Siniestralidad Laboral Aテ前 2009
Siniestralidad Laboral 2009
INTRODUCCIÓN Uno de los aspectos laborales que más preocupa, ahora y siempre, a la Unión General de Trabajadores es la siniestralidad laboral, por ser el que afecta más negativa y dramáticamente al trabajador y a su entorno familiar y social. Año tras año analizamos los datos que oficialmente publica, una vez depurados y consolidados, el Ministerio de Trabajo e Inmigración sobre nuestra región y los comparamos con la del conjunto del estado y con el resto de las comunidades autónomas. Seguimos su evolución en nuestra región y elaboramos informes como este, para conocer con detalle la gravedad de la situación y para hacer partícipe al conjunto de la sociedad de un dramático problema que nos afecta a todos. Es además la siniestralidad laboral uno de los aspectos más negativos que tienen que seguir soportando los trabajadores asturianos y, por tanto, de los temas principales de actuación para la Unión General de Trabajadores de Asturias; no sólo a causa de las traumáticas repercusiones que, inevitablemente, suponen para quienes tienen la desgracia de padecerla en sí mismos, o en sus seres más cercanos y queridos, sino también por ser uno de los aspectos más negativos, que de forma continuada y persistente, viene presentando el panorama laboral asturiano. Porque, si bien está claro que el mayor perjuicio es siempre para el infortunado trabajador que lo padece y para su entorno familiar, las empresas y la sociedad en 5
su conjunto también se ven gravemente perjudicadas por las connotaciones negativas que todo accidente conlleva. Año tras año las estadísticas ponen de manifiesto la preocupante posición que ocupa nuestra región en ésta verdadera lacra social que son los accidentes de trabajo y que constituye uno de los aspectos del trabajo que más dolorosamente puede afectar a los trabajadores y a su entorno. En Asturias tenemos todavía que seguir lamentando un excesivo número de accidentes, con todas las connotaciones negativas que eso supone, además de continuar soportando unas tasas de actividad y de ocupación bajas y de, sin embargo, seguir sufriendo la utilización intensiva de fórmulas precarias de contratación. Presentamos, en este informe, los datos referidos al año 2009, ya que, a la fecha de su elaboración, son los últimos y recién publicados por el Ministerio de Trabajo e Inmigración, y son los que nos posibilitan un análisis con información más desagregada, imprescindible para un estudio de este tipo. Los datos estadísticos más recientes con los que contamos, los de los primeros trimestres del año 2010, son datos globales y provisionales que el Ministerio de Trabajo e Inmigración va dando a conocer según los recibe de las respectivas comunidades Autónomas. Su depuración y publicación, definitiva y pormenorizada, no se hace hasta bien avanzada la segunda mitad del año siguiente. Pero, aún así, siendo bastante generales y provisionales, nos pueden dar una visión de la tendencia de la accidentalidad en la región que, y, en este caso, los datos de los tres primeros trimestres del 2010 muestran una mejora tanto en el número total de accidentes como en leves y mortales, pero un aumento de los graves. Empeorando unas veces unas cifras y mejorando otras veces otras, parece aventurado afirmar que se confirme la tendencia de las esperanzadoras mejoras de los cuatro primeros años del milenio, cuando, además, no estába6
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mos inmersos en esta gravísima crisis que altera absolutamente toda posibilidad de comparación, al no darse lo que podríamos llamar “condiciones normales”. Es necesario que se consolide la tendencia a la mejora, que vuelva a constatarse en esas condiciones normales, en años venideros, para considerar que estamos convergiendo con los índices de nuestros vecinos europeos más desarrollados y desechar la causa de la mejoría al efecto de las particulares circunstancias de la actual situación económica. Como venimos insistiendo año tras año, sólo una disminución del número de todo tipo de accidentes, especialmente de los graves y de los mortales, significativa y sostenida en el tiempo, podría hacernos mantener la esperanza de estar, por fin, introduciendo la seguridad en los centros de trabajo. En nuestra región los accidentes, especialmente los mortales, no son aun lo excepcionales que nosotros quisiéramos que fuesen. A pesar de estar ya al final de la primera década del siglo XXI, con un claro cambio de modelo económico e inmersos en una grave crisis, la frecuencia con que tenemos que denunciar que los trabajadores siguen siendo víctimas de la más dramática de las siniestralidades, que es el accidente mortal, nos hace seguir clamando a las empresas y a las autoridades el estricto y riguroso cumplimiento de la Ley en todos y cada uno de los lugares de trabajo. Porque, a nuestro entender, es el sistemático incumplimiento de la ley precisamente, la causa de que no se muestren más decididamente los positivos efectos que son de esperar de su correcta aplicación, reduciendo significativamente el número de siniestros. La evolución y las características de la accidentalidad laboral en Asturias que se analiza en los siguientes apartados, nos muestra que en el año 2009, una vez más, ciertas tendencias básicas detectadas en años anteriores siguen siendo confirmadas machaconamente por los datos. Características tales como ser varón, joven, con contrato temporal y desarrollar el trabajo en los sectores de 7
la construcción, el metal o la minería, incrementan la probabilidad de ser víctima de un accidente laboral. Como cada año analizaremos a continuación, los accidentes según el sexo, las edades, los tipos de contrato, y el tamaño de la empresa; así como por los sucesos anormales que los han provocado, por la forma o contacto que los ocasionó, por el tipo de lesiones causadas, por el órgano corporal afectado, y por los aspectos temporales de esos accidentes: las horas y los días en que se han producido en mayor número. También analizaremos los accidentes por el número de jornadas perdidas a causa de los mismos y, por último, la duración media de las bajas.
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ACCIDENTALIDAD LABORAL EN ASTURIAS Asturias se situó en el año 2009, de acuerdo con los datos expuestos en el cuadro 1, como ya ocurriera los dos años anterior, entre las Comunidades Autónomas con mayores niveles de accidentalidad con relación a su población ocupada, tras ocupar tres años consecutivos una posición por debajo de la media española. Está por encima de la media nacional y solo la sobrepasó este año Castilla y León. Conforme a estos datos, en el conjunto del país se produjo un accidente por cada 30,58 trabajadores ocupados, mientras que en nuestra región la relación ha sido de un accidente por cada 25,64 trabajadores ocupados, hecho este que vuelve a coincidir con los datos tradicionales, en los que venía siendo peor nuestro índice que el del resto del estado, pero que, como novedad, había cambiado en el año 2004, se había mantenido en 2005 y 2006 y empeorado sensiblemente en 2007. Este año se vuelve a reafirmar la tradición histórica y, de momento, se mejora por debajo de lo que lo hace el resto del estado. Si comparamos el índice autonómico y el nacional de estos dos últimos años, vemos que, mientras el autonómico mejoró, pasando del 4,78% de la población ocupada accidentada, en 2007, al 3,9% en 2009, el nacional mejoró más, pasando, en los mismos años, de 4,52% al 3,27%. 9
No obstante lo dicho, el dato, objetivamente considerado, es el mejor de una década que se ha caracterizado por una mejoría lenta pero continua, llegando a la cifra actual -un accidente por cada 25,64 ocupados- desde las cifras de 2000, en el que hubo un accidente por cada 14,35 ocupados. Los índices de incidencia y de frecuencia de los trabajadores afiliados a alguno de los regímenes de la seguridad social que tiene cubierta de forma específica la contingencia de accidente laboral en Asturias (cuadro 2), siguen, como no podía ser de otra manera, tanto en términos absolutos, como en su relación con los índices registrados para el conjunto nacional, una tónica similar a la de los accidentes ocurridos según la población ocupada que hemos visto. En estos apartados se acentúa nuestra mala posición relativa, ocupando la segunda posición en lo que a la incidencia se refiere, tras Baleares, y ocupando la primera en el de frecuencia, seguida de las propias Baleares. El índice de incidencia (número de accidentes por cada 100.000 trabajadores) fue en Asturias de 5.165,5, frente a la media nacional de 4.130,7, lo que supone 1.034,8 puntos más en nuestra región, o, lo que es lo mismo, el 25,05% superior. El índice de frecuencia (nº de accidentes por millón de horas trabajadas) fue, en Asturias, de 32,8, frente al de la media nacional que fue de 25,4, es decir, un valor de 7,4 puntos más en Asturias, o lo que es lo mismo, el 29,13% superior. Asturias, en este apartado, es la comunidad autónoma que, como ya hemos dicho, tiene el guarismo más alto, seguida de Baleares, País Vasco y Galicia. Hasta la fecha la tónica de la década ha sido también, en ambos índices, el de incidencia y el de frecuencia, de paulatino y continuo descenso, pasando, del 2000 al 2009, el índice de incidencia de 8.584 a 5.165,5, casi un 40% menos (el 39,82% exactamente) y el índice de frecuencia de 47,5 a 32,8, casi un 31% menos (el 30,95% exactamente). 10
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En cuanto a los índices de incidencia y de frecuencia de los accidentes mortales (cuadro 3) habidos en 2009, si bien siguen la misma pauta que los generales, se observa una mejora superior a la nacional y coloca, en este especialmente trágico apartado, a la comunidad autónoma en el puesto quinto, tras las comunidades de Galicia, Aragón, Cantabria y Castilla-La Mancha. Efectivamente, los índices asturianos de accidentes mortales han pasado de una incidencia de 7,6 en 2008 a una de 5,7 en 2009 y de una frecuencia de 4,66 a otra de 3,61, lo que supone una disminución mayor que la de pasar de una incidencia de 5,1 a 4,2 y de una frecuencia de 3,1 a otra de 2,6, como ha ocurrido en el total nacional. No obstante lo anterior, debemos seguir siendo conscientes de que nuestra siniestralidad en este apartado - el de los accidentes mortales- sigue siendo alta, sensiblemente superior a la media nacional, y ha de seguir siendo una prioridad preventiva y sindical luchar contra este tipo de accidentes cuyo único dato satisfactorio será el de cero accidentes. Efectivamente, el índice de incidencia de los accidentes mortales fue en Asturias un 35,71% superior a la media nacional, que fue, como ya se ha dicho, del 4,2, lo que supuso una diferencia similar a la del año 2007 que fue del 32,29%, y mucho menor que la del 2008 que fue del 49.02% . En cuanto al índice de frecuencia de los accidentes mortales en Asturias fue un 38,85% superior al del conjunto de España, también algo más alto que el porcentaje del 2007, que había sido de un 35,37% pero muy inferior al del 2008, que había sido de un 50.32% superior. En este apartado de la siniestralidad, tan particularmente doloroso, relativo a los accidentes mortales, y según los datos provisionales que tenemos de 2.010 la situación parece que sigue mejorando. En el cuadro 5 se ve con claridad la mejora paulatina, aunque con altibajos, de todo tipo de accidentalidad en los últimos diez años. Especial relevancia tiene la evolución 11
de los accidentes mortales ya que se ha pasado de los 41 accidentes mortales de 2000 a los 18 de 2009. En el cuadro 6 se consignan los accidentes con baja acaecidos durante la jornada de trabajo según ramas de actividad, tanto en valores absolutos como teniendo en cuenta la población sometida a riesgo. Los mayores niveles de accidentalidad general, en valores absolutos, si no tenemos en cuenta el “resto ramas”, que es un auténtico cajón de sastre enormemente amplio, se dieron, en el mismo orden que en años anteriores: en primer lugar la construcción, con 3.319 (el 20,3% del total), seguido del metal con 2.500 (el 15,3%) y de la minería con 1.891 (el 11,5%). Teniendo en cuenta la población ocupada en cada rama, la mayor accidentalidad se detecta, como viene siendo habitual, en la minería, seguida de la construcción y el metal con una ratio, estas dos últimas, prácticamente igual. También es digno de reseñar en este capítulo el lento y constante incremento de la participación en la accidentalidad del apartado “resto ramas”, integrado muy especialmente por el sector servicios, donde se mantiene, prácticamente, el mismo número de accidentes a pesar de la reducción de la población ocupada, pasando de una ratio de 0,52 en 2.000 a 0,65 en el año 2009 (columna A/B). En cuanto a los accidentes graves y mortales por ramas de actividad (cuadro 7), la que mayor siniestralidad presenta, sin tener en cuenta “resto ramas”, en valores absolutos, es también la construcción, con 34 accidentes, seguida de Agricultura y pesca con 19 y metal con 18. Cambia el orden si se tiene en cuenta la población empleada en cada rama, situándose la minería en primer lugar, seguida de la agricultura y pesca y ocupando el tercer lugar la construcción (columna C/D). Se ha intentado justificar muchas veces la alta siniestralidad laboral asturiana con el argumento de que las actividades industriales de la comunidad son intrínsecamente peligrosas y, por tanto la siniestralidad está en función de esa peligrosidad. Sin negar la premisa mayor, que sin 12
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duda exige una actitud preventiva más profunda, la causa del diferencial con el resto del estado y con la accidentalidad europea (inferior a la española en su conjunto) insistimos en que está, a nuestro entender, en su mayor medida, causada por la falta de aplicación práctica de los principios y métodos contemplados en la Ley de Prevención de Riesgos Laborales que se sigue sin aplicar con el rigor necesario para que cumpla su objetivo de eliminar, o en su caso de reducir, los accidentes relacionados con el trabajo. Siguen, por tanto, estando plenamente justificadas las inversiones en recursos, tanto materiales como humanos, para paliar los efectos y los costes que conllevan los accidentes laborales, que, como ya hemos dicho, afectan tan negativamente, en primer lugar al trabajador y a su familia, pero también, al conjunto de la economía, a la productividad de las empresas y a la propia sociedad y al Estado, por los costes médicos, farmacéuticos, rehabilitaciones, jornadas laborales perdidas, pensiones, indemnizaciones, etc. Sin embargo muchos empresarios asturianos parecen seguir asumiendo como inevitable el alto grado de siniestralidad laboral que genera su actividad y siguen considerando los contenidos de la ley como una meta difícilmente alcanzable y no como una ley de mínimos, que es lo que su letra y espíritu proclaman. Cumplir formalmente con la parte administrativa y burocrática, con “el papeleo” y la entrega de determinados EPIs es lo que, para muchos, significa cumplir con los preceptos de la Ley de Prevención de Riesgos Laborales. Desde UGT-Asturias continuaremos exigiendo la aplicación real de la ley y seguiremos insistiendo en denunciar el incumplimiento sistemático que de ella hacen los que, por imperativo legal, tienen encomendada su aplicación. Y no cejaremos en ello hasta que los centros de trabajo lleguen a ser lugares seguros, donde el riesgo de sufrir un accidente haya prácticamente desaparecido o esté minimizado al máximo. 13
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ACCIDENTALIDAD POR SEXO El análisis de la accidentalidad por sexos indica un año más que los accidentes se concentran mayoritariamente en el colectivo varonil, tanto a escala regional como a escala nacional, aunque en el caso de Asturias la diferencia siga siendo mayor. Para el caso de los varones los niveles regionales son, como hemos dicho, aún más elevados que los del resto del país, mientras que para el caso de las mujeres los datos se invierten, siendo mayor la accidentalidad nacional que la asturiana. En conjunto los datos demuestran que los trabajos con mayor riesgo siguen siendo desempeñados mayoritariamente, sobre todo en Asturias, por varones como veremos a continuación. Si se analizan los datos que nos proporciona el cuadro 8 se puede constatar que mientras que en Asturias se concentran en torno al colectivo masculino el 77,2% del total de los accidentes con baja, en España lo hace el 73,5%. Por el contrario, y como es lógico, en la comparación entre mujeres, en el ámbito estatal salen peor paradas, con el 26,5% complementario de los accidentes ocurridos, frente al 22,8% de las asturianas. La relación accidente / población ocupada según sexo (cuadro 9) muestra también el mayor índice de accidentalidad que existe en el colectivo masculino, tanto frente al femenino en el ámbito regional como frente al masculino en el conjunto nacional. Así, se produjo en Asturias un ac15
cidente por cada 18,21 varones ocupados, mientras que dentro del colectivo femenino se produjo un accidente por cada 50,76. En el ámbito estatal se produjo un accidente por cada 23,47 varones ocupados y en el caso de las mujeres uno por cada 50,25 ocupadas. Según la evolución de los accidentes que se presenta en el cuadro 10 a partir del año 2001 la disminución es constante en los totales y en el de varones, y en ambos ámbitos, nacional y regional, hasta el año 2005 a nivel nacional y hasta el 2006 en nuestra Comunidad Autónoma en el que hay un repunte en el número de accidentes tanto de varones como en el total, y vuelve a bajar de nuevo en 2008 en los dos ámbitos. El descenso de los accidentes en los años señalados no lo fue en el caso de la accidentalidad femenina, que ha seguido aumentando durante toda la década en términos absolutos, y en ambos ámbitos, con las excepciones de 2002 en el estatal y 2003 en el regional. Si nos fijamos y comparamos la variación entre los dos años extremos, 2000 y 2009 vemos que la fuerte bajada del total de accidentes y de los que afectan a varones va acompañada por un ligero descenso de los de las mujeres en el ámbito nacional. En el ámbito regional se constata también esa bajada en los totales y en los de los varones, pero, sin embargo, los de las mujeres aumentaron significativamente. La accidentalidad masculina disminuyó entre esos años en un 40,94% en España y lo hizo en un 38,26% en Asturias. En el caso de las mujeres la disminución lo fue solo en el ámbito nacional, con un 0,55%, mientras que en el regional aumentó en un 38,28%, a pesar de la disminución del número de ellos este año por segundo año consecutivo.
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ACCIDENTALIDAD POR EDADES Durante el año 2009 se ha vuelto a constatar (cuadro 11) que los accidentes han afectado en mayor medida, teniendo en cuenta a la población ocupada, al grupo de trabajadores con edad comprendida entre los 16 y los 19 años, tramo en el que se produjo un accidente por cada 9,68 ocupados, seguidos del de 20 a 24 años, en el que se produjo un accidente por cada 16,56 ocupados. Son estos mismos grupos los que también presentan los mayores niveles de accidentalidad, y en el mismo orden, en los colectivos masculino y femenino. Para el conjunto de los jóvenes de 16 a 24 años se produjo un accidente cada 15,75 frente a los 25,65 del total de la población ocupada. De los datos de que se dispone año tras año se desprende claramente que existe una relación directa entre la juventud de los trabajadores y la probabilidad de sufrir un accidente. Esto se debe fundamentalmente, según nuestro criterio expuesto reiteradamente, a la falta de experiencia y pericia en el desempeño de sus tareas, así como a la falta de formación específica, efecto, a su vez, de la fuerte temporalidad que los jóvenes se ven obligados a soportar en lo que a la contratación se refiere. Tanto la falta de continuidad en el trabajo como la rotación no deseada ni planificada, agudizan esta situación y se comportan, ellas mismas, como factores de riesgo para los más jóvenes. Bueno sería, si queremos atajar las causas de los accidentes de estos trabajadores, considerar estas 17
circunstancias como riesgos emergentes, característicos de las actuales relaciones industriales. La evolución de los accidentes laborales por edades en los últimos años (cuadro 12), nos indica que mientras en los grupos medios de edad, los que están afianzados en el mundo laboral, la accidentalidad, sobre todo en relación a la población ocupada, se mantiene relativamente estable o mejora, en el tramos de 16 a 19 es donde se observa que, a pasar de la disminución del nº de accidentes no ha mejorado en toda esta década. Se puede efectivamente constatar que en este año 2009 la reducción, en números absolutos, es decir sin tener en cuenta la población ocupada, ha sido mayor en los tramos de menor edad, colocándose por debajo de los acaecidos en el año 2000, frente al caso contrario del tramo de más edad. Sin embargo si se tiene en cuenta la población ocupada la realidad cambia y es que la crisis económica y la pérdida de empleo ha afectado más al empleo de los más jóvenes que al de los no tanto. Dicho de otra manera, la disminución del número de los accidentes de los jóvenes se debe a la disminución del número de trabajadores en esos tramos de edad.
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ACCIDENTALIDAD Y CONTRATACIÓN De acuerdo con los datos del cuadro 13, tanto en el ámbito regional como en el nacional, la accidentalidad es significativamente mayor entre los trabajadores con contratos temporales que entre los que tienen un contrato indefinido. El análisis de la magnitud de la siniestralidad según el tipo de contrato es otro de los aspectos que corrobora nuestra apreciación acerca de la importancia que tienen los riesgos ligados a las características actuales del mercado de trabajo en los accidentes laborales. Efectivamente, si durante 2009 se accidentó en Asturias un trabajador de cada 28,17 entre los que tienen un contrato indefinido, entre los que su contrato es temporal la relación fue de un accidente por cada 11,96 trabajadores, esto es, casi de dos veces y media más. Y esto no solo ocurre en Asturias, aunque aquí con mayor crudeza, sino que lo mismo acontece en toda España, donde la probabilidad de accidentarse es casi del doble entre los que tienen un contrato temporal de la que tienen los que cuentan con uno fijo. Uno de cada 30,86 de los que tienen un contrato fijo en España se accidentó en el año que estamos estudiando, frente a uno cada 17,57 entre los que lo tienen temporal en el mismo período. Con esto se vuelve a ver claro que la temporalidad y la rotación consiguiente son unas lacras, continuamente denunciadas por UGT-Asturias, que ade19
más de alejarnos de la deseada estabilidad en el empleo, también suponen, para los que están sometidos a ella, un riesgo grave para su integridad física. No creemos que sea casual que las mayores tasas de accidentes se den año tras año entre los colectivos que padecen con mayor rigor las fórmulas más precarias de contratación, a las que, por otra parte, tan acostumbrados nos tiene ya nuestro actual mercado de trabajo. Nosotros debemos ser conscientes de que la especial coyuntura económica por la que pasamos, a causa de la actual crisis económica global, está fomentando la utilización casi exclusiva de esas fórmulas precarias de contratación que ponen en gravísimo riesgo la salud e integridad física de los trabajares. Por esto debemos estar especialmente atentos a los indicadores que nos alerten de estos posibles riesgos. Los datos, informe tras informe, nos confirman estas apreciaciones. En 2009, el 23,78% de la población asalariada, que es la que en Asturias tiene un contrato temporal, sufrió el 42,36% de los accidentes, mientras que la otra parte de la población asalariada, la que tiene un contrato fijo y supone el 76,22% del total, sufrió el 57,64% de los accidentes. En el ámbito estatal los datos muestran la misma tendencia aunque algo más suave. Y es que, una vez más, tenemos que repetir que “además de la situación de falta de equilibrio personal e integración social que produce una situación de indefinición e inseguridad en el empleo, se impide a quienes la padecen el acceso a una formación y conocimiento del oficio, así como a una identificación con la tarea y con su entorno, lo que, inevitablemente, conduce a mayores niveles de accidentalidad.” La temporalidad en el empleo constituye, en si misma, un factor de riesgo.
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ACCIDENTALIDAD POR EL TAMAÑO DEL CENTRO Y LA EMPRESAS Durante el año 2009 en Asturias el mayor número de accidentes con baja en jornada de trabajo se registró, si nos fijamos en la accidentalidad atendiendo al tamaño de la empresa, utilizando como criterio de tamaño el número de trabajadores en plantilla (cuadro 15), en las empresas de entre 1 y 49 trabajadores, es decir, con menos de cincuenta trabajadores, seguidas de las de 100 a 499. En las primeras se registraron 7.544 accidentes, lo que supone el 46,05% del total, y en las segundas 3.561, el 21,74%. No hay que olvidar que entre las empresas de menos de 50 trabajadores están, además de las de menos de 6 trabajadores, tan numerosas en éste país y que son las que la Ley de Prevención de Riesgos Laborales ha dejado más desprotegidas, al no haberse establecido por ley la figura del Delegado Territorial de Salud, también están aquellas que, aunque la ley permite que, por su tamaño, tengan Delegado de Prevención, carecen de él por la dificultad estructural que supone serlo en una pequeña empresa. Creemos, pues, que estos datos ponen de manifiesto que a menor presencia sindical menor prevención de riesgos y mayor probabilidad de accidentarse. 21
Debemos, por todo ello, seguir incidiendo en este segmento empresarial en todo lo relativo a la seguridad y salud en el trabajo, ya que no solo los datos globales del total de accidentes lo indican, sino también los datos de los accidentes graves y mortales que se produjeron en el año 2.009 en nuestra región (cuadro 15), así lo aconsejan. Tanto en los accidentes graves como en los mortales la mayor concentración se presenta en las empresas de menor tamaño, las de menos de 50 trabajadores, con 68 accidentes graves y 10 mortales, lo que supone el 53,97% de los accidentes graves, y el 55,56% de los mortales. Si consideramos en conjunto los accidentes graves y mortales, que han sido 144 en total, en las empresas pequeñas se han producido 78, lo que supone el 54,17% de éste tipo de siniestralidad. Y, estos datos vuelven a ser tan escandalosos como los de años anteriores, no dejando por ello de ser significativa la reducción objetiva del número de accidentes graves y del conjunto de graves y mortales, pero volviendo a poner de manifiesto que este sector empresarial no está tomando las medidas preventivas necesarias para que se den los resultados que la sociedad y la ley llevan esperando desde hace ya tanto tiempo.
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OTROS ASPECTOS DE LA ACCIDENTALIDAD LABORAL En este apartado los aspectos de la accidentalidad laboral que se analizan son una serie de características de los mismos que ayudan a formarse una idea más clara del fenómeno y que pueden ser relevantes para actuar preventiva y proactivamente. Son aspectos tales como: la forma en que se han producido los accidentes, las ocupaciones a las que han afectado y en qué cuantía, los tipos de lesiones que se han derivado de los mismos, las partes del cuerpo afectadas, así como diferentes aspectos temporales: en qué horas de la jornada y del día se han producido y en qué días de la semana. Los datos se recogen en los cuadros 16 al 22 y, someramente, se comentan a continuación. Comenzando nuestro análisis por analizar la “desviación o suceso anormal que generó el accidente” (cuadro 16), vemos que el mayor número de accidentes con baja en jornada de trabajo en Asturias, durante el año 2009, fue por el “movimiento del cuerpo como consecuencia de o con esfuerzo físico”, con un total de 5.075 accidentes, lo que representa el 30,98% del total, seguido de “pérdida de control de máquina, medios transporte, herramientas, etc.”, con 3.073 accidentes, el 18,76%.
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Si se atiende a la gravedad del accidente, la misma desviación “movimiento del cuerpo como consecuencia de o con esfuerzo físico” fue también la que motivó el mayor número de accidentes leves, con un total de 5.066, el 31,2%, seguida igualmente de “pérdida de control de máquina, medios transporte, herramientas, etc.” con 3.044, el 18,75%, mientras que los accidentes graves fueron causados mayoritariamente por “derrumbe de agente material” y por “caídas de personas, sin especificar”, con 27 y 26 accidentes respectivamente, el 21,42% y el 20,63 %. En el caso de los accidentes mortales, la mayor frecuencia fue compartida, con 7 decesos cada uno, por “Rotura, fractura, estallido, caída, derrumbe de agente material.” y “otra desviación no codificada en esta clasificación” seguidos de “pérdida de control de máquinas, medios de transporte, herramientas, etc.” con 4 muertes, lo que completa el total de 18 fallecidos en el año. En cuanto a la “forma o contacto que ocasionó la lesión” (cuadro 16 bis), la mayor frecuencia de accidentes totales fue por “sobreesfuerzo físico, trauma psíquico, exposición a radiaciones, ruido, luz o presión” con 6.080 accidentes, el 37,11%, seguido de “aplastamiento contra un objeto inmóvil (trabajador en movimiento)” con 3.920 accidentes, el 23,93% y, en tercer lugar por “choque o golpe contra un objeto en movimiento, colisión” con 3.317 accidentes, el 20,25%. En lo que respecta a la frecuencia del conjunto de accidentes graves y mortales, el mayor número de este tipo de accidentes lo fueron por “aplastamiento contra un objeto inmóvil (trabajador en movimiento)” y por “choque o golpe contra un objeto en movimiento, colisión” con 36 accidentes cada uno, el 50% del total entre los dos. El mayor número de accidentes con baja en jornada de trabajo en Asturias, durante el 2009 según la ocupación del afectado (cuadro 17), se registró nuevamente entre los “trabajadores cualificados de las industrias extractivas, metalurgia, construcción de maquinaria y asimilados”, que sufrieron 3.979 accidentes, el 24,3% del total, seguidos por los “trabajadores cualificados en la construcción, excepto 24
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operadores de maquinaria” con 2.453, lo que representa el 15% del total, y en tercer lugar por los “operadores de instalaciones y maquinaria, montadores y conductores”, con 2.440 accidentes, que representan el 14,9% del total. Un año más son las mismas ocupaciones las que padecen el mayor número de accidentes, en el mismo orden y en casi las mismas proporciones. Las lesiones más frecuentes provocadas por los accidentes con baja producidos en jornada de trabajo (cuadro 18), fueron las “dislocaciones, esguinces y torceduras”, 6.906, seguidas muy de cerca por las “heridas y lesiones superficiales” 6.174, lo que representa el 42,16% y el 37,69% del total respectivamente, datos estos muy similares a los del año anterior y en el mismo orden. En cuanto a la zona corporal afectada (cuadro 19) la mayoría de los accidentes se siguen produciendo, como es claramente previsible, en las “manos”. Este año fueron 3.875 accidentes los que interesaron este órgano y que representan el 23,65% del total, seguido de la “espalda incluida la columna y las vértebras dorso lumbares“ en la que se produjeron 3.053 accidentes, lo que representa el 18,64%, y, en tercer lugar, de los “miembros inferiores (excepto pies)”, con 2.210 accidentes, el 13,5%, casi los mismos que el cuarto órgano más afectado, los “pies” con 2.205 accidentes, el 13,46% del total. De acuerdo con el cuadro 20, si pasamos a analizar la accidentalidad en sus aspectos temporales, tales como en qué horas se producen, o en qué días de la semana, en el año que nos ocupan, 2009, la hora en la que se produjeron la mayoría de los accidentes fue, como viene siendo habitual, en la segunda hora a partir del inicio de la jornada, en la que se produjeron 2.969 accidentes. Por gravedad ocurre lo mismo con los leves y los graves, pero no así con los mortales que fue en la primera hora en la que más accidentes de este tipo hubo, con cinco accidentes, seguida, conjuntamente, por la cuarta y sexta, con cuatro accidentes cada una. La segunda hora de mayor 25
accidentalidad fue la tercera hora de la jornada, seguida de la cuarta y la primera, con lo que se puede afirmar que, al repetirse este esquema año tras año, la mayor probabilidad de accidentarse y por tanto el mayor riesgo se da en la primera mitad de la jornada, con un 61-62% de los accidentes de cada año de la última década, quedando tan solo el 38-39% restante para la segunda mitad y su continuación. Respecto a la hora del día (cuadro 21), fue entre las 10 y las 12 de la mañana cuando se dio la mayor frecuencia de accidentes totales, leves y mortales y entre las 8 y las 10 el de graves. Considerados como conjunto graves y mortales fue entre las 8 y las 10 también cuando se dio la mayor frecuencia, seguida de la de 10 a 12, aunque con un solo accidente de diferencia. En accidentes mortales el segundo tramo en frecuencia fue de 8 a 10. En cuanto al día de la semana en el que ocurrieron los accidentes (cuadro 22), el mayor número se produjo en lunes, con 3.568 en términos absolutos, lo que representa el 21,78% del total, seguido del martes con 3.165, el 19,32%; pocos más que el miércoles con 3.054, el 18,64%. Si atendemos solo a los accidentes graves fue el martes el día de más accidentes con 32, el 25,4%, seguido de lunes con 24, el 19,05%. En el conjunto de graves y mortales es también el martes el de mayor frecuencia, con 34 accidentes, el 23,61% del total, seguido del lunes con 28 accidentes y el 19,44%, al que sigue el miércoles, con 24 accidentes, el 16,67%. Los accidentes mortales acaecieron cuatro en lunes y jueves y tres en miércoles y viernes. El día más nefasto para la seguridad parece que sigue siendo, según estos datos, el lunes y está completamente justificada una actuación preventiva que ayude a extremar las medidas de prevención y protección en ese día de la semana.
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JORNADAS PERDIDAS Y DURACIÓN MEDIA DE LAS BAJAS En este último apartado analizamos algunos aspectos colaterales de los accidentes laborales pero que son muy relevantes y significativos desde las perspectivas tanto social como económica. Nos referimos a características tales como el número de las jornadas laborales que se pierden al año a causa de los accidentes laborales y la duración media que supone cada una de las bajas por accidente laboral. Efectivamente, la empresa, la sociedad y la economía también sufren daños, si no tan inmediatos, importantes y dramáticos como los que padece el que sufre en sí mismo el accidente, sí lo suficientemente significativos y perniciosos como para que también sean tenidos en cuenta. Además, el destacar las consecuencias negativas que los accidentes de trabajo tienen en ámbitos distintos al del propio perjudicado, puede ayudar a que los otros perjudicados tomen conciencia de esos perjuicios que padecen y se posibilite la unión de los esfuerzos de todos los damnificados en el objetivo común de su erradicación. En el aspecto económico, los gastos en atención médica, hospitalaria, farmacia, rehabilitaciones indemnizaciones 27
y pensiones, así como la pérdida de los conocimientos profesionales, las habilidades adquiridas y la experiencia acumulada, etc., convierten la accidentalidad laboral en uno de los capítulos más gravosos del coste sanitario total en una sociedad moderna. La propia empresa sufre la pérdida de capacidad productiva, entre otras cosas, por el aumento del absentismo y la consiguiente pérdida de jornadas de trabajo. Precisamente al ser este último criterio uno de los aspectos más fácilmente mensurable, es el que más se utiliza para dar una idea del menoscabo económico que supone la accidentalidad laboral para la empresa y para la economía de la sociedad. Existe un gran consenso, en todo el mundo desarrollado, en considerar que tener unos índices de accidentes de trabajo en niveles especialmente bajos es indicador de una sociedad desarrollada, que se preocupa tanto por el bienestar de los individuos que la integran como por un aprovechamiento inteligente de los avances de la tecnología y del saber. Lo contrario suele ocurrir en las sociedades centradas en un desarrollismo incontrolado, que beneficia solo a los estratos sociales superiores y cuya oferta de trabajo está centrada en actividades de poco valor añadido, baja productividad y escasa exigencia, y por tanto, fácilmente sustituible. En Asturias se perdieron 502.594 jornadas en el año 2009 a causa de accidentes laborales con baja producidos en las empresas durante la jornada de trabajo (cuadro 23), lo que supuso un aumento de 12.824 sobre las perdidas el año anterior, el 2,62%. Y eso a pesar de haber disminuido los accidentes en un 16,88%. Es decir, que con casi un 17% de accidentes menos se han perdido más de un 2,5% de jornadas de trabajo más que el año anterior. De acuerdo con la distribución de la accidentalidad por sexos, la mayoría correspondió al colectivo masculino, con el 76% de las jornadas pérdidas, siendo la participación femenina, obviamente, del restante 24%, disminuyendo, un año más, la diferencia entre ambos colectivos, 28
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que era, al principio de la década, en el año 2000, del 87,8% y 12,2%, respectivamente. En las jornadas perdidas asociadas a la modalidad de contratación (cuadro 24), las correspondientes a los contratos indefinidos fueron de 284.860, un 13,04% más que el año anterior, y las asociadas a los contratos temporales 199.087, un 10,15% menos que el año anterior. Si relacionamos estos datos con los de población asalariada, que figuran en el cuadro 13, nos encontramos con que se perdieron 1,1 jornadas por cada trabajador con contrato indefinido, frente a las 2,47 jornadas pérdidas por los que tienen un contrato temporal. Si ahora comparamos estos últimos datos con los del año anterior, en el que se habían perdido 0,96 jornadas por cada trabajador con contrato indefinido a causa de la accidentalidad y 2,44 jornadas por cada asalariado con contrato temporal, vemos que el incremento fue mayor en los trabajadores con contrato indefinido, de 0,05 jornadas por cada asalariado, frente a 0,03 de los de contrato temporal. Atendiendo al tamaño de las empresas (cuadro 25), las de 49 o menos trabajadores son las que presentan el mayor volumen de jornadas perdidas, con un total de 240.720, lo que supone el 47,9% del total. Las siguen las de entre 100 a 500 trabajadores, con 108.214 jornadas perdidas, el 21,53% del total. Otro indicador muy utilizado al estudiar la accidentalidad (cuadro 26) es, por una doble razón, la duración media de las bajas: por un lado, se entiende que es un indicador de la gravedad de la lesión producida, pues resulta evidente, que a mayor y más grave daño, más tiempo se necesita para la recuperación y para poder reanudar la actividad laboral y, por el otro, que es un indicador de la pérdida económica que suponen las secuelas del accidente. De hecho en muchas estadísticas internacionales es la duración de la baja el criterio que se utiliza para clasificar el accidente según gravedad. En éste epígrafe Asturias, con una media de 30,6 días perdidos por cada accidente, ha 29
mantenido una mejora relativa ya conseguida año 2004, al dejar de ser la Comunidad Autónoma donde la duración media de la baja venía siendo la mayor de toda España, y manteniendo la tercera posición por sexto año consecutivo, detrás de Cantabria y de Galicia, que pasaron a ser la primera y segunda en este apartado, con una duración media este año de 33,0 y de 31,1 días respectivamente. No obstante éste índice sigue siendo en Asturias superior a la media nacional, que fue de 26 días, y lo es en un 17,69%, con lo que nos alejamos un poco más, por segundo año consecutivo, de la menor diferencia hasta ahora que fue de un 13,6% en 2007. Pero el aspecto más negativo de esto es que este distanciamiento de la media nacional se da cuando el dato a escala nacional es el peor de la década, siendo la diferencia absoluta de 4,6 jornadas, diferencia que parecía olvidada desde mediados de la década. Claro que también en el ámbito regional es el peor dato de la década. Con respecto al año anterior, que fue el mejor dato del decenio, hubo un aumento de la duración media de la baja por accidente en jornada laboral de 5,7 jornadas. Con respecto al siguiente peor año en cuanto a este parámetro, 2001, la diferencia es de 1,3 jornadas más en 2009.
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CONCLUSIONES Durante el año 2009 los accidentes laborales con baja producidos en jornada de trabajo en Asturias experimentaron una disminución con respecto a los ocurridos en los años inmediatamente anteriores, siendo el año en el que hubo el menor número de accidentas laborales de los últimos diez. Conforme a los datos ya pormenorizados expuestos en este informe se pueden obtener las siguientes conclusiones: • Asturias, en el año 2009, se sitúa entre las comunidades con una mayor tasa de accidentalidad con respecto a su población ocupada, solo superada, y por muy poco, por Castilla y León. • Se produjo en la región un accidente laboral por cada 25,64 ocupados, mientras que la media nacional fue de uno por cada 30,58 ocupados. En este año, Asturias sigue manteniendo prácticamente el mismo diferencial con el conjunto nacional pero es, objetivamente, el mejor dato de la década, que en el 2000 era de un accidente por cada 14,35 ocupados. • En Asturias los índices de incidencia y de frecuencia (accidentes por nº de trabajadores y por nº de horas de trabajo, respectivamente) fueron un 25,05% y un 29,13% superiores a la media 31
nacional, respectivamente, aumentando la distancia que había el año anterior. Si hacemos la comparación con los datos de la propia Asturias del año anterior ambas bajaron, la incidencia en un 13,38% y la frecuencia en un 10,87%. • En cuanto a la incidencia y frecuencia de los accidentes mortales, Asturias presenta unos datos sensiblemente mejores que los de los años anteriores, pasando de una incidencia de 7,6, el año pasado, a 5,7 éste año; y de una frecuencia de 4,66 a 3,61. Si comparamos con los datos nacionales, que también han mejorado, los regionales han mejorado más aunque estando por encima del nacional un 35,71% el de incidencia y a un 38,85 % el de frecuencia. Estos datos indican que en Asturias sigue siendo más probable tener un accidente mortal que en el conjunto del territorio nacional. • Los varones asturianos participaron en la accidentalidad proporcionalmente más que sus congéneres del resto de la nación. Lo contrario ocurrió, evidentemente, con las mujeres, que tuvieron índices más bajos en Asturias que en el resto del país. Con relación a la población ocupada se accidentó un varón de cada 18,21 y una mujer de cada 50,76. Esto se explica por el hecho de que son los varones los que, en Asturias, siguen trabajando mayoritariamente en las actividades con mayor accidentalidad (construcción, minería y metal) y siguen desempeñando, generalmente, las tareas de mayor riesgo. • Los varones acapararon el 77,2% del total de los accidentes laborales con baja producidos en los centros de trabajo y las mujeres el 22,8% restante. Estas diferencias son aún mayores si atendemos a los accidentes graves y mortales, pues las mujeres sufrieron el 8,7 de los accidentes graves 32
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y los varones el 91,3% restante. Los mortales fueron todos de varones. • Los varones jóvenes volvieron a tener una accidentalidad superior, durante 2009, a la del resto de la población, resultando entre 16 y 19 años un accidentado por cada 9,68 ocupados, y entre los de 20 y 24 de uno cada 16,56 frente a uno de cada 25,64 del conjunto de la población asalariada. La situación laboral de precariedad que tienen que soportar los jóvenes nos sigue pareciendo la razón de esta alta siniestralidad que padecen. • Los trabajadores con contrato temporal han tenido una siniestralidad casi dos veces y media superior a la de sus compañeros con contrato indefinido, ya que uno de cada 11,96 trabajadores con contrato temporal sufrió en Asturias un accidente con baja durante la jornada de trabajo, mientras que la relación para los que tienen un contrato indefinido fue de uno por cada 28,17 trabajadores. Vuelve a observarse en esto la perniciosa influencia que en la accidentalidad tiene la precariedad en el empleo. Sólo un trabajo estable y de calidad puede ofrecer a los trabajadores el acceso a factores tales como formación, motivación, experiencia, destreza en la ejecución de la tarea, identificación con el entorno, etc., que lo hagan sano y seguro. • Las empresas de menos de 50 trabajadores fueron las que tuvieron más accidentes, tanto en el total como en leves, graves o mortales, con una participación del 46,05% de los totales, el 45,98% de los leves, del 53,97% en los accidentes graves y del 55,56% en mortales. Estos datos confirman la necesidad, manifestada reiteradamente por UGT-Asturias, de dedicar una mayor atención a este colectivo de empresas. 33
• Según la forma o contacto que ocasionó la lesión, los accidentes más numerosos siguen siendo, en el mismo orden y proporción, por “sobreesfuerzo físico, trauma psíquico, exposición a radiaciones, ruido, luz, presión”, seguidos por “aplastamiento contra un objeto inmóvil (trabajador en movimiento)” y por “choque o golpe contra un objeto en movimiento, colisión”. • En cuanto a las lesiones más frecuentes también lo siguen siendo, las “dislocaciones, esguinces y torceduras” seguidas de las “heridas y lesiones superficiales”. • La hora de trabajo en la que más accidentes se produjeron fue la 2ª tras el inicio de la jornada y entre las 10 y las 12 de la mañana según la hora del día. El día de mayor número de accidentes sigue siendo el lunes. El de los accidentes graves y del conjunto de graves y mortales el martes. En accidentes mortales lo fueron por igual lunes y jueves. • A consecuencia directa de la accidentalidad se perdieron 502.594 jornadas laborales durante 2009, lo que supone un 2,62% más que el año anterior, y eso teniendo en cuenta la disminución de los accidentes con baja en un 16,87%. El 47,9% de esas jornadas perdidas lo fueron en empresas de menos de 50 trabajadores. • La duración media de las bajas fue de 30,6 días, frente a los 26 de la media nacional. El aumento de la duración media de las bajas respecto al año anterior, fue en Asturias de 5,7 días, un 22,89% superior. ASTURIAS, DICIEMBRE 2010 34
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