CAMINOS DE LA AUTONOMÍA BAJO LA TORMENTA 10 de abril de 2019
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Zapata vivo Gustavo Esteva
A 100 años del asesinato de Zapata, renace el rumor que nunca ha cesado, que unos creen de verdad y otros deciden creer: Zapata cabalga de nuevo. No lo hace en el magnífico alazán, el As de Oros, que le regaló Guajardo en el primer día de la emboscada y en el que montaba cuando acudió a la cita. Cabalga en su gran caballo blanco, el que tanto quería. A veces, dicen viejos campesinos, se le puede ver cuando se levanta de madrugada con el sol de la montaña. No invoco la leyenda y el mito. Apelo al símbolo para mostrar la notable actualidad del zapatismo. Tiene aún su sentido original pero también uno actual. Ambas modalidades alumbran un mundo nuevo, al terminar la era atroz que nos ha tocado vivir. Sigue vigente “Tierra y libertad”. Continúa la lucha para conseguir tierra y se intensifica su defensa, ante la ola de despojo que recorre el mundo. Como nunca se lucha por la libertad, al multiplicarse los mecanismos que la coartan o suprimen. Tiene aún más vigencia la idea de “recuperar los ejidos”que detonó la revolución zapatista. Los españoles usaron esa palabra para referirse a complejos regímenes comunales que no podían entender. Los pueblos indios la hicieron suya para afirmarse en sus formas de ser, vivir y gobernarse. Cuando recuperaron sus ejidos, los zapatistas realizaron un experimento social de gran envergadura. Tanto la forma de trabajar las tierras recuperadas o los ingenios en ruinas como los dispositivos de gobierno propio dejaban atrás las relaciones sociales capitalistas lo mismo que las reglas de la democracia formal. Crearon una nueva sociedad. Los “revolucionarios” que asesinaron a Zapata tuvieron que desmantelarla para poder someter el país al molde capitalista y a sus formas políticas; sus “ejidos” fueron claramente la negación de los ejidos zapatistas. El 1º de enero de 1994 se dio a conocer un aliento semejante. El Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) nació también como“pueblo en armas”, pero aprovechó brillantemente el apoyo de millones de personas para poner las armas a dormir. A pesar de continuas provocaciones, ataques y acosos, el EZLN no ha vuelto a usar las armas y ha sabido defenderse sin ellas. Pero siguen ahí. 1
La memoria de Zapata y Sandino estaba presente en los zapatistas, para eludir la emboscada que les tendió el gobierno en 1995. La inmensa ola de rechazo al engaño generó un marco jurídico que abrió una oportunidad de negociación con el gobierno. Los zapatistas se comprometieron a fondo con ella. Cuando el gobierno traicionó los acuerdos a que se había llegado, aplicaron lo acordado en los territorios bajo su control. Crearon así una forma de existencia social que se ajusta bien a la tradición zapatista. Puede hablarse de la Comuna de la Lacandona en la misma forma metafórica en que se habló de la Comuna de Morelos. Como el zapatismo original, el de hoy no pretende constituirse en clase dominante ni conquistar los podridos aparatos estatales. Se constituye fuera del Estado y lo desafía. De la misma manera que se organizó como ejército con el propósito de desaparecer los ejércitos, haciéndolos innecesarios, construye una forma de existencia social en que no haya clases dominantes ni se deba subordinar a una estructura estatal la voluntad autónoma de los pueblos. El lema del Congreso Nacional Indígena, “Nunca más un México sin nosotros”, definió su lucha como reivindicación contra la marginación histórica de los pueblos indios. En los siguientes 20 años los zapatistas observaron el desmantelamiento de los estados-nación, de los que ya sólo quedan rituales y policías, y el renacimiento de nacionalismos protofascistas de la cuarta guerra mundial. Ante la destrucción sistemática de lo que quedaba del país adoptaron un nuevo horizonte político, que se mantiene a ras de tierra más allá de las equívocas fronteras nacionales. Es la hora de la violencia. El patriarcado capitalista dominante ha adoptado un patrón autodestructivo que no es una oportunidad de emancipación, sino un deslizamiento a la barbarie. México y Siria ocupan el primer lugar en el mundo por índices de violencia. En ambos países las únicas áreas “seguras”, donde se puede vivir con tranquilidad, son aquellas en que se realiza un experimento social radical: los kurdos de Rojava, en Siria, y los zapatistas de México. Los dos grupos están armados, pero no usan sus armas para crear su “seguridad”, la cual se basa en las relaciones sociales que han establecido, en sus formas autónomas de gobierno. Ni el zapatismo de ayer ni el de hoy caben en las categorías políticas e ideológicas conocidas. Se nutrieron de muy diversas tradiciones y expe2
riencias, pero no se redujeron a los cánones establecidos y se caracterizaron por la innovación. En vez de imaginar la sociedad futura, los zapatistas reinventaron el movimiento para dejar atrás la etapa actual y lo expresaron en sus iniciativas y en su modo de vivir. Es el aliento que el CNI dejará sentir estos días en Chinameca, donde asesinaron a Zapata. gustavoesteva@gmail.com
Zapata: 100 años
Zósimo Camacho - Contralinea Una revolución inacabada. Pero una revolución en marcha. Sofocada aparentemente el 10 de abril de 1919, con el asesinato a traición de Emiliano Zapata Salazar y la inmediata cacería o cooptación de generales y coroneles del Ejército Libertador del Sur, la resistencia pervivió en miles de comunidades indígenas y campesinas. No era necesario adoctrinar a nadie. Ni siquiera escribir postulados o libros. Tampoco arengar en las plazas. Para resistir, al zapatismo le bastó con el trabajo en la milpa; la tierra desparramándose entre las manos; la coa sumergida y los granos de maíz depositados en ese vientre húmedo. La yunta, parsimoniosa, cubriendo las semillas y formando surcos. Al zapatismo le bastó con el trabajo de escarda y de amontonar tierra en cada mata; le bastó que indígenas y campesinos vieran crecer y jilotear la milpa; que pizcaran cuando las lluvias aún no se retiran por completo y que levantaran mogotes con las cañas resecas. Que erigieran colotes al sol; desgranaran las mazorcas, y que el comal rebosara de tortillas sobre el tlecuil. Le bastó con que las comunidades siguieran subiendo al monte, se reconocieran en él y procuraran ceremonias en los ojos de agua. Con la recolección de quelites y hongos; la lectura del viento y la atención a los mensajes de las luciérnagas. Y con la honra los muertos, como integrantes presentes y activos de las familias. Al zapatismo no lo sostuvieron manos diestras en el uso de la pluma, las máquinas de escribir o las computadoras. Lo sostuvieron y lo sostienen las manos que empuñan la coa, el azadón, el machete y, cuando es preciso, el fusil. Lo sostiene el trabajo comunitario, la identidad cultural, la asamblea. 3
Por ello ha sido imbatible. Sin nombrarse necesariamente “zapatismo” ha articulado, a lo largo del país, resistencias casi siempre pacíficas y varias armadas luego del “fin” de la Revolución Mexicana. Entre las armadas se encuentran las que encabezó Rubén Jaramillo en 1942-1943 y 1957 en los montes de Morelos y Puebla. Fue asesinado junto con sus hijos y su esposa embarazada en 1962, cuando su movimiento ya era pacífico. Tres años después, ¿acaso no podría considerarse zapatista el movimiento de aquellos muchachos campesinos, estudiantes universitarios y normalistas rurales que derivó en el primer movimiento guerrillero “moderno”? El Grupo Popular de Guerrillero que, encabezado por Arturo Gámiz asaltó el Cuartel de Madera, Chihuahua, tenía claras reivindicaciones campesinas de resistencia frente a los terratenientes acaparadores y explotadores. Y Guerrero: cómo olvidar a los campesinos que a finales de la década de 1960 y principios de la de 1970, en la sierra de Atoyac cobijaron e impulsaron al maestro de Aytozinapa, Lucio Cabañas Barrientos, bajo el lema: “Ser pueblo, hacer pueblo, estar con el pueblo”, que es otro modo de decir: “Mandar obedeciendo”. Se nombraron en aquellos días el Partido de los Pobres. Y Genaro Vázquez Rojas, otro normalista rural, desde San Luis Acatlán, con la Asociación Cívica Nacional Revolucionaria dando forma entonces a lo que décadas después emergería como Policía Comunitaria. Luego 1994, el volcán del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN). Sin más que agregar a su histórico “De qué nos van a perdonar” al responder al “perdón” que les otorgaba el poder luego de haberse alzado en armas: “[…] ¿De no haber aceptado humildemente la gigantesca carga histórica de desprecio y abandono? […]”. Y al preguntarse quién puede otorgar tal perdón: “[…] ¿Los que nos negaron el derecho y don de nuestras gentes de gobernar y gobernarnos? ¿Los que negaron el respeto a nuestra costumbre, a nuestro color, a nuestra lengua? […]”. Es una lista somera de las luchas armadas de inspiración zapatista. No están todas. Son algunos ejemplos. Pero, como señalábamos, la mayoría han sido siempre de transformación o de resistencia de carácter pacífico. Y son innumerables: cuántas movilizaciones de comunidades para reclamar tierra y libertad, resistir 4
a una minera, una represa o cualquier otro “megaproyecto”, oponerse a expropiaciones y al despojo de montes y aguas. Ahí tenemos hoy al Congreso Nacional Indígena, con su Concejo Indígena de Gobierno, un foro permanente de diálogo entre comunidades de los 66 pueblos indios que pueblan este territorio desde antes que se llamara México y que resisten el peor embate desde la época de la Conquista. Para recordar a Zapata, a 100 años de su asesinato, sólo nombraremos aquí un nombre y un estado, sabiendo que sería imposible enlistar los cientos de resistencias pacíficas que se desarrollan en el país: Samir Flores Soberanes, Morelos. En palabras del indígena nahua, de la comunidad de Amilcingo: “Se supone que él llegó [al poder] por el partido de la izquierda. Se nos hace insensato y absurdo que nos venga a fregar con esto. Estamos convencidos de que [los políticos] del color que sean siempre arremeten contra el pueblo. Se dicen de izquierda pero cuando asumen el cargo, toman el poder, solamente velan por sus intereses”. Se refería a la llegada de Graco Ramírez como gobernador de Morelos en 2012. Entonces Samir también advirtió: “Los pueblos no estamos dispuestos a renunciar a nuestras tierras; no estamos dispuestos a renunciar a nuestras vidas; no estamos dispuestos a renunciar al agua, al medio ambiente y al futuro de nuestros hijos y de nuestros nietos; porque la tierra no se vende. La tierra, como lo dijera el buen Zapata, es de quien la trabaja, mas no de los extranjeros, mas no de los inversionistas, mas no de los gobernantes que hoy se creen los dueños de la tierra, del agua y de nuestras vidas”. Fue asesinado el 20 de febrero pasado, a unos días de que el nuevo gobierno “de izquierda” de Andrés Manuel López Obrador celebrara una consulta para legitimar el megaproyecto al que se oponía Samir y se oponen los pueblos campesinos del Oriente de Morelos: una termoeléctrica y un sistema de gasoductos. Vienen tiempos duros para los pueblos originarios y mestizos. A 100 años de la traición y muerte de Emiliano, vuelven a enfrentarse el maderismo (hoy otra vez en el poder) y el zapatismo. El Plan de Ayala hoy sigue siendo un plan de acción. Y el lema, de origen anarquista hecho zapatista en tierras mexicanas, “Tierra y Libertad”, acompaña los puños levantados, los paliacates en el rostro y los sombreros bien calados. 5
Resistencia Una breve radiografía
Yásnaya Elena A. Gil - Abya Yala / DOSSIER / Abril de 2019 Para Mardonio Carballo, un ariete en el asedio. “Como pueblos indígenas, estamos orgullosos de nuestros quinientos años de resistencia”, escuchamos hace ya tiempo en una charla ofrecida en el marco de un congreso internacional. Una amiga se dirigió a mí y, susurrando, me dijo: “Yo, sobre todo, más que orgullosa estoy cansada de resistir”. Determinamos después hacer un ejercicio de imaginación en el que nos planteábamos mundos donde los motivos que nos obligaban a la resistencia simplemente no existían. No llegamos, en ese entonces, demasiado lejos. Nos dimos cuenta de que la resistencia era una narrativa que configuraba de raíz nuestra experiencia de habitar el mundo como pueblos indígenas y que, de resistir una y otra vez, los escenarios radicalmente utópicos habían abandonado nuestra imaginación. Mis utopías se hallaban configuradas casi siempre dentro de los límites que implica tener en cuenta la existencia omnipresente de los sistemas de opresión: fantaseaba con cambios legales, radicales si se quiere, pero siempre inscritos dentro del marco del Estado, por citar un ejemplo. Me pareció entonces un ejercicio urgente reconquistarle a la tierra de la utopía un valle de posibilidades inefables hasta ahora. Sin embargo, paradójicamente, tratar de imaginar esos escenarios radicales se convirtió en otra especie de resistencia narrativa. Parecía atrapada. Necesitaba imaginar mundos radicalmente distintos porque incluso las narraciones que me atraviesan funcionaban para evitarlo. Resistía imaginando no resistir, imaginando no tener que resistir. Resistía queriendo escapar a las narrativas de resistencia que eran siempre moldeadas a modo de respuestas a los sistemas de opresión. Entendía, por ejemplo, que la existencia de una bandera mixe (tricolor también), de un escudo propio, de un himno ayuujk y de una ceremonia en la que se les rinde honores significaba un desafío simbólico a la bandera tricolor del Estado mexicano, a su escudo, a su himno, a sus rituales; la existencia de estos símbolos cimbraba los cimientos mismos de la narrativa nacionalista mexicana, pero, al imitarlos, replicaba su estructura y era esta narrativa la que vencía: un mundo en el que los símbolos de 6
una nación, como la mixe en este caso, deben ser banderas, escudos e himnos. ¿Hay otras maneras de simbolizar? Buscar otras alternativas se convertía entonces en una reacción, en un acto de resistencia a la creación de símbolos propia de una categoría de opresión, como lo es el Estado mexicano para los pueblos indígenas. ¿Es imposible obviar la resistencia porque siempre es imposible obviar la opresión? En este tipo de ejercicios aprendí a apreciar el inventario léxico y los mecanismos gramaticales que me ofrece una lengua radicalmente distinta a ésta en la que ahora escribo: la diferencia entre indígena y mestizo es una oposición que ni siquiera está captada de manera léxica en mi lengua materna: el ayuujk, también conocido como mixe. No hay palabras que correspondan a esas categorías ni remotamente; la diferencia, y no es la primera vez que lo apunto, se relaciona con ser ayuujk jä’äy (mixe) y ser akäts (no mixe) que parte el mundo de las identidades colectivas de un modo bastante distinto al que indígena y mestizo lo hacen. Aprecio que mi lengua me provea de breves espacios utópicos, léxicos y gramaticales, que no sean necesariamente una reacción a categorías de opresión y donde se puede parcelar el mundo con categorías léxicas distintas; sin embargo, en este contexto, incluso hablar mi lengua materna es ya un acto de resistencia considerando las políticas de castellanización forzada que fueron ferozmente impuestas. La resistencia, estemos orgullosos de ella o cansados de resistir, configura las relaciones y las experiencias de un mundo ordenado por medio de estructuras de opresión profundamente mezcladas, imbricadas entre sí. Es la prueba evidente de la opresión, pero es también lo que la niega, lo que promete destruirla. En la actualidad los pueblos indígenas resistimos el racismo, los intereses capitalistas que nos despojan de nuestros territorios y fuentes de vida, y al Estado que ha implementado una política integracionista que procura borrar nuestra existencia como naciones distintas de la mexicana que el mismo Estado creó a golpe de nacionalismo. ¿De qué maneras resistimos? Me parece ingenuo tratar de clasificar los tipos y los modos de resistencia de los pueblos indígenas, dado que, si los sistemas de opresión están tan profundamente imbricados entre sí que es casi deshonesto analizarlos por separado, las resistencias de los pueblos indígenas se hallan también entretejidas y crean una red com7
pleja que se opone dinámicamente a los sistemas de opresión. El resto de las líneas de este texto sería una demostración de esta ingenuidad. La resistencia frontal Escribo estos párrafos en los días en los que se conmemoran 500 años de la llegada de Hernán Cortés a lo que hoy llamamos México. No hay manera aséptica de nombrar este desembarco. Lo que le siguió fue la guerra y el comienzo del orden colonial que se extiende hasta la actualidad. Los pueblos y naciones que habitaban estas tierras quedaron desde entonces clasificados, racializados y colocados dentro de las categorías que entonces surgieron. Antes no había indios, sino una multitud de pueblos, naciones, estructuras sociales en relaciones complejas y en constante cambio y reconfiguración. La categoría indio se sostiene a partir de las oposiciones que surgieron y que se relacionan también estrechamente con el comercio de esclavos desde el continente africano: español (y más tarde criollo), negro y el sistema de castas que crearon a partir de ello. Indio es una etiqueta que testimonia 500 años de opresión y 500 años de resistencia; esta ambivalencia permite que sea rechazada como categoría de opresión en la misma medida que es reivindicada como una de resistencia. En el libro Feminismos desde Abya Yala. Ideas y proposiciones de las mujeres de 607 pueblos en nuestra América, Francesca Gargallo apunta que “las y los mapuche se niegan a ser llamados indios y rechazan el apelativo de indígenas, pues son mapuche, una nación no colonizada, pero las y los aymaras afirman que ‘si como indios nos conquistaron, como indios nos liberaremos’”.1 Esto sucede también con otras categorías que, surgidas de la opresión, oscilan entre el rechazo y la reivindicación cuando son enunciadas desde la categoría del oprimido: joto, negro, indio. Dentro del nuevo ordenamiento, las resistencias al proceso de colonización fueron frontales. Pero no es posible afirmar que la llamada Guerra de Conquista haya concluido en algún momento. A lo largo de 300 años de Colonia, la resistencia violenta y las rebeliones fueron fenómenos frecuentes. En 1662, la población mixe que había visto su territorio partido en tres alcaldías mayores bajo el gobierno español protagonizó motines y asaltos a las sedes españolas desde las cuales se ejercía el control de su territorio. En 1692 el escritor Carlos Sigüenza y Góngora describió el gran motín que protagonizó la población indígena en la Ciudad de México: “‘¡Ea, señoras!’, se decían las indias en su lengua unas a otras, ‘¡vamos con alegría a esta guerra, y como quiera Dios que se acaben en 8
ella los españoles no importa que muramos sin confesión! ¿No es nuestra esta tierra? Pues ¿qué quieren en ella los españoles?’”. Entre 1734 y 1737 se llevó a cabo la Rebelión de los Pericúes dentro del actual territorio de Baja California Sur para liberarse de los abusos de los españoles. Nombres como el del maya Jacinto Canek, el zapoteco Gerónimo Flores, o el caxcán Francisco Tenamaztle no tienen un lugar preponderante en la historia oficial que se decanta por hablar del comienzo de un mestizaje necesario que justifica el posterior establecimiento del Estado mexicano, mayoritariamente. Casi siempre, quienes encabezaron estos alzamientos fueron castigados ejemplarmente y en muchos casos sus restos fueron desperdigados en lugares públicos para mayor escarmiento. Las rebeliones de pueblos indígenas contra el Estado mexicano a lo largo de su existencia son numerosas. La Guerra de Castas en la península de Yucatán que comenzó en 1847; la llamada Rebelión de Chamula en Chiapas en 1869 y la Guerra del Yaqui en Sonora, que duró entre 1870 y 1880 son algunos ejemplos. El Estado no fue menos violento en la manera en que sofocó y castigó estas rebeliones que se oponían al sistema de opresiones establecido. Estas resistencias armadas pueden rastrearse hasta llegar al muy reciente levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional en 1994. Estos modos de resistencia cuestionan la definición misma de ella: ¿puede llamarse sólo resistencia a un levantamiento armado que pretende subvertir el orden establecido de la manera más inmediata posible? Aun con el peso de las terribles represiones que han sufrido las rebeliones de los pueblos indígenas, éstas siguen manifestando vocación por la lucha armada en un choque directo contra las estructuras de opresión; una lucha que, ante un combate frontal, castiga brutal y ejemplarmente al modo colonial. En la lava caliente de la resistencia cotidiana, las rebeliones y la confrontación abierta son el borboteo que se desborda, quema y horada por más efímero que sea. En las resistencias actuales ni siquiera es necesario el uso de la fuerza o de las armas. Cualquiera, abierta y frontal, por más pacífica que sea, pone en riesgo la vida misma. Enfrentar directamente al Estado, a la empresa minera o al Ejército para resistir el despojo implica poner el cuerpo. En la última década más de 83 indígenas fueron asesinados por defender sus territorios, sin contar a aquellos que han sido hostigados, secuestrados, encarcelados, torturados o desaparecidos. 9
La resistencia insospechada En un sistema opresor que trabaja por que desaparezcas, seguir existiendo es ya resistencia. Para lograrlo es posible capitular en apariencia y utilizar las estructuras impuestas para subvertirlas y convertirlas en medios para resistir. Con el gradual desmantelamiento de muchas estructuras sociopolíticas del mundo mesoamericano, especialmente en lo que hoy llamamos Oaxaca, surgió una estructura que, en apariencia, era la aceptación de una institución traída por los colonizadores: el cabildo. Los pueblos indígenas de la Sierra Norte, en particular, poco a poco fueron tomando estos elementos mientras creaban y fortalecían uno de los sistemas de resistencia más importantes en la actualidad: la comunalidad, bautizada y descrita detalladamente por el antropólogo mixe Floriberto Díaz y el antropólogo zapoteco Jaime Luna. Las comunidades tienen como máxima autoridad una asamblea general conformada por sus habitantes, que poseen la tierra de manera comunal, y utilizan el apoyo mutuo institucionalizado para gestionar la vida en común. En Oaxaca, y particularmente en ciertas comunidades de la Sierra Norte, es posible observar la bisagra que une las categorías del Estado con las de resistencia insertadas en el mismo sistema al que se oponen: las autoridades comunitarias elegidas en asambleas son también autoridades municipales. Son al mismo tiempo una unidad de gobierno propio y un nivel de gobierno reconocido en la Constitución Política del Estado Mexicano. Esta situación tiene como consecuencia que este tipo de municipios funcione de manera distinta: no existen partidos políticos que se disputen el poder, por lo que no hay campañas para la elección, los funcionarios municipales son a su vez autoridades comunitarias que no reciben salario por su servicio y responden directamente a la asamblea. Buscar activamente ser parte del cabildo suele levantar sospechas y es socialmente sancionado. Estos municipios cuentan, pues, con un sistema normativo propio, distinto al del resto de los municipios del país. La comunidad como núcleo de resistencia ha subvertido la estructura del cabildo colonial para luego insertarse en la figura estatal del municipio y resistir desde ese lugar. Esta doble articulación como cabildo tradicional que responde a la comunidad y como ayuntamiento municipal que pareciera responder al Estado al mismo tiempo permite crear una resistencia constante dentro del propio sistema, pero lo expone también a las dinámicas oficiales. Por un lado, le permite un margen de acción, pues como comunidad indígena con sis10
tema normativo propio tiene el control de la institución municipal, pero por el otro, recibe las presiones a las que esta institución se ve sometida. Muchas comunidades indígenas de otras regiones del país pertenecen a municipios con cabeceras municipales mestizas que eligen a sus funcionarios por medio del sistema de partidos políticos y que en muchos casos perpetúan el colonialismo estatal sobre las comunidades indígenas de manera férrea. En el caso de muchos de los pueblos serranos de Oaxaca es la comunidad la que se ha convertido también en municipio. Esta estrategia que evita la confrontación directa suele presentar aspectos muy interesantes, pues retoma elementos impuestos por el orden colonial y por el Estado y los usa a su favor. A través de la historia, tal estrategia ha sido utilizada para enfrentar ataques a la propiedad comunal de la tierra, por mencionar uno de los más frontales. Dentro de las Leyes de Reforma del siglo XIX en México, la Ley Lerdo supuso la desamortización de las tierras comunales que en su mayoría eran propiedad de las comunidades indígenas. En muchos casos, diversas comunidades implementaron medidas para acatar en apariencia las nuevas disposiciones y volvieron a adquirir sus tierras como pequeña propiedad en las orillas del territorio para mantenerlas en el interior como propiedad comunal. Cuando el control del Estado sobre las finanzas de las comunidades-municipio en Oaxaca pretende ser absoluto mediante la fiscalización hacendaria, estas comunidades mantienen ciertos recursos económicos propios fuera de su control a través de diferentes mecanismos que le permiten seguir conservando su autonomía. Las estrategias que suponen un acato simulado al Estado son muy comunes en diferentes ámbitos de la resistencia de las comunidades y protegen de la represalia que una confrontación directa podría acarrear y en la que la correlación de fuerzas nos pone en desventaja. Este ardid, que implica desacatar acatando, ha sido una de las estrategias de resistencia más importantes, duraderas y exitosas. La negociación constante de aquello que se acata, la búsqueda de las estrategias para evitar la obediencia a aquello que nos supone una afrenta requiere una gran creatividad y un esfuerzo sostenido que ha dado buenos frutos de resistencia. Este modo de resistir explica, en gran parte, la existencia continua de los pueblos indígenas en un país que se ha empeñado durante siglos en integrarnos y desaparecer nuestras organizaciones sociopolíticas, territorios, lenguas, culturas y formas de vida. Sin embargo, siempre queda una duda sobre los efectos que esta negociación constante puede tener sobre los 11
pueblos indígenas y en qué medida al tomar los elementos del sistema opresor, éstos no impactan en las estructuras propias. Este tipo de resistencia puede volverse abierta y de confrontación cuando las circunstancias lo ameritan, cuando está en peligro la integridad del territorio, por ejemplo. Esto explica que las mujeres de Magdalena Teitipac, un pueblo de los valles de Oaxaca, hayan enfrentado a la minera que envenenaba sus tierras poniendo el cuerpo para evitar que las maquinarias entraran a su comunidad cuando ya no quedaba otra opción. La resistencia como inclusión Insertarse dentro del sistema legal del Estado para, desde ahí, utilizar sus propios mecanismos y obligarlo a respetar a los pueblos indígenas ha sido una de las estrategias más importantes en los últimos tiempos. El activismo judicial ha logrado que leyes, tratados y cambios a la propia Constitución Política de México se hayan convertido en medios de defensa de los pueblos y los territorios. Sin embargo, la duda acompaña también estos procesos: ¿de qué manera implican un fortalecimiento del aparato estatal? ¿Hasta qué punto estas medidas deben plantearse como un mecanismo necesario sin que el reconocimiento legal se convierta en el único horizonte posible que sacrifique otras utopías más radicales? En ciertas ocasiones los sistemas de validación de la estructura opresora admiten y celebran la inclusión de individuos. El caso de Yalitza Aparicio, protagonista de la película Roma nominada al Óscar como mejor actriz, y el reconocimiento que esta nominación supone dentro del sistema de producción cinematográfica occidental puede leerse, como toda resistencia, de maneras ambivalentes. Por un lado, su inclusión abre debates necesarios que de otro modo no se plantearían en ámbitos privilegiados y, por el otro, fija en el imaginario que los sistemas de validación importantes son los que plantea la cultura opresora que excluye sistemáticamente, pero incluye de manera individual de vez en cuando. La inclusión individual parece sugerir que estos sistemas cerrados de validación pueden cambiar, que pueden desmontarse usando los micrófonos y los reflectores que ofrecen, pero también parece afirmar que los sistemas de validación no occidental son inexistentes o irrelevantes. Resistir implica también sostener y crear sistemas alternativos de validación. El estruendo de la inclusión individual en sistemas de validación occidental oculta la exclusión colectiva en la generación de estos sistemas y en eso reside su riesgo. Infiltrarse en 12
el sistema que ejerce la opresión como acto de resistencia entraña el peligro, inminente siempre, de ser utilizado para legitimarlo. Las resistencias políticas, culturales, lingüísticas o de cualquier tipo se pueden llevar a cabo por confrontación, por acato aparente o por infiltración, pero es verdad que nunca han sido de un solo modo y que son complejas, se tejen y se ejercen al mismo tiempo de formas contradictorias, dinámicas, creativas y muchas veces inconscientes. Nuestra existencia como pueblos indígenas ya es resistir. En un mundo ideal la resistencia no existe porque no existen las opresiones que la motiven. En un mundo ideal nunca existieron. Tratamos de imaginarlo, detalladamente. Y eso también es resistencia.
¡Rebeldía, resistencia y autonomía! Gilberto López y Rivas
En el contexto de renovadas luchas anticapitalistas de los pueblos indígenas, ante la puesta en marcha de megaproyectos y políticas neoindigenistas del gobierno actual que amenazan sus territorios, recursos vitales y procesos autonómicos, resulta imprescindible la lectura (e, incluso, el estudio colectivo) del libro de Jérôme Baschet, ¡Rebeldía, resistencia y autonomía! La experiencia zapatista.[México: Ediciones EÓN, 2018]. Este singular trabajo investigativo y analítico, expresión del pensamiento crítico, constituye una de las más integrales y fecundas obras sobre el zapatismo contemporáneo. A partir de la experiencia de vivir en Chiapas, e interpelado por la grieta zapatista que le hace “despertar de la resignación impuesta por el triunfo neoliberal” e, incluso, desistir de la vida académica, escribe la obra: “desde el hecho de asumir que me reconozco en la lucha zapatista –o quizás, más bien, que me busco en ella”. La considera un “esfuerzo por resaltar los alcances teórico-prácticos de la experiencia zapatista.” Actualizado hasta finales de 2018, el texto da cuenta en el prólogo, en apretada síntesis, de la historia del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), antes y después del primero de enero de 1994, destacan13
do los antecedentes de las luchas campesinas e indígenas en Chiapas; la formación y el crecimiento del EZLN, así como las transformaciones que experimenta el proyecto inicial de “liberación nacional” en articulación con el mundo indígena, cuando se convierte de “un ejército de vanguardia revolucionaria a un ejército de las comunidades indígenas”. Trata el impacto del levantamiento armado en el México de arriba, anclado en el Norte del TLC, “un gesto audaz que rompía la ilusión del ‘fin de la historia’ y un grito que le devolvía su lugar a la esperanza”; cubre los acontecimientos que van del cese al fuego, luego de 12 días de cruentos combates, a la Marcha del Color de la Tierra; describe las vicisitudes del diálogo de San Andrés entre el Gobierno federal y el EZLN; la llamada “traición de febrero” o el intento fracasado de solución militar por parte del gobierno de Ernesto Zedillo para neutralizar la rebelión indígena; la incorporación de la llamada sociedad civil y una representativa presencia de numerosas etnias en el diálogo y, en este contexto, la formación del Congreso Nacional Indígena, así como el incumplimiento de los acuerdos de San Andrés, que da inicio, después de 2003, a la profundización de la autonomía en los hechos, y el fin de la interlocución con el Estado. En el capítulo 1, Baschet analiza con profundidad el proceso de construcción de la autonomía en territorios zapatistas, considerado el corazón de su proyecto político y parte esencial de una lucha más global, “a la vez nacional y planetaria, que no es sino una guerra entre la humanidad y el capitalismo.” Se tocan temas centrales de las autonomías para “hacer crecer formas de vida autodeterminadas”: comunidad, tierra, territorio, educación, salud, las luchas de las mujeres y la transformación de las relaciones de género; se examina la organización de los gobiernos autónomos, sus niveles, la impartición de justicia, las relaciones entre asambleas y autoridades, y un acercamiento al significado de “mandar obedeciendo”, sin dejar de abordar las dificultades del proceso, que, en buena parte, derivan de la agresión contrainsurgente; pero, también, de factores de toda lucha como el cansancio, el desánimo, la migración temporal o permanente, la relación entre la construcción civil de la autonomía y la estructura político-militar del EZLN. En el capítulo 2 “Podemos gobernarnos a nosotros mismos. Una política muy otra, abajo y a la izquierda,” se plantean interrogantes esenciales para alejarse de la política de arriba: ¿No tomar el poder? ¿Qué hacer con el Estado? También, dentro de la política de abajo: 14
la autorganización y autogobierno, la ética y la dignidad, en suma, la autonomía como una política contra el Estado. Todo lo cual, “rechaza la centralidad del Estado, así como los modelos organizativos basados en la unidad, la homogeneidad y la hegemonía.” En el capítulo 3 se profundiza en el planteamiento zapatista de considerar al capitalismo como una IV Guerra Mundial en contra de la humanidad; el 4 desarrolla las implicaciones del llamado zapatista a construir “un mundo donde quepan muchos mundos”, mientras el capítulo 5 “insiste en la importancia que la historia y la memoria tienen en la palabra y la experiencia zapatistas, apuntando hacia nuevas concepciones del tiempo histórico.” Una herramienta necesaria y oportuna para las luchas muy otras.
A dónde va México Pablo González Casanova
Estas no son afirmaciones quese puedan calificar de centro, derecha o izquierda o con mescolanzas de esas posiciones. Las tesis que se sostienen son de un conocimiento riguroso. Su carácter científico, crítico del sistema en que vivimos, puede dar pie a descalificaciones que se basen en mitos, ideologías e intereses con que los aludidos se nieguen a conocer la verdad sobre lo que hacen y de que por su parte son responsables en tanto sometan la lógica de sus esperanzas a la lógica del sistema. Una de las formas de dominación del imperialismo neoliberal y neoconservador es la privatización del sector público de los estados metropolitanos y periféricos en procesos que al realizarse incrementan la corrupción y la criminalidad organizada, con ésta bajo la sombra de corporaciones y estados, o contratada, en caso necesario, para actos criminales contra pueblos, comunidades o personas, en acciones destinadas a despojarlos de sus propiedades, de su libertad o de su cuerpo. Con el propio acto de privatización, el neoliberalismo ha hecho de los funcionarios públicos agentes de ventas de las propiedades nacionales y sociales o cómplices pasivos de la corrupción y la represión de que 15
a menudo se sirven para incrementar su personal patrimonio y poder. Neoliberalismo y corrupción están a la orden del día, tanto en la periferia económica del mundo, y en no pocos países del centro, en los que tienen como antecedente el famoso gangsterismo de Chicago y las mafias de Italia. En cuanto a los países de origen colonial o semicoloniales y periféricos, son actores de permanente uso los grupos de matones al servicio de sus amos y caciques o de las compañías trasnacionales, como la Compañía de Indias inglesa o la Mamita Yunai, estadunidense. Esos integrantes del “crimen organizado” se articulan hoy en sistemas globales dominados por las corporaciones financieras y sirven o se asocian con funcionarios que se han vuelto también empresarios, que si ayer decían estar al servicio de la evangelización, de la civilización, del progreso o del desarrollo, hoy hacen de la función pública una actividad en que el funcionario se pone al servicio de la empresa privada, mediante la coima (mordida), motor del sistema y por la que los funcionarios se vuelven socios no pocas veces mayoritarios. En las nuevas circunstancias, como los antiguos y nuevos ricos, el “crimen organizado” combina sus conocimientos políticos con los económicos, y todos con los criminales y tecnológicos. Participa así en la dominación de un mundo en que se exige la práctica de la normativa moral en los tratos interpares de accionistas y de grandes propietarios, en que al mismo tiempo se urden medidas de especulación y depredación, que estructuran en el propio siglo XXI nuevas formas de acumulación primitiva, despojo, así como, de esclavismo, de servidumbre, de tributación y de salarios o ingresos de hambre que en gran parte del mundo pesan sobre la inmensa mayoría de una población a la que habiendo despojado de sus tierras y territorios, dejan en plena miseria, sin asomo de trabajo y sin los más elementales recursos para vivir, para comer, beber, curarse o enterrar a su muertos. De tales hechos –difíciles de contar y de escuchar– proviene el éxodo más impresionante de la historia humana, un éxodo global en que muchos son los que mueren al atravesar selvas, desiertos y mares… Entre las varias formas de descubrir a los verdaderos responsables de esos hechos y el dolor de que son beneficiarios, se encuentran los fabricantes de armas y los comerciantes en grande de narcóticos, quienes con las corporaciones y la gran banca actúan en un sistema cuyo atractor principal es la maximización de poder, riquezas y utilidades, en el que dominan con gobernantes y funcionarios, con 16
legisladores y jueces que se asocian a sus proyectos entre mediaciones y represiones, que se apoyan en la cooptación o sometimiento de los propios líderes de los pueblos y se apoyan cada vez que es necesario en las fuerzas militares y paramilitares, con los que practican la supuesta persecución del “crimen organizado” en el que de vez en cuando sacrifican a algunos chivos expiatorios, y con el que empresarios, militares, policías y judiciales están profundamente articulados. La comedia trágica llega al extremo de ajusticiar y desaparecer a los defensores de los pueblos en una política en que reinan la mentira y la confusión con la inmoralidad como práctica cosificadora. Un indicador de tal comportamiento del sistema es que hasta hace poco el comercio de armas ocupaba el primer lugar y que ahora lo suplanta el narcotráfico. Es en ese mundo en el que vive hoy la República Mexicana, donde tras la victoria electoral más impresionante de la historia, de éste y muchos otros países, la ciudadanía ha puesto a la cabeza del Estado a un presidente que no sólo aparece en la escena política como famoso por su honradez, sino por su valentía y habilidad política, innegables. A la euforia causada por semejante triunfo electoral se ha añadido otra, con el entusiasmo que ha despertado la firme tesis del elegido de que en su gobierno va a emprender la Cuarta Transformación de México, siendo que las tres primeras fueron la Independencia de México, encabezada por el cura Hidalgo; la Reforma, que con Juárez creó el Estado laico y republicano, y la Revolución Mexicana, que culminó con el gobierno agrarista, obrerista y popular que nacionalizó el Petróleo y repartió el mayor número de tierras entre los campesinos beneficiados como comuneros, ejidatarios y pequeños propietarios. En nuestros días, a tan democráticos, justicieros y revolucionarios hechos de la Tercera Transformación, se añadió un sabor de alivio al pensar que ya no iban a estar al frente del gobierno una serie de políticos que desde los dos principales partidos –PRI y PAN– habían hecho del gobierno una fuente de enriquecimiento personal de sus jefes, que llegó a alcanzar proporciones escandalosas con los sucesivos presidentes y gobiernos para los que se volvió norma inteligente de “saber y gobierno” aquella frase que salió del decadente Atlacomulco, de que “un político pobre es un pobre político”, y con la que el presidente saliente Peña Nieto revistió orgulloso su enriquecimiento y el de la inmensa mayoría de sus colaboradores. 17
El triunfo colosal de López Obrador con 53 por ciento de los votos, generó un entusiasmo nacional poco común, que se hizo extensivo a buena parte de la izquierda mexicana, incluso a la que proviene del extinto Partido Comunista. Y aunque no dejó de preocupar a buena parte de los ricos y poderosos, pronto varios de los más acaudalados y famosos se integraron a un nuevo Consejo Asesor Empresarial del Presidente.La historia de las contradicciones que en el nuevo gobierno surgieron se hizo inevitable, y si en la izquierda gubernamental se arguyó con la lógica de que no se podía ir más lejos, en la banca y las corporaciones por su parte se acentuaron medidas de presión tanto con los valores financieros, como con la moneda, y con la gasolina y el petróleo, que parecieron retar al nuevo gobernante, a confirmar su firmeza, o a negociar lo no negociable. La primera respuesta del Presidente pareció que los actos de gobierno confirmaban su firmeza al anular un proyecto de aeropuerto en Texcoco, lugar próximo a la Ciudad de México, que no sólo había sido considerado inviable por diferentes expertos, sino al que se habían opuesto, una y otra vez, los pueblos aledaños, con tenacidad y valentía impresionantes. La crítica de la derecha a la liquidación de la obra no se hizo esperar, lo que le valió al Presidente todo tipo de ataques por cuanto medio pudieron lanzar los inversionistas afectados y sus cómplices, quienes tacharon de irresponsable al Presidente al no tomar en cuenta que ya se habían invertido cientos de millones de pesos que él tiraba por la borda como si todavía estuviera en la campaña electoral y no se diera cuenta de su responsabilidad de gobernar. Fue así como empezó a darse abiertamente –en las palabras y las decisiones– la lucha por definir al nuevo gobierno. En ella pareció ir triunfando el verdadero poder de la derecha, no sin escollos oficiales que frente a crecientes presiones el Presidente luchó por vencer. La destreza con que enfrentó a ese y otros problemas planteados pareció advertirse en las concesiones que hizo a uno y otro embates, entre críticas y asentimientos con que fue respondiendo a los ricos y poderosos y a la izquierda que lo acompaña. Del conjunto de sus actos derivaron nuevas críticas a los ex presidentes neoliberales del PRIAN y a la corrupción que los caracterizaba, y crí18
ticas no menos firmes a la izquierda que no lo apoyaba acusándola, en forma visceral, de hacerle el juego a los “conservadores”. A semejantes luchas verbales, el Presidente añadió, por un lado, la decisión de seguir construyendo dos termoeléctricas, un acueducto y un gasoducto. Aquéllas iban a operar en zonas de por sí carentes de agua y a las que las empresas les quitarían gran cantidad de “aguas vivas” para devolvérselas como “aguas muertas”imbebibles e inútiles para el riego de sus campos y el mantenimiento de su vida… En cuanto al gasoducto le confirmaron también lo que a las poblaciones y al propio gasoducto dañaría, pues el gasoducto había sido trazado para pasar por tierras volcánicas y estaría expuesto a violentas rupturas y explosiones de que haría víctimas también a sus vecinos. Si contra el informe de los especialistas y contra el sentir de los pueblos, el Presidente optó por apoyar a los voraces empresarios, a esa lamentable decisión añadió una curiosa forma de pedir a la oposición que no fuera a “politizar la muerte”(así dijo) de quien había sido asesinado a balazos: el dirigente Samir Flores, respetadísimo líder de los pueblos que encabezaban la oposición al proyecto, y que no “murió”, como dijo el Presidente, sino al que a tiros mataron y de ese modo acallaron, buscando intimidar de paso a los sobrevivientes. Tal vez esa decisión y esa forma de eludir la palabra exacta, marcan la posición que, en los hechos, iría tomando el nuevo Presidente. Juntos, actos y expresiones verbales irían definiéndolo más que los meros calificativos. La sola enunciación de los mismos reveló que el gobierno del nuevo Presidente estaba o está en las antípodas de una Cuarta Transformación liberadora. Del poco esperado y verdadero caminar se darían en la campaña electoral varios ofrecimientos que no cumplió, como el Proyecto Integral Morelos ya señalado, y la falta de una verdadera reforma educativa que sustituya a la mal llamada “reforma educativa” del régimen anterior, que en realidad busca reformar la educación “a modo de los empresarios” y controlar a los profesores con exámenes que se les aplican con base en algoritmos de una educación y un profesorado al servicio de las empresas y corporaciones, y frente a la cual puso como secretario de educación a quien siendo secretario de Gobernación con el presidente 19
Zedilllo, que entre otras medidas autoritarias y represivas se negó a firmar los acuerdos de San Andrés, ya aprobados y firmados por sus representantes, y por todos los partidos políticos institucionales, así como por los rebeldes del EZLN que luchaban en busca de que los derechos de los pueblos indios para que fueran parte de la Constitución real y formal de la República, y que siguen luchando por que se respeten sus derechos a organizarse como comunidades realmente autónomas que practiquen la distribución del poder y el genuino respeto de la libertad y la democracia de las comunidades y redes de comunidades. A la definición del actual gobierno con decisiones contrarias a los ofrecimientos de campaña al sentir, pensar y actuar de los pueblos y los trabajadores intelectuales con éstos que son los maestros urbanos y rurales atacados por la derecha desde los cristeros, se añadieron proyectos en que no fueron atendidas las experiencias históricas, ni los informes de los expertos, ni quienes ven en ellos amenazas para los pueblos comprobadas en la historia de México, de América Latina, e incluso de Estados Unidos. Para la aprobación de varios de esos y otros proyectos que son objeto de diferencias se realizó una “consulta” legalmente obligatoria, pero simulada con encuestas de individuos que no representan el sentir ni la voluntad de las comunidades, ni su costumbre de “tomar acuerdo”. Los símiles de “consultas” en realidad se llevan a cabo con “muestras aleatorias” de “individuos”, seleccionados en formas que carecen de todo rigor técnico y científico, y que en términos de los especialistas en la materia no son ni “confiables” ni “válidas”. Se trata de proyectos como el Tren Maya y el Corredor Interoceánico que corresponden a una larga historia de nuestro continente, particularmente dolorosa. El proyecto del Tren Maya nos hace recordar que –como es bien conocido– el desarrollo de los ferrocarriles en Estados Unidos está estrechamente vinculado a la geografía de la desaparición de los pueblos indios…. En cuanto al Corredor Interoceánico, sin duda antecedente de un canal acuático que dados los costos mucho menores de transporte, es perfectamente previsible en un futuro inmediato. El proyecto, nos recuerda que su predecesor –el Canal de Panamá– fue causa determinante para 20
arrebatar un inmenso territorio a la República de Colombia con la que se fundó la República de Panamá. Las políticas de balcanización han sido preferentes en la política expansionista estadunidense, con Vietnam del Sur y del Norte, Corea del Sur y del Norte, o con los países centroamericanos que se desprendieron de la antigua capitanía de Guatemala, o la destrucción de Yugoslavia y su transformación en un conjunto de republiquetas. A semejantes desastres se añade el de los “two Méxicos” que el historiador y antropólogo Lesley Byrd Simpson distinguió hace mucho tiempo en su libro titulado Many Mexicos... Su previsión ha sido confirmada recientemente por la titular de la Secretaría de Gobernación, que en su plática en Miami con la secretaria de Seguridad Interior de Estados Unidos, Kirstjen Nielsen, le hizo ver, que ahora Estados Unidos va a contar con dos fronteras para la contención de las “bandas de tráfico de seres humanos”desplazados de los países centroamericanos y el Caribe… A semejantes proyectos de pérdida de la soberanía, en México se añade el de un incremento de las “zonas económicas especiales”, cuya geografía, hasta ahora, es la que conviene al comercio internacional de puerto a puerto entre el Pacífico y el Golfo, y que puede crecer y articularse en forma de “nodos” que dominen algo más que la industria y el comercio y desde luego un mercado hasta hoy nacional en el que van a instalar redes fabriles y comerciales de corporaciones de Estados Unidos a los que la Ley Federal de Zonas Económicas Especiales, publicada el 1º de junio de 2016, otorga derechos y privilegios de que gozarán los sectores privado y público y en que sus delegados ejercerán su autoridad soberana. Hechos y medidas no menos importantes son los que se presentan a la ciudadanía como muestra del valor físico y cívico del presidente López Obrador y su decisión de no quedarse en el poder aunque muchos lo censuren. Es el caso, por un lado, de dar término al Estado Mayor Presidencial con el mensaje de que él es un Presidente que se cuida solo o a quien lo cuida el pueblo y, por otro, de que propone una reforma legislativa que dé el derecho a la ciudadanía para la remoción del mandato y el mandatario cuando así lo juzgue el pueblo, medidas admirablemente democráticas, pero que dejan mucho que desear en términos de la estabilidad del país y de una facilidad creciente con que podrá derrocarse al jefe de Estado. A esas medidas y otras con que parece legitimarse el presidente López Obrador, y que en lo concreto 21
afectan la estabilidad del Estado mexicano, se añaden otras, como la creación de una Guardia Nacional, cuyo proyecto original del Ejecutivo era del todo militarista y que sólo dejó en parte de serlo por una inmensa corriente en contrario de la opinión pública. El Estado Mexicano era un Estado antigolpe, y si desde Guadalupe Victoria el Presidente disponía de una Guardia Presidencial, que más tarde se convirtió en Estado Mayor Presidencial bajo las órdenes directas del Presidente, en tiempos del general Ávila Camacho, el Estado Mayor Presidencial llegó a tener la misma capacidad de fuego que el Ejército nacional. La estabilidad del gobierno no sólo dependía de la lealtad de las fuerzas armadas sino, también, de la estructuración para el control de sus fuerzas. Ahora y en el futuro sólo dependerá de la lealtad de los militares, como en todos los estados de América del Sur, lo que por la experiencia histórica hasta hoy da a la política del imperio mucho mayor posibilidad de intervención abierta o encubierta. Es el caso que, para sorpresa de muchos, la restructuración del poder como su ejercicio, cuando se les analiza en su conjunto y en sus partes, tienen más que ver con el neoliberalismo populista en sus explicaciones y en sus reformas o proyectos de reforma institucional, y que no es exagerado afirmar que estas reformas son neoliberales tanto cuando dan más importancia a la corrupción que al capitalismo como causa de la inmensa desigualdad, criminalidad y amenazas de ecocidio con sus proyectos de muerte tanto aislados como sumados que se atribuyen a la corrupción y no al modo de dominación y acumulación movido por la maximización de poder y riquezas del capitalismo, y en la inmensa mayoría de las medidas que el Ejecutivo toma para un desarrollo con políticas de muerte que de lo micro a lo macro que están llevando al término de la vida en la Tierra. Por pequeña que parezca hoy, tarde o temprano, el EZLN, el Congreso Nacional Indígena y la Red de Redes Nacional de Pueblos y Comunidades serán quienes logren la Cuarta Transformación, con la democracia basada en el poder distribuido entre pueblos y trabajadores formales e informales, quienes como quiso la izquierda de la Revolución Francesa asuman la soberanía para el logro concreto de la independencia, la libertad y el socialismo que en México quisieron y quieren los antiguos y nuevos descendientes de Zapata. 22
Nietos de Zapata refuerzan lucha contra termoeléctrica Gloria Muñoz Ramírez - Los De Abajo
A la consulta impuesta por el Ejecutivo federal para echar a andar la termoeléctrica de Huexca, Morelos, que forma parte del Plan Integral Morelos, la población nahua responde con caravanas informativas sobre los peligros reales que traerá el proyecto energético para los habitantes del oriente del estado. Comunidad por comunidad, el Frente de Pueblos en Defensa del Agua y de la Tierra de Puebla, Morelos y Tlaxcala, acompañado de expertos en distintas áreas, informa sobre la contaminación directa al río Cuautla y el inminente peligro de la construcción de un gasoducto en zonas de riesgo del volcán Popocatépetl. El asesinato de Samir Flores Soberanes, comunicador popular, luchador social y guardián del territorio, y la realización de una consulta parcial en la que las boletas traían al reverso todas las “bondades” del proyecto institucional, indignó aún más a los pobladores de las comunidades afectadas, a los que el presidente calificó de izquierdistas radicales y conservadores. No las consideró así en 2014, cuando el entonces candidato les prometió tirar a la basura el proyecto de la termoeléctrica. “Se metieron con los nietos y nietas de Zapata”, afirman en Morelos, mientras se preparan en Amilcingo para recibir al Congreso Nacional Indígena el día 9 de abril, y para tomar la ex hacienda de Chinameca al día siguiente, fecha en la que se había anunciado la conmemoración oficial del centenario del asesinato a traición del general del Ejército del Sur, Emiliano Zapata. La organización de los pueblos que se oponen al Plan Integral Morelos, en lo que ganó el rechazo a la termoe-léctrica, los ha llevado a crear frentes locales en defensa del agua, aclarando en todo momento que lucharán en forma pacífica y que no caerán en provocaciones de quienes, señalan, han recibido dinero del delegado federal en Morelos, Hugo Eric Flores Cervantes, para apoyar el proyecto. El miércoles 10 de febrero, anuncian, volverá a cabalgar Zapata por estas tierras, refrendando su lucha por la tierra y por la vida. Parar definitivamente el proyecto energético es urgente. www.desinformemonos.org - losylasdeabajo@yahoo.com.mx 23
Zapata: lucha, legado y memoria Tanalís Padilla*
Cuando, en 1911, Emiliano Zapata se unió a la lucha de Francisco I. Madero en contra del dictador Porfirio Díaz (1876-1911) lo hizo porque en su Plan de San Luis, Madero tenía declarado un reparto de tierra. Sin embargo, una vez en el poder, Madero pidió que los zapatistas se desarmaran y tuvieran paciencia. En su gobierno el nuevo presidente preservó diversos funcionarios y jueces porfiristas, los mismos que bajo el lema de “Orden y Progreso”presidieron sobre un sistema que concentró tierra, industria y ferrocarriles en manos de una pequeña élite nacional y sus aliados extranjeros. Ante la insistencia de Zapata que Madero restituyera las tierras acaparadas por los hacendados éste le ofreció un rancho al cual Zapata se podría retirar y tranquilamente cultivar la tierra. Zapata, indignado, le respondió que él no se había integrado a la Revolución para convertirse en hacendado. Fiel a los anhelos campesinos por tierra y autonomía, Zapata seguiría luchando ahora contra Madero, después contra Victoriano Huerta y finalmente contra Venustiano Carranza y Álvaro Obregón. En contra de ejércitos más poderosos y mejor armados, los zapatistas –junto con los villistas– ocuparon la ciudad de México en 1914. En 1915, en control del territorio morelense, los zapatistas implementaron el Plan de Ayala, transformando un estado que las políticas porfiristas habían vuelto una gigante hacienda azucarera en un territorio donde ahora los pueblos eran dueños de las tierras, decidían qué sembrar y cultivaban de acuerdo con sus usos y costumbres. Al Plan de Ayala le siguieron varios decretos de Zapata que establecieron un banco de crédito para pequeños productores, un ministerio de agricultura para apoyar con semillas e iniciativas para que no sólo los pueblos, sino también los peones acasillados recibieran tierras. Estas iniciativas se fueron extendiendo a Puebla, el estado de México, Michoacán y Guerrero. Nunca se había implementado en el país un proyecto de tales dimensiones y Carranza y Obregón tomaron nota. Para derrotar a los zapatistas no sólo se necesitaría de una brutal fuerza militar, sino también de un reparto agrario y otras reformas sociales que dieran legitimidad a su propio y limitado proyecto liberal, preocupado más por reformas 24
políticas como la no reelección, que por cambios estructurales como la destrucción del poder de la clase hacendada. Aunque en la Revolución las fuerzas zapatistas fueron derrotadas, su lucha, visión e ideales determinaron de manera fundamental la Constitución de 1917 y el proyecto nacional posrevolucionario. Asesinado Zapata en Chinameca el 10 de abril de 1919 sus herederos seguirían su la lucha no sólo por reivindicaciones materiales sino también por recuperar la memoria del Caudillo del Sur e insistir en sus principios de justicia. Y es que en las décadas siguientes la Revolución hecha gobierno difundía una imagen de Zapata extirpada de toda radicalidad como uno más de los héroes revolucionarios empeñado simplemente en derrocar a Díaz. Si entre él, Madero y Carranza existían diferencias, éstas se reducían a que Zapata, como simple campesino, no tenía una moderna visión nacional. Pero habría de no confundir la modernidad con el capitalismo, cuyos excesos primero provocaron la lucha zapatista y cuya esencia estos campesinos empezaron a destruir al implementar el Plan de Ayala en el territorio bajo su control. La calidad conservadora que pudiera tener el mundo campesino tiene mucho más que ver con su negación de padecer una injusticia que desborda su economía moral que a rehusarse a una nueva forma de organización social. De allí la constante resistencia del México profundo a proyectos económicos basados en su eliminación. Eso no es oponerse al progreso, es luchar por la humanidad Desde el poder, la dinámica, creativa, tenaz y consistente lucha revolucionaria zapatista se ha querido ocultar mediante la apropiación de la figura de Emiliano Zapata llegando a extremos que representan un insulto a la memoria histórica. El presidente José López Portillo, por ejemplo, en 1979, intentó trasladar sus restos de Cuautla al Monumento de la Revolución en Ciudad de México para que allí yacieran junto a los de Venustiano Carranza, el general que lo mandó matar. En 1992 el presidente Carlos Salinas anunció su reforma del artículo 27 frente a una gran imagen de Zapata con la cínica aseveración de que El Caudillo del Sur apoyaría los cambios que ahora privatizaban el ejido y declaraban nulas las pendientes peticiones de tierra. Pero los pueblos tienen memoria y anhelo de justicia. Por eso han reivindicado el legado de Zapata. Desde la lucha de Rubén Jaramillo (él mismo 25
integrante de las fuerzas zapatistas) quien, desde finales de la década de los años 30 hasta su asesinato por el Ejército en 1962, emprendió una lucha agraria, a los veteranos zapatistas de la Revolución que día y noche vigilaron la tumba del general Zapata para que el gobierno no llevara sus restos a Ciudad de México, al EZLN que en 1994 lanzó su “¡Ya Basta!” a las reformas neoliberales, a los pueblos del oriente de Morelos que hoy se oponen a la construcción de una termoeléctrica que devastaría sus tierras y aguas, Zapata, como ejemplo, símbolo e inspiración de lucha sigue vivo. A un siglo de su muerte, su lucha aún continúa. *Profesora-Investigadora del Massachusetts Institute of Technology. Autora del libro Después de Zapata. El movimiento jaramillista y los orígenes de la guerrilla en México (1940-1962) (Akal, 2015).
Raúl Zibechi: “La derecha gana porque la izquierda abandonó el campo de batalla”
Martín Villarroel Borgna - Publicado originalmente en La Tinta El periodista y escritor uruguayo analiza el avance de la derecha en América Latina y afirma que la organización “desde abajo” es la apuesta de resistencia. Es jueves 7 de marzo y cae la tarde en Montevideo. El feriado de la semana de carnaval marca un ritmo tranquilo y despreocupado de una ciudad que, al día siguiente, se teñirá de violeta con 300 mil personas marchando en el Paro Internacional de Mujeres. Aprovechamos para tomar unos mates con Raúl Zibechi y conversar sobre el viraje a la derecha en la región, la crisis de las izquierdas y la territorialización de la marea feminista. “La región camina, sin dudas, a un período de ultraderecha muy pesado”, dice Zibechi apenas se prende el grabador.Periodista, educador popular y activista uruguayo, muy ligado a las luchas y resistencias de los movimientos sociales de América Latina, se acomoda en la silla para compartir su mirada coyuntural. 26
La vuelta al patio trasero Es necesario analizar varios planos para entender dónde estamos parados, afirma. El primero relacionado a las garras imperialistas sobre nuestro continente: “Por un lado, tiene que ver con la disputa geopolítica China-Estados Unidos, que es muy fuerte en este momento. Estados Unidos viene de una derrota muy fuerte en Siria”, que se suma a las enormes dificultades “para mantenerse en el mar del sur de China, que es otra zona estratégica ante la pujanza China”. Esto da como resultado que “Estados Unidos está en un proceso de retirada de algunos escenarios fundamentales”, comenta. “En este período de declive de la hegemonía de Estados Unidos, es que necesita afirmarse en su patio trasero. Y, sobre todo, en el Caribe y Centroamérica”, asegura Zibechi y enumera el largo prontuario de invasiones, ocupaciones y golpes militares llevados a cabo desde el siglo XIX por los vecinos del norte. “El escenario es ese: Estados Unidos nuevamente con mucha fuerza en América Latina”, remarca. La opción por el miedo y la intolerancia La segunda parte de esa lectura se complementa con “un viraje a la derecha muy fuerte de las sociedades y del arriba”. Los gobiernos neoliberales de Colombia y Chile hoy se fortalecen en bloque junto a sus pares de Argentina, Ecuador, Paraguay y Brasil, y en oposición a Venezuela como eje aglutinador. En este escenario, el peso de las políticas reaccionarias de Brasil en la región es determinante. Más allá de las clases dirigentes, lo que preocupa es cómo repercute en los pueblos. “Una sociedad que se ha vuelto radicalmente intolerante –explica Zibechi-. Si bien creo que el arriba está muy mal y muy derechizado, el abajo también.Clases medias y sectores populares donde las iglesias pentecostales están haciendo un laburo muy profundo y donde la gente los apoya”. “La palabra fascista me parece que hay que llenarla de contenido – analiza el periodista uruguayo, autor de varios libros-. Hablamos de una sociedad que quiere el orden militar y policial. Donde se tejen alianzas con los militares, con el narco y con los paramilitares para matar negros y poner en su lugar a las lesbianas y disidencias. Entonces, es una sociedad que ha hecho una opción muy jodida. Es una opción de miedo, de no saber dónde pararse. Es una reacción muy fuerte contra el feminismo”. 27
Y esta coyuntura presenta un horizonte negro para los tres gobiernos progresistas que quedan. “Venezuela asediada y aislada, con una oposición interna muy fuerte; Bolivia y Uruguay que tienen elecciones este año donde es muy posible que gane la derecha. El escenario es muy negativo para el progresismo, muy negativo para las izquierdas que han perdido protagonismo y que han perdido, sobre todo, trabajo de base”, afirma Zibechi. La izquierda te la debo Según el análisis del periodista uruguayo, las dificultades para delinear una estrategia política emancipadora y el abandono del trabajo territorial son los puntos nodales para entender el cambio de hegemonía en la región y donde los gobiernos progresistas y los movimientos sociales nos debemos una fuerte autocrítica. Lo que caracteriza hoy al movimiento popular “es una falta de norte en casi toda la región, muy claramente en Brasil, donde hay muy poquitos grupos que están haciendo un trabajo territorial”, destaca. “La izquierda brasileña de lo único que habla es de Lula –apunta Zibechi-. Está muy bien pedir por la libertad de Lula, yo defiendo la libertad de Lula. Pero no se puede hacer política en base a la libertad de Lula: tenés que estar en la favela, tenés que estar en los barrios, en los quilombos, en los lugares donde está la gente y organizar. Eso es lo que hacían hace 50 años las comunidades eclesiales de base, la educación popular, la izquierda. Y hoy se abandonó. La derecha gana porque la izquierda abandonó el campo de batalla”. “Hoy, lo único que queda como izquierda es un aparato sindical muy pequeño, que defiende intereses corporativos -y que está bien que los defienda-, pero, definitivamente, esa no puede ser la única expresión de la izquierda”, sentencia Zibechi. Los pies en la tierra En esa misma línea, el periodista asevera que “el gran desastre que dejó la crisis del progresismo es la pérdida de horizonte a largo plazo: la pérdida de horizonte estratégico”. Dentro del campo popular, se puede ver “una gran desorientación, un gran desnorteo, una incapacidad para distinguir lo estratégico de lo táctico”. Y se refiera a lo que es lo estratégico: “Es en lo que nos afirmamos: trabajo 28
territorial, trabajo de largo plazo, de organización, de formación, de soberanía alimentaria, de educación, de salud. Y tácticamente, vemos y nos movemos. Por ejemplo, si creemos que con un gobierno progre nos va ir mejor con el de Macri, jugamos algunas fichas a eso. Pero no hipoteco la organización para irme detrás del candidato. Creo que hay mucho de eso”. Zibechi no duda en definir que el trabajo estratégico es la recuperación de territorio. Enumera varias experiencias que, en los últimos tiempos, vienen profundizando el trabajo de base y los pies en la tierra, como el Movimiento Passe Livre (MPL), la Unión de Trabajadorxs de la Tierra (UTT) o el Encuentro de Organizaciones (EO), por nombrar algunos. “El trabajo territorial fue el gran salto adelante del movimiento piquetero. Ante el cierre de fábricas, retornamos al territorio y hacemos en el territorio otro tipo de organización, otra vida. Organización y trabajo arraigado en el territorio”, señala. La recuperación territorial como horizonte estratégico es en lo que se basa la práctica de algunas organizaciones urbanas, campesinas y también los pueblos originarios, ahí es donde el entrevistado reconoce la potencia: “Yo creo que ese es el futuro”. “Y si somos cuatro haciendo trabajo territorial y cuatro mil mirando la tele y aplaudiendo al candidato, no me importa: porque esos cuatro son los que empiezan con todo”, agrega Zibechi. La marea, cuando baja, ya no tiene vuelta atrás —¿Y cómo leés la marea feminista? —El feminismo es la luz en medio de las sombras. Es el movimiento que ha marcado un punto de inflexión, sobre todo, en el cono sur, y que le ha puesto límites al conservadurismo, al poder, al Estado. Y que, además, atraviesa a toda la sociedad. El uruguayo ceba un mate y se queda en silencio. Afuera, ya se vive la ansiedad por un nuevo Paro Internacional de Mujeres, Lesbianas, Travestis y Trans, que, en Montevideo, reunirá cerca de 300 mil personas en un rugir violeta. Tiempo de rebelión. Zibechi no puede ocultar su entusiasmo sobre la territorialización del feminismo. “Luego de esta gran explosión, cuando baje la ola y esta enorme fuerza del movimiento vuelva con las mujeres a los territorios, a los pueblos, a las comunidades y empiece a territorializarse, ahí cambia todo. Es donde empieza la historia más rica, el movimiento feminista con fuerza territorial. Ahora viene un momento fascinante”, resume Zibechi. 29
CAMINOS DE LA AUTONOMÍA BAJO LA TORMENTA 10 de abril de 2019