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Villavo y las drogas

Por Camilo Medina

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Un tema que genera distintos tipos de reacciones en las personas, y que suele observarse su comportamiento desde hace un siglo. Inició con una misma perspectiva que ha dado a conocerle como la guerra contra las drogas. Iniciada allá en los 20’s en cabeza de un hombre llamado Harry J. Aslinger, que pasaría a ser conocido por la historia como el Zar de las drogas por dar pie a desastrosas consecuencias que hemos vivido como consumidores desde aquél momento, y es que es de recalcar que no la inició ni con la verdad, ni solo, pues a su lado estuvo el magnate de los medios de comunicación de aquellos años, William Randolph Hearst. Por medio de producciones como Grass, crearon una visión sobre el consumidor de marihuana; palabra que se hace popular pues se origina con el fin de hacer una referencia clara a los nombres mexicanos María y Juana, y que describe a una persona que supuestamente se convertía en un sociópata capaz de asesinar incluso a la esposa con la que también está fumando hierba. Es de recalcar que todo esto ocurría dentro de un contexto social de elevada migración de trabajadores

mexicanos a los Estados Unidos de Norteamérica quienes, en su mayoría, al finalizar el día, disfrutaban fumándose un bareto. Y es que todo esto tiene relevancia porque a partir de aquellos momentos, la guerra que se ha venido librando tiene por bandera y símbolo, una hoja de marihuana, que, si la ponemos en contraste frente a otras sustancias, es de las que menos probabilidades tiene de afectar seriamente el organismo. Un pase de cocaína, comerse un cartón de LSD, bajarse una pepa de Rivotril o de éxtasis, son acciones que pueden pasar muy fácilmente desapercibidas por el resto de personas, pero no sucede así con la marihuana, hecho que aumenta el estigma y prejuicio que se tiene sobre ella, su consumo incomoda a los que no la fuman, así que si ponemos a dos consumidores, uno de ácidos (LSD) y otro de marihuana, cuando llamen a la policía para que se los lleven, los saquen y los multen, es más que seguro que llegarán por el marihuanero, se concentrarán en él y en joderlo como puedan, ya que como sagrada institución colombiana, se pasa por los huevos la normatividad. Villavicencio es una ciudad en la que, al hablar de drogas,

se perciben las respuestas que son usuales, Los viciosos son peligrosos, esos roban por poder meter. Meten vicio para enloquecerse, pueden matar a cualquiera y no lo recuerdan. Son agresivos. La necesidad de la educación hacía la población, sus gobernantes y sus autoridades judiciales entorno a las sustancias psicoactivas es altamente palpable, pero no una educación basada en mentiras, en argumentos que al contrario de brindarle herramientas a los jóvenes para reducir los daños asociados tanto a la sustancia como a los entornos en los que se las encontrarán. La frase que todos podemos escuchar como pilar de la educación respecto al tema de las SPA es No fumen marihuana, es la puerta al mundo de las drogas. Una frase alejada en demasía de la realidad como reduccionista en su mayor proporción, ya que, si revisamos el DSM V, encontramos que sustancias como el alcohol representan un peligro mucho mayor que el Cannabis en caso de presentarse un uso irresponsable por parte del consumidor. Decirle eso a jóvenes que cada día se encuentran a más temprana edad con un acercamiento a las drogas, pretendiendo que éstos no consuman por lo menos hasta la mayoría de edad, es como entregarlos a una guerra sin armas o escudos, porque si un joven ya está decidido hacerlo, es mejor que sepa qué clase de sustancia va a consumir y qué efectos puede tener tanto física como psicológicamente hablando, que aprenda a discernir si la sustancia puede ser pura o no, porque dejando

las mentiras y los mundos de fantasía, las personas y sobre todo los jóvenes no van a dejar de consumir sustancias porque es un fenómeno social, está ligado a nosotros prácticamente desde el inicio de la consciencia humana y fue importante en aspectos religiosos, políticos, y aspectos individuales como el romance y la conquista. No es lo mismo una persona a la que le ofrecen por primera vez una cocaína que tiene una coloración amarillenta a quien le está ofreciendo la sustancia y le dice que tiene sabor a coco, quien tiene un conocimiento real y práctico sobre drogas que aquél que no, pues el primero identificará que la sustancia está bastante alterada y tiene compuestos distintos a la sustancia pura para dar ese sabor, porque aunque esto no es garantía de que no la consuma, sí es garantía de que la persona es consciente de sus actos y las consecuencias de estos, buscando reducir los posibles daños en el cuerpo. Por supuesto que la educación no recae netamente en el consumidor, no se puede olvidar que los ciudadanos no consumidores deben claramente, recibir en primer lugar lo mencionado anteriormente y sumado a ello, ser educados sobre las realidades de los entornos de consumo, que no todos son el clásico parche en el parque, en el polideportivo, que el consumo no deriva automáticamente en delincuencia por parte de los usuarios de drogas ya que si se logran disminuir esos temores, se reducen los llamados a la policía

y se abre un posible puente de diálogo entre el parche y los vecinos. Es necesario no solo esto, pues la complejidad del tema de las drogas abarca otras varias aristas, como el apoyo institucional para el análisis de pureza a sustancias psicoactivas en los festivales, fiestas, etc. que se desarrollen en el municipio, y el que mediante infografías y otras formas de mensaje se promueva la revisión de pureza de sus drogas a los usuarios. Sin embargo medidas como esta y el activismo en la ciudad presentan cierta dificultad por la renuencia de los consumidores a aceptarse frente a la familia y a su ciudad por temor a represalias de cualquier índole como ser llevados a centros de rehabilitación, echados de casa, abandonados por sus parejas o rechazados laboral y académicamente, represalias que es innegable que sucederán, como también existen los casos en los que mediante el diálogo, la familia y los otros entornos aprenden a convivir

Por último, la invitación a quienes usan cualquier sustancia es a perder el temor de salir de ese clóset psicoactivo en el que se vive, salgan y vivan con una verdad con la que el resto de la ciudad debe aprender a vivir porque es algo de nuestros entornos personales. Apoyen las distintas propuestas de activismo psicoactivo que se forman en Villavicencio como las que ya existen porque es parte del trabajo de educación sobre el resto de la sociedad.

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