Relatos de cualquier tipo

Page 1

1


2


RELATOS DE CUALQUIER TIPO

MOISÉS CÁRDENAS

Editorial Solaris de Uruguay Fundada en enero de 2018

3


Todo arte es erótico GUSTAV KLIMT

4


Venus

5


6


PRESENTACIÓN

En una época convulsionada, donde las tensiones e intereses político-económicos inciden negativamente en la sociedad, repercuten en lo ambiental y trascienden en lo moral, Relatos de cualquier tipo del escritor venezolano Moisés Cárdenas, se convierte en una lectura de introspección placentera, que por un lado nos muestra aspectos de la soledad humana, por otro, esa eterna necesidad de amar, amarnos y ser amados; reviviendo el concepto del placer, pero no de un placer mundano y trivial, sino de ese contacto con nuestro cuerpo a través de los sentidos, al dejarnos seducir por la magia del erotismo. En sus relatos, Cárdenas juega con las formas corporales hasta llevarlas a la perfección que solo encontramos en la naturaleza, «en la creación divina», aparecen entonces de manera sutil la presencia de Adán y Eva en el paraíso, danzando al desnudo hasta irradiar una energía capaz de armonizar el ambiente: «Moví mi cintura sensualmente hasta que salieron pétalos en la cama. Ella con sus manos apretó las sabanas que comenzaron a volar, y le dije tiernamente al oído: —Cayó la primavera en el jardín». Un Adán y Eva que se repiten en la ascendencia de la descendencia una y otra vez, no desde el pecado, sino desde la posibilidad de fluir en un estallido cósmico, tocando por instantes lo divino a través del orgasmo. «Sintió un éxtasis explosivo que le hizo abrir sus ojos. Un sonido latió en su espada y se desprendieron burbujas». Cárdenas nos muestra lo complejo del ser humano en esa búsqueda incansable hacia la felicidad, ambicionamos tanta, que no nos damos cuenta que esta se encuentra en pequeños momentos, cuando una acción genera un goce, un disfrute, un placer, un deleite, un regocijo, una delicia, una satisfacción, un bienestar, una dicha, en fin, allí, está la «felicidad»: «… Nuestras bocas se unieron en delicia y placer cruzándose en aquella isla. Una sensación hechicera palpitó en silencio. Introduje mi lengua. Sus piernas temblaron y las mías se humedecieron. Nuestros cuerpos se bañaron». Pero lo fantástico de Relatos de cualquier tipo, es la manera como Moisés los narra de principio a fin, utilizando una hermosa narrativa poética, que logra de manera visceral introducirte a la escena que describen los personajes, en algunos puedes sentir como se te eriza la piel, en otros tu rostro se sonroja o se sonríe, en varios el final te sorprende, en pocos nos recuerda las tradiciones de nuestros mitos y leyendas donde la lujuria y la infidelidad incitan la presencia de las fuerzas oscuras en la figura del diablo o los demonios femeninos, en muchos te puede despertar el deseo inmediato de sentirte amado… «Su mujer abrió los ojos, movió las sábanas y sintió que estaba húmeda».

7


Querido lector, en tus manos está sacudir tu monótona cotidianidad, porque estoy plenamente convencida de que después de leer Relatos de cualquier tipo, queras como lo dice nuestro escritor: Bailemos desnudos sin llevar reloj sin medir horas sin pensar en el tiempo sin pensar si somos jóvenes o viejos. Bailemos sin rendirnos y dejemos unidos nuestros labios.

No me queda más que augurarle a Moisés Cárdenas un rotundo éxito, pues con cada entrega literaria, deja impreso un estilo único e irrepetible, y a usted, querido lector le deseo uno y mil días de felicidad.

LILIANA JANETH VARON VILLAMIZAR Escritora colombiana desde las cálidas tierras cucuteñas en la frontera viva colombo-venezolana.

8


EN LA DUCHA

El agua cayó de la regadera como un refrescante manantial. Gaviota pasó el jabón por toda su piel y descansó bajo la ducha. La lluvia de espumas flotó en el baño convirtiendo su cuerpo en danzante fantasía. Cerró los ojos. Llevó su mano a Venus y movió sus caderas de manera muy suave. Deslizó de formar circular la esponja sobre Venus y cayó el espejo del baño. Introdujo muy despacio un dedo en la burbuja que giraba entre sus piernas. Desplazó emociones. Posó sus pechos en la pared y apretó el círculo predilecto. Palpó algo carnoso. Disfrutó su roce. Deseó que un Endurecido estuviera adentro y quebrara el círculo. Siguió de pie bajo la ducha meneando sus alas como ave alegre hasta romper la burbuja. Llevó sus manos a sus cabellos y rocío aromas. Cerró la llave. Tomó la toalla y se la pasó por su piel. Sintió un inmenso disfrute dentro de ella como si alguien la abrigara. Dejó el jabón y la esponja sobre el lavamanos como dos cómplices. Gaviota abrió la puerta. Salió nueva, regocijada, gozosa. Fue a su habitación y caminó desnuda. Corrió la cortina de la ventana. El sol resplandeció desde las alturas y Gaviota voló.

9


10


EN LOS ESCONDITES DEL OCASO

Un atardecer de verano, cuando el sol se ocultaba teñido de naranja, contemplé en el parque a dos muchachas. Una era de tez trigueña, cabello largo color negro; la otra era rubia como el sol. Cada una llevaba sombrero blanco, con cintas rojas, que lucían en el césped tomadas de las manos de forma simpática y sensual. Al verme guiñaron sus ojos entre las rosas. No dieron importancia a mi presencia y continuaron con expresiones lozanas. Luego visualicé la unión de sus pechos húmedos. El aire fresco sopló sobre sus vestidos blancos, dándose un roce de labios con la picardía de Venus. Flotaron pétalos de rosas entre sus piernas. Sonrieron. La chica rubia rozó con una de sus rodillas la estrella de su compañera, y la otra le respondió de manera sutil mostrándole su zona púbica. Acariciaron sus cabellos, surgieron flores dientes de león. La excitación aumentó entre ellas. Los corazones latieron. Brotó de la superficie del parque agua que se extendió en el verdor, el placer de un lirio juguetón de gran belleza las escondió en la sonrisa del ocaso.

11


12


DON JUAN «Caminando mirando rosas, caminando mirando rosas, caminando mirando rosas», iba cantando hasta el estacionamiento del centro comercial para buscar su auto. Al llegar encontró que en el capó del vehículo estaba sentada una morena con un vestido rojo muy pegado al cuerpo. —Disculpa, ¿me puedes ayudar? —preguntó la mujer con tono sensual. —Con mucho gusto a un ángel caído del cielo y si viste de rojo que me lleve el infierno —contestó. Ella se tocó el cabello con suavidad y pronunció: —Mi auto se averió y necesito llamar al taller, ¿podrías prestarme tú celular para hacer una llamada? Don Juan le entregó su celular. La morena marcó varias veces. Él encendió un cigarrillo, le miró con descaro el escote que tenía el vestido. La mujer marcaba las teclas y esperó a que cayera la llamada. Sonó un bic, bic, bic. —Parece que nadie responde —comentó en tono suave. —Creo que no, mejor le dejo un mensaje en la contestadora. —Entonces le entregó el celular a Don Juan. —Conozco un amigo mecánico, ¿qué te parece si te llevo y hablas con él? —Bueno, pero solo hasta allí. —Claro, preciosa. —Vamos. Él la invitó a entrar al auto, encendió el motor y arrancó como un demonio. —¿Conoces mucha gente? —le preguntó la mujer. —Uf, muchísima, desde políticos, empresarios, banqueros, futbolistas; conozco gente importante en la ciudad. —¡Vaya! Falta que conozcas a Lucifer. —A ese señor nunca lo he visto, aunque no creo en él como lo pinta la religión. —Anda por todas partes —le aclaró ella con ironía. Siguió manejando el auto devorándola con la mirada hasta llegar al taller. Cuando estacionaron, vieron que el local se encontraba cerrado. —¿Y ahora? —manifestó un tanto intranquila. —¿Te gustaría tomar un café? —¿Es un lugar tranquilo? 13


—Sí, muy tranquilo. La mujer cruzó las piernas, se tocó el cabello, y pronunció: —Bueno, vamos, pero por un ratito. Don Juan arrancó de nuevo el auto, y tomó rumbo hacia el Bar Ilusión. Encendió el reproductor. Sonó la canción Dancing Queen. Ella al escucharla movió su cuerpo de forma muy sensual, y él notó sus esplendidas piernas. La mujer soltó su cabello que resplandeció como fuego con la luz del sol. Él, sorprendido por el cambio, quedó boquiabierto. Por mirarla casi se pasa una señal de alto. Volviendo sobre sí le dijo: —El bar queda cerca, ya estamos por llegar. En la esquina, apareció Satanás sentado en una moto Harley Davidson. Era blanco, de pelo negro y tenía unos bigotes negros. Llevaba pantalones vaqueros, chaqueta de cuero y cuernos de toro. Cuando los vio pasar levantó su tridente, envió un rayo azul estremeciéndolos. Sintieron la vibración que los elevó del suelo. —¿Qué fue eso? —preguntó Don Juan. —No sé. Lucifer carcajeó. Arrancó su moto y desapareció entre las nubes, Asustado Don Juan por el suceso, aceleró el vehículo y se apresuró hasta el bar. Cuando lo estacionó una paloma ensució el vidrio del auto. —Es de buena suerte —dijo ella con la risa contenida. —Bueno, hoy empecé con ella. —Y Don Juan le hizo un guiño. Bajaron del vehículo, caminaron hacia el bar, y abrió la puerta con la intención de que la mujer pasara primero para él mirarle las nalgas. Fascinado por los movimientos de sus caderas, no vio al mozo que traía en sus manos unas copas. Se tropezó con él, haciendo que cayera su bandeja de manera estrepitosa. —Disculpe, no lo vi, cuánto le debo. —Hable con el dueño —le indicó señalando al sujeto que, desde la máquina registradora, miraba la escena de muy mal humor. Don Juan pidió una mesa. Después de unos minutos de charla, le propuso a la mujer: —¿Qué te parece si vamos a dar un paseo? —Sí, pero antes debo pasar por casa de mi novio y decirle que tengo un inconveniente con el auto, que no vaya hoy conmigo a la casa de mis padres. —Bueno, ¡vamos entonces!

14


La mujer se levantó. Él, muy galante, le retiró la silla. Pagó la cuenta. Ella caminó hasta la puerta. Él por detrás la examinaba. Salieron rápido y subieron al auto. Aceleró a toda velocidad. En su marcha alocada, casi atropelló a un perro que pasaba por la calle, entonces frenó de manera brusca. Arrancó el vehículo, miró las piernas de la mujer, pero no se percató de que cruzaba una señora mayor; volvió a frenar. —¡Eres un sinvergüenza, malicioso! —gritó la anciana. —Y tú, muy bella y hermosa. —¡Cínico! La morena contuvo su risa ante la situación que se presentaba, Don Juan desde la ventana le sacó la lengua a la anciana, y ella al mirar el gesto, se lo pusieron las mejillas muy rojas, él al contemplar a la mujer, sonrío y prosiguió su marcha tomando la Avenida Sinfrenos para cortar camino. Un autobús que venía en dirección contraria, le tocó la bocina de manera reiterada. Por esquivarlo, volanteó para no llevarse por delante a un chico que andaba en bicicleta. El muchacho sintió venir el auto y, asustado, tropezó con un vendedor ambulante que llevaba frutas en una cesta. Estas se desparramaron por el suelo. Un niño que iba caminando con su mamá, pisó unas de ellas y se resbaló. Don Juan detuvo el auto. Se bajó. Corrió hasta el joven de la bicicleta para ver cómo estaba, pero él lo miró con rabia. En tanto dos miradas furibundas lo esperaban para descargarse. Eran la de la mujer con su pequeñuelo asustado y la del verdulero. Él devolvió una mirada angelical, la mujer captado el mensaje, irrumpió: —¡Eres un imprudente! —Lo siento mucho. —-¡Asesino, casi mata a mi hijo! —Señora, no se enoje, eres muy bonita. Te vas a poner fea y vieja. La mujer encolerizada agarró muy fuerte a su chico de la mano. Miró con desprecio a Don Juan y se fue. —¿Y a mí, también me vas a decir piropos? —reprochó el hombre con ironía. Don Juan le dio la espalda y fue hasta el auto. La morena lo esperaba. Encendió el vehículo y prosiguió. Dobló por la calle Jardín. Ella le indicó que la dejara en la casa que estaba enfrente de una carnicería. Él se estacionó unas cuadras más adelante, ya que, por coincidencia, llegaron a la calle donde él vivía, y para completar la mujer entró a la vivienda de uno de sus mejores vecinos. Don Juan bajó del auto y con disimulo caminó hasta su casa y entró. 15


—¿Dónde está la mujer más linda? La esposa lo estaba esperando acompañada por otras mujeres. Las reconoció, y viéndolas pronunció muy relajado: —¡Bravo, qué linda sorpresa! —Sorpresa te voy a dar, ¡descarado! —respondió su mujer amenazándolo con la escoba. —¡Sinvergüenza! ¡Patán! —expresaron las demás féminas. Parado frente a ellas, recordó lo que su madre hace años había dicho: «Un día, Satanás vendrá a jugar contigo por andar de conquistador». Todas las mujeres gritaban muy histéricas, su esposa no aguantó el nudo de garganta que tenía y se largó a llorar; él fue a abrazarla, pero ella lo rechazó de plano. «¿Será cierto que estoy pagando por mis aventuras?», se preguntó Don Juan para sí mismo. De repente, tras una densa nube de humo, fueron desapareciendo una a una las damas, incluyendo su esposa. Un intenso olor a azufre inundó la casa. Espantado corrió hacia la calle, y en ese mismo momento la morena salió de la casa de los vecinos de Don Juan. —¿Conoces a los de esa casa? —preguntó él. —Sí, porque allí vive mi novio Pablo, que es el hijo del escritor Ramírez. —¡Pablo es tu novio! —exclamó asombrado—, Pablo es el novio de mi hija. —Yo soy novia de Pablo. Asombrado quedó mirándola, la mujer al sentir los ojos de Don Juan encima, soltó una carcajada estremecedora y su rostro cambió convirtiéndose en una espeluznante criatura. Salió corriendo al contemplar el feo ser que se había transformado la mujer, corrió tan rápido y se tropezó con un señor apuesto que llevaba de la mano a su esposa. —¿Quién es este? —interrogó Don Jun a su mujer. —Vi un anuncio y contraté los servicios de Lucifer —aclaró ella con sarcasmo. Don Juan miró al hombre de arriba abajo, cuando de pronto sus pies se transformaron en patas de cabra. Aterrado, huyó al auto a esconderse, asustado trató de arrancar el vehículo, pero apenas se escuchó el motor, se cayeron las puertas, las llantas, los vidrios, los faroles; quedándose él con el volante en la mano. De golpe un denso humo lo cubrió. Su esposa le tocó la cabeza y le susurró con dulzura: —Papi, papi, despierta, despierta… —Uy, me quedé dormido, mi amor. —Sí, dormiste mucho y parece que tuviste una pesadilla, ¿no? —No, claro que no. 16


—Me alegro, cielo —dijo mientras encendía el equipo reproductor. La mujer encendió el equipo de sonido, Don Juan estiró los brazos, la casa se envolvió bajo una voz tenebrosa que cantaba: «Caminando mirando rosas, caminando mirando rosas…»

17


18


UN DÍA DESPUÉS DE CLASES

Cuando descubría sus ojos azules posarse sobre mi pantalón, sentía un profundo cosquilleo por todo el estómago. Ella conocía lo que yo experimentaba porque me devolvía una sonrisita que brillaba con sus ojos. Preso de la excitación, no sabía cómo acomodarme en la silla para que nadie notara lo que me pasaba. Me movía de un lado a otro con intención de escapar ante la magnitud de la travesura que ella lanzaba. Mientras las voces en el aula eran como ecos perdidos en el desierto, mi mente trataba de buscar el sabor del circulo afrodisíaco. Pensaba en mis juveniles años encontrando algún reloj de arena. Dentro de mis propios holocaustos imaginaba besarle sus labios suavemente, desnudarla, acariciarla; pero la moral se imponía en mí ser y hacía que me debatiera entre el bien y mal. Un día, cuando caminaba por unos de los pasillos de la Facultad de Letras y Filosofía, se me acercó con una mirada picara. Me dijo: —Hola, mi profe preferido. Quedé callado. Un calor pasó entre estas piernas. Me dio la espalda, y siguió por aquel pasillo tocándose el cabello. Caminó alejándose, moviendo su cintura, dejando al vuelo mágico su pantalón blanco que marcaba su ropa interior. Sus movimientos combinaban con la blusa fucsia ajustada con escote en la espalda, al mirarla me suscitó una humedad que traspasó mi pantalón. Apresuré mis pasos para ir al aula de clase, al llegar, entré rápido hacia el escritorio que sirvió de escondite. Todos miraron en silencio. Los saludé con una sonrisa, respiré, comencé con la charla matutina. Unos minutos después, una voz suave me interrumpió: —¿Profe, puedo pasar? Volteé a ver quién era y desde la puerta, estaba ella, que había llegado tarde. —Siga —le dije con un tono seco. Miró a sus compañeros y se sentó en unos de los pupitres de la primera fila. Proseguí. Los estudiantes creían escuchar una prodigiosa clase magistral de Epistemología, en cambio mi otro ser miraba aquel rostro rosa, y soñaba con sus pechos que levantaban su blusa, imaginaba poseerla haciendo de ella mil maravillas sobre los cuadernos, fantaseaba con montarla en su estrella naciente en el escritorio. De pronto, un aire entró por la ventana del aula, salí de las cavilaciones, volví en mí. Después de dos horas reloj terminé la clase, todos salieron, excepto ella que se quedó allí en 19


su asiento. Se levantó despacio y caminó hacia la puerta moviendo con sutileza sus caderas. Cerró la puerta como si fuera la dueña del lugar. Se acercó al escritorio. Me incorporé. Con tierna voz dijo: —Profe, no entiendo mucho sobre la Filosofía y muchos menos de la Epistemología. La miré en silencio por unos minutos. Luego preguntó: —¿Puede explicarme mejor? —¿Por dónde quieres que empiece? —le pregunté mirándola a los ojos. —No sé —contestó con voz inocentona. La tomé. No aguanté. Besé lujuriosamente sus labios fresas. Le bajé el pantalón, toqué sus erizos, bajé mi boca hasta su fruta, lamí muy suave. Tocó mis cabellos, la subí a la mesa, echó su cuerpo hacia atrás; entré en su cristal. Estremeció los libros de Filosofía. Gimió la palabra. La volteé, y ella rápidamente abrió sus nalgas y le introduje mi lapicera. Besé su blanca espalda. Gozó la materia. Tocaron a la puerta, levanté la mirada, en ese momento en que caían jadeos; llegaron los alumnos a vernos.

20


SUAVE OLOR Es el olor de tus vestidos como olor de suavísimo incienso. CANTAR DE LOS CANTARES

Cerró los ojos. Vio cuando ella se peinó y pintó sus labios de manera delicada frente al espejo. Robert respiró profundo. Sintió su suave olor. Loco por el aroma pensó en los pezones de su amada que erizaron los demonios del deseo. Quiso llevarla a la cama, quitarle muy lento la ropa, desnudarla, abrigarla como una flor entre sus manos y acariciarla. Latió su corazón. Una suave fragancia a caramelo envolvió todo el hogar. Antonia ya no estaba, solo sus sensaciones. Pasó las manos por su cara y se despertó. Fue a la cocina, y preparó café. Cuando terminó se dirigió hacia la sala, encendió la radio y apretó el botón Power. Del aparato salió una voz ronca que dijo: «Un coche bomba estalló en una ciudad de Latinoamérica. Siguiendo con las noticias del

mundo, acaba de perecer otra mujer por violencia de género». Buscó alguna estación radial para escuchar, pero a medida que pasaba el tuning, los parlantes de la radio, salían malos informes, crónicas aterradoras, protestas, temas de inflación; todas estas cosas inundaron sus oídos. «Ya nada bueno se escucha en estos días», se dijo molesto. Apagó la radio y pensó en Antonia. Deseó en tenerla sobre su pecho y leerle en la cama un poema de amor. Acariciarle los pezones. Besarla con la fuerza del mar y domar el misterio de su mujer. En ese momento experimentó un revoleteo enigmático. Respiró profundo y le invadió el suave olor que habitaba la casa. Robert comenzó a sentir una fuerza volcánica entre sus piernas. Fue hacia la habitación y se tendió en la cama. Miró como su espada se endureció. Pasó la mano por la superficie del pantalón y abrió el cierre. Salió un objeto radiante y erecto. Comenzó a tocarlo despacio. La imagen de Antonia pintó su mente. Fantaseó con tocar la rosa de su mujer. Enjuagar la lengua en la bruma de la caverna. Introducirse y desbocarla como potrillo sobre su clítoris. Quiso tenerla sobre su cuerpo, para verla excitarse, moverse, curvarse de un lado a otro. Un frenético impulso movió a Robert a tenderse más sobre la cama. Cerró sus ojos. En sus sentidos escribió besos de acuarela en el nido pacifico. Llevó el ritmo. Mientras se movía con deseo imaginó cabalgarla llenando su cintura de aromas. 21


Sus parpados siguieron en la superficie. Las emociones volaron en su piel. Tocó un poco más fuerte. Su miembro creció mucho. El sudor arropó sus piernas. Sintió un éxtasis explosivo que le hizo abrir sus ojos. Un sonido latió en su espada y se desprendieron burbujas.

22


CARICIAS SECRETAS PARA EL ALMA

Faltaban unos minutos para tomar el vuelo que me trasladaría desde Caracas hasta la ciudad de La Habana, para asistir a un congreso. Aunque iba con fines académicos, sabía que también me serviría de aprendizaje cultural pues «viajar no sólo es hacer un viaje externo sino interno». En la sala de espera llevaba en mi espalda un bolso pequeño en que tenía un poco de ropa para unos días; y en mis manos sostenía el libro La voz del maestro de Khalil Gibrán. Las palabras del autor se habían convertido en buena almohada sideral en la que reposaban mis angustias. Hasta ese día que estaba a punto de subir al avión, mi existencia transcurría entre la Facultad de Filosofía y la residencia que hacía de refugio. La vida había sido un baúl de historias para compartir, una familia llena de rezos y mi perro soñador que deseaba con sus ojos a la luna. Cuando anunciaron a todos los pasajeros que se ajustaran los cinturones de seguridad, recordé las palabras que me dijo un amigo: «Que tengas suerte, uno no sabe lo que puede pasar». Respiré y miré por la ventanilla y pensé, «bueno, aquí voy». A medida que el avión despegaba, me invadió una sensación muy extraña. En el aire sentí el sabor de la soledad. Dos horas de vuelo fueron suficientes para aferrarme al sol y así esperar la llegada a la isla. Cuando el piloto anunció que ya estaba por aterrizar, vi desde las alturas el color de la arena y el azul turquesa de aquella perla. Abrí y cerré los ojos. La nave paró en la pista. Tras una serie de obstáculos para sellar el pasaporte, pude por fin salir de la terminal área, que era un poco acelerado al igual que la mayoría de otros aeropuertos de cualquier ciudad del mundo. Tomé entonces un taxi casi destartalado por el tiempo. De vez en cuando trataba de apagarse, me sentía como un perro callejero que iba montado en un camión viejo en busca de alguna estrella. En el camino al auto se le recalentó el motor. El chofer me acercó al hotel en un caballo que miraba la calle con ojos melancólicos. Arropado por el ocaso por fin llegué. Después del chequeo habitual que se tiene como costumbre en estos lugares, me dirigí a mi habitación. Tomé un refrescante baño. Luego de una buena afeitada, me vestí y salí del cuarto para asistir a unas de las mesas que tenía el congreso.

23


Estando allí sentí un cosquilleó muy raro que se asomó en las paredes de mi estómago, fue cuando mis ojos quedaron extasiados sobre una bella mujer. La miré como un niño que ve por primera vez el mar. Comencé a preguntarme, «¿sería una doncella vestida de frescura y yo un admirador de su silueta?». El aire tropical que se colaba por las ventanas refrescaba mi ser. De pronto habló entre los presentes. Pude escuchar que era de Argentina. Que su nombre era Antonia. Un fuego revoleteó por toda mi piel. Tenía que saber quién era, pero ¿cómo llegar a esa princesa si no la conocía? A medida que ella se presentaba en el auditorio, yo recorría de manera disimulada con mi mirada sus lindas piernas. Su vestido azul hacía lucir su piel de leche. Al sentarse, le miré el cuello y sus pequeñas orejas, allí noté sus grandes senos hermosos y delicados. La imaginé desnuda en ese momento. Quise tocarla. Sentirla. Disfrutarla. Navegué en mis pensamientos por un instante. Me bañó el deseo. Decidí salir del lugar para tomar un poco de aire. Fuera del recinto las palmeras movían sus brazos bajo el sol abrasador, caminé por la larga avenida que daba frente al hotel hasta llegar a la playa. Miré el cielo que pintaba un divino azul. Escuché las gaviotas y contemplé el mar. Yo como un poeta enamorado dibujé un corazón sobre la arena, y unas lágrimas bajaron por mis mejillas. Froté mis manos sobre la cara. Respiré profundo. Recordé que los organizadores del congreso tenían preparada una actividad de entretenimiento para los participantes, así que pensé que era el momento apropiado de acercarme a Antonia. Regresé a mí habitación hasta que se hiciera la hora para ir a disfrutar la actividad nocturna. Las agujas del reloj marcaron la soledad y comencé hablar solo. Estaba debatiéndome entre la guerra y el amor, la melancolía y la nostalgia, el sueño y el deseo. No sabía qué tenía. Esperé que llegara la hora. Ya en el salón de fiesta me relajé. La música irrumpió el ambiente. Bajo el ritmo de salsa y merengue, decidí probar un exquisito ron. Luego saqué mi lapicera, tomé una servilleta y escribí un poema. Alcé mis ojos, y frente a mí estaba aquella mujer bella, que había cautivado mi respiración. Me levanté. Caminé hacia donde se encontraba, de manera lenta, le entregué el poema y regresé a la mesa esperando su respuesta. De pronto, ella me sonrió e hizo que mi mente navegara en sus ojos. La invité a bailar. Ella aceptó complacida y tierna. La música fue arropándonos en el centellar de la noche. Nuestros cuerpos danzaron en el Caribe. Nuestras manos se unían en un lenguaje de emociones. Mientras bailábamos soñé que era un pirata y ella una dama de alguna corte real del siglo XVIII y que estábamos en un barco

24


en una noche llena de constelaciones. Esa imagen y otras más, volaron en mi mente a medida que su cuerpo paralizaba la nocturnidad. Después de terminar el baile llegamos al hotel. Todos los huéspedes se fueron yendo a sus habitaciones. Nosotros quedamos como invitados siderales. El universo fue soplando en nuestros ojos como en las novelas románticas, donde el amor a primera vista se hace real. La invité a mi habitación, sentí que su corazón latió con fuerza como el sonido de las olas cuando se aproximan a la orilla del mar. Le tomé de la mano y caminamos como dos enamorados. Dentro del cuarto le dije que saliera conmigo al balcón a ver las estrellas conmigo. Sus ojos miraban el universo, y allí la acaricié, la besé. Ocurrió el estallido. Nuestras bocas se unieron en delicia y placer cruzándose en aquella isla. Una sensación hechicera palpitó en silencio. Introduje mi lengua. Sus piernas temblaron y las mías se humedecieron. Nuestros cuerpos se bañaron en las caricias secretas para el alma.

25


26


NO SÉ LO IMAGINÓ

Semur abrió el ropero y un aroma de plantas naturales salió de su interior. De pronto, sintió un fuerte viento sobre sus espaldas que lo empujó hacia adentro. Las puertas del mueble se cerraron y no veía nada. Preso del susto intentó forzar las puertas del armario. Quiso liberarse, pero algo lo sujetaba, entonces forcejeó con insistencia, se desesperó hasta quedar rendido. Un cosquilleo pasó por su estómago y un sudor lo bañó. Sus manos fueron abrigándolo lentamente, hasta que un olor a flores brotó. Luego pateó el guardarropa con fuerza y salió rápido. Pasó sus manos sobre su cuerpo para saber si estaba vivo. Notó que ya no era el mismo. De manera inmediata buscó un espejo. Para su sorpresa, tenía puesto un vestido de seda color rosa y unos tacones plateados calzaban sus pies. Asombrado por su reflejo, intentó quitarse las prendas. En instante que se tocaba las prendas, llamaron varias veces a la puerta de la casa. Al escuchar trató de despojarse de la ropa, pero no pudo, estaba adherida a su piel. Forzó una y mil veces. Hubo un silencio y Semur quedó atrapado.

27


28


OFICIO

Obediente fue para la casa de Malva a darle las gracias por haberlo contactado. Como se encontraba desempleado, había dejado en páginas electrónicas de clasificados, que él estaba dispuesto a trabajar de cualquier cosa, ya que necesitaba dinero. Fue así como la señora Malva, se comunicó con él. Tocó el timbre un par de veces… De pronto, salió la mujer vestida con un ajustado traje negro, que, a pesar de sus cincuenta años de edad, se veía guapa con el vestido que revelaba unos turgentes senos. —¡Hola!, ¿eres Obediente? —Sí. —Tardé en salir porque hablaba por teléfono, pasa, te estaba esperando —dijo la dama con voz amable. Cuando ingresó notó un mueble de cuero color rojo, una alfombra en el piso de piel de leopardo y un ramo de claveles sobre una mesa de madera antigua. Malva le dirigió una mirada picara, entonces él comentó: —Vengo por el trabajo. —Ya te diré —respondió ella mostrando una amplia sonrisa. Sintió los ojos de la mujer sobre su pantalón, miró hacia los lados y mencionó como buscando tema de conversación, dijo: —Tiene una bella decoración en la casa. —Gracias. —Veo que le gustan los felinos, ¿por qué tienes esa alfombra? —señaló hacia la manta con curiosidad. —Bueno, porque va con mi personalidad. —Malva quedó en silencio y mirándolo hacia los labios de Obediente, le mencionó—: Bueno, es hora del trabajo para el cuál te llamé. —Usted dirá. De inmediato Malva lo invitó a sentarse en el bello mueble. Cuando el muchacho se acomodó, ella se le acercó. Obediente le latió el corazón al contemplarla de pie. La mujer miró los labios del joven, movió sus manos frente a él y soltó un par de palabras que lo hipnotizaron. Ella aprovechó su estado, y le pasó sus manos por su cuerpo hasta llegar hacia su boca, donde le pintó los labios. Al lado del sillón había una mesita de hierro que tenía una varita 29


de madera. La agarró y realizó varios movimientos hacia el muchacho, desde la varita se desprendieron luces, que en un par de segundos le cambió la ropa. La mujer sonrió cuando lo vio con una minifalda de jean, una blusa atigrada, unos tacones negros. Malva, aplaudió y lo despertó del encanto. —¡Qué hermosa estás! —pronunció. Obediente se miró de arriba y abajo, estuvo a punto de decirle algo a ella, pero en ese instante, Malva lo inquirió con voz matrona: —Quiero que bailes. El muchacho no sabía qué hacer, pero los ojos de la mujer sobre él, controlaba sus sentidos. Enseguida sonó la canción de Madonna Justif My Love. Malva disfrutó de como movía él su cuerpo bajo la influencia de las melodías, entonces le ordenó: —Voltéate. La mujer le dio una nalgada, Obediente rápidamente la miró, y notó una risa perversa que se dibujó en el rostro de Malva. De inmediato, la mujer lo agarró de la cintura, le besó su espalda, le acarició el cuerpo, y le subió la minifalda, donde apretó con fuerza su erección, hasta que expulsó sus rosas. Obediente respiró y quedó rendido a sus pies, la mujer sintió ganas de hacerle más cosas, pero en ese instante sonó el celular de ella. Lo buscó en el sillón donde lo había dejado, y contestó. Detrás del móvil se escuchaba una suave y melodiosa voz: —Ya tengo los billetes de alta denominación. —Venga por él, porque tiene unas suaves nalgas, estoy segura que te gustará. —Ok. Malva colgó la llamada, dejó el celular sobre el mueble, miró a Obediente, que estaba hechizado, y le dijo al oído: —Comenzó tu oficio.

30


EN TIEMPOS DE CRISIS

Romo y Gaba comenzaron a pelearse porque la situación económica en la ciudad era insostenible. Empezaron a vender todos los objetos de gran valor de la casa para comprar alimentos. Ya cuando estaban sin plata y el escenario era caótico; ella lo miró y dijo: —Papi, veo que tienes un cuerpo lindo, he pensado que tendrás que ponerlo para parar la olla. Él la miró extrañado por sus palabras. Pero al mismo tiempo le pareció interesante la idea. Pasaron los días y los problemas crecieron. Romo subió un clasificado en Internet ya que no tenía para pagar uno impreso. El aviso que colocó decía: «Hombre joven se ofrece como compañía para mujeres maduras, contactar al siguiente número celular 351551723». Dejó en la red el comunicado. Esperó ante un eventual mensaje de texto o llamada. Siguieron los días oscuros, y Gaba se quejaba en la cama sobre las dificultades de dinero en casa. Ya cuando todo era tenso, Romo ante un ataque de rabia le gritó a su mujer: —¡Ya puse el aviso que deseabas! Ella molesta con su esposo por la manera que la inquirió, le tiró al piso sus discos compactos favoritos. Él desesperado miraba el celular. Pasaron varias lunas, y nada que llamaban. Romo ya estaba preocupado por la falta de empleo y de forma molesta, agarró el celular, y lo quiso lanzar al piso; pero lo detuvo una llamada que sonó en su teléfono. Nervioso ante la mirada inquieta de su mujer, atendió: —Hola, ¿quién es? —Soy Luz y llamo por el aviso. ¿Me puedes decir cuánto cobras por el servicio? —Espere un segundo. Tapó el teléfono con las manos, miró a su mujer y con voz baja le comentó: —Es alguien por el anuncio y quiere saber cuánto cobro. Su esposa que aún estaba molesta, le arrebató el celular de mala gana, y dijo: —Hola, habla Gaba. El servicio sale cien verdes por hora. ¿Por cuánto tiempo lo quiere? —Por unas varias horas. —Perfecto. Será en nuestra casa porque no puede salir. ¿Está bien? —Bueno, dime dónde es y llegaré rápido. La mujer de Romo dio la dirección y colgó. De inmediato miró a su marido y con voz matrona pronunció: 31


—Prepárate porque hay que trabajar. Obedeció a su mujer, se dirigió a la ducha, y en el baño se perfumó. Cuando salió del tocador, su esposa le expresó que olía divino. Se le acercó al oído, y lo mando a la habitación. Unos minutos después, tocaron a la puerta. Gaba miró por la ventana y vio a una dama de mediana edad que vestía muy elegante. Entonces la mujer de Romo, abrió sigilosamente la puerta. —Hola, soy Luz, la que llamó. —Pasa. En la sala, la fémina extrajo de su cartera varios billetes verdes; Gaba los miró con encanto. La mujer visitante le extendió la plata, de inmediato la mujer de Romo, aplaudió muy fuerte y él salió de la habitación; vestido con un bóxer azul. Su esposa le ordenó que caminara por la sala. La recién llegada lo examinó con interés y notó que tenía unas nalgas pequeñas pero hermosas. Entonces Gaba los dejó solos y se fue al cuarto. Encendió el DVD y colocó un disco compacto de dibujos animados. La visitante tomó de la cintura a Romo, y rápidamente le bajó la ropa interior. Frente a ella se levantó un gran miembro, la dama sonrió, y extrajo de su cartera un preservativo de luces. Se montó sobre él y lo disfrutó al máximo, porque adentro de ella, estaba algo enorme y grueso. Mientras tanto en la habitación, Gaba contaba los billetes sobre una libreta, donde anotó sus planes.

32


DESPUÉS DE UNA CENA

En una noche de estrellas fosforescentes, Tana y Miguel entraron al restaurant Sorpresa unos de los mejores sitios de la ciudad Aires. Cuando se sentaron, le ofrecieron la carta. Después que vieron la lista, solicitaron mariscos y vino blanco dulce. En la mesa brindaron, comieron, rieron sin parar. Una mujer elegante de unos cuarenta y siete años, los miraba. Estaba sentada a una mesa no muy lejos de ellos. Miguel sintió su mirada sobre sus espaldas, entonces volteó de forma sigilosa y la observó. Luego se dirigió a su esposa y en voz baja dijo: —Creo que esa dama nos observa mucho. Tana de reojo contempló a la fémina, y guardó silencio. Tras terminar el pedido, él se levantó para cancelar la cuenta. En la mesa su mujer quedó mirando la decoración del lugar, que ante sus ojos era pintoresca. Mientras Miguel pagaba el pedido, la dama lo observaba de los pies hasta la cabeza, hasta le miró las nalgas. Cuando le entregaron el cambio, la mujer se le acercó, miró al dueño del local y preguntó: —Señor, ¿conoces a alguien que me enseñe la ciudad y pase conmigo unas suaves horas? —No conozco a nadie. Lo siento mucho. En ese instante, Miguel guardó el dinero en la billetera. La mujer sonriéndole, le comentó: —¿Cuánto cobrarías por unas horas de paseo? —Ni idea. Ella lo miró a los ojos, luego sonrío; él se dirigió hacia donde estaba su esposa. En la mesa, Miguel le contó a Tana lo que la dama había dicho. Su esposa abrió la cartera y en silenció miró a su marido. Él abrió su billetera y lo único que tenía era un par de billetes. Entonces Tana alzó la mirada hacia donde estaba la mujer. En la barra, la dama disfrutaba de un delicioso cóctel, en eso sintió que alguien la observaba, y miró hacia la mesa donde se encontraba él. Vio que la esposa de Miguel le hizo una seña, la mujer rápidamente dejó sobre el mesón la copa. Tana le dijo a su marido que la dejara sola un momento, él se levantó y se dirigió a la barra. En la mesa la esposa de Miguel, le dijo a la dama unas cosas en el oído. En la barra el dueño de local, miró hacia donde estaban las mujeres, y luego le comentó: —Tú esposa no es tonta.

33


34


LA APUESTA

Raúl y Gloria miraron el partido final del Mundial de Futbol, Marte 2036, pero cuando el árbitro silbó los últimos segundos, un silencio enmudeció a Raúl. La Copa del Mundo la ganó Arkadia, dejando en esta ocasión a Zeta sin el preciado título. Gloria lo miró, y comentó con voz mandona: —No te olvides de lo acordado. —Está bien. Será mañana como a las nueve de la noche —contestó resignado. Sin mediar palabras, Raúl estrechó sus manos aceptando la apuesta. Llegó a la hora acordada. Gloria lo esperaba en su casa. Él tomó las prendas que ella le ofreció en una bolsa de plástico color plateada, entonces la agarró y se dirigió a la habitación. Dentro del cuarto se cambió, y unos minutos después, salió. —¡Estás coqueto! —exclamó ella. Él llevaba puesto una ajustada minifalda de cuero color negra, blusa atigrada, tacones dorados y una cartera negra. En la cabeza tenía una peluca larga color negro y el rostro estaba maquillado, que resaltaba con sus piernas depiladas. Gloria sonrió. —Bueno, la apuesta hay que cumplirla —dijo Raúl. Salieron y caminaron un par de cuadras. Ella se quedó muy cerca para ver si Raúl cumplía lo acordado. La noche estaba arropada bajo la niebla, y él deseaba que no pasara nadie, cruzaba los dedos de las manos para que se acabara rápido la apuesta. Pero la voz de Gloria lo asustó, cuando ella pronunció: —¡Viene un auto! Una luz se aproximó. Raúl no tuvo otra opción y revoloteó la cartera. Gloria carcajeó al verlo. En ese instante la neblina se desvaneció, y frente a él se estacionó un camión. Raúl no sabía qué hacer. De pronto, se asomó desde la ventana un hombre de aspecto robusto, de ojos negros y labios gruesos. El tipo miró a Raúl, y comentó: —Pensé que eras una chica, por eso frené. —Es una apuesta que hice por un partido de futbol, pero es hasta aquí nada más — respondió Raúl con firmeza. El hombre le dijo que le daría varios billetes verdes, si él era capaz de subir unos minutos al vehículo. Raúl miró hacia donde estaba Gloria, y se montó al camión; ella se imaginó cosas maliciosas…

35


El camionero le pidió a Raúl que se intercambiaran las ropas. Las prendas dentro del vehículo volaron de un lado a otro. —Ya puedes bajarte —le ordenó el hombre, que inmediatamente encendió el auto y le dijo—: Gracias por la ropa, me queda un poco chica, pero siempre deseé manejar con ropa de mujer. Raúl se bajó, y desde la carretera miró alejarse el camión a gran velocidad.

36


TRIO

Él la abrazó muy suave entre su pecho, ella dejó reposar su cabeza y respiró en la nocturnidad. Él cerró sus ojos, y por su mente giró la noche. Mientras dormía, imaginó que tenía dos mujeres en la cama, donde él era un príncipe y ellas bellas señoras de una corte. Entonces tocó las sábanas y creyó tener un manto de seda fina que las arropaba, de pronto en su cabeza las visualizó desnudas donde solo él poseía las estrellas. Luego las mujeres se miraron los senos, mientras una espada flotaba en la cama. Él sintió un calor en su piel, que lo llevó a despertarse. Cuando abrió los parpados, en la cama solo estaba él, a su lado se encontraba su mujer que dormía bajo la luz de la luna. La miró y le dio un tierno beso en su cuello, pasó sus manos por su rosa, luego la abrazó por detrás lentamente. Cerró sus parpados de nuevo, y por su mente pasó la imagen que detrás de él, estaba una mujer tocándolo, rozándolo con sus senos. La quimera le levantó su miembro, abrió sus ojos, en la cama solo estaba él y su esposa, le acarició las nalgas, mientras la virilidad buscaba refugio. Él movió su cuerpo de forma lenta, cerró los ojos, imaginó que su esposa abría el cofre, donde la otra mujer por detrás rozaba los senos en su espalda. Y cuando visualizó la escena, con sus manos le bajó el pantalón que tenía puesto su esposa, donde buscó una cueva, entrando en ella. La cama se encendió, sintió éxtasis, mientras cabalga a su esposa, por su mente volaron las imágenes, donde él se enroscaba con dos mujeres en un nido de placer, lleno de caricias, besos, mordiscos y palmadas; pero escuchó un gemido en la cama. Abrió sus ojos, su miembro estaba dentro del cofre. Luego su esposa se movió, y dentro de él, salió un fluido espeso de color blanquecino, donde calentó el cuerpo de su mujer, a medida que despertaba el sol.

37


38


PÁGINA DE CITAS

Con mucha curiosidad navegó en Internet, hasta que vio el portal paginadecitas.com Flor revisó el sitio virtual, donde observó fotografías de hombres muy atractivos para sus ojos. Entonces miró varios perfiles. Leyó con atención los intereses, los hobbies y las profesiones de los usuarios. Ella jamás había entrado a un sitio virtual de citas, porque solo usaba Internet para enviar correos electrónicos, charlar por Facebook, leer recetas de cocina y realizar cursos de idiomas. Ese día había ingresado, porque una amiga de Flor, la motivó para que buscara una pareja o saliera con alguien, pero ella por su propio pudor no entraba a estas páginas electrónicas; hasta que de forma accidental se topó con el sitio. Flor miró con atracción un perfil, El Artista, y leyó su descripción: «Hombre culto tiene entre sus aficiones la lectura de la filosofía, el arte, la literatura; ha viajado por países europeos, habla varios idiomas, y busca conocer a mujer treintañera». Llevó su mano derecha a la quijada, cruzó las piernas y observó la página. De forma hechizada subió su foto y registró lo siguiente: pasatiempos, intereses, dirección electrónica, domicilio, número de teléfono. Luego guardó los datos, y apareció en la pantalla el siguiente mensaje: «En breve le enviaremos un email. Sus datos son confidenciales, solo se piden para poder registrar al usuario». Flor se puso nerviosa y esperó unos minutos, luego abrió el correo, revisó la bandeja de entrada, donde leyó: «Tu solicitud ha sido aceptada. Ya podrás contactar a la persona». La chica desconectó la señal, apagó la computadora, porque recordó el compromiso que tenía con su amiga. Se cambió rápido de vestimenta, y salió de forma veloz del departamento. En la parada espero unos minutos el bus, hasta que se subió en un transporte color violeta. El trayecto duró media hora, luego caminó hasta el centro comercial, y espero a su amiga. De pronto, una voz suave la sorprendió: —Hola, Flor —¡Hola, Fanny! —expresó la chica con una sonrisa de oreja a oreja. —Qué feliz te ves. —Sí, es que me pasó algo muy lindo. —Ah, tienes que decirme. -—Ya te contaré. 39


Las chicas pasearon por el centro comercial, luego entraron al cine y visitaron una librería. Después del paseo, se sentaron a tomar un café. Mientras disfrutaban el descanso, Flor le comentó a su amiga porque se encontraba alegre. Habló de la página de citas y los perfiles interesantes que leyó. Fanny la escuchó atentamente y la entusiasmó a que saliera con alguien. Tras una larga charla femenina, se despidieron y cada una regresó a sus hogares. Ya en su pequeño departamento, Flor encendió la computadora, abrió Google y entró al portal paginadecitas.com. Buscó el perfil que la cautivó, y dejó un mensaje: «Hola, soy Flor, tengo treinta años, soy blanca, algo rellenita, con hermosos senos, estoy sola, y quiero conocerte, te dejo mi número de celular 03512143017». La chica se sintió algo extraña al escribir, en ese instante pensó en eliminar el texto, pero su soledad la empujó a dejarlo. «Bueno no creo que nadie me escriba», expresó para sí misma. Estuvo un rato navegando diversas páginas por hasta que sintió sueño. Entonces se dirigió a la cama porque tenía que levantarse temprano, pero en el momento que estaba por apagar la luz del velador, sonó su celular sonó, miró la pantalla y notó un número desconocido. Se asustó un poco por la hora, ya que eran pasadas la media noche, de pronto repicó de nuevo el teléfono móvil, dudó unos segundos en contestar, el móvil sonó de nuevo; entonces ella se decidió a responder la llamada: —Hola, ¿es Flor? -—Sí —contestó ella secamente. —Soy el hombre del perfil El Artista, de paginadecitas.com. Te llamo porque quisiera conocerte. Flor sintió un revoleteo en su estómago y quedó en silencio. Pensó en colgar la llamada, pero al mismo tiempo deseaba conocerlo. —Hola ¿estás ahí? —preguntó el tipo. —Sí, aquí estoy. —¿Te gustaría que nos veamos? —Sí… —Bueno, linda, te escribo por WhatsApp. Ella suspiró y sintió curiosidad, dejó el celular sobre la mesa de noche, y dejó que la imaginación recorriera la noche. Un par de pájaros picotearon el balcón del departamento, Flor abrió lentamente los ojos, estiró sus brazos, y escuchó el amanecer. Tomó el celular, revisó el siguiente mensaje:

40


«Hola, preciosa, soy yo, El Artista de tu cuerpo y de tus labios. Quiero que nos veamos en el bar Café Delicias, queda a unas cuadras de donde vives, te espero a las nueve de la mañana, estaré en una mesa vestido con un traje negro». Flor miró la hora en el móvil, vio que estaba a tiempo y revisó el armario, «mejor me arreglo bien para verme con este lindo hombre», se dijo para sí misma. Se vistió muy coqueta, se miró al espejo, y salió del departamento. En la calle caminó un par de cuadras hasta que llegó al sitio del encuentro. Cuando ingresó, tomó un ejemplar del Diario Realidad. Mientras caminaba hacia una de las mesas, miró el periódico en su mano, y se sorprendió a si misma por haberlo agarrado, pero cuando estuvo a punto de ponerlo en su lugar, sintió la mirada de alguien. En una de las mesas del bar estaba un varón de unos cuarenta años de edad, vestido de traje negro y de apariencia elegante. Flor caminó algo nerviosa hasta donde estaba el hombre. El caballero la saludó con un beso en la mejilla y la invitó a tomar un café. Ella se tocó el cabello, sonrió, y se sentó dejando el diario sobre la mesa. El corazón de Flor latió con fuerza, él miraba sus ojos, unas sonrisas volaron sobre las sillas, hasta que llegó una chica para atenderlos, pero la señorita, no se dio cuenta del periódico y sin querer lo hizo caer al piso. La chica apenada se agachó para levantarlo, pero Flor la tomó de la mano y dijo de forma risueña: —Tranquila, yo lo alzo. Mientras la mesonera esperaba el pedido con la carta en sus manos, Flor notó que el diario estaba extendido en suelo y leyó: «Se busca hombre atractivo que viste con traje negro, de unos cuarenta años de edad, se hace pasar por culto. Se busca por ejecutar a damas en sus departamentos». Debajo de la nota de prensa estaba una fotografía que era la misma del perfil El Artista. Entonces Flor levantó la mirada hacia la mesa, pero inmediatamente sintió un empujón que la hizo caer al piso, la mesonera la ayudó a levantarse, mientras el hombre huyó sin dejar rastros.

41


42


CURIOSO

Había dejado las ventanas abiertas para que entrara aire, el cielo estaba despejado y el sol irradiaba los árboles de la primavera. Fisgón pensó que Estela seguía en la peluquería, entonces aprovechó un rato más para distraerse en el mundo virtual. Aburrido de leer las pésimas noticias de los diarios digitales, y harto de los comentarios grotescos de los usuarios, ingresó a un portal para adultos. En la página dio clic en un botón azul que decía, Animales. Surgió un video donde escuchó rugidos de tigres, el aullido de un lobo y los gritos de una mujer. Su menté captó el significado y se perdió dentro de la caliente selva. Imaginó que traspasaba la pantalla. Cerró sus ojos, quiso ser un león, y su corazón se sobresaltó. Vio a conejitas que danzaban bajo melodiosas canciones, deseó atraparlas con sus garras. Subió al máximo los altavoces de la computadora y fantaseó con el video. De pronto sintió un revoloteó en su pantalón, abrió los ojos y vio un pájaro. Lo garró con sus manos hasta que se calmó entre sus ropas. Fisgón sintió un frescor y siguió recorriendo el mundo natural. Su mirada se perdió en la pantalla, hasta que el ave picoteó de nuevo. Pero algo lo sobresaltó, él volteó y era Estela que lo miraba. Se levantó sonrojado. En ese instante, ella miró que de la pantalla se proyectaba el video de un hombre acariciándole el sexo de una mujer, Fisgón la miró y sonrió, ella vio que el tipo se transformó en un caballo, la mujer del video en una yegua. Estela miró a Fisgón y del pantalón de él salió un pájaro de primavera.

43


44


VENTA

Los habitantes del pueblo Nabu dejaron de cortarse el pelo por razones que aún se desconocen. Aurora, la única peluquera del lugar tuvo que cerrar su negocio por la pérdida de clientes. Entonces decidió guardar todos los utensilios de trabajo para que nadie se los robara. Para tener sustento, alquiló el local a un artesano que vendía alucinógenos y otras hierbas. Subsistió por unos meses con el dinero del arriendo hasta que el inquilino desapareció. El intendente de Nabu, le ofreció a Aurora por el inmueble una gran suma de billetes Hevia (nombre de la moneda del país), porque la municipalidad necesitaba el espacio para ver partidos de fútbol. Ella, sin reparos, aceptó la oferta y decidió esconder la plata dentro de una caja donde tenía ruleros. Aurora vivió cómodamente durante un año, hasta que una noche de verano unos sujetos entraron a su domicilio y le robaron todas las pertenecías, dejándola a ella y a su marido sin nada. Ninguno de los moradores la ayudó, fue a la policía para denunciar el hecho y estaba cerrada por inventario. Acudió al intendente y este le dijo que no tenía dinero porque sus trabajadores le estaban pidiendo una nueva sala de festejos. Preocupada por la situación, le contó todas sus desgracias a María, que era una de las pocas amigas que tenía. Conmovida por su relato, auxilió a Aurora por un tiempo con tejidos que ella hacía para que los vendiera, con la finalidad de que tuviera algo de dinero para los gastos. Agradecida por el gesto, Aurora salió a ofrecerlos. Cuando vendió toda la mercancía se dirigió a la casa de María para entregarle las ganancias. Mientras charlaban, sonó su celular. Atendió la llamada, y detrás del teléfono móvil, era su marido, quien le comentó con voz triste, que estaba sin empleo. Cuando terminó la llamada, Aurora se desmoronó llorando frente a su amiga. Los ojos de María se fijaron en ella, consolándola y escuchándola, hasta que Aurora dijo: —¡Ya sé que voy hacer! —¿Qué cosa? —preguntó María algo extrañada por la reacción de su amiga. -—Voy a vender a mi marido. Meses después, una pareja recién casada que era del pueblo Nabu, comentaron que la luna de miel de ellos fue en París, y mencionaron que mientras estaban paseando en la ciudad, vieron por Les Champs-Élysées, a Aurora y María. Según ellos las siguieron por varios lugares de la ciudad hasta perderlas de vista. Un día antes de regresar a Nabu, entraron en el Café de 45


Flore, allí un mesonero que se dio cuenta de la nacionalidad de los viajeros, le comentó a la pareja enamorada, que una mujer apodada La Peluquera, procedente de Nabu, había vendido al marido y con el dinero ofrecido vivía en la Ciudad de la Luz acompañada de una amiga.

46


JARDINERO

Tenía listas todas las herramientas como la pala, la carretilla, los guantes, la tijera, la cortadora del césped; para iniciar el contacto con la tierra. Cuando de pronto, desde el cielo cayó una esfera en el centro del jardín. Corrí a verla. Era un objeto de color plateado con bordes negros. Me coloqué los guantes, y con sumo cuidado la toqué. Giró suavemente. Se abrió y salió una rosa blanca que desprendió una sinfonía angelical. Sentí una vibración en la mente, luego percibí una fuerza extraña recorrerme la piel. Quedé parado observándola por unos minutos. Quise levantar la esfera, pero una voz me dijo que la dejara estacionada. En ese momento escuché una música gótica, que me balanceó de un lado a otro como hechizado por bellas notas de una flauta. Miré por todos lados para ver si alguien estaba detrás del algarrobo, no vi nada, y continúe bajo el influjo de la danza mágica que me abrazaba. Entonces silbé, y empezaron a llegar zorzales junto con pájaros carpinteros, que se posaron sobre los durazneros que estaban en el jardín de los sueños. Embelesado por las melodías que sonaban en mi cabeza, fui hacia la casa para tomar a mi damisela de las manos y llevarla al extraño objeto. Entré rápido hacia la cocina, donde ella estaba preparando un delicioso dulce de higo, al sentirme, volteó y me dijo: —¿Pasa algo? —Vamos al jardín para que veas una cosa. La tomé de las manos y salimos al patio, pero no estaba el objeto extraño. Le comenté a mi mujer sobre lo que había visto, de pronto mi amada llevó sus dedos hacia mis labios y luego me besó. Una energía estremeció este cuerpo. La tomé de la cintura y comenzamos a flotar bajo El rapto de Serrallo que sonó en ese instante. Antonia tomó mis manos y fui conducido hacia nuestro nido. Bailé con ella de forma sensual moviendo la cintura. Sus ojos brillaron, entonces se quitó despacio su vestido azul, mientras empecé a tocarle suavemente la cara. Ella me quitó la camisa, me desajustó el pantalón, le saqué sus sandalias, acarició mi ropa interior; luego nos quedamos desnudos. Mi miembro creció, lo coloqué sobre una rosa que colgaba debajo de su ombligo. La tendí en la cama boca arriba. Allí nuestras lenguas se unieron, aprecié sus bellos pezones cuando se erizaron. Sus manos tocaron mi espalda, y la rosa se abrió. Extendí sus brazos, levanté sus piernas hacia los hombros, me invitó a tocarla; entonces dancé. Ella se estremeció y pidió placer. Sus ojos quedaron fijos hacía el cielo que se contemplaba desde la ventana. Me moví 47


lentamente hasta que salieron pétalos en la cama. Ella con sus manos apretó las sábanas, de repente comenzaron a volar, y le dije tiernamente al oído: —Cayó la primavera en el jardín. Antonia sonrió al escucharme palabras. En ese instante, levanté mi órgano poetizado donde ingresé. Dentro de ella le escribí: Bailemos desnudos como dos paganos bajo la luna llena ronroneando con las estrellas en la nocturnidad del mundo. Bailemos desnudos pegados nuestros cuerpos con roces íntimos hasta perder los sentidos en el madrigal. Bailemos desnudos sin llevar el reloj sin medir horas sin pensar en el tiempo sin pensar si somos jóvenes o viejos. Bailemos sin rendirnos y dejemos unidos nuestros labios. Cuando terminé el poema, escuché un fuerte sonido en el jardín, pero Antonia estaba hechizada por mis movimientos sobre su piel. Levanté la mirada hacia la ventana y vi que la esfera comenzó a flotar. El objeto voló por el cielo. Las rosas de los árboles brotaron junto a un sol pincelado por Eros.

48


49


50


MOISÉS CÁRDENAS

Moisés Cárdenas, nació en San Cristóbal, Estado Táchira, Venezuela, el 27 de julio de 1981. Poeta, escritor, profesor y licenciado en Educación Mención Castellano y Literatura. Egresado de la ULA-Táchira. Mención de honor de la Décima Edición de la Revista La literatura del Arte por la obra, El Indio de Fuego y Navajo Noble, Tolima, Colombia, 2021. Distinción literaria, obra poética Mujer Estelar en el I Concurso Literario Internacional Dr. Julio Argentino Aguirre Céliz, Biblioteca Popular Municipal Domingo Faustino Sarmiento, San Luis, Argentina, 2020. Ganador con el poema Cosas Extrañas en el Premio internazionale di poesía, sesta edizione. Dialoghi con l’ombra. Venecia, Italia, 2019. Primer Premio del Primer Certamen Internacional de poesía a las Mascotas con el poema El balcón Ladró. Quequen, Buenos Aires, Argentina, septiembre del 2019. Finalista de la décima edición del Concurso Internacional de Poesía el Mundo Lleva Alas, Editorial Voces de Hoy, Miami, Florida, Estados Unidos de América, 2018. Finalista del Tercer Concurso Literario Nacional de Microrrelato, Sociedad de Escritores de General Alvarado, Miramar, 2018. Finalista en el IV concurso de narrativa para autores noveles Manuel Díaz Vargas 2016-2017 de Ediciones Alfar, España. Primer premio, en el VIII Certamen Literario Nacional de Poesía y Cuento Breve, Ramón Emilio Charras, A.P.I. Artistas y Pensadores Independientes, Córdoba, Argentina, 2016. Primer premio, en el 15 Certamen Internacional de Cuento, Ediciones Mis Escritos, con la obra Puede ocurrir, Buenos Aires, Argentina, 2016. Quinto puesto como finalista en el Concurso Internacional de relatos eróticos Karma Sensual 12, con el relato titulado “En la ducha”, Ediciones Literarte, Buenos Aires, Argentina, 2016. Ganador con el cuento titulado “Día especial”, en el III Concurso de Cuento Antonio Mora-Acirema, Colegio de Licenciados, San Cristóbal, Táchira, Venezuela, 2015. Seleccionado para la publicación con el ensayo La poesía en el Cantar de los Cantares en la Sección en Lengua Española, en el 2do Concurso Literario Internacional Bilingüe TraccePerLaMeta, Roma Italia, 2014. Finalista del I Certamen Mundial Excelencia Literaria: Narrativa III: Volumen 3. De Biblioteca de Autores Latinoamericanos. Literary Edition, Seattle, EEUU, 2015. Mención especial de Jurado en el II Concurso de Poesía “El mundo lleva Alas” Editorial Voces de Hoy, Miami, EEUU, 2009. Primer premio en 51


el XVI Concurso Nacional de Literatura (IPASME), con el poemario El silencio en su propio Olvido, Caracas, Venezuela, 2008. Finalista del Concurso de Poesía Juvenil Torre de Ficciones. Sociedad Cultural y Literaria Torre de Ficciones, Universidad de Carabobo, Valencia, Venezuela, 2006. Entre los años 2003 y 2005 extensionista universitario en los grupos Ularte, Geoadina, Araguaney y Voluntario Docente. En el 2006 Presidente de la Asociación de Estudiantes de Castellano y Literatura (ASOCAST). Desde el 2003 al 2008, participó en los Encuentros Binacionales de Escritores de Colombia y Venezuela. Obtuvo el reconocimiento por Asistencia a Eventos Internacionales en Calidad de Ponente, otorgado por la ULA. Reconocimiento por su Constancia y Aporte Invaluable a la Cultura de Venezuela otorgado por la Fundación Kuaimare del Libro Venezolano. Reconocimiento por una Excelente Colaboración y Entrega al Programa de Voluntario Docente Penitenciario. Reconocimiento por una Colaboración y entrega al Grupo de Extensión ULARTE, Universidad de los Andes. Ha publicado en antologías de Venezuela, Argentina, España, Italia y Estados Unidos. Entre sus obras: Poemario En el jardín de tu cuerpo, Sultana del Lago Editores, Venezuela, 2021. Novela de género testimonial, Los ojos de un exilio, Editorial Avant, Barcelona, España, 2020. Publicación digital, Obra poética y narrativa, Biblioteca de Autores y Temas Tachirenses, volumen 208, BAT. San Cristóbal, Tachira, Venezuela, 2018. Poemario infantil Mis primeros poemas, Ediciones Ecoval, Córdoba, Argentina, año 2015. Poemario Poemas a la Intemperie. Editorial Symbólicus, Córdoba, Argentina, 2013. Poemario Duerme Sulam. Editorial Cecilio Acosta, Museo de Barinas, Venezuela, 2007. Poemario El silencio en su propio olvido, Ministerio de Educación (IPASME) Caracas, Venezuela, 2008. Ha colaborado con artículos literarios en la revista Digital Incomunidade, Oporto-Portugal. En el Diario Digital Identidad Latina Multimedia de Hartford, Estados Unidos.

52


Diseño de tapa e ilustración: Víctor Grippoli Corrección y edición: Víctor Grippoli Grabado en metal de Venus y fotografía: Víctor Grippoli

Editorial Solaris de Uruguay Fundada por Víctor Grippoli

Edición: junio — 2022

Busca los productos de Editorial Solaris de Uruguay en: www.lektu.com Ediciones en papel por Amazon con envíos a todo el mundo. www.editorialsolarisdeuruguay.com Nuestro canal de YouTube: Editorial Solaris de Uruguay Puedes conseguir otros productos en librerías uruguayas.

53


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.