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La artista zamorana Carmen Mayor realiza un bellísimo Nazareno para la Semana Santa de Toro pág 11
La belleza en la muerte
Director: Eugenio Jesús de Ávila Juárez
Espacio 36 inaugura hoy una de las exposiciones más importantes del año 2016, con obras de maestros pág 13
El equipo de gobierno, dispuesto a construir el parque de Bomberos
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Martínez-Maíllo tira de ironía para cargar contra .5 Sánchez y Rivera PÁG
El “botellón” del Jueves Santo causa desasosiego .7 en Zamora PÁG
Foto: Esteban Pedrosa
La virtud, un valor a la baja, en política
Hay ingenieros políticos que anhelan transformar nuestra sociedad en una colmena de abejas, reducir a cada ser humano a la categoría de zángano, obrera y reina. Platón, el primer ideólogo del totalitarismo, abogaba por una sociedad de clases: la de los artesanos, la de los guerreros o auxiliares, y la de los gobernantes o guardianes, asociando a cada una de las clases una serie de virtudes. Mussolini, creador del fascismo, acuño célebre frase que la ultraizquierda también firmaría: “Todo en el Estado, nada contra el Estado, nada fuera del Estado.” Mientras, las abejas, después de millones de años, sigue libando flores de almendro.
Amo la política y detesto la forma de hacer política en España, nación siempre al borde del abismo, sociedad estabulada, que se niega a pensar, porque duele, que confiesa, con cierto desdén, que no quiere saber nada de política, pura ignorancia, porque de la administración pública dependen pensiones, sanidad, educación, seguridad... Dejar la política en manos de los políticos conduce a una nación al borde del abismo, al caos económico, al nepotismo como norma de colocación en las instituciones públicas; a la corrupción generalizada, al fraude, a que la mentira desplace a la verdad, a la condena del hombre honrado y a la exaltación del malandrín, del ser inicuo, del badulaque, del amoral. España no existe, porque no hay pueblo, hay individuo errante, a la busca del trabajo perdido o de la bicoca política. La virtud ha sido guillotinada por el verdugo del vicio. Aquí, más en provincias pequeñas, atrapadas, mentalmente, en siglos pretéritos; donde los cerebros se enrocan tras una muralla de cobardía y la gente guarda silencio por temor a perder la nada; ciudad y provincia que ahorran miseria, donde se desprecia cuanto se ignora, como acuñara Antonio Machado, se valora a cualquier simple, capaz de pronunciar tres oraciones seguidas sin balbucear, y se admira y condecora al felón, con cargos, excelente salarios y unos cuantos besos de aire. Eugenio J. de Ávila.