EL DÍA DE ZAMORA 0025

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Semana del 19 al 25 de noviembre de 2010 · Año I · Número 025 ·

El Centro de Apoyo al Menor, recurso que Cáritas dedica a la formación de niños de familias desfavorecidas P 4 ÁGINA

Precio 0,50 euros

· www.eldiadezamora.es ·

El PSOE presenta una denuncia contra el PP por ceder un local municipal a una empresa privada P 7 ÁGINA

Director: Eugenio Jesús de Ávila Juárez

“Se alquila, se traspasa”: más de veinte locales sin ocupar, entre La Farola y la Plaza Mayor P 10 11 ÁGS

Y

La Alberca: un barrio con demasiadas carencias  “Aquí, estamos dejados de la mano de Dios”, lamento de algunos vecinos de la barriada Y

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Un corazón sin techo, un infarto social

Mateos carga contra la política cultural del Ayuntamiento

 Adeiza critica a la Concejalía de Cultura por llevar varios meses sin mantener reuniones

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El Zamora, con bajas, a pescar en Gijón  Agustín continúa siendo duda

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“... y nunca la habrá” “¿Libertad... para qué? Así se pronunciaba Lenin cuando el Ser Humano creía en algo. Ahora, cuando ni Dios cree en el Hombre, hay prójimos que duermen en la calle mientras la helada se acuesta con su amada, la noche, en el oscuro lecho de la miseria. Ahí, cerca del arroyo de Valorio, dormía un menesteroso esta semana. Soñaría, esta excrecencia de la sociedad capitalista, del mundo avanzado, con una cama amplia, con un desayuno europeo, huevos fritos, zumo de naranja, pan integral y leche con omegas y alfas. Para los desheredados de la fortuna, soñar es un verbo necesario para no morir de rabia, de injusticia, de indigencia. Para los que comemos tres o cuatro veces al día y nos sobran viandas en el plato, soñar se convierte en un verbo tan superfluo como adquirir una segunda vivienda, un automóvil de alta gama y un traje italiano. Decía Saint Just, el jacobino que perdió su cabeza, con tan solo 26 años, en la guillotina

termidoriana (1794), que "cuando todos los hombres sean libres, serán iguales; cuando sean iguales, serán justos”. Más de dos siglos después de que la sangre del revolucionario francés regase los campos de la democracia, los hombres no son libres, viven esclavizados por un sistema que les niega el trabajo; un sistema que es, en esencia, injusto y que, por tanto, establece una jerarquía social clasista y discriminatoria. Ese hombre pobre o pobre hombre que duerme en un banco, que no tiene nada, solo tiempo para... morirse de frío, de inanición, de desamparo, nos remite a la España de Berlanga, a la película Plácido, aquella ácida crónica social en la que los burgueses invitaban a un pobre a comer en Navidad, y que concluye con un cruel villancico: “En este mundo ya no hay caridad ni nunca la ha habido ni nunca la habrá”. EUGENIO J. DE ÁVILA

FOTO: ENRIQUE ONÍS

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