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El cuerpo y el cristianismo
Mónica Patricia Lindo de las Salas
las acciones relacionadas con la guerra, la actividad deportiva, las artes y, sobre todo, las ciencias.
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En la Antigüedad, ciertas civilizaciones, como la ateniense, velaban por la formación de seres humanos en el marco de la perfección: cuerpos atléticos, sanos, cultos, formados en el arte y las ciencias fundamentalmente. La belleza del cuerpo fue un aspecto fundamental en estas culturas, donde la calidad de sus formas y estética en la figura humana estaba íntimamente ligada a los hábitos de vida, a un ambiente menos contaminado, más natural y, sobre todo, a la pureza de los alimentos consumidos; de esto da cuenta la historia de la actividad física, de los deportes y de las primeras olimpiadas de la humanidad.
El cuerpo y el cristianismo
El cristianismo trae consigo un sinnúmero de prácticas y de rituales, en los cuales se encuentra presente el cuerpo como vehículo del alma. De allí se origina el hecho de que, durante la Edad Media, los sacerdotes de la época como autoridades y defensores de la fe, determinaran la prohibición de la danza en las iglesias, por cuanto asociaban el disfrute propio de la danza con una actitud egoísta que alejaba al intérprete de toda intencionalidad de veneración al Dios supremo. Por ello, la danza fue desterrada de las iglesias y de las celebraciones religiosas, pero encontró su lugar en las plazas populares, en los festejos del pueblo (Ossona, 1984).
Contradictoriamente, el cuerpo, visto como instrumento de las pasiones que llevan al pecado, es también respetado por ser el templo y la morada de Dios; el cuerpo de Cristo, puro y sin mancha; así se evidencia en algunos relatos bíblicos, donde se hace alusión al cuerpo como "la mas alta aspiración de convertirse en cuerpo de Cristo" (Corbin, Courtine & Vigarello, 2005, p. 61), y aún se mantiene presente en los rituales del catolicismo, donde en los ritos de comunión, se menciona: "Este es el cuerpo de Cristo", palabras que se han mantenido para recordar el sacrificio de Jesús, quien murió para que fueran perdonados todos los pecados.