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LA CARTA En la salud y en la enfermedad
www.esquilamisional.org ISSN 0186-8314
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Año 68 No. 799 febrero 2022
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Misioneros ancianos testigos hasta el final
EN LA SALUD Y EN LA ENFERMEDAD
Llevamos ya dos años conviviendo con la pandemia de Covid-19, y la nueva variante Ómicron parece que nos hará convivir con ella aún por un tiempo. A pesar de que esta nueva cepa parezca menos agresiva, lo cierto es que nuestras vidas seguirán experimentando la dolorosa experiencia de la enfermedad. No es nada nuevo, porque antes de la pandemia –y después de ella– la enfermedad, sea la que sea, forma parte de la realidad humana, haciendo que seamos conscientes de nuestra fragilidad y de que nuestras Ismael Piñón existencias están siempre en las manos de Dios.
La enfermedad, como también la vejez, son realidades que están ahí y de las que no podemos escapar. Sin embargo, sí que podemos vivirlas y aceptarlas con un espíritu positivo, teniendo siempre presente que desde el día en que nacemos hasta el día en que Dios nos llama para encontrarnos defnitivamente con Él, el Señor nos acompaña y nos da una misión para realizar en este mundo. Así lo entienden, por ejemplo, un grupo de misioneros que viven en el Oasis, la residencia que los Misioneros Combonianos tienen en Guadalajara para ancianos y enfermos; o las Hermanas Hospitalarias de Kinshasa que, con su centro Telema, acogen y abren las puertas de la esperanza para los cientos de enfermos mentales de la capital congoleña. De ambos lugares damos una amplia información en este número de Esquila Misional.
La salud es un don muy preciado que valoramos con mayor intensidad cuando la enfermedad o la ancianidad llaman a nuestra puerta o a la de nues-
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La Carta
P. Ismael PIÑÓN, mccj 1
tros seres queridos. Sentirnos frágiles y limitados es una experiencia que nos puede llevar a la depresión o al sentimiento de que somos inútiles y de que no valemos para nada. Pero es precisamente en esos momentos cuando nos abrimos con mayor facilidad al amor y la misericordia de Dios. Si abrimos nuestro corazón, podremos percibir su ternura a través de los que nos cuidan y se preocupan por nosotros, y así transformar una situación de sufrimiento en una oportunidad para ver nuestra existencia como un don que hemos recibido y que podemos seguir ofreciendo como sacrifcio de alabanza y de intercesión, porque sabemos que, aún en la debilidad, nuestro Padre no deja de mostrarnos su amor. El Señor siempre es fel, en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, hasta que la muerte nos una defnitivamente con Él.