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Cien años tras el mostrador de semillas
Cien años tras elmostrador de semillas
La tienda de la Parte Vieja donostiarra es una de las más longevas de Gipuzkoa
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Agurtzane Núñez
La hortaliza más famosa de Donostia parece que ha estado ahí siempre, pero no. Hace 105 años que Joxe Mari Elosegui abrió la tienda de semillas en la Parte Vieja, y colocó en el balcón superior la remolacha, en 1914. «Las caseras cuando bajaban con el burro a vender leche a la Bretxa les parecían todas las calles iguales, y se le ocurrió ponerla para que encontrarían la tienda más fácil. En aquella época no había tantos letreros de los bares y se veía muy fácil», recuerda Juan Elosegui, el nieto de Joxe Mari.
La tienda comenzó vendiendo bacalao, aceites y comestibles, y también semillas, aunque poco a poco se fue especializando en ellas. «Había trabajado antes en la tienda de semillas Mocoroa y sabía del negocio», explica. Eso sí, lo que más se vendía «más que semillas de hortalizas y flores, era forraje: nabos, remolachas, alfalfa... por eso puso una remolacha», indica.
Hoy en día ya quedan pocos productores grandes, ya que la mayoría se abastecen con sus propias cooperativas, pero continúa vendiendo hortalizas y flores para particulares. «Lo que más vendemos son semillas de piparras, para los turistas. Y eso que les decimos que esas pican, no como las que comen en el bar». Y es que aunque hay multitud de variedades de pimientos, «las locales como las piparras de Ibarra, las de Gernika, el choricero o el piquillo no las encuentras en otros países».
Además, continúan vendiendo legumbres a granel que traen de productores nacionales. «Tenemos lentejas de Salamanca, garbanzos de Zamora… lo único de fuera son los frijoles mejicanos y una alubia pequeñita americana. Es un poco más caro que el de supermercado, pero luego se nota», explica.
Y es que según indica, «hoy en día los envases nos perjudican», y añade que «vendemos mucha legumbre por eso mismo. Nosotros lo traemos en sacos que respiran y lo vendemos en bolsas de papel. A los clientes les digo que no lo saquen de la bolsa, tiene que respirar. Si no se van secando y al cocerlos se deshacen».
Así, explica que aunque sean del mismo productor, unas legumbres envasadas no se cocinan igual que unas compradas a granel. «Además de semillas vendemos también comida para pájaros y alguna vez me ha pasado que el pájaro que se ha acostumbrado al nuestro, cuando el dueño le da el comprado en el supermercado no lo come, aunque sean de la misma marca», explica Juan Elosegui.
Él es la tercera generación del negocio familiar. Su padre y su tía, Juan y Mari Carmen, heredaron la tienda y tras casarse continuaron en ella. Él comenzó de joven ayudando a sus padres y tíos, y es el que sigue hoy en día. «Las semillas han cambiado un montón», explica, «y como en todas las profesiones hay que dominarlo. En el mostrador hay que saber de todos los productos».
Uno de los aspectos que más tienen que conocer son los abonos y otros productos. «Tenemos botikas para caracoles, para roña, ratones, hormigas...», indica y a cada cliente le aconsejan el suyo: «vienen con las hojas para enseñarte la plaga que tienen, o que el limonero tiene esto, o las hortensias, o los puerros, y hay que darles lo que corresponde. Es un aprendizaje de años».
La remolacha desaparecida
Hace unos años, cuando Juan Elosegui fue a abrir la tienda un lunes, una clienta le preguntó si estaban arreglando la remolacha. Fue entonces cuando se dio cuenta de que no estaba. «Hubo un partido Real Sociedad-Athletic,y después del partido, de madrugada y con algunas copas unos amigos empezaron que ‘si me subo, no me subo’, y terminaron cogiéndolo».
Tras unos días de incertidumbre, publicaron una nota en el periódico explicando el valor sentimental que tenía para ellos el adorno y a los días «apareció un chico con la remolacha bajo el brazo. Lo normal habría sido tirarla entre los bancos que había en la Bretxa o en algún sitio, pero la guardaron en algún garaje y al leer el periódico les entro el cargo de conciencia y lo trajeron», recuerda.