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Revista

La Alegr铆a Edici贸n 2 - Febrero 2014

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Revista

Febrero 2014 - La Alegría La Plata, Buenos Aires, Argentina.

CONTENIDO

Editorial 3 ¿Somos todos iguales? 4 Humor por Cris. 5 SI el infierno son los otros, ¿dónde encuentro el Paraíso? 6 La melancolía del cristiano, las rodillas y el amor por la cruz 8 ¡Que la sonrisa te valga! 9 Una atmófera de Alegría 11

La tarea de Ablandar Ladrillos

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Elogio de los aburridos 15 Autores: Francisco Andres Flores Juan Ignacio Salgado Pablo Martín Scaringi Cecilia López Puertas Nora Pfluger Juan Pablo Olivetto Fagni Cristian Daniel Camargo Cobertura de eventos: Manuela Cardoso Colaboradores: Daniel Rojas Delgado Javier Camargo

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Secretaria: Florencia Salinardi Producción: Grupo Filocalia. Encontranos en:

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Editorial LA ALEGRÍA:

UNA VERDADERA ALEGRÍA

Animal que ríe”, se ha dicho que es el hombre. El único, sí, y tal vez sea verdad, si bien el canto de las gaviotas se parece un poco a la risa humana, y también existe una cierta sonrisa en nuestros hermanos los delfines, mamíferos juguetones si los hay, que nos acompañan desde los comienzos de la humanidad. Claro está que la risa no es necesariamente sinónimo de alegría, salvo que se asocie positivamente al humor sano. Hasta el individuo menos sensible –cuando le toca ser destinatario-sabe distinguir entre la broma amable y caritativa, que distiende, y la burla torpe, que quizás provoque carcajadas, pero causa dolor. Y esto, pese a que en nuestra sociedad se multiplican las alegrías prefabricadas, que agrupan a las masas en gigantescos festejos sin sentido. Alegría es mucho más que risa… aún cuando sea muy beneficioso reírnos bien. Es educarnos para saber ser delicados con los sentimientos de los demás. Es no colocar sobre los hombros del otro el peso de nuestros problemas emocionales, ni justificar el malhumor por un “espíritu de sacrificio” mal entendido. Es celebrar la felicidad ajena, descubrir el gozo de compartir, luchar por la justicia. Un mundo más justo y más solidario será siempre un mundo más alegre.

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¿Somos todos iguales? La igualdad entre las personas es un supuesto que hoy parece obvio, pero la reflexión sobre la persona es necesaria, sobretodo para los educadores. Por Juan Pablo Olivetto Fagni

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n este tercer texto para la revista x, al igual que en el anterior, me gustaría seguir profundizando en algunas cuestiones de “Te invito a pensarte y a pensar en la educación”. En aquel texto publicado en diciembre, sostuve que en la mente del e d u c a d o r, hay una idea que es central: la persona, el sujeto, o como quiera llamárselo. Y esto es así porque la misma educación es un asunto entre personas, no hay educación entre animales, ya que el único ser vivo (hasta ahora conocido en el universo) que produce cultura y necesita transmitirla para sobrevivir, es el ser humano. ¿Qué es más indefenso que un humano recién nacido? Cualquier animal posee instintos (acciones complejas y automáticas y que se mantienen 4 Revista x

a lo largo de la vida) que le permiten tener posibilidades de sobrevivir, el bebe no, ya que apenas cuenta con unos pocos reflejos (acciones simples, automáticas y que desaparecen con el tiempo). Ahí es donde la cultura a través de otra persona que cuida y educa, permite el desarrollo del pequeño.

Ahora bien, yo, educador, voy a encarar de una forma mis prácticas educativas si considero que hay personas que son superiores y otras inferiores, ya que mi trato va a ser desigual con un grupo u otro, aún inconcientemente. O va a ser diferente si pienso que somos todos iguales y que todos pueden todo, ahí me voy

a chocar con que existen diferencias de intereses, de saberes, de habilidades, etc. Y ni hablar de que si negamos las desigualdades, que no son lo mismo que las diferencias, nos vamos a llevar por delante una pared aún más dura. Otra cuestión importante sobre nuestra idea de persona, es la posibilidad o no de que cambie y cómo explicamos las causas de eso. Podemos llegar a pensar que hay personas que sí pueden cambiar y otras que no, ya sea por la edad, la clase social, el sexo, el color de la piel, etc. El no poder cambiar, anula completamente la posibilidad de ser educado. Yo apuesto porque todos podemos cambiar y que efectivamente sucede sin que lo planeemos, además estoy seguro que aprender nuevas cosas puede hacer más libres


a las personas. Y volviendo al concepto de persona, claramente no está aislado de otros conceptos. Por ejemplo Nietzsche sostiene que “Dios ha muerto” en Así habló Zaratustra y eso lo lleva a afirmar que todos somos iguales, pero ante Dios, y que si ese Dios ha muerto podemos hablar de hombres superiores a otros. Entonces, acá tenemos un ejemplo de cómo la idea de Dios en este filósofo se relaciona con su idea de persona. Por el contrario, posicionándome en el cristianismo, por tener a Dios como Padre, todos somos hermanos, y por lo tanto personas.

cador que todos seamos iguales? ¿Podemos ser iguales y diferentes a la vez? ¿Iguales en qué, y diferentes en qué? Hoy tengo muchas más preguntas que posibles respuestas.

Es cierto que hay muchos cristianos que dicen eso, pero actúan de otra forma siempre o cada tanto (y me incluyo), pero también es cierto que es una declaración muy difícil de llevar a la práctica con coherencia todo el tiempo. Aunque Por último no quiero dejar de está bueno intentarlo. recordar, que por no considerar a alguien o a etnias enteEntonces, seamos o no ca- ras como personas, se han tólicos, si nos hace ruido, o cometido inconmensurables no nos gusta pensar que hay daños, injusticias, muertes y personas inferiores y superio- violencias. res, y creemos que todos somos iguales, ¿qué nos hace Me despido invitando a quieiguales? Si no creo en Dios nes leen esto a comentarlo, ¿qué me une a todas las per- así se enriquece con el aporte sonas? de todos. ¿Y qué implica para un edu-

Humor por Cris.

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SI el infierno son los otros, ¿dónde encuentro el Paraíso?

Por Juan Ignacio Salgado

“Si hay alegría en mi corazón, Con tu presencia me traes el sol”

La alegría es parte integrante de la fiesta. La fiesta puede organizarse, la alegría no.” Esto decía Benedicto XVI unos años atrás, y es hoy recién que puedo captar el verdadero sentido de sus palabras. En una frase tan simple como esta, el hoy Papa Emérito resume y explica uno de los grandes problemas de la sociedad moderna. Esta sociedad de consumo que predica la alegría y la felicidad en la teoría, al tiempo

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que en la práctica condena y excluye a muchos porque su vida está marcada por el sufrimiento. Por un lado dice la vida es un regalo maravilloso, bailemos y cantemos, mientras que por otro promociona el aborto y la eutanasia, creyéndolos un acto de misericordia al librar a muchos del terrible castigo de vivir. Quizás esta contradicción se da porque se pretende organizar la fiesta y organizar la ale-

gría también. Pero estas alegrías prefabricadas son solo satisfacciones inmediatas, demasiado efímeras, y pasan tan rápido que no tienen tiempo de anidar en nuestro corazón, que busca y necesita una alegría profunda, plena y perdurable, que pueda dar sentido a la existencia, porque al decir de la Beata Madre Teresa, “Fuimos hechos para cosas más grandes, para amar y ser amados”.


Entonces, cuando cada pequeña satisfacción se va, tan rápido como llego, aparece el vacío y la soledad, y aunque la fiesta sigue, ahora es una fiesta a la que nadie se ha molestado en invitarnos, como canta Ismael Serrano. Frente a esta realidad la depresión aparece como una de las patologías más prevalentes de estos tiempos, la drogadicción y el consumo de alcohol se incrementan año tras año entre los jóvenes, y no tan jóvenes, que buscan una salida al vacío existencial que los persigue, a la par que también crecen las tasas de suicidios. La única respuesta que tenemos frente a esta soledad de fin de fiesta, es buscar la alegría verdadera y perdurable que da sentido a la existencia, y para encontrarla debe-

mos salir de nosotros mismos, porque, a diferencia de lo que creía Jean-Paul Sartre, que afirmaba que el infierno son los otros, es en el compartir la vida y en el encuentro con el otro donde se esconde el secreto de la felicidad. Cuando dejamos de preocuparnos tanto por nosotros mismos y miramos a quien tenemos al lado, a nuestro prójimo, a nuestro hermano, y ponemos nuestra vida al servicio de su vida descubrimos que no importa que tan mala o desesperada sea una situación, no importa que tan hondo y profundo sea el dolor, siempre hay espacio para la alegría que da sentido a nuestra existencia, la alegría de saber que no estamos solos, que hay alguien que se preocupa por mí, alguien a quien

le importa lo que me pasa, la alegría de saberse amado. Y aunque este mundo es difícil y no se vive de fiesta, la vida siempre es un regalo maravilloso, que alcanza su plenitud cuando somos capases de amar, y amar se puede siempre y en cualquier circunstancia. La Beata Chiara Luce Badano, cuando a los 19 años estaba postrada en una cama cursando la etapa final de un cáncer terminal que acabo con su vida pero que nuca pudo robarle la alegría, decía “no tengo nada más, pero tengo aún mi corazón y con el puedo siempre amar”. Dios quiera que la alegría habite siempre en nuestros corazones para que podamos vivir plenamente, es decir, para que podamos amar siempre.

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La melancolía del cristiano, las rodillas y el amor por la cruz Por Pablo Martín Scaringi

Dos son los Ardiles principales con que el demonio suele alejar a los jóvenes de la virtud. El primero consiste en persuadirles de que el servicio del Señor exige una vida melancólica y privada de toda diversión y placer. No es así, queridos jóvenes, voy a indicaros un plan de vida cristiana que os pueda mantener alegres y contentos…”(Don Bosco, el Joven provisto para la práctica de sus deberes y de los ejercicios de la piedad cristiana). En base a esa premisa voy a plantear el tema que nos compete, la alegría. Muchas veces escucho a jóvenes católicos y a muchos curas decir “carga tu cruz” “esa es tu cruz”, hacemos del sufrimiento y de la melancolía nuestras profesiones de fe, al parecer, el cristiano es cristiano en la medida que sufre. Caras tristes al momento de comulgar, grandes sacrificios en cuaresma, pequeños sacrificios en tiempo ordinario, ningún sacrificio en navidad y pascuas. Otra de las grandes frases es “ofrécelo”, sí!! Ofrece al señor ese cáncer, esa muerte, ese dolor, pero nunca decimos, ofrece al señor esa alegría, ese momento que cambio tu vida, ese día que descubriste algo nuevo o sentiste a tus amigos bien cerca. Ese ofrecimiento, parece que no sirve. Por todo esto, creo que las palabras de Don Bosco tienen mucha actualidad, hoy

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hay muchas cosas para sufrir, muchas cosas para estar mal, muchos de nuestros pibes se pierden en la droga, muchos de nuestros hermanos, pequeños burgueses universitarios, piensan en la despenalización como solución, nuestros pibes tienen hambre, nuestros pibes no tienen rumbo…y nosotros, ¿seguimos cargando la cruz? ¿Seguimos con nuestros problemas emocionales? ¿Seguimos discutiendo si la eucaristía se toma de rodillas o de pie? ¿No vemos al resucitado? ¿Preferimos nuestro dolor individual que la resurrección de nuestro hermano? El cristiano, debe estar alegre. Debe ver al resucitado caminando por la calle, salir de la tentación de la cruz y de la melancolía, afuera tenemos todo, sol, plaza, colegio, facultad, café, mate, etc. Afuera tenemos nuestra vida, tenemos nuestra misión, salir al encuentro de la cultura, encontrar sentido a la vida, disfrutar de lo que tenemos. Parezco un pastor meloso, pero es lo que siento,

mi experiencia personal así me lo indica, varios años al cuete dejando pasar muchas cosas hasta que en una casa salesiana encontré amigos y encontré misión, hoy en el Proyecto Pibe estoy verdaderamente a gusto, sufro a veces, pero la sonrisa del manzana, las locuras de Roberto o las orejas y las simplezas de Cesar me hacen ver algo distinto. Ojo, no quiero decir que es preciso olvidarnos de nuestros problemas, sino que es muy importante buscar solucionar los de los demás. Para cerrar, creo que resulta oportuno buscar la alegría que nos hace valorar nuestra fe, buscar los momentos en que somos verdaderamente felices y con esos tirar para adelante. La tristeza de una vida sin sentido, de una vida sin ideales y la crisis de la cruz se terminan en el amor, se agota con la caridad, en la resurrección. Cuando pueda darme cuenta de eso voy a ver todos mis problemas de otra manera porque hay alguien en la tierra que sigue y piensa en mí.

LA CRUZ MAPUCHE, la cruz y la resurrección.

Creo que Charly Garcia escribió o cantó dos canciones; viernes 3 am y hay alguien en el mundo que piensa en mí, las dos caras de la única solución, pensar en el otro, comprender su dolor, colaborar en su vida, sabiendo que en él se refleja Dios.


¡Que la sonrisa te valga! Mientras exista el cine, la literatura, la TV, el periodismo o internet, también habrá textos cómicos. Estudios científicos recientes señalan que incluso han transformado por completo la vida de algunas personas. ¿Acaso es posible un mundo sin humor? Por Daniel Rojas Delgado

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ientras pensaba cómo llenar estas líneas, encontré involuntariamente un tuit que citaba un proverbio escocés: “La sonrisa cuesta menos que la electricidad y da más luz”. Consideré que se trataba de una pista, y de que debía seguirla hasta las últimas consecuencias. Por eso fui, hace unos días, a La sala número seis (1892), una novela corta del escritor ruso Antón Chéjov: [El médico más joven, recién incorporado] Va al hospital dos veces por semana, visita todas las salas y recibe a los enfermos. La falta absoluta de condiciones antisépticas y la aplicación de ventosas le indignan, pero, por no herir al doctor Ragin, no se atreve a introducir reformas. Jobotov está convencido de que su colega es un viejo farsante, que se aprovecha con astucia de la situación y que ha amasado una buena fortuna. Por cierto, le gustaría estar en su lugar. Originalmente había pensado citar un texto del estadouni-

dense Mark Twain, pero era demasiado extenso. No sé cuándo habrá comenzado la literatura que relata con humor —en mayor o en menor medida—, pero tampoco es la intención de esta nota; sino recorrer algunos de esos lugares, para re-des-cubrir su importancia y su vitalidad, la necesidad humana de reírse. Saber cuántas veces nos reímos por día es la clave. Las referencias televisivas en las que se muestra cierto estereotipo de locura o personajes ridículos abundan: Los tres chiflados, Mr. Been, el Súper Agente 86, Cantinflas, Tato Bores y Peter Capusotto encabezan esta lista; en el cine, hay comedias al por mayor, pero pienso en la película británica Happy-GoLucky (2008), protagonizada por la actriz Sally Hawkins, una maestra que sonríe tanto como habla y respira, con una personalidad que contrasta con la de Eddie Marsan, su instructor de manejo, que vive radicalmente amargado y no cede ni un… —No te desvíes demasiado: seguí la pista —dijo una voz. Sí, la pista, la pista. ¡Hay tanto

por decir y el tiempo del lector es tiranísimo! Ahora vayamos a la red de redes, que es un lugar donde las fanpages humorísticas florecen. Menciono, por ejemplo, a la mexicana Filosoráptor en Facebook (con más de 1,8 millones de me gusta), donde también se destacan La gente anda diciendo (891 mil), el humorista Ricardo Siri Liniers (501 mil) y Grandes Frases Ilustradas (427 mil). En Twitter podría resaltar la cuenta del programa @SinCodificarTV (950 mil seguidores), pero no lo voy a hacer. Y si le sumamos la sarta de pavadas que a diario los seres humanos decimos dentro o fuera de internet, decimos con pesar: estamos rodeados. Pero volvamos a los libros. El periodista porteño Martín Caparrós, en “Una luna”, cuenta que se encuentra en Amsterdam con una veinteañera nacida en Holanda, hija de marroquíes y casada con un marroquí, que le habla de su doble lealtad, su imposibilidad de definirse como holandesa o marroquí. Cuando le pregunta si le gusta el fútbol y ella responde que sí, comienza el verdadero arte del cronista: Febrero 2014 9


Entonces, si juegan Holanda y Marruecos, ¿quién querés que gane? La chica suelta la carcajada y me dice que no, que ya entiende, que la verdad Marruecos. In fútbol veritas, decían los latinos clásicos. ¡Y casi me olvidaba de YouTube!: allí y en otras plataformas podemos encontrar miles de etcéteras, pero destaco uno que no ha parado de crecer desde fines de 2011: Hola, soy Germán, el chileno de 23 años que suma más de mil mi-

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llones de reproducciones en el centenar de videos que ya subió. Por último, le doy los renglones al famosísimo actor y humorista argentino, Enrique Pinti, que en uno de sus monólogos recuerda las burlas que recibía cuando iba al colegio porque siempre tuvo... ¿cómo decirlo?, un gran corazón —y un cuerpo que lo albergaba cómodamente—. Confiesa que aprendió a usar el humor como un arma, pero sin lastimar a nadie: para aprender a reírse de sí mismo.

El humor sirve, aunque más no sea para defenderse de la mediocridad, de la ignorancia (...). Pero primero tenés que reírte de vos mismo para darte el lujo de reírte de los demás. Eso que nace del dolor, ese humor que es el que nos distingue de los animales, de las plantas, de los seres irracionales. El hombre tiene la posibilidad maravillosa y hermosa del humor y no tiene que perderlo, aún en las peores circunstancias.


Una atmófera de

Alegría ¡Estar alegre, con los tiempos que corren! ¿Será una ilusión, un esfuerzo personal, o un logro que depende de todos? Por Nora Pflüger

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os santos y los sabios, desde que existe la humanidad, nos han exhortado a estar siempre alegres. La alegría es una profunda necesidad humana, primordial para la salud del cuerpo y del alma. Nuestra moderna sociedad economicista, conocedora de esta necesidad y atenta a la caza de clientes, nos ofrece todos los días alegrías falsas, a través de productos que nos prometen inmediata “felicidad” y que son promocionados por rostros bronceados y perfectos, como si estuvieran de veraneo todo el año. Comencemos entonces por establecer lo que la alegría NO ES. Desde luego, no es el goce sin esfuerzo, y menos todavía pura farra y perpetuo jolgorio. Ni la risita histérica de quien festeja cualquier cosa porque carece de opinión propia y sólo le interesa congraciarse con todo el mundo. Tampoco es actuar como si nunca pasara nada malo. Porque hombres y mujeres hay que llevan plantada en la cara una sonrisa rígida, enigmática, que no se sabe si es de disgusto o de placer, porque para ellos “está todo bien”, y después nos

enteramos de que sufren una depresión, o alguna enfermedad producida por tensiones… y entonces no estaba todo bien, ESTABA TODO MAL, pero él, o ella, nunca nos dijo lo que realmente le sucedía. La auténtica alegría –esa íntima satisfacción del ánimo que resulta de poseer y también compartir un bien verdadero- está muy relacionada con la paz del corazón y surge de la confianza en Dios y la entrega desinteresada al prójimo. “Les doy mi paz”, nos dice Jesús (Juan 14,27), y agrega, unas páginas más adelante, en el mismo clima del Evangelio: “Nadie podrá quitarles esa alegría” (Juan 16,22). El que sabe estar alegre disfruta con el éxito y con la felicidad de los otros. No por nada la envidia (a mi modo de ver, la peor de las malas pasiones) se define como la “tristeza por el bien ajeno”, y es incompatible con la caridad. Claro, que para desarrollar la alegría y conservarla, hay que contar con un ámbito propicio, así como para que nazcan y crezcan hermosas plantas se precisa un lugar donde cultivar un jardín. La

alegría, gracias a Dios, es de por sí actitud contagiosa, pero requiere de una “atmósfera” (según el diccionario, del griego “atmós” –aire- y “sphaira” –esfera-: el espacio que necesitamos para respirar). Por eso, mucho tiene que ver aquí la comunidad a la que pertenezcamos. Cualquier persona sensible, de sólo entrar en una casa o participar por primera vez en un grupo, siente en la piel si allí se “respira” la alegría. es, debemos tener la sencillez y la valentía de reconocer que una cuota de desánimo también es humana y confiar a alguien lo que nos ocurre. La tristeza huele a cuarto cerrado. Hay que abrir las ventanas. Sólo así recibiremos el socorro necesario. Y contribuiremos a tejer una red solidaria de “buen ánimo” que sólo puede tenderse si nos ayudamos unos a otros. El estar alegre –disposición interior que es al mismo tiempo regalo de Dios y esfuerzo personal-, se fortalece cuando se comparte. Necesitamos construir familias, grupos de amigos, instituciones, donde el tono afectivo, a pesar de los problemas, sea el de mantener alto el espíritu e irradiar la alegría.

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La tarea de Ablandar Ladrillos ¿Por qué tenemos que tener buena onda todo el tiempo? ¿Qué es lo malo de estar tristes? Nos vendieron que mejor es evadir porque también nos vendieron las maneras de hacerlo. Por Cecilia Lopez Puerta

”La tarea de ablandar el ladrillo todos los días, la tarea de abrise paso en la masa pegajosa que se proclama mundo, con la satisfacción perruna de que todo esté en su sitio, la misma mujer al lado, los mismos zapatos, el mismo sabor de la misma pasta dentífrica, la misma tristeza de las casas de enfrente” (Extracto de “Introducción al Manual de instrucciones”, de Julio Cortázar)

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o sé qué tan mala sea la Coca-Cola, por ahí dicen que la usan los mecánicos para aflojar tornillos así que seguramente al organismo de uno le resulte algo malísimo… como sea, lo cierto es que a la hora de vender Coca-Cola los publicistas se las han arreglado para promocionarla vinculándola con cualquier cosa que no tenga que ver con la alimentación. Desde la familia hasta la música, en fin… recursos del capitalismo y pun12 Revista x

to. Hasta ahí no me llamaba la atención, pero el año pasado lanzaron una campaña que hizo que me hirviera la sangre… “Tomá Coca-Cola, destapá felicidad” ¿Se puede vender la felicidad?

Nos dijeron que sí. Nos dijeron que en el mundo actual tenemos que ser felices, desesperadamente felices. Tenemos que tener un trabajo exitoso, una familia linda y armoniosa, una actitud desenfadada, un cuerpo cuidado y joven, estilo


en cada par de zapatillas que elegimos y además la sonrisa el 100% del tiempo dibujada en la cara porque si no le arruinamos el día a otro y eso no es de buen compañero… Venimos comprando con o sin conciencia de ello, cantidad de recetas para la felicidad. No es tan raro que salgamos desesperados a tratar de ser felices con todas las fuerzas en un mundo en el que, según la OMS para el 2020 la depresión va a ser la segunda causa de muerte y discapacidad, después de las cardiopatías. Para el psiquiatra y psicoanalista Luis Hornstein, el hombre actual sufre por no querer sufrir. Lo que quiere es anestesia en la vida. Acusa al mun-

do que lo rodea del dolor que sufre. Lo moral y la felicidad, antes enfrentadas, se fusionan y pareciera que es inmoral no ser feliz. Por cualquier medio hay que “tener onda”, ser divertidos. Lo que sumerge en la vergüenza a los que sufren. Neil Postman analiza esta sociedad que llama “del espectáculo” en el libro “Divertirse hasta morir”, para él Georges Orwel, creador del clásico libro “1984”, planteaba el ejemplo de una opresión externa que sobrevenía sobre los hombres y las mujeres, dejándolos a la vista de la telepantalla desde la que el Gran Hermano vigila. En cambio Adouls Huxley,

pensó “Un Mundo Feliz” todavía más perversamente, en ese mundo no hacía falta que nadie desde afuera oprimiera a las personas. La propia realización de sus fantasías los llevaría a negarse a sí mismos, a su propia autonomía. El soma, la droga que quitaba los problemas a los habitantes del Mundo Feliz de Huxley, lo hacía causando placer. Entonces ¿Se puede comprar la felicidad? Ahora no tenemos soma, pero en cambio tenemos millones de maneras de evadir sentirnos tristes, y no solamente tristes… Luis Hornstein habla también del “aburrimiento” como una manifestación del sufrimiento. Estamos bien solamente cuando hacemos algo, incluso cuando eso que hacemos sea simplemente “descansar”. No podemos permitirnos no hacer nada. Por eso necesitamos entretenernos y divertirnos como sea… no sólo la televisión, el Candy Crush o el comprar estupideces, nos anotarnos en veinticinco mil cursos, o nos entregarnos al bricollage con devoción hasta que nos duelan las manos de recortar pedacitos de tela. Necesitamos divertirnos porque si no nos aburrimos, y si nos aburrimos entonces sufrimos porque pensamos en las pérdidas que tuvimos, los familiares que no están, los trabajos que no nos entusiasman, la juventud que no tenemos. Y nadie quiere pensar en eso. Nos vendieron que mejor es evadir porque también nos vendieron las maneras de hacerlo. Febrero 2014 13


Quizá sea ese el problema del espectáculo. De nuestra sociedad de espectáculo, de esta necesidad desopilante de divertirnos, de entretenernos, de distraernos. Y es que la línea que divide lo genuino de lo aparatoso es muy delgada y se nos desdibuja todo el tiempo. La depresión, en este contexto, es paradigmática en tanto se profundiza esa falta de sentido que se respira y que intuimos hasta los más despistados. En el libro “Las depresiones” Hornstein habla del reduccionismo con el que se ha tratado (y se trata) la depresión, como si no fuera más que “algo químico”, dice que es como suponer que el talento o la criminalidad son exclusivamente químicos “soy inteligente, pero no es más que algo químico’. ‘Me conmueven las sonatas de Mozart, pero no es mas que algo químico’. Todo en una persona es meramente algo químico, si se quiere pensar en esos términos. El sol brilla, lo cual también es meramente químico, así como es algo químico que las rocas sean duras o que el mar sea salado.”

psicofármaco y el último que apague la luz? No es raro que el soma tuviera efectos solamente cuando los habitantes dormían… Frente a este mundo que nos quiere dormidos invoco a Cortázar y propongo la tarea de ablandar el ladrillo. No se trata más que remar contracorriente. Porque el quid sigue siendo la libertad. Dejar atrás la comodidad de la somnolencia y entrar en al mundo bien despiertos. Nada de lagañas. Permitirnos la tristeza y el sufrimiento, permitirnos ser libres para estar alegres o no estarlo. Permitirnos reir y llorar, sufrir cuando algo que no queremos ocurre y reconciliarnos con cada instante de vida. Hace falta que salgamos a la calle y veamos a los demás como verdaderos “otros” tan importantes, tan valiosos como nosotros mismos. Hace falta rebelarse contra la locura del consumo y empezar a disfrutar de las cosas más sencillas… una canción que nos llega al alma, la sonrisa de un desconocido, el gusto del pan. Hace falta incluso estar alguna vez de mal humor, caer y recaer, aprender.

todo el tiempo por cualquier cosa que a uno le guste, una especie de presencia y recomienzo constante. Claro que no es fácil ser una idiota en un mundo que nos pide justo lo contrario, no es fácil ser un idiota aplaudiendo o llorando, bajando la guardia y empezando a confiar. O simplemente no haciendo nada y estando en paz con eso. Uno podrá decir ¡Claro, total a él le salía fácil pero hoy en día el mundo es más complejo! Yo digo que no, digo que es ir encontrándole la vuelta a algunas cosas y lo bueno de la literatura en general (y de Julio Cortázar en particular) es que nos dejó algunas instrucciones. “…Negarse a que el acto delicado de girar el picaporte, ese acto por el cual todo podría transformarse, se cumpla con la fría eficacia de un reflejo cotidiano…

…Cuando abra la puerta y me asome a la escalera, sabré que abajo empieza la calle; no el molde ya aceptado, no las casas ya sabidas, no el hotel de enfrente; la calle, la En una cultura en la que los viva floresta donde cada inslazos sociales se debilitan, Como a Cortázar, en “Hay que tante puede arrojarse sobre no nos muestran como éxi- ser realmente idiota para…” mí como una magnolia, donde tos más que a los individua- reconocernos verdaderos las caras van a nacer cuando les, las tradiciones se nos idiotas porque al final cual- las mire, cuando avance un presentan como retrógradas quier cosa nos puede bastar poco más, cuando con los coy hablar de valores sin usar para alegrarnos la vida. Él, dos y las pestañas y las uñas ironía es hasta reaccionario; casi como un niño, descubría me rompa minuciosamente parece difícil imaginarse un cómo le nacía el entusiasmo contra la pasta del ladrillo de escenario en el que no aca- de un pato que nada por los cristal, y juegue mi vida mienbemos todos pidiendo a gritos lagos del Bois de Boulogne… tras avanzo paso a paso para un poco de soma. ¿Y después Decía que la idiotez debía ser ir a comprar el diario a la esqué? ¿Cada quien tomará su eso: poder entusiasmarse quina…”. 14 Revista x


Elogio de los aburridos “Mira los aburridos / con los pies deprimidos” (Calle 13, “Cumbia de los aburridos”) Por Francisco Andres Flores

Mira los aburridos / con los pies deprimidos” (Calle 13, “Cumbia de los aburridos”)

La actual cultura que nos envuelve, confunde, muy amenudo, el sentimiento de alegría o de felicidad con algunas de sus posibles manifestaciones, como por ejemplo el baile, o la risa, o la fiesta. Confunde también a éstas con la diversión, que no siempre es expresión de alegría. Y a la diversión la identifica, casi sin alternativa, con el exceso. La frase que encabeza el artículo no es muy académica, pero es clara al respecto: el que no baila no solo es aburrido, sino que padece también una especie de depresión que se manifiesta en sus miembros inferiores. ¿Una nueva enfermedad para la medicina, quizás? ¿O tal vez una metáfora de poco vuelo? El resto de la letra no abunda en metáforas, y es bastante directa sobre lo que el autor considera divertido. No esperen que recomiende la lectura de un libro, o el aprendizaje de algún instrumento, o la prácti-

ca de algún deporte. El grupo Calle 13, que se esfuerza en autopresentarse como rebelde dentro de la cultura de masas, no hace más que replicar el mensaje hegemónico: el que no entra en el ritmo de los excesos y la desfachatez es aburrido, por lo tanto incapaz de alcanzar la diversión, que es lo que lleva a la felicidad prometida (obsérvese que la lógica del consumo plantea el camino en sentido inverso). En términos musicales podemos decir que vivimos una especie de absolutización del ritmo: llevado a su más simple expresión, se impone fuerte y estridente sobre toda expresividad sonora, incluso sobre la voz humana, y no deja espacio más que para el baile (o, mejor dicho, para cierto tipo de baile). Así los productos de la industria cultural marcan el ritmo de un consumo hipnótico e irreflexivo: uno entra en ese ritmo o pasa a engrosar el ejército de los aburridos e infelices. El totalitarismo del ritmo se impone: “el que no hace palmas…” dice otra famosa cumbia, cuya letra no voy a completar.

En este punto de la charla es donde aparece el discurso culturalmente correcto y relativista, la perdigonada progre y tolerante. Vamos, vengan todos y suelten los galgos, ya sé lo que me van a decir: “Eso porque a vos no te gusta bailar, o no te gusta la cumbia”, “pensás que tu forma de ver la cultura es mejor que la de otros, deberías respetar a los demás”, “si no te gusta no escuchés”, “es lo que más vende, o sea que le gusta a la mayoría, lo tenés que aceptar”… Las conozco de memoria: son sentencias de los libros sagrados de la mediocridad cultural imperante. Una persona medianamente razonable fácilmente se confunde con ellas; y no es de extrañarse, tienen algo de verdad, salvo por un detalle: el problema no es que haya gente que le guste ese tipo de cultura; el problema es la absolutización de esa cultura. Soy conciente de que hay gente que disfruta someterse durante horas a esas calamidades que llaman cumbia o reggaeton, y no pienso prohibirselos; pero yo prefiero un buen libro o una bueFebrero 2014 15


na charla: ¿soy aburrido por eso? Peor aún: ¿soy intolerante por decir que prefiero un libro o una buena charla a lo que, a mi entender, es una calamidad cultural? Sin embargo esa calamidad nos abraza y nos sofoca, nos asalta desde las radios, los ringtones, los autos a todo volumen…. sin posibilidad de elección. Pero tengo otro punto que objetar a mis interlocutores tolerantes: eso que ellos creen que es la libre elección del espectador, o las estadísticas abrumadoras de lo que se supone que prefiere la gente, no es más que otro de los mecanismos del mercado para imponer sus productos o, mejor dicho, para imponer su visión de la sociedad; todo lo que piensan que es una expresividad válida de una cultura o de un sector social, lleva el sello de la sociedad de consumo que lo empaqueta y lo vende para autoperpetuarse. Pero no tienen por qué creerme; aunque Guy Debord lo dijo mucho mejor: “El espectáculo se muestra a la vez como la sociedad misma, como una parte de la sociedad y como instrumento de unificación” (La sociedad del espectáculo, 1,3). Para Debord “Toda la vida de las sociedades en las que dominan las condiciones modernas de producción se presenta como una inmensa acumulación de espectáculos” (Íd. 1,1); el espectáculo, lejos de ser 16 Revista x

un conjunto de imágenes y sonidos, es “una visión del mundo que se ha objetivado” (Íd. 1,5): “El espectáculo, comprendido en su totalidad, es a la vez el resultado y el proyecto del modo de producción existente. No es un suplemento al mundo real, su decoración añadida. Es el corazón del irrealismo de la sociedad real. Bajo todas sus formas particulares, información o propaganda, publicidad o consumo directo de diversiones, el espectáculo constituye el modelo presente de la vida socialmente dominante. Es la afirmación omnipresente de la elección ya hecha en la producción y su consumo corolario. Forma y contenido del espectáculo son de modo idéntico la justificación total de las condiciones y de los fines del sistema existente. El espectáculo es también la presencia permanente de esta justificación, como ocupación de la parte principal del tiempo vivido fuera de la producción moderna.” (La sociedad del espectáculo 1, 6). Pero retomemos el ritmo: la metáfora del absolutismo del ritmo en la música podría extenderse a muchos elementos de la cultura actual, en los cuales ciertas células de sentido básicas y repetitivas imponen una estructura homogénea y he-

gemónica de la cual es dificil escaparse, tanto para el espectador como para los artistas que quieren producir cosas originales. Estamos en una etapa en la cual la repetición es más valorada que la modulación o el desvío, la reversión en cumbia más que la creatividad en el estilo que sea, la copia más que el original… Como dijera Feuerbach: “sin duda nuestro tiempo... prefiere la imagen a la cosa, la copia al original, la representación a la realidad, la apariencia al ser…” (Prefacio a la segunda edición de “La esencia del cristianismo”). Continúa en el mismo fragmento: para nuestro mundo “lo que es ‘sagrado’ … no es sino la ilusión, pero lo que es profano es la verdad.” Esa sacralización de lo ilusorio es la base de esta cultura que se adora a sí misma y se autocontempla. Un ejemplo claro de esto es la llamada “onda retro” o “vintage”: no es una revalorización del pasado, o una reflexión cultural y sociológica sobre el paso del tiempo. La moda “retro” no es más que la sociedad de consumo que se contempla a sí misma y se sueña eterna. Podríamos decir que de alguna manera se engendra a sí misma; pero cada ciclo vital es más breve, y no hace más que mostrar su caducidad inevitable. La cultura que se autocontempla se sacraliza, sacraliza su mundo, y condena como


profano todo lo que no baila a su ritmo, lo que no viste a su moda, lo que no festeja a su manera, lo que no opina según su canon, lo que no comulga con su liturgia. En esta sacralización sacrílega, los aburridos somos los herejes del ritmo; y los que no visten a la moda (o quienes cuyo cuerpo no encaja con la moda) son los cismáticos de la estética, pobre gente autoexcluida y condenada al fracaso sexual, laboral y social. El escape al abismo del aburrimiento es la diversión. No siempre es expresión de alegría, pero la sociedad de consumo vende diversiones como si fueran el camino a la felicidad, invirtiendo los términos del camino lógico. Es una operación de marketing, pero también es una forma de control social y una estrategia para colonizar mercantilmente el tiempo libre: los que ya han sido incorporados al mercado en su tiempo laboral como trabajadores, son incorporados luego en su tiempo libre como consumidores. La diversión, en los términos actuales, tiene poco de alegria y mucho de catarsis, de sublimación de frustraciones y sentimientos negativos, y por eso tal vez la tendencia que se observa a los excesos. Parece más una válvula de escape de la presión del sistema que el camino a la felicidad prometido por el mismo. Tampoco

es, en general, la expresión de una alegría sincera y genuina. Hay una especie de “horror vacui” mental, una especie de mentalidad implantada que hace que, cuando nuestra mente liberada se predispone al pensamiento, el microchip posmoderno grite “¡me aburro!”, e inmediatamente entren en juego todas las posibilidades de diversión. Las diversiones de la sociedad actual se preocupan particularmente de quitarnos “ese” aburrimiento: no el de la cola del banco (donde no se puede usar celulares), ni el de la parada del colectivo, sino “ese” que puede ser punto de partida de la intelectualidad humana, no sea que el ser humano piense y se despierte del sueño triste de la sociedad de consumo. “El espectáculo es el guardián de ese sueño” (íd. 1,21).

sabe de sus crisis periódicas, de sus debacles que arrastran familias, ciudades y países, y nos convence de lo importante de festejar y disfrutar mientras se pueda. Esta fiesta, sin embargo, no es para todos, y el sistema también se encarga de recordárnoslo: mejor estar en el baile que solo mirar de afuera… Aquí es donde parte de la sociedad se vuelve cómplice de las injusticias, y pudiendo aprender a compartir, pudiendo mirar la realidad de las cosas, prefiere voltear la cabeza hacia otro lado e ignorar a los excluidos. La sociedad que se divierte para aturdirse es una sociedad estúpida, condenada a ser manipulada; pero la sociedad que se divierte ignorando a los que sufren o, peor aún, a costa de los que sufren, es una sociedad injusta, y está condenada a desintegrarse.

La sociedad de consumo toca su cumbia, y todos, más o menos pataduras, bailamos a su ritmo. Es una especie de “danza macabra”: el muerto lleva el compás, y todos lo seguimos sabiendo de la caducidad e ilusión del baile, pero prefiriendo el baile a la realidad misma. Estas danzas se hacían en la baja Edad Media para recordar la inevitabilidad de la muerte, y con la sombra de la Peste Negra sobre Europa. Aunque ahora no hay tal peste, igualmente el sistema

Mientras sigue la cumbia macabra de la sociedad de consumo, celebro a los aburridos que ignoran su ritmo, a los que se alegran compartiendo y no con la estridencia egoísta del desenfreno, a los que se divierten no para aturdirse sino para despertarse… a los herejes del sistema que, al menos por un rato, se sumergen en el aburrimiento de apagar la tele y el celu y se olvidan de su placer y conveniencias para pensar en el prójimo. Febrero 2014 17


Por Cecilia López Puertas

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o cuento más que fronteras hacia cualquier dirección. Mi estrella fue de tercera, no mi sol. Mi cuerpo reta mil leyes para cambiar de lugar. Mi sueño, rey entre reyes, echa a andar. (Fronteras, Silvio Rodríguez) ómo existir si uno no sabe dónde está? ¿Si tiene que asumir a la vez una cultura de pescadores tailandeses y otra de grandes burgueses parisinos? ¿De hijos de inmigrantes y de miembros de una gran nación conservadora? se preguntaba Paloma, la niña de “La elegancia del erizo” apenas conocer a Théo, un niñito tailandés adoptado por un matrimonio de franceses luego de que su familia muriera a causa del tsunami. ¿Y yo? ¿Cuál es mi problema cultural? ¿De qué manera estoy yo dividida entre distintas creencias incompatibles? pensaba a través de Paloma, Muriel Barbery, la escritora de ese libro. Me quedo entonces dándole vueltas al asunto. Es que… ¿No somos todos, de una manera u otra, extranjeros? Según la División de Población de NU hay más personas que nunca viviendo en el extranjero. En el año 2013 se calculan unos 232 millones de personas. Un número que ha crecido com-

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parado con los 175 millones que se calculaban en el año 2000 y 154 en 1990. Es decir que en la actualidad un 3.2 % de la población mundial vive en un país diferente del que nació (http://esa.un.org/unmigration/wallchart2013.htm). En nuestro país, según los datos oficiales del último Censo 2010, se encuentran viviendo un total de 1,8 millones de extranjeros, esto es algo más que el 4.5 % de los habitantes del país. Para darnos una idea, sería como llenar 23 estadios Monumentales. Entonces, vivo en el país en el que nací pero hay miles de personas que no. Se han desplazado, solos, con sus familias. Eso limita sus posibilidades de participación, y no solamente porque su residencia sea o no “regular”, la práctica ha enseñado que tienen accesos restringidos a derechos aun cuando formalmente se les otorguen. Y el asunto es que a la hora de pensar una sociedad, la participación política y social aparecen como elementos claves en lo que podríamos llamar, el engranaje de la inclusión. Precisamente, se habla de excluidos sociales en tanto no tienen voz en ese campo político y social, ni posibilidad de actuar y mucho menos de influir en las decisiones. Es casi imposible ser inmigrante y no ser excluido. Y eso se agrava si pensamos la inmigración en el contexto mundial, donde para algunos países del norte aparece como mala palabra, en el que cada vez que


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