Salón Plaza, acceso Rambla, con entrada libre y gratuita. CINE Y MÚSICA PARA TODOS Peatonal y San Luis Música (de 15:00 a 20:00) Locales Rock / Tía Flaca Cine (desde las 20:00) Cortometraje de Charles Chaplin: Carlitos principiante Cortometraje del director marplatense Javier Gogna: 30 segundos después

Largometraje: Melody Reino Unido, 1971, 106’ D: Waris Hussein G: Alan Parker F: Peter Suschitzky M: The Bee Gees, Crosby, Stills, Nash & Young I: Mark Lester, Tracy Hyde, Jack Wild, Sheila Steafel, Roy Kinnear, Billy Franks, Ken Jones, Kate Williams

Una década antes de The Wall, Alan Parker creó esta fresca pero –con poético estilo– corrosiva historia de rebeldía juvenil tamizada con típico humor inglés, una banda de sonido histórica a cargo de los Bee Gees y grandes actuaciones de los jóvenes protagonistas. Un clásico para adolescentes de todas las edades. Marcelo Gobello


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PROGRAMACIÓN EN SALAS - SÁBADO 12 11:00 Cinema 1 Trabalhar cansa

16:15 Ambassador 3 Cortos - Competencia argentina

21:30 Cinema 2 La Folie Almayer

12:00 Ambassador 1 Life Without Principle

17:00 Ambassador 1 El año del tigre

21:45 Ambassador 2 Los jóvenes viejos

13:00 Cinema 2 Hanezu

17:00 Cinema 2 El campo

13:00 Colón Verdades verdaderas. La vida de Estela.

17:30 Ambassador 2 Los caballos de Valdez

13:00 Paseo 2 Esa pareja feliz

17:30 Paseo 2 La vaquilla

13:15 Paseo 3 Burning Heads

17:45 Paseo 3 Himizu

13:30 Ambassador 2 Crimen en París

18:00 Cinema 1 Photographic Memory

13:30 Cinema 1 A Woman

18:00 Colón El regreso

13:30 Paseo 4 El Médico: The Cubaton Story

18:00 Paseo 4 Slacker

14:00 Paseo 1 Mãe e filha 14:15 Ambassador 3 Ricordi mi 14:30 Ambassador 1 Crazy Horse 14:30 Ambassador 4 The Movie Orgy 15:00 Cinema 2 Here Comes the Rain 15:00 Paseo 2 Calabuch 15:15 Paseo 3 La sociedad del semáforo 15:30 Ambassador 2 Los amantes 15:30 Colón La inocencia de la araña

22:00 Cinema 1 The Rebellion of Red Maria 22:00 Colón La toma 22:00 Paseo 2 ¡Bienvenido Mister Marshall! 22:15 Ambassador 3 Penumbra 22:30 Ambassador 4 El regreso de Lencho 22:45 Paseo 3 Scabbard Samurai

18:30 Paseo 1 Boleto al paraíso

23:00 Paseo 1 El cielo abierto

19:00 Ambassador 1 In Darkness

0:00 Ambassador 1 The Yellow Sea

19:30 Ambassador 2 Il mio corpo per un poker 19:45 Paseo 2 Todos a la cárcel 20:00 Cinema 1 Cortos - Rivers 20:00 Colón Tata Cedrón, el regreso de Juancito Caminador 20:00 Paseo 3 Once Upon a Time in Anatolia

15:30 Paseo 4 La máquina que hace estrellas

20:15 Paseo 4 Dragonslayer Otoño

16:00 Cinema 1 Interior/exterior

20:30 Ambassador 3 La H

16:00 Paseo 1 La vida de los peces

20:45 Paseo 1 Acorazado

La reunión tuvo lugar el último jueves en la Sala Nachman, donde estuvieron presentes un colectivo amplio de agrupaciones tales como Kolina, La Cámpora, Movimiento Evita, Estrella Federal, H.I.J.O.S., Juventud Sindical, Peronismo 26 de Julio, La Vertiente, La Tendencia Nacional y Popular, Abriendo Caminos, FOETRA, Corriente Peronista, Frente Transversal y Colegio Santa Eufrasia, Universidad Nacional de Río Cuarto.

22:00 Ambassador 1 Kill List

18:15 Ambassador 3 Cortos - Competencia latinoamericana

19:00 Cinema 2 18 Days

Las organizaciones sociales proyectan

0:00 Cinema 2 Rose The City of Ruins

En el marco del 26° Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, el INCAA, a través de su Gerenta de Acción Federal Lucrecia Cardoso, convocó a las organizaciones políticas y sociales a compartir una jornada de proyección y discusión sobre contenidos políticos producidos por organizaciones.

Durante más de 5 horas, todos compartieron y exhibieron sus realizaciones audiovisuales, intercambiaron experiencias y coincidieron en seguir profundizando su participación y organización para ser cada vez más protagonistas en el nuevo escenario que les plantea la reciente Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual.

0:15 Ambassador 2 El señor Galíndez 0:15 Paseo 2 El verdugo 0:30 Ambassador 3 Plaga Zombie: Zona mutante: Revolución tóxica Zombirama 0:30 Cinema 1 Los infectados ¡Toma mi mano! -Amor edulcorado y sangriento-

POR ÚLTIMO… FOTO EN SOLIDARIDAD CON PANAHI

0:30 Paseo 3 The Future 1:00 Paseo 1 Corman’s World: Exploits of a Hollywood Rebel All Flowers in Time

Staff Montse Callao Escalada Juan Manuel Domínguez Marcelo Gobello Pablo Marín Agustín Masaedo Gustavo Sala Sol Santoro

Diseño Cecilia Loidi Gastón Olmos Colaboran hoy Diego Batlle Mariano Kairuz Agustín Mango Diego Trerotola

Producción Comercial Carlos Bronfman Daniel Maraschin Alejandro Solari Producción General Pablo Baldini Impreso en Gráfica Tucumán

Hoy a las 11:30, en el Muelle del Festival (en la Rambla, en la Plazoleta Almirante Brown), todos, pero todos todos –el staff, los directores, productores, invitados, público en general– estamos invitados a sacarnos una foto. Nada de souvenir turístico: con este gesto, el 26° Festival Internacional de Cine de Mar del Plata se solidariza con Jafar Panahi, el director iraní de This Is Not a Film, condenado injustamente a 6 años de prisión domiciliaria y a 20 de inhabilitación para filmar.



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