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REALIDADES María: Mujer, Madre y Señora

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Paulina Galicia

Así es como viven los hijos de María

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Mantente en paz y en completo reposo, vive para Jesús en cada momento, o mejor, vive como si no estuvieras aquí para ti mismo, pero deja que Él viva en ti a su gusto; déjalo que camine así, en todas las circunstancias y en todos los encuentros. Vive así, sin miedo ni preocupación, porque así es como se vive como hijos de María y Jesús; nunca pienses en ti mismo voluntariamente; abandona el cuidado de tu alma sólo a Jesús. Tu alma le pertenece. Por tanto, depende de Él cuidarla, porque es suya. En términos generales, destierra todo miedo y reemplaza este sentimiento con amor; en todo esto, actúa con suavidad, dulzura, firmeza, sin prisa, sin ira. Camina de esta manera con amabilidad y completa confianza.

Extracto del libro Buscando y manteniendo la paz del corazón, de fray Jacques Philippe, en www.finerfem.wordpress.com

María:

Mujer, Madre y Señora

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Egipto acogió a María cuando se vio obligada a huir con José ante la amenaza del rey Herodes, que buscaba a Jesús para matarlo, según la narración del evangelista Lucas. Aquella fue la primera presencia de María en tierras africanas. Hoy, 20 siglos después, la figura de la Madre de Dios sigue presente en muchos países del continente. No de manera física, como en tiempos de Jesús, pero sí en el corazón de millones de africanos. La devoción a María en África se puede constatar hoy a través de los innumerables santuarios y lugares de culto mariano repartidos por todo el continente.

Intención de oración universal: El mundo de las finanzas

«Recemos para que los responsables del mundo financiero colaboren con los gobiernos, a fin de regular el campo de las finanzas para proteger a los ciudadanos de su peligro».

La crisis financiera que globalmente se ha venido experimentando en los últimos años y que se ha visto más afectada con la crisis sanitaria, es una de las preocupaciones en las agendas de los países a nivel global; pareciera que no hay reglas claras que ayuden a los gobiernos a alcanzar una solución inmediata a la situación de desempleo que ha crecido de manera preocupante y afecta a gran parte de la sociedad.

La Iglesia ha sensibilizado y exhortado a todas las naciones a crecer en una mayor cooperación internacional en el orden económico. Es verdad que casi todos los países del mundo son independientes; pero en términos económicos se experimenta una desigualdad económica, más en algunos con relación a otros.

El papa Francisco en su deseo de ayudarnos a repensar nuestro quehacer pastoral e invitarnos a ser una Iglesia en salida, no sólo se preocupa por las cuestiones espirituales y pastorales de la Iglesia, sino también por lo material, como ya lo decía en su Exhortación apostólica: «La necesidad de resolver las causas estructurales de la pobreza no puede esperar, no sólo por una exigencia pragmática de obtener resultados y de ordenar a la sociedad, sino para sanarla de una enfermedad que la vuelve frágil e indigna y que sólo podrá llevarla a nuevas crisis» (EG, 202). El asistencialismo social debe ser practicado sólo y únicamente para sanar heridas y solucionar problemas inmediatos, pero se debe apostar más a resolver radicalmente el problema de fondo, atacando más bien a todo aquello que causa inequidad entre las naciones y afecta cada vez más a los que menos tienen, dice el papa Francisco.

Los cristianos estamos llamados a practicar la caridad, sin distinción de raza, ni color ni religión; caridad basada en el Amor de Dios hacia cada uno, y así de esa manera amar a los demás; también estamos llamados a cooperar «en la recta ordenación de los asuntos económicos y sociales».

Unidos en oración con el papa Francisco, recemos para que los responsables de la economía en el mundo, se esfuercen por cooperar cada vez más con las economías débiles y que todos juntos trabajemos en construir una sociedad más justa y de iguales oportunidades para todos, que seamos capaces de compartir con el que menos tiene y así vivir la caridad de Dios en el mundo.

NECESITAMOS OTRA POLÍTICA

El próximo 6 de junio, en nuestro país habrá elecciones para muchos cargos civiles, desde diputaciones federales y gubernaturas en diferentes Estados, hasta diputaciones locales y presidencias municipales. El ambiente se ha enrarecido y han aparecido de nuevo tantos intereses, legítimos e ilegítimos.

Cuando servía como obispo en Chiapas, siempre solicitaban, casi sólo en tiempos electorales, platicar conmigo varios aspirantes a cargos públicos, y siempre les preguntaba qué les movía a postularse. La mayoría me respondían que era para servir al pueblo, para hacer algo por la comunidad, para que otros ya no robaran al erario público, etcétera. Sólo uno me confió que no sabía hacer otra cosa en su vida y que, si triunfaba, tendría un buen dinero para sí y los suyos...

En el actual proceso electoral, me he enterado de presiones de grupos mafiosos para influir en la designación de candidatos. Invierten mucho dinero para ganar una elección, y así tener «derecho» a intervenir en el Gobierno, con amplia libertad para hacer lo que quieran. Una nota periodística refiere que el Presidente del país declaró textualmente el pasado 28 de febrero en Zacatecas: «Hay regiones en donde ellos deciden quién debe ser candidato y quién va a ser el presidente, y a los otros candidatos los amenazan y los hacen a un lado. Eso no se puede seguir permitiendo. Imagínense: si el presidente municipal de un pueblo llega apoyado por la delincuencia organizada o por la delincuencia de cuello blanco, senci-

llamente va a ser un pelele, un títere, un empleado de quien dio el dinero para que ese candidato, en su momento, comprara los votos, traficara con la pobreza de la gente y llegara al cargo, no para servir al pueblo, sino para servir a esos grupos de intereses creados». Esto es verdad y al Gobierno compete hacer todo lo posible para que no siga sucediendo.

Llama la atención que haya tantas personas que anhelan contender por un cargo público, a pesar de presiones y amenazas incluso contra su vida, de peligros y riesgos. hora de construir el México que queremos, el país que deseamos legar a las generaciones venideras. También a darnos cuenta de que un futuro esperanzador se forja en un presente de hombres y mujeres justos, honestos, capaces de empeñarse en el bien común, ese bien común que en este siglo XXI no goza de buen mercado. La experiencia nos demuestra que cada vez que buscamos el camino del privilegio o beneficio de unos pocos en detrimento del bien de todos, tarde o temprano, la vida en sociedad se vuelve un terreno fértil

Hay muchos problemas y carencias; los recursos nunca alcanzan. ¿Qué les mueve, más allá de sus palabras y promesas? ¿Qué hacer para lograr una mejor política?

Pensar

El papa Francisco, en su visita de hace cinco años a nuestra patria, en Palacio Nacional, invitó a la clase política y dirigente «a reflexionar sobre la propia responsabilidad a la para la corrupción, el narcotráfico, la exclusión de las culturas diferentes, la violencia e incluso el tráfico de personas, el secuestro y la muerte, causando sufrimiento y frenando el desarrollo. »Una cultura ancestral y un capital humano esperanzador, como el suyo, tienen que ser la fuente de estímulo para que encontremos nuevas formas de diálogo, de negociación, de puentes capaces de guiarnos por la senda del compromiso solidario. Un compromiso en el que todos, comenzando por los que nos llamamos cristianos, nos entreguemos a la construcción de una política auténticamente humana y una sociedad en la que nadie se sienta víctima de la cultura del descarte. »A los dirigentes de la vida social, cultural y política, les corresponde de modo especial trabajar para ofrecer a todos los ciudadanos la oportunidad de ser dignos actores de su propio destino, en su familia y en todos los círculos en los que se desarrolla la sociabilidad humana, ayudándoles a un acceso efectivo a los bienes materiales y espirituales indispensables: vivienda adecuada, trabajo digno, alimento, justicia real, seguridad efectiva, un ambiente sano y de paz. »Esto no es sólo un asunto de leyes que requieran de actualizaciones y mejoras –siempre necesarias–, sino de una urgente formación de la responsabilidad personal de cada uno, con pleno respeto del otro como corresponsable en la causa común de promover el desarrollo nacional. Es una tarea que involucra a todo el pueblo mexicano en las distintas instancias tanto públicas como privadas, tanto colectivas como individuales».

Actuar

Colaboremos, cada quien desde nuestra competencia, para construir una mejor política en bien de la comunidad, asunto que es competencia de todos, desde la familia, y para salvar la política partidista, que no sea una lucha encarnizada para destruirse unos a otros, sino un camino para desgastar la propia vida en beneficio de los demás. Esa es la buena política partidista que necesitamos, en la que los ministros religiosos no intervenimos.

María, modelo de discipulado misionero

–Primera parte–

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Murillo

Hace unos días facilité un retiro para un grupo de una parroquia e invitamos a María a sentarse con nosotros. Queríamos que nos compartiera, como lo hizo con Lucas, cómo empezó todo; que nos hablara de su relación con Jesús y con José, sobre todo, le pedimos que nos contara cómo fue descubriendo el proyecto de Dios en su vida, y cómo fue que supo decir «sí» a tan temprana edad.

«Pablo, siervo de Dios y apóstol de Jesucristo para hacer que los elegidos de Dios lleguen a la fe y al conocimiento de la verdad que se manifiesta en una vida religiosa... A Tito, mi verdadero hijo en nuestra fe común, gracia y paz de parte de Dios Padre y de Jesucristo nuestro Salvador. Te he dejado en Creta para que termines de organizarlo todo y establezcas presbíteros en cada ciudad, siguiendo las instrucciones que te di» (Tit 1,1.4-5).

Tito es uno de los misioneros de la iglesia primitiva que es poco conocido, a pesar de que desempeñó un papel importante en el establecimiento y desarrollo de la Iglesia durante los primeros años de su existencia. Era un amigo entrañable y compañero de misión de Pablo (Gal 2,1). Fue líder de varias comunidades (Tit 1,5).

Tito era griego, tal vez convertido por Pablo, por eso lo llamaba «mi verdadero hijo en esta fe que compartimos» (Tit 1,4) y hermano (2Cor 2,13). Como muchos recién bautizados de su tiempo, él se convirtió en un misionero entusiasta e incansable. Se volvió un aliado inseparable de Pablo en su apostolado y viajes misioneros (2Cor 7,6-7). Esta es una característica de las Iglesias jóvenes y recién nacidas, como sucede en-

Chemello Alberto González

Por: P. Fernando MAL GATKUOTH, mccj Roma, Italia

Tito, misionero entusiasta y generoso

tre el pueblo nuer, en Sudán del Sur, donde serví como misionero durante 14 años, muchos de los nuevos bautizados se convertían en líderes de las comunidades nacientes: catequistas, conductores de canto o danza litúrgica, en la Legión de María u otros grupos parroquiales.

La fe, generosidad y capacidad de Tito hicieron que Pablo lo integrara en su equipo y le confiara misiones especiales que él cumplió con éxito. Le encargó llevar su segunda carta a los corintios, que era fuerte y severa para solucionar los grandes conflictos que surgieron en esa comunidad (2Cor 7,6-13); lo comisionó para llevar la colecta para los pobres de Jerusalén que hicieron los corintios (2Cor 8,6); lo llevó en su equipo y participó en el primer Concilio de la Iglesia, en Jerusalén, y que fue esencial para la extensión de la Iglesia en el mundo (Gal 2,1-5); le encomendó el cuidado pastoral de la comunidad de Creta (Tit 1,5) y la fundación de la Iglesia en Dalmacia (2Tim 4,10).

Tito nos da una gran enseñanza: su conversión y adhesión a su nueva fe fue total y generosa; así como Pablo naturalmente se transformó en un misionero incansable para compartir ese encuentro con Jesús que lo transformó y le dio nueva vida. Lo mismo sucedió muchos siglos después con muchos nuevos católicos del pueblo nuer que buscaron refugio en otros países por causa de la guerra y que, cuando experimentaron una nueva vida de fe, regresaron a Sudán del Sur –en medio del conflicto– a compartirla con sus paisanos para que ellos también tuvieran oportunidad de vivir en plenitud, a pesar de la violencia.

Tres preguntas para reflexionar: ¿Has sentido, al igual que Pablo, Tito y los nuevos bautizados del pueblo nuer, ese deseo e impulso interior de compartir tu fe en Jesús y cómo te ayuda a vivir en plenitud? ¿Qué has hecho? Y si no has experimentado ese deseo e impulso interior por evangelizar, ¿cuál crees que sea la razón?

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