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El valor político de la Lectio Magistralis de Benedicto XVI en Ratisbona
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zoom EL VALOR POLÍTICO DE LA LECTIOMAGISTRALIS DE BENEDICTO XVI EN RATISBONA
S.E. Mons. Giampaolo Crepaldi Presidente del Observatorio Internacional Cardenal Van Thuân
Puede parecer extraño comenzar presentando el pensamiento político de Joseph Ratzinger (Benedicto XVI) a partir de un texto que no es directamente político. La Lectio de Ratisbona (12 de setiembre de 2006) es un texto de epistemología que aborda el tema de la unidad del conocimiento y, dentro de ese marco, la relación entre razón y fe. El contexto en el que se pronunció fue académico, pero su significado fue mucho más allá del problema de la relación entre las disciplinas. Después de todo, la cuestión no es inmediatamente política, sino ante todo teológica. Desde este punto de vista, consiste en considerar si el mundo puede auto-basarse y construirse a partir de sí mismo. La Lectio magistralis leída por Benedicto XVI en la Universidad de Regensburg proporciona el marco filosófico y teológico fundamental y sintético dentro del cual es posible situar también la problemática política.
El punto de partida de la Lectio de Ratisbona fue la constatación de la existencia de la «cohesión interna del cosmos de la razón». Esto justifica la existencia de la universidad, ya que las diversas disciplinas no persiguen objetivos particulares, sino que colaboran entre sí en la búsqueda de la verdad. Este «cosmos de la razón», se afirma, retomando una idea del Cardenal Newman sobre la universidad, no puede prescindir de la cuestión de Dios, sin la cual corre el riesgo de desintegrarse. Desintegrarse en este caso significa que los diversos saberes ya no están abiertos para recibir luz del «marco de conocimiento», ya no pueden abrirse más allá de sí mismos, sino que se cierran a sí mismos en sus propios lenguajes y en sus propios resultados. Es el tema de la autolimitación de la razón en la que tanto el teólogo como el pontífice Ratzinger insistieron larga y profundamente. Tengamos en cuenta esta dinámica que, como veremos, también se refiere a la razón pública.
El segundo pasaje de la Lectio es, como es conocido, la cita de una frase del emperador bizantino Michael II Paleólogo en disputa con un musulmán: «No actuar según la razón es contrario a la naturaleza de Dios», con lo cual se establece el pacto entre Dios y la razón humana, porque Dios es la Verdad. Aquí Ratzinger habla tanto a la religión como a la razón. Hay religiones que presentan a Dios como irracional, evitando así encontrarse con la razón. Pero también hay razones que han perdido interés en «la cohesión interna del cosmos de la
[1] Véase: “Il posto di Dio nel mondo secondo Joseph RatzingerBenedetto XVI”, en Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, Il posto di Dio nel mondo. Potere, politica, legge, a cargo de Stefano Fontana, (Siena: Cantagalli, 2013). razón» y ya no se hacen la pregunta sobre Dios. En el primer caso, la religión no es verdadera, en el segundo caso, la razón tampoco lo es. La verdad de la razón y la religión están juntas.
El tercer pasaje es la afirmación de la característica fundamental de la religión cristiana, que desde el principio se ha relacionado no con otras religiones de mitos, sino con la filosofía griega y con la religión judía, ambas en tensión hacia el Dios verdadero y único. El cristianismo se encontró con una razón que no había silenciado la pregunta sobre Dios, sino que había emprendido la búsqueda de la «cohesión interna del cosmos de la razón». De esta manera, el cristianismo se encontró con la metafísica, de la que no puede prescindir, porque de lo contrario la naturaleza radical de la cuestión de la razón fracasaría y se debilitaría a sí misma, perdiendo de vista el problema de Dios.
El cuarto pasaje es la denuncia de la deshelenización de la fe cristiana, iniciada en la edad moderna, al separarla de la razón. La razón moderna ha «autodecretado» su propia «autolimitación» —ambos términos se repiten en el texto de Ratisbona—, ha silenciado la radicalidad de la pregunta sobre Dios y ha sido pensada fuera de la fe. Cuando la razón se coloca fuera de la fe, inevitablemente se convierte en positivismo, es decir, en una razón fáctica y cuantitativa. Relega la religión a una subcultura, pero al hacerlo, no se convierte en neutral respecto de la religión, sino que se convierte ella misma en religión.
Bien visto, tenemos en este libro una presentación completa del camino que la razón política puede lograr y que, en los tiempos modernos, realmente ha logrado. Muchos creen que la partida de nacimiento de la modernidad es un acto de orgullo; la repetición del pecado original. Con este acto de orgullo, la razón política, siguiendo en esto a la razón tout court, se emancipa de Dios, absolutizándose. No es posible emanciparse de Dios sin absolutizarse, porque no hay neutralidad con respecto a Él. Una vez que se ha eliminado la pregunta sobre Dios, propia de la razón metafísica, la razón política pretende ser la fundadora de sentido, pero dada su capacidad reducida, debe reducir el espesor de este sentido, para que sea proporcional a sí misma. Para autofundamentarse la razón política debe reducirse a políticas de «procedimiento» y democracia «formal» y es el equivalente político de lo que le sucede a la razón como tal. Esta, para absolutizarse, debe reducir su ámbito de dominio hasta convertirse en razón positivista. Así también ocurre en la razón política cuando, eliminada la tensión metafísica, para ser absoluta, debe ejercitarse en un ámbito restringido y aparentemente dominable; el procedimental. Al hacerlo, sin embargo —y con esto el círculo se cierra— la razón política no deja de ser teológica, o sea de tener una relación con lo absoluto, sino inevitablemente adquiere el carácter de otro absoluto, ideológico y ya no religioso, del mismo valor absoluto de una religión. Sucede entonces que la razón política se vuelve arrogante y violenta, precisamente en el momento en que elimina todas las relaciones con significados y valores que van más allá de la experiencia empírica y el cómputo de votos en las elecciones políticas.
Por lo tanto, en la conferencia de Ratisbona se propone un esquema confirmado en el campo de la razón política: el rechazo de una apelación que viene desde el exterior; intentos de autofundamentación y autolimitación con el fin de autofundamentarse; la arrogancia negativa, esto no es porque se quiera afirmar algo, sino porque no se acepta que se afirme alguna cosa1 .