Cuentos y poesías en tiempo de pandemia

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CUENTOS Y POESÍAS EN TIEMPO DE PANDEMIA Editor Roberto Agreda Maldonado

Quillacollo, Cochabamba, Bolivia Mayo 2021


Primera edición digital, 26 de abril de 2021 Editor Roberto Ágreda Maldonado, paspresidente UPEQ (compilación, diagramación y estilo)

@ autores: 1 Héctor Revuelta Santa Cruz 2 Beatriz Bascopé Aragón 3 Rosario Quiroga de Urquieta 4 Ruth Miroslava Rivas Mariscal 5 Carlos Gutiérrez Andrade 6 Gabriela Edna Rojas Maldonado 7 Norma Mayorga 8 Jenny Mounzón Oporto 9 Sonia Gladys Alemán Menduiña 10 Gladys Luisa Oroz Aparicio 11 Liliana Lesly Léniz Rodríguez 12 Rossy Rivera Bruno 13 katiuska Rebeca Pozo Rivera 14 Celso Montaño Balderrama 15 Ramiro Montecinos Guzmán 16 Gonzalo Montero Lara 17 Roberto Agreda Maldonado 18 Israel Omar Veneros Montaño 19 Pamela Karen Medrano Moscoso 20 Rossemarie Caballero Vega 21 René Aguilera Fierro 22 Juan Clavijo Román 23 Juan Chávez Rojas 24 Leonor Pizarroso Saravia 25 Edmundo Torrejón Jurado 26 Paola Andreyna Herrera Herrera 27 Celina Vargas Fuentes 28 Yanet Yisela Rivero Álvarez 29 María Cristina Botelho 30 Ana Karina Saucedo Jordán 31 César Verduguez Gómez 2


32 Rosalía Arteaga Serrano (Ecuador) 33 Lily Yeny Tejada Medina (Perú) 34 María Fillat Salvo (España) 35 Alfredo Asis (Chile) Está permitido la reproducción parcial o total para su lectura, investigación y realizar exposiciones culturales siempre y cuando se citen a los autores y al editor, y no se lucre con ello. Para otros fines, quedan reservados los derechos de autor y propiedad intelectual de los 35 escritores que consta el libro y bajo las sanciones establecidas por las leyes penales correspondientes. Teléfono 591 4361539. Celular y WhatsApp 70736520 Emails: robertoagreda@gmail.com upequillacollo@gmail.com

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Dedicatoria: A la familia de los que perdieron la vida por el Covid-19. A los que vencieron al Covid-19.

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Agradecimientos especiales: Al escritor Héctor Revuelta Santa Cruz, por encargarme editar este libro. A los escritores nacionales e internacionales que conforman este libro. A la familia de los escritores.

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CONTENIDO

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Prólogo

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Héctor Revuelta Santa Cruz La mujer del barbijo rojo (cuento) Aula vacía (cuento en verso) Reclamos a media noche (cuento) El barbijo de Adán (cuento) Beatriz Bascopé Aragón La pandemia (cuento) Corona viajera (poesía) Mi dulce amiga (poesía) Al compás de la vida (poesía) Rosario Quiroga de Urquieta La ropa pegada a tu destino (cuento) Ceniza o tierra (cuento) Las cartas sobre la mesa (poesía) Ruth Miroslava Rivas Mariscal Tiempo de pandemia (cuento) Carlos Gutiérrez Andrade Chalecos de madera (microcuento) El ave canora como un gran chamán (poesía) Gabriela Edna Rojas Maldonado Los días son iguales (cuento) En casa (cuento) Norma Mayorga Víctima del terror al Covid (cuento) Jenny Mounzón Oporto A la vida (cuento) Crisis covidiana (cuento) Sonia Alemán Menduiña El principio (cuento) Gladys Luisa Oroz Aparicio El sueño de Santiaguito (cuento) Aprendimos (poesía) Liliana Lesly Léniz Rodríguez El mal del siglo (cuento) Rossy Rivera Bruno

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El miedo, aliado del coronavirus (cuento) ¿Rumba o zumba? (cuento) Presencia etérea (cuento) Katiuska Rebeca Pozo Rivera 89 Las ocurrencias de doña Ilona (cuento) La coronación de Theo (cuento) Celso Montaño Balderrama 110 Los hijos de la utopía. La pandemia de la filosofía occidental (cuento-ensayo) Ramiro Montecinos Guzmán 124 Mujer diosa (microcuento) Corona-bicho (microcuento) Wi fi (microcuento) Fiat voluntas tua (microcuento) Gonzalo Montero Lara 129 Realidad alterna (cuento) Coronavirus (poesía) Roberto Agreda Maldonado 136 El muerto en vida (microcuento) Detención domiciliara colectiva (microcuento) Covid (microcuento) Se va (poesía) Detención domiciliaria (poesía) Israel Omar Veneros Montaño 143 En cumplimiento del deber (cuento) Pamela Karen Medrano Moscoso 146 Domo pandémico (cuento) Rossemarie Caballero Vega 150 La casa (cuento) Poemas premonitorios (poesías) René Aguilera Fierro 156 No sé de dónde (cuento) Juan Clavijo Román 159 La pandemia y los dos amigos en el más allá…(cuento) Juan Chávez Rojas 163 El Covid-19 y mi familia (cuento) Leonor Pizarroso Saravia 166 Heroínas de blanco (poesía) 7


Edmundo Torrejón Jurado Covid - 19 y el judío errante (cuento) Paola Andreyna Herrera Herrera Covid - 19 versus virus mental (cuento) Celina Vargas Fuentes La carta de Carlos (cuento) Los ojos (microcuento) Llanto (microcuento) El tiempo (microcuento) Yanet Yisela Rivero Álvarez ¿Pedida de mano, desde las alturas? (cuento) María Cristina Botelho Mauri El destino (cuento) Ana Karina Saucedo Jordán Misión de bata blanca (poesía) Luchador a cuerpo y alma (poesía) Celadora del alma (poesía) César Verduguez Gómez Los buitres deben estar felices (cuento) Esperando la madrugada (cuento) “Fiat voluntas tua” (cuento) Rosalía Arteaga Serrano (Ecuador) MI vacuna favorita (cuento) Lily Yeny Tejada Medina (Perú) El ayer y el mañana (poesía) Pánico (poesía) Aislamiento (poesía) María Fillat Salvo (España) Virus Covid 19 (poesía) Para el virus destruir (poesía) Epitafio (poesía) Despedida. Epitafio (poesía) Alfred Asís (Chile) Símbolo del ángel guardián (poesía)

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PRÓLOGO Cumplir el trabajo de editor es todo un desafío de enorme importancia y responsabilidad, porque supone recibir, como en este caso, cuentos y poemas enviados por sus autores con el mayor esmero posible y revisar con la delicadeza de los maestros afectuosos y positivos. Además, diseñar, ordenar y uniformar las hojas de vida de los autores para responder a una lógica coherente de un libro. Los cuentos y poesías que contiene este libro, son reflejos instantáneos de vida en esta época confusa, polémica y trágica para las personas del planeta Tierra que no saben que pasará mañana, con el Covid1-9, las vacunas, el trabajo, la educación, el amor y la misma vida. Todos sabemos que la vida ahora es complicada y mañana será más complicada aún. Nada es igual que antes. Realmente todo ha cambiado con las cuarentenas y la lucha contra el coronavirus del Covid-19 y las nuevas cepas que matan a millones de seres humanos y cada vez en menos tiempo, lo que deja consecuencias desastrosas en la familia, en toda la sociedad humana. Se fundamenta y se examina contradictoriamente el nuevo orden internacional, negociados de instituciones de salud mundial y de nuevas hegemonías económicas, políticas, médicas, sociales y culturales. 35 escritores latinoamericanos y de España (con 70 escritos: 49 cuentos y 21 poesías) se manifiestan como testigos de su tiempo y dejan sus escritos aquí para deleitarnos y reflexionar lo que hemos vivido, lo que vivimos y lo que viviremos aún, con la incertidumbre de vivir o morir en cualquier momento. La literatura hace historia de la lucha del hombre contra la muerte, en medio de millones de informaciones que nos 9


marean y nos envuelven en un océano de investigaciones científicas con aciertos y con errores, respecto si el coronavirus de 2019 es un virus o es una bacteria, o ambos, porque este virus que causa muchísimas muertes es un virus alterado artificialmente, conocido como Covid19. Esclarecer este tema es crucial para los médicos, porque conlleva el tratamiento para desintegrar o matar al microorganismo que causa tantos problemas de salud a la humanidad. Sin embargo, los científicos humanistas y con ellos nosotros mismos, sabemos que los homos sapiens venceremos al Covid-19, más temprano que tarde, como se hizo con muchas otras enfermedades del pasado. Ahora, y mañana queda pendiente resolver el problema de la desigualdad, el mejor cuidado de la naturaleza y transformar la educación, para que sea menos compleja, excesiva; más práctica, vital, divertida y productiva en perspectiva de la realización de niños, adolescentes, jóvenes y adultos en la vida, por y para la vida. Las poesías y cuentos directa o indirectamente, apuestan por el mejor futuro humano. Muchas gracias a todos. RAM

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HÉCTOR REVUELTA SANTA CRUZ (Bolivia) Nació en Cochabamba, Bolivia el 27 de diciembre de 1938. Ingeniero civil, fotógrafo, cuentista, novelista, gestor cultural, fotógrafo y docente universitario de la Universidad Mayor de San Andrés. Fue docente en instituciones educativas policiales y militares de Bolivia. Consultor de varias instituciones nacionales y de organismos internacionales. Desarrolló más de cincuenta estudios relacionados con el transporte. Como fotógrafo ganó varios premios nacionales. Libros: Cuento: Mi viejo zapato (2004), Para prueba no basta un botón (2006), Amargo despertar (2010), La llama de mi vela y otros relatos (2015). Novela corta: El periodista. Más el cuento: Quince años cuidé tu tumba (2014), El destino de la ganadora (2018).

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SU CITA HA SIDO POSTERGADA (cuento) Héctor Revuelta Santa Cruz Hoy me desperté más temprano de lo que habitualmente hago porque tengo que viajar, con mi familia, a Cochabamba por el aniversario de bodas número 35 de los padres de mi esposa. Mis dos hijos, adolescentes, son los más entusiastas por disfrutar del viaje y ver a sus abuelos, y no hace falta apurarlos para que dejen la cama; pero. hay algo que me inquieta y no recuerdo si soñé, pensé, recordé, me imaginé o fue real, pero a esa hora de la madrugada no podía ser real, y en mi cabeza da vueltas un anuncio de una cita programada para las 12:30 de hoy. ¿o era una cita postergada sin día ni hora? Tengo dudas y confusión... Pero, ¡Ahora acuerdo! Tengo una cita médica para la siguiente semana y la preocupación subconsciente de no poder ir, por el viaje, me hizo imaginar otras cosas. Alegres desayunamos y pusimos nuestros equipajes, para cuatro días, en la carrocería de la doble cabina, olvidándome de mis fantasías de citas postergadas o anteladas. Muy rápidamente, por la casi ausencia total de vehículos, llegamos a la Ceja de El Alto, por la avenida Mario Mercado, donde me detiene un malhumorado y a su vez comprensivo patrullero: —¡¡Señor!! ¿Usted no sabe que desde las cero horas de hoy se ha decretado cuarentena, sin tránsito por calles y carreteras de todo el País, por el Coronavirus?... ¡No puede circular! Le explico mi desconocimiento de la norma que por motivos de la preparación del viaje nadie, en mi casa,

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prestó atención a las noticias y me dice, con firme determinación: —¡Mejor váyase a su casa! Porque tendría que retenerle su vehículo, arrestarlo por ocho horas, además de aplicarle la multa de 500 Bs. Emprendemos el retorno a la casa cuando el sol ya había salido y, en el trayecto, otra vez nos detiene un policía más severo que el anterior, pero viendo mi sinceridad me deja pasar, advirtiéndome que me pueden detener nuevamente. La frustración de la familia está patente en las caras desencajadas. Nadie sabe qué hacer y sin nada que hacer, en la noche, vemos el noticiario de TVU que le da mucha importancia a una noticia catastrófica: —En la carretera a Cochabamba, a la altura de Llavín, una zona muy inestable geológicamente, y debido a las constantes lluvias se derrumbó todo un cerro sepultando el camino en aproximadamente quinientos metros. Felizmente no hubo pérdidas humanas, porque los moradores del lugar tuvieron tiempo para escapar y porque no había vehículos debido a la restricción del tránsito vehicular, por la cuarentena motivada por el Coronavirus. La situación podía haber sido muy grave porque, en ese lugar, hay congestionamientos y decenas de vehículos hubieran sido sepultados, con muchos muertos. Esto sucedió a las 12:30 de hoy.

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LA MUJER DEL BARBIJO ROJO (cuento) Héctor Revuelta Santa Cruz Un extraño día para mudarse. 31 de diciembre de 2020 a las seis y media de la tarde. Eran muchas las cosas que dos cargadores trasladaban, ayudados por una mujer con barbijo rojo. Lleva una coqueta gorra con el logo de una conocida marca deportiva. Trasladaba algo frágil, cuando nos cruzamos en el pasillo común al mío, en el tercer piso. Con mucha familiaridad me saluda con un sonoro ¡Hola! Le respondo con un tibio hola, sin saber quién es. El barbijo le cubre casi toda la cara y lleva anteojos algo oscuros. Me quedo intrigado y le pregunto, ante la mirada no muy amigable de mi mujer, si puedo ayudarla. Me dice que sí y que por la prisa muchas de sus cosas no fueron adecuadamente embaladas y están sueltas en el camión de traslados y que sería de mucha utilidad mi ofrecimiento. Mi esposa me pregunta quién es y, por salir del paso, le digo que es una prima que hace muchos años que no la veía y se mete en el departamento con un gesto de esposa con veinticinco años de matrimonio encima. Cargo lo primero que encuentro que es una valija, supuestamente con ropa de ella porque mal cerrada aparece un visible lazo de sostén también rojo. Me cruzo en el ascensor que rápidamente se cierra y me quedo con la frustración de preguntarle quien es hasta que coincidimos en un viaje y, bajándose ligeramente el barbijo, me dice: —¡Se nota que no me reconoces! Se quita los anteojos y veo unos bonitos ojos negros con incipientes patas de gallo. Bajo la mirada hasta clavar mi vista en su generoso busto cubierto con una remera amarilla con una leyenda roja que dice: El amor nos une. Rápidamente pongo en el comedor la caja de cubiertos. 14


Salimos juntos para trasladar más cosas y le pido que se quite un rato el barbijo para reconocerla. Me contesta que al final del traslado lo hará y que será una gran sorpresa para mí. Caminando detrás de ella veo que tiene una notable colita muy bien formada y una cintura angosta y también se nota que tiene bonitas piernas. Me pide entrar en un juego en el que en cada viaje me dará una pista para que adivine quien es. Empezando el juego me dice que trabajamos juntos, pero no dice donde, y yo empiezo a escarbar mi memoria de los cinco trabajos que tuve en mis 20 años de servicios, mayormente en el estado. Recorro varios ministerios donde tuve distintas secretarias y colegas economistas como yo, que además soy abogado. Le pregunto que si es economista y me dice que estudio dos años y no le gusto y dejó la carrera, pero no me dice que profesión tiene. En el quinto viaje, para darme más pistas se levanta un poco el barbijo y veo un bonito mentón y le pregunto si alguna vez salimos juntos y me dice que esa pregunta es muy comprometedora que la responderá más adelante. Protesto porque está rompiendo las reglas del juego…ya van más de diez viajes y le pido que me muestre un poco de su nariz. Armo el rompecabezas de ojos, nariz y mentón y no logro formar ninguna imagen conocida. Le pregunto si es secretaria y me dice que ejerce desde hace 20 años. Mi mente repasa a todas las secretarias que tuve sin hallar una mujer que tenga por lo menos uno setenta de estatura, igual a la mía. No encuentro ninguna que tuviera ese porte. Le pregunto si juega tenis y me dice que si, que es socia del Club de La Paz. Yo también soy socio y no la veo agarrando una raqueta… Inusitadamente siento que esta mujer me gusta. Le pregunto en que ministerio trabajó y me dice que en Cancillería y Economía. Efectivamente también yo trabajé en esos ministerios…quedan pocas cosas que trasladar y le pido que se suba el barbijo para ver sus 15


labios. Rápidamente obedece y veo que son hermosos y sensuales, semidesnatados por el barbijo rojo, pero no formo la imagen de una persona conocida y ¡esta mujer cada momento me gusta más! Le reitero la pregunta si alguna vez salimos y me dice que nunca y que tampoco yo la había invitado. También le pregunto si conoce a alguien de mi familia y me dice que no…recordándome que al final de este último viaje se quitará el barbijo ya que no pude adivinar quién es. Inquietado, con las hormonas alborotadas de tanto verla transitar, llevo a la cocina la última caja con masitas y un par de almohadas al dormitorio, donde un colchón medio envuelto yace en el suelo y las partes de una cama desarmada están apoyadas en una pared. En la puerta de acceso, a su nuevo departamento, paga a los transportadores. Se aproxima a mí con mucha ceremoniosidad y en cámara lenta se quita el barbijo…Me quedo perplejo. Es una mujer muy bonita de unos cuarenta años…No sé cuánto tiempo me quedé mirando su cara hasta que debitando le digo que ¡jamás la vi! que hubo alguna equivocación y ella me responde, con cara de niña traviesa: —Yo tampoco. ¡Nunca te vi! Pero me caíste muy bien. Este ha sido un juego que se me ocurrió en el instante que me ofreciste tu ayuda, que ha sido muy valiosa. Te pido mil disculpas, si esto te ha molestado… Abochornada, cerrando con lentitud la puerta del departamento, a las siete y cuarto de la noche, me invita a tomar un refresco con masitas, pidiéndome que después le ayude a armar la cama, en ésta última noche del año de la pandemia. La Paz, entre el 31 de diciembre de 2020 y el1° de enero de 2021 16


EL AULA ESTA VACÍA (cuento) Héctor Revuelta Santa Cruz Finalizaba el verano y empezaba el otoño. EL AULA ESTA VACÍA Las bullangueras voces de los pasillos, fueron desapareciendo. EL AULA ESTA VACÍA Día a día mermaban las firmas en el libro de asistencia, hasta que sus páginas quedaron en blanco. EL AULA ESTA VACÍA Las paredes mudas ya no escuchan al docente ni las preguntas de los alumnos. EL AULA ESTA VACÍA Un gastado marcador azul yace en el suelo. EL AULA ESTA VACÍA Un guaipe sin cumplir su función final descansa sobre un pupitre. EL AULA ESTA VACÍA Todos los días el sol entra y sale por las ventanas. PERO EL AULA ESTA VACÍA La sombra del obelisco muere cada tarde en la fachada del Club de La Paz EL AULA ESTA VACÍA Un arrugado papel, con la brisa que entra por la rendija de una ventana, se mueve de un lado a otro. EL AULA ESTA VACÍA La puerta, abierta electrónicamente, permanece inmóvil. PERO EL AULA ESTA VACÍA La fórmula de color púrpura dejada en la pizarra, por un distraído docente, cada día palidece más y más. EL AULA ESTA VACÍA El data show con su ojo de Cíclope apunta a la pantalla sin mostrar nada. EL AULA ESTA VACÍA …………………………. Pero, en el corazón de hombres y mujeres que pisaron esas aulas, la esperanza crece día a día, para que nunca más este vacía.

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RECLAMOS A MEDIA NOCHE (cuento) Héctor Revuelta Santa Cruz Hoy se cumplen tres semanas de obligada cuarentena, dictada por decreto de la presidenta constitucional Jeanine Añez. Son 21 días que mis pies no pisan la calle. Son jornadas de confinamiento que me hacen comprender que es la prisión domiciliaria ¿Cuál es la medida del tiempo? ¿Qué diferencia había habido entre un miércoles y un domingo? Ahora todos los días son iguales al domingo. Compadecido de la soledad de mi tía Eliana la he traído a vivir conmigo, al departamento de un empedernido solterón, junto a su Pinchar ladradora e hiperactiva. Mi tía, hermana muy menor a mi fallecida madre, apenas dos años mayor que yo, se quedó viuda el día que salió su jubilación, hace menos de un año. Vive de su renta, la del difunto esposo y los cien dólares que sagradamente mandan cada uno de sus tres hijos desde España y Australia. Se la ve muy contenta y nos repartimos el trabajo de cocinar, lavar, planchar, asear el departamento y sacar a la perrita tres veces al día, al jardín comunitario del edificio. No tenemos tiempo de aburrirnos y todas las noches jugamos telefoneen o generala con apuestas virtuales de nuestros bienes y poco falta para que “me quede en la calle”. También hemos bailado frenéticos rock y cumbias, acompañando unos traguitos para nada moderados. Desde antes de que viniera a vivir conmigo repetidamente me decía, y me sigue diciendo, que me casara porque cuando sea más viejito no habrá una persona que me alcance una taza de té. También me dice que nuestra sociedad es muy pacata y cuando ven un hombre soltero y maduro como yo, piensan que es maricón seguro. Pero ella no sabe que tuve varias parejas hasta una vez simultáneamente dos. Ahora, desde hace cinco años soy monógamo. Mi actual pareja también es viuda, y tiene tres hijos dos trabajando en Canadá y uno estudiando en Suiza, con la beca Simón I Patiño. Ella es una eximia deportista fue dos años 18


seguidos campeona nacional de tenis y ahora, por la cuarentena no puedo verla porque la agarró en Cochabamba y extraño su apasionado amor que compartíamos dos veces a la semana. No vivimos juntos porque cada uno quiso mantener libre su entorno. En chiste decimos que somos una pareja cama afuera. Hablamos todos los días viendo y deseando nuestros cuerpos por el WhatsApp. El lunes haré cualquier cosa para ir a verla y amarla. Así transcurrían mis días en paz y nunca la vi a mi tía tan feliz como en esta temporada hasta que hace tres días, a media noche, escuché voces que parecían una mezcla de gemidos y risas de hombres mayores y de chiquillos. Me quedé asustado pensando que el encierro estaba afectando mi cerebro y me puse a cantar fuertemente Granada hasta despertar a mi tía que se levantó apresuradamente de la cama para averiguar qué pasaba. Le conté que escuché voces y ella, entrando en mi habitación me dijo: - yo no escuché nada. Te has debido soñary se fue a su dormitorio. También, a esa hora, la llame a mi pareja y me dijo lo mismo que mi tía. Con mucho esfuerzo me quedé dormido y el día me resulto pesado. La siguiente noche pasó lo mismo. Ahora me parecía escuchar un pedido de socorro en medio de risas y llantos. Apoyé mi oreja los muros para escuchar si las voces venían del departamento vecino. Abrí la ventana y no escuché nada y nuevamente se repitió la escena con mi tía, que ya asustada me dio una tableta de valeriana. Llevándome a la cama y sentándose en el borde, acariciando mi cabello, me dijo que era mi imaginación y que pronto pasaría. Ya preocupada dándome un beso en la frente se fue a dormir. Yo para salir del trance me imaginé que estaba haciendo el amor con mi pareja que me parecía que su ausencia era la causa de escuchar voces inexistentes. La tercera noche ya fue el colmo escuché con claridad, nítidamente, gritos de socorro, repetidamente con distintas voces ¡Sáquenme de aquí! ... ¡Quiero ver la luz!,. Tiré las frazadas...busqué debajo de la cama…abrí con inusitada furia los cajones de la cómoda donde guardo camisas y ropa interior…y finalmente con una brusquedad y fuerza desconocida 19


en mi jale la puerta de mi ropero sacándola de sus bisagras…En ese instante callaron las voces que fueron remplazadas por frenéticos aplausos de las solapas de mis ternos, que hace tres semanas no los veía… El primero en hablar fue mi traje azul, como el decano del grupo: -Mucho te hemos extrañado y por eso hicimos este berrinche. ¿Recuerdas que conmigo fuiste a la pedida de mano de esa guapísima chica, que una semana antes de la fecha del matrimonio se desanimó, y tú juraste nunca casarte? Mi traje combinado marrón, con voz entrecortada me dijo que había sido el que más me extraño porque le daba duro usándolo con más frecuencia, porque era mi color preferido. Mi esmoquin, de grano de pólvora, muy parco, me dice: sinceramente yo no te extrañé mucho porque solamente cada tres meses me llevabas a tus iniciaciones masónicasMi traje marengo, muy orgulloso, me recordó que fuimos a la firma de un buen contrato de trabajo con lo que compré este lujoso departamento. Mi combinado azul claro me dice que extrañaba el sol de los sábados deportivos y quien sabe si no podrá salir mientras dure la cuarentena. Finalmente, el Benjamín de mis ternos, de color azul suave brilloso me pide que nunca más los abandone. Abrazándoles a todos con cariño prometí, jurando, no hacerlo y que desde mañana mismo pasearan conmigo por el departamento… Mi tía está muy extrañada al verme cambiar de terno todos los días y me dice: - ¡Admiro tu autoestima! 01 minutos del 12 de abril de 2021

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EL BARBIJO DE ADAN (cuento) Héctor Revuelta Santa Cruz Nací en la China, no precisamente en Wuhan. Ciudad que tuvo el privilegio de lanzarme al mundo popularizándome por doquier y obligando a usarme en toda concentración de gente, que a medias se reconocen y no te dejan entrar a un banco sin mi presencia. Seguramente, años atrás, si alguien entraba ocultando su rostro sería encañonado por la policía y arrestado ipso facto. Hoy, para cobrar un cheque. debes quitarte el barbijo un ratito para que te saquen la foto y con miedo te vuelves a colocar, desinfectando tus manos con alcohol. Al poco tiempo de mi nacimiento llegue a Cochabamba, desde luego vía contrabando. Una señora con vestido de amplio ruedo me compró de otra mayorista, en una caja de cien y apresuradamente salió a la cancha a vendernos junto con mis hermanos. Fue primera vez que escuche una voz humana porque en mi cuna, todo era robotizado y esas personas no habían sabido hablar entre ellas. _ ¡Comprarime caserito! ¡Ranticuy caserita! ¡Tres por cinco! Escuché repetidas veces y un señor, con andar lento y bastón en la mano, me compró por uno cincuenta bolivianos, con rebaja. Ese momento, muy contento, se lo puso en la cara y empezó nuestra sincera e inseparable amistad, llena de cariño recíproco. No tengo nada de que presumir, no tengo pedigrí y no estoy seguro si soy un KN95. No me importa no ser diseño exclusivo. Se que tengo lejanos parientes fashion top como Gucci, Louis Vuitton, Naomi Campbell. Incluso, en un desfile de modas en París, les dedicaron un show especial mostrando a unas niñas anoréxicas que la gente no miraba tanto el tapa boca sino la tapa rabo. El precio de cada uno era de 200 Euros. En la llacta me han copiado con diversidad de dibujos y telas como aguayos, propaganda política y hasta vi uno con los generosos senos de la Marilyn. Ahora, que ya no son tan exigentes con la cuarentena, salimos dos veces a la semana a tomar una chichita, en un local que está 21


a tres cuadras. Él, los jueves se sirve un picante de pollo con mucho ají y ajos y se queda a conversar con doña Francisca, dueña del local, contándole que tiene cinco hijos, tres trabajando en España y dos en Brasil y que rara vez le mandan platita y que si tuviera más billetitos vendría comer todos los días su picante preferido. También le comenta que toda su vida trabajó informalmente para hacer estudiar a sus hijos y como nunca aportó no tiene jubilación y que su mujer lo abandonó cuando sus hijos eran unas wawas, en la escuela y que ahora él se cocina, con su Bono Dignidad, en su casita de medias aguas, que es todo lo que tiene. Al retornar a la casa me dan mareos y el olor a ajo no me gusta y ya en el dormitorio, poniéndome sobre el viejo velador, termina de emborracharme con un riego de alcohol diciéndome ¡Salud! ¡Tú también tienes derecho a tomar! Cada día estoy más delgado porque dos veces a la semana me lava con jabón y me deja, con mucho cariño, retozándome al sol. Al escuchar que ya están vacunando me asusté porque eso quiere decir que ya no me necesitará y se habrá acabado la amistad con mi viejo amigo. Cuando llegaron las primeras vacunas, prestadas por Argentina, el recibimiento fue tan grande que ni al Duque de Edimburgo, muerto hace unos días, lo recibieron así cuando visito La Paz, hace décadas. Después de ver la lentitud con la que están vacunan me quedo más tranquilo porque eso quiere decir, que, gracias a estos chacras, estaré más tiempo con mi querido amigo. Pese a las limitaciones fuimos pasando días muy felices, hasta que hoy en la mañana, acongojado, con mi cordón elástico roto, no sentí el acostumbrado calorcito de su aliento... En la casita están reunidos los vecinos, muy tristes, y comentan entre ellos: —¡Qué buen tipo era este Adancito! Yo lo quería mucho, pero poco lo visitaba por la pandemia. —No tenía a nadie. Vivía solito y él se cocinaba.

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—Don Adán, a pesar de su cojera, ¡siempre estaba alegre! —Les avisaremos a sus hijos —¡A esos alkos! ¿Para qué? —Si no se acordaron en vida. —Seguro que vendrán a pelearse como perros de carroña, por la casita. —Lo dejaremos con su barbijo puesto… ¡Qué tanto lo quería!

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BEATRIZ BASCOPÉ ARAGÓN (Bolivia) Nació en La Paz, Bolivia el 24 de diciembre de 1940. Radica en Quillacollo. Fue profesora de varias instituciones educativas de Cochabamba. Poeta, narradora, crítica literaria y gran declamadora. Sonetista de prestigio internacional. Fue vicepresidente de la UPEQ. Autora de libros de poesía, cuento, novela corta y teatro. Su obra se halla en varias antologías de poesías del país. Es coautora Antología poética al pie de la colina N.º 1 (2000), Antología poética al pie de la colina N.º 2 (2001) Antología comentada de la poesía boliviana (2010), Antología poética al pie de la colina N.º 3 (2011), Antología de cuentos al pie de la colina No 1 (2012a), Antología Universal del Soneto de Amor. Sonetos del siglo XIII al siglo XXI (2012b), Mitos y leyendas populares de Bolivia. Antología (2015), Lo insólito de los cuentos (2016), y Leyendas y cuentos populares de Bolivia (2018). Es autora de los libros: Sueños, tristezas y alegrías —poesía, cuento, teatro y noveleta— (2011), Su majestad: el soneto y su corte (2013), Desgranando versos (2ª ed. 2014), Una lágrima y otros cuentos (2da. ed. 2014), Sueños de juventud —poesía— (2015), Obra poética (2016).

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LA PANDEMIA (cuento) Beatriz Bascopé Aragón El virus nuestro de cada día, no te lo pedimos señor ni es justo ni necesario. Radios, prensa, televisión hablan del Covid son cifras alarmantes que aterrorizan en toda la extensión del planeta. Comentan las comadres, vecinos, transeúntes; ya todos son versados en el tema: –Es castigo de Dios por los pecados. –Es para eliminar del mundo a los ancianos. –Es un error cometido por la ciencia. –Es falta de control, de precauciones. ¿De cuál de estos aspectos viene la causa? ¿O es consecuencia de todo este conjunto? “En la isla de Juvi-Juví hay 3.000 muertos, 675 nuevos contaminados y apenas 35 están salvados. En Pingüinolandia, al sur, las cifras en ascenso. ¡De Extranja los datos causan arrebato!” Hay pánico en el mundo, se cierran las fronteras, restringen los horarios de salida, no hay circulación de los motorizados, los viajes aéreos también paralizados. Se impone el uso del barbijo, alcohol para defensa externa; pero ¿Qué dicen los borrachos? ¡Aleluya! Nosotros aplicamos en forma interna. Siguen las fiestas, reuniones, karaokes, no valen advertencias ni amenazas, desafían al peligro noche tras noche. Pero a la par del virus contagioso, marcha también otro igual de desastroso, señores es la “polítiqidemía” que arrasa con quienes no comparten ideas de la élite gobernante. Hay hambre hay miseria, dolor e impotencia ante estos golpes de la vida diaria, persecuciones, abusos sin medida, indiferencia para los que claman justicia, ¿cómo alcanzarla si el “poder jodecial” es sometido? 25


Salvamos pues, señor te suplicamos, baja ya tu mirada salvadora. Mientras la cruel e implacable viajera continua su fatal derrotero, sembrando caos en el mundo entero. ¿Qué resta entonces? Vivir por siempre encadenados a un enemigo mortal que agazapado acecha entre las sombras de una vencida e incierta eternidad. Humano colabora también en el combate respetando las medidas protectoras, no te expongas imprudente al peligro. Si es que aprecias tu vida y tu familia.

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CORONA VIAJERA (poesía)

Beatriz Bascopé Aragón Viaja la muerte en forma de corona, matando cada vez más inocentes, hay quienes la enfrenta muy valientes, la blanca vestidura cae a la lona. Sale en defensa un fuerte contingente, de verde están vestidos, son soldados, su misión frenar contaminados, en un futuro oscuro, cruel presente. De la China partió, pasó un año, escapado de algún laboratorio, es tenas su expansión, inmenso el daño, al planeta llegó el purgatorio. Arrasa la corona poblaciones, multitud de enfermos, muertos montones, el pánico se expande, el hambre crece, el invisible mal aún permanece. Mochila al hombro sigue su derrotero, abarca su maldad al mundo entero, pero aparece un rayo de esperanza, con las vacunas, tal vez, haya bonanza. “No nos invada fatal el pesimismo, colabora y cuídate tú mismo”.

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MI DULCE AMIGA Beatriz Bascopé Aragón

Preguntarán ¿estás solita? No, aquí está Margarita, una cariñosa ahijada, muy gentil y delicada. Están también mis caninos, mis cariñosos felinos, mis alados pajaritos, y algunos ratoncitos. Quien colabora en mi empeño, de atender mis animales, es Carolina, mi ensueño, que comparte mis ideales. Pero la amiga más fiel, que me brinda pura miel, que está de día y de noche, haciendo de amor derroche, aunque retumben los cohetes, en las fiestas del lugar, jamás se va a alejar, mi compañera: “diabetes”. Y cuando llegue el ocaso, que avanza pasito a paso, quiero dejar encargado, oleado y sacramentado, que ya en el punto final, durante mi funeral, ejecuten la diablada, así si estiro la pata, 28


me voy feliz con don Sata, vestida y alborotada, hasta mi última morada.

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AL COMPÁS DE LA VIDA Beatriz Bascopé Aragón

Mañanita soleada, de mi pueblo natal, cantan las canoras aves, un mensaje celestial. Mañanita soleada, de mi pueblo natal, a mi niñez tan florida, dedicas un madrigal. Mañanita soleada, de mi pueblito natal, verás tú como florece, el primer beso estival. Mañanita soleada, de mi pueblito natal, escucharás la primera, mi arrullo maternal. Mañanita soleada, de mi pueblo natal, cuando ya me cubran canas, levantarás mi moral. Mañanita soleada, de mi pueblito natal, si estoy postrada en la cama, aliviarás tú mi mal. Mañanita soleada, de mi pueblito natal, estarás siempre a mi lado, cuando se acerque el final. 30


Mañanita perfumada, de mi pueblito natal, no quiero que estés nublada, durante mi funeral.

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ROSARIO QUIROGA DE URQUIETA (Bolivia) Nació en Cochabamba, Bolivia el 22 de marzo de 1948. Profesora, poeta, cuentista, novelista y ensayista. Obtuvo una beca de posgrado en Madrid, España en las especialidades de Lengua y Literatura, donde hizo una tesis brillante sobre Aleixandre y el surrealismo español. Miembro de la Unión Nacional de poetas y escritores, miembro del Pen Club Internacional filial Bolivia. Fue vicepresidenta del Comité de Literatura Infantil Juvenil. Forma parte del Comité de Literatura Infantil y Juvenil. Ejerce la docencia. Escritora con cuarenta libros publicados en los géneros lírico y narrativo para el lector infanto-juvenil y adultos. Publicó en el género de ensayo, crítica literaria. Libros. Poesía: Del camino y su sombra (1978), Aquí la grieta (1979 ca), De la palabra a las alas (1993). Cuento: Llámalas, ahí estarán (2017), No al viento, a ti te los cuento (2018), Las luciérnagas de Miraba (2018). Novela: Ella en el pentagrama (2019).

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LA ROPA PEGADA A TU DESTINO (cuento) Rosario Quiroga de Urquieta Amaneció. Sería un día diferente. Alrededor suyo muchos dices y diretes. Voces disidentes unas; otras razonables. Palmira, que siempre se levantaba temprano-porque según ella- dormir era como morir un poco, encendió su radio como todos los días lo hacía. El locutor de radio Centro, voz linda, por cierto, ponía énfasis en comunicar que la población se estaba volcando a las calles en pos de mercados, supermercados para abastecerse de alimentos, detergentes y demás productos de uso cotidiano junto al alcohol que ahora era imprescindible. Un punto aparte merece la compra de los barbijos que serían una especie de moda impuesta a nivel mundial. ¿Qué había pasado? Puso sus pies en tierra boliviana el Covid 19, virus invisible, exterminador terrible y de paso coronado. Había que tomar precauciones. —¡En mala hora! ¡Qué suerte más asquerosa! ¿qué pasará con mis estudios, con mis entrenamientos? – dijo Felipe, hermano menor de Palmira, prestando máxima atención al informativo, poco usual en él. —¿Qué sacas con lamentarte? Si la cosa es así como la presentan, no podemos hacer nada. No podremos pelear solitos contra semejante enemigo. Tendremos que obedecer lo que nos instruyan y esperar-dijo Andrés que era algo kafkiano. Todos en torno a la mesa miraban sin mirar, comían por comer. Ya nadie quería opinar sobre el tema. Después del desayuno, cada uno a lo suyo sin salir de casa. Así como éste pasó los días. Así los días se acumularon haciéndose mes. Tiempo en que iba en crecimiento el número de contagiados. 33


Encapsulamiento o cuarentena rígida, parecía algo sencillo sin embargo pocos o casi nadie se imaginó que, con el tiempo, del calendario se borrarían los nombres de los días de la semana y solo quedarían los números fríos, muy fríos. Mala está la cosa- dijo Palmira y su mirada, primero se estremeció y luego se nubló con la seguridad de tener que sobrellevar el tiempo que dure esta “cosa”. Debió haber sido ya tarde, quizá pasada la media noche, Palmira no conseguía conciliar con el sueño. Vueltas y más vueltas. Su cuerpo parecía no encontrar la posición adecuada para finalmente quedar dormida. Mientras permanecía en estado de somnolencia; lo que se dice entre el sueño y la vigilia fue, que una especie de soplido suave en su oído, llevó su atención hacia un espacio donde aparecían los sonidos más definidos. Durante unos segundos, Palmira miró a su alrededor agudizando sus sentidos. Sí, Sí. Eran ruidos. Pero más que ruidos eran susurros, balbuceos, quizá, tal vez bisbiseos de algún mosquito que permanecía en una rendija. Aquello se intensificó. Se sentó de golpe sobre la cama y miró a su alrededor con la poca luz que entraba de la calle. No. No. No era nada ni había nadie. Lanzó una carcajada. Se sintió incrédula, ridícula. Se limpió las lágrimas que estimuló su risa. Los estremecimientos de su cuerpo se fueron calmando de a poco. Sin embargo, esta experiencia se hizo recurrente. Hasta que un día. Por encima del silencio salpicado por los ronquidos del dormitorio de al lado, afrontó sin miedo la cuestión para descubrir qué era ¡esoo! que la inquietaba y le perseguía desde hace varios días perturbándole su tranquilidad de día y de noche quitándole el bendito sueño porque, sin vuelta que dar, esos ruidos eran insistentes, insinuantes hasta volverse reales porque lograron enrollarse en el carrete de su mente. ¿Estaba loca? Pero ¿cuál era su locura? 34


El semblante nada saludable de Palmira empezó a preocupar. ¿Qué te pasa Palmi? - le preguntó su hermano entrando una mañana a su dormitorio. Contra su costumbre esa mañana Palmira no madrugó. Ella, como única respuesta dejó caer el peso de su cuerpo al borde de la cama. ¡Qué tienes! ¿Por qué no duermes? Pareces enferma. La palidez de tu rostro no es signo de buena salud. Ábrete hermana. Cuéntame. ¿Quizá asuntos amorosos? O te está afectando este exilio obligatorio. Quizá, ya que tú, siempre has sido andarina. Te sientes ahora privada de tus saliditas diarias para lucir tus nuevos modelitos de ropa y zapatos de moda. Sí así fuera, no te preocupes, es normal que en estas circunstancias por las que estamos pasando las personas se sientan así, frustradas y bloqueadas en sus gustos y preferencias. Pero, bueno tal vez son suposiciones mías nada más. Dime, dime, ¿cuál es tu problema? Palmira mira con desgano la taza de su mate de valeriana que se enfriaba un poco sobre su velador. De pronto, al estímulo de las palabras de su hermano empieza a sollozar, sonándose los mocos y limpiándose el rímel corrido por las lágrimas. Tenía miedo que su hermano creyera que lo que la desvelaba y perseguía eran espectros de locura. Él mirándola a los ojos le preguntó con voz enérgica: — ¿Cuántas noches hace que no duermes? —No sé. No llevo la cuenta. Pero, por favor no te preocupes. Deben ser mis nervios por la misma situación que estamos viviendo. -Bueno si tú dices, eso, te creo- él sale dejando sola a la hermana. Palmira toma sus decisiones. Mejor me callo. No daré mayores detalles. Yo sola descubriré. Me armaré de valor y buscaré, indagaré para descubrir de dónde vienen esas voces. No, no estoy paranoica 35


La noche avanza hacia el amanecer. Afuera el espacio de despuebla. El dormitorio solo tiene la luz del farol de la calle que entra a través de la cortina. Ella está con los sentidos en alerta. Ahora sí, se dejan oír nítidos, primero son movimientos, luego murmullos que terminan en una especie de quejidos. Sí, sí son voces de SOS que vienen del ropero donde guarda su ropa y del closet destinado a sus zapatos. Lentamente, pero decidida, se acerca primero al ropero de la ropa y… grande es su sorpresa cuando las prendas empiezan a adquirir un nivel de vida sensible. Y, ¿por qué no? Si todas esas prendas de su vestuario han estado pegadas a su piel viviendo las alegrías o penas de su diario caminar. Un arcoíris de colores: Verde, amarillo, lila, negro, blanco. Blusas con o sin mangas, de color entero o floreada, con voladitos o sin ellos. Vestidos de invierno o de verano. Pantalones chupines o de bota Oxford, los infaltables jeans. Todos ellos, y con derecho legítimo, reclaman por el injusto cautiverio a que su dueña los había sentenciado, se estaban asfixiando en ese encierro. Palmira se acerca al closet de zapatos: de taco bajo, de alto, sandalias, suecos, los cuales no se resignan a morir sin más experiencias de camino. ¿Qué hacer? Está decidido. Encajonaré las zapatillas y el deportivo que se convirtió en uniforme de cuarentena junto al infaltable barbijo. Frente a su ropa y los zapatos, la promesa estaba hecha. Palmira los sacaría cada día, aunque más no sea para el paseo entre el comedor y la cocina o de la sala al escritorio, la cuestión era justificar su vida. 36


Ella estaría bien arreglada, bien peinada con el entusiasmo que se refleje en su sonrisa porque el tiempo que pasa no vuelve nunca más. Hay que vivir. Piensa Palmira. Y, bien que tiene razón.

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¿CENIZA O TIERRA? (cuento) Rosario Quiroga de Urquieta —Sí. Yo creo que es mejor hacerlo cremar. Así cumplimos con su deseo. —Sí. Él decía que cuando se muera se lo incinere y sus cenizas las esparzan por el aire desde un cerro de su pueblo. —Bueno pues que así sea. Que se cumpla lo que él quería. —Tendremos que contratar una funeraria para tener el compromiso que luego de la cremación nos entreguen las cenizas. —Sí. Eso parece lo más aconsejable. En el recinto donde funcionan los hornos de la funeraria se procede al trabajo. Los hornos de cremación están saturados. —Yo ya he concluido mi parte. Las cenizas están en esta lata y ahora te toca a ti que las deposites en el respectivo cajón adecuado para entregar a los parientes. — Ah, este Juan, siempre tan desordenado, deja la basura donde sea y yo tengo que ir recogiéndola de todo lado. —¿Dónde están las cenizas que hay que entregar? —¿Cenizas, qué cenizas? Pensé que era basura. Yo las he echado al tacho grande y el carro basurero acaba de llevárselo. —Ay, ay ¡ni modo! Habrá que entregarles algo de tierra nomás. —En fin…polvo es polvo. 38


LAS CARTAS SOBRE LA MESA (poesía) Con mucho dolor, para los que no pudieron vencer

Rosario Quiroga de Urquieta En la cera gris de esta alborada eres huésped de la hora cero. Mientras el frío apaga el incienso en la hojarasca La voz no encuentra su alfabeto En el tráfago diario del ahora inusitado mundo las pisadas tantean sobre la prófuga loza Mueca un labio dibuja sus juegos solitarios y desde otro rincón distante secretamente responde el corazón La bandera blanca fija la meta no hay ruta paralela un eco te devuelve al camino delantero sin retorno Te recobras en la pausa de la fiebre que ensordece el canto del pájaro negro Entonces a la luz de un farol cualquiera quieres 39


que nada se pierda. los besos que te dieron. lo que pudo haber sido y no fue. lo que fue y dejó de ser. También quieres juntos todos tus epitafios los reales o imaginarios quieres que todo entre en la valija del último viaje quieres sobre la mesa toda la baraja en este juego no habrá carta bajo la manga. Esta confesión no tendrá comunión porque la boca se ahoga sumergida en la secreta fuente en que se abisma Quedamente cerca de la cama se extiende un extraño bazar donde hace gala el maléfico número que es tuyo.

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RUTH MIROSLAVA RIVAS MARISCAL (Bolivia) Nació en Cochabamba, Bolivia el 27 de octubre de 1956. Poeta, narradora y traductora del idioma español al quechua boliviano. Hija del escritor Luis Rivas Alcocer. Sus poemas se publican en varias antologías nacionales e internacionales. Recibió varios premios internacionales de poesía. Forma parte de varias instituciones culturales, entre ellas de Escritores Unidos. Participa de encuentros literarios virtuales y presenciales. Libros. Poesía: Pentagrama en mi piel (2018). Fábula: Fabulas de Esopo Quechua-Castellano (2019). Cuento: Cuento para niños. Lombrita y Mama tierra (2020).

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TIEMPO DE PANDEMIA (cuento) Ruth Miroslava Rivas Mariscal Todos los ruidos de las ciudades se tragaron el invisible, el sonido quedo irresistiblemente atascado en el silencio en un abrir y cerrar de ojos. El engrasado transcurrir de los días se detenía de pronto. Frente a la ventana de un edificio alguien vistiendo solo pijamas y con el pecho pegado al cristal, húmedo, cubierto de vaho, era frio por dentro, como si una mano de hielo tocara el corazón. En las calles un silencio profundo, voces que se ahogan de tanto callar, no se oyen ni a sí mismos, un silencio ensordecedor, el tedio nace. De tanto en tanto, la policía caracoleando románticamente por las calles con los quejidos de cobre de sus instrumentos, el espectáculo casi se convierte en una fiesta. Ver telenoticias, con sonido de cartón, el conteo diario que parecía el puntaje de algún partido de football, estremecía al oyente atravesando de lado a lado. Solo haciendo esfuerzo de voluntad se aguantaba para no gritar a voz en cuello por el miedo de que el enemigo se metiera en la garganta. En la muñeca solo la marca de un reloj ¿Qué sentido tenía apresurarse? No había prisa, todo era monótono, no había donde llegar tarde. Mis lagrimas se me antojaban ajenas, a tal punto que independientemente de mi voluntad rodaban por mis mejillas.

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En el campo pareciera que los oídios se hicieron más sensibles, de cuando en cuando pasaba un camión llevando ganado, ballesteando de un costado a otro, el motor retemblaba trabajaba y débilmente, el vehículo se iba tragando, celoso, metro tras metro la carretera. Se oye lejano el tañido del cencerro, que anuncia la llegada del ganado. Levantas los ojos y ves las palmeras erguidas, el sol como aplastada yema de huevo pegada al cielo. Solo bandadas de cotorritas, caycitos, tordos serpentean en límpido cielo, se deslizan dueños de firmamento, celebrando la vida. Planean hasta un atajado, enormes aves como si no conocieran aquellos parajes esplendiendo su grandeza bajo la rizada lluvia, mientras un guajojó observa impasible desde un poste de cuchi. Una pareja de cardenales toca en mi ventana, anunciando con su trino, el despertar de un nuevo día. Ninguna nube empañaba el pálido azul del cielo. El sol pendía entre las ramas de la enredadera de buganvillas, bajo la cual, sobre una silla de plástico, con las patas colgantes esta Candy, mi perrita con su ensortijado pelo blanco, que dormita, entre abriendo de vez en cuando los ojos para mirarme con cariñosa mansedumbre. Eran chispas de amor para atenuar la tristeza de aquellos días, la sensación de mejoría del mundo, tras una larga enfermedad, como el sentimiento de ligereza inesperada y rebelde que nos embarga al eludir el peligro…

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CARLOS GUTIÉRREZ ANDRADE (Bolivia) Nació en Sucre, Bolivia el 1 de septiembre de 1972. Abogado, dibujante, retratista, caricaturista, fotógrafo, actor de teatro y cine, poeta, narrador, conferencista y periodista cultural. Egresado de la carrera de Comunicación Social. Tiene una maestría en estudios sociales, mención en historia. Profesor del nivel secundario y docente universitario. Cuentos suyos han sido publicados en varias revistas del país: Piedra Imán, Correveidile, La Revista del Banco Central de Bolivia. Asimismo, ha publicado en varias antologías: Letras de Plata, La Antología de la Fundación Cultural la Plata y en la separata Puño y Letra del periódico Correo del Sur. Sus poemas fueron publicados en varias antologías nacionales. Ha colaborado como periodista cultural en varios periódicos bolivianos. Actualmente publica escritos periodísticos y literarios en Facebook. Ganó la convocatoria de la revista de la Fundación Cultural del Banco central en el género de poesía. Libros: Letrina (2010), Con la lluvia en la osamenta (2017)

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CHALECOS DE MADERA (microcuento) Carlos Gutiérrez Andrade Era un buen sastre. Le iba bien. Hasta que llegó el Covid. Ya no pudo confeccionar ni un chaleco. Sus clientes se morían. confeccionó barbijos, pero la competencia… Finalmente, se le ocurrió una brillante idea, bendita mortalidad dijo. Ahora le iba bien haciendo…

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El AVE CANORA DEL POETA COMO UN GRAN CHAMAN Carlos Gutiérrez Andrade El poeta es un gran chamán Un iluminado de los cielos que enlaza estrellas Lleva el fuego de las palabras a la raza El río místico de los orígenes a los labios de su pueblo En el mundo de la poesía no existen enfermedades y cantando la voz hermana se puede caminar sobre las brasas ardiendo y remontar el agua y hablar con los arácnidos la ayahuasca nos ha sido dada para encantar a la serpiente Místico jarabe que embruja satanes de tres cabezas No hay corona virus en sus tierras ni existe la muerte que es un mal recuerdo de un colibrí que se venía en picada. Mama pacha no nos dejes en esta hora de la hecatombe Cúbrenos bajo tu gran paraguas de cecuoyaaaaaaaaaaaaaaaaa Danos de tus ubres plétoras de leche e ilumina nuestro camino a la tierra prometida con danzas de luciérnagas bebés. Queremos construir el hormiguero circular de la tótem luna, el remolino del padre abrazador sol de los Andes a la espesa Amazonía reptante Aleja al gran monstruo chupa sangre con el canto cherokee Ohhh gran chamán ayúdanos a llegar al estado de gracia para poder ver nuestro cielo prometido axisjjistlozzzkusliiii que es de otra dimensión y tiene otro nombre y danos muestra hermana vida, 46


alegría, canto, piel, sabiduría en la era de la hormiga y la araña.

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GABRIELA EDNA ROJAS MALDONADO (Bolivia) Nació el 14 de enero de 1986 en Cochabamba, Bolivia. Licenciada en Comunicación Social de la Universidad Mayor de San Simón. Desempeñó cargos de servicio al cliente, dirección de Marketing y elaboración de campañas publicitarias, manejo de imagen interna institucional y del personal. Experta en protocolo. Escribió el cuento para niños “El sol vanidoso”, que forma parte del libro de cuentos: Carrito de sueños (1993). Evento organizado en el Centro Educativo Petrolero. Asimismo, escribió el relato titulado “Un día en una pandemia” que fue incluido en el libro Deja que todo el mundo te cuente lo que pasó (2020) de la Editorial “Lo que no existe” de Madrid, España. En este libro publica microcuentos.

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LOS DÍAS SON IGUALES (cuento) Gabriela Edna Rojas Maldonado Me dediqué a la limpieza y orden de mi casa, todo para mantenerme ocupada durante la cuarentena, me puse a reciclar y desechar lo que no sirve. Pero últimamente siento que ya no tiene sentido continuar, los días ya me parecen iguales... Decidí dejar estos quehaceres a un lado y aprovechar este tiempo para tomarme verdaderos días libres. Decidí retomar la lectura de libros postergados por falta de tiempo, retomar papel y lápiz para hacer lo que me gusta. Sé también que nuestra situación es incierta y el temor está a flor de piel; pero en medio de esta tempestad necesito encontrar algo positivo y reanimar, no sólo los ánimos, sino mi espíritu.

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EN CASA (cuento) Gabriela Edna Rojas Maldonado Salgo a la terraza; aún es de día, me acomodo en el suelo. Adentro está oscuro y me siento triste, prefiero salir al aire fresco y sentir el calor del sol sobre mi rostro. En medio del excesivo silencio que otorga el confinamiento se oyen niños jugar, al mismo tiempo las voces de sus padres parecen acompañarlos. Éstos últimos se oyen pacientes y, por qué no, entretenidos. No puedo evitar pensar en la fortaleza que deben tener los papás para que sus pequeños no se asusten, no se pongan ansiosos y no se irriten. Los padres deben ser el doble de fuertes y mantener la calma. Pero ¿Cómo le explicas a un niño que por una pandemia no se puede salir de casa? Que ya no puede acercarse a su familia, ni a otras personas. Que ya no puede salir al colegio ni ver a sus amiguitos... Uno se pregunta cómo crecerán esos niños en este tiempo de distancia física y social. ¿Cómo hacer entender a nuestro corazón de adultos que un abrazo ya no es tan saludable? Y que esa salida entre familia o amigos ya no es segura. ¿Cómo no se va a romper el corazón si no podemos ver a todos los que amamos? ¡Ah! Las lágrimas... Pero como padres hay que ser el doble de fuertes. 50


NORMA MAYORGA (Bolivia) Nació en La Paz, Bolivia el 17 de julio 1950. Profesora de Literatura, Asesora Pedagógica, poeta, narradora y ensayista. Realizó un curso de administración escolar en Osaka Japón (2003). Representó a Bolivia en el Forum de la Palabra en Barcelona (mayo 2004) como parte del Comité Escritores en Prisión del PEN Bolivia. Cofundadora de Escritores Unidos (ESUN). Actual presidenta de ESUN. Por su trabajo pedagógico y literario ha recibido varias distinciones departamentales y nacionales. Sus poemas y cuentos forman parte de importantes antologías nacionales e internacionales. Libros recientes: Un Dragón en Sipe Sipe (cuento infantil) (2016), Es un Bóxer mi Doctor, (cuento infantil) (2ª ed., 2017), El Gusano Turista (cuento infantil) (2017), Azul Infinito — antología poética en coautoría con Gonzalo Montero— (2018), Entre el Terror y el Amor, (cuentos) (2018).

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VICTIMA DEL TERROR AL COVID (cuento) Norma Mayorga Todo ese tiempo de larga cuarentena pasé por momentos agradables como estar con la familia y poder escribir un poco más. participar en eventos virtuales de Ferias de Libro nacionales e internacionales, eventos a los que antes no podía asistir por el problema del traslado. Esas actividades atenuaron la incertidumbre que causaba estar constantemente encerrados, no poder salir a ningún lado pensando todo el tiempo en el peligro del contagio. Escuchar noticieros era demasiado traumático. Todo era una pesadilla donde aparecían personajes y luego desaparecían diluidos en el tiempo. Parecería que estuve viviendo en un mundo de fantasmas. Lo que más me conmovió y me dejó helada fue la muerte de mi amiga Daniela. Cuando se determinó la cuarentena total. Todo quedó paralizado; transporte, negocios, trámites, etc. Los mercados se abrirían solo 3 días a la semana y la gente solo podía salir un día de acuerdo a su número de carnet. Desconcierto total. De pronto se nos cambió la vida. Mirábamos las noticias y en todo lado era la misma realidad, todos encerrados en las casas muriendo de miedo. De un rato a otro el mundo se volvió más chico. La china, Italia, EEUU, Bolivia parecían países vecinos, no había distancias ni diferencias. En todo lugar regía el confinamiento y el miedo. Parecíamos personajes de una tenebrosa película titulada La lista. Todos estábamos atentos a ver a cuál de nosotros nos tocaba irnos con la parca. En Italia se veían decenas de carros fúnebres llevando sus muertos. En mi realidad más cercana, primero supe que se fue el párroco vecino de mi casa, luego el tornero, después el cerrajero exalumno mío a dos cuadras de mi casa, el esposo de la frutera, el hijo de una querida 52


vecina, un médico amigo, etc. Colapsaron hospitales y crematorios. Publicaban anuncios solicitando plasma y la semana siguiente el necrológico con el mismo nombre. Todo eso nos provocaba un ambiente de nervios insostenible. Decidimos ya no ver noticias ni en el celular. Era demasiado deprimente. Yo con mi problema de várices, la facilidad con que se me podían hacer trombos en las venas, la presión que me subía, mi esposo mal del corazón, mi hijo con resfríos recurrentes. Nos habíamos puesto de acuerdo en no llegar al hospital si nos enfermábamos porque en esos días quienes se hospitalizaban ya no se los veía más. Yo no salía a la calle por mi tercera edad. Mis hijos varones aprendieron a hacer las compras. Si faltaba algo yo le llamaba a Daniela, una amiga del mercado que muy solícita realizaba mis encargos. Un domingo le llamé para pedirle un mandado como lo hacía cada semana, también por ayudarle, así se ganaba unos pesos. Ese día la vi muy deprimida y triste. Me contó que había fallecido su hermana unos días antes. ¡Qué! Reaccioné. Un mes antes yo la había visto a Salomé, su hermana. Era un poco enfermiza, pero ante la probabilidad de que haya sido Covid y que le haya contagiado a Daniela me alarmé. ¿Con qué murió? Le pregunté, respondió a la defensiva, con tuberculosis. Daniela vivía sola en alquiler, había tomado una pequeña suite en una casa familiar a la que solo llegaba a dormir luego de que salía por las mañanas muy temprano. Tenía un cómodo y amplio puesto de comida en el mercado desde donde se desplegaba a todas sus actividades. El mercado, prácticamente era su casa. Ahí desayunaba, cocinaba, almorzaba, hacía su siesta y si necesitaba hacer trámites, salía y regresaba pronto. Era muy querida por su humildad y generosidad a la hora de servir los platos, 53


abundantes y por solo cinco bolivianos. Parecía que cocinaba más que por ganar, por servir a los demás. Era un ángel. Lo triste era que a ella no le sobraba el dinero, más bien le faltaba. Todo el tiempo estaba en apuros económicos. Le faltaba para pagar del pollo, para pagar el pasanaku. Sacaba dinero del banco y de algunos usureros para pagar deudas. Además, madrugaba para ir a trabajar en algunas casas con limpieza, lavado de ropa y planchado. La conocí de cerca porque yo tenía una librería en el mercado. Cuando llegó la cuarentena, la vi muy preocupada. “Tengo que conseguir un lugar para estar en el día, mi cuarto es solo para dormir, ahí no puedo cocinar””. No sé cómo pasó esas dos semanas. Después, cuando ya hubo permiso para ventas de comida a domicilio, Daniela se organizó para cocinar en el mercado y hacer entregas, unos días estuvo así. Sin embargo, la dueña de casa de la habitación donde vivía no le daba permiso para salir cada día por el temor de que le lleve el contagio. Daniela nuevamente en problemas. Una familia bondadosa la acogió dándole un espacio por unos días. Daniela seguía repitiendo “No sé qué voy a hacer”. “Quizá me vaya a la casa de mi hermana, el alquiler de la suite sigue corriendo”. Muerta su hermana ya ni tenía esa opción de irse con ella. La noté tan triste que ya ni el dinero que le estuve obsequiando le alegraba. Ella estaba muy agripada y como seguía cocinando, sus compañeras le pidieron que se quede en su casa, ¿En qué casa? Se preguntaba. Reunieron un dinero y le dieron para su subsistencia ¿De qué le servía unos pesos si no tenía la hermana querida y no tenía sitio donde vivir? Desolación total. Este incidente también me ponía en riesgo ante la probabilidad de que Daniela ya hubiera contraído el Covid 19. Estuve muy cerca de ella y su barbijo era solo de tela.

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A los cinco días de lo que vino a mi casa, me enteré que Daniela había fallecido. La señora que le hospedaba aseguró que toda una semana se negó a comer, que quería irse tras su hermana. Cuando le prohibieron quedarse en el mercado para ella fue tan doloroso como que a una planta la que sacan de la tierra y su raíz se seca. Para ella el mercado era su casa. Nadie supo si le mató el Covid o la depresión. Supe que la enterraron en el cementerio del Abra porque en otro cementerio tenía que seguirse todo un protocolo imposible de cumplir por los pocos familiares que llegaron de Santa Cruz a despedirla. Cómo me duele tu muerte Daniela. Fuiste víctima de la intolerancia y el terror a esta enfermedad funesta.

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JENNY MOUNZÓN OPORTO (Bolivia) Nació en San Pedro de Buena Vista, Provincia Charcas, Potosí, Bolivia, el 9 de diciembre de 1955. Poeta, narradora y dramaturga. Su producción: poesía, prosa poética, cuentos, relatos, teatro, está presente en fascículos literarios de la prensa, revistas y en antologías literarias nacionales e internacionales. Miembro activo: Comité Literatura Infantil y Juvenil Cochabamba (CLIJCO). Socia y parte del directorio de Escritores Unidos (ESUN). Socia fundadora ESCRIBO (Sociedad de Gestión Colectiva Escritores bolivianos). Por su aporte a la literatura boliviana ha recibido distinciones locales, departamentales y nacionales. Libros recientes. Poesía: Rosas de otoño (2017), Pétalos de cristal (2018). Cuento: ¿Por qué me pegas? (2016), Voces del más allá” (2ª ed. 2016), Juancho (2017), El tesoro escondido (2018), El despertar de los recuerdos (2ª ed., 2019). Teatro: Acti-Actores (2018).

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A LA VIDA (cuento) Jenny Mounzón Oporto Desde mi aislado rincón en el que me encuentro hace varios meses de días y noches interminables, escribo esta carta entre largas horas y extraños rumores. Al principio, transitaba en un riachuelo de lágrimas envenenadas por la ansiedad, el dolor y desesperanza. Una mañana, me despertó el canto de un jilguero posado en el pequeño limonero, cerca de mi ventana. Parecía decirme algo, los latidos de mi corazón se aceleraron, respiré profundamente, el alma mía navegaba dentro un cofre de recuerdos. Extrañamente, lejanas voces que otrora fueron canciones vertidas como trinos fugaces, me llevaban por un camino de ensueños tapizado de suspiros breves, sentí la brisa matinal como suave caricia en todo mi ser. Ese canto le dio aroma a mi existir, desde ese momento voy deshojando recuerdos; añoro tiernos versos; alegrías vividas y cantarinas voces para escuchar. Entre tanto, las estrellas me acompañan en un viaje de ensueños, mecidas por traviesas sinfonías de recuerdos y vivencias que perduran. Ahora, no importa si mi destierro continua, para evitar que este nefasto Covid19 me atrape. Días perfumados de ilusiones transito lejos de mi jardín y los trinos que alegraban mi existir. Cada amanecer es fragancia de tus seres cósmicos e hijos de la Madre naturaleza que aspiro con ansia. Eternas añoranzas me despiertan para vivir de esperanzas y una fe infinita me susurra que pronto volverá a ser como antes. ¡No!, ¡mentira!, el mañana será mejor que ayer y hoy, cuando esta infame pandemia termine.

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Con amor y fe infinita, Corazón Posdata: Vida, cómo haces falta para vivir sin temor y darle aroma a nuestro existir.

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CRISIS COVIDIANA Jenny Mounzón Oporto Han pasado muchos meses desde la maléfica llegada del covit19. Aun es incierta y peligrosa nuestra existencia, tanto que mi mente es un torbellino de mil pensamientos, de dudas e interrogantes. Cada día, cada hora, cada minuto, cada segundo es un caos que no puedo controlar, todo es extraño… mis palabras, mis actos son reales o ¿ficticios? Los recuerdos que guarda la memoria, ¿de dónde vienen?, ¿fueron creados, inventados, vividos o son producto de los efectos del aislamiento forzoso?; ¿proceden de mis fantasías? o ¿son desatinos propios de mi ser, alimentados por una locura irrefutable que habita dentro de mí? ¿Está el virus insertado en mí? ¡Cuándo se apoderó de mi memoria!, ¿cuándo fue?, ¿ayer?, hoy quizás. Estoy flotando en un vacío extraño que parece real, normal; pero, ¿qué sienten los demás?, ¿cómo me ven? Sea lo que sea, es un aturdimiento irrefrenable, desconcertante la que estoy viviendo. O mi vida es un fatal sueño que fue hecho realidad en mi mundo y del que jamás ¿despertaré? Pesadumbre e inquietud aniquilan mi andar. Mi sosiego no tiene paz; se desbordó mi temple y lucidez… ¿Son descabelladas ideas que habitan mi mente o de dónde provienen? No hay reposo en ellas, la luz del día y las penumbras de la noche; son instantes eternos que alimentan mis pensamientos tenebrosos, desarticulados, inestables, desconocidos que se apoderan de mi conciencia. Desconozco la vida que me fue otorgada o dónde la habito, ignoro el lugar y espacio que me fue concedido. Mi mente describe con detalle momentos, hechos, pasajes para mí, reales, para otros creados, inventados… ¿quién me los creó o inventó? ¿Por qué no 59


encuentro consuelo a mi discernimiento…?, la quiero desovillar en cada una de sus partículas y así disipar la confusión; darle razón a la razón de ser, pero no puedo. El velo que cubre los tenebrosos nubarrones y las tormentas de mi mente afiebrada se debela ante una frase fatídica y cierta, dicha espontáneamente - “eres loca”¿Fatal realidad la mía? Esta pérdida de memoria, lenta… agonizante, es un anticipo a una serena locura que permanece escondida en algún rincón del subconsciente y que mis sentidos la esconden o quizás del consciente que destapó lo ¿tapado? Pero, no hallo lo oculto, lo ignorado por mí. No puedo desdecir mis convicciones, me resisto a negar su veracidad. Esa es mi desdicha, ¡no puedo!… ¡no quiero renunciar a mi realidad!, aparente realidad para los demás. ¡Cómo desenredo el enredo! si no encuentro ni el principio ni el fin. Cómo deshojo los días vividos si ya están deshojados por el tiempo que viví. Qué hago con la desnudez de los hechos que se desnudan ante la realidad de otros y se arropan aún más ante mí… ¿Es desmemoriada toda mi vida?, entonces, para fatalidad mía, mi memoria, ¿qué almacenó en su capacidad de discernirla con claridad? Mi desaliento se hace carne del temor como miedo atroz que quiere desalojar a las raíces de esta indolente y tramposa locura que se agazapa en todas las venas y nervios que alimentan mi cerebro. El rocío que baña el huerto cada amanecer, se convierte en rocío de desierto que se instala en las fibras de todo mi ser, para inyectarme ansiedad, desolación y desazón incontrolables ante la cercana presencia del nefasto Covid. Mi conciencia quiere desandar todos los momentos vividos y desasirlos de sus hechos y causas, ¡qué desilusión la suya!; no puede o no quiere lidiar con el subconsciente desnaturalizado que se aferra a mi inestable personalidad, 60


la siente desmoronarse, pero, la tiene asida con la esperanza de fortalecerla. ¿Podrá eludir el veneno de este nuevo virus que se apoderó de mi cuerpo y mi mente? En el zumo de la lucidez, cuestiono hechos y frases, referentes a los efectos de la pandemia en la vida de los seres humanos; los cambios drásticos en el quehacer cotidiano y agrego como efecto de mi realidad, del torbellino de pensamientos y sentimientos que juegan siniestramente con mi estabilidad emocional y digo: La crisis covidiana es otro efecto poderoso, peligroso y traicionero del Covid-19 que te atrapa sin ninguna advertencia o preaviso. Pero, las neuronas del cerebro te ayudan a superarla y vencer la “guerra”. ¡Yo también venceré esta crisis infectada con ayuda de la mano Divina!

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SONIA GLADYS ALEMÁN MENDUIÑA (Bolivia) Nació en Potosí, Bolivia el 22 de septiembre de 1944. Narradora, dramaturga y poeta. Profesora de Lenguaje y Literatura. Licenciada en Pedagogía. Docente universitaria. Nació en Potosí, Bolivia. Vive en Quillacollo. Intérprete de piano, órgano y acordeón, comparte su actividad literaria con la música, el teatro y la declamación. Pertenece a la Sociedad de Escritores de Bolivia (SOBODE), a la UPEQ y a diferentes instituciones culturales de Cochabamba. Es coautora de Antología Comentada de la Poesía Boliviana (2010), Antología poética al pie de la colina Nº3 (2011), Antología de cuentos al pie de la colina Nº1 (2012), Poesías para la historia (2014), Mitos, leyendas y cuentos populares en Bolivia (2015), Lo insólito en los cuentos (2016) de la UPEQ. Libros. Cuento: El Baúl de los recuerdos (1990), Valentina —cuentos y poemas— (2ª ed. 2008), Ocurrió así (2014), Pablito t… (2016). Teatro: Casimira… Ni… mira (2013), Niños… ¿Culpables? (2015). Poesía: Potosí por siempre inmortal (1991), Florilegio (2017). Novela: Yo viví en el condado de Carma (2010, 2ª ed. 2015), Conociendo a Sara (2021).

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EL PRINCIPIO Sonia Gladys Alemán Menduiña Aquella mañana de marzo, Ernesto Salinas salía de su alojamiento, contento y feliz, porque le esperaba un día hermoso en la universidad, debía exponer un trabajo sobre el tema “la Vida”, cuando llegó al recinto, notó cierto nerviosismo, grupos estudiantiles, ya en las gradas , ya en los corredores; con presura quiso ingresar al comedor universitario y, un aviso escueto le detuvo: “se suspende la atención indefinidamente”, se quedó sin habla,(no había tomado desayuno) y ¿las clases? estaban cerradas, vano fue preguntar el porqué de la confusión estudiantil, escuchaba a voces y por primera vez, “Pandemia”, “Epidemia”, “Cuarentena Rígida”, “Covid 19“ sin explicación; totalmente perturbado salió con un paso lento y cavilando se preguntaba ¿dónde comería? como respuesta, solo tuvo el silencio y el frío que le calaba los huesos. Ernesto, oriundo de la provincia de Presto había llegado a Sucre con el deseo de estudiar Derecho, huérfano de madre, mayor de ocho hermanos y un padre enfermo que no entendía por qué su hijo fue a la ciudad cuando tanta falta hacía en el trabajo agrario. Para sustentarse, en la noche ayudaba a barrer las calles, si tenía suerte encontraba algún alimento entre los despojos; ese día, ante su desazón sacó fuerzas de su debilidad y esperó que pase el tiempo con la esperanza que rápido llegue el ocaso para cumplir con su labor nocturna, ya al anochecer, quiso entender el significado de “Pandemia” y “Cuarentena Rígida”, no faltó quien le explique las causas y peligros del “Corona Virus” y como consecuencia de esto, se quedaría sin trabajo; veía que la gente tratando de conseguir provisiones y medicamentos 63


corría por todo lado como corrían las horas y el hambre que le destrozaba las entrañas; triste muy triste, supo que su mundo se derrumbaba; se apresuró para llegar a su alojamiento y vio que su único compañero de habitación, también se había ido, su contrariedad aumentó, solo quedaba su cama, sumido en su desesperación, no le quedaba más que retornar a su pueblo , buscó algo de dinero y sus bolsillos silbaban; cogiendo sus escasas ropas abandonó el lugar y empezó su vía crucis, en su mente solo estaba la imagen de su padre. Para la travesía a su casa buscó el camino más directo , corrió dos días y dos noches, quería llegar pronto; el hambre le asediaba, la sed le quitaba fuerzas, ya desfallecía, sus zapatos estaban roídos, pasó por caminos pedregosos, subía montañas, bajaba laderas, cruzó algunos ríos caudalosos, el peligro estaba vivo y su padre siempre en su memoria; caminaba repitiendo “Pandemia” ”Cuarentena Rígida”, sin asimilar todavía significados; ya desfallecido al amanecer del tercer día, acompañado de sus únicos compañeros hambre y sed , tenía resecos los labios y cuando sus pies ya no le respondían , de pronto divisó su aldea, se acercó más y su corazón latió tan fuerte que se olvidó de todo su sufrimiento, estaba en su hogar, felizmente allí no habría llegado esa enfermedad mortal; además estaba su padre , estaría a salvo, por instantes se sintió dichoso; pero cuando ingresó a su casa vio estupefacto que su progenitor yacía en el suelo junto a otros cadáveres, totalmente turbado y en medio de un llanto desbordante preguntó qué había pasado, respuestas diversas le indicaron que todo fue raro y rápido, no sabían qué enfermedad mató a su padre y a los demás, quizás un contagio desconocido, porque todos tenían síntomas iguales que jamás habían visto; estaban muy asustados, ni las hierbas, menos sus yatiris pudieron salvarles, se sentían desprotegidos; después ya se supo que fue la 64


mortal pandemia que había llegado a la aldea matando vidas. Ernesto ante esta desgracia se dio cuenta que tanto en su pueblo como en los lugares alejados de la ciudad no había orientación, ayuda, ni socorro, todos vivían a su suerte; lo triste que era “El Principio” de la Mortal Pandemia del Corona Virus, recién comenzaba y ya había muertos; ante esta fatalidad, estaba seguro que cambiarían los hábitos, las costumbres y el ritmo de la vida misma, habría que vivir con el barbijo, el alcohol y el aislamiento social, quien sabe por qué tiempo, todo podría ocurrir; pero Ernesto Salinas no se dejaría vencer, prometió ayudar al prójimo, aprendería cómo vencer al Corona Virus, es que al enterrar a su padre en medio de su profunda aflicción y penar, si bien se sentía impotente, en su mente sembró FE y ESPERANZA, superaría todo , todo, porque desde ese instante estaba con DIOS.

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GLADYS LUISA OROZ APARICIO (Bolivia) Nació en Potosí, Bolivia 10 de octubre de 1950. Abogada, poeta y actora teatral. Jueza de Bolivia por el tiempo de 26 años consecutivos en los Distritos Judiciales de Potosí y Cochabamba. Socia activa del Club del Libro 10 de Noviembre de la ciudad de Cochabamba desde el año 1999 al 2015. Socia fundadora del Club del Libro “Gaby Vallejo Canedo” en Cbba. el año 2016. Participó en varios eventos culturales y literarios en Potosí y Cochabamba. Participante en la Gala Poética en homenaje a los 102 aniversario de Gesta Bárbara Siglo XXI de fecha 16 de junio 2020. Participante de la Gala Poética en Homenaje al Departamento de La Paz 16 de julio 2020. Participante de la Gala Poética en Homenaje a la Patria “Los poetas del Mundo le cantan a mi Patria”. Coautora de los libros de dichos eventos publicados digitalmente.

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EL SUEÑO DE SANTIAGUITO Gladys Luisa Oroz Aparicio Como todas las mañanas la maestra Melita espero a sus alumnos en el curso, siempre sonriente y cariñosa, pero esa mañana sería la última por la abrupta y maléfica llegada de un visitante que ahora hablaría con ellos. Les contó que en un lejano país llamado China, había aparecido un virus pequeñito , tan pequeñito que nadie podía verlo pero que se creía todo un Rey, era gruñón y malvado, tenía la forma de una corona con espinas y por eso lo llamaron CORONAVIRUS y su único deseo era hacer el mal a los seres humanos, además era ambicioso y quería reinar en el planeta y se propuso llegar a todos los lugares posibles del mundo para someterlos y así fue que un día que decidió salir de su escondite y junto a un montón de sus cómplices, con mucha premura se dirigieron a la estación del ferrocarril, como eran tan pequeños e invisibles al ojo humano nadie se percató de su presencia, entonces buscó entre los pasajeros a alguna persona que pudiera transportarlos con él y divisó a una señora que estaba desprevenida, con la boca abierta y todo el grupo arremetió por ahí hasta la garganta, había conseguido su objetivo ella los llevaría de viaje a conquistar el mundo, se sintió feliz y triunfador pues este pequeño monstruo ya consiguió su primera víctima. En el viaje la señora comenzó a toser y toser y al hacerlo iba dejando a su paso decenas de virus que ya se habían alojado y multiplicado por miles en su garganta que era un lugar para ellos muy acogedor y que les ofrecía todos los elementos favorables para su multiplicación. Los nuevos virus salían frenéticos y sin control buscando otros escondites donde sentirse seguros, tener su alimento y poder multiplicarse a sus anchas, les 67


fue muy fácil pues había muchas personas y estos malvadillos fueron ocupando las bocas y las gargantas de cuanto pasajero estaba en el vagón, para continuar su ciclo una y otra vez. Cuando la señora llegó a destino se sentía muy enferma y también las otras personas que fueron refugio de este virus empezaron a sentirse adoloridos y el malvado Rey Coronavirus estaba tan complacido porque su propósito se estaba haciendo realidad, el de hacer daño a la humanidad y apoderarse de ella. Alguien que ya lo llevaba en la garganta se fue al aeropuerto más grande del mundo y ahí este pequeño monstruo aprovechó de continuar su misión así tomar cada vez más el control de todas las personas que tenían la desdicha de cruzarse en su camino y así llegar a diferentes destinos. Empezó la invasión a todos los confines del mundo llevando consigo su malsana carga que iba dejando a donde llegaba, llegó a casi todos los continentes del mundo y como era lógico por ser tan pequeño e invisible no pagaba pasaje, nadie lo registraba y peor aún nunca le hicieron ningún control en migración, ni en ninguna oficina ni agencia de viaje, por lo que el malvado Rey iba a cumplir su cometido de apoderarse del mundo entero, sembrando enfermedad, tristeza y desolación. Un aciago día del mes de marzo del año 2020 llegó a nuestro país Bolivia, ¡oh!, que terrible tenerlo entre nosotros porque empezó su cacería, sembró desolación y mucha angustia, muchos de los nuestros entre vecinos y parientes fueron presa de su maldad y murieron sin despedirse siquiera de sus seres queridos y ahora solo los tenemos en el cielo en medio de las estrellas bañándonos con su luz. Por suerte nuestros médicos, enfermeras y todos los científicos del mundo, combatieron con el 68


monstruo sin cesar, pero a cambio en esa batalla perdimos a cientos de ellos que no pudieron derrotarlo, sin embargo, nos indicaron muchas medidas de seguridad para cuidarnos y entre ellas las más importantes son: Quedarse en casa, lavarse las manos con mucha agua y jabón de manera constante, además usar mucho alcohol para desinfectar nuestro cuerpo y ropa y especialmente el uso del barbijo que a la cuenta se puso de moda en todo el mundo, y la maestra Melita acabó diciendo que por la llegada de esta visita inesperada tenían que suspender las clases y todas las actividades en nuestro país. Los niños estaban confundidos y algo desconcertados porque ya no podrían ir a la escuela a estudiar y a jugar con sus compañeritos, Manuelito no lo aceptó y le contó a la profesora que sus amigos le dijeron que todo estaba bien y que solo algunos papás estaban exagerando para no dejarlos salir al parque del barrio, pero la maestra le indicó que no era mentira y que el virus malvado estaba suelto y caminando tanto de noche como de día buscando a cualquiera que se le ponga en frente para atacarlo y ser el único Rey, por lo tanto él debía ser obediente y cuidarse. Los demás niños del curso lo entendieron Alecito fue el primero en indicar que todos los consejos que daba la profesora los iba a cumplir porque no quería que nadie se enferme en su casa, por su parte Kymita y Dieguito afirmaron que cuando lleguen a casa se lavarán las manitas y tratarán de no ocasionar disgustos con el resto de la familia, para cuidarse y cuidar a sus papás, Nicolacito y Sebastián dijeron que ya en su casa sus papás les habían explicado y que estaban practicando las normas que repitió la maestra; los más pequeños del grupo Cristalita, Santiaguito y Valentina no prestaron mucha atención pues estaban distraídos y querían jugar y esperaban con ansias la hora del recreo para correr en el patio y compartir la merienda que era un pastel de manzana que había llevado 69


Valentina, luego de toda la explicación la profesora se despidió de ellos con mucha tristeza y nostalgia pues las clases habían sido suspendidas y nadie sabía cuándo las cosas volverían a ser como antes. Todos a su turno llegaron a sus casas y conversando con sus padres sobre el cuento de la profesora, se comprometieron a ser más obedientes y a compartir más con la familia, como tenían mucho tiempo sin salir de casa comenzaron a concentrarse en sus propias inquietudes y así desarrollaron más sus habilidades: Las niñas ayudando en los quehaceres de la casa y los varones en arreglos del jardín que cada día se ponía más florido junto a sus papás que siempre tenían alguna nueva tarea que asignarles. El pequeño Santiaguito después de llegar a su casa, se puso a meditar cómo y de qué manera podría cuidar a su familia ante ese monstruo malvado que llegó. Quería poner una cerca alrededor de la casa, pero se dio cuenta que era muy pequeño para lograrlo, pensó en cubrir todas las ventanas y puertas de con el mejor plástico que pudiera encontrar, o tal vez cavar una zanja para evitar su ingreso; también pensó en colocar alarmas alrededor de la casa, pero recordó a la profesora Melita que dijo que el virus era tan pequeño que no se lo podía ver a simple vista sino con un microscopio, de tanto pensar se quedó profundamente dormido. Tuvo un sueño muy perturbador: Vio que su familia compartía en la mesa del comedor y de repente se escuchó una fuerte y tenebrosa voz que provenía del exterior que decía: ¡Soy el Rey Coronavirus y llegué para llevarme a esta familia! Todos corrieron a las ventanas y pudieron ver una figura monstruosa y gigante que pugnaba por entrar, entonces cogieron sus barbijos, se armaron de atomizadores llenos de alcohol como si fueran pistolas y con las manos muy bien lavadas con jabón aseguraron los ingresos rociando los ambientes con mucho detergente y 70


gritando a una sola voz ESTA FAMILIA ESTA PROTEGIDA, AQUÍ NO PUEDES ENTRAR…, FUERA DE ESTA CASA… Santiaguito vio cómo el monstruo de a poquito y mientras más desinfectaban iba perdiendo fuerza haciéndose más y más pequeñito hasta desintegrarse y desaparecer. Al siguiente día muy temprano contó a sus papás lo que había soñado y éstos le dijeron que evidentemente es lo que deben hacer, cumplir con todos los cuidados de aseo, con una buena alimentación y mucha fe en Dios vencerán al autodenominado “Rey” y todos serán mejores después de esta lección. Abrazaron fuerte a Santiaguito y su sueño que comenzó siendo una horrible pesadilla se convirtió finalmente en un lindo mensaje de esperanza.

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APRENDIMOS Gladys Luisa Oroz Aparicio Cuando esta pesadilla acabe, en la que nos sumió la pandemia y salga el sol resplandeciente nos saludaremos…, cariñosamente. Y lloraremos de alegría tan contentos de mirarnos y de poder abrazarnos como ayer, como antes, como algún día. Y todo…, quedará en el recuerdo, las largas noches de insomnio los momentos de soledad y de miedo y la gélida tristeza del invierno. Recordaremos, a los enfermos amigos y a todos los hermanos fallecidos que quedarán siempre vivos en nuestro corazón…, en sus latidos. Recordaremos con gratitud y cariño a los ángeles blancos que estuvieron en primera fila y a los tantos que dieron su vida y se fueron sin voz, sin lágrimas y sin despedida. Con gratitud veremos a nuestra policía que en momentos tan álgidos caminando noche y día cuidaron a todos, cuando salía. Recordaremos al Ejército valiente que luchó constantemente con el desacato e ignorancia 72


de esa gente, inconsciente. Que, gratificante fue ver como nuestros hermanos tenían gestos de amor cuidando a los necesitados. Los corazones se abrieron como pétalos de flores irradiando sus bondades de caridad y de amores. Este año nos tocó ser fuertes, llenamos el espíritu de fe en Dios buscándolo en todos los confines orando mucho por todos nuestros afines. De todo esto; habremos aprendido que el dinero, no compra el mañana y que los bienes de la tierra siempre se quedan en ella. También de esta lección aprendimos que nuestros padres, hijos y amigos ¡Son un tesoro que tenemos, vivo…! que…, a veces no lo descubrimos. Aprendimos, que no se compra el cariño que las luces del cielo, la ternura de un niño y la palabra de un hijo, nos alumbran el camino con el que Dios nos ha bendecido. Aprendimos, a escuchar las pláticas del silencio el lenguaje de las flores y las aves primorosas disfrutar la lluvia, vivir la magia de un cuento y, a bailar en la danza enigmática del viento. 73


Aprendimos, que los tiempos malos ahora serán tiempos buenos donde hablan los corazones y acarician los sentimientos. ¡Aprendimos al fin…! a ser agradecidos a amar y cuidar, la naturaleza donde vivimos, pletórica de milagros escondidos y gritar de hinojos…, ¡lo mucho que la bendecimos!

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LILIANA LESLY LÉNIZ RODRÍGUEZ (Bolivia) Nació en Potosí, Bolivia 3 de julio de 1973. Poetisa, declamadora, narradora, fabulista, ensayista, directora de obras dramáticas, actriz, dramaturga. Profesora de Literatura - Lenguaje de la prestigiosa Escuela Nacional de Maestros “Mariscal Sucre” de Sucre. Abogada. Licenciada en Ciencias de la Educación. Diplomada en Literatura – Lenguaje en la Universidad Salesiana de Bolivia (2008). Magíster en Educación Superior en la Universidad “Enrique José Varona” de Cuba y la Universidad Autónoma “Tomás Frías” de Potosí, Bolivia. Libros recientes: voz del alma — poemario— (2020), Verdad, análisis y reflexión — ensayos— (2020).

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EL MAL DEL SIGLO Liliana Lesly Léniz Rodríguez Potosí-Bolivia El sol refulgente salía por el lejano horizonte en la ciudad colonial del mundo, al compás del paso grácil de las nubes níveas; bajo la faz del maravilloso Súmaj Orcko, inmenso en su estirpe real y prodigio del “Divino Creador” en la tierra. José Santos Álvarez, alto, gentil, honesto, de tez fina, hombre de trabajo y familia; solía ocuparse como guía de turismo, recibiendo a extranjeros a tempranas horas, en la terminal de la Ínclita Villa Imperial, para trasladarlos y acomodarlos, luego en un alojamiento; posteriormente citándolos en un determinado horario; para llevarlos a visitar las minas del Cerro Rico; infaustas por la extracción de la plata de sus entrañas, tras largos siglos de explotación. Al día siguiente, José, junto a los turistas visitaba la Casa de Moneda, recorriendo distintas salas del gran museo de Bolivia, su misión explicar diariamente los hechos históricos de la Colonia; para luego retirarse junto a ellos e ir a almorzar a un restaurant con artesanías costumbristas y reliquias de plata; para posteriormente servirse la tradicional Kalapurka; después de cumplir su jornada laboral, recibía su salario en dólares diariamente, llevando sus recursos económicos con felicidad, para el sostén de su familia. José, era el único que mantenía a su esposa Ana, a sus dos hijos: Jorge, María, y a su madre Rosalinda, una anciana de 75 años de edad, que tenía un espíritu jovial; lleno de autoestima, por haber otorgado a la sociedad un ciudadano de bien, como lo era José, su entrañable y amado hijo. 76


En el tercer día del mes de marzo de 2020, José Santos Álvarez, después de visitar Uyuni, junto a los turistas y guiarlos en conocer el inmenso salar, al culminar su contrato decidió embarcarlos en avión a los extranjeros que iban de retorno a sus países, sintió un fuerte dolor de cabeza y un nudo en la garganta que le asfixió espaciadamente, no hizo caso, tomó el bus de Uyuni a Potosí y regresó a su hogar. En los días siguientes obstruyeron las fronteras en Bolivia, a raíz de la pandemia del coronavirus, las terminales y aeropuertos internacionales, se cerraron, quedando muchos varados en su viaje. Los guías de turismo se quedaron sin trabajo, al igual que muchos hombres y mujeres, perdieron su función laboral, siendo despedidos, sin saber qué hacer. —José cada día se ponía mal, empezando a tener fiebre, no podía caminar, los pies no le sostenían lo sufrientemente, y quedó tendido en la cama, su esposa Ana, le dijo: — José, vamos te llevaré al hospital Daniel Bracamonte, para que los médicos te revisen. Él aceptó, fueron en un taxi, al llegar a las puertas del Centro de Salud, los personeros, no lo quisieron atender; porque señalaron que ya había muchos enfermos, de tal manera que retornaron a su casa en otro automóvil, al llegar José Santos Álvarez, estaba muy mal, cada vez más sentía que el aire le faltaba, su madre Rosalinda, pasó a verlo a su cuarto y en sus brazos partió al más allá. Rosalinda gritó: —¡Ana, mi hijo se fue, la pandemia, un mal del siglo, se lo llevó y murió abrazándome! Ana no podía creer que su esposo en un segundo partiera de este mundo, en su desesperación gimió de dolor y abrazó al difunto, quien en vida fue su gran amor y eterno compañero. Los hijos: Jorge y María, cerraron los ojos y las lágrimas cristalinas rodaron por sus mejillas, viendo al cuerpo de su padre inerte, recordaron su imagen, su forma de ser, 77


sabiendo que el COVID-19 se lo llevó. Ana, rodeó a sus hijos y a su suegra, y todos ellos prometieron cultivar el buen ejemplo y mantener el recuerdo de un gran hijo, esposo y sobre todo padre.

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ROSSY RIVERA de POZO (Bolivia) Nació en Cochabamba, Bolivia el 3 de abril de 1954. Profesora de Lenguaje y Estudios Sociales de la Normal Católica Integrada “Sedes Sapientiae”. Egresó de la UMSS en Licenciatura Especial en Educación Básica, con la Tesis “La Tradición Oral de las madres de los Clubes de Madres, como alternativa en la Educación de sus niños(as)” Formó parte del Comité de Literatura Infantil y Juvenil de Cochabamba. Fue Directora Académica del Colegio “Humanístico Boliviano” por dos años y del Colegio Particular “San Agustín” de Quillacollo. Actual facilitadora de Literatura en el Centro Educativo de Adultos “Mariano Ricardo Terrazas”. Integra Escritores Unidos. Sus poemas y cuentos figuran en la Antología comentada de la poesía boliviana (2010) de Roberto Ágreda. ESUN y en Cuentos y cuentos” (2016) de Carlos Rimassa. ESUN. Libros. Poesía: Hojitas Pintadas N.º 7 (1998). Cuento: Salta el Arcoíris (1999), Al son de los cañaverales (2011), ¿De qué color es el viento? (2018).

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EL MIEDO, ALIADO DEL CORONAVIRUS Rossy Rivera de Pozo Como todos los días, desde el inicio de la pandemia, a la Hora del Angelus o del Ave María (18:30), junto a mi esposo, me acomode en un sillón de la sala para rezar el Santo Rosario, con mucha fe y esperanza. Concluido ese cotidiano encuentro con el Señor, me apreste a ver el Informativo y lo más sobresaliente son los datos estadísticos relacionados a la pandemia en nuestro país y el mundo entero, que son devastadoras, situación por demás preocupante. Al momento de acostarme, para entregarme a los protectores brazos de Morfeo, me sentí fatigada y una tos persistente se apodero de mí. Mi hermana, muy solicita, preparo un mate de manzanilla con limón, que lo bebí agradecida. Mi esposo me friccionó con mentisán y listo. Más tarde, volvió la tos intermitente, acompañada de una leve comezón en mi garganta. En esas circunstancias, pase la noche más larga y molestosa, durmiendo por espacio cortos. Cuando el amanecer se hizo presente, vi a mi hijo que me pedía que me levante para llevarme a un laboratorio, para hacerme la prueba de antígeno nasal de hisopado, para diagnosticar si tenía Covid-19. El resultado no se hizo esperar y para sorpresa nuestra, dio POSITIVO. No podía creer, porque en casa, mi esposo, mi hermana y yo, vivimos enclaustrados, la mayor parte del tiempo. 80


La incógnita era: ¿Cuándo?, ¿Cómo?, ¿Dónde se filtró el virus? Quizás fue el frutero ambulante, la vendedora de verduras, el panadero, el… o la… Al no encontrar respuesta alguna, decidieron llevarme al Seguro, pero yo me negué rotundamente, por lo que se vieron obligados a llamar a mi sobrino que es médico en la Caja Nacional de Salud. A su llegada, vestido como astronauta, lo primero que hizo fue llamarnos la atención de esto y de aquello, diciéndonos que parecería que viviéramos en otro planeta, porque a los vendedores se los atiende a un metro y medio de distancia, estar siempre con barbijo, rociarse generosamente con alcohol, lavarse las manos con jabón y desinfectar los productos con lavandina y sigue la perorata (como si no supiéramos), mientras la tos me sigue fastidiando. Finalmente, decide mi aislamiento, en el dormitorio matrimonial, alejando a mi compañero de vida a otro dormitorio. Las recomendaciones fueron: * En caso de fiebre, una tableta de Ibuprofeno de 800 gramos cada 12 horas. * Beber agua y mates calientes para hidratarme. (Aguas milagrosas) * Comer verduras y frutas hervidas. * Abrir la ventana, para ventilar y aprovechar de tomar baños de sol. * Realizar ejercicio moderados por espacios cortos. * Practicar 3 veces al día ejercicios de respiración. (inhalar y exhalar). * Descansar bien. (Que ironía) Luego una hora de encargos y recomendaciones a mi hermana y mi esposo, para cuidarme y no empeore, le escuche decir que los llamaría todos los días. Y en caso de no mejorar en los siguientes días, vería la forma de hacerme un espacio en el Seguro, para internarme inmediatamente. 81


Como el miedo es inmunodepresor, desde el momento de mi aislamiento, empecé a sentirme cansada y debilucha. Me acosté muy desanimada, porque mi respiración se hacía más dificultosa y la opresión en mi garganta estaba ahogándome. Sentí que mi fin se avecinaba y estaba a punto de desfallecer, de pronto escuché: -Hijita, mi amor recorre un poquito. Me estas perforando la espalda con tu mentón. Creo que estas con pesadilla….

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¿RUMBA O ZUMBA? Rossy Rivera de Pozo Vivimos una guerra sin cuartel, ausente de metrallas, explosivos, tanques, misiles y disparos, pero amenazados e invadidos por un virus microscópico invisible a simple vista, denominado Coronavirus SARS- CoV-2 y la enfermedad que causa, denominada Covid-19, que nos obliga a encerrarnos y tomar medidas y restricciones familiares, sociales, económicas y laborales, para evitar que nos aniquile masivamente. En cada hogar, las rutinas comunes son muy parecidas, especialmente para las mujeres. Hoy quiero compartirte las mías, que fueron la constante por varios meses. En la mañana: Levantarme de cama, rezar, ducharme, vestirme con la ropa de casa, desayunar, tomar mis medicamentos, regar las plantas, cocinar, comunicarme con mis hijos por videollamada y finalmente, salir al jardín a asolearme un poco, porque de otro modo, me convertiré en el fantasmita “Gasparín”. En la tarde mis actividades varían de acuerdo a mi disponibilidad de tiempo: Leo un poco de algún libro pendiente, escribo algunos versos o pequeños relatos, resuelvo crucigramas; pero, siempre preparo mi clase para en la noche, porque me conecto por zoom con mis participantes. Un día cualquiera, decidí romper con algunas rutinas, que, a partir de la pandemia, las adquirí involuntariamente. Estoy leyendo con mucho entusiasmo los artículos que publican algunos entendidos, sobre los cambios que generan en nuestro organismo y en nuestra mente, las buenas lecturas, escuchar música variada, realizar 83


ejercicios diarios y especialmente, bailar, porque es un ejercicio terapéutico. Según los historiadores, la danza nace del “confinamiento” de los hombres primitivos, que temían a los animales feroces y a las inclemencias del tiempo y eso está plasmado en las expresiones rupestres de las cavernas. Lo paradójico es que, en pleno siglo XXI y con tantos adelantos científicos y tecnológicos, tengamos que vivir “confinados”, por temor a ese flagelo mortal, llamado “Coronavirus”. Por cierto, que, con muchísimas variantes, porque gracias a la tecnología, contamos con múltiples herramientas que nos permiten conectarnos virtualmente con el mundo exterior. Xiomara Navarro, bailarina y directora de la Escuela Sajana de Danza de Bogotá, apunta: “No es la primera vez, que el ser humano baila para contrarrestar una Pandemia. La “Peste Negra” había influenciado fuertemente, para el surgimiento de la “Danza de la Muerte”, un género artístico del siglo XIV, en el que la Muerte personificada, incitaba a los bailarines a gritar, saltar y convulsionarse, para sacarse la enfermedad” Como tú y yo sabemos, en el “confinamiento”, el cuerpo también se “encierra”, por lo que se hace necesario, librarnos cuanto antes de ese yugo. Esa es la razón, por la que todos los días enciendo el televisor y selecciono la música. Unas veces rumba, otras veces zumba, mientras desarrollo mis actividades y debo decirte, que como es natural, mi cuerpo empieza a moverse cadenciosamente, sin pensarlo. Gracias al baile cotidiano he perdido algo de peso, tengo menos estrés, mis varices están menos inflamadas, me siento menos cansada y fatigada, pero, sobre todo, estoy más alegre y comunicativa que antes. Desde que bailo, siento muchos cambios positivos, tanto cognitivos, físicos, emocionales y sociales, 84


que quisiera que tú también los sintieras. Por todo ello, quiero deshacerme ahora mismo, de mi pareja: la escoba y hacerlo contigo. ¿Bailamos?

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PRESENCIA ETEREA (Relato testimonial) Rossy Rivera de Pozo Para muchos, cuando un ser querido es visitado y conquistado por la implacable Parca, abandona la materia, pero no su espíritu, conservando su forma etérea por siempre. Para unos, ese ser querido visita su casa o lugar de preferencia, solo en noviembre, el día de “Todos Santos”, en tal sentido, los dolientes se aprestan a esperarlos de diferente modo, de acuerdo a su creencia. También hay, de los que encienden un cirio, para que le alumbre el camino a casa y un vaso de agua, para mitigar su sed, por la fatiga del largo recorrido. Para otros, ese ser querido, nunca dejo su hogar y se lo ve, se lo escucha y hasta se siente su aroma. Así, forma parte de la vida cotidiana, de las personas con las que compartió su existencia terrenal. A este tipo de situación pertenece el caso a relatar. Hace algunas noches atrás, la dueña de casa decidió intranquilizar a los suyos, presentándoseles de la forma más tangible posible. Elffy, una de las hijas mayores, que vive eventualmente en la casa materna, escuchó un extraño ruido en la sala. Se levantó de la cama y abrió la puerta del dormitorio con mucho cuidado. De pronto vio a su mama parada a poca distancia de ella. Su asombro fue tal, que lo único que hizo fue persignarse y volver más que de prisa a su cama a rezar.

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Muy temprano, con visible ofuscación, conto lo sucedido a los parientes, que la escucharon sin sorprenderse, porque a ellos les sucedía de vez en cuando. Luego, se sentó a desayunar Oliver, uno de los nietos de la difunta, que llego de otro departamento a visitar a su mamá. Muy asustado contó que no pudo dormir, porque le dio insomnio. De pronto “vio” a su abuelita, que se le acercó sonriente. El la observaba estupefacto y ella, con la mayor naturalidad, como lo hacía siempre, le dio un abrazo y un beso, para luego sigilosamente desaparecer. Estaba narrando el hecho con tanta emoción, que cuando entró Rodrigo, el otro nieto, que vive en la casa, escuchando algo del relato le dijo: — ¿A tì también? — ¿Qué te paso a ti? Le preguntaron curiosos los que desayunaban. — Bueno, dice con cierta vacilación, anoche dormía profundamente, cuando de pronto me propinaron un sonoro sopapo; sobresaltado me incorpore ante tremendo golpe y la veo a la abuelita, que me miraba inmutable, peo antes de yo poder emitir palabra alguna, salió sin prisa, dejándome boquiabierto. Por un momento pensé que Patty, mi esposa me había golpeado, pero ella también despertó al oírme gritar. Como es de suponer, el desayuno fue el más alborotado, porque cada quien seguía comentando lo sucedido, al estilo de Agatha Christie.

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Como la visita fue a tres componentes de la casa, concluyeron, que la abuelita extrañaba sus visitas sabatinas al Panteón, que antes de la Pandemia, eran de rigor y que fueron interrumpidas por esa causa y por supuesto, por la restricción. ¡Qué casualidad! También era sábado. Más que de prisa se alistaron y casi en procesión, se fueron a dar cumplimiento al mensaje que dejaron escrito en la lápida años atrás: “Mamita querida, Nunca te faltara: Una oración, una lagrima y una flor”.

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KATIUSKA REBECA POZO RIVERA Nació en Cochabamba Bolivia el 20 de julio de 1984. Estudió un año de Medicina en la Universidad Mayor de San Simón (UMSS). Luego se hizo su traspaso a la carrera de Veterinaria en la misma Universidad. Obtuvo la Licenciatura en Medicina Veterinaria y Zootecnia, el año 2008. El año 2009 se fue a vivir a Alemania. Estudió y logró el título de Enfermera Educadora de personas con capacidades diferentes el año 2015. El año 2018 obtuvo un nuevo título equivalente a un Diácono en la Iglesia Católica. Actualmente ejerce únicamente las profesiones que estudió en Alemania. Es ilustradora infantil. A los 18 años se publicaron sus Ilustraciones por primera vez en Cochabamba. Incluso desde Alemania ha logrado ilustrar dos libros. Alguna vez escribió un cuento rimado, pero jamás lo publicó. En esta oportunidad tiene el agrado de presentar sus dos primeros cuentos en este libro digital.

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LAS OCURRENCIAS DE DOÑA ILONA Katiuska Rebeca Pozo Rivera —¿Vela? Apuntaba la pequeña Mía con su diminuto dedo índice, una vela encendida en el jardín de doña Ilona. La mamá de Mía sabía que en realidad la pregunta era: —¿por qué está encendida ahí una vela mamá? Mía tenía casi 21 meses y era muy curiosa. Se interesaba por todo lo que veía fuera de su casa, al ir de paseo en su triciclo, junto a sus padres y su querido mejor amigo perruno: Sam. Pasar por la casa de doña Ilona era inevitable. La señora tenía una pizarra hecha de una piedra plana negra colgada a un árbol dentro de su jardín, en la puerta de entrada de su casa. Allí escribía a diario (excepto los días de lluvia) mensajes para distraer, alentar, deleitar, anunciar, informar y hasta felicitar a todo aquel que pasaba por allí. Para ella no había ni feriado, ni fin de semana. Aún en Navidad había un hermoso mensaje de felicitaciones a todos. En esta ocasión decía: "una vela encendida por todos los que se fueron al cielo por Corona". En Alemania llaman al Covid 19 sencillamente: "Corona". En muchas regiones del País, habían optado por levantar el ánimo de los demás, con actividades muy interesantes dentro de la Pandemia y las respectivas cuarentenas. Mientras muchos aplaudían dentro de sus casas a las 20:00 pm en agradecimiento y reconocimiento de los Doctores, Enfermeras y demás profesionales que cuidaban a los enfermos en hospitales, asilos, etc., otros se ocupaban de reunir cupones de beneficencia pública para estos profesionales, como, por ejemplo, 10 clases de yoga gratuitas, cupones para visitas al zoológico, para cortes

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gratis de cabello en las peluquerías, un sin fin de cupones de agradecimiento. Oderwitz, un pueblito en la frontera con la República Checa y Polonia, donde vivía Mía con sus padres y su amado Sam, no quiso quedar indiferente y había decidido apoyar en la pandemia de manera un tanto más participativo. Por ejemplo, habían decorado las barandas del río que iba a lo largo del pueblo con diferentes dibujos hechos por los propios vecinos. Cualquiera podía tomar una hoja tamaño carta en su casa y dibujar lo primero que se le venía a la mente. Lo hicieron pequeños y grandes, a colores o en blanco y negro, todos en hojas, que forraban luego con plástico y las colgaban en la baranda del río. De igual manera, habían adornado las barandas del río en Navidad. Oderwitz se hizo muy famoso en los medios de comunicación por nada más. Doña Ilona nunca se quedaba atrás y no sólo escribía sin falta en su pizarra de piedra, sino que hizo, como en muchos lugares de Alemania, una serpiente de piedras pintadas. La piedra inicial era la más grande y decía: "¡participa con nosotros!". Es así, que niños y grandes nuevamente estaban invitados. Hubo piedras de todos los tamaños y colores al borde del río, frente a la casa de doña Ilona. Ella recortaba el pasto con sumo cuidado, para no arruinar la obra maestra de los vecinos. Ni siquiera en invierno y ni con toda la nieve, quitó ni una sola piedra. La serpiente estaba conformada por piedras de todos los tamaños, pintadas con diferentes tipos de pinturas: acuarelas, acrilex, témperas, óleos, etc. Mientras algunos habían escrito sólo sus nombres, otros habían pintado flores, figuras y hasta algunos habían colado stickers en sus piedras. Ninguna piedra era rechazada y se respetaba el lugar y el orden de llegada. Todo se aceptaba. Los papás de Mía habían ido al bosque a recoger piedras para el cumpleaños número 1 de la pequeña. Así los invitados pintarían piedras para la serpiente que tenía doña Ilona. ¡Y así 91


lo hicieron! Resultaron al final 13 piedras todas coloridas, que fueron a formar parte del cuerpo de la serpiente. ¡Vaya alegría de doña Ilona! ¡Hasta Sam tuvo su piedra pintada! Pero doña Ilona sabía de antemano, lo que los padres de la cumpleañera habían planeado para su fiesta, así que, ese día ella saludó a Mía en su pizarra mágica: „Feliz primer añito querida Mía “. La señora era super atenta con todos. Y no perdía ningún detalle con tiza en su pizarra. Saludó a Mía al nacer, le deseaba que se recupere si estaba resfriadita, o si Sam andaba mal de salud por haber comido cosas indebidas en la calle durante los paseos, etc. Doña Ilona siempre estaba en todo. Antes de Semana Santa ésta amorosa vecina, había decorado uno de sus pequeños árboles con hermosas flores de papel, de todos los colores y en la verja de madera había colgado un letrero que decía: "árbol anti- Corona. Todos pueden acercarse y tocarle sin cuidado, está completamente desinfectado, no contagia nada más que alegría y lo mejor de todo es, que no es venenoso para nadie". ¡Qué alegría! Realmente leer eso sacaba mínimo una sonrisa. En otras ocasiones ésta singular señora, había puesto una mesa (excepto en invierno por la nieve) con cosas para regalar: plantas, adornos de porcelana, macetas, libros, juguetes, etc. Todo por categorías. Incluso aceptaba ideas. Alguna vez otra vecina le había dicho: —¡Oye! Hasta ahora no has puesto carteras para regalar. A lo que ella respondió sin titubear: —¡Tienes razón! Mañana mismo armo una mesa llena de ellas. Y así lo hizo. Por supuesto la otra vecina, también trajo unas tantas carteras que tenía guardadas en su casa. 92


En fin, en la mesa de doña Ilona siempre había algo nuevo que despertara el interés de todo transeúnte. Incluso cuando doña Ilona se cayó de la escalera para colgar algo y se rompió 3 costillas, no faltaron los mensajes, ni las novedades de su jardín. Ella no hizo notar su ausencia. El barrio jamás se enteró cuánto tiempo debió estar ella en cama. Por eso, era todo un deleite pasar por allí a diario al pasear y la pequeña Mía sabía tan bien aquello, que miraba muy atentamente cada vez, para no perderse detalle de nada y detectar primero que sus padres o que Sam, las ideas innovadoras de la particular vecina. Mía no sabía leer, ni siquiera podía hablar bien, andaba toda confundida con el idioma español de su madre y el idioma alemán de su padre. Lo que sí podía, era entender ambos idiomas y sobretodo hacerse entender. Para ella era obligatorio pasar por la puerta de doña Ilona, recibir sus regalos (que tan amorosamente se los guardaba, para entregarle en esas manitos pequeñuelas), pero nunca, ni una sola vez hasta ahora le dijo "gracias" ni en alemán, ni en español, ni en chino. Lo más que hacía, era despedirse con la mano en un ademán de “adios” lo más rápido posible y listo, irse de volada. O si la puerta de la verja estaba abierta, se entraba sin pedir permiso, al igual que Sam al jardín de doña Ilona, como si ambos fueran dueños de la casa. Pero Mía jamás le hablaba a la señora, ni le sonreía. Daba igual cuánto se esforzarán sus padres para que Sam y ella sean obedientes, igual no más se entraban como si nada a descubrir los misterios del jardín de doña Ilona. Todo esfuerzo y dedicación eran en vano. Mía miraba maravillada cada esquina, mientras sus padres desde afuera no dejaban de llamarle. Lo mismo Sam, sólo que él no iba únicamente a descubrir los rincones, sino que hasta dejaba "regalitos", que seguramente sí causaban gran sorpresa a la querida vecina y no precisamente alegría. 93


Sam no podía hablar, lógico, pero él si le hacía fiestas a doña Ilona en cuanto la veía. Siempre saltaba, corría hacia ella, le movía la cola y no la dejaba tranquila, hasta que ella se agachaba y le mimaba. Sam sí era agradecido con ella, por todas sus atenciones para con él. Pero Mía no, ella no movía ni un sólo músculo. Sin embargo, se conocía de memoria el camino de su casa a la casa de la peculiar vecina. Por eso Mía ese día, detectó de inmediato la vela blanca encendida, en una farola colgada en el jardín, arriba de un rosal, que comenzaba a retoñar en primavera, luego de la nieve de invierno. El papá de Mía se arrodilló ante la ratona y le dijo: —Esa vela está encendida por todos los que se han ido al cielo, por no haberse recuperado Mía. ¿Recuerdas que mami también enfermó y estuvo muy mal en cama y que sólo dormía? De la misma manera, hubo más personas así de enfermas y hasta mucho peor que mamá. Ellos se fueron al cielo, porque la enfermedad les venció. En cambio, mami fue un poquito más fuerte y se sanó. Pero ¿recuerdas que mami se puso muy triste cuando supo que en Bolivia su tía se había ido al cielo con Corona? Mía asentía a todo lo que su papi le preguntaba hasta que él le dijo: —¿Qué te parece si ahora que regresamos con Sam, encendemos una vela blanca en nombre de la tía de mami? Mía abrió muy grandes sus ojos y dijo muy fuerte: —¡Sí! ¡Vela!. Apretó el manubrio de su triciclo en señal de "muy bien, ya estoy lista para continuar camino". Y así fue, su papi siguió empujando su triciclo, Sam seguía camino oliendo todos y cada uno de los pastos como buen perro cazador y la mami agarrada de la mano 94


de papá, continuaron recorriendo el camino de regreso a casa. Tenían una misión que cumplir, encenderían una vela blanca en el nombre de la tía que se fue al cielo. Así le rendirían homenaje. Y esa misión, Mía no la olvidaría por nada, hasta que la lleven a cabo, ni bien lleguen a casa.

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LA CORONACIÓN DE THEO Katiuska Rebeca Pozo Rivera Deben ser las 6 am. Escucho movimiento allá afuera. Desde el domingo pasado sabemos que soy positivo a Corona. Qué curioso nombre para una enfermedad. Por como se llama quizás debiera sentirme un rey, que lleva una corona sobre la sien. Me hubiese encantado ser "coronado" y no "contagiado". -Buenos días Theo. ¿Has dormido bien? Acaba de entrar Sandra a dizque despertarme. Yo ya estaba despierto hacía un buen rato. ¿Cómo decirle que no? No he dormido bien, porque a Manuela, mi vecina de cuarto le han dado sus ataques epilépticos repetidos durante la noche y las guardias nocturnas vinieron muchas veces a socorrerla y no precisamente sigilosas. Si pudiera hablar, seguro les diría mil cosas cada día. Entonces mientras Sandra me levanta de la cama, me lleva a la ducha y enciende el aparato para darme comida, prefiero sumergirme en mis recuerdos…. Desde hace unos cuantos meses, comparto mi cuarto con Andrés. Él es nuevo aquí. Me siento feliz de tener nuevamente un compañero varón en el grupo. Hace 3 años que falleció el único compañero que tuve por muchísimo tiempo. A veces, venían de visita otros varones a quedarse unos días, mientras sus padres estaban de vacaciones en algún otro lugar. Desde la pandemia nadie va de vacaciones, osea que no recibimos visitas. Es raro otra vez estar solo en mi cuarto. A Andrés se lo llevaron al hospital el anterior sábado. No he vuelto a oír más nada de él, según escucho, todos suponen que está bien, sino "ya nos habríamos enterado". 96


Esas fueron las palabras de Alex, el jefe de los trabajadores de este piso y supongo que tiene razón. Andrés había regresado del hospital por sus ataques epilépticos hacía como dos semanas. Su salud se fue deteriorando poco a poco. El día antes a que se lo lleven nuevamente al hospital, ese viernes, fue caótico allí afuera. Fue también el último día que me sacaron de mi cuarto. De pronto mientras todos hacían la siesta del medio día y yo recibía mi comida por la sonda, escuché venir a la jefa del edificio de volada, para decirle a Alex que varios trabajadores habían dado positivo. Todos se asustaron. Entonces nos aislaron a Andrés y a mí en el cuarto. Dijeron que como Andrés estaba con síntomas de resfrío y fiebre, debían también aislarme a mí con él. Yo ya me sentía mal desde hacía una semana, pero nadie se había percatado de eso. Mi tos no era tan fuerte como la de Andrés, me dolían mucho los brazos y las piernas y tenía un dolor de cabeza..., pero no sabía cómo hacerme notar. Andrés llevaba varios días con fiebre. De pronto esa tarde, luego de la visita alarmante de la jefa, comenzaron a entrar todos vestidos muy raros a atendernos. Ahora no sólo llevaban esa máscara en la cara, sino que también venían con lentes o con visores y todos cubiertos completamente con unos mamelucos de plástico. Me causaba gracia cómo sonaban, hacían ¡Chas chas chas! Con cada movimiento. Yo les reconocía por sus voces o porque los miraba a los ojos cuando venían a atenderme primero. Era raro. Al día siguiente de eso, vino otra vez de turno la gordis, yo la llamo así de cariño, es una extranjera, no tengo idea de dónde viene, pero tiene un acento extraño y canta todo el tiempo en otro idioma. Es pequeña y remolona. Siempre se queja de mi peso y tamaño. Dice que soy muy grande y pesado para ella. No tengo idea, sólo la escucho jadear cuando me atiende. Pobre... 97


Vaya que la gordis padeció ese día al atender a Andrés. Ella no le conoce hace mucho. Ha regresado de sus vacaciones de maternidad por su hijita y desde eso no para de quejarse de su sobrepeso. Por eso le puse ese apodo "La gordis". Ella y Alex siempre se ocupan muy bien de nosotros. Son los únicos dos trabajadores que me sacan de la cama y me ponen sobre unas colchonetas de panza. Me sienta tan bien echarme de barriga... Ella nunca deja de quejarse, que le duele su espalda conmigo, pero nunca me deja en la cama. Incluso me ponía a mover las piernas en la bicicleta estática echado de espaldas en la colchoneta, hasta que me rompí la pierna, a causa de un trato muy descuidado con una practicante. Pero esa, ya es otra historia. Como decía, la gordis siempre me tiene en actividad y sólo me pone en la silla de ruedas, para la hora de recibir mi comida por sonda, mientras los demás están cenando. Mis papás también la quieren mucho, mamá siempre me lo dice cuando me lleva a pasear. Ellos vienen a visitarme muy poco, porque viven lejos. Hace mucho que no los veo, ni siquiera pudieron venir a mi cumpleaños. Ese día la gordis, me lo cantó en su idioma y en el mío. Abrió mis regalos junto conmigo, me leyó las cartas que mis papis, hermanas y sobrinos me habían escrito, ella misma dijo que fue a comprarme ropa con el dinero que le dieron para mí. A veces me preocupa que me traiga pantalones todos coloridos como ella misma viste. Ella se describe a sí misma como un "loro exótico", porque siempre tiene algo que contar y se viste con colores muy alegres. No sé cuándo ha de comprarme alguno de esos sus pantalones. La quiero mucho, pero tampoco es para tanto. Ella siempre dice, que, si yo no fuera una persona con capacidades diferentes, me imagina de jefe en una prestigiosa empresa, todo enternado y bien vestido. Mis papis la aprecian mucho, porque para la fiesta de Navidad 98


Alex me había vestido con una camisa a cuadros verde, el color favorito de la gordis. Ella vino y sin percatarse de que eran mis padres, los que estaban sentados a mi lado, me felicitó y dijo: "¡hey Theo! Hoy estás muy atractivo, mira que si no fuera casada..." y me lanzó un guiño. Mis papás se rieron y mi mami le dijo "vaya palabras de oro las que usted articula". La gordis le miró con una cara de "¿Y ustedes quiénes son?". Les sonrió y se fue, seguro a preguntar quiénes eran ellos. Al rato regresó y se presentó formalmente como una de las estudiantes que hacía sus prácticas en el edificio. Cuando terminó sus estudios se quedó directamente en el grupo. Hemos tenido tantos estudiantes por aquí. Por lo menos 3 cada año, sólo en el grupo. Yo vivo en esta Institución desde que tenía 2 años de edad y ahora tengo 54, osea que vivo aquí toda mi vida. Tuvimos un montón de estudiantes, muchos trabajaron directamente conmigo. Con casi todos me he llevado muy bien, pero mi favorita era ella, una rubia encantadora: Crista. ¡Cuánto la extraño! Ella fue la primera en traerme pasta dentífrica de sabores. Me enseñó a agarrar la rasuradora cuando me afeitan la barba. Osea que ahora les ayudo a rasurarme. Me dedicaba muchísimo tiempo, me abrazaba seguido, era mi compinche. Creo que me entendió mejor que nadie hasta el día de hoy. Muchas veces me he soñado con ella. El otro día me llevé un susto, creí que había venido a trabajar otra vez, pero estaba un tanto diferente. Pasa que se trataba de la hermana, para en vano me alegré tanto. La gordis siempre le dice a Sandra que quisiera tener su "buen cuerpo", no sé a qué se refiere, pienso que todos tenemos un buen cuerpo. El mío es envidiable, no por nada soporta tantas cosas. Si eso no es, tener un buen cuerpo, entonces no sé qué es tener uno. Para mí Crista será siempre la mejor, su mirada sincera era la que me conquistó. 99


Vaya que vuela el tiempo. Si no fuera que Sandra me ponía mis medicamentos con jeringa, jamás me hubiera dado cuenta que fuera hora de que me saquen al balcón a tomar sol con mis camaradas de grupo. Si hoy estuviera allá afuera, quizás pudiera decir: ¡Hey Sabina! ¿tú a mi lado? Eso sí que es nuevo. Generalmente acabo entre Nikita y Katarina. Quizás se hubiesen llevado hoy a Nikita a fisioterapia, para que Sabina haya terminado a mi lado. Si tan sólo todos pudiésemos hablar, seguro entablaríamos grandes charlas. Estoy seguro, que al menos a uno de mis lados Sandra hubiese puesto a Kata y ¡Listo! Dicha completa, hubiese tenido una compañera a cada lado. Seguro podría ser la envidia de uno u otro varón allí afuera. Pero no, sigo en cuarentena, en mi cuarto y sólo entran los trabajadores con sus vestimentas de bioseguridad a atenderme lo más rápido posible y se acabó. Bueno, al final me pasé a otras historias. Decía que ese sábado la gordis padeció al atender a Andrés, porque el pobre estaba tan decaído y enfermo que no quería ya comer nada. Ella fue muy compresiva con él, aunque él siempre come licuado, ni así aceptó cuchara alguna, hasta que ella decidió darle sólo sus medicinas y le decía: -—Andrés entiendo que estás con fiebre y debes tener hasta dolor de cabeza, pero lamentablemente debo darte tus medicinas, sino pueden venirte hasta tus ataques. Luego te mediré otra vez la fiebre, pero por favor, tómate tus medicinas. Andrés le escupió, golpeó con los brazos, forrajeo mucho con ella, no hubo traje de prevención que la proteja. Andrés le tosía que daba miedo. La gordis no podía pedir ayuda, porque como estábamos aislados, ella debía atendernos sola. 100


Logró luego de mucho esfuerzo y varios intentos que Andrés tomara sus medicinas. Lo preparó para acostarse y al cambiarle el pañal le tomó la temperatura, entonces le dijo: —¡ay! Andrés, estás hirviendo. Tienes más de 40 grados de temperatura. Llamaré al médico de urgencias. Esto es gravísimo. Salió de volada a descambiarse y buscar el teléfono. Regresó luego y se ocupó de mí, mientras esperábamos que venga el Doctor. Otro que vino bastante cubierto, pero su traje no sonaba. Hizo unas cuántas mediciones, le explicó a ella los resultados y al final dijo: —Señor Andrés, debo mandarle al hospital. Usted tiene que ser atendido de inmediato, sino podría complicarse su cuadro. Obviamente, Andrés no respondió. Ella habló fuera del cuarto con el médico que se fue a hacer las llamadas pertinentes. La gordis entró muy apresurada al cuarto nuevamente, pero esta vez armó la maleta de Andrés. Al poco rato oímos la sirena de la ambulancia. Los paramédicos y enfermeros entraron al cuarto y se llevaron a Andrés. No sé si volveré a verlo. —Theo, hora de almorzar. Sandra te ves muy contenta de pronto. Te conozco, sé que siempre a esta hora te llenas de energías nuevamente y es porque se acerca la hora del cambio de turno. Hasta luego muchachas, fue un placer estar en el balcón con ustedes dos. Quizás se repita mañana y si no, seguro que pronto. Así lo pensaría, si hubiera estado ahí.

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Otra vez mis medicinas Sandra. Me pregunto, qué será el almuerzo hoy para mis camaradas, generalmente su comida huele muy bien, puedo decir. No percibo ningún olor. Un día la gordis dijo que le daba pena mi comida, porque siempre recibo lo mismo, durante años. Ella dijo que seguro en diferentes sabores fuera también algo interesante para mí, pero en realidad no siento el sabor, porque la sonda entra directamente a mi estómago. Antes de ahora, olía como un preparado cremoso y no precisamente apetitoso, pero me llena y luego duermo tranquilo. Creo que luego de imaginarla tanto, la he llamado con el pensamiento: la gordis ha venido. Seguramente, hay otra vez menos personal por los resfríos y cuarentenas por Corona. Si no, no hay otra manera de aclarar que la gordis venga a su turno para la hora del almuerzo. Como siempre, se echarán una muy buena charla con Sandra. Lástima que yo almuerce en mi cama para la siesta del medio día. Me encanta oírlas platicar. Hablan mucho sobre las anécdotas de sus hijos o de sus perros. La gordis tiene una hija y un perro. Sandra tiene tres hijos, un perro y un gato. Sus historias son siempre muy graciosas, a pesar de que las diferencias de edades de los hijos son muy grandes. Mientras la gordis tiene una niña de casi año y medio, los hijos de Sandra pasan la adolescencia. Su hijo mayor alcanza casi la mayoría de edad. —¡Hola Theo! ¿Domiste bien? Espero que si, como estás enfermito, no te pondré hoy tampoco a la colchoneta, sin embargo, para que digieras un poco y descanses tu espalda, te giraré de panza en tu cama.

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Por lo visto, terminé durmiendo un poco luego de mi almuerzo. Tengo la impresión, que hoy no es el día de la gordis. Está muy callada y se queja mucho más al moverme que otras veces. —¡Ay Theo! Hoy siento que has subido 8 kg de peso. Me duelen tanto los brazos y las piernas. Me gustaría que pesaras la mitad, así no tengo que padecer tanto con tus 70 y tantos kilos. Esto si está raro. Hasta me parece que está comenzando a transpirar. ¿dijo que le duelen los brazos como a mí me dolían hace días? El sábado que se llevaron a Andrés al hospital por la noche, ella también me atendió toda la tarde y me dijo: —¡Theo estás con diarrea! ¿No será que tienes Corona? ¿pero de dónde?... ¡ah! Quizás de Andrés. Yo creo que ustedes dos tienen Corona. Te me diré la temperatura. Ese día no tenía fiebre, pero sí temperatura alta y dolor en los brazos. —Estoy segura de que Andrés se trajo Corona del hospital y como duermen ustedes en el mismo cuarto... Nada raro. Sé que la diarrea también es un síntoma de Corona, porque mi tía que murió con esa enfermedad, tuvo varios días sólo ese síntoma. La hospitalizaron y a los pocos días falleció. Realmente la veo muy decaída. De alguna manera, hoy extraño sus picardías. Habla generalmente todo el tiempo, se pone a cantar, no siempre le entiendo, pero al menos me distrae y las horas pasan más rápido. 103


—Ok Theo, te saco a tu silla de ruedas, te pongo a la ventana, para que veas otro panorama. Madre mía que eres pesado. Por suerte no debo cargarte, sino con el estómago flojo que tengo desde hace días, causaríamos un desastre aquí en tu cuarto. Más bien que vivimos en Alemania, con esta tecnología puedo sacarte a tu silla de ruedas sin sufrir nada, porque si hubieras nacido en mi País, o te quedabas en cama, o debían trasladarte cargando. Otra vez frente a la ventana, mirando la calle. ¿Qué será de Andrés? ¿Se estará recuperando ya? Yo me siento mucho mejor, ya los brazos me duelen menos. ¡Ay no! ¡La gordis dijo que también está con diarrea! Me parece que es otra candidata con nosotros y tiene una niña pequeña. ¡Qué desastre! El domingo, luego que Andrés se fuera la noche anterior al hospital, estaban todos desayunando aquí al lado. De pronto llamaron a Alex por teléfono y él se quedó muy sorprendido con lo que le decían. Ni bien vino la otra trabajadora a ayudarle con los desayunos, de los otros pacientes de mi grupo, Alex le dijo: —Voy a llamar a la jefa, Andrés y Theo tienen Corona. Estela, la Polaca se asustó muchísimo. Hablaron sobre el tema, porque en realidad todos los trabajadores hasta el viernes nos habían atendido sin mayor problema. Vinieron trabajadores incluso de otros pisos del edificio a atender a Andrés, sobre todo por la fiebre alta. Alex decía que habíamos tenido todos los síntomas frente a nuestras narices, pero que a nadie se le había pasado ni siquiera por la cabeza que podía ser Corona y claro, todos vivimos aquí y no tenemos contacto ni siquiera con nuestros familiares desde hace meses. Y 104


bueno, él también comenzó con la misma teoría de la gordis: Andrés se trajo Corona desde el hospital. Sin embargo, lo que más le preocupaba a Alex y lo dijo, fue su familia. Como ya mencioné, todos los trabajadores habían entrado en contacto con nosotros sin ninguna medida de bioseguridad hasta el sábado. Cuando vino la Doctora de la Institución a tomarnos muestras a todos y mandar al laboratorio, ella ahí les aclaró que debían cambiar sus vestimentas a las de bioseguridad. Las máscaras azules eran muy simples y no protegían mucho, debían llevar guantes siempre, también los trajes que suenan gracioso a mi parecer, lentes de plástico o los visores. Fue todo un cambio para ellos. Se quejaban de que transpiraban mucho. Al menos para entrar a nuestro cuarto debían cambiarse, para no llevar en las ropas el virus a los otros pacientes. Eso les aliviaba mucho decían, porque así, antes de ponerse el otro traje al menos recibían un poco de aire y dejaban de transpirar por un momento. La gordis es la única del grupo que lleva lentes permanentes. Es la única que lleva sólo los visores. —Bueno Theo, es hora de comer. Luego hago mi pausa y después que todos hayan cenado, vengo para llevarte a la cama. Te pondré un poco de música para que no te aburras tanto. Tu mamá ha llamado, dice que te manda saludos y que todos en casa están pensando mucho en ti y que esperan que te recuperes pronto del Corona. Ya le dije que te ves mucho más recuperado y que no has tenido más fiebre. También le dije que no creo que tengamos que mandarte al hospital como a Andrés, porque tu enfermedad va evolucionando bastante bien y que todos estamos también muy felices y agradecidos por ello.

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Ese domingo tenía la gordis turno de tarde, como casi siempre por su hijita. Llegó y le dijo a Elena, su colega: —Te dije que Theo también tenía, lo sabía por la diarrea. Yo también ando con diarrea desde anoche, supongo que son los nervios. Realmente estoy preocupada de llevar esto a casa. Esperemos que no sea el caso. —Nosotros tememos más que tú, porque por el resfrío de tu hija, recién regresaste ayer a trabajar. Todos los demás estuvimos trabajando sin protección con ellos, como si nada. Ambos salían del cuarto y estaban en todos los ambientes del piso, con los otros del grupo. Los dos colegas que están enfermos, han tenido contacto directo con Andrés y suponemos que por eso se han contagiado. A ver si nosotros también, no andamos incubando nada. Le decía Elena a la gordis. A partir de ese día la gordis fue muy cuidadosa cuando trabajaba conmigo, se desinfectaba hasta para respirar creo. Incluso sus lentes los desinfectaba al momento de quitarse las ropas. Todas las jeringas y mis termos de agua también los desinfectaba y me decía: —Mejor si mandamos al personal de la cocina menos virus posibles ¿no crees Theo? No sabemos dónde están, así que, desinfectamos todo antes de sacar del cuarto. Esa noche al cambiarme para dormir me notó muy decaído: —Oye Theo, te ves terrible. No estás respirando bien, te ves muy congestionado, te mediré la temperatura ahora que te cambie de pañal. Estás todo rojo y tu nariz tiene bastante flujo.

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Ella tenía razón. Al final sí tenía fiebre. Me puso un supositorio, pasó la voz por teléfono, pero fue la única vez que tuve fiebre y eso que me midieron varios días más. Hoy es jueves y me siento un poquito mejor. Ya no tengo los retortijones en la panza, el dolor en los brazos también han casi desaparecido, pero de alguna manera creo que ella siempre tiene un ojo para nosotros y nunca para ella misma. Ella se dio cuenta al toque que yo tenía Corona, lo sospechó antes que cualquiera de sus colegas y a pesar, que describe lo que siente, como los síntomas que yo tenía, no se da cuenta que quizás ella también se haya contagiado de Andrés, la noche que le tuvo que obligar a tomar sus medicinas. —Hora de dormir Theo. A cepillarte los dientes primero, lavarte las manos y la cara, a echarte en cama, cambiarte, darte tus medicinas y más tarde te conecto la última sonda. Sigue muy callada. No sé si está sumergida en sus pensamientos o es que anda realmente muy agotada. —Bueno, ya me voy. - Dice Elena desde la puerta. - O es que ¿necesitas más ayuda? —No. Sólo me falta Theo. Todos los demás ya están en cama. —¿Te duelen mucho tus brazos? —Si. Pero me duele como si me hubiese hecho pasar el frío. Yo creo que son estos trajes que nos hacen transpirar tanto. Seguramente estoy perdiendo muchos electrolitos y por eso me duelen los brazos. Ahorita hasta mi pecho me está doliendo mucho al respirar, pero supongo que es por la máscara.

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—Si, que horribles son estas máscaras se adhieren tanto al rostro... La mía he tenido que quitarme varias veces y salir al balcón a respirar aire fresco. —Yo creo que es eso, sino voy a tener que comenzar a hacerme controles de temperatura y si tengo fiebre, tendré que ir al médico a hacerme las pruebas de Corona, o si comienza a faltarme la respiración también deberé ir. Estamos todos los días trabajando con ellos y en cualquier lugar podemos contagiarnos. Gracias a Dios a partir de mañana tengo tres días libres y regreso recién el lunes a trabajar. —Si, tendremos que ser atentas con nosotras mismas. Entonces me voy. ¡Hasta mañana! -Hasta mañana. Saludos en casa. —Gracias. —Fue lo último que dijo Elena. Entonces son las 8 de la noche. A esa hora recibo mis últimas medicinas y comienzan a irse los primeros trabajadores. La gordis casi nunca se va a esa hora. —Bueno Theo, regreso lueguito a encender tu sonda, necesito aire, me apuro a documentar todo de ustedes y voy un ratito a la terraza a tomar aire fresco. Pobre... Ya comienza a preocuparme. Peor si dice que tiene dolor en el pecho al respirar. Ya no escucho a ninguno de mis compañeros, supongo que algunos ya se habrán dormido. Manuela siempre anda durmiendo donde sea durante el día, por eso, la llevan primero a ella a dormir, seguro ya está dormida. Kata hoy también está tranquila, no está gritando, sólo lo hace cuando vienen trabajadores de otros pisos a atenderla, o con los estudiantes nuevos, pero como hoy

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estuvo Elena y la gordis, es personal de trabajo conocido para ella. Dentro de poco vienen las guardias nocturnas. Veremos que par tiene turno hoy. Hay un par muy bullicioso, ríen todo el rato. La gordis les describe como "el gallinero". Me causa mucha gracia. —Bueno Theo, hora de dormir. Que descanses, nos vemos el lunes por la mañana, que te mejores. Se despidió apagando la luz... Hoy es lunes, deben ser las 6 am. —¡Buenos días Theo! —Es Sandra otra vez que viene a despertarme. —Hoy vengo a hacer el turno de Raquel. Sandra se acerca más a mí y continúa hablando: —Dio positivo a Corona. Está con fiebre hace dos días. Faltará al trabajo unas semanas si todo sale bien. A ver si no contagia a nadie en su casa. Te cuento también que Andrés no regresará. Su madre ha decidido dar de baja el contrato con la Institución y ni bien salga del hospital se lo lleva directo a casa y no regresa más aquí. No sé cuál noticia me pone más triste. Otra vez estaré solo y la gordis no vendrá unas semanas como dice Sandra, sólo Dios sabe si volverá...

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CELSO MONTAÑO BALDERRAMA (Bolivia) Nació en Punata, Cochabamba, Bolivia el 6 de septiembre de 1949. Profesor, abogado, pedagogo, escritor y periodista cultural. Fue docente de escuela, colegio, Institutos Superiores de formación docente y de la carrera de Derecho de la UMSS. Fue condecorado con la Gran Orden de la Educación Boliviana con el Grado de Comendador, por el Ministerio de Educación y Cultura de Bolivia. Distinguido Honor al Mérito Literario por la Cámara de Diputados, Secretaria de Educación del Estado Plurinacional de Bolivia. Publicó como autor y coautor más de 40 libros. Obtuvo el Premio Nacional de Cuento “Oscar Cerruto” con su obra Minotauros azulísimos (1993) de la Universidad Mayor de San Andrés de La Paz; Premio Nacional de Cuento “Franz Tamayo” (1994) de la Alcaldía Municipal de La Paz y Premio Nacional de Novela: “Marcelo Quiroga Santa Cruz” (2006), con su obra Corazón de Bolivia, de la Alcaldía Municipal de Cochabamba. Libros recientes: Pachakutec: el soberano creador del nuevo mundo: novela histórica (2009), De tour por los universos y multiversos: novela de tesis (2013), Pedagogía de la vida, filosofía del optimismo (2017), Tiwanaku: novelaensayo (2017), Apuntes de astrofísica. Una pelea más (2019).

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LOS HIJOS DE LA UTOPÍA LA PANDEMIA DE LA FILOSOFÍA OCCIDENTAL Celso Montaño Balderrama Ama a la Madre Tierra como a ti mismo, esclavo de la globalización y el consumismo: Tu mayor conflicto es tu cerebro de multitudes arrodillado al dios dinero.

Ciudadanos interestelares de tour por los millones y millones de universos o multiversos/pluriversos, con sed de verdades necesitamos renovarnos. La inteligencia creadora del universo impulsa la sabiduría revolucionaria: Se derrumbó el esclavismo, se derrumbó el oscuro feudalismo, se derrumbó el trabajo del obrero de 16-18 horas. La explotación del hombre por el hombre o la plusvalía de la fuerza de trabajo no pagada, mañana serán polvo y ceniza. La infernal máquina del capitalismo efecto de sus propias contradicciones, terminará en la hermandad universal de la raza humana. El ser humano o es rico o es sabio: Ningún montón de dinero compra sabiduría. He ahí el conflicto universal. De esto viene la dicotomía, la bipolaridad, la enfermedad de la condición humana, subirse en la montura de dos caballos y romperse la unidad del ser. O vivimos de la plusvalía, la fuerza de trabajo no pagada al obrero o vivimos del sudor de nuestra frente, sin explotar a nadie. Carne de estrellas, polvo de estrellas, hijos del fuego de las estrellas, hijos de sueños revolucionarios, escuchemos a Jacques Derrida: Los filósofos occidentales son farsantes, hipócritas, mentirosos, que viven de prejuicios culturales y filosóficos que han inventado una metafísica destructiva, negativa, pesimista y lo que debe hacerse es deconstruir, analizar, reflexionar, pensar la vida de nuevo, reorientar nuestros pasos para reorganizar nuestras vidas.

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Richard Feynman, ilustre astrofísico norteamericano, “Suma de historias”, llama a los miles de historias del universo. Y esto que se lee, llámese cuento, poesía o ensayo, afirma que debemos volver a nuestras raíces. Pensar el mundo con ojos holísticos, integrales, globalizadores, vale decir, sentir, pensar, ver y comprender el mundo como un todo: Pacha. El capitalismo destructor ha creado la pandemia del coronavirus Cóvid-19 para meternos a todos en la bolsa del miedo. La venta de medicamentos para vacunar al mundo es negocio multimillonario para las transnacionales. Los países ricos acaparan el 80% de los medicamentos y los países pobres no tienen con qué vacunarse, excepto el miedo, el espanto y el terror de la desesperanza. Volvamos a nuestras raíces. Cada nación, cada pueblo, cada cultura y toda filosofía tienen el mismo valor. Finalmente, el organismo de todo ser vivo sabe curarse a sí mismo y lo que hace falta es pensar desde nuestro modo de ser. Repensar el mundo es la filosofía necesaria, irrenunciable, sostenible con los pocos recursos que tiene toda sociedad. Si vivimos del capitalismo depredador, es porque no hemos desarrollado la filosofía de la esperanza. Hijos de la Utopía e hijos de los sueños revolucionarios, el viejo filósofo griego Heráclito de Éfeso, antes de que naciera Jesús de Nazaret, definió las bases científicas del devenir histórico: “Nada permanece, todo cambia, todo fluye, todo pasa, todo se transforma”. Yo que tengo el estado de ánimo comunitario, enfrento a la pandemia de la filosofía occidental con amor, esperanza, buen humor, paciencia y madrigal de ojos negros para cuestiones precisas de literatura, para el pleno convencimiento de la ciencia y la filosofía, viajando de Cochabamba hacia donde sale el padre Sol o el Tata Inti, la zona de Yacanahuyo, está ubicada al oeste de la plaza Principal de Punata, a unos veinte minutos de caminata al 112


paso del filósofo que piensa, medita y vive las neuronas rosas de la eterna primavera del verde paisaje siempre floreciente. La tierra natal de mis abuelos Bartolomé Montaño y Dominga Orellana, de mis padres Eusebio Montaño Orellana y Clotilde Balderrama Claros y de éste viejo soñador de camisas estampadas de cabellos blancos que no olvida la memoria activa del producto de las neuronas rosas de la infancia, cuando Yacanahuyo fue aguas claras, aguas abundantes, lunas y soles romanceros, peces colorados, verdes tierras de cultivo agrícola, poblada por generosas amistades de grande corazón comunitario, por la hermandad comunitaria que compartíamos pan, agua, risa franca y fresca y la antigua sabia felicidad plena. Ni bien abrí los ojos a la poesía, rebelde y descontento con el mundo desigual e injusto, escribí en mi memoria con fuego de que todos estamos hechos de la misma carne y que todos llevamos la misma sangre de la hermandad universal de la raza humana, que asegura que todos somos unidad y diversidad planetaria, impulsados por el amor al prójimo, la solidaridad y complementariedad. No hay realidad perversa e infame que dure mil años. Descendiente de la “Isla del Sol”, de la antigua “Pukiña Khocha” o el actual Lago Titikaka, heredero de la sabiduría Pukiña, Aymara, Kheswa y español, hombre entero de sueños quijotes, hombre viable y lector voraz y soñador impenitente de sueños libertarios, con sed de justicia social, con sed de amores, con sed de verdades, con sed de libertad, con sed de infinitos y con sed de surrealismos, enfrentado con tradiciones carcomidas y repetitivas de técnicas literarias empolvadas por el tiempo, caso del conflicto entre la poesía, la novela, el cuento, el ensayo, el periodismo cultural, desde mis diez o catorce años que sospecho de la naturaleza verdadera de la vida, conflicto en la sopa, conflicto en el almuerzo, conflicto en la cena, conflicto aquí y conflicto allá. 113


Entonces, para no aburrirme de las repeticiones repetidas repetidamente, lejos de lo circunstancial y marginal que no añade nada bueno al buen sentido del buen humor, hago el apunte geopolítico comprometido que le echa en cara lo del conflicto perros de guerra: Los revolucionarios sueñan con un mundo mejor que haga posible que la marraqueta para los hijos se compre con el salario del obrero para toda la familia, que los hijos de la Utopía crezcan con la fe del luchador social al servicio de los pobres y que los hijos de los sueños revolucionarios se sostengan en pie hasta el último día de sus vidas y no terminar hipócritas, corruptos, contrabandistas, narcotraficantes, vende patrias y aindiados, como cientos de los que escapan al Norte después de llenarse los bolsillos con el dinero del pueblo. Después del descuartizamiento de Túpac Amaru y Túpac Katari por los españoles, después de los acontecimientos políticos que masacraron en Parotani, Angostura, Carcaje, Epizana, Puente del río Rocha, río Amarillo, Senkata, Wayllani, Montero y otros lugares, víctima de la manseada narrativa de la toma del poder, herido de muerte o en estado de coma, enflaquezco peor que El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha o el Caballero de la Triste Figura, veo transcurrir mi vida entre la pena, la tristeza, la melancolía, el estrés, la depresión, la ansiedad, la hipertensión, la muerte con pies de plomo, el abandono, el olvido, entre el polvo y la ceniza que deja la vejez en condiciones lamentables, perdidos los amigos más íntimos, que hasta dos o tres años convirtieron mi casa en romería, porque por voluntad propia regalé mi vida haciendo de periodista cultural, corrector de pruebas, promotor de libros y de escritores bolivianos, presentador de libros y autores y exposiciones de pintura y pintores, autoproclamado mecenas de pintores y escritores mesiánicos, hoy perdido entre las telarañas del tiempo que pisotean toda dignidad, sueño largamente el valor de la juventud y con muchas dificultades recupero el valor de la vida y sueño, que producto de este sueño dos jóvenes alegres y felices, Ana María Torrico y Fredy Gutiérrez, estudiantes de derecho, 114


filosofía y astrofísica, reafirman mis sueños y adquieren personalidad propia y se meten en las luchas sociales, que se comprometen alma, vida y corazón con los movimientos sociales y a mí me renace la esperanza, que mientras uno sueño la vida no está perdida, es la juventud de valor poético que lucha por su prójimo, que da largas esperanzas para seguir viviendo. Yacanahuyo es verde tierra de verdes sueños realistas, recuerda la revolución de MAYO del 1968, a la cabeza de Daniel Khön Bendit, el Diablo Rojo, que repetía: “Seamos realistas: Soñemos lo imposible”. Allá estaban los existencialistas Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir, que afirma que “el esclavo que obedece elige obedecer”, mi pueblo hace gala de hermandad y humanismo renovador. Si pudiéramos vivir quitándonos de encima el velo negro de la desesperación y las telarañas con los que alimentamos el alfabeto del tiempo perdido. Mientras respiramos un cuento más, no todo está perdido si uno no está muerto o que, la vida dura nos lleva de la mano de noche negra en noche negra, pero vigilada por la esperanza de ojos claros y serenos. Le importa mucho a la esperanza cada vez más reverdecida por el amor hacernos cada vez más hombres, para no padecer las de Caín. Yacanahuyo, por su grande corazón universal hecho de amor, entiende bien lo del amor al alcance de Oceanía, África, Europa, Asía. América del Norte, Centro América y América del Sur. “Latinoamérica es Tierra de Paz”. Por estas razones bien fundadas entiendo la vida por lo que valen los ilustres luchadores sociales: Espartaco, Jesús de Nazaret, Mahatma Gandhi, Nelson Mandela, Martin Luther King y la vida que se corrompe con personajes funestos: Benito Mussolini, Adolfo Hitler. ¿Qué decir de los emperadores romanos Tiberio, Calígula, Nerón y los muchos Tiberio, Calígula, Nerón, Benito Mussolini y Adolfo Hitler que gobiernan el mundo? Tengamos el coraje de hacer historia con la condición humana. 115


No todo es filosofar lo absoluto que nos pierde en absurdas metafísicas. “La existencia del ser humano con hambre y sed precede a la esencia”. Si con soñar bastara o que de mí dependiera, doy de comer y beber al mundo entero. Por la buena ventura del buen entendimiento comunitario, Ana María Torrico y Fredy Gutiérrez, ideal de los hijos del presente y del futuro se multiplican setenta por setenta como en el Sermón de la Montaña, más que los cinco panes y los siete pescados para la multitud. La vida es bondad, generosidad, desprendimiento, lógica de la reciprocidad y complementariedad. El universo nos muestra el tejido del todo y las partes de lo que está hecho. Las estrellas y las galaxias nacen, crecen, se multiplican, se pulverizan y del polvo cósmico, resucitan nuevas estrellas y otras galaxias y, los revolucionarios nacen, crecen, pelean, mueren y fructifican en la voz, la palabra, el pensamiento y la acción de los revolucionarios que nacen cada día y de este modo, evoluciona la vida, canta la vida, pelea la vida y los hijos de la Utopía y los hijos de los sueños revolucionarios, se dan la mano para construir un mundo mejor, agarrados todos del viejo ideal, construir la hermandad universal de la raza humana. UTOPÍA, quiere decir, lo que no existe, lo que no hay, lo que no está en ninguna parte, lo que no existe y por extensión significa, lo imposible y lo que no es posible, pero que no impide que pueda ser realidad. Eternos enamorados, poetas, filósofos, astrofísicos, revolucionarios, obreros, con camisas recién estrenadas o descamisados, melenudos y sin melenas, dadaístas, simbolistas, surrealistas, creacionistas, neoplatónicos, absurdos kantianos, torpes existencialistas embobados con el pensamiento aburguesado, hijitos de papá burguesitos con alma de yanquis, servidores incondicionales de imperialismos depredadores, bestias rubias o piel cobrizas, piel amarilla o piel verde, descremados o descafeinados, escritores burócratas de sueldos políticos fijos o escritores deficitarios que vivimos 116


con agua y pan de batalla, políticos de triple moral y de doble filo, sacerdotes hipócritas fariseos, amigos olvidadizos de los favores recibidos o pensadores descastados de su origen social, arribistas sociales depredadores del medio ambiente, hermanos biológicos todos los seres humanos nacidos en Kenia-África, nos repartimos el mundo que avergüenza, millones viven con un dólar o algo menos por día, y el 1% de la población mundial que vive del 99% por ciento de las riquezas que produce el planeta Tierra, comparados con el 99% de los habitantes del mundo que vivimos a ración de hambre, sin dejar de lado los cincuenta millones de norteamericanos que viven en la miseria y la indigencia, ¿qué decimos de los pobres de Europa? Razones que nos obligan a soñar con la Utopía desmelenada que necesita vestir pantalones de bota ancha y camisas estampadas superrealistas. Hijos de los sueños de la Utopía e hijos de los sueños revolucionarios, en este contexto embrollado de entorno agrietado, en este entretejido de imaginarios pisoteados y en este cielo verde de amores y desamores, engaños y desengaños, voraz saqueo de los recursos naturales de los países pobres, teorizan los que se creen académicos que dan miedo, solo para sentirse importantes y superiores al común de los mortales como yo, duro de matar si es que no me obligan a beber cicuta, vengo de las profundidades de las masas, nacido en la cuna del pueblo, hijo de la Pachamamita, de la tierra de mis abuelos, tierra dulce, tierra recién labrada, tierra mullida y surcos oliendo a maíz, papa, trigo, cebada, jazmines, madreselvas, por donde cruzan arco iris de ríos azules, ríos verdes, ríos amarillos, ríos blancos, ríos rojos, ríos serpenteantes bajados desde las cascadas de la cordillera del Tunari y el majestuoso Tuti que celebra el orgullo punateño conforme a la belleza altiva, tengo el cuerpo traspasado por el espíritu o ajayu lugareño. Nada del hambre, de la sed y del sufrimiento humano me es ajeno y todo lo humano me concierne por las buenas gentes de grandes amores. 117


Este es el nombre de Punata, que viene del aymara, “Puna”, altura, y de la partícula, “ta”, que significa, lugar donde hace frío o altura donde comienza el frío. En el idioma keshwa, viene a ser, T’ika llaqta o pueblo de las flores, la hoy inolvidable y famosa Perla del Valle, donde se vive con alegría, se come en abundancia, se bebe hasta el hartazgo, se enamora con las mujeres más bellas hasta marearse envueltos en el amor embriagador y solazarse bajo el ardiente sol y a la luz de la maravillosa blanca luna que hechiza, que a todos nos tiene comiendo t’iki de sus manos. Punata, tiene el mágico encanto de la belleza multiplicada en proporción a la capacidad de seducción de sus rincones: Santa Ana, Rumi Rumi, La Villa, La Era, Lagua Sulti, Tajamar, Camacho Rancho, Rosales, López Rancho, Pampa Grande, Ñampata o avenida Mayor Desiderio Rocha y otros lugares de amaneceres y atardeceres que hechizan. Yacanahuyo, es poesía lírica que bebe poesía de los ríos claros de la vida, qué largo comerse los sesos con el hambre canina de la sabiduría. La punateña es de grandes ojos negros ch’asquitas, de dulce mirar largo y duradero, de labios rojos con miel de abeja, de pechos repiqueteantes más que las campanas de la catedral, de anchas caderas y largas piernas, de ombligo azucarado que hace soñar Tsunamis interiores, de largas y negras trenzas que sobrepasan las nalgas, según la teoría de mi leal saber y entender. Ombligo de la belleza contemporánea que se desquita de los despistados que le dan raros nombres y que confunden claridades de lunas sabias, que confunden bibliotecas con caballerizas o que atropellan como elefantes en una tienda de porcelanas, pudiendo leer esta bibliografía de la joven joya literaria boliviana. El Dr. Franz Tamayo, genial poeta de enormidades inalcanzables, político de altas dignidades, políglota que habla ocho idiomas, de vasta cultura grecoromana que hechiza, de altas dignidades, autor de “Balada de Claribel”, dice: “El que sabe, sabe y el que no sabe, enseña”. 118


Yacanahuyo, amorosa paloma morena que vuela de cielo en cielo y que mira lejos de sí mismo, horizonte amarillo solar de singularidades renovadas fruto del Big Bang o la gran explosión, de donde se llevaba hermosas niñas ajllitas súper selectas para el culto del Dios Sol o el Tata Inti, también para el servicio del soberano Inca. Mi pueblo amado de extremas bondades, entrañable corazón feliz donde he nacido, tiene fuentes y referencias fundadas para afirmar a ciencia cierta qué significa su nombre: 1. William Sullivan, en el libro El secreto de los Incas, Los misterios de la civilización perdida, Ed. Revelaciones Grijalbo, l999, sostiene: “Dicen que Yacana, como nosotros lo llamamos, es como la sombra de una llama, un doble de este animal que desciende por el centro del cielo como si fuera una oscuridad en él. Dicen que este Yacana (cuando llega a la tierra) camina por debajo de los ríos. Es muy grande, avanza más negro que el cielo nocturno, y llega con su largo cuello y dos ojos”. 2. Según la astronomía altiplánica, en la Vía Láctea existen dos estrellas de primera magnitud, llamadas Alfa Centauri y Hadar en la astronomía occidental, conocidas en los Andes como llamaq ñawin, “los ojos de la llama”. Federico Aguiló, de profundas convicciones, sacerdote digno de sí mismo, religioso de creerle, estudioso, investigador, escritor, antropólogo, docente universitario, polemista fecundo contra los iglesiastas convencionales, tradicionales y olvidados de su misión nazarena, amor a la pobreza y el amor a los pobres, en su libro Etnias de Bolivia, Fondo Rotario Editorial, l992, acerca del significado “Uyu”, dice: 3. Equivale a chacra (aymara), lugar agrícola doméstico familiar. “Uyu”, además, significa, lugar donde se carga y descarga el producto del intercambio o del trueque. 119


Punata de mis dulces amores, el amor es eterno mientras dura. No existe zona rosa más cautivadora que el pecho materno donde se crece, se aprende y se memoriza el sentido optimista de la vida. Cantar, reír, bailar, vivir la emoción incomparable de las pastillas de la felicidad. Recuerdo mi amorosa infancia, cuando los altiplánicos aymaras, llegaban a Punata, especialmente a Yacanahuyo cargando sal en sus llamas, hacían intercambios de sal con maíz, principalmente. Si juntamos la palabra “Yacana” o “llamaq ñawin”, bellísimos ojos de llama, con la partícula “Uyu”, Yacanahuyo, significa: Lugar desde donde se observa en la Vía Láctea el Alfa Centauri y Hadar, tiempo-espacio en la astronomía de los Andes, como son los hermosos ojos de llama o llamaq ñawin. En la cosmogonía andina, según el concepto totalizador PACHA, cada palabra produce la alegría de vivir orgullosos de nosotros mismos y cada día nadamos en dopamina, vivimos en zonas rosas, que solo nos falta ennoblecernos con la algarabía de la vida: de decencias estamos hechos hombres enteros y con decencias nos engolosinamos hombres de bien. Cantarle a la vida odas de optimismo es la eterna juventud. No es para menos. Yo vivo del aire fresco que oxigena mi infancia toda mi sangre valluna. Bellísimo antecedente histórico sobre la astronomía andina, honor y dignidad que se atribuyen al mágico pueblo de dulce encanto donde nace este que viste y calza chamarras jornaleras con viñetas revolucionarias, artistas y soñadores poetas de sangre jornalera, pantalones de bota ancha, camisas estampadas floreadas y de melena hippie de los años 6070-80-90 y hasta hoy, que detallo antecedentes históricos y bibliográficos, prueba clara, prueba plena y de suficiente argumentación. Es la verdad de la razón suficiente que ejerce principio de autoridad. 120


Yacanahuyo, lugar memorable del simbolismo astronómico, del dadaísmo y superrealismo literarios oníricos recreadores, renovar, reconfigurar y deconstruir según Jacques Derrida, pensar profundamente, analizar, criticar, reponer las fundadas razones y dejar de lado lo que no existe, lo que miente, engaña, falsifica y afea el valor del sueño literario, más que banderas flameantes equivocadas de los devotos de sí mismos que equivocan de costado a costado, y creen que cuanto dicen los hace hermanos menores de Dios o consejeros diplomáticos de Dios, cuando Dios, qué errores que comete con Adán y Eva, por ejemplo, hacer tan mala obra, crear un hombre y una mujer proclives a la maldad, al crimen, al egoísmo y eso de mirarse el ombligo todos los días, no tiene cara para mirarse a sí mismo. Cuando mi cuerpo está contento, alegre y feliz, soy Jach’a Uru o Gran Día Tumiri, soy Ima sumaq jatun runa purisquiry yachaq ñawi, soy Jesús Buenaventura Jach’a Mallku Chuquiapu Mayta. Según mí estado de ánimo poético, me nombre escritor del pueblo afro-boliviano, invisible para propios y extraños, paisaje panorámico, memoria colectiva, lenguaje de cine de pantalla colectiva, barrancos, riadas, Tsunamis, constelaciones reverdecidas por mis manos y canta Yacanahuyo de mis dulces entrañas, después de mucho transitar el altiplano y los valles, grito que no me canso que resisto, soy hombre viable de Yacanahuyo, nacido en la cuna del pueblo y de Yacanahuyo es, María Jesús Sumaq T’ika, la bellísima luchadora social admiradora de Domitila Chungara, que la conocí en la Universidad Mayor, -los primeros años con este nombre se bautizó-, 1978. A su regreso de Cuba, la revolucionaria Domitila Chungara dio clases magistrales sobre la igualdad de luchas de hombres y mujeres agarrados de las manos, más que con conceptos e ideas alambicadas universitarias, con sencillos ejemplos, sobre la unidad de conceptos, jerarquías, categorías, esencias, decencias, realidades, abusos, excesos, violencia, terrorismo de Estado y golpes de Estado en Bolivia y todo este maremágnum, que sigue 121


hasta nuestros días, sin cambiar farsas, actos fallidos, mentiras institucionales, radicalismos de izquierdas y derechas, eternos descontentos que caen en los mismos errores que critican, corrupción, narcotráfico, contrabando, crímenes, violencia y toda esa parafernalia de poder, riqueza, aparatos electrónicos que hacen cantar y reír sobre el aislamiento del pueblo y de los pobres por quienes dicen que luchan. Utopía es tierra libertaria vientre revolucionario madre de hijos subversores, universalización del sueño humano lejos del complejo de culpa religiosa. Que les echa en cara ustedes también son asesinos. Tanto más mentirosos tanto más corruptos y tanto más vende patrias: Pirañas locales que se someten, se venden y alquilan al imperialismo depredador más de lo este que les pide. A modo de moraleja. Un día un joven filósofo le dice al viejo filósofo europeo, “maestro”, el mundo está lleno de ladrones. El viejo filósofo europeo, le dice al joven filósofo: “Vuélvase usted honrado y habrá un ladrón menos”. La teoría es cambiar el mundo de ladrones, guerristas, armamentistas, corruptos, contrabandistas, narcotraficantes y políticos desalmados por un mundo mejor. ¿Por cuál otro mundo mejor? E inmediatamente, salen al paso Ana María Torrico y Fredy Gutiérrez, preguntando, ¿cambiamos el mundo por los mismos que arrojan bombas atómicas, babilonios, griegos, romanos, ingleses, franceses, españoles, norteamericanos y los que vendrán con cuentos de izquierdas, derechas, comunismos, capitalismos, globalizaciones que producen obesidad, consumismo, seres incomunicados y seres petrificados aislados por celulares y toda esa tecnología que esclaviza a los seres humanos? ¿No sería mejor que volvamos a la naturaleza, conforme soñó Jean Jacques Rousseau? Necesitamos mirarnos a la cara y tocarnos el corazón. 122


Perplejo de mis circunstancias y mis obsesiones me dije a mí mismo, ¿dónde está el conflicto con el que debe desarrollarse el cuento que he contado? La respuesta no se dejó esperar. ¿No es suficiente la cadena de conflictos desencadenados por cada una de las preguntas hechas aquí y por cada uno de los crímenes cometidos en nombre de la libertad, de la justicia social, de la democracia y de los derechos humanos planteados en este cuento? Los eternos repetidores repiten que el conflicto es requisito esencial en el cuento. Patrañas. Qué tienen las riñas y peleas, qué tienen los triángulos amorosos, ¿no es más importante el argumento de razón suficiente que conlleva el dolor humano que es hambre, pobreza, miseria e indigencia? Conflicto, por qué, para qué, qué necesidad y cuándo, cuándo, cuándo. Seamos revolucionarios y no eternos repetidores de frases relamidas, de palabras sobadas y de definiciones desmanteladas por el tiempo. El verdadero conflicto eres tú. El verdadero conflicto soy yo. El verdadero conflicto somos nosotros. La vida es constante movimiento. La sabiduría condena, ustedes también son asesinos que deben resolver sus conflictos y no esperar que un cuento resuelva el alma negra de sus conflictos o el corazón de piedra de sus conflictos. Seamos nosotros mismos y no seres bipolares vendidos al “poderoso caballero don dinero”. La inteligencia creadora redefine la repetidera de repeticiones repetidas repetidamente. Jaques Derrida, recomienda: Deconstruir, no ser hipócrita, fariseo, mentiroso, falso, no arrodillarse a los prejuicios científicos, culturales y filosóficos de Europa u otro monstruo. Rompamos con toda forma de vida injusta que esclaviza al ser humano. Luchemos por la vida y por los prójimos que tienen hambre, sed y frío.

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RAMIRO MONTECINOS GUZMÁN (Bolivia) Nació en Cochabamba, Bolivia el 27 de agosto de 1968. Licenciado en Psicología, pintor, escultor, escritor y poeta. Fue presidente del Colegio de Psicólogos de Cochabamba. Se considera subversor porque tiene la mala costumbre de ver, sentir y pensar la realidad más allá de la piel del universo y pueda que esto sea así, por su espíritu y alma irreverentes que desnuda y desenmascara la realidad común. Es fundador de la Escuela Filosófica Montecínica. Es coautor en otros libros y revistas. Ganador de premios y menciones de honor en pintura y escultura, la última mención de honor fue en el concurso de poesía Adela Zamudio 2017 Cochabamba Bolivia. Libros. Poesía: El poder del yo en los otros: poemas terapéuticos (2011). Prosa poética: Sublime Locura: verdad (2013).

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MUJER DIOSA (microcuento) Ramiro Montecinos Guzmán Reina Valera eras llamada, tú joven esbelta mujer, que embebes en deseo a los transeúntes y bebías hasta las patas, consuetudinaria alcohólica, borracha universal, encloquecida por el Dios Baco, chica de la calle, narcótica anónima, increyente mujer, un día largo de embriaguez es tu vida, no precisas nada ni de nadie, no te importa la ayuda de los asquerosos morales, Mujer Diosa, transmundana, alcohol por dentro y por fuera y sin barbijo, te importa un carajo si te contagias. Vives, mueres y revives cada día.

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CORONA-BICHO (microcuento) Ramiro Montecinos Guzmán ¡Has escuchado!, tantas cosas que hay, se realista, si me pasa algo con el corona-bicho, quien te va atender… nadie.

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WI FI (microcuento) Ramiro Montecinos Guzmán ¿Vamos a conectar Wi Fi? Esta burrera está peor que el coronavirus

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FIAT VOLUNTAS TUA (microcuento) Ramiro Montecinos Guzmán Así en el cielo como en la tierra, danos hoy el saber nuestro de cada día y líbranos del mal humano… amen.

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GONZALO MONTERO LARA (Bolivia) Nació en Cochabamba, Bolivia el 7 de julio de 1952. Médico, poeta, narrador, ensayista, antólogo nacional e internacional, humorista, comunicador social y gestor cultural. Ejerce la Medicina como médico de la Caja Nacional de Seguridad de Bolivia. Fue integrante del Movimiento Cultural Itapallu, de la Unión de Poetas y Escritores de Quillacollo. Forma parte de Escritores Unidos, Super Nova y PEN Quechua. Tiene 22 obras literarias publicadas. Sus poemas y cuentos han sido seleccionados en varias antologías nacionales e internacionales. Participa en eventos literarios virtuales en forma constante. Ha expuestos ponencias en congresos virtuales internacionales. Libros. Humor: Punto G (2016), Humor con sexo sentido (2017), Escalona (2017). Biografía: Gotas de vida. Semblanza y memorias de Hugo Montero Mur (2019). Cuento: Pétalos de sangre (2009), Poesía: Miradas del silencio (2004), Rosas de fuego (2005), Latidos del tiempo (2008), Espejo de ausencias (2009), Versos sediciosos (2020).

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REALIDAD ALTERNA (cuento) Gonzalo Montero Lara Waldito con sus 13 años clavados de energía en su cuerpo delgado, sin excesos ni carencias. alista sus zapatos deportivos que los calza en sus finos y encorvados pies de palomo. Erguido, se mira frente al peinador de su madre. Queda preocupado por imagen que devuelve el reflejo del espejo. La imagen que contempla no termina de satisfacerlo. Pese a sus afanes, el tío con limitaciones para caminar, no pudo conseguir la versión de una camiseta deportiva con franjas horizontales del club español Barcelona —No importa, al fin al cabo es solo por un rato — señala el muchacho caminando con ágiles saltitos probando sus botines flexibles de dolor cobalto dotados con plantas de trilla menuda adecuadas para entrenamiento en campos con escaso pasto. Toma su bolsón, un frasco dispensador con líquido hidratante que acomoda en un bolsillo del bolsón y lleva en la mano un plátano maduro. Los padres sentados en destartalados sillones rústicos de jardín a la sombra de una higuera repleta de frutos y moscas revoloteando, miran los frutos maduros reventados en el piso. Ellos planifican despreocupados un fin de semana rural. Hacen planes para visitar la pequeña ciudad colonial de Tarata, donde el cariño de los amigos y las delicias gastronómicas que ofrece, resultan siempre una experiencia gratificante. Antes de ir a su práctica deportiva, Aldo se acerca a sus padres y mientras acaricia a su gato negro favorito les pregunta de manera distraída: —Papi ¿existe otra realidad? —El padre sorprendido por la inusual pregunta, traga saliva aprestándose a contestar, pero lee el lenguaje postural del niño que se halla apurado semejando un jinete de competencia con un pie en el estribo a punto de arrancar, pero, le responde: —Puede haber muchas realidades alternas coexistiendo con la nuestra, pero…te veo apurado y no quiero que llegues tarde a 130


tu práctica. Hay que ser siempre puntual con los compromisos. Hablaremos a tu regreso. Pasaron, muchas lunas de noches densas, un agobiante silencio reina en las calles vacías del barrio huérfanas de calor humano. El abuelo, excepcional personaje de la política nacional falleció a los 87 años. Persona de origen humilde, murió pobre porque nunca hecho mano a dineros públicos que sus altas funciones de dignatario de estado le hubieran posibilitado como lo hacen muchos funcionarios, y perpetran estos hechos ante la resignación o complicidad popular. Los ciudadanos de a pie se muestran indulgentes con políticos en funciones de la administración pública si roban, pero hacen obras. Se ponen en su lugar y comprenden que deben hacerlo para recuperar los onerosos gastos sus campañas La abuela llamó de urgencia. El abuelo reacio a las atenciones médicas, se hallaba caído en el piso con rastros de sangre de una herida contusa en la nuca, además confuso y sudoroso. Fue levantado del piso por su hijo mayor ayudado por un solidario vecino de la casa de al lado, luego conducido al hospital de su seguro, en una esperada odisea, venciendo los obstáculos en la circulación por los bloqueos realizados como parte de la estrategia de un ominoso golpe de estado en marcha. El magnífico anciano, expiró su postrer halito de vida en el servicio de emergencias, y su muerte fue como una señal premonitoria de absoluta fatalidad, porque la sombra de un microorganismo de oscuro origen, tal vez fabricado como arma biológica y diseñado con fines de cambiar el equilibrio del poder y el posicionamiento de las siniestras élites hegemónicas de las sociedades humanas del planeta tierra. Mientras los padres de Waldito, ambos trabajadores del precario aparato de salud del estado plurinacional, ven azorados las cifras de enfermedad y muerte publicadas en la prensa transformada ésta en un verdadero urinario público, preñada de información imprecisa, segada, parcializada, y en muchas ocasiones totalmente falsa. Desatada la pandemia viral con todas sus consecuencias, el lugar del niño ya no es su entorno natural, se ha trasladado a una realidad virtual. La telaraña del 131


internet que le ofrece fundamentalmente entretenimiento, con juegos de muerte más emocionantes para la diversión diaria, pero, carentes de información relevante para su formación de valores humanistas. Dejó atrás los canales de información científica, histórica y social. La guerra resulta más excitante. Los alaridos del niño en sus clímax triunfalistas, mientras perfecciona su destreza para manejar los mandos y programas que le permiten matar con mayor eficiencia a terroristas siempre islámicos o latinos en operaciones de aniquilamiento realizadas por eficientes francotiradores gringos tachonados de calaveras y osamentas sangrientas. El jovencito después de meses de darle duro a los disparos con el armamento más novedoso que sus ahorros le permiten adquirir. Ya no pide; exige a los padres el mejoramiento tecnológico de los recursos bélicos de sus personajes (asesinos) favoritos, todos ellos invasores de poblaciones de otros países. Héroes entrenados como máquinas de matar a “enemigos” que siempre están menos dotados en la defensa de sus familias, poblaciones y territorios, cuando eran invadidos por operaciones planificadas por los señores de la muerte que programan estos reflejos distorsionados de la realidad en la materialización de sus buenos negocios. El jovencito no acepta escuchar estas reflexiones. Se limita a señalar lacónicamente —son juegos… mejoran la destreza en los teclados, estimulan las reacciones rápidas y oportunas y son nada más que juegos que permiten ganar dinero si uno es bueno. Las desgracias son terreno abonado para jugosos negocios. Los padres de Waldito veían espantados la elevación de precios en medicamentos de utilidad cuestionable buscados con desesperación por los familiares de los enfermos. Los médicos, muchos en afanes políticos partidistas y los más, escuchando el silencio de muchas organizaciones científicas y colegiadas que ingresaron en un silencio cómplice del negocio de la pandemia. Todos desorientados por las características singulares de una nueva enfermedad dotada de las peores características que le permiten y permitirán hacer de las suyas hasta arrodillar a la humanidad, especialmente a los pobres y desprotegidos, enriqueciendo a los fariseos que nunca faltan, y quienes 132


comercian y lucran con el sufrimiento. Sistemas de salud ineficientes para una emergencia, tratamientos cuestionados, vacunas imperfectas, infodemia al grado de intoxicación colectiva, economías familiares y estatales derrumbadas, especialmente en los países dependientes y fundamentalmente miedo atávico introyectando con hierro al rojo vivo en la conciencia y ánimo de las poblaciones. Nuevas modas, usos y costumbres, surgieron de la plaga; Tapabocas con variados diseños que no sirven en absoluto para limitar los contagios. Población que los usa dejando suelta la nariz o quitándose el barbijo para hablar. Terapias rechazadas en tímidos pronunciamientos de sociedades científicas a falta de estudios concluyentes. Sustancias y procedimiento alternativos, que no modifican la marcha de las legiones virales. Nacimientos de fármacos nuevos de la industria farmacéutica de improbada efectividad para fases críticas, pero, importados y vendidos sin escrúpulos a precios inalcanzables para las economías derrumbadas. Cobros abusivos en clínicas privadas, donde una joven pareja fallecida dejaba como herencia no solamente la pérdida de la vivienda y sus bienes, sino elevadas deudas de clínica a los hijos en pañales. Todo esto en el dramático marco de una inestabilidad política con gobiernos regionales sin autonomía, prisioneros del dinero y las armas de los amos del planeta amenazadas de manera permanente por la espada de Damocles oscilando fatalmente. En la trágica historia del país de Waldito todo cambio de poder determina cuotas de sangre donde los que siempre ponen la sangre son los pobres y los que disparan son los mismos de siempre. Mientras mucha gente se esfuerza en demostrar la baja mortalidad y letalidad del sañudo virus que, no es un organismo vivo, pero en su danza de mutaciones ya engendró crías de cepas más virulentas. Se lee diariamente en noticias casos y más casos, brotes y rebrotes, olas y oleadas. Las caras de nuevos amigos aparecen en los obituarios. La población se volvió experta en elaborar textos de condolencias a las familias dolientes. Y las reuniones virtuales. Los hospitales públicos y de los seguros reportan el rebalse y colapso de sus servicios de 133


terapia intermedia y terapia intensiva y el vaciamiento de sus farmacias. Llegan imágenes de pacientes tendidos en los pasillos y otros yacen sentados en sillas de auditorio colgados de sueros y medicación y otros mueren en los asientos de vehículos de transporte o las calles. Waldito tiene la madre enferma y el padre agobiado por la edad, trabajando. Pero la cofradía de jugadores de internet lo tiene hechizado. Le aburren las clases del colegio, dejó las artes plásticas y las clases de guitarra, considera que los libros son innecesarios y son solo nostalgias de su padre un clásico ejemplar de Baby boomer, desubicado de tiempo y espacio en esta era tecnológica manejada por una matrix perversa y omnipotente operada por androides que antes eran humanos. —Hijo mío— habla el padre—, es verdad, hay otras realidades alternas y actualmente estamos en otra de carácter infernal — señala el padre en soliloquio a la sombra de las ramas deshojadas del higüero blanco, mientras resuenan en todo el ámbito nocturno los alaridos del hijo matando en los juegos de guerra… pero, en la mañana el niño toca la puerta de su dormitorio y cuenta que leyó un libro sobre las realidades alternas. No le entendió mucho, pero dice que es interesante y luego con un dejo de vergüenza pregunta: —Papi, ¿tienes algún libro de poesía?, a mi nueva amiga le gusta “eso”—.

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CORONAVIRUS (poesía) Gonzalo Montero Lara ¿Eres un hermano mayor que me castigas hoy o un holgazán que perdiste fuerza de trabajo en tu dilatado camino de la vida por el cosmos donde te comiste invisible feroces dinosaurios? No te veían no te veo ni te ven humanos ojos moras agazapado allá en oscuras madrigueras hoy los ojos avizores de la ciencia humana miran embravecidos tus legiones en afanes Mis ojos azorados observan tu mortal simpleza Siento en los latidos tu presencia cobrando algo algo que grita con eco milenario la ley de la selva somos presas para tu alimento y estás hambriento Algo o alguien despertó tu voraz apetito ¿Eres un eficiente sicario de la madre tierra vengador de especies extinguidas por humanos o espada de los terrenos señores de la guerra? En esta selva donde reina la ley de Arteaga mi especie ha sido invadida por tus huestes te arrinconaremos en oscuros meandros parásito oportunista con talón de Aquiles Es posible que sucumba guerrero mi cuerpo añejo pero muchos hijos de la madre tierra amamos los colores y fragancias multiplicadoras de la vida y los que no la quemamos la sembramos.

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ROBERTO ÁGREDA MALDONADO (Bolivia) Nació en Quillacollo, Cochabamba, Bolivia, el 29 de abril de 1966. Abogado, pedagogo, cientista social, escritor, crítico literario, antólogo y editor boliviano. Magíster en Docencia Universitaria. Doctor (Ph. D.) en Ciencias de la Educación. Docente de grado y posgrado de Universidad Mayor de San Simón (UMSS). Fundador y primer presidente de la Sociedad Científica de Doctores en Educación (SCDE) y de la Unión de Poetas y Escritores de Quillacollo de 2000 hasta febrero de 2020. Fue distinguido por el Concejo Municipal de Quillacollo el 2008 y la Brigada Parlamentaria de Cochabamba de la Asamblea Legislativa Plurinacional de Bolivia (2013 y 2014). Autor y coautor de 96 publicaciones. Libros de literatura. Lexicografía: Diccionario de Literatura y ciencias afines (2014). Poesía: Susurros de versos —poesías de 1991 a 2015— (2ª ed., 2016). Cuento: Lo inevitable y otros cuentos (2013). Novela: Dos niños en la incertidumbre (2016). Antología: Antología Comentada de la Poesía Boliviana —con la UPEQ y ESUN— (2010), Cien escritores bolivianos (2017), Gala poética internacional El mar boliviano —54 poetas latinoamericanos. Colaboración técnica y estética Karina Mariela Guerra Jordán— (2021)

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EL MUERTO EN VIDA (microcuento) Roberto Ágreda Maldonado Mario recordó una a una las razones por las que se sentía así. Miró una fotografía suya, cuando él había llegado a la cúspide de sus aspiraciones políticas, luego lo guardó con un silencio de muerte. Y después sacó la última foto, del único amor que tuvo. No dijo nada. Con todo ello había ratificado que era:

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DETENCIÓN DOMICILIARIA COLECTIVA (microcuento) Roberto Ágreda Maldonado ¿Qué estoy haciendo aquí, en este momento debía estar en mi trabajo? ¿Nadie me dice nada? ¿Ha pasado tanto tiempo, me han crecido las barbas y el cabello? ¿Veo que nadie hace fiesta, la vida alegre se ha paralizado? ¿Estoy en la cama como un niño sin poder moverme? ¿Recuerdo apenas que luego de un viernes de soltero accidentado aparecí recluido en casa y debe ser grave porque no me levanto y casi no me muevo? Pero, la vida de los demás no es movida, veo muy pocos parientes cercanos con barbijo, que pasan por los costados de mi cama con una tristeza larga ¿Habremos sido conquistados por los árabes? ¿o qué tendrán me pregunto? ¿Tal vez una…?

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COVID-19 (microcuento) Roberto Ágreda Maldonado Ayer busqué en internet las razones por las que apareció un virus o bacteria o virus-bacteria llamado coronavirus que ya ha matado más de tres millones de personas en el mundo. Los religiosos dicen: “Dios se ha enojado y hasta que no nos perdone no debemos salir de nuestras casas”. Los políticos afirman: “Hasta que nos los aceptemos a los políticos tan como son, debemos quedarnos en casa y practicar la higiene todos los días. Nada de besos, todos con barbijo y a distancia cualquier conversación”. Los filósofos fundamentan: “Debemos vivir contemplando sin emitir juicios de valor, solo pensando en silencio. Hay que dar un nuevo sentido a nuestras vidas, sin absolutismos ni dogmatismos”. Finalmente, los ricos del mundo profetizan: “No hay que vivir, ni cobrar sueldos mucho tiempo, pero hay que trabajar lo más posible con miedo a la pandemia y al nuevo orden mundial”.

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SE VA (poesía) Roberto Ágreda Maldonado Se va la amistad, se va el amor en los brazos del recuerdo y los sueños no realizados. Se va la poesía derramada en prosa. Se va la locura que furtivamente entregaba y recibía besos. Se va el viento que vino como el líquido rojo o amarillo embriagando a los seres a su paso. Se va la lluvia que mojó a los días de verano. Se va la brisa que tocaba con miedo y amor temblando, 140


los rostros y acariciaba los labios perdidos en un no sé qué y un no sé cuándo. Se va la vida con un virus-bacteria Covid en medio de guerras, recetas, gerontocidios y vacunas. Se la muerte en medio de la vida y la incertidumbre de cada cuarentena rígida. Se va, no sé qué, pero se va.

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DETENCIÓN DOMICILIARIA (poesía) Roberto Agreda Maldonado Tus dos ojos vida mía son dos gotas que me embriagan de amor, amor; lo que me hace olvidar el dolor: detención domiciliaria y otras. En estos seis meses de bilis diaria, vivo como preso en cuarentena, pero libre contigo con avena y la comida rica de tus manos. Los cítricos calientes y plátanos son la fuerza que hacen mover las manos y tocar el cielo del ser. Leo y escribo unas cuartillas. Todo el planeta dice lo mismo y yo me escondo, asimismo persistiendo con ideas astillas. de cerebros astillados y cismo rebelde contra el virus mismo.

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ISRAEL OMAR VENEROS MONTAÑO (Bolivia) Nació en Cochabamba, Bolivia el 18 de septiembre de 1976. Abogado, poeta, narrador y gestor cultural. Profesional inquieto y apasionado de la literatura universal. Realiza actividades culturales con jóvenes. Forma parte de la UPEQ (2020-2022). Participó en la Gala poética internacional El mar boliviano de la Unión de Poetas y Escritores de Quillacollo del 22 de marzo de 2021. Es coautor del libro de la UPEQ: Poesías y cuentos para el escenario (2021) y del libro digital Gala poética internacional El mar boliviano de la UPEQ (2021). Es autor del Libro: Laberintitis (2020)

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EN CUMPLIMIENTO DEL DEBER Israel Omar Veneros Montaño El sol ya empezaba a rayar sobre el azulado cielo de nuestra hermosa llajta, dibujando con las primeras luces matinales las siluetas de los edificios, jardines y plazas adornadas estas últimas por broncíneas fuentes e inmaculadas esculturas que las coronan, enamorando a primera vista a quienes las contemplen y donde con seguridad nos cruzamos alguna vez. Nuestro peculiar personaje, se levantaba muy temprano, aun antes de asomarse el alba por su ventana, comenzando aprisa sus labores cotidianas, tomando una regadera, después de un café y frugal desayuno. Cogía las llaves para seguidamente dirigirse al carro el trabajo y los pacientes aguardaban en su centro médico. Saliendo casi a las carreras para llegar en punto, esta vez no corrió con mucha suerte, pues el patrullero lo detuvo en seco a media marcha, ¿A dónde se dirige señor?, ¿tiene permiso especial de circulación? Si señor oficial, soy médico, trabajo en el hospital “San Rafael”, todo parece en orden, iba un poco acelerado, tenga más cuidado por favor. Ese día llegó sin mayores contratiempos a su fuente laboral. Siempre responsable como muchos profesionales de su misma área, no se lamentaba mucho de su suerte, de arriesgar constantemente la vida, algunos de sus colegas ya habían fallecido por causa de esta contingencia médica, mas a él no parecía afectarle tanto, se había ganado la confianza y el aprecio de sus propios colegas, personal médico y pacientes que lo tenían en buena estima debido a su actitud: ¿Cómo amaneciste hoy mamay?, un poco mejor papituy, pero no puedo respirar bien y me duele el cuerpo, lo importante es que tu enfermedad está evolucionando favorablemente. Contrajo el Covid en la primera ola, para posteriormente tras una larga y penosa recuperación de casi un par de meses, volver a incorporarse, retomar su actividad en beneficio de los demás, corriendo con tan mala suerte, que recayó enfermo por segunda ocasión para esta. Ya no volver a levantarse. Fue consecuente con su juramento hipocrático, al actuar inmediatamente por la vida y pensar en el próximo hasta el final, 144


dejando con su ejemplo una clara muestra de solidaridad, además de la línea a seguir en esta lucha constante que todavía no acaba, contra este flagelo que amenaza a toda la humanidad y debemos vencer a cualquier costo, este mal que todavía persiste a pesar de nuestros esfuerzos, el famoso Covid.

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PAMELA KAREN MEDRANO MOSCOSO (Bolivia) Nació en Cochabamba, Bolivia el 23 de mayo de 1985. Poetiza, cantante, dramaturga y activista política. Licenciada en Sociología. Estudió danza y teatro. Participó en varias olimpiadas de danza, teatro y poesía en los últimos cursos del colegio. En la Universidad participó en actividades cinematográficas (2010-2014) con Convenio de la Carrera de Comunicación Social en Artes escénicas y Artísticas. Fue Secretaría de Género Generacional en el Centro de estudiantes de la Carrera de Sociología los años (2007 -2008), en la Universidad Mayor de San Simón. Actualmente se dedica al trabajo social en instituciones como Federación de Adultos Mayores (FEDEAMCO) y entidades Cívicas como la Federación de Juntas Vecinales de Cochabamba (FEDJUVE). Toca la guitarra y piano. Es miembro de los escritores de la UPEQ. Participó en la Gala poética internacional El mar boliviano de la Unión de Poetas y Escritores de Quillacollo del 22 de marzo de 2021 Es coautor del libro de la UPEQ: Poesías y cuentos para el escenario (2021) y Gala poética internacional El mar boliviano de la UPEQ (2021). Es coautora del libro de la UPEQ: Poesías y cuentos para el escenario (2021).

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DOMO PANDÉMICO Pamela Karen Medrano Moscoso Aquí vienes Domo, como tinieblas a la luz incandescente, para llevarse a miles de espíritus, que vienen a cumplir su misión en este larga duro y extenso trabajo que sea ha venido realizando desde ya hace muchos ciclos del Sol de Alción. Muchos universos han estado en procesos que han trascendido las barreras del tiempo, y logrado vencer batallas cósmicas donde han logrado mantener su hábitat y el objetivo puesto en marcha para tener mayor alcance con relación a otros seres que sea han alejado del servicio en otras galaxias. Después de unos milenios, luego de desviarse nuestro mundo del plan cósmico original de la tierra ha sido preparada desde un inicio, para las nuevas huestes que enfrenten la guerra energética en cual millones de espíritus confraternizan la interacción de instintos por medio de los sentidos. Unidas por fuerzas y energía, muchos espíritus encarnados llegan a mediar con líderes intraterrenales que con sus propios recursos toman el poder controlando gran parte de los recursos naturales, sistemas de comunicación, sistemas religiosos, sistemas de Gobierno, asumiendo el dominio total. Seres de la tercera dimensión, desean lidiar contra los grandes líderes que en otros planetas hace medio siglo, arbitrariamente esclavizaron a muchas almas tomando el control de todo utilizando un plan estratégico que hace miles y miles de años estuvo planificado. Existen espíritus con gran fortaleza que estaban motivados, estos recorrían por todos los lados. Poco después ya habían iniciado la colaboración y ayuda a la humanidad que despertaba paulatinamente una conciencia de Amor. Repentinamente surgía un cambio planetario en la tierra, el sol nos ha brindado su esplendorosa luz a las extensas fuentes de 147


agua que son vida y a la hermosa naturaleza que es el pulmón del planeta y nos brinda el equilibrio energético y la salud deseada a todos los que vivos una vida sana en plenitud. La humanidad en estos días a enfrentado muchos retos, es decir, retos que nos ha llevado salir del encapsulamiento pandémico que ha aquejado muchos espíritus guerreros que luchan ante la adversidad. Seres de luz llegados de lo más profundo del espacio de las estrellas para ser más precisos como una deuda que saldar ya que en otros tiempos sus propios mundos afrontaron el cambio que en este preciso momento nuestro planeta experimenta, estás nobles almas llegadas de todo el cosmos se dan a la labor de ayudar a las gentes de nuestro mundo tanto en pequeñas labores cotidianas como en las más grandes como ser cambiar los sistemas de gobierno médicos, sociales y credos. El pensamiento de las masas en general por sistemas más humanos solidarios hechos a la medida de la mayoría de las personas, no como sucede en la actualidad que sólo beneficia a unos pocos. Con este noble fin médicos trabajadores sociales artistas trabajan incansablemente y dan ánimos en medio de esta pandemia que hoy preocupa a nuestra humanidad y de la cual somos parte todos y sin duda saldremos victoriosos. El trabajo continuo por más de doce horas, esfuerzo con mucho profesionalismo, inmenso amor por dar vida, es la gran labor que realizan los médicos, dar calidad de vida mientras realizamos cumplir nuestros objetivos. Los vemos visto en periódicos, en entrevistas de emisoras radiales, en la televisión dando informes críticos, alertando a la población para que siga las normas, aconsejando constantemente a sus pacientes, arriesgando la vida en todo momento, a pesar que es tan alejados de sus familias, ellos

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cumplen y dan equilibrio cósmico brindando paz y tranquilidad en muchos hogares, ¡Que seres de gran evolución! Lidiando desde hace mucho con sistemas sociedades que han oprimido a la humanidad, donde no han frenado las enfermedades, decayendo la salud de muchos espíritus que en estos tiempos difíciles ha llevado a la catástrofe mundial. Si lográramos unir estas almas encarnadas podríamos burlar este domo pandémico, se realizaría esta gran labor que es ir en armonía con el planeta, los seres vivos y todos los que habitan el planeta. La labor de la tierra como ser gigantesco, que nos enseñó el origen de nuestro espíritu y como la historia desde el inicio a estado a la vista de nuestras narices, pero no hemos comprendido el fin de vivir sin depredar, sin destruir lo que se nos ha concedido. Somos almas con mucho coraje y valentía.

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ROSSEMARIE CABALLERO VEGA (Bolivia) Nació en Cochabamba, Bolivia el 30 de noviembre de 1961. Docente de Lenguas y Literatura. Es Licenciada en Francés por la Universidad Mayor de San Simón, Profesora de Letras y comunicaciones por la Normal Católica y Licenciada en Inglés por la ESFM Enrique Finot, con maestrías en Didáctica de Lenguas y Educación Socioproductiva. Escritora y ajedrecista. Gestora del proyecto EC-B que unifica a las escritoras cochabambinas, cruceñas y contemporáneas bolivianas presente en redes sociales y en antologías. Estudió Literatura y Lengua españolas en Madrid, de donde pasó a París como periodista invitada en el ciclo Théatre au féminin. Fue periodista acreditada en la 44 y 45 Feria Internacional del Libro de Buenos Aires (Argentina, 2018-2019). Trabajó como coconductora del programa radial sobre literatura “A cierta hora” en Buenos Aires junto a prestigiosos escritores argentinos. Declarada de EMBAJADORA UNIVERSAL DE LA CULTURA, otorgada en el X Encuentro Internacional de Escritores, con aval de la UNESCO, llevado a cabo en la ciudad de Tarija en el año 2017 como Visitante distinguida de la ciudad. Libros recientes. Poesía: Rollo de papel (2015), Ni aguja ni reloj, (2019). Cuento: Juego de trenzas (2018), Un collar para Beatrice (2020).

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LA CASA1 Rossemarie Caballero Vega Es una casita rústica. Luces apagadas, rejas negras en la verja. Un bicho se retuerce en el patio. Luces apagadas, destellos y rejas negras sobre la calle que antes formaba parte del patio de la casa. Rejas negras donde hubo rejas bordó. Barretas en vez de rejas bordó. El bicho que se retuerce en el patio es en realidad un monstruo viperino y está de espaldas, en posición de emprender fuga. La calle se abre como una cripta, el vértice de una pared de ladrillos se desmorona. Despiertas. Una casita rústica, detrás de un bosquecillo de eucaliptos, la casita en mala ubicación, sobre una calle que debe cortarse, junto a un canal de riego, agua cristalina, parece un riachuelo, piedrecillas, agua corriente, agua transparente, piedrecillas, arbustos. Una mujer lava ropa en la orilla del río. Es río no canal, es río con eucaliptos a su vera, y la calle de tierra. Se dice que la alcaldía abrirá esa calle por donde justo se encuentra la casita. Desapareces. Casa premonitoria sobre un río turbio. Dicen que el río enfurecerá y vendrán las aguas y la casa será derribada y arrastrada. Casa de papá, junto a otra casa. Casita que está frente a una calle nublada. Casita con escaleras que bajan y suben. Para quien entra bajan, para quien sale suben. Al fondo misterio. Dicen que vendrá la topadora a llevarse tres tercios de la casa. Quedará una lengua sobre la calle, y no hay seguridad de que quede libre esa lengua, podrían adjudicársela a la vecina. La lengua aparece horizontal, después vertical, se acomoda cual baldosas, como cajitas que se ponen delante o detrás o al lado de 1

Del libro de Rossemarie Caballero: Un collar para Beatrice (2020).

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otras descartables, por tanto, no es importante. Es solo una casita que dejará de ser. Calle abajo hay otro terreno. Allá se construirá la nueva casa porque la de arriba será una lengua; se hace o se piensa hacer una verdadera casa, se la arma con la mente, el pensamiento diseña la casa para remplazar la lengua. Finalmente, la casa se sitúa, sí, ella camina y se sitúa en un barrio minero, dicen que es minero, se asienta ahí, aunque parezca otro barrio, pero la casa está terminada en ladrillo rústico, techo cálido, patio estrecho, apenas un metro de distancia entre la vereda y la verja (si se puede llamar verja a unos fierros cruzados artesanalmente), y otro metro entre los fierros y la pared. Acá viviremos. Que vengan todos. Ingresas de la mano de una nena de abriguito rojo. Es tu hija, o quizá tu nieta. Pero casi inmediatamente sales. Necesitas hacer una diligencia. Subes por un puente peatonal a la avenida, la casita queda debajo del puente; divisas que la nena de abriguito rojo se filtra entre los fierros de la verja sin siquiera abrir la puerta. La mira angustiada para detenerla con los ojos, tiene apenas dos años y medio: “Por favor no salgas, no bajes de la acera, no cruces la calle” … Una hoja se ha desprendido del único árbol de la vereda, un único árbol con apenas una hoja; mientras intentas frenar a la nena con la mirada, la hoja cae, pero las ramas están secas, ¿cómo tuvo hojas este árbol? Es hoja del viento y va cayendo. La nena, nadie la protege, la puerta no pudo impedir su paso, desciende del pretil de la acera. Detienes tu mirada y tu aliento. Tu grito no sale, podría distraerla. Dejas que el silencio se apodere del instante en que ella cruza la calle un segundo antes de que un automóvil selle a toda velocidad su paso. La hoja cae al asfalto. La nena. La casa. El barrio, que ya no es el barrio de mineros, sino un barrio cercano a un hospital, con avenidas y distribuidores y colectoras y autopistas… Vos arriba del puente sujetándote de la baranda, la nena debajo, sola, y su abriguito rojo. 152


POEMAS PREMONITORIOS2 Rossemarie Caballero Vega

3 afuera el viento bate sus alas acá oscuridad y miedo un pozo engulle una serpiente afuera hay frío, acá no hay nada ni frío ni viento ni alas hay miedo hay nada ¿el miedo será acaso nada? la serpiente engulle un pozo la nada lame al miedo el miedo cala el vacío y bebo miedo, me alimento de nada el viento las alas el frío. 4 un destino dice que me trajo a ti aquella tarde en tu sonrisa el destino dice y las magnolias cantan una ciudad, un mundo la adolescencia se instaló en el olvido porque el destino dice marcó tu partida 2

Del libro de Rossemarie Caballero Vega, Ni Aguja Ni reloj (2019).

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pero las magnolias cantan y en la cornisa come su tela una arañita el destino dice y el cuarto de barniz vintage se acorraló del mundo blancas magnolias cantan aún cantan sobre la mesa guardo una pizca de sal quizá regreses y podamos comer aquel asado que planeamos y beber el vino aquel que compraste en Italia y la lluvia caerá a torrentes sobre nuestros cuerpos un destino dicen, pero no dicen que antes sobre tu féretro reposa inasible una corona de flores una magnolia.

5 la vieja poesía ha muerto se esconde hay una luz titilando en su alfombra huye despavorida y se sumerge entre líneas debajo de la piltrafa que un día fue así quizá no le alcance se destroza pero su imagen continúa viva entre los cristales hay un cúmulo de espejos que punzan los edemas de sus ojos los cierra 154


baja por los bordes de los escalones resbala un signo dice ser, sin significado pero acarrea batallas y es peligrosa el poeta anhela, pero no sabe qué el poema sabe lo que el poeta ignora el poeta expone y machuca tira todo al viento en la intemperie sin fin palabras vacíos palabras ¡silencio!

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RENÉ AGUILERA FIERRO (Bolivia) Nació en Tarija, Bolivia el 8 de octubre de 1947. Ingeniero forestal, periodista, poeta, narrador, escultor y eximio gestor cultural boliviano (2008 a 2020). Fue docente universitario, jefe de Carrera y Decano. Presidente de la Unión de Escritores y Artista de Tarija, Bolivia. Realizó muchos encuentro internacionales de escritores en Tarija. Secretario General de la Unión Latinoamericana de Escritores (Sede México). Ganó el Primer Premio Internacional de Poesía 1992, concurso de la Sociedad de Publicaciones Universitarias del Perú, galardón otorgado por el poeta Javier Alfredo Amado del Pozo, promotor cultural del Convenio "Andrés Bello". En la gestión del Profesor Arcil Antelo Murillo, fue declarado "Amigo Predilecto" de la Escuela "Eustaquio Méndez" de San Lorenzo. Por su aporte a la literatura y cultura boliviana recibió distinciones nacionales e internacionales. Autor y coautor de más de 21 libros de poesía, cuento, leyenda y antologías nacionales e internacionales. Libros. Poesía: Barquito de Papel (1980 ca); Ventanas de Inocencia (1981), retazos de vida (1990). Narrativa: Charagua, historia y leyenda (3ª ed., 1991), María Venezia. Cuentos (2017). 156


NO SÉ DÓNDE FUE... René Aguilera Fierro La familia se había reunido para las fiestas de fin de año, el 31 de diciembre había sido una fiesta de unidad familiar, los preparativos se hicieron de acuerdo a preferencia de cada uno, el mercado, el supermercado, la tienda, las compras de diversos lugares las exponían a una potencial contaminación, entre burlas y bromas, guardaban las medidas de bioseguridad. Mientras en la casa trabajaban operarios colocando bombillos de luces y arreglando grifos. A esta fiesta se habían dado cita las generaciones, era una reunión de abuelos, papás, hijos, nietos y hasta hubo bisnietos. Tanto el día antes como esa noche fue de un trajín inusual, los niños disfrutaron de los regalos y de los juegos artificiales; hubo luces por doquier, comidas, dulces, gaseosas a disposición y, para el brindis, un delicioso champán y sidras. Fue una fiesta para recordar y comentada por cada quien de acuerdo a lo visto y sentido. Había pasado una semana, cuando Estela, una de las jóvenes de la casa, se sintió con malestar e indispuesta, incluso, le hicieron bromas de que eran síntomas de embarazo Pero Estela, rápidamente empeoró, fue menester llevarla al hospital para su asistencia médica, fue necesario someterla a respiración inducida, el diagnostico era contagio con Covid-19, fue un balde de agua fría. —¿Dónde fue? —exclamó la madre asustada —No sé dónde pudo ser —dijo el papá

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La voz corrió por toda la familia, siempre con la misma interrogante: —No sé dónde pudo contagiarse...

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JUAN CLAVIJO ROMÁN (Bolivia) Nació en Tapacarí, Cochabamba, Bolivia el 21 de enero de 1956. Licenciado en Economía por la UMSS. Ensayista, compositor, poeta y gestor cultural. Vive en Quillacollo. Fue catedrático del Instituto de Comercio N.º 3, (Incos) Quillacollo. Investigador de CIDRE, lo que le posibilitó conocer todas las provincias del departamento de Cochabamba. Su producción literaria figura en: Antología poética al pie de la colina N.º 3 (2011), Poesías para la historia (2014), Mitos, leyendas y cuentos populares de Bolivia. Antología (2015), Lo insólito en los cuentos (2016) de la UPEQ. Fue distinguido por la Brigada Parlamentaria de Cochabamba de la Asamblea Legislativa Plurinacional de Bolivia. Autor y coautor de los libros: Tapacarí: Historia y tradición —antología— (2013), Estos carnavales quién inventaría —recopilación— (2015), Poesía infantil: entre risas y buen humor —antología— (2017), Vida y obra del encomendero español Lic. Juan Polo de Ondegardo y Zárate 1510—1575 (2014), La chicha en el valle de Cochabamba —investigación— (2016, 2ª ed., 2019).

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LA PANDEMIA Y LOS DOS AMIGOS EN EL MAS ALLA… Juan Clavijo Román “…dos almas que en el mundo había unido Dios. Eso éramos tú y yo…” (Diálogo entre dos almas: uno en el infierno y otro en el cielo)

—Oye, Jacinto— Parece que no estás tan lejos, se escuchan la musicalidad de la lira por encima de mi cabeza. La verdad es que estoy muy chamuscado, el infierno nunca cesa de arder, aquí todo es envidia y maldad, no hay en quién confiar, te adivinan hasta el pensamiento. El otro día quise escapar y mi amigo de mayor confianza me ha denunciado. Otra vez sobre los carbones bramando. Es verdad que he sido travieso, aventurero, negrero, tramposo, alma engaña y sabía muy bien corromper. Tenía no más que pagar, como dice el refrán: “con la vara que mides serás medido” y conmigo se ha cumplido. Estoy pagando mi mal natural. Amigo Judas, tú me has conocido, el más correcto desde que éramos estudiantes, honesto, sincero, solidario y fiel como nadie. Por eso estoy sentado en un gran sillón al lado de San Pedro. Aquí todo es tranquillo, diáfano, los angelitos vienen a ventearnos todo el día. Dios es justo. Pero de lo que no me olvido es que, entre sueños y medio dormido, nuestros parientes decidieron enterrarnos enteritos, en un cementerio clandestino lejos del pueblo, con velatorio, cajón, comidas, chichas, lloros, rezos y mil bendiciones. Nuestra tradición intacta. Casualidad dirás, no hermano, los dos tenemos suerte, enterrados con todo el cuerpo sano, con el mejor terno, hasta platita tenía en uno de mis bolsillos... 160


Hay diferencias entre los dos, es verdad, tú al infierno y yo al cielo. Los pecadores al abismo y los purpúreos en la diestra del Señor. Jacintoy, te imaginas que te quemen, cocerte como chicharrón ¡Huevo! Eso nunca, agradezco a mis familiares, por habernos enterrado a ocultas y fuera del pueblo, lo mismo pasó contigo. En muchas cosas nos parecemos, solo al final nos diferenciamos. Yo Judas pagando mis culpas, ardiendo, cada día parezco un diablo botando fuego a la salida de la boca mina. En cambio, tú, sobre alfombras, rodeado de nubes celestiales, orando, nada te falta, en paz. Aun así, no te envidio. Cada uno trazamos nuestro camino y tranquilos. No te olvides Jacinto, pensar que vamos a regresar en Todos Santos, harán fiesta, mast’aku para los dos, urpus, colocarán una jarra de chicha y las comidas que nos gusta. Si nos hubieran quemado, hubieran botado nuestras cenizas en cualquier laguna y después el olvido para siempre. Ay, Todos Santos…somos privilegiados, estaremos 24 horas con nuestros seres queridos, con la familia, recordando las farras, a nuestras cholitas, aunque pocas horas, pero gozando de la algarabía de nuestra gente. Rezos y alabados. Otra vez reviviremos. El recuerdo nos une, ya que en vida fuimos como uña y mugre, aunque al final muy alejados, pero estamos de cuerpo y alma enteras…No nos quemaron… Es verdad que antes de morir, nos han limitado demasiado. Caímos con la Pandemia, nos enfermamos y nos dieron el santiamén. Nos confundió las distancias, barbijos, no asociarse, higiene, limpieza, horarios estrictos. Cambió 161


nuestras vidas. Pensar que todos nuestros compañeros fueron quemados como hierbas secas en San Juan. La consecuencia y la identidad de nuestras familias dio resultados. Nos enterraron a ocultas con todos los riesgos. No nos quemaron y seguimos siendo vecinos, tú pagando tus penas y yo en el mundo celestial. ¡Viva la vida! ¡Muera la muerte! Nos vemos en Todos Santos…

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JUAN CHÁVEZ ROJAS (Bolivia) Nació en Quillacollo, Cochabamba, Bolivia el 6 de abril de 1968. Abogado, escritor y docente universitario de grado y posgrado. Fue secretario de Partido de Arani y luego juez desde el 2002. Licenciado en Licenciado en Ciencias Jurídicas y Políticas de la UMSS. Realizó cursos de diplomado en Docencia Universitaria, Educación Superior, Derecho Procesal y Oralidad, Ciencias Penales; y posgrado en Derecho Penal. Magíster en Administración de Justicia. Juez Instructor de Tapacarí, Juez de Partido Mixto de Independencia y desde el 2007 hasta el 2018 Juez de Partido en lo Civil y Comercial de Quillacollo. Fue juez electoral de 2002 a 2013. Miembro de la Asamblea Permanente de Derechos Humanos de Cochabamba y de Quillacollo Ocupó diversos cargos jurídicos en la Alcaldía de Quillacollo y Jefe de Transparencia en el Gobierno Autónomo Municipal de Colcapirhua. Publicó ensayos y artículos en periódicos y revistas jurídicas. Dictó diversos cursos en radioemisoras populares y en varias instituciones. Forma parte de la Unión de Poetas y Escritores de Quillacollo y el Ateneo Jurídico de Quillacollo. Libros: Conflictos en contratos de servicios y la ausencia de normativa (2014), El mentefacto y el Código Procesal Civil (2015).

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EL COVID-19 Y MI FAMILIA Juan Chávez Rojas De un día a otro, el planeta Tierra se entera que apareció un virus mortal, que pretende exterminar a la humanidad de la tierra, afortunadamente es al otro lado del mundo, muy lejos de mi hogar, sin embargo, en pocos días llega mi país, a mi ciudad. Para disminuir el contagio de la enfermedad el gobierno decreta la cuarentena rígida, nadie puede salir de sus casas; el bullicio de la ciudad se torna en una tensa calma, las calles desoladas, aunque nunca falta algún Superman, decepcionado o ignorante. Mi familia cambia de un canal a otro, para tener mayor conocimiento sobre la nueva y fatal enfermedad, cómo protegerse, cómo combatirla; trato de demostrar tranquilidad, sin embargo por dentro me encuentro muy preocupado, no quiero que el virus invisible ingrese en mi hogar, adoro a mi hijita, ¿Cómo puedo cuidarla?, ¿Qué debo hacer?, mi familia también está inquieta; por decisión unánime decidimos cumplir lo mejor posible las recomendaciones que otorga la Organización Mundial de la Salud, el Ministerio de Salud; preparamos jabón, abundante agua, alcohol, barbijos, fabrico una ducha al ingreso de la puerta principal, instalo una lavadora al ingreso de la casa, preparo ducha para mi auto en el garaje; no recibo ni a amigos, ni a familiares en casa, todo acontecimiento social está prohibido para nosotros, nosotros nos auto controlamos, nadie nos obliga, nadie nos controla. No tenemos mucho que comer, afortunadamente no somos víctimas de la desesperación por comprar en abundancia, mantenemos la calma, sabemos que los comerciantes son

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expertos en especular, compramos lo suficiente los días que nos toca salir. En tiempos pasados, deseaba tener tiempo para pintar la casa, arreglar la muralla, el piso, la ventana, la puerta, siempre me preguntaba: ¿Cuándo podré tener tiempo para hacer tantas cosas que faltan en casa? ¿Cuándo tendré tiempo para estar más tiempo con mi familia? Valga la redundancia. ¿Cuándo podré quedarme en casa a descansar? De repente y sin quererlo tenía todo el tiempo del mundo para cumplir mis deseos, busque las herramientas, compre el material y empecé a barrer la casa, limpiar los muebles, podar las plantas, pintar la fachada, los cuartos, bañamos a nuestro perrito, en fin, todo lo que se podía hacer en casa junto a mi familia. Al mal tiempo buena cara, dice un refrán, yo lo viví en carne propia, pese a la adversidad de la enfermedad, me sentía satisfecho, estaba junto a mi familia, estábamos protegidos de la enfermedad, nadie enfermo, no hay nada más gratificante para los padres, ver que sus hijos se encuentran sanos y salvos, todo porque cumplimos las recomendaciones dadas por el Ministerio de Salud.

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LEONOR PIZARROSO SARAVIA (Bolivia) Nació en Potosí, Bolivia el 13 de mayo de 1950, criada en Sucre, pero vive en Potosí. Profesora y escritora. Maestra de Literatura y Lengua Española por la Escuela de Maestros “Mariscal Sucre”. Docente de comunicaciónLenguaje. Fundadora del Taller de artes escénicas, teatro y oratoria en la Escuela Superior de Formación de Maestros “Eduardo Avaroa” (2000-2016). Licenciada en Pedagogía de la UNED. Licenciada Sociocomunitaria de comunicación y lengua originaria por el PROFOCOM. Magíster en Sociocomunitaria Productiva en la Universidad de Convenio “Andrés Bello”. Directora de Mesa Redonda Panamericana “Imperial Potosí” (2015-2017). Directora del Centro de apoyo pedagógico, desarrollo artístico cultural “Rapsodia potosina” desde 2016. Escribió varios guiones y los llevó a la escena: Es autora de los poemarios: Medalla poética para el Kínder Rafael Bustillos, El verso en la escuela, Ramillete de versos para el Col Santa María. Odas históricas: La Casa Real de Moneda de Potosí (2010), Ascenso de Simón Bolívar al Cerro Rico de Potosí (2010).

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HEROÍNAS DE BLANCO Homenaje a las enfermeras Con gran cariño dedico a mi santa madrecita Clementina Saravia de Pizarroso que otrora fue una eximia enfermera.

Leonor Pizarroso Saravia El Supremo, desde el universo infinito, distinguió estrellas convertidas en damas, cuya sensibilidad rompió esquemas humanos, con humildad y ciencia a mitigar el dolor, acicalando su sapiencia de aliento optimista. Su labor no solo es algodón suave para llagas, registra la temperatura espiritual del paciente, toma el pulso y ritmo respiratorio del amor, escribe los síntomas detectados en el adolorido, emite exaltación a la senda del vivir esperanzador. Melodiosa voz, susurra al oído “ten fe y saldrás “ rezando con la mente acomoda el respirador, anima al doliente con sosiego consolador, al fin del martirio a seguir con mascarilla, linchar al Corona virus con miel y manzanilla. Grata heroína de blanco, tu dulce mirar blande las dolencias y atenúa la ansiedad, diosa de apoyo, buscas el dolor sosegar, gracias a ti refulge la vida en pasividad ¡Bendita enfermera!! con qué mi vida pagar!

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EDMUNDO TORREJÓN JURADO (Bolivia) Nació en Tarija, Bolivia el 17 de junio de 1945. Médico-Cirujano, poeta, escritor, historiador boliviano. Forma parte de la Academia Boliviana de Cirugía y del Colegio Internacional de Cirujanos. Medico de Juan Pablo II, en Tarija. Fue Presidente Sociedad Escritores de Bolivia, es su Secretario Relaciones Internacionales. Presidente PEN-Tarija. Curador de ocho Ferias Internacionales del Libro-Tarija. Representante de varias organizaciones literarias del mundo. Su obra fue traducida en 7 idiomas: inglés, francés, italiano, portugués, polaco, árabe e indonesio. Ganador de varios premios nacionales e internacionales de poesía y ensayo. Libros recientes. Ensayo: Complicaciones del megacolon chagásico. Clínica quirúrgica— (1997). Poesía: Shalom (2011), Crisol del ángelus (2013), Patrón San Roque al Alimon (2014), Sonajero de estrellas. Poesía para niños (2016), Mesones de alba (2016), El ritual de las huellas (2019). Cuento: Memorias de un río (2016), Historias sin tiempo/Stoires senza tempo. Edición bilingüe español-italiano (2018).

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COVID - 19 Y EL JUDIO ERRANTE Edmundo Torrejón Jurado Centurias inmisericordes. Sus designios cincelados en relojes: de sol, de arena, de engranaje, eléctricos, transistorizados, atómicos, habían sembrado en él infinidad de vivencias. Las más, de tragedias esbozadas con desesperaciones sin límites. Tal vez… quizás… la primera, la suya: Un ser inmortal deambulando ininterrumpidamente por el orbe, abofeteado, denigrado, murmurado, estigmatizado con el nombre de ¡El Judío Errante! por la irrespetuosidad y la desconfianza de diversas generaciones. Su misma identidad era una bruma perversa: ¿Sería Caín, condenado a errar más allá del este del Edén luego de ajusticiar a su hermano, tramontando y tramontando inagotables horizontes, hasta el fin de los tiempos? ¿Sería Cataphilus, el guardián pretoriano de Poncio Pilatos, que luego de espolear al Hijo del Hombre, recibiera desde Su mirada el: “Yo arribaré, ¿pero tú nunca llegarás”? ¿Sería el zapatero Lompidus, burlón e irreverente – aquel de la vera de la Vía Dolorosa – que, tras injuriar al Maestro tras alguna de sus caídas, recibiera el trueno íntimo de: “tu caminarás hasta el fin de los tiempos”? La noticia era escueta pero preocupante: “Un virus extremadamente agresivo por las múltiples complicaciones médicas que ocasiona y su realzada mortalidad se ha presentado en Wuhan, ciudad populosa de China. Las pruebas clínicas han demostrado que no existe medicación alguna para tal noxa y – por supuesto – tampoco vacuna preventiva”. Pensó para sí, con la alarma, que le dio, le concedió, le otorgó la abundante experiencia: ¡Una vez más, una 169


armada inmisericorde con marines imperceptibles amenaza la tierra! Y, se auto especuló: ¡Puede ser el advenimiento del Armagedón! … ¡Debo dirigirme presto hacia Jerusalén! ¡Situarme pronto frente a la puerta dorada-tapiada de su muralla! ¡Puede arribar desde allí mi liberación! El destino circunstancial lo situaba en la plaza de Tiananmén, paradójicamente la tradicional Puerta de la Paz Celestial de Pekín. La alarma le exhortó a dirigirse raudo hacia el aeropuerto Daxing de Pekín. El único espacio de vuelo encontrado, le significaba un itinerario descomunal: De Pekín al Fiumicino de Roma, de allí al Guarulhos de San Pablo, luego al ViruViru de Santa Cruz, de este al International Airport de Miami, de aquí al Reina Alía de Amman y finalmente al Ben Gurion de Tel Aviv. En la sala de espera, llamó su atención un personaje de francos: fisonomía, gestos y catadura chinos, rodeado de personas afables pero tensas. El protagonista, portaba un rostro un tanto desfigurado con una mirada emplazada hacia lontananza y una palidez que acentuaba más su tez racial. Mi curiosidad, fue asaz correspondida: Me dirijo a Wuhan, me obligan, el deber, las imperiosas autoridades y mi vocación: soy virólogo, los primeros resultados del llamado Covid-19 que me arribaron de: identificación, agresividad, farmacoterapia y posibilidades de inmunización, son – a no dudarlo – realmente alarmantes. Llevo varias jornadas poseído por el fervor de la duda: ¿Será el fin de la raza humana? El cáncer de nosotros —poseedores de las desconcertantes barajas del tarot de la vida— es el conocimiento de la verdad profunda y sus causas. Hay algo más que le puedo confiar en su cualidad de extranjero: el investigador al que voy a reemplazar, está difunto, el profesor Li del Hospital Central de Wuhan, fue 170


detenido y deshonrado, luego de difundir los primeros siete casos. Posteriormente, libre y retornado como investigador, murió heroicamente, corroído por el Covit-19 a los 34 años. Dejó una esposa viuda y una pequeña hija. Las personas que observó usted junto a mí, eran amigos y familiares, todos adultos, pues no quise que me acompañaran niños. La causa: ¡Quien sabe, tal vez, esté dirigiéndome hacia mi propio entierro! Los ojos empañados del médico – sin el rocío-gotear de lloros – portaron súbitamente al auditor, hacia “Las Lágrimas de San Pedro” fruto de la inmensa paleta y el infinito pincel de El Greco Domenikos, su cómplice y amigo, cuando su habitar en la Florencia de los años mil quinientos. El abordaje a la primera etapa de su largo viaje, se realizó a hora exacta. Una amable azafata de casi ausentes ojos rasgados, lo ubicó al lado de una agraciada mujer, portadora de esa etérea hermosura del embarazo. Indagando – apoyado en su acento femenino al hablar – preguntó a su vecina: ¿italiana?, de inicio, solo asintió ella con la cerviz, mímica que fue simplemente el preámbulo para el relato de su enternecedor drama: “es incuestionable, que mi hijo —aún en sarmiento— y yo, vamos hacia el cadalso, ansío a que sea mi patria, la sala de partos-nicho, la que nos brinde —paradójicamente— nacimiento y óbito. De pronto: aeronave, pilotos, personal de a bordo, pasajeros, lo mismo que nubes y cielo circundantes, se inundaron de lágrimas infinitas: ¡el dolor del universo se aerotransportaba en esa nave! La palabra consuelo, desapareció de todos los diccionarios, de todas las enciclopedias, de todos los códigos, existentes y por existir. 171


El vuelo arribó a Fiumucino, en verdad impulsado en sus turbinas, durante las últimas millas, por el llanto irreprimible de la madre-embarazo-parto. Trabajo para Food for the World (alimentos para el mundo). Vengo de Etiopia, donde soy el Alto Comisionado de la organización para el África, soy el Decano de la misma. Mi patria es Holanda, donde tenemos los hombres y mujeres de mayor estatura en el orbe. Pedí una reunión urgente, pues no se nos consultó de ninguna manera para el determinar y el surgir de esta inesperada y grave situación. La guerra bacteriológica estaba programada para el año dos mil cincuenta, si fuera necesaria o el caso requería. ¡Aún, en la actualidad, el hambre del planeta se puede manejar y manipular! Paradójicamente, el progreso de la Medicina no se acompaña con el marchar de los graneros. Históricamente, las epidemias son necesarias para el equilibrio poblacional. Cuatro ejemplos: Plaga de Justiniano de los años 54l-42, exterminó 25 millones de personas. La Peste Negra o bubónica de 1320, mató a 75 millones de seres. La viruela de los años 1520-22, asesinó a 5 millones, sobre todo habitantes de los imperios Inca y Azteca. La gripe española del 1918 al 1920, aniquiló a 40 millones de hombres, mujeres y niños. Mi idea es que, si la pandemia ya se desencadenó, la coyuntura se debe aprovechar, apostemos por estimular para que el coronavirus Covid-19 se difunda rápidamente y, una vez conseguido el logro: presentar las correspondientes terapia y vacuna. Otro gran enemigo que tenemos al frente, son los modernos, abundantes y – en ocasiones poco maniobrables – medios de comunicación. Adiós, me llaman a bordo, acá le dejo mi tarjeta protocolar, “el mundo es un pañuelo”. 172


Al leer la misma: Academic Gerrit Van Der Graaf – Food for the World (alimentos para el mundo), él – que a lo largo de su eterna vida – había participado en incineraciones, en baños con cal viva de moribundos y cadáveres, en fosas comunes donde se apilaba el destino-escoria y en la construcción de puentes- pasaderas entre las mansiones para evitar contagios, pensó que, en centurias de vivencias, jamás había sentido esa sensación de estupor y de repugnancia sumos. A su arribo a Guarulhos, lo esperaba un supremo inconveniente: ¡La cuarentena! Debía esperar catorce días para – luego de una eventual constatación sanitaria – continuar viaje. En su condición de personaje, le fue concedido un hospedaje especial. Arribado al mismo, se inició un “otro suplicio” para él: ¡nunca, había permanecido tanto tiempo encerrado y sin poder desplazarse! Afortunadamente, al no haber gente civil que desease ponerse en contacto con los enfermos, se implementó un voluntariado para servir de apoyo al personal sanitario en las “moradias” de indigencia o favelas. Allí, una vez más, comprobó que la ruleta de la pobreza juega con unas fichas desalmadas: el hombre de poder, continúa y continuará siendo la guillotina del hombre desposeído. Existía, sin embargo, para el cosmos de su experiencia, una pequeña pero remarcable diferencia con los azotes que había vivido antes, en lugar de la cal, las fosas comunes, la incineración: a los infinitos cadáveres, se les concedía el don de impecables bolsas de plástico, algunas con la sobre estima de cierres de cremallera y a sus contenidos se los había medicado con el “prodigioso” paracetamol para disimular dolores y febrículas. Dos fortunas lo amparan en este aeropuerto: El termómetro frontal no mensura fiebre en usted; luego, al estar los vuelos comerciales suspendidos —de acuerdo a su pasaporte de personaje distinguido— se beneficiará con un transporte aéreo, el que —luego de recoger 173


previamente otros pasajeros del Viru Viru lo depositará en el International Airport de Miami. El embarque fue expeditivo, a la élite se la debe tratar con máxima consideración y celeridad. Además, todo el interior de la nave había sido acondicionado y adaptado como Clase Súper First Ejecutiva con la disposición de asientos, a dos metros de distancia uno del otro, como dictaminaba el protocolo médico en actual vigencia. El ambiente era agradable, pese al motivo de viaje apresurado y urgente de todos los pasajeros: dueños y amos de importantes industrias y factorías, los que habían tomado tal decisión, al recibir la noticia de que la pandemia del Covid-19, había ocasionado el precipitado y gravísimo cierre temporal de las mismas. (Pensó para sí: Un General que se precie de tal, no debe perder el control de sí mismo bajo ninguna circunstancia, sino corre el riesgo de perder la batalla). De pronto —como era lógico— el aeroplano se transmigró en un simposio de grandes intereses económicos que se veían amenazados. De manera ordenada y fría, cada uno vertió su opinión. A ese nivel, no hay, no puede haber discusión alguna. Al final, cada uno decidiría por lo propio. Mi nombre es Jefferson Cooper Burton, es un gusto conocer a alguien, en este vuelo que esté alejado de la banca, la industria y la empresa. Antes, pediremos algo para acompañar y amenizar la conversación. La bella aeromoza no mostró ninguna extrañeza cuando se le ordenó; caviar ruso de Osiotr, canapés de langostinos de Nueva Caledonia, champaña Roederer Cristal 2006 y vino Chateau Climus Barsac. Mi amigo, desde hacen varios lustros, vengo insistiendo en la necesidad ineludible de la implementación de una robótica integral y total en la industria. El uso de robots industriales manipuladores, programables y re programables nos ha servido y nos sirven tanto hoy. ¡Necesitamos drones y robots inteligentes! … ¡Debemos 174


imponer la inteligencia artificial en la industria y en la distribución de lo producido! El problema de la desocupación obrera y técnica no nos debe interesar ni preocupar, dejemos que Calum Chace el de “la economía de la singularidad” (cambios del desempleo, economía en la que un gran número de personas no pueda trabajar) siga especulando y teorizando alrededor de la cibernética. Con la robótica, capitaneando nuestras industrias, no tendremos huelgas ni paros, jornales ni jubilaciones, y lo más importante: enfermedades que requerirán un seguro médico, o padecimientos con riesgo de gran contagio como el del actual Covid-19. Afortunadamente, creo que científicos como Elon Musk y Jack Ma, nos llevarán hacia buen puerto en lo referente a la inteligencia artificial. En la escala económica, dejaremos al hombre para el arte, alguna artesanía o para elaborar estas delicias de gourmet y sibarita que hoy estamos degustando y disfrutando. ¿Tiene usted idea de cuantos millones de euros, yuanes o dólares, yo perderé por culpa de este infame coronavirus?

¡Salud amigo! ¡Por el triunfo de mis sueños e ideales! ¡El fututo será de la robótica inteligente! De pronto, sintió que la copa del inigualable vino Chateau Climus Barsac le susurraba: bebamos… bebamos… brinda por el egoísmo y la impiedad mayores, olvídate de los millones de niños del futuro que beberán gotas de pechos escuálidos y desfallecidos. Brinda por la infinidad de hombres del futuro con los brazos amputados por la desocupación y la cesantía. Con la última pizca del manjar, vino el anuncio: En diez minutos aterrizaremos en el aeropuerto de Viru Viru donde la temperatura es de treinta grados. Respetuosamente les aclaramos que el personal de a bordo se encargará del traslado delicado y seguro de sus 175


pertenencias de mano. Debido a la pandemia, se deben cumplir requisitos estrictos de salubridad. Abierta la puerta de desembarque, ingresó pocos pasos, un uniformado ataviado de gala, quien con voz atildada y enérgica los recibió con amabilidad disimulada: Bienvenidos al país del coyuntural y necesario silencio. Patria respetuosa, ante todo —de manera rígida y estricta— de las garantías democráticas. Sobrellevamos con el mayor esmero, la pandemia del Covid 19 que soporta el orbe y que nosotros también padecemos. Les agradeceremos expresar la menor cantidad de palabras, pues se ha demostrado que estas constituyen un importante medio de contagio. Al efecto, recibirán un barbijo de uso obligatorio con un pequeño refuerzo a nivel bucal. Un cuerpo de seguridad los escoltará hasta la sala VIP, donde permanecerán entre seis a siete horas, hasta el arribo de otros aerotransportes provenientes de países vecinos y que trasladan otras personalidades que también serán embarcadas rumbo al International Airport de Miami. Una aclaración más, hemos contratado mimos altamente especializados, para —respetando el silencio— estar al servicio incondicional de ustedes. Al emerger de la aeronave, los esperaba una doble escuadra de uniformados. Un portaestandarte, enarbolaba en alto una bandera, en cuyo centro, de manera rimbombante, figuraba la imagen de un enorme coronavirus, bordado en alto relieve con hilos dorados, alternando con otras hebras de colores ostentosos. Súbitamente, surgió en la mente del “Judío Errante” ante su asombro estremecedor: “Se repite —transcurridas tantas centurias— un “prefecto del pretorio” que los recibe y el “prepetor pretoio” (corte pretoriana de 500 hombres) que los escolta”. “Reemplaza al Águila Romana este coronavirus como símbolo del amedrentamiento y la tiranía” Los eternos esbirros repetidos, reiterados y replicados indefinidamente en el 176


devenir del hombre. (Tal vez, él se sintió identificado en una fracción de segundo con ellos, quien sabe alguna vez sus compañeros de ruta) La estadía de la distinguida comitiva en la sala VIP duró seis horas exactamente. En ese transcurrir de tiempo, el dios silencio tomó posesión del recinto. Su ícono fue quebrado por el ingreso del “prefecto del pretorio”: Respetables huéspedes: El aerotransporte que los trasladará a Estados Unidos de Norteamérica, deberá ser abordado en este instante. Una enmienda más: Tratándose de uno de los últimos vuelos — sino el último— que recibe ese gran país, se dirigirá hacia el aeropuerto John F. Kennedy, el que está en Queens, a escasas diez y seis millas del centro de Nueva York. Nuestro Servicio de Inteligencia nos ha informado que la mayoría de ustedes habita allí, cerca de allí o tiene sus intereses industriales, bancarios o comerciales muy cerca. Otra aclaración respetuosa: No se admiten reclamos, sugerencias, opiniones e insinuaciones de ninguna categoría. Ha sido un honor y placer el compartir con tan dignas personalidades. Gracias por su amable visita. Una solicitud: al ingreso a la nave, les ruego encarecidamente, la devolución de los barbijos reforzados. Al arribo a Nueva York, toda posibilidad de continuar viaje le fue denegada. Le aclaraban reiteradamente que todos los aeropuertos del mundo estaban sin servicio. De nada sirvió la presión ejercida por sus compañeros de viaje, pese a que todos tenían gran influencia y que algunos, inclusive, eran importantes accionistas de grandes compañías aéreas. Una limusina y un escrupuloso conductor, brindados por Jefferson Cooper Burton, lo condujeron hasta Manhattan. ¡Jamás!... ¡Nunca!, imaginó a la quinta avenida transmigrada en un desierto de Gobi. Una vez más, el maldito silencio lo abofeteó en las entrañas. Finalizado el desplazamiento terrestre, la soledad y el mutismo 177


circundante lo recibían para cobijarlo en un monumental hotel. El recepcionista, con mirada desconfiada, le aclaró de inicio, que prácticamente era el único huésped y que fue aceptado por una llamada telefónica vehemente e impetuosa de un ejecutivo importante de la Cooper Burton y Cia. Ordenó que se le facilitara un teléfono celular de última generación con servicio de Wi Fi sin límite e indefinido. Sus eventuales salidas del hotel —debido a la cuarentena por el coronavirus— serán de una vez por día y solo a dos cuadras a la redonda como máximo. Estamos obligados a informar a las autoridades periódicamente de tal situación. Este instante, un mozo especial, portará lo suyo y conducirá a su persona hasta el apartamento trecientos seis con vista a la avenida. Sea bienvenido. De pronto, en su soledad infinita, fue atacado cruel, brutal, feroz e inmisericordemente por el coronavirus Covid–19, pero no corporal ni físicamente, sino psicológicamente. De inicio, se dio cuenta de que había una manifiesta competición de morbosidad en la información. Transcurrido un segundo de su ingreso a su aposento, lo recibió una noticia enunciada en todos los medios de comunicación e inclusive en su teléfono celular. Se suicidó la Jefa de Emergencias del Hospital Presbiteriano de Nueva York, alterada por no dar abasto para atender a tanto paciente por Covid –19 y ser partícipe de tantos fallecimientos por causa de dicha enfermedad. Continuando la metralla: —La Universidad Johns Hopkins informa minuto a minuto la cantidad de enfermos y fallecidos por la pandemia, en Nueva York, Norteamérica y el mundo. 178


—Los servicios de emergencia: local, nacional y a nivel mundial son rebasados por tanto, paciente. —Se entierran fallecidos en fosas comunes, muchos sin identificación. —Se cierran los cementerios, solo se abrirán para fallecidos comunes. Los por causa del virus serán cremados. —Múltiples fallecidos por el virus, en una ciudad de Sudamérica, permanecen varios días en vía pública sin ser levantados. —Se impone una especie de ranking diario entre continentes, países y ciudades en el registro de enfermos y muertos. —La tecnología colabora, en la computadora, un mapamundi, con distintos colores de cada país, muestra las incidencias de casos y fallecidos jornada a jornada, es más, con un click que señala un país, inmediatamente se conoce el número de enfermos y fallecidos. —El teléfono celular tampoco quedaba indemne. Las redes sociales se encargaban de ello. De pronto: despertaba y estaba la noticia, se bañaba y se presentaba tal, se afeitaba, comía, leía, escuchaba música, caminaba, hacía compras, auscultaba la radio, veía la televisión… ¡en todo momento y circunstancia el Covid -19 estaba presente! Habían transcurrido dos días, y ante la preocupación suma del personal del hotel, el huésped no retornaba. Arribada la autoridad policial, se le informó de tal situación y que simplemente, el alojado, dejó en su casillero de llaves un sobre engomado y asegurado. Abierto este con la presencia de autoridad de migración y judicial, se constató la presencia y se extrajo, un simple papel con membrete del hotel en el que se leía: “Voy a la Viena de 1902, en busca de mi gran amigo el Profesor Sigmund Freud para hacerle una consulta médica” 179


RETORNO (poesía) Para el Dr. Jaime Márquez Cavero Edmundo Torrejón Jurado

Retorno – no lo sé – Si del presente, ebrio. Del pasado, anciano. O del futuro, ¡estiércol! El velo de la muerte, acarició mis pestañas. Vino retratada en un raro almanaque, remitido en Pekín, Washington o Ginebra. ¡El lodazal del siempre! Que – en eterno retorno – Se repetirá, 180


por siempre: ¡con distintos tiranos! La venda de los ojos, vestida con denarios. Esta vez ataviada, con un frac de virus: ¡Chistera de Covid con talla diez y nueve!

San Bernardo de la Frontera, cuarentena de 2011

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PAOLA ANDREYNA HERRERA HERRERA (Bolivia) (Andreyna Herrera) Nació en Potosí, Bolivia el 19 de septiembre de 1988. Secretaria Ejecutiva, profesora de Comunicación y Lenguaje, gestora cultural, editora y escritora. Licenciada en Comunicación y Lenguaje: Educación Secundaria Comunitaria Productiva” y Auxiliar Contable. Fue miembro de la Sociedad de Escritores de Bolivia, Filial Potosí y del Centro ALBOR arte y cultura, Filial Potosí. Fundadora de la Red de Escritores y Artes Escénicas de Potosí. Actual Coordinadora del Área de Literatura nombrada por la Unión Mundial de Poetas por la Paz y la Libertad (UMPPL). Coordinadora Nacional de Bolivia del Colectivo Internacional “Literatura y artes en el mundo”. Es editora y coeditora de sesenta antologías. Asimismo, publicó escritos en revistas impresas y digitales, en Argentina, Chile, Perú, Ecuador, Uruguay, Colombia, México, España, EEUU, Indonesia e Italia. Obtuvo varios premios y reconocimientos a nivel nacional e internacional, por su labor artístico-cultural en el área de literatura, declamación, teatro y cuentacuentos. Libros: Cuento. El Príncipe Poeta (2012), Sueños Disonantes (2016), Susurro del viento en medio de la tempestad (2020), Alondra Luna (2020). Miscelánea. Universo de palabras (2020). Poesía: Prisión de las letras en alas de mariposa (2014). Confesiones de una poetisa (2014), Secretos que matan (2016),

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COVID - 19 VERSUS VIRUS MENTAL Paula Andreyna Herrera Herrera Campañas masivas y constantes en todo el mundo, en varios idiomas, han hecho de todo para que usen los elementos de bioseguridad, el lavado de manos y el distanciamiento social. Millones de familias escarmentaron con la pandemia por un descuido, la tercera ola de contagio por el COVID-19 es más letal que la primera, porque consumió varias vidas de personas mayores. Pero existe el virus mental, paralelo a la pandemia, es otra enfermedad que atenta en muchos núcleos familiares… Todo comienza con los gritos de un niño del vecindario, que lleva más de un año sin salir de casa, la mamá es muy sobreprotectora, también tiene crisis nerviosas con los gérmenes, todos los días se pone a limpiar de manera obsesiva, el padre sufre de ansiedad porque analiza las cuentas por pagar, el ahorro ya no le alcanzará, tendrá que trabajar turnos extras. El vecino contiguo, al escuchar los gritos del niño, despierta enfurecido y protestando por el mínimo detalle con su esposa, la pobre intenta tranquilizarlo, pero recibe una bofetada a la vista de sus hijos adolescentes, no dicen nada porque se ha vuelto una costumbre de ver la arrogancia de su padre, se van a su dormitorio para pasar horas y horas echados jugando video juegos, mientras su cuarto es un cuchitril, comidas pudriéndose de bajo la cama, las ropas sucias y limpias revueltas, esperan que su madre los atienda, es contagioso el virus mental, hijos comportándose como el padre. Suena las sirenas de la ambulancia y de la policía, rodean la zona, todos pensaban que sacarían a enfermos de Covid 183


de las casas, pero sacaron al hombre esposado por golpear a su esposa que se encontraba en un estado lamentable, que tuvo pedir auxilio, los médicos tuvieron que llevar a tres pacientes, la mujer golpeada, la otra mujer en crisis neurótica que tuvieron que sedarla, al niño se lo llevaron a un centro de protección a menores y sacaron de la otra casa a una joven que intentó suicidarse, porque padecía de depresión crónica que sus padres no detectaron. Después de unas horas ya no se escuchaba al niño llorar, porque se encontraba feliz en otro lugar rodeado de niños de su edad para jugar, el padre pudo descansar en el sofá y tirar los restos de comida al piso, ya no estaba su mujer para regañarlo de todo, por otro lado la mujer maltratada se encontraba en el hospital más tranquila, porque le quitaron un peso de encima al encarcelar a su esposo, mientras sus hijos tuvieron que ver tutoriales para aprender a cocinar o a usar la lavador, porque no tenían quien los atienda. Y la tercera familia lloraban al darse cuenta que habían ignorado a su hija muchas veces, que se encontraba en terapia intensiva.

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CELINA VARGAS FUENTES (Bolivia) Nació en Oruro, Bolivia el 6 de junio de 1950. Profesora, compositora, poeta y narradora. Forma parte de la directiva de la UPEQ como Secretaria de Hacienda (2012-2020). Fue distinguida por la Brigada Parlamentaria de Cochabamba como Maestra Meritoria del Estado Plurinacional de Bolivia. Sus escritos forman parte de varias Antologías nacionales e internacionales. Mencionada en el libro monumental: Historia de la literatura infantil y juvenil de Bolivia de Isabel Mesa Gisbert (2019). Ganadora del Primer lugar del concurso literario “Relatos Inéditos de Gente Grande en Tiempo de Pandemia”, en la categoría principiantes (2020). por lo que forma parte del libro, publicado por el periódico nacional Los Tiempos, titulado: Relatos inéditos de gente grande en tiempo de pandemia (2020). Libros. Poesía: Nostalgias (2006). Cuento: La ranita enamorada (2012, 2ª. ed. 2014), La travesía de Disky (2013, 2ª. ed. 2014 Kipus), El ratón hablador (2014), Anayde y las estrellas más otros cuentos (2015), El pez dorado (2016). Varios: Leyendas y otros cuentos (2019), Las Frutillas de Lucia (2018), Pinta mi cumpleaños (2018), Colorea mi granjita (2018) y “Leyendas y otros cuentos (2019).

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LA CARTA DE CARLOS Celina Vargas Fuentes Blanca está fuera de sí, porque recibió una llamada de una colega del centro de salud donde ella trabaja, luego de colgar, apenas puede contener las ganas de llorar. Celina entra en ese momento, la mira y le pregunta. ¿Qué pasa hermanita? Te ves furiosa y preocupada. Blanca responde no pasa nada ¿Cómo? Mira cómo estas, te ves mal cuéntame no te hagas la fuerte es hora de que te desahogues, soy la persona más indicada para consolarte hermana mía, dice Celina. Blanca piensa dos veces antes de contarle a su hermana, Celina la mira con mucha preocupación la ve tan linda, amable y cariñosa, la más colaboradora de la familia y por eso todos la quieren. ¿Qué tendrá, estará mal? Ojalá me cuente por lo menos algo de lo que está pasando, se dice Celina. En ese mismo instante, escucha la voz de Blanca, ¡Celina! ven te contaré, siéntate frente a mí, no digas nada, en especial a mamá, ella puede sufrir más que nosotras. Está bien hermana será como tu digas. Estoy desesperada, Carlos salió positivo, y me dicen que su cuadro está muy avanzado, enseguida iré a su casa o es probable que lo encuentre directo en el hospital, nadie me responde a su teléfono. Para colmo, hace poco me llamaron del salón de fiestas y ya les confirmé la boda con Carlos. Tu bien sabes, ya teníamos fecha fijada. Bueno hermana dice Celina, tienes que tranquilizarte, tu eres doctora conoces este asunto del virus, esa será su confianza de él en ti, porque tendrás la oportunidad de estar cerca controlando todo el proceso de recuperación, medicamentos con el apoyo de las enfermeras. 186


Celina se queda pensativa sin poder ayudar a su hermana, iba a decir algo, en eso, la mamá de ellas entra al dormitorio, preguntando que hacían, ya que ella, las esperaba para servir la cena. Blanca y Celina sonríen y la abrazan para hacerla sentir bien en ese momento, sin decir palabra alguna del Covid y de Carlos. Pasan al comedor donde todo estaba listo para servirse a gusto lo que su madre había preparado con tanto cariño para sus hijas. Durante la cena ellas se miran, sabiendo que tienen una situación grave que resolver inmediatamente, pero hacen un esfuerzo grande para no preocupar a su madre callándose, fingiendo naturalidad hasta terminar de cenar hablando de otros temas que no preocupen a su querida mamá. Celina se levanta de la mesa agradeciendo a su madre por la riquísima cena, indicando que tiene tareas pendientes que resolver revisando exámenes. Está bien hijita, responde su mamá, no te trasnoches. Claro que no, dice Celina. Blanca le dice a su mamá, te acompañare solo un momentito más, ya que debo levantarme temprano para ir al hospital. Gracias hija mía, que sería de mí sin ustedes a mi lado, de todas maneras, siempre ando preocupada porque siempre se encuentran expuesta al Covid estando fuera de la casa en contacto con otras personas. Estamos cuidándonos mamacita le dice Blanca, quédate tranquila, es muy tarde descansa. Blanca se dirige directamente a la habitación de Celina y ella le dice, para mi Carlos no dirá nada para no hacer sufrir a sus padres y hermanos. Si estás con ellos estarán más tranquilos en estos momentos difíciles, hermanita; pero cómo podríamos salir de casa a estas horas sin preocupar a mamá.

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Blanca se pone a llorar, comentando que la nueva ola es más agresiva y lastimosamente Carlos se prestó dinero para pagar los arreglos de la boda, todo está confirmado. A eso Celina le llama a la reflexión diciendo que el asunto de la boda puede suspenderse, lo prioritario ahora es salvar a Carlos. Ya en su dormitorio, Blanca, cansada de tanta preocupación se duerme profundamente, soñando con Carlos, ve que van al altar tomados de la mano, ella con un vestido blanco muy linda, Carlos con traje negro, parecía un galán de cine. Frente al altar respondiendo ambos al padre: ¡Si acepto! hasta que la muerte nos separe, se agarran de las manos, se miran a los ojos y se dan un beso muy feliz. En ese momento, golpean la puerta de su habitación, despertándola a la realidad, se pone muy triste, pensando por qué tenía que ser así, se fija la hora, es las siete en punto. Se levanta rápidamente, debe estar lo más antes posible en casa de Carlos, toma su movilidad, durante el viaje sigue pensando en su sueño, en su vestido blanco, en el traje de Carlos, nos veíamos también todo parecía tan real. Se da cuenta que ya está frente a la casa de Carlos, toca la puerta, espera bastante que abran la puerta, parecía que no había nadie dentro la casa. Cuando ya se retiraba, sale la hermana de Carlos. Hola Teresita dice Blanca ¿puedo pasar? Claro que sí, mamá te dirá algo de Carlos dice llorosa-que pasa dime, ya mi hermano está en el hospital, lo llevaron a noche, los exámenes dieron positivo, dijeron que este virus es la segunda ola y no dejaron que vuelva a casa, está en sala aislado ¡Qué!, ¿por qué no me llamaron? Él no quiso, dijo que no se puede hacer nada, pero pasa, mamá te dirá lo demás, dejó una carta para ti. En ese momento la mamá de Carlos al verla se desmaya. Blanca a penas la puede sujetar gritando a los demás que la ayudan para hacerla sentar en una silla, después de muchos minutos, a penas reacciona, le dan un vaso de 188


agua, ella llorando amargamente le entrega la carta que le dejó Carlos. Blanca abre la carta y empieza a leer y silenciosamente, de sus ojos salen lágrimas mientras lee. Sin decir nada, sale del comedor hasta el patio y diciendo que debe ir al hospital y que se quedará con Carlos. Cuando llega al hospital, entra a la sala donde está Carlos, él estaba entubado y no la reconoció a pesar de tener los ojos abiertos, no pudo decir nada por el tubo de oxígeno. Blanca sale llorando, pero se calma para no alarmar a papá de Carlos y hermanos que estaban pendientes de lo que dijera Blanca. Ella solo atinó a decirles la verdad, porque otros médicos estaban al frente de ellos y dijo, me quedo yo vayan a descansar, estaré comunicándoles cualquier cosa que suceda. en cuanto salieron volvió a la sala de Carlos, él tenía los ojos cerrados no quiso despertarlo, se fue a su consultorio y volvió a leer la carta. Blanca no deja de llorar, conoce tanto a Carlos y al recordar su enfermedad de base, no puede dejar de sentir angustia porque sebe que, en esas circunstancias, pocas personas se salvan, sus papás confían en mí, ¿qué debo hacer? La enfermera la llama en ese momento, para decirle que el paciente de la cama dos está muy mal, Blanca baja rápidamente entra y lo ve muy mal parecía que no respiraba ya. Ella lo sacude y le grita por su nombre, al no reaccionar llama a otro doctor, se siente muy mal al no poder hacer nada por él, llega el otro doctor lo revisa siente leves signos vitales y le calma a Blanca diciéndole que está al borde de una crisis, la saca al pasillo para recordarle que una profesional debe ser más fuerte que el enfermo, aunque nos parta el corazón de un pariente o una paciente, con tan pocos recursos no podemos ayudar de otra forma. 189


En ese momento sale el doctor se acerca a ella y le informa que Carlos ya no puede reaccionar, hay que avisar a su familia. Blanca no sabe si llorar o correr, solo va lentamente hacia Carlos que ya no tenía el tubo y parecía dormido y tranquilo. Solo lo abraza quizá preguntándose cómo les dará la noticia tan terrible, no hace más que llorar al amor del que solo le queda la carta donde él le recordaría a Blanca, que ella fue su primer amor en la vida y que lo será en el más allá.

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LOS OJOS Celina Vargas Fuentes Cierra los ojos, para no ver las atrocidades del Covid y ponerse a llorar de impotencia, ante semejantes estragos de este maldito virus.

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LLANTO Celina Vargas Fuentes Jamás la humanidad recuperará, la confianza de seguir viviendo como antes. Después de esta tragedia solo queda el llanto por la pérdida de los seres queridos, quienes se fueron sin despedirse.

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EL TIEMPO Celina Vargas Fuentes Parece que el tiempo no pasará, cuando se escucha el llanto de la gente, al perder a sus seres queridos; y el Covid persiste con nuevos bríos con las nuevas cepas que matan más rápido y a más jóvenes, que da tristeza inmensa.

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YANET YISELA RIVERO ÁLVAREZ (Bolivia) Nació en Beni, Bolivia el 13 de diciembre de 1964. Creció en Warnes, Santa Cruz, Bolivia. Abogada, periodista y poeta. Licenciada en Ciencias Jurídicas y Sociales en la Universidad Autónoma Gabriel René Moreno de Santa Cruz, Bolivia. Realizó la maestría en Historia Cruceña y la maestría en Derecho Empresarial y de los Negocios Internacionales. Fue directora del periódico “La Enconada” y “El Norte Cruceño” y directora de la revista “Pecuaria”. Tiene varias publicaciones, en varios medios de comunicación, entre ellos en “Mundo Revista”. Colaboro como analista de obras literarias. Libros de poesía: Pasión, ternura y algo más (2001), Mas allá de la espera (2003) y Dialogo de los amantes (2005), Y tejí un sueter con tu ausencia (2013) Poemas suyos figuran en la colección Breve poesía cruceña II (2005).

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PEDIDA DE MANO, DESDE LAS ALTURAS Yanet Yisela Rivero Álvarez Engalanada para un festejo se encontraba la casa de la familia Justiniano. El pasto recién recortado, se lucía en un vivo color verde, mientras yo contemplaba extasiada la intensidad de la luz de la luna que hacía lucir el lugar aún más iluminado. De pronto me saca de mí abstracción, la voz de don Carmelo, el que fuera el dueño de la casa y muy amigo de mi padre —¿Eres hija de Axel, verdad?— Sí, don Carmelo; soy el número cinco, contesté. Por aquellos días yo casi no podía pegar los ojos por el miedo a morir durante el sueño, pues había comprobado con gran pesar que mi sexto sentido se había despertado de nuevo, mismo que quizás, por tantos ruegos al de arriba lo había dejado de sentir y por lo tanto ya llevaba una vida normal como de cualquier persona, hasta que un viajero muy socializado, parte desde China pasando por España, Italia, EEUU, y otros países, hasta entrar al corazón de Sud América, llegando a Bolivia el corona virus en el año 2020. La tragedia de la mortandad provocada por el virus, se supo por los reportes en las noticias, e inmediatamente nos encapsularon. Las muertes de varios de los vecinos de mis padres, acabaron con mi poca paciencia hacia el encierro y las señales del regreso de mi sexto sentido se hacían cada vez más evidentes y en esta ocasión apuntaban hacia mí. Lo de mi sexto sentido, lo atribuyo al vaticinio que me lanzó una empleada cuando yo, de unos 10 años de edad, me disponía a planchar un vestido de fantasía dorado con apliqués metálicos y al colocar la plancha encima, la corriente eléctrica me elevó hasta el alto tumbado de chuchió de la casona antigua que antes fuera de mis abuelos; con tan buena suerte para mí, que mi tía Aida que 195


se encontraba meciéndose y justo a su hamaca le tocó de retorno, cabal para recibirme en su regazo, salvándome la vida. Doña Ela, la señora de la limpieza, vaticinó entonces, la niña Quitito (ese es mi apodo), ¡se salvó de la corriente eléctrica y desde hoy ella tendrá el sexto sentido desarrollado! Dicha afirmación de Doña Ela, la siento a veces como una profecía, pues en muchas ocasiones, durante mi adolescencia recibí advertencias de cosas sobrenaturales, que me darían para escribir un interesante libro de misterio pero se profundizaron más durante mis tres primeros embarazos y en especial en la espera de mi segundo hijo, cuando podía ver a la distancia, presentir, escuchar y soñar, la muerte de parientes o personas a las que yo conocía, a tal punto que el que era mi marido en aquella época, corría a investigar mis enunciaciones, y lo hacía a través de la radio Serrano, pues por aquella época no habían celulares. Preguntaba las novedades y por la persona que yo había visto morir a la distancia y regresaba exaltado a confirmar lo dicho o visto por mí. Sí, sí, murió de la misma forma como dijiste y a la misma hora. ¿Cuándo tendré el gusto de escuchar el anuncio de la tuya?, ¿Cuándo te van a decir los de arriba lo de tu muerte, Cuándo? Y yo contestaba, algún día; para luego escuchar siempre el trillado comentario: eres pura promesa. Y hoy que parece haber llegado ese día, yo no quisiera darme por aludida y mi ex esposo ya no puede enterarse, vive en Madrid y con certeza ya no le interesa. Pero esa era noche de festejo o así lo parecía, cuando aparece don Carmelo, que tras confirmarle yo que era la hija de su amigo Axel, me dice: “A vos te quiero para mi nuera”, vente conmigo que voy a presentarte a tu futuro marido, dando por sentado que yo aceptaba. Animada me colgué de su brazo, mientras pensaba que él no sabía que yo conocía a su hijo, que además me gustaba mucho, y que lastimosamente yo no era de su agrado, 196


porque a él no le gustaban las gorditas y como éramos amigos, ya me había comentado, ‘’que pena que estés gordita, porque de verdad me pareces muy interesante’’, sin embargo le seguí la corriente a don Carmelo y nos fuimos caminando hacia su hijo, pero cuando llegamos al otro extremo de la fiesta, solamente encontramos a la que fuera su mujer, junto a muchas más personas desconocidas, yo tome la mano de la Señora y le dije a él: “Aquí le entrego a su amada”, él recibió sus delicadas y arrugadas manos con mucho amor; sus ojos reflejaban un cariño infinito, ella correspondió de igual forma y en segundos ambos estaban vestidos elegantemente de blanco entero, él de frac y corbata de michi y ella como de novia antigua con una leve colita en un vestido largo al cuerpo que moldeaba su hermosa figura a pesar de sus años, sus rostros radiantes de alegría develaban lo enamorados que estaban. Enternecida busco con la mirada a sus hijos, para que pudiesen ver tanto amor, pero solo encontré desconocidas personas vestidas de un blanco reluciente, cosa que me pareció tan raro, que quise mirar mi vestimenta, pero al bajar mi mirada desperté, sin saber si estaba yo también vestida así. Meses atrás, yo había empezado a sentir y a recibir señales y a tener sueños de mi muerte, e incluso visiones, de modo que le había clamado al señor de los cielos y en una conversación como si fuese mi padre terrenal, y en tono de reclamo, le dije, ¿Por qué me quieres llevar a mí que amo tanto la vida? que disfruto con el sol, la lluvia, la naturaleza, los animales, yo que no tengo sentimientos mezquinos, que no guardo rencores, que amanezco con alegría por estar viva, aunque no tenga dos reales en mi cartera, que me acuesto feliz, por las bregas del día, agradeciendo mis pequeños logros, tanto como mis limitaciones, ¿Por qué no recoges a gente que no aprecia la vida, o que están con el alzhéimer y no reconocen a sus 197


familias o no se dan plena cuenta de lo que sucede a su alrededor?, o aquellas personas con enfermedades crónicas degenerativas y que por ello sufren de fuertes dolores, en fin, a cualquiera de esas menos a mí. Porque usted sabe que yo merezco vivir más tiempo, porque amo profundamente este plano terrenal; y por último le espeté: ¿Para qué me distes tantos dones, tantas habilidades y hasta un sexto sentido desarrollado, si me ibas a llevar temprano?. Y entre las opciones que mencioné estaban los enfermos visitados por el alemán ladrón de los recuerdos, y la señora de don Carmelo estaba pasando por algo parecido. Todas estas razones me pusieron en alerta e inmediatamente y aun medio adormilada, busco en mi celular el número de su nuera, y le escribo, acabo de soñarme con tu suegro y luego llamé a tres amigas más de gran confianza, para contarles mi extraño sueño, y todas coincidieron que en mi sub consciente me seguía gustando el hijo. Desde que soñé con la boda de los esposos Justiniano, habían pasado tres días, y de pronto el sueño se repite y me despierto justo en el momento que miraba mi vestido para ver si era de color blanco, y el despertar nuevamente interrumpió el final del sueño y me privó de saber si estaba vestida con ese blanco radiante de las demás personas del lugar, pero me preocupó por la exactitud con que se había repetido el sueño, lo cual me hizo llamar nuevamente a mis amigas para contarles que el sueño se había repetido y de forma exacta. Yo había leído que cuando un sueño se repite es porque se va a cumplir en la vida diaria. Cuando empecé a recibir las visiones, mi primera reacción fue escapar a las señales de mi muerte anunciada, como diría García Márquez.

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Es así que pretendí huir de las indicaciones que me llegaban de más arriba, y opté por rogar a mi hermano Robert, para que me llevara a la ciudad, aunque consciente de los peligros que implicaba burlar las trancas de control, ya que estábamos encapsulados y la vigilancia era muy rígida, pero milagrosamente y con unos buenos credenciales justificativas, logramos burlar los controles. Ya en Santa Cruz y más precisamente en el restaurante que es negocio de mi penúltimo hijo y donde hay un pequeño apartamento al fondo para descansar, llegué justo cuando la noche también llegaba de manera que no había como perder el tiempo pues en cuatro semanas con el restaurante cerrado las papas, cebollas zanahoria, repollos y toda suerte de vegetales estaban en descomposición y un jugo negro y viscoso, se escurría de entre los cajones de verduras, con un olor desagradable y soportando el asco que me provocaba todo ese desmadre como dicen los colombianos, empecé a limpiar, embolsar, sacar las bolsas llenas, al patio intermedio para lavar los escaparates y cajones con detergentes y lavandinas, desinfectar el piso, y salvar lo que se pudiera, guantes en mano me dispuse a hacerlo y de pronto me percato que no estaba sola en esto, pues mientras yo limpiaba en la cocina, en el pasillo de los freezer y heladeras, personal invisible acomodaba por dentro, los enfriadores, caminaban en mis espaldas y prendían los focos. En apariencia todo estaba sucediendo como si se tratara de un equipo de trabajadores ayudando con el orden del negocio, erizada hasta los huesos decido hacerme la sorda, de modo que puse música en mi teléfono para espantarlos y continúe limpiando hasta agotarme. Con todas las luces prendidas que son muchas me dormí, más el aire y el ventilador funcionando para que hagan ruido, y extrañando como nunca a “chica”, la gata que vive en el restaurante, pero que estaba pasando la cuarentena 199


donde mi hijo “Sebas”, quien la llevó para no dejarla sola y que no sufriera de hambre. Esa noche padecí como nunca de miedo, no dormí prácticamente nada y olvidé cenar, pude conciliar el sueño al amanecer y desperté a las diez am. y continué con la limpieza hasta las 3 de la tarde. Seguía en ello, aunque con las pilas ya agotadas cuando llegó mi hermano a recogerme de nuevo para regresarme a Warnes, pues con tantos sustos con los compañeros de trabajo invisibles, lo había llamado para rogarle que me traslade de nuevo. Ya en mi casa, con el sol que iluminaba todo maravillosamente, y dónde mi miedo más grande era el ser encontrada por el virus, que alguien me lo pringue, surge nuevamente otra agonía, pues pude comprobar una vez más lo de mi sexto sentido desarrollado, porque algunos días pude sentir perturbación, congoja y hasta dolores, cuando pasaban las ambulancias por la casa, la gravedad de los enfermos en mi propio cuerpo por ráfagas ligeras de segundos, que me dejaban por algunos instantes adolorida, sobre todo en mis caderas y mi espalda. Mi sobrino Juan Pablo, quien es médico del hospital de Warnes, a unos metros de la casa llegaba y confirma mis presentimientos. Hoy atendí, dos accidentes de moto, el pobre taxista se fregó la cadera, el pobre accidentado se cayó y asentó con el hombro y de paso se quemó la pierna con el escape, o “cuidémonos tía, la cosa del Covid, esta fea, hoy atendí 5 o 4 Covid, 19, dos eran asintomáticos, llegaron tarde con los pulmones comprometidos, y según su familia no le notaron tos nunca, y menos aún fiebre”. Cualquiera que haya sido el comentario me sugestionaba aún más, pero, aunque yo luchaba para ir olvidando esas vivencias en mi alusión de prácticas, hace unos días, en una noche calurosa mientras dormitaba empiezo a ver llamas que casi llegaban a mi rostro y me quemaban; tenían un olor a churrasco rancio que daba náuseas y veo 200


entonces a los muertos por corona virus enfrentados con las llamas. Eran cadáveres de pocos días de enterrados y sudaban a chorros mientras se esforzaban saliendo embolsados de sus tumbas y tratando de quitarse los ajustados y calurosos plásticos herméticamente cerrados con cierres gruesos. Se chocaban, se caían, se paraban y se atropellaban unos con otros mientras forcejeaban para sacar piernas y brazos de dentro de las bolsas hasta que eran embestidos por el fuego que en breves segundos los liberaban, con partes de sus carnes quemada y desgarrada, mientras ellos, aun así, caminaban como espantos en llamas hacia mí, y como dije antes, con un olor a churrasco rancio que anticipadamente me llegaba junto con las náuseas que me provocaron vómito que me impidió gritar o correr. Así desperté, ahogada con la boca llena de bilis de sabor amargo. Escupí y me limpié y me costó dormir de nuevo por el susto y el cansancio. Desperté a medio día, a ver las noticias, y a revisar mis mensajes de WhatsApp, lo primero que abro es un video de protesta ciudadana de la Urbanización Paititi de Warnes, quienes se negaban a que entierren muertos de Covid. 19 en el cementerio del lugar, al punto que no respetaron a un par de difuntos que terminaban de sepultar, lo desenterraron, le pegaron fuego, luego los enardecidos vecinos brincaron con galones de gasolina en mano tratando de quemar también la camioneta del hospital que había llevado los cadáveres. Todo el día me sentí mal, me dolía el cuerpo, sentía el dolor hasta en los riñones -aunque dicen que los riñones no duelen- piernas, pies y brazos, de apenas pude ponerme en pie. Había luchado sin duda con los espectros del campo santo. Ese día que tuve el sueño con la familia Justiniano por segunda vez, llegó una amiga a hacerme una visita rápida pues trabaja en CRE y estaba de trabajo fiscalizando una obra, pero estaba sin desayuno, a pesar que ya era casi 201


hora de almuerzo, le dije que cerca había unas empanadas buenísimas y decidimos ir caminando por aquello que no se puede subir particulares a las movilidades de las entidades públicas, terminando de desayunar con mi amiga, me encuentro con Aurora, una sobrina de la Señora de don Carmelo, quien me dio la triste noticia de que su tía había muerto entre las 10 y las once de ese día, justamente cuándo tuve el segundo sueño enunciativo. Me impactó la noticia, pero supe en seguida, que Dios había escuchado mis súplicas y me estaba dando a partir de ese momento una nueva oportunidad, era nuestra tregua, yo debería seguir siempre feliz y alegre con la vida y terminar mis libros inconclusos, pero no. Desde esos episodios hasta la fecha, yo escribo y escribo y reescribo mis cuentos, mis poemas y una novela de nunca acabar, con miedo de que concluya todo y me llegue el boleto de viaje sin retorno. Sin embargo, estoy también preparada para cuando él decida llevarme a su lado, por el momento, las señales que apuntaban hacia mí, ya no existen, no las siento, por el contrario, le estoy poniendo más empeño a terminar mis pendientes, para no fallarle al bueno. Me queda por ver si el deseo de don Carmelo de que yo fuera la mujer de su hijo también se cumpla, o quizá, eso no es parte de mi nueva licencia de vida.

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MARÍA CRISTINA BOTELHO MAURI (Bolivia)

Nació en La Paz, Bolivia el 20 de septiembre de 1945. Secretaria ejecutiva bilingüe, poeta, ensayista y narradora. Realizó estudios de literatura y cursos libres en la Universidad Mayor de San Andrés. Cursó estudios de literatura en Argentina bajo la dirección de la escritora Eloisa Jeandrevin. Ocupó cargos públicos en Educación y cultura. En el Ministerio de Educación y en la Casa de las culturas, de la ciudad de La Paz. Fue asesora y vocal del Consejo de las culturas de la Municipalidad de La Paz. Inició su oficio literario en la Página Dominical del Periódico Presencia de La Paz, dirigido por Juan Quirós. Residió en Córdoba, Argentina y en Estados Unidos. Hizo la labor de difusión de la cultura boliviana. Fue columnista del periódico El Deber de Santa Cruz. Es Vocal de la Academia Norteamericana de la Lengua Española, en la Delegación de Indiana. Su obra figura en antologías de Bolivia, Perú, Uruguay, Colombia, Chile, Estados Unidos, Argentina e Italia. Su poesía fue traducida al inglés y al italiano. Libros. Poesía: Poemas en Vigilia (1993), Agonía de los espejos. 2º. Lugar del Premio Nacional de Poesía “Franz Tamayo 2018”. (2018). Prosa poética: El duende y el colibrí (2007). Cuento: La última estación (2011), Memoria de las mariposas (2014), El absurdo y su complicidad —cuentos y microcuentos— (2018). Novela: Refugio de picaflores (2018). 203


EL DESTINO María Cristina Botelho Mauri Silverio Laruta vivía humildemente, ocupaba dos habitaciones y un pequeño cuarto de baño. Su mundo era la mina. En su solitario hogar no necesitaba nada más que una buena estufa de kerosene para calentarse en aquellas noches demasiado frías, cuando el viento sopla como una tempestad. Sobre una mesa de madera rústica sin barnizar dejaba un jarro floreado desportillado para tomar el café, el pan de batalla y su queso altiplánico. Un poco más allá, una “chuspa” de hojas de coca. Por sus estrechas ventanas entraba el sol, junto al cacareo de los gallos del Tata Rigucho. En el cuarto de baño, un inodoro, una palangana con agua y un espejo quebrado. “Debo cambiarlo porque dicen que trae mala suerte, luego lo sumergiré sobre una fuente de agua, mi abuela, siempre hablaba de eso. Tengo que hacerle caso, mi awicha era muy sabia” -reflexionaba Silverio. Su cuerpo escuálido se repetía en cada pedazo de espejo, su rostro era cobrizo y graso, pómulos salientes, rasgos de la raza aimara y una barba rala que formaba una especie de candado. En la comisura de sus labios se advertía la saliva verde del resto de la hoja de coca que acullicaba durante largas horas, y su dentadura perfecta. Sonreía poco, hablaba menos. Era muy reservado, aprendió de su padre, “tata Eusebio”, de oficio artesano. En días atrás, había asistido a una ceremonia ancestral, donde se ofrece la sangre de un camélido sacrificado en tributo al Tío o Diablo del socavón. Las tradiciones encierran un sincretismo pagano-religioso. No escasea la cerveza, la dinamita, el rezo, la algarabía y la mixtura. Parecía el anticipo de una despedida, la mina iba agotándose poco a poco y les habían advertido sobre el posible cese y despido. No se desalentaron, siguieron 204


bebiendo y brindando. Entre ellos alguien preocupado por lo que pasa en el planeta, comentó: —Hermanos, deberíamos informarnos pandemia”, otro, le respondió sorprendido,

sobre

“la

—“Uta, no pues, no, aquí dentro de la mina imposible que pueda atacarnos ese estúpido mal, con origen de vampiro. Esa cosa, pues… Dicen que el calor mata al virus. Si no hemos muerto ni de hambre, ni de tuberculosis. ¡Cómo vamos a temerle a un bicho que vino desde tan lejos! Silverio escuchaba atento, como era parco de palabras dijo: —Cierto che… hermano. A coro unos cuántos: —¡Dejen de joder!!! ¡Hay que ponerle ganas a todo!, Somos raza de bronce, raza fuerte, pues. Silverio con el ardor del alcohol levantó su vaso y dijo: —¡No dejo de soñar con la Remedios y sus gloriosas nalgas! Las carcajadas rebotaron en el interior de la mina, como si el demonio se mofara del destino de la humanidad. Muy tarde terminó aquella jornada. Silverio tuvo que tomar el camino de costumbre, la noche era oscura y extraña. El frío era como un presagio. El regreso era largo, la marcha se fue haciendo pesada, su cuerpo empapado por el sudor se le hacía insoportable, no había servicio de transporte, por posibles contagios en aquella zona entre Oruro y La Paz. Llegó doblado en dos, con un insoportable dolor de cuerpo que le hacía gemir, gritaba de desesperación, parecía un lobo ladrando a la luna. Tenía la visión borrosa, no encontraba la cerradura de su puerta, su llave bailaba en su mano temblorosa. Después de algunos minutos pudo finalmente ingresar a su casa. Sus pasos eran lentos, iba perdiendo sus fuerzas, apenas pudo llegar hasta su camastro, se echó sobre el envoltorio de aguayos tejidos 205


por su padre, le invadía una calentura insoportable, luego una helada sensación, miraba el techo y veía pasar una sombra gigante seguida por una multitud de arañas negras, la sombra crecía y se entraba a una cueva, -cuando salga me va tragar- pensaba el minero en esa su inconsciencia, un sopor lo mantenía mareado, el espectro seguía acechando al enfermo, detrás de la ventana, dos árboles lloraban al ver caer sus hojas indefensas, en aquel inhóspito lugar. Silverio casi inerte, no salía del sopor. El espectro sobrevolaba por encima de un estanque de hedor insoportable, donde estaban amontonados miles de cuerpos sin vida. El Covid 19 arrastrando cadenas se apoderaba de las calles. Un vómito amarillento caía desde el cielo y un sonido extraño, amenazaba a la humanidad. Silverio escondido debajo de las colchas, apenas podía reaccionar, era un guiñapo de huesos, sufrió una metamorfosis, quedó su conciencia y él nadando en su propio sudor. Unas voces vienen de alguna parte. “¿Serán las arañas negras del cortejo de la sombra?”. — ¡Hermano, ¿qué pasó contigo che…? ¿Nos oyes? —No estoy seguro si soy yo, estoy aquí sin entender nada. Un maligno quiso llevarse mi ajayu (alma). Sus amigos iban a darle la mala noticia, había sido despedido de su trabajo. Para el caso, eso no tenía importancia. Primero, Silverio tenía que recuperar su ser.

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ANA KARINA SAUCEDO JORDÁN (Bolivia) Nació en Santa Cruz, Bolivia el 28 de mayo de 1974. Comunicadora Social, escritora y gestora cultural. Diplomada en Docencia Universitaria. Editora de medios impresos. Escribe poesía lírica romántica en verso clásico (con medida y rima) y en verso libre (con musicalidad y algo de filosofía). Su poesía forma parte de la colección Breve poesía cruceña II (2005). Participó en la Gala poética internacional El mar boliviano de la Unión de Poetas y Escritores de Quillacollo (UPEQ) del 22 de marzo de 2021. Es coautora del libro del libro digital Gala poética internacional El mar boliviano de la UPEQ (2021). Es autora de los libros de poesía: Por temor a que te marches (2002), Sentires de cuarentena (2020).

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MISIÓN DE BATA BLANCA (sentir del médico) Ana Karina Saucedo Jordán Un día más que el deber llama, al despertar, pido a Dios por ti y al mismo tiempo, mi alma proclama que cuando llegue, tú estés ahí. Ya llevo puesto todo el atuendo bata, barbijo, guantes y gorro, máscara, lentes y unos zapatos, con doble forro. Y en oración voy en camino pidiendo a Dios que te sostenga ¡fuerza, mi amigo, ¡fuerza! grita mi mente, no te detengas. Llego a tu cama y no mentiré, me invade el miedo y yo sé porqué te veo luchando, más tengo fe que hoy el milagro se pueda ver ¡Respira, valiente! ¡respira! tú eres bella creación saldrás de esto, yo así lo pido y no detengo mi fiel oración. El día termina y me voy a casa, pero otro miedo por mi mente pasa, no quiero ahí rastros del mal que hostiga, Y entonces clamo: ¡Dios nos bendiga!

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LUCHADOR A CUERPO Y ALMA (sentir del paciente Covid 19) Ana Karina Saucedo Jordán Me encuentro entre aquellos que Dios prueba en su fidelidad, entre esos que lloran y tan solo esperan otra oportunidad. Libro a diario una cruel batalla, de dolores, lamentos y plegarias y en oración persisto y mi voz no calla, pidiendo consuelo para mi alma solitaria Acostado sobre una cama fría tan solo espero sol del nuevo día la noche es larga, me gana la angustia pero mi fe responde ante la cobardía Y entre tantos anhelos que reclamo y entre muchos suspiros que me pasan con fuerza del alma es que yo pido, poder pronto, volver a casa.

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CELADORA DEL ALMA (sentir de la enfermera) Ana Karina Saucedo Jordán Hoy no dormiré por verte, tu suerte te ha traído herido casi de muerte y con el corazón raído Dan las doce, es medianoche y mi tarea ya pronto empieza, tomo tu mano y te cuido con sutil delicadeza Desplego mi saber y aunque cumplo el protocolo, algo escapa a mi deber, y es que te sientes solo. A tu lado hay otros más, que inciertos también esperan unos duermen, otros sufren y afuera hay hijos, padres que desesperan. Aclara el día, sigo yo en pie y late mi alma en un suspiro me acerco a ti envuelta en dudas pero cercioro que aún das respiro Te asisto y también sufro contigo clamando a Dios que nos ayude, nos quite pronto este castigo, ganemos la guerra al enemigo.

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CÉSAR VERDUGUEZ GÓMEZ (Bolivia)

Nació en La Paz, Bolivia el 3 de noviembre de 1941. Vive en Cochabamba. Profesor de Dibujo Técnico y Escritor de novelas, cuentos, poesía, fábulas y de una vasta obra didáctica. Antologador. Ha ganado varios primeros premios y accésit en el género del cuento en tres ciudades bolivianas, y primeras menciones de honor en novela. Por aporte a la literatura, fue distinguido el gobierno de Bolivia, alcaldías y universidades. Sus cuentos han sido traducidos al inglés, alemán, francés, quechua, árabe y croata. Muchos de sus cuentos figuran en más de veinticinco antologías nacionales e internacionales. El año 2013, en la Universidad Nacional Autónoma de México, Maité Martínez J. para obtener el Título de Licenciada presentó su tesis “Mito y Utopía en la literatura de César Verduguez”. Paspresidente de Escritores Unidos (ESUN). Libros. Poesía: El fuego en las venas (2018). Antología: Antologías: Cuentos de Espanto de Bolivia (2002), Poesía escogida para niños (2006), La fábula en Bolivia (2007), Antología de Antologías. Los mejores cuentos de Bolivia (2004). Novela: Las babas de la cárcel (1999), La noche mordida por los perros (2007), Cuento: Mirando al pueblo (1966), Por nada en tus ojos (1981), Rehúsa si te ofrecen morir en USA (2004), Noviembre desnudo (2008), La casa grande del amor universal (2021). 211


LOS BUITRES ESTAN FELICES César Verduguez Gómez Hola. Sí. De nuevo. Ayer que se cortó la comunicación te contaba lo que estaba sucediendo en nuestro ínclito terruño. Te decía que ya esto es un caos que ni los arúspices, augures, astrólogos, yatiris ni todos los adivinos y especialistas en precogniciones y oráculos, tal vez uno que otro, han podido predecir este que se ha desatado en la Tierra. En la Biblia se habla en términos generales sobre desastres de todo tipo, pero nada en específico. Por ejemplo, de “matar a la cuarta parte de los habitantes de este mundo, con guerras, hambres, enfermedades…” En otra parte dice: “…habrá grandes terremotos en muchos lugares. En otras partes, la gente no tendrá nada para comer, y muchos sufrirán de enfermedades terribles.” Sus autores no han tenido la gentileza de dar datos de años, se hicieron los suecos, han tenido a la humanidad en vilo y han ocasionado que algunos líderes, religiosos, políticos e investigadores oficiosos hayan fijado algunas fechas como fin del mundo con datos errados, falsos y además causantes de un sin número de problemas sociales y económicos. Qué te digo: hasta los mayas han fallado en sus pronósticos, claro está que fue por interpretaciones erradas de los encumbrados mayálogos. Hoy se acusa a muchas entidades sociedades secretas y también a naciones de ser causantes de la pandemia que está cubriendo el mundo con su aterrador manto de virus tejido en los laboratorios. De los que he podido detectar están en primer lugar EEUU luego China o a la inversa, como tú quieras, te dejo, te doy a elegir. Tú que tienes la tendencia de contradecir a mis supremas opiniones te diré que en E.E.U.U. hay antecedentes 212


incriminatorios. Por ejemplo, un 18 de octubre de 2019, en la ciudad rascadora de cielos, se realizó una simulación de pandemia, donde estaban representantes de la ONU, Jhonson y Jhonson, Bill Gates y otros. Tanto es así que la multinacional de los medicamentos, aceites y talcos para bebé solicitó un fondo millonarísimo para conseguir una vacuna apropiada para el caso. Pero más interesante es que una científica Erika Bickerton y su colega Sara Keep, más un científico, patentaron su investigación sobre el virus maldito, en EEUU. Al parecer ya había una consigna de reducir la población considerada innecesaria. Pero hay más. En la Universidad de Wisconsin-Madison de EEUU, un tal virólogo especializado en la influenza y en el Ébola, Yoshiniro Kawaoca, nacido en Japón, se dice que es el creador del coronavirus, la peste más mortal de la historia. Para que sigas asombrándote, si acaso no has investigado sobre este asunto, están también los famosos Iluminatis como causantes o propiciadores de la pandemia, que empujan a la crisis financiera en todo el rubro comercial e industrial del mundo, habiendo creado la “criptomoneda” para afectar a todas las naciones. ¿Me escuchas? Bueno. Esto no es todo. Resulta que están de igual modo en el meollo del problema el Nuevo Orden Mundial que proclama instaurar la justicia, paz, seguridad y abundancia, y todos los ciudadanos tendrán un chip en su organismo para controlar su comportamiento, esto se identifica con la marca de la bestia, en la Biblia, Apocalipsis 13:16, y que las religiones ya no tendrán vigencia porque se prohibirá todo culto como se menciona nada menos que en Tesalonicenses 2:4. ¿Te das cuenta? Ya estaba escrito dos mil años antes más o menos. Verdadcita es. No porque te lo diga en diminuto es pequeña. La verdad es de un solo tamaño o dimensión. En serio. No te rías. 213


Aprovechando que hablamos de las escrituras sagradas fíjate en esto que se relaciona. “El virus fue creado por Dios para cumplir con lo que está escrito en la Biblia”. Revisa nada más que Revelaciones. Ahí está todo. ¿Recuerdas? En revelaciones. ¡Ay, no! Me olvidaba de la red 5 G. La G significa geranios. Cinco geranios, es el nombre que le han puesto a ciertas antenas con tecnología electromagnéticas que están levantando en muchas ciudades de modo clandestino o con apoyo de algunas telefónicas y agencias digitales. Sus ondas afectan al cerebro de la gente y estas antenas 5.G contienen un programa informático llamado Covid-19 que irradia a gran distancia ciertos rayos capaces de enfermar a la gente situada en su radio de acción, y también afecta a las aves y plantas matándolas, más aún, en el futuro manipularán a los ciudadanos a voluntad de los que lo programaron. En algunas poblaciones la gente ya está atentando contra torres de conducción eléctrica destruyéndolas y en nuestra tierra basta que alguien sin ninguna comprobación ni evidencia grita que son 5-G y es suficiente para quemar y destrozarlas. ¿No crees que la suspicacia llega a muy lejos sin que nadie diga nada? Para que sonrías un poco, si acaso puedes hacerlo, como causantes de la pandemia también figura el demonio, ¡Cuándo no el maldito!, entrometido en toda la manipulación que realizan los científicos, expertos en las calamidades mortíferas que han asolado al mundo. ¿Crees en el diablo, aún? Yo sí creo en el Satanás y la China Supay de la Diablada de Oruro. Te lo digo en serio, porque ¿acaso la danza no es demostración dinámica de la vida? No importa si lo hacemos en honor a la vida por intermedio de la muerte que la representa un Luzbel del mal. Antes de 214


casarme bailé tres años seguidos. Luego me convertí en un santo varón regenerado. Otros propiciadores estólidos y entrometidos de la pandemia son la Derecha y el Imperio mencionados de modo repetido por los habitantes de las zonas tórridas… aunque no están muy lejos porque si visualizas a los que encabezan esta peste moderna son precisamente los grandes potentados que juegan a manejar el mundo y que tienen la intención de controlar a sus habitantes con microchips. Los que enarbolan este espécimen son principalmente los del campo de los cocales que apoyan al régimen anterior que tenía las riendas de mando del país. Otro grupo que está señalado son las mujeres, aunque no lo creas, las más sospechosas. Yo creo más en esta teoría. Las mujeres para que los hombres no vayan a los estadios, a los bares y a las casas de las doncellas samaritanas, es decir para que no salgan de casa. Ellas son las que inventaron esta pandemia haciendo no sé qué brujerías que solo ellas saben hacer y lo consiguieron, porque con la cuarentena los pobrecitos hombres debemos quedarnos encerrados en casa sin poder salir a tomarnos ni una copita de cerveza. Ah, pero no sabes. A las mujeres se les salió el tiro por la culata, porque en esta situación que vivimos, según informes mensuales del departamento de Policía, se ha duplicado y triplicado las denuncias por maltrato y agresiones intrafamiliares y, eso no es todo, han aumentado ostensiblemente los feminicidios. Eso no es todo. Se dice que la actual mandataria es la causante de la aparición del Covid-19. Si recuerdas ingresó al palacio con la Biblia en la mano y milita en una congregación cristiana que realiza milagros. Pues bien, ella ha rogado mantenerse en el poder, ¿o le impusieron los 215


allegados de su grupo político? Y tanto fueron sus rogativas que ¡milagro! se hizo la pandemia. Pregúntame para qué. Te respondo. Primero se convierte en candidata a la presidencia, luego difieren las elecciones con el motivo del crecimiento de infectados. Aparece en la TV todos los días entregando insumos médicos y alimentos, en una propaganda que sabemos muy bien es publicidad electoral camuflada que está a punto de superar en pocos meses a las anteriores prorroguitas. Te cuento, aquí todavía hay alguna gentuza que no cree en el Coronavirus y no quiere acatar las disposiciones de bioseguridad y sale a las calles sin importarle nada, sin barbijo, ni guantes ni nada, dándose la mano y metiéndose a grupos numerosos de personas que se forman en los mercados, en las calles, se van a jugar futbol y al cacho en locales clandestinos. Dicen: Es preferible morir con el Covid19 que morir de hambre. ¿Te das cuenta? A lo que hemos llegado. Lo que te voy a decir es para poner los pelos de punta, por supuesto de tu cabellera ¿qué estás pensando? Escucha. En La Paz están con inquietantes levantamientos de cadáveres cada día entre 20 a 25. ¡Cada día! En Cochabamba, Investigación Forense habla del recojo entre 40 y 45. Confidencialmente te digo que este departamento tiene el más alto índice de mortalidad en el país por culpa, dicen, de la peor administración en los últimos años, tanto de la gobernación como de las alcaldías municipales que estuvieron cambiando de autoridades ediles a diestra y siniestra. En El Alto recogen diez cuerpos rígidos por día todos con síntomas de Covid-19. Los resultados que divulgan cada noche por la prensa son menores a los reales, debido a que hay otros escalofriantes con cifras 216


mayores para usos inconfesables porque hay entierros clandestinos en los cementerios: son muchísimos y no están contemplados en las estadísticas, o sea que hay más muertos que no están reportados en las listas oficiales. Hace una semana asistí a un entierro de un pariente en una necrópolis jardín particular. Nos dejaron entrar solo a diez dolientes cercanos. Dentro se podía ver que llegaban muy seguido uno y otro, uno tras otro, carros mortuorios y dejaban en una especie de depósito unas bolsas enormes de plástico negro con etiquetas identificables adheridas, numeradas y con nombres, para que funcionarios funebreros los vayan enterrando por orden de llegada. Aprovechando las sombras tétricas de las noches la gente que no pudo enterrar a sus muertos aguardando en su silencio eterno dos o tres días, los sacan a las calles para dejarlos ahí, en el mejor de los casos los llevan de modo subrepticio a cementerios ocultos. Ya es una realidad la de cavar fosas comunes en los cementerios públicos, porque desgraciadamente los crematorios están colapsados al igual que los centros de salud. A los médicos y enfermeras que están enfrentando a la pandemia no les dotan de protección de bioseguridad ni los instrumentales necesarios, muchos galenos, héroes en esta guerra, ya se han marchado para su siesta eterna. Después de batallar contra ese monstruo rodeado de antenas se han ido con el mérito de haber cumplido con su deber hipocrático. Honor y gloria para ellos. Policías y militares están expuestos sin ninguna protección a no ser que nada más un barbijo. Es preocupante porque, por ejemplo, en las capitales de Potosí, Oruro y Santa Cruz encontraron muertos en sus calles por el colapso sanitario y porque hay rechazo en los hospitales a los que acuden pidiendo ayuda y los afectados tienen que peregrinar sin 217


encontrar atención de ningún salubrista. Tanto policías y militares y personal facultativo están apareciendo con diagnósticos positivos en una y otra región. El personal de salud está reclamando por abastecimiento de insumos e instrumentos sanitarios y amenaza con paros en algunas ciudades. Han presentado de ochocientas a mil solicitudes de pruebas de examen que están en espera y no se los atiende. Hay una permanente sobredemanda y no existen planes de contingencia para contrarrestar a la pandemia. En los sitios de abasto alimentario no acatan las medidas de cuarentena, y hay una abigarrada y multitudinaria concurrencia de vendedores y compradores sin ninguna mínima prevención. Las protestas en forma de manifestaciones masivas van creciendo. Enfrentamientos e intentos de saqueo a las casetas policiales y almacenes, robos y asaltos por todo lado. Hay fuego y violencia en todas partes. En los pueblos originarios es posible que por falta de atención se vaya incubando de modo silencioso muertes masivas; en las cárceles se van incrementando los casos positivos de modo pasmoso. Los directores de Régimen Penitenciario están sin saber qué hacer. Los hospitales están paralizados, ya te lo dije, lo que hace ver que el sistema de salud ha sido rebasado de modo impresionante e imparable. También han sufrido colapsos en toda magnitud ciudades y poblaciones que se han encapsulado ante el incremento de casos positivos. La miseria extrema ha comenzado a arrastrase por las calles con hombres y mujeres Uno, pidiendo limosna. Dos, vendiendo caramelos. Tres, vendiendo cosas del hogar para comprar comida. Cuatro, buscando facultativos y medicamentos. Cinco, buscando nosocomios para ser atendidos por enfermedades comunes o sospechas de 218


Covi-19. Siete, parientes indagando, buscando dónde enterrar a sus muertos con dignidad y cristiana sepultura. Si bien el Coronavirus no afecta a los animales, sin embargo, presumo que las mascotas dentro de poco serán victimas indirectas. Algunas instituciones de protección a los animalitos están pidiendo socorro a donantes voluntarios para alimentos. Hay algo que es necesario comentarlo para tu conocimiento. Esta pandemia no solo se circunscribe al tema de salud, a la contaminación y óbitos, también tiene que ver con la economía. Ha ocasionado una crisis económico-social sin precedentes en nuestra historia. La gente que vive al día, vende en las calles, su trabajo es para ganar algunas monedas y se ha gastado sus ahorros, ya no puede seguir en un encierro rígido y debe salir por fuerza y con desesperación rompiendo la cuarentena. Algunos canales de TV transmiten con atisbos morbosos las imágenes de muertos yacentes en las calles y lo peor, personas muriéndose en ahogos con la atención inútil de una esposa o madre que trata de revivirlos con respiración de boca a boca, en las puertas de un hospital. Es decir que hoy se hace negocio con la verdad desnuda y extrema. ¡Escalofriante! Por si fuera poco, como si la vida y la muerte estuvieran en una competencia para lograr un puntaje elevado, en las puertas de algunos hospitales los enfermos mueren por que no les abren las puertas, en otros, las mujeres parturientas dan a luz a sus criaturas también porque no las dejan entrar argumentando la preferencia al Covid-19. ¿Te das cuenta? Nacen en las calles donde están las maternidades cerradas para sus madres.

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En los mercados los guardias de seguridad les quitan su mercadería a las vendedoras y comerciantes. Hay gritos y llanto. No acatan las prohibiciones de circular conforme a las terminaciones de su cédula de identidad. Mucha gente está siendo despedida de sus empleos pese a disposiciones contrarias del gobierno. No es para menos y es para pensarlo hacerte saber que los suicidios están a la orden del día. El caso de mayor importancia por su fondo de tristeza es el que sucedió con una mujer empobrecida que envenenó con químicos fosforados a sus tres hijos porque no tenía con qué alimentarlos, luego ella también tomó el veneno para cortar definitivamente su angustiante situación. Realmente el panorama de nuestro país es catastrófico y desesperante con nubarrones de negro sepulcral y de veras te digo no se avizora un amanecer generoso ni siquiera misericordioso. Se avizora un futuro gris tenebroso. Vive en una pendiente peligrosa que lo lleva a un abismo funesto con barrancos de sedición y terror. Lo peor es que dentro de este cuadro trágico se hacen negociados para obtener ganancias ilícitas como la escandalosa y vergonzosa compra de respiraderos con sobreprecios inicuos. Estamos gobernados por cleptocracias sucesivas. Las farmacias se han unido a la desesperanza comerciando a precios de traficantes todo medicamento e insumos sanitarios y médicos. Aquí se practica de modo evidente el agio, el ocultamiento, la especulación con los remedios básicos. Igual las clínicas privadas han elevado el precio de su atención a precios inalcanzables. Los hospitales subsisten con salas de terapia intensiva que no tienen dotación de oxígeno menos respiradores; lo peor, algunos no tienen camas y si reciben 220


pacientes lo hacen en colchonetas, llevadas por familiares, yuxtapuestas en el suelo. Las funerarias son otro negocio inconcebible, no se dan abasto y cobran millonadas por los trámites, recojo de cuerpos, traslado en autos mortuorios y por el cajón funéreo fabricado con premura y material de calidad inferior. Es pertinente decir que también debemos luchar contra otra enfermedad que requiere combatirla con mayor fuerza: el virus pavoroso de la corrupción. La verdad es que son tres pandemias a las que debemos enfrentar en total desventaja: La del coronavirus, la corrupción y el pauperismo de nuestra nación. Lo peor es que la grandeza humana que debiera estar presente, está ausente casi totalmente con excepción de unos pocos casos. Lamento decírtelo, pero es así la cosa. ¿Y a ti cómo te está yendo? Supongo que debes estar, allá en la India, bien resguardado en un hotel. Medio que te envidio. Estás trabajando y te pagan o por lo menos estás conociendo otro país, uno de los más enigmáticos por su espiritualidad y antigüedad. ¿No es así estimado Oriana Fallaci, versión varonil? ¿Hola? No te escucho bien, es decir, te escucho algo entrecortado, no sé si es problema de mi celular o del tuyo. ¿Hola? ¿Tú me escuchas? ¿Si? Me parece bien que me captes. Eso es lo importante, que tú me oigas mejor. Okey. Por esto es que te voy a contar que aquí me han sucedido mil cosas. Ya sabes que fui enviado a la India por el periódico bonaerense de mi pega, hice mi trabajo en todo lo proyectado, viajé por varias ciudades como Nueva Delhi, Bhopal, centro cinematográfico de la India, Calcuta, 221


Bombay y otras… pero justo cuando ya tenía que retornar a Buenos Aires, se suspendió todo desplazamiento aeronáutico. Nos quedamos sin poder movernos de esta ciudad. Por suerte todos los gastos de mi estadía y alimentación están cubiertos, porque de otro modo hubiera periclitado. La situación aquí está cada vez de mal a peor. Las protestas aparecen en todas partes. Porque no solo es el hambre sino también las luchas religiosas. Los musulmanes son acusados de propagar el virus de la pandemia. Los hindúes están en contra la ley de enmiendas para naturalizar a los inmigrantes irregulares paquistanis, afganistanos y de otros orígenes. Las protestas a veces violentísimas que han durado muchos meses fueron detenidos abruptamente por el coronavirus, y el gobierno aprovecha una persecución policial y política contra los activistas. El primer ministro ha ordenado a 1.300 millones de personas que se queden en sus casas. Esto es casi imposible. Los más pobres son los más vulnerables y no tienen casa ni trabajo fijo. El éxodo de las ciudades a los pueblos es algo indecible e inenarrable. No hay comida y a falta de movilidades algunos retornan caminando a pie para llegar a sus pueblos. Las multitudes en una confusión infernal en las terminales es algo inenarrable. Imposible de mantener distancias. Imposible. La desesperación de los jornaleros para regresar a sus terruños no tiene nombre. No tienen para comer y no pueden trabajar. Los hindúes que no pueden viajar desafían el confinamiento y salen para enfrentar al virus y tratar de ganar algunas miserables rupias. Pero lo que quiero contarte después de casi dos meses de cuarentena es que, gracias a mi amigo español Manuel, 222


que vive aquí casi doce años, nos trasladamos a un lugar alejado aprovechando su documentación de periodista del “Anandabazar Patrika”, de Calcuta y pudimos movilizarnos con mayor disposición de medios. Llegamos a un pueblo cuyo nombre no puedo decirte a pedido expreso de Manuel, del que también no puedo mencionar su apellido por los cuidados que tomamos los periodistas para esta clase de noticias debido a los peligros que se ciernen sobre nosotros. ¿Me comprendes, ¿verdad? Okey. El filmó con su celular muchas vistas y escenas de los pueblos y gente que veíamos en el trayecto, y lo escondía con prontitud, pero cuando llegamos al lugar señalado por un compañero que dio el dato en el mapa, quedé pasmado y sin habla. Me resistía a creer lo que veían mis ojos. Sacudí mi cabeza para disipar la visión aterradora que se desarrollaba frente a mí. Era la demencia misma que había venido para anidar en este paraje de belleza muerta ocultando escenas aterradoras, inicuas, deplorables y execrables. Se podía ver que la región era muy pobre, pero, como en todo el territorio hindú, con superpoblación. Increíble ver la gente que pulula por este sector. Me parecía, creía que estaba caminando en el ingreso previo del infierno, en la antesala. Así debe ser, me decía a mí mismo, al tiempo que me gritaba por dentro, esto no puede ser. ¡No! En ese campo en las afueras del pueblo estaban no diré una docena de cuerpos de adultos y niños, mujeres y viejos, créeme, eran decenas y más decenas, tirados en el suelo, muertos. Cadáveres. ¿Alguna vez entraste en Bolivia a una morgue? Yo sí, pero ahí los cadáveres estaban en mesas de cemento o en camillas, pero no como lo que te describo, desperdigados, botados, en el piso de tierra y piedras, en diferentes posiciones. Al parecer el número rebasó la capacidad de poderlos cremar o enterrarlos. Tal vez 223


excavaron varias fosas comunes pero la cantidad de cuerpos sin el soplo de vida los venció. Y lo peor, alrededor o junto a estos se veía a más de cien buitres. ¿Escuchaste? ¡Más de cien o doscientos buitres! ¿Te das cuenta? Los habitantes habían decidido abandonar a sus difuntos para que las aves de rapiña tomen cuenta de ellos, es decir, para que se los coman. Es más, algunos oficiosos les facilitaban a esas despreciables aves quitándoles a los infaustos difuntos sus escasas ropas que aún los cubrían con ayuda de una especie de machetes de cocina y cuchillos. Eran cuerpos inmóviles, acabados de irse por la terrible pandemia, indagando si era correcto tener sus sepulturas en las entrañas de esas aves desastradas. Dante podía haber incluido en su obra este paisaje alucinante, macabro y aterrorizante. Alguna campanilla o dos, hacían resonar de rato en rato sus tintineos fúnebres. Los grupos de buitres, al parecer, estuvieron reunidos un tanto distanciados de la gente, pero perdiendo el temor se acercaron poco a poco y con un andar de aves desfachatadas y a momentos con pequeños saltos adefesiosos. Hombres y mujeres presentes que deambulaban ejecutaban guturalmente una melodía funérea que, con los sonidos de las campanillas, daban un marco sonoro estremecedor. Fui enterrando mis ojos en esa visión de seres y despojos mortuorios, apocalípticos, de entrañas expuestas, desparramadas y huesos descarnados en la mañana negra, oscura a pesar del sol en el cielo indiferente. En principio pensé que los buitres eran palomas enormes, pero no. Eran los más odiosos carroñosos. 224


Los buitres se movían como las palomas en una plaza de las ciudades y de los pueblos. Tomando confianza se acercaban sin temor inclusive donde las personas que arrancaban los trapos a los desposeídos de vida, procediendo a hincarles el pico y arrancarles pedazos de carne e intestinos Se disputaban algún colgandejo amontonándose en torno a los muertos disputando, guitoneándose algunas tripas, nervios o vísceras abdominales. Era un éxtasis de la muerte traído por los pájaros de la carroña. Tal vez para evitar la putrefacción de la carne y deleitando los picos y gaznates. Okey. Algunos hombres estaban con atuendos comunes occidentales, otros cubiertos solo con las túnicas rojas de su religión. Otros ejecutaban un compás con tamboriles de mano, especie de panderetas con mango, que al mismo tiempo de tocarlos entonaban una musiquilla de muerte y lamento, en un sonsonete tétrico. Los pajarracos no se escapaban para nada de los hombres cercanos porque además uno de estos los ayudaba cortando pedazos de carne de un cuerpo inerte para arrojárselos, otro descargaba de su espalda y depositaba en el suelo el cuerpo de un adolescente que estaba envuelto en un manto anaranjado. La paranoia presente nos brindaba la existencia real para hacernos ver que el mundo no es solo un panorama bonito de Dios y su creación, sino también de cuadros surrealistas con macábricos marcos de los parajes más profundos del averno y del horror ideados por un demente, un paranoico lovecrafiano, perdona mis sinonimias repetitivas, pero son mis exabruptos del lenguaje de la desesperación. Observé a dos de los buitres que levantaban su cabeza picuda y parecía que observaban complacidos cómo sus 225


congéneres se cebaban con los cadáveres de quienes los habían tratado con desprecio y…parecían sonreír satisfechos tal vez eructando un momento de contento y chorreando hilos de sangre de las junturas de los picos. El eco quejumbroso se escuchaba en todo el campo y yo sentía ganas de vomitar o de escapar a gritos de ese espectáculo horrendo y estremecedor de unas exequias de pesadilla. El tiempo estaba estancado, no había viento ni ventisca alguna que se llevara los halos erizantes de la muerte. Ahora que estoy en esta mi habitación de hotel, el Léela Palace Kempesk, me pongo a pensar ¿si acaso por todo lo que he visto, la irrealidad está incrustada en cada minuto de la realidad del mundo, engarzada, como triquina en nuestros músculos, en la cotidianidad de nuestras existencias? Si la muerte ya vive con nosotros ¿cuánto por ciento de ella circula en nuestras venas? ¿No crees que Dios está guardando mucho silencio y está tardando demasiado en pronunciarse? ¿Cuánto tiene que ver Dios con lo que vi en cuanto a responsabilidad? ¿Es igual morir en un hospital rodeado de enfermeras y médicos vestidos de blanco o en medio de una bandada de buitres emplumados de negro? De nuestros restos ¿es mejor ser devorados por gusanos, según nuestras costumbres dentro de un cajón? ¿O deglutidos por pajarracos sombríos que nos harán volar por los cielos en una despedida de honor? Claro que sigo con susto. Estoy traumado y quizás es el miedo que me hace pensar y preguntar. He visto muertes, pero nada comparable de lo visto que me hace inmiscuir en el fin verdadero de la vida. ¿Qué pensar, cómo debemos concebir la reencarnación, la transmigración y los metemsicosis? Aunque sé que estas creencias solo sirven 226


para que el hombre retorne al fluido de la vida trascendiendo en lo terrenal y prolongar su existencia ya sea como humanos o como seres de la flora o de la fauna. O sea que no importa como sea el resultado de nuestra muerte: polvo o heces que al final se convierte también en polvo, el asunto es que retornamos al universo por obra y gracia del infinito. Entonces loa óbitos espantosos, repugnantes o repudiables son nada más que procesos naturales de la existencia que se valen de enfermedades y transgresiones de toda índole. La muerte es solo una cortina fácil de transponer y trasladarse a otro espacio o dimensión. No a ningún paraíso ni averno sino a una nueva sucesión de sustantividad. Simple ¿verdad? En vano he sufrido al ver esas imágenes que nuestro entendimiento común nos hace ver calamitoso e infeliz. Claro, un resultado final de la pandemia es, sin duda, espantoso para nuestro mundo y por ello mi amigo y yo tuvimos que retornar más muertos que vivos arrastrando nuestras almas por los pisos que no querían recuperarse de su tremenda y asesina impresión. Tal vez no vuelva en mucho tiempo a este lugar y trataré de olvidar ese espectáculo abominable. Okey. Hace unas horas me enteré que varios compañeros, colegas nuestros, están empezando a morir por cubrir la pandemia, según información de la Campaña Emblema de Prensa, la PEC que tú ya conoces, por falta de medidas de seguridad en la protección adecuada dentro del ejercicio de su trabajo. Si, periodistas y camarógrafos en diversidad de países y en nuestra América principalmente en Brasil, Perú, México, Ecuador y Estados Unidos. No muestran reportes de Bolivia, pero seguro que los hay considerando la situación deficitaria de nuestra medicina. 227


Otra última, que el gobierno de la India está planificando un confinamiento rígido, el de mayor envergadura tomando en cuenta que tiene 1.300 millones de habitantes que se dice que ya tiene cerca de 500.000 infectados y soporta un colapso de infraestructura médica. Quién lo diría: un país tan espiritual, con tanta religión y personajes iluminados por la sabiduría divina. Chau. Chau. Chau. Estimado Pulitzer, colega de la primera plana. Nos hablamos si el coronavirus, en su infinita misericordia, así lo quiere.

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ESPERANDO LA MADRUGADA César Verduguez Gómez Es posible que esta noche la recojan, a mucho tardar mañana. Esto ya es insoportable. Nadie viene a ayudarnos. Ya he llamado a su familia, pero ni siquiera los que, por obligación de sangre, o porque Etelvina los ha criado desde muy pequeños por adopción como a Eleuterio, que trabaja ahora en una provincia. Esto no es posible, nadie responde. ¿Es tanto el miedo? Yo estoy resignada y podría ir de aquí hasta el otro extremo de la ciudad, más allá del Sur, si acaso me llamara solicitando mi ayuda algún pariente. Pero veo que todo el mundo está escondido en el rincón más oculto de su casa. Yo no sé por qué Dios permite estas cosas ¿acaso no somos sus hijos? ¿O Él también está escondido? No puede ser. No hay lógica. Etelvina le ha sido tan fiel y tan devota que todos los días a las siete asistía a misa y regresaba para preparar el desayuno. Llegaba con la leche y el pan recién salido del horno. Qué no hacía para agradarle que hasta le pidió a mamá mandar a imprimir mil tarjetas personales con la imagen del Sagrado Corazón, con parte de su sueldo, solo para repartir a todas sus amistades sin que hubiera una razón u obligación para hacer eso. Solo por gusto. Nada más. Ella que se desvivía por todos, propios y extraños. Cuando había desórdenes en la ciudad, con manifestaciones y saqueos, choques de policías contra opositores, ella, siempre pidiendo la venia de mamá, preparaba una treintena de sándwiches y cafés para distribuir entre los guardias policiales que se quedaban a resguardar algún edificio o un puente. ¡Oh! Están dejando en la esquina otra bolsa conteniendo un cadáver. En esta cuadra ya son cinco. Es posible que hasta mañana el número aumente. ¿Es posible que la sección de salubridad de la Alcaldía no pueda recoger a estos pobrecitos muertos? Yo estoy loca de ver tanta locura que hay en todas partes de la ciudad. Papá no nos deja salir ni nosotras a él. Era Etelvina que hacía todas 229


las compras y no quería usar barbijo. Decía que a ella no le llegaría el tal virus que estaba asustando a todo el mundo. Decía que eran patrañas del gobierno nada más para que nadie salga a complotar y hacer disturbios. Por lo que atañe a mi Etelvina un día se puso mal, llamamos a un amigo médico para que la asistiera, pero el interlocutor dijo que no estaba en la ciudad. Quisimos llevarla a un sanatorio cercano, pero estaba cerrado. Llamamos al hospital general y nos dijeron “tráiganla”. Como si fuera fácil. No había ómnibus ni taxis. Pedimos a los vecinos nos ayudaran con una movilidad, pero todos se excusaban de una y otra manera. En suma, nadie quiso ayudarnos. Nosotros le hacíamos la atención a lo que alcanzaba nuestros conocimientos medicinales y con consejos que solicitábamos por teléfono. Mates aquí, mates allá. Pomadas, fricciones. Hervir hojas de eucalipto y mentisán. Mamá se brindaba en la atención y yo la cuidaba a ella, que no le falte su barbijo y repasándole con el gel desinfectante sus manos. La farmacia más cercana estaba a diez cuadras, pero nos avisaron que no la abrían. Otro difunto más. Lo dejaron envuelto en una frazada y plástico. Entre cuatro personas lo depositaron al lado del que yacía en la esquina. Lo hicieron de frente, a las diez de la noche, sin temor a que los vean en esa operación. Pasaron no sé cuántos días y noches, una mañana la encontramos sin vida a Etelvina. Lloramos mamá y yo. Etelvina nos había acompañado quince años y nos dejó de herencia su gata a la que con esmero cuidó y crio en su cuarto desde hace siete años. Llamamos a Eleuterio, pero no pudimos contactarlo. Dijimos entre papá, mamá y yo que nos haríamos cargo del entierro cueste lo que cueste porque Etelvina fue como parte de la familia y era muy querida. Pues bien, llamamos a las funerarias para que nos provean de un cajón algo barato. Ninguna tenía listo uno porque toda la ciudad los había adquirido. Dijimos no importa si es de primera. “No hay, ¿entiende? No hay ni de lujo”. 230


Por teléfono alguien nos sugirió una bolsa de plástico. Salí con miedo, bien equipada con implementos de seguridad y compré en la tienda respectiva que tampoco estaba cerca. Allí me atendieron a puerta cerrada. Luego llamamos al cementerio. Nadie contestó al teléfono. Una y otra vez a cada hora hasta que por fin sólo para sugerirnos que contratáramos un automóvil fúnebre o lo que sea para el traslado, igual no había posibilidad porque además había que esperar turno y el crematorio está colapsado ¿Dónde buscar? Además, había prohibición para la circulación de vehículos y el control policial estaba estricto, para peor casi todas las calles estaban bloqueadas con cadáveres. De ese modo, buscando, buscando, pasaron tres o cuatro días y el cuerpo de Etelvina ya despedía un olor nauseabundo. Teníamos que andar dentro la casa con el pañuelo en la boca, encendiendo sahumerios y aromatizar el aire con fragancias de flores usando un atomizador. Nos vamos a enfermar, dije. Ya que no es posible enterrarla cristianamente, hagamos lo que los otros hacen. Ahora estamos esperando el amanecer para sacar los restos de nuestra Etelvinita y rogar que los encargados municipales la recojan cuanto antes. En la noche ya bien avanzada y las penumbras y el silencio en completo dominio, mi madre, mi padre y yo, entre los tres sacamos el cadáver a duras penas, casi arrastrando la bolsa reforzada con varias vueltas de cinta adhesiva y tuvimos que dejarla en la esquina desierta donde no había puertas ni testigos humanos, solo algunos perros y ratas cruzando con rapidez, y donde ya habían dejado a otros dos extintos más, embolsados, en los días de nuestra desesperación. Yo llevé desinfectantes en spray y rocié a todos los cuerpos faltos de respiración, envueltos con plásticos, ahí presentes. Mamá depositó al lado de la bolsa de Etelvina un ramito de flores recogidas de nuestras macetas.

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Al cerrar la puerta tras nuestro empezamos con el llanto de tantos días contenido. Las lágrimas y voces entrecortadas se difuminaron hasta salir el sol indiferente ante nuestro dolor.

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“FIAT VOLUNTAS TUA” César Verduguez Gómez Toda la historia de mi amigo, sus días, sus noches, sacrificios, trabajos, amores, venturas y desventuras estaban contenidas, apretujadas en esa pequeña caja de madera. Me invitaron para asistir a una reunión virtual con motivo de participar en una misa de nueve días mediante zoom. Me enviaron el link correspondiente, la fecha, la hora y la plataforma. No era yo pariente, pero tenía una amistad muy cercana con el difunto y una cercanía casi familiar con los deudos. En circunstancias normales todo el proceso del sepelio hubiera sido de modo presencial y yo hubiera estado en primera fila en todos los actos de la conducción del cuerpo a su última morada. En los días previos al fallecimiento, en la enfermedad, las atenciones médicas, además de los protocolos los he sufrido muy de cerca. Después del deceso llegaron en corceles galopantes los llantos, los gritos de desesperación, las voces de maldiciones contra la pandemia y aullantes reclamos blasfemos dirigidos a Dios, acusándolo de frente, como hijos a su padre por su mal proceder, por dejar y permitir que caigan estas malditas calamidades sobre la Tierra y más aún sobre este hogar singularmente ejemplar. En el desarrollo de la reunión, el encargado de administrar el zoom, iba pasando por la pantalla una filmación de todo lo relativo a la acongojante partida al infinito insondable de Rigoberto. Empezó mostrando la filmación, desde el interior de una vagoneta, la fachada en arco del cementerio con las puertas cerradas y su inscripción sobresaliente “Fiat voluntas Tua” en el arco de su portada. Grupos pequeños de personas con barbijos se situaban en el grande espacio abierto o hall delantero. Una pizarra grande tenía escrita una lista de 12 o 15 nombres de quienes iban a ser, 233


especificando entre paréntesis, enterrados o cremados. El conductor, vestido con el traje de bioseguridad completo, máscara, guantes, mameluco, lentes y casco de plástico, detuvo la movilidad, ahí al frente, se bajó para hablar con los funcionarios y mostrarles las autorizaciones que portaba para que le abran las puertas. Así ocurrió y los portones metálicos se abrieron dejando ingresar a la vagoneta. Es notorio que hasta para esfumarse de esta vida pesan las influencias y la importancia o mayor negocio. Luego la filmación continuó desde adentro mostrando cómo la movilidad iba entrando al cementerio con mucha calma, con los guiñadores titilando no obstante la soledad de las arterias repletas de mausoleos. Dentro de la vagoneta trasladaban los restos de mi amigo Rigoberto embolsado con tres ramos de flores encima. En los asientos laterales viajaban los pocos familiares que lo acompañaban. Enfocaron hacia atrás y se vio que en la puerta quedaron otros parientes a los que no dejaron entrar. La vagoneta se fue adentrando en silencio por la mitad de la ancha calle rodeada de edificaciones sepulcrales, ornamentadas, monumentos blancos y jardines floridos. Adelante, con una indumentaria azul que les cubría el cuerpo entero, barbijo y cubierta facial de plástico transparente, caminaban dos empleados de la necrópolis como señalando la ruta. En un flash inesperado mostraron a Rigoberto postrado en su cama con dificultades de respiración y a su madre tratando de darle aire con una toalla a la vez que pedía ayuda a gritos con desesperación e impaciencia. En una calle aledaña se vio un escaso cortejo fúnebre con cuatro dolientes mientras otros cuatro funcionarios de los servicios funerarios bajaban una caja mortuoria con sogas a una 234


larga zanja de gran tamaño igual como las trincheras de las guerras. Posiblemente hayan enterrado a otras mortales horas antes, a juzgar por el suelo recién removido. Se vio aún cómo cubrían con tierra al flamante difunto pandémico. La vagoneta se detuvo en un lugar que pudimos identificar; era, por los ladrillos a vista, un crematorio. A un costado, como costales ataucados, superpuestos es la palabra, yacían muchos cuerpos con seguridad fallecidos con la terrible pandemia. Esperaban ser ingresados a la cámara donde serían incinerados hasta convertirse en polvo cinéreo. Al parecer el conductor tenía alguna influencia o tal vez la importancia de trabajar para una empresa grande, habló con el jefe de los incineradores y no tuvo que esperar mucho para que reciban con prioridad a la nueva víctima mortal del Covid. Sacaron la bolsa verde de plástico con cierres y varias vueltas de cinta adhesiva para asegurar que no escapen los execrables virus. Los encargados colocaron al embalsamado en una camilla con ruedas y antes de que desapareciera por una puerta interna, una joven, la hermana, puso sobre el cuerpo tres ramos de flores. Los encargados le advirtieron, señorita, eso no entra a la cámara. Por favor dejen no más que entre. Son de su madre y ella quiere que se incineren con su hijo. Por favor. Son sus flores favoritas. Otro flash. Tomado de un informativo de la televisión, donde un personaje importante decía que el coronavirus está ocasionando más pacientes positivos en las clínicas y los hospitales y por tanto más muertes según los informes médicos de los centros de salud. Esto provoca los entierros y los ciento ochenta o más muertos. Lo peor es que están colapsando los centros de salud y los espacios para los enterratorios y de incineración. 235


Mientras se procedía con el trabajo de la calcinación. el camarógrafo improvisado, procurando no dejar ver su cámara manual, caminó hacia detrás de los hornos y filmó a un reducido cortejo fúnebre que llegaba a un nicho y luego metía en él una caja blanca que el fallecido, por lo del color se trataba de una persona soltera, tal vez joven o de edad avanzada pero solterón empedernido, ciudadano indefinido. A instancias de los conductores, la movilidad rodó otra buena distancia y encontró un espacio diríase en los extramuros del campo santo donde son enterrados los innominados, los abandonados en las calles, los sin familia encontrados en las calles, plazas, parques o dentro de sus míseros cuartos, los N.N., en fin, los desconocidos por la sociedad indiferente y desconsiderada. Tres hombres habían cavado una zanja y descendían un cuerpo envuelto en una frazada vieja, de las que distribuyen en los cuarteles. Estaba mal cubierto de plásticos transparentes distintos y sujetos con pitas y cintas adhesivas. Diríase que lo bajaron al foso a seis brazos, sin ayuda de sogas, caballetes ni poleas. Al retorno, del paseo que duró dos horas y más la espera que se extendió en total a tres horas y media, por fin los encargados salieron portando una cajita de madera y la entregaron a la otra mujer de los dolientes. Ella, que, en todo el tiempo, se enjugaba las lágrimas sin emitir ningún quejido, se limpió las manos en su ropa para recibirla. Se quedó alelada unos instantes sin saber qué hacer, tiesa, muda, hasta que alguien de su familia acudió para tratar de ayudarla y quiso tomar la caja, pero ella lo esquivó y reaccionó abrazándola con más fuerza depositando en la tapa un besó. No quería que nadie tuviera el privilegio de portarla. Sin embargo, al caminar hacia la movilidad prorrumpió en llanto y se vio obligada a dejarla en otras manos. Se apoyó en el capó del auto y dio rienda suelta a sus sollozos incontenibles. Ella era la madre de Rigoberto y recibía los restos mortales de su hijo convertidos en cenizas. Me contaron que la señora lloró los 236


nueve días siguientes y está por alcanzar a un mes de llanto. A estas alturas me viene al pensamiento la inscripción en la entrada al panteón y le pregunto a quién me esté escuchando donde quiera que se encuentre: ¿Esta es tu voluntad? ¿Estás seguro?

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ROSALÍA ARTEAGA SERRANO (Ecuador) Nació en Cuenca, Azuay, Ecuador el 5 diciembre de 1956. Doctora en Derecho, activista política, periodista y escritora. Bachiller en Humanidades Modernas. Egresada de la Escuela de Periodismo. Licenciada en Ciencias Políticas y Sociales. Máster en Educación Básica y Rescate de Valores Culturales en América Latina. Doctora en Jurisprudencia y Abogada de los Tribunales de Justicia del Ecuador. Es autora y coautora de libros.

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MI VACUNA FAVORITA Rosalía Arteaga Serrano Había un hermoso arco iris descendiendo del cielo, sus colores brillaban entre las últimas gotas de lluvia, con ese sabor de tornasol que lo vuelve más mágico, más especial. Todos nosotros, los mayores y los chiquitos veíamos detrás de los cristales el fantástico espectáculo. Cayetana y Rafaela estaban mirando al cielo y al jardín de la casa de la abuela; parecía que el arco iris se había quedado plantado en ese pedazo minúsculo de pasto verde. A todos les venía bien un espacio de esperanza, habían estado encerrados la mayor parte del tiempo que ese virus con nombre de corona andaba rondando por todos lados, eran pocos los momentos en que las primas se habían encontrado. Se hablaba de que las cosas podían mejorar, que se habían inventado unas “vacunas” que iban a servir para prevenir esa horrible enfermedad coronada que se había llevado a tanta gente. —Qué vida fea! —Ahora eran Pedro y Agustín los que se sumaban a la contemplación del arco iris. —Dicen que la vacuna es horrorosa, que duele, que te puede dejar medio bobo. —Pedro José se reían con sus carcajadas contagiosas. —A algunos les va a dejar rebobos, me imagino como quedarán -y se retorcía de la risa, agarrándose la barriga.

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Los papás y las mamás, se enfrascaron en hablar de qué tipo de vacuna era la más eficiente y que más protección brindaba. La abuela se había dedicado a abanicarse la cara y el cuello con un hermoso abanico de flores, tratando de evadir los calores que de rato en rato le invadían. —¿Qué les parece si inventamos una vacuna? -La voz de la abuela sonó como un despertador. —¿Qué? —Gritaron los chicos. Los hijos la miraban con cara de incredulidad. ¿Será que el encierro estaría afectando el cerebro de la madre? —Qué clase de vacuna abuela? —Agustín estaba desbordante de curiosidad. -Tienes un laboratorio oculto? ¿Te aliaste con los marcianos? —Bueno, yo decía, como está tan de moda inventar vacunas, ya lo han hecho los gringos, los ingleses, los holandeses, los chinos, los rusos…, yo he decidido que junto con ustedes vamos a crear una vacuna muy especial. —Una vacuna! ¿Para el virus coronado? -No, no, -se río la abuela Linda-, -no, en eso ya hay mucha competencia. Quiero inventar una vacuna súper poderosa, que todavía nadie ha inventado. Agustín estaba intrigado, era el que más atención prestaba. —Y para qué servirá esa vacuna abuela Linda?

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—…para curar la peor y más contagiosa enfermedad que existe. —Para el cáncer? —Preguntaba uno. —Para el paludismo? —Preguntaba otro. Ella meneaba la cabeza de un lado para otro en un evidente no. —Y entonces qué enfermedad quieres enfrentar con esa bendita vacuna? -Hay una dolencia tremenda, —dijo ella—, que ataca a todos los países y son pocas las personas que se escapan del contagio. La intriga era total. Rodeándola en el sillón en el que se encontraba sentada, insistieron para que revelara al menos el nombre de la enfermedad. —La peor enfermedad del mundo se llama…se llama…. y hasta tiene corona también, porque quienes la contraen se creen lo mejor, los más ricos, los más inteligentes…se llama…. Corrupción. —¿Qué? —Corrupción es una enfermedad? —Si claro, y la peor, se lleva los dineros de todos, se lleva las esperanzas, hace que todos se contaminen y que compitan entre ellos para ver quién es más corrupto. Abunda en el sector público, pero también en el privado. Se hace presente en las escuelas, hasta entre los niños que copian las tareas.

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Los chicos estaban cada vez más convencidos que lo que decía abuela Linda era verdad. Se pusieron a dar ejemplos de los casos de corrupción que encontraban en su entorno: El robo de los caramelos de la profe. La copia de los deberes. El maltrato a los más pequeños. La mentira de los grandes…. —¿De acuerdo —dijo Agustín, —pero y dónde está esa vacuna? ¿Ya la fabricaste abuela Linda? —Bueno, ejem, ejem. Ya está fabricada hace tiempos, pero nadie le hace caso. Claro que yo querría tener una ampolla interminable, unas jeringas y pincharles a cada uno de ustedes y a todos los que pueda. Un pinchazo duro en el brazo, o tal vez en otra parte del cuerpo. —La abuela pícara esbozó una sonrisa. —Pero como no tengo ese tipo de vacuna, tenemos que recurrir a otra, que llevará tiempo pero que es súper que recontra efectiva. ¿Pueden adivinar cuál es el nombre de esa vacuna en la que yo estoy pensando? Todos se habían olvidado que el WhatsApp de la abuela estaba conectado y en el que las primas Bruna, Tula y el pequeño Ignacio, que se encontraban en Australia, les estaban oyendo. Y claro, también querían participar en la conversación. Bruna llevaba la voz cantante, —aquí hemos conversado con la Tula y ya adivinamos el nombre de la vacuna. —Los primos se quedaron intrigados. ¿Cómo se llamaría esa poderosa vacuna para luchar contra algo tan terrible como la corrupción? Y la respuesta vino a través de la pantalla.

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—Como le hemos oído a la abuela, esa vacuna seguro que se llama Educación. —Todos se quedaron callados, pero la reflexiva Rafaela dio la razón a las primas ausentes.

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LILY YENY TEJADA MEDINA (Perú) (Yeny Tejada) Nació en Arequipa, Perú el 10 de abril de 1961. Escritora, poeta y promotora cultural internacional. Presidente Nacional del Colectivo Utopía Poética Universal-Perú. Presidente de la Sociedad Literaria Amantes del PaísArequipa. Ha publicado Besando la Inmortalidad (Poemas) y Hechizos de Diosa (Haikus). Su poesía figura en más de 40 antologías locales, nacionales y extranjeras. Recibió el Reconocimiento de la Mesa de Mujeres Parlamentarias del Congreso de la República del Perú, así como otras distinciones por su participación en recitales y homenajes a nivel nacional e internacional. Tiene un programa cultural en el que promociona la poesía de diferentes autores “Creador de un Sueño” y también es columnista en Trilce La Revista. Libros recientes: Besando la inmortalidad (2020), Besos entrelazados (2021)

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EL AYER Y EL MAÑANA Lily Yeny Tejada Medina Mis manos en tus manos serán tan solo un recuerdo mis brazos te sostenían hoy tendría que dejarte caer mis labios buscaban los tuyos ahora escondidos tras una máscara recuerdo aquellas calles transitadas sostenías mi mano sin importar nada abrazos que se quedaron truncados el beso que ahora suena a imposible la brisa y el viento nos harán soñar pensar en el ayer que nunca existió en el mañana tan incierto perdona si aún pregunto por qué no te quedaste en ese verano el invierno me quitó la alegría en estas calles vacías el pánico me asalta quiero correr, pero no estoy allí la arena mojada dibuja mis pasos y la voz melancólica del ayer me atrapa en el vacío del silencio se han marchitado los sueños petrificado el quehacer humano tal vez volvamos a vernos aunque abrazarte sea lo único que quiera hacer me quedaré allí mismo pensando que la distancia es lo único que importa.

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PÁNICO Lily Yeny Tejada Medina Me seguí quedando en casa alguien dijo que ella estaba internada el pánico asaltó mis entrañas me quedé esclava de mis temores cambié el lugar de la basura la ropa ahora colgaba en la sala metida entre las cuatro paredes no quería ni siquiera ver a mi adorado Misti los encargos venían y yo jabón en mano pensaba en la vida más allá de la puerta no, esa vida ya no existía ataviada con máscara casi en fuga una compra en la tienda del barrio parecía como si la guerra me esperara no quiero que nadie entre conmigo miro alrededor, reclamo la distancia que ocurrió con las sonrisas se espantaron con el correr del día el tiempo ya no importa las horas, días, semanas, meses dejaron de ser en este encierro las salidas inexistentes extraño… no extraño caminar ver las tiendas o cafetear

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AISLAMIENTO Lily Yeny Tejada Medina Nada parece más importante aislados unos de otros padres de hijos me duelen los recuerdos la sonrisa de mi madre la risa de mi hermana voz de mi padre aquella mesa del domingo los fines de semana no existen el lunes es domingo todos los días son iguales me escapo un día a verlos presagio de despedida regreso al aislamiento el hasta luego ya no existe mi ángel dejó su envoltura fue un decir adiós.

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MARÍA FILLAT SALVO (España) Nació en Zaragoza, Aragón España, el 4 de mayo del 1956. Poeta, secretaria médica y gestora cultural. Sus poemas son poesía y música al mismo tiempo. Ha publicado varios libros de versos y libros didácticos sobre acentos y otros. Editó digitalmente Versos cantados con cassette con tres poemas de amor con 7 voces aragonesas y Versos de amor. CD con trece poemas recitados y musicalizados. Libros de poesías: La vida en versos (1999), La vida en versos 2 (2017), Palabras deshechas (2019).

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VIRUS COVID 19. CANCIÓN (poesía) María Fillat Salvo

Zaragoza muy triste y desnuda está Zaragoza muy triste y desnuda está. Es mayo 2020 “estoy confinao”. Es mayo 2020 “estoy confinao”. Ahora tengo dos horas voy a salir por guntes, mascarilla y he de aplaudir. Me he puesto ropa limpica yo soy requeté escoscao, también guardo las distancias, y en casa yo me he duchao, he comprao mucho papel, está muy bien empleao. Chico no te alejes “tate” sosegao. Voy por mis patines ¡ay qué golpe me dado! Voy por mis patines ¡ay me estozolao! Me he puesto ropa limpica y en casa yo me he quedao. Todos manos pa la trona mientras duré el confinao las manos yo me he lavao. 249


al virus Covid diecinueve hay que echarle de este lao.

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PARA EL VIRUS DESTRUIR María Fillat Salvo Si quieres comer judiicas con chorizo que son muy ricas comidas con ilusión, o sardinicas recién hechas a la plancha o cocidico madrileño, ¡Si señor!, aquí en España hay muy buenos restaurantes muy bien os atenderán y hacer reserva os aconsejo por delante las manos limpias las tendremos. ¡Y a empezar! Garbanzos con zanahoria dan fuerza y bien han de ir para esta inmunizado ya así el virus destruir, el que necesite pasta solicite fidegua y si el problema es de peso ensalada comerá, vamos al siguiente plato con vínico cariñena, ternerica bien guisada también guardad bien las distancias, interesa masticar. Mira qué rico que sabe lo que está bueno 251


acompañado de alegría y buen humor, la gente maja y agradable, la tenemos, los que no rían se tomen un buen licor, que merecido un buen plato lo tenemos los que alegramos la cuestión, no decaemos pues las penas las vencemos los que tenemos corazón. Un buen postre ¡qué delicia!, tenemos para elegir, trufas buenas que alimentan con un cava catalán. Con una buena comida cultivamos la hermandad Tomaremos un sorbete para muy bien terminar. A tu amiga invitarás Y si te has quedad muy lleno os daréis un buen paseo, os pondréis la mascarilla y un buen provecho os hará.

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EPITAFIO (poesía) Marzo de 2021 María Fillat Salvo

Guardó la distancia, usó mascarilla: nadie lo creía…, murió, sin familia. Covid diecinueve, pandemia, ¡no leve!, es larga, no breve; la sufre la plebe. Tienen ya vacuna, ¿para ti ninguna!, estás en la tumba ya no hay sol ni luna.

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DESPEDIDA. EPITAFIO (poesía) A mi hermano Arturo Miguel María Fillat Salvo Ocho de febrero dos mil veintiuno tú subes al cielo con calor y humo. Te falto un te quiero, no te entendió el mundo, blanco ahora es tu velo, tu mirar oscuro. Fue duro el sendero, ahora ya, sin cuerpo, los que te quisieron ¡salen a tu encuentro!

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ALFRED ASíS (Chile) Nació en Santiago de Chile el 4 de septiembre de 1951. Cónsul de Isla Negra y Litoral de los Poetas, por Poetas del Mundo”, Isla Negra, Chile; Embajador de la Paz, por el “Círculo Universal de Embajadores de la Paz”. Coordina el Grupo de los Semejantistas, compuesto por poetas de varios países. Es autor y coautor de muchos libros de poesía. Organizador de un gran número de antologías que reúnen poetas de más de 30 países, entre las cuales Un borde azul para Bolivia (2015), Mil poemas a Óscar Alfaro (2015),

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SÍMBOLO DEL ÁNGEL GUARDIÁN3 Alfredo Asís Enfermera, uniforme blanco pureza, simboliza limpieza, cofia, honor mitigar dolores, la capa, caridad asistida al enfermo. 24 horas apoyando atenuar dolor, mano santa, termómetro, reloj, jeringa ¡Vida!

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Forma parte de los poemas llamados versAsis, que a decir de su creador, Alfred Asis, es un poema corto cuyo propósito es presentar una forma literaria nueva, con una capacidad de concentrar ideas valorativas sobre una persona o hecho importante construyendo el poema en dos estrofas de 4 versos cada uno con rimas asonantes o consonantes. Poesía que exigen pensar, ordenar y reordenar las palabras para la composición, la temática es una idea rebuscada y no muy fácil, pero que al mismo tiempo sea una estructura que no tenga tantos obstáculos para que estos versos puedan ser armados por personas mayores, jóvenes y niños. En los jóvenes estudiantes, es bueno provocar con las palabras, energía para la búsqueda de sinónimos, comparaciones, contrataciones y si se hace el poema para valorar al ser humano en sus manifestaciones humanistas.

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Colofón El presente libro digital se terminó de diseñar, hoy lunes 17 de mayo de 2021, a horas 1:50, en Quillacollo, Cochabamba, Bolivia.

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