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Duermevela o arder en el propio fuego de Carlos Vitale*

Duermevela o arder en el propio fuego de Carlos Vitale *

Rodolfo Del Hoyo

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Antes de empezar a hacer la reseña de Duermevela, me podría acoger a una de las frases poéticas del libro: “El mejor ponente, el ausente”. Podría ausentarme y el trabajo ya estaba hecho, quizá por aquello de que la poesía tiene tantas lecturas como lectores, y que hay quien dice que la poesía no debe ser explicada. También podría hacer como el reseñista que aparece en otra de sus frases: El reseñista prudente. “El mejor libro que he leído en los últimos minutos”. Pero no haré ni una cosa ni la otra. He leído el libro varias veces porque Carlos Vitale es un gran poeta y leerlo enriquece, y hablar de su obra, también. Vayamos, pues, al asunto.

El libro está estructurado en dos partes. La primera se titula “Duermevela”, como el conjunto, y, a su vez, está dividida en otras tres partes: “Duermevela”, “La parte por el todo” y “Jornada”. La segunda se titula “Alrededores”.

Las dos partes son muy distintas tanto en la forma como en el contenido, pero ambas tienen un punto en común referido a la forma: la brevedad. Hay otros aspectos relativos al tono y al estilo, a la voz del poeta, que atraviesan todo el conjunto de Duermevela y que me atrevería a decir que toda su obra: la ironía, el humor, la melancolía, la accesibilidad. La poesía de Vitale es accesible a cualquier lector. A partir de aquí todo es posible.

Hay dos actitudes ante la lectura: la de los leedores y la de los lectores. Los leedores se quedan en la superficie, no profundizan, no elaboran sus propias conclusiones. Los lectores, por el contrario, están llamados a la interpretación, a la lentitud de la duda crítica y a los merodeos de la imaginación. Un lector se puede quedar en la superficie. Leer y quedarse con el significado justo de las palabras. O bien ir más allá, mucho más allá, porque la poesía de Carlos Vitale nos ofrece en bandeja muchísimos estímulos para pensar y para ir más allá de las palabras. Muchas veces, la belleza de la poesía está en lo que no dice, en aquello que vemos cuando sus versos nos abren la puerta de la imaginación, del pensamiento, de las emociones, de los sentidos, del deseo, de las esperanzas, de las amarguras.

El 2012 asistí a la presentación de su libro Fuera de casa en versión bilingüe italiano / castellano, en Gallinaro, un pueblecito en un paraje precioso de los Apeninos al sur de Roma, patria del poeta Gerardo Vacana. Vacana dijo en el acto de presentación que la poesía de Carlos Vitale tenía “una brizna de verdad misteriosa”. Porque la verdad que contiene la poesía nunca se alcanza: la poesía es el temblor del espíritu del poeta frente al misterio de la existencia y su papel en este mundo que nos ha tocado vivir. Cada cual con su circunstancia.

En la primera parte de la primera parte, “Duermevela”, es donde Vitale nos anuncia su poética, esa luz que nos indica el camino de su verdad misteriosa entre el sueño y la vida. Vitale nos sitúa en ese terreno fronterizo de la ensoñación o del duermevela donde sentimos voces o silencios:

Cuando

la poesía

me visitaba

en sueños

siempre

dejaba

alguna huella

muda

donde nos asaltan imágenes o sombras que nos inquietan. ¿Somos sombras de la realidad, como decía Platón?:

Sombra

de un Dios

cabeza gacha

dioses abatidos

en sueños

La segunda parte de la primera parte, también brevísima, “La parte por el todo”, Nos ofrece unos poemas cercanos al aforismo donde Vitale también nos habla del misterio, de la espera de algo bueno que no acaba de llegar y que acaba por herirnos:

Cosecha lenta

Tendré que esperar a una flor tardía.

Y nos introduce de nuevo en el mundo de los sueños, que ya no son un duermevela sino un deseo:

En cabeza ajena

De todos modos,

mis sueños están en vosotros.

La tercera parte, “Jornada”, es más íntima, el poeta se busca a través de la palabra. También aquí vemos como nos va develando su poética:

Pepe Barroeta dice que no dice

El don

de la palabra

no es

un don,

es apenas

arder

en el propio

fuego,

abrasarse

hasta que la mano

dibuje

el vasto

signo

de la desolación.

Eso es la poesía, arder en el propio fuego. El poeta camina por los recodos oscuros del corazón y se busca en su proyección con los otros:

Jornada

Tú, de pie, desnuda en la penumbra.

Tu espalda es el arco del conocimiento.

Desde la cama, observo y espero.

Cuando te vuelvas me dirás quién soy.

Sin otra luz que mi deseo.

Podemos leerlo perfectamente como un poema erótico, y tanto. Pero ese verso: “Cuando te vuelvas me dirás quién soy”, nos ofrece de nuevo esa brizna de verdad misteriosa de la que hablaba Vacana y nos hace pensar que ese deseo del poeta es algo más o mucho más que un deseo carnal.

La segunda parte del libro, titulada “Alrededores” es un conjunto de frases que yo no sé definir. Podría decir que son aforismos, pero los aforismos forman parte de la literatura de pensamiento o ensayo. Un aforismo es una declaración breve que pretende expresar un principio de una manera concisa, coherente y en apariencia cerrada. Pero hay aforismos que se acercan a la poesía y hay poemas aforísticos. Tampoco me atrevo a definirlos como sentencias, como frases o dichos que encierran una doctrina o moralidad. Yo los definiría en una zona fronteriza entre la sentencia, el aforismo y la poesía. No son ninguna de las tres cosas y son las tres cosas a la vez. Vitale les ha dado un orden alfabético, que puede responder también a un deseo de ponerse orden o de recomponerse. Es tan inmensa esa segunda parte, tan llena de mensajes, sonrisas, dolor, esperanza, ironía, humor, que me resulta difícil describirla en pocas palabras y me acojo a lo que dicen los editores:

Sobrecogedor alfabeto de la desolación, de las letras ordenadas de Duermevela nacen frases poéticas que recuerdan los aforismos de Lichtenberg y La Rochefoucauld, la antipoesía de Nicanor Parra o la poesía hermética de Giuseppe Ungaretti: confidencias de las ilusiones desmanteladas por el paso del tiempo que, al encadenarse, logran un discontinuo conjunto de inesperado sentido y coherencia.

Nota

*Carlos Vitale, poeta, traductor y antólogo, nació en 1953 en Buenos Aires, en el seno de una familia italiana. Desde 1981 reside en Barcelona, donde completó sus estudios de Filología hispánica con los de Filología italiana. Ha publicado Códigos (1981), Noción de realidad (1987), Confabulaciones (Premio de Poesía Ciudad de Zaragoza, 1992) y Autorretratos / Autoritratti (Premio de Poesía Venafro, 2001), todos ellos recogidos en Unidad de lugar 1976- 1997 (2004). Es autor, asimismo, de Selección poética / Selected Poems (1998), Vistas al mar (2000) y Fuera de casa (2014). Prestigioso traductor, ha introducido entre los hablantes de lengua castellana numerosos libros de poetas italianos y catalanes: Su labor como traductor ha sido reconocida con numerosos premios internacionales.

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Manuel del Carbral

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