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VENTANA CERRADA

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TIERRA A TIERRA

TIERRA A TIERRA

Carta abierta a Monseñor Raúl Silva Henríquez

Santo padre, hiciste tu reino de verdad en mi tierra, ahora vas a encontrarte con tu Dios extenuado por el cansancio de los siglos. He vuelto a sentir el calor hoy, en tu mirada. Con movimientos de cabeza quieres calmar la angustia del corazón de las madres. Predicas, orar, no te comprendo santo padre hablas de una iglesia de ″mil ventanas abiertas”.

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De nuevo, no entiendo en este instante de congojas, tu elevado lenguaje de amor sonriendo triste das la despedida sin saberlo. Una de tus ventanas se cerró protegiendo a mi niña, sigue la danza por los años a través del largo Chile ″Raúl, amigo”.

Los jóvenes no entienden, una madre llora en ayuno de agua y sal, grita los derechos que no pudo del tirano defender, el tiempo habló: Pablo, Rafael, Jeckar, Eduardo llevaban marcado en su frente el estigma de la justicia.

Van surcando el cielo, envueltos en banderas rojas a reclamar al creador. La Vicaría en tu voz protesta. Revientan millones de pétalos de jazmines amarillos. Hay esperanza. Viene el NO. Somos muchos los que oramos de vez en cuando en tu iglesia ″de todos los días”, como milagro, de tus miles de ventanas se fueron cerrando.

Una tras otra escondiendo al indefenso.

Marisol Rodríguez Lefebre

Yo

Pensé con dificultad. ¿Quién salvará del naufragio a mi cerebro?

El mar con su esplendor, en plena puesta de sol, se mostraba incoherente, no dejaba acercarme a sus aguas verdosas.

Con los pies metidos en la arena, tratando de recordar fragancias, instantes, tiempos.

Estiré mis brazos sacando pequeños trozos de rocas. Era un rompecabezas. La respuesta era nítida.

¡Seré poeta! Grité.

El mar se hizo el sordo, las olas rieron a carcajadas.

El viento cubrió mi cara con mi pelo ayudándome a tapar mi vergüenza.

El comienzo fue largo, las piedras y arenas, al caminar, se metían entre mis dedos. Recorrí diferentes continentes, crucé océanos. Por compañía unas hojas y un lápiz.

Algunos consejos ″no buenos” de no seguir en la búsqueda.

Empecé con un duendecito y una frase ″taquillera”. Un sueño con un pájaro revoloteando en un escrito. La rabia acumulada en el cuerpo sudoroso parecía un reto, una relación sin terminar. Así me sentía tratando de rescatar aquel barco lleno de tesoros. Los piratas hicieron girara sus espaldas, algunas veces me hirieron.

Hoy diviso claramente el naufragio.

He logrado con esfuerzo rescatarlo. Lleva un emblema en un mástil: ″Seguir adelante”.

Mi Rcoles

—¡Es miércoles!, me gritó mi duende Ra-Ra, encaramándose sobre el sillón, al mismo tiempo que cruzaba sus piernas y adoptaba un aire muy serio.

—¿Vas a ir?, insistió.

—No, respondí con desgano.

—¿Por qué?

—Tengo miedo de irrumpir en ese santuario. Ser navegante del espacio, sin horas ni tiempo fijo.

—Yo, exclamó Ra-Ra, te narraré un hermoso cuento:

“Hace muchos años, en Almirante Simpson 7, entre las calles Vicuña Mackenna y el Parque Bustamante, se ancló el Reino de la Creación Literaria. Allí estallan las ideas convertidas en rayos, dando luz a las palabras, las que caen a la tierra como cascadas sobre un papel. Una lágrima se inclina ante el dolor. Un arco fijo lanza la flecha del amor. Las alegrías se escurren inundando a los seres. En su interior hay muchos salones, en cuyas paredes se destacan retratos de grandes escritores, dos Nobel, Premios Nacionales de Literatura, acompañados de los presidentes que han gobernado este palacio, donde danzan las letras vestidas de azul. También hay un aula, la que hoy es gobernada por un rey sabio. Dicen que es Bueno, ya que creó la magia, dándole a cada súbdito una oportunidad para hacer resaltar sus talentos”.

Marisol Rodríguez Lefebre

—¿Cómo sabes tú eso?, le pregunté asombrada a Ra-Ra.

Lo he consultado en el Libro de la Vida. Serás cualquier miércoles rey o soberana por una tarde. Es ahí donde debes estar tú, en rondas con escritores y poetas.

—¡Qué razón tenías Ra-Ra! Han pasado cuatro años en tertulias, armonía, viajes, guitarras, frente a una taza de café. La creación de la revista “Memoria Viva”, donde solemos escribir los súbditos del reino, con sueños cada día más elevados. De pronto nace un libro, al año siguiente otro, y así, como gotas cómplices nos une la amistad en este imperio.

—¡Cállate, Marisol!, exclamó Ra-Ra. ¡Fui yo, quien te empujó aferrando mis manos a las tuyas y te he dejado aquí, en el país de los Vuelos!

Haciendo piruetas en el aire, se alejó lentamente, celoso y no dejando de gritar:

¡Colorín colorado, el próximo miércoles le toca a otro!

Maria Sol

Partieron hacia puntos diferentes. Se encontrarán después de muchas auroras. Sus cuerpos de mujeres crecieron desarticulados, sus huesos, como acorde músical en una calle infinita. Pienso María Sol, eran designios.

María, con truenos relámpagos encogió a su ser de lluvias sin avanzar. Sol, con la claridad del día plantó árboles; su espíritu embriagado de belleza. María piensa en Sol con rabia; ella quería saltarse el presente, tachar el pasado, robar días al futuro. Sol observa sus frutos; escribe poemas. La niebla envuelve a María, sin percibir a sus hijos esperándolos en la senda; muerde tristeza, tiene hambre de cariño, una pena de amor.

Sol, trae a su encuentro sus brazos llenos de flores de los jardines del alba. María, sacos con cemento, ripio; a medias construirá.

Se miran ambas en la entrada del túnel de la vida, Eran una sola, solo una.

Marisol Rodríguez Lefebre

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