Recopilatorio 30 de enero 2019

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Caminos de la autonomĂ­a Bajo la tormenta 23 de enero de 2019

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Perversión de la esperanza Gustavo Esteva

Al asentarse el polvo se aclara la perspectiva. Será cada vez más difícil negarla. La batalla contra el huachicol hizo evidente lo que sabíamos o al menos sospechábamos. El huachicol nació arriba, penetró en todos los niveles del gobierno y contaminó amplias capas de la sociedad. Está lejos de haber terminado y es apenas la primera batalla de la larga guerra contra la corrupción que declaró el presidente Andrés Manuel López Obrador. En medio de las tensiones que desató, sostuvo que “le habían colmado el plato”, al encontrar que “el gobierno no estaba para apoyar al pueblo, sino para facilitar la corrupción” (La Jornada, 12/01/2019). No es exageración. Se lucha contra una actitud que disolvió las fronteras entre aparatos públicos y privados y convirtió la corrupción en práctica generalizada tanto en el gobierno como en la sociedad mexicana. El huachicol no es un acto criminal aislado. Además de involucrar a funcionarios de todos los niveles, exige la complicidad y en muchos casos la activa participación de comunidades enteras. Estas prácticas deshonestas generalizadas suponen un deterioro moral, pero la transa que contamina hasta los actos más simples de nuestra vida cotidiana tiene a menudo su raíz en la lucha por la supervivencia. Parece haberlo entendido el Presidente. Al lanzar en Acambay, estado de México, sus programas integrales de bienestar para desalentar el huachicol, señaló: “No quiero estigmatizar al municipio porque no es una práctica que tenga que ver con la mayoría de la gente y quien lo hizo fue por necesidad” (La Jornada23/01/2019). La literatura ha descrito dramáticamente la forma en que la guerra contra la subsistencia que libra incesantemente el capital y lo caracteriza, obliga a los llamados pobres a cometer faltas moral o legalmente condenables. Son a menudo recursos de última instancia para sobrevivir en un régimen que no permite a la mayoría vivir con decencia y dignidad. Tiene sentido ofrecer apoyos a quienes están en condiciones de necesidad extrema, las que los impulsan a robar, como tiene sentido luchar decididamente contra la corrupción que nos abruma. Sin embargo, 1


como señala Boaventura de Sousa Santos, se pone así énfasis “en la inmoralidad y en la ilegalidad del capitalismo, y no en la injusticia sistemática de un sistema de dominación que se puede realizar en perfecto cumplimiento de la legalidad y la moralidad capitalistas”. En efecto, al combatir el cáncer de la corrupción y aliviar la situación dramática de millones de personas con apoyos estatales no debe olvidarse que el capitalismo genera tanto la corrupción como la pobreza. Promover la expansión capitalista bajo el manto decoroso de programas sociales y de la “promoción del desarrollo” significa dar con la mano izquierda lo que se quita con la derecha. Además, condena a depender de la caridad estatal a quienes sólo luchan por una vida digna que el régimen dominante les impide o bloquea. La batalla contra el huachicolenfrenta así al nuevo gobierno con su contradicción fundamental. Cumple sus compromisos de campaña al ayudar a millones a subsistir y al mismo tiempo los amenaza con proyectos que despojarán a la mayoría de lo poco que tienen, destruirán sus formas autónomas de subsistencia y sus entornos y les arrebatarán sus territorios. Tenía razón Juan Villoro el 8 de abril pasado al señalar que “la esperanza en México está en bancarrota”. Estaba. Vivíamos en el miedo sin esperanza. Se había cultivado entre nosotros una forma de resignación, la sensación de que no había opciones, que nada podía hacerse. Un despliegue cínico de fuerza buscaba imponer la voluntad de arriba mediante la sumisión resignada de los de abajo. López Obrador supo encarnar el rechazo al sistema que definía el estado de ánimo general y se asoció repetidamente con la esperanza; quiso cultivarla. Contribuyó así a lograr que un gran número de personas la recobrara y que empezara a operar como fuerza social. Se extiende ahora a millones de personas que reciben diversos beneficios y observan cambios significativos en los aparatos estatales. Pero el proceso se ha vuelto perverso. No solamente se concentra esa esperanza en una persona, que sería el salvador del país, sino que se le moldea en términos cada vez más irreales. Se alimenta en un número creciente de personas la emoción confiada en un mesías que llegará al fondo de todos nuestros males y los extirpará, lo que es obviamente imposible. 2


Se crean así profundas divisiones entre quienes resisten abiertamente proyectos y políticas del nuevo gobierno que los amenazan y quienes le han entregado su confianza sin reservas. No basta la sensata postura de Alfonso Cuarón: “Tengo esperanza, pero pago por ver” (#aristeguienvivo 25/01/2019). Necesitamos retirar la esperanza de cualquier mesías y de meras ilusiones para arraigarla en quienes pueden realmente convertirla en fuerza social, en los abajos y construir una alternativa real al régimen que nos destruye y nos divide. gustavoesteva@gmail.com

EZLN: reconocimiento solidario Gilberto López y Rivas

Ante las denuncias fundadas del EZLN sobre las amenazas y los riesgos que representan los megaproyectos del gobierno de la Cuarta Transformación y la violencia que acompaña estructuralmente esta forma de mundialización capitalista, centenares de destacadas personalidades de México y el mundo en los ámbitos del quehacer científico, la filosofía, la sociología, la antropología, la literatura, las artes, el periodismo y el activismo político suscribieron un inédito documento de solidaridad con los mayas zapatistas y de rechazo categórico a la “campaña de desinformación, mentiras y calumnias”, que publicó nuestro periódico en la primera plana. (https://www. jornada.com.mx/2019/ 01/17/politica/014n1pol ). Quienes firmaron este texto reconocen el ejemplo de resistencia, dignidad, congruencia y creatividad política que representa la lucha zapatista; consideran que su rebelión, “acontecimiento de gran trascendencia”, constituyó “una de las primeras reacciones contundentes a nivel planetario frente a la globalización neoliberal”. Destacan que las y los zapatistas “son y siguen siendo expresión de la lucha legítima de los pueblos originarios en contra la dominación y el desprecio sufridos durante siglos y hasta hoy, así como en favor de sus derechos a la autonomía.” En el otro polo equidistante de críticos del EZLN, que lo condenan a un supuesto aislamiento autárquico en el que viven el “ocaso” de 3


su movimiento, los firmantes identifican al autogobierno popular establecido en sus territorios como un “ejemplo de democracia verdadera y radical, digno de inspirar a los pueblos del mundo y de ser estudiado en todas las facultades de ciencias sociales del planeta. La construcción de la autonomía zapatista representa para nosotros, nosotras, la búsqueda constante, honesta y crítica de un proyecto alternativo y emancipador de suma importancia a la hora de enfrentar los desafíos de un mundo que parece hundirse cada vez más en una profunda crisis, a la vez económica, social, política, ecológica y humana”. Por estas evidencias, los firmantes expresaron “su preocupación por la situación que enfrentan las comunidades zapatistas y los pueblos indígenas de México, al ser atacados sus territorios y comunidades por proyectos mineros, turísticos, agro-industriales, de infraestructura, etcétera, tal como lo ha denunciado el Congreso Nacional Indígena (CNI) y el Concejo Indígena de Gobierno (CIG). En este momento, nos preocupa especialmente los grandes proyectos impulsados por el nuevo gobierno mexicano, como el Corredor Transístmico, el millón de hectáreas de árboles comerciales y el llamado Tren Maya, recientemente denunciado como una humillación y una provocación por el subcomandante Moisés, vocero del EZLN, ya que afecta gravemente los territorios de los pueblos mayas que habitan en el sureste mexicano”. Impugnan sus “devastadores efectos ambientales”, el desarrollo turístico masivo que detonará, la premura en iniciar las obras y la violación a los derechos a “la consulta real, previa, libre e informada, tal como lo establecen el Convenio 169 de la OIT y la Declaración de la ONU sobre los pueblos originarios. Nos parece muy grave que así se violen los compromisos internacionales asumidos por México (…) Compartimos el rechazo total expresado por el EZLN frente a estos y otros grandes proyectos que afectan gravemente a los territorios autónomos y a las formas de vida de los pueblos.” El documento alerta y denuncia de “antemano cualquier agresión en contra de las comunidades zapatistas, sea directamente por parte del Estado mexicano o a mediante grupos y organizaciones de “civiles” armados o no armados. Responsabilizamos al gobierno mexicano de cualquier confrontación que pueda surgir en el contexto de la implementación de estos megaproyectos, que corresponden a un modelo ya rebasado de “desarrollo”, insostenible y devastador, decidido desde las cúpulas del poder y violando descaradamente los derechos de 4


los pueblos originarios”. Los firmantes hacen un exhorto “a la gente de buen corazón”para “estar atentos frente al riesgo de agresiones en contra de los zapatistas y los pueblos originarios de México”. Esta advertencia precautoria se basa en una tendencia sistémica mundial. Los megaproyectos se imponen mediante diversos actores armados: ejércitos, policías, organismos de seguridad, grupos paramilitares, narcotraficantes y dispositivos contrainsurgentes que en Chiapas no han dejado de operar desde 1994. El proceso de militarización del país, que se incrementará con la Guardia Nacional, es funcional al neoliberalismo corporativo que William Robinson caracteriza, precisamente, como “acumulación militarizada”. Soslayar la articulación entre capitalismo neoliberal y violencias de Estado es un grave error político de los detractores del zapatismo. Jornada de Movilización Global contra los proyectos de destrucción y en Defensa de la Madre Tierra: #EzlnNoEstaSolo.

La rebelión revelada Hermann Bellinghausen

Cada nuevo libro de Antonio Turok es un acontecimiento fotográfico. Nos confirma que nada se parece más a la realidad que la realidad misma, con toda su belleza, su dolor, su intensidad y su locura. La fiesta y la rebelión (Era, México, 2018) deja lo temático a los ciclos, y los incluye. Puede verse como un álbum de Grandes Éxitos. De sus primeras llegadas a Chiapas hasta el Nueva York de las Torres Gemelas el 11 de septiembre y la locura tonta de la era Trump. Volvemos a las sagas de Nicaragua, El Salvador y el levantamiento zapatista, al éxodo de mayas guatemaltecos que vinieron a sobrevivir a nuestro sureste. Las guerras y sus huellas. Menos conocidas, por recientes (son fotos de las que crecen con el tiempo), encontramos poderosas estampas del furor rebelde en Oaxaca en 2006 y la bizarra frontera cotidiana del norte. Las escenas chiapanecas de los Altos, la selva Lacandona y los linderos con Guatemala las hemos conocido en diversas manifestaciones: 5


revistas, libros, periódicos y, muy peculiarmente, tarjetas postales. Por años, las postales de Turok y algunos otros ( José Ángel Rodríguez, Fabián Ontiveros, Vicente Kramsky, Getrude Duby, Marcey Jacobson) fueron, siguen siendo, una ventana digna para que los millares de visitantes en San Cristóbal de Las Casas vean la realidad un poco más de cerca. Aunque esa realidad, como todo, se haya hecho vieja; las estampas ya son vintage. Turok pertenece a una brillante generación de fotógrafos documentales (como generación, quizá la más brillante de todas) fogueados en el periodismo que a partir de los años 80 nos pusieron en las primeras barricadas de la Historia con tino artístico: Marco Antonio Cruz, Pedro Valtierra, Elsa Medina, Francisco Mata, Fabrizio León, Pablo Ortiz Monasterio, Heriberto Rodríguez, el mencionado José Ángel, y mejor no le sigo porque me quedaría corto y se van a ofender los que falten. Suya es La Imagen del alzamiento zapatista. Envidiable portada de Proceso: un insurgente, con el rostro descubierto, apunta su rifle a la cámara y mira fijamente al fotógrafo. Atrás, un destacamento de combatientes marcha por el centro de San Cristóbal el primero de enero de 1994. Otras fotos suyas también son parte de la galería canónica de esa revuelta: Marcos en el bosque durante la primera entrevista de prensa, la miliciana muy campesina con su arma y el paliacate en la cara, las mujeres y los niños de Prado Pacayal desplazados y en resistencia (1995). El fuego de las armas lo fue a encontrar en las guerras centroamericanas. Su registro de la guerra Contra en Nicaragua es, con el dramático ciclo de la victoria sandinista de Pedro Valtierra y las imágenes de Susan Meiselas, central para la memoria de aquella revolución hoy traicionada. El fuego a secas lo venimos a encontrar en las aguerridas escenas de la revuelta popular oaxaqueña, el reto, la barricada, los muertos. Son las fotos más violentas de Turok, las más exaltadas: fiesta y rebelión. El volumen es generoso y sin embargo insuficiente. Uno echa de menos materiales que no han dejado la memoria. Lujo especial son los comentaristas. El testimonio de Blanche Petrich, compañera de aventura (viajes, penurias, estremecimientos periodísticos) es precioso para conocer los pasos de Antonio. Quién como ella, que lo vio ver en las duras. Ella sabe lo que es ver a Turok meterse en la mirada de la gente 6


y sacarle el brillo, y también le conoce el arrojo para ponerse donde los acontecimientos queman. Se suman los poetas David Huerta y Coral Bracho, altamente sensibles a la alquimia de los hechos que despliega el artista para nosotros. Resultan imprescindibles los registros de Eduardo Vázquez Martín sobre los ciclos de Nicaragua y Chiapas, el de Juan Villoro en “Mexamérica”; María Cortina nos trae un imperdonable episodio de la guerra en El Salvador y Ana Emilia Felkner pone sus pasos en perspectiva durante el fin del silencio en Chiapas. El conjunto crea un retrato muy completo. La galería misma puede ser interpretada como un autorretrato, no de cómo se ve Turok sino de cómo la ve y la ha visto en sus décadas de intromisión irreverente y certera. Para cerrar, quedémonos con el retrato del joven que va morir y frente al pelotón de fusilamiento mira sin esperanza a la cámara. O al menos así lo interpreta un poema de Coral Bracho y fija el instante terrible en su justo exceso. Nada detiene a la muerte.

El sistema y el huachicol Javier Sicilia , 28 Enero - Proceso

Se habla mucho de sistema, pero pocos saben lo que significa. Como tantas palabras hoy en día, ésta ha perdido también sus contornos y en lugar de significar algo designa cosas –sistema inmunitario, informático, económico, de valores… Sin embargo, la parálisis, el caos, el trágico incidente de Tlahuelilpan, ocasionado por el desabasto de gasolina durante la persecución del gobierno al huachicol, le devolvió su significado: el sistema es aquello que nos enchufa a un orden sin el cual no podemos concebirnos, una unión de cosas –dice su etimología– de la que nosotros somos un componente más: un subsistema, un ser que perdió su capacidad de vivir fuera de sus redes. No podemos percibir este horror porque seguimos creyendo que el sistema es una herramienta desarrollada. Nada más alejado de la realidad. La herramienta, que nació, dice Iván Illich, en el siglo XII –antes de ella existía el organón: una extensión de la mano de quien lo manejaba– y que 7


generó el industrialismo, además de utilizarse para fines precisos, es algo distinto a nosotros: podemos tomarla y dejarla, emplearla o no. Entre ella y nosotros hay, dice Illich, una “distalidad”, es decir, una distancia crítica y, por lo mismo, una exterioridad. Su existencia permitió a Daniel Defoe imaginar a Robinson Crusoe, un homo instrumentalis. El sistema, en cambio, que nació en 1936 con la “Máquina de Turing”, la base de las computadoras, carece de “distalidad”, de fines precisos y de exterioridad. Desde el momento en que nos enchufamos a él nos convertimos en parte suya y mutamos en homo sistemicus. No podemos imaginarnos como Crusoe, sino como seres anónimos conectados a la Matrix. Privados de la energía de la gasolina nos secaríamos como plantas sin agua. El sistema es así un conjunto de intrincadas redes hechas de subsistemas: la educación, el transporte, la medicina…, que a su vez poseen un sinnúmero de subsistemas. En el caso de la educación: escuelas, salones, profesores, currícula, uniformes, libros estandarizados, etcétera; en el del transporte: ductos, pipas, tanques, gasolineras, carreteras, seguros, licencias, estacionamientos, refacciones… Por ello, cuando se anunció el cierre de la distribución de gasolina, el homo sistemicus entró en pánico. No sabía qué hacer sin el transporte y desquició durante días el funcionamiento del sistema. No se concebía desenchufado, caminando con sus pies o detenido en su casa. Semejante a un minusválido sin muletas o silla de ruedas, el homo sistemicus se paralizó sin el líquido que da movilidad a su prótesis. Al igual que, enchufados al sistema, olvidamos nuestra capacidad autónoma de aprender e interiorizamos la necesidad de ser educados, reclamando nuestro derecho a la escuela, a la currícula, a la evaluación, al título, olvidamos también nuestra capacidad autónoma de movernos con nuestras piernas e interiorizamos la necesidad de transportarnos, al grado de que los días en que la gasolina escaseó, reclamamos, mediante filas, pleitos, insultos, desquiciamientos y muerte nuestro derecho al tóxico líquido. Semejante a la computadora –el ordenador–, el sistema, dice Jean Robert, nos dicta instrucciones, órdenes, “comandos”, que debemos seguir para funcionar en él. Ellos ordenan quiénes somos, cómo 8


debemos ser y comportarnos. Al enchufarnos nos vuelven partes suyas, integrándonos como otros subsistemas y destruyendo cualquier posibilidad de límite y finalidad. La imagen del huachicolero lo resume bien: todos, sin importar los costos, buscamos conectarnos a los ductos del sistema. Fuera de ellos no concebimos nuestra existencia. Lo inquietante de este cambio de época, de esta mutación del industrialismo, de este paso de la era de la herramienta a la del sistema es su carácter casi apocalíptico. La crisis en la que nos metió es, vuelvo a Jean Robert, única. “Contrariamente a cualquier crisis anterior –la palabra griega krisis significa decisión– ésta carece de esa posibilidad”. Como el espacio cibernético, nos mantiene encerrados en un aquí sin allá. Por eso, a pesar de sus deseos de cambio, el gobierno de López Obrador reproduce el sistema. Los zapatistas, que viven fuera de él, lo saben y decidieron rebelarse contra la “panacea” del Tren Maya –un enchufe más. Ellos saben, como Bill Arney, que para vivir sistémicamente nos deben entrenar. En lugar de ser sensibles a la simplicidad y a la autonomía, debemos aprender a habitar en las complejidades y sus infinitas interconexiones; asumir que el sistema y sus subsistemas son cajas negras y, por ello, incognoscibles e impredecibles; aprender a poner entre paréntesis la libertad de acción autónoma, privilegiando la heteronomía. Por ello, saben también –y lo han hecho– que “siempre es posible –aunque frecuentemente difícil– decir: ‘no, gracias’”. Ciertamente estas resistencias no solucionan nada –el homo sistemicus es tan ciego como los habitantes de Matrix–, pero, como Neo en la película, permiten mirar a quienes tienen todavía ojos: lo que vendrá no augura buenas cosas. Es un tiempo del fin tan terrible que –como lo dijo Illich al final de su vida, rememorando las primeras comunidades cristianas– lo único que tenemos es la amistad, donde entre un tú, un yo y un nosotros resistimos y esperamos, desenchufados lo más posible, a otro a partir del cual una comunidad puede volver a florecer. Además opino que hay que respetar los Acuerdos de San Andrés, detener la guerra, liberar a las autodefensas de Mireles y a todos los presos políticos, hacer justicia a las víctimas de la violencia, juzgar a gobernadores y funcionarios criminales y refundar el INE. 9


Reformistas, anticapitalistas y socialistas Guillermo Almeyra /III y Último

Los grandes movimientos sociales improvisan representantes que desean utilizar para ser reconocidos nacionalmente, pero pagan así su tributo a la alienación, son utilizados por esos representantes y pierden, en parte, su impulso autogestionario. Lo que podría ser un torrente impetuoso corre entonces el riesgo de convertirse en un vasto pantano. Morena no es un partido sino el canal electoral para decenas de millones de personas que no aspiran a entrar por la ventana en la casa capitalista sino a destruirla para construir otra desde los cimientos sin saber muy bien cómo hacerlo. Lo que sí es el núcleo de un “partido” y una verdadera camarilla es la gente reunida por un programa capitalista extractivista. Ese núcleo arrastra a muchos que quieren ahorrarle al país el costo de un enfrentamiento violento entre el Estado represor y sanguinario resultante de nuestro pasado y desean también crear un capitalismo democrático y humano, una nueva Suecia. Esa gente olvida que la pacífica Suecia o Suiza eran naciones exportadoras de feroces mercenarios y que en la Segunda Guerra Mundial hubo en Noruega y Suecia dictaduras que, para defenderse del “tigre” (el peligro obrero y socialista), colaboraron con los nazis. Sólo la lucha de clases impuso en Escandinavia los derechos democráticos. No es posible un cambio pacífico, una “República amorosa” y el perdón a los criminales que fomee la perpetuación de los crímenes. La violencia del sistema (la explotación, el hambre,la miseria, la necesidad de emigrar, la ignorancia, los feminicidios, la prostitución) sólo puede ser eliminada con la imposición violenta de la ley por la mayoría popular que, construyendo una nueva solidaridad, permita a los miserables manejados por los delincuentes de cuello blanco salir de su sumisión, atraso e ignorancia. La gran mayoría de quienes votaron por Morena lo hicieron para castigar al PRI (a Echeverría Álvarez y Salinas de Gortari, al desarrollismo autoritario, centralizado y corporativo con sus charros y al neoliberalismo).No lo hicieron para imponer un nuevo desarrollismo extractivista que, por otra parte, es imposible en la actual fase de 10


dominación caótica del capital financiero internacional ante la amenaza de un colapso ecológico o de una guerra devastadora. AMLO, su entorno de grandes capitalistas y de grandes duques del PRIAN que antes se le oponían ferozmente, como Romo y todos los oportunistas transformistas que hoy acampan en nombre de Morena en las instituciones, quieren imponer políticas económicas cuyo eje es ordeñar la vaca exhausta de Pemex, tal como los huachicoleros. La existencia de relaciones de producción y de condiciones ambientales que permitan la existencia de la civilización depende, por el contrario,de la sustitución de los combustibles fósiles por energías limpias y de la eliminación de un sistema insostenible que destruye el planeta. Pemex debe ser saneada y salvada YA.Pero para México y para el mundo el desafío REAL es salvar el ambiente y los recursos comunes, cambiar las prácticas agrícolas depredadoras, eliminar el consumismo y los desperdicios que éste entraña mientras, al mismo tiempo, se aumenta el consumo popular de alimentos sanos y se retorna a la fabricación de productos naturales y biodegradables. Hay que rechazar el turismo de masa que produciría el Tren Maya, así como los proyectos de Echeverría, Zedillo, Fox y AMLO para el Istmo de Tehuantepec por su peligrosísimo impacto social y ambiental. Región por región hay que discutir en cambio en todo el país con la población local la reorganización del territorio y de la producción para responder a las necesidades, crear empleos y mercado interno y desarrollar empresas locales que reduzcan los fletes y la contaminación. La cúpula capitalista extractivista de Morena choca diariamente con los intentos de los reformistas democratizadores y modernizadores, los Romo están en las antípodas de los Taibo II. AMLO también propone reproducir el neoliberalismo distribucionista de los “burgueses progresistas” al estilo de Luiz Inácio Lula da Silva. Sus concesiones democráticas (libertad de presos sociales, acuerdo con la CNTE, nombramientos culturales justos, reducción de altos sueldos) resultan mínimas frente a la inaceptable creación de un cuerpo represivo militarizado para retribuir la aceptación castrense de su candidatura con el agravamiento de la militarización del país. 11


Los anticapitalistas que buscan un futuro sin clases, basado en la autogestión social generalizada y en una Federación de comunas autónomas libres y asociadas luchan hoy con los que buscan, en cambio, el retorno a un pasado indígena irreproducible. No hay razón alguna para no formar un sólo haz con todas las fuerzas anticapitalistas hoy dispersas que permita influir más sobre quienes buscan sólo reformas y golpear juntos, aun permaneciendo separados mientras se aclaran las diferencias. almeyraguillermo@gmail.com

La dignidad de América Latina se juega en Venezuela Marcos Roitman Rosenmann

Quienes dieron por concluida la etapa de los golpes de Estado en América latina erraron en sus pronósticos. Ningún gobierno progresista en el siglo XXI ha estado exento de sufrir los envites de Estados Unidos y las plutocracias locales. En algunos casos han tenido éxito. Honduras, Paraguay y Brasil. Fracasaron en el magnicidio contra el presidente Correa en Ecuador, hoy su presidente Lenín Moreno habla el lenguaje de Trump. Las políticas de no intervención, soberanía e independencia nacional han quedado sin efecto. Algunos países se han levantado. México aplica la doctrina Estrada, gracias al cambio de gobierno. López Obrador rescata una tradición antimperialista abandonada por los gobiernos del PRI y el PAN. Bolivia y Cuba, entre otros muestran su rechazo. Eso sí, los hasta ahora considerados un peligro para la democracia encabezados por Jair Bolsonaro, son redimidos como defensores de los derechos humanos. Asimismo, Macri en Argentina, Piñera en Chile o Duque en Colombia son rescatados como valedores de la intentona golpista. La declaración unilateral de un presidente espurio se ha producido. La estrategia desestabilizadora del orden constitucional en la República Bolivariana de Venezuela toma una deriva peligrosa. Sus instigadores internos sólo pueden contar con la fuerza de las potencias extranjeras. La traición se ha consumado. Solicitan en última instancia, el reconocimiento de los países y organismos internacionales cómplices, 12


el aval para asesinar y romper el orden constitucional. Serán los amos de Venezuela. De allí la histeria y celeridad por conseguir apoyos a corto plazo. En América Latina lo tienen de gobiernos receptáculos de las políticas estadunidenses. Países intervenidos que han perdido la soberanía. La OEA y el Grupo de Lima, excepto México, se congratulan. El objetivo es sentar las bases de un poder dual desde el cual legitimar un gobierno espurio. Estados Unidos y los países aliados que participan de la trama golpista dan un salto cualitativo en la estrategia. Dado la falta de apoyo interno, más allá de la manipulación informativa y las mentiras en red, se refugian en una invasión. Las fuerzas armadas no están por seguir el ritmo y bailar al son que les proponen los partidos opositores y sus dirigentes. La negativa de la MUD a firmar los acuerdos en República Dominicana, una vez pactados y conciliados los puntos para convocar elecciones, los mecanismos de verificación y dialogo les ha llevado al abismo político, han quedado en manos del gobierno republicano de Trump, quien marca la agenda. Allí se dejaron la dignidad y se auparon a las políticas beligerantes de Donald Trump y aliados regionales. Perdieron su capacidad de aglutinar el descontento político y social, terminaron divididos y sin un rumbo propio. La actitud de la MUD, en la mesa de negociaciones, fue desvelada por el ex presidente del gobierno de la monarquía española, Jose Luis Rodriguez Zapatero. Aun así, el presidente Nicolás Maduro puso en marcha algunos de los acuerdos, entre otros la petición de la MUD, de un adelanto electoral. Esta decisión les pilló por sorpresa. Sin respuesta y bajo presión de Estados Unidos llamaron al boicot y de paso fueron construyendo un relato anticipado de fraude; pidieron de sus amigos que las desconocieran. Todo encajaba en la política de seguridad hemisférica de los Estados Unidos, el plan del comando Sur, Freedom II para Venezuela se va desplegando. Un intento de asesinato del presidente con drones, el despliegue de medios económicos y financieros en el exterior para aislar y boicotear el gobierno legítimo. Estrangular la economía, fomentar el mercado negro, el desabastecimiento y la violencia callejera. Se trata de proyectar la visión de un país roto, sumido en el caos y la desesperación, al cual hay salvar de la dictadura. Liberales, socialdemócratas, conservadores y la ultraderecha se hacen eco. Pero la MUD sufre divisiones. Algunos de sus dirigentes son cuestionados y están desgastados. Es el ocaso de Leopoldo López. Un sector destacado de la vieja democracia cristiana 13


(COPEI) y la socialdemocracia (AD) no quiere plegarse a la estrategia, pero están prisioneros de Justicia Primero y Voluntad, Popular, dos de las 64 organizaciones que la componen. La intentona de golpe de Estado excede la realidad de la República Bolivariana de Venezuela, está en juego la dignidad, la soberanía y la independencia de América latina. Pedir una invasión de fuerzas extranjeras, militares y gobiernos, no solo es una traición, demuestra el grado de odio, rencor hacia el pueblo venezolano, cuyo gobierno legítimo, le guste o no a la oposición y a los gobiernos cipayos ha ganado una elección con más de cinco millones de votos y 28 por ciento del electorado. Trump no puede decir lo mismo, obtuvo solo 24 por ciento. En medio de la lucha por la independencia de Cuba, José Martí sentenció: “Es la hora de los hornos y no se puede ver más que la luz”. La lucha por la dignidad de los pueblos de Nuestra América está en juego. La defensa el gobierno legítimo de la República Bolivariana de Venezuela es un imperativo ético y político, sumarse al golpe es apoyar la canalla.

Venezuela: la democracia de las cañoneras Luis Hernández Navarro - La Jornada

Es falso que en Venezuelahaya dos presidentes. Sólo hay uno y se llama Nicolás Maduro. El 20 de mayo de 2018 fue electo en comicios libres, transparentes y confiables, en los que intervinieron 16 partidos políticos. Participaron seis candidatos y él cosechó más de 6 millones 248 mil, equivalente a más de 67 por ciento de los sufragios. En esa ocasión, un sector de la oposición, integrado por tres partidos (Acción Democrática, Voluntad Popular y Primero Justicia), llamó a la abstención. Sin embargo, ningún candidato presidencial impugnó los resultados. No se presentaron evidencias o denuncias concretas de fraude. Se practicaron 18 auditorías al sistema electoral. El sistema electoral con que se celebraron los comicios del 20 de mayo de 2018, es el mismo que se utilizó en las elecciones parlamentarias de diciembre de 2015, en las cuales resultó ganadora la oposición venezolana. Ese sistema garantiza los principios de “un elector, un 14


voto”. Sólo con la huella dactilar se desbloquea la máquina de votación. El proceso fue acompañado por más de 150 personas, entre ellas 14 comisiones electorales de ocho países; dos misiones técnicas electorales; 18 periodistas de distintas partes del mundo; un europarlamentario y una delegación tecnicoelectoral de la Central Electoral de Rusia. Sin embargo, el pasado 25 de enero, se intentó dar un golpe de Estado tramado desde Washington, Juan Guaidó, presidente de la Asamblea Nacional en desacato, se declaró “presidente encargado” de Venezuela. La figura es inexistente en la legislación de ese país. No es la primera ocasión en la que la oposición venezolana ensaya la vía golpista para tratar de hacerse del poder. Desde que hace 20 años (1998) Hugo Chávez triunfó, lo ha procurado reiterada y sistemáticamente ante la imposibilidad de ganar electoralmente. La misma Asamblea Nacional que Guaidó preside ahora lo intentó infructuosamente desde 2016. El pelele de la Casa Blanca fue inmediatamente reconocido por Donald Trump. Y, para que no quedaran dudas de sus intenciones, el secretario de Estado estadunidense, Mike Pompeo, designó como su personero en Venezuela al halcón Elliot Abrams. Bien conocido en América, Abrams es un profesio­nal en la orquestación de golpes de Estado e invasiones militares. Con eficacia, p ­ romovió y tapó masacres en El Salvador y Nicaragua. Movió los hilos detrás de la operación Irán- contras. Fue condenado por la venta ilegal de armas para financiar a la contra nicaragüense durante la revolución sandinista. El nombramiento de un gobierno fue justificado en aras de la lucha por la democracia y los derechos humanos. Curiosa “dictadura” la venezolana en la que actúan múltiples partidos de oposición, convocan a movilizaciones, son dueños de medios de comunicación que dicen cosas inadmisibles en las democracias occidentales e, incluso, llaman a derrocar al gobierno democráticamente electo. Sin embargo, la verdad detrás del intento del golpe, es mucho más sencilla. La calificadora Standard & Poor’s la divulgó sin el ropaje heroico de las grandes causas. “Guaidó –publicó la calificadora– planea introducir una nueva ley de hidrocarburos que establece términos fiscales y contractuales flexibles para proyectos adaptados a los precios del petróleo y el ciclo 15


de inversión petrolera”. Añadió: “Se agregaría una nueva agencia de hidrocarburos para ofrecer rondas de licitación para proyectos en gas natural y crudo convencional, pesado y extrapesado” En su intentona golpista, Guaidó y la derecha venezolana cuentan con el apoyo de Estados Unidos (y la locura belicista de Donald Trump), Israel, el Grupo de Lima y algunos países europeos, de un sector de las clases medias y la oligarquía venezolana, y con los grandes medios de comunicación. Por su parte, Nicolás Maduro tiene de su lado a la inmensa mayoría del pueblo venezolano, al Ejército (y a la unión cívico-militar), a las instituciones republicanas, al Partido Socialista Unificado de Venezuela y a naciones como Rusia y China. Como señala uno de los grandes analistas de la revolución venezolana, el periodista Marco Teruggi, el chavismo tiene una característica: “sus niveles de organización y politización. Existe un tejido organizativo en las barriadas populares y zonas rurales. Se trata de consejos comunales, comunas, comités locales de abastecimiento y producción, mercados comunales, consejos campesinos, emprendimientos productivos, milicias bolivarianas, entre otras experiencias. El chavismo tiene una dimensión identitaria y territorial. La derecha no tiene presencia organizada allí, por eso recurre a grupos armados y pagados para crear focos que logren sumar apoyo popular”. La democracia de las cañoneras estadunidenses que abre el paso a la rapiña y la sujeción colonial de las naciones amenaza con desatar un baño de sangre en Venezuela. Por todos los medios posibles, hay que evitar que la intentona de golpe de Estado tenga éxito. Twitter: @lhan55

Venezuela y la disputa geopolítica Carlos Fazio

Después de la reunión del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas el sábado pasado en Nueva York, el conflicto en Venezuela ha adquirido dimensiones geopolíticas. Y como siempre, el petróleo es la sustancia de fondo de la cuestión. 16


Auspiciado por la administración de Donald Trump, el golpe de Estado en curso contra el presidente constitucional y legítimo, Nicolás Maduro, tiene como objetivo instaurar un gobierno paralelo de facto, carente de legalidad y sustento popular con el propósito encubierto de generar caos, anarquía y una guerra civil entre venezolanos como vía para justificar una intervención militar “humanitaria”de algunos países del área bajo el paraguas del Pentágono. Para eso, dos propósitos centrales del plan criminal impulsado por los súper halcones de la Casa Blanca, el secretario de Estado Mike Pompeo y el director del Consejo de Seguridad Nacional, John Bolton –auxiliados ahora por Elliott Abrams, operador de las guerras sucias y las actividades clandestinas de la Agencia Central de Inteligencia en América Latina en los años 80− es encontrar un Pinochet o un Videla en el seno de la patriótica Fuerza Armada Nacional Bolivariana y potenciar una contra venezolana, como la que desangró a Nicaragua a comienzos de la revolución sandinista. El guion, que pretende reditar una dualidad de poder similar a la del “caso libio”, se ha ejecutado por medio de una guerra híbrida sin precedentes, que junto con las operaciones sicológicas y otras técnicas clandestinas, incluye las acciones diplomáticas de la maloliente Organización de los Estados Americanos (OEA), viejo ministerio de colonias de Washington, del inefable Grupo de Lima y la Unión Europea; las sanciones y el bloqueo económico-financiero de Estados Unidos y Gran Bretaña para colapsar la cotidianidad de la población venezolana: sabotajes contra instalaciones estratégicas del Estado y objetivos simbólicos en barriadas y urbanizaciones populares, actividades paramilitares de tipo insurreccional con mercenarios camuflados, guarimberos encapuchados y malandros a sueldo; el terrorismo mediático y en las redes digitales (desinformación, fake news, uso de cuentas “influenciadoras”), el uso de ONG como herramientas de infiltración en la sociedad para generar desestabilización, fanáticos crímenes de odio contra personas identificadas con el chavismo e intentos de balcanización del territorio en las fronteras con Colombia y Brasil. Bajo la tutela de Washington y en una acción coordinada con los regímenes cipayos de Colombia, Brasil y Argentina −principales 17


integrantes de la patota de Lima, de la que inexplicablemente México aún forma parte−, el diputado Juan Guaidó se autoproclamó “presidente encargado”, la figura paragubernamental necesaria para seguir la hoja de ruta de la política de “cambio de régimen” del Comando Sur del Pentágono. La fabricación al vapor de una nueva narrativa sobre el joven “pacifista” Guaidó, que busca alejarlo de la brutalidad paramilitarizada que el ala dura del antichavismo protagonizó en Venezuela los recientes años, y en la que participó como operador del caos y el vandalismo extremista callejero, sólo busca encubrir el inicio de un nuevo ciclo de violencia prolongada como los que fracasaron de 2014 a 2017, dirigido entre otros objetivos clave a intentar fracturar la cadena de mando cívico-militar de la Revolución Bolivariana. El multipublicitado relanzamiento remasterizado del esquema de la lucha “pacífica” y “popular” contra la “dictadura” de Nicolás Maduro, bajo el “liderazgo” del hasta hace dos semanas prácticamente desconocido diputado Guaidó −cuya imagen e incluso su color de piel se sale un poco de la siempre caucásica fisonomía de los líderes del ultraderechista partido Voluntad Popular−, busca forzar una transición que estaba paralizada ante la ausencia de dirigentes opositores capaces de erosionar al gobierno de Maduro. La puesta en escena del fantoche Guaidó −el “presidente” que nadie eligió−, ahora es una fabricación de la diplomacia secreta de Washington, que tuvo como principal responsable al cubanoestadunidense Mauricio Clavier, integrante del Consejo de Seguridad de la Casa Blanca. El esquema que trata de imponer el trío Bolton, Pompeo, Abrams, con apoyo de legisladores de la mafia cubano estadunidense de Miami (el senador Marco Rubio y el congresista Mario Díaz-Balart, republicanos), sigue el formato libio. Washington ha logrado posicionar en Europa y América Latina a la Asamblea Nacional opositora como única autoridad con legitimidad de origen en Venezuela y busca potenciar a un “Consejo Nacional de Transición Democrática”, símil del Consejo Nacional de Transición libio, que fue reconocido en 2011 por la Liga Árabe, Estados Unidos, países europeos y finalmente la ONU, como gobierno legítimo de Libia, con el 18


apoyo de milicias de mercenarios provenientes de Al Qaeda y armados por la OTAN, llamados mediáticamente “rebeldes”(los “luchadores de la libertad” de Ronald Reagan y George Bush padre, creados por Abrams y John Dimitri Negroponte). Lo ocurrido en Libia se calcó luego en Siria. Pero allí el campo de batalla, además de Estados Unidos, incluyó a Rusia, tras aprender la experiencia libia. Y el Pentágono sufrió una derrota. El factor geopolítico se reaviva ahora en Venezuela, que cuenta con el apoyo de Rusia y China, lo que podría generar un incendio en la región.

Venezuela: necesario recuento de daños Giordana García Sojo*

En días recientes se ha hechoevidente el carácter central de Venezuela en la agenda geopolítica mundial. Las trazas que ha tomado el conflicto en tanto fermento de bloques de apoyo o de ataque muestran un escenario de enfrentamiento de dimensiones hemisféricas. EU ya no está en la cumbre de la “globalización”; Rusia y China y las “potencias emergentes” amplifican la posibilidad de multipolaridad. Estratégicamente es la puerta caribeña de América del Sur, además de poseer grandes cantidades de agua, petróleo, oro y coltán. Hasta 1999 sus gobiernos entraron por el carril de la “democracia vitrina”, inauguradora de los desaparecidos políticos (y del plan Cóndor), pero en el marco civil de lo políticamente correcto y “democrático”. Hugo Chávez se convirtió en un obstáculo radical. Desde que asumió la presidencia y planteó un proyecto autónomo y alternativo al neoliberalismo, la escalada de ataques trazó un hilo permanente de desestabilización. Contra Venezuela se desató una guerra híbrida total. No han faltado los intentos de golpe de Estado, paros empresariales, formación de células paramilitares, ataques a la moneda y un bien financiado trabajo de creación de opinión pública y subjetividad: fake news, satanización de figuras del gobierno, continua mención negativa en 19


programas mainstream y redes sociales, alusión en películas taquilleras, en suma, una deformación que recuerda a los tiempos de la guerra fría y la estigmatización del “otro”. Con la muerte de Chávez se acrecentó la guerra contra el gobierno chavista, ahora dirigido por Nicolás Maduro. Desde el golpe de Estado de 2002 quedó claro el talante proestadunidense de la dirigencia opositora. Pero en 2015 se formalizó el conflicto: Barack Obama declaró a Venezuela como una “amenaza inusual y extraordinaria para la seguridad nacional y la política exterior de EU”y en 2018 Donald Trump afirmó su intención de intervenir militarmente para aportar “ayuda humanitaria”. La tragedia de la oposición venezolana no ha sido la ausencia de gente que la apoye dadas las circunstancias de la guerra (vivir una coyuntura permanente), los privilegios de clase como bandera y el desgaste natural de 20 años de gobierno. Su problema estructural es la falta de proyecto de país. Mientras el chavismo elaboró un sistema de propuestas, planes, alianzas y símbolos, la oposición se estancó en actitudes reactivas negadoras del chavismo. En esta lid, ha fluctuado entre la vía violenta y la política, pero siempre con un único objetivo: acabar con el chavismo, sacar a Maduro. El triunfo opositor en las elecciones legislativas de 2015 fue despilfarrado a causa de disputas internas. En medio de la crisis económica del país, los partidos de la oposición se enfrascaron en la discusión de cómo sacar a Maduro: si por referendo, enmienda constitucional o renuncia. Al no lograr un acuerdo, declararon que aplicarían las tres estrategias a la vez. La vía de las protestas violentas falló en 2014, pero volvieron a ella en 2017. Ocurrió entonces el terrible saldo de decesos en las llamadas guarimbas, donde el odio contra el chavismo fue el motor principal de la convocatoria (la quema de personas vivas por parecer chavistas significó un duro golpe a la convivencia nacional). En 2018 se extinguió la fragil unidad opositora alentando la abstención en las elecciones presidenciales. Los partidos que decidieron participar en la contienda no lograron acercarse a los 6.190.612 de 20


votos obtenidos por Nicolás Maduro. El Consejo Nacional Electoral ejerció las mismas funciones que en 2015, cuando la oposición ganó la Asamblea Nacional (AN). Esta vez los resultados no fueron aceptados por los líderes opositores. Comenzó 2019 con fuertes amenazas por parte del Grupo de Lima de no reconocer a Maduro. El 23 de enero, Juan Guaidó, diputado por el partido Voluntad Popular de la AN se autoproclamó presidente interino, sin ningún acompañamiento formal de otros poderes ni de otros miembros de la AN que lo avalaran. No hizo falta, de inmediato la Casa Blanca emitió su aval vía Twitter. Asistimos a una mutación del derecho internacional, la diplomacia devino en instrumento de la guerra híbrida contra Venezuela, en consonancia con la retórica transmedia aceitada para lograr el mismo objetivo: eliminar al chavismo, sacar a Maduro. La impericia política y, sobre todo, moral de la dirigencia opositora venezolana los ha llevado al límite de resguardarse en un golpe de Estado ejecutado directamente por el gobierno de EU. La entrega del país y sus recursos pareciera ser el único proyecto detentado. A lo interno, tanto el chavismo como la oposición movilizan gente. Afuera, la pulseada geopolítica se agudiza. ¿Qué pasará si logran consumar el golpe de Estado? *Investigadora cultural, analista política y docente venezolana

La libertad, causa común Sergio Ramírez - La Jornada

Este año será el del 40 aniversario de la revolución que derrocó a la dictadura de la familia Somoza. Cuando se rompa ese ciclo que parece fatal en nuestra historia, donde las tiranías parecen repetirse sin fin, la piedra que Sísifo ciego debe empujar eternamente hasta la cima de la montaña no tendrá que rodar de nuevo al plan del abismo. Habremos cambiado dictadura por democracia. 21


La derrota definitiva del régimen del último Somoza se debió a tres factores fundamentales: el primero de ellos el alzamiento popular encabezado por el Frente Sandinista, y que a partir de octubre de 1977 logró prender en todo el país, vertebrado por la participación creciente de miles de jóvenes de ambos sexos y de todas las clases sociales, hasta llegar a convertirse en una verdadera insurrección nacional. El siguiente factor fundamental fue el respaldo que los jóvenes en armas recibieron de todos los sectores ciudadanos, sin ningún distingo, muchos alentados por su compromiso cristiano. La aparición del Grupo de los Doce, formado por empresarios, sacerdotes, profesionales, intelectuales, le dio a la organización guerrillera peso político nacional e internacional. Y el tercero de ellos, pero no el menos importante, la gran alianza latinoamericana que se logró forjar, sin que esta convergencia de voluntades tuviera una identidad ideológica. Los presidentes se guiaban más bien por el repudio a un régimen que había perdido toda legitimidad, no tenía consenso nacional, y se basaba nada más en la represión brutal. Era la última de las viejas tiranías familiares de las “repúblicas bananeras”, un término acuñado por O’Henry en su novela De coles y reyes. En esta alianza fueron fundamentales Venezuela, Panamá, Costa Rica, México y Cuba; el solo apoyo de Cuba, con cuyo sistema los comandantes guerrilleros sandinistas se identificaban, no hubiera sido suficiente. Más bien es lo contrario. Este apoyo, con pertrechos de guerra, fue posible en términos políticos porque los otros países, con sistemas basados en la democracia representativa, estuvieron presentes; y algunos de ellos prestaron también auxilio bélico, como Venezuela y Panamá, y recursos materiales, como México, para no hablar de Costa Rica, que se convirtió en retaguardia de la lucha armada. La llegada de Jimmy Carter a la presidencia de Estados Unidos en 1977 abrió una puerta nueva en las relaciones de Washington con América Latina, como pudo verse con la firma ese mismo año de los tratados Torrijos-Carter que devolvieron a Panamá la soberanía del canal. Y la intimidad de medio siglo con la dinastía de los Somoza llegó a su fin con la nueva doctrina de derechos humanos proclamada por Carter. Somoza no entendía aquella hostilidad imprevista que también fue clave para acabar con su reinado. 22


Omar Torrijos conocía bien la calaña de Somoza, cegado por su obscena voluntad de quedarse para siempre en el poder. Rodrigo Carazo era presidente de un país democrático por convicción y tradición; Costa Rica había soportado por el último medio siglo la vecindad de una dictadura de aquella calaña, y quería para Nicaragua un gobierno igualmente democrático. Y Carlos Andrés Pérez, que venía de la tradición socialdemócrata de Rómulo Betancourt, sabía cuánto se parecía la dictadura de Pérez Jiménez, bajo la que se había visto obligado a exiliarse de Venezuela, a la del viejo Somoza, fundador de la dinastía. Y en aquel alineamiento de los astros, que fue tan propicio a la caída del último Somoza, la figura del presidente José López Portillo, de México, resultó crucial. Su respaldo fue constante, oportuno y generoso. Me recibió no pocas veces, y puso en sintonía a su gabinete para darnos apoyo, antes y después del triunfo de la revolución. Rompió relaciones diplomáticas con Somoza en mayo de 1979, y nos había pedido que le dijéramos cuál sería la mejor oportunidad para hacerlo. Cuando vino por primera vez a Managua en 1980 en visita oficial, alguno de sus secretarios le preguntó durante el vuelo qué tratamiento habría que dar a Nicaragua en cuanto a ayuda material, y él respondió que igual a cualquier estado de México. Era el fruto de una larga y generosa tradición. Hubo nicaragüenses que combatieron del lado de las fuerzas revolucionarias en México, uno de ellos el poeta Solón Argüello, secretario privado del presidente Francisco Madero, y fusilado en 1913 tras el golpe de Estado que culminó con la usurpación del dictador Victoriano Huerta; combatientes mexicanos pelearon contra Somoza durante la revolución, y murieron en tierra nicaragüense, como la inolvidable Araceli Pérez Darias. El presidente Plutarco Elías Calles respaldó con armas a los insurrectos liberales que se alzaron en Nicaragua en defensa de la Constitución en 1925. El presidente Emilio Portes Gil acogió a Sandino en Yucatán en 1929. Y México fue clave en las gestiones del Grupo Contadora para lograr los acuerdos de paz de 1987 que llegaron a poner fin al conflicto armado con la Resistencia Nicaragüense. En América Latina nada es nunca hacia adentro. La libertad ha sido siempre una causa común. 23


Gobierno Bolsonaro: un desastre tras otro Eric Nepomuceno

Entre las 35 ‘medidas prioritarias’ anunciadas la semana pasada por el ministro-jefe de la Casa Civil, Onyx Lorenzoni, para ser implantadas en los próximos 100 días, algunas llamaron la atención. A partir de marzo, por ejemplo, los pasaportes brasileños dejarán de ostentar en el frente el símbolo del Mercosur, el bloque que reúne a Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, y mostrarán la bandera nacional. Acorde al insigne señor ministro, se fortalecerá el sentimiento patriótico de los viajeros. En el tema de los derechos humanos se lanzará una campaña de prevención al suicidio y a la auto-mutilación de jóvenes. De las reformas anunciadas con tanto estruendo durante la campaña electoral, como la del sistema de pensiones, y que provocó euforia en aquella entidad intangible conocida como “mercado financiero”, ni una palabra, sobre la reforma tributaria, tampoco. Privatizaciones, sí, pero las medidas ya venían de antes, del gobierno ilegítimo y golpista de Michel Temer: puertos, aeropuertos y, claro, petróleo. Sobre qué más será privatizado, y cuándo y cómo, nada. El anuncio de las prioridades del nuevo gobierno coincidió con la divulgación de otro video de la ministra de la mujer, familia y derechos humanos, Damares Alves –aquella que vio a Jesucristo trepando en un pie de guayaba–, relatando que en Holanda hay especialistas dedicados preparar a los padres para enseñar a los bebecitos a masturbarse a partir de los siete meses y las nenitas, a partir de los nueve. Ocurre que mientras tantas idioteces surgían y tanto silencio encubría temas importantes, también se registraron novedades en otras áreas, poniendo al gobierno del capitán retirado en una especie de laberinto, sin que nadie se atreva a indicarle la salida. El estreno de Bolsonaro en el escenario internacional, por ejemplo, causó preocupación no sólo en el empresariado y la banca, sino también 24


entre los militares que ocupan amplio espacio en su gobierno: ha sido un fiasco de dimensiones olímpicas, y dejó evidente su absoluta falta de capacidad para ocupar el puesto en el que resultó electo. Nada de eso, en todo caso, supera la gravedad de los escándalos que involucran directamente al primogénito del capitán presidente, senador electo, Flavio Bolsonaro. Cuanto más se tira del hilo inicial –depósitos sospechosos en sus cuentas e injustificado crecimiento de su patrimonio–, más evidencias contundentes aparecen de graves irregularidades. A propósito, el océano de dinero inexplicable también alcanzó a la primera dama, Michelle Bolsonaro, que tendrá sus cuentas examinadas. Pero Flavio está en situación mucho más grave, pues quedaron claros sus vínculos con las ‘milicias’, grupos paramilitares integrados por policías retirados o en activo y hasta bomberos que controlan con violencia extrema favelas en Río de Janeiro, e involucrados en un sin número de asesinatos. El silencio del hijo del presidente y del mismo Bolsonaro sobre el caso que no hace más que crecer, produce profundo malestar en un grupo de importancia vital para su mandato: los militares que integran el ‘núcleo duro’ del gobierno. Son al menos 45, ocupando desde ministerios (siete) a cargos máximos de estatales como Correos o la Funai (Fundación Nacional del Indio), además de los que fueron nombrados directores y asesores especiales en 21 reparticiones gubernamentales. Hasta el vocero de la presidencia es un general. Eso, para no mencionar al vicepresidente, también general. Es palpable, en ese grupo, el malestar –cuando no irritación – provocado por las torpezas y abusos del beligerante trío de hijos presidenciales. Pero el caso de Flavio parece haber extrapolado límites. Ya era harto conocida la admiración del capitán y sus tres hijos por las ‘milicias’. Cuando era diputado nacional, Bolsonaro no se cansó de elogiarlas desde la tribuna. Y su hijo Flavio, entonces diputado estatal, llegó a condecorar, en 2005, a un capitán de la Policía Militar de Río que ahora está prófugo, sospechoso de haber participado directamente en el asesinato de la concejal Marielle Franco y su chofer, en marzo del año pasado. 25


Jair Bolsonaro sigue negándose a sacrificar al primogénito, reaccionando duro a las sugerencias de que renuncie al escaño obtenido y desista de ser senador. Lo que las investigaciones apuraron hasta ahora fue suficiente para que la imagen del hijo esté definitivamente quemada. Falta ver hasta qué punto la del padre pasará de chamuscada a incendiada. Asimismo, falta ver hasta cuándo la paciencia de los militares permitirá que Jair Bolsonaro – pese a su carencia de preparación y equilibrio– siga como presidente brasileño. Cuando apenas completó su primer mes en el sillón presidencial – el más turbulento y escandaloso estreno de la historia –, no son pocos los que apuestan en que al regreso de la cirugía a que someterá este lunes su rol pase a ser meramente decorativo. O quizá ni siquiera a eso. El vicepresidente, general Hamilton Mourão, lo sabe.

Tiembla la maquila Arturo Rodríguez García

Un paraíso empresarial se ha extendido desde hace unas tres décadas en la franja fronteriza: la maquila. A través de los años, los inversionistas –mayoritariamente extranjeros– encontraron al objeto de su explotación en la necesidad de empleo tanto en la pobreza arraigada como en las masas de los desplazados por la pobreza que llegó de lejos; tienen la estabilidad laboral garantizada por la expresión más ruin del sindicalismo corporativo; son beneficiarios de la competencia gubernamental por ofrecer las mejores condiciones para su establecimiento. Lo lograron, primero, por la persistencia de gobernantes de distinto signo que promovieron su llegada en los años ochenta, ofreciendo 26


exenciones fiscales, servicios gratuitos y a veces, hasta los terrenos. Ahí, donde el estancamiento de las migraciones nacionales que no pudieron pasar la frontera alimentaron su esperanza en una oferta de trabajo con precariedad laboral y pésima remuneración, se sumaron al conjunto de mano de obra local dispuesta a todo por ganarse la vida de manera honrada, gobiernos y capitalistas aprovecharon para establecer el imperio de un nuevo modelo de esclavitud. Prestos, los históricos corporativos sindicales, particularmente la CTM, acapararon los contratos colectivos, contribuyeron convirtiéndose en “asesores”, figura esta que evitó la sindicalización libre pero manteniendo el reclamo de cuotas, a cambio de ceder derechos laborales fundamentales cuya defensa se supondría su razón de ser. En conjunto, la amalgama de abominaciones que es la maquila, ha utilizado el chantaje para mantener las condiciones de opresión: todo movimiento, paro, reclamo, o inclusive, un atisbo de inconformidad, es descalificado en la opinión pública con el argumento de “preservar la fuente de empleo”. Porque si de algo hay experiencias es de su desaparición, la extinción que de esa actividad fabril muchas veces establecida para lo temporal, que desaparece en el “paro técnico” o el supuesto asueto por “mantenimiento”, sin cumplir con obligaciones por extinción laboral. Son la expresión más descarnada de aquello que se ha dado en llamar “capitales golondrinos”. Pagar poco y producir más es el objetivo empresarial. No hay retribución ni siquiera comunitaria que, ahí donde las naves industriales se extienden como una mancha sobre las desérticas tierras del norte, el desarrollo no se expresa en los servicios básicos. Son ciudades en las que prevalece la brecha sin pavimentar entre los caseríos de la escasez, para los que otros chantajes como el clientelista político electoral, condicionan la regularidad de la luz, el agua o el drenaje. Sin proponérselo, el gobierno que inicia, autonombrado “de la Cuarta Transformación”, puso en la maquila el detonante del estallido obrero, con un movimiento laboral que, en el último reducto del país, Matamoros, Tamaulipas, paraliza operaciones y mantiene en vilo la vieja complicidad del poder político, económico y de la representación como pocas veces se ha visto en la franja fronteriza. 27


Al menos 45 maquiladoras podrían irse a la huelga hoy, pues los patrones se han negado a acatar una disposición federal, oferta de campaña impuesta ya por decreto, que consiste en aumentar no lo justo, pero si un poco más de lo que había, el salario mínimo fronterizo. Lo que en Matamoros ha iniciado ya provocó procesos reflexivos en otras ciudades fronterizas donde la experiencia de la explotación laboral maquiladora acumula los mismos agravios, aunque no necesariamente la negativa patronal a cumplir con el nuevo rango salarial, que no puede condenarse a la invisibilidad nacional porque, ahí donde la impunidad campea, la suma de intereses de los poderosos locales, tiene por riesgo que se ponga en marcha un proceso represivo.

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Caminos de la autonomĂ­a Bajo la tormenta 30 de enero de 2019


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