CAMINOS DE LA AUTONOMÍA BAJO LA TORMENTA 15 de abril de 2020
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Pandemia y colapso civilizatorio
Raúl Zibechi - La Jornada - Viernes 10 de abril de 2020 En sus efectos y consecuencias, la pandemia es la gran guerra de nuestros días. Como sucedió con las dos conflagraciones del siglo XX o con la peste negra del siglo XIV, la pandemia es el cierre de un periodo de nuestra historia que, resumiendo, podemos denominar como el de la civilización moderna, occidental y capitalista, que abarca todo el planeta. La globalización neoliberal ha encarnado el cénit y el comienzo de la decadencia de esta civilización. Las pandemias, como las guerras, no suceden en cualquier periodo, sino en la fase terminal de lo que el profesor de historia económica Stephen Davies (de la Universidad Metropolitana de Manchester) define como una ecúmene, una parte del mundo que tiene “una economía integrada y una división del trabajo, unidas y producidas por el comercio y el intercambio” (https://bit.ly/2y1spAg). Las pandemias se verifican, en su análisis, cuando un periodo de “creciente integración económica y comercial sobre gran parte de la superficie del planeta” llega a su fin. Son posibles por dos fenómenos complementarios: un elevado movimiento humano y un incremento de la urbanización, potenciadas por un modo de vida al que llamamos globalización y por “la cría intensiva de ganado”. En rigor, la pandemia acelera tendencias prexistentes. Son básicamente tres: la interrupción de la integración económica; debilitamiento político que provoca crisis de las clases dominantes; y profundas mutaciones sicológicas y culturales. Las tres se están acelerando hasta desembocar en la desarticulación del sistema-mundo capitalista, en el que está anclada nuestra civilización. La primera se manifiesta en la interrupción de las cadenas de suministro de larga distancia, que conducen a la desglobalización y la multiplicación de emprendimientos locales y regionales. América Latina está en pésimas condiciones para encarar este desafío, toda vez que sus economías están completamente volcadas 1
hacia el mercado global. Nuestros países compiten entre sí para colocar los mismos productos en los mismos mercados, al revés de lo que sucede en Europa, por ejemplo. La estrechez de los mercados internos juega en contra, mientras el poder del uno por ciento tiende a dificultar la salida de este modelo neoliberal extractivo. En segundo lugar, las pandemias, dice Davies, suelen “debilitar la legitimidad de los estados y de los gobiernos”, mientras se multiplican las rebeliones populares. Las pandemias afectan sobre todo a las grandes ciudades, que conforman el núcleo del sistema, como es el caso de Nueva York y Milán. Las clases dominantes habitan las metrópolis y tienen una edad superior a la media, por lo que serán también afectadas por las epidemias, como puede observarse ahora. Pero las pandemias suelen, también, arrasar con buena parte de la riqueza de las élites. Al igual que las guerras, las grandes catástrofes “producen una gran reducción de la desigualdad”. Así sucedió con la peste negra y con las guerras del siglo XX. El tercer punto de Davies, los cambios culturales y sicológicos, son tan evidentes que nadie debería ignorarlos: el activismo de las mujeres y de los pueblos originarios, con la tremenda crisis que han producido en el patriarcado y el colonialismo, son el aspecto central del colapso de nuestra civilización estadocéntrica. El líder kurdo Abdullah Öcalan, en el segundo volumen de la monumental obra de su defensa ante la Corte Europea de Derechos Humanos, contrapone la “civilización estatal” con la “civilización democrática”, y concluye que ambas no pueden coexistir*. Para Öcalan, el Estado “se formó en base a un sistema jerárquico sobre la domesticación de la mujer” (p. 451). Con el tiempo, el Estado se convirtió en el núcleo de la civilización estatal, existiendo una “estricta relación entre guerra, violencia, civilización, Estado y justicia-Derecho” (p. 453). Por el contrario, la civilización democrática se diferencia de la estatal, en que busca satisfacer al conjunto de la sociedad por medio de la “gestión común de los asuntos comunes” (p. 455). Su base 2
material y su genealogía deben buscarse en las formas sociales previas al Estado y en aquellas que, luego de su aparición, quedaron al margen del Estado. “Cuando las comunidades alcancen la capacidad de decidir y actuar sobre los asuntos que les conciernen, entonces se podrá hablar de sociedad democrática”, escribe Öcalan. Ese tipo de sociedades ya existen. Conforman los modos de vida en los que podemos inspirarnos para construir las arcas que nos permitan sobrevivir en la tormenta sistémica, que ahora se presenta en forma de pandemia, pero que en el futuro se combinará con caos climático, guerras entre potencias y contra los pueblos. Conozco algunas sociedades democráticas, sobre todo en nuestro continente. La mayor y más desarrollada cuenta ya con 12 caracoles de resistencia y rebeldía donde construyen mundos nuevos. * La civilización capitalista. La era de los dioses sin máscara y los reyes desnudos, Caracas, 2017.
Coronavirus y educación
Luis Hernández Navarro - La Jornada - Martes 14 de abril de 2020 Los tiempos del coronavirus han permitido tomar una radiografía del estado de salud de nuestro sistema de educación básica pública. Lo que la placa muestra es muy delicado: el sistema está infartado y la mayoría de los funcionarios que están al frente no tienen idea de cómo enfrentar la crisis. Su respuesta ha sido burocrática, insensible y desinformada. La situación es inédita. Vivimos tiempos de incertidumbre, temor y desconfianza. Sin embargo, las autoridades educativas, en lugar de tomar medidas para atenuarlas, las exacerban. Encerrados en sus casas, niños, jóvenes y maestros que estudian en escuelas públicas deben seguir o impartir, por órdenes oficiales, como si fueran días normales, cursos en línea, preparar clases, hacer tareas, presentar exámenes y elaborar reportes. 3
Casi nada de lo que estudian, reportan y enseñan tiene que ver con la zozobra que viven, con los miedos que los acechan o con las dudas que los asaltan. Los contenidos educativos que deben memorizar y las pruebas que tienen que resolver pertenecen a un mundo aparte, que no tiene nada que ver con lo que sucede en el mundo. Pequeños llenos de energía y muchachos desbordantes de testosterona pasan días y noches encerrados en cuatro paredes, muchos en viviendas precarias. Casi la mitad de los capitalinos viven hacinados. Y, en lugar de que la Secretaría de Educación Pública (SEP) les proporcione estímulos o materiales para dejar de lado ansiedad y tedio, los carga de trabajo absurdo, los somete a evaluaciones sin sentido y anuncia fechas de regreso a clases (30 de abril) que nada tienen que ver con la realidad. Las autoridades pretenden mantener el proceso de enseñanza a través de la educación a distancia. Pero eso no funciona. La iniciativa es viable solamente para una parte muy pequeña del sistema educativo. Según la Unesco, en México sólo 10 por ciento de los docentes de primaria y secundaria están calificados para enseñar a través de la tecnología (https://bit.ly/2XF3TA7). Esto es así porque la inmensa mayoría de maestros del país se formaron como mentores frente a grupo en el aula, no para impartir clases digitales. Así han ejercido durante años. Aunque educación presencial y en línea parezcan similares, son muy diferentes. Requieren capacidades, destrezas, entrenamiento, materiales y soportes diferentes. Y la inmensa mayoría de docentes no ha recibido formación para trabajar en modelos de enseñanza virtual. Muchos maestros no participan en redes sociales. No son pocos los que las rechazan. Si acaso, utilizan WhatsApp y, en menor medida, Facebook. Los que forman parte de ellas, tienden a ser más bien consumidores que generadores de contenido. No todos tienen equipo de cómputo personal o teléfonos inteligentes. Menos aún en zonas rurales. Con frecuencia, sus computadoras son viejas, sus celulares lentos y el servicio de Internet al que tienen acceso es de muy poca capacidad. Saben usar Word, PowerPoint y Excel, pero no mucho más. 4
Muchos de los programas para promover las habilidades digitales realizados en sexenios pasados, como Enciclomedia, fueron más una oportunidad de negocios para empresarios y funcionarios, que herramientas de formación efectivas. Aún sobrevive en algunas escuelas parte del equipo inservible de Enciclomedia, como si fueran restos fósiles de algún animal prehistórico. La brecha comienza en las aulas. De acuerdo con el INEE, durante el ciclo escolar 2016-17, sólo 44.4 por ciento del total de escuelas primarias del país contaba con al menos un ordenador para uso educativo y de éstos sólo 68.7 por ciento tenía conexión a Internet (https://bit.ly/2JYYR9y). La iniciativa de mantener las clases en línea excluye del proceso de enseñanza a la mitad de la población escolar. Muchos estudiantes de familias de escasos recursos carecen de equipos de cómputo y conectividad. Según el Inegi, en 2019 sólo 44.3 por ciento de los hogares contaba con ordenadores y 56.4 por ciento tenía acceso a Internet. Apenas 44.6 por ciento del total de usuarios de computadora la usan como apoyo en la escuela (https://bit.ly/2VhMlXW ). La SEP pretende ahora que la educación a distancia se realice “a través de las herramientas que ofrece Google para Educación y YouTube”. Para acceder a ellas habrá que crear cuentas y perfiles en plataformas. La medida, otro paso en la ruta de la privatización educativa, permite a G Suite tener acceso gratuito a los datos de los usuarios, entre otros, nombre, edad, centro de trabajo, cursos que imparte, ubicación geográfica y número de celular. No es asunto menor. La recopilación y venta de datos es el negocio que más crece en Estados Unidos. En un momento de grandes incertidumbres como el de hoy, la SEP debería brindar a alumnos, padres de familia y maestros tranquilidad, y dejar a un lado su obsesión de poner el centro en controles y evaluaciones (como lo denunciaron los maestros de la Ciudad de México). Debería anunciar con claridad que las clases se reanudarán cuando las autoridades sanitarias consideren pertinente, retomando el plan de estudios donde se quedó el 20 de marzo (o en la fecha en la que cada entidad comenzó la cuarentena). Twitter: @lhan55 5
Autodefensa de pueblos indígenas ante la pandemia
Magdalena Gómez - La Jornada - Martes 14 de abril de 2020 El coronavirus está mostrando en América Latina que pese a las conquistas de derechos logrados con las luchas de los pueblos indígenas, los estados de la región no los respetan integralmente. En esta crisis, diversos organismos específicos de la Organización de las Naciones Unidas y el sistema interamericano han colocado la mira en los pueblos. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) adoptó una resolución que llama al “pleno respeto”, denominada Pandemia y Derechos Humanos en las Américas; pide una atención especial a la población “vulnerable” donde incluye a los pueblos indígenas y “a quienes viven en extrema pobreza” (10/4/20). Lamentable y crudo sinónimo para el caso de los pueblos. El Mecanismo de Expertos de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas (MEDPI) enfatizó el contenido de la Declaración de las Naciones Unidas sobre los derechos de los pueblos indígenas para proteger su salud y vida. También lo hizo la presidenta del Foro Permanente para las Cuestiones Indígenas de las Naciones Unidas (UNPFII), quien sugirió que se tomen en cuenta las estructuras de organización de las comunidades de los pueblos indígenas. Es un hecho, las experiencias de autonomía y libre determinación en la mayoría de los países son producto de la organización de los pueblos, a contrapelo de las políticas neoliberales y extractivistas imperantes. México no es la e xcepción, ya hemos analizado cómo el eje del neoindigenismo de la llamada Cuarta Transformación ignora la participación de los pueblos como sujetos de derecho y focaliza a las personas indígenas como receptoras de los diversos programas oficiales, que en su mayoría se traducen en becas y apoyos económicos. La pandemia y su potencial destructivo enfrenta la precariedad del sistema de salud, ciertamente heredada. Sin embargo, en el caso de los pueblos indígenas no hay consideración específica ni programas de emergencia para tomar contacto con los pueblos y 6
comunidades. La única acción que se impulsa, de parte oficial, es la difusión en algunas lenguas indígenas sobre las medidas recomendadas en materia de salud. El EZLN decretó, el pasado 16 de marzo, la alerta roja y cierre total de los caracoles y todas sus instancias organizativas de forma inmediata, atender medidas de higiene extraordinarias y llamó a no detener la lucha en defensa de los territorios, contra el feminicidio y las desapariciones forzadas. Desde diversas organizaciones indí genas plantean la pregunta: ¿cómo pod emos lavarnos las manos o disponer de las mínimas recomendaciones que indican autoridades y OMS, si carecemos de jabón y gel antibacterial, y a veces ni agua llega? En varias regiones del país están recurriendo al aislamiento y cierre de municipios y comunidades para el libre tránsito de personas ajenas. Peor aún, están impidiendo el paso a integrantes de las mismas que pretenden regresar. Pascuala Vázquez Aguilar, vocera del Concejo del gobierno comunitario de Chilón, Chiapas, cuestionó al gobierno mediante un video: “No han dicho qué hacer o nos han dado los protocolos a seguir si alguien en las comunidades enferma, y agregó: “el peligro de contagio que hay en las comunidades viene de los migrantes que estaban trabajando en zonas turísticas, como Playa del Carmen, Cancún; y también en las zonas agrícolas como Sonora y Tijuana, que se fueron a trabajar para traerles dinero a sus familias, se están regresando y entrando a sus comunidades, y ponen en riesgo la vida de sus familias, y sobre todo, a toda la comunidad”. Ante ello, algunas comunidades han determinado poner en cuarentena a los migrantes que retornan. Por su parte, el Consejo Regional Wixárika por la Defensa de Wirikuta señaló la falta de acceso a instalaciones de salud adecuadas, médicos especializados, medicinas e insumos básicos. Recordemos el contexto de lejanía que existe entre nuestras comunidades en relación con las cabeceras municipales próximas. En suma, las comunidades están aplicando medidas para prevenir el contagio. El Consejo Supremo Indígena de Michoacán, que agrupa a 60 autoridades comunales, así lo informó. Los indígenas kumiai acumularon víveres y decidieron que nadie podía salir o entrar en las próximas semanas en una localidad de 350 habitantes 7
a unos 50 kilómetros de Ensenada; por su parte, el ayuntamiento de Arcelia, Guerrero, ordenó la prohibición del paso a vecinos de los municipios del sur mexiquense. En la misma lógica el Concejo Indígena y Popular de Guerrero-Emiliano Zapata (CIPOG-EZ), integrante del Congreso Nacional Indígena (CNI), y del Concejo Indígena de Gobierno (CIG), se replegaron en las comunidades para la defensa “frente a la muerte que hoy representa esta pandemia como lo fue hace 528 años, cuando cayó la ciudad Tenochtitlan y la enfermedad que trajeron los españoles a nuestros pueblos mesoamericanos”. El panorama mundial es muy grave, en el caso indígena tenemos que en América Latina hay autodefensa comunitaria, con el Estado de espaldas. Nada nuevo.
Internos y pandemia: ¿miedo a la realidad?
Hermann Bellinghausen - La Jornada - Lunes 13 de abril de 2020 La decisión adoptada por las dos principales escuelas públicas nacionales de medicina de retirar de los hospitales a sus pasantes a causa de la pandemia del Covid-19 resulta errónea y sienta un mal precedente pedagógico, si no es que ético, para los estudiantes que, llegados al internado en el quinto año de la carrera, si bien carecen de las plenas habilidades clínicas, llevan más de dos años y medio estudiando, y con suerte practicando, en los distintos servicios hospitalarios. Poseen ya los conocimientos fundamentales de la disciplina y tienen ese año de pasantía para iniciarse en las responsabilidades clínicas, al igual que su sexto año, de servicio social, donde no sólo deberán ser médicos por entero, sino que estarán solos o al frente de un reducido equipo sanitario. Son además mayores de edad y han cursado una carrera que, como pocas, exige de ellos una firme capacidad para tomar decisiones, en ocasiones de vida o muerte. Muchos estudiantes no desean dedicarse a la clínica; ésta podría ser una salvedad, aunque no necesariamente. Pueden invocarse otras excepciones, entre las cuales no cuentan, o cuentan poco, las razones esgrimidas por la UNAM, el IPN y las instituciones de salud: proteger a los internos de excesivos riesgos ante la pande8
mia. Y menos, por la carencia de equipo y medidas de protección adecuadas. ¿No deberían sus casas de estudio contribuir a la crisis nacional proveyendo a sus internos, en vez de mandarlos a la pantalla de su computadora? Las carencias, por lo demás, son mayores a lo admitido por el discurso gubernamental. Este es otro asunto, relacionado con el desmantelamiento neoliberal del sistema de salud, y el lento reabastecimiento del actual gobierno para hospitales y clínicas, propalando cuentas alegres con fines de propaganda en vez de admitir sus limitaciones. Todo esto en conjunto es la realidad. Sí, muchos hospitales carecen de insumos. Sí, la pandemia es grave. Sí, los internos están “verdes” todavía. También es cierto que durante las guardias vespertinas y nocturnas los jóvenes practicantes constituyen hasta la tercera parte del personal en los nosocomios públicos, con menos destrezas, pero mejores conocimientos teóricos que las enfermeras y los enfermeros con quienes comparten funciones indispensables en apoyo a los especialistas. Como reitera Joao Guimaraes Rosa en su formidable El Gran Sertón: Veredas, “vivir es muy peligroso”. Más en estos días. La pandemia demanda prudencia, no miedo. Bien entrenados y mínimamente provistos de lo necesario (incluyendo los procedimientos diagnósticos disponibles para el resto del personal), no representan un riesgo para sus familiares (idealmente en cuarentena), y menos para la población general. Dicho esto contra las estúpidas agresiones contra médicos y enfermeras a causa del pánico, la ignorancia y fobias que no deben tolerarse. No es por idealizar (aunque el idealismo es un tesoro de los futuros médicos, que con harta frecuencia se pierde pronto en aras de intereses económicos, políticos, de ascenso social o mera rutina; ésta es otra tajada de realidad, especialmente lamentable), pero lo menos que deberían los miles de internos en licencia es ver Barbarroja (1965), de Akira Kurosawa, una de las películas más hermosas y aleccionadoras jamás filmadas. Trata de un pasante enviado a una comunidad remota y pobre para trabajar con un médico de pueblo tan rotundo como puede serlo el mejor Toshiro Mifune, que deja chiquito al doctor House y todas las heroicas 9
series televisivas. Trata precisamente del choque del idealismo y la arrogancia juveniles con la verdad desnuda del sufrimiento humano y los costos emocionales y físicos para quienes lo atienden. De la muerte también se aprende. Lo dicho hasta aquí no implica obligatoriedad. La pandemia es seria. Pero sí una inversión de términos: el que quiera puede irse; en vez de: váyanse todos y ahí vamos viendo. La diferencia es profunda. Se permite al médico en ciernes ejercitarse en una virtud esencial de su profesión: tomar decisiones graves. Además se fortalecería la insuficiente fuerza laboral en los centros hospitalarios, al menos en primer y segundo nivel, y para los enfermos y sus familiares agrega apoyo, empatía y seguridad. En fin, generosidad y humanismo, que deberían ser los primeros atributos del médico clínico, no para ser héroes, sino porque para eso se están formando.
No paran los megaproyectos por Covid-19
Gloria Muñoz Ramírez - La Jornada - Los de abajo - Sábado 11 de abril Se reconoce oficialmente que las comunidades indígenas y rurales serán las más afectadas por el Covid-19, pero no se hace nada para evitarlo. Sin agua, sin servicios de salud, sin caminos y sin información suficiente en sus idiomas, los pueblos van tomando medidas comunitarias para la resistencia, tema que dominan, pues es el centro de su historia. No es la primera epidemia que enfrentan, ni seguramente la última, pero los sorprende en medio de una de las peores ofensivas en contra de sus territorios y recursos naturales, es decir, en contra de su existencia. Con los megaproyectos de antes y de ahora, los nuevos y los reciclados, se aumenta la zozobra en los territorios ancestrales. Y aunque los llamados a quedarse en casa detienen gran parte de la vida, los megaproyectos no paran. Se anuncia que son actividades esenciales y que las obras del Tren Maya, el Corredor Transítsmico, el aeropuerto de Santa Lucía y la refinería Dos Bocas no se detendrán, pero, eso sí, llaman a que se detenga la resistencia, pues se suspenden actividades públicas y concentraciones de más de 50 personas. 10
Las organizaciones indígenas advierten que la lucha por la defensa de sus territorios no se detiene, pero al mismo tiempo tienen que ponerse a salvo con sus propios recursos y organización. En los hospitales urbanos los médicos y enfermeras se quejan de la falta de suministros para su seguridad, pero en las zonas rurales no hay hospitales, ni médicos ni enfermeras, en momentos en los que, además, están recibiendo a miles de connacionales que han tenido que regresar de Estados Unidos por la pandemia y por la falta de trabajo. Algunos pueblos han cerrado sus puertas a todo extraño y puesto en cuarentena a quienes vuelven. Por lo pronto. Paralelamente, el confinamiento indicado como medida sanitaria, sigue pasando desapercibido para los asesinos de defensores del medio ambiente. Esta semana se sumó a la lamentable e indignante lista Adán Vez Lira, ambientalista y defensor del territorio y del observatorio de aves del área natural La Mancha, Veracruz, asesinado en el municipio de Actopan. Tiempos difíciles para las comunidades. Tiempo también de saberes y autonomía. Por lo menos ellas tienen lo que en la ciudad falta: tejido. losylasdeabajo@yahoo.com.mx
Indígenas urbanos y la contingencia
Fortino Domínguez Rueda* - La Jornada - Sábado 11 de abril En la actualidad la presencia de indígenas en diversas ciudades de México se ha venido a convertir en una realidad inocultable. La Ciudad de México, Monterrey, Guadalajara, las ciudades/frontera y en pasadas fechas los sitios turísticos del país, se encuentran entre los lugares de destino para miles de indígenas. Es justamente con la residencia de indígenas en contextos urbanos, como podemos observar que la migración indígena no sólo se ha venido a convertir en una vía para acceder a una fuente potencial de recursos o para mejorar las condiciones de vida, el fenómeno también muestra como a la migración debemos sumar el despojo de tierras y la violencia que azota a las comunidades de origen, todos los cuales son los motores que generan los cambios más drásticos 11
en la distribución contemporánea de la población indígena. Para el caso de la ciudad de Guadalajara la presencia de indígenas se ha incrementado considerablemente. Los números así los reflejan. Por ejemplo, el 28 noviembre de 2015 en el Diario Oficial del Estado se publicó el Padrón inicial de localidades y comunidades indígenas de Jalisco, ahí se reportó que el total de indígenas en el estado ascendía a 68 mil 317 personas. Más allá de la exactitud de las cifras, existe un dato revelador: en Jalisco los indígenas vivimos mayoritariamente en la ciudad, pues del total reportado, resulta que 44 mil 727 vive en la urbe. Es decir, más de la mitad de la población indígena no vive en el contexto rural. En cinco años, sin duda los números se incrementaron. Gran parte de los indígenas urbanos en Guadalajara se desempeñan como artesanos, obreros, trabajadoras del hogar y en actividades como la venta de fruta, flores y papas en la vía pública y en tianguis, otros más se desempeñan como albañiles y limpia vidrios, algunos atienden sus negocios familiares como son las tiendas de abarrotes. Todos ellos dependen del trabajo día a día. ¡Si no trabajamos no comemos! se escucha decir con frecuencia entre los compañeros en las pláticas cotidianas. Ahora, en el contexto de la contingencia de salud por el Covid-19, se han tomado una serie de medias estatales y federales que han llamado a que la población se mantenga en sus hogares. Sin embargo, estamos observando que eso es imposible para una gran parte del pueblo mexicano y entre ellos los pueblos indígenas de la urbe somos sólo una muestra. Existen casos donde los compañeros nahuas, mixtecos, wixarika y zapotecos ya han pagado la renta de los espacios de venta en el centro de la ciudad, pero ahora con la prohibición de salir, ya no pueden vender sus productos y son amedrentados por los inspectores municipales y por la población mestiza que les recrimina el hecho de estar trabajando en la calle. Incluso a los purépechas quienes se caracterizan por elaborar y vender muebles de madera, todo ello en el mismo espacio físico de lo que podemos denominar la casa-taller, la prohibición a cerrar genera que los inspectores no entiendan que una cosa es tener la cortina abierta para fines de ventilación y otra es estar laborando. Otros compañeros que trabajan en fábricas han tenido que tomar descansos obligatorios que son disfrazados de vacaciones y en otros casos 12
se quedaron sin empleo. El gobierno del Estado ofertó algunos apoyos a la población en general ante la contingencia, pero los trámites por Internet hacen complicado cumplir el tortuoso y burocrático proceso para aplicar a un préstamo. Con ese contexto a cuestas, es como los colectivos, organizaciones, barrios e individuos indígenas urbanos de Guadalajara convocaron a reunirse. El diagnóstico de los pueblos en relación a la salud muestra como las enfermedades crónico-degenerativas y su relación con los adultos mayores nos pone en una situación de alarma; nos damos cuenta que el dinero comienza a escasear y los pagos no paran. Es la hora entre lo urgente y lo importante. Lo urgente es sobrevivir al periodo de la contingencia, para lo cual algunos compañeros exigen la implementación de programas estatales destinados a los indígenas urbanos, y otros proponen reactivar las redes de consumo local y utilizar a las redes sociales como espacio para conectarnos localmente. Por su parte, lo importante es construir –junto a todos los habitantes de la urbe y nuestras comunidades de origen– un espacio organizativo que apunte a cimentar relaciones sociales más allá del sistema capitalista y donde ruralizar la urbe está siendo ensayado por los pueblos indígenas en Guadalajara, como una opción para configurar otra forma de estar en la tierra por medio de huertos urbanos que apuntan a consolidar la autonomía alimentaria. *Zoque de Chapultenango, Chiapas. Historiador y antropólogo. Miembro del Centro de Lengua y Cultura Zoque
Celebra Bayer-Monsanto la ley de fomento del maíz nativo
Silvia Ribeiro * - La Jornada - Sábado 11 de abril de 2020 El 24 de marzo, en medio de la crisis por el Covid-19, se aprobó la llamada “Ley federal para el fomento y la protección del maíz nativo”, con el voto unánime de la Cámara de Senadores. Con tal título muchos habrán supuesto que sería una norma para detener el asalto de las empresas trasnacionales de transgénicos sobre las semillas, los pueblos indígenas y las comunidades campesinas. La13
mentablemente, no es así. Más allá de la intención de sus promotoras esta disposición favorece intereses claves de las empresas que desde hace dos décadas quieren avanzar en el país con sus semillas transgénicas y otras de alta tecnología. Por ello, la Asociación Mexicana de Semilleros AC (AMSAC), cuya directiva está integrada por Syngenta, Bayer (ahora dueña de Monsanto), Corteva (fusión de Dow y DuPont-PHI Mexico) y otras de las mayores trasnacionales semilleras globales emitió un boletín el mismo día felicitando a los legisladores por la aprobación de dicha ley. Declaran que esta norma “es un paso importante, (…) pues dará certidumbre a los productores de maíz de todo el territorio nacional”. Enfatizan que “continuarán trabajando para promover el objeto de esta ley (…) aprovechando los desarrollos tecnológicos, como las semillas mejoradas”. (https://tinyurl.com/vo9pawr) La AMSAC es miembro directivo del Consejo Nacional Agropecuario (CNA), que a su vez es integrante fundador del Consejo Coordinador Empresarial. Representan, mayoritariamente, a los sectores empresariales que han devastado la vida campesina, la producción sustentable y la alimentación sana. Las seis empresas trasnacionales globales dueñas de más de 70 por ciento de los mercados globales de semillas y agrotóxicos (y 100 por ciento de las semillas transgénicas) han estado por años en el consejo directivo de la AMSAC. Es el principal cabildero de la industria semillera, actuando en conjunto con el CNA. Son los que pugnaron y consiguieron privilegios para las trasnacionales en todas las leyes existentes relativas a semillas y patentes. (https://tinyurl.com/ruoc3ka ; https://tinyurl.com/t6lxfov) Antes del voto final en la Cámara de Senadores, de donde salió la iniciativa, la ley de fomento del maíz nativo se votó, con cambios, en la Cámara de Diputados el 18 de marzo, con 270 sufragios en favor. Ya nadie se opuso. ¿Sería que PRI, PAN, PRD, Morena y todos los partidos de pronto se dieron cuenta de la importancia de proteger a los pueblos de maíz, sus semillas y culturas contra la invasión transgénica? Claro que no. Porque la ley no prevé tal cosa. Tampoco previene el patentamiento de semillas campesinas. Pero sí separa el maíz de sus pueblos, reduciendo el complejo proceso de 14
miles de años de muchos pueblos creando milpas, asambleas, bosques y sus propias formas de gobierno a la promoción de “bancos comunitarios de semillas”, expresión que la mayoría de los pueblos rechaza, porque proviene del sistema financiero y es ajena a su concepción de las semillas como elemento en la integralidad de política, economía y cosmovisión de sus pueblos. Además, establece que sólo es maíz nativo aquel que reconozca la Conabio, no los propios pueblos y comunidades. Les impone un nuevo Consejo Nacional del Maíz, que aunque es meramente consultivo tiene 16 miembros, de los cuales solamente seis son de comunidades indígenas o ejidos agrarios. Pero la razón principal por la que las trasnacionales aplauden esta ley es porque delimitará “áreas geográficas”, donde las autoridades reconocerán que hay sistemas de producción de maíz nativo, lo cual significa que abre al resto del país a plantar cualquier otra semilla, desde híbridos a transgénicos o las nuevas semillas biotecnológicas que las empresas llaman “edición genética”. Monsanto, Syngenta y demás empresas han insistido en este punto por décadas: que hay que definir áreas, que en realidad no les interesa sembrar donde hay campesinos, solamente en todo el resto del país. Contra esa posición falaz y extremadamente riesgosa, que provocaría que con el tiempo la contaminación transgénica llegara a todo el país, hemos insistido en que todo México –y Mesoamérica– es centro de origen del maíz y por ello se debe prohibir la siembra de cualquier semilla manipulada genéticamente. Esta posición de la llamada ley de fomento y otros graves errores de ésta –ahora aprobados– fueron claramente expresados por la Red en Defensa del Maíz desde que se publicó el dictamen de comisiones, en octubre 2019 (https://tinyurl.com/vjk8qyl). Mientras tanto, la Ley Monsanto, como bien se llama a la ley de bioseguridad vigente aprobada en 2005, sigue intocada por todas y todos los ahora legisladores y funcionarios que prometieron en campaña que la derogarían. Más aún, la Semarnat participó en 2020 en un foro en línea sobre bioseguridad en el Convenio de Biodiversidad y su representante se sumó a la posición de la indus15
tria semillera de que no es necesario establecer nuevos marcos de bioseguridad, ni siquiera para los “impulsores genéticos”, transgénicos exterminadores altamente peligrosos. ¿Por qué ninguno de los funcionarios y legisladores hacen su trabajo para realmente garantizar la bioseguridad y que lo que anunció AMLO de que no se permitirá maíz transgénico en el país sea una realidad? * Investigadora del Grupo ETC
Viejas y nuevas pandemias: desigualdad estructural y el Covid-19 Mario Patrón - La Jornada - Jueves 9 de abril de 2020
Hoy por hoy en nuestro país pareciera que todos los caminos llevan al coronavirus. La coyuntura protagonizada por el Covid-19 ha abonado al diagnóstico de México como un país históricamente enfermo, pues la cifra de las víctimas contabilizadas hasta ahora a consecuencia del virus, incluso si las sumamos a las víctimas de la pandemia de hace una década, el A/H1N1, son ínfimas si las comparamos con las enfermedades estructurales de la pobreza, la desigualdad y la violencia, cuya morbilidad ha ido en aumento durante el presente siglo y en particular los pasados 13 años. ¿Cuáles son los síntomas de nuestros padecimientos sociales, y quiénes son sus principales víctimas? Marzo no sólo marcó el comienzo del establecimiento de las medidas de distanciamiento social para mitigar la propagación del Covid-19, sino también se convirtió en el mes con las cifras más altas asociadas a la violencia homicida en lo que va del sexenio. Dos mil 585 personas fueron asesinadas. Esta cifra supone un incremento de la violencia por segundo mes consecutivo: en enero el promedio diario de homicidios fue de 76.6 casos, en febrero ascendió a 81.1, y en marzo escaló a 83.4 casos diarios, lo que representa un alza de 9 por ciento en el nivel de violencia homicida en dos meses. Basta recordar los pasados dos años para dimensionar el nivel de preocupación que esto debería suscitar. Al cierre de 2018 la violencia dejó 16
la muerte de 34 mil 655 personas, pero esa cifra fue superada en 2019, catalogado como el año más violento de la historia reciente, pues 35 mil 588 fueron asesinadas. En la actual coyuntura, la violencia intrafamiliar ha registrado un alza más pronunciada que en los meses previos; las solicitudes en refugios por violencia intrafamiliar aumentaron 60 por ciento y las llamadas al 911 por el mismo rubro crecieron 25 por ciento desde el inicio de la cuarentena. En el presente encierro sanitario hemos lamentado ya el probable feminicidio de una adolescente en su domicilio en Nogales, Sonora, y el ingreso de mujeres a refugios aumentó 5 por ciento. Así podemos corroborar que ni el reciente despliegue de miles de elementos de la Guardia Nacional ni el llamado al aislamoento por el Covid-19 han logrado frenar la violencia en México; por el contrario, sigue al alza y cobrará lamentable e indudablemente más víctimas que las que dejará el coronavirus. Paralelamente, la pobreza multiplica la vulnerabilidad ante la violencia y la crisis sanitaria en nuestro país. Según cifras de 2018 del Coneval, se habla de que sólo 21.9 por ciento de la población en México se clasifica como no pobre y no vulnerable, lo cual deja a la inmensa mayoría como personas que padecen la enfermedad más mortal del mundo, que es como la Organización Mundial de la Salud llamó alguna vez a la pobreza. La mayoría de las enfermedades que afectan a la población mexicana tienen que ver con malos hábitos alimenticios, falta de higiene o condiciones de vulnerabilidad acentuadas por la pobreza, según reportes del IMSS. Padecimientos como obesidad o hipertensión arterial, que se encuentran en quinto y sexto lugar, respectivamente, en la tabla nacional de comorbilidades, son detonadas por la mala alimentación, misma que está directamente relacionada con la pobreza. Según las cifras de la Secretaría de Salud, en 2016, poco más de 41 millones de personas acudieron a algún tipo de consulta médica por causales propiciadas por las condiciones de pobreza. En el mismo año, se contabilizaron por lo menos 425 mil casos de enfermedades por parásitos, relacionadas con la falta de acceso al agua o por la contaminación de ésta, situación que afecta casi en su totalidad a poblaciones en situación de pobreza. 17
Queda claro, ante este panorama, que de lo que la mayoría de los mexicanos somos víctimas es de un modelo hegemónico que produce desigualdad, vulnerabilidad y violencia como condición para el desarrollo y generación de riqueza de unos pocos. Ello debería llevarnos a la conclusión lógica de que la verdadera catástrofe en curso no es la insuficiencia de nuestro sistema de salud, sino la profunda y deliberada injusticia del modelo político y económico que lo sustenta. Ojalá que estos tiempos de cuarentena sirvan para cuestionar nuestro modelo de organización social. Es real que durante los pasados 13 años no hemos podido encontrar la cura para una epidemia, que se llama violencia y que ha azotado a nuestro México generando más de 280 mil víctimas de homicidios. Lo mismo debemos decir de las pasadas tres décadas, donde el modelo hegemónico global ha generado una desigualdad estructural que en México se expresa en cerca de 52.4 millones de personas que viven en la pobreza y en la concentración extrema de la riqueza, pues de acuerdo con Oxfam, el 10 por ciento más rico de México concentra 64.4 por ciento del total de la riqueza del país. El Covid-19 puede ser una oportunidad para encontrar modelos de organización social y política basados en la solidaridad y en la suma de esfuerzos de los distintos sectores –público, privado, social– que nos permitan resistir y encontrar alternativas que en los meses venideros nos lleven a superar los efectos negativos de la contingencia. Esta suma de esfuerzos y colaboraciones no la hemos podido tejer en años recientes y ello nos ha llevado a no ocuparnos de problemas estructurales que bien podríamos calificar como epidemias. Hagamos votos para que uno de los efectos paradójicos del distanciamiento social al que nos ha forzado el Covid-19 sea la reconstrucción de nuestros tejidos; que nos conduzca a cuidar mejor de nuestros espacios de convivencia y colaboración para encargarnos de nuestras propias violencias y reabrirle la puerta a la urgente solidaridad en tiempos de un acentuado individualismo; de no ser así sólo podremos esperar que la violencia y la pobreza sigan sumando muchas más víctimas que las que dejará la pandemia que ahora azota a nuestra nación. 18
Sanación desde el sentipensar añuu José Angel Quintero Weir - Abril
Me ha preguntado la amiga Arlenys, ¿cuál es la recomendación añuu para la sanación? Para responder a esa pregunta, creo es necesario, primero, saber qué entienden los añuu por enfermedad, la que ciertamente nombran como: awayuwa, la que podemos traducir como el estado en que el cuerpo duda de sí mismo, y eso se manifiesta en malestar; así, para los añuu toda enfermedad comienza como expresión de la duda en sí mismo de nuestro cuerpo, lo que generalmente está ligado a la intranquilidad o a la desarmonía de nuestro corazón, la soledad y la tristeza. Por eso, la primera recomendación es mantener un estado de tranquilidad o armonía interior que, ciertamente, no logramos en aislamiento sino en compañía de los otros: la familia, amigos, compañeras y compañeros en un permanente compartir; ser siempre útil, siempre ser una mano para otros, es lo que te da armonía interior y espanta la enfermedad. De allí que el ou’ti (piache), antes de recomendar cualquier baño o toma de cualquier preparación, lo que recomienda es acompañar, abrazar y ofrecer afecto al enfermo, hacerle saber de la necesidad de su mano para la armonía de todos. Como ves, el principio es radicalmente diferente a la noción de enfermedad para la cultura y la ciencia occidental, que achacan la enfermedad a la individualidad del cuerpo del sujeto y lo extrae del conjunto social, o como en este caso del coronavirus, la solicitud es el aislamiento total o la confrontación individual de la enfermedad, al punto que desaparece la ayuda mutua y lo que empieza a emerger es el rechazo a la presencia (“peligro”) del otro. Así, pues, debemos entender que para el filosofar añuu la enfermedad es un estar dudoso en sí mismo nuestro cuerpo y que se manifiesta o se expresa a través del malestar no controlado por el sujeto y que generalmente se evidencia en la calentura o fiebre corporal. De tal manera que la enfermedad es vista como la duda generada por la singular separación del espíritu del sujeto de su propio cuerpo lo que deja una brecha por la que se cuela el espíritu de la enfermedad, por tanto, la enfermedad no sólo corresponde al cuerpo sino también al espíritu del paciente, pues, la alteración 19
de la complementariedad entre cuerpo y espíritu pone en duda la existencia total del sujeto, de allí el sacudimiento del cuerpo a través de la debilidad, la fiebre, el espasmo y la convulsión; por ello, la terapéutica añuu considera esencial sacar del estado de duda al espíritu, al mismo tiempo que se trata médicamente al cuerpo. Recomendación para la sanación: mantener el consentimiento individual a partir de ser y estar constante y permanentemente dispuesto a ser una mano para todos en apoyo, alegría, compañerismo, en fin, en tener y brindar siempre armonía a la comunidad a la que pertenecemos. Muy probablemente eso no evita que llegue el día en que necesariamente muramos, pero lo más seguro es que será una muerte como la de los pájaros, nadie sabe cuándo, ni dónde ni el por qué, sólo seguimos escuchando su canto en el canto de los otros y, sabemos, que aún vive.
Todos queremos que algo cambie después de éste encierro.
Jaime Martínez Luna - Ser Comunal de Guelatao de Juarez Lunes, 6 de abril de 2020 Sin embargo nos empecinamos en entender que la economía, la política, la alimentación y el consumo, la producción industrial, la urbanización, las relaciones sociales deben modificarse, para salir de ésta civilización de muerte. Pero nadie, plantea otra visión, porque hemos vivido siglos con el mismo razonamiento, el que ubica al humano como centro. La salida es razonar y comprendernos, ya no el centro del mundo, sino tan sólo una parte. Es entender que respiramos, que vivimos muchas especies en éste mundo, Que tenemos cada quien su lenguaje, y que sólo respetándonos, todas las especies vivas, podremos comprender que sí existe una lógica armónica de vida. Es cierto, no será fácil, y menos aún si nuestro razonamiento actual, parcelado, despedazado, no se invierte, reconociendo su integralidad. 20
Serio el reto de estar en casa.
Jaime Martínez Luna - Sábado, 4 de abril de 2020 Para el individualismo que se siente fuerte en la figura familiar, tiene ante si un serio reto. De si en verdad tiene familia, o ha vivido un invento que le han creado. Muchas preguntas derivarán de éste encierro, y puede haber serias explosiones, al ver de frente lo que es vivir con alguien. Básicamente porque otra vida es trabajar, hacer cosas, y regresar a casa a dormir, y pensar que es un descanso merecido. El poder, el patriarcado, la nula creatividad son cuestionados en estos días, toda nuestra comprensión de la vida. Por lo contrario, es una oportunidad para reconocer a quien hace la vida contigo, y para lograr un profundo respeto por sus habilidades, sus principios, para verte en el otro, y tomar conciencia de que todos los seres tenemos un papel que desempeñar en este mundo
Desear no morir, es no entenderse dentro del mundo. Jaime Martínez Luna - Jueves, 2 de abril de 2020
El mundo está vivo. No sólo es materia.Produce y mantiene a las distintas especies que alimenta e integra a una lógica, a un movimiento en el cual todas las especies actúan y se complementan, dependen unas de las otras. Todas las especies son importante, pero forjan su propio lenguaje, y asisten a un lenguaje común, que es la existencia. Nos han inventado que la especie humana es especial, que es la única que tiene razón, que todo gira en torno suyo, que es el centro de todo. Esto permite que se vea al resto de especies como materia inerte al servicio de la especie humana. 21
Pese a todo, en éste mismo mundo florece otro razonamiento. El que considera a la especie humana como una más, la que se percibe como un todo, la que es viento, lluvia, tierra, y como tal es resultado de todas sus interacciones. En donde no hay centro, sino que todo es todo.Un mundo donde las especies se complementan haciendo la vida un movimiento integral. Se funda en el respeto, en la acción compartida, y lo que logra es la reciprocidad, en todas las dimensiones de la vida. En donde la muerte, no es más que la contribución a la vida integral del planeta
Coronavirus: la tumba común en la isla de Hart Lydiette Carrión - Pie de página - La Trama Previa - 10 abril, 2020
Nueva York es probablemente la ciudad que mejor representa nuestra civilización, el epicentro del orden mundial. También, el epicentro de la pandemia en Estados Unidos. ¿Es el fin de ese mundo en el que los poderosos gobiernan desde una ciudad? Las fotografías aéreas de la fosa común en las isla de Hart rompen por dentro. Y es que resumen la historia presente tal como la estamos viviendo. Son una metáfora del presente. De este presente brutal y lleno de muerte, este titanic de nuestra falsa seguridad civilizatoria. Primero el drone. Este aparatejo que ha popularizado como nunca antes la imagen aérea. Que hasta hace unos meses, los periodistas gráficos y aficionados usaban hasta la náusea para ilustrar marchas, manifestaciones y conciertos de rock. Ahora vemos esa isla sombría y de aspecto embrujado y hombres en trajes especiales enterrando decenas de féretros. Féretros de madera barata. Y es Nueva York: el epicentro del orden mundial. Pero no queda claro si este orden mundial se cae o se consolida. La capital del mundo Nueva York es probablemente la ciudad que mejor representa nuestra civilización. Es una de las más vibrantes, más cosmopolitas 22
que existen. Pero es, sobre todo, sede de los organismos mundiales que, se supone, dan orden y “certeza” a nivel mundial. Ahí está la sede central de la Organización de las Naciones Unidas, algunos organismos internacionales de salud, educación, derechos humanos. Desde ahí se decide el futuro de naciones, grupos étnicos, regiones enteras. Y ahí se encuentra una de las principales sedes de la economía global: Wall Street. Muchísimas de las grandes empresas globales –de esas cuyas ganancias anuales compiten con los PIB de algunos países– ostentan ahí sus oficinas. Por su violentamente rápida economía, Nueva York es ciudad de migrantes. Un crisol de las culturas del mundo, con una organización que define muy bien la desigualdad: Manhattan, los barrios más ricos, más poderosos, muy cerca de ahí las casas de descanso en The Hamptons. Y luego los barrios y buhardillas donde se amontonan migrantes y pobres. Esto es Nueva York. Capital del mundo. Los muertos olvidados del imperio Y ahí, enmedio de este andamiaje complejo de desigualdades, está la isla de Hart. Una de las tantas pequeñas islas de pobreza o de abandono: siempre húmedas, siempre sombrías. Siempre desiertas. En Hart, leo, entierran los cuerpos que nadie reclama. Antes de la pandemia, la ciudad enterraba cada semana unos 25 cuerpos sin identificar. ¿La cifra es mucho o poco para una ciudad de ocho millones de habitantes cuya área metropolitana suma hasta 25 millones? ¿Es mucho o poco para la ciudad más densamente poblada de Estados Unidos? Veinticinco muertos olvidados cada semana, ¿es mucho o poco para la sede donde se decide la economía mundial? ¿Para la sede de la ONU y los derechos humanos? ¿Cuántos indocumentados traga Nueva York?¿Cuántos tragaba antes de la pandemia del covid-19? 23
Es Nueva York el epicentro de la pandemia en Estados Unidos por varias razones: por su densidad de población (principalmente); por ser sede mundial; y por ser un puerto. Porque, contrario a metrópolis como Los Ángeles, los neoyorkinos usan el transporte público en vez de los autos privados. Y porque sostener la capital del mundo requiere de la sangre de migrantes y trabajadores de tercera que no tienen acceso a formas de prevención básica. Hart Island La isla de Hart se encuentra al noreste de Bronx. Es chiquita: abarca poco más de 1.5 kilómetros a lo largo, y medio kilómetro a lo ancho. Hay varias islas así en Nueva York. Algunas son pobremente habitadas; pero la mayoría son usadas para bodegas o cosas así. La isla de Hart ha tenido diversos usos a lo largo de su historia, pero siempre han sido sombríos. En 1864, las tropas estadounidenses entrenaban ahí. Luego fue prisión de guerra; también albergó un psiquiátrico y un hospital para tuberculosos; un camposanto para tumbas masivas; un reformatorio, una cárcel, un centro de rehabilitación de drogas. Alguna vez quisieron instalar un parque de diversiones, pero el proyecto no se concretó. Durante la guerra fría (cuando el mundo estaba dividido entre capitalistas y socialistas) la isla de Hart albergó un almacén de misiles. Pero al mismo tiempo sirvió como cárcel; y también como albergue para personas sin casa hasta 1977. Aquel año fue la última vez que alguien habitó ese lugar. Desde entonces,Hart Island es depositorio de tumbas sin nombre. Se calcula que más de un millón de personas están enterradas ahí. Se calcula que las autoridades enterraban a unas mil 500 personas cada año: individuos que no fueron reclamados por familiares, los indigentes y sin casa. Estos son los habitantes perpetuos de Hart. Los prisioneros enterradores El departamento de cárceles administra el lugar; y el acceso es restringido y limitado. Presos de la cárcel de Isla Rikers son los enterradores. 24
La nota de hoy es sobre los entierros en Hart. Antes de la pandemia, trabajadores penitenciarios, enterraban 25 muertos por semana. Ahora, a 25 muertos al día. La sangre migrante En Estados Unidos, han muerto unas 17 mil personas por la enfermedad. En la ciudad de Nueva York, hasta ayer, 3 mil 602 personas. De éstos, calcula un informe preliminar, el 34 % son latinos. Algunos de ellos, probablemente, fueron enterrados en Hart. La imagen de los enterradores y los ataúdes en Hart, ¿es el fin de ese mundo en el que Nueva York devora a los vulnerables; de ese mundo en el que los poderosos gobiernan desde una ciudad? ¿Es el fn de las ciudades que devoran migrantes? ¿O es sólo un subrayado?
Alguien quiere pensar en… las mujeres embarazadas, por favor
Celia Guerrero - Pié de Página - Igualada - 7 abril, 2020 Si algo vino a quebrar la pandemia es una gran serie de absolutos que como sociedades hemos construido y nos hemos revendido hasta el absurdo. De repente, hay mujeres que para preservar su seguridad y la de sus hijos por nacer buscan evitar los hospitales; situación que solo demuestra que esa noción de seguridad hospitalaria era falsa Desde hace poco más de un mes, los mexicanos venimos escuchando los informes diarios sobre el coronavirus protagonizados por el más reciente galán de telenovela mexicana: el subsecretario de salud, Hugo López-Gatell. En la conferencia que pareciera tan lejana del 6 de marzo, durante los primeros minutos de la transmisión, el subse enlistó a los grupos de la población vulnerables, entre ellos, mencionó a las mujeres embarazadas. “Todos los días voy a recordar que las mujeres embarazadas tienen que tener un especial cuidado porque durante el embarazo se dis25
minuye la eficacia del sistema de defensas, del sistema inmune, y en general las infecciones por virus se pueden complicar en las mujeres embarazadas”, dijo. Y así lo ha hecho en cada ocasión cuando se refiere a los grupos más vulnerables a la covid-19. Sin embargo, a partir de la declaratoria de pandemia, la implementación de la campaña de sana distancia y el reconocimiento de emergencia sanitaria en México, poco se ha escuchado sobre las preocupaciones que esta circunstancia extraordinaria provoca a las mujeres embarazadas y las medidas que el Estado debería tomar. No solo se trata del riesgo de contagio que las embarazadas pueden prevenir quedándose en casa, sino también de la exposición que podrían tener en hospitales a los que acudan a consultas prenatales o a parir, y si existirán atenciones o procedimientos médicos específicos para ellas en caso de mostrar síntomas de contagio. Por la información que nos llega desde los países del norte global que enfrentaron la explosión de la epidemia antes que México, vemos que los sistemas de salud rebasados optaron por inducir partos a embarazadas en las semanas 39 o 40 para así aliviar la sobrecarga de pacientes en hospitales antes y durante el disparo de contagios. En otros casos, las madres enfermas de covid-19 fueron separadas de sus recién nacidos aun cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda lo contrario. En diversas situaciones lo que pareciera priorizarse por encima del derecho a la salud de embarazadas y recién nacidos es la “operación efectiva” del sistema frente a la epidemia. A partir de estas muestras podemos predecir cómo actuará el sistema de salud mexicano, eternamente rebasado y precario frente a los de países de primer mundo. Son pocas las mexicanas embarazadas que optan por la atención en espacios distintos a los hospitales, primero, porque son pocas las que saben que existen alternativas, cuando llevan embarazos sanos. Y son menos las que tienen las posibilidades de pagar por atención ginecológica privada en una casa de partos o en su propia casa. Y aunque existen parteras tradicionales, profesionales y enfermeras obstétricas que acompañan a las mujeres durante el embarazo, par26
to y posparto a lo largo de la República, su trabajo es invisibilizado —cuando no criminalizado— desde las instituciones del Estado y ante una buena parte de la sociedad que interiorizó la medicalización del parto como sinónimo de seguridad. Pero, si algo vino a quebrar la pandemia es una gran serie de absolutos que como sociedades hemos construido y nos hemos revendido hasta el absurdo. De repente, hay mujeres que para preservar su seguridad y la de sus hijos por nacer buscan evitar los hospitales; situación que solo demuestra que esa noción de seguridad hospitalaria era falsa. Porque, como escribe Isabel Fernández del Castillo en “El hospital no es lugar para partos (reflexiones en tiempos de pandemia)”, la saturación de los hospitales de pacientes con covid-19 hace evidente que un sitio pensado para curar enfermedades no es necesariamente un lugar para parir ni nacer. Considerar lo anterior hace pensar en cuan misógina es una política pública y un sistema sanitario que establece de manera generalizada la atención de mujeres embarazadas como si estuvieran una patología, incluso cuando sus embarazos son perfectamente sanos. Agreguemos ahora la violencia obstétrica —experiencia garantizada para un tercio de las mujeres que han parido en México— derivada de la política de control de los cuerpos de las mujeres, así como de prácticas médicas que no las priorizan ni las ponen en el centro de la experiencia del embarazo y el parto. Por ello parece tan solo lógico que el feminismo defienda las elecciones de ELLAS en SUS embarazos y partos como un acto político más. Que sean cada vez más las mujeres que opten por parir en donde se les dé la gana, en casa, con parteras, doulas y/o ginecólogas que verdaderamente respeten sus decisiones y procesos. “Así como salimos a marchar por el aborto legal, seguro y gratuito, debe existir un movimiento amplio que defienda las posibilidades de elección de las mujeres sobre cómo ser atendidas, en dónde y por quién cuando están embarazadas y paren”, considera la genia Hanna Borboleta, partera y directora clínica de Luna Maya. En el camino de esta exigencia se nos atravesó una pandemia, sí, y lo 27
único que hace es mostrar la urgencia de replantearnos que no todos los embarazos y partos deben ser atendidos en hospitales porque solo una minoría lo amerita, que pueden existir otros modos de parir y de nacer, y que se trata de un derecho de ellas y de todos a exigir. Mientras, en México ya comienzan a organizarse iniciativas no gubernamentales para dar atención a las mujeres embarazadas durante la emergencia sanitaria.
Adán Vez Lira, luchador ambientalista
Pedro Hernández Morales* - La Jornada - Domingo 12 de abril Hijo de campesinos, el ecologista Adán Vez Lira, nació el 19 de diciembre de 1966 en la comunidad de La Mancha, municipio de Actopan, en la zona centro del estado de Veracruz. Fue asesinado arteramente el 8 de abril de 2020 mientras se dirigía al llamado de una comunidad cercana. En 2017 estuvo preso por defender, junto con su comunidad, Los Médanos, tierras que sus abuelos y padres han trabajado y preservado ininterrumpidamente. Es una zona agreste de una inconmensurable belleza frente al mar, codiciada por gente con vínculos con el poder económico y político, que han amenazado a pobladores de la comunidad. Aún con el temor de hablar, sus compañeros creen que la defensa de sus tierras y territorios fue la causa de su asesinato. Adán, junto con pescadores, campesinos, amas de casa, jóvenes y estudiantes preocupados por la conservación del medio ambiente, desarrollaron desde 1998, la empresa comunitaria de ecoturismo La Mancha en Movimiento, S. de S.S., ubicada a 31 kilómetros de Cardel, Veracruz, tiene una playa conocida como El Paraíso. Su nombre hace honor a su belleza natural. Su laguna costera de agua salobre acoge cada año en sus manglares y en la isla La pajarera la mayor emigración de aves (más de 500 especies), que encuentran allí un refugio natural para su descanso y reproducción (www.ecoturismolamancha.com). En este lugar “se encuentra el corredor de aves rapaces migratorias más importantes del mundo, donde pasan alrededor de 13 millones de aves”. 28
Cada año, a principios de abril, se realiza su Festival de Aves –suspendido este año por la emergencia sanitaria– que busca educar a niños, jóvenes y adultos en el cuidado del medio ambiente. Al festival asisten frecuentemente estudiantes de diferentes niveles educativos, quienes desarrollan prácticas y aprendizajes importantes en su formación integral. Este proyecto de ecoturismo comunitario ha sido ejemplar para otras comunidades. Ven en él, la posibilidad de un desarrollo autosustentable sin depredación, ni contaminación de sus tierras y aguas, manteniendo su flora, fauna, humedales, manglares, dunas y sus sitios arqueológicos, alejado del arrasamiento capitalista que antepone el lucro y la ganancia. En noviembre pasado Cuitláhuac García Jiménez, gobernador de Veracruz, y su secretaria del Medio Ambiente, visitaron la comunidad y la felicitaron por su proyecto de prácticas sustentables de desarrollo comunitario, el tratamiento de aguas residuales y alimentación silvopastoril. Sin embargo, no se han manifestado por el cobarde asesinato del ambientalista. Sus compañeros recuerdan que “él estuvo en el proyecto pionero de ecoturismo pero también en proyectos de reforestación, ganadería y apicultura para ayudar en la época de floración, para que haya mejores plantas con frutos. Eso es lo que hacía siempre. Era una persona preocupada por el medio ambiente”. Como reportó Eirenet Gómez, corresponsal de La Jornada el 9 de abril de 2020, “la zona de Actopan se encuentra bajo asedio de empresas mineras que pretenden establecerse en la región y explotar sus minerales. Él era uno de los principales opositores a estos proyectos”. Muchos ambientalistas y campesinos de la región han advertido de los graves riesgos que implicarían estos desarrollos de minas a cielo abierto que contaminan tierras y aguas para extraer el oro y otros minerales en las regiones de Alto Lucero y Actopan. La sonrisa de Adán seguirá iluminando a su compañera y sus tres hijos, que junto a quienes lo conocimos seguiremos reclamando justicia y castigo a los autores intelectuales y materiales de su asesinato. *Director de la Escuela Primaria Centauro del Norte 29
Las flores del sauco
Yásnaya Aguilar - estepais.com - 30/03/20 Tengo un recuerdo. La fiebre, los baños con agua en la que previamente se han hervido las flores de sauco, brotes tiernos de carrizo y xëëpat’ejxp. Después, duermo un sueño del que despierto con una lucidez que la fiebre me permite en las mañanas, las pequeñas flores de sauco se han pegado a distintos pliegues de mi piel, se guardan dentro de la oreja, se caen de mi cabello, ya secas se van despegando y se mezclan con las semillas de los tomates verdes que también me aplicaron en todo el cuerpo, se aplastaron calientes y viscosos sobre mi espalda expulsando su masa fluida de minúsculas semillas. Me obsesiona hallar esas flores muertas que se adhieren a mi piel después de absorber la fiebre que vuelve por la tarde, me entretengo despegándolas de los muslos, los pechos y los hombros. Tengo fiebre tifoidea. Después de la tregua de la mañana, comienzan los temblores, siento el frío que anuncia la nueva sesión de fiebre vespertina. Regresa el baño de flores de sauco, florecitas blancas que a duras penas alcanzo ver en el desvarío y que se mezclan con el resto de las yerbas. La fiebre sube y escucho a mi abuela y a una mujer mayor que le aconseja qué hacer. La fiebre cede, duermo. Ella, la mujer que hablaba con mi abuela en medio de los baños de yerbas, atendía también nacimientos, daba masajes a músculos fatigados y diagnosticaba huesos que se habían rebelado contra la estructura que los contiene. Su conocimiento de las yerbas y de los cuerpos hizo de ella una mujer respetada que ahora vive en el campo, alejada del caserío que constituye la cabecera de mi pueblo. Es mayor y su propia salud le impide seguir su labor. En medio de las explicaciones que damos sobre los cuidados básicos para evitar contraer COVID-19 en nuestra comunidad, aparece ella con su sonrisa tranquila y después de los saludos iniciales me confiesa que, al respecto, su mayor miedo es morir lejos, sola, en un hospital en el que nadie entienda la lengua que ella habla y que su cuerpo no descanse en el lugar en el que debería descansar en un mundo sin el nuevo virus. El sistema de salud en uno de los lugares de mayor diversidad lingüística como es Oaxaca no responde a una realidad multilingüe. No existe una red de intér30
pretes que pueda atender los derechos lingüísticos en uno de los espacios fundamentales de la existencia: la atención a la salud. Las complejidades semánticas con el que las lenguas del mundo describen las sensaciones físicas se ausentan en los hospitales que solo privilegian una lengua, el español. La información oficial repite que las personas mayores constituyen uno de los grupos de mayor riesgo ante la pandemia de COVID-19 y en las comunidades de Oaxaca, este segmento de la población habla una gran variedad de lenguas distintas que no estarán disponibles en los hospitales en los que, con suerte, puedan ser atendidas las personas mayores de pueblos indígenas. No escucharán su lengua en esos momentos delicados. “Nadie me hablará de lo que hice en vida, nadie me dirá que ya es momento de descansar” me repite esta mujer que me visitó con sus palabras en ayuujk, sus conocimientos y conocimientos curativos en medio de las fiebres que la tifoidea me trajo hace algunos años. No sé exactamente qué responderle, no puedo asegurarle que en hospitales probablemente congestionados sea posible que alguien que habla su lengua la acompañe en el proceso de sanar o, como ella dice, en el proceso de descansar. Su preocupación concreta se enmarca en una serie de violencias históricas y estructurales que hace que el estado mexicano haya sido el principal violador de los derechos lingüísticos de los pueblos indígenas. Su preocupación concreta tiene implicaciones políticas, estructurales. Le respondí que eso no iba a suceder porque haríamos todo lo posible para que no se enfermara de COVID-19, porque ella iba a quedarse en casa y las demás personas la cuidaríamos cuidándonos las manos, tomando todas las precauciones y que por eso no la había abrazado en este encuentro, le dije que si un día tenía que descansar daría el paso en compañía de alguien querido que le murmuraría en su propia lengua un gran agradecimiento en nombre de las personas que ella había curado y atendido durante su vida. Me miró con esa mirada elocuente con la que las personas mayores parecen perdonar la ingenuidad de nuestras palabras. No pude prometerle otra cosa, no pude ni siquiera decirle que si enfermaba de manera grave habría una ambulancia para llevarla a un hospital donde pudieran atenderla para hacer posible que pudiera a travesar la crisis y la fiebre como ella me había ayudado a tra31
vesar mi enfermedad recetándome baños continuos con flores de sauco y otras yerbas que olían tan bien. Olían a verde. “Lo único que no quiero es que me lleven a un lugar en donde no me entiendan” me dijo antes de despedirse. “Eso no va a pasar” repetí como un conjuro. EP P.S. Escribo desde Ayutla, con más de mil días sin acceso al agua potable, en periodo de sequía y en el contexto de la pandemia por el nuevo coronavirus. Esta situación se une a las particularidades y deficiencias del sistema de salud. Ante esta complicada situación las opciones que se erigen ante nuestra comunidad son las que las redes que hemos tejido nos pueden proveer. Accionar y recrear redes de ayuda mutua se torna necesario, más que siempre, es urgente.
Hackear la pandemia: Estrategias narrativas en tiempos del COVID-19 Desinformémon - 14 abril 2020
La pandemia del COVID-19 logró frenar en seco la cotidianidad del mundo, pero también puso de manifiesto el alcance de las desigualdades sociales y la enorme tendencia a la concentración de la riqueza. Las grandes empresas eligen las ganancias por encima de la salud, los gobiernos continúan sus políticas de despojo, mientras los medios de comunicación impulsan el miedo. El espacio “Hackeo Cultural” presenta un documento que “es parte de un ejercicio de síntesis y sistematización de las narrativas dominantes que han pasado por nuestro radar y hemos visto reproducirse en tiempos de pandemia; también están los anticuerpos, las reflexiones, discusiones y sueños. Esperamos que sirva para iniciar una reflexión colectiva: ¿qué es lo que este momento requiere de nosotres? Como narradores, cuenta cuentos, artistas, comunicadores, radialistas, periodistas, 32
hackers culturales, tenemos una responsabilidad sumamente importante en la crisis extendida que se avecina: hacer de lo radical un sentido común, crear relatos que agrieten los muros, que abran la imaginacción para crear otros futuros posibles”. El Hackeo Cultural es una metodología de código abierto para generar estrategias de comunicación de largo plazo a la vez que respondemos a las coyunturas políticas emergentes. Anteriormente, esta metodología se aplicó en la defensa de Atenco (“Yo prefiero el agua”), en Guatemala (“Elijo Dignidad”) y en el tema de la crisis ambiental global. hackeocultural.org/wp-content/uploads/2020/04/HackearLaPandemia-1.1-HackeoCultural.pdf
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RECOPILATORIO CAMINOS DE LA AUTONOMÍA BAJO LA TORMENTA 15 de abril 2020