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introducción La Iglesia que vivimos

AGOSTO-SETIEMBRE 2014 Redacción: Román Arana Iñíguez 5361 12300 Montevideo, Uruguay. Tel./fax: 2227 53 80 umbrales@chasque.net www.umbrales.edu.uy

Colaboraron en este número: Gloria Aguerreberry, Francesco Bottacin, Primo Corbelli, Alfredo Leirós, Cristina López, Gerardo Martelletti, Eduardo Ojeda. Imprenta Rojo - Salari 3460 A, Montevideo. Tel.: 2215 1812 Edición amparada en el Dec. 218/996. Comisión del Papel. D.L. nº 299574 M.E.C.: Registrada, T. VII, Folio 184

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La Iglesia en su vida y acción es un tema transversal no solo de todos los artículos de Umbrales sino también de la vida, las actividades, la programación de cada parroquia, de cada grupo eclesial. No siempre es sencillo darse cuenta que cuando vamos a trabajar, cuando decidimos algo en la educación de los hijos, cuando decidimos y vamos -o no vamos- de vacaciones o a una boda o a un velorio, cuando, cansados de los resultados que no llegan renunciamos -individualmente o en grupo- a una tarea voluntaria o al contrario decidimos quedarnos, cuando abrimos o no la puerta de nuestro corazón para escuchar a un “peso pesado”... estamos haciendo la Iglesia. La Iglesia es un misterio, un sacramento que vive y se manifiesta gracias a Dios, pero dejar que resplandezca o reconocer sus señales de presencia le toca a cada uno de los cristianos y a cada comunidad. El papa Francisco, en sus palabras y en su exhortación apostólica Evangelii Gaudium, no se cansa de repetir este refrán y sobre todo lo repite con su ejemplo y actuación: visitar un enfermo, privilegiar a los discapacitados, decir una palabra buena, condenar una injusticia es manifestar el rostro misericordioso de Dios; pero si un cristiano, aún con buenas intenciones, se exime de esto o construye su fe sobre sus presupuestos (por ejemplo: privilegiar a los poderosos para ayudar a los pobres, servir a los humildes si son educados, sino no se lo merecen, identificar la vida cristiana con el cumplimiento de algunos preceptos…) y no sobre el Evangelio, no manifiesta el verdadero rostro de la Iglesia y no le hace un buen servicio al Reino de Dios. Humildemente Umbrales trata en este número de dar una herramienta para este discernimiento: no se trata de una monografía sobre la Iglesia, no se pretende dejar respuestas a preguntas fundamentales, dirimiendo cuestiones actuales y los temas tratados podían incluir otros importantes aspectos que no se abarcaron; la mirada pastoral ha sido una preocupación constante y los temas elegidos son una tentativa para llegar a los puntos neurálgicos en vista de una revisión de nuestro ser Iglesia, como individuos y como comunidades. Las preguntas que acompañan los diversos capítulos quisieran ayudar en este intento. Ojalá los lectores que queden insatisfechos o disconformes con nuestro planteo o nuestra elección de los temas nos señalen de qué manera corregir la orientación en vista de llegar a vivir con mayor coherencia el camino de discípulos y misioneros de Jesús: Umbrales se compromete a juntar estos eventuales aportes para abrir un mejor debate eclesial, movido por el Espíritu.

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1.

La primera comunidad cristiana La Iglesia nace con la presencia y la predicación de Jesús. La Iglesia de los primeros tiempos que siguieron la Resurrección de Jesús manifiesta una variedad de presencias, de personas, de comunidades, todas unidas por la misma fe en el Resucitado pero diversas en sus costumbres, cultura, idioma, con acentuaciones diversas según el lugar donde residían. Eran comunidades pequeñas, en comunión entre ellas a pesar de la dificultad de comunicación de aquel tiempo.

El período apostólico Jesús era judío. Parece que nunca se planteó crear una “nueva religión” ¿En qué pensaba Jesús entonces, cuando formó una comunidad de discípulos y nombró para conducirlas a doce de ellos, a los que llamó apóstoles? Esta comunidad a la muerte de Jesús era una comunidad de gente sencilla, provenientes del campesinado de la región de Galilea: creía que Jesús, el que fue crucificado, era el Mesías. El número doce no es casual: eran doce las tribus de Israel. Él pretendía que con su grupo se cumplieran las predicciones de los antiguos profetas, en las que se decía que Dios reservaría para sí mismo, a un pequeño resto escogido, que purificaría la fe de todo el Pueblo (Sof 3,11-13). En su vida, ni siquiera en Galilea, donde Jesús era más conocido, había encontrado la respuesta que esperaba. Igualmente Jesús apostó a la formación de estos doce que compartieran el camino que él había iniciado tratando de reunir a las ovejas descarriadas de Israel (Mt 15,24). El judaísmo oficial, no aceptó la doctrina de Jesús, ni su prédica que resaltaba la misericordia y amor del Padre, y el perdón a los pecadores. Su muerte fue desencadenada, entre otros motivos, por el cuestionamiento de Jesús al Templo y a los líderes religiosos de su Pueblo. Jesús hizo ver a sus discípulos que su mensaje estaba destinado no solo a Israel sino a los otros pueblos, cosa que los mismos profetas, en oportunidades, habían ya anunciado. Muerto Jesús, las autoridades religiosas esperaban que el grupo se dispersara. Pero eso no ocurrió. El testimonio de Jesús queda para siempre como el fundamento no negociable de sus seguidores.

Los primeros cristianos en la tierra de Israel Los primeros discípulos de Jesús, los mismos que tenían miedo y se habían dispersado, tras la muerte del Maestro, fueron testigos de su Resurrección. Comenzaron a predicar en Jerusalén y en los alrededores que Jesús vivía y que ellos habían comido y bebido con él despues de su Resurrección. No bastaron para contenerlos las amenazas del Sanedrín. Todos en el Consejo Supremo y en Jerusalén, se asombraban de la convicción y el entusiasmo que mostraban anunciando la Resurrección de Jesús y la llegada del Reino de Dios (He 3,14-36; 4,1-22), que el mensaje de Jesús estaba destinado a todos los pueblos. La primera comunidad se entendía a sí misma como un grupo judío. Vivían en Jerusalén, concurrían al Templo y a las sinagogas: no se pensaron como un grupo aislado del pueblo de Israel (He 2,42-47). Pero se desencadenó al poco tiempo una persecución contra ellos, y así algunos de ellos se vieron obligados a huir de la tierra de Palestina. Y fue justamente esta persecución la que hizo que progresivamente el mensaje de Jesús se esparciera por todo el Oriente Medio,incluída Samaría y parte de Asia Menor (He cap. 7-8). Si bien los Apóstoles en un primer momento se comprendían solo como judíos, esto no quedó como constitutivo de la Iglesia.

Saulo de Tarso, la predicación a los gentiles y el Concilio de Jerusalén Saulo era de la tribu de Benjamín (He 7,5-8; He 22,3): participó en la persecución que llevó a la muerte de Esteban. Había nacido en la diáspora judía, en la ciudad de Tarso en la región de Cilicia (Turquía). Tenía el título de ciudadano romano desde su nacimiento (He 22,28). Era un hombre entre dos mundos, sabía hablar griego y latín, conocía la cultura greco-

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romana, pero además era hebreo, y se encontraba en Jerusalén en el año 38 cuando se produjo la persecución. Allí estudiaba la ley y aprendía teología con un gran maestro, el sabio rabino Gamaliel (He 22,3). Saulo, no conocía personalmente a Jesús, y pensaba que su grupo estaba atentando contra la pureza de la doctrina del judaísmo oficial. Jesús se le apareció en el camino hacia Damasco y lo invitó a ser su discípulo y mensajero: de perseguidor fue perseguido y se atentó contra su vida (He 9; Gál 1,11-24, He 22). Su amigo Bernabé lo llevó a Antioquía, una comunidad formada por judíos cristianos y cristianos provenientes del paganismo, que no eran judíos de origen. Fue en esta ciudad, que los discípulos de Jesús fueron llamados por primera vez “cristianos” (He 11,19-30). Desde allí Saulo es enviado junto a su amigo Bernabé a las regiones de Asia Menor y del Mediterráneo, allí cumplirá varias misiones, anunciando el Evangelio de Jesús. Desde entonces, se le conocerá como el Apóstol Pablo. Así como otros, aunque no era de los doce, Pablo es llamado Apóstol, por gracia de Dios: él aclara que fue confirmado en su misión por Pedro, al que vio en Jerusalén (Gál 1,18). La mitad del libro de los Hechos de los Apóstoles está dedicado a hablar de sus diversos viajes, y de la fundación de varias pequeñas comunidades cristianas, que poco a poco irán creciendo en importancia, y número. Para esto Pablo empleaba una estrategia: al llegar a una ciudad buscaba a la comunidad judía de allí, le anunciaba la Buena Noticia de Jesús y muchas veces algunos se convertían al Evangelio y constituían la base de la comunidad cristiana. Luego les predicaba a los paganos. Desde el principio Pablo observó que éstos (griegos, sirios, y asiáticos, y posteriormente romanos) mostraron una gran apertura a la fe. Algunos romanos o griegos que se convertían pertenecían al grupo de los “temerosos de Dios”, o sea los simpatizantes del culto judío, pero no se animaban a convertirse en creyentes de Israel, a causa del rito de la circuncisión por el que sentían mucha aversión. Por ejemplo el centurión Cornelio bautizado por Pedro (He 10 y 11) y el centurión de Cafarnaúm (Mt 8,5-13) pertenecían a este grupo. Cuando Pedro bautizó a Cornelio sin exigir la circuncisión, muchos misioneros los bautizaron y no les exigieron ningún tipo de rito judío. Esto provocó una división en las comunidades. Hacia el año 47 aproximadamente se celebra una reunión en Jerusalén con los apóstoles y los presbíteros delegados de las distintas comunidades. Pablo y Bernabé son enviao q u ia r r a P u t dos en nombre de Antioquía. Allí se encuentran dos HOY en posiciones antagónicas. Por un lado la de Pedro y los de ntes mode Pablo, que sostienen que no puede exigirse cargar re e if d s o n s algu stólica? con los ritos y leyes judías a los cristianos venidos · ¿Conoce Iglesia apo la n e les n. s e d a del paganismo; y la otra posición planteaba que debía al de Umbra tr comunid n e C a m da imr el Te pedírsele a los paganos que se circuncidaran y guarar demasia Podrías lee d o n a e d z ayu daran las leyes judías. Fue allí donde realmente se 250: tal ve la tiene. a lo que no ia juega la “identidad” de los cristianos. Hasta el momenportanc l amor , es decir, e to, aún con los paganos convertidos, se veían muy lilio e g n a v E l io de omunión gados al mundo de los ritos judíos. Sin embargo en la El testimon idad y la c n u ipal en la , o m reunión de Jerusalén, los cristianos deciden no impoación princ al próji p u c o re p e la ner nada a los paganos convertidos, sino que tan solo · ¿constituy ? ia vilegian? u q o se abstuvieran de compartir alimentos que los tu parr s que se pri e d tu ie u q as in · o ¿hay otr judeocristianos no podían consumir para no s? s? le prioridade · ¿cuá escandalizarlos (He 15,1-29). La Iglesia no queda atada ara definir p s o ri te ri c · ¿hay ni a una tradición ni a una cultura, aunque fuera la de Jesús.

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El Evangelio en el Mediterráneo Fue durante el gobierno del emperador Claudio que el cristianismo se extendió por todo el mediterráneo. El mismo Imperio Romano, al construir tanta caminería de tan buena calidad, unió con muchas carreteras y rutas marítimas todo el Imperio. Por esta época se escriben la mayoría de los textos del Nuevo Testamento que tenemos en nuestra mano: los primeros ven la luz entre los años 50 al 60. En estos textos aparecen variosmodelosdecomunidadescristianas, es decir de Iglesia.

El choque con el Imperio Romano

Hacia la Iglesia actual Durante casi tres siglos, la Iglesia tuvo que vivir en el Imperio “en clandestinidad”. Si algún cristiano quería evitar la muerte solo debía retractarse de Cristo públicamente y quemar incienso adorando a algún dios del Imperio. Con esto bastaría para obtener el indulto. La alternativa era el martirio. Así cayeron los santos mártires más conocidos como San Lorenzo, Santa Inés, Santa Cecilia, San Sebastián, San Tarcisio (un niño martirizado por defender la eucaristía) y muchos otros. Algunos de los renegados llamados “lapsis” por los cristianos, pidieron perdón y fueron readmitidos por algunas comunidades, y por otras no. El cristianismo sobrevivió hasta su reconocimiento imperial en el tiempo de Constantino (siglo IV). Sus características en parte chocaban con el imperio y en parte son fruto de la cercanía imperial. En el Imperio, los pobres y marginados, así como los esclavos, encontraron en la nueva fe un lugar donde todos eran iguales, y no eran tratados como inferiores sino como hermanos. Como ejemplo basta ver la carta a Filemón de San Pablo, donde este aboga por su esclavo fugitivo Onésimo y le recomienda a Filemón que le trate como un “hermano muy querido” puesto que por la fe en Jesús es ahora su hermano e igual. Los cristianos no luchaban por la abolición de la esclavitud, pero la vivían en la práctica. La esperanza y la alegría de los discípulos de Cristo así como su amor, y espíritu de paz, eran muy atractivos como su estilo de vida. Constantino emperador convocó a los obispos cristianos para que se reunieran en un Concilio en Nicea, celebrado en el año 325 y así solucionar el conflicto que dividía a los cristianos, con los arrianos que negaban la divinidad de Jesús. Constantino sabía que la fe cristiana sería su aliado en lograr la unidad del Imperio si la protegía. Se bautizó recién en su lecho de muerte. Teodosio, su segundo sucesor, hizo más aún. En su edicto de Tesalónica en el año 380 decretó que la Iglesia Católica, con su doctrina estructurada en el Concilio de Nicea, era la religión oficial del Imperio Romano. Cuando terminó la persecución, la Iglesia tuvo que enfrentar otros problemas más bien internos, donde la búsqueda de uniformidad la asemejó más a la organización centralista del imperio que a la apertura universalista de sus orígenes.

A pesar de su carácter pacífico y el interés de no chocar con las autoridades romanas, los cristianos empiezan a ser cuestionados muy duramente. Ya el choque con los judíos tuvo sus consecuencias: el judaísmo oficial se defendía incluso recurriendo a las autoridades romanas. Pero la crisis se desencadena en el reinado de Nerón en el año 66. Tras el incendio de Roma, que desvastó gran parte de la ciudad, el emperador acusa a los cristianos, de ser sus autores: en realidad la verdadera acusación contra los cristianos era de ser “ateos” y atentar contra los dioses del Imperio. Dioses entre los cuales se hallaba el mismo emperador (venerado como Dios, sobre todo en las provincias orientales). La religión pagana politeísta, y los dioses del Imperio, e incluso el culto al emperador en oriente al que se llamaba “Kirios” que significa en griego “Señor” era lo que los cristianos amenazaban. Y en la religión imperial era lo que funcionaba como elemento aglutinante para mantener unido al Imperio. El modelo de comunidad de Jesús no puede pensarse como universalmente aceptable.

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2.

La Iglesia sacramento de salvación

Esta definición de la Iglesia no es una novedad del Concilio Vaticano II: desde los primeros siglos, cuando la unidad visible era muy difícil de lograr (vistas las distancias y los escasos medios de comunicación de la época) lo que se subrayaba era lo esencial, la Iglesia sacramento. Las varias preocupaciones, los errores y los siglos hicieron olvidar este concepto tan importante para la autocomprensión de la Iglesia.

Los sacramentos de la Iglesia y la Iglesia como sacramento Fue el Concilio Vaticano II quien introdujo la decisiva noción de Iglesia- sacramento en el primer número de Lumen gentium: ella es “como un sacramento, es decir, signo e instrumento de la íntima unión con Dios y de la unidad de todo el género humano” (LG 1). Muchos contemporáneos pueden tener la impresión de que la Iglesia, su predicación y los sacramentos, están recluidos en una especie de ámbito sacro especial sin relación con la realidad del mundo profano. Sin embargo, la palabra y la liturgia de la Iglesia tienen que ver profundamente con la vida concreta y con la realidad cotidiana. En realidad el centro de la Iglesia es Cristo y su salvación. La Iglesia es el símbolo real, es decir el sacramento fundamental de Cristo y de su autocomunicación en la verdad y en el amor. La Iglesia no es meta, sino medio y camino, no es el fin sino un medio para llegar al mismo. A la vista de la experiencia eclesial de nuestro tiempo, sembrada de dudas acerca del sentido mismo de la Iglesia , su dimensión fundamental sigue siendo transmitir la presencia real de Dios en signos. Por eso está la Iglesia, para que se manifieste la presencia de Dios y su salvación. La Iglesia, a partir de algunas afirmaciones centrales del Concilio Vaticano II, se percibe a sí misma como “sacramentum salutis” (LG VII, 48), es decir, presencia de la salvación, de modo que la Iglesia es en este mundo nuestro figura sacramental de la salvación. La descripción de la Iglesia como sacramento universal de salvación es una definición de la Iglesia junto a otras: pueblo de Dios, cuerpo de Cristo, esposa de Cristo, templo del Espíritu Santo, misterio de comunión. Pero quiere expresar algo muy hondo de su misterio: ser signo de la “presencia real” del amor de Dios en este mundo.

Una mirada desde el espíritu de la liturgia La lógica de la encarnación ayuda a entender la lógica sacramental en orden a fundar la función mediadora de la Iglesia. Jesucristo es sacramento del Padre y manifiesta y realiza su salvación (Buena Noticia a los pobres, solidaridad con la humanidad...); la Iglesia es sacramento de Cristo en cuanto cuando se bautiza es Él que bautiza, cuando se celebra el sacramento de la reconcilición es Él quien perdona... pero también cuando una comunidad se acerca a los necesitados, a ellos Jesús les anuncia el Evangelio del Reino. El sacramento, es consecuencia, es un gesto eclesial de Jesucristo en el encuentro con el ser humano. Se entiende, a la luz de esta lógica de la encarnación, que el gesto concreto se reviste de las formas características de la vida humana. El templo en la liturgia cristiana pierde importancia como edificio espiritual, porque el lugar de encuentro con Dios es cualquier persona, que se convierte en mi próximo; además, los mismos cristianos forman el templo de Dios, son las “piedras vivas” que configuran la “edificación de una casa espiritual” (1 P e 2, 5). El templo pierde la excepcionalidad; se construye una multiplicidad de templos que son el lugar de reunión de la comunidad cristiana. ¿Existe otro tiempo y otro espacio sagrado que no sea el amor al prójimo vivido donde y cuando lo requieran las circunstancia de la vida?

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Juan XXIII viaja en tren, primera vez para un Papa.

Fuente y culmen de la vida eclesial es la Eucaristía. “La Iglesia hace la Eucaristía y la Eucaristía hace la Iglesia”. En realidad, todos los sacramentos son memoria de las acciones salvadoras del Dios trino y personal en Cristo y en el Espíritu Santo. Los sacramentos son, al mismo tiempo, llamada de Dios, que hace actuales y reales esas acciones salvadoras, operando en los seres humanos. El encuentro personal de Dios con las personas significa salvación para el ser humano. Ahí, inmerso en el ámbito de la libertad y de la vida divina, encuentra el ser humano su identidad personal, plena y definitiva: por eso es urgente la misión de la Iglesia, que la Iglesia llegue a las personas, porque en el encuentro con ella se realiza el encuentro con el Dios de Jesús que es el sentido profundo de la vida humana, su creador.

Una nueva forma de entender la Iglesia El Concilio Vaticano II dijo, repetidas veces, que la Iglesia es “sacramento universal de salvación” (LG 1, 2; 48, 2; 59, 1; GS 45, 1; AG 1, 1; 5, 1). Esta designación conciliar de la Iglesia como sacramento fue una novedad en la doctrina de Magisterio eclesiástico. En las enseñanzas oficiales, anteriores al Concilio, jamás se había dicho que la Iglesia es “sacramento”. ¿En qué estuvo aquí la novedad o, mejor dicho, la innovación? Hasta entonces se presentaba a la Iglesia como una institución que tiene dos características determinantes: la autoridad y lo jurídico. De ahí que los seres humanos podían (según esta idea) alcanzar la salvación en la medida en que se sometieran al ordenamiento jurídico de la autoridad de la Iglesia. El Vaticano II no recorrió aquel camino, sino que presentó a la Iglesia desde otro punto de vista. Se trata de la Iglesia que se ha de entender, no desde lo jurídico, sino a partir de lo sacramental. Pero, ¿qué nos viene a decir esto?

El “ser” y el “hacer” de la Iglesia Para comprender correctamente lo que representa y lleva consigo la afirmación de la Iglesia como sacramento, lo primero que se debe tener presente que el Concilio Vaticano II no pretendió ofrecer una definición de la esencia de la Iglesia, sino más bien indicar cómo debe ser su modo de actuar en este mundo. Sin olvidar que esto, en arroquia última instancia, afecta y determina lo que es la P u t n e HOY esencia misma de la Iglesia. O sea, el “ser” se idea jurídicomprende aquí a partir del “actuar”. Una Iglesia á todavía la st e te n se que actúa de forma que en ella los hombres no · ¿Cuán pre en por a? encuentran solución a sus problemas últimos y dela defiend e ca de Iglesi u q s o p ntahay gru finitivos, no encuentran solución a sus preguntas la sacrame ta · ¿Por qué n e u c n n tener e más determinantes, y no ven en ella esperanza alsí misma si guna, esa Iglesia no es que actúe mal, sino que no es lidad? lesia ya la Iglesia que Dios quiere, es decir, la Iglesia que e que la Ig st si in m iu miserilii Gaud tiene su origen en Jesús y que prolonga en el tiempo su vida la La Evange n e r ta n r el represe y en la historia la presencia de Jesús en el mundo. tiene que se e u tiene que q ir c e d Dios: es No existe, por tanto, una esencia permanente e inmudel Padre cordia de isericordia m la ales e d to table de la Iglesia. Porque la historia humana no es e las princip tr n sacramen e n ió c a parroocup inmutable, sino cambiante. De ahí que la Iglesia, por rupo, en tu g · ¿Es una pre tu n e , a ristian más que tenga el deber de conservar un pasado y una en tu vida c es así, o tradición que le ha sido dada, nunca puede olvidar que quia? Si n upaciones? n las preoc su ser está siempre orientado a un fin que histórica· ¿cuáles so mente cambia, se modifica, sufre profundas transfor-

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maciones y, por tanto, exige modificaciones y las debidas adaptaciones. Cuando el papa Juan XXIII habló en el Concilio del necesario aggiornamento de la Iglesia, se refería a una cuestión en la que estaba, y sigue estando, en juego el ser o no ser de la Iglesia.

Sacramento, signo y símbolo El término “sacramento” se ha aplicado en la teología cristiana para designar los rituales religiosos, que son centrales en la vida de la Iglesia, y que han sido definidos como “signos eficaces de la gracia”. Si los sacramentos son signos, para entender lo que queremos decir cuando hablamos de la Iglesia como sacramento, lo primero que se ha de precisar es el concepto de “signo”: es una realidad sensible (visible, audible, tangible...) que nos remite y nos pone en relación con otra realidad que no es del orden de lo sensible. El sacramento no puede reducirse a mero signo. Mientras que un signo es la comunicación de un “concepto”, el símbolo es la comunicación de una “experiencia”. Por eso los símbolos son tan decisivos, sobre todo, cuando se comunican las experiencias que entrañan una “totalidad de sentido” para la vida de las personas. Porque en la vida de los humanos, más decisivo que “saber” definir el amor es “amar” y sentirse “amado”. La Iglesia no existe para sí misma, sino para los hombres y mujeres de este mundo. Esto, obviamente, quiere decir que la Iglesia es ella misma cuando se comunica con los seres humanos de cada tiempo y de cada cultura. Ahora bien, la comunicación con los humanos se realiza mediante signos y símbolos. Lo cual quiere decir que la Iglesia es, por su misma razón de ser, sacramento, es decir, signo y símbolo de comunicación de Dios con la humanidad. A pesar que sea propio de la Iglesia el comunicar las verdades de Magia sacramental en la Iglesia la fe, lo primero y principal es que El problema que plantea la interpretación del sacramento explicado en su la Iglesia tiene que comunicar y eficacia “desde arriba”, consiste en que por ese camino desembocamos en el contagiar con experiencias. ritualismo. Y de ahí, en la magia sacramental. Ahora bien, todo lo que es magia Los signos y los símbolos no se (o se roza con ella) tiene como característica propia la “eficacia automática”. imponen por decreto, sino que son Por eso precisamente la magia es tan seductora para muchos. Por la sencilla manifestaciones fundamentales de razón de que mediante un esfuerzo o un ejercicio, que puede ser relativamente la vida, de la cultura y de la sociesimple y que siempre es controlable, se consigue un efecto que no suele estar dad. Por eso, si es que la Iglesia a nuestro alcance o rebasa nuestras capacidades. Cuando se trata de la relitoma en serio que ella es y tiene gión, lo que la “magia sacramental” produce es el sentimiento de seguridad que que aparecer como sacramento de ofrece la garantía (engañosa) que genera la exacta fidelidad y la fiel pertenensalvación, la Iglesia tendría que cia a una institución que se considera a sí misma como el “pueblo elegido”, la comportarse, vivir y aparecer ante “religión verdadera”, el “camino seguro” de la salvación. la gente de forma que no hiciese El común denominador de todos estos sentimientos es siempre el mismo: el falta presentar el mensaje medianmecanismo oscuro de un oculto automatismo de eficacia que no se puede ni te numerosas y eruditas teologías poner en cuestión. Esto es lo que explica que muchas personas den más especializadas, al alcance de los importancia a su fiel pertenencia a la Iglesia, que a su fiel observancia del sabios y entendidos de este munEvangelio. Porque lo primero pertenece al orden del ritual mágico, mientras do. La Iglesia-sacramento tiene que que lo segundo se sitúa en el ámbito de la experiencia arriesgada y exigente. ser y vivir de tal forma que en su Lo primero da seguridad, en tanto que lo segundo expone al peligro. vida y en su cercanía a la gente se La confrontación de la libertad de Jesús con la observancia de los fariseos manifieste la obra de Jesús hoy en tiene en esto su exponente más conocido. este determinado lugar y cultura.

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3.

La Iglesia comunión La unidad de sus discípulos fue uno de los principales temas de las últimas oraciones de Jesús: la Iglesia o es comunión o no es. Una comunión que se ensancha siempre más, a pesar que los límites visbles puedan engañar: comunión espiritual pero también comunión visible que subraya más lo que une que lo que divide. En este capítulo nos acercamos más al concepto de unidad que se afianzó en América Latina.

La Iglesia como Comunión Pablo VI llega a Medellín, 1968 La Iglesia es una comunión (en griego koinonía), que literalmente significa comunidad unida o fraternidad. Sus fundamentos bíblicos los podemos ver en la primera carta a los Corintios (1Cor 12) donde Pablo habla de la Iglesia como el Cuerpo de Cristo, una unidad orgánica con gran variedad de miembros. Esta idea se radicó al comienzo del segundo milenio: en ese momento de la historia de la Iglesia se desarrollaba la figura del obispo sirviendo a un grupo de comunidades como Buen Pastor, ayudado por presbíteros y diáconos, y unido a otros obispos por lazos de fraternidad, caridad, un credo y ritos compartidos. Esta comunión se manifestaba en visitas, cartas que se compartían, ayuda material y reuniones regionales (sínodos) y universales (concilios) generales o ecuménicos. Los concilios ecuménicos de la Iglesia son expresión de su esencia de comunión que refleja la comunión de la Santísima Trinidad. Son reuniones de todos los obispos de la Iglesia para responder a problemas de particular importancia. El último de éstos en occidente fue el Concilio Vaticano II (1962-1965). La unidad de la Iglesia como comunión no significaba uniformidad. Siempre existió, desde los primeros siglos, una variedad de costumbres, especialmente litúrgicas, entre las iglesias locales. Esta diversidad de costumbres y prácticas refleja la catolicidad o universalidad de la Iglesia que abraza a todos los pueblos. Roma tuvo un lugar preeminente dentro de esta comunidad y ya desde el año 90, en la carta de Clemente a los Corintios, se dice que los presbíteros de la Iglesia de Roma corregían a sus hermanos en Corintio como si los primeros fueran sus hermanos mayores. El primado de Roma o primado petrino también es testimoniado por los escritos de san Ireneo y san Ignacio de Antioquía. Se trata del lugar de honor y de la autoridad que el obispo de Roma, como sucesor de san Pedro, ocupaba entre los otros obispos. El obispo de Roma gradualmente vino a verse como la cabeza del colegio de obispos. La comunión es una realidad, un don de toda la Iglesia que tiene manifestaciones y características diversas: lo esencial de la comunión es unir a realidades diversas; también la historia y la cultura son diversas y generan manifestaciones de Iglesia que en su variedad viven en comunión gracias al único Señor que las reúne. La conciencia eclesial en América Latina recibió un impulso muy importante gracias al Concilio Vaticano II y las grandes Conferencias de los obispos latinoamericanos que se celebraron sucesivamente.

El legado de Medellín: Una Iglesia de Comunión, una Iglesia pueblo de Dios, una Iglesia de los pobres Medellín (1968) marcará un tiempo muy significativo y de esperanza para el caminar de la Iglesia latinoamericana: “un nuevo período de vida eclesiástica, conforme al deseo del papa Pablo VI. Período marcado por una profunda renovación espiritual, por una generosa caridad pastoral, por una auténtica sensibilidad social. Sobre el continente latinoamericano Dios ha proyectado una gran luz que resplandece en el rostro rejuvenecido de su Iglesia. Es la hora de la esperanza. Somos conscientes de las graves dificultades y de los tremendos problemas que nos afectan. Pero más que nunca, el Señor está en medio de nosotros construyendo su Reino” (Medellín, presentación). He ahí el legado de Medellín. Es a partir de la Iglesia visible y sus estructuras donde el tejido y la misión eclesiales encarnan el Evangelio. La eclesiología presentada por Medellín se arraiga en el Evangelio de Jesucristo, queriendo implementar para América Latina las

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directrices dadas por el Vaticano II, siguiendo la tradición y el magisterio eclesial. Es así como Medellín acoge la acción del Espíritu y presenta una Iglesia misterio de comunión, una Iglesia pueblo de Dios, una Iglesia de los pobres. El ejemplo y la enseñanza de Jesús, la situación angustiosa de millones de pobres en América Latina, las apremiantes exhortaciones del Papa y del Concilio, ponen a la Iglesia latinoamericana ante un desafío y una misión que no puede soslayar y al que debe responder con diligencia y audacia adecuadas a la urgencia de los tiempos. Medellín presenta una Iglesia, misterio de comunión afincada en la fraternidad de iguales (GS. 29), desde la diversidad de hermanos en la totalidad de unión. Fraternidad que surge del amor mismo de Dios: Él es nuestro Padre, somos hijos en el Hijo y es en Jesucristo, en el Primogénito donde constituimos una nueva comunión fraterna. Haciendo la fraternidad desde el aporte específico de cada uno, la diversidad es funcional y proviene de cada persona y su carisma, actitudes, las cuales han sido dadas para ser compartidas. Así, la unidad se levanta como exigencia que debe ser realizada. En esta dimensión la Eucaristía nos hace uno, la solidaridad fraterna nos hace uno. Esta comunión que une a todos los bautizados, lejos de impedir, exige que dentro de la comunidad eclesial exista multiplicidad de funciones específicas, pues para que ello se constituya y pueda cumplir su misión el mismo Dios suscita en su seno diversos ministerios y otros carismas que le asignan a cada cual un papel peculiar en la vida y en la acción de la Iglesia; Iglesia como misterio en la que todos los creyentes formamos el pueblo de Dios, fundamento originario previo a cualquier diferenciación posterior. Icono de la TriPequeñas comunidades y cruz nidad, la Iglesia se levanta como La espiritualidad de comunión no se puede apreciar existencialmente a nivel signo y modelo de una comunidad de Iglesia universal: sí, se puede emocionarse frente a la Jornada Mundial de de personas caracterizadas por la la Juventud, pero queda un sentimiento que solo puede animar, pero frente a la igualdad fundamental y la diversidificultad de la vida ¿con qué comunidad se puede contar? La comunidad se dad funcional donde la jerarquía reconoce en el pequeño grupo de personas que compartiendo la misma fe llega (obispos y presbíteros) es al sera determinaciones comunes, se apoya mutuamente, comparte la cruz y las vicio de la misión de todos. La Iglederrotas que siempre son parte de la vida de la Iglesia peregrinante en esta sia pueblo de Dios no se limita o tierra. Se trata de las pequeñas comunidades, entidades eclesiales que surgiecircunscribe a una etnia, nación o ron en el camino eclesial latinoamericano sucesivo al Vaticano II. También se cultura, pero igualmente no puede llamaron comunidades de base y pueden inspirarse en un movimiento eclesial cobijar sin más a una cristiandad o ser parte del mismo. Lo esencial de estas comunidades es ser concretas, de masa, inconciente y genérica. visibles, también débiles y incoherentes, pero muy parecidas a la pequeña Medellín presenta una Iglesia de comunidad que Jesús quiso formar con sus discípulos. los pobres enraizada en JesucrisLa comunión que el creyente experimenta en la pequeña comunidad es la to quien exige al que lo sigue una misma que se genera entre pequeñas comunidades (ninguna en si misma es la relación directa e intrínseca a faIglesia, sino solo en comunión con las otras, con función también de control vor de aquellos golpeados, medio que es parte de la comunión) en la parroquia y en la diócesis. muertos que quedan a la orilla del La pequeña comunidad no es un lugar donde se realiza una Iglesia perfécta: camino. La promoción de la justimuchas veces la cercanía de los hermanos muestra todos los límites de ellos cia, la actualización de hechos reay la dificultad de vivir juntos: es el misterio de la cruz que se manifestó también les de solidaridad, la opción preen el grupo de Jesús y que sus discípulos no quisieron asumir. El cristiano ama ferencial por los pobres que se a la Iglesia a pesar de sus límites y pecados. hacen reales en los oprimidos y

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El Concilio de Trento

explotados es expresión del amor apasionado del seguimiento de Jesucristo. El pobre ocupa un lugar privilegiado en el ser y hacer de Jesucristo (ver Lc 4,16-24): no podrá ser de otra manera para su Iglesia. Cristo nuestro Salvador no sólo amó a los pobres, sino que “siendo rico se hizo pobre”, vivió en la pobreza, centró su misión en el anuncio a los pobres de su liberación. Siempre la Iglesia ha procurado cumplir esa vocación, no obstante tantas debilidades y ruinas en el tiempo pasado. La Iglesia de América Latina dadas las condiciones de pobreza y de subdesarrollo del continente, experimenta la urgencia de traducir ese espíritu de pobreza en gestos, actitudes y normas que la hagan un signo más lúcido y auténtico de su Señor. El número 396 del Documento de Aparecida (la última de las Conferencias de América Latina), recoge de manera magistral este caminar: “Nos comprometemos a trabajar para que nuestra Iglesia latinoamericana y caribeña siga siendo, con mayor ahínco, compañera de camino de nuestros hermanos más pobres, incluso hasta el martirio. Hoy queremos ratificar y potenciar la opción del amor preferencial por los pobres hechas en las Conferencias anteriores. Que sea preferencial implica que debe atravesar todas nuestras estructuras y prioridades pastorales. La Iglesia latinoamericana está llamada a ser sacramento de amor, solidaridad y justicia entre nuestros pueblos”. En América Latina, hablar de comunión es hablar de comunión con los pobres: no puede pasar desapercibido que este tema es ahora al centro de la espiritualidad cristiana gracias al aporte de Jorge Bergoglio.

Una Iglesia hacedora de Comunidad La Iglesia por su vocación y carisma, siguiendo a Jesucristo tiene como proyecto anunciar y recibir el reino de Dios; está llamada a ser imagen de la Trinidad. La Iglesia tiene una responsabilidad especial en la creación de relaciones mucho más en consonancia con la propuesta del reinado de Dios, ella es generadora de comunión, artífice de solidaridad, tejedora de nuevas relaciones entre todos aquellos, hombres y mujeres de Iglesia, que tienen distintos ministerios y diversas responsabilidades. Los conceptos de corresponsabilidad, participación, descentralización son fundamentales en este sentido. Cuando la comunión es entendida arroquia P u t n e dinámicamente y no sólo como una realidad dada, HOY ad exige de cuantos están en comunión entre sí que se tu comunid n e s e iv v e nión qu iesta? sientan corresponsables en la marcha general de la · ¿La comu é se manif u q n E ¿ ? Iglesia y en la solución de cada uno de los problemas n en es concreta munidad so un o c a n concretos que le afectan. Despreocuparse equivale a u e e ntes d edentes d Los integra traicionar la comunión y el estilo de vida comunicativo neos, proc é g o m o h general que la caracteriza. persol social integrar a ra mismo nive a p s Somos testigos de un continente fracturado y fragmeno rz e n esfu · ¿Se hace tado por las diferencias económicas, políticas, socias humildes? n tu comunie iv n les má e se d s a n les, culturales, étnicas y religiosas. La Iglesia no siendo n los pobre papel tiene é u Q ¿ · exclusiva ni excluyente se levanta como hacedora de Umbraeciales de sp dad? e s ro comunión cuando trabaja en hacer realidad el diálogo e m ú r n.220) r los n n particula Podrías lee (e o c ri interreligioso, el encuentro ecuménico (Aparecida, 227tó is preocusús h rtante era la e disles sobre Je o p im 239), su presencia en nuevos areópagos (Aparecida, 491n a u d iar c omunidad para aprec 500). La comunidad se teje desde abajo, es decir, la ophacia su c s sú Je e d . ierta pación ción preferencial por el pobre es la expresión de toda una e fuera ab s y para qu lo u íp c manera de realizar la comunión, al estilo del Maestro, a partir del amor, en el abajamiento y vaciamiento.

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La Iglesia servidora Este no es un título que aparezca en las grandes definiciones de la Iglesia, pero es un concepto muy querido por Jesús, sobre todo en vista de los que Él privilegiaba, los humildes. Hoy en día la credibilidad de la Iglesia pasa en gran medida por el testimonio de servicio de la Iglesia.

Jesús dijo: “Yo no he venido para ser servido sino para servir” (Mt 20,28). El concepto de servicio para Jesús va mucho más allá de la simple limosna o de la beneficencia con lo que nos sobra. Toda la vida del cristiano debe ser vivida en espíritu de servicio.

El espíritu de servicio Los cristianos tenemos que entregarnos a nosotros mismos, invertir nuestro tiempo, aprovechar nuestra inteligencia y creatividad siempre al servicio de los demás. El cristiano que trabaja para mantener su familia tiene derecho a un salario digno y a progresar en la vida, pero su primera finalidad no es ganar dinero sino prestar un servicio útil al prójimo y a la sociedad. El espíritu de servicio no se demuestra tan solo en el voluntariado con un trabajo gratuito. El trabajo mismo de todos los días debe ser hecho con amor y responsabilidad, con esmero y respeto, sin engañar ni dejarse comprar. No se puede tratar a las personas como si fueran simples consumidores o competidores, casos, objetos, números, fichas. Más grande es la responsabilidad, mayor debe ser la cuota de servicio. El servicio implica humildad, preocupación por el bien común y la verdad, competencia y profesionalidad, inquietud por la justicia. La corrupción hoy tan difundida también entre los cristianos ignora estos mandatos del Evangelio. En la Misa se ofrece el pan, símbolo del trabajo del hombre; pero este trabajo debe ser limpio y honesto para ser ofrecido sobre el altar. Para los hijos no se ha de tener en cuenta en primer lugar la ambición de que ganen mucho dinero en la vida, sino de que sean honestos y responsables, útiles a la sociedad y a la Iglesia. La palabra “responsabilidad” (del latín=responso, respuesta) significa que algún día tendremos que dar respuesta a Dios y a los hermanos de nuestros actos. Esta actitud de servicio implica el ejercicio de las obras de misericordia a la manera del buen samaritano, la disponibilidad para el voluntariado, la ayuda a las obras sociales de la Iglesia, la colaboración con las organizaciones no gubernamentales al servicio de la sociedad.

Compromiso temporal del laico El rol evangelizador del cristiano laico se da fundamentalmente y en primer lugar en el ámbito en el cual vive y trabaja. Puede que uno no trabaje en parroquia y sin embargo evangelice más que nadie. Lo hará con su testimonio, con su palabra en el ámbito familiar, vecinal, de trabajo, social y político. Lo primero a evangelizar es la familia, primera célula de la sociedad y de la Iglesia. El testimonio de un matrimonio fiel y de una familia unida donde se brinda una verdadera formación cristiana a los hijos, es fundamental y decisivo. El laico más que nadie ha de ser “sal” (Mt 5,13), no destinada al salero sino a la comida. Siempre se necesitará el alimento de la eucaristía dominical y el apoyo de la comunidad cristiana, pero ésta no ha de transformarse en un refugio que nos haga olvidar el compromiso primero. Hay cristianos que están dispuestos a trabajar en parroquia para tareas intraeclesiales (y esto es bueno), pero se niegan

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a defender los derechos humanos en el barrio, en la fábrica, en política (y esto es malo). Los cristianos somos responsables de graves pecados de omisión por desatender, no interesarnos de estos ámbitos que de esta manera quedan en manos a menudo de gente sin escrúpulos.

Pobreza y opción por los pobres El Concilio ha promovido una Iglesia “de” los pobres y no solo “para” los pobres; y podrá serlo tan solo si es pobre. El signo de la encarnación de Dios fue la pobreza de Belén y Cristo la exigió a sus discípulos y misioneros (Mt 10,5-10). La pobreza o austeridad de vida, desechando las falsas exigencias del consumismo, no es enemiga de una vida digna y saludable. El Evangelio nos recuerda que la acumulación egoísta de la riqueza nos hace indiferentes al dolor ajeno y nos lleva al dilema de tener que elegir entre Dios y el dinero. El ser pobres nos acerca a los más pobres. Es lo que en América Latina han hecho las comunidades eclesiales de base en las periferias de las grandes ciudades y en las zonas rurales más apartadas. La opción preferencial por los pobres, que es la prioridad pastoral de la Iglesia Latinoamericana, es una opción por los excluidos, los últimos, así como nos pide el Evangelio (Mt 25,35-36). La opción por los pobres es luchar por la justicia y ayudarles en su propia elevación como sujetos y protagonistas en la sociedad y en la Iglesia. El documento de Puebla nos recuerda su “potencial evangelizador”. Significa solidaridad para El cristiano en la sociedad laica con los compañeros de trabajo, El estado “laico” es el estado no confesional. En la actualidad ya no existen los vecinos del barrio, gente desplaestados “católicos” con el catolicismo como religión de estado. El estado laico no zada o desocupada, emigrantes, significa que sea ateo o antirreligioso. Simplemente no apoya a ninguna religión enfermos , ancianos. La solidarien especial y no privilegia ni discrimina a sus representantes. Garantiza la dad no es dar cosas superfluas libertad religiosa (que es más amplia que la libertad de culto) con espíritu de sino compartir lo propio. tolerancia. Se da una separación entre estado e Iglesia, la que actúa con total Compromiso político independencia y también colabora en determinados sectores. Este concepto de El compromiso social del cristialaicidad, a pesar de que ha motivado la supresión de muchos privilegios para la no y su opción por los pobres van Iglesia, es positivo. Ha ayudado a precisar mejor la misión propia de la Iglesia y desde lo asistencial y los servia devolverle su rostro evangélico. Otra cosa es el “laicismo” cuando se lucha cios sociales que se les deben a contra la religión para reducirla al templo y a lo privado. El cristiano en una los pobres (porque el hambre no sociedad laica no ha de luchar para recuperar protagonismo y poder o promover puede esperar), hasta lo cruzadas agresivas y fundamentalistas. Tendrá que acudir a sólidos argumentos promocional a través de la conracionales y a un anuncio positivo y respetuoso de los valores que considera cientización, la educación y la más humanizantes a la luz del Evangelio. Tendrá que evangelizar desde la pobrecapacitación laboral que lo haza y los pobres con la mansedumbre de Cristo, asumiendo los valores humanos cen capaz a uno de valerse por presentes también en una sociedad secularizada que pueden ser un terreno sí mismo. Se trata sin embargo común para el diálogo y la colaboración. Por supuesto que puede haber también de ir a las causas por desencuentros, y los hay, con la moral católica en una sociedad que prescinde de las cuales se da tanta miseria y la religión. Los cristianos siempre habrán de formar su conciencia a la luz de la hambre en el mundo. Hay leyes, Palabra de Dios y de la Doctrina de la Iglesia y actuar en consecuencia. sistemas de gobierno, de propiedad, de producción, de comercio

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Charles Chaplin criticando el trabajo alienante, proféticamente.

que configuran estructuras injustas, las que generan esclavitud y desigualdad. Es en este nivel político, el más alto y comprometedor, en el que también el cristiano debe luchar por una sociedad más justa y solidaria. Para muchos la palabra “política” es sinónimo de corrupción, deshonestidad, demagogia. La palabra proviene del griego antiguo “polis” (=ciudad) y es la acción que busca el bien de la sociedad y de todos sus habitantes (=bien común). En este sentido, la buena política es un deber de todos los ciudadanos y por lo tanto de todos los cristianos, más allá de los malos ejemplos que haya. El obispo y el sacerdote que defienden la justicia, la verdad, los derechos humanos y protegen a los excluidos, cumplen con su deber. Lo que no pueden hacer los pastores de la Iglesia es identificarse con un partido político o con un gobierno, ya que se deben a todos por igual. Los cristianos laicos por el contrario, si se sienten llamados a esa vocación, pueden embanderarse en un partido político, siempre defendiendo los valores cristianos. La búsqueda del poder como medio eficaz para el bien común es una actividad muy noble que requiere idoneidad y honestidad y puede crear las condiciones para una sociedad justa, solidaria y participativa.

Defensa de la vida El primer derecho universalmente reconocido y que el cristiano ha de defender es el derecho a la vida; sobre este, se apoyan todos los demás. Lo mismo vale la vida en el seno materno que la del adulto, la del enfermo que la del sano, la del criminal que la del inocente, la del anciano que la del joven. El primer derecho del hombre es el derecho a nacer cuando es concebido y de morir cuando Dios disponga. Se da hoy muchas veces una manipulación irresponsable de la viday hasta se legaliza el aborto y la eutanasia activa. No todo lo que es técnicamente posible, es éticamente legítimo. Defender la vida significa también luchar contra la guerra, el armamentismo, los gasarroquia P u t tos espeluznantes de armamentos y terminar con n e HOY el escándalo intolerable del hambre en el mundo. La Iglesia también ha emprendido una campaña ino tu testiestás dand r ja a b a tr ersonas sa ternacional contra la pena de muerte y la trata de l con las p Cuando va a si le c e io servic personas. Otra forma que atenta gravemente a la monio de idad o rno vida es el tráfico y consumo de drogas. El volumen to n a la human de tu e io ic rv se n u es de ventas ilegales de drogas representa el 13% del · ¿Tu trabajo comer? a comercio mundial. La depredación del ambiente es ic d u la perj de armas o a c ri b fá a un un peligro mortal para la vida humana debido a la nidad y al Trabajar en a la huma ir rv se s e no contaminación del aire y del agua, la deforestación cializarlas mplo. ios, por eje creciente del planeta, la destrucción del ámbito natuD e d nReino con el anu ral de enteras poblaciones indígenas, el acumularse coherente s e ua m id o v c e e tu · ¿Tu estilo d de residuos nucleares etc. Es necesario pasar de una stimonio d te l e Y ? o lic cio evangé cultura del derroche consumista a la cultura de la soecesitados? : d nida briedad y del respeto a la naturaleza como ambiente de pobres y n s lo a io ic · ¿es de serv vida para todos. Un cristiano no puede ignorar hoy lo que enseña la Doctrina Social de la Iglesia sobre estos temas.

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La Iglesia Pueblo de Dios

Frente a la mentalidad jerárquica que caracterizaba la Iglesia en el segundo milenio, volver a la idea de Pueblo de Dios fue un gran aporte del Concilio Vaticano II. Tal vez los padres conciliares no tenían presente las implicancias que esta idea conllevaba: en este capítulo subrayamos algunos desafíos, sobre todo para los laicos, que nacen de esta autocomprensión.

El término iglesia viene del griego profano ekklesia que significa asamblea del pueblo. Después del Antiguo Testamento que ya identificaba al Pueblo de Dios como ekklesia, fue San Pablo quien lo usó como término técnico de Iglesia: es decir asamblea de convocados o comunidad cristiana. Este vocablo manifiesta la conciencia de un nuevo pueblo destinado a anunciar el Señorío de Jesucristo.

La Iglesia Pueblo de Dios Se pueden distinguir cinco sentidos del Pueblo de Dios. - Israel es el pueblo de Dios por la elección, alianza, promesas y misión. El pueblo se hace pueblo de Dios, tanto porque escogió a Dios como porque Dios lo eligió. - la Iglesia del Nuevo Testamento es el verdadero y nuevo Pueblo de Dios. En las primeras décadas del cristianismo, la Iglesia fue entendida como “Pueblo de Dios”, frente al pueblo judío. - la cristiandad es la realización del concepto político de Pueblo de Dios. - el Pueblo de Dios lo formaron los simples laicos, dirigidos, santificados y enseñados por los sacerdotes. Según el Vaticano II, Pueblo de Dios es toda la Iglesia, sacerdotes y laicos, todos los fieles cristianos. La condición de este pueblo es la libertad y la dignidad de los hijos de Dios, por lo tanto todos tienen el mismo derecho. El Vaticano II afirmó rotundamente que la Iglesia es el pueblo de Dios, no simplemente el clero. Lo hizo para mostrar que la Iglesia se construye a lo largo de la historia en toda la humanidad y para recalcar lo común, no lo que diferencia o separa, ya que todos somos iguales ante Dios, con diversidad de carismas y ministerios (LG 32 , LG 13b).

Ministerios laicales Como en otro tiempo la figura emergente en la Iglesia era el clérigo (Papa, obispos, presbíteros) hoy en día, gracias a la renovación del Vaticano II y a la evolución social que vivió la Iglesia en estos últimos 50 años, la atención está puesta en la vocación y la misión del laico. Si la vocación es fundamentalmente la misma de todo el Pueblo de Dios (ver capítulo 10 en pág. 31) vale la pena reflexionar sobre la misión o el ministerio del laico, entre los distintos ministerios eclesiales. La palabra ministerio proviene del latín “ministerium” que significa “servicio”, y “minister” que significa “servidor” (en esta acepción etimológica se envuelve el significado religioso del término). Ministerio en la Iglesia significa servicio, y es un ministro quien sirve en la misión y carisma que el Señor a través de la Iglesia le ha confiado. Hay diversas clases de ministerios en la comunidad. Hay ministerios ordenados (diaconado, presbiterado, episcopado), por los que una persona es configurada por medio de un sacramento especial a Cristo como Pastor y Maestro. Hay otros ministerios instituidos: lector y acólito, con la posibilidad que las Conferencias Episcopales instituyan otros ministerios como, por ejemplo, el de catequistas, sacristanes, distribuidores de la comunión, salmistas, etc. Hay ministerios no instituidos, pero que de alguna manera tienen carácter oficial y más o menos permanente: son los que se pueden llamar reconocidos, como los ministros extraordinarios de la comunión. Pero los más numerosos de los

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laicos que ejercen ministerios en la liturgia son los que de hecho ejercen la proclamación de las lecturas, la animación del canto y la oración, el servicio en torno al altar. En el caso de estos ministerios “de hecho” o los “reconocidos” no hay distinción entre hombre o mujer. Mientras que en los ministerios “ordenados” o “instituidos” solo se pueden encomendar a varones. Este es uno de los motivos por lo que en algunas diócesis se ha recurrido a otro concepto: el de los laicos con misión pastoral (asumen hombres y mujeres varios ministerios para el bien de la comunidad en coordinación con los ministros ordenados: el cuidado de los enfermos, la preparación a los sacramentos, la pastoral de los marginados, la labor en organismos económicos, celebración litúrgica, etc.).

La mujer y los ministerios Uno de los aspectos en que la comprensión ha sido más dubitativa y la praxis más insegura ha sido la admisión de las mujeres a los ministerios propios de los laicos. No solo los ministerios ordenados, que todavía no se vislumbra que puedan ser abiertos a la mujer: tampoco los “instituidos” como tales, se dan a la mujer. Aunque en este caso ha habido peticiones formuladas por personas muy autorizadas, para que se revise esta norma, ya que “de hecho” estos mismos ministerios los realizan ya las mujeres (lecturas, distribución de la comunión, etc.). La mujer tiene un papel privilegiado en tantos campos de la vida eclesial: la catequesis, los medios de evangelización, la pastoral de los marginados y enfermos, la asistencia social... Es lógica que también en la liturLa misma dignidad gia haya entrado con toda natura“Hay que insistir en la eclesialidad, porque la misión no es de individuos, sino de lidad, en estos últimos años, a reaun pueblo de Dios, en el que todos y todas, tenemos la misma dignidad. lizar los ministerios de la lectura, Ciertamente desde su fundación la Iglesia está organizada jerárquicamente, la animación del canto y de la orapero esta condición no dice nada de mayor o menor valor. Estas categorías ción, la distribución de la comufueron introducidas en una etapa histórica posterior, cuando comenzaron a internión, el servicio de la acogida, etc. relacionarse la Iglesia y el Imperio Romano. Comenzó a verse la misión como un Así la imagen de la comunidad poder, y los obispos se convirtieron en guerreros, príncipes, autoridades. Una queda mucho más representativahuella de aquella concepción se encuentra en el escudo, que todavía es diseña- mente retratada en el modo mismo do para cada obispo. Todos los miembros de la Iglesia tienen la misma dignidad, de la celebración. aunque hay dones y carismas diversos. Todo el pueblo de Dios participa del Esto ha sucedido con los titubeos sacerdocio de Cristo. Pero mientras el carisma jerárquico se dedica preferente- iniciales que quedan casi como mente a la tarea de predicar, al ministerio profético, a la convocación y animaanécdota: cuando en 1969 apareción de la comunidad, a la celebración de los sacramentos… el de los laicos es ció la primera redacción de la Inun compromiso diferente. A ellos y ellas les corresponde, principalmente, trans- troducción al Misal Romano, se formar las realidades temporales según el Evangelio. decía que si las lecturas eran proHay cristianos que se abstienen de transformar el mundo, por ejemplo, a través clamadas por una mujer, ésta no de una participación política, porque son de la opinión de que el mundo ‘conta- podía subir al presbiterio (por tangia’. Se refugian en un espiritualismo, alejándose de los problemas sociales. Así to, al ambón) (IGMR 66). Pero lueabandonan el cumplimiento de su misión, que es hacer realidad el plan de Dios go se dejaba este extremo a la deLago de Genezaret, que vierte en sí mismos y en la sociedad”. cisión de las Conferencias Epissus aguas en el Jordán. Obispo Juan Gerardi, 1998 copales, criterio que luego pasó a la segunda edición típica del Mi-

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sal. Continúan, sin embargo, los titubeos, porque todavía hoy la mujer, que sí puede recibir el encargo de distribuir la comunión a sus hermanos presentes o a los enfermos, no puede actuar de ayudante del altar. Ha sido una riqueza el que con naturalidad se haya admitido a la mujer a los muchos ministerios litúrgicos, sin distinción entre hombre y mujer. Sin que tengamos que caer en el extremo opuesto: que ahora solo ellas aparezcan realizando estos ministerios. No es porque haya pocos sacerdotes la apertura a los ministerios laicales, ni de dar más entrada a la nueva sensibilidad democrática. En el fondo lo que ha hecho que la Iglesia hoy haya comprendido la identidad de los ministerios laicales y les haya dado cauce es la teología nueva que ha surgido del Concilio. La eclesiología de la “Lumen Gentium”, basada en la identidad de toda la comunidad como Pueblo sacerdotal asociado a Cristo Sacerdote, es lo que motiva más profundamente la participación de los laicos no sólo en la celebración misma, sino en sus varios ministerios. Es la imagen de la Iglesia la que ha motivado esta diversidad de los ministerios. Una Iglesia que no está constituida solo por los clérigos, sino también por los laicos. Ellos son admitidos por el deber y el derecho que tienen por su condición de bautizados sacerdotes, profetas y reyes. Antes se decía que los laicos tenían un ministerio delegado, no propio. Ahora el Concilio afirma que los laicos realizan ministerios legítimamente litúrgicos (SC 29). Estos mismos ministerios no se consideran como un “desglose” del ministerio ordenado, a modo de ayudantes instrumentales, sino como un desarrollo del carácter bautismal, que hace que, aunque no tengan “derecho” a ejercitar los ministerios, sí tengan la “capacidad” radical de que se les encomienden por parte de los responsables.

Rasgos comunes para los buenos ministerios litúrgicos Existen pistas comunes, evidentes para una buena realización de los ministerios. a)Lo más noble que hacen los laicos en la celebración litúrgica no son los ministerios sino su participación. (cf. IGMR 62) b)Todo ministerio en la comunidad se entiende como arroquia P u t n e servicio y no como privilegio de poder. (cf. IGMR 60) HOY n haEstos ministerios deben concebirse desde una visión qué puede ¿ s o m ta n stoy de pastoral de conjunto: s pregu r qué no e o p ¿ A veces no o í? m - Dentro de las programación de la vida comunitaria, que ás por tes de la cer los dem s de los otros integran tiene en cuenta las diversas funciones de sus miembros. á m unta: recibiendo ndo la preg e ti ir v - Que los laicos que actúan en la celebración aportando In es po ? d n que tien o d comunida n ú lg a sus ministerios, no limiten su trabajo a este campo de la e que más? · ¿Te parec para los de so io c an en liturgia. Por eso es bueno que tengan otro apostolado, el fi e n cuáles falt y dría ser be n a st u g lector que intervenga en la catequesis, prepare a otros lecicios te · ¿Qué serv tores, intervenga en la organización de cursos bíblicos. ad? id tu comun ra idend) Los ministerios, a ser posible, deberían distribuirse engrantes pa te in s o tr o n s co cada uno? tre varios y no acumularse en una persona. · ¿Coordina s roles para lo r fundia n g si a e) Todo ministro se supone que tiene un conocimiento técniocer en pro tras n tificar y o c l ti ú r ría se optan en o co de su intervención, y por tanto requiere una preparación. Quizás pod s que se ad e n s. io c lu so as similare Los ministros ganarían eficacia en su servicio a la comunidad las aracterístic c n o c s ia u dad si recibieran una formación bíblica y litúrgica. Todos parroq estos ministerios no son solo técnicos, sino que piden ser hechos desde una actitud de fe y de sensibilidad litúrgica.

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Misión evangelizadora de la Iglesia

La urgencia de la evangelización y de la nueva evangelización es un tema relativamente nuevo, posconciliar. Aunque parezca difícil creerlo, la Iglesia antes del Concilio pensaba que su misión evangelizadora había terminado y que solo había que conservar el mundo cristiano. Hoy nos damos cuenta de cuan urgente es retomar la misión de Jesús: anunciar la Buena Noticia.

Como Jesús es el enviado del Padre para salvar a la humanidad, también la Iglesia es enviada por Jesús para que por Él y siguiendo su Evangelio todos se salven y alcancen la felicidad. “Apóstoles” (del griego:=enviados) de Jesús son todos los cristianos gracias a su bautismo y a la Fe que es como una antorcha que hay que pasar de mano en mano para que la luz de Cristo llegue a todos.

Testimonio Para poder realmente cumplir con esta misión y ser misioneros de Cristo, antes que nada hay que ser sus discípulos y seguidores. Para evangelizar, hay que estar evangelizados. Todo empieza con el testimonio auténtico de una vida cristiana. El papa Pablo VI ha repetido varias veces: “Más que maestros, necesitamos testigos”. El testimonio es a veces, en algunos lugares y en ciertas circunstancias, la única manera de evangelizar; es “gritar el evangelio con la vida”, como decía el p. Charles de Foucauld entre los musulmanes. El ejemplo arrastra más que la palabra y la única Biblia que muchos solo alcanzan a leer en la vida, es la vida de los cristianos. Según Tertuliano, los paganos se convertían viendo la fraternidad que reinaba entre los cristianos. El testigo de Cristo es un testigo veraz, fiel y coherente que se identifica con su Maestro y con su causa hasta el final. Al cristiano que llega a derramar la sangre por Cristo y el Evangelio, se le llama “mártir” (del griego= testigo). Ha escrito el p. Charles Möeller: “El mejor modo de iniciarse en el Cristianismo es encontrarse con un verdadero cristiano”. La evangelización no es decir muchas palabras o hacer largos discursos. La pedagogía evangelizadora de Jesús con los discípulos de Emaús ha sido la de acompañarlos como amigo, escucharlos, interesarse de sus problemas por varios kilómetros, antes del anuncio. La primera ley de la evangelización es amar a la gente y ayudarle a descubrir en su propia vida la presencia del Espíritu que ya trabaja en ellos activamente. Solo una Iglesia cercana a la gente y que sabe escuchar, no solo con los oídos sino con el corazón, podrá ser escuchada.

Primer Anuncio El primer anuncio de la persona de Cristo hay que hacerlo a los que no lo conocen. Esto se llama “misión ad gentes” porque tradicionalmente se dirigía a los paganos y países paganos. De allí viene la palabra “misiones” que era el destino de los que iban a evangelizar en los países lejanos de África y Asia, justamente en los llamados “territorios de misión”. Desde que en 1943 salió en Francia el famoso manifiesto: “Francia: ¿país de misión?”, se fue descubriendo de a poco un difuso neopaganismo también en los países católicos. Por eso Juan Pablo II acuñó el término de “Nueva Evangelización” para toda la Iglesia. Significa volver a empezar con el “primer anuncio” (en griego=kerigma) que es el anuncio de la persona histórica de Jesús, el Hijo de Dios, sobre todo su pasión, muerte y Resurrección por nuestra salvación y por la remisión de los pecados. Es la “buena noticia” que transmitía Pablo, el primer gran misionero, a los de la ciudad griega de Corinto (1Cor 15,3-8). Este anuncio ahora debe darse por parte de todos los cristianos, no solo a los que no conocen a Cristo sino también a los que han sido bautizados pero se han alejado de la Iglesia y su fe tradicional se ha debilitado o apagado por los embates del secularismo, del materialismo o de nuevos grupos seudoreligiosos. No se trata solo de ignorancia religiosa ya que muchos están informados y actualizados en las problemáticas eclesiales, sino de una

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verdadera conversión a la persona viva de Cristo, una experiencia fuerte de fe, una opción personal y definitiva por Cristo y su Evangelio. La verdadera conversión no es simplemente esforzarse para ser más buenos, sino adherirse íntimamente a Cristo, el único que realmente puede cambiar nuestra vida. Si falta el primer anuncio, si no se descubre el Amor de Dios en nuestra vida, no hay Cristianismo.

Catequesis y catecumenado El desarrollo del primer y fundamental anuncio, se da con la catequesis. La catequesis no está destinada tan solo a los sacramentos de iniciación cristiana o a una simple instrucción religiosa, sino a preparar a las personas para que vivan la fe en su vida diaria y se integren a la comunidad cristiana. Hoy la catequesis de adultos en especial, es insuficiente y puramente ocasional. La primera Iglesia administraba el bautismo solo a los adultos y con una preparación severa que duraba hasta tres años, en una sociedad y en ámbitos familiares que no eran todavía cristianos. Se le llamaba “catecumenado” (del griego “katekein”=instruir, enseñar). Cuando el Cristianismo pasó a ser religión de estado en la época de la Cristiandad, el catecumenado fue dejado de lado porque todos se profesaban cristianos y los padres se hacían cargo del bautismo y de la educación cristiana de sus hijos. Hoy ya no sucede lo mismo y la preparación que se les da a los padres y padrinos en ocasión el bautismo de sus hijos y ahijados es a todas luces insuficiente. Como resultado, hay un gran número de bautizados, pero no evangelizados. Por eso ha sido reestablecido el catecumenado por el Concilio Vaticano II en función también de los bautizados que no han recorrido un camino de iniciación cristiana. Es evidente también la brecha existente entre la catequesis de niños y la vida cristiana como adultos, con una infinidad de problemas que no encuentran respuesta desde la fe por falta de formación. Ya el papa Pablo VI afirmaba en 1979: “Hoy la preparación al bautismo debe ser completada por una verdadera iniciación a un estilo cristiano de vida con un entrenamiento práctico, a una integración efectiva a la comunidad con una evangelización gradual e intensiva que renueve el catecumenado de a otros tiempos”. Pa r r o q u i

Religiosidad popular Una evangelización renovada ha de apuntar a la formación de laicos cristianos comprometidos y a la constitución de pequeñas comunidades. En América Latina esta evangelización puede tener como punto de partida muy válido la llamada “religiosidad popular”. A esta religiosidad, se le llama también “fe popular”, “catolicismo popular”, “piedad popular”. Mucha gente bautizada no participa normalmente de la eucaristía dominical, pero acude a los santuarios, reza con fe, peregrina con la imagen de la Virgen o de los santos y se siente parte efectiva de la Iglesia Católica. Detrás de las bendiciones, las imágenes, las promesas y las peregrinaciones, hay una fe auténtica por parte del pueblo sencillo y una cultura rica en valores cristianos. Es una fe que se expresa más con gestos, símbolos y devociones; precisa ser evangelizada más en profundidad, pero tiene que ser res-

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u HOY en t

ál es tu omento cu m n ú lg a n e · ¿Pensaste Iglesia? la misión? n e n misió n vista de la á pree e rt o p a tu unidad est · ¿Cuál es que tu com e c es re a p · ¿Te Sus actitud la misión? r o na Notip e a u B d a la p ocu cio de n u n a l e n · ¿favorece s? lii cia de Jesú ca Evange n Apostóli ió c a a tr n rt e o c xh o está Toda la E a Francisc p ti a o p N l e a d n , Bue Gaudium legre de la a la io n c e n s u a n ri da en el a son necesa titudes que c a s la y ia c leíste? este fin. ¿La n o c a si le Ig

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petada y asumida como don de Dios, como dijo Benedicto XVI y Aparecida en 2007. Si la Iglesia no se preocupa por fortalecer y evangelizar la fe popular, “se producirá un vacío que lo ocuparán mesianismos políticos y secularizados y el consumismo” (Puebla n.469). La pastoral popular no solo ha de ejercerse en los santuarios sino también en las parroquias en ocasión de bautismos, primeras comuniones, semana santa, velorios, novenarios, bendición de las casas, etc. Ha de hacerse con constancia y una oportuna “pedagogía” (Evangeli Nuntiandi, n.48). La Palabra de Dios que siempre debe tener la precedencia en todo, bien puede ir de la mano de la fe popular.

Profetismo Profetas eran en la Biblia los que, a diferencia de los sacerdotes que se dedicaban al culto, anunciaban la Palabra y las promesas de Dios, luchaban por el Reino de Dios y denunciaban todo lo que se le oponía. Por eso recriminaban en nombre de Dios las injusticias y la opresión de los pobres. Jesús asumió el ideal profético llevándolo a su plenitud y en Cristo todos los cristianos somos profetas. La profecía no se identifica con la simple protesta política; es un don de Dios que se ordena a la conversión personal y social y a la instauración del Reino de Dios en este mundo. Este se da en el mundo cuando Dios es reconocido y amado, los demonios son expulsados, se comparte el “pan nuestro” entre todos , los cojos andan, los sordos oyen y los pobres son dignificados. Buscar el Reino de Dios es luchar sin violencia por la verdad, la libertad, la justicia y la solidaridad, la paz y la dignidad ACTITUDES NEGATIVAS de la Misión humana aún a costa de persecuciones. Una Iglesia profética da PROSELITISMO. Se da cuando no se respeta la libertad religiosa, se presiona voz a los que no tienen voz; es o se compra la conciencia a través de dádivas, cuando se hace una propagantambién la que escudriña e interda agresiva, cuando se fomenta la rivalidad y la competencia, el prevalecer del preta los “signos de los tiempos” uno sobre el otro o se difama y calumnia. Es el cáncer de la evangelización, (Mt 16,1-3), es decir los brotes del denunciado por el mismo Cristo (Mt 23,15). Es querer conseguir clientes o Reino, los indicios que hacen conprosélitos a toda costa y por todos los medios. Suele surgir por un celo que se cebir la esperanza de otro mundo confunde con el atropello y la imposición, o por una actitud escasamente posible. La Doctrina Social es un ecuménica; se puede dar en las personas y también en los grupos. instrumento que tiene la Iglesia para su compromiso profético. En INTEGRISMO. Muy parecido al dogmatismo, es la oposición sistemática a América Latina esta Doctrina o cualquier adaptación o inculturación de la fe, con un talante excluyente. ConEnseñanza ha sido actualizada y funde la unidad con la uniformidad y rechaza el pluralismo en la Iglesia. Hay encarnada en los grandes docuuna fórmula tradicional en la Iglesia recordada también por el Concilio: “Unidad mentos de Medellín, Puebla, Sanen lo necesario, libertad en lo dudoso, caridad en todo”. Una variante del to Domingo, Aparecida. El más reintegrismo es hoy el “Fundamentalismo”, presente también en el Cristianismo, ciente, el de Aparecida se ha proque hace una lectura literal de la Biblia y pretende volver a los “fundamentos” puesto llevar adelante una “catedel Cristianismo oponiéndose a la modernidad. quesis social incisiva” (n.505), porque son muchos los cristianos FANATISMO. Palabra de tipo religioso que viene del latín: “fanum” (=templo), que no conocen esta Doctrina y es la presunción de poseer la inspiración divina en su totalidad, lo que se desconocen su importancia, la que traduce en una actitud de intolerancia hacia los que no opinan lo mismo. va mucho mas allá de la simple beneficencia.

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7.

Las cuatro notas del “Creo”

Después de analizar algunas grandes características de la Iglesia, consideramos en este capítulo las cuatro notas del Creo que guiaron en los siglos las prioridades de la Iglesia en su fidelidad al Evangeio: son un don de la Iglesia indivisa que sigue marcando el camino del Reino.

Las cuatro características propias de la Iglesia fueron incorporadas en el “Creo” después de los Concilios de Nicea y Constantinopla en el siglo IV, especificando cómo debía ser la Iglesia que quiso Jesús. El Concilio Vaticano II recuerda esas cuatro notas para definir “la única Iglesia de Cristo que en el Símbolo (=el Creo) profesamos como una, santa, católica, apostólica” (Lumen Gentium, n.8). El Concilio afirma además que esta Iglesia de Cristo “subsiste” concretamente en la Iglesia Católica; se usa este verbo para significar que se dan elementos eclesiales también más allá de la visibilidad concreta y sacramental de la Iglesia Católica, en las demás Iglesias cristianas.

Una Iglesia “Una” Es una y única porque así la ha querido su Fundador, por el Espíritu que la anima, por una misma fe, por los sacramentos y en especial la Eucaristía que es el sacramento de la unidad, por el ministerio de los sucesores de los apóstoles. Jesús ha rezado en la Cena de despedida para que sus discípulos estuvieran siempre unidos a Él y entre ellos. Históricamente, después del primer milenio esta unidad ha sido herida por fracturas profundas. Sin embargo hoy los que están bautizados en las Iglesias cristianas surgidas de tales rupturas y siguen siendo fieles a Cristo y al Evangelio, no pueden ser acusados del pecado de la separación y la Iglesia Católica los abraza como hermanos. Muchos elementos de verdad y de santificación, como la Palabra de Dios y la vida de gracia existen también fuera de los límites visibles de la Iglesia Católica. Sin embargo con estas divisiones el mensaje cristiano aparece a muchos poco creíble, unilateral y deformado. Una causa del ateismo moderno ha sido la división entre los cristianos. Juan Pablo II repitió que los cristianos, y también la Iglesia Católica, deben saber pedir perdón por sus pecados pasados y presentes. Estas rupturas se fueron dando por parte de la Iglesia Católica por una política obsesionada con la acumulación de poder y caracterizada por la negativa a atender las demandas de la realidad. El primer paso del ecumenismo debe consistir en la reforma de la propia Iglesia a la luz de Evangelio y en la conversión del corazón. Unidad no significa uniformidad. Entre los miembros de la Iglesia existe una gran diversidad de carismas, pensamiento, condiciones y modos de vida cristiana conformes a la cultura de cada pueblo. También la unidad entre las distintas Iglesias cristianas no será uniformidad. Será una comunión verdadera y eficaz en lo esencial, dentro de una pluralidad de tradiciones. El Espíritu Santo no es tan solo principio de unidad, sino también de libertad, creatividad y diversidad. Es conocido el antiguo dicho cristiano: “En lo esencial unidad, en lo dudoso (o discutible) libertad, en todo caridad”.

Una Iglesia “Santa” El Concilio Vaticano II habla de la Iglesia como de una “comunidad de fe, esperanza y caridad”, de “un pueblo santo”, “nación santa”, “sacerdocio santo”. Es lo que nos pide Jesús: “Sean santos como lo es el Padre celestial” (Mt 5,48). La santidad de Dios no consiste en su poder ni en su fuerza sino en el Amor. Para los hombres la santidad no consiste en una perfección ética inalcanzable sino en ser misericordiosos como lo es Dios. Los pecados de la Iglesia no son una razón

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suficiente para romper con ella, ya que ella está hecha de personas. La Iglesia es “santa” porque animada por el Espíritu Santo, guiada por la Palabra de Dios, fortalecida por los sacramentos y adornada por las virtudes y el ejemplo de innumerables santos: pastores, profetas, mártires, vírgenes. Al mismo tiempo la Iglesia es pecadora y llamada permanentemente a la conversión. El Concilio subraya con fuerza que la Iglesia es amiga de los pecadores y “los recibe en su propio seno” (LG n.8), porque no es un restringido círculo de perfectos, como creían ser los Fariseos (=separados) al tiempo de Jesús. Se destaca así el carácter peregrinante de la Iglesia, que no es el Reino de Dios y sino que del mismo, ella es “germen y el principio” (LG n.5). Los textos evangélicos hablan de una Iglesia donde la cizaña y el trigo crecen juntos, los buenos y malos peces son pescados en la misma red. Aún así, la Iglesia es confortada “por la protección de Dios que el Señor le ha prometido para que pueda ser una digna esposa del Señor” (LG n.9). Cristo es siempre fiel a la esposa; no así lo contrario. Él ha derramado su sangre para que ella fuera “inmaculada y sin arruga”(Ef 5,26). Fueron más de cien los pedidos de perdón de parte del papa Juan Pablo II a Dios y la humanidad por los pecados de la Iglesia. Por otra parte nunca ha habido tantas beatificaciones y canonizaciones como en nuestra época. Los mártires y testigos de la fe se cuentan por decenas de miles. En realidad la Iglesia es amada por Jesús no porque los cristianos sean necesariamente mejores que los demás, sino porque son pecadores arrepentidos y agradecidos que han gustado la misericordia del Señor y se sienten llamados a practicarla con los demás. Una Iglesia santa es una Iglesia que, a ejemplo del Maestro, practica la mansedumbre y la humildad.

Una Iglesia “Católica” La palabra “católica” es de origen griega y significa “universal”. La Iglesia es universal porque en ella está presente Cristo, el salvador universal y porque por Él ha sido enviada a evangelizar la totalidad del género humano. La Iglesia es católica cuando se encarna en las distintas culturas, como lo hizo con las culturas griega y romana. La ruptura con el judaísmo, que no quería ser alejamiento, ha sido una de las mayores audacias del cristianismo en la historia. No fue ésta una pérdida de identidad por parte de la Iglesia como clamaban los judaizantes. Tampoco fueron una pérdida de identidad los esfuerzos de inculturación del p. Matteo Ricci en China, del p.De Nobili en India, de los jesuitas en las Reducciones de Paraguay. A la Iglesia sin embargo le costó sobremanera inculturarse en la cultura moderna, como ahora le cuesta salir de su eurocentrismo ya que la Iglesia del mañana no será europea. La fe no se identifica con ninguna cultura, pero la fe ha de ser asumida desde el interior de cada cultura. Ésta es asumida con sus valores y confrontada con el Evangelio. La Iglesia es una, pero no uniforme en sus expresiones, modalidades de vida, costumbres, tradiciones, ritos. La Iglesia “católica” está presente en todas y cada una de las Iglesias Particulares. Iglesia Particular es cada diócesis, unida en comunión de fe y sacramentos con su obispo; en ella y a partir de ella existe la Iglesia Católica. Cada Iglesia Particular ya es la Iglesia Católica, no una parte de ella. La Iglesia Universal no es la suma o la federación de las Iglesias Particulares, sino la comunión de todas ellas y de ellas con el obispo de Roma. En el Nuevo Testamento se habla por ejemplo de la “Iglesia de Dios que está en Corinto” (1Cor 1,2) para indicar su universalidad y a la vez su particularidad. “Católica” significa misionera, es decir enviada para una misión que es la de anunciar el Evangelio a todas las gentes (Mt 28,19-20) para que “lleguen al conocimiento pleno de la verdad” (1Tim 2,4). Esto reclama la unidad de los cristianos y un diálogo respetuoso con los que todavía no aceptan el Evangelio. El dicho de varios Padres de la Iglesia de que “fuera de la Iglesia no hay salvación”, significa que la Iglesia es necesaria para la salvación; pero esta afirmación no se refiere a los que sin culpa suya no han conocido a Cristo y a su Iglesia. Si estos buscan a Dios y a la verdad con corazón sincero y siguen con rectitud los dictados de su conciencia, se salvarán por ser orientados a la misma Iglesia gracias a estas mismas actitudes (LG n.16).

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Una Iglesia “Apostólica” La Iglesia es “apostólica” si guarda y transmite las enseñanzas de los apóstoles , testigos directos del mismo Cristo que los envió a predicar. Estos fueron “enviados” (es lo que significa la palabra griega “apostoloi”) a todo el mundo. “Como el Padre me envió a mi, también yo los envío a ustedes” les dijo Jesús (Jn 20,21). Esta misión evangelizadora debe durar hasta el fin del mundo y abarcar a todas las generaciones. Por eso Él les ha prometido permanecer con su Iglesia “hasta el fin de los tiempos” (Mt 28,20). En consecuencia los apóstoles y sus comunidades se preocuparon de instituir sucesores con la imposición de las manos, los que se llamaron “obispos”. Cristo sigue siendo el Pastor de “sus” ovejas y corderos (Jn 21,15-17), pero gobierna la Iglesia por medio de los apóstoles, y sus sucesores: el colegio de los obispos, y entre ellos, el obispo de Roma, el Papa que con su comunidad preside a la unidad. Jesús solo dejó como estructura eclesial a un grupo de hombres enviados a evangelizar con una configuración colegial. Que el ministerio de Pedro acabara siendo convertido en una monarquía, y ésta casi suelta de la comunidad de Roma, se debe a la creencia medieval de que la monarquía era la forma más perfecta de gobierno y que por lo tanto, había de ser la que Dios quería para su Iglesia. En realidad las estructuras autoritarias, centralizadoras, verticales y clericales han creado y crean profundos problemas en el Pueblo de Dios, lejos de aquella igualdad por la que “en Cristo Jesús ya no hay varón o mujer, ni señor o esclavo, ni judío o pagano” (Gal 3,28). El Papa no es un monarca (o “soberano pontífice”) ni los obispos son príncipes. En el Pueblo de Dios todos somos iguales en dignidad por el bautismo: solo hay diferentes ministerios. Los laicos deben pasar a ser protagonistas en la evangelización, que es tarea de todos. Los pastores también forman parte del Pueblo de Dios, pero ejerciendo el particular servicio de la autoridad. Pedro fue el líder de la primera comunidad cristiana y un factor decisivo de unidad en cuanto aparecieron las primeras fracturas en el modo de entender el Cristianismo. También la Iglesia de Roma en el primer milenio se caracterizó por su tarea de mediación y arbitraje que la fue convirtiendo en fuente de unidad y centro de la comunión eclesial. Las Iglesias Particulares gozaban de cierta autonomía y elegían a sus propios paso q u ia r r a tores. Lamentablemente cuando el Papa pasó a ser P u t HOY en un monarca político con la adopción del poder tempona e vida es u ral, cundió el autoritarismo y empezaron las divisiosantidad d la e u q e nes. Hoy, después del Concilio Vaticano II, la Iglesia · ¿Te parec idad? o emae tu comun d a st e vuelve a hablar de colegialidad y sinodalidad entre u r ideales d p e n o pro p ro p miedo a los obispos y con el Papa, de una curia romana al · ¿tenemos stólios? d ación apo servicio de los mismos, de un papado que, sin perder siado eleva e la exhort d o. 1 c 8 is c ro n e a Fra su identidad, vuelva a ser un factor de unidad entre las Lee el núm m, del pap iu d u a G lii Iglesias cristianas y el sucesor de Pedro “siervo de los ca Evange camino rnos en un e v te siervos de Dios”. n a divisiotusiasm supere las e Es muy en u q a ic n ecumé de unidad sia, pero as de la Igle idad entre distintos c ri tó is h s e n la un parroquia · ¿logra tu planteos? o s, to n vimie nando al grupos, mo idad presio rm o if n u os la · ¿buscam ga orden? ra que pon a p párroco

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Los laicos

A pesar de que se habló de los laicos en páginas anteriores, el tema merece un capítulo propio. En realidad la presencia, la misión y la vocación de los laicos es un tema de gran actualidad que, aún no tratado a fondo en el Concilio Vaticano II, se ha impuesto en las últimas décadas como una gran prioridad de la Iglesia. El debate está más que abierto.

Uruguay… en el país “más laico” del Cono Sur disminuyen los creyentes El 40,7% de los uruguayos considera que no tiene afiliación religiosa, porcentaje en el que se incluyen tanto los ateos como los agnósticos, lo que deja al país como el más laico de América del Sur. La cifra surge del estudio “Public Life” elaborado por Pew Research Center difundido hace poco, que establece el índice de religiosidad a nivel mundial, basado en unos 2.500 censos, encuestas y datos oficiales. A partir de esta encuesta, además del dato que el 40,7% de los uruguayos asegura no tener una afiliación religiosa, el 57,9% afirma ser cristiano, lo que también se muestra como el porcentaje más bajo de la región (la encuesta publicada por Latinobarómetro afirma que solo el 43% de los uruguayos se profesa católico). En la otra punta del índice se encuentra Paraguay, con un 96,6% de cristianos. En Perú el porcentaje alcanza el 95,5%; en Ecuador el 94,1%; en Bolivia el 93,9, en Colombia un 92,5%. Entre los casos más elevados también se encuentran Chile y Venezuela con un 89,4%, y un 89, 3% de cristianos, respectivamente. En el otro extremo se encuentran Paraguay y Perú, donde quienes “no creen en nada” representan el 1,1% y el 3% de la población, respectivamente. Le sigue Argentina con un 12,2%, Venezuela, con un 10% y Chile, con un 8,6%. En otro orden, en Uruguay solo el 0,1% de la población se considera musulmana. El mismo porcentaje también se declara budista o hinduísta. El 0,3% de los uruguayos son judíos. Este panorama es evidentemente distinto del que se presentaba en América Latina y en Uruguay hace 100 o 200 años: esto implica considerar al laico cristiano de otra forma, con otros desafíos, los que solo tímidamente el Vaticano II intentó proponer.

Ser laico Todos los bautizados pertenecen a la Iglesia como laicos con una excepción conformada por los sacerdotes, diáconos, obispos. Todos ellos pertenecen a la denominada “jerarquía” o conocida igualmente como “clero”. También los religiosos y religiosas no se consideran entre los laicos. En el Pueblo de Dios no existen cristianos de primera clase y cristianos de segunda clase. Dios quiere la unidad y la igualdad fundamental de todos sus hijos, lo cual se hace realidad por medio del sacramento del bautismo. La palabra “laico” viene del griego y significa “el que pertenece al pueblo”. Y habida cuenta que la Iglesia ha formado sus estructuras sobre bases de la antigua Grecia, cuando se buscó una palabra para todos los cristianos, se les llamó “laicos”. El Concilio Vaticano II expresa: “Por el nombre de laicos se entiende aquí a todos los fieles cristianos, a excepción de los miembros que han recibido un orden sagrado y los que están en estado religioso reconocido por la Iglesia, es decir, los fieles cristianos que, por estar incorporados a Cristo mediante el bautismo, constituidos en Pueblo de Dios y hechos partícipes a su manera de la función sacerdotal, profética y real de Jesucristo, ejercen, por su parte, la misión de todo el pueblo cristiano en la Iglesia y en el mundo”. La Iglesia que presenta el Vaticano II es una comunidad de iguales: los laicos, los sacerdotes, los obispos, el mismo

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Papa. Entonces, ¿para qué existen los sacerdotes, los diáconos, el clero en general?...la respuesta que da el magisterio de la Iglesia, es que sirven justamente para afirmar y apoyar a los laicos. Sirven para servirlos. Así, lo dice el Catecismo de la Iglesia Católica.

Identidad - vocación de los laicos Por el Bautismo los laicos son “constituidos en Pueblo de Dios y hechos partícipes a su manera de la función sacerdotal, profética y real de Cristo, ejercen, en la parte que les toca, la misión de todo el pueblo cristiano en la Iglesia y en el mundo” (LG 31). El carácter secular es propio y peculiar de los laicos: a los laicos pertenece por propia vocación buscar el Reino de Dios tratando y ordenando, según Dios, los asuntos temporales. Viven en el siglo, es decir, en todas y cada una de las actividades y profesiones, así como en las condiciones ordinarias de la vida familiar y social con los que su existencia está como entretejida. Allí están llamados por Dios a cumplir su propio cometido, guiándose por el espíritu evangélico, de modo que, igual que la levadura, contribuyan desde dentro a la santificación del mundo y de este modo descubran a Cristo a los demás, brillando, ante todo, con el testimonio de su vida, fe, esperanza y caridad. A ellos, muy en especial, corresponde iluminar y organizar todos los asuntos temporales a los que están vinculados. Misión sacerdotal Cristo Jesús es el supremo y eterno sacerdote; unidos íntimamente a Él, los laicos también participan de su oficio sacerdotal: “Todas sus obras, sus oraciones e iniciativas apostólicas, la vida conyugal y familiar, el trabajo cotidiano, el descanso espiritual y corporal, si son hechos en el Espíarroquia P u t n e ritu, e incluso las mismas pruebas de la vida si HOY se sobrellevan pacientemente, se convierten en de nueshostias espirituales aceptables a Dios por Jesua religioso m ra o n a p o v ristianos y Ante el nue cristo (1P 2,5)…De este modo también los laimero de c ú n r o n e (m tro tiempo cos, como adoradores que en todo lugar actúan r ordenados) s o tr is evoluciona in de m santamente, consagran a Dios el mismo mundo” tiene que e c re a p lesia? · ¿Cómo te (LG 34). ico en la Ig la l e d l vocación? e p a el p Misión profética ífico de su c e sp e lo a spuesta en · ¿Qué serí Jesús es el gran Profeta que con su vida y palabra uscar una re b y r ta n e Podrías com tu comunidad proclamó el Reino de Dios. Y sigue su misión hasen un diálogo ta el fin de los tiempos “también por medio de los bre el rol laicos a quienes constituye en testigos y los ilumiha escrito so se y e b ri sc Mucho se e na con el sentido de la fe y la gracia de la palabra, sia. de r en la Igle la postura de la muje para que la virtud del Evangelio brille en la vida a h ya sido e c re a p · ¿Cuál te cotidiana, familiar y social…incluso a través de las tan actual? este tema re b so s sú Je estructuras sociales” (LG 35).

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Misión real Celebramos a Jesús como “rey” y Él ante Pilato reconoce “Tú lo has dicho”, pero a lo largo de su vida y también explícitamente Jesús ha mostrado su realeza como “servidor”, no ha venido a ser servido sino a servir. Así el laico participa de la realeza de Cristo en el señorío frente a las tentaciones, y en el servicio. La realeza implica corresponsabilidad en la Iglesia por la cual tienen derecho y obligación de manifestar su parecer en la Iglesia (LG 37). La realeza se expresará asimismo en el poder - servicio de “sanear las estructuras” de la sociedad (LG 36). En la Apostolicam Actuositatem para los laicos se dice: “en la propia entrega para servir, en la justicia y en la caridad, al mismo Jesús presente en todos sus hermanos, especialmente en los más pequeños” (14).

Un desafío impostergable: la mujer en la Iglesia El papa Francisco, hablando del rol de la mujer dentro de la Iglesia Católica, afirmó que su papel no es de “servidumbre” sino de “servicio”. En un coloquio organizado en el Vaticano, Francisco dijo que: “Sufro, y les digo la verdad, cuando veo en la Iglesia o en algunas instituciones eclesiales que el papel de la mujer queda relegado a un papel de servidumbre y no de servicio. Veo mujeres que hacen cosas de servidumbre y no de servicio”. El pontífice destacó en su discurso la Encíclica Mulieris Dignitatem de Juan Pablo II, sobre la vocación de la mujer. Aseguró que el texto es un “documento histórico, el primero del magisterio pontifical enteramente dedicado a la mujer”; y añadió que si “muchas cosas pueden cambiar y han cambiado en la evolución cultural y social”, queda “el hecho de que es la mujer la que concibe, la que lleva en su ser y da a luz a los hijos de los hombres”. Explicó, que en la Encíclica se habla de la maternidad de la mujer y afirmó que “aunque muchas cosas han cambiado en la evolución cultural y social, es un dato de hecho que la mujer da a luz a personas” y añadió que le gustaba pensar que la Iglesia no era masculina sino femenina “la Iglesia es una mujer, una madre, eso es lo bonito, deberían meditarlo”, afirmó. El Papa advirtió de los “dos peligros que mortifican a la mujer y a su vocación: primero, reducir la maternidad a un papel social, y a la inversa, promover una especie de emancipación que, para ocupar los espacios tomados por el masculino, abandona el femenino, y los preciados rasgos que lo caracterizan”. La Iglesia católica es mayoritariamente femenina en sus cuadros; la componen un 61% de mujeres, organizadas en distintas órdenes religiosas, frente a un 39% de hombres, entre sacerdotes, obispos, religiosos y diáconos. Pese a ello, el gobierno eclesial, la toma de decisiones, y la visibilidad de la institución están casi exclusivamente en manos de varones. ¿Por imperativo evangélico? El biblista Xabier Pikaza, autor de ‘El evangelio de Marcos. La buena noticia de Jesús’, tras investigar a fondo el tema en su denso volumen, concluye que “Jesús no quiso algo especial para las mujeres. Quiso, para ellas, lo mismo que para los varones. Como entendió bien San Pablo en Gal 3, 28: ‘Ya no hay hombre ni mujer...’. La singularidad de la visión de Jesús sobre las mujeres es la ‘falta de singularidad’. No buscó un lugar especial para ellas, sino el mismo lugar de todos, es decir, el de los ‘hijos de Dios’”. A veces pareciera haber un temor en la Iglesia: como si cualquier mujer que defiende sus derechos estuviera reclamando la ordenación.

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El papado y la colegialidad Si el tema de los laicos es una novedad, en el sentido que antes no se hablaba de ellos, el papado y la colegialidad son un tema antiguo que se trata de una forma nueva luego del Vaticano II. Si bien existe la tentación de solucionar el tema de la comunión a través de un sistema jerárquico, la Colegialidad persigue la comunión como un hecho, un don de Dios que hay que valorar.

El Colegio de los Obispos Para bien situar el tema de la colegialidad y del rol de los Obispos necesitamos tener presente la comprensión de Iglesia que el Concilio Vaticano II desarrolló y propuso y desde la cual se entiende la colegialidad y de la identidad y misión del episcopado en la Iglesia. Esta comprensión, que viene del planteo evangélico de Jesús, se había perdido de vista en varios siglos. El Concilio Vaticano II nos orienta en la línea de una eclesiología de comunión, es decir una idea de Iglesia centrada en Cristo y el Espíritu: en ella las dimensiones institucionales se equilibrarán con una mayor atención a las espirituales. El Vaticano II toma como punto de partida la Iglesia universal sin perder de vista las Iglesias locales, donde se hace presente y visible la Iglesia universal. Se entiende la Iglesia local no como “parte” de la Iglesia universal, unidad o sesión administrativa de un todo, sino como eclesialidad propia. Plenamente Iglesia, pero no “toda” la Iglesia. No siendo “autosuficiente”, desarrolla su misión en comunión con otras Iglesias locales. Cada Diócesis es la Iglesia particular que plenamente realiza y manifiesta la Iglesia de Cristo. Las Iglesias particulares son formadas a imagen de la Iglesia universal; en las cuáles y a partir de las cuáles existe la una y única Iglesia católica. Formada a imagen de la Iglesia universal, la Iglesia particular representa de modo más perfecto posible la iglesia universal y refleja el rostro de la Iglesia universal por contener en ella todos los elementos de ésta. No se puede absolutizar: ni las Iglesias particulares como “autónomas y plenas”, desintegrando la Iglesia universal; ni la Iglesia universal, que sería una súper Diócesis de dimensiones mundiales, ignorando la realidad de las Iglesias locales. El intercambio entre ambos elementos garantiza el equilibrio entre la relación de identidad y diferenciación. La primacía de la Iglesia universal sobre la particular, o viceversa, conlleva algunos problemas. En el primer caso, está el riesgo de fuerte centralismo y uniformidad, negando la diversidad y el valor de la Iglesia local; la situación inversa generaría particularismo, comprometiendo la unidad. La reflexión conciliar ha desplazado la visión de una eclesiología jurídica de sociedad perfecta para el misterio de la Iglesia como comunión y valoración del pueblo de Dios. Retomó la eclesiología bíblico-patrística del primer milenio, centrada en el concepto de comunión. Ya que hay una “ida y vuelta” entre la reflexión eclesiológica y la pastoral de la vida de la Iglesia, se percibe que es precisamente el modelo de comunión el que mantiene lo universal y lo particular en mutua relación. Esta comunión llega a ser una característica fundamental de la Iglesia: una comunión que existe en el misterio y que debe manifestarse en la vida real. La valoración de la dimensión mistérica de la Iglesia ha hecho sentir en la pastoral la necesidad de la organización y planificación. Le ha hecho descubrir que para una mayor respuesta al proyecto de salvación tiene que adoptar métodos de trabajo pastoral que potencien el aspecto comunitario del ser y de la acción eclesial. Por eso, no se puede pensar que la “pastoral orgánica” o “pastoral de conjunto” sea una propuesta más entre tantas. Se trata más bien de un proceder consecuentemente con la fe que se pone en el misterio de comunión que es la Iglesia.

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El Obispo como signo y garantía de Comunión El ministerio del Obispo se manifiesta como signo y garantía de la comunión en la Iglesia si lo contemplamos tanto desde su origen, como desde su desarrollo y la finalidad a la que se orienta. En cuanto al origen de tal ministerio, la misión que él desempeña, como sucesor de los apóstoles, le ha sido encomendada por Cristo. Y la voluntad de Cristo, en definitiva, es que “todos sean uno” (Jn 17, 21). La realización de este ministerio se despliega en la línea de la palabra y la línea sacramental, lo cual quiere decir que está en una relación esencial con el Evangelio y la Eucaristía cuya finalidad no es otra sino crear comunión. El fin para el cual se orienta el ministerio del Obispo es garantizar la unidad de fe en la vida de la comunidad, así como la certeza de estar en continuidad con la genuina tradición, lo Instrumentos al servicio de la colegialidad cual no tendría razón de ser si no La colegialidad episcopal encuentra su máxima expresión en el Concilio Ecues en vistas de participar en la ménico, en que acontece la acción estrictamente colegial de todo el cuerpo única comunión de la Iglesia, que episcopal. Pero, la experiencia de los sínodos provinciales y regionales, prees la comunión de Cristo con el cede históricamente a los concilios ecuménicos. El sínodo se reviste de “autoPadre. ridad colectiva” superior a la del obispo individualmente. El ministerio episcopal, siguiendo la tradición bíblica, tiene una Sínodo de Obispos: Durante el Concilio Vaticano II, surge una nueva institutriplicidad de funciones: enseción al servicio de la colegialidad episcopal: el sínodo de los obispos. Se ñanza, santificación y gobierno. configura como institución permanente sometida a la autoridad papal, con Y aunque el oficio, en su conjunfinalidad de prestar ayuda eficaz al supremo pastor de la Iglesia. Su tarea to, es un oficio pastoral, la última consiste básicamente en informar y aconsejar el Papa. de éstas tres suele designarse con el calificativo pastoral, con Conferencias Episcopales y otros organismos: Las Conferencias episcopales el fin de superar la connotación fueron reconocidas y recomendadas por el Vaticano II. Son organismos de juridicista que la expresión gocooperación episcopal, como los Concilios particulares. En la Conferencia de bierno conlleva. los Obispos, los prelados ejercen en conjunto su múnus pastoral, procurando El Concilio Vaticano II ha rescael mayor bien de la Iglesia, por medio de formas y métodos adaptados a las tado la sacramentalidad del Episcircunstancias del tiempo presente. También en las diócesis existen organiscopado (LG 3, 21) puesta en duda mos de comunión y colegialidad: los más conocidos son seguramente los en los siglos anteriores. El EpisConsejos Pastorales Parroquiales. Estos organismos son muy variados porcopado no se entiende como que dependen de la organización de cada diócesis, pero no pueden faltar ya “complemento” del presbiterado, que testimonian la esencia de la Iglesia que es la comunión. sino como “plenitud” del sacraPosibilidad de cambios: Estas estructuras, como se entiende, no dependen mento del Orden. directamente del Evangelio y cambiaron en el correr de los siglos, buscando Juntamente con el don-servicio servir la comunión de la Iglesia que Jesús quiere. En el tiempo actual el papa (múnus) de santificar, la legítima Francisco está impulsando cambios de estructuras importantes, ayudado por ordenación Episcopal comunica el grupo de los 8 cardinales que lo acompañan: una Curia Romana menos el don-servicio de enseñar y gocentralista, el IOR (Banco Vaticano) más transparente, Sínodos no solo conbernar como buen pastor. Estos, sultivos, Conferencias episcopales con mayores responsabilidades... por su naturaleza, deben ser ejer-

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cidos en comunión con la cabeza y demás miembros del Colegio Episcopal (LG 3, 21b). Aunque haya distinción, no hay separación entre los tres múnus que forman parte de una única misión. Comunicados directamente por medio de la ordenación, su ejercicio es regulado por leyes canónicas.

Fundamento sacramental de la Colegialidad El Romano Pontífice, sucesor de Pedro, y los Obispos, sucesores de los apóstoles, se unen entre ellos a semejanza de Pedro y los demás apóstoles que forman un solo Colegio Apostólico. Por lo tanto, el Colegio Episcopal sucede al Colegio Apostólico (LG 3, 22b). Mientras el Papa sucede a Pedro, los Obispos no suceden a un apóstol en particular, pero son sucesores del Colegio Apostólico. La doctrina de la Colegialidad de los Obispos, explicitada por el Vaticano II, no suprime el Primado del Papa, pero impone modificaciones en sus formas de presentación, revelando su significado. En la comunión de las Iglesias hay un centro fijo de comunión, la Iglesia de Roma. El Primado del Obispo de Roma se configura como un primado de comunión. La misión del Obispo de Roma consiste en salvaguardar y promover la unidad del pueblo de Dios, dentro de la legítima diversidad. Pero, no se puede atribuir “exclusivamente” la unidad al Papa y la diversidad a los Obispos: el Papa es “el principio y el fundamento perpetuo y visible de la unidad, así de los Obispos, como de la multitud de los fieles. A su vez, considera cada Obispo principio y fundamento visible de la unidad en su Iglesia particular”, dice Lumen Gentium; y sigue: “Cada Obispo representa a su Iglesia; y todos, juntamente con el Papa, representan toda la Iglesia en el vínculo de la paz, del amor y de la unidad”. Se percibe que el ministerio de la unidad, en arroquia P u t n e la Iglesia universal, encuentra ejercicio personal en el HOY Papa y otro colegial en los Obispos. Ambos son resoismos de c ponsables por la unidad de toda la Iglesia. nos organ u lg a n e s · ¿Participa El papa Francisco, siguiendo las indicaciones que el ia? tu parroqu les son? munión en mos? ¿Cuá Colegio de los Cardenales expresaron antes de su elecis n a rías rg o s o st ozcas, pod · ¿Existen e ción, quiso que la dimensión colegial del gobierno de la no los con rtie a u p q y e e d rart En el caso Iglesia fuera más efectiva y visible a través del grupo de o para ente c o . rr n á ió p n u tu m hablar con en esta co los 8 cardenales que lo acompañan en las propuestas de ctivamente a s á m r a transcip reforma. esis, Papac ió d , ia u q unión -parro Cada Obispo, además de presidir su Iglesia particular, elo de com h · ¿La Iglesia n a e st e unica como miembro del colegio episcopal y sucesor de los o de hoy? mite y com ra el mund a p cupate n apóstoles, debe tener solicitud con toda la Iglesia, colaboa rt de las preo a tan impo n u a st é quieres rando con otros obispos y con el sucesor de Pedro. nte fue cano II. Si ti Segurame a V l e d s de UmEn esta colaboración recíproca entre las Iglesias, se recocipale especiales s ciones prin ro e m ú n noce el papel de los agrupamientos de Iglesias, entre las er los podrías rev . el Concilio cuales se encuentran las conferencias episcopales, como re b brales so medio de realización concreta del afecto colegial.

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Desafíos

Son innumerables los desafíos de la Iglesia hoy. En este aporte se privilegian aquellos que pueden mover a un cambio en la sociedad, para responder a la vocación cristiana de ser sal de la tierra y luz del mundo. En el recuadro destacamos algunos desafíos según la Evangelii Gaudium, sin pretender abarcarlos todos.

El nuevo siglo arribó pleno de incógnitas, de preguntas. En realidad los desafíos de la presente generación son los de las incógnitas de las primeras décadas del Siglo XXI. Cuando los cristianos nos preguntamos por el futuro que hemos de encarar, la pregunta debe apuntar hacia cuáles serán los desafíos de nuestro futuro inmediato, de las décadas siguientes.

La situación actual: hipótesis de diagnóstico Preguntarse por los más grandes desafíos que tendrá la Iglesia es preocuparse por la misión que Jesús encomendó a su pueblo: la de ser “sal de la tierra” y “luz del mundo”. Jesús condenó a los fariseos y saduceos de su tiempo por saber reconocer los cambios atmosféricos y las variaciones del clima pero desconocer las señales más importantes: las “señales de los tiempos”. El discernimiento de estas señales es parte de la tarea que la Iglesia debe realizar con urgencia. Resumiendo en un concepto este gran desafío del siglo XXI, apelaríamos a lo que un autor español ha llamado la “cultura light”. Desde los años ochenta en el mercado se ofrecen productos light: Desde aquellos años se vienen ofreciendo una serie de productos light: Las conquistas técnicas y científicas, -impensables hace tan solo unos años- nos han traído muchos logros evidentes: la revolución informática, los avances de la ciencia en sus diversos aspectos, etc...Pero frente a todo ello, esta cultura light ha penetrado en nuestra sociedad con diferentes rostros, o si se quiere, sostenida sobre estos pesadísimos pilares: 1. Permisividad: lo importante es siempre hacer lo que uno quiera, en todos los campos. Todo me es permitido; basta que yo pueda hacerlo. Todo lo damos por bueno y le restamos importancia: su lema es: “Esto me gusta; esto no me gusta”. 2. Relativismo: Se desprende del punto anterior. Nada es absoluto, sino que todo depende en última instancia del propio punto de vista, de lo que a uno le parezca. Esto se desliza en una desembocadura muy concreta: el escepticismo, la desvalorización del conocimiento. No existe una verdad absoluta. Su lema: “Según desde el punto de vista que se mire”. 3. Hedonismo: lo fundamental es pasarlo bien sin restricciones. El placer por el placer; disfrutar sin privarse de nada y apurar todo lo más que se pueda lo que queda en el plato. Su lema es: “Disfruta al máximo”. 4. Consumismo: hijo directo del hedonismo. Nos lleva a acumular más y más cosas, más y más experiencias placenteras. Compra, usa, goza y luego tira. Su lema es: “Compra, usa y tira”. 5. Materialismo: el ser humano se va convirtiendo en objeto, en materia; va dejando de ser alguien para ser algo. Christopher Lasch lo describe así: “Cuidar la salud, desprenderse de los complejos, esperar las vacaciones: vivir sin ideal y sin objetivos trascendentes”. Su lema es: “Solo lo material es lo aferrable, es lo que cuenta”. 6. Religión y espiritualidad a la carta: ofrecida por innumerables grupos. Su lema es: “Toda religión es buena”. 7. Medios de comunicación social, como fábrica de mentiras, que tergiversan la verdad, distorsionan la realidad, inculcan una cultura superficial. Estos medios de comunicación social están promoviendo el hombre light, ese personaje sin mensaje interior. Todos estos fenómenos dan como resultado una deformación de la vida, del matrimonio, del amor, de la sexualidad, de los valores humanos y cristianos. Este hombre light es un sujeto liviano, ligero, superficial, divertido, intrascendente, casi hueco. En dos palabras: sumamente vulnerable.

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¿Cuáles son los desafíos de la Iglesia? La Iglesia es sacramento de Cristo: no puede no predicar su mensaje. Pero debe predicarlo, no con tonos apocalípticos, pesimistas, amenazantes, oscurantistas, sino con la alegría y el gozo de quien predica la Buena Nueva, el Mensaje que da verdadera liberación. Debe predicarlo con el corazón en ascuas y con la convicción y resonancia de quien lo vive y ha hecho la experiencia del gozo de Cristo. La Iglesia no debe dar respuestas facilistas, emocionales, espectaculares, teatrales como para “ganarse adeptos”. Debe dar el mensaje con la humildad y sencillez y con la convicción y pasión de quien ha hecho la experiencia del amor de Dios. Para eso, la Iglesia no puede descartar los nuevos foros: internet, televisión, radio, congresos, catequesis, centros de reflexión y estudio, misiones. En particular, en el siglo XXI, la Iglesia no puede seguir en dificultad frente a los medios de comunicación social. Y para esto se necesita de la ayuda de expertos. La Iglesia prestará mucha atención a la familia, a los adolescentes, a los jóvenes, a los novios. Sin olvidarse de los pobres, como le recordó la Iglesia de Jerusalén a Pablo frente a los nuevos desafíos del primer siglo. Desde el punto de vista político, económico y social. La formación política, social y económica tendrá que apuntar a los valores humanos, teniendo en cuenta la enseñanza social de la Iglesia. Tener un presidente coherente, un gobernante honesto, un economista justo... es un buen paso hacia la solución de varios problemas (coimas, corrupción, malversación de bienes...). El mismo Estado y gobierno deben formar rectamente a sus futuros dirigentes. Desde el punto de vista educacional. Aspirar a la excelencia en las escuelas y universidades significa que cada alumno pueda dar lo mejor de sí: evitando una educación seleccionadora que solo genera desigualdad y bolsas de pobreza cultural y por ende económica y social (luego tenemos que pensar en defendernos de los que quedaron al margen de la educación). Los maestros, profesores, directores, tienen en sus manos el futuro del siglo XXI. Desde el punto de vista familiar. Educar a los hijos a lo bueno y verdadero, que a veces es duro y costoso. Que sepan que la vida es una tarea difícil, pero en vista de una realización plena: hay que sacrificarse mucho, a r r o q u i aluz del P no todo es regalado. Sentarse con ellos y emplear u t n e HOY la tierra y nuestro tiempo (tal vez trabajando menos) para eduser sal de tú s e d e u p carlos, para charlar con ellos de lo que es la vida, el · ¿Cómo te? unidad? tu ambien amor, la verdad, los valores humanos. Poner en su rupo o com mundo en g tu o rl se uede esalugar ahorro y generosidad. Y ayudar a los hijos a que · ¿Cómo p grandes d s lo ta n e fr ioso. vean con sus propios ojos las necesidades del prójiy 200 en go interrelig olo brales 190 iá d m l U e d mo para que procuren privilegiar a los pobres. Los menismo y ncia más p fíos del ecu e una prese d ad a st vi papás cultivarán en sus hijos la actitud de generosin e rlos rrio o ciud Podrías lee , en tu ba d a na u id n n u dad, para que al ver las necesidades del mundo y de la o m c co pos sitiva de tu o faltan gru n los te te n n e Iglesia se lancen a hacer algo concreto, serio y eficaz. e m m ura entera r e le s a donde seg rí d o , donTambién p i Gaudium li e g n Urgencias permanentes a fe diversa. v E 2 a 75 de la s actuales. Imposible enumerar todos los desafíos: entre ellos no números 5 los desafío e d la b a h o podemos no señalar el ecumenismo y el diálogo interrede Francisc ión. s y a la ligioso, siempre esenciales a un testimonio coherente. na comun a los lídere r e Iglesia es u c o La n o c El significado del ecumenismo ha quedado bien expreay que re · ¿Qué rol h sado en la descripción que hace el Concilio Vaticano II base? del movimiento ecuménico: “Por ‘movimiento ecuménico’ se entienden las actividades e iniciativas que se empren-

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den y organizan para fomento de la unidad de los cristianos, según las diversas necesidades de la Iglesia y las diversas circunstancias temporales”. El diálogo interreligioso significa y debe interpretarse como la interacción positiva, cooperativa y constructiva entre personas de diferentes tradiciones o creencias religiosas o espirituales, tanto a nivel individual como institucional. Sería muy fácil y reductivo pensar que éstas tareas son responsabilidad del Papa y de los obispos: los pasos que se dieron hasta ahora nacieron de las iniciativas de base, que involucraron los creyentes en la vida de todos los días. Según la Evangelii Gaudium de Francisco “La humanidad vive en este momento un giro histórico. Sin embargo, no podemos olvidar que la mayoría de los hombres y mujeres de nuestro tiempo vive precariamente el día a día, con consecuencias funestas. El miedo y la desesperación se apoderan del corazón de numerosas personas, incluso en los llamados países ricos. La alegría de vivir frecuentemente se apaga, la falta de respeto y la violencia crecen, la inequidad es cada vez más patente. Hay que luchar para vivir y, a menudo, para vivir con poca dignidad”. Frente a esta situación, el Papa propone: “No a una economía de la exclusión. Así como el mandamiento de “no matar” pone un límite claro para asegurar el valor de la vida humana, hoy tenemos que decir “no a una economía de la exclusión y la inequidad”. No a la nueva idolatría del dinero. Mientras las ganancias de unos pocos crecen, las de la mayoría se quedan cada vez más lejos. De ahí que nieguen el derecho de control de los Estados, encargados de velar por el bien común. No a un dinero que gobierna en lugar de servir. Una reforma financiera que no ignore la ética requeriría un cambio de actitud enérgico por parte de los dirigentes políticos, a quienes exhorto a afrontar este reto con determinación. ¡El dinero debe servir y no gobernar! No a la inequidad que genera violencia. Hasta que no se reviertan la exclusión y la inequidad dentro de una sociedad y entre los distintos pueblos será imposible erradicar la violencia. Algunos desafíos culturales. Vivimos en una sociedad de la información que nos satura indiscriminadamente de datos, todos en el mismo nivel, y termina llevándonos a una tremenda superficialidad a la hora de plantear las cuestiones morales. Por consiguiente, se vuelve necesaria una educación que enseñe a pensar críticamente y que ofrezca un camino de maduración en valores. Nos cuesta mostrar que, cuando planteamos otras cuestiones que despiertan menor aceptación pública, lo hacemos por fidelidad a las mismas convicciones sobre la dignidad humana y el bien común. La familia atraviesa una crisis cultural profunda, como todas las comunidades y vínculos sociales. En el caso de la familia, la fragilidad de los vínculos se vuelve grave porque se trata de la célula básica de la sociedad, el lugar donde se aprende a convivir en la diferencia y a pertenecer a otros, y donde los padres transmiten la fe a sus hijos. Desafíos de la inculturación de la fe. Es imperiosa la necesidad de evangelizar las culturas para inculturar el Evangelio. Hay cierto cristianismo de devociones, propio de una vivencia individual y sentimental de la fe, que en realidad no responde a una auténtica “piedad popular”. Desafíos de las culturas urbanas. En la ciudad, lo religioso está mediado por diferentes estilos de vida, por costumbres asociadas a un sentido de lo temporal, de lo territorial y de las relaciones, que difiere del estilo de los habitantes rurales. Esto requiere imaginar espacios de oración y de comunión con características novedosas, más atractivas y significativas para los habitantes urbanos. Se impone una evangelización que ilumine los nuevos modos de relación con Dios, con los otros y con el espacio, y que suscite los valores fundamentales. Es necesario llegar allí donde se gestan los nuevos relatos y paradigmas, alcanzar con la Palabra de Jesús los núcleos más profundos del alma de las ciudades.

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sumario

1. LA PRIMERA COMUNIDAD CRISTIANA ....................................................................................... 4 La Iglesia nace con la presencia y la predicación de Jesús. La Iglesia de los primeros tiempos que siguieron la Resurrección de Jesús manifiesta una variedad de presencias, de personas, de comunidades.

2. LA IGLESIA SACRAMENTO DE SALVACIÓN ........................................................................... 7 Esta definición de la Iglesia no es una novedad del Concilio Vaticano II: desde los primeros siglos, cuando la unidad visible era muy difícil de lograr lo que se subrayaba era lo esencial, la Iglesia sacramento.

3. LA IGLESIA COMUNIÓN ....................................................................................................................... 10 La unidad de sus discípulos fue uno de los principales temas de las últimas oraciones de Jesús: la Iglesia o es comunión o no es.

4. LA IGLESIA SERVIDORA .......................................................................................................................... 13 Este no es un título que aparezca en las grandes definiciones de la Iglesia, pero es un concepto muy querido por Jesús, sobre todo en vista de los que Él privilegiaba, los humildes.

5. LA IGLESIA PUEBLO DE DIOS ........................................................................................................... 16 Frente a la mentalidad jerárquica que caracterizaba la Iglesia en el segundo milenio, volver a la idea de Pueblo de Dios fue un gran aporte del Concilio Vaticano II.

6. MISIÓN EVANGELIZADORA DE LA IGLESIA ........................................................................ 19 La urgencia de la evangelización y de la nueva evangelización es un tema relativamente nuevo, posconciliar.

7. LAS CUATRO NOTAS DEL CREO .................................................................................................... 22 Después de analizar algunas grandes características de la Iglesia, consideramos en este capítulo las cuatro notas del Creo que guiaron en los siglos las prioridades de la Iglesia en su fidelidad al Evangelio.

8. LOS LAICOS ..................................................................................................................................................... 25 A pesar de que se habló de los laicos en páginas anteriores, el tema merece un capítulo propio. La presencia, la misión y la vocación de los laicos es un tema de gran actualidad.

9. EL PAPADO Y LA COLEGIALIDAD ................................................................................................ 28 Si el tema de los laicos es una novedad, en el sentido que antes no se hablaba de ellos, el papado y la colegialidad son un tema antiguo que se trata de una forma nueva luego del Vaticano II.

10. DESAFÍOS DE LA IGLESIA ................................................................................................................ 31 Son innumerables los desafíos de la Iglesia hoy. En este aporte se privilegian aquellos que pueden mover a un cambio en la sociedad, para responder a la vocación cristiana de ser sal de la tierra y luz del mundo.

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