10 minute read

Lo valiente y lo

Next Article
Entrevista

Entrevista

LO VALIENTE Y LO DEMOLEDOR EN EL ARTE

Dos muestras para la historia de la performance, de parte de Marina Abramović

Advertisement

CAROLINA BANEGAS

www.lacamaradelarte.com

La artista serbia Marina Abramović figura en los libros de Historia del Arte gracias a su valiente y subversiva forma de entender la expresión artística, una visión que expresó a través de un medio nuevo y arrebatadoramente lleno de vida y sugestión; la performance.

Nació en 1946 en Belgrado, antigua Yugoslavia, siendo hija de dos partisanos de la II Guerra Mundial y héroes nacionales bajo el régimen del mariscal Tito. La propia artista cuenta que su madre comenzó a estudiar Historia del Arte siendo ella muy pequeña y que era habitual que la llevara en carrito a los museos y le leyera libros de arte como si fueran cuentos. De este

modo, la faceta artística de Marina empezó a gestarse desde muy temprana edad.

La reconocida performer, cuenta que en su educación intervino tanto el férreo

comunismo que respiraba en el hogar paterno, como el puro tradicionalismo ortodoxo propio de una de sus abuelas, con quien convivió. Ambas tradiciones constriñeron e inspiraron a Marina por igual. Muy interesante es una anécdota sobre cómo decidió dedicarse al arte

de acción, recogida en sus memorias. Dice que una vez que vio por televisión a Tito pronunciando un discurso sobre Marx y Engels, experimentó su primera aproximación a la performance. Marina afirma que la reacción que creó aquella actuación en ella, le hizo darse cuenta de que ese era el medio a través del cual deseaba expresarse, y que por ello dejó de pintar. Según sostiene, trabajar en un medio bidimensional, no le permitía la transmisión de energía que sí ofrecía la acción performativa.

Desde sus primeras producciones, Marina se arriesgó a transgredir, incomodar y utilizar su cuerpo como objeto artístico y como arma con la que agredir la mente del espectador. Se dedicó a explorar los lindes entre el Arte, el sufrimiento físico y la sugestión psicológica del público, arriesgando incluso su integridad física; su objetivo fue siempre la creación violenta de un vínculo tan íntimo como turbador

con el receptor.

Cuerpo, acción y conmoción: Las obras Rythm e Imponderabilia La performance, una forma de arte visual basada en la experimentación, busca trascender la frontera entre sujeto y objeto. Marina lo consigue dinamitando los límites del control sobre el propio cuerpo y transfigurando los roles de artista y público.

Abramović, ofrece su cuerpo como sujeto, pero también como objeto y medio artístico, y, con ello, quebranta deliberadamente el principio de estatismo, de intemporalidad y de materialidad en la obra del arte. Así es como crea un arte escandaloso, perturbador y capaz de llegar a nuestras emociones de la manera más punzante.

Una de sus primeras grandes producciones fue la serie conocida como Rythm (1973-74), compuesta por las acciones Rhytm 10, Rhytm 5, Ryhtm 2 y Rythm 0. Por descontado, se trata de una muestra totalmente transgresora y arriesgada en la que Marina exploró y superó las barreras del Body Art, al tiempo que caminó por los límites del dolor físico, la automutilación y la resistencia moral del público. Los receptores adoptaron el rol de testigos y cómplices de todas las lacerantes experiencias que componían la serie. Aún hoy en día, esta muestra provoca gran controversia.

En Rhytm 10, la artista realizó una exploración del ritual y el gesto como productos humanos simbólicos. Dispuso de una colección de veinte cuchillos de diferentes tamaños y dos grabadoras para ejecutar el juego ruso de dar golpes rítmicos de cuchillo entre los dedos abiertos de una mano.

La performance comenzaba en el momento en el que la artista procedía a dar golpes rítmicos con el primero de los cuchillos entre los dedos de su otra mano, hasta cortarse. Esto se repetía con cada uno de los cuchillos y, en el momento en que la acción terminó, y habiéndose cortado más de veinte veces, reprodujo los sonidos grabados para replicar los mismos movimientos anteriores, pero esta vez sin cuchillos. De este modo, trató

unir el pasado con el presente. Su objetivo era ahondar en la idea de la repetición del pasado, en los patrones del comportamiento de la mente y en el estado de conciencia en el que se encuentra el individuo en el instante mismo de realizar una acción.

La siguiente de las acciones que componen la serie, Rhytm 5, es una de las que más perjudicó la imagen pública de la artista. En esta ocasión, Marina dibujó una estrella gigantesca en el suelo, la roció con gasolina y, después, la prendió. La artista se situó al lado de la estrella y se cortó las uñas y el pelo para arrojarlos a las llamas, provocando chispas y estallidos. A continuación, Marina saltó al interior de la forma, donde permaneció hasta caer finalmente desplomada, debido a la inhalación de los gases.

Dada la dificultad para ver a la artista entre las llamas, el público tardó tiempo en ver cómo se encontraba Marina, pero, afortunadamente, pudieron rescatarla antes de que el resultado fuera fatal. Ella declaró que con esta acción buscaba manifestar y vivir el vigor y la fuerza que provoca el dolor físico extremo.

En el momento en que esta performance se llevó a cabo, y todavía hoy en día, un gran sector del público y la crítica insistió en que la estrella de Marina era un pentáculo satánico; sería una pesada losa sobre sus hombros durante toda su carrera. Sin

embargo, la artista declaró que se trataba de la estrella roja comunista, omnipresente en su niñez y juventud debido a la estrechísima relación de sus progenitores con el régimen comunista yugoslavo.

Ella cuenta que la estrella comunista llegó a convertirse para ella en un símbolo de represión y en la representación de su necesidad de un cariño paternal que nunca recibió. Como ella ha afirmado, sus padres la educaron bajo una férrea disciplina de corte militar y en un ambiente carente por completo de amor y libertad para expresar sentimientos.

Otra de las acciones fue Rhytm 2, en la que se experimentaba con estados de lucidez y de pérdida de control del cuerpo y la consciencia, causados por el consumo desmedido de fármacos para el tratamiento de patologías psiquiátricas o neurológicas.

Primero, ingirió una píldora empleada en el tratamiento de la catatonia, lo cual le provocó violentas convulsiones que hicieron que perdiese el control de su cuerpo, aunque manteniendo la mente totalmente lúcida. Su cuerpo no le obedecía pero era consciente de todo lo que pasaba. Después de esto, ingirió otra píldora indicada para la depresión y las conductas violentas, y esto paralizó su cuerpo. En este caso, aunque su cuerpo parecía estar bajo control, su mente era la que se encontraba completamente

ausente.

Rythm 0 fue quizá la más desgarradora de las acciones que formaron parte de esta serie de performances. En concreto, esta ha pasado a la historia por su crudeza y por la violencia que contenía.

Otra de las acciones fue Rhytm 2, en la que se experimentaba con estados de lucidez y de pérdida de control del cuerpo y la consciencia, causados por el consumo desmedido de fármacos para el tratamiento de patologías psiquiátricas o neurológicas.

Primero, ingirió una píldora empleada en el tratamiento de la catatonia, lo cual le provocó violentas convulsiones que hicieron que perdiese el control de su cuerpo, aunque manteniendo la mente totalmente lúcida. Su cuerpo no le obedecía pero era consciente de todo lo que pasaba. Después de esto, ingirió otra píldora indicada para la depresión y las conductas violentas, y esto paralizó su cuerpo. En este caso, aunque su cuerpo parecía estar bajo control, su mente era la que se encontraba completamente

ausente.

Rythm 0 fue quizá la más desgarradora de las acciones que formaron parte de esta serie de performances. En concreto, esta ha pasado a la historia por su crudeza y por la violencia que contenía.

Marina ofreció su cuerpo al público, junto con 72 instrumentos diversos (un lápiz, una rosa, una cámara fotográfica, cuchillos, perfume, cadenas, una pistola cargada… etc.). La acción consistía en ponerse frente al público y ofrecérsele, sentada, para que los distintos individuos decidieran qué hacer con ella, qué decir, cómo actuar… La actitud de la artista sería completamente pasiva, su semblante impasible, pero al cabo de seis horas, se levantaría de su asiento y caminaría hacia el público. La performance terminaría de este modo.

Se trataba de hacer una reflexión sobre la confianza y el contrato social, pero terminó por convertirse en una confirmación de la tendencia natural del ser humano hacia

la crueldad y la violencia. Los visitantes acabaron cortando su ropa, clavándole espinas de rosas en el estómago e, incluso, alguien le apuntó a la cabeza con la pistola (aunque hubo una persona que intervino para impedir un disparo). Cuando la acción terminó con Marina

incorporándose y caminando hacia el público, los asistentes salieron del lugar, escapando, ante la posibilidad de que la artista fuera a enfrentarse realmente a ellos y a vengarse por lo que había tenido que soportar.

La artista serbia, comentó años más tarde:

“Lo que aprendí fue que, si dejas que el público decida, te pueden matar”.

La siguiente obra de Marina a la que nos vamos a referir, es igualmente una de las más representativas: Imponderabilia (1977). En este caso, la acción se llevó a cabo gracias a la pareja – artística y sentimental – formada por ella y el fotógrafo y performer Uwe Laysiepen (Ulay).

Con él, Marina mantuvo una prolongada y fructífera relación creativa y de esta asociación, surgieron diferentes obras dirigidas a reflexionar sobre las formas de organización social patriarcal y sobre la necesidad humana de crear,

reproducir y conservar ritos sociales. Era habitual que Ulay y Marina se vistieran del mismo modo y se comportaban de la misma forma en sus trabajos en común, haciendo al público meditar sobre los constructos sociales que sustentan la separación entre los roles femenino y masculino a través la representación de la dualidad sexual.

En el desarrollo de Imponderabilia (1977), los dos artistas se situaban desnudos a

ambos lados de la puerta de entrada a un museo, obligando a los visitantes a entrar de lado y a elegir a cuál de los dos preferían dar la espalda y a cuál preferían acercarse de frente. La fricción y la interacción con el visitante generaba desde el principio un desequilibrio violento y una suerte de invasión de la intimidad, tanto por parte del visitante hacia los artistas, como a la inversa. Los espectadores eran víctimas de Marina y Ulay desde que pasaban por esa puerta sin saber qué les esperaba, pero también, de algún modo, se convertían en agresores al entrar en un contacto tan extremadamente personal hacia los performers.

Los dos artistas permanecieron inmóviles y desnudos, como soldados al umbral físico de aquel acceso durante más de tres horas. Finalmente, la policía intervino y disolvió la acción.

Según Abramović, los cuerpos de ambos representaban el umbral de la conciencia humana y, en efecto, la acción sirvió para recopilar un valiosísimo registro gráfico de reacciones humanas que constituyen un interesante documento de valor sociológico.

Transmitir mediante el cuerpo, la acción y la conmoción

Lo cierto es que, al margen de las críticas y del parecer de cada uno, la amplia obra de Marina no deja a nadie indiferente; es el objetivo que la artista se ha propuesto siempre alcanzar. Abramović, se entrega al público para transmitirle un mensaje que cada cual descodifica e interpreta de un modo distinto, pero que, en cualquier caso, llega a través de la emoción, crea un vínculo personal y, por supuesto, conmociona.

Marina, en definitiva, se entrega; es un médium entre el Arte y el público. Ella misma declara que su propósito en cada uno de sus trabajos es entregarse por completo al público, no dejarse nada fuera.

A su parecer, la corrección política no debe poner límites al Arte ni al artista, y por ello trata siempre de dar forma al mensaje que quiere hacernos llegar sin tapujos, con una valentía única y a costa de cualquier circunstancia. Tal y como ha declarado en innumerables ocasiones, defiende que el creador ha de entregar toda su energía a través de su obra, para que el público pueda después decidir si acepta o rechaza el resultado, pero habiendo recibido antes toda esa carga sensible y genuina transferida por el artista.

This article is from: