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REALIDADES «Fen Xiang», rostro de la misión
Intención de oración universal: Un estilo de vida ecosostenible
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«Recemos para que todos tomemos decisiones valientes a favor de un estilo de vida sobrio y ecosostenible, alegrándonos por los jóvenes que están comprometidos con él».
Por: P. José DE LA CRUZ, mccj
OTRO PAÍS, DESDE DIOS
La delincuencia organizada está invadiendo muchos espacios; gobierna e impone sus leyes, y nuestro pueblo se siente desprotegido. Además de los extremos, como son los asesinatos y los secuestros, en la vida ordinaria hacen lo que quieren, sin quien les contenga. Pongo sólo un ejemplo: el kilo de tortilla, que es el alimento de maíz básico para la mayoría, hace un año costaba 15 pesos; luego lo subieron a 18, debiendo entregar a esos mino, pero no nos obliga a seguir sus senderos. Él nos necesita para cambiar este país, pero somos libres para hacer lo que queramos. Sin Dios, nos destruimos unos a otros, como Caín que mató a su propio hermano.
Un jefe de esos grupos criminales acostumbra entrar a un templo a hacer oración porque es muy devoto de la Virgen. Cuando llega, dos de sus pistoleros están a la puerta del templo para protegerlo, y otros dos a la entrada del atrio, para que nadie entre. ¿Eso es fe? ¿Dios y la Virgen le escuchan y le ayudan? Claro que le escuchan y le ayudan, pero no para hacer el mal, sino para que se convierta y cambie de vida, si él está dispuesto a escuchar a Dios.
Muchos, desde nuestras familias, aprendimos a darle a Dios el lugar que le corresponde y a esforzarnos por vivir conforme a sus mandamientos. Por esa fe que recibimos desde nuestro bautismo y que cultivaron nuestros padres, la inmensa mayoría somos gente buena, pacífcos, respetuosos de los demás y solidarios. Pero muchos de los delincuentes proceden de familias sin educación en la fe, sin brújula que les ilumine en la vida, expuestos a dejarse embaucar por quienes tienen como máxima aspiración el dinero y el placer. Si conocieran a Dios, si escucharan su Palabra, si se acercaran a los sacramentos, otra sería su vida y otro sería nuestro país.
Sin embargo, los estados de la República donde más se han recrudecido el crimen y el narcotráfco, tienen losmás altos porcentajes de católicos en el país. ¿Esto signifca que no sirve la religión? Claro que sirve; pero
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grupos tres pesos por cada kilo; después a 19 y, ahora, a 20 pesos (casi un dólar). Los simples ciudadanos nada podemos hacer para evitar esta arbitrariedad. ¿Dios nos puede ayudar a resolver esto? Claro que puede, pues es todopoderoso y puede hacer hasta milagros, pero de ordinario nos necesita a nosotros para transformar las realidades, pues para eso nos hizo a su imagen y semejanza. Nosotros somos los constructores de la sociedad que queremos. Dios nos enseña el ca-
Por: Felipe Card. ARIZMENDI Fotos: Jorge García
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es una llamada de atención para revisar la pastoral evangelizadora que llevamos a cabo, porque quien en verdad encuentra a Dios en Cristo, lleva otro estilo de vida. El verdadero Dios nos enseña el camino del bien, de la justicia, del respeto a los otros, del amor al prójimo, pero nos deja en libertad para hacerle caso, o para vivir como si Él no existiera. Dios puede cambiar nuestro país, siempre y cuando nosotros adecuemos nuestra voluntad a la suya.
Pensar
El papa Francisco, en su encíclica Fratelli tutti, (FT), dice: «La fe colma de motivaciones inauditas el reconocimiento del otro, porque quien cree puede llegar a reconocer que Dios ama a cada ser humano con un amor infinito y que con ello le confiere una dignidad infinita. A esto se agrega que creemos que Cristo derramó su sangre por todos y cada uno, por lo cual nadie queda fuera de su amor universal. Y si vamos a la fuente última, que es la vida íntima de Dios, nos encontramos con una comunidad de tres Personas, origen y modelo perfecto de toda vida en común» (FT 85).
Los obispos mexicanos, en nuestro Proyecto Global de Pastoral 2021+2033 (PGP), decimos: «Constatamos que existe un gran déficit en la formación cristiana del Pueblo de Dios; hay un analfabetismo religioso preocupante en un gran número de creyentes, permaneciendo en ellos una gran confusión y vacío en el conocimiento de las verdades fundamentales de su fe; esto se manifiesta en la superficialidad de sus compromisos sacramentales y en la ligereza de la vivencia de los valores del Evangelio en su vida diaria» (PGP 80).
«Somos conscientes que es fundamental descubrir que ante esta realidad que nos desafía y cuestiona, a todos nos toca recomenzar desde Cristo. Partir de este encuentro personal y transformador de cada creyente con Jesús en su vida, que abre un auténtico proceso de conversión, comunión y solidaridad. Este momento de encuentro con el Hijo de Dios es fundamental en la vida de todo cristiano, pero es necesario promover creativamente esta experiencia desde nuestras parroquias, grupos y movimientos apostólicos, para que sea un encuentro pleno de fe, que va más allá de lo institucional, lo burocrático o lo meramente “clientelar”. Ningún católico podrá vivir con pasión y responsabilidad su fe sin esta experiencia kerigmática y catequética de Jesús vivo. Muchos católicos se avergüenzan de su pertenencia eclesial, pues como pastores no les hemos ayudado a dar sentido a su existencia, en esta realidad concreta e histórica» (PGP 85).
Actuar
Apreciemos nuestra fe como un motor de cambio personal, familiar y social. Abramos el corazón a Dios que nos enseña el camino de la fraternidad, del respeto a los otros y del amor solidario. Eduquemos a las familias, a niños y jóvenes, para que descubran el amor de Dios manifestado en Cristo, y esforcémonos por vivir conforme a la luz y al camino que Él nos ofrece. Si Dios está en nuestras vidas, el país cambiará y viviremos en paz; si lo ignoramos, iremos de mal en peor.
«Ha sido un derroche para con nosotros...»
(Ef 1,1-10) –Última Parte–
Al hablar sobre el «derroche» en el número anterior, veíamos cómo la magnanimidad del Padre Pródigo (Lc 15,11-32) es la imagen más elocuente de Dios derrochador. En su libro El Dios Pródigo, Tim Keller dice que en esta parábola se centra el mensaje cristiano. Para él, «la gracia desmesurada de Dios» se muestra en todo su esplendor: primero al repartir sus bienes, y luego en la manera extravagante en que recibe y agasaja al hijo que regresa.
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«Ellos odian al que juzga rectamente en el tribunal y detestan al que testifca con verdad. Por eso, porque pisotean al pobre y le arrebatan el impuesto del grano, no habitarán esas casas de piedra labradas que se han edifcado, no beberán el vino de esas parras selectas que han plantado. Porque yo sé que son muchos sus crímenes y graves sus pecados. Oprimen al justo, no dejan de sobornar y atropellan al necesitado en el tribunal» (Am 5,10-12).
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Amós, el profeta de los derechos humanos y la justicia
Por: P. Fernando MAL GATKUOTH, mccj Roma, Italia
wikipedia.org
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Amós era de Tecoa, una aldea del Reino del Sur, era un pastor y también un agricultor; como él mismo lo señala (Am 7,14) Dios lo llamó a profetizar; esto sucedió durante el reinado de Uzías de Judá y Jeroboam II de Israel, alrededor del 760-754 a.C. La misión que Dios le encomendó era porque como él mismo dice: «Yo no era profeta ni discípulo de profeta, sino que me dedicaba a cuidar el ganado y cultivar higueras» (Am 7,14), significa que no era de una familia sacerdotal o de profetas.
Él era un laico que no había asistido a escuelas para estudiar las escrituras o la ley, pero tenía una gran fe y una relación con Dios que lo facultó para escuchar su llamado: «Pero el Señor me tomó y me ordenó que dejara el rebaño diciéndome: “Vete y profetiza a mi pueblo Israel”» (Am 7,15). Su misión también era muy compleja porque un «sureño» fue al norte a denunciar sus incoherencias y pecados en la manera de practicar su religión.
Amasías, el sacerdote de Betel, le dijo: «Vete, vidente, márchate a Judá; gánate la vida profetizando ahí. Pero no sigas profetizando en Betel, porque es el santuario del rey y el templo del reino» (Am 7,12-13). El pueblo de Israel se dividió en dos reinos en el 930 a.C., el reino de Israel al norte y el reino de Judá al sur.
Amós dirigió su mensaje a la clase política, religiosa y rica; denunció su avaricia, corrupción socialreligiosa y las injusticias cometidas contra los pobres. A pesar de que Dios los había bendecido (Am 2,10) pecaron contra Él y el prójimo por eso les pidió cuentas (Am 3,2). A Dios no le agradaron sus prácticas religiosas porque eran opacadas por sus injusticias e idolatrías (Am 5,21-27). Estaba molesto porque oprimían a los pobres (Am 2,6-7), corrompían la justicia (Am 5,1013) y se enriquecían injustamente (Am 8,4-6). En nombre de Dios, este profeta anunció el castigo por sus pecados (Am 7,9-10), los llamó a la conversión (Am 5,14-15). Al fnal, les da un mensaje de esperanza con la restauración del pueblo bajo la protección de Dios (Am 9,11-14).
El mensaje de Amós es válido para nosotros hoy. Nuestro mundo está lleno de corrupción e injusticia, y con la tendencia a vivir una fe intimista, ritualista y sin ningún compromiso en favor del prójimo, especialmente del más necesitado. Este profeta nos exhorta a no ser parte de un sistema político, económico y social que es corrupto e injusto. También nos invita a trabajar en la construcción de una sociedad basada en los valores del Reino de Dios: justicia, paz, diálogo, misericordia... Y por último, nos pide no practicar una religión vacía, sino amar a Dios en la persona del prójimo.
Para profundizar este tema lee, medita y ora las Bienaventuranzas: Mt 5,3-12. Preguntas para reflexionar: ¿De qué manera el profeta Amós me ayuda a purificar mi fe y a no ser parte de sistemas corruptos e injustos? ¿Cómo me ayudan las Bienaventuranzas a vivir mi fe como un compromiso por la construcción de un mundo justo y donde todas las personas vivan felices y con dignidad?
«…Y se dispersaron por todas partes»
(Mc 16,20)
Por: Mons. Victorino GIRARDI, mccj, obispo emérito de Tilarán-Liberia
El padre Segundo Galilea, particularmente experto en teología espiritual, ha lanzado en el ambiente teológico y misionero, una expresión que ha tenido mucho éxito. Afrmaba que, «nuestro futuro, se haya en nuestro pasado». Quería decirnos que, volver a nuestros orígenes, a nuestro pasado, no sólo nos permite conocernos en profundidad, sino que sólo así cabe proyectar y programar un futuro coherente y posible.
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Por: Hna. Mary Carmen GALICIA, mc Foto: L´Osservatore Romano
Llamado al diálogo y al encuentro
Queridos lectores, la experiencia de encuentro con los otros en la diversidad y riqueza de cada uno, con sus valores propios y tradiciones, es una oportunidad para retomar algunas palabras del mensaje que el papa Francisco ofreció a los líderes cristianos y representantes de las diferentes confesiones de Tailandia, en su viaje del 22 de noviembre del 2019, como un nuevo llamado a la apertura del encuentro.
En su discurso, el Papa afirmó que es necesario un reconocimiento y valoración mutua: «El mundo de hoy se enfrenta a problemáticas complejas, como la globalización económico-financiera y sus graves consecuencias en el desarrollo de las sociedades locales; los rápidos avances conviven con la trágica persistencia de conflictos civiles: migratorios, refugiados, hambrunas y bélicos; y también con la degradación y destrucción de nuestra casa común». Todas estas situaciones, nos alertan y recuerdan que ninguna región ni sector de nuestra familia humana puede pensarse ajena a las demás.
El Papa dice que «hoy es tiempo de atreverse a imaginar la lógica del encuentro y del diálogo mutuo como camino, la colaboración común como conducta y el conocimiento recíproco como método y criterio». Estos tiempos nos exigen construir bases sólidas, ancladas en el respeto y reconocimiento de la dignidad de las personas, en la promoción de un humanismo integral capaz de reconocer y reclamar la defensa de nuestra casa común; en una administración responsable, que conserve la belleza y la exuberancia de la naturaleza como un derecho fundamental para la existencia.
«Las grandes tradiciones religiosas de nuestro mundo dan testimonio de un patrimonio espiritual, trascendente y ampliamente compartido, que puede ofrecer sólidos aportes en este sentido, si somos capaces de aventurarnos a no tener miedo de encontrarnos». Se nos pide abrazar el imperativo de defender la dignidad humana y respetar los derechos de conciencia y libertad religiosa, y crear espacios donde ofrecer un poco de aire fresco en la certeza de que «no todo está perdido, porque los seres humanos, capaces de degradarse hasta el extremo, también pueden sobreponerse, volver a optar por el bien y regenerarse, más allá de todos los condicionamientos mentales y sociales que les impongan»”. Como misionero en salida, ¿por qué no aventurarme a encontrarme, sin miedo, con quien es diferente a mí y reconocer la riqueza de su presencia?
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