desarrollo humano integral en las
POLÍTICAS PÚBLICAS Por_ Patricio Miranda, profesor de la Facultad de Ciencias Sociales UC | pmirandr@uc.cl
El Desarrollo Humano debe estar en el centro de las políticas públicas, a pesar de que hoy son escasas las formas de observación empírica que den cuenta de ello. La presente investigación aporta los lineamientos para la elaboración de un instrumento que pueda medirlo integralmente.
La exigencia ética del Desarrollo Humano Integral no se obtendrá del esfuerzo de moralización de los policy maker o de los policy managers1. Urge indagar en «los modos, las maneras prácticas de su encarnación»2. Para que la ética cuente, sostiene Kliksberg, se requiere ir más allá del nivel de la filosofía moral y —agregamos— de la teología moral y de la misma Doctrina Social de la Iglesia. Se requiere de una ética en acción o, para decirlo en términos clásicos, se requiere recorrer en las policies los caminos de la razón práctica. De esta manera, para que una categoría ético-social como la de Desarrollo Humano Integral cuente al interior de las políticas públicas, hace falta contar con mecanismos de observación empírica que den cuenta de la visión de desarrollo que a ellas les dan forma. La investigación «Mediaciones teóricas y elementos normativos en Caritas in Veritate» busca entregar lineamientos o guías para formular un dispositivo de observación del grado de Desarrollo Humano Integral en un futuro, que se pueda aplicar en la práctica para la formulación de
políticas públicas, a la luz de los aportes de la encíclica de Benedicto XVI. El Índice de Desarrollo Humano (IDH) creado por Naciones Unidas impone de entrada una diferencia sustantiva: se construye sobre la base del individuo y las mayores o menores posibilidades que cada nación ofrece para expandir el radio de sus elecciones individuales. En cambio, el Índice de Desarrollo Humano Integral (IDHI) que se propone se funda en una idea del ser humano que, sin desconocer su individualidad, lo sitúa en una constelación constitutivamente relacional: «La revelación cristiana sobre la unidad del género humano presupone una interpretación metafísica del humanum, en la que la relacionalidad es elemento esencial»3. Es así que cualquier medición del Desarrollo Humano Integral, al modo en que se lo concibe en Caritas in Veritate (CIV), deberá reflejar la antropología relacional que se propone en la encíclica. La categoría de desarrollo humano tiene una intrínseca carga axiológica y normati-
va4. Sirve como criterio contrafáctico para juzgar el presente, develando anticipaciones y negaciones, a la vez que sirve como idea reguladora, en tanto proyecta un futuro deseado. En el campo de las políticas públicas, ello dice del referencial normativo desde donde se define qué es un problema público y cuál es el deber ser que habrá de ser intencionado a través de ellas. Es así que se puede decir que el DHI es una categoría normativa extrabíblica que emerge en condiciones de modernidad. Surge, según afirma Juan Pablo II, como «la expresión moderna de una dimensión esencial de la vocación del hombre»5. Ahora bien, la incorporación de este concepto en la Doctrina Social de la Iglesia (DSI) pasó por un proceso de resignificación. Frente a las teorías del desarrollo existentes a la fecha, que otorgaban una significación prevalentemente económica a la categoría de desarrollo, Juan XXIII adjetivó la expresión para reflejar, de manera inequívoca, el aporte original que la Iglesia busca hacer desde su comprensión de lo humano. Para que el desarrollo sea considerado integral es
1. M. Grindle & J. Thomas. Public choice and policy change. The political economy of reform in developing countries. The Johns Hopkins University Press. Baltimore and London. 1991. 2. P. Salvat. El porvenir de la equidad. Santiago de Chile. LOM, 2002. 3. Benedicto XVI. Caritas in Veritate, nº 55.
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