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Charlas de Café. Pag

CHARLAS DE CAFÉ

Por Carlos Pereyra Ilustración Paula Pereyra Litardo

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Conversación de bar. Alta Córdoba, típico barrio de clase media, la real y la aspiracional. Cuatro clientes conversan a viva voz sobre la "realidad del país". El fuerte hedor a garca se confirmó ni bien me acomodé en una mesa cercana: –¡El tipo pretendía tomarse vacaciones en verano! –dijo uno como riédose de una ridiculez–. Le dije que la empresa no se toma vacaciones en verano… ¡y que si no le gustaba se podía ir! –¡El problema son los planes sociales¡! –agregó el más viejo y remarcó–: acá anduvo todo bien hasta el 2001, después de eso vinieron estos hijos de puta ¡y me cansé de pagar juicios laborales! –¡Argentina país inviable! Y sí: los planes sociales son una gran traba –espetó el tercero, para luego entrar en una especie de trance tras un extenso suspiro. Entonces hablo el que faltaba: –Me acuerdo cuando en la fábrica llegamos a ser doscientos cincuenta –emitió el que faltaba–, ¿y vos podés creer que había dos delegados?. Los tipos tenían una oficina en medio de la fábrica, ventilador y hasta un dispenser de agua. Eran unos reyes. Cuando vinieron los portugueses me preguntaron por qué esa gente estaba allí, me presionaron para que los echara y que cómo iban ellos a pagar por eso. Les expliqué que no se podía por los convenios, pero que era un gasto que estaba amortizado acomodando otros gastos. Al final, después de un tiempo se fueron los portugueses. Se ve que los lusitanos habrán esperado venir a un país con legislaciones laborales como las de Asia o África. ¿Ustedes se piensan que acá gobierna Alberto Fernández? ¡Nooo! ¡Acá el presidente es Hugo Moyano! ¡Acá hasta que no se arregle el problema, que es el transporte y los gremios en general, nunca vamos a arrancar! Entonces pensé que se podrían agiornar las palabras de William Cooke: "El peronismo, el hecho maldito del país burgués" con: El gremialismo, el hecho maldito de los garcas hijos de puta. Estas son las mejores situaciones que te pueden pasar cuando uno está medio bajón por la realidad y los cambios que demoran en llegar. Te ayudan a ubicarte en un lugar del que uno no tiene que moverse. Conciencia de clase le llaman algunos.

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