CAMINOS DE LA AUTONOMÍA BAJO LA TORMENTA 17 de marzo de 2021
Ni calladas ni inmóviles en la nueva generación Gloria Muñoz Ramírez - La Jornada - Los de abajo 13 de marzo de 2021
Durante la marcha del #8M hubo miles de Reinotas en las calles de todo el país. Las imágenes de Hellen se hicieron virales porque corrió detrás del artefacto de gas que aventó la policía que resguardaba el Palacio Nacional y se los regresó. “¡Vamos, hermana!”, le gritaban decenas de jóvenes que permanecieron en la refriega en el Zócalo, luego de la marcha en la que miles de mujeres, a pesar de la pandemia, se manifestaron para exigir un alto al feminicido, a las desapariciones, al acoso y a cualquier forma de violencia de género. El poderoso video de la Reinota se hizo viral en cuestión de horas. La osadía la convirtió en un símbolo de la fuerza de la lucha feminista, en un referente que las jóvenes necesitaban en momentos en los que proliferaron los consabidos ataques por “violentas”, “vándalas”, “terroristas” y demás, adjetivos que les confieren los gobiernos en turno, quienes además aseguraron que no habían usado gases contra ellas. No menos Reinotas fueron quienes desde el 7 de marzo comenzaron a pintar el muro instalado para proteger el recinto del gobierno federal, con miles de nombres de mujeres asesinadas y desaparecidas. Fueron chicas muy jóvenes, de no más de 25 años en su mayoría, quienes se acercaron a las vallas a colocar ramos de flores violeta, cruces rosas, listones morados, veladoras, pancartas y consignas en el concreto. Una detenía la escalera mientras otra pintaba los nombres en lo más alto, luego otra prendía una vela y una más colocaba moños de colores. La escena retrata la decisión de una generación que no piensa quedarse callada ni inmóvil. La creatividad de las mujeres no sólo estuvo en las marchas. Muchas otras realizaron diversas coreografías con la canción vivir sin miedo. En la Plaza Mayor de Torreón, Coahuila, danzaron 300 bailarinas y en Guadalajara también se apropiaron de lo que ya es el himno feminista. 1
La lucha de las mujeres no conoce de sexenios ni de partidos. El hartazgo contra el patriarcado toma mil formas en todo el mundo y México, que ocupa primeros lugares en feminicidio y ataques sexuales a menores, tiene un movimiento vigoroso con múltiples expresiones. Mal hacen en no escucharlo. desinformémonos.org - losylasdeabajo@yahoo.com.mx
“Cunde la alarma ante la posibilidad del fin del orden patriarcal” : Rita Segato Maricel Drazer - DW - 08.03.2021
“Si las mujeres continuamos por el camino que vamos, llegaremos a cambiar la historia”. En el Día internacional de la Mujer, les ofrecemos una entrevista exclusiva con la reconocida antropóloga argentina Rita Segato. Es considerada una de las principales feministas de la actualidad. Es antropóloga, escritora y activista. Es, entre muchos otros títulos, profesora emérita de la Universidad de Brasilia. Y es quien ha inspirado la letra del “himno feminista” del momento, creado porel colectivo Lastesis de Chile. Y así, es también una mujer que hoy admite sentirse sorprendida, y hasta superada, por las demandas de los medios de comunicación de todo el mundo. Ella, que solo quiere tiempo para seguir escribiendo. Sin embargo, se presta al diálogo de manera sencilla, afable, desde la habitación de un hotel en la provincia argentina de Mendoza, cuya Universidad la ha honrado con el doctorado honoris causa. De catástrofes y nuevas eras por venir, de feminismos, capitalismo apocalíptico, de pandemia, de mujeres, hombres y de mucho más habló Rita Segato de forma exclusiva con DW. 2
DW: ¿En qué punto se encuentra hoy el movimiento de mujeres en Latinoamérica? Rita Segato: Es un gran momento, porque realmente estamos ante un deterioro considerable de lo que entendemos por política, -política de Estado, política de partidos, la política masculina, en el sentido de una tradición masculina de cómo se hace la política-, estamos ante el fracaso de esa política, que puede dar paso a momentos de nuevo autoritarismo y barbarie. Las mujeres, sobre todo de forma muy notable en Argentina, pero también en los otros países, en Chile por ejemplo, hemos hecho una política de mancomunamiento muy fuerte, de toma del espacio público de otra manera, y eso lentamente nos está mostrando la fuerza que tenemos, la fuerza de cohesión que tiene el movimiento, y muestra cómo es diferente la forma en que las mujeres tomamos el espacio público, y lo que decimos en él, respecto a lo que han venido haciendo los movimientos que pertenecen a la historia de los hombres -el sindicato, el partido político, los diversos movimientos sociales tradicionales-. Nosotras hemos mostrado nuestra diferencia. Ahora viene un largo momento de reflexión. Porque yo separo entre dos aspectos, el aspecto discursivo, por un lado, en el que nosotras, las mujeres, nos hemos hecho presentes en todas partes. No hay discurso político, ni mediático, ni literario, en el que los temas que hemos levantado las mujeres no se encuentren hoy presentes de alguna manera. En el campo discursivo nuestra victoria es notable. Pero, por otro lado, no hemos conseguido victorias importantes en la contención de la violencia contra las mujeres. Y no solo no hemos conseguido frenar el avance de la violencia contra las mujeres en América Latina, sino que tampoco hemos conseguido una meseta, que los números permanezcan iguales. Hay grandes victorias, por un lado, y por el otro, no diría una derrota, pero no hemos llegado a destino. Quizás porque cuando lleguemos a destino en este segundo aspecto, que es el de 3
la violencia, ahí, toda la sociedad cambia, cambia la historia. Es un contraste muy grande, y necesitamos reflexionar por qué. ¿Podría pensarse que primero tiene lugar un aspecto y luego el otro? Si trabajamos bien en las victorias que tenemos en el lado de la presencia en el discurso, si lo reflexionamos en profundidad, es posible que consigamos identificar en qué punto y de qué manera se traba el progreso hacia el bienestar de la paz de género, hacia una paz social general, que necesita que no haya más violencia de género. Porque la violencia contra las mujeres, no es un problema de las mujeres, es un problema de toda la sociedad. Yo creo en el pensamiento, en la teoría. Si no hay un pie en el campo teórico, en la reflexión, se empieza a caminar en círculos, se da una repetición, de clichés, programas y formas de comprensión. El activismo sin reflexión da vueltas en el mismo lugar. De manera que nos falta todavía profundizar nuestra reflexión para entender por qué no hay una incidencia de las victorias en el campo discursivo, en el campo de la contención de la violencia. ¿Puede ser que muchos no tengan intenciones reales de cambio? Claro, a veces solamente se trata de demostrar que se conoce el tema, un “hacer de cuenta” de que se está actuando. Existen las dos cosas, a veces hay una tematización en profundidad, y a veces, es simplemente porque el tema parece estar de moda. ¿Y dónde anidan las causas de esta violencia? Este estallido de violencia masculina tiene que ver con la fase económica que atravesamos. Muchas veces una forma de explicarlo es “como las mujeres han avanzado mucho, entonces los hombres reaccionan con violencia”. En parte, puede ser. Por ejemplo, en una relación conyugal, donde la mujer va creciendo y se modifica la relación de poder, de salario, por ejemplo, entre el marido y la mujer, es posible que haya una reacción violenta. Hay relatos de esto. Algunos hombres pueden sentirse, como llamamos en la antropología, emasculados, o sea, disminuidos en su masculinidad, porque la mujer tiene un éxito mayor en su carrera. 4
Pero también existen muchos feminicidios, y sobre todo muchas violaciones de calle, que no son del espacio doméstico, no son de personas que tienen una relación de parentesco o de intimidad. Yo creo que hay un problema con la masculinidad, y este no se debe, por lo menos en primer lugar, a ese desbalance. Porque, además, las mujeres no hemos avanzado tanto, todavía las mujeres ganamos menos por igual trabajo. O sea, no existe eso de que “los hombres hoy son los siervos de las mujeres”. Las mujeres trabajamos igual o más, y ganamos menos. La media salarial de las mujeres en el mundo es mucho menor que la de los hombres. Por otro lado, estamos mucho menos presentes que los hombres en los altos cargos, en cargos de dirección en las empresas, en las universidades. Entonces, es una lectura problemática y equivocada la de la revancha. Yo creo que el problema es la emasculación masculina. O sea, en un mundo marcado por la dueñidad, -porque hoy hablar de “desigualdad” es poco, hoy debemos hablar de dueñidad, “lordship” en inglés, señorío-, hay como una gran refeudalización del mundo, porque los dueños del planeta y los dueños de la riqueza, son muchísimos menos en proporción. Nunca la concentración tuvo el ritmo que tiene en el presente. Entonces, es un momento de dueñidad, y la dueñidad de algunos hombres, lleva al desadueñamiento de otros hombres. O sea, los hombres están desadueñados. Y “masculinidad” y “adueñamiento”, son casi sinónimos. El patriarcado es un orden de dueños y de soberanía sobre los cuerpos y sobre los territorios. Y las mayorías masculinas han perdido esa soberanía, por la propia fase del capital que atravesamos. A esa mayoría masculina le queda solo la violencia como recurso para el adueñamiento de un mundo, como digo, adueñado por pocos, un mundo con pocos patrones. A muchos hombres solo les queda la violencia como recurso de proclamación de su posición masculina. Es un problema del contexto histórico y económico por el que atravesamos, que yo llamo “fase apocalíptica del capital”, porque lleva a formas de violencia tan extremas, y a un desprecio por la vida tan grande, que vemos la muerte llegar como consigna, 5
como sucedió en los años 40 del siglo pasado. Estamos al borde de una catástrofe. Tanto ambiental como social. ¿Estamos al borde de una catástrofe? Yo lo veo así. Mi lectura de la violencia de género, es que es un síntoma que permite diagnosticar una situación que es social y general. O sea, la idea de que se trata de un problema de las mujeres es falsa. Como también es falsa la idea de que las mujeres somos una minoría. Lo que les pasa a las mujeres, le pasa a la sociedad. ¿Cómo se ha separado eso? ¿Qué error cognitivo se ha promovido -y los feminismos lo han aceptado-, para pensar que hay problemas que son de las mujeres? Los problemas de las mujeres, son problemas de la sociedad entera. Es un drama social general. Entonces, yo veo la violencia contra las mujeres como una señal que nos da la posibilidad de hacer el diagnóstico de una época, de un contexto mucho más amplio. ¿Y cuáles son las características de esa catástrofe social a la que iríamos? Es ir hacia la situación que vemos en algunos países latinoamericanos, y también en Europa, en que grupos numéricamente crecientes creen en políticas autoritarias de corte fascista.Es una cosa impresionante, imposible, después de toda la pedagogía antibélica, toda la pedagogía antifascista, en Alemania misma, toda la educación que ha intentado mostrar a los niños que el nazismo fue una dictadura, también para los alemanes, y, sin embargo, la tentación fascista ha reaparecido en el mundo, y es muy difícil entender por qué. Yo tengo mi forma de entenderlo, que lo comprende como una “política del enemigo”, que es una política fácil, de seducción hacia un activismo fácil, que llega a grandes sectores de la sociedad que nunca se sintieron realmente representados por la política del Estado. Allí asoma un rencor. Lo que hay que entender es el origen de ese rencor, y ver si hay tiempo todavía para tratarlo. Pero, según su análisis, ¿podría ser que el movimiento de mujeres logre una suerte de cambio de era y vayamos hacia algo mejor, y no necesariamente hacia esa catástrofe? 6
Exactamente. Analizando los hechos, yo pienso que el movimiento feminista está al borde de atravesar la frontera de lo que he llamado en mi libro “Las estructuras fundamentales de la violencia”, la prehistoria patriarcal de la humanidad. Solo eso consigue explicar la velocidad y la impaciencia con la que se ha plantado la reacción de las iglesias fundamentalistas en toda América Latina. Ese no es un proceso espontáneo de la gente. Porque una cosa son las personas que buscan en las iglesias de todos los tipos lenguajes para su espiritualidad: eso es legítimo. Pero otra cosa son los sectores empresariales de las iglesias nuevas, fundamentalistas, literalistas, de ultraderecha, maniobrando para frenar la transformación del mundo por el avance del pensamiento y del activismo feminista. En términos históricos, tuvimos un momento, después de la caída del muro de Berlín, en que apareció otra forma de la política, el multiculturalismo, que irradia desde los Estados Unidos y es un movimiento de distribución, o sea, se divide el mundo entre minorías e identidades políticas, y se reparten recursos y derechos. Y todo estaba bien, porque el multiculturalismo en ningún momento tocaba la usina de la acumulación-concentración. No tocaba los grandes principios del capital, de la competitividad, la productividad, el cálculo de costo-beneficio, y la acumulación-concentración. Simplemente distribuía, y entonces aparecía una elite negra, una elite de mujeres, una elite de LGBTQI+, una elite indígena amerindia, etc. Eso fue todo post Guerra Fría, y tras la política insurgente de mi generación, con su crítica marxista antisistémica, entra el gran silencio post Muro, la gran perplejidad. Allí, en ese silencio, se instala el multiculturalismo, que propone repartir entre las minorías. Lo que he llamado una crítica Barbie: una Barbie negra, una Barbie blanca, una Barbie gitana, una Barbie asiática, pero los huesitos son iguales, las medidas del cuerpo son idénticas, solo cambia la cosmética fenotípica. El multiculturalismo fue eso. Pero ahora, algo pasa. De repente, una alarma cunde ante la posibilidad de lo que yo describo como el fin de la prehistoria patriarcal, el fin del orden político primordial y antiquísimo, que es el orden patriarcal. 7
Y el desmonte del mandato de masculinidad amenaza el mundo de los dueños, coloca el dedo en la llaga en el lugar de reproducción del mundo de la dueñidad, del señorío. Y entonces vemos, por ejemplo, que el obispo Macedo, que es el fundador de una de estas grandes seudoiglesias, que es la Iglesia Universal del Reino de Dios, los otros días dio un discurso diciendo que él a sus hijas no les permite ir a la universidad, porque “qué pasaría en un hogar donde una mujer fuera más educada que el marido”. Me impresionó mucho. Nunca el credo cristiano, y mucho menos el credo evangélico de las grandes iglesias protestantes clásicas, habló de que las mujeres no podían educarse. Han tomado elementos de algo que nos habían enseñado a despreciar, que es el discurso fundamentalista islámico, y de repente, ese discurso que tiene uno de sus puntales en un tipo de poder extremo sobre la mujer está dentro del cristianismo. El extremismo patriarcal está de este lado del mundo. ¿No es curioso? Son señales muy raras. Y es que yo creo que ese movimiento se origina en lo que se conoce como think tanks, que identifican que el poder se asienta fuertemente en su primera forma de poder, que es el poder de los hombres sobre las mujeres. Si se toca ahí, se desequilibra el orden de todos los poderes. Es como en el número circense de la pirámide invertida: si se saca al de abajo, se cae todo. Y el orden sobre el cual se asientan todos los otros órdenes desiguales, es el orden patriarcal, es la desigualdad entre hombres y mujeres, entre la posición masculina y la posición femenina. ¿Hay muchos malentendidos en torno al feminismo, verdad? Hay malentendidos, y hay también errores dentro del propio feminismo. Mi posición es la de un feminismo plural, diverso, donde no haya una vanguardia que se coloca en una plataforma de superioridad moral, y pugna por controlar lo que es y no es el feminismo, que quiere medir el mundo con una vara moral. Ese no es mi feminismo. La vara moral siempre fue del patriarcado. Nosotras tenemos que inventar otra forma de transformar el mundo. Pensaba en malentendidos como, por ejemplo, el hecho de inter8
pretar el feminismo como una lucha de mujeres contra hombres… Sí, claro, el feminismo no es una guerra entre hombres y mujeres, o entre mujeres y hombres. El feminismo es una lucha contra el orden político patriarcal. Y luchan contra ese orden político las mujeres que no son patriarcales, porque hay mujeres que son muy patriarcales, como, por ejemplo, Margaret Thatcher: yo diría que muy diferente de Merkel en su estilo de gobierno. Es que para que una mujer sea feminista necesita hacer un trabajo de conciencia, de reflexión política y de transformación de su intimidad en todos los niveles. No es fácil, es una transformación profunda, que exige el cultivo de una sensibilidad especial. Y hay mujeres que no luchan contra el patriarcado, al contrario, lo apoyan, y lo reproducen, quién sabe, sin darse cuenta, porque el orden patriarcal es hegemónico, es el aire que respiramos, somos como pececitos en el mismo acuario, es todo lo que hemos aprendido, y desde ahí hemos ido dando grandes pasos de consciencia hacia el presente. Pero es una lucha contra un sistema político, el más arcaico de todos, el más duradero de todos, mucho más que la historia de las mentalidades, y que acompaña a la especie desde el final del neolítico probablemente, o antes inclusive. Entonces, ese orden político es el sistema que estamos intentando descomponer, desconfigurar y desmontar. También lo hacen muchos hombres, que lentamente se van desmarcando, que van desobedeciendo, y van entendiendo que es un “mal negocio” la obediencia al mandato de masculinidad. ¿Los hombres también son víctimas? Son víctimas. No quisiera ser hombre ni por un minuto de mi vida realmente, debe ser absolutamente espantoso. Pero yo siento que hay un cambio. Hay una infinidad de hombres que me agradecen por la calle, que me escriben. La desobediencia al mandato de masculinidad que estamos proponiendo es liberadora para los hombres, y muchos comienzan a entenderlo. 9
¿Por qué les “conviene” a los hombres liberarse del mandato de masculinidad? Porque las exigencias sobre un niño -que tendrá que ser hombre- son tremendas y dolorosísimas. Todo lo tendrá que demostrar. El hombre vive dando examen, para obtener, y después no perder, el título de masculinidad. ¿Cómo se siente con la masificación de sus tesis, con el hecho de haber inspirado con sus análisis esa suerte de himno feminista actual “El violador eres tú” creado por Lastesis, de Chile? En un primer momento, sorprendida. En un segundo momento, halagada. Y en un tercer momento, he aprendido algo grande de Lastesis: ellas se mantuvieron con un bajo perfil durante mucho tiempo, es admirable. Ahora sacaron un libro, pero en realidad, han hecho esa performance que se propagó, y no vi en ellas ninguna señal de vedetismo: una gran lección. En cuanto a la letra, ellas sacaron de mis textos que el violador es la figura moral por excelencia, que es el más moral de todos los sujetos, que actúa moralizando a la mujer violada. Eso se ve en el caso de las violaciones de los pacos, los carabineros, o de la policía mexicana. La violación como una manera de disciplinar, no es “indisciplina”, es una manera de moralizar. Y eso Lastesis lo entendieron muy bien, y es lo que llevaron a la canción. ¿Y por qué cree que esta canción se ha popularizado de esta manera? Hay que entender que las mujeres del mundo tenemos metas de felicidad muy diversas, comprensiones de qué es lo femenino y lo masculino muy diversas, pero todas tenemos el problema de la violencia. Porque la desigualdad es violencia, y género es desigualdad. Ahora, cuidado, porque las formas de violencia que enfrentamos son distintas también. Hay pueblos violadores, como por ejemplo, los Estados Unidos. La violación está muy asociada al consumo, Estados Unidos es la sociedad con la mayor incidencia de violación del mundo a lo largo del siglo XX. Otras sociedades, que son tremendamente patriarcales y también violentas, por ejemplo, el islam, no son sociedades de violación. 10
Es decir, en la lucha contra la violencia nos encontramos todos los feminismos del mundo, -blancos, negros y amarillos-, pero las violencias son distintas. En todos los campos se ve la participación de la mujer: ¿cuáles son los logros de las mujeres en el campo económico y empresarial? Sí, también hay mujeres que están en el ejército. Ese es justamente un tema que pienso tratar en mi Cátedra Aníbal Quijano del Museo Reina Sofía, en una conferencia que voy a dar en noviembre. Yo me pregunto si es posible un pensamiento feminista con una episteme patriarcal, o sea, que en donde entremos, en la política, en los negocios, no lo hagamos con las mismas metas, estilos de actuación y prácticas con que entran los hombres. Que en el espacio que entremos, hagamos una diferencia. ¿Cuál cree que es la relevancia de la aprobación del aborto en Argentina? Es una gran victoria. Ahora, a hacerlo cumplir, porque está el problema de la objeción de conciencia. Yo acepto que algunos médicos realmente tienen una fe religiosa y una idea sobre la vida, que los lleva a la objeción de conciencia, pero la cantidad de médicos, a mí me hace sospechar. La clase médica va masivamente hacia la objeción de conciencia. Lo que pasa es que ser “abortero” es una caída en el prestigio, y para quienes han entrado a la carrera médica en busca de una posición de prestigio en la sociedad (lo que hoy ya es muy relativo), “caer” de médico a “abortero”, es dar marcha atrás en la ambición de la vida de una pobre gente que buscaba meramente un ascenso social. Conozco algunos casos que me han hecho dudar de que la “objeción” en muchos casos no es tanto de consciencia como de interés. ¿Qué ha implicado la pandemia para las mujeres? Para las mujeres, y para la sociedad como un todo, implica que podemos observar lo que nos hacía falta y lo que no nos hacía falta. Podemos detectar algunas cosas que no nos hacían falta y, sin embargo, pensábamos importantes, por ejemplo, cierto consumo, que cae. Y podemos también detectar algo que pensábamos que no nos hacía falta, por ejemplo, el cuerpo en la comunicación, y sí nos hace falta. 11
¿Está escribiendo nuevas tesis? Estoy escribiendo un ensayo sobre el arraigo, sobre el arraigo en el paisaje, sobre los lugares que no son intercambiables, sobre lugares que son únicos, que no tienen equivalente, no porque sean mejores o peores, sino simplemente porque no tienen equivalente. Y este ensayo será bien aforismático, por falta de tiempo. Porque tengo mucha dificultad para pensar y escribir en este momento, estoy “acribillada” por las demandas de los medios y demás. Piense que yo fui una profesora durante 35 años, luego me jubilé, y ahora, de repente, mis textos académicos pasaron a las calles. Me es muy difícil manejarlo. ¿Cómo quiere cerrar esta entrevista? Diciendo que, si continuamos por el camino que vamos, llegaremos no solamente a lo que se cree, o sea, a leyes que se cumplan, a la efectiva protección de las mujeres, sino que llegaremos a un cambio de la historia. Porque está el nivel de la reivindicación inmediata, que es el discurso de superficie -”queremos el fin de la violencia”-, pero lo que hay también, es un camino de mancomunamiento de las mujeres, que es festivo, ritual, afectivo y vincular, y que va a llevar a una transformación de la historia y a una nueva comprensión de lo que es y cómo hacer política. Solo una pregunta más: ¿se vacunó? No, no consigo, no ha llegado la vacuna. Tengo 69 años, pero la vacunación en la Ciudad de Buenos Aires es lentísima, y es muy difícil entender por qué. Pero me voy a vacunar en la provincia de Jujuy, que es también mi residencia, donde es muy posible que pueda vacunarme antes que en Buenos Aires.
Archivo de reportera
Lydiette Carrión - Pié de Página - 13 marzo, 2021 Con reducir gastos viene tirar cosas. Ropa, recuerdos, archivos que he ido cargando en ocasiones por una década, o dos. Mi archivo de reportera está en una caja archivera en desorden: ex12
pedientes judiciales, muchos, muchas fotocopias. Homicidios, feminicidios, demandas por despojo, guerrilleros perseguidos, o luchadores sociales acusados de guerrilleros. Libretas de apuntes. Por pandemia, exceso de trabajo y otros asuntos, decidimos reducir gastos. La ciudad de México es cada vez más impagable y el futuro económico no se ve halagador. Nos mudamos al departamento de al lado, el único problema es que más pequeño, casi la mitad del que dejamos. Con reducir gastos viene tirar cosas. Ropa, recuerdos, archivos que he ido cargando en ocasiones por una década, o dos. Mi archivo de reportera está en una caja archivera en desorden: expedientes judiciales, muchos, muchas fotocopias. Homicidios, feminicidios, demandas por despojo, guerrilleros perseguidos, o luchadores sociales acusados de guerrilleros. Libretas de apuntes; notas tomadas en talleres y seminarios. Ideas que no pasaron de un proyecto, o fragmentos de emociones. Guardo las libretas de apuntes porque siempre que escribo, en mi paranoia pienso que podrían demandarme. Tomo muchas fotos y guardo apuntes. Porque muchas veces, a menos de que sea una entrevista pactada, no grabo; solo miro y escribo, miro y escribo. Tomo fotografías mal tomadas y garabateo hojitas y donde puedo. Marx (hoy es su aniversario luctuoso) hablaba del fetichismo de la mercancía, este proceso por el cual atribuimos propiedades a las cosas, y no vemos las relaciones de producción ni el valor real de las cosas. Me encuentro mi libreta del caso Mamá Rosa, aquella mujer de avanzada edad que, bajo la consigna de adoptar y convertirse en madre de todos los niños desamparados que encontrara, montó un pequeño infierno de adopciones ilegales, trata, mendicidad. En 2014 fui al operativo en el que cancelaron su albergue: Esos edificios pestilentes, donde vivían en hacinamiento cientos de mujeres y hombres, desde recién nacidos hasta hombres de cincuentaytantos años. Leo mis apuntes al margen. Esas cosas que escribo que no son datos duros, sino una suerte de expresión desaforada frente al azoro de ver vidas violentadas no un día, o un mes, sino décadas. 13
Grito desde los márgenes de mi libreta esa característica espeluznante del albergue: colchones jamás usados que se pudren en una bodega mientras los niños duermen entre inmundicia. ¿Por qué acumular así? Me pregunto, mientras veo medio cadáver de vaca ya podrido en un congelador. ¿Por qué nunca lo comieron? ¿Por qué nunca usaron los colchones, o las cobijas, o los zapatos donados, que sólo se pudrieron en bodegas? ¿Qué es lo que pasa por una cabeza para llegar a este extremo? En el texto que escribí sobre Mamá Rosa recabé la voz de una psicóloga que participó en el operativo: Mamá Rosa era una acumuladora, una coleccionista. Acumulaba cosas, y acumulaba niños. Siento la urgencia de conservar esa libreta. La muestra de que fui, de que ese horror que atestigüé no lo inventé. Pero las notas están escritas y publicadas, el pequeño libro con mi aportación, también. Y veo mis libretas de apuntes, acumuladas. Veo las fotografías de niñas y adolescentes de quienes escribí: niñas muertas, asesinadas. Fotografías que sus seres queridos me confiaron en los momentos más dolorosos de sus vidas. A lo largo de los años decenas de personas me han confiado su historia, sus miedos y lutos durante los momentos más dolorosos de su vida; tragedias que probablemente cargan todavía. ¿Cómo deshacerme de eso? ¿Sería como pensar que no pasó? ¿Sería creer que la joven de los Altos de Jalisco no puso de su propio dinero para imprimir para mí las últimas fotos que muestran a su amiguita de 16 años viva? Un archivo de casi 20 años de periodismo: documentos judiciales, libretas, muchas libretas, y mi manía de dejarlas a la mitad, con hojas buenas en blanco. Muchas veces no quiero tirarlas porque pienso que usaré esas hojas, que está mal desperdiciar. Pero algunos apuntes me matan, me rompen el alma y no quiero verlos de nuevo. ¿Nunca termino mis libretas porque nunca termino las cosas o porque después de escribir ciertas historias necesito un lienzo nuevo? 14
Los documentos judiciales. Historias que escribí que narré. Quise volver a muchas de ellas. Tenía la firme convicción. Las veo ahora y me doy cuenta de que, como Bastien y la Historia Interminable, no puedo concluir yo sola todas las historias que inicié. Puedo elegir dos, o tres. Pero no todas. Muchas se descomponen en mi memoria. Muchas se terminaron. Se vuelven recuerdos. Han pasado tantas cosas a tanta gente y al final quedan recuerdos borrosos, y la vida, con esa vasta crueldad de la que es capaz, sigue. Tuve que tirar cosas. Fue doloroso. Me sentí mal, como si hubiera traicionado la ternura de la gente que ha hablado conmigo. Y al mismo tiempo entendí que en el periodismo trato de detener ese paso inmisericorde del tiempo y el olvido. La memoria, el olvido. Verdad o mentira… El archivo de reportera se hizo muy pequeño. De dos cajas me quedé con una. Pero entendí algo… las fotografías de aquellas niñas, de aquellas historias no las tiré. Ahora están en mi archivo personal. Donde guardo lo que me hace a mí, mis fotos de infancia, las cartas de mis amigos, los momentos que me formaron. Los recuerdos que se descomponen y forman hummus y alimentan nuevas semillas.
#8M descentralizado
Celia Guerrero - Pié de Página - 10 marzo, 2021 La ambición de descentralizar la protesta no necesariamente significa atraer los reflectores y las masas —aunque serían deseables—, la idea principal es crear un espacio propio del que se carecía. En la zona conurbada al sureste de la Ciudad y el oriente del Estado de México, este 8 de marzo las jóvenes feministas que reivindican los conceptos de la periferia y la descentralización decidieron organizar manifestaciones que recorrieron las calles de esos lugares, en donde viven. Sus razones son diversas: la apropiación del espacio público cotidiano, la visibilización de 15
las violencias particulares en contra las mujeres en su localidad, la necesidad de reconocerse cercanas y fortalecer redes de apoyo y organización, y el reclamo puntual de seguridad y justicia a las autoridades locales. Mencionaré en concreto las protestas a las que asistí en Tláhuac, en la CDMX, e Ixtapaluca, en el Edomex; aunque también se organizaron otras actividades en la periferia sur-oriente de la capital, en Milpa Alta y Xochimilco, en los municipios mexiquenses de Naucalpan, Cuautitlán, Ecatepec y Neza. Y, por supuesto, en otros estados. Y es que decir descentralización —en este país centralista en distintos ámbitos y múltiples niveles— es hablar de forma ambigua. La descentralización nunca es una sola porque el enfoque tiene posibilidades de expansión. Tampoco se puede anunciar con la mano en la cintura: “Aquí comienza la periferia» [como ya había abordado en una columna anterior, Siempre periféricas, nunca ‘imperiféricas’]. Sin embargo es una parte de la zona metropolitana del Valle de México en donde las colectivas feministas utilizan más estos conceptos como fórmulas de distinción de acción política. Entonces, las feministas de la periferia decidieron organizar sus propias manifestaciones del #8M en donde ellas viven, más allá del centro del centro, porque son los lugares donde no se realizan, y donde no se suele colocar la atención mediática ni la discusión social de lo que se conmemora ese día. Pero la ambición de descentralizar la protesta no necesariamente significa atraer los reflectores y las masas —aunque serían deseables—, la idea principal es crear un espacio propio del que se carecía. En Ixtapaluca, por ejemplo, el 7 de marzo la colectiva Libertad Morada dejó el protagonismo de su primera manifestación a un par de mamás de víctimas de feminicidio y otras víctimas directas de intentos de feminicidio y violencia sexual. La mayoría de las organizadoras y asistentes fueron niñas y adolescentes [la crónica completa, aquí]. 16
“¿Por qué tengo que salir de mi zona cuando lo que me pasa es en mi municipio?”, “De este lado es más difícil”, “Somos pocas”, “No hay muchas que se animen a salir a la calle”, opinaron las integrantes de Libertad Morada, quienes fueron detenidas el 28 de septiembre del 2020 por colocar mantas con mensajes a favor del aborto en puentes peatonales del municipio. En esa ocasión, contaron, tuvieron que pagar multas para ser liberadas. Desde entonces están en contacto con otras colectivas del oriente del Edomex que las apoyaron a juntar el dinero de las fianzas y a las que también convocaron para su primera marcha conmemorativa del #8M. Al sureste de la CDMX, las Feministas Organizadas de Tláhuac también convocaron a su primera manifestación este 8 de marzo. Se reunieron unas 50 mujeres en la estación del metro Nopalera y caminaron durante más de 6 kilómetros sobre la avenida principal hasta el edificio de gobierno de la alcaldía. Por momentos correaban: “No les vamos a ceder ni un cachito de calle. Aquí están las feministas contra la violencia, no lo dude nadie”, frente a automovilistas que las insultaban con el claxon. “Así nos estamos haciendo visibles”, «Es difícil incidir por estos lados, pero siempre se mueve algo”, “Ya no estamos aisladas, ya no somos de a 2, de a 3, somos varias”, dijeron las convocantes. Pensaron que participarían menos mujeres porque la única experiencia previa que tenían en una protesta por violencia feminicida en la zona fue cuando sucedió la desaparición y feminicidio infantil de Fatima, en febrero de 2020, un crimen que se difundió ampliamente. Pero en general, consideran, cuando se trata de violencia contra las mujeres, allí sigue siendo mal visto quejarse. Pese a la precariedad, la indiferencia social, la normalización de la misoginia y la violencia institucional, los espacios propios tan deseados por y para mujeres de la periferia están siendo creados. Son las feministas jóvenes locales quienes están descentralizando la protesta y decidiendo hacia dónde encaminar sus esfuerzos organizativos. 17
Trenes, muros y mentiras
Raúl Zibechi - Desinformémonos - En Movimiento - 8 marzo 2021 La impunidad es la principal característica del poder. Le permite decir, hacer, prometer, incumplir y, sobre todo, maquillar sus verdaderas acciones e intenciones. Decir, por ejemplo, “evangelizar”, cuando la corona española perpetraba genocidio contra los pueblos originarios. Decir, por ejemplo, “democracia”, en cuyo nombre el imperio de ahora invade, bloquea y descuartiza naciones, para apropiarse del petróleo en Libia y en tantos otros rincones del mundo. Decir, por ejemplo, “desarrollo”, perpetrando la destrucción de pueblos y plantas, comunidades y fuentes de agua, en nombre de un progreso que beneficia sólo a los de más arriba. El discurso del poder puede invertir la realidad. Según las autoridades, las víctimas se convierten en victimarias, en particular este 8 de Marzo de instituciones amurallas y de prohibiciones, simulando que las mujeres son el problema porque salen a calles y pueden ser violentas. Curiosa forma de afrontar los feminicidios: prohibiendo marchas en Madrid y rodeando palacios con muros de hierro en Ciudad de México. Ya hay quienes dicen que el feminismo es una “patología social” y que las verdaderas privilegiadas en el mundo actual son las mujeres (https://bit.ly/3t25r3A). Es sólo el comienzo. Como ellas son el verdadero problema, dicen arriba, y como no hacen falta muros para contener la violencia paramilitar en Chiapas, Guerrero y en medio continente; como ellas son el problema, después de los muros llegarán las balas. Es sólo cuestión de esperar. 18
El poder impune puede decir: “sería un rotundo fracaso” no terminar el Tren Maya en dos años. Léase: el fracaso consiste en no doblegar pueblos, comunidades y ejidos que incluso han ganado la paralización en instancias internacionales. Claro, se oponen al desarrollo y, por eso mismo, merecen desaparecer. Los discursos del poder son auto referenciales, no les importa la realidad, ni están sujetos a debate, discusión ni interpelación. Jair Bolsonaro se despachó con insultos a quienes lo critican por el mal manejo de la pandemia. Escupió un “basta de mimimi”, algo así como “fifi”, a quienes se quejan de la enorme cantidad de muertos cuando las camas para tratamiento intenso están desbordadas, con ocupaciones de hasta el 107% en Porto Alegre. Una vez más, los culpables son las víctimas. Estados Unidos exporta democracia dónde y cuando le interesa. Por ejemplo, exige democracia en Venezuela y en Cuba, o sea elecciones, pero ignora que el país menos democrático y más represivo del mundo se llama Arabia Saudí, donde las mujeres son brutalmente humilladas y no pueden siquiera conducir coches. Pero la monarquía saudí es el segundo mayor aliado de la Casa Blanca en el mundo. Estados Unidos exporta igualdad racial cuando la esclavitud enriqueció durante siglos a las clases dominantes, que abolieron el apartheid a regañadientes para llenar las cárceles de afroamericanos. Ahora empiezan a exportar “medio ambiente”, para aislar a los países que quieren someter acusándolos de ser los responsables de un desastre ambiental que es exclusiva responsabilidad de un sistema al que llamamos capitalismo. En fin, aquí y allá la impunidad del poder. Hay quienes dicen que mienten. Depende. Ellos son los que determinan lo que es mentira y lo que es verdad. De modo que no tiene mucho sentido debatir en las redes, en un inexistente espacio público, mercantilizado y destruido tiempo atrás. 19
Y no hay justicia. Parafraseando al poeta, la justicia vale menos, infinitamente menos que el orín de los chuchos. Por esto, este 8M debe ser para las de abajo, para seguir construyendo lo nuevo, lo diferente entre nosotras, sin mirar arriba, sin prestar atención al “tablado de la farsa” (León Felipe).
Mi cuerpo como en una jaula
Abel Barrera Hernández - Desinformémonos - Montaña adentro 15 marzo 2021 Mi mamá no pudo llegar al hospital. Nací al entrar a la casa de madera. Salí repentinamente de su vientre, y no le dio tiempo de “cacharme”. Me levantó del piso de tierra. Lloré. Inmóvil, mi madre, le pidió a Edith una toalla para envolverme. Cortó el cordón y la placenta salió bien. Luego llegó la partera que la recostó, le rezó y le dio un té para reanimarla. Me bañaron, y en medio del llanto, me dormí pegado a su pecho. Al séptimo día empezó el calvario de mi vida. Comencé a convulsionar y a vomitar la poca leche que con dificultades succionaba. Pensé que esa noche moriría. En el hospital de Tlapa, me mal atendieron. Solo me aplicaron suero, y mi madre que no habla español, sufría más, porque veía cómo lloraba y que mi pancita se inflaba. Las enfermeras no la dejaron que me abrazara. Lo único que quería era transmitirme su cariño, para calmar mi dolor. Sentí que moría cuando me introdujeron un tubito que me dejó inmóvil. Así me tuvieron dos días. Al final, lo poco que comprendió mi mamá del doctor, es que me iban a desconectar y que me iba a morir. A pesar de que la vieron llorar, me desconectaron. Su consuelo fue abrazarme. Al salir del hospital, cuando le dieron un papel donde puso su huella, mi hermana Edith recuerda la explicación de la trabajadora social: a Tevi se 20
le subió la sangre al cerebro. Su enfermedad ya no puede curarse, porque tiene parálisis cerebral. No sé cómo le hizo mi mamá para llevarme al hospital de Chilpancingo, porque el dinero que mi papá mandaba de Nueva York, no alcanzaba para los gastos de la casa. Su gran alegría es que vio que mejoré. Me daban leche con jeringa y poco a poco empecé a moverme. Ya no pude estar más tiempo, por falta de dinero. En Tlapa, mi mamá empezó a notar que no veía y que no tenía fuerza en mis manos ni en mis pies. A pesar de la tristeza y la soledad, mi madre no se dio por vencida. Logró que me canalizaran al hospital de pediatría en México. No cabe duda que en este mundo la suerte no está de mi lado. No me atendieron, porque dijeron que el doctor que me daría la consulta no se encontraba. Lo más que pudo hacer mi mamá, fue que me programaran para otra cita. Van más de 10 años que sigo postrado en espera de la cita. Se que ya nunca podré ir. La desdicha no es sólo mi enfermedad que me aprisiona en este cuerpo esperando la muerte. Lo que a diario me va matando es la desaparición de mi hermano Fredy, que desde el 2019, los de la maña lo levantaron y se lo llevaron con otro amigo. Mi padre Federico se ha dedicado a buscarlo. Puso la denuncia y dijo que un joven sabía qué había pasado esa noche del 17 de septiembre. Ante la indiferencia de las autoridades, mi papá se decidió a localizar al chavo que iba con mi hermano. Lo detuvo y lo llevó a la policía municipal para que lo presentara ante el ministerio público. Salió peor, porque los policías en lugar de escucharlo, lo acusaron de privación ilegal de la libertad. Para quedar libre, tuvo que darles dinero. Aún no salía de la cárcel mi papá, cuando llegó una camioneta con personas armadas. Se metieron a la comandancia y ordenaron a la policía que le entregaran a su compañero. Llevamos un año y medio viviendo con miedo. Acá en la orilla, solo los dos perros de la casa nos cuidan. La puerta de tablas solo sirve para que no entre fuerte el aire. Aquí en la colonia 21
Contlalco, siempre hay balaceras. Es una colonia donde la ley la imponen los de la delincuencia. De por sí estoy muerto, sin embargo, aun siento lo que pasa en la casa. Ronda el miedo, por eso mi mamá con mis 3 hermanitos, nunca nos deja solos. Mas ahora que está sola, porque a mi papá lo mataron en octubre del año pasado, allá en la Montaña. Fue a rezar a una familia que estaba enferma, y cuando regresaba, lo balacearon. Lo dejaron en una barranca y fue hasta el tercer día cuando lo encontró mi mamá y mi hermana Edith. Yo ni llorar puedo, encerrado en esta jaula. Quisiera morirme, pero tampoco puedo. Sé que el amor de mi madre es tan grande, que aunque no coma, va juntando algo de dinero para comprar maíz y frijol, con el sombrero de palma y las servilletas que teje. Me entristece mucho ser una carga, porque no puede salir a trabajar. Ella sabe que no puede dejarme un momento. Últimamente siento que mis manos y mis pies tiemblan más. No entiendo qué pasa. Solo siento que me carga sobre sus espaldas y me lleva a un lugar, donde otras personas me soban. Ya tengo 11 años y solo por el cariño de mi madre y mis hermanitos, no me he muerto. Gracias a las sensaciones que tengo con su presencia y por el privilegio de escuchar ruidos, logro imaginarme cuán bello es el mundo. Aunque no puedo reír ni llorar, siento que la vida es algo hermoso. Llego a imaginar la Montaña donde nacieron mis papás, allá en san Miguel Amoltepec el viejo. Siento que navego por las cañadas y barrancas y me hago la ilusión que camino en los cerros, y que también voy al tlacolol a sembrar maíz. Siento que soy un niño más de Cochoapa el grande, enfermo como muchos más, que no tuve la dicha de hablar el “tu un savi”, ni de ir al cerro a cuidar los chivos. Siento mucho la desaparición de mi hermano Fredy. Fue el segundo después de Edith. Siento que él también me cargaría y me cantaría alguna canción como la paloma o el toro meco. En la noche, cuando los perros ladran, siento que la muerte se acerca a la casa. No se si viene por mí o más bien, son los de la delin22
cuencia que quieren hacerle daño a mi mamá o a mis hermanitos. Trato de sobreponerme. Mejor me imagino que se trata de una noticia buena, de que mi hermano Fredy está de regreso a la casa. Las tinieblas en que vivo hacen que se revele mi papá Federico, quien quiere llevarme para que esté a su lado. Siento que estaría mejor con él, porque se terminaría este tormento. Además, ya no se desangraría tanto el corazón de mi madre Amalia.
Contracultura, contrapoder o ¿cómo hacer una revolución? ¿Qué es la revolución feminista?
María Galindo - Contracultura - Marzo de 2021 No sé si a esta altura de las luchas sea necesario repetirlo: está claro que los feminismos son una propuesta de revolución, un cambio estructural del orden establecido, y no la incorporación de las mujeres a las mismas estructuras patriarcales para reforzarlas. Como contundentemente afirma Paul Preciado en su llamado a la revolución post-COVID: la revolución es lo que ya ha comenzado, es lo que está aconteciendo, es el hilo invisible de la historia que está juntando voces dispares de diferentes latitudes para amasar un cambio estructural gigantesco y planetario.1 Cuando Las Tesis lanzaron una voz corporal desde una plazuela en Valparaíso contra el patriarcado fijándolo como violador y atreviéndose, en el Chile de Sebastián Piñera, a parafrasear el himno policial, les respondieron como eco resonante las voces de miles y miles de mujeres que las traducen a sus propios idiomas para llenar con el mismo canto plazas, estadios y hasta parlamentos del mundo.2 Nos convertimos con Las Tesis en una multitud planetaria unida por una conciencia colectiva compleja, no identitaria e imposible de clasificar. Una conciencia colectiva de alianzas insólitas de indias, putas y lesbianas juntas, revueltas y hermanadas. 23
La revolución feminista, sin ejército libertario, sin comandante preclaro, sin héroes de guerra, sin víctimas ni victimarios, sin armas y sobre todo sin enemigos que matar ni Estados que conquistar, es una revolución de las estructuras que está desestabilizando todo. La revolución despatriarcalizadora está devorando las instituciones patriarcales no para feminizarlas ni para darles una “perspectiva de género”, como absurdamente corean las oenegés, sino para desestructurarlas y deconstruirlas. El grito verde “Que sea ley” es también una consigna sin fronteras de algo que ya es una realidad, no porque se haya promulgado en el parlamento argentino sino porque se ha constituido en una voz sin dueño que tiene la magnitud de una conciencia colectiva y transforma los sentidos de la maternidad y del cuerpo para una, dos o tres generaciones enteras, más allá de los límites que imponen las fronteras y más allá de los contornos etarios que las ideologías han marcado tradicionalmente. Hoy la revolución feminista no sólo está en manos de las adultas, también las jóvenes y las niñas son ellas las que tendrán que encargarse de inventar este nuevo lugar de desobediencia. Horizontes de sentido: no tenemos línea, somos puro cur vas El pañuelo verde argentino o la performance de Las Tesis son dos de los ejemplos más mediáticos; sin embargo, la suma de formas infinitas de desobediencia colectiva practicada por los feminismos del mundo, las incontables prácticas políticas que inventamos cada día, van acumulándose de forma intangible y subterránea y construyendo eso que llamo “horizontes de sentido”. La revolución feminista ha abierto la más profunda de las disputas, la que va por los sentidos. La disputa por el derecho de nombrar y de significar. Estamos disputando los sentidos de todo: de familia, de bienestar, de comunidad, de salud, de justicia, de educación, de placer, etcétera. Esa disputa está abriendo ventanas en el cielo y formulando sentidos nuevos. Su producción tiene el ritmo que tuvieron otrora los panfletos en esténcil, 24
donde no podíamos parar porque las luchas sociales devoraban panfletos y más panfletos para derrotar dictaduras, para pedir amnistías, para denunciar desapariciones. La fiebre de sentidos no deja de inventar nuevas escenas y ni siquiera la pandemia la ha paralizado. Es un ritmo continuo, como cuando tejemos o bordamos. Cada punto va dándole a esto una forma que aún desconocemos, pero teje y teje estamos sabiendo que esto es más que una chompa o un vestido, teje y teje estamos sabiendo que esto no tiene forma conocida, lo único que intuimos es que la puntada final es lo que menos interesa. La conciencia de que todo lo que nos oprime descansa sobre nuestras espaldas está generalizada. Basta cruzar algunas palabras en la puerta de un colegio entre las madres o distraer de sus tareas a cualquier trabajadora en una farmacia, en un hospital o en un mercado; basta conversar brevemente con una trabajadora sexual para que nos lo diga con lucidez y precisión. Estamos listas para movernos del lugar que ocupamos, sabemos que si lo hacemos la estructura que sostenemos cae, y nos estamos preguntando no cómo, sino hacia dónde movernos. Contracultura, arte e imaginario social No hablo entonces de la contracultura únicamente en su conocido papel de medio de resistencia, ni de la revolución feminista como una revolución cultural no estructural. No hablo del arte como un instrumento de cambio donde supusiéramos que es “el arte” el que produce el cambio. Hablo de la cultura y del arte como herramientas que, cuando se colocan en el intersticio social entre aliento colectivo e historia, producen y recogen versos como los de Vivir Quintana: “Si tocan a una respondemos todas”, cantados hoy como se canta una “Internacional” socialista, es decir, una internacional feminista. Versos como el que dice: “Nos sembraron miedo, nos crecieron alas” saltan de la boca de la compositora a las de niñas que convierten estas palabras en fuerza política movilizada. 25
El arte y la cultura feminista no son necesariamente aquello que los museos nos están tímidamente, y con mezquindad, mostrando como tales. El arte y la cultura que están creciendo en ese intersticio entre aliento e historia son los que ya no caben en un museo, en un lugar concreto, porque formulan un nuevo imaginario social, porque transforman el imaginario social a gran escala, y aquí nuevamente me refiero al trabajo de Vivir Quintana sobre el miedo, porque es mediático y todes quienes me leen lo pueden ubicar, pero los ejemplos son cientos de miles. Prácticas creativas transformadoras que van moldeando nuevos sentidos están aconteciendo a ritmo de latidos de corazón. Con toda la gráfica feminista podríamos construir un puente de hojas de papel dibujadas que vaya de continente a continente como otrora los conquistadores medían las cantidades de oro y plata extraídas de nuestras sociedades. La experiencia de las Mujeres Creando en Bolivia —a través de los grafitis que son tan sólo una de nuestras prácticas políticas sostenidas durante más de 25 años en cuatro ciudades del país, va concatenando un texto feminista gratuito callejero—, se ha ido convirtiendo en un espejo que modifica para las mujeres la imagen de sí mismas y el lugar que ocupan. Frases producidas para una marcha en defensa de la selva, como “Ni la tierra, ni las mujeres somos territorio de conquista”, han saltado de esa marcha a los movimientos indígenas de mujeres de todo el continente y son parte de la formulación política de sí mismas, de unas y de otras en diferentes coyunturas. La relación entre frase y conciencia, entre resonancia colectiva y sentido, es compleja, mágica y múltiple. La frase sola fotografiada y publicada es tan sólo el registro de una huella histórica que representa una nueva manera de comprender el territorio desde los cuerpos de las mujeres. El lugar donde estamos inscribiendo los sentidos no es el diccionario de la Real Academia Española de la lengua, sino el imaginario social colectivo. 26
No estamos en paz, pero tampoco estamos en guerra Los feminismos estamos abriendo un conflicto descomunal con los Estados, los aparatos de justicia, las policías, los sistemas educativos, los sistemas de salud. Es un conflicto que nos coloca como movimiento insaciable y sediento, no uno que busca cerrarse ni resolverse. Es un conflicto al que cada día le salen más aristas y nuevos horizontes. La insatisfacción instalada no tiene límites, la náusea social colectiva hace que vomitemos cada día patriarcado; la indisposición política, la rabia, son los estados de ánimo colectivos que estamos experimentando. Ni el voto, ni la abolición de la esclavitud, ni la legalización del aborto, ni la Merkel de presidenta, ni la Kamala Harris de vicepresidenta, ni las leyes de identidad de género, ni las leyes contra la violencia, ni las leyes de participación política resuelven, achican, ni adormecen el conflicto. Las industrias intentan comerse nuestros contenidos y contratan raperas, fotógrafas o performeras para que ajusten sus marcas y nos conviertan en mansas consumidoras, y eso no pasa. Los feminismos siguen rebalsando e instalando problemas. Nuestros cuerpos con sus estrías, con sus delgadeces y gorduras, con sus achaques y matices, con sus colores de piel, se convierten una y otra vez en territorio indomable. Las tareas que tenemos por hacer son muchas. Resulta imposible saber qué es más importante, qué es más trascendente, todo se despliega como un gran mantel. Estamos ante una revolución continua, no finalista, donde las palabras, los colores, las formas y los movimientos que escogemos vienen a convertirse en la herramienta principal para alimentar esta conciencia y esta capacidad de inventar lo que queremos y de decir lo que no queremos. No somos un movimiento contracultural, aunque sí lo somos. Lo que producimos podría ser entendido bajo el rótulo de una contracultura, pero son las estructuras lo que estamos desestabilizando. Es la domesticación de nuestros deseos lo que estamos 27
subvirtiendo. No hay un producto contracultural feminista que pueda ser comprado, empaquetado y vendido como producto que cierra y aniquila lo que estamos construyendo. Es Disney quien tiene que modificar sus parámetros para intentar alcanzar la rebeldía con la que crecen nuestr@s hijes, es la industria de la moda la que necesita buscar modelos trans para adecuarse a lo que estamos imaginando y haciendo, y no al revés. La revolución feminista parece tener la destreza de encontrar el punto en el que el orden se convierte en caos. La fiesta y el deseo Continuamente se reedita en nuestra práctica grafitera la discusión sobre la inutilidad de nuestro trabajo. “Ensucian la ciudad”, “ésas no sirven para nada”, “qué cosa han cambiado escribiendo la ciudad” , “vayan de una vez a cocinar”, “por lo menos ayuden a las mujeres”, “superen ya su adolescencia”, “sean útiles para la sociedad”. Son palabras que, adornadas con insultos, escuchamos continuamente. La irritación que los grafitis despiertan es directamente proporcional al cambio que provocan, al cambio que anuncian, al grito escrito que representan. Vienen periodistas a preguntarme qué hemos logrado en 25 años de lucha: ¿dónde está la ley escrita?, ¿cuál es el cargo que hemos ocupado?, ¿cuál la placa de bronce que hemos puesto en la institución?, ¿cuál el premio que hemos sujetado entre las manos?, ¿cuántas seguidoras tenemos? Yo me río y les respondo: “Nada hemos logrado nosotras. Somos el fracaso. Lo único que hemos construido es un espacio de fiesta y deseo sin trascendencia histórica.” Los periodistas me miran entre complacidos y desconfiados, no están seguros si me estoy burlando de ellos o no, en todo caso registran lo que creen que es la confesión de una resignada derrota. 28
Y preguntan: ¿Qué es lo que proponen ustedes? Y la respuesta es: Proponemos una revolución. Entonces la mirada del periodista cambia, se pone tenso y vuelve a preguntar: ¿En qué consiste esa revolución, qué es lo que ustedes quieren cambiar? La respuesta es: Todo, queremos cambiarlo todo. ¿Y por dónde empezar?, repregunta el periodista. La revolución ya ha comenzado y usted no se ha dado cuenta porque no ha salido en las noticias, pero le explico, compañero: la revolución que estamos haciendo comienza por la fiesta y el deseo. El periodista deja de tomar notas, interrumpe la entrevista. Nada de lo que le estamos contando es digno de ser escrito en su periódico, en su registro lingüístico la palabra revolución ha desaparecido hace tiempo, la palabra deseo no existe ni existió nunca, ni siquiera para borrarla. Y la entrevista sale titulada: “Mujeres Creando confiesan su fracaso, dicen que nunca se presentarán a elecciones, que no se integrarán a un partido político, que no ejercerán cargo alguno”. Mi conclusión es: la revolución feminista es ininteligible para el patriarcado porque no es una pulseta de fuerzas ni una imposición violenta. Como lo exigía Audre Lorde, no estamos desarmando la casa del amo con las herramientas del amo.
Feminismo Comunitario-Bolivia. Un feminismo útil para la lucha de los pueblos Adriana Guzmán - conlaa.com
El feminismo comunitario no es una teoría, es una acción política que se nombra, pero por supuesto hemos aprendido que además de luchar por el territorio, además de luchar en las calles, hay que luchar en el territorio de las palabras, hay que disputar la hegemonía de los sentidos y significados del pensamiento eurocéntrico 29
El feminismo comunitario fue parido en Bolivia dentro del proceso de cambio llevado adelante por un pueblo que quiere vivir con dignidad, un pueblo que está cuestionando al sistema patriarcal, capitalista, neoliberal, colonial, transnacional, un pueblo comprometido con la despatriarcalización, la descolonización y la autonomía. El feminismo comunitario no es una teoría, es una acción política que se nombra pero, por supuesto, hemos aprendido que además de luchar por el territorio, además de luchar en las calles, hay que luchar en el territorio de las palabras, hay que disputar la hegemonía de los sentidos y significados del pensamiento eurocéntrico. Consecuentes con esa lucha, nos llamamos feministas y construimos nuestros propios conceptos como un acto de autonomía epistemológica. El feminismo comunitario hoy es un movimiento en Abya Yala que articula a hermanas de Argentina, Chile, Bolivia y México; es entonces una herramienta de articulación y lucha. Desde este feminismo que construimos cada día, creemos que sería injusto hablar de un movimiento feminista en América Latina y el Caribe, sí podemos hablar de colectivos y organizaciones, también de académicas y “estudiosas” que, en conjunto, no han logrado articularse pues siguen construyendo desde un feminismo colonizado y colonizante, sobre categorías insuficientes y fragmentadas, haciendo luchas temáticas, por los derechos, por la diversidad, por la inclusión, alejándose de la lucha contra el sistema. Hablamos de un feminismo que, al dejar de nombrar y de ver al patriarcado, o al reducirlo a la relación de los hombres hacia las mujeres, ha perdido la perspectiva revolucionaria y se ha vuelto funcional a éste. Establecemos que, en la actualidad, no hay un movimiento feminista, hecho que hemos constatado en el XIII Encuentro Feminista de América Latina y el Caribe EFLAC, realizado en Perú en noviembre de 2014 desde la institucionalidad de las ONGs. Encuentro al cual asistimos evidenciando la carencia 30
no sólo de propuestas sino de rebeldía y capacidad de soñar. Creemos que es posible identificar algunos de los desafíos que hoy convocan a las feministas que decidan asumir la responsabilidad política de luchar contra el sistema patriarcal. Descolonizar el feminismo Para el feminismo comunitario el feminismo es la lucha de cualquier mujer, en cualquier parte del mundo, en cualquier tiempo de la historia, que lucha, se rebela y propone ante un patriarcado que la oprime o que pretende oprimirla. Entonces, descolonizar el feminismo es dejar de pensar, únicamente, desde los parámetros y categorías del feminismo eurocéntrico o de fechas como la revolución Francesa, porque han demostrado ser insuficientes y se han encerrado en un sistema de derechos que, en realidad, encubre los privilegios de unas y unos pocos frente a las opresiones de las mayorías. Descolonizar el feminismo es dejar de pensar desde la dicotomía del colonizador y el colonizado, es dejar de asumir el tiempo como lineal y el pensamiento como superador de las luchas, la clase como explicación suficiente y la posmodernidad como proyecto político. Descolonizar el feminismo es volver a mirar al patriarcado en su complejidad. Para el feminismo comunitario el patriarcado es el sistema de todas las opresiones, no es un sistema más, es el sistema que oprime a la humanidad (mujeres, hombres y personas intersexuales) y a la naturaleza, construido históricamente y todos los días sobre el cuerpo de las mujeres. Descolonizar el feminismo ha sido, para nosotras, pensarnos frente al patriarcado recuperando la memoria larga de nuestros pueblos aymaras, huicholes, quechuas, mapuches, tzotziles, tzeltales, para construir un proyecto político de sociedad y de mundo, la comunidad y la comunidad de comunidades. Un desafío para el feminismo es dejar de dar solamente cuenta de las opresiones. No basta un feminismo de las explicaciones, hay que proponer y construir un proyecto político, esto implica reconocer que ser negra, ser lesbiana, ser joven, ser indígena, es 31
una posición política pero no un proyecto político de mundo, que es lo que los pueblos en lucha demandamos hoy. Superar sus categorías y las formas sectarias de sus luchas No podemos seguir asumiendo que el feminismo se reduce a la equidad de género, a la igualdad, a la diferencia o a la lucha por los derechos, cuando los pueblos en América Latina y el Caribe luchan por otra forma de vida, en Bolivia por el Vivir bien. Superar las categorías del feminismo que ven la realidad segmentada y nos asumen a las mujeres como un tema entre tantos temas, un sector entre tantos sectores, que quiere incluirse en el sistema, es otro desafío. Esto implica, entonces, superar la visión de gueto, de superioridad, de lucha feminista desarticulada de la lucha de los pueblos. Sólo en la lucha con nuestros pueblos podemos aportar a visibilizar al patriarcado como el sistema de opresiones, hay que poner el cuerpo y no conformarnos con el colectivo, el performance o la academia. Un feminismo útil para la lucha de los pueblos Todo esto tiene que ver con el desafío mayor, construir un feminismo útil para la lucha de pueblos de los que somos parte, que reposiciona la discusión sobre el aborto en el campo de la autonomía y la descolonización del cuerpo y la sexualidad; que desmonta la maternidad en esclavitud y soledad con la crianza comunitaria como responsabilidad con la vida; un feminismo que, reconociendo en el trabajo impagado de las mujeres en el hogar la constitución misma del capitalismo, construya un modelo económico que no redite la explotación de nadie ni de la naturaleza. Un feminismo que construya modelos de recuperación de los recursos, circulación de los productos y convivencia con la naturaleza para Vivir bien. El feminismo comunitario ha encarado estos desafíos, hablamos desde un feminismo descolonizado, hemos construido conceptos, categorías y acciones útiles para desmontar el patriarcado y tenemos como propuesta la comunidad como forma de vida que 32
se construye cada día y que es, a la vez, la forma de garantizar que el patriarcado no se recicle. Desde este camino, y sabiendo que es necesario hacer un movimiento feminista regional y mundial, convocamos al Primer Encuentro de Feminismo desde los Pueblos que se realizará en Bolivia el 2016, porque no hemos dejado de soñar y porque sabemos que los sueños se construyen cada día en comunidad.
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RECOPILATORIO CAMINOS DE LA AUTONOMÍA BAJO LA TORMENTA 17 de marzo 2021