Revista Momento Julio 2022

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DIRECTORA GENERAL Marisol Fernández Muñoz COORDINADOR DE REDACCIÓN Yassir Zárate Méndez DISEÑO GRÁFICO Y PUBLICIDAD Arturo Vázquez Muñoz FOTOGRAFÍA Federico Ríos Macías SUSCRIPCIONES Alejandro Fernández Muñoz COLABORADORES Juanita Aguilera Dalia Sánchez Dávila Horacio López Muñoz Cristina Figueroa Oswaldo López Sánchez Vanessa Quechol Mendoza Leandro Emmanuel Alemán Hernández Vanessa Castillo Pérez Carlos Ivan Flores Vazquez Momento ahora o nunca. Revista mensual, Julio 2022 Editor responsable: Marisol Fernández Muñoz. Número de Certificado de Reserva otorgado por el Instituto Nacional del Derecho de Autor: 04 2009–021117565 700–102. Número de Certificado de Licitud de Título: (en trámite). Número de Certificado de Licitud de Contenido: (en trámite). Domicilio de la publicación: 16 de septiembre No. 200 Altos 3 C.P. 90300, Apizaco, Tlaxcala. Tel: (241) 418 3258 241 418 3258 www.revistamomento.com.mx Distribución: Revista de Tlaxcala S.A. de C.V. 16 de septiembre No. 200 Altos 3 C.P. 90300, Apizaco, Tlaxcala. revista.momento.tlx@gmail.com Imprenta: IMPRESORA Y EDITORA INFAGON: Calle de la Alcaicería No. 8. Col. Zona Norte Central de Abastos C.P. 09040 México D.F. www.infagon.com.mx

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¿

Editorial Te imaginas a la persona que hizo lo que tienes en las manos? Puede ser tu lápiz, un libro, el mismo celular, la silla donde estas sentado, la pintura de su casa, que sé yo. Empiezo así para reflexionar un poco sobre las personas que están detrás de cada producción y es que el personaje de esta edición es un artista del barro, Bernardo Juárez Rodríguez, originario de la Trinidad Tenexyécac. Una entrevista sugerida por una querida lectora, Inés Xochipa Zempoalteca de quien por cierto es la pieza de portada, trabajo que realizó en el taller del maestro Bernardo, donde encontró otra de sus pasiones trabajar con el barro, pero esa es otra historia. Al artesano nos da detalles de toda su formación desde su llegada al pueblo de sus abuelos, que ahora lo tienen como un referente de la cultura en Tlaxcala, su historia habla de la rebeldía, pero también de innovar y de hacer otras cosas que no sean unas simples cazuelas como lo hacía su padre y abuelos, tradición de varios habitantes de la comunidad. Su objetivo de saber le ha permitido encontrar grandes maestros de vida que lo han encaminado a su verdadera pasión que es compartir sus conocimientos, quiere dejar huella, pero sobre que no se pierda el oficio de crear con el barro. La noticia de la muerte de su padre sucede previo a tener esta edición, nuestras sinceras condolencias por esta pérdida irreparable. Sea pues esta historia, una más, que inspire y aliente a quienes dudamos o pensamos que es demasiado tarde empezar a aprender y para compartir. La noticia de ganar dos premios estatales de periodismo, uno con perspectiva Cívico-Electoral de nuestra edición especial de Mujeres 2022 con la entrevista a la presidenta municipal de Mazatecochco Leandra Xicoténcatl Muñoz y mejor entrevista audiovisual, con el trabajo “La longitud temporal de la violencia. 499 un documental de Rodrigo Reyes” son alientos a nuestro quehacer, el trabajo continua pese a las adversidades que se presentan en el camino. Mi compromiso seguirá, hacer un periodismo social que construya y que sume. Gracias equipo de revista Momento por hacer que todo suceda, a nuestros lectores por su elección y a nuestros clientes por confirmar e invertir.

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175 XIV Año

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Contenido

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Corazón de barro, magia en libertad Bernardo Juárez Rodríguez

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Identidad corporativa

Una niña atrapada por la ciencia (y lo que hizo después).Dorothy Crowfoot Hodgkin y la cristalografía

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La chica que tomaba vodka

Creencias irracionales

Panqué de arándanos con crema

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Corazón de barro, magia en libertad Por: Yassir Zárate Méndez, Marisol Fernández Muñoz

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Fotos: Federico Ríos Macías,

ernardo Juárez Rodríguez forma parte de la cuarta generación de artesanos dedicados a elaborar piezas de barro. Afincado en La Trinidad Tenexyécac, municipio de Ixtacuixtla, Bernardo Juárez ve en esta materia primigenia un pasaporte a la libertad. El acto de palpar el barro con las manos alienta un acto liberador. Todo queda atrás. De sus manos mágicas brotan piezas de arte popular: ocarinas; braseros ornamentados con la mítica serpiente emplumada, símbolo de la eternidad; cráneos policromos que dan continuidad a una tradición milenaria de las culturas originarias del Altiplano central. Momento conversó con este artesano que se codea con artistas y que de niño soñaba con llevar sus obras al extranjero. Ese sueño lo cumplió gracias a su tesón y al poder creativo de su espíritu, que lo llevó incluso a desafiar a su padre, todo con tal de hacer realidad sus anhelos. Pero el camino dista mucho de ser fácil. Ha aprendido a sortear todo tipo de retos, comenzando con una infancia complicada, luego de que sus padres decidieron dejar el Distrito Federal hace poco más de medio siglo, para asentarse en La Trinidad Tenexyécac, tierra natal de la familia paterna de Bernardo Juárez. Como si fuera una premonición, recuerda que el día que llegaron para quedarse, atravesaron “una gran avenida de tezontle con barro”, luego de una lluvia que incluso ocasionó el desbordamiento de un río que pasa por las cercanías de La Trinidad. Desde ese día, el barro

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se hizo presente, con su huidiza consistencia. El hijo pródigo regresaba a casa.

El retorno de una familia numerosa “Mi papá, Daniel Juárez Dávila, salió de aquí siendo muy pequeño. Al nacer, su mamá murió y mi abuelo no lo reconoció, por lo que se crio con mis bisabuelos. Uno de mis tíos se lo llevó para México”, relata. Adversa como es la ciudad, Daniel Juárez empezó a trabajar acarreando materiales. “Trabajó como chalán en los tiempos mozos de cuando hicieron el Estadio Azteca; le fue muy bien, pero como no tuvo guía, fracasó. Entonces mi mamá, Felicitas Rodríguez Barrera, toma la decisión de venir acá con mi papá, aunque también pudieron ir a Hidalgo, pues mi mamá es de ese estado. Acá ya tenían un cuartito que hicieron, cuando a mi papá le fue bien. Por eso tomaron la decisión de venir acá, con mi bisabuelo”. —¿Recuerda algo de su vida en México? —Fíjese que de la vida de México no recuerdo nada. El primer día que llegamos acá pasamos por una gran avenida de tezontle con barro; había llovido mucho y creo que el río se había desbordado, porque tenemos un río al lado. Pasaba mucha agua en los vados. Recuerdo a mi papá quitándose los zapatos y a nosotros cargando la ropa que trajimos de México y en cajitas nos pasaba por donde estaba el agua. Ese primer día que llegué lo tengo bien


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gusta madrugar [risas]. Todavía se hacen el de las doce y el de las siete de la tarde, pero el de las cinco de la mañana ya no. De hecho, ya no hay mucho barro en esta comunidad. Ya se está terminando. Ahora lo que hacemos es comprarlo en otros lados y quien lo venga a vender a domicilio. Esa parte es más fácil, entre comillas.

La materia prima

marcado en mi vida. Lo atesoro, porque de la vida de México no recuerdo nada, pero sí me acuerdo del primer día que llegamos aquí; es algo curioso. Bernardo Juárez Rodríguez es el cuarto de los nueve hijos que tuvieron Daniel Juárez y Felicitas Rodríguez. Son cinco mujeres y cuatro hombres. “Fue la época en que la televisión estaba en blanco y negro [risas]”, bromea. “Tengo dos hermanas mayores, una es maestra y la otra es ama de casa. Mi hermano mayor es alfarero y luego estoy yo. El otro hermano se fue a los Estados Unidos; otros hermanos son cuates y se dedican al comercio. La que les sigue también es artesana, al igual que la más chica. Y hay un biólogo. Somos los que estamos”.

Una tradición familiar Una vez avecindados en La Trinidad Tenexyécac, los integrantes de la familia Juárez Rodríguez comenzaron a ganarse la vida con una actividad

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que ya llevaba tiempo entre sus antepasados: la alfarería, en concreto la elaboración de cazuelas de barro. Comenzaron a trabajar en esta tarea siguiendo la estela del bisabuelo. “Él ya hacía cazuelitas. Fue un poco difícil porque llegamos sin nada; no teníamos horno, no conocíamos de materias. Me acuerdo muy bien de esa época muy difícil. Antes no había transportes, todo era a carrera, a pulmón. Carretillas casi no había y era de ir a traer el barro hasta el cerro en burro. No había transporte. “Me acuerdo del bisabuelo que jalaba los burros al repique de las cinco de la mañana; era para que la gente se parara a arrear al burro y se fuera a traer material. “El repique de las doce del día era para dar gracias a Dios de que estábamos vivos y bien. Y el de las siete de la tarde era para hacer oración. Es lo que nos enseñó el bisabuelo. —¿Todavía hacen los repiques? —Fíjese que ya no. El repique ya se acabó. A los porteros ya no les

—¿Dónde adquieren el barro? —En San Matías Tepetomatitlán, por donde están los hospitales, y de Ixtacuixtla hacia arriba, donde están Espíritu Santo y Santa Rosa. Es zona de barro. Tenemos que hacer mezclas, dependiendo la tierra. —En ese entonces de dónde se sacaba el barro, ¿de este cerro? —Sí, de este cerro. Teníamos los bancos de barro. Al principio iban los abuelos, luego los papás y luego los hijos. Después de los nueve años que ya podíamos aguantar un poco, nos ponían a hacer esta labor. Arrear al burro, ver que no se hiciera tarde para llegar a la escuela, traer el material, ponerlo a secar, ir a la escuela, regresar y hacer todo el proceso de molerlo, moldearlo y amasarlo. Posteriormente, después de la secundaria, empezamos a hacer nuestras primeras piezas. A los 12 o 15 años nos dejaban hacer piezas pequeñas. Cuando entré a preparatoria, empecé a hacer piezas más grandes. —¿Empezó muy joven? —Empecé a apoyar a los papás desde los seis o siete años: a mover el barro, quitar la basura, lisar las cazuelas. Trabajos no tan pesados que podíamos apoyar a la familia.


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Posteriormente, cuando uno va creciendo, va aguantando y va haciendo el demás proceso. —¿Usted forma parte de la cuarta generación de la familia dedicada a esta labor? —Sí, la cuarta generación. Desde el bisabuelo; también podemos contar al abuelo, pues a él le tocó hasta la venta en burro. En ese entonces no había transportes, se iban a vender a Huejotzingo, Hueyotlipan, Zacatelco y San Martín. Sacaban las horneadas y se iban a ofrecer. A mí todavía me tocó esa maravilla del trueque. Los martes, supuestamente en San Martín es el tianguis más grande del mundo y se utilizaba mucho el trueque. Mamá llevaba las cazuelas más defectuosas, pero que servían y hacía trueque con las marchantas del jitomate, la carpa, el chicharrón, el queso… era intercambio. Para nosotros, los martes, miércoles y jueves eran días de festín, porque teníamos de todo, dependiendo la época. Había peras, manzanas, porque la fruta también se cambiaba mucho. Ahora ya no se hace eso. Fue una época maravillosa para mí, porque empecé a usar zapatos hasta los 12 años. De hecho, el zapato no era indispensable para nosotros. Era ir a la escuela así, jugar futbol sin zapatos. Para mí fue una época maravillosa, donde no había delincuencia, drogadicción… nada de eso; era muy limpia. Esas generaciones bonitas, jugábamos con los vecinos. Todos los juegos de la infancia me tocó vivirlos. Fue una época muy padre. —¿Cuándo comienza a involucrarse adquiere más conocimiento?

—Sí, de hecho, siempre fui inquieto. La desventaja mía es que en la época de mis papás no te dejaban jugar con el material. Era material para hacer de comer y no podías jugar. Hice mis pininos a escondidas, incluso para estudiar. Yo soy técnico en Máquinas y herramientas por corte de viruta, nada que ver con lo que ahora hago. A mí me encanta el oficio y he tenido la fortuna de conocer gente. Me gustaba hacer cosas, pero no me gustaba el oficio, porque aprendí de la manera tradicional, aprendes o no hay de otra. A mi papá le agradezco; muchas veces eso uno lo ve de diferente manera, pero él me hizo ser disciplinado y comprometido con lo que hago.

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No me gustaba tanto hacer la cazuela, porque no veía que económicamente nos fuera bien; no teníamos asesoría de ningún compañero. Desgraciadamente, los oficios con muy celosos, cada uno aprende y se queda con el conocimiento y poco más. Yo siempre decía: “Algún día tengo que salir de acá”, y les daba risa. Les decía: “Algún día mis hijos van a estar en…”. Cuando uno es joven, no conoce que el mundo es tan grande. Decía: “Tienen que ir a Europa, Estados Unidos…”, y a todos les daba risa, a todos nos tratan de locos. Iba a la primaria y les decía a los compañeritos: “Algún día voy a hacer mis piezas y van a ir al extranjero, tienen que llegar bien lejos, porque el barro es muy bonito”. Nada más les daba risa.

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Salgo del Conalep, porque nunca nos preguntaron qué quieres estudiar, aquí es estudias y terminas, también eran buenas friegas. Cuando terminé la escuela dije: “Tengo que salir de aquí”. Terminé el Conalep y me fui a México. Pero cuál fue la sorpresa mía, que fui a una prueba de material cerámico para enriquecer mi trabajo. Vi más cosas. Me tocó visitar donde hacen cerámica. No todo era cerámica, sino barro basado y decía: “Todo esto se hace en mi tierra, dentro de mis locuras también, ¿no?”. Cierran donde estábamos trabajando y regreso a mi pueblo. Antes estaba prohibido decirle a un padre: “¿Sabes qué? Estas mal. Necesitamos cambiar, tienes que hacer esto”. Ahora comprendo a mi papá, porque es un arriesgue, una cosa que nos da de comer. Hacer el cambo siempre da miedo. Decía: “Se pueden hacer tantas cosas”. Llegó un momento que tuve que cortarme de mi papá y del taller, y empecé el mío acá. El otro taller, donde empezamos, era de mi papá. Al llegar acá, empecé a hacer mis locuras y a experimentar. Empezamos a hacer cazuelas de color verde, negras, azules. Era hermoso. —¿A qué edad comenzó a hacer eso? —A los 26 o 27 años. —¿A esa edad entró al oficio? —No. Creo que el universo conspira para que todo eso pase. Vi a maestros egresados en cerámica de Bellas Artes que vinieron a impartir cursos y me emociona, porque nos enseñaron otras técnicas, otros procesos.

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nidad. Nos empieza a enseñar la tormenta y todo eso. Los procesos y todo eso. El programa se llamaba Programa para el Diseño Artesanal. Empezamos a meter más colores, decorados en frío, un poco de englobe. Me enriquece y así fue llegando hasta que a los 35 años me dio la necesidad de irme a la universidad para aprender más, a ir a moldear, a hacer esculturas. Cuando uno está joven quiere Lecciones de vida ver más cosas maravillosas y em—¿Dónde les daban clases? pecé a ver revistas. La vida me ha —Aquí en la presidencia de comu- dado eso, la gente me trae revistas

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y empiezo a empaparme de más información. Empiezo a hacer mis pininos, porque la enseñanza fue buena, pero siempre hace falta. A pesar del error y el acierto. —¿En cuál universidad estudió? —En el diplomado de artes visuales. Aquí ha moldeado un gran maestro, Francisco Téllez. También fue egresado de la universidad. Dio clases durante muchos años. Fue un maestro de vida, él me puso la cerecita del pastel, porque cundo llego, había puros chicos de 22 o 23 años y llego a los 33 años a estudiar


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quedarme con nada, incluso en los talleres, les doy de más. Llevaba más de 12 años trabajando para Icatlax; ahí solo me pagan el curso y ya. Yo les doy más del curso: les doy horno, esmalte, colores; de la enseñanza tal cual, les doy un poquito más, porque cuando yo me vaya, dejarles el camino, porque sí es muy pesado.

El padre Cronos

el diplomado. Luego, puros jóvenes. Yo ya estaba casado y le digo a mi esposa: “Sabes qué, ya no regreso; son puros chavitos. Me siento ruco ahí”. Pero ella me dice: “No, ya estás ahí; tienes que ir”. Sin embargo, de todas formas fui a darle las gracias al maestro: “Mire, son puros chavitos”. Pero él me dio un gran consejo: “Todos vienen porque no tienen nada que hacer. Ellos vienen por explorar, pero tú vienes por aprender. De todos ustedes, el que más va a aprender eres tú”. Eso me hizo ver que yo iba por la necesidad de aprender. En lo personal, me hizo crecer bastante, porque me dio las tablas para seguir adelante, porque este camino es muy cansado y desesperado, por-

que muchas veces no alcanzas las metas en corto. Muchas veces son a largo plazo. Desde ahí me propuse aprender y lo que aprendiera, compartirlo con más gente, porque me tocó ese proceso de no saber nada y para mí fue desanimador, porque veía a mis papás y a veces no alcanzaba y eso, pues dices: “Las generaciones que vienen no tienen que sufrir las desesperaciones que nosotros hemos pasado”. Si está en nuestras posibilidades compartir, siempre he dicho que compartir engrandece. La vida es un espejo. Me veo al espejo y es como me quiero ver; es mi reflejo. Yo llevo esa doctrina en mi vida, tratar de compartir lo que más se pueda, no

En su proceso de preparación, Bernardo Juárez tuvo que marcar una línea de ruptura con su padre. De línea más tradicional, Daniel Juárez se resistió al cambio. Fue el enfrentamiento con el padre Cronos. —¿Cómo vio su papá los cambios en el proceso de creación? —Hasta el momento ha sido un shock para él. No sé, a lo mejor se acuerda de que no me había dejado crecer y esa pregunta se la hizo mi hermana: “Qué se siente tener un hijo artista, aunque no se considere un artista”, pero así le dijo mi hermana. Y todavía mueve la cabeza diciendo: “Ah, este cabrón”. En esas palabras. “Mira con qué me salió. Yo me quedé así”. Ellos son resistentes al cambio. He tenido la fortuna de hacer varias exposiciones acá en el pueblo y con gente como el escultor Francisco Cárdenas o chicos egresados del diplomado, y solo me ha acompañado una vez y eso porque el maestro Cárdenas le regaló un retrato; casi fue como compromiso o algo así de “¿Cómo me rebasas?”. Yo lo siento así, como que no está bien. Pero no es rebasar, el crecimiento es personal, siempre digo eso. El crecimiento de uno es personal. Yo no compito con nadie y muchos

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no lo ven así. Ellos piensas que uno siempre está tratando de superarlos y no, uno se supera personalmente. El reto es conmigo mismo, no con los demás. Muchas veces les digo: “Vengan, les comparto; vean cómo se hace”. Igual ese pasito como que no lo dan. Yo espero que algún día cambie la mentalidad de no solo hacer cazuelas, sino de dejarles un futuro bueno a nuestros hijos, de que esto sea un buen negocio para que vuelva a florecer, porque cuando dejan de ser negocio, ya no interesa, como nada más sale para medio comer, los que tenemos más de 50 años, ya no nos contratan en otros lados, pero sí se pueden hacer muchas cosas. —¿Cómo llega usted al Icatlax? —Es una historia bien triste [risas]. Cuando aprendí a hacer otro tipo de artesanías, llega un señor de Bélgica. Ahí se cumple mi sueño de mandar piezas al extranjero. Ve mi jarra de barro, la toca, empieza a investigar de dónde es y en la Secretaría de Turismo le dicen que es de esta comunidad y que el artesano soy yo. Me trae algunas piezas y me pregunta si lo podía maquilar. Le contesté que sí. Y me trae más piezas y más piezas. Llegó un momento en que le dije: “Sabes qué, quiero un contenedor para poder llevar mi obra a Europa, específicamente a Bélgica, Francia y Alemania”. Allá fue a vender la producción. Un contenedor se fue de aquí. Piezas de barro oxidado. Somos creadores de barro oxidado, es un proceso que se le da al barro para que se vea viejo, en frío. —¿Qué piezas eran? —Son piezas de ornato, unas danzas de niños abrazados. Se prende una

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vela y se ve a unos niños abrazados. Originalmente son de Colima, pero yo les di una pátina y un tratamiento especial; les dimos un tratamiento personalizado de acá. Hicimos ranas, macetones, diferentes artesanías, pero puro ornato. Ya no cazuela. Se va el primer contenedor a Europa y así me convertí en exportador de artesanías. Gracias a Dios expuse en el World Trade Center representando al estado. Fuimos al Palacio de los Deportes durante dos años representando al estado. Estuvimos en Monterrey, en el Encuentro de Culturas, también durante dos años. Viajamos por varias partes de la república. Llega otro cliente y me pide medio contenedor, pero de puras ranas de maceta. En tres meses lo trabajamos. Se hace mi amigo y me pide la copia de la factura. Yo estaba muy cansado y me agarra en mis cinco minutos. Le doy la copia de la factura para que pase el contenedor a Canadá y se lleva la original para cobrar.

Ya no pude cobrar. Me quebró emocionalmente. Estuve esperándolo por algún tiempo y no me pagó. Fui a su oficina y ya no estuvo. Dejé de hacer a lo que estaba dedicado por un tiempo y me dediqué otra vez a las cazuelas. Aquí no hay nada, me tomó un rélax de casi cinco años. —¿Hace cuánto tiempo ocurrió eso y cuánto perdió? —Hace 27 años. Eran cerca de 87 mil pesos. Fue de tres meses y medio de producción y tres días de no dormir por ayudar a empacar. Pero bueno, eso hace que uno vaya aprendiendo de los golpes, pero no de esa manera. —¿Qué aprendió de eso? —A no confiar tanto en la gente. Nosotros los artesanos somos limpios, expresamos lo que sentimos. Cuando te doy la mano, es porque te la doy, jamás te voy a traicionar. Aprendí a no confiar tanto en la gente y que se debe de cobrar bien por el trabajo. Aprendí los tiempos del proceso. Un artesano capacitado puede hacer lo que quiera, nada más es un

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poco más de preparación. Después de esos cinco años, me vienen a ver del Sepuede, una dependencia de gobierno, para volver a hacer la imagen corporativa y regresar al mercado de exposiciones. Yo dije que no unas cuatro veces; para la quinta mi esposa me dice: “Corre, no inventes; te están ruegue y ruegue. Tú ve”. Voy, llevo mis piezas, mis mascarillas, lo que hago. Al jefe del Icatlax no lo conocía. Entrando nos topamos y me pregunta: “Oye, ¿tú haces ese tipo de artesanías?”. Le dije que sí y empezamos a platicar, pero como tenía que estar en la reunión, me pidió que terminando la reunión pasara a su oficina. Al inicio me quedé como “¿Pues qué hice?”. Paso a la oficina y empezamos a platicar. Me preguntó si me gustaría enseñar y ser parte de eso. Respondí que sí, pero que no tenía quién me pagara. Ya lo había hecho con escuelas y con gente que venía. Les impartía el taller y me daban una gratificación, pero a veces nada. “Necesito que me paguen, porque hay hijos que mantener”, le expliqué. “Aquí se te va a pagar”, me respondió. Mandó a traer a los encargados para firmar contratos y todo. Me contrataron para ir al Cereso, porque este oficio también es terapéutico; relaja mucho, ayuda al sistema psicomotriz, ayudas a la comunidad. Cuando llego al Cereso me di cuenta. Pero igual ha sido un aprender en la vida. Del Cereso me mandan a Calpulalpan, porque había un grupo interesado y así me fui llevando la vida. De repente, más y más cursos. No tenía chance entre semana, ni

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sábado ni domingo. Así me la llevé los 12 años anteriores, hasta que llegó la pandemia. Aun así, estuve dando cursos en línea, pero empecé a estar más en el taller y me di cuenta que había dejado esta parte olvidada, varios proyectos parados y me dije: “No. Hay que regresar”. En este lapso me encuentro en Secretaría de Cultura que llegó a Tlaxcala y me tocó capacitar y me empiezo a empapar. Incluso llegaron a decir que qué hacía un artesano con artistas. Me quedé de “Bueno, qué les hago. No les hago daño. Yo vengo a aprender”. Lo que me gustó de la chica que venía de la Secretaría de Cultura fue que les dijo: “Para mí, un artesano y un artista son lo mismo. No debemos distinguir”. Eso me dio un empujón. Me dije: “De aquí soy y tengo que aprender más”. Para mi pueblo necesito llevar

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cultura, porque desgraciadamente el oficio no nos da para llevar eso, de acercar eventos culturales, una obra de teatro y eso. Entonces, por qué no hacerlo. Me empapo más y me gusta. Tuve la fortuna, antes de la pandemia, de traer dos días completos de eventos culturales. Desde talleres, bailables, títeres, de todo hubo en dos días. Eso me llenó y ahí sigo. Estuve trabajando con gente de la cultura, pero no de alguna dependencia, sino de manera libre. Ahora estoy trabajando con Secretaría de Cultura, trayendo eventos a mi pueblo. Entre ellos, queremos hacer algo por la naturaleza. Siempre he dicho: “Dale a la madre tierra lo que le quitamos. Regresarle un poquito”.

mando, el maestro Bernardo Juárez considera que el trabajo con el barro confiere una libertad espiritual. —¿Cuáles son esos proyectos que realiza después de la pandemia? —Ahorita vamos a darle más identidad a mi pueblo, más de la que ya tiene. Es un pueblo alfarero. Vamos a hacer letras de metro y medio en barro; creo que van a ser las primeras de muchas [risas]. Estamos por hacer turismo biocultural. De lo que le estoy platicando, ya se está haciendo, pero no legalmente. Estamos en el proceso de aprendizaje con el Colegio de Tlaxcala y con la Secretaría de Turismo, para hacer turismo biocultural, para que la gente venga y vea qué hay detrás de una pieza, Corazón de barro, magia en libertad desde cómo se trae el material hasta Comprometido con su comunidad hacer una pieza. Estamos haciendo y con los alumnos que ha ido for- talleres los sábados, invitando a la


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gente. Ahí es más de salud. Que la gente se venga a relajar. Queremos aterrizar un taller-escuela, para que los niños y jóvenes vengan a aprender y no hagan ese proceso tan largo. Estamos por ir a las escuelas; para nosotros es importante llevar el taller a las escuelas, para que los niños conozcan sus raíces. Queremos que aprendan cómo hacer una cazuela y cómo hacer una artesanía, porque es totalmente diferente. Tenemos documentales de cómo se hace la alfarería tradicional, la artesanía y terminamos con un taller interactivo, igual con los niños y con los jóvenes. Antes de pandemia lo empezábamos a hacer, pero llega la pandemia y se nos cayó todo. Hay un taller que se llama “Taller de papá e hijo”. Ese nos da resultados súper interesantes, porque ahí se refleja la convivencia entre papá e hijo; con el trabajo y el cambio de vida, se nos olvida que los hijos son lo más importante. Esas dos o tres horas que pasan juntos son inolvidables, porque empiezan a crear juntos, a hacer cosas juntos. Pero también se ve al papá que le hace la tarea al hijo y así. Tuve la fortuna de tener a maestras de primaria con sus hijas. Y una profesora me dice: “Mi hija es no sé qué y no sé cuál”. Empezamos a trabajar y nos dimos cuenta que la mamá es la que hace todos los trabajos a la hija. Entonces le dije: “Por eso su hija es la número uno [risas]. El problema es ese, no lo tome a mal, es un consejo. Dejar que los hijos aprendan”. El problema no es ahorita, es cuando están grandes. No aprenden a resolver el problema de chicos, menos de grandes. Es un taller

muy padre. Lo disfrutamos mucho. —¿Para usted qué significa enseñar? —Eso lo traigo del maestro Anastasio Téllez. Él comentaba que para no morir hay que hacer tres cosas: tener un hijo, sembrar un árbol y hacer un libro. En mis enseñanzas, lo que hago es hacer un libro y dejar un legado, para que el oficio no muera. Por eso imparto talleres en diferentes partes, donde se empieza a realizar. Yo siento que no va a morir, porque veo que varios de mis alumnos ya están dando clases, nos vamos expandiendo. Para mí la idea era eso, que mi oficio no muriera, que la artesanía viviera, porque es un legado de los abuelos. Es parte del patrimonio de México para el mundo. Si dejamos que nuestros oficios mueran, siento que el país se está llenando de muchas cosas, que hay

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que aportar hacia afuera. Para mí es eso, dejar un legado. —¿De todo el proceso, cuál parte le gusta más? —Moldear. Eso es crear. Cuando uno lo hace, se le pasa el tiempo. Es plasmar algo que sientes; dejas un legado para las nuevas generaciones. Ya tuve la fortuna de dejar un mural en mi pueblo para que muchas generaciones conozcan el trabajo. Está en la presidencia; se trata de un trabajo en barro oxidado. Este proyecto que tenemos de las letras es mío, porque estamos metidos igual en el turismo. Siempre he dicho que todo proyecto empieza con un sueño. Y los sueños se cumplen, cuando uno está bien enfocado a hacerlo. Estoy más que convencido. Estamos en eso y estoy disfrutando trabajar las letras e incluso rescatar técnicas ancestrales y plasmarlas en el barro. Eso es lo que más se disfruta.

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—¿Tiene hijos? —Tres. Uno, que es el mayor, y dos niñas. Una se me fue a la Guardia [Nacional]. Y otra que está entre a ver qué hace. Estos tiempos les cambió la vida. Están metidas en el ámbito cultural, los recorridos; cuando se hacen talleres, ayuda bastante. Igual quiero dejar ese legado a mis hijos, que se enseñen a que hay que compartir. Este mundo hay que cambiarlo y se necesita de todos. —¿Su hijo también se dedica a esto? —Mi hijo igual veía, como yo lo hacía con mi papá. Las cazuelas son bien cansadas, casi no dejan o dejan para medio vivir, no podemos hacer más cosas. No podemos viajar y eso. Entonces, cazuelas no. Pero como digo, la vida y el universo conspiran para que todo se haga. Yo dejo de dar clases, él regresa, se fue dos o tres años. Regresa, nos juntamos y empezamos a crear y ve que el barro no es nada más la cazuela, son ocarinas, maceteros; son muchas cosas todo lo que está en esos sellos. Empiezo a trabajar y se da cuenta y comienza a trabajar también; como que la curiosidad mató al gato [risas]. Crea y le gusta. Y ahora está más metido que yo. Él es muy bueno para hacer las ocarinas. Durante la pandemia me enfermo de la ciática, debido al estrés; quedo paralizado de las piernas y no puedo moverlas. Yo decía: “Dios, no me quites las manos”. Me recupero, empiezo a sentarme y a hacer la ocarina. Nos costó mucho, porque no sabíamos hacerla. La ventaja de las redes sociales es que hay mucha información y empezamos a hacer tutoriales, sentaditos los dos. Algo curioso, a mí me gusta hacer medio

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prehispánico, ya no se está haciendo. No puedo mover las piernas, pero las manos sí y empiezo a crear. Llega el momento en que nos vamos a Facebook y vemos todo lo artístico y llegó el momento en que no nos dimos abasto. Son épocas. Ahora viene noviembre y son diferentes cosas y lo vamos a empezar a hacer. A mí me gusta mucho modelar los cráneos. A muchos les da miedo la muerte, pero a mí no. No le temo a la muerte, porque estoy a gusto conmigo mismo y con lo que estoy haciendo. Siento que para eso nacimos, para disfrutar el camino y cuando uno muera, hacerlo en paz. Eso me hace crear. Un tiempo estuve enojado con mi papá por su patriarcado y moldeé una rosa; cuando las rosas florecen, empiezan a verse los pétalos; eso lo vi reflejado en mi vida. Uno nace, florece y empieza a tirar pétalos. Uno tiene que llegar a la muerte. He aprendido a disfrutar el camino, el progreso al llegar. Puede ser hoy, mañana, pero tratar de disfrutar todo en la vida, de aquí en adelante. Eso hago mucho con ello. En la Secretaría de Turismo tengo una exposición de cráneos en la parte de abajo. —¿Qué mensaje le compartiría a nuestros lectores? —Invito a la gente a que disfrute de la vida, a que se enamore de lo que hace, que disfrute el camino. La pandemia me ha enseñado mucho. A esta vida uno viene a vivir, no a morir. Muchas veces vivimos muertos. Nos preocupamos de muchas cosas. Jamás nos ocupamos por nosotros mismos. La pregunta


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que hago: “¿Te has dado tiempo de vivir?”. Muchos me dicen que no. Han dejado de hacer cosas que les gusta hacer, que les gustaría hacer, de darse ese tiempo consigo mismo. Eso se ha olvidado. Ese proceso igual lo estoy trabajando, ahora con la llegada de la gente que se dé tiempo, que se apapache, que se disfrute. Siempre estamos con el trabajo, obligaciones y correr, y correr; muchas veces se nos olvida que estamos vivos. Apapacharnos, degustar lo que nos gusta. Comer un helado, leer una revista sin importarme nada. Siempre estamos con el pensamiento de ya se me hizo tarde, voy acá, voy allá. Las clases, las tareas, los trabajos. Y nos olvidamos siquiera de disfrutarnos un día. Siempre he dicho que soy un afortunado de la vida. Me están pagando por lo que me gusta hacer. Si no me pagan, no importa. He aprendido también esa parte. Ya lo degusté, lo disfruté; lo bailado quién me lo quita. Mis trabajos se reflejan. Esa alegría de la vida, de recuperar a mi hijo, las ganas de vivir, hubo un tiempo en que con tantos problemas que tenían o no solución, están ahí. Todo va a salir bien. En cauce, pero en muchas ocasiones se llena uno de malos pensamientos que a veces son insignificantes que cuando pasan, son tan fáciles. Siempre se encierra uno en eso. Hay que apapacharse. Mi consejo sería: “Apapáchense por lo menos un día. Me voy a degustar un buen pozole, un libro, un café, apago el celular. No quiero saber de nadie, solo de mí mismo”.

Otro problema que tenemos es el celular. Empiezan las llamadas, los mensajes y estamos ahí. Nos desactiva. Entonces hay que apagar el celular, no pasa nada. Hay cosas que uno no puede cambiar. Desconectarse un rato de la tecnología, disfrutar de los talleres. Pasó algo así con una compañera un poco nice. Le dije: “El barro no es mugre, es tierra sana”; se hace con silicatos, salinas, arcilla y cuando uno lo toca, todo el estrés baja. El simple hecho de crear y amasar está ayudando a la salud. Empieza a crear el sistema psicomotriz. Comencé a decirle todos los beneficios que tenía el taller de barro y me dice “Entonces sí quiero”. Es algo que a uno lo cambia. El trabajar en el Cereso me cambió la vida. Dos años de trabajar con gente que está olvidada, que no tiene nada más que a sí mismo. Estar en contacto con ellos. Lo estaba haciendo como pagarle a la vida, algo que me ha dado. Me ha dado reconocimientos como no te imaginas. Yo degusto el momento. Lo disfruto y hasta soy yo mismo. La vida es el diario y cada día es el día. Eso me lo enseñó el Cereso. El comerte una quesadilla, una torta, algo que uno tiene, no tiene precio. El tener a la familia, estar platicando, el hacer sociedad. Ya estamos hasta el gorro de ver las mismas caras; acá vemos caras diferentes, hasta uno se ve diferente, vi cuatro paredes. Les cuento de rápido. Uno de los alumnos no tenía visitas; le llevo el barro y hace sus piezas, las hornea y las vende. Así como vende, va corriendo a comprarse un kilo de huevo y se lo comió completo, él

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solito. Esas historias que te dicen: “Tenemos a manos llenas, y a veces no degustamos ni disfrutamos. Como vivimos con prisas, no degustamos el sabor de la comida”. En esas pausas de la vida, igual he aprendido, porque yo aprendo más de ellos, que ellos de mí. Valorar a la familia, si tienes papás, hermanos, a veces te enojas, pero al otro día los ves. Como sea. Disfrutar de comida que ellos no tienen. Tuve la fortuna o infortuna de comer lo que ellos comen. No es nada agradable, tortillas embarradas en aceite, salsas sin sabor, frijoles con gorgojo. De eso se aprende. Igual, se quitan la comida para dártela y te digan: “Queremos compartir con usted”, y cómo les dices que no. O un Día del Maestro, que se cooperaron y me llevaron cosas que no me imaginaba, como pastel. Esas cosas se guardan acá y te cambian la vida. Se quitan para darte, eso a mí me ha cambiado mucho la vida. Cuando voy a pueblos como Tetla o Calpulalpan, con gente humilde, igual me quito la playera, no es necesario que me paguen, vamos a hacer esto y esto. Hace tiempo fui a grupos y les dije con dolor que ya no voy a poder seguir; la gente llora, eso se queda en el alma, en el corazón, señoras grandes de 40 o 50 o 60 años decían: “No se vaya, siga con nosotros”. Les dije: “No me hagan eso”. Uno trae los sentimientos a flor de piel. Esos momentos con los que me cambian la vida y no se pagan con nada. —Muchas gracias. —Muchas gracias a ustedes y cuando gusten, están invitados al taller.

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CORPORATIVA

IDENTIDAD

BASE SOLIDA PARA EL POSICIONAMIENTO DE UNA EMPRESA

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Qué harías si llega un desconocido a la puerta de tu casa y te dice: Voy a entrar? Seguramente tu respuesta sería: ¡pero no te conozco, no te tengo confianza, no se ni tu nombre! Eso es precisamente lo que pasa si tu lanzas al mercado un producto o servicio sin identidad visual. Ahora ¿Cómo te presentarías en cualquier parte si no tuvieras nombre? ¿crees que llamarías la atención? ¿Alguien diría que eres una persona confiable? o en el peor de los escenarios ¿alguien pensaría que posees algún valor?

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¿Y por qué debemos recurrir a un profesional? porque éste, por medio de su experiencia, va a proyectar visualmente a tu empresa para que refleje seriedad, profesionalismo, compromiso y sobre todo confiabilidad, siendo esto último lo más importante de una marca. Por lo tanto, la identidad corporativa es el concepto que vas a generar en tus clientes y engloba una serie de valores tanto tangibles como intangibles: Valores tangibles: • Marca: Nombre de la empresa o producto • Representación gráfica: Logotipo, imagotipo, isotipo, isologo • Colores Valores intangibles: • Misión • Visión • Valores

Si tus respuestas fueron NO, eso es lo mismo que viviría tu producto o servicio sin una adecuada identidad corporativa y es cuando debemos recurrir a los especialistas para dar solución a este grave problema de comunicación.

Entonces, la Identidad Corporativa sirve para a construir un mensaje sólido acerca de la calidad del servicio o producto de tu empresa. Entre

los factores subjetivos que deben estar presentes en la identidad de la empresa, se destacan:

Diferenciación: La conclusión gráfica debe distinguirse por ser eficiente sobre la competencia para atraer la atención del público. Coherencia: la identidad debe preservar las características de la empresa y la forma como actúa. Relevancia: ser acorde con lo que el público va a recibir de la empresa. Reputación o IMAGEN CORPORATIVA: se adquiere con la experiencia de servicio que se otorgue a los clientes y ésta junto con la identidad visual van a otorgar el valor a la empresa, entre mejor servicio otorgues mayor plusvalía para la misma. La reputación no surge instantáneamente y debe ser construida a lo largo del tiempo. En conclusión, si lo que deseas es crear una empresa sólida, nuestra recomendación profesional es que una vez que ya tienes tu idea de negocio aterrizada comiences por ponerle nombre (marca) e identidad visual (logotipo); con estas bases comenzarás a posicionar a tu empresa, podrás darla a conocer a los usuarios y de esta manera te van a identificar desde el primer momento. En kreas Diseño nos apasiona crear marcas y para entender mas tu idea de negocio, nos volvemos parte de tu empresa para que podamos proyectarla tal como tú la visualizas. Durante el proceso de creación trabajamos junto contigo para hacer de tu marca una marca solida y representativa para tus intereses comerciales. ¿Quieres comenzar con el proceso de construcción de marca? Contáctanos al: 246 137 9799 y en nuestras redes sociales @KreasDiseño Llámanos para comenzar a diseñar tu idea. 19




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Una niña atrapada por la ciencia (y lo que hizo después). Dorothy Crowfoot Hodgkin y la cristalografía

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Por: Yassir Zárate Méndez

l viernes 30 de octubre de 1964, el diario británico The Daily Mail publicaba el siguiente titular: “Oxford housewife wins Nobel”, mientras que The Telegraph consignaba el mismo acontecimiento de esta manera: “British woman wins Nobel Prize – £18,750 prize to mother of three”. El “ama de casa” y “madre de tres” a quien se referían ambos periódicos de corte conservador, era la científica Dorothy Crowfoot Hodgkin, primera investigadora británica en obtener el galardón más codiciado. El Nobel de Química concedido a esta singular científica fue “por la determinación de la estructura de muchas sustancias biológicas mediante los rayos X”. Algunas de esas “sustancias biológicas” eran el colesterol, la penicilina y la vitamina B12, a las que años más tarde se añadiría la insulina. Para ese momento, mediados de la década de los sesenta del siglo XX, Crowfoot Hodgkin ya era una auténtica celebridad, que había obtenido otros importantes reconocimientos, como la Medalla Real, concedida por la Royal Society, siendo la primera mujer en recibirla. Más allá de las distinciones, fueron el trabajo, el tesón, el compromiso, la solidaridad y la visión de vanguardia mostrados por Crowfoot Hodgkin en su trabajo de investigación, lo que la había llevado a lograr todas esas distinciones, a la que habría de agregar, en 1965, la Orden del Mérito,

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“el honor más alto que puede conseguir sobre la faz de la tierra” un súbdito británico. Solo Florence Nightingale había sido la única mujer en recibir tal honor, y eso había ocurrido en 1901. En otras palabras, hablamos de una mujer excepcional que hizo frente a la cerrazón sexista de las instituciones universitarias británicas, como Cambridge y Oxford, donde estudió y que le pusieron muy complicada su estadía.

Una niña excepcional Si hacemos caso a las palabras del Dr. Ruy Pérez Tamayo, quien descreía de la vocación, y en cambio argumentaba que “nos gusta lo que hacemos bien”, y no “hacemos bien lo que nos gusta”, porque dicho gusto supuestamente “está predeterminado” y “ya se trae desde el nacimiento”, bueno, pues aplicando este razonamiento, desde niña, Dorothy gustó de hacer bien muchas tareas relacionadas con la química. Había nacido en El Cairo el 12 de mayo de 1910, donde se encontraba su padre, el arqueólogo John Crowfoot, quien trabajaba en el Departamento de Educación de Egipto, que en ese entonces era un protectorado británico. En 1916, los Crowfoot se trasladaron a Sudán, otra colonia inglesa. Para ese momento ya había estallado la Primera Guerra Mundial, por lo que Dorothy y sus hermanas fueron enviadas a Inglaterra, donde quedaron al cuidado de sus abuelos, mientras sus padres permanecían en África.


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Para cuando finalizó la guerra, nuestra heroína ya tenía muy claro a qué quería dedicarse. Para ello, fue fundamental el apoyo y estímulo que recibió de sus padres. Por ejemplo, Molly, su madre, le había regalado el libro Sobre la naturaleza de las cosas, escrito por Henry Bragg, donde el científico británico explicaba los alcances y oportunidades que ofrecía la difracción por rayos X, una técnica que acabó por capturar la atención de la futura científica. De hecho, durante su formación elemental, Dorothy ya había tenido contacto con cristales de sulfato de cobre, que la habían intrigado y fascinado al mismo tiempo. Molly también le había regalado el libro Fundamentos de bioquímica, que habría de ser fundamental en su orientación hacia esa ciencia.

Los años universitarios Llegada la hora de la universidad, en 1928 decidió matricularse en Oxford, donde había estudiado su padre; había conseguido una plaza en el Somerville College. Con ello, se convirtió en la primera mujer de su familia en cursar estudios universitarios. Sin embargo, fue una estancia complicada, debido a que había profesores que impedían a las mujeres asistir a sus clases, y cuando las dejaban ingresar, las ignoraban olímpicamente. A pesar de esa situación, nunca se quejó del trato discriminatorio. Otro inconveniente fue que Oxford carecía de un laboratorio dedicado a la bioquímica, por lo que los primeros estudios que hizo fue en cristalografía y mineralogía. Terminó sus estudios en química

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en 1932, obteniendo las más altas calificaciones. Entonces comenzó otro dilema: ¿dónde continuar sus estudios e investigaciones? Fue cuando llegó una oportunidad única.

Los años en el paraíso John Desmond Bernal era un científico diferente al resto de sus colegas. Para él, lo importante era la capacidad y el talento de sus colaboradores, independientemente si se trataba de una mujer o de un hombre. Él había sido discípulo de William Henry Bragg, Premio Nobel de Física en 1915, “por sus contribuciones a la cristalografía de rayos X”, área de interés del propio Bernal y donde acabaría destacando Dorothy Crowfoot. En su laboratorio, instalado en la Universidad de Cambridge, Ber-

nal “intentaba descubrir la relación entre la estructura de determinadas biomoléculas y su función”, refiere Adela Muñoz Páez en el libro Sabias. La cara oculta de la ciencia. El área de interés eran los esteroles, que incluyen al colesterol, las hormonas sexuales y la vitamina D, agrega la misma autora. El terreno que pisaban Bernal y sus doctorandos y compañeros era prácticamente virgen. Casi todo estaba por hacerse. Fueron años fructíferos para ambos personajes. Como resultado de sus investigaciones, Dorothy Crowfoot abrió un nuevo campo dentro de la difracción de rayos X: la cristalografía de proteínas. De hecho, como apunta Patricia Fara en su Breve historia de la ciencia, la cristalografía es “una disciplina con un número excepcionalmente


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alto de mujeres ilustres”. Una de ellas fue Rosalind Franklin, la cristalógrafa cuya célebre “fotografía 51” ayudó a desentrañar la estructura de doble hélice del ácido desoxirribonucleico. El tiempo que Dorothy Crowfoot pasó en el laboratorio de Bernal fue como estar en el paraíso, ante el ambiente de estímulo intelectual y reconocimiento de las capacidades de los integrantes, independientemente de su género.

Cátedra e investigación Para 1936, fue invitada a incorporarse al Somerville College, para continuar con sus investigaciones e impartir clases a las alumnas (una de ellas fue la futura primera ministra británica Margaret Thatcher). Gracias a su tesón, Dorothy obtuvo fondos para habilitar su laboratorio con el equipo necesario, como los difractómetros, que instaló en el sótano del Museo de Historia Natural. Ese acabó siendo una suerte de santuario del conocimiento. Desde ahí emprendió sus estudios sobre la estructura de la penicilina, la vitamina B12 y la insulina; esta última le llevó treinta y cuatro años de arduo trabajo. Se trata de “tres sustancias fundamentales que transformaron la medicina de distintas formas”, resalta Patricia Fara. Sus inquisiciones en torno a la penicilina permitieron desarrollar “un método de síntesis a gran escala sin tener que depender de un hongo para obtenerla”, consigna Adela Muñoz. De esa manera, se pudo producir este antibiótico a gran escala, lo que ha salvado millones de vidas. Otro tanto ocurrió con la vitamina B12, cuya deficiencia en el cuerpo

humano se encuentra vinculada con la anemia perniciosa. Crowfoot también logró precisar la estructura de esta biomolécula. Sin embargo, el colofón de su trayectoria fue la identificación de cómo se encuentra organizada la insulina. A ello había dedicado más de tres décadas, lo que evidencia la perseverancia con la que llegó a trabajar.

Espíritu pacifista Rita Levi-Montalcini incluye a Dorothy Crowfoot Hodgkin en el libro Las pioneras, en el que retrata a las mujeres que cambiaron la sociedad y la ciencia desde la Antigüedad hasta nuestros días. La científica italiana, Premio Nobel de Medicina, describe a su par británica como “una mujer comprometida políticamente; tomó partido contra el uso de las armas químicas, luchó por la eliminación de las barreras y los límites que impuso la guerra fría

en el ámbito científico”. Crowfoot Hodgkin también formó parte del Movimiento Pugwash, instituido por Albert Einstein y Bertrand Russell, y que es “un grupo de científicos y otras personalidades que se manifestaban en contra del desarrollo y proliferación de las armas nucleares”, asienta Levi-Montalcini. Dorothy Crowfoot presidió este movimiento entre 1976 y 1988. Por si fuera poco, también fundó un par de instituciones (la Hodgkin Scholarship y la Hodgkin House), dedicadas a apoyar en sus estudios a jóvenes de África y Asia, “no en vano, pensaba que todos los estudiantes del mundo forman parte de una misma familia”, apunta Rita Levi-Montalcini, a propósito de esta mujer, que a pesar de sufrir las graves secuelas de una artritis reumatoide, que acabó deformándole las manos y los pies, jamás se arredró ni se dio por vencida y a cambio dejó un legado sin par.

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La chica que tomaba vodka

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Por: Tomás Galicia

uéntame una de esas locas historias de amor que te sabes, a veces creo que tú las inventas, me dice Amanda mientras toma un poco de su tradicional vodka con jugo. Yo sonrío mientras limpio las copas, porque, bueno, tal vez ella tenga algo de razón. La verdad es que muchas de las historias que cuento están aderezadas con un poco de mi imaginación, solo les agrego el extra, solo un poco de adjetivos y unos cuantos verbos para que la historia sea más creíble. Y que de alguna manera tengo que llenar los huecos. –Anda, qué es lo más loco que alguien haya hecho por amor, seguro a ti te ha contado algún cliente alguna historia de este tipo, insiste Amanda, mientras me mira con sus ojos adornados, por unas enternecedoras ojeras que la hacen verse irresistible. Es imposible negarse a cumplir sus deseos, aunque sé que ella seguramente se apropiará de mi historia para escribirla en su próximo libro de cuentos. Decido platicarle sobre la noche en que llegó un joven que había manejado casi seis horas y se había perdido en la ciudad, para por fin llegar hasta mi barra.

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Llevaba una barba de varios días, el cabello despeinado y la mirada reflejando un sentimiento mezcla de satisfacción y arrepentimiento, tenía una sonrisa atada y a punto de soltarse, pidió un tequila doble. Y soltó su historia: “Conocí a una chica por internet, sé que viene a este bar, todos los viernes y toma vodka, solo nos enviamos correos e intercambiamos historias, pero hay algo en la forma en que escribe que me hace sentir emociones que nunca las había sentido. Pero algo siempre me detenía a querer conocerla en persona. Hasta hoy que llegué a un bar en la Ciudad de México a 400 kilómetros de aquí y al llegar a la barra del bar “La Mexicana”, como siempre busqué al primer borracho solitario que vi, porque esos borrachos llevan sus historias en la punta de la lengua, y a la menor provocación ante el primer desconocido que se presente no tienen empacho en contarla. Creo que en el mundo actual es tan fácil ser escritor, las historias revolotean por cualquier rincón que te pares, en el metro, en el microbús, pero si uno quiere escribir alguna historia de desamor, solo hay que acudir a donde estas historias burbujean por todos los rincones. En las cantinas donde no

importa la edad, ni la condición social, y ni siquiera la nacionalidad. Como hoy, el tipo que abordé era de nacionalidad rusa, y tomaba tequila como si fuera agua, cuando le pregunté por qué tomaba tequila en lugar de vodka, él respondió sarcásticamente: —¿Si tú estuvieras en Rusia tomarías tequila?, mostrando su sonrisa desdentada a causa de las múltiples peleas en las que se ha visto involucrado. —No, pues tomaría vodka, porque seguro ha de ser más barato, le respondí y escuché la historia de su último amor narrada en una mezcla de español e inglés. —She is an ángel, dijo, sobre la chica que conoció en Rusia y decidió seguir hasta México, aquí fueron felices un tiempo, pero como algunas veces pasa en las historias de amor, no todas tienen final feliz, y la persona de la que te enamoras no precisamente se enamora de ti, sino que intenta hacer un esfuerzo por amarte, pero termina cansándose, y como a mi amigo Alekséi, porque después de unos tragos ya nos consideramos amigos, lo terminan abandonando. Pensaba en cómo se pudo complicar la vida de esa manera, si hay mujeres rusas tan hermosas, pero nuestro pinche corazón es tan loco. Brindé con Alekséi antes de


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que empezara a perder la noción de la plática y mientras pensaba en escribir su historia. En la rockola del bar sonaba una canción que puede ser el soundtrack de esta historia, en la de ese ruso loco, en la mía y en la de todos. Y yo me imaginé completamente borracho en París, Sídney o Dublín, en un bar llorando mi tristeza, pero me bastó para explicarle a mi amigo la letra de la canción que se escuchaba en la rockola y cantarla con él, a todo pulmón: “Todos tenemos un amor que nos complica la vida...”, “...que nos rompe el corazón y nos complica la vida...” Y no sé si te ha pasado, que de repente sientes que tienes que hacer algo, que tienes que dejarlo todo y seguir a tu corazón. Entonces tomé las llaves del carro y decidí viajar hasta San Luis Potosí

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a buscar a esa chica desconocida que ama el vodka. Termino de contar la historia de Pablo. Amanda la he escuchado atentamente sin parpadeos, sonríe y vuelve a dar un sorbo a su vaso con vodka mientras dice: –Qué loco ese hombre, bueno, qué locos los dos. En la rockola del bar alguien ha puesto la canción que dice “Todos tenemos un amor…que nos complica la vida…”. Pablo está sentado en una mesa del rincón con una botella de tequila y yo, aunque vivo enamorado de Amanda, dudo entre contarle la verdad sobre la chica que toma vodka. Pero lo hago y le digo: —¿Sabes algo? Deberías conocer a Pablo, es el muchacho de la mesa del rincón.

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Creencias irracionales

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Por: Psic. Cristina Figueroa.

lbert Ellis, psicoanalista y creador de la terapia racional emotiva, explica que los seres humanos tendemos a tener creencias racionales e irracionales. Una creencia es una idea a la cual una persona le confiere el valor de verdad y por lo tanto son una guía para sus pensamientos y su conducta. Por ejemplo, si usted cree que todas las personas de determinada nacionalidad son malas, seguramente evitará viajar a ese país. En el ejemplo anterior observamos, de igual manera, un error de pensamiento, el cual consiste en “generalizar”. Según el autor de la terapia racional emotiva, las creencias irracionales son las que suelen ocasionar emociones negativas y actuaciones disfuncionales. También explica que estas creencias aparecen y son pensadas en el individuo al momento de vivir las experiencias de la vida. Esto ocurre entonces cuando la persona interpreta de cierta forma la experiencia vivida. Y esta interpretación es, según lo que explica Ellis, “irracional”. Las tres creencias irracionales fundamentales son las siguientes: 1. Debo hacer las cosas bien y merecer la aprobación de los demás por mis actuaciones. 2. Los demás deben actuar de forma considerable y justa. 3. La vida debe ofrecerme unas condiciones buenas y fáciles para que pueda conseguir lo que quiero sin mucho esfuerzo. Estar esperando que lo anterior suceda todo el tiempo es, según el autor, “irracional”, y nos puede llevar a experimentar frustración, tristeza o enojo. Lo ideal sería aprender a evaluarnos objeti-

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vamente nosotros mismos, mejorando nuestro auto concepto y por supuesto nuestra autoestima. No todo el tiempo vamos a conseguir la aceptación positiva de todas las personas con las cuales convivimos. El no ser aceptados, en un momento dado no debería ser un motivo para sentirnos mal. Así también conocer nuestras fortalezas y nuestras debilidades y trabajar en estas últimas. Aceptar incorporar en nuestra vida un proceso de mejora continua es lo más recomendable. En cuanto a la segunda creencia, lo funcional es comprender que las demás personas tienen su proceso de vida y su proceso evolutivo; la manera en la cual tratan al prójimo tiene que ver con ellos mismos, con sus aprendizajes previos, sus creencias... y nosotros no tenemos control sobre eso. La comprensión es lo funcional. Y no abatirnos por la conducta de los demás ya que es algo en lo cual definitivamente no tenemos el control. Y con respecto a la tercera creencia, lo ideal es responsabilizarnos de los resultados que obtenemos, los cuales van en proporción de nuestro esfuerzo y habilidades innatas o adquiridas, y de nuestra persistencia para el logro de objetivos. Aceptar como verdadera la tercera creencia puede producir estados de mucha frustración y desmotivación. Por eso, el reconocimiento de nuestras creencias es un factor importante en nuestro desarrollo personal. Porque lo que crees, lo creas. Gracias. Psicoterapeuta cognitivo-conductual psicologiaclinicaintegral@gmail.com Tel. 246 45 803 93


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RECETA

Panqué de arándanos con crema Chef: Juanita Aguilera Cel: 246 100 26 02 Tel: 246 46 1 29 65

Ingredientes: 3 tazas con harina 6 huevos

180 gramos de mantequilla

2 cucharadas de polvo para hornear 2 cucharadas de vainilla 200 gramos de azúcar 30 gramos arándanos

Ingredientes: Una taza de leche

Una yema de huevo

Una cucharada de fécula de maíz

disuelta en media taza de leche fría 1/2 taza de azúcar

30 gramos de mantequilla

1/4 de taza de arándanos picados para decorar

Procedimiento: En un tazón de batidora pon azúcar y huevos a batir; después de 5

minutos incorpora la mantequilla. Sigue batiendo y después de otros 5 minutos más, agrega harina cernida y polvos para hornear. Por último,

aromatiza con la vainilla, integra los arándanos y vacía toda la mezcla en un molde engrasado y enharinado.

Hornea a 180 grados durante 35 minutos. Verificar que el panqué esté firme y dorado. Voltéalo sobre una rejilla para que enfríe y mientras tanto prepara la crema de mantequilla.

Procedimiento: Hierve la leche y en una taza mezcla el azúcar, la yema de huevo y la

fécula de maíz. Incorpora a la leche caliente y sin dejar de menear, haz una mezcla de cuerpo espeso. Agrega por último la mantequilla,

integra bien y coloca en caliente sobre nuestro panqué. Decora con el arándano picado y listo. Buen provecho.

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Revista Momento gana dos premios:

Mejor entrevista audiovisual y con perspectiva Cívico-Electoral Suman 20 premios y dos menciones honorificas

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l pasado primero de julio, La Unión de Perio­ distas del Estado de Tlaxcala (UPET) y tres organismos autónomos, entregaron el Premio Estatal de Periodismo 2022 a reporteras y re­ porteros que participaron en un total de 14 categorías. En un evento inédito se contó con la presencia de la Gobernadora del estado, Lorena Cuellar Cisneros, La presidenta del Tribunal Superior de Justicia del Estado (TSJE), Mary Cruz Cortés Ornelas, La presidenta de la Comisión Estatal de Derechos Humanos (CEDH) Jakqueline Ordóñez Brasdefer, la presidenta del Instituto Tlaxcalteca de Elecciones (ITE), Elizabeth Piedras Martínez, la presidenta del Instituto de Ac­ ceso a la Información Pública y Protección de Datos Personales del Estado de Tlaxcala (IAIP), Maribel Rodríguez Piedras, la presidenta de la Mesa Directiva del Poder Legislativo, Reyna Flor Báez Lozano y el Presidente de la UPET, Moisés Morales del Razo. Revista Momento recibió el primer premio en la categoría con Perspectiva Cívico-Electoral por la entrevista a la alcaldesa de Mazatecochco, Leandra Xicohténcatl, trabajo realizado por Marisol Fernández Muñoz y Lucero Ivonne Peña Jiménez. El segundo premio fue en la categoría de Entrevista Audiovisual por el trabajo titulado “La longitud tem­ poral de la violencia. 499 un documental de Rodrigo Reyes”. Trabajo realizado por Marisol Fernández Muñoz y Yassir Zarate Méndez, bajo la producción de Federico Ríos Macias. A Casi quince años de existir Revista Momento suma ya veinte premios estatales de periodismo y dos menciones honorificas, confirmando el compromiso de ejercer un periodismo social.



Toma de Protesta de la Asociación Tlaxcalteca de Síndicas y Síndicos A.C.

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l pasado 24 de junio, se llevó a cabo la toma de protesta de la Asociación Tlaxcalteca de Síndicas y Síndicos A.C., en la cual es presidida por la Síndica de Apizaco Marina Aguilar, y la cual está conformada por casi 40 síndicos de Tlaxcala. El encargado de realizar la toma de protesta y como representante de la Gobernadora Lorena Cuellar, fue el secretario de Gobierno del Estado, Ing. Sergio González. Durante la participación de la Síndico Marina Aguilar hizo hincapié que esta asociación tiene como principal objetivo será representar y facilitar la vinculación entre Sindicaturas Municipales con Organismos Públicos Privados, Sociales y Académicos, para garantizar el desarrollo y un trabajo eficiente y eficaz; así mismo buscar la profesionalización del cargo y servicio al público. Las personalidades que estuvieron en este evento fueron; el Diputado Federal Alejandro Aguilar López, al Diputado Federal Carlos Augusto Pérez, a la Diputada Local, Lorena Ruiz, Diputada Diana Torrejón, el Diputado Local Vicente Morales, el secretario Particular de la Gobernadora, Gelacio Montiel Fuentes a la presidenta de la CEDH, Jackeline Ordóñez Brasdefer, al comisionado del IAIP de Tlaxcala, Didier López Sánchez, a la consejera Electoral del ITE, Erika Periáñez Rodríguez, la presidenta del PAN ESTATAL Miriam Martínez a la presidenta Honorífica del DIF de Apizaco, María Felipa Sánchez, los regidores, directores de Apizaco y organizaciones civiles.



Celebra BIOC su tercer aniversario

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elebra BIOC su tercer aniversario como empresa dedicada al saneamiento ambiental, ofreciendo los servicios de sanitización, desinfección y control de plagas. El director General Gerardo López Mejía, festejo con una comida junto con su equipo de trabajo y familia. 241 41 84351 2411760991 www.biocmx.com




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