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CARTA A NAHUEL

La noticia llegó de un país hermano.

Tú venías al mundo.

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Con mi marido, brindamos con alegría. Otro nieto a nuestra familia. Ahora, bajo dos banderas. Perú y Chile. Perú por tu madre, Chile por tu padre, nuestro hijo.

Sólo por fotos de WhatsApp te hemos conocido. Tienes los ojos grandes de papá y la sonrisa de mamá. Eres hermoso para nosotros.

¿Cuándo vendrás niño nuestro para poder abrazarte?

Nos gustaría sentir la tibieza de tu cuerpo pequeño.

Te contaré Nahuel, algunas historias de tu papá:

Salía a caminar con tu abuelo Eduardo “El Tata”, por Los Quinquelles, a buscar una cueva, tras el feroz pirata Morgan. Iban armados con espadas de palos para vencerlo; pero jamás lo encontraron.

También jugaba a hacer collares con pepas de sandía. Era un niño soñador, cariñoso; nos regalaba el mar.

Malo para las matemáticas; le costaba mucho aprender las tablas de multiplicar.

Inventor de muchas travesuras y nos hacía reír.

Cuando era adolescente, fabricaba anillos, pulseras, collares de caracoles, hilos de diferentes colores y también de plata. Los colocaba en el suelo sobre un terciopelo negro para venderlos.

Cuando ya fue un hombre adulto; con mucha imaginación hacía casas y domos. Después vino su obra más importante; tener un hijo. Ese fruto que eres tú Nahuel.

Viaja pronto a Chile, Nahuel. Eres nuestro Nahuel.

Marisol Rodríguez Lefebre

RA-RA Y TOTO

Los momentos y decisiones de Marta fueron según ella los más felices cuando decidió reclutarse en el mundo de las letras.

Creía que tenía que vestirse de colores claros y eligió el fucsia.

Las ideas giraban en líneas rectas, hallaron curvas diagonales, formaba con ellas pirámides y triángulos.

Las metáforas hacían dibujo de cualquier cosa para adornar lo escrito, como familia, campos y estrellas.

Un payaso alegre. Toto, de su amiga Luz, con un duende, Ra-Ra, fueron los primeros problemas que tuvo, no la dejaban respirar, se colgaban de las poleras de sus creadoras para asistir al Taller Memoria Viva. Solamente querían figurar

Toto y Ra-Ra, se enojaban si no los nombraban en lo cuentos.

Eso era aquí en la tierra. Al elevar su vista al cielo, aparecieron unos colibríes en el aire, querían cambiar de colores, del azul al amarillo, al violeta, de violeta al naranja, del naranja al verde.

Cóndores gritaban —¡Marta, Marta!, no tenemos nieve en las montañas, denúncialo a los diarios. Eso es por botar desperdicios que ustedes no pueden comérselos, además, tenemos el cambio climático. Trató Marta de calmarlos.

Cuando fue al mar para inspirarse, una ola gigante lo tapó cubriendo sus ojos con sal.

Marta creía que era tan fácil escribir y era difícil la tarea. Se le escapaban los puntos, comas, las b, v, h, y decidió desertar.

Las palabras, confusas sentían pena por la decisión de Marta, le contaron a los campos semánticos, a las metáforas, estrofas, sueños e ilusiones, amistad y todos juntos decidieron arrullarla.

El destino le hizo templar su cuerpo diciendo con voz dulce —Te di un don maravilloso, trabaja, busca, suda, no te atrevas a cruzar esa puerta. Hojas blancas te esperan y cual milagro se impregnaron de cuentos y poemas.

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