Revista
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Edici贸n 4 - Abril 2014
LA JUSTICIA
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Autores: Francisco Andres Flores Juan Ignacio Salgado Pablo Martín Scaringi Cecilia López Puertas Nora Pfluger Juan Pablo Olivetto Fagni Cristian Daniel Camargo Cobertura de eventos: Manuela Cardoso Colaboradores: Daniel Rojas Delgado Javier Camargo ILUSTRACIÓN DE TAPA nicolas Pedroza Asistente de producción Florencia Salinardi Producción: Grupo Filocalia. Encontranos en: revsita-x.blogspot.com Email: revistaxc@gmail.com
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EDITORIAL
¿ES MÁS FÁCIL SER BUENO QUE SER JUSTO?
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n ninguna época de la Historia ha sido fácil ni el ejercicio de la justicia, ni el de la bondad. Sin embargo, existe una cierta condescendencia (o debilidad) que goza hoy de mayor simpatía que un obrar objetivamente justo, tal vez porque para éste es necesario reflexionar y ser prudente, y para el otro, basta abrir las manos y desparramar las dádivas, y que los demás se las arreglen para repartirlas. Si lo queremos ver en profundidad, hay bondades que no son tales, sino pasividad y falta de
carácter, o pereza para razonar sobre lo que realmente corresponde y, en esas condiciones, lógicamente, es más sencillo ser “bueno”. Es más fácil callarme y esquivar ciertas confrontaciones que esforzarme por encontrar y pronunciar, a tiempo, la palabra oportuna. Es menos comprometedor decir que “no vi nada” en la esquina en que se produjo el accidente, que contar lo que sucedió. Es más cómodo dar de lo que me sobra que luchar para que exista igualdad de oportunidades para todos. Para algunos padres y docentes, resulta menos conflictivo, en el momento, ceder ante las exigencias del niño caprichoso que marcarle límites… aunque la sociedad (y los propios padres y educadores) tengan que soportar después las consecuencias. Claro que en el otro extremo, están la rigidez, el deseo inmoderado de ser el dueño de la razón, el afán de que el otro se ajuste a nuestros esquemas, la falta de tolerancia con las debilidades y defectos de nuestros hermanos. Allí es donde la justicia debe ser templada por la misericordia, que significa, literalmente, sentir en el corazón las miserias del prójimo. Y no porque una virtud deba reemplazar a la otra. Necesitamos vivir las dos. La frase bíblica sobre “la justicia y la paz” que “se encuentran”, del Salmo 86(85), podría traducirse también: “La justicia y la misericordia se abrazan”.
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POR JUAN PABLO OLIVETTO FAGNI
La escuela puesta en jaque por las injusticias sociales Reflexiones sobre la escuela, su lugar en la sociedad, si es justo o no, un poco de historia del Sistema Educativo y diferentes concepciones de la justicia social.
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consiste en darle a cada persona lo que le corresponde. Ahora bien, si pensamos en el ámbito educativo por excelencia en estos tiempos, en la escuela ¿Qué le toca a la misma? ¿Cuál es su Si tomamos la definición más lugar en la sociedad? ¿Cuál es o del sentido común, la justicia debe ser su rol? or primera vez en la breve pero fértil historia de la Revista X voy a respetar al 100% el eje temático. La justicia.
Como dije en mi primer texto, allá por diciembre del 2013 “todos hemos escuchado o dicho, que muchos de los problemas de la sociedad se arreglarían con una mejor o mayor educación”. Visto y considerando, aunque
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sabemos que no es así, que muchos al hablar de educación piensan sólo en la escuela, yo sostengo que “muchas veces a la escuela se le exigen demasiadas cuestiones que en muchos casos la exceden.” Transmitir conocimientos, comprender y contener a los niños y jóvenes, formar sujetos reflexivos y críticos, formar ciudadanos, educar en la diversidad, formar trabajadores, seguir las trayectorias de los alumnos, trabajar con las familias, articular con otras instituciones, educar en valores, preparar para la universidad, y resolver las múltiples problemáticas que surgen en lo cotidiano, en muchos casos alimentar a sus alumnos, resolver las crisis económicas, aumentar la cohesión social, actualizar sus metodologías, incluir a la sociedad, mantener o aumentar la calidad educativa, y la lista puede seguir. Todo eso llevado a cabo por un equipo docente, de mantenimiento y directivos mal pagos, que tienen a su cargo (en el mejor de los casos) a 30 alumnos por curso. ¿No será como mucho para pocas personas? Quizás esta sobreexigencia sea una de las causas de la “crisis de la escuela”. Claramente toda la sociedad se tiene que hacer cargo de al menos algunas de las cuestiones antes mencionadas, y dejarle en
claro a la escuela qué tiene que no afecta directamente al deshacer según sus posibilidades. empeño escolar ni a las posibilidades de conseguir trabajo. Ante este desafío me gustaría remontarnos un poco al origen Ante este panorama una posible del Sistema Educativo, el cual salida es dar más oportunidades se genera en la Modernidad, ese a las personas de los sectores período en la historia que nos excluidos de la sociedad. De ahí enseñaron en la escuela que em- que se deposite en la escuela topezaba con las revoluciones in- das las expectativas de que dé dustrial y francesa. Donde nada oportunidades de crecer, capamás y nada menos, cambia el citarse, etc. Pero ante esa idea orden social, cambian las justi- posiblemente bien intencionaficaciones de por qué sucede lo da, subyace la misma idea que que sucede en la sociedad. En sostiene a la meritocracia, “tola Edad Media, “lo justo” era dos arrancamos y estamos en determinado por explicaciones iguales condiciones”. Y eso no basadas principalmente en la es cierto, no es una cuestión de teología, y las posiciones socia- cuantas posibilidades de ascenles, por ejemplo quién era noble der económicamente le damos a o no, eran legitimadas por la alguien que nació en una villa, cuna en donde se nacía. Dicho sino de cómo hacer para que el en criollo, nacías campesino y que nazca en una no tenga calo más probable era que mueras rencias económicas y culturales siendo campesino. En la Mo- que lo marquen de por vida, o dernidad esto cambia. ¿Y como por lo menos alivianarles un justificaron que un campesino poco la carga de haber nacido naciera campesino y muriera en en un contexto adverso. la misma posición social? A través del mérito, del esfuerzo, de Nuestros esfuerzos tienen que las capacidades individuales. estar puestos en que ninguna niña o niño padezcan una mala Y aunque parezca algo loco, la alimentación, que todos los escuela jugó y juega un papel adultos tengan trabajo digno, importante en esta justificación que las escuelas (después de demeritocrática. Hoy ya no habla- finirles su rol justo) tengan los mos de estamentos como en la recursos económicos y humaEdad Media, pero sí hablamos nos necesarios para llevar adede clases sociales, entonces “el lante su trabajo, que se respeten pobre es pobre porque no quie- todos los derechos humanos y re estudiar ni laburar”, o porque que se achiquen las diferencias “no le da la cabeza”. Y es muy entre los pocos que tienen muhipócrita seguir sosteniendo que chos recursos y los muchos que nacer en una clase social u otra tienen poco.
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POR PABLO MARTIN SCARINGI
El pelo en la sopa, vivir sin estado y morir sin ley. Aproximaciones a la actualidad Los hechos de violencia acecidos últimamente, merecen una reflexión seria y profunda sobre la justicia, para ello, en este aporte, trataré de indagar y meditar sobre algunos aspectos, pequeños y modestos aspectos, del compromiso del ciudadano y especialmente del cristiano en materia penal.
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remos observando detalles sobre el derecho penal como así también la evolución de la pena a fin de concluir, sobre el final del presente, en una síntesis que sirva de “piedra de toque” del fondo de la cuestión, que adelantándome a ello, sería la injusticia social y la marginación. - El derecho penal como
ejercicio de la violencia. Para comenzar a charlar, considero oportuno resaltar a “la violencia”, tanto la violencia legítimamente ejercida por el estado al aplicar las normas penales como así también, la violencia realizada por quien ejerce una actividad ilícita. El estado ostenta el mono-
polio de la fuerza, que es lo mismo que decir, el estado es el único capaz de hacer la ley y de aplicarla, la precisa razón de ello es evitar la justicia por mano propia y la creación de un sistema unificado de legalidad. El Código Penal (CP), refiere en su art.5° a las penas establecidas por él “Las penas que este
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Código establece son las siguientes: reclusión, prisión, multa e inhabilitación”, creo que no es merito de este aporte detenerse a explicar cada una de las penas, sino que por el contrario, el fin que perseguimos es evaluar el rol del estado y las consecuencias de la pena. En ese sentido Binder, expresa que toda actividad del estado persigue el cumplimiento de una finalidad social, al ser la penal el ejercicio de la violencia estatal, esta debe tener como objetivo un cauce social. La pena por la pena misma no sirve, el mero castigo por el hecho, tampoco “…el sistema de garantías le exige al Estado que la excepcional autorización a usar sus instrumentos violentos debe procurar una finalidad social, no puede ser puro ejercicio de fuerza ni pura reacción y ello debe ser demostrado en cada caso. Es decir, los jueces antes de autorizar al Estado a usar la violencia deben constatar la utilidad en el caso de esa reacción…No hay pena admisible sin utilidad. El carácter instrumental del Estado proscribe toda reacción violenta fundada en la pura retribución ”. En contrario, en su comentario al art.5° CP, Ricardo C. Nuñez afirma la importancia de la aplicación del castigo como hecho reparador de la violencia ejercida “la pena no puede ser sino un mal, porque sería irrazonable y dañoso que el delito se premiara o resultare socialmente indiferente…se debe comenzar a pensar que la finalidad de la pena es mejorar, en cuanto sea posible, al que ha tenido la desgracia de caer en el delito. Por otro lado, la sociedad debe comenzar de acuerdo con esa aspiración a ver en las cárceles institutos de beneficio social y no simple depósitos enre-
jados de seres humanos”. Sobre el final del párrafo el cordobés humaniza al criminal, exhortando a la sociedad a que vea en él a un par, pero no cualquier par, un ser humano criminal que merece el castigo bajo los límites expuestos por la Constitución Nacional (CN)- trato humanitario, evitar penas crueles, inexistencia de la pena de difamación, etc. Asimismo, la violencia ejercida por quien infringe la ley penal, merece el reproche del ordenamiento jurídico, en la Argentina, son los jueces-tribunales colegiados o de instancia única-a quienes se les está permitido sancionar la infracción a la norma-verdad de perogrullo pero necesaria de resaltar, espacialmente a quienes desde los medios de comunicación hacen y realizan sentencias y aplican sanciones sociales-. - Diferentes teorías sobre la finalidad de la pena (mención y breve descripción). Siguiendo a Sebastián Soler, dividiremos a las teorías en tres: a- Absolutas. La pena es una consecuencia inseparable del hecho, la sanción es necesaria como consecuencia del hecho dañoso (la pena como fin en si misma). Aquí se distinguen la de la “reparación”; cuyo objetivo principal es lograr que el sujeto, debido al delito, entregue su sufrimiento personal a fin de alcanzar una adecuada moralidad. La idea de “retribución divina”; la relación entre el creador y el estado hace que este último sea una idea de Dios, por ello, la pena es la restitución del orden moral establecido por Dios. Retribución moral; la sanción es consecuencia de transgredir el or-
den moral de la ley. b- Relativas. A diferencia de la anterior, quienes mantienen esta postura afirman que la pena tiene un fin, no se basta así misma, la sanción no como retribución sino como medio para garantizar la seguridad social. Teoría contractualista; quien infringe la ley infringe la convención establecida por los hombres por lo que rompe un pacto, la pena tiene como objetivo prevenir la violencia. Teoría de la defensa indirecta, la sanción opera para garantizar a la sociedad que un individuo que ha cometido un delito no lo vuelva a cometer. Teorias de la prevención especial; la pena tiene dos estadios, uno como amenaza y otro como sanción, se llega al último cuando fracasa la intimidación. Teoría correccionalista; el apercibimiento tiene la finalidad de corregir al infractor, reeducar al sujeto para que sea un ciudadano capaz de respetar las reglas de la sociedad organizada. Teoría positivista; la pena es solamente un medio de defensa. c- Mixtas. Reconocen la necesidad y la utilidad de la pena. Su gran expositor fue carrara, quien, a modo de síntesis, entiende la necesidad de la tutela jurídica, es decir, la pena como infracción a un ordenamiento jurídico previo, cuyo principal objetivo es devolver la confianza a la ley. - Evolución histórica de la pena (desarrollo de los principales sistemas normativos). Solo tomaré algunos ejemplos a fin de graficar la evolución del derecho en materia de sanción. Asimismo destaco, que el derecho procuró desde sus primeras leyes en la materia, limitar el poder punitivo particular, primero
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ajustándolo a pautas como el ojo por ojo hasta la actualidad donde se erradico de manos particulares la sanción y la acción para ser ejercida solamente por el estado (violencia legalmente ejercida por el estado). Por una cuestión práctica, nos alejaremos por un momento de los libros del derecho penal, y seguiremos, en principio, a Atilio Anibal Alterini . Aclarado esto, podemos observar tres grandes épocas: a- Venganza irrestricta. Era la realizada por clanes o por el grupo de la victima contra quien cometía el hecho dañoso. No existían limites normativos sino de fuerza. b- Venganza Limitada. El derecho al daño posible de ejercer surge de la Ley. El límite es una proporción con el daño sufrido, aquí vemos a la Ley del Talión como así también a la leyes mosaicas. - La venganza limitada en el éxodo. Para ver como operaba este tipo de norma nos basta leer éxodo 21-12;17. Moises establece un sistema normativo criminal y también, se da el gusto de graduar la culpa y organizar una primitiva casuística criminal. c- Derecho Actual. En el derecho privado, se habla de reparación, es decir, de volver al estado anterior mientras que en el derecho penal, se habla de la sanción ajustada al hecho cometido. Para poder alcanzar a la sanción, el estado realiza un juicio donde se evalúa la culpabilidad y el nexo de causalidadAcción, típica, antijurídica y cul-
como nación? El pibe chorro es el culpable de todo, si suben o bajan las comodities el pibe chorro tiene la culpa, si aumenta el petróleo y aumenta la nafta (no pasa lo mismo cuando baja el precio del barril) el pibe chorro lo hizo, si en Norteamérica los especuladores financieros hacen caer en banca rota a más de tres países, seguramente, lo hicieron los chorros. Son el pelo en la sopa, son molestos, no nos gustan que anden pidiendo monedas, no nos atrae que estén limpiando los vidrios, por eso mejor tenerlos enjaulados. Para finalizar e ir sintetizando esta parte, evaluaremos lo siguiente; teniendo en cuenta al delito, observando los fines de la pena, comprendiendo que la cárcel no ha podido corregir a nadie, ¿De quién es la culpa del delito o de la reincidencia? “No puede existir responsabilidad personal cuando la sociedad o el Estado han construido condiciones generales de vida que se convierten en condicionantes tan fuertes respecto de una persona que su ejercicio de libertad (es decir, su capacidad de superar esos condicionantes) queda en los hechos práctimante abolida o sometida a esfuerzos que esa persona en concreto es extremadamente difícil que pueda realizar” (Binder, O.C) - Aclaración. La evolución y los detalles mínimos de derecho penal que has leído, son pequeñas muestras de para qué sirve el derecho, son pautas para vivir en sociedad y para que vean que el que roba roba y el que mata mata y que por eso, el que lincha merece castigo, debido a que el delito es el que dice la ley
y la sanción es la que estipula la norma. - El mandamiento nuevo y la importancia de practicarlo como cristianos. Nuestros linchamientos. Hoy cuando leas esto, la novedad te va a hacer olvidar que ha muerto un joven en mano de una barbarie, hoy cuando veas todo esto que escribimos, te va a parecer estúpido, largo y poco práctico, la novedad…si!! la novedad es Tinelli, la novedad es el mundial, la novedad es el auto nuevo de pedro o si aumenta o no el dólar. La pobreza ya no es novedad, no nos asombra ver a los pibes muriéndose en la droga ni de hambre, la pobreza no es alarmante, no nos llama la atención porque la pobreza no es envidiable. Por todo esto, existe una necesidad imperiosa de evaluarnos como individuos capaces de dar la vida por el otro, la justicia debe ser entendida como la adecuada distribución de la riquiza, porque, aunque la estatua, en las escaleras, este vendada, en el bar de la esquina, se las quita, negocia y se toma una café con los operadores políticos. El rol del cristiano en la justicia es promover la vida, el amor y la justicia.
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POR JUAN IGNACIO SALGADO
Salvemos el Planeta, después vemos que hacemos con la gente
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ace casi 50 años el Padre Leonardo Castellani decía en una de las últimas entrevistas que le hicieron, que como venía la mano más le valdría al hombre inscribirse en la Sociedad Protectora de Animales, aunque no como protector sino como protegido. Lo que me parecía un simple chiste la primera vez que lo leí, hoy, mirando alrededor, compruebo que fue una visión profética. La sociedad en la que vivimos se ha convertido en una amante ferviente de la
naturaleza y enemiga declarada del hombre que no se alista en sus filas ecologistas. Se organizan grandes eventos y campañas en defensa de los animales maltratados. Las Corridas de toros en España se rechazan con el mismo énfasis y se condena de la misma manera que se condena el holocausto judío durante la segunda guerra mundial. Mientras, en este mismo país se realizaron en 2013, más de 112 mil abortos -lo que supone más de 300 al
día, y 1 cada 4 minutos- , y ante esta situación, el gobierno y la justicia permanece en su postura de fervientes defensores de esta práctica ignominiosa porque todos estos niños muertos antes de nacer son niños no queridos. Y si nadie los quiere mejor que ni nazcan, para que la vida, para que vivir, dice el tango. Hace unos meses atrás, también se conmovió la opinión pública mundial cuando en el zoológico de Copenhague mataron a
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una jirafa bebe en seguimiento de las normas impuestas por la asociación de zoológicos de la Unión Europea, a fin de evitar la consanguineidad. Ante la idea de sacrificar al animal no tardaron en aparecer campañas de colecta de firmas y dinero para evitar el crimen. Pero el zoo no dio el brazo a torcer he hizo lo que indicaba el manual. Mato al animal y lo dio de comer a los leones. No me atrevo a elaborar un juicio de valor ante el obrar de las autoridades de dicha institución, porque no conozco los pormenores del tema ni del caso. Pero, lo que me asombra y me duele, es la reacción que la semana pasada produjo una noticia, en esencia similar, que recorrió los medios de comunicación, con la diferencia que el protagonista en este caso no era una jirafa sino una señora de 89 años. El viernes 11 de Abril se publicó la noticia en Londres, que una docente jubilada británica, de 89 años, identificada como Anne, acudió a la clínica suiza Dignitas para realizar un “suicidio asistido”, que fue concretado mediante una inyección, porque la pobre señora no conseguía adaptarse a los tiempos modernos, a las computadoras, a los correos electrónicos y tampoco al consumismo y el fast-food. Ante este hecho consumado, no se
levantó ninguna voz ni campaña en defensa de la vida de esta pobre mujer que sufría, nadie que se indigne ante el asesinato deliberado de un ser humano, perpetrado por las mismas manos que deberían velar por su salud y por su vida. Una pobre mujer que lanza un grito desesperado ante una cultura que se deshumaniza a pasos agigantados, en la que nos estamos volviendo cada vez “más como robots”, según sus palabras, recibe irónicamente como respuesta una confirmación de su opinión, que da más fuerza a la decisión inalterable de terminar con su vida. La sociedad que debería responder y contener su desesperación, le responde de manera maquinal y fría. Su sobrina, que debería ser quien contenga y acompañe el sufrimiento de esta mujer, y evitar que la desesperación le gane la batalla, toma el camino contrario y la acompaña a al centro donde los “médicos” , quienes deberían velar y defender su salud y su vida, serán sus verdugos. Sus ojos se cerraron y el mundo siguió andando, y el hombre se ha convertido hoy más que nunca en enemigo del hombre. La cultura de la muerte crece, se multiplica y sigue cobrándose víctimas inocentes ante la mirada indolente de un mundo más preocupado por las condiciones en que le dejaremos
el planeta a las generaciones futuras si cortamos todos los árboles y por el calentamiento global, que por la soledad y el sufrimiento de la generación que pisa la tierra en nuestros días. ¿Y qué podemos hacer ante tanta injusticia nosotros, simples hombres de a pie? Podemos dolernos, siempre podemos dolernos, decía San Alberto Hurtado, siempre podemos conmovernos ante el dolor de nuestro semejante, que no nos parezca natural la indiferencia, podemos derramar nuestras lágrimas, podemos elevar nuestras voces, debemos gritar bien fuerte para despertarnos y despertar a nuestra sociedad anestesiada por el negocio del entretenimiento y el consumismo como formas de vida. Una vida más vida nos reclama, salgamos a buscarla, salgamos al encuentro de nuestro prójimo, que la soledad no se cobre más víctimas, construyamos la civilización del amor, y empecemos por cuidar a los más indefensos y a los inocentes, a los que están solos, cuidemos a nuestros enfermos, a nuestros ancianos, a los niños por nacer, que nadie sobra en nuestro mundo, nadie es desechable, toda vida vale, y es responsabilidad de todos defenderla.
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POR
Cecilia Lopez Puerta
Entrar por una puerta y salir por la otra Tener no es signo de malvado. Y no tener tampoco es prueba, de que acompañe la virtud. Pero el que nace bien parado, en procurarse lo que anhela, no tiene que invertir salud.
(“Canción de Navidad”, Silvio Rodríguez) “Si usted es igualitario ¿Cómo puede ser tan rico?”, es la pregunta con la que el filósofo Gerald Allan Cohen, tituló un artículo en el que abordaba una de las contradicciones más interesantes de nuestros tiempos. Dicho de otro modo, dado que usted se dice igualitario ¿cómo puede
creer que es correcto que sea tan rico? Para Cohen, la concepción liberal circunscribió a la justicia a aquella que se aplica a la estructura básica de la sociedad y no a las elecciones personales de cada uno de los individuos dentro de esa estructura. Así, el hecho de
que un gobierno deba ser justo no tiene que ver ni es responsabilidad de cada persona considerada en sí misma, si no que todos los individuos, conjuntamente y a través de ese gobierno, logran que la sociedad sea justa. Entonces, se podría suponer que si los individuos actuamos dentro
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de las reglas de esa estructura, el resultado para los que están peor es mejor que el resultado que se obtendría bajo cualquier otro conjunto de reglas. Aún así, lo cierto es que las sociedades pueden ser no-igualitarias. Entonces él, que desconfía de esta concepción liberal, se pregunta… ¿Qué es lo que la justicia les reclama a los individuos en una sociedad injusta? ¿Hasta que punto los individuos que se dicen igualitarios están comprometidos a implementar en sus propias vidas las normas de igualdad que le piden al gobierno? Se han dado muchas justificaciones, pero me quedo con una bastante popular, la que dice que la donación de las personas ricas al final del día es irrelevante para erradicar la injusticia, dicho de otro modo, la respuesta del rico sería: “Yo no voy a socorrerlo porque lo que deploro, radicalmente, no es su pobreza sino el sistema que lo hace pobre”. Así, pareciera que el Estado que todo lo ve y todo lo puede, se convierte en garante de la justicia, expropiándonos la distribuye a placer y nos exculpa a la vez de nuestras propias decisiones. Pero lo que puede quedar lindo en el enunciado en la práctica es bastante más complicado. Yo puedo aceptar que el Estado me cobre impuestos que luego distribuye para que todos tengamos acceso a los derechos básicos, pero eso no quiere decir que me guste. Paulo Freire, en su “Pedagogía del oprimido”, describía lo difícil que les podía resultar a los opresores reconocer que estaba dándose un proceso de liberación. Decía que cuando eso
ocurría, los opresores tendían a creer que estaban siendo “oprimidos” “…ya que si antes podían comer, vestirse, calzarse, educarse, pasear, escuchar a Beethoven, mientras millones no comían, no se calzaban, no se vestían, no se educaban ni tampoco paseaban, y mucho menos podían escuchar a Beethoven, cualquier restricción a todo esto, en nombre del derecho de todos, les parece una profunda violencia a su modo de vivir. Derecho que, en la situación anterior, no respetaban en los millones de personas que sufrían y morían de hambre, de dolor, de tristeza, de desesperanza…”. ¿Qué significa esto? ¿Qué tan grave es la desigualdad? ¿Qué tan grave es la injusticia? Los autores que le han prestado atención a la vulnerabilidad social, la han ido interpretando fundamentalmente de dos maneras como “fragilidad” o como “factor de riesgo”. Pero en lo que casi todos están de acuerdo, es en que no se trata solamente de la distribución desigual de los bienes, si no de la forma en que se distribuyen los “activos sociales”. Rubén Kaztman, en un trabajo para la CEPAL (http://www.eclac. cl/publicaciones/xml/6/10816/ LC-R176.pdf) que luego continuará en su publicación “Seducidos y abandonados: el aislamiento social de los pobres urbanos”, toma los estudios de Caroline Moser, en cuanto centraba su mirada en esos activos y veía a la vulnerabilidad social como el conjunto de limitaciones o desventajas que las personas encuentran para acceder y usar los activos que se distribuyen en
la sociedad. Kaztman entonces se dedica a analizar los procesos sociales de formación y distribución de activos clasificándolos en tres tipos: capital físico (financieros y propiamente físicos, como en el caso de la vivienda), capital humano (trabajo, salud y educación) y capital social (redes sociales). Estos activos conforman la llamada “estructura de oportunidades” y son generados (o no) por tres fuentes principales: el mercado, la comunidad y el Estado. ¡El Estado! ¡Siempre el Estado! Así, las poblaciones más vulnerables, limitadas a la hora de acceder a los “activos” de la sociedad, no solamente llegan tarde al reparto de bienes si no que se encuentran al margen de todos los beneficios y garantías de la sociedad entre los que se encuentra uno que siempre me ha maravillado: la presunción de inocencia. ¡Sí, señor! Acá y en la China, ser pobre significa ser, al menos potencialmente, un delincuente ¿De qué otra forma se explicaría si no que prácticamente todos los presos son pobres? Cuando fui por primera vez a una cárcel estaba todavía estudiando y al momento de conversar sobre la experiencia se me ocurrió decirle al profesor que me había sentido como en un zoológico. Las celdas comunes, mirar por allí, mirarlos… la sensación que me había dado era la de estar como en una vidriera. Al profesor no le gustó mi intervención y tomó ese comentario como un intento de abolición de la pena, o algo así. La verdad es que no sabía por
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entonces lo que pensaba sobre la pena, ni la quería, ni pretendía abolirla… lo único que tenía en claro, es que algo de todo ese asunto de meter a las personas en jaulas, no me cerraba. Y si no son jaulas ¿qué son? Para mí son como pasillos. Lugares de tránsito, que no deben ser obstruidos, los pasillos existen pero son para pasar. Nadie quiere quedarse en un pasillo. Entrar por una puerta y salir por la otra. Si uno se lo pone a pensar, no deja de ser una idea maravillosa, la de entrar y salir, la de transformarse casi con locura mágica. Un antes y un después marciano. Cortázar, en su poema “Me caigo y me levanto” hablando de vaya uno a saber qué cosa, decía: “… Usted estará tan por encima que dará gusto entonces yo sabré que el sistema ha funcionado y empezaré a rehabilitarme furiosamente…”. Tan por encima. En Argentina esta idea de “rehabilitarse” es moneda corriente en el discurso penal, el fin de la pena es la resocialización. O al menos eso dice el ordenamiento jurídico, en el artículo 10.3 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, se asegura que el régimen penitenciario consistirá en un tratamiento cuya finalidad esencial será la reforma y la readaptación social de los penados. Eso mismo surge del artículo 5.6 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos: “Las penas privativas de la libertad tendrán como finalidad esencial la reforma y la readaptación social de los condenados”. Y por mucho que les moleste a algunos, estos artículos forman parte de la Constitución Nacio-
nal. Entonces ¿Para qué son las cárceles? Bueno, claramente no son para enjaular gente y sacarla de circulación. Se supone que lo que se busca es que tengan “la capacidad de comprender y respetar la ley procurando su adecuada reinserción social”, como dice el artículo 1º de la Ley Nacional de Ejecución 24.660. Y digo que “se supone” porque en la raíz del asunto ya hay una injusticia galopante y no nos podemos asomar al mundo penal sin responderla ¿Porqué prácticamente todos los presos son pobres? Vale la pena leer a Zaffaroni para pensar estas cuestiones, no conozco otro que lo explique de manera más sencilla (http:// danielafeli.dominiotemporario. com/doc/ZAFFARONI_Derecho_Penal_Pte_General_p_718. pdf ). Usa un concepto archiconocido: la “criminalización”. Más o menos lo que dice es que en cualquier sociedad se selecciona a un grupo de personas a las que se les hará sentir el poder punitivo del Estado. No es pura maldad, es que sería imposible en la práctica que cada una de las cosas que podrían hipotéticamente contravenir la ley, acabara con la imposición de una pena sobre una persona. A la primera etapa de este proceso de “selección” él la llama “criminalización primaria” y es, digamos, la parte “general” del asunto. Las legislaturas dictan leyes decidiendo lo que es delito y lo que no, ahí ya dejan afuera muchas posibles conductas. Pero después, viene la segunda etapa, la “criminalización secundaria” y ahí te quiero ver. De los delitos que se comenten
sólo algunos llegan a la justicia, y de los que llegan sólo algunos han sido debidamente probados y merecen una condena. El filtro se va achicando… el punto es ¿cuáles son los parámetros de esta selección? Dijimos que sólo algunos llegan a la justicia… ¿Cuáles llegan? ¿Quién hace esa selección? Las policías. Y lo hacen discrecionalmente, porque la selección no es por azar o por la gravedad del delito sino que se siguen reglas burocráticas, de acuerdo con una cantidad enorme de factores entre los que pesan lo suyo los medios de comunicación y los factores políticos y de poder; pero también se decide por la ley del menor esfuerzo, se hace lo más sencillo y lo que ocasiona menos conflicto, se prefiere la selección conforme a estereotipos. Es claramente mucho más fácil perseguir robos callejeros que lavado de dinero o narcotráfico o malversación de fondos públicos. Entonces los que caen son siempre los mismos. Zaffaroni lo explica así: “…Los hechos más groseros cometidos por personas sin acceso positivo a la comunicación terminan siendo proyectados por ésta como los únicos delitos y las personas seleccionadas como los únicos delincuentes. Esto último les proporciona una imagen comunicacional negativa, que contribuye a crear un estereotipo en el imaginario colectivo. Por tratarse de personas desvaloradas, es posible asociarles todas las cargas negativas que existen en la sociedad en forma de prejuicio, lo que termina fijando una imagen pública del delincuente, con componentes clasistas, racistas,
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etáreos, de género y estéticos. El estereotipo acaba siendo el principal criterio selectivo de criminalización secundaria…”. El problema es que esta selección nos termina pareciendo natural y, como los “ricos igualitarios” de Cohen, nos convencemos de que responde a una idea de justicia que en verdad ha sido desfigurada desde todos los costados. Se utiliza el miedo y la inseguridad para reforzar esos estereotipos, y antes de darnos cuenta estamos cruzando a la calle de enfrente porque nos convencieron (nos convencimos) de que determinadas personas son peligrosas. Pero no es natural. Retomando a Freire, no es raro que, para los opresores en la hipocresía de su falsa “generosidad”, sean siempre los oprimidos los que “desaman”, son ellos los “violentos”, los “bárbaros”, los “malvados”, los “feroces” cuando reaccionan contra la violencia
Humor por Cris.
de los opresores, aunque en el fondo se sepa que: “…quien instaura la negación de los hombres no son aquellos que fueron despojados de su humanidad sino aquellos que se la negaron, negando también la suya…”. Ahora pienso que ese zoológico que vi la primera vez que pisé una cárcel no nos tenía de visitantes a nosotros, igualmente enjaulados, cercados por otros muros, caminando por esos pasillos éramos también parte de un juego. Un juego de opresión y de injusticia, de desamor y de violencia. Porque ni la inseguridad, ni los estereotipos, ni la pobreza, ni la cárcel. Nada de eso es natural, nada de eso está “dado”. A lo mejor por eso me interesan los pasillos, porque están llenos de posibilidades. Entrar por una puerta y salir por la otra. Transformarse. Buscando cada día ser más humanos, buscando
humanizar más a los demás, recuperando la sensibilidad para poder mirar las cosas sin drama, tal cual son, embebiéndonos y reconciliándonos con lo absurdo que es vivir en un mundo tan lleno de ambivalencias. Liberándonos y liberando a los demás del yugo de los prejuicios y de los miedos… Porque… no sé a ustedes, pero a mí más miedo que toda esa gente enjaulada me da el banco chino que se instaló el año pasado (que hasta Luciana Aymar le hizo la publicidad) o el puerto que muy sigilosa y silenciosamente se está construyendo en Punta Lara tras desmontar lo indesmontable o la sonrisa de algunos políticos o la sobreabundancia de publicidad antiséptica… en fin, cada quien con su mambito y el que no tenga pecado que tire la primera piedra.
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POR NORA PFLÜGER
“NO REPARTIRÁS LOS BIENES AJENOS”
Para que exista verdadera justicia, debemos dar de lo nuestro de corazón… sin criticar ni exigir que el otro lo haga primero.
“Aunque repartiera todos mis bienes para alimentar a los pobres… si no tengo amor, no me sirve para nada” (1 Corintios 13,3). Me asombra la indiferencia de nuestra cultura ante las palabras clarísimas del Apóstol San Pablo, escritas hace casi dos mil años. Los pobres, nuestros hermanos, siguen siendo instrumentos de propaganda política, destinatarios de ayuda que hoy se da y mañana se quita, elementos tranquilizadores para ciertas personas piadosas que los usan para estar en paz con su conciencia. Pero me asombra todavía más el discurso descarado de quien insiste con la dádiva y el desprendimiento… pero no con los propios bienes, sino con los del otro. Traducido: “No soy yo, sino Fulano el que debe renunciar a sus propiedades, porque tiene demasiadas, porque debería repartir su riqueza… y que a mí me toque también un buen pedacito”. Todos conocemos el papelón de Judas Iscariote, el traidor del Evangelio, que cuando ve que una mujer, en un gesto de amor, unge los pies de Jesús con un caro perfume, masculla literalmente: “¿Por qué no se vendió ese perfume en trescientos denarios para dárselos a los pobres?” El Apóstol San Juan, testigo y relator de este episodio, agrega: “Dijo esto, no porque
se interesara en los pobres, sino porque era ladrón, y como estaba encargado de la bolsa común, robaba lo que se ponía en ella” (Juan 12, 5-6). Y es que si la justicia, esa virtud que lleva a dar a cada uno lo que le corresponde, no va unida a la caridad, se convierte en “tambor que suena o címbalo que retiñe”, según el decir de San Pablo en el capítulo antes citado: algo que se adivina hueco, sin contenido. Y la caridad se debe ejercer sobre el hombre entero: cuerpo y alma. La Madre Teresa de Calcuta, figura emblemática de la atención al necesitado en la segunda mitad del siglo XX, consideraba que la carencia más grande de los tiempos modernos no era la falta de pan material, sino el vacío espiritual provocado por el déficit de amor misericordioso, ése que me hace sentir en el corazón la miseria del otro y que trasciende la pura justicia. En algunos lugares de nuestro país (no hablo de Biafra) hay chiquitos que comen tierra para saciar la sensación de hambre de sus pancitas. Una injusticia monstruosa. Por otro lado, días atrás, se encontró en un departamento céntrico de la ciudad de Buenos Aires el cadáver de una mujer que había muerto hacía diez años, sin que nadie –ni vecino, ni familiar, ni amigo- se hubiera preocupado por su existencia. Y no se trataba de una indigente.
Tal vez por eso, el escandaloso abandono del que fue víctima no ha entrado en ningún reclamo de justicia social. Pero no deja de ser otra forma de injusticia, sumada a una grave ausencia de respeto y misericordia. Con esto no intento decir que todo el mundo viva en la hipocresía. No quiero minimizar la tarea que cientos de personas de buena voluntad realizan todos los días desinteresadamente, brindando víveres, medicinas, techo y abrigo a los que menos tienen, procurándoles trabajo, ofreciéndoles una educación que les permita en algún momento sobrevivir por sus propios medios y recuperar así el sentido de su propia dignidad. Pero cuando la ayuda no se presta por amor, cuando intervienen otros intereses, desconfío. No encuentro muy genuinos los reclamos de justicia en los que se mezclan la envidia y el afán de sacar provecho personal, incluso admitiendo que todos tenemos un fondo de egoísmo y que ninguna acción humana es “químicamente pura”. Por supuesto, no hay que esperar a ser santo para ayudar al prójimo. Pero si doy algo, al menos que sea de lo mío y de corazón, no de lo del otro por obtener ventaja, o porque siempre me dolió que él tuviera más que yo. Al Décimo Mandamiento: “No codiciarás los bienes ajenos”, Moisés debió hacer una llamadita y añadir: “No repartirás los bienes ajenos”.
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SI a la
VIDA