a los 50 años
Concilio Vaticano II
Introducción
Este número sale en blanco y negro, una característica típica del tiempo conciliar. AGOSTO-SETIEMBRE 2013 Redacción: Román Arana Iñíguez 5361 12300 Montevideo, Uruguay. Tel./fax: 2227 53 80 umbrales@chasque.net www.umbrales.edu.uy
Colaboraron en este número: Gloria Aguerreberry, Richard Arce, Carlos R. de Oliveira, Francesco Bottacin, Silvano Borba, Primo Corbelli, Paul Dabezies, Alfredo Leirós, Cristina López, Gerardo Martelletti, Eduardo Ojeda. Imprenta Rojo - Salari 3460 A, Montevideo. Tel.: 2215 1812 Edición amparada en el Dec. 218/996. Comisión del Papel. D.L. nº 299574 M.E.C.: Registrada, T. VII, Folio 184
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El 11 de octubre del año pasado iniciaba el Año de la Fe por iniciativa del Papa Benedicto XVI. Según sus explícitas palabras, éste acontecimiento hacía referencia al 50º aniversario del comienzo del Concilio Vaticano II, cuya celebración se inició el 11 de octubre de 1962. Umbrales quiso unirse a la intención papal que implicaba un conocimiento más profundo del evento conciliar y de sus consecuencias en la fe de los creyentes. Ésta es la última entrega de nuestra reflexión eclesial sobre el Concilio. Sin embargo, cuando en setiembre del año pasado publicábamos el primero de estos tres números especiales, tal vez nadie podía imaginar lo que sucedería en el breve espacio de ocho meses: la renuncia del Papa Benedicto, que representa una novedad no comparable con el evento conciliar, pero seguramente una de las consecuencias que ese evento hizo posible; la elección de Jorge Bergoglio, otro Papa no italiano y sobre todo, no europeo, cuando el episcopado extraeuropeo, en el Concilio, era por número y por peso específico una minoría (a excepción de Agagianian, que era prefecto de Propaganda Fide, todos los moderadores del Concilio eran europeos); la bienvenida entusiasta al nuevo Papa por su sencillez y sus palabras de humildad y pobreza; la institución del grupo de ocho cardenales de los distintos continentes elegidos por el Papa en vista de una mayor colegialidad y reforma de la curia romana. Prudentemente es legítimo pensar que todo esto no habría sido posible sin el cambio pastoral, el movimiento que se inició en 1962. Y por supuesto, hablando de los eventos más visibles de la vida de la Iglesia, sin considerar los grandes avances evangélicos que se produjeron gracias al nuevo Pentecostés invocado por el Papa Juan XXIII: la renovada confianza en la persona humana, vista en su procedencia divina, capaz de libertad de conciencia y opciones por el bien; el camino ecuménico que abrió la Iglesia Católica al reconocimiento de los demás cristianos (oficialmente clasificados como herejes solo hace 50 años); la apertura de la Iglesia a los signos de los tiempos presentes en el mundo; y consecuentemente, el reconocimiento de todo lo bueno que hay en la humanidad y la colaboración y el diálogo con el mundo nocristiano en vista de la venida del Reino, y sobre todo de su paz; el extraordinario camino de la Iglesia en América Latina con las varias Conferencias del CELAM y los avances en temas teológicos. El listado es seguramente incompleto, pero representativo de la importancia que tuvo ese gran sínodo, no solo por los 50 años que pasaron, sino también por el tiempo a venir. El aniversario abrió un amplio debate sobre la continuidad o la ruptura que representó el Concilio: según algunos, el Concilio no cambió nada, solo reformó la “pastoral” de la Iglesia; según otros, representó una verdadera “reforma” presentada con la palabra menos comprometedora de “aggiornamento”. Si el Evangelio, que es el fundamento de toda la vida de la Iglesia, permanece siempre igual, ¿qué otra reforma -sino la pastoral- sería posible en la Iglesia? Gracias a la presencia del episcopado mundial y a las idas y venidas a Roma para las cuatro sesiones conciliares y el intercambio de los obispos en sus diócesis, toda la Iglesia fue involucrada en esa reflexión: al lector la posibilidad de responder a las preguntas pendientes del Concilio en vista de un testimonio eclesial evangélico en el día de hoy. Concilio Vaticano II, a los 50 años. Número 3.
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1.
El ecumenismo
Concilio Vaticano II a los 50 años
Presencia de los “hermanos separados” Así se los llamaba a los cristianos de distintas confesiones que no comulgaban con la Iglesia Católica. El papa Juan tenía como uno de los objetivos principales del Concilio el acercamiento a estos hermanos. La decisión de admitir al Concilio observadores cristianos no católicos aunque sin derecho a voto, fue seguramente un hecho histórico que nunca había sucedido en los Concilios anteriores. Este hecho facilitó no solo el entendimiento y el diálogo sino que ayudó a que no se hablara tan solo de cuestiones internas de la Iglesia Católica. Hacia el final del Concilio los observadores huéspedes habían llegado a 182. Hubo observadores anglicanos, luteranos, reformados, metodistas, cuáqueros.., sin contar a los ortodoxos (inclusive los delegados del patriarcado de Moscú). El día siguiente a la inauguración del Concilio, el cardenal Agustín Bea, presidente del Secretariado por la Unidad de los Cristianos se dirigió a ellos llamándolos: “Queridos hermanos en Cristo”. Quedaron gratamente sorprendidos por el calor de la acogida. Tenían pleno acceso a todos los documentos conciliares y podían enviar sus observaciones al Secretariado. El Consejo Ecuménico de las Iglesias con sede en Ginebra, manifestó su especial interés, con el temor sin embargo de que la Iglesia Católica quisiera monopolizar el movimiento ecuménico. Les resultaba ambigua la expresión “Concilio ecuménico” que para los católicos significaba un Concilio general de todos los obispos y para ellos parecía im-
plicar una participación directa y plena de todas las Iglesias en el Concilio. Muy importantes fueron sus aportes en especial sobre el tema de la Palabra de Dios, la Iglesia, el Ecumenismo. Hubo trascendentales encuentros, por primera vez en la historia, entre el Papa Juan y el doctor Fischer de Canterbury, líder de los anglicanos en 1960, y entre el papa Pablo VI y el patriarca ortodoxo de Estambul, Atenágoras, en 1962.
Historia del ecumenismo Al hablar de ecumenismo, se habla del movimiento que surgió a comienzos del siglo XX que buscaba la reunificación de las distintas confesiones cristianas históricas, separadas entre sí por cuestiones de doctrina, de historia, de tradición. Se quería cumplir con el mandato de Cristo: “Que todos sean uno para que el mundo crea que Tú me has enviado” (Jn 17,21). La palabra griega “oikoumene” se usó en el Concilio de Nicea (año 325) para significar la participación de todos los obispos de la “oikoumene” (=tierra habitada). El punto de partida oficial del Movimiento Ecuménico se dio con la Conferencia Misionera Mundial de Edimburgo en 1910. Surgió en ambiente protestante y en un contexto misionero, por la necesidad de presentar un frente unido a los países “infieles”. Uno de los máximos propulsores del Movimiento fue el obispo luterano Nathan Soderblom, Premio Nóbel de la Paz 1930. Con la Asamblea de Ámsterdam (1948) se constituyó el Consejo Mundial de Iglesias (CMI) que se autodefinió no como una su-
El Papa Juan XXIII y el Arzobispo Fischer de Canterbury, encuentro histórico, en 1960.
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per-Iglesia o Iglesia mundial, sino sión; se empezó a ver el proselitismo como “una comunidad de Iglesias que Todos, católicos y no católi- como una desviación del testimonio reconocen a Cristo como Dios y Sal- cos, para lograr la reconci- cristiano y a hablar de colaboración vador”. El CMI, llamado también Con- liación deben “examinar su más que de competencia entre Iglesejo Ecuménico de las Iglesias, aún fidelidad a la voluntad de sias. La Iglesia Católica no entró ofihoy representa el conjunto de las Igle- Cristo sobre la Iglesia y, cialmente todavía en el CMI; lo posias anglicanas, protestantes y orto- como es debido, emprender dría hacer quizás en el futuro si se doxas que reúnen a unos 600 millorealizaran ciertas modificaciones en animosamente la tarea de nes de cristianos y tiene sede en Gila estructura del organismo. Se han nebra (Suiza). La Iglesia Católica no renovación y reforma” dado sin embargo acuerdos altamen(n.4 de “Unitatis Reintegratio”). quiso adherirse al Movimiento ni al te significativos de la Iglesia Católica CMI, considerando que estas Iglesias a nivel teológico con las diversas Iglese habían separado de Roma y a Roma tenían que sias, creando un clima totalmente nuevo en el ámbito volver. Con Juan XXIII se produjo un cambio total de cristiano. Con los Ortodoxos se comparte la fe en Crisrumbo en la Iglesia Católica, la que ahora trabaja acti- to, en la Biblia y en la Tradición del primer milenio, en vamente a nivel ecuménico y en el ámbito también del los siete sacramentos y en particular en la Eucaristía CMI. y en el Orden Sagrado que son causa de divergencia con los Protestantes, en la devoción mariana y en la Distintas confesiones cristianas veneración a los santos. Los Ortodoxos no admiten sin El primer milenio de la historia de la Iglesia, fundada embargo el primado del Papa. Con los Protestantes ha por Jesucristo, es la historia de una Iglesia indivisa. habido un gran acercamiento en el tema de la Biblia, la Los primeros siete grandes Concilios son un punto de justificación por la fe y otros temas puntuales. Dice el referencia obligado para todas las Iglesias cristianas Concilio que todos, católicos y no católicos, para lode hoy. La fractura de la única Iglesia empezó con la grar la reconciliación deben “examinar su fidelidad a la separación de las Iglesias del oriente europeo (con su voluntad de Cristo sobre la Iglesia y, como es debido, sede principal en Constantinopla, hoy Estambul). Es- emprender animosamente la tarea de renovación y retos cristianos se llamaron a si mismos “Ortodoxos” forma” (n.4 de “Unitatis Reintegratio”). (es decir “fieles” a la Tradición de los Apóstoles). Con el nombre genérico de “Protestantes” o “Evangélicos”, Documento conciliar sobre ecumenismo si bien con grandes diferencias, se hace referencia a Ya en 1949 una Instrucción del Santo Oficio reconocía los Luteranos, Reformados, Anglicanos, que impulsa- la acción del Espíritu Santo en el Movimiento Ecuméron la “Reforma” en el 1500. Estas son las Iglesias “his- nico. Pero en el Concilio el tema adquirió una importóricas” o tradicionales a las que hay que añadir, más tancia imprevista. El documento elaborado por el Contarde, las Iglesias Metodista y Bautista. Desde aden- cilio se titula: “Unitatis Reintegratio” (= restauración de tro del mundo protestante, a comienzos del 1800 en la unidad de los cristianos). Allí se reconoce que la Estados Unidos surgió la que es ahora la principal co- división que se ha dado en la única Iglesia de Jesús es rriente evangélica: el Pentecostalismo. Este se difun- un escándalo y un serio obstáculo para la evangelizadió rápidamente con un fuerte espíritu misionero en ción. El objetivo del ecumenismo ha de ser “la plena América Latina y en África. Está constituido principal- unidad visible”. Para con los cristianos no debe haber mente por Iglesias locales independientes, aunque tam- actividad “misionera” como si fueran paganos (ya esbién comprende grandes denominaciones como las tán convertidos a Cristo), sino “diálogo” para lograr con Asambleas de Dios. Hay otros grupos seudocristianos, ellos una fe plena en Cristo y una reunificación visible. fundamentalistas, que promueven la teología de la pros- No es tarea tan solo para especialistas sino de todos peridad, el milagrerismo, el negocio con la imposición los cristianos. Ante todo con la oración (ecumenismo del diezmo. espiritual), después con el diálogo teológico (ecumenismo de la verdad) y finalmente con la fraternidad y el Nuevo enfoque católico del ecumenismo servicio mancomunado (ecumenismo de la caridad). El nuevo enfoque ecuménico en el campo católico fue Dice el documento: “En primer lugar hay que hacer toplanteado en 1937 por el teólogo p. Yves Congar con dos los esfuerzos para eliminar palabras, juicios y acsu libro: “Cristianos desunidos: principios de un ecu- ciones que no respondan, según la justicia y la verdad, menismo católico”. Allí se planteaba que la unión no a la condición de los hermanos separados” (n.4). No será fruto del “retorno” al redil católico, sino más bien existe un ecumenismo católico; hay un solo ecumeel resultado de un camino común de conversión y refor- nismo. Lo que el documento presenta son principios ma a la luz de Cristo y de su Evangelio. En el Concilio católicos. La unidad querida por Cristo ha sido rota “a se adoptó la línea del p. Congar y se empezó a poner veces no sin culpa de ambas partes” (n.3). Aunque el acento sobre los elementos de unión y no de divi- imperfecta, hay una verdadera comunión entre los crisn. 241
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tianos por el bautismo, la fe en Cristo y en la Sagrada Escritura como norma de fe y de vida. Las Iglesias y Comunidades Eclesiales son verdaderos lugares de salvación. El Concilio encargó a los obispos, de una manera muy especial, el compromiso ecuménico para que hubiera para todos una formación ecuménica, un mutuo conocimiento y la colaboración recíproca.
la caridad. La inmensa mayoría de los cristianos no tiene la mínima idea de por qué están divididos; se trata de conflictos históricos que ya no tienen sentido para la gente de hoy. El Ecumenismo se practica también con tener y dar una información correcta y respetuosa de cada Iglesia, con un lenguaje no polémico sino apropiado. En el n.11 se dice que “la manera y el sistema de exponer la fe católica no El pastor Emilio Castro, de la Iglesia Dificultades debe convertirse en modo alguno Metodista del Uruguay, quien tuvo una En la época del Concilio en muchos amplísima trayectoria ecuménica: en obstáculo para los hermanos”. ambientes católicos todavía se ha- “Dios está interesado en la Igle- Decir por ejemplo que “los Protesblaba de los Protestantes como de sia, pero para que la Iglesia sirva tantes son otra religión”, es fruto de “herejes” y de los Ortodoxos como ignorancia. Decir que el Papa “es al mundo”. “cismáticos”. En el mismo Conciel jefe de la Iglesia” no es correcto, lio, los obispos que todavía se oponían al camino ecu- ya que solo Cristo es el jefe de la Iglesia y el Papa es ménico, insistían en que la Iglesia Católica era la única el sucesor de Pedro con una misión especial que le ha Iglesia fundada por Cristo, que no se podía atribuir cul- encargado el mismo Cristo. Decir que “nuestra fe está pas a la Iglesia Católica en el pasado (sino solo a los puesta en la Virgen” no es exacto, ya que nuestra fe individuos), que abandonar a la Iglesia Católica era pe- está puesta solo en Cristo; y María es la primera discícado y que fuera de ella no había salvación. Se temía pula de Jesús. Jesús es el único Mediador, el único que las nuevas ideas llevaran a la indiferencia religiosa que nos salva. La intercesión de los santos es saluy debilitaran a la Iglesia frente al proselitismo protes- dable en la medida que se une a la de Cristo. Por otra tante. Sobre todo para los latinoamericanos resultaba parte el Concilio reconoce que la “vida cristiana de esdifícil el diálogo con las llamadas “sectas” inspiradas tos hermanos se nutre de la fe en Cristo, se robustece en el evangelio. Se pensaba que practicar el ecume- con la gracia del Bautismo y con la Palabra de Dios; nismo equivalía a admitir deficiencias en la Iglesia Ca- se manifiesta en la oración privada, en la meditación tólica, lo que parecía inadmisible. El uso indiscrimina- bíblica, en la vida de la familia cristiana y en el culto de do y despreciativo de la palabra “secta” creaba por otra la comunidad congregada para alabar a Dios” (n.23). parte muchos problemas. Se incluía en ellas a evangé- “Es mucho más lo que nos une que lo que nos selicos, bautistas, pentecostales con los cuales la Igle- para”, diría Juan XXIII. sia Católica empezaba un diálogo teológico y fraternas Como consecuencia del Concilio, los católicos han relaciones. Para muchos resultaba inadmisible que la adoptado una actitud mucho más positiva con respecIglesia Católica hubiera cometido errores y pecados a to a los demás cristianos. Desean conocerse más, relo largo de la historia o hubiera llegado tarde en mu- zar juntos en las Celebraciones de la Palabra, colabochos casos. Con la palabra “Ecumenismo” no se que- rar en las tareas vecinales, sociales y nacionales. Comría decir que todas las iglesias fueran iguales y diera lo parten lugares de culto y se comprometen juntos en mismo ser católico, ortodoxo, protestante... Evangeli- las luchas por los Derechos Humanos y la promoción zar no significaba convertir a los demás cristianos a la de las clases populares. propia Iglesia o “robarle” los fieles. Tampoco se trataba ión de renegar o negociar con la doctrina. No había que Para tu reflex olvidar que el gran objetivo del Ecumenismo era un anuncio creíble de Cristo a los no cristianos, que son todavía la mayor parte de la humanidad. e tiestintas Iglesias qu ¿Conoces las di ? as tic ís Cómo practicar el ecumenismo sus caracter nes en tu zona y En el tercer capítulo, el documento del Concilio propovez alomoviste alguna ¿Participaste o pr ne para la reforma de la Iglesia antes que nada la conico? gún acto ecumén versión del corazón, la oración en conjunto con los herazas a cordialidad o rech manos separados, el conocimiento mutuo “con espíri¿Te acercas con ras Iglesias? tu benévolo”, la formación ecuménica sobre todo en los que son de ot cuanto a teología e historia, la colaboración en el campo social. Es fundamental el ecumenismo social o de
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Ficha Ecumenismo
espiritual
Ya en 1908 el p. Paul Watson invitaba a los cristianos divididos a consagrar una semana en el año para el retorno de todas las ovejas al redil de Pedro. Pero fue el p. Paul Couturier (+1953) quien dio el nuevo enfoque teológico a la iniciativa del Octavario de Oración para la Unidad de los Cristianos, redefiniéndolo en un sentido aceptable también para los no católicos. En 1934 presentó su Octava de Oración desde el 18 de enero, fiesta de la Cátedra de san Pedro, hasta el 25 de enero, fiesta de la Conversión de san Pablo. El p. Couturier pedía “por la unidad de los cristianos, la que Dios quiera, como Él quiera, cuando Él quiera y por los medios que Él quiera”. Desde 1939 ese octavario, aprobado por los Papas y que después cambiará su nombre por el de “Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos”, es aceptado y observado por todas las Iglesias y es fruto de una preparación hecha en conjunto. Couturier es reconocido como el iniciador del “ecumenismo espiritual” (del que se habla en el n.8 del documento conciliar) cuyo proyecto es hacer suya la oración sacerdotal que el Señor pronunció en la vigilia de su muerte (Jn 17,20-21). El objetivo principal del ecumenismo católico Fr. Paul James Francis Wattson. había sido el acercamiento a los hermanos Ortodoxos, los más cercanos a la fe católica. Por eso del 4 al 6 de enero de 1964 se encontraron el papa Pablo VI y el patriarca de Constantinopla, Atenágoras. Era el primer encuentro desde el año 1400 cuando en Florencia se habían encontrado católicos y ortodoxos para una reconciliación que no se logró. El objetivo del encuentro fue rezar juntos en Jerusalén sobre el Santo Sepulcro para pedir perdón. Un año después, al cierre del Concilio, ambos sellarán públicamente en una celebración solemne, este perdón, borrando las excomuniones recíprocas de más de 900 años atrás. Para llegar a tan inesperados pasos en adelante, impensables solo algunas décadas antes, la misma Iglesia Católica se puso en un camino de conversión. Uno de los puntos que durante el Concilio favorecieron y justificaron la conversión ecuménica fue el reconocimiento que hay “un orden o ‘jerarquía’ de las verdades de la doctrina católica” (UR 11). Este principio ayudó a los Padres conciliares a reconocer que la unidad por la cual Cristo rezó es más importante que algunas definiciones de carácter dogmático que separaban a los cristianos. Un principio que hoy en día resulta más que precioso para enfrentar divisiones y problemas que la Iglesia vive en sí misma y que, no resueltos, obstaculizan su testimonio evangélico. El Papa Francisco y el Patriarca ortodoxo Bartolomé.
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2.
Las religiones no cristianas
Concilio Vaticano II a los 50 años
El documento “Nostra aetate” El documento conciliar sobre las religiones no cristianas tiene el título en latín: “Nostra aetate” (= en nuestra época) y fue promulgado el 28 de octubre de 1965. Fue un texto muy debatido y tuvo cuatro redacciones. Habla de cual debe ser la postura de la Iglesia Católica hacia las religiones que hay en el mundo, en particular con las dos grandes religiones monoteístas (Islam y Judaísmo) que creen en un único Dios y reconocen en el comienzo de su fe al patriarca Abraham. Desarrolla también muy brevemente unas líneas de acción y acercamiento con las grandes religiones orientales como el Hinduismo (800 millones de adeptos) y el Budismo (400 millones). El documento conciliar fomenta una nueva valoración de las religiones. Los cristianos nos habíamos acostumbrado a llamar “paganos, idólatras, infieles, supersticiosos” a millones de personas de otras religiones que, sin ninguna culpa de su parte no conocen a Cristo y siguen su religión. Al documento conciliar siguieron otros documentos oficiales de la Iglesia como la “Redemptoris Missio” de Juan Pablo II que declara como estas religiones son verdaderos caminos, aunque parciales, hacia la única mediación de Cristo. El creyente no cristiano, por la misma pertenencia a su propia tradición religiosa, es orientado (LG 16) hacia Cristo. La revelación o manifestación de Dios en estas religiones, aún siendo parcial, constituye el fundamento del llamado “diálogo interreligioso”.
Mutuo conocimiento y aprecio El documento, en el contexto de una creciente interdependencia entre pueblos y culturas, recuerda el deber de la Iglesia de favorecer la unidad y la caridad entre los hombres y por lo tanto examina como primera cosa lo que los hombres tienen en común. “Todos los pueblos constituyen una sola comunidad teniendo todos en Dios su origen y su fin último”, afirma en el n.1 y reconoce que todas las religiones se esfuerzan por dar respuesta a los más profundos interrogantes del
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corazón humano. En el n.2, refiriéndose a las religiones en general, la Iglesia Católica dice “no rechazar nada de todo lo que hay de verdadero y santo en ellas” y mira “con sincero respeto aquellos preceptos y conductas que no pocas veces reflejan un rayo de la Verdad que ilumina a todos los hombres”. Invita a los católicos a “reconocer, conservar y promover aquellos bienes espirituales y morales y aquellos valores socioculturales que en ellas se encuentran”, sin olvidar el anuncio de Cristo “en el cual los hombres encuentran la plenitud de la vida religiosa”. También en estas religiones es posible no solo buscar sino encontrar verdaderamente a Dios. La Iglesia además condena “toda persecución o discriminación por motivos de raza, color, casta o religión”. Los vaivenes del documento ayudaron a elaborar por primera vez en la historia una nueva relación con las religiones no cristianas, recordando cómo “Dios quiere que todos se salven” (1Tim 2,4). Fue el punto de partida del debate sobre el pluralismo religioso que en el post-Concilio conocerá un inesperado desarrollo.
El diálogo interreligioso
Practicar este diálogo no significa que todas las religiones sean iguales, sino que en todas están presentes en mayor o menor medida las “semillas del Verbo”, es decir las huellas de Cristo, a las que hay que saber detectar, valorar y asumir. El diálogo interreligioso no es una estrategia de captación, sino el compartir puntos de coincidencia, orar y trabajar juntos para el bien de todos. Este diálogo es hoy necesario e imprescindible por el debido respeto que se les debe a las personas y no está en contraposición con el anuncio explícito de Cristo. El conocimiento de Cristo es un derecho de todos y es un deber del cristiano hacerlo conocer. Antes que nada un católico adulto debe saber distinguir claramente entre Iglesias cristianas con Jules Isaac, fundador de la las que se practica el ecumenismo Amistad Judeo-Cristiana, fue y las religiones no cristianas. Tradirecibido por Juan XXIII en 1960. cionalmente la “misión ad gentes” (la n. 241
misión a los gentiles o paganos) ficultad a las minorías árabes y significaba llevar la luz de la fe a Fue con el Concilio que se descu- palestinas de religión católica con pueblos que andaban en las tinie- brió que “el Espíritu ya obraba en consecuencias políticas negativas. blas, que estaban básicamente en el mundo antes que Cristo fuera A esto se añadió que dos meses el error y encaminados casi con fa- glorificado” (Ad gentes n.4) y que después que se cerrara la primera talidad a la condenación eterna. La sigue obrando aún hoy en todas sesión del Concilio, se presentaIglesia “madre y maestra” de los ba en Berlín el drama “El Vicario” las tradiciones religiosas. “Quien pueblos se sentía con el derecho de Rolf Hochhut, donde se acusade ofrecer toda la verdad, sin escu- no está contra nosotros, está con ba a Pío XII de haber quedado en char si los interlocutores tenían nosotros”, dijo Jesús (Mc 9,40). silencio frente al exterminio de los también algo bueno para ofrecer. judíos. Durante toda la discusión Fue con el Concilio que se descubrió que “el Espíritu sobre estos temas, la Secretaría de Estado hacía preya obraba en el mundo antes que Cristo fuera glorifica- sente la dificultad de un documento que podía avalar el do” (Ad gentes n.4) y que sigue obrando aún hoy en nuevo Estado de Israel con sus acciones bélicas contodas las tradiciones religiosas. “Quien no está contra tra la entidad palestina. nosotros, está con nosotros”, dijo Jesús (Mc 9,40). El Recién en la segunda sesión del Concilio se presentó diálogo interreligioso supone la convicción de que el tema como un capítulo más del texto sobre el ecuen la otra persona, en alguna medida, ya está obran- menismo, pero también hubo fuertes reacciones en condo Dios antes inclusive de que se le anuncie el evan- tra. El viaje a Israel de Pablo VI, sus declaraciones gelio. Esto implica una actitud de escucha sincera y y su testimonio de amistad con el pueblo judío ayudarespetuosa y una gran capacidad de autocrítica. El diá- ron a crear un clima más tranquilo. A comienzos de logo no tiene como objetivo la conversión del otro a la 1965 el cardenal Bea reformuló totalmente el texto prepropia religión, sino la conversión de ambos a Dios, sin sentándolo dentro de una Declaración más amplia soque esto se contraponga al anuncio del Evangelio. bre las religiones no cristianas. El texto fue aprobado casi por unanimidad.
Una iniciativa de Juan XXIII En junio de 1960 el Papa Juan XXIII tuvo un importante encuentro con el judío Jules Isaac, representante del Consejo Mundial Hebraico y autor del libro “Jesús e Israel”. En ese libro se criticaba la teología católica de la sustitución (antes el pueblo elegido era Israel y después lo sustituyó la Iglesia como nuevo Pueblo de Dios) y la “enseñanza del desprecio a los judíos” practicada por los cristianos a lo largo de los siglos. Rechazaba que la diáspora de los judíos fuera un castigo de Dios, que al tiempo de Jesús la religión judía se hubiera degenerado en puro legalismo sin alma, que hubieran cometido un “deicidio”; todo esto, según Isaac, había sido un apoyo teológico para el antisemitismo. El presidente francés Vincent Auriol, amigo de Juan XXIII, facilitó la audiencia del Papa con Isaac. Juan XXIII, que había salvado 25 mil niños judíos en Turquía durante el nazismo, era sensible al tema. Encargó entonces al card. alemán Agustín Bea, presidente del Secretariado para la Unidad de los Cristianos que preparara un documento sobre las “relaciones de la Iglesia con el pueblo judío” que contuviera una condena explícita del antisemitismo: en origen la actual declaración sobre las relaciones de la Iglesia con las religiones no cristianas había sido pensada como un documento sobre la religión judía. También Jacques Maritain y otros católicos trabajaban en esa dirección. Bea preparó un texto que le agradó al Papa, pero al conocerse el texto en la asamblea conciliar, cundió la polémica. Los obispos del Medio Oriente fueron los más fuertes opositores porque temían que ese pronunciamiento pondría en din. 241
La religión judía Con la religión judía tenemos una relación especial que no tenemos con ninguna otra religión. En el n.4 del documento conciliar se dice: “Los comienzos de su fe y de su elección se encuentran en los patriarcas, en Moisés y en los profetas. Todos los cristianos somos hijos de Abrahán en la fe. La Revelación del Antiguo Testamento nos llega por el pueblo de la Alianza. ‘De los judíos nos viene Cristo según la carne’ (Rom 9,4-5) y también María, los apóstoles y los miembros de la primera Iglesia. Las promesas de Dios son irrevocables y aún no habiendo reconocido a Cristo y aceptado el Evangelio, los judíos son todavía muy amados por Dios a causa de sus padres”. El Concilio recomienda “el aprecio para este Pueblo y un conocimiento más profundo a través de los estudios bíblicos y teológicos y con el diálogo fraterno”. No pueden ser acusados de “deicidio”: “Lo que pasó en la pasión y muerte de Cristo no puede ser imputado a todos los judíos que vivían en aquel tiempo y menos a los judíos de nuestro tiempo”. Además “los judíos no deben ser presentados como rechazados por Dios o maldecidos como si esto se dedujera de la Escritura”. El documento se refiere obviamente al párrafo del evangelio de san Mateo donde la gente grita: “¡Que su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos!” (Mt 27,25). La primera Alianza no fue revocada; la historia de Israel no terminó en el año 70. Por eso se insiste en que “no se enseñe nada que no sea conforme a la verdad del evangelio y al espíritu de Cristo, ya sea en la catequesis como en la Concilio Vaticano II, a los 50 años. Número 3.
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cristianos. Los judíos están acostumbrados a través de los siglos a ser minoría tolerada o perseguida, mientras que los cristianos han estado dominando con una casi total indiferencia hacia las minorías religiosas (lo que dura hasta hoy). Para los judíos, no teniendo jerarquías o autoridades comunes, el diálogo es restringido a pequeños grupos y también para los católicos los encuentros son promovidos solo a nivel institucional, oficial. Hoy es urgente, para el diálogo interreligioso multiplicar los encuentros de base. El acercamiento diplomático del Vaticano con respecto a Israel, sin Muro de los lamentos, 2009: Benedicto XVI leyó un salmo en latín, acompañado justificar la política agresiva y de un rabino que lo hizo en hebreo. expansionista del sionismo, ha predicación”. La Iglesia “reprueba además cualquier per- tenido un gran valor psicológico, aún si se trata de un secución, odio y todas las manifestaciones de antise- tema político porque las relaciones entre católicos y mitismo dirigidas contra los judíos de cualquier tiempo judíos a través de los siglos han sido también una reay persona”. Implícitamente lamenta de que en el seno lidad política, no solo religiosa. El judaísmo no es tan de la tradición cristiana hayan prevalecido por tanto tiem- solo una religión, sino una sociedad y una cultura. Su po actitudes antijudías. Es cierto que se trataba de reconocimiento significa aceptar su dignidad de pueblo sentimientos muy comunes en la sociedad, pero era con todo sus derechos. Juan Pablo II hizo suyo el pediuna sociedad cristiana modelada por la predicación de do de perdón de los obispos alemanes, estuvo en Ausla Iglesia. El documento termina diciendo: “Cristo se chwitz, visitó la sinagoga judía de Roma, viajó a Israel ha voluntariamente sometido a la pasión y muerte a y rezó en el Muro de los Lamentos. Siempre el mismo causa del pecado de todos los hombres, para que to- Papa canonizó a la judía Edith Stein, monja católica y profesora de filosofía, asesinada en Auschwitz que hados consigan la salvación”. bía escrito al papa Pío XI en 1933: “Esperamos que la Iglesia haga oír su voz para terminar con estos atropeLos cristianos y los judíos La idea de Juan XXIII y del card. Bea era responder en llos contra los judíos, en nombre de Cristo”. Lamentaforma positiva a las acusaciones contra la Iglesia de blemente esa carta quedó sin respuesta y fue publicaestar en el origen del antisemitismo con su predica- da casi 70 años después. También el mártir cristiano ción contra los judíos deicidas y no haber hecho todo Dietrich Bonhoeffer, antes de ser colgado, había escrilo posible para denunciar esa barbarie. En la historia to: “Sólo quien grita a favor de los judíos, tiene derecho de la Iglesia hay que distinguir claramente el antiju- a cantar el canto gregoriano en los templos”. daismo, que es la hostilidad propiamente religiosa debido a prejuicios históricos y teológicos, de lo que es ión el antisemitismo de los dos últimos siglos. Este último Para tu reflex es el odio al judío en cuanto tal y como miembro de una determinada raza, lo que llevó al exterminio nazi. La Iglesia Católica condenó el antisemitismo con un istianas y ir entre Iglesias cr documento del papa Pío XI (“Con viva inquietud”) de ¿Sabes distingu ntos reliie nuevos movim 1937. La Iglesia en la época nazi tuvo sus fallas y siotras religiones o lencios, pero también sus héroes y mártires, sin olvigiosos? s judar la inmensa obra de protección y salvación llevada a ejuicios contra lo dejas llevar por pr e ¿T cabo por el pontificado de Pío XII. Después del Concilio anes? díos o los musulm ha empezado con seriedad el diálogo con los judíos, s y sus grandes religione en la búsqueda de un terreno común de entendimiento ¿Cuales son las s? y acción. Pero este diálogo es ajeno al grueso de los principales valore
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Ficha Los hermanos musulmanes En el n.3 de Nostra aetate se habla de la religión musulmana o del Islam que se presenta hoy en día como la segunda religión más numerosa en el mundo (1.300 millones) después del Cristianismo (2.100 millones) en el cual los católicos llegan a 1.100 millones. “La Iglesia mira con aprecio a los musulmanes y encuentra puntos de contacto en la fe en el único Dios, en el que Dios se haya revelado en una historia de salvación, en la veneración de Jesús como profeta, en el honor que se le rinde a María, la vida moral, el juicio final”. Se percibe en el documento un discurso que todavía está en los comienzos, después de siglos de antagonismo recíproco. El Concilio reconoce que “en la historia hubo no pocos desencuentros y enemistades” (con cruzadas y guerras de religión por medio), pero a la vez exhorta 1993: Juan Pablo II recibe en Asís a los representantes a “olvidar el pasado y a ejercer sincerade la Asamblea Islámica de Sarajevo. mente la mutua comprensión y a colaborar todos juntos por los valores morales, la justicia social, la libertad y la paz”. El espíritu del Concilio se mantuvo a través de los encuentros multirreligiosos de Asís, las visitas papales a las mezquitas, numerosos encuentros, etc. El llamado “terrorismo islámico” es una minoría y no tiene nada que ver con su religión. En 40 años el Islam se ha triplicado, con familias muy prolíficas. Pero en vez de un choque de civilizaciones o religiones, se vislumbra hoy en las personas verdaderamente religiosas un gran anhelo de paz. El diálogo con los musulmanes debe enfrentar temas como la libertad religiosa, la laicidad de las instituciones políticas, el rechazo de la violencia, la capacidad de una lectura purificadora de la historia, la no identificación de la religión con el Estado…
Líbano: la Fiesta de la Anunciación es, oficialmente, la fiesta “nacional cristiano-islámica”
Líbano: Benedicto XVI y Mohammed al-Nokari. n. 241
El jeque Mohammed al-Nokari ha sido durante años el “jefe de gabinete” del Gran Mufti del Líbano. Hoy ocupa el cargo de juez en el tribunal religioso sunita de Beirut y enseña en la Universidad Jesuita de Saint Joseph. Ha sido uno de los primeros promotores de la fiesta de la Anunciación, introducida por el gobierno de Beirut como fiesta “nacional cristiano-islámica”. Dijo al-Nokari en ocasión del viaje de Benedicto XVI al Líbano: “La visita del Papa es hoy más necesaria que nunca... Como miembro del Forum Multirreligioso Encuentro alrededor de María, participo en diversos eventos... Junto a la palabra del Papa que va de la tierra al Cielo, también necesitamos una palabra que venga del Cielo a la tierra a través de la figura de María. (En ocasión de una audiencia en el Vaticano, en 2006) me impresionó mucho escuchar al Papa citar en su discurso las indicaciones dadas por el Concilio Vaticano II respecto a la relación con el Islam. Desde entonces se ha producido una sorprendente evolución”. Concilio Vaticano II, a los 50 años. Número 3.
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3.
La libertad religiosa
Concilio Vaticano II a los 50 años
¿Es realmente posible la “libertad religiosa”?
les habían sufrido en su propia carne la negación de la libertad, primero por parte de los nazis y después bajo el régimen comunista. Ellos no solo reivindicaron los derechos de la Iglesia contra los perseguidores, sino que también confesaron los errores que habían sido cometidos en nombre de la misma Iglesia. Beran, en especial, evocó la hoguera a la que se condenó al reformador bohemio Hus, la práctica confesionalista y de falta de libertad de los Habsburgos, que habían hecho del catolicismo una obligación civil y un sostén para el trono, de acuerdo al principio según el cual los súbditos deben observar la religión de su príncipe (cuius regio, eius et religio). Subrayó el hecho de que la violencia usada por la fe ataca y humilla sobre todo a la misma fe. Aparecía así en primer plano el deber de condenar la violencia y la coacción en el terreno de las opciones religiosas en cualquier parte y de cualquier forma que fueran ejercidas. Cada vez era más evidente que se trataba de afirmar la libertad religiosa en la convivencia social y política, lo que no impediría que la Iglesia católica se siguiera considerando como la realización auténtica de la verdadera religión. Estas últimas precisiones llevaron a que, incluso muchos obispos italianos, en cuyo nombre habló el patriarca de Venecia, cardenal Urbani, votasen a favor de la declaración. El 19 de noviembre los votos contrarios se habían reducido a 249.
Al comienzo del cuarto periodo del Concilio (setiembre 1965), Pablo VI recuerda que el objetivo del Concilio era en aquel justo momento llegar a pronunciarse, “en la concordia más serena y fraterna” sobre todos los temas todavía pendientes. Para ello existían problemas organizativos complejos, por lo que el cuarto periodo se caracterizaría más por el trabajo de las comisiones y por las votaciones en la asamblea que por las discusiones plenarias, con el consiguiente efecto de aburrir a los obispos, cuya gran mayoría no eran miembros de ninguna comisión. Casi todos los Padres se debatían entre el impaciente deseo de concluir cuanto antes la larga residencia romana y la convicción de que no se podría concluir el Concilio sin haber aprobado los textos sobre la libertad religiosa, entre otros. Todo se desarrollaría ordenadamente de acuerdo con el calendario fijado, pero a costa de renunciar a ulteriores profundizaciones. El discurso de apertura de Pablo VI, el 14 de setiembre de 1965, fue acogido favorablemente como un acto de confianza en el Concilio, que ha puesto a los pastores “en un estado de tensión, de esfuerzo espiritual”. El Papa sorprendió a los Padres con dos anuncios importantes: la decisión de dirigirse a las Naciones Unidas para defender allí la causa de la paz y la institución del Sínodo de obispos. Al día siguiente, 15 de setiembre, la asamblea reinició los trabajos ocupándose del proyecto de declaración sobre la libertad religiosa, a propósito del cual, el relator, el belga De Smedt, subrayó que el texto en modo alguno equiparaba la verdad con el error ni dispensaba a nadie del compromiso de buscar la verdad. Las intervenciones más notables fueron las del polaco Wyszynsky Stefan Wyszynsky, de Polonia. y el checoslovaco Beran, los cua-
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Juan XXIII santo El 4 de octubre el obispo de Ivrea, monseñor Bettazzi, haciéndose eco de comentarios que circulaban entre los padres conciliares al menos desde hacía un año, propuso que la asamblea sancionara solemnemente la santidad y, por tanto, la ejemplaridad del papa Juan, mediante una canonización conciliar, que fuera un acto de devoción hacia “el Papa del Concilio”, pero también un compromin. 241
so de fidelidad coherente con las líneas de desarrollo y de renovación indicadas por él. La iniciativa, que retomaba un intento ya adelantado por algunos episcopados del tercer mundo y por el propio Bettazzi en 1964, y que se hacía eco del discurso romano de Lercaro en febrero de 1965, fue bloqueada por el moderador Suenens, al corriente de las reservas de Pablo VI.
El documento
Después de la votación del 19 de noviembre sobre el proyecto de declara(Dignitatis ción sobre la libertad religiosa,con la IX sesión solemne del 7 de diciembre de 1965 el Vaticano II concluía sus trabajos aprobando la declaración sobre la libertad religiosa Dignitatis humanae (“La dignidad humana”, con 2308 votos a favor, 70 en contra y 6 nulos). La declaración sobre la libertad religiosa, después de tantas tensiones y dudas, y aun con una redacción oscilante entre la enunciación teológica y la puramente racional, constituía una profunda novedad en el pensamiento católico moderno, reconociendo la validez de la plena libertad de conciencia, tanto individual como colectiva. El Vaticano II partía del reconocimiento siguiente: “Los hombres de nuestro tiempo tienen una conciencia cada vez mayor de la dignidad de la persona humana y crece el número de los que exigen que los hombres actúen según su propio criterio y hagan uso de una libertad responsable, no movidos por coacción, sino guiados por la conciencia del deber. Piden igualmente la delimitación jurídica del poder público, para que no se restrinjan demasiado los límites de la justa libertad de la persona y de las asociaciones. Esta exigencia de libertad en la sociedad humana se refiere, sobre todo, a los bienes del espíritu humano, principalmente a los que afectan al libre ejercicio de la religión en la sociedad. El sagrado Sínodo proclama que Dios mismo ha dado a conocer al género humano el camino por el que los hombres, sirviéndole a él, pueden salvarse y llegar a ser felices en Cristo. Creemos que esta única verdadera religión subsiste en la Iglesia católica y apostólica, a la que el Señor Jesús confió la tarea de difundirla a todos los hombres [...] Pero todos los hombres están obligados a buscar la verdad, sobre todo en lo que se refiere a Dios y a su Iglesia, y, una vez conocida, a abrazarla y practicarla. Igualmente el sagrado Sínodo confiesa que estos deberes tocan y vinculan la conciencia de los hombres y que la verdad no se impone sino por la fuerza de la misma verdad, que penetra, con suavidad y firmeza a la vez, en las almas” (Dignitatis humanae, 1). n. 241
Con este acto el Concilio superaba la habitual y exclusiva reivindicación de la “libertas ecclesiae” que se traducía en libertad para los católicos cuando son minoría e intransigencia de los católicos cuando son mayoría, así como la pretensión de defender del error a la verdad castigando al que yerra. Dignitatis humanae desarrolla esencialmente la doctrina formulada por Juan XXIII en la parte final de la Pacem in terris de 1963. Con la profundización en la doctrina de la libertad religiosa el Concilio ha otorgado a la Declaración humanae, 10). de los derechos humanos una profundidad teológica. Por eso Dignitatis humanae es sin duda también un importante momento de evangelización de la cultura moderna cuando afirma: “Uno de los más importantes capítulos de la doctrina católica, contenido en la Palabra de Dios y predicado constantemente por los Padres, es que el hombre, al creer, debe responder voluntariamente a Dios; por lo tanto, nadie debe estar obligado contra su voluntad a abrazar la fe. En efecto, el acto de fe es voluntario por su propia naturaleza, ya que el hombre, redimido por Cristo Salvador y llamado por Jesucristo a recibir la adopción de hijo, no puede unirse a Dios, que se revela a sí mismo, a no ser que, atrayéndolo el Padre hacia él, entregue a Dios el don racional y libre de la fe. Por consiguiente está plenamente de acuerdo con el carácter de la fe la exclusión, en materia religiosa, de cualquier tipo de coacción por parte de los hombres. Y por ello el régimen de libertad religiosa contribuye no poco a fomentar un estado de cosas en el que los hombres puedan ser fácilmente invitados sin obstáculos a la fe cristiana, a abrazarla por su propia voluntad y confesarla activamente en toda su forma de vivir” (Dignitatis humanae, 10).
“El régimen de libertad religiosa contribuye no poco a fomentar un estado de cosas en el que los hombres puedan ser fácilmente invitados sin obstáculos a la fe cristiana, a abrazarla por su propia voluntad y confesarla activamente en toda su forma de vivir”.
Al mismo tiempo el Concilio ha clarificado los presupuestos de tipo público para el diálogo, tan urgente, entre las religiones y la modernidad. Este diálogo tenía necesidad, para ser desarrollado, de una libertad religiosa pública y sostenida jurídicamente. Mediante el fundamento religioso de la libertad los Padres conciliares han mostrado también a las otras religiones el modelo de una posible aproximación -cada una a partir de las propias raíces- a la idea y a la concepción de la libertad religiosa sin perder la propia específica identidad y misión. Sin embargo, la neta diferenciación entre el nivel jurídico, con su carácter obligatorio, y el nivel religioso, la libertad de la fe, tendría consecuencias -también desconcertantes- en las relaciones hacia dentro de la misma Iglesia y en las cuestiones de la fe y de las obligaciones derivadas de la fe. Concilio Vaticano II, a los 50 años. Número 3.
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4.
El tema de la paz
luz nueva y manifiesta el plan divino sobre la vocación El día 6 de diciembre de 1965, en la sesión 168, la integral del hombre, y por ello dirige la mente hacia última sesión de trabajo, fue posible votar el texto de la soluciones plenamente humanas” (GS 11). constitución sobre la Iglesia en el mundo contemporá- Junto a este reconocimiento del valor de la historia neo, en la que el número mayor de votos negativos lo humana la constitución admite que “de la misma maobtuvieron las partes relativas al matrimonio (140) y a nera que interesa al mundo reconocer a la Iglesia como la paz (144), que evidentemente seguían siendo toda- realidad social y fermento de la historia, la propia Iglevía insatisfactorias. sia sabe cuánto ha recibido de la historia y la evoEl Concilio había por fin terminado sus trabajos apro- lución de la humanidad. [...] La Iglesia confiesa habando esta importante constitución (Gaudium et spes), berse aprovechado mucho y poder aprovecharse de la único texto elaborado totalmente durante el Concilio. oposición misma de sus adversarios o perseguidores” Una nota precisaba el significado que había que dar a (GS 44). la calificación del texto como “pastoral”, afirmando que Asumiendo las indicaciones de la Pacem in terris, el “se denominaba constitución pastoral porque, apo- Concilio recuerda la “gran importancia, sobre todo allí yándose en principios doctrinales, pretende exponer la donde exista una sociedad pluralista, que se tenga un actitud de la Iglesia ante el mundo y los hombres con- recto concepto de la relación entre comunidad política temporáneos”. e Iglesia y que se distinga claramente entre aquello La constitución se abre con un proemio ambicioso: “El que los fieles cristianos hacen, individual o colectivagozo y la esperanza, la tristeza y la angustia de los mente, en su nombre en cuanto ciudadanos, guiados hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres por la conciencia cristiana, y lo que hacen en nombre y de los afligidos, son también gozo y esperanza, tris- de la Iglesia juntamente con sus pastores. La Iglesia... teza y angustia de los discípulos de Cristo y no hay no está ligada a ningún sistema político, es al mismo nada verdaderamente humano que no tenga resonan- tiempo signo y salvaguardia de la trascendencia de la cia en su corazón. Pues la comunidad que ellos for- persona humana. La comunidad política y la Iglesia son man está compuesta por hombres que, reunidos en entre sí independientes y autónomas en su propio camCristo, son guiados por el Espíritu Santo en su peregri- po” (GS 76). nar hacia el reino del Padre y han recibido el mensaje El último punto, el más chocante dado el sanguinario de la salvación para proponérselo a todos. Por ello se conflicto existente por entonces en el sureste asiático, siente verdadera e íntimamente solidaria del género era el de la legitimidad o no de la guerra. La conshumano y de su historia” (GS 1). titución reconoce que el Concilio está obligado “a exaPara desarrollar esta tarea, se reconoce el deber per- minar la guerra con una mentalidad totalmente nueva. manente de “escrutar a fondo los signos de los tiem- Sepan los hombres de este tiempo que deberán dar pos e interpretarlos a la luz del Evangrave cuenta de sus acciones bélicas. gelio, de forma que, de manera aco- “Toda acción bélica que Pues de sus decisiones actuales demodada a cada generación, pueda res- tiende indiscriminadapenderá en gran medida el curso de los ponder a los perennes interrogantes de mente a la destrucción tiempos futuros. Teniendo en cuenta los hombres sobre el sentido de la vida de ciudades enteras o esto, este sagrado Sínodo, haciendo supresente y de la futura y sobre la rela- de amplias regiones con yas las condenas de la guerra ya expreción mutua entre ambas (GS 4). sus habitantes, es un sadas por los últimos Sumos PontífiEl pueblo de Dios... procura discernir crimen contra Dios y ces, declara: Toda acción bélica que en los acontecimientos, exigencias y tiende indiscriminadamente a la destruccontra el hombre mismo deseos, que comparte con sus contemción de ciudades enteras o de amplias que hay que condenar regiones con sus habitantes, es un criporáneos, cuáles son los signos verdaderos de la presencia o del designio de con firmeza y sin vacimen contra Dios y contra el hombre misDios. Pues la fe ilumina todo con una laciones” (GS 80). mo que hay que condenar con firmeza
Concilio Vaticano II a los 50 años
Los cristianos viven dentro de la historia
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y sin vacilaciones” (GS 80). Esto era lo máximo que la mayoría conciliar había sido capaz de expresar. El entrecruce, y a veces la mezcla de consideraciones teológicas con argumentos sociológicos, del optimismo evangélico con la ingenua confianza en el progreso, no habían sido superados totalmente, y era expresión de las diferentes sensibilidades presentes no sólo en el Concilio sino en el seno de la mayoría del mismo. La identificación lúcida y de largo alcance de los puntos centrales de la sociedad contemporánea y del testimonio cristiano entre los hombres (dignidad humana, familia, cultura, vida económica, pobreza, paz) habría sido más incisiva si hubiera estado acompañada de breves referencias evangélicas y no diluida en tan largas como contingentes consideraciones de filosofía social, que constituían una especie de reivindicación de la “doctrina social”, en tantos aspectos superada por la propia Gaudium et spes. Hay que subrayar, por otra parte, que en el período posconciliar no ha habido ninguna controversia eclesial relevante que no haya estado estrechamente ligada a las afirmaciones de la Gaudium et spes: desde las discusiones que se iniciaron con la Humanae vitae (control de la natalidad), hasta las agudas controversias en torno a la teología de la liberación y otras varias, tienen su raíz en la constitución pastoral. Lo que indica cómo este texto afectó ciertamente núcleos neurálgicos de la realidad y del testimonio cristiano. Hay que recordar también la renuncia del Concilio a reiterar la condenación del marxismo y del comunismo, y el esfuerzo por superar aquellos elencos de normas relativas a los comportamientos sociales que, a partir de la Rerum Novarum, se intentaban siempre deducir de principios generales abstractos (método deductivo). La revalorización de la historia humana permitía ya proponer un método (inductivo) que partiese de los grandes acontecimientos en curso (signos de los tiempos) para formular criterios de comportamiento, como se había hecho en las encíclicas del papa Juan.
La guerra, la paz, las Naciones Unidas Mientras se hablaba del tema de la paz, en octubre de 1965, Pablo VI viaja a Nueva York, a la sede de la ONU. El viaje tenía un valor simbólico enorme: el Papa se dirigía a una institución profana y no para hablar en favor de la Iglesia, sino para promover el bienestar de la familia humana, invocando el bien de la paz y valorando el esfuerzo de la ONU que ya algunos n. 241
ponían en discusión. Pablo VI se presentó como un hermano que solo quiere servir con humildad y amor. Recordó que todas las naciones deben colaborar para el bien común de la humanidad, afirmando la dignidad de la persona humana y su libertad religiosa. Así la Iglesia daba su aporte fundamental a la construcción de la paz. Más allá de los intereses de cada país y de cada religión, el Papa afirmaba que el bien de la paz es superior a todos los valores y que el género humano debe luchar por la paz y contra la guerra. De vuelta a Roma afirmó al Concilio las consecuencias de lo que pasó en la ONU: “Consecuencia grave de aquel anuncio de paz: nosotros debemos ahora ser más que antes constructores de paz. La Iglesia católica ha asumido el gran deber de servir la causa de la paz ya que, a través de nuestra voz, la ha pedido solemnemente”. El 6 de octubre el Concilio con nueva energía enfrentó justamente el tema del 5º capítulo de la GS: “La comunidad de los pueblos y la promoción de la paz”. Sobre el tema si era todavía oportuna la distinción entre guerra justa e injusta el Concilio no pudo más que seguir la orientación del papa en Nueva York. Sin embargo no hubo consenso pleno, tampoco sobre el tema de la objeción de conciencia al servicio militar donde el Estado lo pidiera, a pesar que la orientación de fondo era ésta. Mayores problemas ponía el tema de la posibilidad de producir armas en función de disuasión, mientras que casi todos auspiciaban un organismo internacional que vigilara sobre estos problemas. Luego de la discusión, la comisión inició de vuelta su trabajo, llegando al texto final que reconocía el derecho de las naciones a defenderse y admitía que se acumularan armas nucleares como disuasivas. Por otro lado reconocía los horrores que podían causar estas armas e invitaba a encontrar la manera de ponerlas afuera de la ley: por eso pedía también la famosa autoridad internacional que garantizara la justicia para todos. A pesar de estas contradicciones, el obispo de New Orleans organizó, sin éxito, una campaña para que los Padres votaran contra el capítulo que tenía estas consideraciones. Se admitió la legitimidad de la objeción de conciencia al servicio militar y se pedía a los ricos que ayudaran a los pobres. Sería sin embargo un error quedarse en las contradicciones sobre este tema tan difícil: la gran novedad de la GS sobre la paz no son las cosas que dijo, sino cómo lo dijo, denunciando la guerra y optando decididamente por 1965: Pablo VI en la ONU. la paz. Concilio Vaticano II, a los 50 años. Número 3.
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5.
Una mirada sintética a los documentos conciliares
No fue fácil decidir lo que se debía y podía subrayar sobre un acontecimiento tan importante como el Concilio ecuménico Vaticano II. Cada opción implica una selección, la cual está bajo la mirada del lector en las tres entregas de Umbrales sobre el Concilio. Igualmente será oprtuna esta reseña sintética, que también reenvía a lo que se publicó, sobre los documentos conciliares: todos ellos llevan título en latín, tomando las primeras palabras del documento. Podría ser útil el esquema presentado en el 1er. número, donde se ubican por importancia y función eclesial las Constituciones, los decretos y las declaraciones.
Las cuatro constituciones del Concilio
Concilio Vaticano II a los 50 años
La Constitución dogmática sobre la Iglesia (Lumen Gentium) Es el documento más solemne de todo el Concilio, por tratar el tema central del gran Sínodo del siglo XX: la Iglesia. Se puede leer Umbrales nº 235 pág. 18. La Constitución dogmática sobre la Revelación (Dei Verbum) Como dijo el Cardenal Florit, arzobispo de Florencia, este texto que comienza con las palabras “Dei Verbum” (Palabra de Dios), se inserta “en el corazón del misterio de la Iglesia y es el epicentro del problema del ecumenismo”. Se puede leer Umbrales nº 235 pág. 14. La Constitución sobre la Sagrada Liturgia (Sacrosanctum Concilium) A este texto se lo conoce por sus efectos, teniendo en cuenta que la reforma de la liturgia latina se está aplicando en todos los países del mundo. Se puede leer Umbrales nº 235 pág. 22. La Constitución sobre la Iglesia en el mundo de nuestro tiempo (Gaudium et spes) Esta constitución es seguramente la más novedosa, ya que por siglos la Iglesia no se había pensado en ralación al mundo: por el mismo
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motivo puede ser vista como superada por los temas tratados (hoy hay otros más urgentes) pero no por la manera de tratarlos. Se puede leer Umbrales nº 235 pág. 26.
Los nueve decretos conciliares Con la excepción del Decreto sobre los Medios de Comunicación Social, que fue promulgado antes de la Constitución sobre la Iglesia , todos los demás se basan en el fundamento doctrinal de la Constitución sobre la Iglesia y desarrollan ciertos aspectos, particularmente con respecto a un programa concreto de actualización (aggiornamento). Las tareas pastorales de los obispos (Christus dominus). Este Decreto, en primer lugar, explica las aplicaciones prácticas de la colegialidad del episcopado (participación de todos los obispos en la responsabilidad de la Iglesia Universal ). Enseguida estudia el papel del obispo en su diócesis (esta parte del decreto ha incorporado la esencia de un esquema ya preparado para el ministerio de los sacerdotes). Por último, el decreto habla de la actividad de las Conferencias Episcopales. Se puede leer Umbrales nº 235 pág. 29. La Vida y Ministerio Sacerdotal (Presbyterorum ordinis) En el capítulo 3 de la Constitución sobre la Iglesia y el Decreto sobre los deberes pastorales de los obispos hablan sobre el lugar que ocupa el sacerdote en la Iglesia. Este Decreto está dedicado especialmente a los sacerdotes, porque van a tener un papel particularmente importante en la renovación de la Iglesia. El Decreto establece las funciones del sacerdote, sus relaciones con el obispo, con sus hermanos y los laicos, y muestra cómo el ministerio es para el sacerdote una fuente de vida espiritual y como su unión con Cristo por su sacern. 241
docio dará lugar a la unidad de su existencia. Este texto reafirma la ley del celibato para los sacerdotes de la Iglesia latina, y exhorta a los sacerdotes casados de las Iglesias orientales para vivir una vida familiar ejemplar y una vida totalmente consagrada al servicio sacerdotal de su pueblo. El decreto insiste firmemente en la unidad de la misión de todos los sacerdotes, que es básicamente la misma, independientemente de la tarea particular confiada a cada uno. La formación sacerdotal Formación sacerdotal: “Prepararse para ser capaces de asumir las grandes (Optatam totius). responsabilidades en un momento de renovación como el nuestro”. Este decreto traza el marco geSeminaristas dehonianos en Filipinas, ordenaciones en 2010. neral de una renovación de los seminarios, en armonía con el esfuerzo de actualizar Las Iglesias orientales católicas toda la Iglesia. Los seminaristas deben prepararse para (Orientalium Ecclesiarum). ser capaces de asumir las grandes responsabilidades Este decreto hace hincapié en la legítima diversidad de en un momento de renovación como el nuestro. las Iglesias locales en la unidad de la Iglesia universal, afirma la igualdad absoluta de las Iglesias locales, y La renovación de la vida religiosa proclama el derecho y el deber, para las Iglesias Orien(Perfectae caritatis) tales, de conservar y desarrollar celosamente su patriEl presente Decreto establece las normas generales monio eclesiástico y espiritual. Los derechos de los para una revisión de las condiciones de la vida religio- patriarcados de Oriente son resaltados en el texto que sa, de modo que pueda cumplir mejor su papel, no trata, entonces, sobre las relaciones entre católicos oriensólo de la santificación personal, sino en relación con tales y ortodoxos, especialmente en lo que respecta a la vida espiritual de toda la Iglesia. la posibilidad de que los ortodoxos puedan recibir los sacramentos de la Iglesia Católica y viceversa. El apostolado de los laicos (Apostolicam actuositatem) Ecumenismo Este Decreto desarrolla la doctrina de la vocación al apos- (Unitatis redintegratio). tolado de los laicos, el objetivo preciso de este aposto- Este Decreto sugiere a los católicos las ayudas, las lado (anuncio del mensaje evangélico y su aplicación en directrices y recursos para responder al mandato divitoda la vida de la humanidad), muestra las diferentes no que quiere la unidad de su Iglesia y suscita hoy en formas y establece las normas generales de organiza- todos los cristianos de hoy un vivo deseo de unión. Se ción, especialmente con respecto a las relaciones con puede leer Umbrales nº 232 pág. 29. la jerarquía. Estas normas deben aplicarse en la práctica por las Conferencias Episcopales de manera aproJóvenes en envío misionero en Limpio, Paraguay: piada a las circunstancias locales de cada país. La misión responde a la voluntad expresa de Dios La actividad misionera de la Iglesia (Ad gentes). El decreto subraya y profundiza el carácter esencialmente misionero de la Iglesia. La misión responde a la voluntad expresa de Dios para la salvación de todos los hombres. El decreto estudia la obra misionera que conduce a la formación de nuevas Iglesias, precisa en qué consiste la vocación de los misioneros y cuál debería ser su formación, y traza las grandes líneas de reorganización de toda la Iglesia en esta actividad. n. 241
para la salvación de todos.
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Los medios de comunicación (Inter Mirifica). Estudia los medios en sí mismos y explica cómo la Iglesia puede utilizarlos. Este texto promulgado hacia el final de la segunda sesión, no pudo usufructuar los resultados obtenidos con otros documentos del Concilio posteriores. La Comisión, ya integrada, de la cual el decreto prevé su constitución, tiene una tarea muy importante.
Las tres declaraciones conciliares La educación cristiana (Gravissimum educationis) Ante el desarrollo actual de la instrucción y educación de los jóvenes y adultos gracias a los más diversos medios que se perfeccionan cada vez más, la presente Declaración se propone establecer unos principios básicos sobre la educación cristiana, especialmente en las escuelas. Estos principios deben ser desarrollados y aplicados a las situaciones de los distintos países. El texto hace hincapié en el derecho inalienable de toda persona a una educación plena y verdaderamente humana y la de todos los bautizados a una educación cristiana, y recuerda los derechos y obligaciones que se presentan tanto para la persona en cuanto a la familia, la sociedad y la Iglesia. El texto explica el papel de las escuelas y universidades católicas y proporciona directrices a cumplir plenamente por estas instituciones sobre el servicio que es su razón de ser, en términos de formación humana y religiosa.
Las relaciones de la Iglesia con las religiones no cristianas (Nostra aetate). Esta declaración se basa en el capítulo 2 de la Constitución sobre la Iglesia, consagrada al Pueblo de Dios, que contiene una exposición teológica sobre la relación con los no cristianos. Su objetivo es poner de relieve lo que puede ser la base para un diálogo. Después de una visión general sobre las religiones no cristianas habla sobre el lugar especial que ocupa el hinduismo, y presenta en seguida las relaciones con el Islam. El texto se extiende más sobre los Judíos haciendo ver que la Iglesia tiene sus raíces en el Antiguo Testamento y expone la enseñanza auténtica de la Iglesia con respecto a la responsabilidad por la muerte de Cristo, que no puede ser adjudicada ni a los judíos de esa época, ni sus descendientes; reprueba y deplora las persecuciones a los judíos y las manifestaciones de antisemitismo. Por último, la Declaración Nostra aetate hace hincapié en la unidad de la familia humana, de la cual Dios es Padre, por lo que debe caer cualquier forma de discriminación y persecución. Se puede leer Umbrales nº 235 pág. 7. La libertad religiosa (Dignitatis humanae). Un subtítulo explica que se trata del “derecho de los individuos y las comunidades a la libertad social y civil en materia religiosa". misionerasmca.blogspot.com: Misioneras Contemplativas Ad-gentes, un aporte de América Latina a la Evangelización del mundo.
misionparaguay.wordpress.com: Misión Corazón de Jesús, dehonianos en Paraguay.
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6.
El Papa Pablo VI
El Concilio toma su rumbo
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1968: Pablo VI está en Medellín para la apertura de la 2ª Conferencia Latinoamericana de Obispos. El Papa expresó plena confianza en la misma, aprobando por anticipado sus decisiones: la autodeterminación de las Iglesias Locales querida por el Concilio.
unanimidad. No quería además que en la curia romana hubiera un antagonismo permanente para con los obispos del mundo; sabía que iba a necesitar de la curia para aplicar las conclusiones del Concilio y además a todos escuchaba.
El Papa misionero El nuevo Papa hizo honor a su nombre, Pablo, emprendiendo por primera vez varios viajes por el mundo, en una época en la que ya se difundían los medios televisivos que hacían posible la atención de todos a sus mensajes. Pablo VI quiso llevar a todas partes el espíritu del Concilio. El primer viaje fue a Jerusalén al finalizar la tercera sesión del Concilio, en enero de 1964. Lo hacía en nombre del Concilio que buscaba la renovación de la Iglesia a partir de sus raíces y también para un abrazo frente al sepulcro de Cristo con las demás Iglesias cristianas. En Jerusalén el Papa se encontró, después de mil años de separación, tres veces con el patriarca ortodoxo Atenágoras y también con los representantes de las demás Iglesias y del Judaísmo. El Papa habló de “las tres religiones abramíticas”. El segundo viaje fue a Bombay en la India, para destacar el nuevo diálogo de la Iglesia con las religiones no Concilio Vaticano II, a los 50 años. Número 3.
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Concilio Vaticano II a los 50 años
El gran mérito de Pablo VI fue continuar el Concilio, llevarlo a cabo focalizándolo alrededor del tema de la Iglesia (hacia adentro y hacia fuera) y llevarlo a la práctica en toda la Iglesia. Angelo Roncalli, todavía siendo patriarca de Venecia, estaba convencido de que el sucesor de Pío XII tenía que ser el arzobispo de Milán, Giovanni Battista Montini. Montini era un hombre abierto y por 30 años había trabajado en la Secretaría de Estado como principal colaborador de Pío XII. La remoción de Montini de la Secretaría de Estado en 1954 y su traslado a Milán, estando el Papa enfermo, y la oposición a que se le nombrara cardenal, venían de la curia romana. Por su parte el papa Pío XII ya en 1952 había ofrecido el cardenalato a Montini y Tardini, sus mejores colaboradores, pero ellos renunciaron sabiendo que el Papa los necesitaba a su lado. Por su parte Juan XXIII se apuró a nombrar cardenal a Montini en el primer año de su pontificado y le puso a disposición durante el Concilio un apartamento en el palacio apostólico; estaban unidos por una gran estima y una profunda amistad. La primera tarea de Montini como Papa fue justamente entablar buenas relaciones con la curia y convencerla de que colaborara con el Concilio. Por otra parte estableció para el Concilio a un equipo de cuatro moderadores (cardenales Suenens, Lercaro, Döpfner y Agagianian como único representante de la curia) para evitar indebidas presiones. Antes del comienzo de la segunda sesión reunió a los miembros de la curia y después de valorar su trabajo les recordó que eran un organismo sujeto al Papa y les pidió una obediencia incondicional. La clave de su pontificado fue el “diálogo”. Diálogo en el seno de la Iglesia, entre la Iglesia y el mundo moderno, con las distintas Iglesias y religiones. Fue sobre este tema que Pablo VI habló en su primera encíclica: “Ecclesiam suam” de 1964. Pidió perdón por parte de la Iglesia Católica de las divisiones entre cristianos, hablando con los observadores de las demás Iglesias al comienzo de la segunda sesión del Concilio. Durante el Concilio buscó mediar permanentemente entre las distintas posiciones presentes en el Concilio, cuyo enfrentamiento a veces parecía paralizar los trabajos en vista de la producción de los documentos. Buscaba que las votaciones finales se acercaran a la
cristianas y en nombre de la opción por los pobres que muchos padres promovían en el Concilio. Fue allí que el Papa hizo conocer por primera vez la obra de Madre Teresa en la ciudad de Calcuta entre los pobres más pobres. Desde allí lanzó la idea de que se destinara parte de los gastos para armamentos a un Fondo Mundial para aliviar el hambre en el mundo; la propuesta fue entregada por escrito al secretario de la ONU, U Thant, que invitó al Papa a hablar en la ONU. En octubre de 1965 viajó a New York para hablar en las Naciones Unidas en favor de la paz, del respeto a la dignidad de cada persona, en contra del hambre y de las injusticias, no ahorrando críticas a los programas de control de natalidad que venían impuestos por el Banco Mundial para que los países pobres pudieran obtener créditos. El viaje siguiente fue a Estambul (Costantinopla), Turquía, en julio de 1967 para encontrarse con Atenágoras. Por primera vez habló de “Iglesias hermanas”. Este viaje había sido precedido dos años antes, el 7 de diciembre de 1965, de la cancelación de las recíprocas excomuniones del año 1054 en Roma por ambas partes. En su quinto viaje, el Papa en agosto de 1968 pisó tierra latinoamericana en Bogotá y Medellín (Colombia) para la apertura de la segunda Conferencia Latinoamericana de Obispos. El Papa, que era gran amigo del obispo brasileño Helder Cámara animador de la Conferencia, expresó su plena confianza en la misma, aprobando por anticipado sus decisiones. Ponía así en práctica la autodeterminación de las Iglesias Locales querida por el Concilio. El año siguiente (1969) fue a Ginebra por invitación de la OIT y del Consejo Ecuménico de las Iglesias. El mismo año viajó a Kampala (Uganda) para inaugurar allí también el organismo coordinador de las Conferencias Episcopales de África y Madagascar (SCEAM). El viaje más largo fue a fines de 1970 a varios países de Asia hasta llegar a Australia, siempre para promover la autoconciencia de las Iglesias locales.
Evaluación de su obra Pablo VI ha sido definido “el primer Papa moderno”; era consciente de estar introduciendo a la Iglesia en una nueva etapa de su historia, en un mundo cada vez más globalizado en el que Europa estaba perdiendo su rol de guía. Estuvo abierto a las inquietudes de la mayoría de los padres conciliares, pero tampoco quiso cerrarse a la que fue por alguien definida como minoría tradicionalista. Se lo definió como “hamletiano”, pero eso no dependía de su debilidad para tomar decisiones, sino de su
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honestidad para sopesar todas las opiniones sin herir a nadie y buscando la unanimidad en lo que él consideraba imperativo. Según J. O’Malley, “este hombre inteligente y espiritualmente muy sensible, terminó por adquirir una confianza en sus capacidades teológicas que su preparación no legitimaba”: de ahí la dificultad de conciliar los textos aprobados por los Padres con sus observaciones que buscaban sobre todo la unanimidad. Juan XXIII ideó e hizo posible el Concilio, pero el que llevó a cabo sus reformas fue Pablo VI; lo hizo con infinita paciencia y respeto para todos. Bajo el pontificado de Pablo VI cambió la Iglesia, como raramente antes de él y -hasta ahora- después de él. No es fácil ser al mismo tiempo el que lleva adelante las reformas y el que las frena. Con sus viajes y la creación de un episcopado cada vez más internacional hizo a la Iglesia más universal. Renovó su mensaje social hasta obtener ciudadanía en la misma ONU. Con la Populorum Progressio dio un paso sustancial en la Doctrina Social de la Iglesia. La encíclica fue obra del sociólogo p. Louis Lebret que el Papa había convocado al Concilio como experto y preconizaba que la división Norte-Sur sería más amenazadora que el conflicto Este-Oeste y habló no ya de ayuda sino de justicia internacional. Constituyó en ese mismo año la Comisión Pontificia de Justicia y Paz y el primero de enero del año siguiente lanzó la Jornada Mundial por la Paz con la consigna: “La paz es fruto de la justicia”. A nivel ecuménico llegó casi a los umbrales de la reconciliación con la Iglesia Ortodoxa y también con la Anglicana. En los últimos tiempos de sus 15 años de pontificado, sufrió profundamente por la persistencia de la actitud crítica de la curia con respecto a las reformas conciliares, por la rebelión del arzobispo Marcel Lefebvre con sus seguidores y simpatizantes. Por otra parte el cardenal Leo Suenens desde Bélgica lamentaba abiertamente que no se abriera suficiente espacio a la colegialidad como quería el Concilio y afirmaba que los obispos se encontraban en el dilema de decidir entre la fidelidad al Papa y la fidelidad a la Iglesia local. Más tarde Suenens, que había sido uno de los grandes personajes del Concilio, se reconcilió con el Papa y se dedicó al movimiento carismático. Suenens advertía al Papa por la pérdida de autoridad y credibilidad como consecuencia de haber ignorado el juicio de los obispos y de los teólogos en la cuestión de la encíclica “Humanae Pablo VI se encuentra Vitae” (=de la vida humana) sobre con Leo Suenens. el control de natalidad. Era el año n. 241
68 y por todas partes se celebraba la liberación sexual y la democratización en todos los ámbitos de la sociedad. Esto influyó negativamente en la recepción del Concilio y causó el alejamiento de miles de curas y religiosos.
PostConcilio
En la traducción a la práctica de las decisiones conciliares, Pablo VI tuvo que seguir mediando entre intereses contrapuestos: de todas formas estaba convencido que había que aplicar, no seguir en la búsqueda de la renovación pastoral. Para la aplicación de la reforma litúrgica creó en 1964 un organismo especial al frente del cual puso al cardenal Giacomo Lercaro y como secretario al presbítero Anníbale Bugnini. La curia se molestó porque se había sustraído la aplicación de la reforma a la Congregación de los ritos y por el nombramiento de esos dos personajes que ellos rechazaban. Hasta que a fines de 1968 el Papa pidió la renuncia sea a Lercaro como al cardenal Larraona prefecto de la Congregación de los ritos. Al Santo Oficio, repetidamente criticado por los padres conciliares, se le cambió el nombre (“Congregación para la Doctrina de la Fe”) y se le confió la tarea no solo de descubrir y condenar los errores, sino sobre todo de estimular y alentar a los teólogos. A la luz del formidaPablo VI, en un gesto de austeridad, dona la tiara a los pobres, mostrando un camino a toda la jerarquía eclesial de la época.
ble rol jugado por los teólogos en el Concilio, el Papa instituyó la Comisión Teológica Internacional compuesta por 30 teólogos, dependiente de la Congregación para la Doctrina de la Fe que ahora tenía como secretario al teólogo Charles Moeller. El Papa, que había donado su tiara a los pobres, quiso que también los cardenales redujeran su pompa principesca. Dispuso que no se hablara más de “corte papal” sino de “casa papal”; simplificó vestimenta, eliminó títulos y blasones, cargos puramente honoríficos, privilegios. Limitó la capacidad electiva de los cardenales en el Cónclave a los 80 años y a los obispos diocesanos para su tarea pastoral a los 75. En 1967 Pablo VI publicó la encíclica “Populorum Progressio” (=el progreso de los pueblos”), clamando justicia para los países más pobres (Tercer Mundo). Esta encíclica que tuvo enorme impacto en el mundo, además de reflejar la experiencia personal del Papa en la India, enfrentaba muchos temas que los obispos de la “Iglesia de los pobres” le habían presentado en un documento a través del cardenal Lercaro. En 1975 salió la “Evangeli Nuntiandi” (= del anuncio del evangelio) como conclusión del Sínodo de Obispos de 1974 sobre la evangelización. Este documento tuvo una acogida excepcional dentro de la Iglesia por su lenguaje claro y sencillo y por reflejar el pensamiento y la realidad de las Iglesias locales. Si bien los Sínodos (el fruto más concreto de la colegialidad), por voluntad del Papa, han quedado simplemente consultivos, se han revelado después una excelente tribuna para ofrecer al Papa la posibilidad de conocer las preocupaciones y propuestas del episcopado mundial. Pablo VI tuvo que intervenir también en la polémica teológica que suscitó el Catecismo Holandés, debido a su gran difusión. El año siguiente proclamó el Año de la Fe y frente a una difundida contestación que se estaba dando en la Iglesia publicó el “Credo del Pueblo de Dios”. Murió a los 81 años, el 6 de agosto de 1978.
J. O’Malley, sobre Pablo VI: “este hombre inteligente y espiritualmente muy sensible, terminó por adquirir una confianza en sus capacidades teológicas que su preparación no legitimaba”.
ión Para tu reflex
Pablo VI? ¿Conocías al papa noces? ¿Qué otro papa co el papa los desafíos para ¿Cuáles son hoy Francisco?
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Ficha
Temas reservados
Para evitar excesivas polémicas y desencuentros, no tan solo en el Concilio sino en la opinión pública y en la misma Iglesia, el Papa Pablo VI se reservó el estudio y la decisión sobre cuatro cuestiones. La primera era la institución deseada por los padres conciliares de un Sínodo de Obispos “permanente” como expresión e instrumento de colegialidad para toda la Iglesia. El Papa instituyó unilateralmente el nuevo organismo del Sínodo al comienzo de la cuarta sesión del Concilio; pero en cuanto a su competencia, quedó muy por debajo de lo que pedía la mayoría de los obispos. Los Sínodos no serán deliberativos, sino consultivos; no serán permanentes sino periódicos. En octubre de 1965 sustrajo al Concilio la cuestión del celibato sacerdotal. Muchos padres pedían un celibato opcional para que hombres casados, de fuerte espiritualidad y testimonio cristiano, pudieran ser consagrados sacerdotes. El Papa contestó negativamente con la encíclica “Sacerdotales Coelibatus” (=el celibato sacerdotal) en 1967, sobre la
base de la práctica y la enseñanza de Jesús. En favor del mantenimiento de la disciplina del celibato se expresó también el Sínodo de Obispos de 1971. La tercera cuestión era la de la regulación de los nacimientos, surgida en el Concilio en el ámbito de la paternidad y maternidad responsable. La motivación fue que de ese tema ya se estaba ocupando la Comisión instituida por Juan XXIII en 1963. Contra la opinión de esta Comisión que fue repetidamente ampliada y además tuvo el aporte de 16 cardenales y obispos, el Papa escuchó la opinión de la minoría que advertía del grave daño que este cambio en la enseñanza tradicional (en favor de la píldora anticonceptiva) iba a traer a la autoridad magisterial de la Iglesia y del Papa. La encíclica “Humanae Vitae” fue muy cuestionada y le trajo al Papa múltiples tribulaciones antes y después de su publicación. Finalmente, se reservó la cuestión de la reforma de la curia romana: en realidad, simplemente cuidando de que no se tratara el tema durante el Concilio. Montini había sido por mucho tiempo un integrante fundamental de esta curia; por la misma fue alejado de Roma en tiempos de Pío XII; llamó la atención que el Cónclave que lo eligió era conformado por muchos de sus anteriores antagonistas: tal vez la condición para consentir su elección fue que no se tocara en el Concilio el tema de la curia.
Esquema actual de la curia romana, un conjunto de órganos de gobierno que data de 1588.
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7.
¿Cómo calificar el Concilio?
Desde su anuncio, el Concilio fue calificado, por diversas e importantes voces, de distintas maneras: ecuménico, pastoral, de aggiornamento... A los 50 años de su inicio sigue esta diversidad de evaluación del mismo evento. Sin querer clasificar estas definiciones se puede intentar una evaluación a partir de algunos temas que, enfrentados en el Concilio, tuvieron un desarrollo importante en los años sucesivos.
El sueño de Juan XXIII. El paso de una Iglesia temerosa del mundo a una Iglesia servidora de la humanidad, y humilde “En medio de los pueblos, columna de verdad, la Santa Iglesia se alza cual mística ciudad. ¡Oh Cristo, sálvanos! Señor, defiéndenos. Devuelve a la humanidad tu Paz y tu unidad”.
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Luces y sombras posteriores Hacia mediados de la década del 60 y hasta más o menos el año 1975 la euforia conciliar despertó muchas esperanzas en los cristianos y en el Pueblo de Dios en general. La reforma litúrgica acercó a la Iglesia a la gente sencilla. La renovación catequética acercó más a la gente a redescubrir su fe, no como el memorizar verdades, sino como un compromiso y estilo de vida centrado en el Evangelio y el seguimiento de Jesús, el catecumenado de niños, jóvenes y adultos fue redescubierto. No se podía Concilio Vaticano II, a los 50 años. Número 3.
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Estas son algunas de las estrofas de un canto religioso, que se cantaba en el año 1961 en Uruguay y Argentina. Quien cantaba no le daba mucha importancia a la letra, la cual reflejaba con bastante exactitud la imagen que la Iglesia tenía de si misma antes del Concilio Vaticano II. La Iglesia se veía a si misma en el mundo de posguerra, como el único reducto de bondad, verdad y luz en un mundo dominado por el pecado y la mentira. Se intuye que la “paz y la unidad” perdidas y pedidas en este canto son las de la añorada cristiandad, donde la Iglesia tenía no solo un poder religioso y moral, sino también político y social. Una sociedad en la cual no había lugar para quien no fuera cristiano. El anhelo de Juan XXIII era que la Iglesia despertara de este sueño, que la hacía soñar con un pasado que históricamente no fue tan idílico (si se piensa por ejemplo en la condena a los científicos como Galileo, en la persecusión y ejecución de herejes y en la Inquisición...). Juan Pablo II supo con mucho acierto, pedir perdón por los excesos de esos tiempos. Juan XXIII quería -cuando convocó el Concilio- que la Iglesia se reubicara en el mundo de fines del
siglo XX, como una Iglesia servidora y activa en la promoción de una nueva humanidad, de justicia y de paz. El Papa afirmó que el Concilio no era realizado para proclamar un dogma de fe. Tampoco era la intención de hacer un Concilio que se dedicara a condenar los errores del momento. Él buscaba el “aggiornamento” de una Iglesia que necesitaba mirar al mundo, no como algo negativo, sino como un lugar donde actúa Dios, donde hay por cierto maldad, pero también mucha bondad y verdad. Pero para ver esto la Iglesia tenía que cambiar, renunciar al poder, y no conservar otra fuerza que la belleza de la Verdad del Evangelio para llevar a los hombres al Señor. Una Iglesia “Pueblo de Dios” donde los laicos tienen su importancia como cristianos activos y conscientes. Juan XXIII vivió en la guerra fría, y tuvo que enfrentar la Segunda Guerra Mundial. Por eso, muy consciente de la crueldad y el absurdo de la guerra, quería que la Iglesia luchara activamente por la paz y la justicia. Pero para esto la Iglesia en todos sus miembros debía insertarse en el mundo para ser fermento en la masa del mundo, viendo a este mundo como objeto de salvación y no como enemigo. Una Iglesia que reconociera los signos del Espíritu en el mundo contemporáneo y que supiera alentarlos. Que reconociera las “semillas del Verbo de Dios” en la sociedad, y en las otras religiones, y por supuesto en los “hermanos separados de la Iglesia” pero cristianos unidos en el mismo sacramento bautismal.
seguir suponiendo que todos eran cristianos y que solo se trataba de reforzar la fe familiar. Era necesaria una nueva evangelización. Los laicos asumieron un rol más activo. Algunas cosas empezaron a no funcionar como se esperaba. Y se vivió una gran crisis, cuyos primeros síntomas se empezaron a detectar ya en el más eufórico e inmediato postConcilio. El abandono de muchos sacerdotes ministeriales, tanto del clero como religiosos: la crisis ocurrió en muchas congregaciones religiosas, que experimentaron una deserción muy pronunciada en sus filas. Como se podía imaginar, la causa fue atribuida, por algunos, a los cambios conciliares que habían terminado por poner en entredicho el rol del sacerdote ministerial en la comunidad eclesial. Por otra parte, no faltó quién pensó que la crisis vocacional se podía evitar con la revisión del celibato obligatorio.
El rol de Pablo VI El Papa Pablo VI se reservó encarar cuatro de los temas que los Padres conciliares, consideraron necesarios: el celibato sacerdotal; la aplicación práctica de la colegialidad de los obispos; el control de la natalidad; y la reforma de la curia romana (ver página 24). Eran temas cruciales que quizás podían dividir la Asamblea Concliar y el Papa cuidó la unidad y la unanimidad del Concilio. Tal vez el haber resuelto sucesivamente estos temas sin una mayor participación del colegio de los obispos y por ende de la Iglesia universal, no favoreció la concientización y una posible evolución de estas resoluciones. De ahí, pero no solo de ahí, un enfrentamiento eclesial con dolorosas decepciones.
En busca de la renovación del cristianismo ¿Qué tipo de Concilio estaba en la mente del papa Juan? Siempre pensó en algo absolutamente tradicional, es decir, en una asamblea únicamente de obispos. Pero esto en nada contradice que buscara un Concilio de transición de una época, para que la Iglesia de siempre pasara a una fase nueva de su camino. El propio Papa también se complacía en calificarlo como “un nuevo pentecostés”. La alusión a pentecostés, además, ponía en primer plano la acción del Espíritu Santo y no la del Papa, la Iglesia o el propio Concilio. Por su parte Juan XXIII seguía un método carismático, una especie de pedagogía gradual, preocupándose sólo de proponer a todos -obispos, miembros de la curia, cristianos comunes- sugerencias vigorosas e inspiradas a la vez en la fe y en la coyuntura de la época (“aggiornamento”, pastoralidad, signos de los tiempos, paz), con una profunda confianza en el Espíritu, según el instinto de la fe del cuerpo eclesial y la capacidad creativa de la asamblea episcopal. Sin embargo, el largo periodo que pasó entre el anuncio de 1959 y el comienzo de los trabajos en el otoño de 1962 tuvo también un innegable efecto positivo, suscitando y ampliando expectativas que hicieron del Vaticano II un acontecimiento en el que se implicaron una infinidad de mujeres y de hombres que lo fueron sintiendo como “cosa propia”. El Concilio aprobó un Mensaje a todos los hombres que expresaba el compromiso de los obispos por ser testigos cada vez más fieles del evangelio de Cristo mediante la renovación propia y de la Iglesia, para que “brille más clara y más vivida la luz de la fe”, llevando “en nuestros corazones las tribulaciones de todos los pueblos confiados a nosotros, las angustias del cuer-
Un camino sin retorno El Concilio abrió puertas que no se van a cerrar. Quiso volver a las raíces, cuestionó el modelo de la cristiandad de la Iglesia que todavía sigue vigente y que bloqueó muchos cambios: las ventanas que el papa Juan abrió, ya no pueden cerrarse otra vez. El Pueblo de Dios, que reclama su lugar, es instrumento activo del Espíritu Santo que conduce a la Iglesia y que la renueva, en el seguimiento de Jesús.
Brasil: la importancia de las Comunidades eclesiales de base (CEBs).
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po y del alma, los dolores, los deEn otra vertiente, la prometedora Lo que hace a la Iglesia es la seos, las esperanzas”. Se quería aurora de un proceso de unificafe, la comunión y la disponibiexpresar la simpatía de la Iglesia ción de las Iglesias cristianas se lidad para el servicio. Son eshacia la humanidad y también cuesha empantanado en millares de tos valores-guía los que miden tionar los esquemas preparados “coloquios”, todos ellos doctrinala adecuación evangélica de la que no tenían en cuenta al mundo. les, inspirados por un deseo sinEl clima creado en el Concilio tamcero de superar las diferencias, estructura y de los comportabién favoreció, sin duda, un “aggiorpero casi siempre cerrados sobre mientos de las instituciones namento” capaz de dar un nuevo sí mismos y carentes de impulso eclesiásticas. respiro a la reflexión católica y recreativo alguno. tomar el diálogo con el pensamiento contemporáneo. La asimilación profunda de la experiencia y de las indiSe ha criticado la insuficiencia y marginalidad del es- caciones del Vaticano II es un proceso complejo y largo. pacio reconocido al papel del Espíritu Santo en la eco- Es verdad que vivimos en una “cultura vertiginosa”, de nomía global del Concilio. A falta de un adecuado de- consumo rápido y con escasa memoria, pero aquello sarrollo de esta dimensión, las indicaciones concilia- que quiere incidir sobre los hábitos mentales y los comres se han prestado a lecturas simplistas que no cap- portamientos sociales de una amplísima parte de la hutan ni el espesor histórico efectivo de los sucesos ni manidad necesita al menos de varias “generaciones”. los significados profundos y escondidos que el mismo contiene. El Vaticano II -gravado aún con un cierto número de decretos de inspiración pre-conciliar- superó en conjunto las expectativas y llevó a cabo un “giro” más profundo y orgánico de lo que las demandas de la víspera habían tenido la clarividencia y el coraje de augurar. Del papa Juan nació la idea misma del Concilio, caracterizada por un “pensar sobreabundante”, por la convicción de que la fe puede generar un acontecimiento histórico adecuado a las exigencias nuevas de la humanidad. La asamblea conciliar tuvo también el coraje y la convicción suficiente para abandonar el eurocentrismo que la caracterizaba en sus comienzos. Los episcopados del tercer mundo se fueron abriendo progresivamente espacio y ejercieron un influjo creciente sobre los trabajos y las decisiones. Esta deseuropeización encontraría su confirmación en el impacto que el acontecimiento conciliar provocó precisamente en los continentes de la “periferia” del mundo.
La Iglesia no está por arriba de la fe Si el Concilio reflexionó mucho sobre la Iglesia, es evidente que también por eso la quitó del centro de la atención: la Iglesia no está por arriba de la fe.De esta manera se inició la transmutación de las prioridades, o sea, el abandono de la referencia a las instituciones eclesiásticas, a su autoridad y a su eficiencia como centro y medida de la fe y de la Iglesia. No en vano, lo que hace a la Iglesia es la fe, la comunión y la disponibilidad para el servicio. Son estos valores-guía los que miden la adecuación evangélica de la estructura y de los comportamientos de las instituciones eclesiásticas. Repensar y cambiar las prioridades implica, además, reconocer el valor de la conciencia de la fe (sensus fidei) y de los signos de los tiempos como supremos criterios eclesiales en lugar de la lógica interna de las instituciones. n. 241
Los episcopados del tercer mundo ejercieron un influjo creciente sobre los trabajos y las decisiones. Sentado: el chileno mons. Manuel Larraín.
ión Para tu reflex es los eclesial ¿reconoc ia nc rie pe ex tu En io? aportes del Concil mundo n los obispos del Si hoy se reuniera tar? tra n ría parece debe ¿cuáles temas te r en un deberían no falta ¿cuáles actores Concilio hoy?
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Ficha
El secreto del Concilio
No se puede ignorar que el Concilio ha sido también un acontecimiento que ha conducido a redescubrir el Evangelio. Centenares de personas que no se conocían entre sí, que a veces desconfiaban unos de otros, que tenían edades, lenguas, culturas profundamente diferentes y distantes se encontraron dando vida a una empresa común, cuyas implicaciones iban mucho más allá del, por otra parte esencial, cumplimiento institucional de la elaboración y aprobación de decisiones. Es imposible no ver a simple vista el salto cualitativo que se ha producido entre los vota, con los que los obispos respondieron a la invitación de Juan XXIII, y la imagen del cristianismo y de la Iglesia que el Vaticano II ha formulado, precisamente en virtud del consenso de la casi totalidad de aquellos mismos obispos. ¿Podía haber hecho el Concilio algo más? Desde el punto de vista de la historia del Vaticano II la pregunta es embarazosa y la respuesta precaria. Las perspectivas ofrecidas por Juan XXIII por el hecho mismo de haber convocado otro Concilio después del de 1870 y,
mucho más aún, las diseñadas en el discurso de apertura, parecen tan sugerentes como comprometedoras. El horizonte de la mayoría de los Padres conciliares era mucho más limitado. Una propuesta como la presentada por Lercaro a finales de 1962 de un Concilio comprometido con la pobreza evangélica en todas sus dimensiones espirituales, culturales e institucionales, cayó en el vacío, a pesar del interés suscitado entre los obispos del tercer mundo. La misma suerte corrió la propuesta, avanzada por el patriarca Máximo IV y asumida por muchos, de que el Concilio creara un órgano episcopal central que, en representación del episcopado universal, fuese el encargado de colaborar establemente con el Papa en las principales decisiones referidas a toda la Iglesia. La lista de “omisiones” podría continuar. Y, sin embargo, el Vaticano II ha dado paso a una Iglesia católica muy diferente de aquella que lo inauguró. La condición de “cristiandad”, dominante aún en Europa, y por ella en el catolicismo mundial, quedó superada el 8 de diciembre de 1965.
Inicio del Concilio Vaticano II, en 1962: el pueblo observa la procesión de entrada de los obispos en la Basílica de San Pedro.
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8.
Cambio conciliar latinoamericano
Cambio conciliar latinoamericano. Desde Medellín hasta Aparecida
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Misión continental: “Discípulos y misioneros de Jesucristo, Camino, Verdad y Vida, para que en Él nuestros pueblos tengan vida”.
sis, y en éstas nacieron las Comunidades Eclesiales de Base (CEB’s). Las primeras surgieron en el periodo de 1963 a 1967 en áreas rurales y regiones suburbanas, reuniendo personas de zonas populares, como resultado de una acción de concientización del clero y de los religiosos que se dislocaron para regiones carenciadas en razón de la “Opción Preferencial por los Pobres”. Se organizaron de modo participativo para cultivar la fe cristiana, por medio de la celebración dominical, uniendo lectura bíblica, reflexión y oración; y muchos pasaron a dedicarse a las Pastorales Sociales, a los movimientos de lucha y a las reivindicaciones populares, en favor de los derechos básicos; ayudando a crear una nueva cultura política; educando para la ciudadanía y la participación. Internamente, estos movimientos contribuyeron para que la Iglesia se acercara más a los pobres; humanizaron el clero; crearon estructuras de participación y corresponsabilidad; trajeron espontaneidad y alegría; y encarnaron la liturgia en la vida del pueblo, valorando inmensamente el rol de los laicos. Medellín afirma el modelo de una pastoral comprometida con los derechos humanos y la transformación de la sociedad, coincidiendo con la ascensión de los movimientos populares en el mundo, lanzando semiConcilio Vaticano II, a los 50 años. Número 3.
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El Concilio convocó la Iglesia a interpretar los “signos de los tiempos” y actuar frente a la realidad en la cual estaba inmersa y, a partir de ella, dar testimonio del Evangelio. Y la Iglesia de América Latina lo acogió de modo creativo e inspirador haciendo una lectura de los documentos, a partir de su realidad y necesidad, dando un salto cualitativo para más allá de la concepción centro europea que prevaleció en el Vaticano II. El contexto histórico de la década del 60 en América Latina era extremadamente conflictivo, cargado de contradicciones y tensiones, en que imperaban: dominación económica y política; cultura católica, pero, sin la esencia profético-cristiana; regímenes militares; una enorme pobreza y violación de los derechos humanos. Una de las sugerencias del Concilio para los Obispos fue la organización de un Consejo Episcopal para dar encaminamientos pastorales a las decisiones tomadas y promover la colegialidad entre ellos. La América Latina era, hasta entonces, el único continente en donde ya había un Consejo Episcopal, el CELAM, que fue fundado en 1955, en ocasión de la primera Conferencia, en el Rio de Janeiro, para reunir y congregar a los obispos Latinoamericanos. A lo largo de los 50 años del inicio del Concilio ocurrieron momentos muy fértiles para este organismo, que realizó cuatro Conferencias: Medellín (1968), Puebla (1979), Santo Domingo (1992) y Aparecida (2007), cuyos documentos evidenciaron la existencia de un magisterio episcopal bastante encarnado en la realidad, a partir de las prioridades que fueron: defender y promover la vida; defender y promover los derechos de los pueblos, sobretodo de los pobres y reinventar la Iglesia en la base, como Pueblo de Dios. En la segunda Conferencia, y primera pos Concilio, realizada en Medellín, Colombia, se trazaron los nuevos rumbos, con el lema “La Iglesia en la actual transformación de América Latina a la luz del Concilio”, proponiendo una evangelización liberadora a partir de los pobres, o sea, tornándolos protagonistas de la evangelización a partir de su realidad social y cultural, trayéndolos para el seno de la Iglesia en donde, hasta entonces, no tenían voz. Estas orientaciones fortalecieron la organización pastoral de muchas Dióce-
llas de una Iglesia más popular y parpre”. Uno de sus puntos positivos Fue enorme el impacto del ticipativa. Optó por el ecumenismo de fue, justamente, la inculturación, que la misión, en favor de la justicia y de valoró las culturas afro-amerindias, la Vaticano II en América la paz, en donde las Iglesias de vareligiosidad popular, y también tuvo Latina y el Caribe, en el rias confesiones cristianas se empeen cuenta la temática de la solidariesfuerzo de transformar la ñaron por la liberación de los oprimidad Latino americana y mundial derealidad socioeconómica, dos y en la construcción de una so- proyectando el desafío de la lante del crecimiento de la pobreza. ciedad más justa. Escuchó en el claPor lo tanto, la opción por los pobres pobreza como un desafío mor del pueblo pobre un verdadero no fue olvidada, pero fue matizada. para la Iglesia Universal y signo de los tiempos, la presencia del Consiguió la reafirmación de imporpara todas las conciencias Espíritu Santo, que pedía justicia y tantes opciones hechas por las Conhumanas. derecho. ferencias anteriores: opción por los Esa Eclesiología Latinoamericana se pobres, con la riqueza de sus cultuconcretiza históricamente en la perspectiva de la Cons- ras; nueva evangelización entendida como promoción titución Gaudium et Spes, en su metodología ver-juz- humana integral; y evangelización inculturada. gar-actuar, en la relación de la Iglesia con el mundo y, Después de 15 años de la Conferencia de Santo Doparticularmente, al asumir las enseñanzas de la Encí- mingo, se realiza en Brasil la quinta Conferencia, en la clica Populorum Progressio de Pablo VI (1967), que ciudad de Aparecida, dentro de un contexto de desadescribe y critica el orden social y económico del mun- fíos y exigencias que golpean a la puerta de la Iglesia y do de hoy. P. Oscar Beozzo afirma que esta Encíclica piden paso para un nuevo período de la historia: la tranhubiera sido prometida por el Papa, especialmente, a sición del papado de Juan Pablo II para el de Benediclos Obispos de América Latina, que deseaban una pa- to XVI (2005) que estuvo presente en la apertura de labra más incisiva sobre los problemas de los países ésta; la globalización y el neoliberalismo; el rápido propobres, y que ella fue una “de las principales fuentes greso de las tecnologías de la información y la consede Medellín”. cuente extinción de fronteras culturales entre los pueLa tercera Conferencia, realizada en la ciudad de Pue- blos por medio del mundo virtual (internet); la bla, en México, contó con la presencia entusiasmada “laicización” de las sociedades y el consecuente abandel papa Juan Pablo II y abordó el tema: “La Evangeli- dono de la fe en culturas tradicionales; el control de zación en el presente y en el futuro de América Lati- una significativa parte de los Medios de Comunicación na”. El compromiso con la liberación integral del ser Social por el poder económico; la expansión de las humano fue explícitamente confirmado por el Papa cuán- iglesias neo pentecostales en las camadas más do, en su discurso de apertura condenó los mecanis- carenciadas de la población y el marketing de la fe, mos que generan ricos cada vez más ricos, al lado de especialmente, promovido por las redes televisivas; la pobres cada vez más pobres. Reafirmando Medellín, ascensión de los movimientos feminista, ecológico, paPuebla enfatizó la “Opción Preferencial por los Pobres” cifista, antiracista e interreligioso. Esta Conferencia proy su promoción dentro del contexto global, enfocando pone una gran Misión continental en la esperanza de a su dignidad como imagen y semejanza de Dios y hacer de los cristianos “Discípulos y misioneros de partícipe de la Iglesia y de la sociedad. De este modo, Jesucristo, Camino, Verdad y Vida, para que en Él mantuvo el trazo profético en defensa de la dignidad de nuestros pueblos tengan vida”. la persona frente a las violaciones presentes en los Todas estas conferencias fueron muy importantes, priregímenes militares, además de la “Opción Preferen- mero por la creciente colegialidad episcopal Latino Amecial por los Jóvenes” y por la acción de la Iglesia junto ricana y Caribeña; segundo, por promulgar documena los constructores de la sociedad pluralista en la tos con orientaciones para toda la Iglesia del ContiAmérica Latina, por lo tanto no solo de los ponente, lo que se configura como un magisterio bres. De modo muy especial defiende los dereparticular; y tercero, por el desencadenamiento chos individuales y los derechos sociales. En de un permanente movimiento de articulación toda su reflexión pastoral, se busca la comueclesial entre los otros miembros de la Iglesia: nión y la participación de todos en la Iglesia y padres, religiosos, diáconos permanentes, laicos en la sociedad para llegar a la verdadera y auy teólogos que, a su vez, marca la presencia de téntica liberación. muchos de estos en los diversos organismos sociaLa cuarta conferencia se realizó en Santo Domingo, les que promueven y defienden la vida. Por fin, cabe Republica Dominicana en el Caribe; en ella hubo el reconocer que fue enorme el impacto del Vaticano II en dislocamiento del eje crítico social para el cultural, en América Latina y el Caribe, en el esfuerzo de transfordefensa de la dimensión universal de la evangelización, mar la realidad socioeconómica, proyectando el desacon el tema: “Nueva Evangelización, Promoción Hu- fío de la pobreza como un desafío para la Iglesia Unimana, Cultura Cristiana. Jesucristo ayer, hoy y siem- versal y para todas las conciencias humanas.
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Ficha La teología de la liberación
El p. Gutiérrez, en una reciente visita a Umbrales.
El teólogo peruano p. Gustavo Gutiérrez publicó en 1971 el libro: “Teología de la Liberación” en la huella dejada por Medellín. Es la primera reflexión teológica que busca iluminar desde Dios las luchas por la liberación en un continente como Latinoamérica y el Caribe que padecen siglos de opresión y miseria. Con esta teología se quiere demostrar desde la Biblia que Dios es un Dios liberador y que Cristo vino a dar buenas noticias a
los pobres y a liberar a los oprimidos en vista de un proyecto de justicia y fraternidad que es el Reino de Dios. Además de la caridad, hace falta la justicia y la transformación de las estructuras perversas para el cambio de una sociedad fundada en el dinero. La Teología de la Liberación no es simplemente ética social sino, como toda teología, un discurso sobre el Dios verdadero y la fe verdadera. De ella nació la Opción Preferencial por los Pobres, que es una “opción cristológica” (Benedicto XVI) porque nos indica por donde encontrar a Cristo. Hubo después de Gutiérrez distintos exponentes de esta teología como Leonardo Boff, Jon Sobrino etc.; y también autores que por admitir el marxismo como criterio de interpretación de la realidad fueron recriminados por el Vaticano. La auténtica Teología de la Liberación es plenamente válida, siempre y cuando se hable de una liberación integral y se reconozca que Cristo es el que nos libera de la esclavitud del pecado y de sus consecuencias también sociales y estructurales. Hubo dos documentos del Vaticano (uno en 1984 y otro en 1986) sobre la Teología de la Liberación que no fueron condenatorios sino aclaratorios, tratando de corregir cualquier desviación hacia el marxismo, la violencia o la lucha de clases. La verdadera Teología de la Liberación tiene fuerza movilizadora y es temida y rechazada por muchos porque pone al pobre como “sacramento de Cristo” al centro de la reflexión teológica y de la vida de la Iglesia. Esta teología ha sido también la mejor respuesta a la crítica marxista de la religión como “opio del pueblo”.
El obispo uruguayo Carlos Parteli participó en el Concilio Vaticano II:
ión Para tu reflex ales se mentos de los cu ¿Leíste los docu tulo? habla en este capí a, tan ento de Aparecid ¿Leíste el docum ? al tu pastoral ac importante para la oamerie dar un papa latin ¿Qué aporte pued universal? cano a la Iglesia
Parteli promovió la renovación de la arquidiócesis de Montevideo, haciendo encarnar las enseñanzas conciliares, e impulsó la pastoral de conjunto y de los “grupos de revisión de vida” en las parroquias, ayudando al debate de los temas sociales y a la integración de laicos a la labor de la Iglesia concebida en apoyo de “los pobres y los más necesitados”. (Umbrales n.96).
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Carlos Parteli durante un seminario organizado por Umbrales.
Concilio Vaticano II, a los 50 años. Número 3.
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9.
La Iglesia de los pobres
Uno de los temas que más salieron sobre todo en los primeros dos años del Concilio fue el de la “Iglesia de los pobres”. La expresión es del papa Juan XXIII que, un mes antes del Concilio, marcó ese objetivo como uno de los rumbos a seguir, en un mensaje difundido por la radio vaticana el 11 de setiembre de 1962. Decía el Papa: “De cara a los países pobres, la Iglesia se presenta como es y quiere ser: la Iglesia de todos, pero especialmente la Iglesia de los pobres”: la pobreza extrema de más de los dos tercios de la humanidad era, según el Papa, uno de los signos de los tiempos (un mensaje de Dios) que exigía una respuesta por parte de la Iglesia. Si bien este mensaje no encontró en los documentos la recepción que muchos esperaban, el de los pobres y la pobreza de la Iglesia fue un tema que recorrió todo el Concilio.
Concilio Vaticano II a los 50 años
El grupo del Colegio belga
Un grupo de Padres conciliares que promovían la Iglesia de los pobres empezó a reunirse en el colegio belga de Roma, tomando inspiración del radiomensaje del papa Juan XXIII. Se proponían colmar el abismo entre la Iglesia y los pobres del tercer mundo pero también de los países industrializados del primer mundo. El líder del grupo era el p. Paul Gauthier, un cura obrero francés que se había establecido en Nazareth en 1958 fundando una familia religiosa: “Los compañeros de Jesús, el carpintero”. Durante la primera sesión del Concilio, el grupo se reunió cinco veces. Ya antes el p. Gauthier había difundido un texto (“Jesús, la Iglesia, los pobres”) entre los Padres conciliares, redactado por él y sus compañeros, con la aprobación del obispo de Galilea, George Hakim y del obispo de Tournai (Bélgica) Charles Himmer; se hicieron 2000 copias. El grupo estaba formado por obispos del área francófona y latinoamericana (con el brasileño Helder Cámara y el chileno Manuel Larrain a la cabeza). La presidencia del grupo fue confiada al cardenal Pierre Lercaro Gerlier de Lyón (Francia) con su y Dossetti. obispo auxiliar, un cura obrero,
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Alfred Ancel. Gerlier introdujo la reflexión diciendo: “La situación mundial caracterizada por el sufrimiento de tanta gente, aparentemente no es lo que más preocupa a la Iglesia. Este tema no se previó en el programa del Concilio. La eficacia de nuestro trabajo tiene que ver con este problema. Es indispensable que a esta Iglesia que no quiere ser rica, la despojemos de todos los signos de riqueza; que sea realmente pobre y se desprenda de las mismas apariencias de riqueza. Es necesario que la Iglesia se presente como la madre de los pobres preocupada por darles el pan del cuerpo y del alma”. En la segunda reunión del 5 de noviembre de 1962 ya los obispos eran más de cincuenta. A este grupo se integraron también el obispo uruguayo Marcelo Mendiharat y el argentino Alberto Devoto. Al final de la primera sesión este grupo luchaba para obtener la creación de un Secretariado por la Evangelización de los Pobres, así como había uno por la Unidad de los Cristianos. Proponían cuatro prioridades: -la práctica de la justicia a nivel personal y social, sobre todo con los pueblos en vías de desarrollo; -la lucha por la paz y la unidad entre los pueblos; -la evangelización de los pobres y alejados; -la renovación evangélica de los pastores y fieles en la pobreza. Tras la muerte del Papa Juan, estos obispos le pidieron al papa Pablo VI una encíclica sobre la Iglesia de los Pobres alrededor de tres temas fundamentales: Cristo en los pobres, la evangelización de los pobres, la pobreza evangélica.
El libro del p. Yves Congar Los aportes del teólogo p. Giuseppe Dossetti que representaba al cardenal Giacomo Lercaro de Bologna y del teólogo francés p. Yves Congar ayudaron a que se presentara en el aula el tema en cuestión, con una fundamentación bíblica y teológica, para que no fuera uno de los tantos temas del Concilio sino un tema fundamental. Estos teólogos, a los que se añadieron varios más, estaban preocupados de que la Iglesia se presentara n. 241
frente al mundo como una instituDiscurso de Lercaro “El misterio de Cristo en la Igle- La intervención del cardenal ción rica y poderosa y así no se captara su verdadero mensaje consia es siempre, pero sobre todo Giacomo Lercaro, preparada con tracorriente que era el de ser pohoy, el misterio de Cristo en los su colaborador Dosetti, el 6 de dibres como Jesús y enviados a los pobres; y la Iglesia es especial- ciembre de 1962 en el aula concipobres como Jesús. Al finalizar la mente la Iglesia de los pobres... liar, después de los importantes primera sesión del Concilio el p. La pobreza de las mayorías (dos discursos de Suenens y Montini, Congar publicó su libro: “Por una que habían enfocado el Concilio altercios del género humano) es Iglesia servidora y pobre”. El libro, rededor del tema único de la Igleultrajada por la inmensa rique- sia (hacia adentro y hacia fuera), dedicado al cardenal Lercaro, traza de una minoría”. G. Lercaro. taba antes que nada el tema de la proponía como identidad concreta jerarquía como servicio y en la sede la Iglesia, la Iglesia de los pogunda parte hacía un estudio histórico sobre títulos, bres. Decía el cardenal: “El misterio de Cristo en la honores y privilegios en la Iglesia. Escribía Congar que Iglesia es siempre, pero sobre todo hoy, el misterio de la Iglesia en la historia había cobrado “un porte seño- Cristo en los pobres; y la Iglesia es especialmente la rial”. La tentación del poder hacía que en muchos ca- Iglesia de los pobres”. No ya una Iglesia “para” los posos “gozar de privilegios llevaba a pensar que se nos bres ayudándolos en sus apremios, sino “de” los podebían; vivir con ciertos lujos exteriores y ser honrados bres; ellos debían sentirse como en su propia casa, no por todos llevaba a colocarse sobre un pedestal; el tan solo como objeto de caridad, sino como sujetos mandar continuamente y juzgar llevaba a no escuchar activos y privilegiados de la vida y de la misión de la nunca de verdad a los demás; acosados por los Iglesia. Lercaro pedía “colocar en el centro del Concilio turiferarios, se encontraba finalmente gusto en el in- este misterio, como una verdad esencial y primordial cienso”. Describía cómo los privilegios de la Iglesia en en la Revelación”. Decía: “Estamos en una época en la el imperio después de Constantino se justificaban con cual, en comparación con otras, los pobres parecen la idea de que “el servicio de la soberanía de Dios era menos evangelizados y espiritualmente alejados y exsuperior al de todos los reinos de la tierra”. Se usaban traños a Cristo y a la Iglesia. La pobreza de las mayotítulos, insignias, formas de vestir, ceremonias y pala- rías (dos tercios del género humano) es ultrajada por la bras pomposas características en la corte imperial. En inmensa riqueza de una minoría. La evangelización de la época feudal la Iglesia se presentaba como una los pobres debe ser la razón central del Concilio inclumonarquía con un senado de cardenales (=curia). El so para la unidad de los cristianos. No haremos nuesPapa usaba la tiara, una mitra con triple corona que tro deber, no comprenderemos la voluntad de Dios ni significaba su poder absoluto sobre emperadores y re- las esperanzas de los hombres sino privilegiamos el yes y se lo identificaba como el “vicario de Cristo” y no anuncio de evangelio a los pobres”. Sugería limitar los como el vicario o sucesor de Pedro. Los obispos lleva- medios temporales ricos, imitando a Pedro y Juan (“No ban pieles de armiño escarlata. San Bernardo al ver al tengo ni oro ni plata…”, He 3, 6) en la organización Papa vestido de seda, cubierto de oro y piedras precio- eclesiástica y en las actividades apostólicas, liquidansas, montado sobre un caballo blanco, escoltado por do las estructuras históricas perimidas. Pedía a la jesoldados y servidores, exclamaba: “Se parece más al rarquía renunciar a privilegios, títulos y formas rebussucesor del emperador Constantino que al de Pedro”. cadas para acercarse más a la gente con sencillez. Congar indicaba que la misión de la Iglesia era de Denunciaba el concepto tradicional de caridad por el ser servidora y como tal, pobre. Los títulos en la cual los ricos ayudaban a los pobres con la limosna y Iglesia están prohibidos por el Evangelio (Mt 23,8-12) y los pobres rezaban por ellos, como si se tratara de una por consiguiente también ciertos atavíos ridículos y reciprocidad de iguales. La pobreza no debía ser tan obsoletos. Citaba una frase del papa Juan XXIII afirman- solo individual sino comunitaria y estructural aún en do que saldríamos todos beneficiados “si sacudiéra- las congregaciones y órdenes religiosas. Insistía en la mos el polvo imperial que desde la época de Constantino necesidad para todos de “encarar un nuevo estilo de se depositó sobre la silla de Pedro”. Señalaba que para vida que no chocara con la sensibilidad de los homla sensibilidad de hoy habría que priorizar el estilo del bres de hoy y no fuera ocasión de escándalo para los p. Charles de Foucauld, de los Hermanos de Taizé, del más pobres” . Escribe el teólogo p. Giuseppe Ruggeri: papa Juan, más sencillo y evangélico. “Lo arcaico “Esta perspectiva de Lercaro, quizás la más original y en la Iglesia impide la encarnación. Lo que fue acepta- profética del primer período del Concilio iba muy por do en otro tiempo, hoy sería una manera segura de delante de la conciencia conciliar común. Podía haaislarse, un obstáculo para la evangelización. Toda la ber sido un auténtico salto adelante en la conciencia Iglesia ha de pasar de una estructura de castas, a un teológica de la Iglesia; pero solo fue una piedra arrojaúnico pueblo de Dios, a una Iglesia de iguales, donde da en el estanque, solo capaz de provocar muy efímelos unos están al servicio de los otros”. ras ondas de aplauso y de consenso”. n. 241
Concilio Vaticano II, a los 50 años. Número 3.
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“Apuntes sobre el tema de la pobreza en la Iglesia” Pablo VI pidió a Lercaro un estudio bíblico-teológico sobre el tema para un posible pronunciamiento papal. El estudio fue presentado a Pablo VI, con el aporte del grupo del colegio belga, a fines de 1964 cuando ya el Concilio había tomado otros rumbos. El título del documento: “Apuntes sobre el tema de la pobreza en la Iglesia”. Desarrollaba la necesidad de una “denuncia teologal del bienestar de la sociedad opulenta, destinada a llegar inevitablemente a un ateismo práctico Los saduceos no eran muy generalizado”. Para Lercaro, “éstanumerosos, es la hora de los pero eran la clase de rica, aristocrática y gobernante. pobres, de millones pobres en el mundo; es la hora de la Iglesia madre de los pobres. Una Iglesia que no supiera leer este signo de los tiempos sería una Iglesia infiel a su misión. El deber más claro, concreto, actual, imperativo hoy es preguntarse sobre el porqué de la pobreza y sobre el destino de los pobres que hoy van adquiriendo una nueva conciencia de sus derechos”. Se encuentran aquí los acentos de la “Populorum Progressio” que muchos creen haber sido la respuesta de Pablo VI al documento de Lercaro. “Es un error -sigue Lercaro- espiritualizar totalmente la pobreza evangélica y pensar de gozar de la primera bienaventuranza con una pobreza totalmente subjetiva e interior, sin reflejar ninguna condición material de privación. La pobreza no es un consejo de perfección o una de las tantas virtudes cristianas; se impone a todos los cristianos como indispensable estilo evangélico de vida”. En su propuesta Lercaro apuntaba a la multitud creciente de los pobres en el mundo, el nudo decisivo de la coyuntura histórica. En la Revelación bíblica, desde los profetas, este tema, según él, no era un tema marginal; era el signo fundamental de la misión de Cristo (Lc 4,16-30), ley constitucional del Reino de Dios. Los pobres de Yavé no son solo los humildes frente a Dios, sino los humillados por los hombres. Los ricos no pueden entrar en el Reino, si no comparten. Son ideas que
serán recogidas y desarrolladas más ampliamente en la Iglesia latinoamericana, sobre todo por la teología de la liberación.
Recepción en el Concilio El cardenal Lercaro tuvo otra intervención en octubre de 1965 haciendo casi un balance de la recepción en el aula de su propuesta. “Algunos elementos de nuestra propuesta han entrado en los esquemas conciliares, pero no como deseábamos. No se ha llegado a entender que no hablamos de la conducta moral del cristiano y de la Iglesia en lo que respecta a la pobreza y a los pobres, sino de un momento esencial de la Revelación Cristiana, un elemento central de la Cristología”. Aún así la recepción fue muy positiva por parte del episcopado latinoamericano, de los países del tercer mundo, del este europeo, de los episcopados de Francia y Bélgica; el Concilio marcó otros rumbos (diálogo con el mundo moderno, colegialidad, ecumenismo, etc.) y la gran mayoría siguió oponiendo la “Iglesia de todos” a la Iglesia de los pobres. No estaba preparado el episcopado (aún desde lo doctrinal) para un tema tan delicado y recién replanteado en su novedad evangélica, con pocas significativas experiencias eclesiales; los intereses de las grandes Iglesias eran otros. Hubo gestos y testimonios conmovedores por parte de varios obispos que trataron de llevar a la práctica la Iglesia de los pobres. En los textos del Concilio el tema es subrayado sobre todo en la “Lumen Gentium” en el n.8: “Como Cristo nos ha redimido a través de la pobreza y la persecución, también la Iglesia está llamada a tomar el mismo camino para comunicar a los hombres las fuentes de la salvación. La Iglesia reconoce en los pobres y afligidos la imagen de su fundador, pobre y sufrido, busca aliviar el sufrimiento humano y en los pobres busca servir a Cristo”.
ión Para tu reflex do hoy por la Iglesia ha opta ¿Te parece que los pobres? s en nueshacer los cristiano ¿Qué deberíamos barrios? tras parroquias y evangélica acticar la pobreza pr a fic ni sig ué ¿Q ismo de hoy? frente al consum “Juan XXIII, un mes antes del Concilio, habla especialmente de la Iglesia de los pobres. No partimos de solamente la nueva situación y comprensión que hay de la pobreza, sino también de esta palabra profética de Juan XXIII, que es una persona clave para la Teología de la Liberación”. Gustavo Gutiérrez.
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Ficha El pacto de las catacumbas Al final de la cuarta y última sesión, el 16 de noviembre de 1965, poco antes del cierre del Concilio, unos 40 padres conciliares se reunieron para celebrar la Eucaristía en la catacumbas romanas de Domitila. Después de la celebración firmaron un pacto en 13 puntos, en el cual se comprometían a vivir y promover una Iglesia servidora y pobre. El Pacto fue presentado al Papa para su conocimiento y firmado más tarde por otros 500 obispos en el mundo. Los obispos se comprometían a vivir como la gente común en cuanto a vivienda, alimentación, medios de comunicación y transporte. Renunciaban a toda riqueza o apariencia de lujo en la vestimenta y en las insignias, a poseer bienes muebles e inmuebles o cuentas bancarias. Se comprometían a confiar la gestión financiera de la diócesis a una comisión de laicos competentes, para ser “menos administradores y más pastores y apóstoles”. Rehusaban ser llamados con títulos honoríficos, conformándose con el nombre de “padre”. Se proponían evitar cualquier preferencia o privilegio para con los ricos y poderosos, y menos para conseguir gratificaciones. Optaban pastoralmente sobre todo por los trabajadores y los más pobres; las obras de beneficencia debían transformarse en obras sociales, fundadas en la justicia y la legalidad. Se comprometían a estimular a los gobiernos en favor de leyes, estructuras, instituciones transformadoras para un orden social nuevo. Impulsaban la ayuda a las Iglesias de los países pobres y la solidaridad con el Tercer Mundo. Al volver a sus diócesis prometían revisar su vida con los sacerdotes, religiosos y laicos y hacer conocer públicamente este Pacto a las comunidades para, entre todos, lograr una renovación profunda del rostro de la Iglesia.
Dom Helder Câmara, uno de los firmantes del Pacto de las Catacumbas, tuvo participación activa en el Concilio siendo electo Padre conciliar en las cuatro sesiones.
Catacumbas romanas de Domitila.
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Concilio Vaticano II, a los 50 años. Número 3.
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B ibliografía
S umario Concilio V aticano II Vaticano
a los 50 años
(Número 3)
Introducción ...................................................... 3
1.
El ecumenismo .................................... 4-6
2.
L as religiones no cristianas .... 8-10
3.
L a libertad religiosa .................. 12-13
4.
El tema de la paz .......................... 14-15
5.
Una mirada sintética a los documentos conciliares ........... 16-18
6.
El Papa Pablo VI ............................ 19-21
7.
¿Cómo calificar el Concilio? 23-25
8.
Cambio conciliar latinoamericano ............................ 27-28
Ficha: Ecumenismo espiritual ........................ 7
Ficha: Los hermanos musulmanes ............. 11
La obra consta de 5 volúmenes: I. El catolicismo hacia una nueva era. El anuncio y la preparación (enero 1959-setiembre 1962) II. La formación de la conciencia conciliar. El primer período y la primera intersesión (octubre 1962-setiembre 1963) III. El Concilio maduro. El segundo período y la segunda intersesión (setiembre 1963-setiembre 1964) IV. La Iglesia como comunión. El tercer período y la tercera intersesión (setiembre 1964-setiembre 1965) V. Un concilio de transición. El cuarto período y la conclusión del concilio (setiembre-diciembre 1965)
Ficha: Temas reservados ............................. 22 Ficha: El secreto del Concilio ........................ 26
Ficha: La teología de la liberación ................ 29
9.
GIUSEPPE ALBERIGO Historia del Concilio Vaticano II - Vol. 1-5 Ed. SÍGUEME, 1999
L a Iglesia de los pobres .......... 30-32 Ficha: El pacto de las catacumbas .............. 33
Bibliografía ...................................................... 34
CONCILIO ECUMÉNICO Vaticano II Constituciones,
JOHN W. O’MALLEY What happened at Vatican II (Qué pasó en el Vaticano II)
Ed. HARVARD, 2008 O’Malley, Profesor de Historia de la Iglesia de la Universidad de Georgetown, especialista en Historia de la Iglesia Moderna, nos ofrece en esta obra un análisis del desarrollo y de la gestación de los dieciseis documentos proclamados por el Concilio Vaticano II. Sus conocimientos históricos le llevan a constantes comparaciones con el Concilio de Trento y a procurar mostrar las raíces históricas de los temas abordados y de las mentalidades de los principales teólogos y Padres conciliares que intervinieron. O’Malley logra una naracción apasionada, viva, de los acontecimientos por los que atravesó el Concilio.
Decretos, Declaraciones
Ed. PAULINAS, 2006 Esta presentación del Concilio Vaticano II contiene todas las constituciones, todos los decretos, y todas las declaraciones, un índice temático, y además una pequeña reseña de los concilios ecuménicos y de lo que fue el Concilio Vaticano II. “Para todas las categorías humanas ha trabajado el Concilio durante estos cuatro años. Para todas ellas ha elaborado esta constitución La Iglesia en el mundo de hoy, que hemos promulgado ayer en medio de los entusiastas aplausos de la asamblea”. Pablo VI.
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AGOSTINO MARCHETTO Il Concilio Ecumenico Vaticano II Contrappunto per la sua storia
Ed. L.E. VATICANA, 1999 Para el autor, “sólo los actos oficiales del Concilio han sido recogidos en 62 volúmenes grandes. Todo es ahora base segura sobre la que construir y que todos debemos enfrentar para la recepción y la correcta interpretación del Concilio. Sin embargo, muchos comenzaron a tejer sus interpretaciones, casi independientemente de los Hechos...”. n. 241