Revista Momento febrero 2013

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Sánchez Lima

Febrero 2013

EN TREVISTA

REPO RTA JE

Todo es oscuridad en la familia

.

El apostolado artístico de

Armando Ahuatzi

El primer amor…

el amor por ti mismo


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El apostolado artístico de

Armando Ahuatzi José Carlos Avendaño Flores

Fotografía: Richard Castillo Xochitiotzi

“Su labor creativa lo ha llevado a tener amistades con políticos y artistas”

H

ojaldras y cocoles, una calavera de dulce, el escudo de Tlaxcala plasmado en un plato de talavera, un objeto de barro en forma de pato, una cazuela llena de mole aún humeando, tamales, enchiladas, una jarra con pulque y otra con agua a medio llenar, una cruz de sal y flores de cempasúchil rodean el retrato del desaparecido muralista Desiderio Hernández Xochitiotzin en la

utensilios, añejas alacenas y vitrinas, rincones y cosas del ayer”.

pintura titulada “Ofrenda al maestro Desiderio”. En esta obra, Desiderio no fue pintado con tanto color ni en blanco y negro, porque la intención es transmitir la etapa de transición del muralista; no obstante, aparece sonriente y con una expresión de satisfacción. A un lado está su inseparable sombrero, su chamarra, la cobija, el jorongo y sus libros de estudio, sin que falten sus dulces favoritos: los garapiñados. De manera complementaria, se plasman referencias de los murales que pintó en el Palacio de Gobierno de Tlaxcala, un cuadro de los huehues y la imagen de La Malinche para representar el término de tlaxcaltequidad que difundió este artista plástico, a quien se le acompaña con algunos de sus implementos de trabajo como una paleta muy maltratada por su uso, pero con la alegría que dan los colores a la vista, así como un mantel que representa las tradiciones de los tejidos de Tlaxcala. Como esta pintura que se describe inicialmente, Armando Ahuatzi ha realizado centenares de obras a través de su trabajo plástico durante 40 años.

En su cromática, las pinturas son profundamente cálidas y místicas, la luz se precipita sobre los objetos centrales con un refinamiento acorde a su magistral factura de imprimación, su composición es casi escenográfica. Armando Ahuatzi plática con Momento en su hogar, ubicado en la comunidad de Atlihuetzía, municipio de Yauhquemehcan, rodeado de árboles y áreas verdes. En el interior se respira un ambiente de paz y tranquilidad, no sé si por el arrullo de la música clásica que se escucha en cualquier rincón, por los cuadros que hay a donde quiera que voltea uno en esta casa–galería, por las diminutas figuras de ángeles que resguardan los muros de esta construcción o por el ruido del agua que genera una cascada que hay en la estancia, donde se realiza la entrevista. El maestro Armando, con mucho orgullo, menciona al iniciar la plática que el próximo 27 de abril cumplirá 63 años de edad y eso lo ha llevado a reflexionar sobre cada una de las etapas de su vida, pero también le ha despertado la necesidad de realizar un cambio en su trabajo creativo, “aunque todavía no sé qué voy a hacer”. Armando Ahuatzi comenzó a temprana edad sus estudios de pintura con el maestro Carlos Ayala y en 1968 ingresó a la Escuela de Pintura, Escultura y Grabado La Esmeralda en el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), donde recibió clases de artistas destacados como Francisco Zúñiga. A 40 años de distancia, afirma que “el oficio

“Siempre he realizado una pintura realista tradicional, es narrativa, evidente y tiene escenas de antaño: frutas, flores y

de pintor es un apostolado, un compromiso con la sociedad, con el individuo y con uno mismo”.


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“El pintor vive una etapa de reflexión y busca un cambio en su obra”


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“El oficio de pintor es un apostolado, un compromiso con la sociedad, con el individuo y con uno mismo”

–¿Cómo define su pintura? –Mi pintura es realista, tradicional y académica desde que ingresé a la Escuela de Pintura, Escultura y Grabado La Esmeralda, no obstante que viví en mi adolescencia el momento del cambio del arte mexicano por su evolución e integración al arte universal. Nunca me preocupé por integrarme a un lenguaje actual, para mí lo necesario era pintar y expresar mi inquietud; vivía cerca del mercado de Jamaica en el Distrito Federal y veía en la temporada de ofrendas que los puestos se llenaban de calabazas, frutas, inciensos y dulces regionales, entonces eso era algo festivo y que me interesó plasmar en mis obras. Lo mismo me sucedía en el mercado de Santa Ana Chiautempan donde veía “la alegría de los frutos y los colores”. –¿Por qué le gusta la pintura? –Es una necesidad, el asunto es reconocerlo e identificarlo. Mi origen es campesino, toda mi familia es de San Pedro Muñoztla, municipio de Chiautempan. Sin embargo, mi madre emigró a trabajar al Distrito Federal, así que pasé parte de mi infancia tanto en Tlaxcala como en el Distrito Federal. La pintura la descubro con un encuentro afortunado con mi primer maestro, Carlos Ayala Vallarta, quien exponía en el año 1961 en el parque España. Ahí encuentro a este maestro y me atrae mucho en sí el aspecto de cómo a través del color y la tela manejaba imágenes costumbristas.

“Esos momentos nunca los voy a olvidar porque siento que se me movió algo interior, una inquietud, un gusto, un regocijo. Desde los 11 años de edad empiezo a inquietarme por el oficio de la pintura, sin tener una intención de querer llevar a cabo algo de determinada importancia, sino sólo llevar en mi vida un oficio. La pintura es una experiencia primaria en el ser humano, es el deseo de manifestar algo a través de la forma y el color, eso lo descubrí con el tiempo”. Rememora que el maestro Carlos Ayala invitó a varios niños que andaban jugando en el parque a que tomáramos clases y “creo que yo fui el único que se interesó, así que dejé los juegos y me puse a

dibujar”. Para Armando.“definitivamente la pintura es algo que se despierta, creo que en el arte y en cualquier oficio lo más importante es que nos mueva algo interior. No dudo que por eso haya gente que está satisfecha con sus labores; en mi caso, la pintura me dio esa oportunidad, encontré ahí el motor principal para desarrollarme”. –Si no fuera pintor, ¿qué otra profesión le hubiera gustado tener?–, se le inquiere. –Eso me lo he preguntado y quizá sería algo en la música. La música es fascinante, la expresión artística del ser humano número uno es la música. Sería ejecutante de un instrumento. –¿Cuál es el instrumento que más le endulza el oído? –Caray, es difícil, yo creo que todos, pero quizá la guitarra. –¿Cómo define a un pintor? –El artista es un ser arriesgado y necio en el sentido de enfrentarse a todo lo convencional y a todo lo determinado por nuestra sociedad; sin embargo, la pintura es fascinante porque el arte es una manifestación humana bien afortunada si uno la maneja con un estilo propio, pero también es preocupante porque creo que el arte es un camino de lo más difícil porque no sabemos qué va a pasar, –¿Por qué define su trabajo como tradicional y realista? –Nunca me despegué de la pintura realista y tradicional, porque es mi necesidad y expresión. El arte, desde mi punto de vista, es una manifestación de lo que somos, es una interpretación y me aferro a que recuperemos nuestra identidad y rescatemos nuestras tradiciones debido a ese diálogo universal provocado por la globalización y eso genera que haya confusión en el mundo. –¿Por qué siempre le ha gustado pintar bodegones? –El bodegón es el pretexto sencillo, profundo y real de lo que es la vida, la naturaleza y el trabajo del hombre, porque el alimento es la necesidad primaria del hombre. Todos los pintores en las academias empiezan por hacer un bodegón, por las formas geométricas, la composición y el colorido que encierra.


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“El bodegón da un perfil muy claro de diferentes pueblos y culturas. Nuestra cocina es muy diferente a la europea, a la de los árabes. La cocina tlaxcalteca, michoacana, oaxaqueña y mexicana es de una riqueza enorme. Para mí ha sido un diálogo sencillo, pero por lo mismo muy claro y que me identifica como mexicano”. Entre sus creaciones pictóricas también hay series de mujeres de espalda, vendedoras de flores, de otras que están orando o que están en contemplación en sus diferentes expresiones cotidianas. “Me llamaba mucho la atención cuando era niño e iba a las misas en San Pedro Muñoztla, todavía eran en latín, no había bancas y cuando la gente se hincaba, recuerdo que veía una serie interminable de rebosos tejidos y de diferentes tonos, aunado al olor a incienso, aunque en esa época nunca imaginé que sería pintor. –¿Usted es un gran observador? –El artista plástico debe ser observador, debe ir más allá. Cuando platico de mi pintura no es que estén ahí unas frutas. Es ir más allá, preguntarte por qué hiciste ese cuadro, es un diálogo exterior con el objeto y comunicación interior con la persona.

–¿Qué otros gustos tiene? – La música y el cine. El cine es fascinante porque nos abre posibilidades enormes, sobre todo por la tecnología que se utiliza para crear imágenes que intrigan mucho al espectador. Es de citar que el maestro Armando ha realizado más de medio centenar de exposiciones individuales y ha participado en innumerables galerías colectivas en Estados Unidos, Suiza, España e Italia. En reconocimiento a su labor creativa ha sido merecedor de diversos reconocimientos, entre los que se encuentran las preseas “Ciudad de Tlaxcala” en el año 2003 y “Agustín Arrieta” en 2007.

“A punto de cumplir 63 años de edad, me considero un hombre afortunado y he empezado a hacer un recuento de mi vida, me he dado la oportunidad de recordar eventos de mi infancia, adolescencia, juventud y etapa madura. No sé si por llegar a esta edad, de los 60 años para acá, como que uno entra en una etapa de reflexión y dices: ay caray, es un buen tiempo y en mi caso hay muchos recuerdos y vivencias”.


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–¿Qué es lo que más recuerda de esas vivencias? –Son experiencias diversas, el hecho de que mi madre se haya animado ir a trabajar al Distrito Federal en los años cincuenta, me dio la oportunidad de conocer a mi pueblo San Pedro Muñoztla y también la gran ciudad del Distrito Federal. Recuerda que estudió hasta el tercer grado de primaria en San Pedro Muñoztla y luego ingresó a la escuela Alberto Correa en el Distrito Federal. “Ahí tuve la oportunidad de conocer a Javier López Chabelo en la celebración del día del niño porque fue a amenizar el festejo infantil. En la ciudad de México también conocí al mago Chen Kai y a don Enrique Alonso Cachirulo, quien en ese entonces vivía a un lado de El Palacio de Hierro sobre la calle Durango en la colonia Roma. Había un niño que actuaba en los programas de Cachirulo y era compañero mío en la escuela: El Pocholo”. Cuando era niño, Armando tuvo la oportunidad de conocer a Luis Procuna, quien vivía en la calle Durango, “lo veía cuando salía vestido de luces para las corridas. Mi área de juegos era enfrente de la casa del torero”. –¿Se puede decir que usted es un niño que creció con influencias del medio rural y urbano? –Yo creo que sí, pero además se enriquece uno con esos contrastes tan marcados. A mí me dieron una identidad muy clara tanto en mis tradiciones como en mi cultura. Estando en el Distrito Federal extrañaba Tlaxcala y cuando venía a Tlaxcala trataba de absorber, comerme todo lo que veía, las imágenes, el idioma náhuatl que hablaban mi madre y mis tías en el pueblo. En ese entonces una vela alumbraba más que un foco. Incluso, comenta que aún guarda en su memoria las pláticas en náhuatl que realizaban sus tías y su madre entre penumbras… “el vivir esas experiencias tan puras y nuestras, y luego llegar a una ciudad tan moderna como el Distrito Federal, sin lugar a dudas que esos contrastes de alguna manera fueron definiendo y modelando mi afortunada experiencia de conocer esos dos mundos”, apunta con la voz entrecortada al recordar esta etapa de su vida. A pesar de que Armando se adentró al arte de la pintura desde pequeño y a los 18 años de edad ingresa a la escuela La Esmeralda, no fue hasta que tuvo 27 años de edad cuando por fin logra exponer sus cuadros en una galería, sin imaginar que sería la primera de un


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sinfín de exposiciones que ha montado tanto en México como en otros países. Aunado a ello, en su primera exposición tuvo la fortuna de conocer a Mario Moreno Cantinflas, quien le compró tres obras.

“En mi primera exposición, a los 27 años de edad, tuve la fortuna de que me hablaran de la galería para preguntarme que si quería platicar con don Mario. Yo pregunté cuál Mario y me dijeron que don Mario Moreno Cantinflas, a quien le había gustado mucho mis pinturas y después de platicar con él, don Mario compró tres de mis pinturas en lo que fue mi primera exposición de bodegones y alacenas. Cantinflas se llevó unas alacenas de Oaxaca, Michoacán y Puebla. También se interesó por mi obra Miguel Alemán Velazco”. El pintor ataja que esta vivencia fue algo inesperado para él y a partir de entonces construyó “verdaderas relaciones de afecto” con don Mario y también tuvo la oportunidad de conocer al maestro José Pagés Llergo, director de la revista Siempre. “Eso fue el inicio de una serie de eventos que van definiendo y enriqueciendo mi perspectiva como oficiante de las artes plásticas”. Además, anota que a través de su trabajo creativo tuvo la oportunidad de ingresar al medio de la política, de los escritores, de toreros, de personajes de la vida pública tanto popular como cultural en los años setenta y ochenta. El vivir esas experiencias, el viajar, conocer otras culturas y tradiciones, vienen a definir todavía más mi elección de lo que hago en la pintura”. Incluso, menciona que tuvo la oportunidad de platicar con el entonces presidente Carlos Salinas de Gortari, a quien le gustaba su obra, lo mismo que con Miguel de la Madrid Hurtado, quien el encargaba obras para decorar las paredes de la residencia oficial de Los Pinos.

–¿O sea que entró usted con el pie derecho en la pintura? –Sinceramente creo que lo más importante en cualquier oficio o quehacer es la honestidad con uno mismo. Desde un principio definí mi línea sobre el arte tradicional y el arte académico. Cuando dialogué la primera ocasión con el crítico de arte, Alfonso Neuvillate y Ortiz, le pregunté: por qué mi pintura de pronto cae en blandito, porque yo mismo me sorprendí de las reseñas positivas en los medios después de mi primera exposición. Él me contestó: simplemente porque es una pintura que hacía falta. –Si se plasmara en una pintura, ¿qué dibujaría? –Sería una atmósfera de penumbras, luz y color. Siento que ahí se reduce la base principal de la pintura. El contraste de la luz, las sombras y el color es lo que da personalidad a una obra. –¿Qué imagen tendría esa pintura? –Creo que serían elementos muy mexicanos. Un elemento muy importante para mí es la calabaza, creo que es el fruto que reúne las cualidades de trabajo y de amor por la tierra del campesino. –Si le encargara el presidente de México una pintura que refleje al país en la actualidad, ¿qué plasmaría? –Sería una pintura que hablara de cambio. Para mí el tema sería amalgamar este México tan fuerte y tan grande que se nos está diluyendo. Siento que en esta nueva etapa del país todos los mexicanos tenemos la oportunidad de rescatar nuevamente nuestros valores, nuestra esencia, porque estamos a punto de perder eso. Las raíces que nos dan una identidad en el mundo. Mi pintura hablaría de ese México tan sólido que tuvimos, pero que afortunadamente podemos volver a tener, pero eso es obra de todos.


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–Usted hablaba de que creció y se ha desarrollado en el ámbito profesional con una relación con personas que han destacado en la política y en la vida pública, ¿le gustaría ingresar a la política para tratar de ayudar al país? –No, no, para nada, mis respetos para quien se dedica a la política. La política es un quehacer o un oficio muy complicado. Los cambios de partido que hacen los políticos a mí francamente me parece que es no ser honesto con uno mismo. No entiendo como un político que se perfila con una ideología y con una bandera, de pronto cambia. Eso para mí es absurdo, es inentendible, porque entonces ese político me demuestra que sus bases no son sólidas. Las personales sí, pero las ideológicas no existen. –¿Tiene una militancia partidista? –Sí, durante años he militado en el PRI (Partido Revolucionario Institucional). –¿Por qué? –Qué bueno que me da la oportunidad de hablar de esto, porque hay ciertas áreas confusas con las nuevas generaciones. Siento que hay una información manejada a conveniencia de ciertos intereses, esos intereses que son ajenos a lo que realmente nos puede mostrar un camino. He militado en el PRI porque desde joven, en mis inicios en las artes plásticas, he vivido el desarrollo que el sistema priista tenía hacia la cultura y las artes. La definición de una visión cultural, artística y de imagen de valores muy nuestros siempre estuvieron bien sólidos en esa época. Hablo, por ejemplo, del respeto al himno nacional y a la imagen presidencial, porque he tenido experiencias con los últimos dos gobiernos (federales del PAN) donde la imagen presidencial y valores muy nuestros se fueron diluyendo.

“Yo hablo, por ejemplo, de esas grandes exposiciones que llevaron a cabo gobiernos priistas sobre el arte mexicano que nos dieron presencia en Europa y en el mundo. Hablo de personalidades que fueron desarrollando capacidades creativas, los grandes escritores, los grandes artistas, el arte mexicano en el extranjero tenía una presencia sólida y fuerte en las galerías de Nueva York, Inglaterra, etcétera, había subastas de arte mexicano con una demanda increíble y en los dos últimos gobierno federales se fue diluyendo todo eso”. –¿Cree que el PRI revivió o el PAN lo revivió? –El PRI nunca murió, los dos gobiernos pasados enarbolaron lo que menos funcionaba del PRI y ofrecieron un cambio, el cual no se dio y a pesar de ello los mexicanos tenemos una solidez y creo que somos los mexicanos los que podemos generar, cada uno, cambios personales y ahora el camino va por ahí.


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–¿Qué le gusta de manera personal? –La pintura, los días en Tlaxcala, disfrutar, vivir los eventos que se dan en nuestra tierra, me gusta visitar los museos en el Distrito Federal cuando hay grandes exposiciones. Hay días que necesito visitar un museo para tener ese diálogo con las obras, esa comunicación visual, interior, con una obra de arte. –¿Han variado sus gustos? –Es inagotable el arte, en mi época de estudiante mi sueño era estar parado frente a una obra de Rembrandt. Llegó a México una exposición que traía obras de Rembrandt y me fasciné aún más estar frente a una obra de Rembrandt. Tuve la oportunidad de viajar al extranjero y visitar museos de Nueva York, España, París y estar frente a 30 o 40 obras de Rembrandt, lo cual enriqueció mi primera experiencia. Los gustos o las necesidades estéticas plásticas que encuentro en una obra de arte no han variado, quizá se vuelve uno más exigente. –¿Las pinturas han sido un amor para usted? –Han sido un amor y vida, motivo existencial. –¿Ha encontrado usted al amor de su vida? –Ah, por supuesto, sí, sí, sí. –¿Y qué pasó con ese amor de su vida? –Bueno, es un terreno medio… (risas) escabroso… esto es más difícil que enfrentarse a una tela en blanco. He tenido dos afortunadas relaciones, he tenido la experiencia de convivir con dos extraordinarias mujeres y los regalos son enormes. En primera por haber conocido el amor humano a través de ellas, pero el perdurable que son los hijos. Creo que en ese sentido he vivido, porque por ahí dicen que quien no ha amado, no ha vivido. En eso estoy de acuerdo. Resultado de sus dos relaciones de pareja Armando tiene cinco hijos: Armando, Alejandro, Fernando, Adrián y Gabriel. “Hace años leía al maestro José Luis Cuevas que decía que tenía una hija en España y otra en Italia. Yo decía, qué será eso, porque antes los mexicanos éramos la familia muégano, todos cercanos a los padres, se reunían los fines de semana y convivían. Sin embargo, eso ya cambió y en mi caso tengo un hijo que vive en Honduras, otro en Washington, otro en Chiapas, otro en el Distrito Federal y el más pequeño está por irse. ¡Qué paradoja!, tengo cinco hijos varones y a la hora de la hora sólo estoy viendo cuadros en la casa”. –¿Ha pensado iniciar otra relación de pareja? –Creo que eso llega en su momento, si es que llega, no es algo que me ocupe, el complemento interior, sentimental, no sé si el arte llena u ocupa ese espacio o lo hace pequeño en cuanto a necesidad, creo que no está nada escrito, igual y existe una experiencia más. No estaría negado a esto, pero por el momento mi pintura me absorbe.


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“Reflexioné sobre mi edad y no es porque me preocupen los años, sino que desde el punto de vista de mi oficio y quehacer, estoy enfocado más a terminar algunos proyectos y eso me lleva bastante tiempo del día”

“Al inicio decía que reflexioné sobre mi edad y no es porque menpreocupen los años, sino que desde el punto de vista de mi oficio y quehacer, estoy enfocado más a terminar algunos proyectos y eso me lleva bastante tiempo del día”. –¿Ha pintado a sus amores? –A través de los cuadros sí, pero no de manera particular. Cuando está vibrando el sentimiento amoroso todo lo hace uno muy bien. –¿Cuáles son sus proyectos pendientes? –Hay uno que ya va para cinco años y es una serie de obras representativas de cada estado de la República, eso me ha llevado a viajar y conocer diferentes estados, pero también me ha complicado la vida; por ejemplo, he llegado a Oaxaca buscando un tema y encuentro una cantidad enorme, o a Michoacán o a Puebla. Hay estados que son como una saturación de imágenes y de riqueza, son pinturas que voy reservando porque quiero hacer una exposición con toda esa obra. Voy como 40 por ciento. Me interesa básicamente la artesanía, la historia y la cocina de cada región. –¿Cuál es su parte del cuerpo más importante por lo que hace? –Físicamente la vista y la mano, pero también el empeño y el ánimo mental para hacer cosas. Me gusta mucho caminar media hora o 40 minutos diarios, ya sea en casa o en el Jardín Botánico de Tizatlán, porque en esas caminatas he generado pinturas que me han fascinado por ese contacto de la naturaleza y la libertad de movimiento. –¿Qué sueña? –Pues creo que como todo mundo tengo sueños fantasiosos y en mis sueños como persona, sueño que vamos a lograr rescatar a nuestro México y es ahí donde digo que depende de nosotros, no es cuestión de un gobierno o de un equipo. Ya vimos que por ahí no es el camino (con el PAN), el gran cambio debemos generarlo cada uno de nosotros. Mi sueño es ése, no creo que sea difícil proponernos subir un poco nuestro nivel personal hacia nuestros vecinos, empleados y patrones, por qué no tratar de crear un nivel personal más elevado para salir ganando todos.

–¿Piensa dar clases como su maestro Carlos Ayala? –Yo he dado clases, pero le decía al maestro Desiderio, mi compadre, que el artista debía estar en su estudio desarrollando su quehacer y su oficio. Yo veía a mi compadre comprometido en ir a hacer un asunto, a otro y no le daba tiempo de pintar por ir a ver a otras personas. Yo le dije una vez, quiero que mi pueblo, Tlaxcala, tenga bastante obra tuya, que podamos ver tu obra en las salas de exposiciones, en los centros culturales, porque el día que ya no estés, ya nadie va a hacer tu trabajo. Yo creo que el oficio del maestro es sagrado, es otro punto preocupante por lo que estamos viviendo. El oficio del maestro es como un apostolado, es un compromiso con la sociedad, con el individuo y con uno mismo, yo siento que sería un mal maestro, mejor pinto y aunque algunos jóvenes me han venido a buscar para que les dé clases, les digo que no, pero con todo gusto los oriento sobre su pintura si les interesa. Me traen su obra, les digo por donde puedo orientarles porque tuve maestros que me orientaron en mis inicios. –En estas seis décadas que lleva de vida, a manera de resumen, ¿cuáles han sido los eventos por década que han marcado su vida? –En mi infancia el haber vivido tanto en Tlaxcala como en el Distrito Federal, eso es algo que marca mi vida. La adolescencia fue una etapa definitivamente muy preocupante, sentir temor al futuro, creo que mi adolescencia me hace ver que en el mundo aún estando con gente, uno está solo, por las necesidades económicas que teníamos, mi madre trabajaba y cuando cumplí 15 años de edad, mi madre me dijo: hijo, de hoy en adelante si quieres hacer algo, lo vas a tener que hacer por tu cuenta, yo ya no te puedo ayudar, aquí tenemos casa y no te faltará nada, pero no te puedo apoyar para tus estudios que quieras hacer. Enfrentarme a los 15 años a esa situación, me generaba una soledad enorme y una angustia sobre qué iba a pasar y qué venía.


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“De los 20 a los 30 años de edad fue una experiencia totalmente de contrastes, porque de los 18 a los 26 años viví momentos difíciles por mi empeño de vivir de la pintura, esos ocho o nueve años han sido los más complicados porque no existía la oportunidad de tener una pintura en una galería, tenía temor al futuro”. Sin embargo, la fortuna llegó a finales de esta década de vida del maestro Armando cuando “de pronto se me abren las puertas para dedicarme plenamente a la pintura. Un momento que nunca se me olvida es que después de exponer mi primera obra, a los dos o tres días vi en el periódico mi nombre en primera plana en las secciones de cultura, eso es impactante, me preguntaba si era yo o qué estaba pasando, cómo llegué a esto. Pero también fue un instante en el que tomé conciencia que todo eso que me pasaba era un reto para desarrollar bien mis intenciones en mi oficio o equivocar las cosas, ya que cuando alguien cobra fama a veces pierde el piso; en mi caso, a los 15 días de estar exponiendo mi obra aparecí en el programa “Domingo a Domingo” de Jacobo Zabludovsky, mi primera entrevista fue con Jacobo a las 10 de la mañana, unos meses antes yo ni me imaginaba eso”. Entre los 30 y 40 años, agrega, lo más impactante que le ocurre en su vida y “que me marca” es el temblor de 1985 en el Distrito Federal. “Vivir esa experiencia, ver los edificios derrumbados y la gente caminando como autómata, es sentir que uno es muy pequeño, que en un momento dado no es uno nada. Aunque ese acontecimiento trágico no influye en mi pintura, sí me afectó anímicamente y dejé de pintar un tiempo, realmente me impactó, el saber que mi familia estaba bien fue afortunado, pero pensaba en esos momentos que difícilmente íbamos a recuperarnos. Es ahí cuando veo el enorme valor que tenemos como mexicanos, nos recuperamos, a pesar de que hubo familias que perdieron a sus seres queridos. El renacimiento de la ciudad fue extraordinario, todavía no lo creo”. Entre los 40 y los 50 años de edad, dice, “es la etapa de viajes, de ver a mis hijos ya adolescentes. Viajar y conocer museos en el extranjero, exponer mi obra en el extranjero. Fue una época muy bonita, ya vivía en Tlaxcala, pero salía mucho a Europa”. De los 50 a los 60 de edad, abunda el maestro mientras fija sus ojos en el techo de la estancia, “lo más extraordinario es que tomo decisiones que marcan mi vida, me doy el regalo extraordinario que es vivir un proceso que me despeja muchas incógnitas y dudas en esta etapa de madurez plena, ver a mis hijos realizados prácticamente y mi pintura creo que está cimentada en su esencia, en su motivo de existir y su motivo de haber sido pintada”. Y llega el momento de la reflexión, pues de los 60 años de edad en adelante dice que surge la necesidad de realizar un cambio en su pintura.


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“Siento la necesidad de incursionar en otra forma de expresión, creo que en el arte es muy difícil que exista el artista joven. No creo en el artista joven y no hablo en términos de edad, sino en términos de años de desarrollo de oficio. Considero que un artista debe tener un proceso de experiencia, de conocimientos y de búsqueda para definir sus resultados”. Por ello, señala que en su caso ya han sido 40 años de labor y siente la necesidad de buscar una nueva forma de expresión para resumir lo que ha hecho en este tiempo. “La intención es decir: después de 40 años, Armando Ahuatzi está pintando esto, es una pintura honesta y que le costó 40 años llegar a ella. No creo seguir pintado lo que he hecho hasta ahora, llegó un momento en que siento esa necesidad de cambio, cuando era joven no sentí esa necesidad, ni a los 30, ni a los 40, ni a los 50 como lo estoy sintiendo ahora. A mí me intriga, mis hijos en plan coloquial me dicen que no vaya a pintar cosas raras, pero ni yo sé que voy a pintar, pero estoy muy motivado en ese sentido”. –Si se tuviera que salir de esta casa, ¿qué pintura se llevaría consigo?–, se le pregunta. –Que pregunta tan complicada, casi casi me llega la idea de salir sin una pintura, pero con mi estuche y mis elementos me saldría a hacerla en otro lado llevándome un cuaderno, unos lápices y colores. Hay pinturas que amo por mi historia, posiblemente ya en un término riguroso me llevaría la primera pintura que hice en La Esmeralda, porque asistí a un taller libre con el maestro catalán Francisco Asad y la primera vez llevé mi bastidor y me preguntó qué quería pintar. “Me impactó porque como era un taller libre, estaban trabajando varios alumnos con una modelo desnuda y me dio mucha pena, me puse en un rincón a trabajar bajo la guía de este maestro, quien me dijo que había una calavera de asno, así que me dijo que pintara eso y que le pusiera un elemento, una fruta o algo”. Armando recuerda que encontró un mamey que le gustó en una frutería, lo compró y lo puso junto a la calavera del asno. “Hasta ahora tengo que decir que es un mamey eso que pinté, todo mundo dice que en el cuadro se ve la calavera de un asno, pero sobre el mamey dicen que es una piedra o un sapo, pero nadie sabe que es un mamey. Esa anécdota la comento porque el maestro me explicó que se debe ver el color, los reflejos, la atmósfera, los colores análogos y yo decía que me estaba hablando en ruso”. Es por eso que concluye el maestro que se llevaría ese cuadro si tuviera que salirse de su casa, además de que revela que de las obras que expone en una galería, siempre aparta el último cuadro que queda en venta, “porque eso quiere decir que fue el que menos gustó al público”. M


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“Considero que un artista debe tener un proceso de experiencia, de conocimientos y de bĂşsqueda para definir sus resultadosâ€?


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