Boletín ECEE #06

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El trabajo y su dimensi贸n integral Guillermo Arroyo Santisteban

Vinculaci贸n global... un reto que empieza en casa Marcela Chavarr铆a Olarte


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El trabajo y su dimensión integral Guillermo Arroyo Santisteban Académico de la Escuela de Ciencias Económicas y Empresariales

Para referirse al trabajo que ordinariamente realiza el hombre y su dimensión integral, se requiere hacer referencia a la dignidad implícita del mismo. Siendo el trabajo un acto humano por excelencia, es necesario considerar al hombre que lo lleva a cabo en su dimensión integral, lo que implica superar la dimensión natural y personal, para trascender a la social y espiritual. El atender a esta dimensión espiritual, lejos de contradecir la verdad y el dato racional, lo complementa y enriquece. Se empieza por señalar la importancia que tiene el trabajo cotidiano en la vocación humana, después se define el concepto de trabajo, quién es el sujeto del trabajo y cómo este contribuye a perfeccionar al hombre, desarrollándolo en la virtud. Si hacemos un repaso histórico, no siempre el concepto del trabajo ha sido el mismo, ha variado según las diversas culturas y épocas, por ello se requiere una breve revisión de los principales conceptos. Se analiza a continuación, la diferencia que existe entre el trabajo objetivo y subjetivo, los derechos y deberes que de él se derivan y la necesidad de establecer una visión antropocéntrica del trabajo, en contraste con la visión economicista y materialista. Después, se analizan los derechos a la propiedad que derivan del trabajo, y por último, se considera indispensable tomar en cuenta la dimensión social y el efecto que tiene sobre el bien común dicha actividad.

VOCACIÓN El tema del trabajo tiene tal importancia que el hombre le dedica una tercera parte de la vida, y tal trascendencia, que forma parte sustancial de su vocación;1 por lo mismo, es un medio para lograr su realización y perfección. Esta visión implica una actitud positiva hacia al trabajo y no considerarlo, como muchas personas, como una carga que se lleva penosamente. Además, si el hombre por naturaleza tiene una dimensión religiosa, este aspecto no puede omitirse. Como prueba, basta ver cómo Max Weber, entre otros, lo considera. Weber sostiene que sólo en los países donde se implantó la Reforma Protestante se tiene un concepto de vocación al trabajo como misión impuesta por Dios, bajo el término alemán “beruf”, traduciéndola al inglés con la palabra “calling”, que se parece más a la castellana “vocación”, entendida como “llamada”. Sin embargo, parece que el término “beruf”, se asemeja más al concepto que

hoy tenemos de “profesión”,2 en donde las aptitudes, gustos y capacidades entran en juego. Vale la pena hacer notar que para Lutero el trabajo profesional en el mundo es un imperativo divino, que se contrapone a la vocación monástica, que no sólo carece de valor alguno para justificarse ante Dios, sino que además es producto de un desamor egoísta para con el prójimo que trata de evadir los deberes. “Es cumpliendo en el mundo los deberes profesionales donde se cumple la divina voluntad, con lo cual toda profesión lícita posee ante Dios el mismo valor”.3 La aseveración de Weber, en cuanto que sólo en las confesiones protestantes se acepta el valor del trabajo profesional en medio del mundo como meritorio, no es exacta.4 Es evidente que el catolicismo considera al trabajo parte integrante de la vocación humana por ser lo propio de su naturaleza, como se argumenta a continuación. El hombre mantiene una relación con el mundo, en cuanto que ha sido insertado en el mundo y este, a su vez, ha sido hecho para el hombre. Esta relación le da un sentido de posesión y de responsabilidad en cuanto a la necesidad de que lo racional gobierne a lo irracional y la obligación de llevarlo a su perfección. Desde el origen, el trabajo es ya elemento integrante de la condición humana, nota específica de su naturaleza y cauce principal de su relación con el mundo que habita y en el que ha sido ubicado. Para hacer habitable el mundo, para satisfacer sus necesidades más apremiantes, el hombre debe desarrollar una serie de instrumentos, producto de su inteligencia, que le permiten organizar, mejorar y adaptar el medio ambiente. Estos instrumentos, producto de su trabajo y de su capacidad de inventar, hacen más eficaz su trabajo. Conforme el ser humano se ha desarrollado, ha requerido mejorar la satisfacción de sus necesidades y el aprovechamiento de los recursos naturales, lo que ha significado desarrollar, a base de trabajo, satisfactores más elaborados y sofisticados, dando lugar a una vida cada vez más humana. Considérese, por ejemplo, lo que implica el uso de computadoras en el desarrollo de la humanidad. Hay hechos constatables que demuestran cómo el trabajo forma parte importante de la vocación humana: quien tiene capacidad de trabajar y no lo hace, llega a verse afectado en su salud física y psíquica. En muchas ocasiones, se da terapia ocupacional a enfermos mentales y existe una gran preocupación por ofrecer trabajo a quienes lle3


gan a la senectud y carecen de empleo, aunque no tengan necesidad económica.

CONCEPTO Y SENTIDO DEL TRABAJO Para definir el concepto de trabajo partimos del significado etimológico: su raíz está en el latín trabs, traba, o de tripaliare, torturar con un instrumento de tres palos, lo que pone de relieve su carácter oneroso. “Trabajo significa todo tipo de acción realizada por el hombre, independientemente de sus características o circunstancias; significa toda actividad humana que se puede o se debe reconocer como trabajo entre las múltiples actividades de las que el hombre es capaz y a las que está predispuesto por la naturaleza misma en virtud de su humanidad”.5 “Trabajo humano sirve no sólo para distinguir entre el trabajo de la máquina o del animal y el del hombre, sino también para destacar su carácter de acto humano, realizado con libertad y con responsabilidad”.6 El trabajo humano es una actividad realizada por una persona que pone en juego su inteligencia, su voluntad, su individualidad con cierta dosis de originalidad, iniciativa, creatividad, y cuyo producto material o inmaterial es la transformación de algo. En una actividad estrictamente humana entran en juego las potencias que distinguen al hombre como tal del resto de las creaturas, es decir su inteligencia y voluntad, además de otras facultades. Sin embargo, lo que verdaderamente dignifica y privilegia al trabajo como propio del hombre, es precisamente que es una actividad racional y voluntaria, que tiene un valor no intrínseco a la misma actividad. Este valor lo distingue de otras actividades como el deporte. El trabajo, como vimos en su etimología, implica esfuerzo y fatiga, conceptos que se analizan más adelante. Habitualmente, el trabajo se ha distinguido como intelectual y corporal. Hoy en día en el terreno de la empresa se distingue el trabajo directivo del operativo, conceptos que merecen un análisis posterior. La distinción entre trabajo manual e intelectual no parece del todo atinada, considerando que aunque en algunos casos predomine la actividad manual o la intelectual, el hombre completo es quien realiza el trabajo. Además, en muchos casos el trabajo material o manual se ha visto como de segunda categoría, al grado de habérsele denominado trabajo servil, es decir propio del siervo, usando este término en forma peyorativa. En el mundo empresarial esta distinción es más contundente. “La empresa se define como una estructura de capital, organización y trabajo para la consecución de un fin arduo”.7 Con esta postura, se pretende que la organización ordene la fuerza del trabajo para que se consigan los fines que persigue el capital. De este concepto de empresa surge la diferenciación entre el trabajo operativo y el directivo. El primero debe someterse al segundo, a fin de lograr los objetivos del capital. Se entiende como trabajo operativo el 4

que está sujeto a reglas fijas que hay que acatar y que han sido fijadas por el directivo, quien se reserva toda posibilidad de iniciativa y creatividad y no tiene que sujetarse a esas reglas. Las razones que dan los defensores de esta postura, son las siguientes: a) Un hombre carece de tiempo suficiente para hacer ambos trabajos. b) Es necesario desarrollar una habilidad propia para cada trabajo. c) Los temperamentos humanos son diferentes y no todos tienen las mismas facultades d) Sólo un plan técnicamente elaborado puede repetirse, y este es necesario para la eficiencia el desarrollo de actividades repetitivas. Si bien es cierto que estas posturas tienen mucho de razón, también es que llevadas al extremo ocasionan la enajenación del hombre, que realiza un trabajo como autómata y quien lo dirige actúa como domador, en vez de ser un director que tiene claro que la autoridad implica servicio y que su labor es la de facilitador y no de tirano. Puede decirse que la separación de conceptos es inevitable, aun cuando la separación de personas no debiera serlo forzosamente, ya que lo contrario estaría creando clases antagónicas que se encontrarían en un constante enfrentamiento. Esto quiere decir que tanto el trabajo operativo como el directivo, deben llevarse a cabo por la misma persona. Es evidente que también es necesario un orden y un principio de autoridad y por eso, habrá quien desempeñe un trabajo cuyas características sean más directivas que operativas y viceversa, donde el directivo no actúe como domador y no cree clases que sometan a otras, sino que actúe como coordinador y facilitador, que sólo exista una distinción de campos de actividad y que éstos se vean como actividades complementarias entre sí. Como puede apreciarse, “el trabajo, en cuanto problema del hombre, ocupa el centro mismo de la cuestión social”.8 Tomando en cuenta la dimensión íntegra del ser humano, no se puede desarrollar una relación laboral antagónica y enajenante, que en vez de promover la armonía y la justicia, promueva la división y desconozca la dimensión social y espiritual del trabajo. Precisamente la Laborem excercens, junto con otros documentos del magisterio eclesiástico, considera este tema, dada la preocupación que siempre ha tenido la Iglesia Católica por la justicia social. “Hemos de convencernos, por lo tanto, de que el trabajo es una realidad, que se nos impone como una ley inexorable a la que todos, de una manera u otra, estamos sometidos, aunque algunos pretendan eximirse. Aprendedlo bien: esta obligación no ha surgido como una secuela del pecado original, ni se reduce al hallazgo de los tiempos modernos. Se trata de un medio necesario que Dios nos confía aquí en la tierra, dilatando nuestros días y haciéndonos partícipes de su poder creador, para que nos ganemos el sustento y simultáneamente recojamos frutos para la vida eterna: el hombre nace para trabajar, como las aves del cielo para volar”.9 Con esta sentencia coincide la idea sobre la dignidad del trabajo que desarrolla Tomás Melendo.


“El trabajo adquiere en el pensamiento cristiano una suprema nobleza como imagen del Absoluto y el trabajo, participando de esa calidad constitutiva, pero sin arrogarse funciones que no le corresponden, acaba por conseguir una grandeza teórica y práctica que, fuera de esa visión del mundo, jamás había obtenido. Subrayada la categoría personal del hombre, la dignificación del trabajo se deduce como un corolario. ”Resulta por lo tanto evidente que es la definitiva y justificada magnificación teórica de la persona lo que en radical instancia, permitirá el encumbramiento del trabajo: el trabajo será mejor o peor conceptuado a tenor del valor que se atribuya al sujeto”.10 Para el cristianismo, la nobleza del hombre se fundamenta en que ha sido creado a imagen y semejanza de Dios, lo que lo hace un ser de libre voluntad, por la cual puede dirigirse a sí mismo hacia su propia perfección. El hombre es imagen de Dios en cuanto es principio de sus obras por estar dotado de libre albedrío y dominio de sus actos,11 de aquí que se sostenga que el hombre es el arquitecto de su propio destino. Por otra parte la forma en que Dios da a cada hombre el ser, es completamente diferente a la manera en que lo hace con las demás criaturas, ya que al crearlo a su imagen y semejanza, crea para cada persona en particular un alma que la singulariza para toda la eternidad y le proporciona la razón más radical de su particular excelencia. “Todo un Absoluto lo pone delante de Sí y se recrea en él como si del único objeto de su creación se tratara”.12 Siendo el trabajo un acto humano de especial trascendencia para el hombre, puesto que es capaz de ennoblecer y santificar a la persona mediante el desarrollo de virtudes y valores, como ya se vio, es patente su dimensión ética, ya que todo acto humano está dentro de la jurisdicción de la ética, sobre todo la labor profesional, que supera la condición natural del hombre, proyectándose a la espiritual.

EL SUJETO Y SU PERFECCIÓN Como se señaló, el hombre es el sujeto del trabajo, también, como es evidente, es un ser inacabado, perfectible y cuyo último fin subjetivo consiste en alcanzar la felicidad. Es importante subrayar que ese fin último no lo elige el hombre, sino que es propio de su naturaleza y sólo lo consigue cuando actúa conforme a la recta razón. El hombre siempre que actúa es en busca de un bien, de lo contrario no estaría buscando su felicidad, el problema se da cuando ese bien no concuerda con su último fin, caso en que no estaría actuando conforme a la recta razón y, ante un bien aparente, estaría frustrando la consecución de su fin último. Si el hombre alcanza su fin último, alcanza su plena realización, su perfección, conforme a su naturaleza propia y el único camino que tiene para alcanzarlas es el camino de la virtud. El hombre equivocaría el camino si no buscara la perfección en el trabajo profesional, en las circunstancias de la

vida ordinaria. De ser así, si no tendiera a terminar bien su tarea, no lograría esa continua superación a que está llamado; si no perseverara en el empuje del trabajo comenzado con ilusión; si no desempeñara su oficio como el mejor y si es posible, mejor que el mejor, porque usará todos los medios honrados necesarios, para realizar con rectitud de intención una labor primorosa, acabada como una filigrana, cabal.13 Si el camino de la perfección humana está en alcanzar la virtud, el trabajo es uno de los medios más relevantes con que cuenta el ser humano para crecer, siempre y cuando lo enfrente con la correcta visión. Para ello es necesario que acepte que fue creado para trabajar. Es importante analizar los diversos motivos por los que el hombre trabaja, con objeto de ver si realmente se conforman a lo antes señalado. Este análisis debe ser desde una perspectiva integral que incluya tanto la visión del mundo como la felicidad del alma. A) El hombre trabaja para obtener recursos económicos para su sostenimiento y el de su familia. Si bien este motivo es perfectamente válido, si la razón del trabajo sólo se limita al aspecto económico, tarde o temprano acaba por verse como un mal necesario, donde la retribución siempre es insuficiente, e incluso se llega a razonar de la siguiente manera: “hago como que trabajo, porque hacen como que me pagan”. B) Todo ser humano tiene ciertas habilidades, así como ciertas preferencias que casi siempre coinciden con las primeras. Basado en ellas, el estudiante escoge profesión y el trabajador actividad profesional; por eso el trabajo les permite desarrollar sus capacidades. C) Incrementar el valor de las cosas, que no es otra cosa que lo que los economistas denominan valor agregado. Para lograrlo es necesario que la actividad que se desarrolle tenga una utilidad y para ello se requiere que el trabajador ponga en juego toda su capacidad creativa, la perseverancia en la labor, la excelencia en la calidad de la misma y la constancia en el aprovechamiento del tiempo. D) Para lograr la configuración y dominio de la tierra. Considerando que los seres con un grado superior de vida, tienen dominio sobre los de grado inferior (así el animal tiene dominio sobre el vegetal y una especie superior de animal la tiene sobre otra inferior), el hombre como ser racional, con el grado más elevado, tiene la responsabilidad de dominar la tierra y conducirla a su perfección. E) Colaborar en la perfección del mundo, así como originar y fortalecer la solidaridad entre los hombres, mediante el desempeño de un trabajo realizado con visión de servicio, con rectitud de intención. 5


F) Realizar el trabajo con visión espiritual implica considerarlo susceptible de ser santificado, como un medio de santificación para quien lo realiza y como un elemento para contribuir a la santificación de los demás hombres. Si el trabajo se lleva a cabo tomando realmente en cuenta todos estos motivos que lejos de ser excluyentes son complementarios, el hombre podrá a través del mismo ir perfeccionándose, volviéndose más virtuoso, desarrollando su personalidad, sus facultades, abriéndose y dándose a los demás, colaborando a desarrollar una sociedad más humana, con lo cual podrá ser más feliz y hacer más felices a los demás, y acabará viendo el trabajo como una bendición y no como un tormento, encontrando la verdadera dimensión ética, social y espiritual de su labor profesional

DIVERSAS CONCEPCIONES Y CULTURAS En el transcurso de la vida de la humanidad, dependiendo de la cultura de los distintos pueblos, han existido diversas concepciones del trabajo. Encontramos desde el hombre nómada, que cambiaba de residencia a donde encontraba los frutos de la tierra y la caza, hasta la sociedad actual, llamada por muchos autores posindustrial. Con objeto de analizar el concepto que las diversas culturas han dado al trabajo, es necesario tomar en cuenta, aunque en forma por demás breve, los distintos sistemas de organización del trabajo en la historia. Si bien, tanto griegos como latinos hacían distinción entre el trabajo servil y el intelectual (también considerado como ocio, en el sentido contrario a negocio, ocio que daba espacio para la teoría y la contemplación, única ocupación digna del hombre libre), también es verdad que si se analizan los principios aristotélicos en este sentido, como propone Tomás Melendo en su libro La dignidad del trabajo, la noción aristotélica del trabajo se ensancha. No se circunscribe solamente a labores realizadas con el cuerpo y a las que modifican una materia exterior, sino incluye las operaciones intelectuales. En el concepto de trabajo, el ocio no se reduce a un hacer nada como hoy día se entiende, sino incluye la labor más noble que el hombre puede realizar.14 Encontramos en primer término la necesidad de distinguir entre el trabajo libre y el que realiza el esclavo o el siervo, que siempre se identificó con el trabajo material o manual y se desarrolló en la Edad Antigua y Media.15 Este trabajo estaba orientado a objetivos ajenos a quien lo realizaba y que eran fijados por los beneficiarios. El sistema se apoyaba en medios coercitivos socialmente sancionados. La actividad industrial era de baja productividad, ya que las necesidades eran muy limitadas y rara vez se proponían nuevas cosas, mucho de lo producido era prácticamente para autoconsumo. En esta época nacen los primeros agrupamientos de quienes no trabajaban como siervos o esclavos, dando lugar a la creación de grupos corporativos, que van adqui6

riendo consistencia a partir del Bajo Imperio y especialmente al inicio del primer milenio de la Era Cristiana; en la Europa medieval nacen los gremios en los siglos XIV y XV.16 La evolución de las relaciones entre el trabajo libre y el subordinado, pasó de una relación estamental a una contractual, en la que concurre un acuerdo de voluntades y no una situación de estatus. El desarrollo del comercio, la formación de estados nacionales, las invenciones técnicas, la aplicación de la creatividad a los procesos productivos, etcétera, fueron elementos que influyeron significativamente en la organización laboral de las comunidades medievales que, con el paso del tiempo, evolucionaron al actual orden industrial.17 El trabajo en la sociedad industrial se caracteriza por las organizaciones laborales pluralistas, donde la eficiencia es uno de los signos distintivos, así como la innovación. En vez del sistema coercitivo del medioevo, se da la fuerza normativa del contrato y aparece el sistema de fábrica, basado en la división del trabajo. En esta sociedad surgen las relaciones laborales entre patrón y trabajador; las clases sociales, capitalistas y obreras; el concepto de salario; los antagonismos entre clases; las teorías económicas liberales y las colectivistas; la tecnificación; la clase orientada a la dirección, que no siempre se confunde con el capital; los sindicatos y el sector económico de los servicios.18 Es natural que dependiendo del concepto que se tuviera del trabajo, su valoración fuera distinta. Así, los griegos consideraban que el hombre debía conseguir un nivel elevado de sabiduría y ocuparse de los asuntos públicos de manera desinteresada, actividad que implicaba tiempo que no debía dedicar a la consecución de medios materiales, trabajo propio de esclavos. El cristianismo aportó una concepción totalmente diferente, ya que su modelo, Cristo, trabajó manualmente; los monásticos basados en el ejemplo de Cristo, insisten en la necesidad del trabajo manual para evitar la ociosidad, madre de todos los vicios, considerada como “hacer nada”. En el Renacimiento, el hombre glorifica la actividad humana dirigida a la producción de una obra, medio de afirmar la propia personalidad. Para Moro, la obligación que tiene el hombre de trabajar es clara en sus escritos. Para los protestantes, la obligación moral de trabajar en una profesión es manifiesta. En la sociedad burguesa, el trabajo industrial y el comercio, adquieren alta estima, en contraste con las sociedades estamentales, barroca y clásica, que tenían en gran estima la política, las armas y las letras, menospreciando el trabajo manual, la industria, el comercio y las actividades administrativas. Aparece la separación entre el trabajo manual y el no manual, entre el empleado de cuello blanco y el de cuello azul, connotando distintas cargas de prestigio.19 En la sociedad actual existen diversos criterios de valoración de las personas en cuanto a su posición social,


muchas veces en función a su actividad profesional, al salario que perciben, si el trabajo es manual o no, si es directivo o no, si es autónomo o no, el grado de creatividad que requiere, la necesidad de formación, etcétera. Este asunto de la valoración social en función del trabajo y de la importancia que tiene para el individuo, ha dado lugar a la creación de toda una técnica para el manejo de las relaciones humanas, buscando con ello la satisfacción de la persona en su trabajo, aun cuando también es cierto que con ello se busca disminuir la rotación, el ausentismo e incrementar la productividad. No obstante lo señalado, siempre ha existido quien ha valorado el trabajo como una actividad que dignifica al hombre. Tenemos por ejemplo a Cicerón, que sostiene, que el que cultiva su campo no hace mal a nadie. Virgilio: “todo lo vence el áspero trabajo y la necesidad que nos espolea en los negocios que nos fatigan”. Ovidio: “Sorpréndame la muerte en medio de mi trabajo”. Confucio “Dios ha puesto el trabajo por centinela de la virtud”.20 La postura cristiana en cuanto a la concepción y valoración del trabajo, está en relación directa con el concepto que se tiene de la dignidad del hombre, tratado líneas arriba. Partiendo de lo señalado en este sentido, todo lo que el hombre realiza en forma consciente y voluntaria, está impregnado de humanidad, lo que da al trabajo ese valor y dignidad, en cuanto participa del acto de ser del trabajador, acto de ser otorgado por el Ser subsistente, que acaba por remitir a través del ser participado propio de cada hombre al Absoluto. La dignidad del hombre se incrementa haciéndolo mejor persona, “no por la riqueza, el poder o la posición social; tampoco la simpatía, el grado de saber, su ingenio o penetración intelectual, sino, en última y radical instancia, el uso que haya hecho de su libertad, el grado alcanzado en el ejercicio del amor”.21 “Conviene no olvidar, por tanto, que esta dignidad del trabajo, se funda en el Amor. Por eso el hombre no debe limitarse a hacer cosas, a construir objetos. El trabajo nace del amor, manifiesta el amor, se ordena al amor”.22 El trabajo incrementa o disminuye la dignidad a la persona, la mejora o empeora como tal, según haya hecho uso de su libertad, según el amor que haya puesto en su trabajo; que es lo que en última instancia avalora el trabajo. Trabajar por amor, se convierte en exigencia ética, ya que en ello va la posibilidad de perfeccionamiento de la persona que lo realiza, la calidad del trabajo mismo y la colaboración al bien de los demás, entendiendo por amor no un simple sentimiento, sino querer con obras el bien de los otros, en cuanto otros, más allá de las propias deficiencias y carencias, trascendiendo así lo efímero y transitorio, ordenándolo al amor a Dios.

TRABAJO OBJETIVO Y SUBJETIVO Como se mencionó antes, el hombre lleva a cabo al trabajar una labor que sólo él puede realizar, someter la Tierra, concepto que tiene un amplio alcance, ya que abarca no

sólo el mundo descubierto, sino todos los que puedan ser descubiertos y oportunamente usados. Someter la Tierra, es una labor netamente humana. El hombre la habita y esto implica su transformación y adaptación a sus necesidades, no la aclimatación del hombre a la naturaleza, como es el caso de los animales. Someter la Tierra, es el gobierno de lo racional sobre lo irracional, es conducirlo a su perfección. Este acto implica desde la domesticación de los animales, la extracción de los frutos de la tierra y de los mares, el cultivo de la tierra y la elaboración de sus productos, hasta las sofisticadas elaboraciones industriales, los desarrollos tecnológicos, la industria de los servicios, la investigación pura y aplicada y los viajes espaciales, que conlleva la conjunción del trabajo intelectual con el físico. El desarrollo de la ciencia ha permitido en muchos casos, tanto en agricultura como en la industria manufacturera, que el hombre vigile y la máquina haga el esfuerzo. Esta situación da lugar a nuevos planteamientos en el problema del trabajo humano ya que, no obstante la automatización, el sujeto del trabajo sigue siendo el hombre, puesto que la técnica debe facilitar el trabajo, perfeccionarlo, acelerarlo, multiplicarlo. La técnica ha de ser aliada del hombre, “cuando la mecanización del trabajo suplanta al hombre, quitándole toda satisfacción personal y el estímulo a la creatividad y responsabilidad; cuando quita el puesto de trabajo a muchos trabajadores antes ocupados, o cuando mediante la exaltación de la máquina reduce al hombre a ser su esclavo”.23 “Someted la Tierra”, implica una relación de dominio del cerebro humano sobre la técnica, sobre las automatizaciones, los mecanismos, las máquinas, que son la confirmación histórica del dominio del hombre sobre la naturaleza, la confirmación de que el sujeto del trabajo sigue siendo el hombre, el ser más digno que habita la faz de la Tierra. Por ese motivo le corresponde ejercer este dominio, por ello el hombre dignifica la labor que realiza, independientemente de su trabajo, es decir, independientemente del objeto en que el individuo desarrolle su esfuerzo al trabajar. “El hombre debe someter la Tierra, debe dominarla, porque como es una persona, es decir, un ser subjetivo capaz de obrar de manera programada y racional, capaz de decidir acerca de sí y que tiende a realizarse a sí mismo. Como persona, el hombre es pues sujeto. Como persona él trabaja, realiza varias acciones pertenecientes al proceso del trabajo; estas independientemente de su contenido objetivo, han de servir todas ellas a la realización de su humanidad, al perfeccionamiento de esa vocación de persona, que tiene en virtud de su misma humanidad”.24 Este dominio sobre la Tierra es tal siempre y cuando sea producto del trabajo del hombre, con lo que está más en la línea de la dimensión subjetiva que de la objetiva, condicionando la misma esencia ética del trabajo. Es decir, el trabajo tiene mayor valor porque lo realiza una persona –con mayor dignidad entre las criaturas–, que por la acti7


vidad que realice o por el resultado que se obtenga del mismo. Por ello, “las fuentes de la dignidad del trabajo deben buscarse principalmente no en su dimensión objetiva, sino en su dimensión subjetiva”.25 La obligación de hacer un trabajo bien hecho técnicamente, es obligación grave del sujeto del mismo. “No creo en la rectitud de intención de quien no se esfuerza en lograr la competencia necesaria, con el fin de cumplir debidamente las tareas que tiene encomendadas. No basta con querer hacer el bien, sino que hay que saberlo hacer”.26 Con esta visión del trabajo encontramos, en primer lugar, que no hay trabajo de poca monta, en segundo, que desaparece el fundamento de clases sociales, según el trabajo que se desempeñe. Esto no quiere decir que el trabajo no pueda o no deba ser valorado de alguna forma en su aspecto objetivo, sólo quiere decir que el primer fundamento del trabajo debe ser el sujeto que lo realiza, el hombre, lo que da lugar a una consecuencia ética, “el trabajo está en función del hombre y no el hombre en función del trabajo”.27 De todo lo expuesto se deriva una serie de consecuencias éticas, morales y jurídicas fundamentales, que afectan los criterios relativos al trabajo y a todo lo que con él se relaciona, tal es el caso de las relaciones obrero-patronales, la retribución justa, el derecho al trabajo, la propiedad, el economismo, la solidaridad, la familia, la sociedad y el bien común.

DEBERES Y DERECHOS Como se señaló anteriormente, el hombre está hecho para trabajar, el trabajo forma parte integrante de su naturaleza, por lo que tiene el derecho a hacerlo, situación reconocida prácticamente en todas las legislaciones civiles, en las distintas confesiones religiosas, en todas las declaraciones de derechos humanos, e incluso elevados a precepto constitucional, como es el caso de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, en su artículo quinto. De estos derechos y obligaciones, han surgido las relaciones laborales, en las que por una parte está quien presta un servicio, el trabajador, y por otra quien lo contrata, el empresario. Esta relación es muy compleja, de ella derivan deberes y derechos para ambas partes, que han sido regulados por los códigos del trabajo vigentes en las naciones. No obstante las regulaciones establecidas, esta relación sigue siendo el centro de la cuestión social en cuanto al problema del trabajo humano. El hombre tiene la obligación moral de trabajar bien, por respeto al mandato recibido, por respeto a su propia humanidad, por respeto a los demás; también de estas obligaciones se derivan ciertos derechos, que deben ser respetados por quien requiere de sus servicios, es decir por el empresario, quien tiene la obligación de establecer, en primer lugar, fuentes de trabajo y en segundo, relaciones laborales justas, donde el principio de equidad cobre plena 8

vigencia, superando las leyes escritas y codificadas. Al hablar del empresario, debemos distinguir entre el directo y el indirecto. “El empresario directo es la persona o la institución, con la que el trabajador estipula el contrato de trabajo según determinadas condiciones. Como empresario indirecto se deben entender muchos factores diferenciados, además del empresario directo, que ejercen un determinado influjo sobre el modo en que da forma, bien sea al contrato de trabajo, bien sea, en consecuencia, a las relaciones más o menos justas en el sector del trabajo humano. ”En el concepto ‘empresario indirecto’ entran tanto las personas como las instituciones de diverso tipo, así como también los contratos colectivos de trabajo y los principios de comportamiento, establecidos por estas personas e instituciones, que determinan todo el sistema socioeconómico o que derivan de él. El concepto de empresario indirecto implica así muchos y variados elementos. Su responsabilidad del empresario indirecto es distinta de la del empresario directo, como lo indica la misma palabra: la responsabilidad es menos directa, pero sigue habiendo verdadera responsabilidad: el empresario indirecto determina substancialmente uno u otro aspecto de la relación de trabajo y condiciona de este modo el comportamiento del empresario directo cuando este último determina concretamente el contrato y las relaciones laborales”.28 Los conceptos indicados influyen de manera sustancial en el establecimiento de las políticas laborales, tanto a nivel nacional, como a nivel empresarial, por lo que no pueden ignorarse estas condicionantes. Una política laboral correcta no sólo tiene que tomar en cuenta los aspectos económicos, tampoco puede ignorar los aspectos éticos, que se traducen en el respeto a los deberes y obligaciones de las partes contratantes, derechos y deberes que deben considerar la condición de persona humana del trabajador y la dignidad que tiene el trabajo y no sólo considerarlo como una mera mercancía; no puede ni debe pasar por alto la primacía de la dimensión subjetiva del trabajo sobre la objetiva. Cabe hacer notar que la condición de empresario indirecto que tienen los estados, no sólo les obliga a establecer políticas laborales que se apeguen a la justicia y la vigilancia de su cumplimiento, sino que en las relaciones comerciales internacionales deben tomar en cuenta los compromisos que adquieren y en qué forma llegan a afectar las condiciones de los trabajadores en sus propios territorios, sin perder de vista que el sujeto del trabajo sigue siendo el hombre. Este mismo elemento ha de ser tomado en cuenta por las firmas multinacionales, cuyas operaciones son a nivel mundial, en un entorno de globalización. Es importante señalar que el criterio que debe primar no puede ser sólo el del máximo beneficio económico, donde los derechos del trabajador sean un derivado de los sistemas económicos. Lo que debe constituir un criterio adecuado y fundamental para la formación de la economía


deben ser los derechos objetivos del hombre en cuanto al trabajo y no cicunscribirse a criterios de eficacia económica. El primer problema que han de considerar los empresarios, directos y sobre todo indirectos, es precisamente el problema del empleo digno y adecuado para todos los sujetos capaces de él, es decir, cómo resolver el problema del desempleo y del subempleo, cuyas proporciones pueden llegar a una calamidad social. “Para salir al paso del peligro del desempleo, para asegurar empleo a todos, las instancias que han sido definidas aquí como ‘empresario indirecto’ deben proveer una planificación global, con referencia a esa disponibilidad de trabajo diferenciado, donde se forma la vida no sólo económica sino también cultural de una determinada sociedad; deben prestar atención además a la organización correcta y racional de tal disponibilidad de trabajo. Esta solicitud global carga en definitiva sobre las espaldas del Estado, pero no puede significar una centralización llevada a cabo unilateralmente por los poderes públicos. Se trata en cambio de una coordinación justa y racional, en cuyo marco debe ser garantizada la iniciativa de las personas, de los grupos libres, de los centros y complejos locales de trabajo, teniendo en cuenta lo que se ha dicho anteriormente acerca del carácter subjetivo del trabajo humano”.29 Es mucho más sano buscar la colaboración de todos, incluso en el ámbito internacional, para lograr que el trabajo sea considerado como un derecho fundamental de todos los hombres y que este da derechos análogos a todos los que lo llevan a cabo, de manera que el nivel de vida de los trabajadores en las sociedades presente cada vez menos esas injustas diferencias, causa de violentas reacciones, y no tengan que recurrir a seguros de desempleo o soluciones similares. No puede perderse de vista que el progreso debe llevarse a cabo mediante el hombre y por el hombre y debe producir frutos en el hombre, para lo cual es necesario que exista un adecuado sistema de capacitación y educación que permita ocupar un puesto eficazmente, en el mundo del trabajo; así como el respeto irrestricto de los derechos del trabajo conforme a la dignidad del hombre, sujeto de él. Los principios de solidaridad y subsidiaridad, tienen plena aplicación y deben ser considerados en la solución de estos asuntos.

CONCEPCIÓN ANTROPOCÉNTRICA Al tratar el asunto de la concepción antropocéntrica del trabajo, se analizarán tres aspectos que se consideran fundamentales para definirlo: el sistema salarial, la tecnificación y el orden que debe seguir la organización económica. Hay quien por definición considera el contrato de trabajo y el sistema salarial como indigno e injusto, lo cual no es sostenible, aunque en muchas ocasiones y en casos particulares y concretos se presente el caso, hecho que no es

producto del sistema en sí mismo, sino de su aplicación injusta. “El asalariado es, del mismo modo que el empresario, sujeto y no objeto de la economía política; el contrato de trabajo no contiene nada que contradiga esta igualdad fundamental. En el contrato de trabajo el hombre pone a disposición sus energías de trabajo a cambio de una justa compensación”.30 Este enunciado que en nada contradice a la dignidad de la persona humana, en cuanto al aspecto que parece más delicado, “retribución justa”, forma parte primordial de una equidad que debe regir la virtud de la justicia. Para fijar dicha retribución no sólo se debe considerar la dimensión objetiva del trabajo sino también la subjetiva, que contempla derechos y obligaciones de todas las partes involucradas, no pierde de vista la dignidad de la persona humana, ni tampoco los fines que debe perseguir toda empresa; en síntesis, aplica cabalmente el principio de equidad. Lo que implica considerar que el salario por rendimiento no es objetable en principio, si como la justicia señala, se acepta como necesario tener un salario mínimo, que permita al trabajador y a su familia acceso a una alimentación suficiente, a una vivienda digna, a servicios de salud, a un ahorro para tener una vejez tranquila, a un mínimo de educación y a ciertos recursos para solaz. Vale la pena mencionar que precisamente para salvaguardar sus derechos, los trabajadores se unen solidariamente a través de los sindicatos, figura social que colabora en la recta ordenación de la vida económica, reconociéndose este como un derecho fundamental de la persona y reconocido como tal en los códigos laborales y en las declaraciones de los derechos humanos. Señala como muy recomendable que los trabajadores puedan, de forma conveniente, acceder a la copropiedad de las empresas, a efecto de que capital y trabajo se unan en un común esfuerzo con objeto de evitar posiciones antagónicas y de enfrentamiento que perjudican a ambas partes. Quien condena la tecnificación del trabajo es evidente que no se ha percatado que dentro del mandato de dominar la Tierra, está la creatividad del hombre, y que para llevar a cabo este mandato deben usarse los métodos con que mejor lo logre, y para ello es precisamente la técnica. “El hombre puede y debe investigar con las superiores fuerzas de su espíritu las escondidas fuerzas de la Naturaleza y tomar las fuerzas de la materia a su servicio, es decir, dominar la Tierra mediante la técnica y la civilización técnica. ”Cualquier conquista en el reino de la materia es una victoria del espíritu sobre ella”.31 No hay que olvidar, por tanto, que la técnica debe estar al servicio del hombre y no el hombre al servicio de la técnica y que por otra parte es necesario respetar las leyes de la Naturaleza, ya que si se violentan, se afecta criminalmente el medio ambiente con consecuencias injustas y funestas, que en ocasiones no se perciben en el corto plazo, sin que deje de ser un atentado contra los seres humanos que posteriormente se verán 9


afectados. En cuanto a la organización económica, hay que entender que no está en primer término el capital invertido sino el hombre, ya que las organizaciones productivas son producto de la asociación de seres humanos, por lo cual la organización debe estar al servicio del hombre y no el hombre al de la organización. Esto no implica una anarquía sino que, dentro del debido orden y quedando a salvo la unidad de la dirección, se debe promover con acierto la participación de todos los miembros en la gestión de la empresa. Cualquier organización empresarial no puede perder de vista que la empresa está formada por seres humanos, en donde quien dirige no puede dejar de considerar los fundamentos espirituales de los hombres que ahí trabajan y que precisamente por ser hombres, tienen dignidad. Como se vio al hablar del aspecto subjetivo del trabajo, esta dignidad es la que da valor al trabajo humano, lo cual no supone la renuncia al ejercicio de una autoridad o a la nivelación jerárquica, sino mas bien a una igualdad axiológica. La empresa debe convertirse en una auténtica comunidad humana, donde reine la armonía, el respeto a la dignidad humana, el orden, donde se vivan las virtudes y no una palestra donde se enfrentan dos clases, el capital y el trabajo. Lo cual no significa que se sacrifiquen los objetivos económicos de la empresa –si esto sucediera, sería su fin–, sino aplicar el principio de equidad.

ECONOMISMO Y MATERIALISMO A la luz de la verdad, es claro que no pueden contraponerse el trabajo al capital, y menos aun a los hombres que lo representan. Lo justo y verdadero es el desarrollo de un sistema económico que supere la antinomia entre capital y trabajo y busque y logre una asociación coordinada, en función a la meta que ambos desean lograr: el desarrollo y éxito de la empresa. Esta coordinación debe llevarse a cabo, respetando la prioridad en el trabajo, su aspecto subjetivo y su participación eficiente en todo el proceso productivo, con independencia de la naturaleza del trabajo que aporte el trabajador. La vinculación entre trabajo, capital y organización es indisoluble, puesto que todos se necesitan entre sí, por lo cual el manejo del concepto de “capital” y “trabajo” como una antinomia, no es producto de la estructura del proceso productivo o económico, sino más bien del desorden que el hombre mismo ha puesto en este proceso. El hombre con su trabajo entra en un doble patrimonio, el de los recursos de la naturaleza y el que han formado sus predecesores con los desarrollos científicos y tecnológicos con que cuenta, para desarrollar mejor y con más calidad su trabajo, al mismo tiempo él también ayuda a incrementar ese patrimonio laboral con su trabajo. El hombre es el señor de las criaturas, que están puestas a su servicio. “Si en el proceso del trabajo se descubre alguna dependencia, esta es la dependencia del Dador de todos los recursos de la creación y es a su vez la dependencia de los demás hombres, 10

a cuyo trabajo y cuyas iniciativas debemos las ya perfeccionadas y ampliadas posibilidades de nuestro trabajo. De todo esto, que en el proceso de producción constituye un conjunto de cosas, de los instrumentos, del capital podemos solamente afirmar que ello constituya casi el sujeto anónimo que hace dependiente al hombre y su trabajo”.32 El error del economismo ha sido, precisamente, plantear como elementos separados y contrapuestos al capital y al trabajo, sin respetar la primacía de la persona sobre las cosas y considerar al trabajo humano exclusivamente según su finalidad económica. La postura señalada no sólo afecta la relación laboral, sino que también atañe al propio capitalista, quien subordina su calidad de persona humana al factor económico. Este error señalado, se debe llamar también error del materialismo, ya que implica la convicción de la primacía y superioridad de lo material sobre lo espiritual. El economismo subordina lo espiritual y lo personal a la realidad material. “Esto no es todavía un materialismo teórico en el pleno sentido de la palabra; pero es ya ciertamente un materialismo práctico, el cual, no tanto por las premisas de la teoría materialista, cuanto por un modo de valorar, es decir, de una cierta jerarquía de los bienes, basada sobre la inmediata y mayor atracción de lo que es material, es considerado capaz de apagar las necesidades del hombre”.33 En el materialismo dialéctico el hombre no es el sujeto del trabajo ni causa eficiente del proceso de producción, sino que es considerado y tratado como un dependiente y un subordinado de lo que es material, como una especie de resultante de las relaciones económicas y de producción predominantes en cierto momento histórico. El error práctico de divorciar trabajo y capital ha dado lugar a su contraposición, que ha traído una serie de perjuicios al trabajo, al hombre y a la sociedad misma. La solución a estos conflictos implica cambios que tienen que fundamentarse en la convicción de la primacía de la persona sobre las cosas, del trabajo del hombre sobre el capital como conjunto de los medios de producción.

TRABAJO Y PROPIEDAD “Cuando el hombre aplica su habilidad intelectual y sus fuerzas corporales a procurarse los bienes de la naturaleza, por este mismo hecho se adjudica así aquella parte de la naturaleza corpórea que el mismo cultivó, en la que su persona dejó impresa una a modo de huella, de modo que sea absolutamente justo que use de esa parte como suya y que de ningún modo sea lícito que venga nadie a violar ese derecho de él mismo”.34 En consecuencia, lo que da al hombre acceso a la propiedad sobre las cosas materiales es su trabajo, por lo que es justo que el producto del trabajo sea la obtención de la propiedad sobre una serie de cosas materiales necesarias para la supervivencia de la familia humana. Sin embargo, cabe aclarar, que esta propiedad no puede considerarse


absoluta, ya que la obligación de usar de los bienes, implica una solidaridad responsable para que éstos se incrementen y se cuide su calidad, a efecto de que generaciones posteriores no se encuentren un mundo depredado. “La propiedad privada consiste en la pertenencia exclusiva de unos determinados bienes, a cualquier persona natural o jurídica, con la facultad de poseerlos en plenitud, de usarlos y de disponer de ellos con libertad responsable, y, si son bienes fungibles, de consumirlos en provecho propio”.35 Los principios en que se sustenta el derecho a la propiedad privada, expuestos con anterioridad, se apartan radicalmente del colectivismo proclamado por el marxismo y se diferencian del capitalismo y del liberalismo en el modo de entenderlo, al subordinarlo al derecho al uso común y al destino universal de los bienes; la propiedad no debe constituir un motivo de contraste social en el trabajo. “La propiedad se adquiere ante todo mediante el trabajo y para que ella sirva al trabajo. Esto se refiere de modo especial a la propiedad de los medios de producción. El considerarlos aisladamente como un conjunto de propiedades separadas con el fin de contraponerlos en la forma del capital al trabajo, y más aún realizar la explotación del trabajo, es contrario a la naturaleza misma de estos medios y su posesión”.36 El derecho a la propiedad privada de los bienes de producción exige que se ejerza respetando el destino universal de los bienes y el aspecto subjetivo del trabajo. El capital, igual que los medios de producción, constituye el producto del trabajo de generaciones, lo cual demuestra, como dicho capital es consecuencia del trabajo realizado con ese conjunto de medios de producción; obviamente no se trata sólo del trabajo manual, sino de todo el trabajo desarrollado en las diversas actividades profesionales. Bajo esta perspectiva adquieren gran relevancia las propuestas de establecer mecanismos que permitan al trabajador tener acceso a la copropiedad de los bienes de producción, a la cogestión y participación en las utilidades, lo cual no se logra con la sola eliminación de la propiedad privada, ya que como se ha visto en estos casos de colectivizaciones dirigidas por el estado, se crea una nueva clase que es la que dispone de los bienes con pésimos resultados. Esta posible socialización sólo es válida cuando toda persona, basándose en su trabajo, tenga derecho a considerarse copropietario, de una empresa en que todos están comprometidos con su buen logro y el bien común. Conviene insistir en este caso, en la necesidad de actuar prudentemente, aplicando los principios propios de la virtud de la justicia aplicada a los negocios.

TRABAJO Y BIEN COMÚN Considerando que el trabajo es uno de los medios más importantes que tiene el hombre para lograr su plenitud, es indispensable respetar ante todo a la persona como sujeto

del trabajo, el aspecto subjetivo tiene prioridad sobre el objetivo, que no pueden contraponerse capital y trabajo, que debe respetarse la propiedad privada y que, en síntesis, hay que anteponer la persona a las cosas; todo esto tiene una repercusión social y por lo mismo afecta substancialmente al bien común. La connotación ética se deriva de que se ve afectada la justa consideración de la dignidad de la persona y sus derechos, así como los deberes que para con la sociedad tiene. Es necesario, por tanto, poner en juego la práctica de las virtudes intelectuales y morales, para actuar equitativamente. “Se entiende por bien común, la suma de aquellas condiciones de vida social mediante las cuales los hombres, las familias y los grupos sociales intermedios pueden conseguir con facilidad y plenitud su propia perfección, y consiste sobre todo en el respeto a los deberes y derechos de la persona humana”.37 El bien común es distinto cuantitativa y cualitativamente del bien personal. Ambos son complementarios, no excluyentes, y deben enriquecerse recíprocamente, aún cuando el bien personal deba subordinarse al bien común. Esta subordinación, obedece a que el hombre vive en sociedad, forma de vida que va de acuerdo a su naturaleza y gracias a la cual ha logrado el desarrollo y el progreso que hoy goza la humanidad. El bien común no es la mera acumulación de bienes particulares en un fondo común, implica una ordenación justa de convivencia pacifica y de libertad responsable. Considerando que cada sociedad tiene su propio bien común, que el trabajo en la actualidad se desarrolla fundamentalmente en la empresa,38 que la empresa es prioritariamente una sociedad y que por lo mismo debe tener su propio bien común, el cual ha de estar en concordancia con el bien común de la sociedad en general; es crucial determinar la influencia del trabajo. El bien común dentro de la empresa requiere encontrar una relación de equidad que le permita cumplir con sus cuatro objetivos: generar utilidades, cumplir con su función social, satisfacer una necesidad y permanecer en el mercado; sin alterar la justicia en la relación con el trabajo que en ella se realiza. “La empresa es una institución que convierte el trabajo en un valor añadido común, participado por quien trabaja y por quien recibe el producto. En la empresa todos ganan: el que produce y el cliente. Esta definición tiene una virtud: traspone al plano social y económico la definición del hombre como ser capaz de crecimiento irrestricto y, por tanto, se puede aplicar no sólo a instituciones, sino en general a toda tarea humana. ‘El hombre es un ser que se caracteriza porque gana’, y la ganancia es el fruto del trabajo; el que no trabaja, no gana, no crece: ‘uno debe tener la inquietud interna de que no se lo den todo hecho, porque entonces le estropean’. La auténtica antropología económica es esta: multiplicar los recursos del hombre, su riqueza y sus bienes. Quien olvida esto tiende a ver la economía desde un punto de vista funcionalista, como una estructura imperso11


nal donde siempre pierde el más tonto”.39 Como puede verse en lo expuesto, la influencia que el trabajo ejerce en el bien común, tiene una relevancia fundamental, sobre todo si consideramos que el fin último de la empresa debe entenderse como el bien común de la misma, en cuanto contribuye al de la sociedad.40 Este bien común particular de una organización de personas como es la empresa, necesariamente, debe contemplar la justa y equitativa armonía de los distintos intereses de sus miembros, por ello parece que lograr la equitativa armonía de los intereses del capital, del trabajo y de los miembros de la sociedad, a la cual pertenece una empresa, es su fin último, ya que de esta forma logra su bien común y contribuye al de la ciudad.

CONCLUSIONES • El trabajo, es una actividad propia y exclusiva del hombre, donde este se constituye como sujeto. Al ser una actividad propia del hombre, es congruente decir que el hombre está creado para trabajar y por lo mismo, el trabajo se debe subordinar al hombre y no viceversa. De la aseveración anterior se infiere la preeminencia que tiene la dimensión subjetiva del trabajo, sobre su dimensión objetiva, en función a la mayor dignidad de la persona, que es quien lo realiza. • Cuando el trabajo profesional, es considerado como un fin en sí mismo y no como un medio que perfecciona y dignifica al hombre, adquiere un valor que puede rebasar la dignidad del hombre y esclavizarlo, en vez de dignificarlo. • El trabajo bien hecho es un factor medular en el desarrollo integral del hombre, ya que lo perfecciona humana y espiritualmente al ser un medio por el cual el hombre debe volverse virtuoso en toda la extensión de la palabra. Por lo tanto, el trabajo es susceptible de espiritualizarse, con lo cual lejos de ser un tormento, se convierte en una bendición, que perfecciona al hombre y da honor a Dios. • El trabajo en cuanto problema del hombre, ocupa el centro de la cuestión social. Ha sido objeto de diversas clasificaciones, apreciaciones y divisiones, que han afectado y afectan seriamente la armonía social. • El trabajo, al ser un medio que contribuye a la plenificación del ser humano –y por tanto, a que este alcance su fin último: la felicidad–, debe subordinarse a la ética.

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Notas 1 La palabra “vocación” tiene dos usos diversos, que reflejan dos facetas de una misma realidad, el discernimiento de la propia misión o tarea, que puede ser considerada: a) desde la perspectiva de las personales aptitudes en relación con el trabajo (vocación profesional) b)desde el

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punto de vista más radical, del fin último al que se es llamado (vocación sobrenatural del cristiano). Vocación profesional es el “conjunto de aptitudes, disposiciones y conocimientos de un sujeto que le ponen en condiciones de desarrollar plenamente su personalidad en un estado o profesión” MARTÍN RAMÍREZ, J. en Gran Enciclopedia Rialp. Tomo 23. Rialp. Madrid, 1979. p. 656. 2 Cfr. WEBER MAX. La Ética Protestante y el Espíritu de Capitalismo. 3ª ed. Colofón. México, 1998. p.85. 3 Ibidem. 4 AUBERT, JEAN-MARIE La santificación en el trabajo. Mons. José María Escrivá de Balaguer y el Opus Dei en el 50 aniversario de su fundación. Universidad de Navarra. Pamplona, 1985. p. 220. “Un aspecto profundamente original en el pensamiento de Mons. Escrivá de Balaguer, aspecto tradicional y muy moderno al mismo tiempo, es precisamente lo que podemos llamar su espiritualidad del trabajo. Tradicional por cuanto el cristianismo ha considerado siempre el trabajo como uno de los elementos de la vocación divina del hombre, y muy moderno, porque el fundador del Opus Dei ha tenido el gran mérito de conceder al trabajo un lugar eminente en la vía de la santidad”. 5 JUAN PABLO II. Laborem Exercens. Librería Parroquial de Clavería. México, 1981. Intro. 6 OLIVEROS F., OTERO. Realización personal en el trabajo. 1° ed. Universidad de Navarra. Pamplona, 1978. p. 31. 7 LLANO, CARLOS. La Vertiente Humana del trabajo en la Empresa. Rialp. Madrid, 1990. p. 16. 8 JUAN PABLO II. Laborem Excercens. No. 2. 9 ESCRIVÁ DE BALAGUER, JOSÉ MARÍA. Amigos de Dios. No.57. 10 MELENDO, TOMÁS. La Dignidad del Trabajo. Rialp. Madrid, 1992. p. 42. 11 Cfr. AQUINO, SANTO TOMÁS DE. S. Th. I-II. Pról. 12 Melendo, Tomás. Op. cit. p. 53. 13 Cfr. ESCRIVÁ DE BALAGUER, JOSÉ MARÍA. Amigos de Dios. No.63. 14 Cfr. Melendo, Tomás. Op. cit. p.43. Como sabemos, para Aristóteles el trabajo tenía que ver esencialmente con las operaciones que no dan razón de sí mismas, sino que están orientadas a un cierto fin exterior a ellas; “el hombre que trabaja –dice nuestro autor– se ocupa a sí mismo con la mira puesta en algún fin que no posee”. De ahí que las actividades laborales propiamente dichas fueran las realizadas con el cuerpo y, más concretamente, las que modificaban –en el sentido amplio del término– una materia exterior: en una palabra, lo que hemos venido entendiendo al hablar de trabajos físicos y manuales. Junto a este tipo, Aristóteles enumera otras dos actividades básicas: las operaciones intelectuales, en cuya cumbre se encuentra la teoría, y el obrar moral. Este último lo entiende Aristóteles de una manera muy semejante a como lo concebimos en la actualidad; no necesita, pues, de mayor explicación. ¿A qué denomina teoría? En general, Aristóteles confiere este calificativo a las actividades cognoscitivas que no tienen otro fin que el conocimiento mismo: saber qué y cómo son las cosas (o las personas). Se contraponen, por tanto, a los conocimientos que están intrínsecamente supeditados a un fin externo al conocimiento mismo, como puede ser la dirección de la propia vida o la construcción de algún artefacto provechoso para el hombre. Una distinción semejante, en la actualidad, es la que contrapone las ciencias puras, que en parte equivaldría a la teoría aristotélica, a las ciencias aplicadas, que no se estudian tanto por sí mismas, sino precisamente por el uso que puede hacerse de ellas. Existe,

con todo, una diferencia fundamental: mientras hoy día se privilegia lo útil, con menosprecio más o menos declarado de lo puramente teórico, para Aristóteles –precisamente por no estar subordinada a nada, por ser fin en sí misma– la teoría era la actividad suprema, aquélla por la que el hombre lograba la felicidad. 15 Cfr. REALLE, GIOVANNI, DARIO ANTISERI. Historia del Pensamiento Filosófico y Científico. Tomo I. Editorial Herder. 2° ed. Barcelona, 1995. p.188. 16 Cfr. VÁZQUEZ DE PRADA, VALENTÍN. Historia Económica Mundial. Rialp. Madrid, 1964. pp. 146, 167 a 171. 17 Cfr. VÁZQUEZ DE PRADA, VALENTÍN. Historia universal. Tomo VII. Universidad de Navarra. Pamplona, 1981. pp. 21 a 47. 18 Cfr. VÁZQUEZ DE PRADA, VALENTÍN. Historia Económica Mundial. Rialp. Madrid, 1964. pp. 347 a 360. 19 Cfr. MELENDO, TOMÁS. Op. cit. pp. 32 a 39. 20 Ibid. p. 16. 21 Ibid. p. 67. 22 ESCRIVÁ DE BALAGUER, JOSÉ MARÍA. Es Cristo que pasa. No.48. 23 JUAN PABLO II. Laborem Excercens. No.5. 24 Ibid. No. 6. 25 Ibidem. 26 ESCRIVÁ DE BALAGUER, JOSÉ MARÍA. Es Cristo que pasa. No.50. 27 JUAN PABLO II. Laborem Excercens. No.6. 28 Ibid. No. 17. 29 Ibid. No.18. 30 HÖFFNER JOSEPH. Op. cit. p.171. 31 Ibid. p.172. 32 JUAN PABLO II. Laborem Excercens. No.13. 33 Ibidem. 34 LEÓN XIII. Rerum Novarum. Cit por JUAN PABLO II en Laborem Excercens. No. 14. 35 CIPRIANI THORNE, JUAN LUIS. Catecismo de Doctrina Social. 3° ed. Palabra. Madrid, 1992. No. 312. 36 JUAN PABLO II. Laborem Excercens. No.14. 37 CIPRIANI THORNE, JUAN LUIS. Op. cit. p.43. 38 YEPEZ STORK, RICARDO, JAVIER ARANGUREN ECHEVARRÍA. Fundamentos de Antropología. 4° ed. EUNSA. Pamplona, 1999. p. 273. La adopción de sistemas organizativos de tipo empresarial no sólo busca una maximización del rendimiento económico de cualquier actividad, sino también, y sobre todo, un sistema de trabajo basado en la responsabilidad, al eficacia y la iniciativa, lo cual exige la utilización de la mejor tecnología, un alto nivel de preparación en los profesionales de la institución, una organización interna que permita obtener el mejor rendimiento del trabajo de cada uno, un sistema de comunicación que logre una coordinación eficaz, y un constante esfuerzo de mantenimiento de las variables anteriores al mejor nivel posible. Todo ello se resume en la unión de profesionalidad, autoridad política y rentabilidad en las propias actividades. 39 Ibid. p. 274. 40 AQUINO, SANTO TOMÁS DE. “Los Proemios a Aristóteles”. Traducción de Jorge Morán Castellanos, en Revista Tópicos. Universidad Panamericana. México, 1991-92. “Las comunidades, puesto que tienen diferentes grados y órdenes, están ordenadas a una última comunidad, la ciudad para que la vida humana, en sí misma, sea suficiente. Por este motivo, la ciudad es la comunidad más perfecta”.

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Vinculación global...

un reto que empieza en casa Marcela Chavarría Olarte Académica de la Escuela de Ciencias Económicas y Empresariales

Hablar de globalización es hoy lenguaje común entre personas y sociedades de distintas latitudes. El mundo, se dice, es una “aldea común” en la que vivimos todos, o en la que sobrevivimos a golpe de esfuerzo, competencia y competitividad, forjados día a día. Los gobiernos se han abocado desde hace algunos años a constituir tratados y convenios relacionados con el comercio, la comunicación, la educación, la salud pública, etcétera, que tienden a unificar –más no necesariamente a unir– a los pueblos de la tierra. Los centros educativos han flexibilizado sus planes y programas, de modo que se favorezca el intercambio estudiantil entre los países sin mayores problemas de revalidación de estudios; al grado de hacer incluso obligatoria, en muchos casos, la formación compartida entre varias instituciones de educación superior. Las familias también han tenido que aprender a abrir las puertas de la casa a un abanico de costumbres, tradiciones e ideas, provenientes de distintas latitudes, infiltradas en el hogar a través de otras instancias de influencia educativa sobre los hijos, como son los propios colegios y los medios de comunicación social. El mundo encerrado en las cuatro paredes del hogar, la escuela o la oficina, ya no existe; hoy, sólo el que sabe mirar a su alrededor y aprende a convivir, compartir y enriquecer el macro entorno, tiene futuro en el mundo de los negocios, la política, la ciencia, en suma, de la cultura. Es común que las universidades organicen encuentros o foros internacionales de vinculación entre instituciones, empresas, medios de comunicación y fuentes de cultura. Los estudiantes universitarios desarrollan un perfil de competencias profesionales variadas, más que de conocimientos especializados como antes. Así como los estudiantes del área económico-administrativa se preparan para ser competitivos en el mundo de los negocios internacionales, los del área pedagógica, por ejemplo, ponen particular énfasis en educar a las nuevas generaciones como piedra angular del desarrollo cultural, social y económico de todos los países, en un clima global, armónico y enriquecedor. Hoy como ayer, se busca ilustrar la inteligencia y fortalecer la voluntad para el eficiente ejercicio de una profesión u oficio; pero ahora, con una especial visión prospectiva 14

que prepare para actuar e incidir positivamente en un mundo dinámico y variado. Se trata de desarrollar una “mentalidad global”, para lo cual se ha ideado ya en algunos países, una asignatura de “ciudadanía global” (global citizenship). La educación escolarizada se valora en términos de eficiencia y eficacia. La planeación y evaluación “por competencias” priva a nivel internacional desde hace algunos años. Se trata de educar para la efectividad personal, interpersonal y extrapersonal; es decir, desarrollar el potencial de cada educando, su capacidad de actuar con éxito haciendo sinergia con personas de toda procedencia, y la posibilidad de incidir en “la aldea global” haciendo del mundo un mejor lugar para vivir. Y en todo este encuentro entre culturas, sorprende de manera especial el boom que tiene la expansión de la cultura y el comercio de países orientales. El presente de los negocios se dice –ya no el futuro– está en la relación eficiente del mundo occidental con el oriental. Por igual los estudiantes del área económico-administrativa, que los de ciencias, o los de humanidades, abren su mente al intercambio profesional, tanto por disciplinas afines como por culturas diversas, entre las cuales tienen un lugar especial hoy, las orientales. Ya no es sólo el inglés, sino el chino o japonés, idiomas que forman parte de la capacitación instrumental para ser eficientes en el ejercicio de una profesión. Recientemente participé como moderadora de un interesante panel de Pedagogía comparada, en un Encuentro de Vinculación Empresa-Universidad, entre Singapur y México, en el que se dialogó sobre los sistemas educativos de ambos países, sus posibles puntos de vinculación y de distinción1. En el “aterrizaje” del tema a los ámbitos –particularmente distintos– de Singapur y México, participaron estudiantes de Pedagogía mexicanos, quienes se sorprendieron de los parámetros de calidad que plantea el Sistema Educativo de Singapur, a partir de un ambicioso currículo, una estricta disciplina y una práctica abierta de par en par a la comprensión del mundo occidental. El profesor Yeo Li Pheow, director del Temasek Business School2, explicó a detalle cómo se conforma el sistema educativo de Singapur y cómo se apoya en el pro-


ceso educativo de las nuevas generaciones, el desarrollo de Singapur como potencia internacional en materia de Administración, Negocios y turismo, entre otros campos. En la intervención del profesor Yeo Li Pheow resaltaron datos interesantes a considerar en el análisis comparativo con nuestro país y en el contexto de la vinculación global, que se enlistan a continuación, sin ánimo de ponderarlos exageradamente, ya que sin duda toda realidad tiene sus fuerzas y sus debilidades: • En Singapur los estudiantes son clasificados desde la educación básica de acuerdo con su rendimiento escolar. Su ubicación en este esquema les posibilita o limita seguir determinado tipo de estudios de nivel medio, y posteriormente de nivel superior. • Los estudiantes calificados como “de excelencia” cuentan con todos los apoyos necesarios para llegar a los más altos índices de especialización en todas las áreas científicas y tecnológicas. Paralelamente, los estudiantes con rendimientos “medios”, sólo tendrán acceso al tipo y nivel de estudios que corresponda a las capacidades y rendimiento escolar demostrados. • Se cuida de manera esmerada la calidad de la educación en todos los niveles y tipos, pero cada estudiante sólo va teniendo acceso a aquel tipo y nivel de estudios para el que ha demostrado aptitud y rendimiento. • La disciplina en las escuelas es particularmente estricta. El valor y cumplimiento del código ético no se cuestiona. Al grado de que el castigo físico por faltas consideradas “graves” es norma común aceptada en la escuela primaria, particularmente para los niños varones, con el conocimiento de sus padres. • Toda la educación tiene un costo económico para la población; pero ningún estudiante con aptitud y dedicación a los estudios se queda sin ellos por razones económicas. • Existe una apertura al mundo global en todos los terrenos; Singapur es un pequeño país, con menor población que el D.F. en México, que vive del comercio exterior, por lo que los estudiantes son educados para relacionarse eficientemente con diversas culturas. • Aunque coexisten varios idiomas en el territorio de Singapur, debido a la integración pluricultural de la población (de origen chino, hindú y musulmán), la educación se imparte básicamente en inglés, por ser el idioma internacional para relacionarse con todo el mundo. A la pregunta de una estudiante mexicana sobre los requisitos para acceder a intercambios educativos en alguna

institución de educación superior de Singapur, el profesor Yeo Li Pheow respondió con cortesía: “Lo primero que tiene usted que hacer, es hacerme la pregunta en inglés… sin un excelente nivel de inglés, no existen posibilidades”. Fue muy satisfactorio escuchar que de inmediato la joven reformuló su pregunta en inglés y mostró que hoy los estudiantes mexicanos también se preparan para la vinculación global en su ámbito profesional. Participó también Kevin Low, clasificado como estudiante de excelencia en Singapur, quien a sus 25 años de edad se desempeña profesionalmente diseñando y promoviendo, a nivel internacional, un modelo de juegos de simulación informática de su creación3, aplicable como recurso didáctico en la educación superior, especialmente, juegos aplicables a negocios internacionales, en los que los estudiantes tienen que actuar como miembros reales de una empresa, tomar decisiones, verificar y evaluar los resultados y asumir las consecuencias de los mismos. Kevin fue, si se puede ver así, un ejemplo del perfil de egreso que el Sistema Educativo de Singapur logra con sus estudiantes altamente calificados. Cabe destacar, que la excelencia es –o debe ser– condición que se exige a quienes tienen capacidad de alcanzarla; por lo que no se percibe como superioridad, sino como consecuencia natural y obligatoria para esos estudiantes, quienes deben mostrarse abiertos al intercambio de ideas y experiencias con jóvenes de otras culturas. El desarrollo del panel permitió a profesores y estudiantes establecer puntos de vinculación y de distinción entre los sistemas educativos de Singapur4 y México5, vislumbrar algunas aportaciones mutuas, y deducir algunas conclusiones relativas a aquellos aspectos de nuestra realidad educativa nacional que necesitan ser urgentemente transformados para estar en posibilidad de competir profesionalmente, con ética y éxito, a nivel internacional. • ¿Por qué en el año 2005 la OCDE6 volvió a emitir una bajísima evaluación de los estándares de calidad de la educación en México? • ¿Cuáles son los estándares internacionales que el Sistema Educativo Mexicano no cubre? • ¿Son los planes y programas educativos los que requieren fuerte actualización, o es la infraestructura pedagógica en la que se aplican la que debe transformarse, empezando por la formación magisterial a todos niveles? • ¿Qué podemos hacer los profesores para impulsar y protagonizar un cambio positivo de la concepción y aplicación del sistema educativo nacional, a fin de que el país en su conjunto –Gobierno, sector empresarial y ciudadanía– se decida a invertir a fondo tiempo, dinero y esfuerzo en la educación de las nuevas generaciones? 15


• ¿No resulta suficientemente evidente que el fondo de todos los grandes problemas nacionales es el bajo nivel de educación de la población, y que una educación de alta calidad es el principal elemento que soluciona de raíz todos esos males? El auge económico de Singapur y de otros países asiáticos como primeras potencias mundiales, no es cosa del futuro próximo. ¡Es una realidad del presente!... ¿Cuándo será la hora de México? Cada uno tenemos la respuesta. Es preciso esforzarse por ser los mejores estudiantes, los mejores profesores, los mejores trabajadores, los mejores empresarios, los mejores ciudadanos, los mejores padres, las mejores personas, aún en medio de condiciones a veces adversas. ¿Cómo podemos iniciar cada uno este proceso de cambio positivo para nuestro país?.. Muchos factores pueden estar haciendo falta. Empecemos por cuatro: disciplina, sentido común, entusiasmo e integridad ética. He aquí algunas posibles sugerencias para aplicar en la vida diaria: 1. Sujetarse a un plan de vida diaria. Esto supone establecerse un horario base para días laborables y otro para días de descanso, en que quepan razonablemente primero las cosas importantes que tenemos que hacer, y luego también aquellas que deseamos incluir en nuestra jornada. 2. Tratar de colocar en las primeras horas del día lo más importante a realizar, con objeto de que lo urgente –que nunca falta– no impida la realización de lo importante. 3. Encontrar siempre primero el lado bueno de la vida que se nos presenta día a día; los problemas vienen solos, no necesitamos buscarlos. Esto nos dará la dosis diaria de optimismo, necesaria para esforzarnos en lo que hagamos. 4. Aprender a decir “no” a actividades y compromisos que trastoquen de manera grave o frecuente nuestro plan de vida diaria, a menos que se consideren muy importantes, en cuyo caso habrá que replantearse el plan previsto. 5. Pensar siempre en el beneficio –inmediato o mediato– para terceras personas, del trabajo que desarrolla-

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mos. Dar un sentido social a nuestra vida nos motiva y compromete más. 6. Hacer en cada hora del día lo que tengamos que hacer y “estar en lo que hagamos”; es decir, meternos de lleno a la faena que a cada día corresponda, para dar en ella lo mejor de nosotros mismos. 7. Poner fecha a nuestras metas y propósitos, pues es muy cierto que “objetivo no fechado = objetivo no logrado”. 8. Ser exigentes con nosotros mismos… Si cada día lográramos un poquito más en algún aspecto de nuestra vida, llegaríamos mucho más lejos de lo que creemos. 9. Avivar la voz de la conciencia… buscar en todo el Bien auténtico, sin engañarnos con “bienes aparentes”. La integridad ética en nuestro comportamiento supone decisión firme y siempre dará buenos frutos. 10. Imprimir sentido sobrenatural a toda nuestra jornada: ofrecerla por causas valiosas, encomendarla y, a partir de nuestro esfuerzo y buena voluntad, descubrir la trascendencia eterna de cada acto cotidiano. Cada uno, podemos hacer la diferencia. Los educadores todos –padres, maestros y agentes de la cultura– debemos apuntar a ser verdaderos promotores de vinculación y cambio positivo en el entorno mundial. Toca a los jóvenes y profesionistas decidirse por afrontar el presente con disciplina de estudio y/o trabajo, entusiasmo e integridad ética, a fin de construir juntos un futuro promisorio para México. ¡Hoy como nunca es urgente hacer Patria desde nuestro pequeño nicho de actividad!

1 Encuentro de Vinculación Empresa-Escuela, Asia-Jalisco. Universidad Panamericana, campus Guadalajara, sept., 2005. 2 www-bus.tp.edu.sg. 3 www.decisionwaresim.com. 4 www.nie.edu.sg. 5 www.sep.gob.mx. 6 OCDE Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico.


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