EN PRIMERA PERSONA
Pablo Vrillaud. Las Toscas, Santa Fe (1897-1925) Cursó sus estudios secundarios en el Colegio Nacional de la ciudad de Santa Fe, donde egresa en 1917. Como estudiante secundario integra la comisión para la nacionalización de la Universidad provincial. Al año siguiente ingresa a la Facultad de Ciencias Jurídicas de la Universidad provincial de Santa Fe y ese mismo año es elegido presidente de la Federación Universitaria de Santa Fe. En 1918 formó parte de la delegación santafesina en el Congreso Nacional de Estudiantes Universitarios realizado en Córdoba. En 1918-19 fue
MANIFIESTO CAMINO AL CENTENARIO DE LA REFORMA UNIVERSITARIA 1918-2018
1918
1928
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presidente del Centro de Estudiantes de Derecho, y en 1921 estuvo en la delegación que concurrió al Primer Congreso de Estudiantes realizado en México. Fue elegido presidente de la Federación Universitaria Argentina en 1922. Mientras aún era estudiante fue designado director de la Biblioteca de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales, que lleva su nombre desde 1995. Murió en un accidente automovilístico, muy joven, en 1925, y legó a las generaciones venideras sus sonetos y escritos para La Capital y Caras y Caretas.
1968
1978
1988
1998
2008
2018
CIUDADANÍA UNIVERSITARIA
DISTRIBUCIÓN GRATUITA. FASCÍCULOS MENSUALES DE DIVULGACIÓN HISTÓRICA DE LA UNIVERSIDAD NACIONAL DEL LITORAL.
AGOSTO DE 2017.
PENSAR LAS BASES DEL REFORMISMO D
DEMOCRACIA Y LIBRE PENSAMIENTO fueron las premisas impulsoras de los estudiantes que protagonizaron el movimiento reformista en la Argentina del 1900 y el continente. Estos ideales impregnaron toda su gesta. Abiertos a todas las ideologías, pensamientos y credos trabajaron con ahínco para que todos los jóvenes de la región tuvieran acceso a educación de calidad. El movimiento reformista estaba en marcha e iba a consolidarse al lograr profundos cambios en la organización de las universidades y sus órganos de gobierno. Los estudiantes reformistas se propusieron cambiar las relaciones de poder: propusieron la creación de los órganos colegiados de gobierno para las universidades y bregaron por la representación igualitaria de docentes, estudiantes y graduados en la dirección de las instituciones. Lucharon por la modificación de los estatutos para edificar universidades democráticas, laicas y abiertas a la comunidad que crecía con pasos gigantes en pleno siglo XX.
OPINIÓN
Para la Segunda Reforma Universitaria Rodrigo Arocena. Universidad de la República, Uruguay roar@fcien.edu.uy
El conocimiento avanzado se ha convertido en una base fundamental de las relaciones de poder social. Ello se evidencia en el auge contemporáneo de la desigualdad, ligada al acceso desparejo a la Educación Superior, a la atención comparativamente escasa que se presta en las agendas de investigación a los problemas de los sectores postergados, y a las débiles relaciones entre innovación e inclusión social. La democratización del conocimiento es un imperativo ético de nuestro tiempo. Hace casi un siglo el Movimiento Latinoamericano de la Reforma Universitaria irrumpió desde Córdoba para llegar a gravitar en toda la región. Su programa apuntaba a democratizar la universidad para que la universidad contribuya a democratizar la sociedad. Mucho ha cambiado América Latina desde entonces, pero el subdesarrollo y la desigualdad siguen signándola. Tras una década de bonanza apenas si se ha logrado sentar bases sólidas para el Desarrollo Humano Sustentable, motorizado por la incorporación de conocimiento avanzado y altas calificaciones al conjunto de las actividades socialmente valiosas. Más falta que nunca hace pues promover de forma interconectada la generalización de la educación avanzada, la investigación de calidad con vocación social, y la extensión y colaboración con la sociedad para poner el conocimiento al servicio de la resolución de los problemas colectivos. Tales transformaciones tienen la envergadura de una Segunda Re-
forma Universitaria. Esta requerirá una muy difícil articulación de intereses de sectores variados. Iniciativas surgidas desde el interior de las universidades públicas son imprescindibles pero insuficientes. Todo intento de cambio impulsado esencialmente desde afuera será estéril y aún contraproducente; no movilizará la creatividad interna que la autonomía puede desplegar. Pero si el proceso queda librado sólo a lo que acontezca dentro de los claustros, lo más probable es que los intereses grupales lo empantanen. La Reforma de Córdoba alcanzó perdurable gravitación por la sintonía entre las energías internas, del movimiento estudiantil ante todo, y las expectativas antioligárquicas de la sociedad en general. Una nueva Reforma, que tendría que afrontar dificultades aún mayores que las que se opusieron a la primera, parece inviable si no es un capítulo de un programa de lucha contra el subdesarrollo y la desigualdad levantado por lo que cabría denominar coalición para el desarrollo auténtico. Semejante coalición debiera prestarle a las cuestiones del conocimiento avanzado y la educación permanente una atención que apenas si ha estado presente en las agendas de los gobiernos del ciclo progresista. Para caminar en esa dirección quizás el principal cuello de botella a superar sea la lejanía entre los actores populares y el conocimiento “de punta”. En esa cuestión las universidades públicas pueden hacer mucho y no poco ya están haciendo.